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    Bases Martimas o Desarrollo Agrcola?

    Duccio Bonavia Despus de 17 aos de la aparicin del libro de Moseley (1975) sobre su hiptesis

    "maritime foundations", recientemente el mismo autor ha vuelto sobre el tema (Moseley 1992) pretendiendo haber realizado cambios con respecto al planteamiento inicial, que nosotros en verdad no vemos.

    El primer trabajo de Moseley recibi varias crticas (Osbornn 1977; Raymond 1981; Wilson H 31) que han sido citadas repetidamente, sin embargo la nuestra ha pasado desapercibida (Bonavia 1982a: 407-410; 1991: 166-167, 169). A pesar de esto y sobre todo sin que se hayan hecho aportes de nuevas investigaciones sobre el tema en los ltimos aos, se sigue ha blando de "maritime foundations" sin preguntarse si los argumentos que esgrime Moseley son todos correctos. El nico que nos propone una "reevaluacin" es el mismo autor (Moseley 1992), lgicamente para tratar de convencer que las cosas son como l las plantea.

    Es importante hacer un poco de historia, para ver que las ideas originales que le sirvieron de inspiracin a Moseley, no son tampoco como se presentan. O no se ha ledo bien los textos o no se ha querido leerlos bien.

    Las bases de la inspiracin de esta hiptesis estn en los escritos de Lanning (1966: 190; 1967: 59). Pero como observamos en nuestro libro de 1982 (Bonavia 1982a), si se lee cuidadosamente los trabajos de este arquelogo, se podr ver algunos hechos que nos parecen de fundamental importancia (lege Bonavia 1982a: 407-408). En primer lugar que Lanning se bas exclusivamente en datos costeros y l lo dice claramente: "Notablemente, estos desarrollos tuvieron lugar en una poblacin que no fue primariamente agrcola, sino ms bien de pescadores, habitantes costeros." (Lanning 1967: 58; el subrayado es nuestro). Y esto por la simple razn que en ese entonces el Precermico final de la sierra era casi desconocido, tal como lo sigue siendo an hoy. Y sobre este punto hay que hacer dos reflexiones. El rea Andina es una unidad cultural que no se puede entender por sectores; adems, y esto es muy importante, no es en la costa sino en los valles de altura media que tenemos que buscar los antecedentes de las plantas cultivadas. Sin embargo Lanning, que era un hombre de grandes intuiciones, cuando estudi los materiales del sitio Los Cerrillos, hizo un comentario sobre el Precermico que es de fundamental importancia. Dice as: "Razonablemente podemos esperar, entonces, que los sitios del interior del valle, correspondientes al Horizonte Temprano, al Perodo Inicial, e inclusive a la poca Precermica, tengan una mayor dependencia del maz que los sitios de la costa" (Lanning 1960: 587-588).

    Pero si se lee cuidadosamente a Lanning, se podr ver que a travs de todos sus escritos, l no trat en ningn momento de quitarle importancia al fenmeno agrcola y si bien es cierto que por falta de evidencias l postul "maritime foundations, tambin es cierto que cada vez que pudo le atribuy el valor real a las plantas. Y si no vanse sus referencias a Huaca Prieta (Lanning 1960: 39) o sus comentarios con respecto a Los Cerrillos (Lanning 1960: 587-588), a El Paraso (o Chuquitanta) (Lanning 1967: 70) o cuando coment lo que l denomin Complejo Culebras: "Es tentador pensar que, no obstante la cantidad de productos marinos que fueron comidos, el surgimiento fue principalmente el resultado de la cosecha de una planta tan productiva, almacenable" (y aqu se estaba refiriendo al maz; Lanning 1967: 67). Es cierto que Lanning se equivoc al darle excesiva importancia slo al maz, y sobre esto volveremos ms adelante, pero lo que aqu nos interesa es que l se refiere a un producto agrcola. Como escribimos en 1982, "...Lanning lanz la idea de los fundamentos martimos en funcin de los datos de la poca y como hiptesis de trabajo, de la que en el fondo l no estaba completamente convencido"

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    (Bonavia 1982a: 407-408).

    La que sigui a Lanning, fue Fung, a la que sin embargo tambin hay que leer cuidadosamente. Es as que ella plantea la hiptesis de que "...el mar literalmente era una chacra inagotable" (Fung 1972b: 26) y por eso supone que la hiptesis martima funciona (lege Fung 1972a: 7; 1972b: 25-26, 28). Pero sus ideas son diferentes a las de Lanning, en cuanto ella no disminuye la importancia de la agricultura en el Precermico, sino sencillamente considera que la "...riqueza productiva [del mar] retrasara el cultivo en la regin ...e incluso suponemos el regado" (Fung 1972b: 26). Obsrvese que Fung es muy cauta pues est escribiendo en condicional, de modo que la suya no es una afirmacin categrica. Y ello por la simple razn que Fung, con la rigurosidad que la caracteriza, era consciente cuando escriba que estaba slo planteando una hiptesis y sealaba muy claramente que para sustentarla hay que encontrar las evidencias. Recordemos lo que ella escribi: "El modelo propuesto exige la comprobacin por medio de ndices de consumo y clculos valorativos de los alimentos ganados al litoral y su proporcin en relacin con los productos terrestres, animales y vegetales; los cuales si fueron cultivados habra que preguntarse dnde y qu tipo de cultivo se practic..." y aade "...podemos estudiar a travs de muestras limitadas las variaciones estratigrficas de los residuos alimenticios y sacar porcentajes. Estas diferencias pueden indicar cambios significativos en los medios de explotacin." (Fung 1972a: 8; el subrayado es nuestro). Es decir, Fung seala el camino correcto a seguir para poder saber a ciencia cierta si la influencia del mar ha sido tan fuerte como ella supona. Es una gran lstima que Fung no siguiera con esta lnea de investigaciones para poder comprobar o rechazar su hiptesis, pero es peor an que sus seguidores no la hayan ledo cuidadosamente y, sobre todo, que en vez de llenar papeles con ideas no se hayan dedicado a buscar las evidencias. Veremos que los anlisis que reclamaba Fung en 1972 han sido realizados slo por muy pocos arquelogos y no exactamente por los defensores de "maritime foundations".

    Moseley (1992: 9-10) seala que tambin los soviticos se inclinaron por "maritime foundations". (En el caso de Vladimir Bashilov se trata de una comunicacin personal a Moseley y en lo que se refiere a V.M.Masson es su libro de 1971). Pero lo que no dice y no toma en cuenta Moseley, es que ni Bashilov ni Masson han trabajado nunca en territorio peruano y que sus interpretaciones son puramente tericas y basadas en una bibliografa muy restringida, y esto ltimo s lo dice Moseley pero slo en el caso de Masson. Hacer hiptesis as es fcil, lo difcil es sustentarlas.

    Consideramos que en el planteamiento de esta hiptesis se ha olvidado de ciertos hechos fundamentales y se ha valorado demasiado a otros. En primer lugar se ha olvidado que el rea Andina Central, que en cierta forma corresponde al rea Co-tradicional de Bennett (1948), debe ser entendida como una unidad. Que las relaciones entre zonas tan alejadas como la selva y la costa pacfica han sido constantes y continuas a lo largo de toda la historia andina y que no se puede analizar un fenmeno tan importante, como es el origen de la Civilizacin, en funcin de una sola ecologa. No olvidemos que productos tpicamente selvcolas (v.g. la yuca [Manihot esculenta] y el man [Arachis hipogaea]) estn presentes desde muy temprano en la costa peruana. Y si bien es cierto que en teora Moseley (1992: 5) acepta este planteamiento, sin embargo a lo largo de su trabajo prcticamente no emplea datos de las serranas y menos de la vertiente oriental andina.

    En segundo lugar se le da mucha importancia a ciertos detalles, sin tratar de ver si ellos son correctos o no. Veamos un ejemplo. Moseley (1992: 7) escribi: "los camlidos y animales domsticos ms pequeos han satisfecho las necesidades dietticas de los agro-pastores de altura". En primer lugar cuales fueron los animales domsticos del antiguo Per, si excluirnos a los camlidos? Slo tres: el perro (Canis familiaris), el cuy (Cavia sp.), y el pato almizcleo (Cairina

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    moschata). Si no tomamos en cuenta al perro, pues no hay indicios salvo en algunas poblaciones serranas y en tiempos tardos que ste haya servido de alimento, tanto el cuy como el pato son animales que viven muy bien en la costa. Del primero hay evidencias en tiempos precermicos y del segundo sencillamente no conocemos su pasado. En cuanto a los camlidos, hay que destruir el mito que ellos son animales de altura (lege Bonavia 1996) y si bien es cierto que los datos arqueolgicos para los tiempos precermicos en la costa son escasos (Bonavia 1996: 130-136), ello es debido a que se ha trabajado poco en la lnea de la etnozoologa, pero no cabe ninguna duda que cuando se realicen investigaciones ms sistemticas, las evidencias cambiarn. Nosotros hemos encontrado en Los Gavilanes una importante cantidad de excrementos de llama (Bonavia 1982a: 225-226; Jones/Bonavia 1992). Y si bien es cierto, insistimos, que la informacin es escasa, hay indicios en varios sitios precermicos costeos de la presencia de estos animales (Bonavia 1996b: 130-136). De modo que no es tan cierto que slo los agro-pastores de altura podan tilizar a estos animales para su alimentacin.

    Otra generalizacin que puede y de hecho ha distorsionado la realidad, es afirmar simplsticamente que el mar se puede explotar fcilmente, con una tecnologa muy simple y en forma continua. Varios autores han cado en esta generalizacin (e.g. Fung 1972b: 27; Moseley 1975: 106; Yesner 1980: 730). En primer lugar hay que recordar que la faja costera peruana no puede ser considerada como una unidad. Mientras en el extremo Norte tenemos costas fangosas formando los esteros, en otros sectores ms al Sur se alternan en forma irregular grandes playas de arena con otros que son formaciones ptreas que emergen junto al mar y que forman acantilados que sobrepasan a menudo los 50 metros de altura. Por otro lado esta costa, que presenta su mayor ancho en la parte septentrional, se puede dividir en tres sectores en funcin morfolgica y climtica: uno, el Norte, que se extiende desde la frontera con el Ecuador hasta la altura de Trujillo. Otro, en el centro, que va desde Trujillo hasta Caete y el ltimo, el sureo, desde Caete hasta la frontera con Chile (lege Peaherrera del guila 1969: 20-21). Cada uno de estos sectores tiene caractersticas particulares. Y no es lo mismo pescar o mariscar en una playa de arena que en un acantilado rocoso. Tampoco se debe olvidar que el mar peruano, por ms que engaosamente se le llame Ocano Pacfico, de pacfico no tiene nada y es, por lo contrario, un mar muy peligroso, sobre todo si se le quiere enfrentar con una tecnologa como la que manejaban los pescadores y marisqueros precermicos. Para entender esto hay que vivir con la gente de mar. Y nosotros, por experiencia propia, podemos decir que no es tarea fcil (lege Bonavia 1982a: 248, 289-291).

    En lo que se refiere a la constante productividad del mar (v.g. Fung 1972b: 28) tambin hay que decir algo. Ello es verdad hasta cierto punto, pues hay algunos fenmenos que la atenan, tales como las bravezas y el aguaje (vide Schweigger 1964: 105-108, 186-193 [se podr ver que el aguaje es un fenmeno mucho ms complejo de lo que lo describe Moseley 1975: 44-45]) que si bien es cierto que no se dan continuamente, cuando se producen causan gran perjuicio a los pescadores. Y por supuesto El Nio cuando se presenta.

    Pero la pregunta clave que hay que hacerse sobre la productividad del mar en los tiempos precermicos es: a base de qu datos cuantitativos han medido Moseley y sus seguidores este fenmeno, para poder estar seguros de su aserto? Hasta donde nosotros sabemos ni Lanning, ni Engel (1958, 1963, 1964, 1966, 1970 inter alia), ni la gran mayora de arquelogos que se han dedicado a investigar el Precermico, se han preocupado de obtener datos estadsticos que permitan cuantificar la ingesta del hombre precermico para que nos permita tener una idea del valor real de los productos marinos comparados con los terrestres. Shelia Pozorski (1976) hizo un intento en esta direccin para una serie de yacimientos de la Costa Norte, Wing y Reitz (1982) y nosotros (Bonavia 1982a: 384-388 y especialmente Cuadros 24, 25 y 26) para Los Gavilanes. Pero no slo faltan datos comparativos, sino que estos para ser vlidos deben provenir de

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    excavaciones de cierta envergadura. Adems hay otro problema adicional que hemos sealado (Bonavia 1982a: 409) y sobre el que queremos insistir. Arqueolgicamente no se ha podido encontrar an una forma de medir el consumo vegetal y animal en trminos que tengan cierto margen de exactitud y con parmetros que admitan comparaciones. Sin negar la importancia del mar, no se puede olvidar que desde sus tiempos de cazador-recolector el hombre hizo un amplio uso de las plantas y que durante el precermico final se conocan prcticamente casi todas las plantas domsticas que se emplearon hasta el Horizonte Tardo (Bonavia 1991: 130). Osborn (1980: 740) nos ha hecho ver, adems, algo que es muy significativo. Que la carne de una sola llama que equivale aproximadamente a 90 kg1, contiene 12.58 kg de protena que es equivalente al contenido de protena de 135, 269 mejillones o 17,000 almejas. Es cierto, y esto tampoco se ha hecho, que habra que efectuar las conversiones en trminos de las especies de nuestro mar, pero de todos modos la recoleccin diaria de un marisquero moderno con instrumentos de metal, es muy baja. Por ejemplo, la jornada de un marisquero huarmeyano experimentado que sale a buscar chitones (Chitonidae), le permite recolectar entre 10 y 15 docenas. Y en 15 docenas hay slo 15,364 grs de carne (Bonavia 1982a: 384; vide tambin Cuadro 25, 386). De modo que no debemos dejarnos cegar por el espejismo de la gran cantidad de conchas que vemos en los depsitos precermicos, sino tratar de entender qu significado tiene ello en kilogramos de carne comestible. En el caso de los restos vegetales, la conversin en trminos de materia comestible es ms difcil, si no imposible. Muchos restos, como las vainas de los frjoles por ejemplo, si se queman desaparecen por completo, otros prcticamente no dejan huellas, es el caso del tomate cuyo pasado desconocemos. Las pepas de muchos frutos probablemente han sido botadas en los alrededores de los campamentos o en los peregrinajes por los alrededores durante las recolecciones y las caceras. Muchas veces se puede sealar la presencia de tal o cual planta, pero cuantificarla en trminos de uso es prcticamente imposible.

    Moseley (1975: 106-107) insiste mucho sobre la necesidad de una tecnologa avanzada y labor organizada para lograr una produccin agrcola importante. Y en su ltima revisin escribi: "Si las poblaciones precermicas del litoral dependieron principalmente de una agricultura de avenidas [es decir lo que los africanistas han denominado agricultura de dcrue], entonces ellos han mantenido en produccin poca tierra. Los terrenos sujetos a la salida de madre de los ros y otros terrenos que se riegan por s mismos, comprenden menos del 1% de lo que se cultiva hoy en da en la costa" (Moseley 1992: 23).

    En primer lugar nosotros insistimos que no es necesario pensar en una agricultura desarrollada, con canales de regado, para poder sostener una poblacin como la precermica. Con una horticultura simple de dcrue bastaba. Segundo, no se debe pensar que las poblaciones que vivan cerca del litoral no tenan relaciones con las que lo hacan en el valle vecino o no se puede excluir que las mismas poblaciones que habitaban en el desierto iban al valle vecino para sus tareas hortcolas. Y tratndose de una horticultura basada en la salida de madre del ro, se lleva a cabo slo en una poca del ao, lo que permite realizar otras tareas a lo largo del resto del tiempo. En el caso concreto de Huarmey, nosotros consideramos haber demostrado fehacientemente por medio del anlisis de los excrementos de llama recogidos en Los Gavilanes, que los viajes de las caravanas desde el valle vecino hasta el sitio se hacan (Jones/Bonavia 1992).

    En lo que se refiere a la aseveracin de Moseley, que seala que slo 1% de los terrenos costeros cultivados actuales est sujeto a la salida de madre de los ros o se riegan pos s solos, hay que sealar dos hechos concretos. En primer lugar es siempre peligroso utilizar datos actuales para juzgar una realidad tan diferente como la de los tiempos Precermicos. Aunque admitimos que no siempre es fcil o es posible reconstruir estos tipos de datos, en vista de lo poco que se ha hecho sobre geologa del Cuaternario en los valles costeros. En segundo lugar, no sabemos de

    1 Este peso sealado por Osborn en verdad no es correcto. Este vara entre 110 kg y 155 kg (Bonavia 1996: 65).

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    donde proviene esta informacin de Moseley, ya que l no seala fuente. A nosotros nos gustara ver clculos concretos y cifras por lo menos aproximadas.

    Nosotros hemos hecho clculos para tratar de saber cuantas tierras podran estar sujetas a la salida de madre del ro en forma peridica en el valle de Huarmey. Es as que las tierras aptas para el cultivo que tienen entre 0% y 2% de pendiente, en todo el valle representan el 12% de las tierras cultivables. Si hacemos un examen de stas resulta que el 7.5% tienen aptitud para el riego sin mayores limitaciones y 4.3% con moderadas limitaciones. En total ello significa 546 hectreas (ONERN 1972). Conociendo el valle e imaginando el cauce del ro sin las defensas que hoy protegen los campos de cultivo, consideramos que una buena parte de estas tierras podra estar sujeta a inundaciones peridicas por la salida de madre de las aguas. Si se parte de la hiptesis que slo la mitad podra ser inundada, estaramos hablando de 273 hectreas, o sea del 6% que es un poco ms del 1% que plantea Moseley. Y nos estamos refiriendo a uno de los pequeos valles de la costa. Sera interesante hacer clculos similares para los valles ms grandes y ver quin tiene la razn. Una vez ms no se puede generalizar en una forma tan simplista y sin fundamento de causa.

    Estamos de acuerdo que el problema ms grave en toda la costa es la irregularidad de los ros. La respuesta del hombre a esta inseguridad ha sido la creacin de sistemas para almacenar los productos agrcolas. Como bien lo ha sealado Pokotylo (1980; 741), aunque l se refera a poblaciones canadienses, la tecnologa del almacenamiento es un fenmeno que adquiere mucha ms importancia analtica de la que normalmente se le ha dado. En el caso del Precermico peruano, creemos haber sido los nicos de haber llamado la atencin sobre esto con el estudio detallado de los depsitos de Los Gavilanes y haber sealado su existencia adems en Gallinazo y La Laguna en Huarmey (Bonavia 1982a: 236-242, 443, 447). Todo parece indicar que ellos existieron tambin en spero (Bonavia/Grobman 1979: 38-40).

    Otro punto importante que se debe discutir es el de la anchoveta (Engraulis ringens), que es uno de los argumentos claves de la proposicin de Moseley. El seala que si hubiera ledo antes el trabajo de Fung (1972b), el planteamiento de la hiptesis martima hubiera sido ms fcil. En su segundo trabajo escribi ad literas: "... ella ha sido la primera en notar la alta rentabilidad y la simple tecnologa asociada con la explotacin temprana de la anchoveta." (Moseley 1992: 12). Ms adelante Moseley (1992: 17) sostiene que las sociedades precermicas que vivieron entre el 8 y el 15 de Latitud Sur (es decir aproximadamente entre Trujillo y Nasca) se especializaron en la pesca de la anchoveta, pero al mismo tiempo seala que "l sospecha" que frente a los fenmenos de El Nio tuvieron que diversificar su tecnologa pesquera. Al final Moseley (1992: 21) escribi: "Al norte del ro Chao la faja de la anchoveta se desva fuera de la zona litoral poco profunda y es arrastrada lejos mar afuera. A partir del valle de Vir hacia el Norte, la pesquera no ha sido fcilmente accesible a las poblaciones precermicas ... la anchoveta no est presente en sitios del litoral como en Huaca Prieta".

    Sobre estas afirmaciones de Moseley hay que hacer varios comentarios. En primer lugar Moseley le atribuye a Fung (1972b: 26) lo que ella no ha dicho. Ella no escribi nada sobre la "simple tecnologa" ni "la explotacin temprana" de la anchoveta. Ella lo nico que observa es que, debido a la Corriente Peruana, el mar peruano es muy rico en peces y que segn cifras de 1969 los pjaros guaneros consuman unos 4 millones de toneladas de anchovetas. Y luego Fung escribi verbatim: "La distribucin espacial de los centros ceremoniales tempranos podra estar, pues, relacionada a los factores ecolgicos de la zona litoral central" (Fung 1972b: 26; Ntese la prudencia de Fung, que escribe en condicional). Y ella indica claramente cual es la "zona ecolgica mayor, central", es decir la que se extiende entre Punta Aguja y San Galln. Resulta pues, que no slo Fung no dice lo que le atribuye Moseley, sino que adems ella se refiere a una

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    zona que se extiende aproximadamente entre un poco ms al Norte del 6 y un poco ms al Norte del 14 de Latitud Sur, que no es la zona que seala Moseley, pues hemos visto que l la define entre los 8 y 15 de Latitud Sur.

    En segundo lugar, Moseley se contradice, pues en una pgina afirma que la zona de especializacin en la pesca de la anchoveta en tiempos precermicos ha sido entre los 8 y 15, es decir entre Trujillo y Nasca, pero luego en otra pgina escribe que al Norte de Chao, es decir al Norte del 9 de Latitud Sur, la anchoveta "no est presente" (Moseley 1992: 17, 21).

    Pero sobre este punto hay otro asunto que nos parece ms grave. Nosotros no negamos la posibilidad que el hombre precermico haya aprovechado al mximo de la anchoveta. En los tiempos actuales "La abundancia de cardmenes de anchoveta muy cerca de la costa durante el verano, permite que la pesca se realice entre las 10 y 20 millas y a profundidades que fluctan entre 10 y 25 m.; en el otoo e invierno la dispersin de los cardmenes en un rea mucho ms grande hace que la disponibilidad baje ..." (Snchez Romero 1975: 166). Pero sabemos por informacin de Schweiger (1964: 236) que "En 1930 pudimos comprobar lo que contaban los antiguos empleados de la Compaa Administradora del Guano, que la anchoveta puede ser sacada del agua en canastas de un cardumen en la superficie si la embarcacin est en medio de ste". Pero el mismo Schweiger (1964: 236) indica que desde 1938 no se han observado ms masas tan densas.

    No cabe la menor duda que desde el punto de vista tcnico los pescadores precermicos no tuvieron grandes dificultades de pescar la anchoveta en condiciones normales, si bien muchos de los aspectos de esta pesca slo los podemos deducir y suponer. Pues, y slo para citar dos ejemplos, por un lado es cierto que hay amplia evidencia de la existencia de redes que pudieron ser empleadas para ese fin, sin embargo nada sabemos sobre su tamao, pues slo se han hallado fragmentos. Nos referimos a su ancho y largo. El tamao de las mallas s se conoce. En el caso de Los Gavilanes (Bonavia 1982a: 124-126) stas medan en promedio 1.8 cm siendo las ms grandes de 4 X 4 cm y una anchoveta a los seis meses tiene un largo de 7-8 cm y a los tres aos puede alcanzar entre 15-18 cm (Snchez Romero 1975: 163). Pero lo que ni Moseley ni nadie ha discutido, es el problema de la profundidad en la que se encuentra la anchoveta en condiciones normales no, insistimos, cuando est en cardmenes superficiales, lo que no es comn. Pues bien, como lo hemos sealado, en condiciones normales, en los meses de verano, los cardmenes se encuentran entre 10 y 25 m de profundidad y en otoo e invierno la dispersin es ms grande y la disponibilidad baja. Y estos cardmenes estn a distancias de la costa que varan entre 10 y 20 millas, es decir ca. entre 16 y 32 km. Lo cual significa dos cosas. En primer lugar que se necesita de redes grandes y, en segundo lugar, que es indispensable contar con embarcaciones. Es decir, que sin duda este tipo de pesca no se poda practicar desde la playa. Ahora bien, es de suponer que las redes de mallas ms grandes debieron ser arrastreras y stas pudieron ser utilizadas, por ejemplo, para pescar la anchoveta. Las ms pequeas pudieron ser utilizadas para actividades menores como la recoleccin de muy muy (Emerita analoga) o en el caso de la anchoveta slo cuando se presentara la presencia de cardmenes muy cerca de la playa. Pero para pescar mar afuera -insistimos- se necesit de embarcaciones y, hasta ahora, no hay ni una sola prueba que demuestre su existencia en tiempos precermicos. Justamente Moseley y Feldman (1977: 273) discutieron el asunto y llegaron a la conclusin que el mar abierto no fue explotado en los tiempos precermicos. Entonces, les quisiramos preguntar a estos colegas cmo se pesc la anchoveta? Nosotros creemos, sin embargo, que se trata slo de un problema de conservacin, pues las embarcaciones fueron probablemente caballitos de totora (Thypaceae o Cyperaceae) y hay una serie de evidencias indirectas que permiten suponer el uso de stas en los tiempos precermicos. No podemos entrar en detalles, pero nos remitimos a un trabajo nuestro donde hemos discutido el asunto in extenso (Bonavia 1982a: 290-291).

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    De modo que si en teora no hay problema para aceptar la posibilidad de que se haya

    explotado la anchoveta en tiempos precermicos, el asunto serio que se plantea, y esto es lo que no ha tomado en cuenta Moseley, es que no hay pruebas arqueolgicas que lo sustenten y demuestren.

    Moseley (1992: 21-22) insiste que los patrones de subsistencia marina varan tanto hacia el Norte como hacia el Sur a partir del 8 de Latitud Sur y al referirse a Huaca Prieta escribi: "... la anchoveta no figura en sitios litorales como Huaca Prieta". Pero inmediatamente aade: "Al sur de los 8 el upwelling vara en intensidad. La productividad mxima de la pesquera se da en la regin costera donde se construyeron los ms grandes monumentos precermicos". Pero, curiosamente, ya Moseley no nos da ningn dato ms. La pregunta es: porqu no se sealan puntualmente las evidencias arqueolgicas que avalan este planteamiento? Por una simple razn, porque en trminos generales no hay datos cuantitativos de los restos alimenticios de los sitios precermicos que han sido investigados y, cuando los hay, contradicen la afirmacin de Moseley. Veamos las evidencias. En Padre Abn no se encontr anchovetas (Pozorski 1976: Table 5, 313), en Alto Salaverry tampoco (Pozorski 1976: Table 7, 318; Table 9, 324). En Los Gavilanes la anchoveta representa el 2% en la poca 2 y el 13.6% en la poca 3 (Wing y Reitz 1982: Cuadro 20a, 195). El caso de spero lo consideramos muy importante, en cuanto la informacin proviene de los trabajos de Feldman que, junto con Moseley, es uno de los ms extremos sostenedores de la tesis martima. Feldman (1980: 168) escribi que la anchoveta y la sardina constituyen "... la mayor parte de la dieta ...", pero resulta que sta es una afirmacin sin sustento pues inmediatamente aade "A pesar que los datos no han sido cuantificados" (el subrayado es nuestro). En el caso de El Paraso la anchoveta es el pez ms comn (Quilter et al. 1991: 279) pero tampoco hay datos cuantitativos y en Paloma las anchovetas representan el 18% (Reitz 1988: Table 1, 314). En el Sitio Ring o Anillo, en Ilo, no hay anchovetas (Richardson et al.1990: 149). Es decir, con los datos que tenemos, es imposible afirmar que el uso de la anchoveta en los tiempos precermicos ha sido importante. Como muy acertadamente escribieran Pickersgill y Smith (1981: 102) al referirse al Precermico final, "En ausencia de datos cuantitativos o informes completos de sitios es difcil evaluar la importancia diettica de la alimentacin de plantas comparada con los productos marinos".

    Moseley (1992: 14) escribi: "Si la costa desrtica fue primero colonizada por poblaciones que utilizaron tejidos, tales como bolsas, elaborados con un solo elemento anillado o anudado, as como propulsores o lanzas, entonces ellos en un sentido estuvieron pre-adaptados para pescar alanceando y con redes". Pero si Moseley hubiera ledo los informes relativos al hombre temprano en la costa, se habra dado cuenta que la situacin no ha sido tan simple como l la plantea. En primer lugar, hay que decir que la nica cultura temprana que ha sido bien estudiada hasta ahora y slo en su manifestacin ms nortea, es decir entre Pacasmayo y Casma sensu lato, es la Paijanense (lege Chauchat et al 1992; Uceda 1986). Pues si bien su presencia est demostrada hasta la zona de Paracas, en el departamento de Ica, los datos que disponemos son pocos (lege Bonavia 1982b; Bonavia/Chauchat 1990). El cuadro que all se nos presenta no es exactamente el que nos pinta Moseley. "Los cazadores-recolectores que bajaron a la costa no tenan ningn tipo de tejido o por lo menos no se ha encontrado las evidencias. El uso de redes en el Precermico costeo comienza en lo que Lanning llamaba la Fase V (Lanning 1967: 5 1). Es cierto, sin embargo, que en la sierra, ms concretamente en la Cueva del Guitarrero en el Callejn de Huaylas, una tcnica que puede servir para hacer redes hace su aparicin en el Precermico temprano (Adovasio/Maslowski 1980: 266-267), es decir entre las Fases III y IV de Lanning (1967). Por otro lado tanto las redes como los tejidos que corresponden al Precermico peruano, no muestran una tecnologa "primitiva", lo que permite suponer que hay un estadio anterior que desconocemos (lege Bonavia 1982a: 294 et passim). Pero hasta que no lo encontremos no podemos

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    afirmar que existi. Tampoco se debe olvidar que tambin es posible pescar con nasas, encaizadas, garlitos de mimbres o cestera.

    Ahora bien, no hay evidencia alguna de propulsores. Todo indica que las puntas lticas que utilizaban en los primeros tiempos fueron del tipo cola de pescado y evidentemente con ella no pudieron coger peces. Es entonces cuando se elabora la punta de Paijn y con ella se comienza a lancear los peces ms grandes (Chauchat 1990: 47; Pelegrin/Chauchat 1993: 380-381; Chauchat/Pelegrin 1994: 278-279; DAH 1995a; DAH 1995b). Los anzuelos en la costa de los Andes Centrales aparecen en el Precermico V (ca. 4200-2500 aos a.C.) (Lanning 1967: 50-54; Fung 1969: 112-113), Como decamos en un trabajo anterior, si bien es cierto que desde el punto de vista terico no se puede negar la posibilidad que los paijanenses, adems de lanzas, hubieses podido utilizar alguno de estos artefactos para pescar y que sus huellas han desaparecido por problemas de conservacin, tenemos que aceptar que no podemos afirmar que efectivamente ello se hizo, pues no hay ninguna prueba. En el extremo Sur aparentemente se conocieron anzuelos, pero las evidencias no son muy claras (Richardson et al. 1990: 149, 161).

    De modo que no se puede afirmar que los cazadores que bajaron a la costa estaban pre-adaptados para pescar. Ellos modificaron completamente su tecnologa para poder sobrevivir en esta nueva ecologa, lo cual es muy diferente.

    Moseley (1992: 15 et passim) discute ampliamente las influencias que pudo tener el fenmeno El Nio en la poblacin precermica. En primer lugar hay que admitir las dificultades que se plantean para detectar el fenmeno a nivel arqueolgico (lege Fontugne / Juillet-Leclerc 1990; Grodzicki 1990). Y en el caso de la poca Precermica, ello se hace evidente al leer los trabajos de Sandweiss (1986) y Wells (1987). Sobre este punto han surgido grandes polmicas y no es ste el momento para discutir el asunto (lege Sandweiss et al. 1996; De Vries et al. 1997; Wells/Noller 1997). Lo concreto es que el fenmeno definitivamente se dio a lo largo de todo el Cuaternario (Wells/Noller 1997: 966) y en el momento que se produjo, debi ocasionar grandes daos a la horticultura. En esto estamos de acuerdo con Moseley. Pero lo que l no toma en cuenta, es que desde los tiempos precermicos y a lo largo de toda su historia hasta la llegada de los europeos, los pueblos andinos aprendieron a almacenar productos para enfrentar este tipo de catstrofes naturales. As se construyeron los primeros depsitos en la poca Precermica, a los que ya nos hemos referido.

    Otro argumento que utiliza Moseley (1992: 17) es el "Estress tectnico". Esto en verdad no tiene sentido. Se basa en dos fenmenos: los tsunami y el levantamiento continental. Para los tsunami su evidencia es el artculo de Bird (1987), que adems se refiere al Horizonte Temprano. En dicho trabajo no se ofrece ningn fundamento serio y, de haberse producido, se debera encontrar sus huellas en un amplio sector de la costa y ello no sucede. Hasta donde sabemos, los nicos que han buscado las evidencias de los tsunami son Wells et al. y han encontrado las pruebas a lo largo de la costa Norte y Nor-central, pero corresponden al ao 1618 de nuestra Era (Wells et al. 1987: 885). En lo que se refiere a un posible levantamiento continental, este argumento fue utilizado en la dcada de los aos 80 por Feldman (1980: 18) para explicar ingenuamente una serie de cambios en la geomorfologa de la zona de Supe. Con Michel Sbrier estudiamos el caso y llegamos a la conclusin que se trataba de un fenmeno eusttico y no de un levantamiento continental (Bonavia 1982a: 255-256). Una vez ms se afirma sin aducir pruebas. Ms adelante Moseley (1992: 18) dice que mientras se acept las diferencias de los componentes de la dieta martima (lo cual como hemos sealado anteriormente no es cierto) en funcin si los asentamientos se encontraban cerca de una playa rocosa o arenosa, lo mismo no se ha hecho con las plantas cultivadas. Y respecto a este punto escribi ad litteras: "... se tendi a pasar por alto [las

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    diferencias en las frecuencias y tipos de plantas domsticas en cada sitio] a favor de la tcita presuncin que los habitantes tempranos de la costa compartieron bsicamente conjuntos similares de cultgenos.". Evidentemente Moseley no ha ledo cuidadosamente la literatura que cita en su bibliografa. De haberlo hecho, hubiera visto que desde la dcada de los aos 80 nosotros venimos sosteniendo que "Tampoco se puede considerar la difusin de plantas como un fenmeno que sigue reglas fijas; ello est sujeto a modelos particulares que varan de rea a rea, sin que ello signifique necesariamente el desconocimiento del producto no aceptado" (Bonavia 1982a: 412; el subrayado es nuestro). Y esto lo hemos reafirmado en varios de nuestros trabajos (e.g. Weir y Bonavia 1985: 120). Lo que dice Moseley, es justamente el argumento que han esgrimido los que se oponen a la existencia de maz precermico (e.g. Bird 1990) y que por falta de conocimientos antropolgicos, no entienden que uno de los elementos culturales ms conservadores es justamente la comida y que la difusin de las plantas domsticas est sujeta a este y a muchos otros factores (lege Wing/Brown 1979: 11-16). Adems, hay que tomar en cuenta que prcticamente todas las plantas (las excepciones son pocas) provienen de las serranas o del rea oriental selvcola. Pero en las serranas hay zonas que presentan condiciones mejores que otras. As, las de alturas medias, que favorecieron el proceso de domesticacin. Es el caso del Callejn de Huaylas. Y es lgico pensar que las zonas costeras mas cercanas a estos lugares recibieron los productos de este fenmeno antes de las ms alejadas. Esto explica, por ejemplo, a nuestra manera de entender, la presencia del maz en la zona Casma-Supe antes que en otros sectores de la costa y hay evidencias claras que los maces huarmeyanos tienen origen serrano (lege Grobman 1982: 174). Pero debemos admitir que dada la falta de investigaciones etnobotnicas sistemticas en los yacimientos peruanos, es difcil dar datos exactos sobre estos fenmenos. Adems, como hemos escrito recientemente, "estos procesos de intercambio de productos en estas fases tempranas de la historia del hombre, son difciles de rastrear y posiblemente nunca conoceremos con exactitud la va que han seguido las plantas desde sus lugares de origen, hasta las reas de cultivo" (Bonavia 1996c: 183).

    Por otro lado Moseley (1992: 19) le da demasiada importancia al hecho que algunos autores, como Wilson (1981), le han atribuido al maz tal valor de considerarlo como la base del desarrollo de las culturas indgenas. En este caso Moseley est generalizando y no distingue quienes nunca han credo en ello de los que s lo hicieron. Lo que hay que aclarar, es que Moseley no es el primero en tomar esta posicin. No sabemos si alguien lo ha dicho antes, pero Fung lo escribi en 1972 (Fung 1972b: 13-14). Y nosotros justamente comentando esta posicin de Moseley en su primer trabajo (Moseley 1975: 10) escribimos que "... estamos de acuerdo que ... hay un error de base: y es el haber considerado exclusivamente al maz factor fundamental de cambio. Es nuestra opinin que no se debe pensar en una sola planta, sino en un complejo de plantas que aparecen tempranamente y que, en conjunto, le ofrecen al hombre esa seguridad que los productos marinos por s solos no le podan dar" (Bonavia 1982a: 410). Consideramos que hay que darle al Csar lo que es del Csar, como decan los romanos.

    Moseley insiste mucho sobre la especializacin que puedan haber tenido los pobladores precermicos costeros en funcin de la ecologa cambiante. Si bien esto de alguna manera puede ser cierto, las pruebas que se esgrimen son endebles y en muchos casos sin fundamento. Por ejemplo, Moseley (1992: 19) seala el caso del sitio Camino en Ancn que l excavara y lo indica como lugar especializado en recolectar algas para fines alimenticios y se remite a su trabajo de 1975. Sin embargo, si se lee dicho escrito, se ve en primer lugar que no se ha hecho una identificacin de las algas, y en segundo lugar que se dice que "... las hojas de las algas, que son la parte comestible fueron relativamente raras" (Moseley 1975: 24; el subrayado es nuestro). A juzgar por la descripcin, se est refiriendo casi seguramente a Macrocystis pyrifera. A parte de la evidente contradiccin que plantea el mismo Moseley, nosotros hemos discutido este asunto con lujo de detalles en otro trabajo (Bonavia 1982a: 345-346) y hemos demostrado que Macrocystis es

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    efectivamente el alga que predomina en los yacimientos precermicos, pero que casi seguramente no ha sido utilizada para fines alimenticios sino como combustible. En realidad sobre las algas, a nivel arqueolgico, se ha hecho muy poco, pero es evidente que los gneros que se pueden utilizar para la alimentacin humana (lege Acleto 1971: 13-17) no son exactamente los que predominan en los yacimientos precermicos.

    Otro argumento que esgrime Moseley es la coincidencia entre el rea altamente productiva del mar y la presencia en la misma de grandes yacimientos precermicos; Pero es esto real? Veamos. Moseley (1992: 21) escribi: "... alrededor de los 8, 11 y 15 de Latitud Sur hay una productividad mxima con rendimientos del orden de 1,000 toneladas/km/ao (Walsh 1981) No es fortuito que la distribucin precermica de grandes monumentos arquitectnicos martimos est restringida a la extensin de la costa que es aproximadamente coincidente con la mxima productividad". Ahora bien, el 8 corresponde ca. a Trujillo, el 11 a Supe y el 15 a Nasca. La pregunta que le hacemos nosotros a Moseley es: cules son los grandes sitios precermicos que se encuentran al Sur del ro Chilln (ca. al Sur del 12 de Latitud Sur)? Ninguno. En esto Fung (1972b: 12) ha sido muy clara en sealar que los sitios monumentales precermicos ms sureos son los de la Costa Central. Y si la causa de estos desarrollos ha sido la riqueza del mar, como arguye Moseley, y si ella se extiende ms al Sur de la Costa Central, por qu estos grandes centros monumentales no se construyeron en la Costa Sur?

    Para poder explicar de alguna manera la aparicin de la agricultura (nosotros preferimos el trmino horticultura) en la costa, Moseley (1992: 22) sugiere un modelo en el que el escenario martimo est contra el de oasis. Esta es una pequea variacin con respecto a su primer planteamiento. En l la agricultura y la pesca son actividades separadas pero complementarias. Segn esto, los dos tipos de actividades de subsistencia se separan, y ello lleva a ver a la agricultura como una adaptacin que se yuxtapone con la adaptacin martima que es previa.

    Sin embargo, si se analiza nuevamente un poco la situacin a base de datos concretos, vemos que en realidad el cuadro es otro. El hombre llega a la costa peruana ca. hacia los 8800 aos a.C. y vive con la tecnologa de cazador-recolector hasta ca. los 6000 aos a.C. (Chauchat et al. 1992: 340), es decir en el lapso que se desarrolla la cultura Paijanense entre Lambayeque y la zona de Paracas (Chauchat et al. 1992: 365-367). Y si bien pesca, lo hace alanceando, y esa definitivamente no es una tcnica de pescadores. Pero no olvidemos que en las tierras altas, en el Callejn de Huaylas por ejemplo, entre los 8000 y los 6000 aos a.C. ya se utilizaba la Cucurbita y el frjol (Phaseolus vulgaris) ya haba sido domesticado (Kaplan 1980: 145; Smith 1980a: 81-82; Smith 1980b: 110-115). Y que en la costa extremo Norte entre los aos 4000 y 6000 a.C. se usaba la Lagenaria (Richardson 1973: 199) y que en la zona de Huarmey alrededor de los 5000 aos a.C. ya encontramos Lagenaria siceraria y Cucurbita sp. y hacia los 4200 aos a.C. Canna sp., Arachis hypogaea e Inga Feuillei (Bonavia 1996c, especialmente Fig. 2, 178). Lo que queremos decir con esto es que los hombres que bajaron a la costa ya traan consigo los conocimientos relativos a las plantas. El error que se ha cometido y se sigue cometiendo es tratar de entender la domesticacin de las plantas como un evento y un fenmeno separado de la etapa de la caza-recoleccin. Cuando en realidad se trata de un proceso gradual y, sin ninguna duda, fueron los recolectores los primeros que, inconscientemente, comenzaron no slo a conocer las plantas, su ciclo de vida, etc. sino inclusive los que iniciaron una seleccin inconsciente. Se ignora demasiado a menudo que los recolectores conocieron muchas ms plantas con sus usos que los agricultores (lege Harlan 1992: 11-27). En este sentido queremos recordar las sabias palabras del profesor Harlan. El escribi: "Cuanto ms se estudia la riqueza del saber sobre las plantas de los recolectores, ms nos quedamos impresionados por el alcance y la cobertura de su conocimiento botnico. El hombre conoce lo que necesita conocer o aprende lo que debe, de otra manera muere. La seguridad y la estabilidad de las economas recolectoras estn enraizadas, por necesidad, en una

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    gran cantidad de informacin sobre las plantas" (Haran 1992: 22).

    Sin esa experiencia previa, sera imposible que de un momento a otro, en fechas muy tempranas como las que estamos sealando, hicieran su aparicin las plantas domsticas. El proceso de domesticacin ha sido muy largo. Para nosotros este cuadro muestra que fueron los mismos cazadores-recolectores que se fueron volviendo recolectores de mariscos y pescadores, los que tambin comenzaron a practicar en la costa una horticultura de dcrue que antes haban puesto en prctica en las tierras altas. Y es interesante que el mismo Moseley (1992: 23), contradiciendo sus planteamientos, en el fondo acepta esta idea al escribir: "A pesar que la pesquera andina puede alimentar a la gente, ella no provee la fibra para las redes y los cordeles, juncos o madera para las embarcaciones, o combustible para el fuego. Entonces, la explotacin del mar requiere de una infraestructura basada en los recursos terrestres, aadindole un componente de oasis a las adaptaciones martimas indgenas". El cuadro nos parece muy claro. Y los datos de Zechenter (1988) que el mismo Moseley (1992: 24) seala, demuestran no slo que tenemos la razn, sino que ponen en duda la interpretacin de los resultados de los trabajos de Feldman (1980) en Aspero.

    A Moseley (1992: 24-25) as como a muchos otros arquelogos, le preocupa el hecho que aparentemente haya un "overlap" entre las fechas radiocarbnicas del Precermico final y de la poca Inicial. No se quiere entender, lo que se viene diciendo desde hace muchos aos (v.g. Chauchat 1982: 659; Bonavia 1982a: 279; 1996a: 3, 30), que no se puede darle a los fechados radiocarbnicos un criterio cronolgico determinante. Hay que emplearlos con la elasticidad del caso, pues ellos representan slo un punto de un continuum que tenemos que interpretar en funcin de una serie de variables. Adems, nos olvidamos con demasiada frecuencia que la dinmica cultural de las diversas poblaciones no es constante, y que mientras unos grupos son ms conservadores otros lo son menos. Y ello hace que unos pueden emplear determinado producto mientras otros lo rechazan, sin que ello en muchos casos signifique que lo ignoren. Simplemente no lo usan. La historia humana est llena de ejemplos. Esto parecera distorsionar los hechos, pero en realidad no es as.

    Hay muchos otros puntos del planteamiento de Moseley que deberan ser discutidos. Por razones de espacio ello es imposible. Hemos escogido los que hemos considerado los ms importantes.

    No cabe la menor duda, que a pesar de todo al intentar de afianzar la hiptesis de "maritime foundations" en su trabajo ms reciente, en el fondo el mismo Moseley se dio cuenta que algo en el engranaje de su mecanismo no funciona. De otra manera no usara en forma tan recurrente la palabra "especulacin" (Moseley 1992: 14, 15, 17, 31, 32). Es que en verdad gran parte de su planteamiento es altamente especulativo.

    Nadie, insistimos, puede dudar del rol que ha jugado el mar en las sociedades prehispnicas andinas. Pero este mar, con toda su riqueza, no poda de ninguna manera ofrecerles la seguridad que les podan dar los productos agrcolas. Esta es la razn por la que una vez que las plantas domsticas se conocen, comienzan a ser usadas y se imponen rpidamente. Es cierto que segn los datos actuales hay vacos en algunos sectores costeros, en los que aparentemente los cultivos no se desarrollaron o que algunas plantas que se encuentran en unos valles no se hallan en otros. Pero, a nuestra manera de ver las cosas, ello se debe a dos hechos concretos. Y es, primero que contamos con muy pocos estudios sistemticos sobre dieta y que adems permitan de disponer de informacin que sea estadsticamente significativa y por ende vlida. Y en segundo lugar, insistimos, la difusin de las plantas est sujeta a factores culturales que en algunos casos sirven de freno y en otros de acelerador. Y no todas las plantas han tenido la

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    misma aceptacin por parte del hombre. Recordemos dos ejemplos famosos, el del maz y la papa. El maz, una vez introducido en el Viejo Mundo, en una generacin se haba difundido a toda Europa Meridional y en dos generaciones haba dado la vuelta al mundo (Mangelsdorf 1974: 1-2). Mientras que la papa que llega al Sur de Europa en la primera mitad del siglo XVI recin se difunde a Europa continental en el siglo XVIII (Kahn 1987: 99-104).

    No se puede negar que la agricultura en el rea Andina est sujeta a muchos fenmenos que la dificultan, tales como las sequas, las inundaciones, etc. Pero es justamente por eso que el hombre de los Andes -volvemos a decirlo- inventa muy temprano la forma de poder guardar sus cosechas y nacen los depsitos. Con ello puede enfrentarse a la naturaleza hostil. Cuando el hombre baja a la costa, encuentra un sustento importante en el mar; pero hemos visto que junto a los productos marinos por lo menos desde el sexto milenio antes de nuestra Era, comienzan a aparecer las plantas. Y en el Precermico final, no lo olvidemos, se conocan ya prcticamente todas las plantas domsticas que encontrarn los europeos al llegar a esta parte del mundo (lege Bonavia 1991: 130). Y es en esos tiempos que se echan las bases de la Civilizacin Andina. En este caso la historia se repite, y en los Andes al igual que en todo el resto del mundo, en ltima instancia, es la agricultura la madre de la civilizacin.

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    Nota: El original ha sido publicado en el ao 1998 en 50 Aos de Estudios Americanistas en la Universidad de Bonn. Nuevas contrubuciones a la arqueologa, etnohistoria, etnolinguistica y etnografa de las Amricas. S. Dedenbach, C. Arellano Hoffmann, E. Knig, H. Pruemers, editors. BAS, Vol.30. Verlag Anton Sanrwein. Markt Schwaben. pp.45-62.