034 Isaac Asimov - Viaje Alucinante

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VIAJE ALUCINANTE (FANTASTIC VOYAGE) ISAAC ASIMOV EDITORIAL PLAZA & JANS PRIMERA EDICIN: NOVIEMBRE 1966 TRADUCTOR J.FERRER ALEU **** ** **** A Mark y Marcia, que me obligaron a escribir este libro. **** ** **** Esta historia, que ha dado tema a una novela y a una pelcula, tiene varios autore s, todos los cuales han contribuido de diferente manera a su forma actual. Para todos nosotros, la tarea fue larga, ardua y llena de dificultades, pero fue tamb in motivo de grandes satisfacciones y, si puedo expresarme asi, de intenso regoci jo. Cuando Jay L. Bixby y yo escribimos el argumento original, estbamos muy lejos de saber hasta dnde llegara y qu sera de l en manos de unos hombres de gran imaginac in y soberbia maestra: Sal David, productor de la pelcula; Richard Fleischer, direct or de sta y verdadero brujo de la fantasa; Harry Kleiner, que escribi el guin; Dale Hennesy, director artstico y artista por derecho propio; varios mdicos y cientficos que nos brindaron una gran parte de su tiempo y de sus conocimientos; y, por lti mo, Isaac Asimov, que puso a contribucin su pluma y su talento para dar forma y r ealidad a esta fantasmagora de hechos y de fantasa, OTTO KLEMENT. **** ** **** CAPITULO I: AVION Era un viejo avin, un cuatrimotor a reaccin de plasma, que haba sido retirado del s ervicio activo, y segua una ruta que ni era econmica ni particularmente segura. El aparato pasaba entre bancos de nubes, en un viaje de doce horas, cuando un avincohete supersnico hubiera podido hacerlo en cinco. Y todava le faltaba ms de una hora de viaje. El agente a bordo del avin saba que su cometido en la tarea no terminara hasta que el aparato aterrizase, y que la ltima hora sera la ms larga. Dirigi una mirada al otro y nico ocupante de la amplia cabina de pasajeros, el cua l dormitaba en aquellos instantes, con la barbilla hundida en el pecho. Este pasajero no tena una apariencia que llamase la atencin, pero, en aquel moment o, era el hombre ms importante del mundo. **** ** **** El general Alan Crter levant la cabeza, malhumorado, al entrar el coronel. Crter te na los ojos hinchados y cadas las comisuras de los labios. Trat de devolver su form a primitiva al sujetapapeles que estaba retorciendo, y ste se escap de entre sus d edos.

Por poco me da

dijo el coronel Donald Reid, tranquilamente.

Tena el cabello rubio y liso, peinado hacia atrs; en cambio, su breve bigote era g ris y erizado. Llevaba el uniforme con la misma e indefinible falta de naturalid ad que su interlocutor. Ambos eran especialistas, reclutados para un trabajo de sup erespecializacin, y se les haba dado graduacin militar por razones de conveniencia y casi de necesidad, dadas las aplicaciones de sus conocimientos cientficos. Ambos llevaban la insignia FDMC, con cada letra en el centro de un pequeo hexgono, dos arriba y tres abajo. En el hexgono del centro de la hilera de tres haba un smb olo para clasificar mejor a quien lo llevaba. En el caso de Reid, era un caduceo , revelador de su profesin de mdico. Adivine lo que estoy haciendo Rompiendo sujetapapeles. Cierto. Y, adems, contando las horas. Como un estpido! Su voz se hizo ms aguda, aunq ue sigui controlndola . Heme aqu sentado, hmedas las manos, pegado el cabello, latindom e con fuerza el corazn, y contando las horas. Aunque ahora cuento ya por minutos. Setenta y dos minutos, Don. Setenta y dos minutos para que aterricen en el aero puerto. Bien. En tal caso, por qu est nervioso? Ocurre algo malo? No. Nada. Fue recogido felizmente. Lo arrancaron literalmente de las manos de El los, sin que, al parecer, recibiese un solo rasguo. Lleg sin novedad al avin, un av in viejo... S. Lo s. Crter movi la cabeza. No le interesaba contarle cosas nuevas al otro; le interesab a solamente hablar. Pensamos que Ellos pensaran que Nosotros pensaramos que el tie mpo tena la mayor importancia, y que por ello le meteramos en un X-52 y lo proyectara mos al espacio. Pero Nosotros pensamos que Ellos pensaran esto y alertaran al mximo su red de anticohetes... Paranoia dijo Reid ; as lo llamamos en nuestra profesin. Me refiero a que alguien pue da creer que Ellos haran esto. Se expondran a una guerra y a la aniquilacin total. Tal vez se expondran a ello, para impedir lo que est ocurriendo. Poco me falta par a creer que nosotros nos arriesgaramos, si nos hallsemos en su situacin. Por consig uiente, elegimos un avin comercial, un cuatrimotor a reaccin. Me pregunt si lograra despegar. Es tan viejo...! Y lo hizo? Si hizo, qu? Por un instante, el general haba perdido el hilo de sus ideas. Si despeg. Oh, s! Y viene sin novedad. Recibo la informacin de Grant. Quin es Grant? El agente encargado. Le conozco bien. Con el asunto en sus manos, me siento todo dijo el general.

lo seguro que puedo sentirme, lo cual no es mucho. Grant llev toda la operacin; l es quit a Benes de las manos, como quien saca una pepita de una sanda. Entonces...? Sigo estando preocupado. Sepa, Reid, que slo hay una manera segura de llevar los asuntos en este maldito embrollo. Debemos pensar que Ellos son tan listos como N osotros; que, por cada truco que inventamos, Ellos inventan un truco contrario; que, por cada hombre que situamos entre Ellos, Ellos sitan otro entre Nosotros. E sto empez hace ms de medio siglo. Era preciso que estuviramos equilibrados, pues, en otro caso, todo habra terminado hace ya tiempo. Tranquilcese, Al. Acaso puedo hacerlo? Esto de ahora, esa cosa que Benes trae consigo, ese nuevo cono cimiento, puede deshacer el empate de una vez para siempre, y darnos el triunfo. Ojal los Otros no lo crean as dijo Reid . Si lo creen... Bueno, Al, hasta ahora ha ha bido reglas en nuestro juego. Ninguno de los bandos hace nada para acorralar al otro hasta el punto de obligarle a apretar el botn de los cohetes. Hay que dejarl e un margen en el cual pueda retroceder. Empujarle, pero no demasiado. Cuando Be nes llegue aqu, pueden pensar que les hemos apretado con exceso. No tenemos ms remedio que arriesgarnos dijo Crter; y, como acuciado por una idea im portuna, aadi : Esto, si Benes llega hasta aqu. Llegar. Por qu no? Crter se haba puesto en pie, disponindose a iniciar un paseo de un lado a otro. Per o mir fijamente al otro y se sent de nuevo, bruscamente. Est bien, no nos excitemos. Veo en sus ojos el brillo de las pildoras sedante, do ctor. Yo no las necesito. Pero supongamos que Benes llega dentro de setenta y do s..., de sesenta y seis minutos. Supongamos que aterriza en el aeropuerto. Todava habr que traerlo aqu, cuidar de su seguridad... Puede haber algn fallo... Entre la copa y los labios salmodi Reid . Por el amor de Dios, general, seamos sensa tos y hablemos de las consecuencias. Quiero decir, qu pasar cuando ya est aqu? Bueno, Don; esperemos a que haya llegado. Bueno, Al le imit el coronel, con un deje de irritacin en sus palabras . De nada si rve esperar a que llegue, pues entonces ser demasiado tarde. Estar usted demasiado ocupado, y todas las hormiguitas del Pentgono empezarn a correr locamente de un l ado para otro, sin dejar hacer nada de lo que creo que debera hacerse. Le prometo... Y el general hizo un vago ademn para zanjar la cuestin.

Reid hizo caso omiso de l. No. Sabe usted muy bien que no podr cumplir ninguna promesa que haga para el futu ro. Llame al jefe ahora, quiere? Ahora! Usted puede hacerlo. En este momento, es l a nica persona que puede llegar hasta l. Hgale ver que la FDMC no es nicamente la cr iada del Departamento de Defensa. Y, si no puede hacerlo, pngase en contacto con el comisario Furnald. ste est de nuestra parte. Dgale que quiero algunas migajas pa ra la ciencia biolgica. Hgale observar que hay votos en juego. Escuche, Al; tenemo s que gritar para que nos oigan. Tenemos que tener alguna oportunidad para lucha r. En cuanto Benes llegue y se le echen encima los verdaderos generales, a quien es Dios confunda, nos quedaremos sin empleo para siempre.

No puedo hacerlo, Don. Y no quiero hacerlo. Voy a decirle la verdad: no voy a ha cer absolutamente nada hasta que Benes est aqu. Y no me gusta que pretenda usted f orzarme la mano. Los labios de Red palidecieron. Y qu debo hacer, general? Esperar, como espero yo. Contar los minutos. Red se volvi para marcharse. gua dominando firmemente su indignacin. Si yo estuviera en su sitio, general, pensara en las pildoras sedantes. Crter le dej marchar, sin replicarle. Consult su reloj. Sesenta y un minutos! **** ** **** Casi con un sentimiento de alivio entr Reid en el despacho del doctor Michaels, j efe civil del departamento mdico. La expresin del ancho rostro de Michaels no pasa ba nunca de una tranquila animacin, acompaada, a lo sumo, de una seca risita; mas, por otra parte, nunca descenda a nivel inferior de una fugaz solemnidad que, al parecer, ni l mismo se tomaba muy en serio. Tena en la mano su inseparable grfica, o una de ellas. Para el coronel Reid, todas esas grficas se parecan. Cada una de ellas era un verdadero lo, y, tomadas en su c onjunto, el lo se multiplicaba. En ocasiones, Michaels trataba de explicarle las grficas, o de explicarlas a otra s personas; Michaels era terriblemente aficionado a explicarlo todo. Por lo visto, el torrente sanguneo estaba provisto de una dbil radioactividad, y e l organismo (igual en el hombre que en una rata) tomaba su propia fotografa, por as decirlo, sobre un principio laserizado que daba una imagen tridimensional. En fin, no se preocupe por esto deca Michaels, al llegar a este punto . Lo cierto es que se obtiene una imagen en tres dimensiones de todo el torrente circulatori o, la cual puede ser entonces registrada bidimensionalmente en cuantas secciones y direcciones se requieran para el trabajo. Si la imagen se ampla lo bastante, p uede llegar hasta los menores capilares. Y con ello me quedo convertido en un simple gegrafo terminaba Michaels . Un gegrafo del cuerpo humano, que traza el mapa de sus ros y bahas, de sus radas y de sus ria chuelos; los cuales son mucho ms complicados que los de la Tierra, se lo aseguro. Reid contempl la grfica por encima del hombro de Michaels y dijo: De quin es, Max? De nadie que valga la pena dijo Michaels, dejando la grfica a un lado . La gente, c uando espera, suele leer un libro. Yo leo un sistema sanguneo. murmur, y estir la mano para coger un sujetapapeles. Se

Tambin esperando, en? Lo mismo que l dijo Red, moviendo la cabeza en direccin al desp cho de Crter . Y esperando lo mismo, no? La llegada de Benes, naturalmente. Y, sin embargo, no acabo de creerlo. De creer, qu?

De que ese hombre tenga lo que dice que tiene. Yo soy fisilogo, claro est, y no fsi co dijo Michaels, encogindose de hombros en humorstico ademn casi de excusa , pero sue lo creer en los tcnicos. Y stos dicen que no hay manera. Les o decir que el Princip io de Incertidumbre impide que pueda hacerse por ms de un tiempo dado. Y el Princ ipio de Incertidumbre es indiscutible, no cree? Tampoco yo soy tcnico, Max; pero estos mismos expertos nos dicen que Benes es la autoridad suprema en este campo. Los del Otro Lado lo han tenido a su servicio y se han mantenido a nuestra altura gracias a l; slo gracias a l. No tenan otro sabio d e primera fila, mientras que nosotros tenemos a Zaletski, a Kramer, a Richtheim, a Lindsay y a todos los dems. Y nuestros hombres ms importantes creen que debe te ner algo, si l lo dice. De veras lo creen? No creern, nicamente, que no podemos arriesgarnos a que as sea? A fin de cuentas, aunque resultara que no nos trae nada, su desercin sera ya una vic toria para nosotros. Los Otros no podran utilizar ya sus servicios. Por qu haba de mentir?

Y por qu no? dijo Michaels . Con esto logra salir de all y venir aqu, que es donde sup ngo que quiere estar. Si resulta que no nos trae nada, no por ello le haremos vo lver, no es cierto? Adems, es posible que no mienta; sencillamente, puede estar eq uivocado. Hum! Reid se retrep en su silln y puso los pies sobre la mesa, en un estilo impropio de un coronel . Apntese un tanto. Y, si nos da gato por liebre, le estar bien emple ado a Crter. Les estar bien empleado a todos. Malditos imbciles! No le ha sacado nada a Crter, eh? Nada. No quiere hacer absolutamente nada hasta que llegue Benes. Est contando los minutos, y yo he empezado tambin a hacerlo. Faltan cuarenta y dos. Para qu? Para que el avin que lo trae aterrice en el aeropuerto. Y las ciencias biolgicas s e quedan con las manos vacas. Si Benes trata nicamente de huir del Otro Lado, se a poderar de todo, de las tajadas, de las migajas e incluso del olor. Ser demasiado bueno para ellos y no lo soltarn para nada del mundo. Tonteras... Tal vez al principio se agarren a la presa; pero tambin nosotros tenem os influencias. Podemos soltarles a Duval, al tenaz y piadoso Peter. Una expresin de disgusto se pint en el rostro de Reid. Me gustara arrojarlo a los militares. Tal como siento ahora, me gustara tambin arro jrselo a Crter. Si Duval estuviese cargado de electricidad negativa, y Crter de ele ctricidad positiva, y pudiese juntarlos hasta que murieran los dos echando chisp as... No sea destructor, Don. Se toma demasiado en serio a Duval. Un cirujano es un ar tista, un escultor que trabaja con tejidos vivos. Un gran cirujano es un gran ar tista y tiene temperamento de tal. Bueno; tambin yo tengo temperamento, y no lo empleo para ser un incordio. Acaso monopoliza Duval el derecho de ser un antiptico y soberbio hijo de perra? Si l tuviera el monopolio de esto, mi coronel, yo estara encantado. Dejara que lo d

isfrutase l solo, y le estara agradecido. Lo malo es que en el mundo hay muchos hi jos de perra tan antipticos y tan soberbios como l mismo. Supongo que s, supongo que s tos. **** ** **** Si alguien le hubiese repetido al doctor Peter Lawrence Duval la descripcin en co mprimido de Reid, le habra respondido aqul con el mismo breve gruido con que habra c orrespondido a una declaracin de amor. Y no era que Duval fuese insensible al ins ulto o a la lisonja, sino que slo reaccionaba frente a ellos cuando tena tiempo, y raras veces lo tena. Lo que habitualmente llevaba en el semblante no era una mue ca, sino ms bien una contraccin muscular provocada por lejanos pensamientos. Hay q ue presumir que todo hombre tiene su forma de evasin de este mundo; la de Duval e ra la sencillsima de concentrarse en su trabajo. Este proceder le haba llevado, a sus cuarenta y pico de aos, a la fama como neurocirujano, y a su estado casi inco nsciente de soltera. Al abrirse la puerta, ni siquiera levant la mirada de las cuidadosas mediciones q ue estaba haciendo sobre unas radiografas en tres dimensiones que tena delante. Su ayudante entr con su acostumbrado paso, lento y silencioso. s. murmur Reid, pero sin ablandarse . Treinta y siete minu

Qu ocurre, Miss Peterson? pregunt, concentrando todava ms su atencin sobre las fotog

La impresin de profundidad era bastante clara para el ojo, pero la medicin de la p rofundidad real exiga un delicado clculo de los ngulos y un conocimiento previo del grado probable de tal profundidad. Cora Peterson esper que pasara el momento de concentracin adicional. Tena veinticin co aos, exactamente veinte menos que Duval, y haba puesto cuidadosamente a los pie s del cirujano su ttulo facultativo, obtenido el ao anterior. En las cartas que escriba a su casa, deca casi siempre que cada da pasado con Duval vala tanto como un curso escolar; que el estudio de sus mtodos, de la tcnica de su diagnstico y del empleo de los instrumentos de su oficio, era increblemente alecc ionador. En cuanto a su dedicacin al trabajo y a la causa de la curacin, slo poda ca lificarse de estimulante. En un terreno menos intelectual, ella se daba perfecta cuenta, con la clarividen cia del fisilogo profesional, de la aceleracin de los latidos de su corazn cuando c aptaba los planos y las curvas de la cara de l, inclinada sobre su trabajo, y obs ervaba los rpidos, firmes y seguros movimientos de sus dedos. Sin embargo, su ros tro permaneca impasible, porque la joven no aprobaba la actuacin de su poco intele ctual msculo cardaco. El espejo le deca, con bastante claridad, que no era una mujer vulgar, sino todo lo contrario. Sus ojos negros eran grandes y tenan una expresin ingenua; sus labio s reflejaban un humor alegre cuando ella se lo permita, cosa que no ocurra a menud o; y su figura la enojaba por su visible propensin a chocar con el debido aspecto profesional Hubiese querido provocar silbidos (o su equivalente intelectual) po r su competencia, y no por las sinuosidades de su cuerpo. Al menos Duval apreciaba su eficiencia y no pareca turbado por sus atractivos fsic os, lo cual era un motivo ms de admiracin por parte de ella. Por fin respondi: Benes aterrizar antes de treinta minutos, doctor Duval.

Hum...! rminado.

murmur l, levantando la cabeza . Y qu hace usted aqu? Su jornada de trabajo

Cora hubiese podido replicarle que tambin haba terminado para l, pero saba que slo te rminaba cuando el hombre daba fin a su trabajo. Muy a menudo se haba quedado con l durante diecisis horas seguidas, aunque presuma que el doctor habra sostenido (con absoluta buena fe) que la obligaba a observar la jornada de ocho horas. Estoy esperando para verle A quin? A Benes. No le parece emocionante, doctor? No. Por qu? Es un gran sabio, y dicen que trae una informacin importantsima, que revolucionar t odo lo que estamos haciendo. dijo.

De veras? Duval levant la fotografa que estaba encima del montn, la dej a un lado y f j su atencin en la siguiente . Acaso la ayudar en su trabajo con el lser? Puede facilitar el dar en el blanco. Ya da en el blanco. En cuanto a lo que puede aadirle Benes, slo ser til para los artf ices de la guerra. Todo lo que aqul har ser aumentar las probabilidades de destrucc in mundial. Pero, doctor Duval, usted mismo dijo que el progreso de la tcnica podra tener gran importancia para el neurofisilogo. Eso dije? Est bien, lo dije. De todos modos, preferira que se tomase usted el desca nso necesario, Miss Peterson. Levant de nuevo la cabeza (y no suaviz un poquito el t ono de la voz?) : Parece cansada. Cora levant la mano hasta la mitad del camino de sus cabellos, pues, traducida al lenguaje femenino, la palabra cansada quiere decir despeinada. Dijo: En cuanto Benes haya llegado, me marchar. Lo prometo. Y, a propsito... Qu? Emplear usted el lser maana? Es lo que ahora estoy tratando de decidir . , si usted me deja, Miss Peterson. El modelo 6951 no puede utilizarse. Duval dej la fotografa y se ech atrs en su silla. Por qu? No me inspira bastante confianza. No puedo enfocarlo debidamente. Supongo que un o de los diodos del tnel est averiado, pero todava no he descubierto cul. Est bien. Monte uno del que podamos fiarnos, por si fuera necesario, y hgalo antes de marcharse. Maana. . Maana ver lo que anda mal en el 6951.

S. Ella se volvi, dispuesta a marcharse, pero mir rpidamente su reloj y dijo: Veintin minutos..., y dicen que el avin llegar puntualmente. l emiti un vago sonido y Cora comprendi que no la haba odo. Y se march, cerrando la puerta a su espalda, despacio y sin ruido. **** ** **** El capitn William Owens se arrellan en el blando y almohadillado asiento del automv il. Se frot cansadamente la afilada nariz y apret las cuadradas mandbulas. Sinti que el coche se elevaba por efecto de los fuertes chorros de aire comprimido y empr enda la marcha perfectamente nivelado. No oy el menor zumbido del turborreactor, a unque quinientos caballos se agitaban a su espalda. A travs de las ventanillas a prueba de bala, poda ver, a derecha e izquierda, la e scolta de motocicletas. Otros coches le precedan y le seguan, convirtiendo la noch e en un bullicio de luces veladas. Aquel medio batalln de guardianes le haca sentirse importante, aunque, desde luego , no eran para l. Ni siquiera eran para el hombre a quien iban a recibir; no para el hombre como tal. Slo para el contenido de un gran cerebro. El jefe del Servicio Secreto se sentaba a la izquierda de Owens. El hecho de que ste no estuviera seguro del nombre de aquel caballero indefinible que, desde los quevedos hasta los conservadores zapatos, pareca un profesor de instituto o un d ependiente de camisera , era una prueba del carcter annimo del Servicio. Coronel Gander... Gonder haba dicho Owens, haciendo una prueba, al estrecharle la mano. . Buenas tardes, capitn Owens.

haba dicho el otro, sin alzar la voz

Ahora estaban ya en las cercanas del aeropuerto. En alguna parte, en lo alto y de lante de ellos, y seguramente a pocas millas de distancia, estara el arcaico avin, disponindose a aterrizar. ste es un gran da, no? dijo Gonder, tambin en voz baja.

Todo en aquel hombre pareca murmurar, incluso el corte discreto de su traje de pa isano. S dijo Owens, esforzndose en quitar toda tensin al monoslabo.

Y no era que se sintiera particularmente tenso, sino, simplemente, que su voz pa reca no poder abandonar aquel tono. Era el mismo aire de tensin que parecan refleja r su nariz fina y afilada, sus ojos entornados y sus salientes pmulos. A veces pensaba que esto le convena. La gente se imaginaba que era excitable, cua ndo no lo era. Al menos, no ms que cualquier otra persona. Por otra parte, la gen te hua a veces de l por esta misma razn, sin que tuviera que levantar la mano. Tal vez las cosas se equilibraban por s solas. Ha sido un buen golpe dijo traerle hasta aqu. Hay que felicitar al Servicio.

El mrito corresponde a nuestro agente. Es el mejor de nuestros hombres. Y creo qu e su secreto es que tiene toda la estereotipada apariencia de un agente.

De veras? Es alto Jugaba al ftbol en el instituto, Y guapo. De constitucin esplndida. Cualqui er enemigo que lo vea dir: Mira; es el tipo que habra de tener uno de sus agentes; por consiguiente, no puede serlo. Y lo dejar en paz, para enterarse ms tarde de que , efectivamente, lo era. Owens frunci el ceo. Hablaba el otro en serio? O bromeaba, porque pensaba que as aliv iara la tensin? Supongo dijo Gonder que se da usted cuenta de que su papel en este asunto tiene verdadera importancia. Podr identificarlo, verdad? Le conozco bien dijo Owens, con su breve y nerviosa risita . Nos encontramos varia s veces en conferencias cientficas, en el Otro Lado. Una noche me emborrach con l; bueno, no llegamos a emborracharnos..., nos alegramos un poco. Habl? No le emborrach para hacerle hablar. Pero, de todos modos, no habl. Haba alguien ms con l. Sus sabios van siempre en parejas. Y usted, le habl? El tono de la pregunta haba sido ligero; pero no la intencin que se ocultaba en el la. Owens se ech a rer. No hay nada que yo sepa que l no sepa ya; puede creerme, coronel. Podra estar habl ando con l todo un da sin causar el menor dao. Ojal supiera yo algo de esto. Les admiro a ustedes, capitn. Aqu tenemos un milagro de la tecnologa capaz de transformar el mundo, y slo un puado de hombres pueden com prenderlo. La mente del hombre huye de los hombres. La cosa no es tan grave, cralo dijo Owens . Somos muchsimos. Claro que slo hay un Be nes, y yo estoy muy lejos de poder considerarme de su clase. En realidad, mis cono cimientos se limitan casi exclusivamente a aplicar la tcnica a mis planos de barc os. Esto es todo. Pero, reconocer a Benes? El jefe del Servicio Secreto pareca necesitar una seguridad absoluta. Aunque tuviera un hermano gemelo, y estoy seguro de que no lo tiene, lo reconoce ra. No es precisamente cuestin de rutina, capitn. Como ya le he dicho, nuestro agente, Grant, es muy bueno; pero, incluso as, me sorprende un poco que haya podido logr arlo. Y tengo que preguntarme: no habr en esto una contramaniobra? No habrn barrunta do que trataramos de apoderarnos de Benes, y habrn fabricado un falso Benes? Yo advertira la diferencia respondi Owens, confiado.

No sabe usted lo que puede hacerse hoy en da con la ciruga plstica y la narcohipnos is. No importa. Su cara podra engaarme, pero no su conversacin. O conocer la Tcnica mejor

que yo y su acento puso la mayscula en la palabra o no ser Benes, sea cual fuere s u aspecto. Tal vez pueden imitar el cuerpo de Benes, pero no su mente. Haban llegado al campo. El coronel Gonder consult su reloj. Lo oigo. El avin aterrizar dentro de unos minutos... y a la hora fijada. Hombres armados y vehculos blindados se desplegaron, incorporndose a los que haban rodeado el aeropuerto, que qued convertido en un territorio ocupado y cerrado par a todos los que no tuvieran autorizacin especial. Las ltimas luces de la ciudad se haban extinguido, dejando slo un dbil resplandor en el horizonte, hacia la izquierda. Owens suspir con infinito alivio. Benes llegara, al fin, dentro de un instante. Final feliz? Frunci las cejas al percibir la entonacin mental que haba puesto un punto de interr ogacin detrs de estas dos palabras. Final feliz...!, pens, torvamente; pero la entonacin escap a su control y las dos pala bras volvieron a ser: Final feliz? CAPITULO II: AUTOMOVIL Grant observ con profundo alivio cmo se acercaban las luces de la ciudad al aproxi marse el avin a su destino. Nadie le haba dado verdaderos detalles sobre la import ancia del doctor Benes, salvo el hecho evidente de que se trataba de un sabio qu e desertaba, provisto de informacin vital. Era el hombre ms importante del mundo, le haban dicho, pero sin explicarle la razn. No te precipites, le haban dicho. No lo eches a perder todo ponindote nervioso. Pe ro el asunto es vital, le haban dicho, increblemente vital. Tmalo con calma, pero piensa que todo depende de ello, haban aadido: tu pas, tu mund o, la Humanidad. Y lo haba hecho. Tal vez no lo habra logrado si ellos no hubiesen temido matar a B enes. Cuando se dieron cuenta de que slo matando a Benes podan salvar algo, era ya demasiado tarde y el pjaro haba volado. Un rasguo de bala sobre las costillas era el nico dao sufrido por Grant, y lo haba remediado con un vendaje. Pero ahora estaba cansado, mortalmente cansado. Fsicamente cansado, desde luego; pero tambin fatigado de toda su estpida carrera. En sus tiempos de estudiante, haca de esto diez aos, solan llamarle "Granito" Grant, y l haba procurado justificar el apodo en el campo de ftbol. Un brazo roto fue su recompensa, aunque tuvo la suert e de conservar intactos los dientes y la nariz, reteniendo de este modo su aspec to de hombre guapo. (Sus abios se curvaron en una silenciosa y fugaz sonrisa.) Desde entonces, haba renunciado tambin al empleo de su nombre patronmico. Slo el mon osilbico gruido de Grant. Resultaba muy masculino, muy rudo. Pero al diablo con ello! Qu ventajas le haba reportado, salvo cansancio y todas las probabilidades de una vida breve? Haba cumplido ya los treinta y haba llegado el m omento de sacar a relucir de nuevo su nombre de pila. Charles Grant. Tal vez inc luso Charlie Grant. El viejo Charlie Grant! Dio un respingo, pero volvi a fruncir el ceo y a ponerse firme. Tena que ser as. El bu eno y viejo Charlie. Ni ms, ni menos. El bueno y viejo y dulce Charlie, aficionad

o a dormitar en una mecedora. Hermoso da, Charlie. Hola, Charlie! Parece que va a llo ver... Bscate un empleo cmodo, viejo Charlie, de modo que, sin fatigarte demasiado, puedas gozar maana de un buen retiro. Grant mir de soslayo a Jan Benes. Le pareci ver algo familiar en aquella mata de p elo gris, en aquella cara de firme y gruesa nariz, de spero y descuidado bigote, tambin grisceo. La nariz y el bigote eran buen tema para los caricaturistas; pero tambin sus ojos contaban unos ojos circuidos de finas arrugas , y las rayas horizo ntales que surcaban su frente. La ropa de Benes no le caa muy bien; pero haban tenido que salir precipitadamente, sin tiempo para acudir a un buen sastre. El sabio, segn saba Grant, frisaba en lo s cincuenta; mas pareca ms viejo. Benes estaba inclinado hacia delante, observando las luces de la ciudad que se i ban aproximando. Grant le dijo: Ha estado alguna vez en esta parte del pas, profesor? No he estado en ninguna parte de su pas dijo Benes . O acaso esta pregunta era una t rampa? aadi, con dbil pero claro acento extranjero. No. Lo dije slo por decir algo. Es nuestra segunda ciudad, por orden de importanc ia. Sin embargo, se la regalo. Yo soy del otro extremo del pas. A m me tiene sin cuidado. Un extremo, el otro extremo..., qu ms da? La cuestin es que estoy aqu. Ser... No termin la frase, y pintse en sus ojos una expresin de tristeza. Romper lazos es cosa dura, pens Grant, aunque uno crea que es su deber hacerlo. D ijo: Procuraremos que no tenga usted tiempo de cavilar, profesor. Le daremos trabajo. Benes conserv su expresin triste. Lo supongo. Estoy seguro de ello. Es el precio que he de pagar, no? Grant contest: Temo que s. La verdad es que nos dio usted bastante trabajo, sabe? Benes apoy una mano en el brazo de Grant. Se jug usted la vida, y se lo agradezco. Pudieron matarle. Para m, el jugarme la vida es algo rutinario. Gajes del oficio. Me pagan para ell o. No tanto como suelen pagar por tocar una guitarra o para darle a una pelota d e bisbol, pero s lo que creen que vale mi vida. No debe tomarlo de este modo. Y qu remedio! Mi Organizacin as lo toma. Cuando lleguemos, me estrecharn la mano y me dirn como a regaadientes: Buen trabajo! Es la reserva que hay que emplear entre homb res. Y luego: Ahora hablaremos de su nueva misin, pero tendremos que deducir de su paga el importe de ese vendaje de su costado. Tenemos que vigilar los gastos. No me dejo engaar por su cinismo, joven.

Pues yo tengo que engaarme con l, profesor, para no abandonar mi trabajo. Grant casi se sorprendi por la sbita amargura de su propia voz . Case el cinturn, profesor. Este cacharro salta mucho al aterrizar. Pero, a pesar de las predicciones de Grant, el avin aterriz suavemente y corri sobr e el suelo hasta detenerse, girando al mismo tiempo. Las fuerzas del Servicio Secreto les rodearon. Los soldados saltaron de sus cami ones de transporte acordonando el avin, dejando slo un pasillo para la escalerilla mototizada que avanzaba en direccin a la portezuela del aparato. Tres automviles cerrados se detuvieron al pie de la escalera. Esto es un alarde de seguridad, coronel Ms vale pecar por exceso que por defecto dijo Owens. dijo el coronel.

Y sus labios se movieron casi en silencio para pronunciar lo que Owens identific, asombrado, como una rpida oracin. Owens dijo: Me alegro de que ya est aqu. No tanto como yo. Ms de una vez ha estallado un avin en pleno vuelo, sabe? Ahora es t ya en tierra firme. Se abri la portezuela del avin y Grant apareci inmediatamente en la abertura. Mir a su alrededor y agit la mano. Al menos, l parece estar entero dijo el coronel Gonder . Pero, dnde est Benes?

Como respondiendo a su pregunta, Grant se hizo a un lado para hacerle sitio a Be nes. ste permaneci un momento all, sonriendo. Despus, con su vieja maleta en la mano , empez a bajar precavidamente la escalera. Grant le sigui. Detrs de l, salieron el piloto y el copiloto. El coronel Gonder se acerc al pie de la escalerilla del avin. Profesor Benes, encantado de tenerle con nosotros! Me llamo Gonder, y estoy al cu idado de su seguridad a partir de este momento. Le presento a William Owens. Aun que creo que ya le conoce usted. Los ojos de Benes se iluminaron, mientras el hombre levantaba los brazos, dejand o caer su maleta. El coronel Gonder la recogi disimuladamente. Owens! S, claro! Nos emborrachamos juntos una noche. Lo recuerdo muy bien. Por la t arde habamos tenido una sesin interminable, aburrida, una de esas sesiones en que lo nico interesante es lo que no se puede decir, y yo me senta abrumado. Owens y yo nos encontramos a la hora de cenar. Le acompaaban cinco de sus colegas; pero a sto s no los recuerdo muy bien. Despus, Owens y yo nos fuimos a un pequeo club, donde haba baile y msica de jazz; bebimos aguardiente, y Owens simpatiz mucho con una de las muchachas. Se acuerda de Jaroslavic, Owens? El hombre que le acompaaba? dijo Owens.

El mismo. Le gustaba el alcohol mucho ms de lo que cabe imaginar, y, sin embargo, no poda beber. Tena que permanecer sereno. rdenes terminantes.

Para vigilarle a usted? Benes afirm con un solo movimiento de cabeza, largo y vertical, y sacando un poco el labio inferior.

Yo le ofreca licor continuamente. Vamos, Miln le deca , una garganta seca es mala cos para un hombre. Y l tena que seguir rehusando, aunque se le iba el alma por los oj os. Fue un poco cruel por mi parte. Owens sonri y asinti con la cabeza. Subamos al coche y vayamos a la Jefatura. Lo primero que hemos de hacer es exhib irle a usted por all, a fin de que todos vean que ha llegado. Despus, le prometo d ejarle dormir veinticuatro horas de un tirn, antes de hacerle ninguna pregunta. Me bastar con diecisis. Pero, ante todo . ant? Ah! Ah est! Se dirigi al joven agente.

Mir a su alrededor, ansiosamente . Dnde es

Grant! dijo, y le tendi la mano . Adis. Y gracias. Muchsimas gracias. Volveremos a ver os, no? Es posible dijo Grant . No es difcil encontrarme. Basta con buscar la misin ms ingra ta, y all estoy yo metido. De todos modos, me alegro de que estuviera metido en sta. Grant enrojeci. Esta ingrata misin, profesor, tena su importancia. Y celebro haber podido serle til . Lo digo de veras. Lo s. Y ahora, adis. Adis! Benes agit la mano y retrocedi, dirigindose al coche cerrado. Grant se volvi al coronel. Pondr en peligro la seguridad si me largo ahora, jefe? Puede irse. Y permtame que le diga una cosa, querido Grant... Qu, seor? Buen trabajo! La frase adecuada es: Una funcin muy linda! Es la nica que me conmueve. Se llev irnicamente el ndice a la sien y se alej. Grant hace mutis pens; y a continuacin El coronel se volvi a Owens. Suba al coche con Benes y hable con l. Yo ir en el automvil de delante. Y, cuando l leguemos a la Jefatura, quiero que lo identifique con toda seguridad, si puede; o que lo niegue rotundamente, en otro caso. No quiero nada ms. Record el episodio de la borrachera dijo Owens. : Entra el viejo y buen Charlie?

Exactamente dijo el coronel, de mala gana bien. Hable con l.

. Lo record demasiado pronto y demasiado

Subieron todos a los coches. El cortejo se puso en marcha y los autos aumentaron la velocidad. Desde lejos, Grant los vio marchar, agit la mano ciegamente, sin d irigirse a nadie en particular, y sigui andando. Ahora tendra mucho tiempo libre y saba exactamente cmo tena que emplearlo, despus de una noche de sueo. Sonri, con gozosa anticipacin. **** ** **** La comitiva sigui su camino cuidadosamente elegido. Los perodos de agitacin y de ca lma variaban en todos los barrios de la ciudad y a cada hora. Sabase, pues, el qu e corresponda a aquel barrio determinado y a aquella hora. Los coches roncaban por las calles vacas, entre casas de vecindad en silencio y a lmacenes cerrados. Las motocicletas marchaban en vanguardia, y el coronel, en el primero de los coches, trataba nuevamente de calcular cmo reaccionaran los Otros ante el victorioso golpe. Un acto de sabotaje en la Jefatura caba dentro de lo posible. Se haban tomado toda s las precauciones; pero era axiomtico, en su oficio, que todas las precauciones eran pocas. Una luz? Por un brevsimo instante, le pareci que una luz haba brillado y se haba apagado en u no de los caserones que haba frente a ellos. Inmediatamente cogi el telfono para av isar a la escolta motorizada. Habl de prisa y en tono de mando. Una de las motocicletas que cerraban la comitiv a se lanz hacia delante a toda velocidad. En el mismo momento, empez a roncar un motor a uno de los lados de la calle (un r onquido casi ahogado por el estruendo de la comitiva en marcha) y un automvil sal i disparado de uno de los callejones laterales. Llevaba los faros apagados, y fue tan sbita su aparicin que nadie pudo darse cuent a cabal de lo que pasaba. Nadie pudo, despus, formarse una idea exacta de los aco ntecimientos. El coche-proyectil, dirigido contra el coche cerrado en que iba la motocicleta que avanzaba. En la colisin que se produjo, la s, su conductor fue lanzado a gran distancia y qued destrozado zada. En cuanto al coche-proyectil, su trayectoria se desvi de ar contra la parte posterior del automvil cerrado. Benes, tropez con moto qued hecha aico y muerto en la cal manera que fue a d

Hubo mltiples colisiones. El coche de Benes perdi la direccin, empez a dar vueltas y fue a estrellarse contra un poste del telfono. El automvil agresor, perdida tambin la direccin, fue a chocar contra un muro de ladrillos y se incendi. El auto del coronel se detuvo. Las motocicletas chirriaron, dieron media vuelta y corrieron hacia atrs. Gonder salt de su automvil, corri hacia el coche destrozado y se asom a la ventanill a.

Owens, conmocionado y con un araazo en un pmulo, pregunt: Qu ha pasado? Por el amor de Dios, dejemos esto! Cmo est Benes? Est herido. Pero, vive? S. Aydeme. Entre los dos incorporaron a Benes y lo sacaron del coche. Benes tena los ojos ab iertos pero empaados, y slo emita sonidos incoherentes. Cmo se encuentra, profesor? Owens dijo rpidamente en voz baja: Se ha dado un fuerte golpe en la cabeza con el tirador de la portezuela. Conmocin cerebral, probablemente. Pero es Benes. Con toda seguridad. Ahora tambin lo s yo! a lanzar. grit Gonder . No sea...!

Y se trag con dificultad la palabr

La puerta del primer coche permaneca abierta. Entre los dos introdujeron a Benes en el automvil y, en el mismo instante, son un disparo de fusil en algn lugar, arri ba. Gonder se lanz dentro del coche, encima de Benes. Largumonos de aqu! chill.

El coche y la mitad de la escolta motorizada emprendieron la marcha. Los dems se quedaron. Numerosos policas se dirigan corriendo al edificio en el que haba sonado el disparo. La luz mortecina del coche incendiado daba a la escena un tono amari llo y siniestro. Empezaba a orse el lejano zumbido de los curiosos que se agolpab an en el lugar. Gonder apoy la cabeza del sabio sobre su regazo. Benes estaba ahora completamente inconsciente; respiraba despacio y tena dbil el pulso. Gonder contemplaba fijamen te a aquel hombre, que poda morir en cualquier momento, y murmuraba desesperadame nte para s: Y casi habamos llegado..., casi habamos llegado! CAPITULO III: JEFATURA Grant estaba slo adormilado cuando llamaron a su puerta. Se levant tambalendose, sa li de su habitacin y avanz descalzo por el fro pasillo, bostezando a ms y mejor. Ya voy!

Sentase amodorrado y quera sentirse as. En el desempeo de su profesin, se haba acostu ado a despertarse del todo ante el menor ruido extrao. Una alerta instantnea. Tmese una buena cantidad de sueo, adasele una pulgarada de ruido, y se obtendr instantneam ente el Quin vive!. Pero ahora no estaba de servicio, y todo esto poda irse al diablo. Qu quiere?

De parte del coronel, seor dijeron al otro lado de la puerta

Abra inmediatamente.

Contra su voluntad, Grant acab de despertarse. Se coloc a un lado de la puerta, bi en pegado a la pared, y abri aqulla todo lo que permita la cadena. Mustreme su carnet de ID(Intelligence Departmen. Servicio de Inteligencia) dijo. Le alargaron una tarjeta; la cogi y volvi a su habitacin. Busc la cartera y sac de el la su identificador. Insert el carnet en l y ley el resultado en la placa translcida . Volvi a la puerta y solt la cadena, apercibido, a pesar suyo, a ver aparecer una p istola o alguna otra seal de hostilidad. Pero el joven que entr pareca totalmente i nofensivo. Tendr que acompaarme a la Jefatura, seor. Qu hora es? Las seis cuarenta y cinco aproximadamente, seor. De la maana? S, seor. Maldita sea! Para qu me necesitan a estas horas? Lo ignoro, seor. Slo cumplo rdenes. Debo insistir en que me acompae, seor. Lo siento. Intent una tmida broma : Tampoco yo tena muchas ganas de levantarme, y aqu estoy. Tengo tiempo para afeitarme y darme una ducha? Pues... Est bien. Tengo, al menos, tiempo para vestirme? S, seor..., pero de prisa! Grant se frot con el pulgar el vello del mentn y se alegr de haberse duchado la noc he anterior. Dme cinco minutos para vestirme y hacer mis necesidades. Ya en el cuarto de bao, grit: A qu viene todo esto? No lo s, seor. A qu Jefatura vamos? No creo que .. Est bien, djelo. El ruido del agua de los servicios impidi momentneamente continuar la conversacin. Grant sali, malhumorado, pero sintindose ya un poco civilizado. Pero vamos a una Jefatura. Ha dicho usted esto, no?

S, seor. De acuerdo, hijo mo e le har pedazos. S, seor. Grant frunci el ceo al detenerse el coche. La maana era gris y hmeda. Presagiaba llu via. Se hallaban en una zona de almacenes destartalados y, medio kilmetro atrs, ha ban cruzado una barrera. Qu ha pasado aqu? haba preguntado Grant, sorprendido. dijo Grant amablemente . Pero le advierto que si pretende engaarm

Pero su acompaante le haba respondido con su acostumbrada expresin hermtica. Se detuvieron, y Grant llev delicadamente su mano a la culata de su enfundado revl ver. Ser mejor que me diga lo que viene ahora. Hemos llegado. Es una instalacin secreta del Gobierno. No lo parece, pero lo es. El joven se ape, y lo propio hizo el conductor. Tenga la bondad de permanecer dentro del coche. Mr. Grant. Ambos se alejaron unos treinta pasos, mientras Grant miraba cautelosamente a su alrededor. El coche sufri una sbita sacudida y Grant perdi por un instante el equil ibrio. Al recobrarlo, se dispuso a abrir la portezuela del automvil, pero se cont uvo, asombrado, al ver que unas paredes lisas se elevaban en torno de l. Tard unos segundos en darse cuenta de que se estaba hundiendo con el coche, de qu e ste haba sido colocado en la plataforma de un ascensor. Pero cuando lo hubo comp rendido era ya demasiado tarde para intentar salir de all. En lo alto, se cerr una trampa, y durante un rato rein una oscuridad absoluta. Gra nt encendi los faros del coche, pero la luz rebot intilmente en la curva de pared a scendente. Nada poda hacer, y esper durante tres interminables minutos. Entonces, el ascensor se detuvo. Se abrieron dos grandes puertas. Grant tens sus msculos, apercibido para la accin. Pero los distendi inmediatamente. Un MP un verdadero MP(Military Police. Polica Mil itar), con autntico uniforme militar le estaba esperando en un "scooter". El hombr e luca en el gorro las iniciales FDMC. El "scooter" llevaba idntica inscripcin. Automticamente, Grant busc el sentido de las iniciales. Fuerzas de Defensa de Montaa Centralizadas pens . Fbricas del Departamento de Marina Costera. Cmo? dijo en voz alta, pues no haba entendido lo que le deca el MP.

Si tiene usted la bondad de subir, seor... l asiento vaco. Desde luego. Es un bonito lugar. S, seor.

repiti el MP con rgida cortesa, sealndol

Qu extensin tiene? Cruzaban una zona cavernosa y desierta, con camiones y coches alineados junto a los muros, todos ellos con la inscripcin FDMC. Es muy grande dijo el MP.

Esto es lo que ms me gusta de todos ustedes dijo Grant . Siempre dispuestos a facilitar datos valiosos. El vehculo subi por una rampa suave a otro piso, ste sumamente poblado. Individuos uniformados, de ambos sexos, se movan presurosamente de un lado a otro, y todo el lugar respiraba una atmsfera indefinible, pero indudable, de agitacin. Los ojos d e Grant tropezaron con una muchacha vestida con lo que pareca un uniforme de enfe rmera (con las letras FDMC primorosamente bordadas sobre la curva del pecho) y r ecord los planes que haba empezado a hacer la noche anterior. Si se trataba de una nueva misin... El vehculo gir bruscamente y se detuvo delante de una mesa. El MP se ape. Charles Grant, seor dijo.

El oficial sentado detrs de la mesa permaneci impasible ante la informacin. Nombre? pregunt. respondi ste , tal como acaba de decirle este amable caballero.

Charles Grant

El carnet de ID, por favor. Grant se lo entreg. Llevaba slo un nmero en relieve, al que el oficial dedic una bre ve mirada. Despus insert el carnet en el Identificador que haba sobre la mesa, mien tras Grant lo observaba sin gran inters. Era exactamente igual que su Identificad or de bolsillo, aunque mayor, acromeglico. La pantalla gris y anodina se ilumin, y apareci en ella su propio retrato, de frente y de perfil, con su aspecto amenaza dor de gngster, segn pensaba siempre Grant.

Dnde estaba la mirada abierta y franca? Dnde la simptica sonrisa? Dnde los hoyuelos de las mejillas que enloquecan, s, seor, que enloquecan a las muchachas? Slo quedaban la s cejas fruncidas, que le daban aquel aspecto terrible. Era sorprendente que pud iesen reconocerle. Sin embargo, el oficial le reconoci y, por lo visto, sin el menor esfuerzo: una s imple mirada a la foto y otra mirada a Grant. El hombre sac el carnet, se lo devo lvi e indic con un ademn que podan seguir. El scooter torci a la derecha, pas bajo un arco y enfil un largo pasadizo, reservad o al trnsito y con espacio sealado para dos vehculos en ambas direcciones. El trfico era muy intenso, y Grant era la nica persona que no vesta uniforme. A intervalos casi hipnticamente regulares, abranse puertas a ambos lados de la va, con aceras para peatones adosadas a los muros. stas estaban menos concurridas. El "scooter" se dirigi a otro arco, en el que haba un rtulo que deca: Departamento mdi co.

Un MP de servicio en una garita elevada, como las de los policas de trfico, accion un interruptor. Se abrieron unas pesadas puertas de acero, y el "scooter" las cr uz y se detuvo. Grant se pregunt debajo de qu parte de la ciudad estara en aquel momento. El rostro del hombre con uniforme de general que avanzaba rpidamente a su encuent ro, parecile vagamente familiar. Lo reconoci sin lugar a dudas cuando le tendi la m ano. Crter, no? Nos vimos en el Transcontinental hace un par de aos. Por aquel entonces no vesta usted uniforme. Hola, Grant. Oh, al diablo el uniforme! Lo llevo slo aqu, por cuestin de prestigio. Es la nica manera de establecer una cadena de mando. Venga conmigo, "Granito Gran t...", no era as como le llamaban? Pues..., s. Cruzaron una puerta y entraron en lo que era visiblemente una sala de operacione s. Grant mir por la ventanilla de observacin y vio el acostumbrado espectculo de un os hombres v mujeres vestidos de blanco, en un ambiente de asepsia casi tangible v rodeados de duros resplandores de metal, agudo y fro; y todo ello absorbido ha sta hacerlo insignificante por esa proliferacin de instrumentos electrnicos que ha ba convertido la medicina en una rama de la ingeniera. En aquel momento introducan una mesa de operaciones, v un mechn de pelo gris se de stacaba de la blanca almohada. Entonces tuvo Grant su peor sobresalto. Benes? Benes murmur. respondi el general Crter, con voz destemplada.

Qu le ha pasado? Que al fin lo pillaron. Por nuestra culpa. Vivimos en la era de la electrnica, Gr ant. Todo cuanto hacemos, lo hacemos por medios transistorizados. Nos libramos d e nuestros enemigos manipulando una corriente electrnica. Tenamos todo el trayecto vigilado con todos los medios a nuestro alcance, pero slo contra enemigos electr o-nieados. No pensamos en un automvil con un hombre al volante, ni con fusiles con gatillos manejados por el hombre. Supongo que no habrn cogido vivo a ninguno. A ninguno. El hombre que iba al volante muri en el acto. Los otros fueron muertos por nuestras balas. Por nuestra parte, tuvimos tambin algunas bajas. Grant volvi a mirar hacia abajo. El rostro de Benes tena la expresin vaca que solemo s asociar con los potentes sedantes. Presumo que, si est vivo, queda todava alguna esperanza. Est vivo. Pero la esperanza es poca. Tuvo alguien ocasin de hablar con l? pregunt Grant.

Un tal Owens, capitn William Owens. Acaso le conoce?

Grant movi la cabeza. Slo vi de refiln, en el aeropuerto, a alguien a quien Gonder dio este nombre. Owens habl con Benes dijo Crter , pero no obtuvo ninguna informacin importante Gonder tambin habl con l. Y usted, ms que nadie. Le dijo algo? No, seor. Y si lo hubiese hecho no habra entendido una palabra. Mi misin consista en traerlo a este pas, y nada ms. Desde luego. Pero usted habl con l, y pudo decirle algo, aun sin proponrselo. Si lo hizo, me entr por un odo y me sali por el otro. Pero no creo que lo hiciera. El que ha vivido en el Otro Lado se ha acostumbrado a cerrar el pico. Crter lanz un bufido. Huelgan sus muestras de superioridad, Grant. En este lado, sufren ustedes idntica instruccin. Si no lo sabe .. Perdn, no deb decir esto. Olvdelo, general dijo Grant, encogindose de hombros para dejar zanjada la cuestin.

Bueno, lo cierto es que no habl con nadie. Fue puesto fuera de combate antes de q ue pudiramos sacarle lo que pretendamos. Para esto, hubiese podido quedarse en el Otro Lado. Mientras venamos dijo Grant , cruzamos una barrera de policas...

All ocurri la cosa. Cinco manzanas ms, y lo habramos tenido aqu, sano y salvo. Y qu es lo que tiene? Una lesin en el cerebro. Tenemos que operar, y por esto le necesitamos a usted. A m? bro soy

dijo Grant, con voz estentrea . Escuche, general: en cuestiones de ciruga del cer

como un recin nacido. Me tumbaron al estudiar el cerebelo en la vieja Universidad del Estado. Crter no replic, y al propio Grant le parecieron huecas sus palabras. Venga conmigo dijo Crter.

Grant le sigui. Cruzaron una puerta, pasaron por un breve corredor y entraron en otra estancia. La Sala Central de Control dijo Crter, brevemente.

Las paredes estaban cubiertas de pantallas de televisin. La silla del centro esta ba medio rodeada por un tablero semicircular de interruptores, montado en acentu ada pendiente. Crter se sent y Grant permaneci en pie. Deje que le explique la esencia de la situacin specie de empate entre Nosotros y Ellos. Desde luego. Y as ha sido durante mucho tiempo. dijo Crter . Ya sabe que existe una e

Sin embargo, este equilibrio de fuerzas no es mala cosa. Rivalizamos y no ganamo s para sustos, pero de esta manera hemos progresado mucho. Los dos. Pero si el e quilibrio se rompe tiene que romperse a favor nuestro. Supongo que lo comprende, no? Creo que s, general dijo Grant, secamente.

Benes representa la posibilidad de esta ruptura. Si pudiera decirnos lo que sabe ... Puedo hacerle una pregunta, seor? Diga. Qu es lo que sabe? Qu clase de cosa? Todava no. Todava no. Espere un momento. La naturaleza exacta de la informacin no e s lo ms importante en este instante preciso. Djeme proseguir. Si pudiera decirnos lo que sabe, el equilibrio se rompera a nuestro favor. Si muriese, o incluso si s anase pero no pudiese darnos la informacin debido a su lesin, cerebral, entonces c ontinuara el empate. Aparte del humanitario dolor por la prdida de una mente privilegiada dijo Grant , podramos decir que el mantenimiento del equilibrio no sera una desgracia tan grand e. En efecto, si la situacin es la que acabo de exponerle. Pero puede no serlo. Por qu? _ Piense en Benes. Tiene fama de moderado, pero no existe el menor indicio de qu e haya tenido dificultades con su Gobierno. Durante un cuarto de siglo, dio plen as muestras de lealtad y recibi un trato excelente. De pronto, deserta... Porque quiere deshacer el equilibrio con ventaja para nosotros. Quiere realmente esto? Tambin es posible que, antes de darse cuenta de todas las c onsecuencias, revelase al Otro Lado lo bastante para darles la delantera. Entonc es pudo advertir que, sin proponrselo deliberadamente, haba puesto el dominio mund ial en manos de su propio bando, y tal vez las virtudes de ste no le satisfacan lo bastante para sentirse tranquilo. Y venir a nosotros, no para darnos la victori a, sino para que nadie se alzase con ella. Dicho de otro modo, habra venido a nos otros para mantener el equilibrio. Hay algn indicio de esto, seor? Ninguno dijo Crter . Pero debe usted comprender que es una posibilidad, y que tampoc o hay la menor prueba de que no sea as. Prosiga. Si la cuestin de la vida o la muerte de Benes significase un dilema entre nuestra victoria total y la continuacin del empate, podramos arreglarnos. La prdida de est a oportunidad de un triunfo total sera una vergenza, pero tal vez maana se nos pres entase otra ocasin. Sin embargo, podemos encontrarnos ante una alternativa entre el empate y la derrota total, y esta ltima hiptesis es sencillamente intolerable. D e acuerdo? Desde luego.

As, pues, mientras exista la menor posibilidad de que la muerte de Benes ocasione nuestra derrota total, esta muerte debe ser evitada a cualquier precio, a toda costa y a todo riesgo. Presumo que si me ha dado toda esta explicacin, general, es porque va a pedirme q ue haga algo. En realidad, me he jugado la vida para evitar peligros mucho menor es que el de una derrota total. Si quiere que le confiese la verdad, nunca me ha divertido; pero lo he hecho. Sin embargo, qu puedo hacer en una sala de operacion es? Cuando ayer necesit un aposito sobre las costillas, Benes tuvo que ponrmelo. Y , en comparacin con otros aspectos de la tcnica mdica, soy un as poniendo vendas. Cr ter tampoco replic esta vez. Gonder lo ha recomendado para esto. En primer lugar, por cuestin de principios. L e considera un hombre extraordinariamente capaz. Y yo tambin. Menos coba, general. Me irrita. Maldicin! No le estoy lisonjeando, sino que le estoy explicando algo. Gonder le co nsidera un hombre capacitado en general, pero tambin estima que su misin ha quedad o incompleta. Tena que traernos a Benes sano y salvo, y esto no se ha logrado. Estaba sano y salvo cuando fui relevado por el propio Gonder. Sin embargo, ahora no lo est. Est apelando a mi orgullo profesional, general? Llmelo as, si quiere. De acuerdo. Sostendr el escalpelo. Enjugar el sudor de la frente del cirujano. Inc luso les guiar el ojo a las enfermeras. Creo que esto es cuanto soy capaz de hacer en una sala de operaciones. No estar solo. Formar parte de un equipo. Lo supona dijo Grant . Alguien tendr que manejar el escalpelo. Yo me limitar a soste ner la bandeja. Crter accion unos cuantos interruptores con pulso seguro. En una de las pantallas de televisin aparecieron inmediatamente dos caras provistas de gafas oscuras. Est aban inclinadas con gran atencin sobre un rayo lser, cuya roja luz fue adelgazndose hasta adquirir el grosor de un hilo. Despus la luz se apag y los dos personajes s e quitaron las gafas. se es Peter Duval No; lo siento. Es el mejor neurocirujano de todo nuestro pas. Y quin es la chica? Su ayudante. Ah! No est pensando siempre en lo mismo. Es un tcnico sumamente competente. El entusiasmo de Grant baj unos grados. dijo Crter . Oy hablar alguna vez de l?

Lo creo, seor. Dice que vio a Owens en el aeropuerto? Slo un momento, seor.

Tambin l estar con usted. Y nuestro jefe del Departamento Mdico. l les dar instruccio es. Otra rpida manipulacin en el tablero, y esta vez la pantalla de televisin emiti el g rave zumbido indicador de la conexin del sonido en ambas direcciones. Una simptica cabeza calva apareci en primer trmino, sobre la intrincada red de un s istema circulatorio que llenaba la pared a su espalda. Crter llam: Max! Michaels mir hacia arriba. Entorn los prpados. Tena una expresin bastante apagada. Dgame, Al. Grant est a su disposicin. Apresrese. Tenemos poco tiempo. Cierto. Ir a buscarle. La mirada de Michaels se encontr con la de Grant. El hombre dijo, hablando muy despacio : Espero que est dispuesto, Mr. Grant, a participar en el ms extraordinario experimento de toda su vida. O de la vida de cualquiera. CAPITULO IV: INSTRUCCION Grant se encontr en el despacho de Michaels, contemplando boquiabierto el mapa de l sistema circulatorio. Es un lo de mil demonios dijo Michaels , pero es un verdadero mapa del territorio. Cada trazo es una carretera; cada punto de unin, una encrucijada. Es tan intrinc ado como un mapa de carreteras de los Estados Unidos. O todava ms, porque est en tr es dimensiones. Dios mo! Cien mil millas de vasos sanguneos. Ahora no ve gran cosa, porque la mayora de aqul los son microscpicos y se requiere un aumento considerable para verlos; pero jntel os y forme una lnea nica, y podr dar con ello? cuatro vueltas a la Tierra o, si lo prefiere, llegar casi a mitad de camino de la Luna. Ha dormido, Grant? Unas seis horas. Tambin di unas cabezadas en el avin. Estoy en forma. Est bien. Podr comer, afeitarse y atender a otras cosas por el estilo, si lo cree necesario. Ojal hubiese podido yo dormir. Pero, en cuanto hubo dicho esto, levant u na mano . No quiero decir con esto que no me halle tambin en forma. No me quejo. Ha tomado morfgeno? Ignoro lo que es esto. Una especie de droga? S. Relativamente nueva. Dormir no es lo ms necesario, sabe? En realidad, cuando uno duerme, no descansa mucho ms de lo que descansara permaneciendo cmodamente tumbado y con los ojos abiertos. Tal vez, incluso, descansa menos. Lo que necesitamos s on los sueos. Precisamos de un tiempo para soar. En otro caso, se quiebra la coord

inacin cerebral y uno empieza a sufrir alucinaciones y acaba por morir. Y el morfgeno nos hace soar, no es esto? Exactamente. Proporciona media hora de sueos intensos, y uno queda listo para tod o el da. Sin embargo, le aconsejo que se abstenga de emplearlo, salvo en caso de extrema necesidad. Por qu? Le deja a uno fatigado? No. No precisamente fatigado. Lo que ocurre es que los sueos son malos. El morfgen o vaca la mente; la limpia de los desperdicios acumulados durante el da; y es una dura experiencia. Mejor que no lo pruebe. Yo tuve que hacerlo. Haba que preparar el mapa y me he pasado toda la noche en vela. Ese mapa? Es el sistema circulatorio de Benes hasta el ltimo capilar, y he tenido que estud iarlo a fondo. Aqu arriba, casi en el centro del crneo y muy cerca de la pituitari a, est localizado el cogulo de sangre. Y es esto lo grave? S. Todo lo dems puede remediarse fcilmente. El magullamiento general y las contusio nes, el shock, la conmocin. Pero no el cogulo, salvo quirrgicamente... y de prisa! Cunto tiempo cree que puede aguantar, doctor Michaels? No lo s. Confo en que no sea fatal durante algn tiempo, pero podra producirse una ir remediable lesin cerebral mucho antes de que sobreviniese la muerte. Nuestra gent e espera milagros de Benes y ha sido muy vapuleada. Crter, en particular, ha reci bido un duro golpe. Y le necesita a usted. Quiere decir que piensa que los del Otro Lado harn un nuevo intento? l no lo dice, pero sospecho que es esto lo que teme y que sta es la razn de que qui era tenerle a usted en su equipo. Grant mir a su alrededor. Hay algn motivo para pensar que han entrado en este lugar, que tienen agentes en l? No, que yo sepa; pero Crter es un hombre muy receloso Creo que piensa en la posib ilidad de un asesinato mdico. Duval? Michaels se encogi de hombros. Es un tipo poco simptico, y el instrumento que emplea puede causar la muerte si s e desva una centsima de milmetro. Y cmo se puede impedir? No se puede. Entonces empleen a otra persona; alguien en quien puedan confiar. Nadie ms que l tiene la habilidad necesaria. Y Duval est aqu, con nosotros. Y, a fin de cuentas, no hay la menor prueba de que no sea absolutamente leal.

Pero si me colocan al de observarle de cerca, est haciendo, ni si lo s que me desmaye cuando

lado de Duval, como una especie de enfermero, con la misin no veo que pueda ser de ninguna utilidad. No sabr lo que hace honrada y correctamente. En realidad, lo ms probable e vea abrir el crneo. . El coguno lo puede ser alcanzado desde fuera. E

No le abrir el crneo dijo Michaels n esto se muestra concluyente. Entonces... Llegaremos a l por el interior.

Grant frunci las cejas y movi la cabeza lentamente. La verdad es que no entiendo una palabra. Michaels dijo pausadamente: Todos los dems que participan en este proyecto, Mr. Grant, conocen la materia y s aben exactamente lo que tienen que hacer. Usted es un profano, y no resulta fcil ponerle al corriente. Sin embargo, debo hacerlo. Tengo que familiarizarle con ci erto trabajo terico realizado en esta institucin. Los labios de Grant experimentaron un sbito temblor. Lo siento, doctor, pero acaba usted de pronunciar una fea palabra. Mientras estu ve en el instituto, destaqu en el ftbol y no me fue mal con las chicas. En cuanto a la teora, no pierda el tiempo conmigo. Conozco su historial, Mr. Grant, y s que exagera. Sin embargo, no quiero herir su amor propio acusndole de inteligente e instruido, ni siquiera hablando en confia nza. No me extender en teoras, sino que le informar, sin ellas, del meollo de la cu estin. Supongo que habr observado nuestra insignia: FDMC. Desde luego. Y tiene idea de lo que significa? He intentado adivinarlo. Qu le parece Federacin de Dementes Marcianos y Compaa? Se me ha ocurrido otro ttulo mejor, pero no es apto para la Prensa. En realidad, significan Fuerzas Disuasorias de Miniaturizacin Combinadas. Lo cual tiene an menos sentido de lo que yo dije. Se lo explicar. Ha odo hablar alguna vez del debate sobre miniaturizacin? Grant pens unos momentos. Recuerdo que, cuando estaba en el instituto, dedicamos a ello un par de sesiones de la clase de fsica. Entre otros tantos partidos de ftbol? S. En realidad, fue a ratos perdidos. Si no recuerdo mal, un grupo de fsicos soste na que podan reducir el tamao de los objetos en cualquier proporcin, y fueron acusad os de fraude. Bueno, tal vez no de fraude, pero s de estar en un error. Recuerdo que el profesor expuso varios argumentos encaminados a demostrar la imposibilida d de reducir a un hombre al tamao, digamos, de un ratn, sin que perdiese su calida

d de hombre. s? Lo mismo se hizo en todos los institutos del pas. Recuerda alguna de las objecione

Creo que s. La reduccin del tamao puede intentarse de dos maneras. O comprimiendo t odos y cada uno de los tomos del objeto, o suprimiendo tomos en la proporcin requer ida. Para juntar los tomos, venciendo las fuerzas de repulsin interatmmicas, se req uerira una presin extraordinaria. Todas las presiones contenidas en el centro de Jp iter seran insuficientes para reducir a un hombre al tamao de un ratn. Me explico? Con claridad difana. Y, aunque se lograse, la presin matara a cualquier ser viviente. Aparte de esto, u n objeto reducido en su tamao mediante la compresin de sus tomos, conservara toda su masa original, y un objeto del tamao de un ratn con la masa de un hombre sera muy difcil de manejar. Sorprendente, Mr. Grant. Debi de divertir no poco a sus amiguitas con esta romntic a historia. Y el otro mtodo?

El otro mtodo consiste en suprimir tomos en la proporcin exacta, de modo que la mas a y el tamao del objeto disminuyan, permaneciendo constante la relacin entre las p artes. Ahora bien, para reducir a un hombre al tamao de un ratn, habra que conserva r nicamente un tomo de cada setenta mil, pongo por caso. Si esto se aplica al cere bro, lo que quedara del cerebro humano sera apenas ms complicado que el cerebro de un ratn. Adems, cmo volver el objeto a su tamao natural, segn pretendan hacer aquellos qumicos? Cmo recuperar los tomos y situarlos de nuevo en su debido lugar? Perfecto, Mr. Grant. Y, sin embargo, cmo pudieron creer algunos fsicos famosos que la miniaturizacin era posible? Lo ignoro, doctor. Lo nico que s es que no se habl ms del asunto. Debido, en parte, a que nuestros colegas, obedeciendo rdenes superiores, destruye ron aparentemente la teora. Pero la tcnica prosigui de un modo subterrneo, tanto aqu como en el Otro Lado. Aqu, literalmente: en este subterrneo. Michaels golpe casi co n furia la mesa que tena delante . Aqu se dan cursos especiales sobre tcnica de minia turizacin, para fsicos graduados que no podran seguirlos en ningn otro lugar, except o en escuelas anlogas del Otro Lado. La miniaturizacin es absolutamente posible, p ero no por los mtodos que usted ha descrito. Mr. Grant, ha visto usted ampliacione s fotogrficas? O reducciones al tamao de microfilm? Desde luego. Entonces le dir, prescindiendo de teoras, que el mismo procedimiento puede aplicar se a los objetos tridimensionales, incluso al hombre. Somos miniaturizados, no c omo objetos, sino como imgenes; como imgenes tridimensionales manipuladas desde fu era del universo de espacio-tiempo. Grant sonri. Bueno, maestro; esto no son ms que palabras.

S; pero usted no quera teoras, verdad? Lo que los fsicos descubrieron hace diez aos f e la utilizacin de un hiperespacio, es decir, de un espacio con ms de las tres dim ensiones espaciales ordinarias. El concepto es casi inaprehensible; las matemtica s estn casi fuera de nuestra comprensin; pero lo curioso es que puede hacerse. Los objetos pueden ser miniaturizados. Ni suprimimos tomos, ni los comprimimos, sino que reducimos tambin el tamao de los tomos. Lo reducimos todo, y la masa decrece a

utomticamente. Cuando lo deseamos, devolvemos al objeto su tamao primitivo. Habla usted en serio? dijo Grant . Quiere decir que podemos reducir realmente un homb re al tamao de un ratn? En principio, podemos reducir un hombre al tamao de una bacteria, de un virus, de un tomo. Tericamente, la miniaturizacin no tiene lmite. Podramos reducir un ejrcito, con todos sus hombres y su equipo, de modo que cupieran dentro de una caja de ce rillas. Tericamente, pues, podramos enviar esta caja de cerillas al lugar convenie nte y poner el ejrcito en accin despus de devolverle su tamao natural. Comprende el a lcance que tiene esto? Y, si no he entendido mal dijo Grant , tambin los del Otro Lado pueden hacerlo.

Estamos seguros de que s... Pero dejemos esto, Grant. Las cosas marchan a toda ve locidad, y disponemos de poco tiempo. Venga conmigo. **** ** ****

Siempre venga por aqu y venga por all. Desde que le haban despertado por la maana, Gr no haba podido permanecer ms de quince minutos en el mismo sitio. Esto le fastidiaba, pero no vea la manera de evitarlo. Obedeca todo a un pla n deliberado para no dejarle tiempo para reflexionar? Adonde pensaba enviarle? Ah ora se hallaba en el "scooter" en compaa de Mi chaels. ste conduca el vehculo como un veterano. Si Ellos y Nosotros lo tenemos, las fuerzas se neu tralizan S dijo Michaels . Hay una pega. S? Durante diez aos, hemos estado trabajando para aumentar la proporcin, para alcanza r un mayor grado de miniaturizacin, y tambin de expansin, pues todo consiste en inv ertir el supercampo. Desgraciadamente, hemos llegado en esta direccin a los lmites teorticos. Cmo son? No muy favorables. Aqu interviene el Principio de Incertidumbre. La extensin de la miniaturizacin, multiplicada por la duracin de sta, empleando naturalmente las deb idas unidades, es igual a una expresin que contiene la constante de Plae. Si un ho mbre es reducido a la mitad de su tamao, puede mantenerse as durante siglos. Si es reducido al tamao de un ratn, slo puede durar unos das en este estado. Si lo reduci mos al tamao de una bacteria, la duracin ser slo de horas. Despus, aumentar de nuevo d e tamao. Pero podr ser nuevamente reducido. Slo despus de un largo intervalo. Quiere que le d algunos datos matemticos? No. Me basta con su palabra. Haban llegado al pie de una escalera automtica. Mi thaels lanz un dbil gruido de cans ancio y se ape. Grant salt por encima de la portezuela. Se apoy en la barandilla, mientras la escalera aseen da majestuosamente. dijo Gant.

, pero el caso es que la sitacin no favorece a ninguno de los bandos

Y qu es lo que ha descubierto Benes? Dicen que afirma haber vencido el Principio de Incertidumbre. Segn l, conoce la ma nera de mantener indefinidamente la miniaturizacin. No parece usted muy convencido. Michaels se encogi de hombros. Soy bastante escptico. Si aumenta simultneamen te la intensidad de la miniaturizac in y la duracin de sta, tiene que ser a expensas de algo ms, pero que me aspen si te ngo la menor idea de lo que esto puede ser. Tal vez se reduce todo a que yo no s oy Benes. En todo caso, l afirma que puede hacerlo, y no podemos correr el riesgo de no creerle. Como tampoco pueden correrlo los del Otro Lado; por esto han tra tado de matarle. Haban llegado a lo alto de la escalera y Michaels se haba detenido un momento para completar su explicacin. Luego retrocedi hasta otra escalera para subir al piso s uperior. Ahora ya sabe usted, Grant, lo que hemos de hacer: salvar a Benes. Por qu? Por la informacin que posee. Y cmo? Valindonos de la miniaturizacin. Por qu hemos de valemos de la miniaturizacin? Porque el cogulo del cerebro no puede ser alcanzado desde fuera. Ya le haba dicho esto. Por consiguiente, miniaturizaremos un submarino, lo inyectaremos en una ar teria y, con el capitn Owens en las mquinas y yo como piloto, viajaremos hasta el cogulo. All, Duval y su ayudante, Miss Peterson, realizarn la operacin. Grant abri unos ojos como naranjas. Y yo? Usted vendr con nosotros como miembro de la tripulacin. Su presunta funcin ser la in speccin general. Grant estall: No cuenten conmigo. Jams me prestara a una cosa as. Ni pensarlo! Dio media vuelta y empez a bajar por la escalera ascendente, con efecto casi nulo . Michaels le sigui; pareca divertido. Su oficio es correr riesgos, no? Riesgos de mi propia eleccin. Riesgos a los que est habituado. Riesgos con los que sea capaz de enfrentarme. Dme, para pensar en la miniaturizacin, el mismo tiempo que ha pasado usted pensando en ella, y tal vez me arriesgue. Mi querido Grant, nadie le ha pedido que se ofrezca como voluntario. Tengo enten dido que le ha sido asignada esta misin. Y yo acabo de explicarle su importancia. A fin de cuentas, yo tambin voy, y no soy tan joven como usted ni he jugado nunc a al ftbol. En realidad, confiaba en que usted me infundira valor para el viaje, y a que el valor es su especialidad. En este caso, soy un psimo especialista ancia, dijo : Quiero caf. murmur Grant. Y tontamente, casi con petul

Permaneci quieto y dej que la escalera lo llevara de nuevo hacia arriba. Cerca del trmino de la escalera automtica haba una puerta con el rtulo: Saln de conferencias. E traron.

Grant se dio cuenta por etapas del contenido de la estancia. Lo que primero vio fue que, en uno de los extremos de la larga mesa que ocupaba el centro de la hab itacin, haba una cafetera de varios brazos y, junto a ella, una bandeja de bocadil los. Dirigise inmediatamente a aquella punta de la mesa, y slo despus de beber media taz a de caf caliente y de engullir un pedazo de bocadillo tamao Grant, advirti el segund o artculo. Era nada menos que la ayudante de Duval haban dicho que se llamaba Miss Peterson? u na joven de aspecto preocupado, pero muy hermosa y que se mantena terriblemente c erca de Duval. Grant tuvo al instante la impresin de que no iba a gustarle el cir ujano, y slo despus de esto empez a captar el resto de lo que haba en la estancia. Un coronel permaneca sentado a un extremo de la mesa y pareca enojado. Con una de sus manos daba vueltas lentamente a un cenicero, mientras la ceniza de su cigarr illo iba a parar al suelo. Deca enfticamente a Duval: Creo que he dejado claramente expuesta mi actitud. Grant reconoci al capitn Owens, de pie bajo el retrato del presidente. La animacin y el aspecto sonriente que le haba visto en el aeropuerto haban desaparecido; luca un morado en uno de los pmulos. Pareca nervioso e inquieto, y Grant lo comprendi pe rfectamente. Quin es el coronel? pregunt en voz baja al Michaels.

Donald Reid, mi nmero correlativo en el campo militar, al otro lado de la valla. Parece enfadado con Duval. Siempre lo est. Y hay muchos como l. Duval tiene pocas simpatas. Grant iba a replicar: Ella no parece sentir igual; pero la idea le pareci mezquina y se trag las palabras. Vaya mueca! Qu vera en aquel solemne carnicero? Reid hablaba sin alzar la voz, dominando cuidadosamente el tono. Y, aparte de esto, doctor, qu hace ella aqu? Miss Cora Peterson respondi framente Duval es mi ayudante. Dondequiera que yo vaya , profesionalmente, ella me acompaa, profesionalmente. Es una misin peligrosa... Y Miss Peterson se ha ofrecido a participar en ella, conociendo perfectamente el riesgo. Muchos hombres, competentsimos, se han ofrecido tambin como voluntarios. Habra meno s complicaciones si le acompaara uno de estos hombres. Le asignar uno. No me asignar ninguno, coronel, porque, si lo hace, no ir, y no habr fuerza en el m undo capaz de llevarme. Ella conoce lo bastante mi manera de actuar para desempea r su funcin sin necesidad de que le d instrucciones, anticipndose a mis rdenes y fac ilitndome lo necesario sin que se lo pida. No aceptar a un desconocido a quien tenga que hablarle a gritos. No puedo hacerme responsable del xito si he de perder un se gundo discutiendo con mi tcnico; y no aceptar ninguna misin, si no tengo las manos li bres para hacer las cosas a mi manera y con las mayores probabilidades de triunf o.

Grant mir de nuevo a Cora Peterson. sta pareca vivamente turbada; sin embargo, mira ba a Duval con la misma expresin que haba visto una vez en los ojos de un sabueso del que tiraba un nio al salir de la escuela. Y esto le pareci sumamente enfadoso. Michaels terci en la discusin en el momento en que Reid se levantaba furioso. Yo opino, Don, que, ya que el xito de la operacin depende principalmente del docto r Duval, y que, de hecho, no podemos imponerle ahora nuestra voluntad, lo mejor ser complacerle en este particular... sin perjuicio de las ulteriores acciones qu e procedan. Estoy dispuesto a asumir la responsabilidad. Grant comprendi que con ello ofreca una salida airosa a Reid, el cual, mal que le pesara, tendra que aceptar. Reid golpe la mesa con la palma de la mano. Est bien dijo . Pero que conste en acta mi oposicin.

Y volvi a sentarse, temblndole los labios. Duval se sent tambin, despreocupadamente. Grant se dispuso a acercar una silla a C ora, pero sta se le anticip y se sent antes de que pudiera hacerlo. Doctor Duval dijo Michaels , le presento a un joven que va a acompaarnos. . Es mi nico ttulo.

El forzudo del grupo

dijo Grant

Duval levant unos ojos indignados y se limit a un brevsimo movimiento de cabeza en direccin a Grant. sa es Miss Peterson. Grant sonri ampliamente. Ella no sonri en absoluto, y dijo: Mucho gusto. Hola dijo Grant, el cual baj los ojos para mirar lo poco que quedaba de su segund o bocadillo, y, al ver que nadie ms coma, lo dej correr. En aquel momento entr Crter, caminando de prisa y saludando vagamente a un lado y a otro. Quiere acercarse, capitn Owens? Y usted, Grant. Owens se acerc a la mesa de mala gana y se sent frente a Duval. Grant cogi una sill a a cierta distancia y advirti que, si miraba a Crter, poda ver el rostro de Cora d e perfil. Poda un trabajo ser absolutamente malo si ella participaba en l? Michaels, que se sent al lado de Grant, se inclin para murmurarle al odo: No es mala idea llevar una mujer. Su presencia puede picar el amor propio de los hombres. Y a m me gus tara. Se inclin usted por esto a su favor? No. Duval hablaba en serio. Sin ella, no ira.

Le es hasta tal punto necesaria? Tal vez no. Pero es muy terco cuando se propone algo. Sobre todo cuando se trata de ir contra Reid. No se tienen mucha simpata. Crter dijo: Vayamos al asunto. Pueden ustedes comer o beber, si lo desean, mientras se desar rolla la sesin. Tiene que hacer alguno de ustedes alguna observacin urgente? Grant dijo, de pronto: Yo no me he ofrecido voluntario, general. Renuncio al cargo y le ruego que busqu e un sustituto. No es usted un voluntario, Grant, y su renuncia queda rechazada. Caballeros, y M iss Peterson, Mr. Grant ha sido elegido para formar parte de la expedicin, por di versas razones. Ante todo, fue l quien trajo a Benes a este pas, desempeando la mis in con habilidad insuperable, Todos los ojos se volvieron a Grant, el cual se ech a temblar ante la perspectiva de una amable salva de aplausos. Pero nadie aplaudi, y se qued tranquilo. Crter prosigui: Es tcnico en comunicaciones y posee una gran experiencia como hombre rana. Tiene un magnfico historial de flexibilidad y astucia, y es profesionalmente capaz de t omar decisiones instantneas. Por este motivo, le conferir un poder decisorio para las cuestiones que puedan surgir una vez comenzado el viaje. Lo han comprendido b ien? Por lo visto lo haban comprendido, y Grant, mirndose muy compungido las puntas de los dedos, dijo: Si no he entendido mal, cada uno de ustedes har el trabajo que le corresponde, mi entras que yo cuidar de los casos de emergencia. Lo siento, pero quiero que const e en acta que no me considero calificado para esta misin.

Se har constar la declaracin dijo Crter, imperturbable , y ahora, prosigamos. El capit Owens ha elegido un submarino experimental de investigacin, oceangrafica. No es l a embarcacin ideal para la tarea de que se trata; pero lo tenemos a mano y, adems, no existen otras embarcaciones ms adecuadas que l. El propio Owens cuidar, natural mente, del manejo de su barco: el "Proteus". El doctor Michaels ser su piloto. Ha preparado y estudiado el mapa del sistema cir culatorio de Benes, sobre el cual hablaremos dentro de poco. El doctor Duval y s u ayudante se encargarn de la intervencin quirrgica: la extirpacin del cogulo. Todos ustedes conocen la importancia de esta misin. Nosotros esperamos que la oper acin tenga xito y que todos regresen sanos y salvos. Existe la posibilidad de que Benes muera en el curso de la intervencin; pero, si sta no se realiza, su muerte e s segura. Tambin es posible que el submarino se pierda; pero, dadas las circunsta ncias, hay que arriesgar el barco y su tripulacin. El precio puede ser grande; pe ro la ganancia a obtener, no slo por las FDMC, sino por toda la Humanidad, es tod ava mayor. Ya, camarada murmur Grant entre dientes.

Cora Peterson capt su observacin y le dirigi una mirada penetrante por entre sus ne gras pestaas. Grant se ruboriz.

Mustreles el plano, Michaels

dijo Crter.

Michaels puls un botn del instrumento que tena ante l, e inmediatamente se ilumin la pared con el mapa tridimensional del sistema circulatorio de Benes, que Grant ha ba visto en el despacho de Michaels. Slo que ahora pareci avanzar hacia ellos y agr andarse mientras Michaels haca girar un disco. Al margen de la red circulatoria p ercibase claramente la silueta de una cabeza y de un cuello. Los vasos sanguneos se destacaban con un brillo casi fosforescente, y seguidament e aparecieron unas lneas cuadriculadas. Entonces apareci en el campo una flecha ne gra y muy fina, impulsada por el aparato sealador que manejaba Michaels. ste no se levant, sino que permaneci sentado en su silla, con un brazo apoyado en el respal do. El cogulo dijo est aqu.

Grant no haba podido verlo antes de que se lo sealasen; pero ahora que la flecha s ealaba delicamente sus lmites, s que vio el menudo y slido nodulo que obstrua una art eriola. No representa un peligro inmediato para la vida; pero esta seccin del cerebro y la flecha inici un movimiento circular sufre una compresin nerviosa y puede haber sid o ya lesionada. El doctor Duval me ha dicho que los efectos pueden ser irremedia bles dentro de doce horas, o tal vez menos. Cualquier intento de operar a la man era ordinaria exigira trepanar el crneo por aqu, o por aqu, o por aqu. En todo caso, las lesiones seran importantes, y el resultado, muy dudoso. En cambio, podemos intentar llegar al cogulo va torrente sanguneo. Si logramos penet rar en la arteria cartida, aqu, en el cuello, podremos considerarnos en ruta basta nte directa a nuestro destino. El movimiento de la flecha a lo largo de la lnea de la roja arteria, abrindose pas o entre la red azul de las venas, haca que la cosa pareciese sumamente sencilla. Por consiguiente prosigui Michaels , si el "Proteus" y su tripulacin son reducidos e inyectados... Owens le interrumpi de pronto: Espere un momento. Su voz era dura y metlica . A qu tamao seremos reducidos?

A un tamao lo bastante pequeo para no activar las defensas del cuerpo. La longitud total del barco ser de tres mieras. A cunto equivale esto, en pulgadas? A un poco menos de una diezmilsima de pulgada. El buque tendr aproximadamente el t amao de una bacteria grande. Entonces dijo Owens , si penetramos en una arteria, estaremos sometidos a toda la fuerza de la corriente arterial. Menos de una milla por hora dijo Crter.

Djese de millas por hora. Navegaremos a una velocidad aproximada de cien mil vece s la longitud de nuestro barco por segundo..., o algo parecido. A nuestra escala miniaturizada, llevaremos una velocidad doce veces superior a la lograda por cu alquier astronauta. Esto, como mnimo.

Indudablemente dijo Crter . Y qu? Cada glbulo rojo se mueve en el torrente sanguneo a ta velocidad, y el submarino est construido mucho ms slidamente que el glbulo.

No; no lo est dijo Owens, impetuosamente . Un glbulo rojo de sangre contiene miles de illones de tomos; en cambio, el "Proteus" contendr billones de tomos en el mismo es pacio; tomos miniaturizados, naturalmente, pero, qu pasar? Estaremos construidos por un nmero infinitamente mayor de unidades que los glbulos rojos, y, por esta misma razn, seremos ms dbiles. Adems, el glbulo rojo se encuentra en un medio de tomos igua les en tamao a aquellos que lo constituyen; nosotros, en cambio, nos hallaremos e n un medio constituido por tomos que sern monstruosos para nosotros. Puede contestar a esto, Max? Michaels se apresur a responder: No pretendo ser tan experto como el capitn Owens en los problemas de miniaturizac in. Supongo que se refiere a la comunicacin de James y Schwartz, segn la cual la fr agilidad aumenta con la intensidad de la miniaturizacin. Exacto dijo Owens. dijo Crter.

El aumento es muy lento, segn recordar usted, y James y Schwartz tuvieron que hace r, en el curso de su anlisis y a electos de simplificacin, algunas presunciones qu e pueden resultar equivocadas. A fin de cuentas, cuando aumentamos un objeto, ste no se hace por ello menos frgil. Pero jams hemos aumentado un objeto a ms de cien veces su tamao normal dijo Owens, despectivamente , y ahora estamos hablando de miniaturizar una embarcacin a una mil lonsima de su tamao lineal. Nadie ha ido nunca tan lejos, ni mucho menos, en cualq uiera de ambas direcciones. Lo cierto es que no hay nadie en el mundo que pueda predecir el grado de fragilidad que alcanzaremos, ni si podremos resistir la fue rza del torrente sanguneo, ni siquiera si podremos repeler la accin de los glbulos blancos. No es as, Michael? Pues, s respondi ste.

Entonces intervino Crter, en tono de creciente impaciencia : Resulta, pues, que la experimentacin normal sobre una reduccin tan drstica no ha ll egado an a su trmino. Pero, como no estamos en situacin de completar aquel programa , tenemos que arriesgarnos. Si el barco se pierde, perdido estar. Y a m que me fran un huevo rle gravemente :

murmur Grant. Cora Peterson se inclin hacia l para susurr

Por favor, Mr. Grant. Piense que no est usted en el campo de ftbol. Oh! Conoce usted mi historial, seorita? Silencio! Crter dijo: Tomaremos todas las precauciones posibles. Benes ser mantenido, por su propio bie n, en un estado de hipotermia. Este enfriamiento reducir la necesidad de oxgeno de l cerebro, y, en consecuencia, los latidos del corazn sern mucho ms lentos, as como la velocidad del torrente sanguneo. Aun as dijo Owens , dudo de que podamos sobrevivir a la turbulencia...

Capitn terci Michaels , si se mantiene alejado de las paredes de la arteria, se hal lar en la regin de flujo laminar, donde no hay turbulencia sensible. Estaremos slo

unos minutos en la arteria, y, cuando pasemos a los vasos menores, se habr acabad o el problema. El nico lugar en que no podramos evitar la turbulencia mortal sera e l corazn, y nos mantendremos alejados de l. Puedo continuar? Hgalo, por favor dijo Crter.

Cuando lleguemos al cogulo, ste ser destruido mediante un rayo lser. Como el lser y s u rayo habrn sido miniaturizados en la misma proporcin que todo lo dems, no produci rn, si se emplean como es debido, y tratndose de Duval no podemos esperar otra cos a, la menor lesin en el cerebro y ni siquiera en el vaso sanguneo. Y no ser necesar io eliminar todo vestigio del cogulo. Bastar con romperlo en fragmentos. Las clulas blancas se encargarn de stos. Despus nos alejaremos inmediatamente, como es de suponer, y regresaremos por el si stema venoso hasta la base del cuello, donde seremos extrados de la vena yugular. Y cmo se podr saber dnde estamos, y cundo? pregunt Grant.

Michaels pilotar la embarcacin dijo Crter y cuidar de que se encuentren ustedes en l lugar debido, en todo momento. Mantendrn comunicacin por radio con nosotros... Ignoramos si esto ser eficaz objet Owens . Existe un problema en la adaptacin de las ondas de radio a la miniaturizacin, y nadie lo ha intentado an en una reduccin tan grande como la nuestra. Cierto, pero nosotros lo intentaremos. Adems, el "Proteus" est impulsado por fuerz a nuclear y siempre podremos localizarlo por la radiactividad. Dispondrn ustedes de sesenta minutos, caballeros. Quiere usted decir que tendremos que realizar el trabajo y regresar en slo sesenta minutos? pregunt Grant. Exactamente. Su tamao ser el correspondiente a esta duracin. Tendrn tiempo de sobra Pero, si se demorasen ms, empezaran a aumentar de tamao automticamente. No podemos d ejarles ms tiempo all abajo. Si supiramos lo que sabe Benes, podramos mantenerles al l indefinidamente; pero si lo supiramos... Este viaje sera innecesario contest Grant con irona.

Cierto. Y, si empiezan a aumentar de tamao dentro del cuerpo de Benes, no tardarn en atraerse la atencin de las defensas del cuerpo, y Benes morir al poco rato. Deb en procurar que esto no ocurra. Dicho lo cual, Crter mir a su alrededor. No hay ms observaciones? En este caso, empiecen los preparativos. Hay que entrar e n el cuerpo de Benes lo antes posible. CAPITULO V: SUBMARINO La actividad de la sala de hospital haba alcanzado el grado mximo. Todo el mundo s e movi de prisa, casi a la carrera. Slo la figura que yaca en la mesa de operacione s permaneca inmvil. Estaba cubierto por una gruesa manta trmica, provista de numero sos serpentines por los que circulaba la materia refrigerante. El cuerpo, desnud o, se estaba congelando hasta el punto en que la vida quedaba reducida a un lige ro soplo. La cabeza de Benes apareca ahora afeitada y marcada, como una carta de navegar, c on lneas numeradas de longitud y de latitud. Su rostro dormido tena una expresin de tristeza, helada tambin en el semblante.

En una de las paredes haba otra reproduccin de su sistema circulatorio, ampliada h asta el punto de que el pecho, el cuello y la cabeza cubran toda la pared, de lad o a lado y del suelo al techo. Era como un bosque en el que los grandes vasos te nan el grosor del brazo de un hombre, mientras los capilares llenaban como una re d los espacios intermedios. En la torre de control, situada sobre la sala de operaciones, se hallaban Crter y Reid, observando. Podan ver los cuadros de monitores, ante cada uno de los cuale s haba un tcnico sentado y embutido en su uniforme de las FDMC, como una sinfona en blanco. Crter se dirigi a la ventanilla, mientras Reid deca pausadamente por el micrfono: Lleven el "Proteus" a la sala de miniaturizacin. Era costumbre dar estas rdenes sin alzar mucho la voz, y en la sala reinaba el si lencio. La manta trmica reciba los ltimos y apresurados toques Cada uno de los tcnic os estudiaba su monitor con el amor de un recin casado que se encuentra al fin so lo con su novia. Las enfermeras evolucionaban alrededor de Benes como grandes ma riposas de alas blancas. Con los preparativos del "Proteus" para la miniaturizac in, todos comprendan que haba empezado la ltima fase de la cuenta atrs. Red oprimi un botn. Corazn! dijo.

El sector del corazn apareci detalladamente en la pantalla de televisin que Reid te na delante. La banda sonora reprodujo los latidos, que sonaron opacos y con agore ra lentitud. Cmo va, Henry? Perfectamente. Se mantiene a un ritmo regular de treinta y dos pulsaciones por m inuto. Ninguna anomala acstica ni electrnica. El resto del cuerpo debe de estar igu al. Bien. Reid apag la imagen. Para un hombre de corazn, poda algo ir mal, si el corazn funcion aba bien? Pas al sector de los pulmones. La pantalla se anim sbitamente, reflejando los movim ientos respiratorios. Todo bien, Jack? S, doctor Reid. Hemos bajado el ritmo respiratorio a seis por minuto. Imposible r ebaiarlo ms. No les pido que lo hagan. Sigan igual. Ahora, la hipotermia. Este sector era ms extenso que los otros. Afectaba a todo e l cuerpo, y el personaje central era el termmetro. Los aparatos registraban la te mperatura de los miembros y de diversos puntos del torso, y, mediante delicados contactos, poda saberse el grado de calor del cuerpo a profundidades exactas por debajo de la piel. Los diferentes registros anotaban constantemente las oscilaci ones de la temperatura, y cada uno de ellos llevaba su correspondiente rtulo: Circ ulatorio, Respiratorio, Cardaco, Renal, Intestinal, etctera.

Algn problema, Sawyer?

pregunt Reid.

No, seor. La temperatura general es de veintiocho grados centgrados; ochenta y dos Fahrenheit. Huelga la equivalencia; gracias. S, seor. A Reid le pareca sentir aquel fro en sus propias entraas. Diecisis grados Fahrenheit por debajo de la temperatura normal; diecisis grados cruciales, que reducan el me tabolismo a un tercio de lo normal; la necesidad de oxgeno, a un tercio; y tambin los latidos del corazn, y la velocidad del torrente circulatorio, y la escala de vida, v la tensin sobre el cerebro bloqueado por el cogulo..., haciendo con todo e llo ms favorable el medio en que habra de moverse la embarcacin, a punto de penetra r en la jungla del interior humano. Crter se acerc a Reid. Todo a punto, Don? En la medida de lo posible, habida cuenta de que ha tenido que improvisarse de l a noche a la maana. Lo dudo. Reid enrojeci. Qu quiere decir con esto, general? Que no haba nada que improvisar. S perfectamente que ha estado usted asentando los cimientos para la experimentacin biolgica de la miniaturizacin. Haba planeado, concr etamente, la exploracin del sistema cir