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J. MOUROUX TESTIMONIO Y FE EN SAN PABLO Remarques sur la foi dans Saint Paul, Revue Apologetique, LXV (1937), 129-145; 281- 299. Punto de partida Yo contesté: ¿Quién eres Señor? El Señor me dijo: Yo soy Jesús a quien tu persigues. Pero levántate y ponte en pie, pues para esto me he dejado ver de tí, para hacerte ministro y testigo de lo que has visto y de lo que te mostraré aún, librandote del pueblo y de los gentiles a los cuales yo te envío para que les abras los ojos, se conviertan de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios, y reciban la remisión de los pecados y la herencia entre los debidamente santificados por la fe en mi (Act 26,15-18). Conversión y misión de Pablo. Dos caras de una misma vocación que el Apóstol acepta con toda su alma. Dar testimonio para abrir los ojos y atraer a la fe. Cuando haya cumplido satisfactoriamente este encargo en Jerusalén, el Señor le enviará a Roma para que continúe allí la misma tarea. (Act 23,11). La doctrina pues de Pablo quedará marcada por una exigencia de testimonio. EL TESTIMONIO DE DIOS La humanidad ha caído en la esclavitud del pecado, de la muerte y de la carne. Pero Dios, que no ha dejado nunca de amarla, la ha rescatado y colmado de gracia, por medio de Cristo. Todo este plan divino lo encontramos resumido en aquel texto que señala, en la economía de la redención, las tres etapas queridas por Dios: Misterio eterno de salvación, su manifestación por Cristo, y su transmisión por el apóstol escogido (2 Tim 1, 9-11). En el evangelio, testimonio vivo y eficaz, encontramos la raíz de la fe. Estudiemos los elementos de este testimonio: palabras, signos, gracia; y tratemos de comprender cómo se manifiesta el testimonio divino a través del testimonio humano, o lo que es lo mismo, cómo se presenta misteriosamente Dios a través del hombre. Palabra El testimonio es ante todo palabra humana, mensaje, evangelio. Para Pablo, predicarlo será lo más esencial de su misión, (1 Cor 1,17; 9,16) y lo más concreto de su tarea (Ef 3,8). Este es el fin para el que ha sido nombrado Apóstol de las gentes (1 Tim 2,7). Y éste será también el fin esencial de todo apóstol. El apóstol, en efecto, tendrá que prolongar el testimonio del Señor, hablando como Él y predicando el Evangelio como Él lo predicó. Transmitir el mensaje será, pues una función sacerdotal. Normalmente la fe comienza por el "ex audito" de que habla el cap. 10 de la carta a los Romanos. No es necesario que vayamos lejos a buscar la fe. La encontraremos en los enviados de Cristo, los que ocupan su lugar. En su palabra se prolonga la de Cristo.

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  • J. MOUROUX

    TESTIMONIO Y FE EN SAN PABLO

    Remarques sur la foi dans Saint Paul, Revue Apologetique, LXV (1937), 129-145; 281-299.

    Punto de partida

    Yo contest: Quin eres Seor? El Seor me dijo: Yo soy Jess a quien tu persigues. Pero levntate y ponte en pie, pues para esto me he dejado ver de t, para hacerte ministro y testigo de lo que has visto y de lo que te mostrar an, librandote del pueblo y de los gentiles a los cuales yo te envo para que les abras los ojos, se conviertan de las tinieblas a la luz y del poder de Satans a Dios, y reciban la remisin de los pecados y la herencia entre los debidamente santificados por la fe en mi (Act 26,15-18). Conversin y misin de Pablo. Dos caras de una misma vocacin que el Apstol acepta con toda su alma. Dar testimonio para abrir los ojos y atraer a la fe. Cuando haya cumplido satisfactoriamente este encargo en Jerusaln, el Seor le enviar a Roma para que contine all la misma tarea. (Act 23,11). La doctrina pues de Pablo quedar marcada por una exigencia de testimonio.

    EL TESTIMONIO DE DIOS

    La humanidad ha cado en la esclavitud del pecado, de la muerte y de la carne. Pero Dios, que no ha dejado nunca de amarla, la ha rescatado y colmado de gracia, por medio de Cristo. Todo este plan divino lo encontramos resumido en aquel texto que seala, en la economa de la redencin, las tres etapas queridas por Dios: Misterio eterno de salvacin, su manifestacin por Cristo, y su transmisin por el apstol escogido (2 Tim 1, 9-11).

    En el evangelio, testimonio vivo y eficaz, encontramos la raz de la fe. Estudiemos los elementos de este testimonio: palabras, signos, gracia; y tratemos de comprender cmo se manifiesta el testimonio divino a travs del testimonio humano, o lo que es lo mismo, cmo se presenta misteriosamente Dios a travs del hombre.

    Palabra

    El testimonio es ante todo palabra humana, mensaje, evangelio. Para Pablo, predicarlo ser lo ms esencial de su misin, (1 Cor 1,17; 9,16) y lo ms concreto de su tarea (Ef 3,8). Este es el fin para el que ha sido nombrado Apstol de las gentes (1 Tim 2,7).

    Y ste ser tambin el fin esencial de todo apstol. El apstol, en efecto, tendr que prolongar el testimonio del Seor, hablando como l y predicando el Evangelio como l lo predic. Transmitir el mensaje ser, pues una funcin sacerdotal. Normalmente la fe comienza por el "ex audito" de que habla el cap. 10 de la carta a los Romanos. No es necesario que vayamos lejos a buscar la fe. La encontraremos en los enviados de Cristo, los que ocupan su lugar. En su palabra se prolonga la de Cristo.

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    Esta palabra, adems de venir de Cristo nos trae a Cristo. Tal como es, es decir, como lazo vivo de unin entre Dios y los hombres. Como Hijo amadsimo del Padre, Salvador y Seor de la humanidad, en quien Dios se reconcilia, se revela y se da y en quien el hombre se da a Dios, y participa de su vida:

    El mensaje que se nos da es un mensaje de salud y de salvacin, en el que Dios se nos manifiesta lleno de misericordia y anhelante de nuestra bienaventuranza, nos da a Cristo para hacernos partcipes en l, de su misma felicidad. El testimonio humano no es vacilante, un s y no, un mensaje tembloroso. Es una plenitud de afirmacin, de felicidad, y de vida. Ante todo es el anuncio de Cristo, el Amn eterno, el gran s en el que se realizan todas las promesas de Dios (2 Cor 1,19).

    Signo

    Este mensaje inaudito exige garantas, signos de autenticidad. A Pablo no le parecer mal que se los pidan. Ms bien se asombrar cuando parezca que no son tenidos en cuenta (2 Cor 12,11s). Estos signos forman parte del mismo mensaje, se ensamblan con l y no aparecen como algo yuxtapuesto.

    Es la actitud misma del testimonio, su palabra; sus convicciones, su ardor, una entrega total al servicio del mensaje, lo que nos ofrece una primera manifestacin significativa.

    San Pablo parece subrayar particularmente tres aspectos de este testimonio: La lealtad (2 Cor 2,17; 4,2), la valenta (2 Cor 3,12-18) y la paciencia (2 Cor 4,6ss; y 11,23ss). Su vida estuvo fuertemente marcada por estas tres caractersticas.

    Por otra parte, el ardor al servicio del mensaje es l mismo el fruto de toda una vida. No solamente la conviccin apostlica es un signo dado en testimonio; lo es toda la vida misma de testimonio. El pasaje 1 Tes 1,1-12 es una pgina bellsima de testimonio vivo.

    Los prodigios divinos son otros signos insertos en su vida. San Pablo no los detall jams; los conocemos a travs de alguna insinuacin en los Hechos. Su conversin es como un ejemplo tpico y maravilloso de milagro (1 Timo 1,12-16). Pablo explica la funcin del carisma en su dimensin de signo, particularmente el don de lenguas y de profeca.

    Todo esto, palabras, actitudes, vida, milagros, constituye el testimonio rendido a Cristo en medio de los creyentes, en el que Pablo s ha entregado totalmente para engendrar a sus hijos por el Evangelio (1 Cor 4,15). El xito de su testimonio le arrancar un da aquel grito de triunfo habis credo porque habis recibido nuestro testimonio (2 Tes 1,10)

    Gracia

    Analicemos ms para llegar a comprender mejor la grandeza de este testimonio. Es humano, pero necesariamente est fundamentado en aquel otro testimonio que le da sentido y eficacia: el testimoni de Dios. Si realmente proviene del hombre mucho ms realmente proviene de Dios. El testimonio es doble: Dios est actuando en el mensaje,

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    en el mismo testigo y en los signos: gracia exterior; tambin est actuando en el oyente, ser cado llamado-a-la-salvacin: gracia interior. Esta gracia de Dios es pues a la vez un cerco y una invasin.

    La fuente de esta gracia es Dios. Desde siempre nos ha sido dada y manifestada en Jesucristo, como afirma clarsimamente san Pablo. El mensaje es una fuerza divina y el mensajero, un hombre a travs del cual habla Dios. Los signos son tambin obra del mismo Dios. Por atraparte, Dios ilumina a los hombres a travs de sus apstoles (2 Cor 4,1-6). Hacer el acto de fe es recibir la palabra de la predicacin, no como palabra humana sino como palabra de Dios (1 Tes 2,13s). El Espritu Santo, actuando en nombre de J.C., escribe, por medio de los apstoles, el mensaje divino de la fe en el corazn de los fieles (2 Cor III, 3-4). Por ello, hacer el acto de fe es acoger la palabra de la predicacin. A travs del hombre y de los signos es Dios quien llama y da testimonio. Divina transparencia del testimonio apostlico, porque se pro longa pursimamente aquel testimonio tendrico, en el que se verifica rigurosamente la equivalencia: palabra humana, palabra de Dios.

    Unida indisolublemente a la gracia exterior hay otra interior: la llamada ntima, resultante de la eleccin eterna (Ef 2,8-10; Filip 1,29). Esto es claro, incluso. en los casos extremos, como el de un hombre, lleno de tinieblas, o el de un alma fervorosa que aun en medio de las mayores pruebas, no deja abrir y dilatar su corazn por el gozo del Espritu Santo. De todas formas, el papel principal de esta gracia es el de atraer a la afirmacin de la verdad. El infiel entiende las palabras lo mismo que el fiel, pero al no poseer la gracia, les resultan vanas y ridculas, No las puede asimilar, ni afirmar, ni conocer como verdaderas (1 Cor 2,14). El fiel elevado en Dios por la gracia, al afirmarlas las recibe, juzga y acoge. El primer acto de fe, el ms simple, es siempre una gracia intima (1 Cor 12, 3). Dios difunde la verdad que salva de un modo visible y atrayente. El Evangelio es luz y olor. Al mismo tiempo esclarece y atrae al alma hacia el interior. Es la accin del Espritu Santo. Cerco e invasin.

    LA ACOGIDA DE ESTE TESTIMONIO

    La palabra, los signos, la gracia, he aqu el testimonio de Dios y la llamada a la fe. Pero es preciso que el hombre reciba este testimonio y responda a esta llamada.

    Acogida libre

    En esta acogida libre, el hombre reacciona totalmente, compromete toda su inteligencia. Es un testimonio que propone la verdad y pone en contacto con ella. Este Evangelio, al que ha consagrado Pablo su vida, contiene el Misterio de salvacin y la Verdad misma (Ef 6,19; Gal 2,5). Slo l es verdadero, y desdichado del que osare recibir otro!! (Gal 1,6-11). La inteligencia pues ha de acoger la predicacin de la palabra verdadera del Evangelio (Col 1,5), y en la fe en la verdad (2 Thess 2,13-14) se encuentra la salvacin.

    Para creer es preciso renovarse desde el fondo de la propia inteligencia. Y esto porque el mensaje de salvacin aporta el sentido, total de la vida. Para recibir este mensaje ser preciso haber aprendido de Cristo a dejar la propia vida carnal y a renovarse en el espritu de la inteligencia (Ef 4,20-24). El incrdulo no es ms que un squico, un

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    hombre que no posee ms que su inteligencia humana, tarada por el pecado; el creyente es un penumtico, un hombre que posee una inteligencia liberada por el Espritu (1 Cor 2,10-16). Ambos viven en mundos distintos y opuestos como las tinieblas a la luz, la ignorancia al conocimiento. Para ellos el mundo no tiene el mismo sentido. Para nacer de nuevo, la inteligencia debe comprometerse en una actitud profundamente abierta.

    El testimonio se presenta al hombre necesariamente como escndalo y como llamada. Un escndalo porque golpea violentamente todo su ser de carne. Frente al orgullo, he aqu a Jess crucificado, a quien hay que adorar como Salvador todopoderoso. Frente a las ideas habituales, prcticas y limitadas, con las que explicamos el mundo, he aqu a Jess resucitado, en quien esperamos como Primer-Nacido de entre los muertos. Frente a las pasiones encendidas, he aqu al crucificado a quien hay que imitar lentamente, cada da. Para los judos y griegos, cunto tiene de escndalo y locura este mensaje. Los primeros no creen ms que en la fuerza y en el triunfo de la carne. No encuentran a Dios ms que en los prodigios aplastantes, Judaei signa petunt; los segundos, no creen ms que en la razn humana, en la ciencia y en el poder humano de explicar y construir un mundo a su medida. No aceptan ms que al Dios configurado exactamente sobre su propio pensamiento, Graeci sapientiam quaerunt. Escndalo y locura que salvarn a aquellas gentes slo a condicin de abrir su alma cerrada, despertando en ella el sentimiento de criatura y el sentido de su miseria, sin los cuales nada es posible.

    Una llamada. Es imposible que un puro escndalo pueda contener y definir toda la virtualidad del mensaje divino. Dios viene a destruir en nosotros todos los obstculos de la carne y a despertar el apetito de Verdad y Felicidad que anida en nosotros, la nostalgia del Bien y del Amor; del verdadero Dios (Ro 7;21s) La Buena Nueva de Salvacin es la que ofrece el mensaje cristiano, por medio del escndalo de la cruz; es el objeto de esperanza que despertar en nosotros todas las fuerzas de deseo. El mensaje es necesariamente una llamada a las fuerzas ms profundas del hombre; de ese hombre que hasta ahora viva en el mundo sin tener Dios y sin esperar nada. Es pues una llamada mortificante y a la vez fraternal, exigencia de sacrificio y promesa de alegra, programa de lucha terrible y fuente de paz indecible (1 Cor 1,23s.). Por esto la acogida habr de ser una reaccin total, una respuesta absoluta, un cambio que afecte a todo el ser. El testimonio impone una opcin: o se es esclavo del pecado o de la obediencia. El hombre tendr que escoger. Su respuesta ser s o no; para su salvacin o para su perdicin.

    Respuesta libre

    La respuesta al mensaje puede ser positiva; abertura del alma, don de s mismo, afirmacin de la verdad: la fe. La fe es la acogida hecha al conocimiento (Heb 10,26) y al amor de la verdad (2 Tes 2,10). La inteligencia, el amor, la totalidad del ser, he aqu lo que se da a Dios, por medio de la fe, en respuesta a su mensaje. Por ello puede convertirse en el homenaje por excelencia del ser espiritual a Dios, homenaje de obediencia amorosa por el cual el hombre somete voluntariamente su inteligencia cautivada ya por Jesucristo. Todo esto no sin lucha entre el espritu y la carne. Es una guerra despiadada que termina dejando al hombre, esclavo de Dios, o del pecado. Pablo quiere destruir las armas y los reductos de la carne que los hijos de Adn oponen a la palabra divina. Quiere entregar al hombre a esa bendita cautividad de Cristo, para que acabe transformndose finalmente en libertad de espritu (2 Cor 10,3-5). Cuando el hombre, como respuesta, renuncia de todo corazn a sus codicias y suficiencia, y da a

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    Dios su inteligencia, su amor y su ser, rinde gloria al Seor (Rom 6,16s.). Por este mismo homenaje el cristiano ayuda tambin a los otros a glorificar a Dios (2 Cor 9,13).

    La respuesta puede ser negativa: el pecado contra la fe. Acto exactamente simtrico al primero; el ser humano rechaza el darse a s mismo. Es el pecado de los paganos, de los judos y de los mismos cristianos. Todos ellos segn san Pablo pueden cometer el mismo pecado de infidelidad. Todos pueden pecar igualmente contra la luz, rechazando la llamada de Dios. El resultado es una ceguera espiritual progresiva. Ante el mensaje cada vez ms duro se experimenta una repugnancia creciente, olor de muerte segn san Pablo (2Cor 2,16). Se cae en las tinieblas ms oscuras, el endurecimiento y la esclerosis (Ef 4,18): A la inteligencia del pagano, llena de tinieblas, ya no le quedan ms que las cortezas de los alimentos de la tierra. En cuanto al judo, un velo cubre sus ojos (2 Cor 2,16-18). Todos, por haber rechazado el mensaje, son entregados a Satans, que les vuelve cada vez ms carnales y ms ciegos.

    Tradujo y condens: R. PEREZ MOYA