02 Michel Bertrand

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Sección temática

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  • Seccin temtica

  • 15Relaciones 139, verano 2014, pp. 15-26, issn 0185-3929

    Sobre el acantilado*

    Michel Bertrand**Universit de toUloUse-le Mirail, Casa de velzqUez (Madrid)

    Thomas Calvoel Colegio de MiChoaCn

    Desde hace unos cuarenta aos, el estudio de las sociedades dentro del espacio latinoamericano, sean estas coloniales o poscoloniales ha sido marcado por una renovacin tanto de los enfoques como de los mtodos o de las problemticas. En los aos sesenta y setenta del siglo xx era preponderante un enfoque de tipo estructural hacia este objeto histrico. La reconstruccin de lo social estaba influida o bien por el modelo que desarrollaron dentro de la historiografa francesa E. Labrousse y sus discpulos, o ms directamente por el enfoque marxista de lo social. Las categoras sociales utilizadas para lograr estos anlisis se relacionaban funda-mentalmente con las categoras socioprofesionales. Cuando en Francia los historiadores estudiaban los medios populares, urba-nos o rurales, o bien los burgueses de Pars, la historiografa ameri-canista se interesaba en los mineros de Guanajuato, o tratndose de los grupos populares, en los indios de tal o cual comunidad, recor-tando o sobreponiendo categoras sociotnicas y socioprofesionales. Todo esto, como debe ser, en un marco geogrfico preciso: en la materia, los trabajos de Charles Gibson, en los aos cincuenta, fue-ron pioneros.

    Es cierto que los aportes de la etnohistoria y de la antropologa histrica haban contribuido a renovar el enfoque hacia las realida-

    *Bien pensado este ttulo es menos pesimista que el de Roger Chartier, Au bord de la falaise. Lhistoire entre certitudes et inquitude, Pars, Albin Michel, 1998 [En el borde del acantilado. La historia entre certidumbres e inquietud].

    **[email protected]; [email protected]

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    des sociales americanas, con ms matices, y sobre todo un acerca-miento ms dinmico de los hechos sociales gracias, en particular, al recurso de los conceptos de aculturacin hoy se utilizara de prefe-rencia el de transculturacin, menos unilateral, el de etnogenesis o, lo mismo, el de identidad, nociones que ponan en tela de juicio las reconstrucciones sociales entonces predominantes Poco importa: el balance historiogrfico que hace F. Chevalier, en una obra que precisamente restituye el anlisis de las sociedades latinoamericanas en los aos sesenta-setenta, demuestra que la mirada dominante es aquella puesta en aplicacin a partir del modelo estructuralista. Tra-tndose de esas sociedades tradicionalistas vistas en el momento de la transicin de la poca colonial a la poscolonial, escribe Chevalier con firmeza que estaban constituidas no por individuos o ciudada-nos pero esencialmente por actores colectivos. Se trataba de esta-mentos y de cuerpos socioprofesionales [] muy jerarquizados.1

    Es precisamente este enfoque preponderante quien ha sido pro-gresivamente discutido en el marco de lo que se ha calificado como la crisis de la historia, si retomamos el ttulo de G. Noiriel. Ms que crisis se trataba del cuestionamiento de un modelo historiogr-fico hasta entonces dominante y hasta exclusivo. Ese giro2 (tour-nant) historiogrfico entreteja por lo menos tres innovaciones: la toma en cuenta de diversos niveles de anlisis, en particular el mi-cro, cuando nicamente los acercamientos macrosociales eran hasta entonces considerados como pertinentes; la introduccin de nuevas variables dentro del anlisis de la estructuracin de lo social, permi-tiendo reconstituir los grupos sociales; la preocupacin de pasar de una simple reconstruccin de las estructuras sociales a la toma en cuenta de las dinmicas que las mueven.

    Dicho de otra forma: era necesario pasar de las corporaciones, por presentes y tiles que sean dentro del tejido histrico, a los lazos que ligan los individuos a estas instituciones, o bien entre ellos mis-mos. No cabe duda que las sociedades hispanoamericanas han teji-do, de forma ms duradera y con ms firmeza que otras, lazos

    1 LAmrique latine de lIndpendance nos jours, Pars, puf, 1993, 284.2 Con el sentido que dio B. Lepetit a esta expresin. Vase Histoire et sciences so-

    ciales: un tournant critique?, Annales esc, nm. 6, 1989, 1317-1323.

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    mltiples que se han tratado de poner en evidencia de varias mane-ras, por medio de las redes aqu la Amrica hispana ofrece perspec-tivas de anlisis particularmente ricas. Y esto desde las primeras huellas documentales mismas: la justicia fue la fuente de legitima-cin mayor de la Monarqua y sus yacimientos archivsticos son de una extremada elocuencia; los archivos de la Inquisicin, o los de Bienes de Difuntos permiten un acercamiento sin igual al indivi-duo; y nada diremos de huellas ms clsicas como los pleitos judicia-les, las correspondencias privadas o comerciales.

    Aunque le cueste a veces al historiador comentar algunos de sus instrumentos ms tcnicos, se debe aqu recalcar que la utilizacin de la informtica, de las bases de datos desde los aos 1990-2000, son aportes esenciales. Las sociedades del Imperio espaol (la Mo-narqua catlica), despus las de los siglos xix-xx, estn cabalgando sobre varios continentes o, por lo menos, lo que es hoy una veintena de Estados latinoamericanos. El movimiento browniano de las mi-graciones, las situaciones familiares transocenicas, las transferencias polticas, ideolgicas, requieren perspectivas documentales dilatadas en ese amplio marco geogrfico. Es lo que la globalizacin de lo virtual puede tener lados positivos pone por fin al alcance del historiador americanista.

    Hay otra realidad material que ha favorecido desde hace algunas dcadas una renovacin de la historiografa latinoamericana: la apertura o, por lo menos, la puesta a disposicin efectiva de los historiadores de fondos de archivos hasta entonces poco o nada ac-cesibles, los de la Iglesia en particular. De tal modo que las investiga-ciones sobre los cabildos catedralicios se han llevado a cabo o se estn desarrollando (el de Valladolid de Michoacn, actual Morelia, el de la ciudad de Mxico). La simple transferencia de los archivos judiciales de la alcalda mayor de Villa Alta, desde la sierra zapoteca hasta la ciudad de Oaxaca ha favorecido la publicacin, estos diez ltimos aos, de por lo menos cinco libros, en Mxico, en los Es-tados Unidos, en Francia, donde sociedad poltica, antropologa religiosa y microhistoria a la italiana hacen un feliz maridaje. Resul-tara difcil encontrar algo equivalente en las latitudes europeas ya muy trilladas.

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    Por lo tanto es una visin ms flexible, ms fluida, ms compleja, que nos ofrecen estas perspectivas renovadas; y esto por ser enfoques ms individualizados y a veces ms desligados de los espacios, de las identidades y de las adscripciones sociales, hasta entonces apoyadas fundamentalmente sobre la dimensin socioeconmica y sociopro-fesional.

    Es acerca de esas nuevas perspectivas de lo social que se quiere testimoniar en este dossier concebido y publicado conjuntamente por las revistas Caravelle y Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad. La renovacin historiogrfica ha sido tan profunda y tan amplia que con un dossier en un solo nmero de revista no hubiese sido su-ficiente. Por lo tanto, y para ampliar el campo del anlisis propues-to nos pareci pertinente asociar, en la elaboracin de este proyecto ambicioso, estas dos revistas americanistas, una francesa, la otra mexicana. Las secciones que se publican simultneamente nos per-miten ofrecer una visin, lo ms extensa posible, de ese giro histo-riogrfico que ha transformado la historia social americanista, sin que podamos tener aqu alguna forma de exhaustividad, a la cual, por lo dems, no se pretende.

    El dossier conjunto, al asociar dos secciones que publican las dos revistas y que son complementarias, propone ms bien un panel representativo de los campos de investigacin desbrozados estos l-timos aos por parte de los historiadores americanistas interesados por la cuestin social en toda su amplitud y su diversidad. Dentro de esa perspectiva Caravelle en su nmero 101 escogi dar a co-nocer trabajos que ilustran las renovaciones dentro de la historia de las sociabilidades. Por su lado, Relaciones (nmero 139) se centr sobre textos que ilustran las transferencias desde la antropologa o la sociologa hacia la historia en trminos de relatos de vida, explo-rando desplazamientos de centros de gravedad hacia perspectivas ms abiertas.

    El dossier que propone Caravelle sobre las sociabilidades vuelve a explorar una temtica que tuvo su reconocimiento a partir de los aos sesenta. Su despunte reflejaba entonces una evolucin impor-tante dentro de las problemticas desarrolladas en aquel tiempo por la historia social preponderante. Por lo dems, durante mucho

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    tiempo el trmino mismo de sociabilidad no fue utilizado, los historiadores tuvieron una preferencia por el de relaciones socia-les. Dicha categora de anlisis era ms utilizada por los socilogos, quienes desde Georg Simmel hasta Norbert Elias, y de paso Georges Gurvitch, la manejaban con el fin comn de entender, ya desde Durkheim y Weber, las modalidades de construccin y de estruc-turacin de los lazos sociales. Tratndose de los historiadores, la convergencia que constituan las supremacas de la escuela de los Annales y de la teora marxista foment de hecho la dominacin de un enfoque amplio de las relaciones entre individuos, esencialmente a travs del marco que constituyen los grupos sociales, estos lti-mos fueron sobre todo definidos con base en criterios socioecon-micos. Con este contexto historiogrfico, el anlisis de las relaciones sociales desarrollado durante dcadas remita con toda claridad a un acercamiento estructural de lo social.

    Es por medio de la historia social de lo poltico y de sus represen-taciones que la categora sociabilidad entra en el campo histrico francs, por lo menos. En este descubrimiento por parte de la cor-poracin de Clo, dos historiadores tuvieron un papel importante: M. Agulhon y Y. Castan.3 Sin haber probablemente ledo entonces a Norbert Elias la traduccin de sus dos principales obras en fran-cs es contempornea o posterior4 sus reflexiones, su uso amplio de la sociabilidad, van por el mismo camino que las del socilogo ale-mn. Para Elias, los lazos sociales funcionan en primer lugar como relaciones de poder, y de este concepto emerge la importante inter-dependencia de los actores sociales y la concepcin de configura-cin del juego social que se demuestra con la metfora de los jugadores de naipes.5

    Ese nuevo concepto de los lazos sociales es el que queda asociado a la categora de sociabilidad. sta abre la posibilidad de concebir a los grupos sociales como actores colectivos constituidos por indivi-duos relacionados entre ellos; permite sobre todo aprehender las

    3 Maurice Agulhon, La Rpublique au village, Pars, Plon, 1970. Yves Castan, Hon-ntet et relations sociales en Languedoc, 1715-1780, Pars, Plon, 1974.

    4 1973 y 1974.5 Norbert Elias, Quest-ce que la sociologie?, Pars, Pandora, 1981, 157.

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    cadenas de interdependencia que dan origen a nuevas configura-ciones sociales, diferentes de los grupos sociales tradicionales, y para las cuales las redes de sociabilidad son la expresin ms frecuente-mente usada como categora de anlisis.

    El dossier de Caravelle sobre sociabilidades propone tratar tres dimensiones. La primera las estudia a travs del prisma del contexto familiar. A partir de un proceder que viene de la antropologa hist-rica, Juan Pablo Ferreiro y Federico Fernndez exploran, para la pri-mera mitad del siglo xix, los principales dispositivos de construccin del parentesco, lo mismo real que simblico, en el Valle Grande de la provincia de Jujuy. En esta regin marginal de los Andes argenti-nos, conocida desde tiempo atrs por su alto grado de alianzas endo-gmicas, los autores ponen en evidencia otra forma de construccin relacional: la interaccin entre estrategias matrimoniales y de com-padrazgo entre individuos o grupos familiares identificados por sus apellidos y asidos dentro de relaciones secuenciales. El procedimien-to de los autores pone en evidencia modalidades de relacin y la creacin de lazos de sociabilidad, que sin l quedaran poco visibles por estar ausentes de todas las fuentes disponibles.

    El artculo de Laura Machuca se refiere al devenir de una de las familias ms pudientes de la pennsula yucateca al final del siglo xviii. Este amplio clan familiar ofrece un excelente ejemplo de la importan-cia decisiva, para estas familias, de la creacin y de la movilizacin de un capital relacional, sobre todo en el momento cuando es acusado de ser el instigador moral del asesinato del gobernador. L. Machuca reconstituye de esa forma el conjunto de los lazos sociales en primer lugar profesionales y, sobre todo, comerciales, ya que el fundador de la dinasta fue un comerciante exitoso, pero sobre todo matrimo-niales; de estos ltimos se recalca su papel en el proceso de ascensin social del grupo. Es cierto que con 15 vstagos que se deben de situar en el mercado matrimonial, entre ellos 7 mujeres, las posibilidades eran numerosas. Dentro de la puesta en obra de verdaderas estrate-gias paternales con el fin de reforzar la situacin adquirida se observa la bsqueda de alianzas relativamente diversificadas hacia compo-nentes sociales variados. Se puede pensar que esta apertura de espri-tu paterno sin ser excepcional, como lo demuestran otros estudios

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    sobre estrategias matrimoniales de miembros de la elite en este fin del siglo xviii fue concluyente. Al final del siglo, dos hermanos son a la vez miembros del cabildo de Mrida, lo que es un signo mani-fiesto de la integracin del clan familiar dentro de la elite local.

    El artculo de Eduardo Madrigal est en continuidad de dos ma-neras: refirindose al espacio urbano de Cartago en Costa Rica, trata tambin de las estrategias relacionales de la elite urbana, pero para el periodo posterior que se refiere a la crisis poltica de las independen-cias. Dentro del inters renovado hacia lo poltico, E. Madrigal construye su reflexin sobre planteamientos relativos al papel y al funcionamiento social de las elites urbanas en un contexto que des-emboca sobre la ruptura del orden colonial. Cul fue la actitud de esas elites frente al colapso de un sistema del cual haban sido las beneficiarias durante ms de 300 aos? Ms all de la cuestin, esencial, de la renovacin social interna del grupo en relacin con esa crisis poltica, es tambin una pregunta sobre la movilizacin del capital material y relacional de esas familias, puesta al servicio de su capacidad para franquear el obstculo que queda aqu planteado. Lo que tambin demuestra E. Madrigal es como esas estrategias relacio-nales, ligadas a los intereses econmicos, contribuyen a asentar las bases de la sociedad costarricense actual.

    La reflexin de E. Madrigal en relacin con las estrategias fami-liares en un contexto ligado al orden poltico sirve tambin de tran-sicin a la segunda parte del dossier, dedicada precisamente al estudio del poder, tomado en cuenta desde el prisma de las sociabi-lidades. La contribucin de Z. Moutoukias propone una aportacin en una doble medida, a la vez terica y como estudio de caso, tra-tndose de un acercamiento relacional a las instituciones. Apoyn-dose sobre algunos trabajos que han utilizado este tipo de anlisis, plantea dos preguntas esenciales a nuestra comprensin del proceso de la crisis poltica del imperio espaol de finales del siglo xviii, a saber: sobre qu descansan los imperios?, qu dinmicas, sobre todo relacionales, contribuyen a la transformacin de los orde-namientos polticos e institucionales dentro de esos marcos im-periales? Tomando su terruo platense como punto de partida, Moutoukias pone en evidencia la importancia, para los mercaderes

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    porteos, de la circulacin atlntica de los servicios y de los favores. Esto se enmarca dentro de tramas relacionales particularmente complejas: sin verdadera sorpresa estos intercambios se juntan con el parentesco, la amistad y las relaciones de negocio. La crisis del vi-rreinato del Ro de la Plata, abierta con las tentativas de ocupacin militar de Buenos Aires por los ingleses en 1806 y 1807, pone en evidencia, con una intensidad particular, el papel poltico de esas configuraciones mercantiles egocentradas. Los ejemplos estudiados atestiguan los encajonamientos de esta circulacin de los favores: el anlisis de las redes personales de actores que actan en varios nive-les, locales lo mismo que imperiales, permite a Moutoukias enten-der la reproduccin y la articulacin del orden institucional con el mosaico de los compromisos personales que atraviesan dicho orden.

    Para un periodo ms retirado, y haciendo una apuesta contraria a la de la proximidad relacional, D. Barriera reflexiona sobre la cues-tin de la distancia social aplicada a los jueces de las audiencias ame-ricanas. Se propone estudiar, en trminos de tensiones funcionales sobre la distancia social en las formas de funcionamiento de la admi-nistracin judicial en Amrica. Su propsito consiste en localizar el lugar que se da a esa distancia dentro de la prctica del gobierno de esas provincias alejadas del centro imperial, y para el periodo de los Habsburgo. En esa poca, la bsqueda de una buena justicia exige una verdadera construccin de la distancia entre jueces y litigantes. Y est ligada a la edificacin de una legislacin que la materialice prohibiendo toda proximidad relacional entre los unos y los otros. Dentro del dominio judicial hace prevalecer el valor del secreto como garanta de la distancia necesaria. Por fin, dentro del campo cultural, smbolos, lenguajes y cdigos contribuyen tambin a cons-truir tal distancia como la garanta de la imparcialidad judicial. D. Barriera saca de su anlisis una conclusin importante relacionada con la concepcin misma de la justicia para los siglos xvi y xvii y su ejercicio que va sin duda ms all del nico caso americano: la dis-tancia fsica entre el juez y el litigante es inversamente proporcional a la elaboracin de la distancia social que los separa.

    Con el artculo de E. Sanchez, dejamos el universo poltico colo-nial para tratar el de la Revolucin mexicana. A partir del estudio de

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    las relaciones heredadas y tejidas por un lder agrario procedente de una comunidad mestiza del Mexico central, se cuestiona la irrup-cin de la modernidad de los lazos dentro del contexto de la reafir-macin de los pueblos y su reconocimiento jurdico como ser colectivo durante y despus de la Revolucin mexicana. La recons-truccin del recorrido de Marcelo Portillo le permite interrogarse sobre el papel de la red de clientes (obligs) que construy dentro del marco de sus funciones locales de responsable de la distribucin de las tierras de varias haciendas. Por ese medio emprendi una carrera dentro de un partido poltico que lo llev, en los aos 1920, a ser diputado federal. Denunciado por numerosos abusos, entre ellos tres crmenes, logr de forma sistemtica escapar de la justicia gra-cias a la movilizacin de sus apoyos polticos dentro de la direccin de su partido en la ciudad de Mxico. Las solidaridades paralelas creadas entre los miembros del partido desplazan as aquellas que las estructuras tradicionales la asamblea de comunidad en particular mantenan con dificultad. A la vista de este enfoque relacional del ejercicio del poder procedente de la Revolucin se plantea la cues-tin de la modernidad de esta misma: muy lejos de erradicar el poder caciquil tradicional, parece que los partidos polticos proce-dentes de la Revolucin se acomodan con l y hasta lo reintroducen.

    La ltima parte del expediente trata, por fin, de la cuestin de las sociabilidades bajo el ngulo de los lazos tnicos. Las dos contribu-ciones de E. Caula y B. Hausberger lo estudian para un mismo componente tnico de la elite colonial, el universo vasco. Estos textos subrayan a la vez la importancia del discurso de identidad en relacin con prcticas relacionales destinadas a la vez a construir y a mantener esa dimensin de identidad. E. Caula se interesa, en par-ticular, por la casa comercial de Martn de Alzaga, aquel mismo que estudi Moutoukias en cuanto a la movilizacin de sus redes en el marco de la crisis poltica posterior a 1806. E. Caula analiza los me-canismos relacionales movilizados al servicio de una actividad co-mercial que le permite articular esta casa de comercio del Ro de la Plata con los circuitos mercantiles integrados dentro de la economa colonial y atlntica. Por su lado B. Hausberger enfrenta una crisis local que en el principio del siglo xvii vio confrontarse en Potos a

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    los mineros de origen vasco con los dems, sean criollos o espaoles no vascos. Ese conflicto, conocido en la historiografa andina bajo el nombre de guerra de vascongados y vicuas, le sirve de pretexto para explorar los mecanismos de poder usados por esos pobladores que compartan los mismos orgenes vascos. Con esa finalidad aso-cia la dimensin tnica, en su sentido weberiano, con la dimensin relacional a travs del papel de la cofrada dedicada al culto de N. S. de Arnzazu. Los dos casos estudiados subrayan la importancia en esas configuraciones relacionales del rol del paisanaje asociado a un discurso que asimila la nacin vasca con un linaje. Tanto el uno como el otro permiten a los miembros del grupo encontrarse en posiciones de dominacin dentro de los sectores econmicos ms dinmicos de las regiones donde se encuentran: la mina en Potos para los siglos xvi y xvii, el comercio en Buenos Aires para el siglo xviii. En ambas circunstancias y en contextos y pocas totalmente diferentes, la fuerza de los lazos construidos sobre bases tnicas ga-rantiza una presencia mayor a lo que su peso numrico les poda ofrecer. En este sentido, prcticas econmicas, discurso de identidad y sociabilidades tnicas se entretejen al servicio de recorridos indi-viduales y apoyados con solidez sobre alianzas matrimoniales y so-lidaridades de paisanaje. El conjunto hace posible la construccin de fuertes y duraderas configuraciones relacionales que tienen como baza su adaptabilidad a coyunturas polticas movedizas y a menu-do conflictivas.

    Relaciones se acuerda de su fundador, Luis Gonzlez, quien fue tambin uno de los inventores del trmino microhistoria y, por lo tanto, se volc ms en esa direccin. Es cierto que desde 1968, fecha de Pueblo en vilo, mucha agua pas por debajo de los puentes, en particular con la microhistoria italiana. Sin olvidar la renovacin de la historia (y sociologa) poltica aqu Franois-Xavier Guerra ocu-pa un lugar privilegiado, y una derivacin de la demografa hist-rica; el conjunto lleg a favorecer las historias y por qu no los relatos? y dems prosopografas, biografas y recorridos existencia-les (parcours de vie).6

    6 La seccin de Relaciones fue coordinada por Gabriel Torres Puga.

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    Este proceder encuentra en su camino, por supuesto, las lneas de tensin tradicionales dentro de la sociedad quin lo dudara?, que ya expuso la historiografa estructuralista, para este espacio his-panoamericano, pero vividas de forma ms directa. Es el caso, por ejemplo, de la sempiterna alianza del sable (el Estado) y del hisopo, como se dice en Francia. Lo aclara el artculo de Juvenal Jaramillo dedicado al cannigo Luis Zerpa, quien fue tambin oficial de fi-nanzas del Rey, a finales del siglo xviii. Hay que tomar en cuenta, de una forma general, la omnipresencia de la Iglesia y con ella de la re-ligin. Zerpa, por supuesto, pero tambin las religiosas que viven enclaustradas, que logran escaparse en pensamiento y tambin a travs de sus autobiografas: quiera Dios que yo pueda escribir todo lo que me falta escribe una de ellas en el siglo xvii. Remitimos al artculo de Doris Bieko de Peralta.

    Por supuesto, los tejidos se desgarran por todos los lados, y si la Iglesia sigue siendo (an) el camino real, hacia 1800, para lograr una carrera exitosa, garantiza cada vez menos una existencia tranquila y pensamientos ortodoxos.7 As nos lo cuenta la vida del joven ecle-sistico criollo Juan Antonio Montenegro y del cirujano francs Jean Durrey estudiadas por Gabriel Torres Puga. La Inquisicin si-gue presente, como la estatua del Comendador, y tiene el suficiente alcance para poner la mano sobre Juan Antonio hereje formal, in-diferentista, tolerante, imbuido en las pestilencias mximas de la furiosa Convencin francesa. Estamos en 1794, tenemos que pala-dear cada palabra, darle su sentido y su peso entonces: ameritan un trabajo con navaja fina, puntiaguda. Es el que permite el proceder actual, que busca los sentidos (hasta en lo fisiolgico) dentro de los trminos, detrs de ellos, y hasta en los silencios.

    Hay destinos an ms modestos, pero encerrados tambin dentro de la ideologa y los comportamientos dominantes, como es el caso de la Madre Chepa, del puerto de Veracruz, hacia 1720. Supo cons-truirse un espacio visible dentro de su sociedad, multiplicando los signos externos de notoriedad y una actividad intensa como coma-

    7 Aunque bajo ciertas constelaciones esto no sea nuevo; recordemos el caso del cura Meslier en la Francia del xvii: ateo y comunista.

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    drona, curandera, casamentera (ya la Celestina en el xvi). stos son destinos comunes de los cuales tenemos que medir la ejemplari-dad en el marco de esta sociedad de Antiguo Rgimen, flexible ms all de los esquemas preestablecidos. Y esto inclusive en el siglo xviii, cuando, probablemente es una hiptesis se instale cierta rigidez o, por lo menos, su apariencia.

    Como siempre, voluntad de enmarcar o no, quedan intersticios por donde logran pasar personalidades ms avispadas que otras, y es lo que nos comparte Raffaele Moro, relatando los destinos mlti-ples de Jos Agustn Saucedo, entre etnias indios, espaol o mula-to? y espacios (de Mxico a las fronteras del Norte), siempre un poco mentiroso y pcaro, y sin embargo el mejor hijo del mundo, como escriba Clment Marot.8 Otra vez, fluidez y flexibilidad nos saltan a la mente. Ya Cervantes escriba que las Indias eran a la vez comn refugio de los pobres generosos y engao comn de mu-chos y remedio particular de pocos. Aqu se nos dice lo mismo, pero con el apoyo de otra literatura, la que procede de las pginas ennegrecidas de los archivos, por donde corre a la par tinta y sangre.

    El conjunto del dossier presentado por Relaciones se localiza en Nueva Espaa ya que ah est su matria como dira Luis Gonzlez y se extiende esencialmente sobre el siglo xviii. Son circunstancias que debemos tener presentes, y que llaman a trabajos comparatistas. Ya lo hemos escrito: no pretendemos en ninguna manera alumbrar todo el edificio colonial. Simplemente estas incursiones en el cora-zn de una sociedad la desvelan sobre ciertas de sus vertientes, las ms libres, las menos esperadas. Ms adelante se tendrn que enlazar con la otra perspectiva, de la otra seccin: estn estos electrones li-bres verdaderamente fuera de toda red? No por supuesto en el caso de las religiosas, cuyos lazos familiares atraviesan la clausura, no por supuesto en el del cannigo Zerpa; hasta Jos Agustn Saucedo mis-mo. Deberemos de ligar, en un tiempo ulterior, sus hilos con los engranajes corporativos y asociativos, sean civiles, religiosos, o sim-plemente privados: as el individuo lograr su verdadera dimensin, en su lugar propio.

    8Au demeurant le meilleur fils du monde.