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letras, libros y revistas 33 letras libros revistas DAVID FIGUEROA iscursos Patrióticos *. De la vieja generación de liberales del Siglo XIX, llega esta escueta pero exquisita obra de don Joaquín Baranda, quien fuera Gobernador de Campeche y Ministro de Justicia e Instrucción Pública. En la mencionada obra, Joaquín Baranda y Quijano, nos muestra la sutileza de una pluma amorosa hacia lo patriótico, ejemplo de ello, el discurso pronunciado el 5 de mayo de 1863 cuya memoria a los caídos, realzó el pro- fundo sentir por los victoriosos soldados encabezados por Ignacio Zaragoza. Orador indiscutible, pronunció su primer discurso un 16 de septiembre de 1859, justo durante las fiestas pa- trias, en él, hace alusión a los grandes héroes que no sólo brindaron una oportunidad por la libertad, sino que fue- ron pieza clave para comenzar a forjar una nueva Patria. En cada uno de sus discursos, el amor a México es sin duda alguna, como todos los hombres del Siglo XIX, una constante; para Baranda, el patriotismo arraigó fuer- temente en su corazón y en sus escritos. El haber sido servidor público, lo alentó aún más para creer en que cualquier esfuerzo en aras del país, era a favor del futuro. Hombre culto, dedicado, excelente ora- dor, fue apodado sin más: “el Padre de la Patria”. Testigo fiel de los grandes hombres de la época, dedi- ca gran parte de su prefacio a José María Iglesias, Eze- quiel Montes, Benito Juárez, Sebastián y Miguel Lerdo de Tejada, Manuel María de Zamacona, Joaquín Alcalde, Fran- cisco Zarco, León Guzmán, Guillermo Prieto, José Rosas Moreno… los más grandes hombres que ha dado México. Sin embargo, su gran respeto a don Porfirio Díaz es elocuente en el mismo discurso pronunciado a don Manuel González en el momento de su muerte; “El Manco de Tecoac”, un presidente que gozó de fama cuestionable, nunca ocultó su amistad y solidaridad con el dictador pero del que Baranda rescata las raíces y reconocimiento militar con palabras exactas. Con su literatura fue algo más que prolífico; de la estirpe de Justo y Santiago Sierra, Francisco Bulnes, Emilio Ordaz y Manuel Martínez de Castro, Joaquín Baranda es parte importante de la creación de la Sociedad de Libres Pensadores, en la que cada uno de los integrantes, cimen- tó para los últimos años del Porfiriato, su pensamiento plasmado en los grandes esfuerzos nacionales por la edu- cación. Sin embargo y no menos, son el resto de discursos a los que hace alusión en la obra que comentamos. Importante, el que dedica a Melchor Ocampo en el aniversario de su muerte y el dedicado a Francisco Zarco que, en ambos casos, habla en nombre de la representación nacional. Sus palabras recordarán siempre lo majestuoso de la escritura exacta y bien empleada, del pensamiento pa- triótico, de la vida misma: “He vivido de recuerdos ojalá que los evocados al vuelo tonifiquen mi organismo y levanten mi espíritu para seguir luchando en las postri- merías de la vida, no por mí ni para mí, que me rendiría sin pena á discreción, sino por los que de mí dependen y á mí están estrechamente unidos con los lazos indisolu- bles de la sangre y del amor”. Político y orador olvidado a no ser que los tiempos actuales le deben la creación del Ministerio Público Fe- deral (hoy PGR) así como de la Escuela Normal. * Discursos Patrióticos. Joaquín Baranda. Talleres de la Escuela Nac. de Artes y Oficios para Hombres. 1899, 87 pp. [email protected] D

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letras libros revistas

DAVID FIGUEROA

iscursos Patrióticos *. De la vieja generación de

liberales del Siglo XIX, llega esta escueta pero

exquisita obra de don Joaquín Baranda, quien

fuera Gobernador de Campeche y Ministro de Justicia e

Instrucción Pública.

En la mencionada obra, Joaquín Baranda y Quijano,

nos muestra la sutileza de una pluma amorosa hacia lo

patriótico, ejemplo de ello, el discurso pronunciado el 5

de mayo de 1863 cuya memoria a los caídos, realzó el pro-

fundo sentir por los victoriosos soldados encabezados

por Ignacio Zaragoza.

Orador indiscutible, pronunció su primer discurso un

16 de septiembre de 1859, justo durante las fiestas pa-

trias, en él, hace alusión a los grandes héroes que no sólo

brindaron una oportunidad por la libertad, sino que fue-

ron pieza clave para comenzar a forjar una nueva Patria.

En cada uno de sus discursos, el amor a México es

sin duda alguna, como todos los hombres del Siglo XIX,

una constante; para Baranda, el patriotismo arraigó fuer-

temente en su corazón y en sus escritos.

El haber sido servidor público, lo alentó aún más

para creer en que cualquier esfuerzo en aras del país, era

a favor del futuro. Hombre culto, dedicado, excelente ora-

dor, fue apodado sin más: “el Padre de la Patria”.

Testigo fiel de los grandes hombres de la época, dedi-

ca gran parte de su prefacio a José María Iglesias, Eze-

quiel Montes, Benito Juárez, Sebastián y Miguel Lerdo de

Tejada, Manuel María de Zamacona, Joaquín Alcalde, Fran-

cisco Zarco, León Guzmán, Guillermo Prieto, José Rosas

Moreno… los más grandes hombres que ha dado México.

Sin embargo, su gran respeto a don Porfirio Díaz es

elocuente en el mismo discurso pronunciado a don

Manuel González en el momento de su muerte; “El Manco

de Tecoac”, un presidente que gozó de fama cuestionable,

nunca ocultó su amistad y solidaridad con el dictador

pero del que Baranda rescata las raíces y reconocimiento

militar con palabras exactas.

Con su literatura fue algo más que prolífico; de la

estirpe de Justo y Santiago Sierra, Francisco Bulnes, Emilio

Ordaz y Manuel Martínez de Castro, Joaquín Baranda es

parte importante de la creación de la Sociedad de Libres

Pensadores, en la que cada uno de los integrantes, cimen-

tó para los últimos años del Porfiriato, su pensamiento

plasmado en los grandes esfuerzos nacionales por la edu-

cación.

Sin embargo y no menos, son el resto de discursos a los

que hace alusión en la obra que comentamos. Importante,

el que dedica a Melchor Ocampo en el aniversario de

su muerte y el dedicado a Francisco Zarco que, en ambos

casos, habla en nombre de la representación nacional.

Sus palabras recordarán siempre lo majestuoso de la

escritura exacta y bien empleada, del pensamiento pa-

triótico, de la vida misma: “He vivido de recuerdos ojalá

que los evocados al vuelo tonifiquen mi organismo y

levanten mi espíritu para seguir luchando en las postri-

merías de la vida, no por mí ni para mí, que me rendiría

sin pena á discreción, sino por los que de mí dependen y

á mí están estrechamente unidos con los lazos indisolu-

bles de la sangre y del amor”.

Político y orador olvidado a no ser que los tiempos

actuales le deben la creación del Ministerio Público Fe-

deral (hoy PGR) así como de la Escuela Normal.

* Discursos Patrióticos. Joaquín Baranda. Talleres de la Escuela Nac. deArtes y Oficios para Hombres. 1899, 87 pp.

[email protected]

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IGNACIO TREJO FUENTES

Al maestro con cariño:René Avilés Fabila

or fortuna, México está poblado de artistas. Los escri-

tores son prueba de ello, y tengo el gusto de referirme

a uno de los prominentes: René Avilés Fabila.

René fue mi director de tesis de licenciatura en la Facultad

de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional

Autónoma de México, donde convivíamos Arturo Trejo Vi-

llafuerte, Ángeles Mastretta, David Martín del Campo, José

Buil, Sergio Monsalvo, Hortensia Moreno, Salvador Men-

diola, Víctor M. Navarro, Gustavo García, Andrés de Luna,

Emiliano Pérez Cruz y muchos más que se dedicaron al

periodismo, a la literatura y a la docencia de tiempo com-

pleto y tienen obra más que reconocida.

Eran tiempos en que en la Facultad enseñaban los me-

jores maestros: Miguel Ángel Granados Chapa, Fernando

Benítez, Gustavo Sáinz, Ignacio Solares, Manuel Buendía,

Julio Scherer García, Hugo Gutiérrez Vega, Alberto Dallal,

Gabriel Careaga, Jorge Medina Viedas, Fausto Burgueño... y

una pléyade de sudamericanos que encontraron refugio en

la UNAM debido a su salida obligatoria e injusta de sus res-

pectivos países. Eran principios de los años setenta.

Varios de los mencionados eran periodistas de Excél-

sior, considerado entonces entre los mejores periódicos del

mundo, y eso nos llenaba de admiración porque predicaban

con el ejemplo: enseñaban periodismo haciéndolo. Gustavo,

Hugo y René, por su parte, publicaban novelas y poemarios,

¿Se podía pedir algo más?

Más tarde los alumnos nos incorporamos al trabajo

periodístico y literario (José Buil se hizo director de cine), y

cuando René Avilés Fabila fue director de El Búho, suple-

mento de Excélsior, nos invitó a colaborar (yo lo hacía en las

páginas culturales de El Periódico de la Vida Nacional, bajo

la conducción de Edmundo Valadés), y desde entonces el

veneno del periodismo y de la literatura se nos metieron en la

sangre, en el alma. Agradecemos todos a René y a Gustavo.

Para quitar solemnidad a este justo homenaje, repetiré

lo que he contado en otras ocasiones: René Avilés Fabila era

considerado el más simpático. Recuérdese que la simpatía es

uno de las cualidades más importantes, sobre todo si está al

lado de la inteligencia y la generosidad. Y si hay alguien que

reúna esas características es René.

Aparte de ser su colaborador, me enorgullezco de ser su

amigo. Hemos coincidido en universidades de varios países

en cursos y conferencias, y el trato constante ha afincado

nuestra amistad. Pero puedo señalar que René es admirado

no sólo en México, sino donde se para. El fallecido John S.

Brushwood, quien era dean de la Universidad de Kansas en

Laurence invitaba con frecuencia a René y lo consideraba

uno de los mayores escritores latinoamericanos, lo que no es

cosa fácil.

Con la debida modestia, me uno al juicio del doctor

Brushwood, porque he leído y releído la obra de René con

absoluto regocijo. Y regocijo es otro sustantivo aplicable al

autor de Los juegos, porque así se trate de los asuntos más

dolorosos el autor no tiene empacho en desatar su magnífi-

co humor: se ríe de lo que (y quien) le da la gana. No puedo

soslayar el hecho de que haya publicado El gran solitario de

Palacio, centrada en los acontecimientos de Tlatelolco 68, la

primera en su especie –en esos tiempos afrontar al presiden-

te de la República era un acto suicida– en el extranjero

(Argentina).

Pero debo decir que el periodismo practicado por René

era inaudito: llamaba pan al vino y vino al pan (no estoy

haciendo juegos de palabras de corte político), lo que tam-

bién era suicida. Él (y Gonzalo Martré) se atrevía a decir sus

verdades a los presidentes y argumentaba de maneta incon-

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trovertible. Hoy –también lo he apuntado– cualquier pobre

diablo descalifica a quien sea. Pero cuando René lo hacía eso

era punto menos que impensable.

René Avilés Fabila inició su carrera literaria como cuen-

tista, y aunque ha dicho que es el género mayor, se aplicó asi-

mismo a la novela. Ya mencioné El gran solitario..., pero no

se pueden olvidar Tantadel, La canción de Odette, Réquiem

por un suicida y El reino vencido, a mi parecer su mejor nove-

la, porque se desnuda a sí mismo, a una generación impor-

tante de mexicanos y al país entero.

Conviene recordar lo que dijo en una entrevista con

Mempo Giardinelli: prefiere el cuento. Intervengo para afir-

mar que hay temas que necesitan más espació: los textos

breves de René son espléndidos, mas ¿cómo contar en lí-

neas breves lo acaecido en Tlátelolco 68 o la derrota de un

hombre como en Réquiem...?

Entre tantos relatos desoladores, René se da tiempo

para contar historias de amor. ¿Será porque él es un enamo-

rado del amor? A veces tienen tintes dramáticos, ¿pero no es

el amor uno de los misterios más grandiosos? El autor elimi-

na la catástrofe urdiendo matices humorísticos que, como

dije, es una de sus cualidades más apreciables. La canción de

Odette es una tragedia, aunque desternille de la risa al lector.

Por último, señalo otra característica de René Avilés

Fabila su disciplina. Si bien –como lo declaró a: Mempo Giar-

dínelli– le divertirse, guarda un enorme respeto por su pri-

vacidad, y aparte de escribir su obra literaria dedica gran

tiempo al periodismo y a la cátedra. Lo leo en La crónica de

hoy, en Excélsior y en la revista Siempre! Además, dirige (con

Rosario) El búho, revista que se entrega sin costo a más de

cinco mil lectores. Por mucho tiempo fue profesor de la

Universidad Nacional Autónoma de México (donde fue titular

de Difusión Cultural), y ahora lo hace en la Universidad

Autónoma Metropolitana; además se hace de tiempo para

atender tesis de sus alumnos y a viajar dando conferencias. Y

no puedo dejar de lado el Museo del Escritor: es una de las

ideas más geniales que a alguien puede ocurrírsele. Se trata

de albergar documentos referidos a los escritores (cartas;

obras prístinas, objetos, retratos...) No hay algo parecido en

todo el mundo.

¿A qué horas, te pregunto, René, puedes hacer todo eso?

Es un orgullo ser tu amigo.

Rocco Almanza

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ELIZABETH ORTEL*

l deseo y el destino no siempre son compatibles.

Hay típicamente dos opciones para reaccionar

frente a este hecho. La primera es darse a los

deseos, construyendo a partir del ser dado por la naturale-

za y esforzándose de una manera persistente para alcanzar

objetivos vitales. La segunda es aceptar el ser recibido y

resignarse al destino determinado por el cuerpo y la socie-

dad donde éste existe, posiblemente teniendo que abando-

nar los sueños más queridos. En el poemario Avutardas**,

escrito por la poeta mexicana Patricia Medina, el conflicto

entre deseo y destino encuentra su campo de batalla en el

cuerpo de una avutarda que sufre un itinerario de tribula-

ciones frente a las circunstancias de no aceptar lo determi-

nado por las características físicas.

Lo que es más notable en la serie de 62 poemas con-

tenidos en Avutardas es que Medina haya elegido construir

su hablante lírico con la voz de un animal: la avutarda, un

ave cuyo peso físico y tipo de alas no le permiten volar

grandes distancias. ¿Qué mensaje trasmite un pájaro así?

No hay duda de que un ave pesada y sin mucha habilidad

para volar está signada desde su nacimiento con un desti-

no muy distinto a otros pájaros debido a las propiedades

naturales de su cuerpo. Nos hace pensar: ¿Son los seres hu-

manos comparables a los pájaros? ¿Es el destino de la

mujer inevitablemente diferente al del hombre, ¿es el des-

tino de alguien de piel clara distinto del que tiene la piel

morena? En suma, ¿cuáles son las consecuencias de tener

nuestros cuerpos y cómo reaccionamos frente a éstas?

Avutardas empieza con la conciencia clara de las res-

tricciones que el cuerpo le impone al desarrollo de la vida

personal. El primer poema comienza con el juego de pala-

bras “ave tarde / tardía / retardada” (1 v. 1-3), subrayando

con significantes, ritmo y forma visual de los versos la len-

titud que encarna la avutarda. Los dos primeros poemas

están escritos en la segunda y tercera persona e introducen

un tono de reproche hacia el animal. La tercera voz es im-

personal –tiene el efecto de imitar la perspectiva exterior y

común hacia el pájaro, y también refleja la distancia que el

hablante –el “yo” del poemario quien aparece por primera

vez en el tercer poema– siente hacia su cuerpo mismo y

sus alas impedidas. La voz desplazada de los dos primeros

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Gustavo Buendía

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poemas continúa al describir la avutarda como “gorda” (1 v. 4)

y “lenta” (1 v. 10), cuyas alas “de escasísimo plumaje” (2 v. 3),

“vienen cayendo lentas” (2 v. 16), “y quedan sobre el mundo”

(2 v. 18). El enfoque dado en las alas de la avutarda demuestra

que éstas no funcionan como alas “normales.” Dicha intro-

ducción, no tan halagüeña, prepara la entrada de la voz lírica

que domina el resto del libro –el “yo” de la avutarda misma.

Con voz íntima, la avutarda comienza a describirse con

un tono negativo, expresando su conciencia de la brecha

que existe entre sus habilidades dadas como avutarda y sus

deseos de volar y comunicar. Describe sus alas como “pla-

netas asidos a su sólo capricho” (4 v.5), y dice “no tengo

boca, ay / mi pico es mudo” (5 v. 1-2). Sus anhelos de volar

y de expresarse no se realizan: “no hay grito que me salve /

de este canto sin puertas” (5 v. 9-10). La única certeza es el

conocimiento de desear lo inalcanzable (9), y para ello tiene

“el corazón completo” (9 v. 11). Tal vez dentro de sí misma

–en lo más recóndito– se siente un ser más total, pero

su cuerpo es insuficiente para materializar las ansias de su

vida interna en el mundo exterior.

Como reacción a su situación desafortunada, al principio

ella trata de negar y superar las limitaciones de su cuerpo,

que compara con una “jaula” (15 v.1). “Ensayo: abrir el

pico” (13 v. 1), dice ella, reflejando la determinación que

tiene. Hay algunos logros: “y dije cielo / y no / nunca se

hacía // y dije vuelo / y vi / que me elevaba” (15 v. 11-16),

pero pronto aparecen los “predadores” que erradican esos

éxitos: “qué poco para tanto / decían mis predadores” (16 v.

10-11). Hay referencias a lo largo de los poemas a predado-

res y antepasados que llenan de obstáculos las tentativas de

la avutarda. Dice, “pongo ancestros en nidos / y nombres

como hebras / se enredan en mis patas / me ordenan silen-

ciarme” (19 v. 3-6). A la vez hay alusiones a un pasado pri-

mordial mítico descrito detalladamente en poema 14. Era

un “tiempo antes de mi cuerpo” en que “dicen que estuve

dios” (v. 1-3). Era un tiempo en que “vivía sin miedo / en

mitad de los hombres” (v. 12-13). El pasado y lo dicho por

sus predadores le pesan a la avutarda como su cuerpo

mismo, todo conspirando contra su anhelo de volar.

Pero a la llegada de su vejez, presentada en los poemas

34 y 35, la voz de la avutarda empieza a cambiar el tono que

tiene hacia su ser por uno de reflexiones sobre lo que ha

tenido que aceptar y aquello que le permite la superviven-

cia. Con referencia a las aves pequeñas que tienen la habi-

lidad de volar, la avutarda se manifiesta: “no las envidio”

(42, v. 10). Luego dice, “creció la sombra debajo de las flo-

res / y ya ninguno pudo / caminar con los ojos / fijos en el

desierto” (43 v. 11-14). La sombra debajo de las flores, junto

con otras imágenes de vejez que aparecen en la segunda

mitad del poemario, predice el fin de la existencia. Con la

conciencia de la muerte, límite de todos los seres, la avu-

tarda se da cuenta de que no puede más “caminar con los

ojos fijos en el desierto” – de que dicha aceptación ha esta-

do habitada por el disentimiento suyo. La resolución de

aceptarse a sí misma se concreta en el poema final. El reme-

dio para todas sus frustraciones no reside en cambiar sus

habilidades y cualidades somáticas originarias, sino en

cambiar su perspectiva hacia sí misma y oponerse, desde

su ser individual, a las normas construidas por la mayoría.

Al leer Avutardas, se puede observar que la voz lírica es

una voz femenina. “Un diez por ciento niña” (9 v. 1) dice la

avutarda al describirse. También hay un énfasis en lo feme-

nino por toda la obra. La avutarda dice específicamente en

poema 8 que quiere “algunas buenas aves por amigas” (v. 2)

y en poema 17 dice, “pero nunca estoy sola / noventa y

nueve hermanas / volamos al amor / por separado” (v. 11-

14). Ella se describe luego como “hermana de mi madre /

hija de mi hija… hoy puedo ser la nieta / de mi abuela nona-

ta,” unificando todos los seres femeninos de su familia en

la identidad suya (53 v. 1-2, 10-11). Relacionando la histo-

ria de una avutarda expresamente femenina con el mundo

de los seres humanos, no se puede dudar que tener el cuer-

po de mujer o de hombre tendrá un efecto en el “destino”

–un sino que ha sido construido con las posibilidades del

ser y lo que puede ser alcanzable o no en la vida. Es claro

que el género de un cuerpo, en sus modos de vivir y de

manifestarse, puede abrir o cerrar puertas en el mundo.

Al final de su vida, la avutarda anhela las palabras para

expresarlo todo: “tiempo dame palabras / para nutrir mi

pico / de un llanto inaugural” (60 v. 11-13). En verdad, la

avutarda llega a considerar la historia de su existencia total

como un gran gesto para mostrar el ser, y ella la compara

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con la palabra escrita. Dice, “mas nunca olvido / que fui lo

que he firmado / en mi eterno zigzag” (62 v. 3-5). El “zig-

zag” se refiere simultáneamente a la moción de la avutarda

cuando se mueve sobre la tierra y a las acciones y reaccio-

nes contra los obstáculos siempre cambiantes y poco pre-

decibles de la vida. Para ella, el cuerpo, y el proceso de vivir

con las particularidades del mismo, se transforma en la

firma, lo explícito de la identidad misma.

La estructura del libro con poemas sin título, numera-

dos y dispuestos uno por cada página, contribuye a la re-

presentación de la vida como un proceso. Separados, sin

relación con los otros, los poemas se sugieren como men-

sajes sumamente personales, como flujo directo desde la

consciencia. Cada poema funciona como una escena en

la vida de la avutarda, una foto, que unida a las otras nos va

conduciendo gradualmente hacia las declaraciones finales.

Dicha revelación gradual es metafórica de la vida misma,

hecha de experiencias y reflexiones siempre cambiantes, y

mediatizadas por las circunstancias angustiosas que los

individuos no pueden controlar del todo.

La vida del ave en Avutardas se convierte en expresión

poética de la discrepancia entre deseo individual y un des-

tino impuesto por las circunstancias de la existencia física y

espiritual –el diseño del cuerpo, las opiniones de la mayo-

ría, las categorías culturales, expectativas familiares, etcéte-

ra. El resultado de la experiencia de viaje y existencia de la

avutarda que ha dado voz lírica al texto es, a pesar de su

tono de aceptación, algo complejo y ambivalente. ¿Es justo

tener que abandonar sus deseos más queridos o es un

hecho de la vida que el cuerpo le imponga a un ser un des-

tino inevitable? Al final, la voz poética de la avutarda dice,

“conjuré la cárcel / y la herí con la luz” –una declaración de

libertad al asumir el fin de su ciclo vital (62 v. 19-20). Pero

esta manifestación nos parece más su aspiración vehemen-

te frente al trauma de la pérdida dramática de deseos y

esperanzas que ha tenido que sufrir.

*Florida State University**Patricia Medina, Avutardas. Oaxaca. Premio Internacional de Poesía

Benito Juárez 2006. Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca.Oaxaca, 2006. 72 pág.

Francisco Tejeda Jaramillo

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RAFAEL CARDONA trataba de los demás. Como él decía, de “lo rotundo de los

hombres ilustres”. Parte de su talento consistía en reírse de sí

mismo con la misma impía frecuencia como se burlaba de

otros.

Y he preguntado por los propietarios de un finado nada

más por una razón: por la cantidad de preguntas en el “oficia-

lismo” extraoficial surgido de sus homenajes tanto en el Mu-

seo de la Ciudad, el Palacio de Bellas Artes o el Museo del

Estanquillo.

–¿Qué vamos a hacer sin ti, Monsi? pregunta en público

una dolorosa Elena Poniatowska. Pues ella no sé, pero el resto

de la humanidad seguirá haciendo su vida.

Algunos seguirán leyendo los libros de siempre; otros

los de moda; unos más escribirán sus memorias y los cantan-

tes elevarán sus voces; los traileros manejarán sus enormes

camiones y los choferes de las micros seguirán destazando la

ciudad a volantazos. Patearán balones los futbolistas y leerán

noticias los locutores; harán televisión quienes de eso saben y

pintarán cuadros y murales los artistas. Los pájaros cantarán

por las mañanas y recogerán sus plumajes por la tarde acu-

rrucados en la fronda de los árboles. .

Se hará pan en las tahonas y filosos cuchillos laminarán

filetes en las carnicerías; los médicos les meterán la mano en

las vísceras a sus pacientes y los toreros matarán al segundo

de la tarde; dibujarán los moneros y limpiarán manchas las

lavanderas. En las bardas habrá sol. ¿Qué vamos a hacer sin

Monsi? Pues lo mismo de siempre.

Pero si a la pregunta del incierto futuro del mundo no

acertáramos a responder después de este lamentable deceso,

n la novela El torero Caracho, Ramón Gómez de la

Serna describe una hilarante escena: el matador ha

muerto y en su velorio se encuentran la esposa y

la amante.

La primera echa a gritos a la segunda.

La increpa con un castizo “¡fuera, so puta!” y mientras

eso ocurre se forma ahí una rebambaramba; la cuadrilla se

pelea contra los visitantes, los familiares se miran con ojos de

extrañeza y la caja se viene al suelo con todo y el cadáver

lleno de velas y parafina del malogrado diestro.

En varios casos de la vida real he sido testigo de casos

como ése. No diré el nombre, pero a un amigo mío se le jun-

taron cinco viudas en la capilla ardiente. A otros, nada más

dos. A otro le apareció un “viudo”.

Y por esas razones me he preguntado siempre ¿de quién

es el muerto? La palabra cercana, deudo, nos la ofrece el dic-

cionario siempre con circunstancia de parentezco.

Pero cuando el difunto es persona pública, militante polí-

tico o fama ambulante, los deudos son los militantes de su

causa, a veces sus lectores, seguidores, admiradores o simples

“snobs” en busca de la efímera gloria de quince minutos de

publicidad doliente o no; sincera o no, sentida o no, o simple-

mente la inclusión accidental en la fotografía del diario de

mañana.

Todo esto me viene a la cabeza ahora cuando veo los

homenajes a Carlos Monsiváis, quien de seguro se burlaría

de ellos con la misma ironía y sarcasmo de siempre cuando se

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Los muertos,¿de quién son?

El cristalazo

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quizás debamos pensar un poco sobre el sentido de adjudica-

ción de los cadáveres. El secretario de Educación fue echado a

la calle (así no haya obedecido) por la dramaturga y teatrista

Jesusa Rodríguez, quien le dijo, “el representante de Elba Es-

ther Gordillo no tiene nada que hacer aquí”.

Pero donde Gordillo sí tuvo quehacer fue en la edición de

Las herencias ocultas del pensamiento liberal del siglo XIX, obra

de Monsiváis y parte de la colección “10 para los maestros”,

en la cual tomaron parte, además, Fernando Savater, Carlos

Fuentes, Federico Reyes Heroles y algunos más.

El texto de CM citado arriba fue patrocinado por el SNTE

y el Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de América en

el año 2000. La edición puso a circular cien mil ejemplares con

motivo del “Día del maestro” en los albores del milenio.

Quizá en recuerdo de esa obra vastamente divulgada por

la editorial del SNTE, la maestra Gordillo envió para su publi-

cación al diario La Jornada (ignoro si a otros) la siguiente es-

quela digna de una nueva sección para los seguidores de

Monsiváis. Ya no se trata de Por mi madre, Bohemios. Ahora

es “En la madre, bohemios”.

“Hoy es un día triste para México, para las letras iberoa-

mericanas y para los maestros. La ausencia de Carlos Monsiváis

nos duele, me duele, nunca olvidaré su agudeza que no dejaba

títere con cabeza, su capacidad para acercarse, como nadie, a la

realidad de su entrañable ciudad y de su país, su generosidad

para dejar una de sus obras como legado para el magisterio.

¡Hasta siempre maestro! Elba Esther Gordillo.”

Lujambio respondió con una titubeante convocatoria a la

tolerancia, lo cual no fue de ninguna manera suficiente. El

féretro, a pesar de estar en el Palacio de Bellas Artes, no esta-

ba en terrenos oficiales sino en el “camposanto” de los amigos

de Monsiváis y bajo la protección del gobierno de la ciudad del

cual fue simpatizante y consentido.

En ese sentido es muy impresionante la fotografía de la

página seis de La Jornada del 21 de junio el dueño de la pompa

fúnebre es Andrés Manuel López O. Enhiesto, firme con José

María Pérez Gay y la ya mencionada Rodríguez.

No, no está Marcelo Ebrard.

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Luis Garzón

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Por los papeles de Elena Garro

Una colección de papeles sueltos, to-

mados del baúl personal de Elena Ga-

rro: fragmentos de diarios, poemas in-

conclusos, apuntes de proyectos de

libros, fotografías antiguas, todo ello se

reúne en el libro Elena en la intimidad

editado por la Fundación Cultural Ga-

rro y Paz, animada por Helena Paz

Garro y sus familiares, que rescataron

estos papeles en los que se trasluce la

vida íntima de la gran escritora Elena

Garro. Reproduzco algunos versos, del

poema “O.” Dedicado a Octavio Paz y

fechado el 18 de enero de 1955: “Todo

el año es invierno junto a ti / Rey Mi-

das de la nieve”; de “Amor” dedicado a

Bioy Casares y fechado en París, 1950:

“Miro tu rostro / tu dorada geografía /

las pendientes / los minúsculos ríos /

navego sin parar por ellos […] Voy de

viaje hermana / voy al país abierto

navegable/ del rostro de mi amado”. El

libro se presentó en la Galería Torre

del Reloj, de la colonia Polanco, con la

presencia de la poeta Helena Paz Ga-

rro, hija de la escritora. Hablaron René

Avilés Fabila, Marco Aurelio Carballo y

Marcela Magdaleno. Pilar Pellicer leyó

algunos poemas de la escritora y contó

su experiencia como directora y actriz

en el cortometraje basado en el cuento

¿Qué hora es?

De José Saramago

Algunas frases de José Saramago (1922-

2010) que aparecen en el libro José

P A T R I C I A Z A M A

Manuel Miranda

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42

El

h

Saramago en sus palabras (Alfaguara),

recopiladas por Fernando Gómez Agui-

lera: “El único valor que considero re-

volucionario es la bondad... Nunca es-

peré nada de la vida, por eso lo tengo

todo... Comprender no es perdonar...

Nunca he tenido la risa fácil. Incluso la

sonrisa es algo que me cuesta traba-

jo... Ni el arte ni la literatura tienen

que darnos lecciones de moral. Somos

nosotros los que tenemos que salvar-

nos... La esencia humana es un inter-

medio entre la nada y la nada. La nada

porque antes de nacer lo que había es

la nada y después también es la nada...

Yo soy una persona pacífica, sin dema-

gogia ni estrategia... Nadie podrá decir

nunca que la he engañado. La gente

tiene necesidad de que le hablen con

honestidad... La literatura no transfor-

ma socialmente al mundo, el mundo

es el que va transformando, y no sólo

socialmente, a la literatura... La lite-

ratura actúa como un reflejo más o

menos inmediato del estado de las so-

ciedades y de sus sucesivas transfor-

maciones...”

A propósito de Monsi

Sobre la muerte de Carlos Monsiváis

(1933-2010) opinaron José Emilio Pa-

checo: “Estuvo siempre con las mino-

rías y los oprimidos. Esto lo saben to-

dos. Menos apreciada es su labor de

crítico literario y, en particular, de poe-

sía”...; Sergio Pitol: “Era un polígrafo

en perpetua expansión, un sindicato

de escritores, una legión de heteróni-

mos que por excentricidad firma con el

mismo nombre”...; Herman Belling-

hausen: “El problema con Monsi es

que no hay manera de exportarlo y

difícil de traducir, aunque no faltan es-

forzados gringos que lo estudian y

antologan en inglés”...

Tiempo de fut

“La televisión y los anunciantes hacen

lo posible por inflar la importancia de

la Selección Mexicana de Futbol”,

declaró Juan Villoro, aficionado al fut.

“Su verdadero objetivo es ganar dinero

y vender galletas, cervezas y coches…

en un país donde los diputados legis-

lan para subirse el sueldo, los juga-

dores cobran para fallar penaltis”. En

cuanto a entusiasmar a la gente que

no ve futbol para que se haga aficiona-

do, Juan Villoro dijo que el futbol se

acredita o desacredita solo. “Como las

manitas de puerco en vinagre, es un

placer especial que no tiene por qué

gustarle a todo el mundo”. Explicó

que se trata de un fenómeno neumáti-

co que ocurre cada cuatro años y que

una vez que la selección se desinfla se

olvidan las reivindicaciones “esencia-

listas”. Vaticinó que como siempre el

Tri pasará a la siguiente ronda pero sin

llegar al quinto partido. Lo entrevis-

taron para el Reforma.

El minero de las salinas chilenas

Hernán Rivera Letelier (59 años), el

escritor chileno que ganó el XIII Pre-

mio Alfaguara de Novela contó que a

pesar de que llegó a los tres meses de

nacido al pueblo de Algorta y “éramos

pobres como ratas y andábamos a pa-

tadas con los piojos”, tuvo la infancia

más feliz del mundo, porque el de-

sierto era “mi patio de juego”, donde

mataba lagartijas y perseguía remoli-

nos. De su trabajo de 30 años en las

minas de salitre salió su novela El arte

de la resurrección. Se trata de la histo-

ria de un iluminado que se creía Cristo

resucitado y que se encontró a su Ma-

ría Magdalena, una prostituta que apo-

yaba a los mineros en huelga. Antes de

recibir el Premio en Madrid, unos dos

millones de pesos, Hernán Rivera Le-

telier se preguntó: “¿Para qué escribir

si no es para hacer una obra maestra?”

Nadie más podría haber escrito esa

historia, dijo, porque llevaba en los

genes el tono para contarla, ya que su

padre era predicador y él dormía con

una Biblia bajo la almohada. También

recordó que al publicar La reina Isabel

cantaba rancheras, en 1995, quemó

sus naves y se dedicó a escribir.

Editoriales en crisis:

reducen novedades y tirajes

En un análisis de la situación del libro,

los editores opinaron: Pilar Reyes, de

Alfaguara: “Lo que noto es que las devo-

luciones son más rápidas, el canal es

más impaciente... Lo que se ha dado

un batacazo es la no ficción (los en-

sayos)”; Joaquín Palau, de RBA: “No-

sotros que somos un grupo de seis

editoriales hemos pasado de 400 no-

vedades a 280 del 2008 al 2009... Los

editores estarán preparados para lle-

var sus contenidos al libro electrónico;

Jorge Herralde, de Anagrama: “Noso-

tros publicamos 70 novedades y 35 de

bolsillo por año... Se han terminado

las falsas euforias... Lo más penaliza-

do es el ensayo serio... El libro elec-

trónico tiene tres por ciento del mer-

cado en EE.UU... No sabemos que

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43

pasará con los llamados nativos digi-

tales”; Jaume Valicorba, de Acantilado:

“Siempre me he movido en tiradas ba-

jas de cuatro mil ejemplares... Publi-

camos menos de 60 títulos al año... Lo

que uno lee en la pantalla se olvida

con mayor facilidad” (encuesta de El

País). Quizá se debiera adoptar el cri-

terio del gobierno de Noruega para

alentar la lectura, según lo reveló la

escritora de ese país, Herbjorg Wass-

mo, autora de la novela La casa del

mirador ciego (Nórdica): compra mil

ejemplares de todos los libros nuevos

y los distribuye por la red de bibliotecas

públicas. “No vale la pena defender a

un gobierno que no protege su cultura”.

Los próximos Cortázar y Laforet

En Cartas a los Jonquieres, correspon-

dencia de Julio Cortázar, el autor de

Rayuela cuenta de sus días de po-

breza, pero felices, en París y de cómo

escribía aquella novela, entre 1950 y

1956. El libro lo publicará Alfaguara

y aparecerá primero en Argentina. Los

Jonquieres era una pareja con la que

Cortázar se escribía... Para obtener el

divorcio, la escritora Carmen Laforet

(1921-2004) tuvo que firmar ante no-

tario, que no escribiría ni una línea de

su matrimonio de 24 años con Manuel

Cerezales, con quien tuvo cinco hijos,

se cuenta en su biografía Carmen La-

foret. Una mujer en fuga (RBA), de

Anna Caballé e Israel Rolón. Ella obtu-

vo el I Premio Nadal con su novela

Nada en 1945.

Novedades en la mesa

El poeta José Vicente Anaya publica

140 cuentos en el libro Largueza del

cuento corto chino en la editorial Al-

madía, después de diez años de traba-

jo compilándolos.

Miguel Ángel Toledo

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44

El

h

ELSA CANO

illiam Faulkner nació en New Albany, Missi-

ssippi en 1897 y murió en Oxford, Mississippi

en 1962. Sus novelas más conocidas son

Mientras agonizo (1929), Sartoris (1929), El sonido y la fu-

ria (1929), Absalón, Absalón (1936) y Las palmeras salvajes

(1939). En 1949 obtuvo el Premio Nobel de Literatura y en

1955 el Premio Pulitzer.

Las palmeras salvajes está dividida en dos partes: Las

palmeras y El viejo; ofrece dos acciones simultáneas:

a) La de un prisionero condenado que huye de la cár-

cel y que finalmente regresa a ella y

b) La vida de una mujer que abandona su hogar (Ma-

rido e hijos) para unirse con su amante.

Asistimos a la vida de los personajes a través de la

fragmentación. Ellos están en una situación límite de su

existencia (que son los capítulos titulados palmeras); y los

capítulos titulados el viejo se refieren al tiempo presente. El

lector debe estar muy atento porque la novela es una espe-

cie de rompecabeza que debe ser resuelto. Hay elipsis y jue-

gos temporales arbitrarios.

El personaje Harry parece pusilánime y tonto, pero no

lo es y cuando hace reflexiones tiene una concepción del

tiempo en todas sus posibilidades: Presente, pasado, futu-

ro, mítico, cronológico. El tiempo de la novela es caótico,

no lineal.

Faulkner hace una crítica despiadada a la hipocresía de

la sociedad de los Estados Unidos. Hace parodias y se burla.

Por ello con gran ironía narra que el marido de Carlota es

capaz de entregar personalmente a su esposa con su aman-

te y además darles dinero. Carlota manipula a su antojo a

su amante Harry.

Encontramos cientos de posibilidades y sugerencias

que el lector debe atrapar porque el libro tiene humor ne-

gro, fuerte y descarado.

El otro personaje masculino, el condenado, el penado,

que es muy delgado, salva a una mujer embarazada, pero

lo que más desea es deshacerse de ella y no volverla a ver.

Entonces tenemos dos hombres: Harry y el penado y dos

mujeres, Carlota y la embarazada. Las dos mujeres son las

causantes de todo lo malo que les sucede a los dos hom-

bres. La historia del penado es vida, la historia de Carlota

es muerte.

Tanto las palmeras como el Viejo (que se refiere al río

Mississippi The Old Man River) tienen características hu-

manas. Las palmeras están relacionadas con la furia del

viento y con las manos temblorosas de Harry; palmera y

palma de las manos.

Las dos historias se funden en el desenlace porque son

una representación simbólica del fluir del tiempo y de la

vida. La fuga del presidiario es una especie de fondo y

la realidad es la historia del amor de Harry y Carlota.

Hay también una especie de “cámara ojo” que cede su

lugar al narrador. Faulkner sigue a Joyce, Woolf y a Proust;

tiene algo de la corriente del naturalismo y también algo del

impresionismo, pero Faulkner otorga su sello personal. En

esta historia el amor es muy importante, pero no se trata

del amor ideal o de una situación romántica, sino que Las

palmeras salvajes es una novela negra porque Harry y Car-

lota son como los amantes malditos.

La mirada es un aspecto muy importante en este texto,

porque los personajes ven, observan, vigilan y espían y el

lector es un voyerista que contempla las cuatro vidas. ¿Por

qué Faulkner hace una exploración exhaustiva del compor-

tamiento humano en dos historias simultáneas? Porque la

realidad es múltiple y simultánea; la vida es así, por lo tanto

así debe ser la literatura. Los personajes trascienden una

tragedia, pero sin redención.

W

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LEONARDO COMPAÑ JASSO

ste ensayo deriva de una de muchas lecturas

gozosas, no morfosintácticas ni mucho menos

lingüísticas, de Primero Sueño de Sor Juana Inés

de la Cruz.

Fueron realizadas durante la noche y bien las pudo

insuflar la flama de la vela si no fuera porque ya existe la luz

eléctrica. En una de tantas lecturas brotó la impresión de

que Primero Sueño es un manuscrito alquímico.

Posiblemente cabría aducirlo a la influencia de Kircher

en Sor Juana, tal y como confirma el ensayo de Elías Tra-

bulse “El Hermetismo de Sor Juana Inés de la Cruz”, donde

es factible relacionar el hermetismo con la alquimia. Em-

pero, no es suficiente para relacionar a Sor Juana con toda

la alquimia.

La hipótesis de Trabulse resulta, sin embargo, lo sufi-

cientemente sólida y bien fundamentada como para partir

de ella, antes de retomar la relectura de la Silva. Entre otras

cosas, sostiene que para “Sor Juana,…, el papel del ‘cientí-

fico’ era el de sintonizar con el mensaje del universo, o sea

del cosmos, cuajado de maravillas por obra de ese gran

mago que era Dios, verdadero arquitecto del mundo”. Y

ubica la orientación dentro “del conocimiento científico, tal

cual concebían los filósofos herméticos de los siglos XVI y

XVII, adscritos a lo que actualmente se conoce como ‘tradi-

ción mágica’”.

Bajo el supuesto de que “ciencia” fuera sinónimo de

“hermetismo” y, dentro, de “alquimia”, ¿cómo fue que Sor

Juana no cayó en manos de la Inquisición?

De que la poeta leyó a Kircher no existe duda, pues lo

cita, aun cuando no se ha esclarecido a cuál de sus obras

tuvo acceso. Varios autores, entre ellos Vossler, las citan

con seguridad pese a que no se les ha ocurrido hacer un

estudio comparativo.

Bajo la premisa de que Primero Sueño resultare de tras-

ladar la visión kircheriana del mundo; asimismo, de que la

monja jerónima conociera la obra del jesuita alemán y de que,

teniendo inclinación a la alquimia, la Santa Inquisición no la

condenara a la hoguera ¿cómo logró exponer sus ideas y con

qué objetivo?

Quizás el conceptualismo barroco responda a la primer

interrogante; su manejo genial le permitió disfrazar el mensa-

je, con belleza y coquetería, propias de mujer. Recurso perso-

nal y original para conservar la tradición alquímica y herméti-

ca de esconder al lego lo reservado al iniciado. Así, se burló de

la Inquisición.

No tanto para alcanzar un conocimiento “científico” ni

para difundirlo, sino para un ámbito específico de las huma-

nidades, la ética, aún cuando le hayan atraído temas vincula-

dos a las matemáticas, las máquinas, o la geometría, y lo haya

aseverado en un pasaje de su “Respuesta a Sor Filotea”.

Tanto Don Victoriano Salado Álvarez como Don Alfonso

Méndez Plancarte nos dan cuenta de un tratado sobre cues-

tiones morales -al parecer en la biblioteca de Austin, Texas-

del que todavía se desconoce su paradero exacto.

Si albergó, o no, la idea de un proyecto ético es relevante

para la comprensión de algunos pasajes; incluso, del motivo

inicial del poema.

No hay que olvidar que Sor Juana estuvo ligada a la Corte

Virreinal desde temprana edad, lo que establece la presunción

de ideas éticas, con tonalidades y coloraciones políticas.

Es necesario precisar que la poeta no era política ni pre-

tendía serlo. Sus ideas adquirieron tales relieves, pero no esta-

ba en sus expectativas. No cabe excluir la posibilidad de que

hayan producido efectos en la sociedad novohispana.

El llamado “misterio” de Sor Juana, muestra extrañas

coincidencias con el año y el régimen virreinal que la rodeó

a partir del Conde de Galve.

Sus días de mayor esplendor, en las Cortes Novohis-

panas, terminaron cuando el Marqués de la Laguna dejó el

E

y la alquimia lingüística

Page 14: 04 Letras 04 Letras, libros.qxd - Revista EL BUHO

cargo. Algo semejante se observa con Don Carlos de Sigüenza

y Góngora.

¿Por qué motivo, quienes trazaron los símbolos y ale-

gorías representados en los arcos triunfales de la Ciudad de

México y de la Catedral Metropolitana, con los que fue reci-

bido el Marqués de la Laguna, dejan de escribir después de

1692? ¿Casualidad? ¿Qué nexo hay entre esta “casualidad”,

la Corte Virreinal del Marqués de la Laguna y el tumulto de

1692, al que bien podría llamársele “rebelión del pulque”

con base en la relación hecha por el mismo Sigüenza y

Góngora?

El Doctor José Pascual Buxo opina que Sor Juana se

abandonó a su repentina y sorpresiva fiebre mística, por la

cual se deshizo de su biblioteca y demás maravillas, como

resultado de la intriga eclesiástica surgida alrededor de la

“Carta Athenagórica”, donde refuta un sermón del Padre

Vieyra, entre el obispo de Puebla, Fernández de Santa Cruz,

oculto bajo el seudónimo de Sor Filotea, y el arzobispo je-

suita Aguiar y Seijas, de proverbial misoginia.

No obstante, de la lectura de la referida “Carta” cabe

desprender una postura feminista, que dudosamente pudie-

ron abrazar los supuestos contendientes.

Por lo mismo, es factible conjeturar que el motivo que

la llevó a esa decisión puede hallarse en el esquema de pen-

samiento subyacente en Primero Sueño como texto alquí-

mico.

Esquema, por cierto, vinculado tanto al Neptuno Ale-

górico y a los Villancicos como al Theatro de las Virtudes

Políticas de Don Carlos de Sigüenza y Góngora.

El Neptuno Alegórico explica el arco triunfal, colocado

en la Catedral Metropolitana, mientras que el Teatro… de

Sigüenza y Góngora el arco erigido en la iglesia de Santo

Domingo, cuando se hizo el recibimiento respectivo al Mar-

qués de la Laguna como Virrey.

La prosa y poesía de Sor Juana, cuyo centro no se ubica

tanto en su Carta Athenagórica como en sus Ejercicios

Devotos para los Nueve Días antes de la Purísima Encar-

nación.

Otras lecturas de Primero Sueño revelan que la silva

cuenta con una estructura interna semejante a los villanci-

cos y deriva de un método. Ahora bien, entre ello destaca la

figura a que alude en los primeros versos y que es posible

situar en un contexto medieval, que remite al orden mani-

queo del mundo trazado por San Agustín.

Dicha figura es la Diosa tres veces hermosa, que se

relaciona con Venus si se tiene en cuenta la obra de Edgar

Wind, titulada Los Misterios Paganos del Renacimiento.

Para Lugo Usodemar y para Don Alfonso Méndez

Plancarte la referida “Diosa” es la Luna y no Venus. Los argu-

mentos del ilustre sorjuanista son contundentes al respecto.

Sustentado en Virgilio, el Doctor Méndez Plancarte ase-

vera que es la Luna como Sémele, Diana y Hécate, papeles

que desempeña en el cielo, en la tierra y en los infiernos, res-

pectivamente.

Sin embargo, el tono alquímico del poema traslada el

pasaje inicial a De Natura Rerum de Lucrecio, donde invoca

a Venus; y a ciertos fragmentos de Las Metamorfosis de Apu-

leyo, después tituladas por San Agustín El Asno de Oro.

Resulta difícil asegurar que Sor Juana haya leído a es-

tos autores, como sí puede aseverarse acerca de Virgilio u

Ovidio, que menciona. Pero no hay duda que leyó a San

Agustín.

Este Padre de la Iglesia, en los capítulos XV y XVI del

Libro VII de la Ciudad de Dios, asigna a la Luna las diosas

Venus, Diana y Minerva.

En diversos villancicos, predominantemente dedicados a

la Virgen María, Sor Juana la viste con los nombres de estas

diosas grecolatinas al vincularla con la Luna.

Uno, ejemplificativo, aparece como el II del Primer Noc-

turno de los dedicados a la Asunción, en 1686, cantado en la

Catedral Metropolitana.

El villancico VII, que se encuentra en el Tercero Noc-

turno, posee gran similitud temática con las primeras estro-

fas de Primero Sueño.

Para que no haya duda es menester la trascripción de

la segunda estrofa del romance correspondiente que, a la

letra, dice: “Suba la que a sus entrañas/ a todo un Dios arras-

tró,/sublimándose a Divina/ cuando tanto humana a Dios”.

Para el ascenso, porque lleva en el vientre a un Dios, Ve-

nus o el Amor; para la sublimación o divinización, o su ser

Diosa, Minerva o la Luz del Puro Conocimiento y; para su

ser humana frente a Dios, Diana o la Virginidad, con todo lo

que este término significa.

Ahora bien, de lo expuesto puede desprenderse que,

dentro del esquema neoplatónico de Marsilio Ficino, Ve-

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47

nus desempeña una función determinante para la transfor-

mación, o purificación, del alma.

Es decir, para que suceda la remeatio a que alude Edgar

Wind, el amor, de origen divino, vence la contradicción y la

apariencia.

Este movimiento o proceso es de índole alquímica.

Existe una transmutación o transformación del alma mate-

rial, o humana, en alma divina.

El nexo con el hermetismo, en consecuencia, es eviden-

te, pues el traductor es el mismo Ficino. El Doctor José

Pascual Buxo concluye, después de un largo y serio trabajo,

que no es factible explicar el Primero Sueño desde el Poie-

mander o el Asclepius, pues la poeta llegó a tener noticias

suyas a través de Kircher o Ficino. El poema muestra una

profunda influencia de Ficino. Contribuiría, quizá, su amistad

con Don Carlos de Sigüenza y Góngora, que cita al jefe de la

academia renacentista en su Theatro de Virtudes Políticas.

A lo anterior se agrega que, según Don Edmundo

O´Gorman, en un Boletín Bibliográfico del Archivo General

de la Nación, se introdujo en la Nueva España un ejem-

plar de Marsilio Ficino, desde el siglo XVI. No resulta aventu-

rado asegurar que pudo haber más obras de este pensador.

El Doctor José Pascual Buxo ha realizado penetrantes

análisis de Primero Sueño apoyado en León Hebreo, conti-

nuador, o seguidor, de Marsilio Ficino.

Modelo de mundo –si pretendemos basarnos en

Karl Popper– que se encuentra bajo Primero Sueño, igual

que en posturas alquímicas como las de Paracelso, Ficino y

Pico Della Mirandola, de talante medieval.

El poema de Sor Juana, cuenta con grandes semejanzas

con el agustino. Merced a que existe una línea divisoria

entre el Reino de la Luz y el de las Tinieblas es factible la

purificación o transmutación de la materia.

Cabría aseverar que por esa división estática del Cos-

mos, donde el movimiento perfecto e inalterable está repre-

sentado por el círculo y la armonía celestes, de corte pita-

górico, retomado en el sistema ptolemaico, es dable incrustar

un principio dinámico de transformación de lo finito, im-

perfecto y material a lo infinito, perfecto y etéreo. Dicho

principio dinámico se halla representado, en el poema de la

monja jerónima comentado, por las imágenes de “la som-

bra piramidal” y del sueño, pero bajo la connotación deriva-

da de la concepción agustiniana.

Dentro de una concepción medieval del mundo, donde es

posible situar una Ars Magna Luliana, el método kircheriano,

aplicado por Sor Juana, la conduce a fundir distintas mentali-

dades de la Nueva España en una alquimia lingüística, cuyo

producto se extrae de la sublimación de diversas almas –espa-

ñola, negra, mestiza y demás– al eliminar impurezas, o parti-

cularidades, de cada una. Esta hipótesis deriva tanto de las

jácaras como del tema central de El Divino Narciso.

Así, el Primero Sueño se erige en utopía alquímica no

sólo de conocimiento, sino de saber, derivado de la fusión

lingüística. Cae en el “orden” a que alude Foucault, en Las

Palabras y las Cosas, donde una reja cubre a otra para gene-

rar una nueva. Si acaso, dentro de esta línea, estuvo Don

Ignacio Ramírez “El Nigromante”, cuando participó en el

Congreso Constituyente de 1857. Sor Juana Inés de la Cruz,

empero, se adelanta, con su poema y, desde el sueño, pro-

pone una alquimia lingüística, capaz de amestizar el pensa-

miento mexicano; de otorgarle la “x” a que aludía Don

Alfonso Reyes, frente a Don Ramón del Valle-Inclán.

Iris Aldegani

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48

El

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RENÉ AVILÉS FABILA

a nueva novela de Javier Duhart, Rogelio y Otilia,

está construida utilizando muchos de los recur-

sos de la novela moderna. Aunque para muchos

críticos la novela adquiere sus plenas características con el

Quijote de Cervantes, no es sino hasta principios del siglo

XX que sufre alteraciones formales y estilísticas que la ac-

tualizan luego de pasar por diversas etapas más temáticas

o intencionales que formales. Al cuento le ocurre algo pare-

cido. Sin duda es el primer género literario que aparece. Las

pequeñas historias son con las que el hombre arranca su

deslumbrante camino literario. Es evidente que inician de

manera oral, es alguien que narra una historia breve, algu-

na anécdota o explicación de un fenómeno sobrenatural, al-

go que le llama la atención a la colectividad primitiva. Con

el surgimiento de un lenguaje escrito, en posesión de un

alfabeto, las imágenes pasan al papel o a la piedra, mucho

después de que las artes plásticas y la música han aparecido.

Con el tiempo, el cuento no está más solo, lo acompañan la

poesía, la novela y el teatro. Es posible que sea la poesía

la que mayores esfuerzos le haya creado al ser humano a

causa de su complejidad formal y la simbología que exige.

La musicalidad, el ritmo, las metáforas, la medición de fra-

ses, su especial modo de utilizar la puntuación, etcétera,

exigen más que posiblemente el trabajo de prosa.

Para los inicios del siglo XX la literatura está a punto de

entrar, como el resto de las artes en el campo de la experi-

mentación, de los ísmos. El siglo XIX se muere lentamente y

no es sino hasta luego de la Primera Guerra Mundial que

comienza impetuoso y brutal el nuevo siglo. La novela se

convulsiona dejando atrás el romanticismo y el naturalis-

mo. A los nombres ya clásicos de Flaubert, Tolstoi, Dos-

toyevski, Goethe, Pérez Galdós, Balzac, Stevenson y Kipling

se pueden añadir nombres que le darán un giro a la novela,

como Joyce, Proust, Kafka, Hemingway y Faulkner. Ya el

mundo de la narrativa es otro y muy diferente. Pero preva-

lecen algunas características fundamentales que simple-

mente van a desarrollarse tales como el monólogo interior,

el uso de los recursos cinematográficos (invención de fines

de siglo XIX) que le permiten al narrador ir y venir en el tiem-

po, retroceder, distorsionar el tiempo y otras posibilidades más

que acaban con la novela tradicional o al menos la despla-

zan. En otras palabras le permiten editar la historia lineal.

Con estas nuevas posibilidades, Javier Duhart se con-

centra en la novela. Rogelio y Otilia una obra que ya muestra

al autor más seguro y confiado en sus cualidades narrati-

vas. No es una novela de muchos personajes y la acción

se ubica en reducidos espacios. El tiempo real es limitado.

A cambio los diálogos son intensos, alocados, vertiginosos

y nos llevan por la historia entre amorosa y divertida de

Rogelio y Otilia y algunos otros personajes que sirven para

los fines de una historia de amor poco común.

Cuando uno observa la forma en que Javier edifica sus

novelas no deja de llamar la atención que se basa en los

diálogos, que construye sus historias con una mínima inter-

vención del narrador, en ocasiones es un simple enlace

entre un grupo y otro de parlamentos. Deja que los perso-

najes se enfrenten y entren en conflicto. A veces pareciera

como si tuviéramos enfrente una obra de teatro con esce-

narios cambiantes. O tal vez ante un filme, una película ver-

tiginosa que nos obliga a seguir la trama. Diré algo más

atrevido, sus personajes parecen estar dentro de un circo de

L

Javier Duhart,el arte de contar divirtiéndote

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tres o cuatro pistas y uno poco a poco va reuniéndolos

armándolos como si fuera un rompecabezas, poniéndolos

en una sola pista donde centramos la atención. Al fin, la his-

toria queda completa. La verdad es que desconozco a otros

autores que se atrevan a utilizar tal forma, la mayor parte se

ampara en el narrador omnímodo o en la primera persona

del singular que, en este caso, pronto sabremos es la voz de

Rogelio quien nos habla desenfadadamente de su familia,

de sus padres, de Cástulo y de Armando el último hombre de

Salustia. Los comentarios del narrador, su participación, equi-

valdría a las acotaciones que el autor de la pieza teatral utiliza

para que el lector no se pierda y tenga un hilo conductor.

Sí, los diálogos y una voz narrativa que usa un lengua-

je salpicado de frases populares, un lenguaje coloquial, son

recursos que Javier utiliza. Pero ojo, mucho ojo, prefiere

apoyarse abiertamente en los diálogos breves, punzantes, a

veces telegráficos, donde los personajes van mostrándose

poco a poco. La conversación un tanto cínica y audaz entre

Rogelio y Otilia, primos que van más allá de lo familiar es

básica para entender la trama. Pero no es posible dejar de

lado a los personajes que parecieran de relleno, como un

complemento para la historia, tal es el caso de la tía Sa-

lustia, de quien sabemos por el arranque, donde sí está el

narrador tradicional. Una mujer que imaginamos, nos

lo dicen desde el principio es “muy chingona, una mujer

de carácter”, rica y sin duda victimaria de maridos. Cás-

tulo le cede, gracias a la muerte, el lugar a Armando,

un pulgoso metido en el gimnasio. Y de este modo, Ro-

gelio se prepara para encontrar a una mujer que será

importante en la historia: Otilia, para lograr una amena

relación incestuosa.

No se trata de decirle al público que el asesino es el

mayordomo. La trama y hacia dónde van los personajes

de esta grata novela, la descubrirá cada lector. Pero sí vale

la pena señalar que en esta novela hay elementos novedo-

sos aparte de los ya señalados. La novela de Javier, insisto,

es cinematográfica, corre veloz de una escena pasamos a

otra y de pronto vemos a Otilia y a Rogelio haciendo planes

para dispersar su fortuna en distintos bancos y haciendo

proyectos fantásticos, como los divertidos encuentros amo-

rosos de Rogelio un buen ejemplo de hombre que intenta

desembarazarse del pecado original: el machismo. La ima-

gen final pareciera señalar que lo consigue. Yo tengo mis

dudas. El erotismo y el buen humor aparecen en cada pági-

na y eso nos lleva a buen puerto, hacia un final redentor:

Rogelio ha cambiado con tal de recuperar a Otilia. Y esto ya

no se los cuento porque no comprarán la novela. Cabe aña-

dir que la escena final se desarrolla en un campus universi-

tario, delante de un amplio público. Es un cuadro franca-

mente ameno y es posible imaginarlo por la capacidad del

narrador, del novelista, de Javier.

Pero quiero señalar algo más, mi querido amigo Javier

ha encontrado la manera de divertirse escribiendo, de eso

no hay duda. Puedo imaginarlo gozoso poniendo en la

computadora historias amorosas, riéndose con sus perso-

najes y sus invenciones, rehaciendo el pasado e imaginan-

do el futuro.

[email protected]

Peter Saxer

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50

El

h

I. RAMÓN CÚELLAR MÁRQUEZ

El reino de las islas

ace algunos años Jorge Ruiz Dueñas vino a esta

ciudad a presentar una novela que a muchos de

nosotros nos interesó no sólo por el hallazgo

literario, sino por el contexto en que se desarrollaba: Baja

California Sur, específicamente en Santa Rosalía y Guerrero

Negro; un escritor que se aventuraba por las finas capas de

arena del desierto para mostrarnos una historia de desaso-

siego, nostalgia y redención.

El reino de las islas es una novela que abre las puertas

al sentido literario más allá de las costas regionales y nos

inserta con brillantez en el contexto nacional, tal como lo

hiciera Fernando Jordán hace más de cincuenta años. Jor-

ge Ruiz Dueñas nos presenta la historia de varias historias

entrelazadas en el tiempo, yendo de atrás hacia delante y

viceversa, recordando con nostalgia y viviendo el presente

con pasión, partiendo de su personaje principal, Sebastián

Lombardo, médico de cuerpos y de almas, descendiente de

una aristocracia en decadencia.

La forma en que Ruiz Dueñas principia la novela es de-

moledora, pues concibe en una sola línea el ambiente y el

clima de esta tierra: “Cuando Sebastián Lombardo baja el ferry

siente penetrar la lengua del diablo por su boca.” De esta

forma comienza el trayecto que habrá de llevarnos a través de

los últimos días del doctor que aglutina todas las vidas y todas

las historias. Esta idea del clima, el calor veraniego de Baja

California, se presenta en muchos de sus poemas más que co-

mo un recurso literario, una constante de vida.

Sebastián Lombardo arriba con Mariana, una mujer

que simboliza la búsqueda de la eterna juventud y también

la posibilidad de que el placer renazca como en los tiempos

de los primeros besos de la adolescencia. De esta forma

Mariana complementa sus relaciones con el mundo, dán-

dole fortalezas y presencia en los distintos sectores socia-

les. Poco a poco vamos conociendo a Mariana, su juventud

y su distancia con el entorno donde ha comenzado a vivir:

carga una soledad casi milenaria por su historia personal y

por la diferencia de edades con el hombrazo con quien

comparte su cuerpo, dejándolo entrar y salir a sus alcobas,

de donde la carne representa el edificio, el templo del amor

sensorio: una especie de religión carnal donde sus sacerdo-

H

Jorge Ruiz DueñasTextos sobre

Portada del libro El reino de las islas

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tes y feligreses son ellos mismos: Sebastián y Mariana. De

esta forma, la novela es tan sensual que se puede decir que

funciona como un cuerpo que habla un lenguaje erótico.

Con un tono suave, descriptivo, evocatorio y dulce, El

reino de las islas nos conduce por unos personajes conec-

tados por el conocimiento, los viajes, las relaciones de po-

der y de sexo. El lenguaje nostálgico que nos presenta Ruiz

Dueñas tiende a ser un diario, un devenir de escenas que

hablan de la lentitud calurosa del territorio peninsular. Hay

un desnudamiento de las conductas sociales: la actitud

todavía discriminante de la aristocracia mexicana, vestigio y

rescoldo de la época de la Colonia, pero también negación

de su realidad actual: los indígenas y el mestizaje.

Asimismo, los cambios de voces le dan a El reino de las islas

la pausa para el monólogo y el diálogo, como un mo- do de

interactuar, de mezclar las emociones y de confirmar la

poesía en cada uno de los párrafos, tal como ocurre en el

capítulo tres, pues nos recuerda a Jorge Ruiz Dueñas como

el buen poeta que es, además de que recoge con delicadeza

los infortunios de la vida diaria.

Cada uno de los personajes marca sus propias fronte-

ras, sus propios alcances; cada uno de ellos es un símbolo

de algo, una metáfora de la vida, un resumen de la humani-

dad. Por ejemplo: hay la conciencia de un conocimiento

antiguo a través de Alida Riverol, desde las pinturas rupes-

tres hasta el uso de yerbas para sanación. O este otro: la

cacería como símbolo de unidad con el medio ambiente hos-

til a través de la muerte de un animal.

Las relaciones humanas en El reino de las islas son una

mirada silenciosa a lo que el desierto peninsular provoca: el

aislamiento, la lejanía entre poblados son el germen para

que las pasiones se desaten como caballos desbocados. Tal

vez por eso se explique la infidelidad como respuesta a la

soledad del desierto. Incluso la figura de Hermilo, el sacer-

dote, demuestra la difícil relación que tiene con la confi-

dencia, cuando alguien deposita en él la confianza de una

confesión sacramental: suelta la lengua cuando se trata de

un amigo a quien él ama.

Cada personaje por separado es la síntesis de un argu-

mento que nos anuncia la significación de la vida hacia el final

de un individuo. Sebastián Lombardo es el principio y el fin, el

centro del círculo donde todos convergen y dan sentido. Pipino

Canela, el mejor amigo de Lombardo, y quien se ve envuelto en

sucesos de orden judicial, casi una conjura internacional, es la

contraparte de Mariana, pues representa los viajes por el

mundo, el recuerdo de Occidente, de Grecia y sus mitos; en

esencia, el conocimiento de todo, su parte intelectual.

Esta tercera edición de El reino de las islas nos confir-

ma la importancia de un escritor que ha sabido recoger de

la cotidianidad sudcaliforniana una tragedia con dimensio-

nes dolorosas, pero también universales. Así mismo confir-

ma que Jorge Ruiz Dueñas reconoce y agradece su contac-

to con la península de Baja California y es capaz de hurgar

una historia en este desierto tan especial del Señor.

El tibio vaho corpulento de la ballena*

“Cada página es la isla que deseas”.“Mi voz es alcanzada por el pájaro de luz”

CHRISTOPHER AMADOR

Creo que en Sebastián Lombardo, personaje central de la

novela que nos reúne, en él se cumple aquello que su alter

ego, Jorge Ruiz Dueñas, dijera al finalizar su poema “Tierra

Final”, que da título al libro con el que, en 1980, obtuviera

el Premio Nacional de Poesía Ciudad de La Paz:

Volveré para sentirlo todo nuevamente;

para enraizar entre los mangles;

para cambiar los ojos por guijarros;

para secarme en los estiajes amarillos;

para encontrarme de nuevo con la muerte

y en el filo del silencio desnudar mi carne,

y en el meandro desgarrado de las aguas corroerme

y ser en la miseria de los guanos descompuestos,

y caer más y más en las grutas bocazas de mi infierno,

de mi tierra final, irredenta, inextinguible.

letr

as, l

ibro

s y

revi

stas

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II. RAÚL ANTONIO COTA

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En el transcurso de esos treinta años que van desde

1980 a la fecha, he sido testigo de la constante filiación

de Jorge Ruiz Dueñas a las potencias simbólicas del mar

y del desierto, según lo testimonian sus libros entrañables.

En El reino de las islas, Sebastián Lombardo nos mues-

tra que el discurso del mar y del desierto no ha sido gastado

por la tradición, sino que abre perspectivas inéditas, que el ser

humano no sabe qué le depara el pasado, ni qué le alimenta el

falso futuro, que la Isla es una tierra final esférica. Allí se ense-

ñorea el universo de la indecisión, que la mujer, a través de

Mariana, otro personaje esencial, es emblema de una relación

erótica de momentos abisales y que la vida en pareja es un

territorio inédito, en donde el desengaño, el desencanto, la de-

silusión plantean nuevas formas de convivencia.

El mar impregna esta novela que puede leerse también

como una obra de aventuras, de principio a fin; mantiene un

rumor salino mientras la leemos. La ballena está presente

también con su gran corpulencia hecha de cálido aliento.

Estas dos entidades, el mar y el desierto, fundamentalmente,

confluyen y dan basamento en la celebración de la vida.

El doctor Lombardo nos sumerge en el sin fin de retos

que enfrentó durante su residencia en Sudcalifornia, desde

la atención a embarazos y partos, fracturas, cólicos, her-

nias, colitis, picaduras de serpientes, botulismo, hasta di-

verticulosis y así mismo en los tratamientos que aplicó con

puntual sabiduría.

Los estipendios de Lombardo fueron cubiertos por sus

pacientes, en especie: reparaciones mecánicas, informacio-

nes, relatos prodigiosos, coordenadas geográficas para co-

nocer los sitios exactos de los volcanes bajo el mar, la

cascada submarina de arena, el coral negro, la isla de los

pájaros, etcétera…

Con Alicia Riverol, el doctor Lombardo nutrió su cultu-

ra herbolaria y nos proporciona una amplia gama de nom-

bres de plantas y sus efectos curativos.

Estamos en presencia de una excelente novela escrita

con aliento poético, sin desatender las peculiaridades y exi-

gencias de la buena prosa, una prosa que en El reino de las

islas es fina, precisa, clara, fluida.

Jorge Ruiz Dueñas, en la ceremonia en que fue galardo-

nado con el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para

Escritores, el día 25 de febrero de 1998, en el Museo Rufino

Tamayo de la Ciudad de México, indicó que en ocasiones le

han pedido opinar sobre las diferencias entre poesía y narra-

tiva: “Ignoro por qué periódicamente esta cuestión nos ator-

menta, por qué se presenta con énfasis determinista. En el

escenario mutante, dialéctico de la gran literatura contempo-

ránea, la prosa se impregna de poesía como la poesía de

prosa (…) Avanzamos hacia nuevas propuestas que diluirán

las fronteras de los géneros y de las artes.”

Acerca de El reino de las islas, y de otras obras de Jorge

Ruiz Dueñas, una nómina espléndida de grandes autores

habla de ello. Fernando del Paso, se ocupa en esta edición

que hoy tenemos en las manos, de la presentación en la cuar-

ta de forros, en donde subraya que el pasaje de la novela refe-

rido al baño solitario de Mariana, es, a su juicio uno de los

episodios eróticos más bellos que ha leído en muchos años.

También han vertido su opinión: Álvaro Mutis, Ledo Ivo,

Gonzalo Rojas, Enrique Molina, Rubén Bonifaz Nuño, Jaime

Labastida, Carlos Montemayor, Juan Bañuelos, Marco Antonio

Campos, Lisandro Otero, Alberto Ruy Sánchez, Jorge Esquinca,

Vicente Quirarte, Eugenio Aguirre, Federico Patán, Eraclio

Zepeda, etcétera…. Todos ellos lo han hecho entre el entu-

siasmo y la congratulación lúcida.

Entre otras lecturas que ofrece esta gran novela se encuen-

tra la del ocaso de la vida. Pocos autores en el mundo han abor-

dado el fenómeno de la vejez (Víctor Hugo, uno de ellos) con tan

inteligente eficacia. Nos conmina a aceptar la muerte con ma-

durez y valentía, a través de este amplio canto épico.

Lo que nos queda a nosotros es acercarnos a su lectu-

ra con la certeza de que encontraremos en ella renovados

motivos para considerar esta nueva joya en su merecido

sitio entre la ya vasta bibliografía literaria e historiográfica

sudcaliforniana.

* Textos leídos en el Patio de los Almendros, del I. S. C. en la presenta-ción de la tercera edición de la novela El reino de las islas, de Jorge RuizDueñas, I.S.C. el día 12 de mayo.

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