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    Jos Ramn Fabelo Corzo*

    JO S MA RT , E L P EN SAM I ENTO CR T I CODE NU E S TRA AM R I C A Y LO S DE SA F O S

    DEL S I G LO X X I(A MODO DE P RLOGO )

    Cuando el 30 de enero de 1891 el peridicomexicano El Partido Liberal publicara elensayo Nuestra Amrica de Jos Mart pocoshabran pensado que aquel texto y su singularttulo se convertiran en el germen de lo quellegara a considerarse todo un proyecto desiglo. Y no precisamente el del XX, para cuyoinicio entonces faltaba una dcada, sino nadamenos que el del siglo XXI,1cuya distanciatemporal en relacin con el momento en elque Mart diera a conocer su texto abarcabams de 100 aos.

    El ensayo del hroe cubano albergaba

    ciertamente una visin alternativa de lo quedeba ser no slo la Amrica Latina de nes

    del XIX, sino el planeta mismo en un futuroprevisible. Por eso su alcance normativo habra

    de rebasar por mucho el contexto regional ytemporal ms inmediato de su autor, a pesarde que el ttulo mismo del trabajo parecieraapuntar a fronteras geogrcas restringidas.

    Mart estaba profetizando (y contribuyendoa lograr todo lo que en trminos de pensamien-to y accin era posible para su momento) unlugar protagnico para esa nuestra Amricaen el reordenamiento del concierto universalde naciones. Fue capaz de captar las poten-cialidades que esta regin tena para ello. Por

    eso, para que se tuviera plena conciencia deesa capacidad propia, su primer llamado eraa conocernos mejor a nosotros mismos, a mi-rarnos con ojos autctonos, a estudiarnos conreexiones propias, utilizando para ello todo

    lo que pudiera ser aporte del pensamientouniversal, pero manteniendo el entronquecon lo nuestro porque, a n de cuentas, ni

    el libro europeo, ni el libro yanqui, daban laclave del enigma hispanoamericano.2De ahque sea necesario leer para aplicar, pero no

    para copiar;3

    porque, de hecho, se imita

    *Investigador Titular del Instituto de Filosofade La Habana; Profesor-Investigador Titular dela Facultad de Filosofa y Letras de la BenemritaUniversidad Autnoma de Puebla.

    1Teniendo en cuenta las posibilidades contra-hegemnicas que con asiento en Amrica Latina yel Caribe comenzaban a emerger desde inicios dela presente centuria, Boaventura de Sousa Santos

    sugera ya en 2001 que el siglo de nuestra Amricabien puede ser el nombre del siglo que comienza(Boaventura de Sousa Santos, Nuestra Amrica.Reinventando un paradigma subalterno de reco-nocimiento y redistribucin, Chiapas, nm. 12.Recuperado de ).

    2 Jos Mart, Nuestra Amrica, Obras com-pletas, Tomo 6, Editorial de Ciencias Sociales, LaHabana, 1991, p. 20.

    3Ibidem, p. 21.

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    demasiado, y [] la salvacin est en crear.4Los pueblos que no se conocen han de darseprisa por conocerse [] La universidad euro-

    pea ha de ceder a la universidad americana.La historia de Amrica, de los incas ac, ha deensearse al dedillo, aunque no se ensee lade los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia espreferible a la Grecia que no es nuestra. Noses ms necesaria. [] Injrtese en nuestrasrepblicas el mundo; pero el tronco ha de serel de nuestras repblicas.5

    Haba sido frustrante el resultado de laprimera independencia latinoamericana. Enrealidad, el cambio no alcanz la radicalidad

    esperada y la colonia sigui viviendo en larepblica;6 cambiaron las formas, mas nolas esencias; la sociedad republicana conti-nu siendo profundamente injusta, opresoray colonial. No poda ser ese el puerto dedestino de la historia de nuestra Amrica. Senecesitaba un cambio de poca, que debaestar acompaado por un cambio del proyectode sociedad y de los intereses humanos questa ha de expresar. Ya no deban comandarlos intereses de los poderosos, sino los de los

    oprimidos o, para decirlo en palabras del poetacubano, el problema de la independencia noera el cambio de formas, sino el cambio deespritu. Con los oprimidos haba que hacercausa comn, para aanzar el sistema opuesto

    a los intereses y hbitos de mando de losopresores.7

    Y ello era concebido por Mart como nece-sario no slo para nuestra Amrica, sino parala humanidad toda, cuya interconexin connuestra regin vea como necesaria y esencial.

    Aqu es importante la siguiente aclaracin: aun

    cuando el hroe cubano llamaba la atencinsobre los rasgos peculiares de nuestro contex-to humano, no lo haca porque le atribuyera

    alguna cualidad racial especial. Todo lo contra-rio, Mart era un rme opositor a la idea misma

    de la divisin de la humanidad en razas y queclaramente identicaba con una construccin

    ideolgica que buscaba legitimar relacionesde opresin entre los seres humanos sobre labase de presuntas diferencias naturales entreellos que tenan mayor presencia en textospseudocientcos que en la realidad misma.

    No hay odio de razas, porque no hay razas.Los pensadores canijos, los pensadores de

    lmparas, enhebran y recalientan las razasde librera, que el viajero justo y el observadorcordial buscan en vano en la justicia de laNaturaleza [].8

    Las diferencias entre los pueblos sonde historia y de cultura, no de raza. Y esasdiferencias no niegan, sino que rearman lo

    que Mart no tiene reparos en calicar como

    identidad universal del hombre.9 Pero, almismo tiempo, esa identidad universal delhombre no es lo que tienen de comn todos

    los hombres, sino aquello que expresa suesencialidad histrica y que puede ser, segnla poca y el lugar, mejor o peor expresadapor los hombres y pueblos concretos.

    En este sentido, la postura de Mart re-cuerda bastante a la de Hegel. Recordemosque para el lsofo alemn hay siempre una

    especie de centro focalizador de la historiauniversal.10Ese lugar es ocupado por pueblosque sucesivamente se convierten en deposi-tarios fundamentales de la Idea Universal.

    4Ibidem, p. 20.5Ibidem, pp. 15, 18.6Ibidem, p. 19.7Idem.

    8Ibidem, p. 22.9Idem.10 Vase G. W. F. Hegel, Lecciones sobre la

    Filosofa de la Historia Universal. Trad. Jos MaraQuintana, Ediciones Zeus, Barcelona, 1970.

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    Esta nocin hegeliana, si bien desechableen sentido general por el idealismo histricoque entraa y por el conservadurismo que le

    impone la concepcin de un n para la historia,alberga, no obstante, un grano racional quedebe mantenerse. La universalidad histrica,ciertamente, no existe en abstracto, sino atravs del accionar concreto de los pueblosque componen el universo humano. En cadaetapa de la historia universal, ciertos pueblosdesempean un papel protagnico como cen-tros focalizadores de esa universalidad. En talsentido, la centralidad europea ha sido real yno slo un invento discursivo, aunque la razn

    nunca ha sido que Europa albergue la IdeaUniversal ni por ser ella el n teleolgico de la

    Historia, sino por constituirse esa regin en elsujeto prctico fundamental del proceso realde universalizacin histrica (que comienza apartir de 1492 y no desde los inicios de todahistoria, como supone Hegel) y por haberocupado un lugar central en lo que ImmanuelWallerstein llama sistema-mundo moderno,11que no es otro que el sistema-mundo capitalis-ta, en relacin con el cual el resto del mundo

    se constituy como su periferia.En ese sentido no hay dudas sobre la cen-

    tralidad europea durante una buena parte delo que llevamos de historia universal. Hoy, sinembargo, ante la crisis civilizatoria que atravie-sa la humanidad, ante la insostenibilidad delcapitalismo, ante el agotamiento de las posibi-lidades de progreso de ese sistema-mundo y lainminente necesidad de la emergencia de otroalternativo, el centro focalizador de los proce-sos histrico-universales debe ir trasladndose

    paulatinamente a lo que ha sido hasta ahora

    la periferia del capitalismo, que fue histrica-mente construida como tal para ser la otracara necesaria de la modernidad capitalista,

    la cara oculta, signada por el colonialismo y elneocolonialismo, as como por la colonialidadheredada de ambos. De esa historia colonialnace nuestra Amrica y habra de hacerlo,por supuesto, con intereses contrapuestos alos de aquellos que se erigieron en sus centrosmetropolitanos y que se aprovecharon de ellaegostamente en benecio propio. En algn

    momento el despertar de nuestra Amricahabra de signicar no precisamente el n de

    la Historia a lo Hegel, sino el n de la Historia

    euro-centrada y el arranque de una nuevaHistoria. Es ah donde se da el entronqueentre el proyecto de Jos Mart y los tiemposque hoy mismo estamos viviendo.

    Mart avizoraba, casi en trminos hegelia-nos, el lugar central de nuestra Amrica en laHistoria. Sealaba el Apstol de la Indepen-dencia de Cuba:

    Interrumpida por la conquista la obra natural

    y majestuosa de la civilizacin americana,

    se cre con el advenimiento de los europeos[] un pueblo mestizo en la forma, que con

    la reconquista de su libertad, desenvuelve y

    restaura su alma propia. Es una verdad extraor-

    dinaria: el gran espritu universal tiene una faz

    particular en cada continente [] Toda obra

    nuestra, de nuestra Amrica robusta, tendr,

    pues, inevitablemente el sello de la civilizacin

    conquistadora; pero la mejorar, adelantar

    y asombrar con la energa y creador empuje

    de un pueblo en esencia distinto, superior en

    nobles ambiciones [].12

    11 Vase Immanuel Wallerstein, The ModernWorld-System, 3 vols., Academic Press Inc., NuevaYork, 1974-1989.

    12 Jos Mart, Cdigos Nuevos, Obras com-pletas, Tomo 7, Editorial de Ciencias Sociales, LaHabana, 1991, p. 98.

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    Mas haba diferencias esenciales entre Marty Hegel, sobre todo en lo atenido a la com-prensin del lugar que uno y otro le atribuan

    a la Amrica situada al sur del Ro Bravo.Para Hegel, los americanos eran pueblos sinhistoria. Amrica cae fuera del terreno don-de, hasta ahora, ha tenido lugar la historiauniversal. Todo cuanto viene ocurriendo enella no es ms que un eco del Viejo Mundoy la expresin de una vitalidad ajena.13Losamericanos son, por tanto, inferiores de por s,con un futuro ambiguo que dependera de lamedida en que sean o no el desplazamiento

    de Europa. Si acaso, los del norte podran

    aspirar a algn futuro, siempre que ste fueraeuropeo. Pocas posibilidades en ese sentidotendran los pueblos del Caribe y de AmricaCentral y del Sur. De Amrica y su cultura,especialmente por lo que se reere a Mxico

    y Per, es cierto que poseemos noticias,pero nos dicen precisamente que esa culturatena un carcter del todo natural, destinadoa extinguirse tan pronto como el espritu sele aproximara.14

    Cun diferente es la postura de Mart,

    quien parece dirigirse a Hegel o a sus discpulosamericanos cuando enfticamente arma: Y

    calle el pedante vencido; que no hay patria enque pueda tener el hombre ms orgullo queen nuestras dolorosas repblicas americanas.15Hegel nos sacaba de la Historia, Mart nosvolva a poner en ella. Hegel inauguraba eleurocentrismo hecho losofa de la Historia.

    Mart echaba las bases de la crtica losca

    al eurocentrismo histrico.Pero Mart era consciente de las dicul-

    tades, peligros y retos que aquel proyecto

    nuestro-americano tena delante. Saba muybien desde dnde cabra esperar los prin-cipales obstculos: [] otro peligro corre,

    acaso, nuestra Amrica, que no le viene de s,sino de la diferencia de orgenes, mtodos eintereses entre los dos factores continentales,y es la hora prxima en que se le acerque,demandando relaciones ntimas, un puebloemprendedor y pujante que la desconoce yla desdea.16El desdn del vecino formida-ble, que no la conoce, es el peligro mayor denuestra Amrica; y urge, porque el da de lavisita est prximo, que el vecino la conozca,la conozca pronto, para que no la desdee. Por

    ignorancia llegara, tal vez, a poner en ella lacodicia. Por el respeto, luego que la conociese,sacara de ella las manos.17

    Y no se trataba como reitera Mart de unproblema de razas o de una especie de maliciacongnita inherente a nuestros vecinos delnorte. Se trataba, sobre todo, de diferenciashistricas, propiciadoras de papeles diversosen los acontecimientos internacionales. En esesentido seala el hroe cubano que no ha desuponerse, por antipata de aldea, una maldad

    ingnita y fatal al pueblo rubio del continente,porque no habla nuestro idioma, ni ve la casacomo nosotros la vemos, ni se nos parece ensus lacras polticas, que son diferentes de lasnuestras; ni tiene en mucho a los hombresbiliosos y trigueos, ni mira caritativo, desdesu eminencia an mal segura, a los que, conmenos favor de la Historia, suben a tramosheroicos la va de las repblicas [].18

    Esos diferentes lugares en la Historiafavoreceran un acercamiento mayor a los

    ideales de libertad en nuestra Amrica que en

    13G. W. F. Hegel, op. cit., p. 110.14Ibidem, p. 105.15Jos Mart, Nuestra Amrica, op. cit., p. 18.

    16Ibidem, p. 21.17Ibidem, p. 22.18Idem.

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    la otra Amrica y lo haran en la medida enque aqulla se mantuviera a buen resguardode la codicia de la segunda. De ah que ar-

    mara Mart que en relacin estricta con susdiversos antecedentes, los pases de nuestraAmrica ascienden a la libertad segura ygenerosa en la misma proporcin en que losEstados Unidos descienden de ella. Y aadiraque los pueblos de Amrica son ms libresy prsperos a medida que ms se apartan delos Estados Unidos.19

    Pero, tal como lo tema Mart, el siglo XXel ms cercano prospectivamente al hroecubano, aunque lleg a ser ciertamente un

    siglo de Amrica, no lo fue de la nuestra, sinode la otra, de la que l con gran tino calic

    como Amrica europea.20La historia parecacaprichosamente darle la razn a Hegel y noa Mart. Era la Europa extendida a Amrica laque a la larga se convertira en el nuevo centrodel moderno sistema-mundo capitalista. Comoseala Boaventura de Sousa Santos, [] elsiglo europeo-americano conlleva poca nove-dad; no es sino otro siglo europeo, el ltimodel milenio. Despus de todo, Europa ha

    contenido siempre muchas Europas, algunasdominantes, otras dominadas. Estados Unidosde Amrica es la ltima Europa dominante;como las previas, ejerce su poder incuestio-nado sobre las Europas dominadas.21

    Y fue utilizando a nuestra Amrica comosu primera y ms cercana rea de dominio ycapitalizando en favor propio el desgaste de

    la vieja Europa en sus dos guerras mundialesque la Amrica europea logr posicionarsecomo centro del siglo XX. Haba terminado

    por suceder precisamente lo que Mart preveacomo posibilidad y l mismo haba intentadoimpedir. As lo confesara el 18 de mayo de1895, precisamente el da antes de su muerteen combate, en una misiva inconclusa a suamigo mexicano Manuel Mercado: ya estoytodos los das en peligro de dar mi vida pormi pas y por mi deber [] de impedir atiempo con la independencia de Cuba que seextiendan por las Antillas los Estados Unidosy caigan, con esa fuerza ms, sobre nuestras

    tierras de Amrica. Cuanto hice hasta hoy, yhar, es para eso.22

    No pudo Mart lograr su objetivo de impedircon la independencia de Cuba el avance deEstados Unidos. Poco menos de tres aosdespus de su cada en combate, el pujantepas del norte intervendra en la guerra quelos cubanos libraban contra Espaa la mismaque Mart haba encabezado hasta su muerte,frustrando as la independencia de la mayorde las islas del Caribe, ocupando el pas hasta

    1902 y dejando despus una repblica media-tizada. De paso, el nuevo imperio se hara de laposesin de Puerto Rico, las Filipinas y Guam,convirtindose as en potencia colonial.

    Sin descontar importantes antecedentescomo aquel mediante el cual la nacin mexi-cana perdi ms de la mitad de su territorio,el siglo del imperialismo estadounidense habacomenzado en 1898 con la intervencin enla guerra hispano-cubana, alcanzando sultimo gran xito entre 1989 y 1991 con el

    derrumbe del llamado socialismo real en Eu-

    19Jos Mart, Las guerras civiles en Sudamri-

    ca, Obras completas, Tomo 6, Editorial de CienciasSociales, La Habana, 1991, pp. 26-27.20Jos Mart, Una distribucin de diplomas en

    un colegio de los Estados Unidos, Obras completas,Tomo 8, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana,1991, p. 442.

    21Boaventura de Sousa Santos, op. cit.

    22Jos Mart, A Manuel Mercado, Obras com-pletas, Tomo 4, Editorial de Ciencias Sociales, LaHabana, 1991, p. 167.

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    ropa del Este y la desintegracin de la UninSovitica. No resulta nada extrao que, bajoaquellas nuevas condiciones propiciadas por

    estos ltimos acontecimientos, el espritu deHegel pareciera nuevamente revolotear en lascabezas de los intrpretes victoriosos de losacontecimientos histricos y se reencarnaracon particular fuerza en un inspirado FrancisFukuyama, encargado directo de la renovadapuesta de moda del muy hegeliano n de la

    Historia.23

    El afamado politlogo estadounidense deorigen japons se apresuraba a darle sustentoterico a lo que para muchos representaba ya

    una evidencia: la cancelacin para siempre detoda posible alternativa a una Historia que nofuera la occidental. Al igual que para Hegel, el

    n de la Historia de Fukuyama representaba

    el triunfo denitivo del sistema social que le

    era contextual e ideolgicamente ms cerca-no. Ese n, que indicaba en ambos casos

    ms un destino teleolgicamente predetermi-nado que una terminacin temporal, era yslo poda ser europeo. Parecera raro que,en el segundo caso, tal certidumbre vinierade alguien cuya identidad personal uctuara

    entre Asia y Amrica, pero es que tanto Japncomo Estados Unidos pertenecen al grupo denaciones que, sin estar ubicadas geogrca-mente en Europa, bien pudieran considerarse,al decir de Noam Chomsky, pases europeoshonorarios.24

    Amrica Latina y el Caribe, la Amricanuestra de Jos Mart, pareca condenadaa continuar fuera de la Historia. Nunca fuey nunca sera centro depositario del espritu

    universal hegeliano. Y como ya la Historiahaba arribado a su reiterado nal, lo ms que

    poda hacer esta desafortunada regin del

    mundo era aproximarse tanto como le fueraposible al ya para siempre centro europeovigente, se encontrara ste en Europa mis-ma como en el pasado, en la Amrica europeacomo en el presente, o en cualquier otro paseuropeo honorario en algn futuro previsible.El neoliberalismo se presentaba como la mejorestrategia para lograr ese acercamiento. Lostratados de libre comercio eran su concrecinsocioeconmica; el rea de Libre Comerciode las Amricas (ALCA) se dibujaba como su

    futuro idlico.Sin embargo, muy pronto el renovado n

    de la Historia volvi a mostrase como lo quesiempre ha sido: una ilusin falaz. Las polticasneoliberales trajeron consecuencias nefastaspara Amrica Latina y el Caribe. La ofensivade tratados de libre comercio tuvo un francodebilitamiento, elALCAnunca se hizo realidad.Movimientos sociales y populares alternativosse abrieron paso por doquier con productos demucho impacto, como la rebelin zapatista

    de 1994 en Chiapas, Mxico, y el nacimiento delForo Social Mundial en 2001 en Porto Alegre,Brasil.

    El mundo donde quepan muchos mundosdel zapatismo o el otro mundo es posible delForo Social Mundial son frases clave que eviden-cian la esencia de uno y otro movimiento, enambos casos, en franca oposicin al decretado

    n de la Historia de Fukuyama y manifestando

    una abierta y cada vez ms masiva resistencia ala pretensin de otro siglo europeo. No parece

    casual que ambos movimientos, junto a otrosmuchos, hayan tenido su asiento inicial en estaparte del mundo. Sera el anuncio e inicio, porn, del siglo de nuestra Amrica?

    Muchas otras evidencias de un cambioimportante en las realidades de nuestro con-

    23Vase Francis Fukuyama, El fn de la Historia yel ltimo hombre, Planeta, Mxico, 1992, p. 474.

    24 Noam Chomsky, The New World Order,Agenda, nm. 62, 1991, p. 13.

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    texto regional y de su impacto internacionalcomenzaron a llegar de la mano de trascen-dentales transformaciones polticas y sociales

    de las que los propios Estados comenzaron aser protagonistas: procesos revolucionariosde nuevo tipo, aunque diversos entre s, enVenezuela, Bolivia y Ecuador; resistencia de larevolucin cubana y proceso de actualizacinde su sistema socialista; retorno al poder delFrente Sandinista de Liberacin Nacional enNicaragua; triunfos electorales reiterados departidos de izquierda en Brasil, Uruguay, ElSalvador; postura antineoliberal, nacionalistay latinoamericanista de la llamada era de los

    Kirchner en Argentina; el cada vez mayor pro-tagonismo de foros de asociacin e integracinregionales, basados en nuevos principios desolidaridad y complementariedad y focalizadosen la centralidad de los intereses comunes dela regin, como la Alianza Bolivariana para losPueblos de Nuestra Amrica (ALBA), la Uninde Naciones Suramericanas (Unasur) y laComunidad de Estados Latinoamericanos yCaribeos (CELAC), siendo esta ltima la pri-mera organizacin en la historia de la regin

    que incluye todos los pases de Amrica Latinay del Caribe (nuestra Amrica), excluyendo asu vez a Estados Unidos y Canad (Amricaeuropea).

    No de menor importancia han sido lasinstituciones y los productos culturales queesta nueva centuria ha hecho nacer o harescatado en el contexto latinoamericano ycaribeo. Entre las primeras destaca, por suimportancia e insustituible papel, la cadenatelevisiva multinacional Telesur, con un perl

    abiertamente pro-nuestro-americano y conuna frase de presentacin que es muestraelocuente de su compromiso social: nuestronorte es el sur. Entre los productos culturalesque se rescatan o se introducen se encuentrauna renovada ideologa bolivariana, centrada

    en su idea sobre la necesidad de la unidadde los pueblos de la regin y en la bsqueda deun camino alternativo para nuestra evolucin

    histrica, distinto al de Europa y al de EstadosUnidos. La propia actualizacin del conceptonuestra Amrica de Jos Mart y del idearioque lo acompaa es otro componente carac-terstico del nuevo imaginario que se vieneabriendo paso. A ello habra que sumarle elrescate y renovacin de importantes produc-tos genuinamente nuestro-americanos comola losofa y la teologa de la liberacin, la

    teora de la dependencia, la pedagoga deloprimido. Nuevos productos tericos se decla-

    ran herederos de ese pensamiento alternativoy le otorgan renovados impulsos; son loscasos de la que podramos identicar como

    teora de la colonialidad (descolonialidad)25o de la llamada epistemologa del sur.26Se

    25Propuesta terica desarrollada por autorescomo Anbal Quijano, Enrique Dussel, Walter Mig-nolo, Fernando Coronil, Edgardo Lander, Santiago

    Castro Gmez y otros. A pesar de la diversidad deposiciones de las que parten estos autores, todosellos tienen de comn el enfrentamiento crtico aleurocentrismo. Vase, por ejemplo, los libros colec-tivos: Edgardo Lander (comp.), La colonialidad delsaber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspec-

    tivas latinoamericanas, CLACSO, Buenos Aires, 2000;Santiago Castro Gmez y Ramn Grosfoguel (eds.),El giro decolonial. Reexiones para una diversidad

    epistmica ms all del capitalismo global, Ponticia

    Universidad Javeriana/Siglo del Hombre Editores,Bogot, 2007.

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    El concepto y todo el despliegue terico asu alrededor ha sido introducido y desarrollado porBoaventura de Sousa Santos quien, a pesar de serl mismo de nacionalidad portuguesa, se identica

    plenamente con el contexto nuestro-americanoy asume como propio su lugar de enunciacin.Vase, entre otros textos, su libro Refundacin del

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    trata de la expresin terico-conceptual de lasexigencias de una nueva poca.

    Tal conjunto de factores slo tiene lugar

    hoy en un contexto como el latinoamericanoo caribeo. Todo ello es indicativo de que,efectivamente, podramos encontrarnos enlas primeras dcadas del siglo de nuestraAmrica; sin embargo, nada nos puede ofrecerplenas garantas de que as sea. El proyectonuestro-americano no se realiza en autom-tico. Es la obra conjunta de mltiples sujetos,mujeres, hombres, movimientos y clasessociales, naciones, asociaciones internacio-nales, todos ellos enfrentados a formidables

    retos y peligros representados precisamentepor las fuerzas del n de la historia, por las

    tendencias ms conservadoras de los sigloseuropeos, empeadas en hacer de la presentecenturia una ms para la ya inextinguibleeuro-centralidad de la historia universal. Ar-madas estas fuerzas de enormes poderes detodo tipo, econmicos, polticos, militares y,sobre todo hoy, mediticos y (des)informti-cos, los pone a todos en funcin de frustrarcualquier cambio radical.

    Golpes parlamentarios a gobiernos pro-gresistas en Honduras y Paraguay; reiteradosintentos golpistas en Venezuela, Bolivia yEcuador; permanencia del bloqueo econ-mico, comercial y nanciero contra Cuba;

    continuas campaas mediticas contra todoproceso revolucionario, nacionalista o antineo-liberal que se est dando en nuestra regin,campaas que son polticas permanentes delas transnacionales de la (des)informacin;emergente Alianza del Pacco que busca

    reeditar a la escala de lo posible el ya sepul-

    tadoALCAy servir de contrapartida alALBA, ala CELAC, a Unasur; todo ello es muestra de lacontraofensiva anti-nuestro-americana que,

    junto a los errores propios de una transicincompleja por caminos diversos hasta ahorainditos, evidencia que el proyecto actualizadode Bolvar y Mart tiene todava por delanteun espinoso camino y que, si bien es unaposibilidad real su materializacin, es tambinfactible, una vez ms, su frustracin.

    Ciertamente, el presente siglo tiene unadiferencia importante en comparacin con elque tena delante de s Jos Mart. Hoy loslmites temporales del sistema-mundo capi-

    talista moderno y de una historia universaleuro-centrada son mucho ms evidentes e in-mediatos. De hecho, resulta ya difcil pensar enla prrroga por un siglo ms de la entradaen vigor de un proyecto alternativo a estesistema sin que ello d al traste con la propiasobrevivencia humana. De no terminar siendoel siglo de nuestra Amrica, el XXIpuede seruno de los ltimos que viva la humanidad.

    Harto elocuente en este sentido es el l-timo Informe Planeta Vivo,27segn el cual los

    actuales niveles de consumo de la poblacinmundial dejan una huella ecolgica ya de pors insostenible. Segn nos comenta Jim Leapeen la presentacin del citado informe, DirectorGeneral de WWF(World Wildlife Fund for Na-ture o Fondo Mundial para la Naturaleza), esta-mos viviendo como si tuviramos un planetaextra a nuestra disposicin. Utilizamos un 50%ms de recursos de los que la Tierra puedeproveer y, a menos que cambiemos de rumbo,esa cifra crecer muy rpido: en 2030, incluso

    Estado en Amrica Latina. Perspectivas desde una

    epistemologa del Sur, Universidad de Los Andes/Siglo XXI Editores, Mxico, 2010.

    27Planeta Vivo. Informe 2012. Biodiversidad,biocapacidad y propuestas de futuro, WWF. Recu-perado de .

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    25JOSMART, ELPENSAMIENTOCRTICO...

    dos planetas no sern sucientes.28Pero, loms signicativo de todo: la nacin que centr

    la historia universal europea durante el siglo

    XX, la nacin hegemnica del sistema mundocapitalista y que por doquier se muestra comoel modelo a copiar, es la ms viva evidenciade la imposibilidad de universalizar y eternizarsu muy proclamadoAmerican way of life. Sitodo el mundo viviera como un ciudadanoestadounidense se dice en el Informe, senecesitaran 4 planetas para regenerar lademanda de la humanidad.29

    Ya no parecen posibles ms siglos euro-peos. Se van cerrando las opciones. A tono con

    la moda de los pos habra que decir que elfuturo de la humanidad tendr que ser pos-eu-ropeo y, por consiguiente, pos-capitalista, o noser. En tal sentido, no puede olvidarse que laautodestruccin de la humanidad es tambinuna opcin real a la que indefectiblementenos dirigiremos si no cambiamos el rumbo. Yslo la accin consciente y mancomunada deun cada vez mayor nmero de sujetos podrahacer evitable ese destino. Apenas si estamosa tiempo para hacerlo.

    Lo que nos demuestra lo hasta aqu ex-puesto es que el cambio necesario resulta yahoy no slo una opcin ms, sino la nica quepermitira la sobrevivencia del ser humano.Alcanzar otro mundo, ms que una posibi-lidad, es entonces una exigencia de nuestrapropia existencia como especie. En lugar devivir acorde con las demandas de la corrupta,injusta e irracional sociedad de consumo quehoy habitamos, la salvaguarda de la especieexige atendernos mejor a nosotros mismos

    como seres naturales, en nuestra propia na-turaleza de seres vivos.

    Es tambin y sobre todo en este contex-to que el proyecto de nuestra Amrica de JosMart adquiere renovada vigencia. No es nada

    casual que, al concebirlo, el revolucionariocubano lo centrara precisamente en lo natural.Se entiende que las formas de gobierno deun pas han de acomodarse a sus elementosnaturales.30 Por eso el libro importado hasido vencido en Amrica por el hombre natu-ral. Los hombres naturales han vencido a losletrados articiales. El mestizo autctono ha

    vencido al criollo extico. No hay batalla entrela civilizacin y la barbarie, sino entre la falsaerudicin y la naturaleza.31

    De esta manera, hay que acudir a la natu-raleza para vencer al libro europeo y al libroyanqui, sobre todo en la medida en que unoy otro son falsa erudicin. Entonces, no sloes necesario el desarrollo de un pensamientopropio, sino tambin que ste dirija su aten-cin a los elementos naturales que componennuestros pueblos. El autoconocimiento da laclave de lo que debemos hacer con nosotrosmismos y de nuestro posible lugar en losprocesos histricos universales. Se ponen en

    pie los pueblos y se saludan. Cmo somos?

    se preguntan; y unos a otros se van diciendocmo son [] Las levitas son todava deFrancia, pero el pensamiento empieza a serde Amrica.32

    Pero, adems de propiciar un pensamientopropio, atento a la naturaleza particular quenos constituye como pueblos histricos, el pro-yecto nuestro-americano entraa la exigenciade un permanente pensamiento crtico y auto-crtico. Se trata de una crtica que busque un

    constante mejoramiento humano, para lo cualha de hallar su criterio en los intereses de los

    28Ibidem, p. 4.29Ibidem, p. 44.

    30Jos Mart, Nuestra Amrica, op. cit., p. 20.31Ibidem, p. 17.32Idem.

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    de abajo, en los histricamente oprimidos,en los explotados de siempre. En sos, queson los que ms cerca estn de la naturaleza,

    hay que buscar la fuente de inspiracin delpensamiento crtico y de la gobernanza denuestros pueblos.

    Suenan con absoluta vigencia las ideas deMart al respecto: Los pueblos han de vivircriticndose, porque la crtica es la salud;pero con un solo pecho y una sola mente.Bajarse hasta los infelices y alzarlos en losbrazos! Con el fuego del corazn deshelarla Amrica coagulada! Echar, bullendo yrebotando, por las venas, la sangre natural

    del pas! En pie, con los ojos alegres de lostrabajadores, se saludan, de un pueblo a otro,los hombres nuevos americanos. Surgen losestadistas naturales del estudio directo de laNaturaleza [...].33

    Por qu es necesario buscar esa fuerzainspiradora del pensamiento crtico en los deabajo, en los que en el lenguaje contempo-rneo y en la nomenclatura de Boaventura deSousa Santos daran fundamento social parauna epistemologa del sur? Precisamente

    porque son ellos a quienes no les ha ido bienen este mundo irracional. Son, por tanto, losms sensibles a los cambios necesarios. Noes el caso de los privilegiados insensibles, que

    pueden estar viviendo rodeados de un mundode podredumbre de cuya existencia apenas sepercatan. A ellos tambin se reri tambin

    Mart en los siguientes trminos: Cree elaldeano vanidoso que el mundo entero essu aldea, y con tal [] de que a l le vayabien, ya da por bueno el orden universal.34Y, a rengln seguido, aade: lo que quedede aldea en Amrica ha de despertar. Estostiempos no son para acostarse con el paueloa la cabeza, sino con las armas de almohada,como los varones de Juan de Castellanos:las armas del juicio, que vencen a las otras.Trincheras de ideas valen ms que trincheras

    de piedra.35Y para la construccin de esas trincheras

    de ideas, bienvenidas sean las aportaciones deEl pensamiento crtico de nuestra Amrica

    y los desafos del siglo XXI, que contieneinvestigaciones crticas procedentes de uni-versidades, posgrados, centros de investi-gacin, organizaciones sociales, ctedras delpensamiento crtico, comunidades originarias,crculos, ncleos, destacamentos y universida-des populares de nuestra Amrica.

    La Habana, Cuba, marzo de 2014

    33Ibidem, p. 21.

    34Ibidem, p. 15.35Idem.