01 Feminismo y Derecho en El Contexto Postmoderno

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FEMINISMO Y DERECHO EN EL CONTEXTO POSTMODERNO 1 Alberto Iglesias Garzón Universidad Carlos III de Madrid Si hay algo que parece destacar como nexo de unión entre la miríada de movimientos y corrientes del feminismo nacidos en el último tercio del siglo XX es, por evidente que resulte, su crítica común al androcentrismo. Esta crí- tica puede ser analizada y examinada desde diversas ópticas y disciplinas del conocimiento como se desprende de las numerosas perspectivas con las que el feminismo ha forjado sus argumentos y desde donde ha desarrollado su crítica a lo largo de esta época. Desde la epistemología hasta la exogénesis, pasando por la norma jurídica, estos feminismos se constituyen como una corriente con la que proponer una visión privilegiada y más justa de un mundo moderno que, a su entender, ha quedado caduco. Dada esta necesaria dispersión metodológica y de contenido, en este tra- bajo el análisis del fenómeno feminista de los años referidos se va a limitar al estudio de la presión que éste, considerado en abstracto, ejerce sobre el fe- nómeno jurídico. El cruce de la reivindicación feminista con la filosofía de la postmodernidad es una buena oportunidad para analizar la dinámica de los procesos de generalización y especificación de los derechos 2 . 1 El presente trabajo tiene su origen en el proyecto de investigación Historia de los De- rechos de las Mujeres en el siglo XX (ref. CCG08-UC3M/HUM-4510) de la Comunidad de Madrid y en el proyecto El tiempo de los derechos Consolider-Ingenio del Ministerio de Inno- vación (ref. CSD 2008-00007). 2 PECES-BARBA, G.; Curso de derechos fundamentales. Teoría General, Universidad Carlos III de Madrid, Boletín Oficial del Estado, Madrid, 1999, pp.180 y ss.

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FEMINISMO Y DERECHO EN EL CONTEXTO POSTMODERNO1

Alberto Iglesias GarzónUniversidad Carlos III de Madrid

Si hay algo que parece destacar como nexo de unión entre la miríada de movimientos y corrientes del feminismo nacidos en el último tercio del siglo XX es, por evidente que resulte, su crítica común al androcentrismo. Esta crí-tica puede ser analizada y examinada desde diversas ópticas y disciplinas del conocimiento como se desprende de las numerosas perspectivas con las que el feminismo ha forjado sus argumentos y desde donde ha desarrollado su crítica a lo largo de esta época. Desde la epistemología hasta la exogénesis, pasando por la norma jurídica, estos feminismos se constituyen como una corriente con la que proponer una visión privilegiada y más justa de un mundo moderno que, a su entender, ha quedado caduco.

Dada esta necesaria dispersión metodológica y de contenido, en este tra-bajo el análisis del fenómeno feminista de los años referidos se va a limitar al estudio de la presión que éste, considerado en abstracto, ejerce sobre el fe-nómeno jurídico. El cruce de la reivindicación feminista con la filosofía de la postmodernidad es una buena oportunidad para analizar la dinámica de los procesos de generalización y especificación de los derechos2.

1 El presente trabajo tiene su origen en el proyecto de investigación Historia de los De-rechos de las Mujeres en el siglo XX (ref. CCG08-UC3M/HUM-4510) de la Comunidad de Madrid y en el proyecto El tiempo de los derechos Consolider-Ingenio del Ministerio de Inno-vación (ref. CSD 2008-00007).

2 PECES-BARBA, G.; Curso de derechos fundamentales. Teoría General, Universidad Carlos III de Madrid, Boletín Oficial del Estado, Madrid, 1999, pp.180 y ss.

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A pesar de la multiplicidad de discursos y contradicciones que alberga en sí el feminismo, cabe hacer una reflexión al hilo de sus planteamientos en donde se muestre cómo el Derecho, exponente de la realidad social y de sus cambios, se ve afectado. La moral crítica que representa el feminismo mantiene su vista fija en lugares comunes con otras fuerzas sociales que también se encuentran infrarrepresentadas políticamente o inclusive oprimidas en tanto que mino-rías3. Sin duda, vale la pena abordar el fenómeno jurídico desde la óptica fe-minista no sólo por ser social y numéricamente mayoritario sino por el amplio alcance de sus planteamientos, enlazados en la encrucijada postmoderna.

En pocas palabras, aun asumiendo que la relación de poder en la que la mujer se encuentra sometida al hombre tiene una representación jurídica y asumiendo también el reconocimiento de los derechos específicos de la mujer como paliativo de lo anterior, ¿puede conducir tal asunción hasta un cambio de paradigma?¿Puede desvelar paradojas en el propio Derecho? Una de ellas podría ser la de pretender paliar con nuevos derechos los daños que el mis-mo sistema contribuye a crear. De ahí que la evaluación de la filosofía en la que sustenta el llamado proceso de especificación deba analizarse4. Derecho, feminismo y postmodernidad tienen elementos fácilmente intercambiables, agravando así la dificultad de una respuesta que ya es de por sí compleja y que aquí se trata de resolver apuntando a dos extremos: o bien los derechos de las mujeres se forman como categoría autosuficiente, fundamentándose en el simple hecho de ser mujeres, o bien se reconocen como parte del proceso mo-derno de evolución de los derechos fundamentales en cuyo caso los derechos que de ello se deriven formarían una especificidad de los derechos humanos. Sostengo que la primera es una solución postmoderna. La última sería una defensa y profundización del paradigma moderno.

Para establecer las líneas maestras en las que basar la respuesta es nece-sario abordar estos fenómenos por separado. Para ello he dividido el trabajo en tres partes. En la primera, apunto a la posibilidad de relacionar el fenóme-no postmoderno con el Derecho a través del proceso de especificación de los derechos fundamentales y el riesgo que ello entrañaría. En la segunda, trato

3 En el caso del feminismo se está hablando de una minoría “técnica”, como recuerda BELTRAN, E.; “Justicia, democracia y ciudadanía: las vías hacia la igualdad”, en BELTRÁN, E., MAQUIEIRA, V. (eds.): Feminismos. Debates teóricos contemporáneos, Alianza, Madrid, 2001, pp.191-242, p.225. Como pondré de relieve más adelante, equiparar la exigencia de los derechos de las mujeres de la misma forma que una minoría “real” y no simplemente “técnica”, sitúa el debate en la raíz del problema subyacente que aquí trato, el de si los planteamientos a los que apunta el feminismo son o no los de una minoría y si así deben exponerse, como especí-ficos de una minoría.

4 BOBBIO, N.; “Derechos del hombre y filosofía de la historia”, Anuario de derechos humanos, nº 5, Instituto de derechos humanos-Facultad complutense, 1988-99, pp.27-39.

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de poner de relieve cómo la relación entre feminismo y postmodernidad se presentó en su momento como problemática y evalúo si le es conveniente al feminismo el asentarse sobre el paradigma filosófico postmoderno para al-canzar sus fines. En la tercera, concreto que la relación que se establece entre Derecho y feminismo es de tipo pragmático y si es susceptible de invalidar los paradigmas de no discriminación y trato igualitario sobre los que se asienta el fenómeno jurídico. Me sirvo para ello de algunas referencias históricas en tanto que valedoras de una justificación capaz de generar un gran consenso en torno a los derechos fundamentales.

I. DERECHO Y POSTMODERNIDAD EN EL PROCESO DE ESPECIFICACIÓN

El anunciado fin de la validez de los planteamientos en los que se asienta el mundo moderno es la característica unívoca de la filosofía postmoderna, al entender de sus analistas y como se comenta a continuación. La procedente explicación pasa por la declaración de defunción del “sujeto conocedor” del mundo moderno y consecuentemente, de la meta narración y de la metafísi-ca5.

Es necesario entender que tal declaración, más que una mera cuestión ideo-lógica, está basada en el campo de la epistemología, donde se ha tratado de argumentar que el sujeto que observa el objeto está condicionado de tal forma que nunca podrá alcanzar una visión plenamente objetiva y neutral del mismo. En términos de Derrida, se hablará de una “metafísica de la presencia” para explicar precisamente esto, que el “hombre abstracto” sobre el que la cultura moderna ha apilado sus construcciones jurídicas no resultaba ser abstracto en absoluto, sino que tenía una visión parcial, falsamente presentada como neu-tra. Habría que aclarar que esta neutralidad fue realmente entendida como tal debido a ciertas cuestiones de índole histórico que, a grandes rasgos, sitúan el análisis en la superación del escepticismo renacentista y barroco por parte de autores como Descartes y Locke, aunque principalmente el primero. Desde que se apuntaló el “cogito ergo sum” hasta la aparición del post-estructuralis-mo y del neo-pragmatismo, ha habido grandes cambios a la hora de afrontar la cuestión del sujeto conocedor del mundo y de la sociedad. En el siglo XX,

5 Para el estudio de la postmodernidad me he basado en las aproximaciones que han realizado los autores desde el feminismo. Por ejemplo, vid., OLIVA PORTOLÉS, Asunción; La pregunta por el sujeto en la teoría feminista. El debate filosófico actual, (prol.) Celia Amorós, Instituto de Investigaciones Feministas UCM, Editorial Complutense, Madrid, 2009. En esta obra se da cuenta del proceso de defunción del sujeto, pp.63 y ss., sin dejar de lado las críticas al mismo nacidas en la modernidad.

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a las puertas de la postmodernidad, se asiste a la aparición del estructuralismo de Claude Levi-Strauss que sitúa el análisis ante el planteamiento siguiente: no hay un observador capaz de conocer la realidad sin que aparezca la impron-ta social del sujeto, la presencia de sus circunstancias. No hay, por tanto, un sujeto capaz de alcanzar el conocimiento neutral. A lo sumo cada grupo social tendrá una visión propia sobre cómo es la realidad. Además, y por las mismas causas, ningún grupo social puede arrogarse el ser el representante de la ob-servación objetiva. Todos los grupos sociales observan la realidad a la misma altura jerárquica y cada cual desde y para su propia situación. El post-estruc-turalismo complementa estos planteamientos negando que haya conocimiento objetivo, ni siquiera para los grupos sociales y culturales.

Mantengo que a la hora de desplazar este planteamiento al Derecho, a los ordenamientos jurídicos occidentales, se provocan al menos tres tensiones que podrían resumirse apuntando a que el Derecho se encuentra frente a una actua-lización de sus contenidos generales en tanto que sistema6. La primera de ellas es que cabe reconocer que el clásico sistema de protección de los derechos fundamentales puede no dar cabida a todos los sujetos a los que dice proteger en aras de su anunciada universalidad. La segunda es que el ordenamiento jurídico, al no contar con una “validez universal” de corte moderno carece de motivación suficiente para impulsar su propia regeneración. La tercera de es-tas tensiones es que, al hilo de lo anterior, la opción restante es la “suspensión del juicio” y el mantenimiento del status quo. Aunque estos efectos provengan de una misma causa, al menos desde un análisis funcional, van a ser anali-zados por separado. El primero se analizará a continuación, mientras que el segundo y el tercero se dejan para un momento posterior, en aras de la claridad que la complejidad del tema requiere.

La preocupación por respetar la coherencia del discurso de universalidad de los derechos fundamentales obligó a complementar la igualdad formal con la igualdad material7. Este fenómeno no es, ni mucho menos, propio de la postmodernidad en cuyo periodo la cuestión de la universalidad aparece con fuerzas mermadas llegando a reconocer que puede haber derechos que pertenezcan únicamente a determinadas personas que reúnan unas caracterís-ticas concretas. La cuestión es que si estos derechos concretos no pretenden la igualdad formal, si transforman la igualdad como diferenciación en diferen-

6 La dispersión epistemológica debe analizarse sobre el Derecho objetivo, como sistema u ordenamiento no como norma aislada, ya que, como concluye SCHANK, P.; “Understanding postmodern thought and its implications for statutory interpretation”, Southern California Law Review, nº65, 1992, pp. 2505 y ss., analizándo el ámbito anglosajón, no hay influencia posible.

7 En tanto que provenientes de una misma fuente, vid., PÉREZ-LUÑO, A.E.; Dimensiones de la Igualdad, col. Cuadernos “Bartolomé de las Casas” nº34, Dykinson-Instituto de derechos hu-manos “Bartolomé de las Casas”-Universidad Carlos III de Madrid, Madrid, 2005, pp.36 y ss.

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ciación sin más, se habrá perdido el paradigma moderno8. De ahí que sea el proceso de especificación, armado por Norberto Bobbio, un punto neurálgico para la observación del fenómeno ya que la diferenciación que supone este proceso se solapa con la diferenciación por la que aboga parte del feminismo postmoderno.

Sin mencionar la postmodernidad y sin conceder la posibilidad de un cam-bio de paradigma en el Derecho, Bobbio es consciente de que su universalidad no debe quedar en letra muerta. Probablemente por ello haya sido tan breve en la formulación de este proceso que sirve como complemento a la teoría gene-ral de Peces-Barba9. Su proceso de especificación tiene dos fases, según reco-noce. Una inicial, situada a lo largo del siglo XIX, en la que se especifican los contenidos de la libertad y otra, la actual, en la que se especifican los titulares de los derechos, como por ejemplo, los derechos de las mujeres. Al tratar de sujetos y de titulares de derechos, es en esta segunda parte del proceso donde surge la duda en torno a si la “muerte del sujeto” ha influido en esta visión, especialmente si se considera que este proceso no es plenamente coincidente, aunque sí paralelo, con los derechos sociales10. El análisis se sitúa, pues, en última instancia en la existencia de una relación suficiente entre universalidad y derechos específicos11.

Aunque dudosamente Bobbio querría apartarse de la pretensión emancipa-dora de los derechos universalmente reconocidos, es inevitable apreciar cierta tensión entre el proceso de especificación y el proceso de generalización. El primero responde, tal y como apunta el profesor Peces-Barba, a “serias muta-ciones en el modelo occidental inicial [de derechos]”12. Interpreto esta muta-ción como un posible guiño a los planteamientos postmodernos al reconocer como insuficiente para la protección de la dignidad de sus titulares el criterio universal aplicado hasta entonces y reconocido como fundamental: el del hom-bre abstracto. La llegada de la postmodernidad y sus ataques al reconocimien-

8 Sobre la igualdad como diferenciación en relación con la igualdad formal, ibídem, pp.28 y ss.

9 Ibídem, p.37. 10 Sin aclarar plenamente si el proceso de especificación se solapa totalmente con la cate-

goría de “derechos sociales”, PECES-BARBA, G.; “Reflexiones sobre los derechos sociales”, en GARCÍA MANRIQUE, R.(ed.); Derechos sociales y ponderación, Fundación Coloquio Ju-rídico Europeo, Madrid, 2007, pp.85-101. Establece que “Junto a los derechos sociales apare-cen desde la misma estructura intelectual los derechos específicos, que ya no son de todos sino que exigen un trato desigual para conseguir la igualdad […]”, p.91.

11 LEMA, Carlos; “Derechos sociales, ¿para quién? Sobre la universalidad de los dere-chos sociales”, en Derechos y Libertades, nº 22, Dykinson, Madrid, pp.179-203, hablando de los derechos específicos dirá que la universalidad es una característica formal de los mismos pero que materialmente es insuficiente, p.184.

12 PECES-BARBA, G.; Curso de derechos fundamentales…,op.cit., p.180.

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to de las figuras universalmente válidas implica entender que el proceso de especificación podría desarrollarse al margen del proceso de generalización, es decir sin plantear los derechos como susceptibles de proteger a todos, sino sólo a un grupo13. Hablar de derechos humanos en el contexto postmoderno implicaría, a priori, asumir la autofundamentación de los derechos huyendo del planteamiento de generalización y universalidad de los mismos, en tanto que la metanarrativa en la que se asentó ya no genera consenso ni tanto reco-nocimiento14. Por ello me interesa aclarar que el proceso de especificación, aunque puede expresarse en algunos casos en derechos específicos de grupos sociales, no puede perder de vista la pretensión universalizadora o generaliza-dora, a pesar de la postmodernidad15.

Echar la vista atrás hasta el siglo XIX, momento en el que se produjo el pri-mer proceso de especificación puede aportar alguna claridad en el asunto. Eso sí, las diferencias entre entonces y ahora son importantes y es preciso tenerlas en cuenta. Más que nada porque, al recaer el actual proceso de especificación en los titulares de los derechos, se está juzgando si la “condena del sujeto abstracto”, receptor de derechos, llega hasta “su muerte” o si, en cambio, en el ámbito jurídico se le dispensa y sanciona únicamente como reo de un de-lito menor. La inclusión o reconocimiento de los derechos de nuevos grupos sociales inicialmente no titulares de derechos a lo largo del periodo moderno, supuso el abandono de instituciones hasta entonces jurídicas, como recuerda el Prof. Peces-Barba. El mismo proceso de generalización supone la inclu-sión de nuevos derechos pero también el descuelgue de otros16. El catálogo de derechos se va así renovando según las circunstancias sociales, de las que da cuenta el Derecho, eso sí, siempre de forma universal y unitaria17. La historia ofrece claros ejemplos de cómo la exigencia de derechos por parte de deter-

13 Ibídem, “[…], pueden alcanzar al sentido mismo del consenso que integra la morali-dad tradicional de los derechos”.

14 Vid., el profundo debate entre, RORTY, R. y HABERMAS, J.; Sobre la verdad: ¿vali-dez universal o justificación?, (trad.) Patricia Wilson, Amorrortu, Buenos Aires, 2007.

15 Aunque la intención de Peces-Barba parece ser la de que se genere una integración, muestra sus dudas ante tales posibilidades. “Los derechos de la mujer dejarán de existir, en esa especificación propia, cuando se alcancen –o si se alcanzan– niveles sustanciales del valor igualdad y suponen una prolongación del proceso de generalización”, PECES-BARBA, G.; Curso de derechos fundamentales… op. cit., p.181. Sólo parece dejar claro que se trata de pro-cesos alineados pero no plenamente coincidentes.

16 PECES-BARBA, G.; Curso de derechos fundamentales…,op.cit., p. 170.17 PECES-BARBA, G.; “Reflexiones sobre los derechos sociales…, op.cit., pondrá de

relieve que “[…] se procede a un proceso de generalización de estos derechos que pasarán de ser derechos sociales para quienes los necesitaban, específicos y fundamentados en la igualdad como diferenciación, a ser derechos de todos, de nuevo del hombre genérico, generalizándose la titularidad a favor de todos”, pp.90-91. Como se ve ambos procesos se complementan mutua-mente.

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minados grupos sociales ha sido vista inicialmente como una especifidad que más adelante se ha incorporado en el núcleo de derechos fundamentales aun-que para ello hubiese que reducir el contenido de otros derechos. El ejemplo más claro es el del derecho a la propiedad privada que se vio “desacralizado” y recortado al abolir la esclavitud en Norteamérica o al reconocer algunos dere-chos económicos, sociales y culturales18. Desde la cultura de la modernidad se reserva intacta la unidad del sistema de derechos fundamentales impidiendo, así, el reconocer los derechos específicos como autopoyéticos y contradicto-rios con otros derechos.

La integración del proceso de especificación en el de generalización, pues, se enmarcó bajo un proyecto universal que está encontrando hoy en día algu-nas dificultades propias de la maleabilidad del paradigma histórico y filosófi-co sobre el que se asienta19. La cuestión reside en saber si los requerimientos del feminismo se conjugan o no con esta idea o si, por otra parte, pretende que la especificidad se limite precisamente a eso, a conservarse como un catálogo de derechos no integrado en el discurso universal.

II. EL FEMINISMO COMO RECEPTOR DE LOS FRUTOS DE LA POSTMODERNIDAD

Hasta la aparición de la obra de J.F. Lyotard, La condición postmoderna, todo parecía señalar que las alusiones a la postmodernidad estaban cargadas de un tono negativo que señalaba con tristeza el fin de una época20. Este au-tor supo darle una nueva perspectiva al asunto al dejar abierta la puerta a la

18 Vid., SOLAR CAYÓN, J.I.; “Esclavitud, emancipación y derechos del negro en los Estados Unidos”, en PECES-BARBA, G., FERNÁNDEZ, E., ASÍS ROIG, R. y ANSUÁTE-GUI, J. (dirs.); Historia de los derechos fundamentales, tomo III: siglo XIX, vol.II: La filosofía de los derechos humanos, I, Dykinson-Instituto de derechos humanos “Bartolomé de las Ca-sas”, Madrid, 2009, pp.335-418.

19 Paradigma cambiante y complejo, según las circunstancias económicas, sociales y culturales que muestran que la cuestión de los derechos sociales en su relación con el proce-so de especificación y generalización tiene profundas raíces, vid., PECES-BARBA, G.; “Los derechos económicos, sociales y culturales: apuntes para su formación histórica”, en PECES-BARBA, G., FERNÁNDEZ, E., ASÍS ROIG, R. y ANSUÁTEGUI, J. (dirs.); Historia de los derechos fundamentales ..., op.cit., pp.419-470.

20 Sin embargo, el optimismo no ha durado mucho precisamente gracias a la contribu-ción del feminismo, “¿O quizá todo lo que queda de la filosofía sea una forma de sociología del conocimiento, que, en vez de investigar las condiciones de validez del conocimiento y la acción, investiga las condiciones empíricas bajo las cuales generan las comunidades de inter-pretación tales afirmaciones de validez?, BENHABIB, S.; “Feminismo y Postmodernidad: una difícil alianza”, en AMORÓS, C., y MIGUEL, (de) A.; Teoría feminista. De la Ilustración a la globalización, II, Del feminismo liberal a la postmodernidad, Minerva ediciones, Madrid, 2005, pp.319-342, p.334.

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validez de la interpretación, sin generar exclusión, de todos los puntos de vis-ta21. Buenas oportunidades para el feminismo y el resto de teorías críticas que veían en la alianza con la postmodernidad una oportunidad de alzarse con algo que tradicionalmente se le había denegado: la razón filosófica.

Aprovechando la “declaración de muerte del sujeto moderno”, de la Histo-ria y de la Metafísica, el feminismo utilizará estos argumentos de los autores de los años 1970 para fundamentar sus reivindicaciones, hasta entonces caren-tes de una filosofía propia22. El feminismo es sabedor de la oportunidad que le presenta la filosofía postmoderna en tanto que le va a permitir invalidar las grandes construcciones bajo las que la mujer se encuentra oprimida. Las ideas de Foucault sobre el discurso y el Poder; el pragmatismo de Rorty, Philoso-phy and the mirror of nature (1979); las “oposiciones binarias” de Derrida, de la gramatologie (1967), entre otros son los elementos esenciales con los que comenzarán a explicar las causas del tradicional sometimiento de la mujer. Con respecto a éste último, la oposición binaria Hombre-Mujer tiene un claro polo dominante que oculta una relación de poder. Se trataba en los orígenes de ofrecer una visión ginocéntrica de tal oposición binaria con ánimo de, si no invertir la relación, al menos equilibrarla23. Se partió de esta idea alineada con las anteriores aportaciones de Simone de Beauvoir quien, en su Segundo sexo (1949), expuso que el hombre se había apropiado del término neutral “huma-no” y que la mujer es definida en función del hombre y por el hombre, como su “otro yo”. Tal construcción de la identidad femenina, denunciará, es artificial, cultural y social, no natural. Con tal base, se trató de sacar rendimiento de un contexto propicio para expresar la visión del mundo de las mujeres y dar, por fin, cuenta de su situación de opresión social, tarea fructífera pero de incalcu-lables complicaciones al pretender ofrecer una visión unitaria de la mujer24.

21 vid., SULEIMAN, RUBIN S.; Subversive intent. Gender, politics and the avant garde, Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts and London, 1990, p.184.

22 Ibídem, “Resumiendo, el feminismo aporta a la postmodernidad la garantía política que ésta necesita para sentirse respetable como práctica vanguardista. La postmodernidad, a cambio, confiere al feminismo una especie de discurso “altamente teórico” situado en las fron-teras de la cultura, tradicionalmente bajo el dominio masculino” p.189.

23 Esto permite traer a colación la reflexión, aun no tratada aquí, acerca de cómo definir el feminismo. BARLETT, K.; “Cracking foundations as feminist method”, American university Journal os Gender, Social Policy & the Law, 2000, nº8, pp. 31 y ss., al finalizar el siglo XX es-tablece la distinción entre el feminismo como método y el feminismo como contenido. Una vez establecido que el feminismo se identifica mejor a través del segundo, puesto que respecto del primero existen notables divergencias acerca de qué reivindicar, dirá que, sin tratar cuestiones universales, la metodología feminista busca “descompensar el género, en tanto el género está descompensado”, p.39.

24 Existiría un riesgo en trasponer la visión personal como la visión universal, según FRASER, N. y NICHOLSON, L.; “Social criticism without philosophy: An encounter between

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Es con el denominado feminismo de la diferencia, superador del feminis-mo liberal, donde evalúo la posibilidad de abandonar el proyecto universal. Buscan sus seguidores poder definir a la mujer en sí y a través de sí misma tratando de mostrar una imagen de la mujer que recoja la esencia de todas las mujeres25. De ahí su calificación como esencialista. La definición debía ser he-cha por mujeres para evitar volver a ser descritas como “el otro”. Esta defini-ción y comprensión de las características de la mujer puede hacerse, sostienen, de forma independiente, sin referencias al hombre. De esta forma L. Irigaray defiende una visión de la mujer que le conducirá a sostener la necesidad de es-tablecer derechos específicos de las mujeres aunque para ello se deba ahondar en la distinción por género, en lugar de superarla. Sostendrá: “La igualdad en-tre hombres y mujeres no puede hacerse realidad sin un pensamiento del géne-ro en tanto que sexuado, sin una nueva inclusión de los derechos y deberes de cada sexo, considerado como diferente, en los derechos y deberes sociales”26.

Gracias a este tipo de argumentos diferenciadores se sostuvo que las mu-jeres deberían tener sus propios derechos en tanto que mujeres, atendiendo a sus circunstancias biológicas en concreto su capacidad para ser madres y su mejor preparación (natural) para el cuidado de los hijos. Pero, al contrario, según advierte Delphy, esto entraña el peligro de juridificar y legitimar una situación que no es beneficiosa para la mujer, en tanto ésta renuncia a sus de-rechos como “ser humano”27. Delphy apunta así al lugar de la posible ruptura, aquél en el que la especificación de los derechos se constituye como categoría propia, abandonando la general. El ejemplo que pone es el de los derechos de las mujeres en el islam que, sin duda, son específicos pero tal especificidad no conduce a la libertad sino a legitimar una sumisión ya existente.

Feminism and Postmodernism”, en NICHOLSON, L. (ed.): Feminism/postmodernism, Rout-ledge, New-York and London, 1990, pp.19-38, p.31.

25 Según DELPHY, Ch.; L´ennemi principal. 2. Penser le genre, Paris, Syllepse, 2009, (el artículo original de donde lo extrae es del 1996 titulado: l´invention du french féminism), la aproximación holista es únicamente superada por una aproximación teórica aditiva. “Una aproximación teórica aditiva implica que las partes preexisten al todo y tienen un significado que les es propio y, por tanto, un naturaleza –una esencia– propias”, p.328.

26 IRIGARAY, L.; Yo, tu, nosotras, (trad.) Pepa Linares, Cátedra, Madrid, 1992. (or. 1992, Grasset et Fasquelle), p.10. A pesar de la fecha tardía, creo que es uno de los exponentes más claros.

27 DELPHY, Ch.; “Liberation des femmes ou droits corporatistes des mères?”, Nouvelles questions feministes, nº 16-17-18, 1991. Lo he extraído de su libro recopilatorio, DELPHY, Ch.; L´ennemi principal. 2. Penser le genre, Paris, Syllepse, 2009, pp.93 y ss. “Me parece que un proyecto feminista que no se cuentione todas las formas de sujeción, incluidas aquellas que parecen naturales, […] se convertirá en un proyecto corporativista y no merecerá el término de liberación. […]. Si no nos contentamos con tales sofismas [el mejor ciudado que la madre le profesa al niño], es cuando vemos con inquietud que el movimiento feminista muta en un com-bate por la propiedad de los niños.

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No todos los feminismos del periodo referido son esencialistas o, al menos, algunos moderarán su discurso, que en los años 1980 llega a la universidad, con la idea de escapar a las críticas vertidas sobre el esencialismo28. Con ellas se proclamó la necesidad de construir tal visión unitaria, esencial, pero el mis-mo contexto filosófico que tan prometedoramente había abierto la puerta a la definitiva integración de la mujer, a la igualdad en la diferencia, ocultaba que lo único abierto eran las puertas a la segunda tensión anunciada más arriba, la caída en el escepticismo de la mano del relativismo29.

Estas críticas versan sobre la relación entre esencialismo y relativismo. Al tender la mano a todos por igual a la hora de realizar un análisis propio de la “verdad”, el efecto causado sería que nadie la tiene. Es más, se renuncia in-cluso a que alguien la pueda tener30. De esta forma, atendiendo al movimiento feminista, armar una perspectiva esencialista y, por tanto, unívoca resulta con-tradictorio en sus propios términos. Si todas las visiones del feminismo (ra-cial, económico, cultural, etc.) tienen razón, entonces ninguna de ellas la tiene totalmente. El problema aparece dentro de la propia lógica de la postmoder-nidad. Bajo la dicotomía individuo/grupo o mujer (abstracto)/mujeres (como individuos situados) se abre un vacío con pocos asideros desde los que evaluar la posibilidad o la imposibilidad de poder definir unitariamente a un grupo tras haber incorporado los argumentos que permitieron acabar con el universalis-mo del hombre abstracto. A finales del siglo XX la Harvard Law Review así lo comenta en una nota con algunos argumentos que, sin referirse directamente al feminismo, cabe comparar con su discurso31. Se trató de poner de relieve lo paradójico que resulta el condenar en el discurso universalista su falta de reconocimiento de determinados puntos de vista y, a su vez, afirmar que haya

28 Por ejemplo, la obra de GILLIGAN, C.; In a different voice. Psycological Theory and women´s Development, Harvard University Press, Cambridge, Massachusets and London, 1982, con la que se marca un hito al sostener que las mujeres no pueden ser evaluadas moralmente con los mismos criterios que los hombres. Otro exitoso ejemplo es el de C. MacKinnon quien contribuye en su MaC-KINNON, C.; Feminism unmodified. Discourses on Life and Law, Harvard University Press, Cam-bridge, Masachusetts, and London, 1987, con el debate defendiendo una teoría metodológica basada en la experiencia común de la opresión de las mujeres, la de la dominación, pp.40 y ss.

29 “Prácticamente, las estrategias más poderosas contra el humanismo liberal han sido aquellas que desmitifican al “hombre” a través de categorías generales de identidad social que dan fuerza a las nociones de interés social, situacionismo histórico y perspectiva cultural”, BORDO, S.; “Feminism, postmodernism and gender-scepticism”, en NICHOLSON, L. (ed.): Feminism/postmodernism..., op.cit., pp.133-156, p.153.

30 Vid., EICHNER, M.; “On postmodern Feminist Legal Theory”, Harvard Civil Rights-Civil Liberties Law Review, winter 2001, nº36, pp.1 y ss.

31 “The myth of context in politics and law”, en Harvard Law Review, nº 110, 1997, p. 1292 y ss. Se asienta sobre la premisa de que el punto de vista de los derechos de los grupos rechazan no sólo una moral universal sino también una identidad esencialista ya que ambas se basan en la presunción de identidad [sameness]”, p.1295.

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puntos de vista ajenos al universalismo que pueden, ellos sí, señalar una carac-terística definitoria del grupo. Es decir, según la doctrina liberal individualista, o hay un solo grupo –humanidad– o hay individuos, sin agrupamientos inter-medios. El esencialismo, defensor de estos agrupamientos, estaría basándose en los mismos argumentos que ellos mismos condenaron al tratar la validez del universalismo, la existencia de un criterio objetivo e identificador. La de-construcción, en este sentido, alberga el problema de no tener límites puesto que una mujer siempre será diferente para el resto de mujeres, al igual que un individuo siempre será diferente del resto de individuos.

Este debate resulta esencial para la consideración, ya práctica, acerca de qué tipo de medidas cabe justificar en el Derecho, si las medidas de igualdad de trato formal o material32. La igualdad como diferenciación requeriría una identidad común (o al menos un cierto criterio homogéneo) para poder ser aplicada. Si se le niega al feminismo esencialista la capacidad de generar una identidad común no excluyente, se le podría negar también su solución jurí-dica33. Por eso se comentó anteriormente que la segunda tensión que el femi-nismo, acompañado de la aportación postmoderna, aplica sobre el Derecho le deja descabezado, por negarle la capacidad filosófica de crear una identidad limitándolo, así, a una actuación meramente pragmática.

En todo caso, el feminismo en el último tercio del siglo XX ha sufrido cambios y se presenta como un movimiento complejo, compuesto a lo largo de diversas fases y cuyo entramado de perspectivas y autores carece de una jerarquía interna propia así como de las posibilidades de establecerla. Esta ausencia de jerarquía implica que las mujeres aunque traten de definirse a sí mismas podrán tachar como esencialista, cualquier visión unitaria puesto que ya no es lícito hablar de la mujer en “abtracto”, con una identidad definida, les dice la postmodernidad34.

32 ídem, p.1300. 33 Ibídem, p.1304. En la conclusión se lee: “Al concretarse las asunciones esencialistas

sobre la identidad, los derechos de los grupos crean una nueva dificultad universalista que se extiende hasta la jurisprudencia sugiriendo que la ley no puede ser completamente contextual”, p.1309. Es decir, como existen los derechos de los grupos pero estos, en cambio, no pueden estar plenamente identificados y definidos en su esencia, debe reconocerse que la abstracción implícita en el criterio de adjudicación de derechos tiende hacia la universalización, que es re-chazada. Se trata, pues, de poner de relieve que el esencialismo es un punto intermedio que no tiene un asiento realmente empírico ni suficientemente preciso.

34 Según propone Benhabib, la alianza entre feminismo y Postmodernidad es difícil de llevar a cabo en tanto que el primero ha renunciado a la “utopía” al tratar como esencialista cualquier intento de realizar una “política feminista”, BENHABIB, S.; “Feminismo y Postmo-dernidad: una difícil alianza”, en AMORÓS, C., y MIGUEL, (de) A.; Teoría feminista. De la Ilustración a la globalización, II, Del feminismo liberal a la postmodernidad..., op. cit., pp.319-342, p. 342.

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Esta incapacidad por definirse apriorísticamente subyace en la cuestión acer-ca de si el desconocimiento de la “verdad” supone, necesariamente, la caída en el escepticismo. Está así relacionado con la tercera tensión que el feminismo postmoderno aplica sobre el Derecho: la condena a la inactividad o a la “suspen-sión del juicio”. De nuevo la historia muestra que el problema no es originario del tiempo actual. Quiero apuntar al cambio de paradigma científico y religioso que se dio en el siglo XVI, tras la ruptura de la unidad de la Iglesia plasmada en los Essays de Montaigne y tomando como punto de partida la construcción del Método de Descartes. Este proceso, como apunta Popkin, en el que el hombre se sabe desconocedor estuvo marcado por influencias políticas atentas a la nueva configuración del mundo35. El punto que me interesa subrayar es precisamen-te el hecho de que el escepticismo de aquél entonces produjo una justificación inmediata de lo ya existente, beneficiando así a quien ya ostentaba el poder. La imposibilidad, en este caso, de saber cuál era el punto de vista correcto sobre las cuestiones religiosas obligaba a reconocer la rigidez del status quo existente que, si bien no obtenía una legitimidad directa, sí la tenía de forma indirecta al considerarse lo menos malo. Paradójicamente, quienes se veían amenazados por el cambio de paradigma fueron quienes mayor ventaja sacaron de ello, al igual que se denuncia en la actualidad, pasado el optimismo postmoderno inicial. De vuelta al siglo XX, Harding dirá: “De alguna manera, parece bastante sospe-choso que sea en este momento de la historia, cuando tantos grupos están com-prometidos con los “racionalismos” que implican redefiniciones de los “Otros” marginados, el momento en que la duda se eleva en la Academia acerca de la naturaleza del “sujeto”, acerca de las posibilidades de una teoría general con la que describir el mundo, acerca del progreso histórico”36.

Aunque ha habido distintos tipos de respuestas antes estas críticas, como la de J. Butler37, la mayoritaria parecer haber sido la de desplazar la reivindica-ción del campo epistemológico y filosófico a la práctica38.

35 POPKIN, H. R.; La historia del escepticismo desde Erasmo hasta Spinoza, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1983, pp.117 y ss.

36 HARTSOCK, N.; “Rethinking modernism, Minority versus Majority theories”, Cul-tural critique, nº7: The nature and context of minority discourse II, 1987, pp.187-206, p.196; Por su parte, “¿Cómo puede alguien pedirme que me despida de la metanarrativa emancipatoria cuando mi propia emancipación es aun un asunto en sus remiendos?”, LOVIBOND, S.; “Femi-nism and Postmodernism”, New Left Review, nº 178, 1989, pp.5-28, p.11; También “¿por qué sucede que justo en el momento en el que en la historia occidental han comenzado a hablar los grupos anteriormente silenciadosa favor de su propia subjetividad, es cuando el concepto de sujeto y las posibilidades de descubrir una “verdad” emancipatoria se hacen sospechosos?”, DiSTEFANO, Ch., “Dilemmas of difference: feminism, modernity and postmodernism”, en Feminism/Postmodernism..., op.cit., p.75.

37 Niega que para realizar una política emancipatoria se deba pertenecer de antemano aun grupo con unas características, como defiende J.Butler. La reflexión que realiza es clara, ya que exige que una teoría que se supone liberatoria para la mujer no puede constreñirla a tener

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Al igual que muchos otros autores, para Harding la discusión acerca del su-jeto se encuentra en el plano de la justificación39. Si así se reconoce, se altera la estrategia a seguir por el feminismo. En este sentido se ha publicado hace algunos años una nueva discusión en torno a las posibles críticas que suscitó el standpoint theory en tanto que esencialista. Con esta teoría se ha pretendi-do ofrecer una justificación metodológica a la reivindicación feminista hasta entonces carente de bases sólidas40. Cuando esta teoría del Standpoint fue nue-vamente criticada con los mismos argumentos, los autores que lo defendieron le reprocharon a sus críticos el hecho de, por un lado, tergiversar la teoría para condenar al feminismo a la inactividad y, por otro, que la experiencia de las mujeres es siempre similar y que cabe construir, por tanto, un punto de vista femenino. Este último lo resume E. Beltrán, siguiendo a MacKinnon, como la experiencia, sea la que sea, de estar siempre un peldaño por debajo de sus homólogos masculinos41.

El giro hacia lo pragmático al que la postmodernidad ha abocado al femi-nismo, lejos de resultar nocivo ha supuesto que su reivindicación esté libre de impedimentos filosóficos lo que implica que la exigencia de los derechos se haga independientemente del sustrato filosófico postmoderno y, en segundo

una identidad específica antes de pretender liberarla. Es más, sostiene que la diferencia sexual no debería tener consecuencias para la organización social, BUTLER, J.; Undoing Gender, Routledge, NewYork and London, 2004, pp.191-192, “Este humano […] no tendrá una forma definida, pero será uno que esté constantemente negociando la diferencia sexual de un modo tal que no haya necesariamente consecuencias para la organización social de la sexualidad.[…]. Insitiendo en que ásta [la identidad sexual] sea una cuestión persistente y abierta, trato de su-gerir que no tomemos decisiones acerca de en qué consiste la diferencia sexual sino dejar esa pregunta abierta, problemática, sin resolver […]”.

38 FRASER, N. y NICHOLSON, L.; “Social criticism without philosophy”, en NICH-OLSON, L. (ed.): Feminism/postmodernism…, op.cit., p.35. La renuncia a una búsqueda esen-cialista del significado de mujer no implica, sin embargo, la renuncia de los planteamientos feministas ya que se aprovechará su giro pragmático.

39 En general la crítica del sujeto es una variante epistemológica que, como argumenta HARDING, S.; “Feminism, Science and the Anti-Enlightment critiques”, en NICHOLSON, L. (ed.): Feminism/postmodernism…, op.cit., no deja de ser una estrategia de justificación, p.87.

40 Por “bases sólidas” me quiero referir al hecho de que, como analiza VILLARMEA, S.; “Conocimientos situados y estrategias feministas”, Revista Española de Estudios Norteameri-canos, 1999, 10 (17-18), pp.219-236, la teoría del conocimiento situado (standpoint theory) se encuentra en un punto intermedio entre el denominado empirismo feminista de Code, Longino y Keller y el conocimiento postmoderno (Flax y Grozs) que aboga por el relativismo propio de reconocer la existencia y legitimidad de tantos discursos como sujetos. De esta forma, el conocimiento de la realidad alcanza, en esta teoría, un alto grado de crítica pero manteniendo la capacidad para sustentar la veracidad de sus postulados.

41 “Y si las persones pertenecientes a estos colectivos [colectivos ya discriminados] se sitúan en un escalón inferior, para encontrar a las mujeres habría que descender otro peldaño”, BELTRAN, E.; “Justicia, democracia y ciudadanía…, op.cit.. p.224.

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lugar, el posibilitar centrar en las disciplinas jurídicas gran parte de sus esfuer-zos, donde me interesa ver si se conserva algún elemento que haga posible la “generalización” de los derechos, ahora específicos, de las mujeres.

III. DERECHO Y FEMINISMO. LA HORA DE LA GENERALIZACIÓN

La exigencia que el feminismo le hace al Derecho está, para bien o para mal, mediada por la filosofía postmoderna y por las cuestiones que al respecto suscita el debate sobre las diferencias de género42. Ahora bien, el cuánto le su-pone al Derecho esta influencia postmoderna no está del todo claro43. Recono-cer una filosofía postmoderna implica suponer que los planteamientos éticos y filosóficos que fundamentan el Derecho no son objetivamente cognoscibles. Pero ya el positivismo decimonónico partía de esta idea al separar la ética del Derecho y al reconocer que este último es el fruto del Poder. La reforma del Derecho para dar cabida a los derechos de las mujeres y sólo de las mujeres carece de apoyos suficientes en la filosofía de la postmodernidad, no así en la reivindicación social. Como sostiene M. Fricker, “el feminismo postmoderno reconoce la diferencia para avalar una obligación hacia la inclusión política más que como una cuestión de precisión empírica”44 es decir, se sustentaría como una justificación, no como un parámetro de validez universal. En este sentido, el feminismo filosófico estaría dando cobertura a un movimiento so-cial por la libertad y la igualdad que en los años 1990 ya se identifica con la denominada política de la diferencia45.

42 Sostiene DiSTEFANO, Ch., “Dilemmas of difference: feminism, modernity and post-modernism”, en Feminism/Postmodernism, op.cit., pp.63-82, los debates sobre las diferencias de género pueden conducir bien a un racionalismo femenino, a un antiracionalismo femenino y a un postracionalismo femenino, en función del grado de rechazo de la construcción racional moderna de cada autora, pp.66 y ss. Por otro lado, según reconoce EICHNER, M.; “On post-modern Feminist Legal Theory…, op.cit., que se le ha prestado relativamente poca atención a la relación entre Derecho y Feminismo. La razón vendría dada por la asociación que se hace del Derecho con los planteamientos modernos, p.4. En realidad, incrustar el debate sobre el género dentro de los planteamientos filosóficos y éticos del Derecho reduce considerablemente las re-flexiones feministas.

43 Aunque en este periodo, la filosofía ya no fundamentaría a la política según, FRASER, N., y NICHOLSON, L.; “Social criticism without Philosophy. An encounter between Feminism and Postmodernism…,op.cit., pp.19-38, p 21, no cabe duda de que alcanzar la igualdad univer-sal es un objetivo del feminismo como también lo ha sido del racionalismo humanista.

44 FRICKER, Miranda; “Feminism in epistemology: Pluralism without postmodernism”, en FRIKER, M. y HORNSBY, J. (eds.); The Cambridge companion to Feminism in Philosophy, Cambridge University Press, 2000, p.148.

45 Vid., YOUNG, IRIS Marion; Justice and the politics of Difference, Princetown, Prin-cetown university press, 1990.

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Como se sabe, el hecho de que el Derecho cuente con diversas e incluso divergentes interpretaciones no impide su eficacia y, por tanto, si algo urge a la hora de defender los derechos de las mujeres es esto precisamente, el lograr armar una teoría que justifique una determinada práctica46. La teoría encuentra las mencionadas dificultades en el caso de que se abogue por una especifici-dad no unida a la teoría general. Sus planteamientos, más que forzar una nueva lógica, deben organizarse de forma que puedan servir de pretensiones morales justificadas y juridificadas, avaladas por el proceso de especificación que no rompa el de generalización47. La práctica, a mi entender, es posible encontrar-la en la feminist legal theory. Esta teoría tiene como punto fuerte el señalar aquellos restos de discriminación que se encuentran presentes en el Derecho por cuestión de género48. Además, tiene la virtud de ser crítica pero sin salirse de los paradigmas modernos49. Podría situarse así al feminismo como un apén-dice de la Ilustración, “más que una característica exótica del paisaje postmo-derno” dirá Lovibond50.

Sirviéndose de alguna forma del camino abierto por Catharine MacKin-non, a principios de los años 1990, Mary Joe Frug elabora su manifiesto del feminismo postmoderno que le publica el Havard Law Review de forma pós-tuma e inacabada51. Según ella el cambio exigiría eliminar tres partes esencia-

46 BORDO, S.; “Feminism, Postmodernism and Gender-scepticism”, en NICHOLSON, L. (ed.): Feminism/postmodernism ..., op. cit., p.153. “We need to be pragmatic, not theoretically pure, […]”.

47 Idem, p.163, New social movem2ents of group specificity do not deny the official story´s claim that the ideal of liberation as eliminating difference and treating everyone the same has brought significant improvement in the status of excluded groups. Ello a pesar de reconocer y admitir las bondades de la discriminación positiva como derechos específicos, pp.192 y ss.

48 Cfr. EICHNER, M.; “On postmodern Feminist Legal Theory…, op.cit., p.34 sin embar-go dirá que para el postestructuralismo (postmodernismo) las categorías de “género” o “mujer” “no solo describe las visiones prevalentes de tales conceptos sino que los perpetúa a través de un ejercicio de poder […]. Con este fin, una estrategia jurídica del feminismo postmoderno debería centrarse no sólo en negar la identidad de la categoría “mujer” sino en reducir la importancia del “género” y en potenciar la creación de las condiciones legales que aseguren que se les ofrece a los individuos un abanico de identidades que se salga de las imágenes de género dominantes”.

49 Como sostiene LOVIBOND, S.; “Feminism and Postmodernism”, New Left Review, nº 178, 1989, pp.5-28, p.28, “La alternativa de este tipo de pesimismo, sugiero, es que los femi-nistas deberían pensar en dirigir sus esfuerzos no simplemente hacia programas locales varios, sino mantener como objetivo último un programa global […]. Este programa es “global” no sólo en el sentido que se dirige a cada esquina del planeta, sino que también pretende converger eventualmente con todos aquellos movimientos igualitarios o liberacionistas”.

50 Ibídem, p.28.51 FRUG, M.; “A postmodern legal manifesto (an unfinished draft)”, Harvard Law Re-

view, nº 105, 1992, pp. 1045 y ss. Esta autora se centra en la relación entre la ley y el cuerpo femenino. “Estos grupos de normas legales y discursos constituyen un sistema que “construye” o identifica con un género el cuerpo femenino” p.1050.

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les de los actuales sistemas jurídicos. Estos puntos, plenamente apuntalados por el Derecho aparecen cubiertos por un velo de legalidad y legitimidad que resulta de condiciones sociales, biológicas y culturales. Es decir, el Derecho se limitaría aparentemente a transponerlos y darles la fuerza coactiva suficiente para mantenerlos como paradigmas de la neutralidad propia de la cultura oc-cidental. Su participación sin embargo, denuncia la autora, está en el rango de la coautoría52.

Dirá que la ley se encuentra relacionada con el cuerpo femenino de tres formas: aterrorizándolo, maternalizándolo y sexualizándolo. La construcción del género está avalada, de esta forma, por la relación entre el Derecho y el cuerpo femenino53. Estos puntos a los que hace referencia han sido continua-mente mencionados por autores de toda índole como los elementos que, res-paldados por el Derecho, forman parte de la discriminación de la mujer, o discriminación por razón de género.

Con respecto de la aterrorización del cuerpo femenino por parte de la ley, la autora hace referencia explícita al caso de la prostitución. Sobre ella quiere llamar la atención acerca de cómo y por qué los jueces niegan a las prostitutas la presunción de inocencia en caso de violación54. Otros autores han hecho referencia a la inversión de esta presunción también en el caso de llevar ropa demasiado llamativa, lo que es considerado una especie de provocación al gé-nero masculino y, por tanto, generadora principal de la violencia. La denuncia es tal que ha llevado a V. Despentes a defender la posibilidad de que ser viola-da es parte del riesgo sistémico de una mujer que quiera disfrutar plenamente de su libertad55. Apunta, además, que el hecho de denunciar una violación aca-rrea una especie de sanción moral en la que la víctima es excluida y repudiada socialmente como paradójico partícipe de la agresión56. Desde su punto de vista, la vivencia de la violación es tan cruel en el acto físico como en todo lo que le acompaña.

52 Ibídem, “Estoy convencida de que el Derecho, aunque astutamente disfrazado, está tan implicado en la producción de aquellos rasgos ocultos relacionados con el sexo, como en la de aquellos que parecen ser legalmente evidentes”, p.1048.

53 Sobre el cuerpo femenino, BUTLER, J.; Undoing Gender, Routledge, NewYork and London, 2004, sostiene que el cuerpo femenino tiene una dimensión individual y otra social. La dimensión social es la que está en juego. “Sin duda, el matrimonio y la cohabitación domestica entre personas del mismo sexo debería estar permitida como opción, pero hacer de cualquiera de ellas un modelo para la legitimidad sexual es, precisamente, consteñir la parte social del cuerpo bajo una forma aceptable”, p.26.

54 FRUG, M.; “A postmodern legal manifesto…, op. cit., p.1057.55 Vid., DESPENTES, Virginie; King Kong Théorie, Paris, Grasset & Frasquelle, 2006.

El libro es un testimonio de su propia vida y experiencia como mujer.56 Ibídem, p.56.

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Con el segundo punto de Frug, la maternalización del cuerpo femenino, aparece otra presunción, la de que la mujer se encarga de los hijos mejor que el hombre. De esta forma, afirma, la práctica judicial siempre lleva a que la tutela de los hijos corresponda a la madre obligándola, así, a responsabilizarse con la carga que ello conlleva. Todo el sistema legal, reconoce, está a favor de esta práctica que está basada en la diferencia de género.

Por último, la sexualización del cuerpo femenino, encaja en la línea crítica de muchos autores que se preguntan por qué la sociedad siempre ha pretendido controlar la sexualidad de las mujeres. En este caso se refiere concretamente a la institución del matrimonio. Tal práctica, avalada por el sistema legal, tiene la siguiente repercusión: “significa que las leyes favorecen a la mujer que se casa, que tiene sexo sólo con su marido y que le cede la decisión que deter-mina cuando, cómo y dónde hacerlo”57. Recuerda, además, que la mujer es dependiente económicamente debido a los sueldos inferiores y que, por ello, es susceptible de depender más que el hombre del matrimonio. Este factor no es el principal causante del enclaustramiento de la mujer ya que la cuestión pa-rece in más allá de la mera igualdad material puesto que compromete toda una visión de la sociedad en su crítica58. Refiriéndose también a la sexualización del cuerpo de la mujer, escribe Lipovetsky su troisième femme (1997). En esta obra se pone de manifiesto que la sexualización del cuerpo femenino llega hasta el extremo de identificar la belleza con el éxito del entorno capitalista, lo que sitúa a la mujer ante un chantaje de enorme calado que, por otra parte, permanece oculto59. Aunque ello aleje el análisis de la opresión de lo mera-mente jurídico, su mención da cuenta de las ramificaciones de un pensamiento inconscientemente discriminatorio.

Junto a Mary Frug se sitúa Nancy Levit abogando por una teoría feminista que sea capaz de dar razones globales para el cambio pero sin limitarse al análi-sis de la opresión de las mujeres sino yendo un paso más allá en el análisis de la discriminación por razón de género, entendiendo que ésta afecta también a los

57 FRUG, M.; “A postmodern legal manifesto ..., op. cit., p. 1062.58 Ello no quiere decir que desde una perspectiva jurídica la adopción de medidas fa-

vorables a la igualdad material no deben ser tenidas en cuenta, al igual que medidas de corte cultural. Incluso en Estados Unidos de América, lo han llegado a admitir, EICHNER, M.; “On postmodern Feminist Legal Theory…, op.cit., p.66.

59 LIPOVETSKY, G.; La troisième femme. Permanence et Révolution du féminin, Ga-llimard, Paris, 1997, p. 216; El hecho de ser una opresión oculta conlleva el que la conciencia del problema esté vagamente formada, GORELICK, S.; “Contradictions of feminist Theory”, Gender and Society, vol. 15, nº4, 1991, pp.457-477, p.464, “Aunque la opresión sólo puede ser entendida desde el punto de vista de la experiencia de los oprimidos, la misma organización del mundo ordinario en el capitalismo moderno oscurece la estructura de la opresión”.

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hombres60. Según ella, el Derecho y la sociedad en general, no están únicamente dirigidos a la opresión de la mujer sino que tiene un correlativo e intenso es-fuerzo por masculinizar al hombre. De esta forma, señala como ejemplo aquella legislación norteamericana que niega la posibilidad de que un hombre sea vio-lado o que sea maltratado por su esposa61. Este tipo de planteamientos, dirigidos inicialmente a la protección de la mujer se traspone en el contexto postmoderno a la generación de un discurso que construye la realidad social, situando a la mu-jer en el rol de víctima y al hombre en el de agresor62. El Derecho legitima esta visión. Por ello, dirá Levit, “la teoría legal feminista está preparada para ir más allá del mero interés de las mujeres”63. Ir más allá implica, no sólo dar razones para el fomento de la igualdad material o de la especificación de derechos, sino situarse en el contexto del proceso de generalización haciendo sus pretensiones globales, universales, aun haciéndolo a través de la condena de la existencia de aquellas instituciones que impidan tal generalización, con permiso de sus críti-cos64. Al fin y al cabo, la construcción legal en función del género afecta con sus estereotipos tanto a hombres como a mujeres65.

A pesar de estos planteamientos iniciales, la teoría jurídica feminista puede expresarse de múltiples maneras. Como pone de relieve E. Beltrán, en esta co-rriente hay distintos tipos de pretensiones66. Desde las que parten del feminismo liberal, que identifico con lo que ella denomina “teoría de la asimilación”, hasta la que ella vincula con los critical legal studies que “insiste en que el Derecho no tiene un sola respuesta correcta para los casos que se le plantean […]. Ya no hay teoría sino un razonamiento contextualizado que sirve para resolver el pro-

60 LEVIT, N.; “Feminism legal ideology and the construction of maleness”, en UCLA Law Review, nº43, 1996, pp.1037 y ss.

61 Ibídem, p.1040.62 Ibídem, p.1052.63 Ibídem, p.1054.64 Esta crítica global a las instituciones ha sido señalada como una crítica a la pobreza

intelectual del feminismo SHERWIN, E.; “The limits of feminism”, Journal of Contemporary Legal Issues, nº9, 1998, pp.249 y ss. En la p.255 dirá, “Cuando la igualdad de trato no conduce directamente a la paridad en aquellos bienes sociales de importancia, no sorprende que el ob-jetivo de los reformadores feministas se cambien por la igualdad material. Cuando la igualdad material se encuentra con problemas tanto de definición como prácticos, el discurso se cambia de nuevo para atacar a las instituciones sociales que aparecen como los responsables de los re-sultados insatisfactorios”.

65 FRUG, M.; “A postmodern legal manifesto..., op. cit., p.1054 y ss. El hombre, jurídi-camente, se muestra capaz de ejercer violencia y agresividad y no es receptor de atenciones es-peciales en tanto que no sufre acumulativamente, sólo de forma marginal y no sistemática. “El feminismo nos ha traído imágenes de mujeres competentes en el trabajo pero no nos ha dejado imágenes de hombres cuidadores y proveedores del hogar”, p.1073.

66 Vid., BELTRAN, E.; “Justicia, democracia y ciudadanía: las vías hacia la igualdad…op.cit., pp. 230 y ss.

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blema en su momento”. Sin embargo, la teoría en la que se mueven Frug y Levit es la de la “simetría” que abraza la idea de que las instituciones jurídicas traten a los individuos como andróginos, como cyborgs67. Esta última sería la única des-de la que se podría eliminar la discriminación por razón de género, eliminación que, por otra parte, ya está presente y contenida en las modernas declaraciones de derechos bajo la bandera de la universalización y que puede ser el modo de hacer finalmente compatible el reconocimiento de los derechos específicos de la mujer con la generalización a la que los derechos deben finalmente tender.

Ello significaría el centrar la aportación del feminismo a la detección y elimi-nación de la discriminación por razón de género tanto para hombres como para mujeres68. Para ello deberán confiar, sin embargo, en las bases de los plantea-mientos con que la modernidad ha construido la noción de derechos humanos69; creer en la prolongación de un sistema jurídico que los reconoce y obviar las voces que se jactan de haber logrado ya un sistema de protección perfecto y aca-bado; dar, en definitiva, por sentado que el sistema universal les protege no sólo poniendo medios para que la especificidad de ser mujer hoy en día no sea un impedimento al desarrollo y disfrute de la libertad individual, sino pretendiendo que, en general, el género no sea constitutivo de tal impedimento.

IV. CONCLUSIÓN

A lo largo de estas páginas he querido recorrer las implicaciones que supo-ne el proceso de especificación de los derechos de las mujeres. El nacimiento

67 Sin embargo, HARAWAY, D.; Simians, Cyborgs and Women. The reinvention of Natu-re, London, Free Association books, 1991, no está de acuerdo con la idea de que el feminismo deba ofrecer una visión universal, ya que su principal virtud y privilegio consiste en ser una visión local: “Feminist objectivity is about limited location and situated knowledge, not about transcendence […]”, p.190.

68 Manteniendo así una posición en la que la universalidad mantendría, al menos en los derechos de las mujeres, tanto una perspectiva formal como una material susceptible de prote-ger a todos los seres humanos, vid., LEMA, Carlos; “Derechos sociales, ¿para quién? Sobre la universalidad de los derechos sociales ..., op.cit.

69 Propone, HARTSOCK, N.; “Rethinking modernism, Minority versus Majority theories”, cultural critique,…op.cit, p. 204 y ss., al esbozar cuales son los puntos sobre los que se debe construir una teoría de la minoría, dirá, que en primer lugar “Más que liberarnos de la subjetividad o de las nociones sobre el sujeto, necesitamos comprometernos en el proceso his-tórico, político y teórico de constituirnos nosotros mismos como sujetos y como objetos de la historia”. El rechazo a la postmodernidad y a la declaración de muerte del subjetivismo, es evi-dente cuando sostiene su segundo punto: “necesitamos articular nuestro pensamiento sobre una base epistemológica que indique que el conocimiento es posible. En tercer lugar, “necesitamos una epistemología que reconozca que nuestras actividades de la práctica diaria contienen una visión del mundo [y no una particular, exclusiva de las mujeres].

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de este proceso, coincidente en el contexto de lo llamado postmoderno y la reivindicación de un trato desigual para las mujeres por parte de algunos sec-tores del feminismo, me ha inducido a sopesar algunas ideas para evaluar las posibilidades de que el discurso feminista, de la mano de los planteamientos filosóficos de la postmodernidad, pueda romper con los paradigmas modernos en aras de la igualdad.

Reconocer los derechos específicos de las mujeres como tales sin preten-der hacer de su reivindicación un planteamiento en última instancia generali-zable es donde surge esta posibilidad de ruptura. Para ello se ha expuesto que el proceso original de especificación de los derechos fundamentales aboga por esta generalización y universalización que la postmodernidad rechaza como vacua.

Paradójicamente los mismos planteamientos postmodernos han rechazado, con una buena dosis de escepticismo, el poder fundamentar filosóficamen-te una alternativa de altura semejante apremiando al feminismo a rechazar la idea de comenzar una construcción filosófica de sus derechos. La inviabilidad filosófica de construir una teoría ex novo de los derechos de las mujeres y la concentración en asuntos de índole más práctico ofrecen una orientación ini-cialmente moderna en la fundamentación del trato desigual.