01 Bourdieu y Wacquant - Una Invitación a La Sociología Reflexiva (Parte I, Cap 1)

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UNA INVITACIÓN A LA SOCIOLOGÍA REFLEXIVA por Pierre Bourdieu y Loïc Wacquant

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  • UNA INVITACIN A LA SOCIOLOGA

    REFLEXIVA por

    Pierre Bourdieu y Loc Wacquant

  • 1. La sociologa como socioanlisis

    Loc Wacquant: Comencemos con H o m o academicus (Bourdieu 1988a), ya que es una obra que en muchos sentidos se encuentra en el epicentro de su proyecto sociolgico (Wacquant 1990a; pp. 678-79). En ella, usted ofrece tanto una sociologa emprica de la institucin acadmica como un anlisis de las dificultades y perplejidades episte-molgicas implicadas en el anlisis del propio universo. Podra pen-sarse que le result fcil escribir dicho libro, ya que trata acerca de los intelectuales franceses, mundo donde ha sido actor, y uno central, a lo largo de casi tres dcadas. Ahora bien, muy por el contrario, de todos sus estudios H o m o academicus parece ser el que ms le cost en tr-minos de tiempo, pensamiento, escritura y trabajo de investigacin, como as tambin (y a m me parece revelador) en trminos de ansie-dad: usted menciona en el prefacio su aprensin acerca de publicar un libro as, y dedica ntegramente el captulo inicial a precaver, y

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    precaverse, contra una gran variedad de lecturas equivocadas. Por qu tanta dificultad?

    Pierre Bourdieu: Es verdad que Homo academicus es un libro que guard por largo tiempo en mis archivos porque tema que se me escapase y fuese ledo de un modo opuesto a sus inten-ciones profundas, es decir, como un panfleto o como un ins-trumento de autoflagelacin.1 Se corre siempre el gran peligro de perder el control de lo que uno escribe. Todo el mundo lo ha repetido desde la Sptima Epstola de Platn, pero este li-bro plante problemas especiales en el momento de su publi-cacin. Yo estaba sobrepasado por el temor de que los intere-ses de mis lectores entre los que, dado lo que escribo, se cuenta una amplia mayora de acadmicos fuesen tan fuer-tes que todo el trabajo que yo haba realizado para evitar esta clase de lectura espontnea quedase anulado, y que la gente re-bajara al nivel de disputas dentro del campo acadmico un an-lisis cuyo propsito es objetivar esta competencia y, por tanto, dar al lector cierto dominio sobre ella.

    Homo academicus es un libro peculiar que acompaa el tra-bajo ordinario requerido por la objetivacin cientfica de un trabajo trabajo en el sentido psicoanaltico sobre el sujeto de la objetivacin. Al trabajar sobre dicho objeto, uno debe re-cordar constantemente que el sujeto mismo de la objetivacin est siendo objetivado: los ms rigurosos y brutales anlisis ob-jetivadores estn escritos con una aguda conciencia del hecho de que se aplican a quien los est escribiendo. Y con el conoci-miento, adems, de que muchos de aquellos a los que involucra

    1 Reflexionando acerca de Homo academicus poco despus de su publi-

    cacin, Bourdieu (1987a: p. 116 [en espaol: p. 101]) escribe con rara emocin: "La sociologa es un instrumento de autoanlisis extremadamente poderoso que permite a uno comprender mejor lo que es, dndole una comprensin de sus propias condiciones sociales de produccin y de la posicin que ocu-pa en el mundo social. [...] Se sigue que este libro llama a una cierta forma de lectura. No se trata de leerlo como un panfleto ni de hacer de l un uso autopunitivo. [... ] si mi libro fuese ledo como un panfleto, me resultara de-testable y preferira mejor que se lo quemara."

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    no pensarn ni por un momento que el autor de esta o aque-lla frase "cruel" los padece a la par de ellos.2 En consecuencia, denunciarn como crueldad gratuita lo que es en realidad un trabajo de anamnesis, un socioanlisis. (Aqu tengo en mente mu-chos pasajes que me distanciaron de algunos de mis mejores amigos. He tenido pienso que esto no es de significacin me-ramente anecdtica encuentros muy dramticos con colegas que percibieron de manera muy precisa la violencia de la obje-tivacin pero que vieron una contradiccin en el hecho de que yo pudiese objetivar sin pensar en m mismo, cosa que por su-puesto yo estaba haciendo todo el tiempo.)

    En el prefacio a la edicin inglesa, yo propongo como fac-tor ms importante para explicar y comprender la especifici-dad de los filsofos franceses (Foucault, Derrida, etc.) en la es-cena intelectual mundial el hecho de que la mayora de ellos, si no todos, se han visto en esa posicin tan extraa de trans-formar una necesidad mundana en una virtud intelectual, de convertir el destino colectivo de una generacin en una opcin electiva. Obligados a la simple reproduccin del sistema acad-mico en virtud de su xito acadmico, que los condujo a posi-ciones dominantes dentro del sistema, experimentaron el co-lapso del sistema escolar debajo de sus mismos pies y, tras el movimiento de Mayo del 68 y la consiguiente transformacin de la universidad francesa, vieron y vivieron las posiciones dominan-tes como insostenibles, insoportables. Se vieron llevados, por tan-to, a una especie de disposicin antiinstitucional3 que tiene sus races, al menos en parte, en su relacin con la universidad en

    2 Esto ha sido agudamente advertido por Bennett Berger (1989: p. 190):

    "La constante reflexividad del estilo de Bourdieu es un recordatorio perma-nente a los lectores de que l est sometido a la misma relacin entre posi-cin, disposicin y predisposicin que cualquier otro: es tambin una invita-cin que l formula a los crticos para que descubran las distorsiones creadas por estas relaciones."

    3 La complejidad, fuerza y multivalencia de esta disposicin est amplia-

    mente documentada en el caso de Foucault en la hbil biografa del filsofo francs escrita por Didier Eribon (1991).

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    tanto que institucin. Dada mi trayectoria y posicin, no pue-do negar que yo comparto este nimo antiinstitucional. Estoy bien situado, entonces, para saber que cualquier anlisis que nos lleve a descubrir los determinantes sociales de una postu-ra que tiende a experimentarse como una eleccin discrecional y libremente alcanzada, o incluso como una ruptura ms o me-nos "heroica", debe resultar hasta cierto grado desagradable o irritante.

    Esta familiaridad originaria con el universo que usted estudia ha sido entonces una ventaja pero, en otro nivel, tambin un obstculo a superar. Es por eso que basa su trabajo en una batera de datos tan vas-ta (el mero listado de las fuentes requiere varios apndices) y no obstante slo despliega una pequea porcin de ellos?

    Ciertamente es un libro asctico con respecto al uso de los datos y a la escritura. Hay ante todo una ascesis en la retrica de la presentacin de datos. Hay una cantidad de cosas de las que un anlisis de mi trayectoria intelectual4 dara cuenta muy bien, tales como una especie de aristocratismo que debo al he-cho de haber seguido una de las trayectorias ms altas del sis-tema educativo francs, haberme formado inicialmente como filsofo, etc. (Esto explica por qu mi "colegio invisible" se en-cuentra en parte entre filsofos, y por qu cierta forma de ex-hibicionismo positivista me est sin duda inconscientemente vedada por pedestre.) Dicho esto, es verdad que tal vez nunca haya manejado tantos datos como para ese libro. Esto no siem-pre es reconocido fcilmente en Inglaterra y Estados Unidos,5

    4 Vase la recapitulacin de primera mano de sus experiencias intelec-

    tuales hecha por Bourdieu en su entrevista con Honneth, Kocyba y Schwibs (1986) y en Bourdieu 1987a, 1987e. Por su visin del campo intelectual fran-cs a partir de la Segunda Guerra, consltese Bourdieu y Passeron 1967, Bourdieu 1987e y 1991a, y el prefacio a Homo academicus.

    5 Este comentario sobre La distincin formulado por Anthony Giddens

    (1986b: pp. 302-3), cuya reputacin, paradjicamente, no anida en su traba-jo emprico, es indicativa de esta reaccin: "Aunque se encuentra bastante alejado de lo que los socilogos anglosajones consideraran un informe de

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    sin duda en nombre de una definicin positivista de los datos y de su utilizacin, que identifica errneamente ciencia con exhi-bicionismo de datos y procedimientos, all donde sera ms acon-sejable desplegar las condiciones de construccin del anlisis de dichos datos.

    Segundo, hay una ascesis en el nivel de la escritura. Escrib un considerable nmero de pginas que podran haberme granjeado un escndalo pblico, por ser ligeramente polmi-cas y custicas, que termin descartando precisamente porque habran estimulado una regresin a la visin ordinaria (es de-cir, polmica) del campo.6 Yo aadira que la presentacin cien-tfica de un anlisis sociolgico en profundidad de esta clase plantea complejas cuestiones de escritura. Uno necesitara in-ventar un lenguaje completamente nuevo para tratar de captar al mismo tiempo lo sensible y lo inteligible, el percepto y el con-cepto. (El peridico que editamos en el Centro para la Socio-loga Europea, Actes de la recherche sciences sociales, ha sido un la-boratorio para experimentar con ese tipo de nueva modalidad de expresin sociolgica apta para transmitir un ojo: el princi-pio de pertinencia que constituye una ciencia.)7 Mi deseo es

    investigacin respetable, se conforma no obstante de una extensa investiga-cin emprica acerca de los hbitos y actitudes de diferentes clases sociales en Francia. Ms de mil individuos fueron de hecho entrevistados con bastan-te detalle." Murphy (1983: p. 40) es ms brutalmente despectivo en su apre-ciacin, llegando a aseverar que el esfuerzo de Bourdieu "por desacreditar a la sociologa emprica [?] lo ha conducido a una profunda ignorancia de los mtodos de documentacin sistemtica y a la documentacin nada convin-cente de sus propias ideas", una ignorancia que l atribuye a un presunto "va-go humanismo antipositivista" de Bourdieu.

    6 El paradigma (en el sentido platnico de caso ejemplar) de estas opinio-

    nes parciales, interesadas y por ende polmicas sobre el campo acadmico lo ofre-ce la diatriba de Ferry y Renault (1990), Lapense 68, en lo que concierne a Fran-cia, y el lamento de Jacoby, The IMSI Intelleduals (1987), respecto de los Estados Unidos. (Vase Wacquant 1990a para una discusin ulterior de este punto.)

    7 Actes de la recherche en sciences sociales, que publica un amplio espectro de

    formatos de escritura, desde artculos pulidos hasta avances "crudos" de in-vestigacin, se adapta a diferentes estilos, medidas y tipografas, y hace un amplio uso de imgenes, facsmiles o documentos primarios, tomados de notas de campo y entrevistas, junto con cuadros estadsticos y grficos. Las

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    crear un lenguaje que permitiera a los productores de discur-so en el mundo social escapar a la alternativa mortal entre el seco distanciamiento objetivista de los informes cientficos y la participacin ms experimentalmente sensible de las formas li-terarias. En Homo academicus quise hacer lo mismo que intent en La distincin, esto es, crear un "montaje discursivo"8 que le

    innovaciones tipogrficas, retricas y estilsticas del peridico parten de la premisa de que la sustancia y la forma de una sociologa reflexiva estn nti-mamente ligadas, y que el modo en que se elabora un objeto sociolgico es al menos tan importante como el resultado final del proceso de investigacin. Como el mismo nombre del peridico lo indica, las "actas de la investigacin" importan tanto, si no ms, que el producto terminado. "Una ciencia social que [toma] por objeto formas sociales y formalismos sociales debe reprodu-cir en la presentacin de sus resultados la operacin de desacralizacin que le permiti producirlos. Aqu encontramos la que sin duda es una de las es-pecificidades de la ciencia social: alcanzados por encima y en contra de los mecanismos sociales de disimulacin, sus logros pueden conformar una prc-tica individual o colectiva slo si su difusin tiene xito en escapar, aunque sea tan slo parcialmente, a las leyes que regulan todo discurso sobre el mun-do social. Comunicar, en este caso, es ofrecer, cada vez que sea posible, los medios para replicar, prctica y no slo verbalmente, las operaciones que hi-cieron posible la conquista de la verdad de las prcticas. Al tener que propor-cionar instrumentos de percepcin y hechos que slo pueden ser captados mediante esos instrumentos, la ciencia social no slo debe demostrar (dmon-trer) sino tambin designar y exhibir (montrer)" (Pierre Bourdieu, sin ttulo, introduccin editorial a la edicin inaugural de 1975 [n 1, p. 2]). El gil for-mato del peridico ayuda a explicar su circulacin de ms de 8.000 ejempla-res la ms amplia entre todas las publicaciones de ciencia social en lengua francesa cuyo alcance va mucho ms all de los confines de la academia.

    8 Esto slo es plenamente visible en la edicin original de La distinn pu-

    blicada por ditions de Minuit en 1979 [que reproduce la edicin en espaol de Taurus, 1988]; por razones de costo y convenciones estilsticas, la traduccin al ingls reproduce slo de manera muy parcial la diagramacin del volumen original francs. Barnard (1990: p. 81) ha sealado, en su estudio "Bourdieu and Ethnography", que La distincin est "'colmado de la maquinaria de la so-ciologa 'dura': grficos, cuadros, monitoreo, entrevistas y mapas' (Warner). Pe-ro el libro contiene tambin extractos de revistas, fotografas y datos obtenidos mediante la participacin en el medio ambiente descripto. Adems, en este li-bro como en ningn otro, todos estos elementos estn fusionados en una tota-lidad, de modo que no se da ninguna prioridad a un modo de produccin tex-tual por encima de otro. Si esto es etnografa y sin duda contiene elementos que no podran ser pensados como ninguna otra cosa [... ] es por cierto una etnografa de una especie enteramente nueva".

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    permita a uno ofrecer al mismo tiempo la visin cientfica y la intuicin inmediata que esta visin explica pero que tambin sue-le excluir. Pero esto habra producido un efecto de "pinning" o de etiquetamiento, habra dado una violencia tal a mi anlisis, que tuve que renunciar a la idea.

    En realidad, uno de los problemas centrales de una sociolo-ga del ambiente intelectual es que los intelectuales son, como todos los agentes sociales, "socilogos espontneos" particular-mente habilidosos para objetivar a otros. Siendo profesionales del discurso y la explicacin, no obstante, los intelectuales tienen una capacidad muy superior a la del promedio para transformar su sociologa espontnea, esto es, su visin interesada del mundo social, en una sociologa aparentemente cientfica.

    En H o m o academicus usted ofrece una sociologa de su propio universo intelectual. Sin embargo, su objetivo no es escribir una simple monografa sobre la universidad francesa y su facultad, sino establecer un punto mucho ms fundamental acerca del mtodo sociolgico.

    Cuando comenc este estudio a mediados de los sesenta un tiempo en que la crisis de la institucin acadmica que llegara a su climax con el movimiento estudiantil del 68 era ram-pante pero todava no tan aguda como para que la resistencia al "poder" acadmico se hubiese tornado abierta, mi intencin fue la de llevar adelante una especie de test sociolgico sobre la prc-tica sociolgica en s. Quera demostrar que, contrariamente a lo que sostienen quienes pretenden socavar el conocimiento socio-lgico o buscan descalificar a la sociologa como ciencia sobre la base de que los socilogos adoptan necesariamente un punto de vista sociolgicamente determinado sobre el mundo social, la so-ciologa puede escapar hasta cierto punto de este crculo hist-rico, delineando su conocimiento del universo social en el que la ciencia social es producida para controlar los efectos de los de-terminismos que operan en este universo y, al mismo tiempo, re-ferirse a los mismos socilogos.

    En ese estudio, persigo una doble meta y construyo un doble objeto. Primero, el objeto evidente constituido por la

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    universidad francesa en tanto que institucin, que requiere un anlisis de su estructura y funcionamiento, de las diversas espe-cies de poder que operan en este universo, de las trayectorias y agentes que llegan a tomar posiciones en l, de la visin "pro-fesoral" del mundo, etc.; y, segundo, el objeto ms profundo: el retorno reflexivo implicado en objetivar una institucin so-cialmente reconocida como fundada para reclamar objetividad y universalidad para sus propias objetivaciones.

    Este recurso utilizar la universidad, esto es, situar su propia vi-da profesional como pretexto para estudiar la mirada sociolgica ya lo haba utilizado usted antes, cuando llev adelante, a principios de los sesenta, una investigacin de las prcticas matrimoniales en su pro-pio pueblo en el sudoeste de Francia (Bourdieu 1962b, 1962c, 1977b) despus de completar un proyecto similar entre los campesinos argelinos (Bourdieu 1972, 1990a: pp.147-161).

    S. Homo academicus representa la culminacin, al menos en un sentido biogrfico, de un "experimento epistemolgico" muy autoconsciente que comenc a principios de los sesenta, cuando me aboqu a aplicar a mi universo ms familiar los m-todos de investigacin que previamente haba usado para des-cubrir la lgica de las relaciones de parentesco en un universo ajeno, el de los campesinos y trabajadores argelinos.

    La idea detrs de esta bsqueda fue la de dar vuelta la rela-cin natural del observador hacia su universo de estudio, vol-ver lo mundano extico y lo extico mundano para hacer ex-plcito lo que en ambos casos se da por sentado, y ofrecer una vindicacin prctica de la posibilidad de una objetivacin so-ciolgica completa del objeto y de la relacin del sujeto con el objeto, lo que yo llamo objetivacin participante.9 Pero termin

    9 "La objetivacin tiene una oportunidad de ser exitosa slo cuando impli-

    ca la objetivacin del punto de vista del cual procede. En suma, slo las alterna-tivas acostumbradas de la 'observacin participante', esta inmersin necesaria-mente mistificada, y el objetivismo de la mirada absoluta nos impiden percibir la posibilidad y la necesidad de la objetivacin participante. [...] La sociologa ms

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    ponindome a m mismo en una situacin imposible. De he-cho, result particularmente difcil, si no imposible, objetivar plenamente sin objetivar los intereses que yo pudiera tener en objetivar a otros, sin llamarme a m mismo a resistir a la tenta-cin que sin duda es inherente a la posicin del socilogo de arrogarse el punto de vista absoluto sobre el objeto de estudio (en este caso asumir una especie de poder intelectual sobre el campo intelectual). As que para llevar este estudio a un resul-tado exitoso y publicarlo, tuve que descubrir la verdad profun-da de este mundo, es decir, que todos en l luchan por hacer lo que el socilogo est tentado a hacer. Tuve que objetivar es-ta tentacin y, ms precisamente, objetivar la forma que pudo tomar en un determinado momento en el socilogo Pierre Bourdieu.

    A lo largo de su obra, usted ha enfatizado la necesidad de un retor-no reflexivo sobre el socilogo y sobre su universo de produccin. Usted insiste en que no se trata de una forma de narcisismo intelectual sino que tiene consecuencias cientficas reales.

    De hecho, yo creo que la sociologa de la sociologa es una di-mensin fundamental de la epistemologa sociolgica. Lejos de ser una especialidad entre muchas otras, es el prerrequisito nece-sario de cualquier prctica sociolgica rigurosa. En mi opinin, una de las principales fuentes de error en las ciencias sociales reside en una relacin con el objeto fuera de control que de-semboca en la proyeccin de esta relacin sobre el objeto. Lo que me desasosiega cuando leo algunos trabajos de socilogos es que personas cuya profesin es objetivar el mundo social tan

    crtica es aquella que presupone e implica la autocrtica ms radical, y la objeti-vacin de aquel o aquella que objetiva es tanto una precondicin para como un producto de una objetivacin completa: el socilogo tiene una oportuni-dad de salir exitoso de este trabajo de objetivacin slo si, observador observa-do, somete a la objetivacin no slo todo lo que l es, sus propias condiciones sociales de produccin y por lo tanto los 'lmites de su espritu', sino tambin su mismo trabajo de objetivacin, los intereses ocultos que se invierten en l y los beneficios que promete" (Bourdieu 1978a: pp. 67-68).

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    raramente demuestren ser capaces de objetivarse a s mismas, y que con tanta frecuencia no adviertan que aquello de lo que su discurso aparentemente cientfico habla no es el objeto sino su relacin con el objeto.

    Ahora bien, objetivar el punto de vista objetivador del so-cilogo es algo que se lleva a cabo con mucha frecuencia, pe-ro de una manera notablemene superficial, aunque aparente-mente radical. Cuando decimos: "el socilogo est inscripto en un contexto histrico", generalmente queremos decir el "so-cilogo burgus" y lo dejamos ah. Pero la objetivacin de cual-quier productor cultural exige ms que sealar y deplorar el propio trasfondo y ubicacin, la propia "raza" o gnero se-xual. No se debe olvidar objetivar la propia posicin en el uni-verso de la produccin cultural, en este caso el campo cientfi-co o acadmico. Uno de los aportes de Homo academicus es demostrar que, cuando llevamos a cabo objetivaciones al estilo Lukcs (y despus de l Lucien Goldman [1975], para tomar una de las formas ms sofisticadas de este reduccionismo so-ciolgico que es un verdadero lugar comn), esto es, poner en correspondencia directa objetos culturales y clases o grupos sociales para o por los cuales se supone que son producidos (como cuando se dice que tal o cual forma de teatro ingls ex-presa "el dilema de una clase media ascendente"), cometemos lo que yo llamo la falacia del cortocircuito (Bourdieu 1988d). Al buscar establecer un vnculo directo entre trminos muy dis-tantes, omitimos la mediacin crucial provista por el espacio relativamente autnomo del campo de produccin cultural. Este subespacio es no obstante un espacio social con su propia lgica, en el cual los agentes compiten por un beneficio de una especie particular y persiguen intereses que pueden de-sinteresarse mucho de los beneficios en vigor en el universo social ms amplio.

    Pero detenerse en este estadio dejara sin examinar el ses-go ms esencial, cuyo principio no yace en la clase (ubicacin) social ni en la posicin especfica del socilogo en el campo de la produccin cultural (y, por las mismas razones, su situacin

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    en un espacio de posibles posturas tericas, sustantivas y me-todolgicas) , sino en las determinaciones invisibles inheren-tes a la postura intelectual en s misma, en la mirada acadmi-ca que l arroja sobre el mundo social. Tan pronto como analizamos (theorein) el mundo social, introducimos una des-viacin en nuestra percepcin de ste, dado que para estudiar-lo, para describirlo, para hablar de l, debemos retirarnos de l ms o menos por completo. La desviacin teoricista o intelec-tualista consiste en olvidarse de inscribir en la teora del mun-do social que construimos el hecho de que sea el producto de una mirada terica, un "ojo contemplativo". Una sociologa autnticamente reflexiva debe precaverse constantemente contra este epistemocentrismo, o este "etnocentrismo del cientfico", que consiste en ignorar todo lo que el analista ino-cula en su percepcin del objeto en virtud del hecho de estar situado fuera del objeto, al que observa desde lejos y de arri-ba.10 As como el antroplogo que construye una genealoga mantiene una relacin con el "parentesco" que est a mundos de distancia de la relacin del jefe del clan cabila que debe re-solver el problema totalmente prctico y urgente de encon-trar una esposa apropiada para su hijo, el socilogo que estu-dia el sistema educativo norteamericano, por ejemplo, tiene un "uso" para las escuelas que tiene muy poco en comn con los de un padre qur busca encontrar una buena escuela para su hija.

    10 La nocin de "falacia acadmica" se desarrolla extensamente en El sen-

    tido prctico (Bourdieu 1990a: libro I) y en "El punto de vista acadmico" (Bourdieu 1990e: p. 384): "Ignorar todo lo que el 'punto de vista acadmi-co' implica nos conduce a cometer el ms grave error epistemolgico en las ciencias sociales, es decir, aquel que consiste en poner a 'un experto dentro de la mquina', en pintar a todos los agentes sociales a imagen del cientfico (del razonar cientfico sobre la prctica humana y no del cientfico actuan-te, del cientfico en accin) o, ms precisamente, poner los modelos que el cientfico debe construir para explicar las prcticas dentro de la conciencia de los agentes, hacer como si las construcciones que el cientfico debe producir para entender las prcticas, para dar cuenta de ellas, fueran los determinantes principales, la causa real de las prcticas."

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    La conclusin de esto no es que el conocimiento terico no valga nada sino que debemos conocer sus lmites y acompaar todas las explicaciones cientficas con una explicacin de los l-mites y limitaciones de las explicaciones cientficas: el cono-cimiento terico debe un gran nmero de sus propiedades ms esenciales al hecho de que las condiciones en las cuales se produce no son las de la prctica.

    En otras palabras, una adecuada ciencia de la sociedad debe cons-truir teoras que contengan ellas mismas una teora de la brecha entre la teora y la prctica.

    Precisamente. Un modelo adecuado de realidad debe to-mar en cuenta la distancia entre la experiencia prctica de los agentes (que ignoran el modelo) y el modelo que permite a los mecanismos que describe funcionar con la inadvertida "com-plicidad" de los agentes. Y el caso de la universidad es una prue-ba cromatogrfica para esta exigencia, pues todo all nos incli-na a cometer la falacia teoricista. Como cualquier universo social, el mundo acadmico es el lugar de una lucha acerca de la verdad del mundo acadmico y del mundo social en gene-ral. Apresuradamente, podemos decir que el mundo social es el lugar de luchas continuas por definir qu es el mundo social; pero el mundo acadmico tiene hoy esa peculiaridad de que sus veredictos y pronunciamientos estn entre los socialmente ms poderosos. En la academia, la gente lucha constantemen-te acerca de quin, en este universo, tiene socialmente el man-dato, quien est autorizado a decir la verdad del mundo social (por ejemplo, a definir quin y qu es un delincuente o un "profesional", dnde yacen las fronteras de la clase trabajado-ra, si tal o cual grupo, regin o nacin existe y goza de dere-chos, etc.). Intervenir en ella como socilogo conlleva la ten-tacin de reclamar para s el papel de rbitro neutral, de juez, para distribuir lo correcto y lo incorrecto.

    Para decirlo de otro modo, la falacia intelectualista y teori-cista sera la tentacin por excelencia para alguien que, siendo socilogo y por ende parte de la continua lucha sobre la verdad,

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    se pone a decir la verdad acerca de este mundo del cual es par-te y de las perspectivas opuestas que en l se afirman. Esta ten-tacin de aplastar a los propios rivales objetivndolos, que es-tuvo presente en cada instante durante la fase objetivista de esta investigacin, est en las races de graves errores tcnicos. Enfa-tizo lo tcnico aqu para subrayar la diferencia entre trabajo cien-tfico y pura reflexin. Pues todo lo que acabo de decir se tra-duce en operaciones de investigacin muy concretas: variables aadidas o suprimidas en los anlisis de correspondencia, fuen-tes de datos reinterpretados o rechazados, nuevos criterios in-sertados en el anlisis, etc. Cada indicador de notoriedad inte-lectual que utilizo requiri una enorme cantidad de trabajo de construccin porque, en un universo donde la identidad se for-ja en gran medida mediante estrategias simblicas, y descansa en el anlisis final de la creencia colectiva, la ms mnima pieza de informacin tena que ser independientemente verificada a partir de fuentes diversas.

    El retorno sobre la relacin genrica del analista con su objeto y so-bre la ubicacin particular que l ocupa en el espacio de la produccin cientfica sera lo que distingue a esta clase de reflexividad que usted defiende de aquella por la que abogan Gouldner (1970), Garfinkel (1967; tambin Mehan y Wood 1975, Pollner 1991) o Bloor (1976).

    S. Garfinkel se contenta con explicar disposiciones que son muy generales, universales en la medida en que estn li-gadas al estatuto del agente en tanto que sujeto cognoscente; en este sentido su reflexividad es estrictamente fenomenol-gica. En Gouldner, la reflexividad es ms un eslogan pragm-tico que un verdadero programa de trabajo.11 Lo que debe ser objetivado no es (slo) el individuo que hace la investigacin en su idiosincracia biogrfica sino la posicin que ocupa en el espacio acadmico y los sesgos implicados por el punto de

    11Phillips (1988: p. 139) seala que "Gouldner mismo nunca ha segui-do de ninguna forma sistemtica su llamado a una sociologa reflexiva, ni procedi a adoptar su propio consejo".

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    vista que adopta en virtud de estar "off-side" o "fuera del jue-go" (horsjeu). Lo que ms se echa en falta en esta tradicin norteamericana, sin duda por razones sociolgicas muy defi-nidas entre ellas, puede destacarse el papel menor de la fi-losofa en el entrenamiento de los investigadores y una pre-sencia ms dbil de una tradicin poltica crtica, es un anlisis verdaderamente reflexivo y crtico de la institucin acadmica y, en particular, de la institucin sociolgica, con-cebida no como un fin en s mismo sino como la condicin del progreso cientfico.

    Yo creo que la forma de reflexividad por la que abogo es distintiva y paradojal por ser fundamentalmente antinarcisista. La reflexividad psicoanaltica es mejor tolerada y recibida porque si los mecanismos que nos hace descubrir son universales, tam-bin estn ligados a una nica historia: la relacin con el padre es siempre una relacin con un padre singular en una historia singular. Lo que hace a la ausencia de encanto, a la pesadum-bre incluso, de la autntica reflexividad sociolgica es que nos hace descubrir cosas que son genricas, compartidas, banales, lugares comunes. Ahora bien, en la tabla de valores intelectua-les, no hay nada peor que lo comn y lo promedio. Esto expli-ca en gran medida la resistencia que la sociologa, y en particu-lar una sociologa reflexiva no narcisista, encuentra entre los intelectuales.

    Esto equivale a decir que la sociologa de la sociologa que yo propugno tiene poco en comn con un retorno com-placiente e intimista sobre la persona privada del socilogo o la sociloga12 o con una bsqueda de Zeitgeist intelectual que anime su trabajo, como es el caso con el anlisis de Parsons que hace Gouldner (1970) en La crisis de la sociologa occiden-tal. Debo desligarme completamente, adems, de la forma de "reflexividad" representada por esa especie de observacin

    12 La distincin de Bourdieu (1988a: pp. 21-35) entre "individuo epist-

    mico" e "individuo emprico" es pertinente aqu, as como lo es "La ilusin biogrfica" (Bourdieu 1987c).

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    autofascinatoria de la escritura y los sentimientos del obser-vador que recientemente se ha puesto de moda entre los an-troplogos norteamericanos (por ejemplo, Marcus y Fisher 1986, Geertz 1987, Rosaldo 1989, Sanjek 1990) quienes, ha-biendo agotado aparentemente los encantos del trabajo de campo, se han puesto a hablar de ellos mismos en lugar de hablar de sus objetos de investigacin. Cuando se vuelve un fin en s mismo, esa denuncia falsamente radical de la escri-tura etnogrfica como "potica y poltica" (Clifford y Marcus 1986) abre la puerta a una forma de relativismo nihilista li-geramente velada (de la clase que me temo subyace a varias versiones del "programa fuerte" de la sociologa de la cien-cia) que se erige como el polo opuesto a la ciencia social ver-daderamente reflexiva.

    De manera que hay un sesgo intelectualista inherente a la posicin del cientfico social que observa desde afuera un universo en el que no est inmediatamente involucrado. Para usted, es esta relacin intelec-tualista con el mundo donde la relacin escolstica entre el observa-dor y su objeto reemplaza a la relacin prctica con la prctica que tie-nen los agentes la que debe ser objetivada para cumplir con los requerimientos de la reflexividad.

    sta es una de las principales cosas que me separan de Gar-finkel y la etnometodologa. Admito que hay una experiencia primaria de lo social que, como mostraron Husserl y Schutz, descansa en una relacin de creencia inmediata en la factibili-dad del mundo que nos hace darlo por sentado. Este anlisis es excelente como descripcin, pero debemos ir ms all de la descripcin y plantear la cuestin de las condiciones de posibili-dad de esta experiencia dxica. Debemos reconocer que la coin-cidencia entre las estructuras objetivas y las estructuras encarna-das que crea la ilusin de comprensin espontnea es un caso particular de la relacin con el mundo, vale decir la relacin originaria. Aqu la gran virtud de la experiencia etnolgica es que nos hace inmediatamente conscientes de que dichas condi-ciones no se cumplen universalmente, como la fenomenologa

  • 120 Una invitacin a la sociologa reflexiva

    podra hacernos creer cuando (sin advertirlo) unlversaliza una reflexin basada en el caso particular de nuestra relacin ind-gena con la propia sociedad.

    Yo agregara, al pasar, que hay un positivismo de los etno-metodlogos que, en su lucha contra el positivismo estadstico, han aceptado algunos de los presupuestos de sus oponentes, como cuando contraponen datos contra datos, grabaciones de video contra ndices estadsticos. Esto nos recuerda que, como escribi Bachelard (1938: p.20), "de manera general, los obs-tculos a la cultura cientfica siempre se presentan en forma de parejas". Contentarse con "grabaciones" significa ver superfi-cialmente la cuestin de la construccin o delimitacin (d-coupage) de la realidad (pinsese en la fotografa). Conlleva acep-tar un concreto preconstruido que no necesariamente contiene en s mismo los principios de su propia interpretacin. A las interacciones entre un mdico, un interno y una enfermera, por ejemplo, subyacen relaciones jerrquicas de poder que no siempre son visibles durante la interaccin directamente observable.13

    Pero esto no es todo. Debemos socializar de parte a parte el anlisis fenomenolgico de la doxa como una aceptacin in-contestable de nuestro mundo cotidiano, no simplemente pa-ra establecer que no es universalmente vlido para todos los su-jetos percipientes y actuantes, sino tambin para descubrir que, cuando se reconoce en ciertas posiciones sociales, entre los do-minados en particular, representa la forma ms radical de acep-tacin del mundo, la forma ms absoluta de conservadurismo. No hay manera de adherir al orden establecido que sea ms in-divisa, ms completa que esta relacin infrapoltica con la evi-dencia dxica; no hay manera ms completa de encontrar con-diciones naturales de existencia que sean chocantes para alguien socializado bajo otras condiciones y que no las capta

    13 Bourdieu se refiere a una investigacin hecha por Aaron Cicourel

    (1985) sobre las interacciones discursivas y la lgica social de la diagnosis m-dica en un hospital.

  • El propsito de la sociologa reflexiva 121

    por medio de las categoras de percepcin modeladas por ese mundo.14

    Slo esto explica una buena cantidad de malentendidos en-tre los intelectuales y los trabajadores, all donde estos ltimos dan por sentadas y encuentran aceptables, incluso "naturales", condiciones de opresin y explotacin que resultan enferman-tes para "los de afuera"; lo que no excluye de ninguna manera formas prcticas de resistencia y una posible revuelta contra ellas (Bourdieu y otros 1963, Bourdieu 1980d y 1981c). Pero puede sostenerse que la mejor ilustracin de la significacin poltica de la doxa es la violencia simblica ejercida sobre las mujeres.15 Pienso en particular en esa especie de agorafobia so-cialmente constituida que lleva a las mujeres a excluirse a s mis-mas de todo un espectro de actividades y ceremonias pblicas de las que estn estructuralmente excluidas (de acuerdo con las dicotomas pblico/varn versus privado/mujer), especial-mente en el dominio de la poltica formal. O la que explica que puedan afrontar tales situaciones, al costo de una tensin ex-trema, slo en proporcin al esfuerzo que necesitan realizar pa-ra sobreponerse al reconocimiento de su exclusin inscripta profundamente en sus propios cuerpos (vase Bourdieu 1990i). As, un anlisis estrechamente fenomenolgico o etno-metodolgico lleva a descuidar los fundamentos histricos de esta relacin de coincidencia inmediata entre las estructuras objetivas y la supresin de su significacin poltica, esto es, su despolitizacin.

    14 La relacin doble (de condicionamiento por una parte, de estructu-

    racin por la otra) entre una posicin en el espacio social y las categoras de percepcin que vienen con l, y que tienden a duplicar su estructura, es ce-ida por Bourdieu mediante la nocin de "punto de vista como una visin tomada desde un punto" (vase Bourdieu 1988e, 1989d y 1988d, sobre "El punto de vista de Flaubert"; y 1989a: parte 1, pp. 19-81 en particular). Se lo discute con algn detalle ms abajo.

    15 Sobre la violencia simblica de gnero, vase Bourdieu 1990i y ms

    abajo, seccin 5.