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Indicadores Sostenibles Los indicadores sostenibles pueden ser utilizados para evaluar el nivel de sostenibilidad de un determinado edificio, y además proporcionan información exhaustiva de las características que debe tener una verdadera arquitectura sostenible, por lo que se debe intentar cumplir con todos ellos, a menos que exista un impedimento social, tectónico o económico que no pueda resolverse. Por otro lado, todos estos indicadores no tienen el mismo valor relativo, por lo que hay que utilizar coeficientes correctores, con el fin de obtener su eficacia medioambiental comparativa. Del mismo modo, muchos indicadores están relacionados entre sí, por lo que hay que llegar a un compromiso, valorando más unos que otros, dependiendo del entorno social y económico concreto. Por último, hay que recordar que todos los indicadores no tienen el mismo coste económico asociado, por lo que hay que potenciar aquellos que estén asociados a acciones más económicas y eficaces, y dejar como complemento los que estén asociados a acciones más costosas e ineficaces. Con todo ello, a continuación se describen todos y cada uno de los indicadores expuestos en el capítulo anterior, y se realiza una valoración relativa de su coste y de su eficacia. 1. Optimización de recursos. Naturales y artificiales Este primer grupo de indicadores evalúa la óptima utilización de recursos en arquitectura, contemplando todo el ciclo de vida del proceso constructivo: desde la obtención de los materiales, hasta el desmontaje del edificio. Los recursos pueden ser tanto naturales (agua, sol, viento, tierra, barro, etc.), como artificiales, fabricados por el hombre (materiales y componentes). Los diferentes indicadores se han ordenado por orden de eficacia medioambiental, con el fin de que la actividad constructiva humana tenga el menor impacto posible en el ecosistema natural. Es evidente que la mejor garantía de que la arquitectura ocasione el menor impacto posible al ecosistema natural sería utilizar materiales naturales, y energía natural. Sin embargo, la Naturaleza genera muy pocos materiales que puedan ser directamente utilizados por el hombre,

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Indicadores Sostenibles Los indicadores sostenibles pueden ser utilizados para evaluar el nivel de sostenibilidad de un determinado edificio, y además proporcionan información exhaustiva de las características que debe tener una verdadera arquitectura sostenible, por lo que se debe intentar cumplir con todos ellos, a menos que exista un impedimento social, tectónico o económico que no pueda resolverse. Por otro lado, todos estos indicadores no tienen el mismo valor relativo, por lo que hay que utilizar coeficientes correctores, con el fin de obtener su eficacia medioambiental comparativa. Del mismo modo, muchos indicadores están relacionados entre sí, por lo que hay que llegar a un compromiso, valorando más unos que otros, dependiendo del entorno social y económico concreto. Por último, hay que recordar que todos los indicadores no tienen el mismo coste económico asociado, por lo que hay que potenciar aquellos que estén asociados a acciones más económicas y eficaces, y dejar como complemento los que estén asociados a acciones más costosas e ineficaces. Con todo ello, a continuación se describen todos y cada uno de los indicadores expuestos en el capítulo anterior, y se realiza una valoración relativa de su coste y de su eficacia. 1. Optimización de recursos. Naturales y artificiales Este primer grupo de indicadores evalúa la óptima utilización de recursos en arquitectura, contemplando todo el ciclo de vida del proceso constructivo: desde la obtención de los materiales, hasta el desmontaje del edificio. Los recursos pueden ser tanto naturales (agua, sol, viento, tierra, barro, etc.), como artificiales, fabricados por el hombre (materiales y componentes). Los diferentes indicadores se han ordenado por orden de eficacia medioambiental, con el fin de que la actividad constructiva humana tenga el menor impacto posible en el ecosistema natural. Es evidente que la mejor garantía de que la arquitectura ocasione el menor impacto posible al ecosistema natural sería utilizar materiales naturales, y energía natural.

Sin embargo, la Naturaleza genera muy pocos materiales que puedan ser directamente utilizados por el hombre,

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para satisfacer las necesidades de cobijo que pueda tener en la actualidad. Como consecuencia, los materiales naturales deben manipularse con el fin de fabricar materiales de construcción más adecuados. Una vez que se ha tomado la decisión de fabricar un determinado material, se debe garantizar que la cantidad de energía que se vaya a consumir sea la menor posible, así como los residuos que puedan generarse. En este sentido, la estrategia más efectiva es intentar alargar al máximo la vida útil de los edificios. Con ello se asegura que la cantidad de energía, recursos y residuos por unidad de tiempo sea la menor posible.

La mejor estrategia para alargar la vida útil de los edificios es utilizar materiales duraderos, y sobre todo, utilizar sistemas constructivos adecuados. Estos sistemas constructivos deben permitir la renovación continuada de todos sus componentes y, además, deben hacer un uso óptimo de los materiales utilizados, con el fin de consumir la menor cantidad posible de energía, y generar la menor cantidad posible de residuos. Por ello deben permitir la reutilización máxima de los diferentes materiales, su reciclaje y su biodegradabilidad.

1.1. Nivel de utilización de recursos naturales Este indicador mide la cantidad de recursos y materiales naturales que se hayan utilizado, o que se deban utilizar, en arquitectura. Del mismo modo, sugiere criterios de elección para utilizar los materiales naturales más adecuados en cada ocasión. Como se ha dicho, la primera acción que debe tomarse en arquitectura para causar el menor impacto posible a la Naturaleza, es utilizar materiales directamente extraídos de la misma, con la menor manipulación posible. Hay que recordar que cuanto menos se manipula un material, menos energía se consume, y menos residuos y emisiones se generan. Los recursos naturales que se pueden utilizar en arquitectura son muy abundantes, económicos y accesibles: el sol, la lluvia, el viento, la tierra, la nieve, el agua, etc. Por ello no se entiende como, de forma paulatina, la arquitectura haya ido dando la espalada a su utilización. Quizás sea una prueba de la arrogancia y la ignorancia que, en algunos aspectos, muestra la raza humana. Por otro lado, y con respecto a los materiales naturales, hay que decir que son muy pocos los que se pueden utilizar de forma directa (piedras, tierra pisada, barro cocido al sol, restos vegetales, restos orgánicos, troncos de árboles desramados, ramas de árboles, hojas, vegetales trenzados, troncos, etc.), ya que no son capaces de satisfacer las necesidades del sistema económico y social actuales.

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1.2. Nivel de utilización de materiales duraderos Este indicador mide la cantidad de materiales duraderos que se hayan utilizado, o que se deban utilizar, en arquitectura. Del mismo modo, sugiere criterios de elección para utilizar los sistemas constructivos y los materiales duraderos más adecuados en cada ocasión. Una vez que se ha decidido fabricar un determinado material, se debe asegurar que tenga el menor impacto medioambiental posible por unidad de tiempo. Es posible que la fabricación de materiales duraderos requiera una gran cantidad de energía inicial en su fabricación, y que genere cierta cantidad de residuos frente a otros materiales alternativos. Sin embargo, esto queda sobradamente compensado por su durabilidad. Un edificio tiene componentes que conviene que tengan la mayor durabilidad posible (cimentación, estructura, cubiertas, impermeabilización…) por lo cual no se deben escatimar esfuerzos para utilizar en su construcción materiales con la mayor durabilidad posible. En cambio, otros componentes no tienen porque ser tan duraderos, ya que podrían ser sustituidos en cualquier momento (sanitarios, acabados, mobiliario…), por lo que deberían fabricarse utilizando la menor cantidad posible de energía, y con la menor manipulación humana posible. 1.3. Nivel de utilización de materiales recuperados Este indicador mide la cantidad de materiales recuperados que se hayan utilizado, o que se deban utilizar, en arquitectura. Debe entenderse como material recuperado aquel que ha sido previamente abandonado, y al cual se desea proporcionar una nueva utilidad. Del mismo modo, sugiere criterios de elección para utilizar los sistemas constructivos y los materiales recuperados más adecuados en cada ocasión.

Con el paso de tiempo y debido a su uso continuado, los materiales pueden perder algunas de sus propiedades (físicas, químicas, mecánicas, funcionales o visuales) por lo que pueden dejar de ser útiles para la función que tenían encomendada, y alguien puede decidir desecharlos, y convertirlos en residuos. Pues bien, hay que evitar a toda costa que estos materiales se conviertan en residuos, y que ocasionen un cierto daño al ecosistema natural, por ello se pueden recuperar, para ser reutilizados, o ser reciclados. De este modo, se podrían eliminar la mayoría de los residuos que hayan sido anteriormente generados por la actividad humana, y así disminuir al máximo el consumo energético, y las emisiones asociadas, y al mismo tiempo, reducir al máximo su impacto medioambiental.

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De este modo, la actividad humana podría emular a la Naturaleza, en la que no existe el concepto de residuo, ya que los materiales desechados por un organismo son asimilados por otro, reciclándose una y otra vez, en perfecto estado de equilibrio. Es evidente que cualquier material puede ser recuperado y reutilizado con otra nueva funcionalidad. Sin embargo, los materiales prioritarios para ser reutilizados deben ser los más dañinos para el medioambiente. Buscar una nueva utilidad para este tipo de materiales aumenta su durabilidad y alarga su ciclo de vida, por lo que se retrasa su inevitable impacto medioambiental cuando finalmente se convierta en un residuo. Del mismo modo, si se reciclaran este tipo de materiales, también se crearía un impacto medioambiental, debido a la energía necesaria, y las inevitables emisiones asociadas. Por supuesto, esto solo es válido para los materiales perjudiciales previamente existentes, ya que lo que se debe evitar es generar residuos, y los que sea inevitable generar, deben ser biodegradables y directamente asimilables por el ecosistema natural.

Los residuos se pueden utilizar en todas las etapas del proceso de construcción, sin más limitación que la imaginación del arquitecto. Y el resultado puede ser tanto o más atractivo que la utilización de materiales fabricados para tal fin.

1. En las fábricas. Los mismos residuos que se generan en el proceso de fabricación de un material se pueden volver a utilizar en la obtención de nuevos materiales. Podría poner una enorme variedad de ejemplos, pero entre ellos podría resaltar los siguientes: fabricación de paneles a base de restos de madera aglomerada; utilizar los residuos de la fabricación de losas de gres porcelánico para fabricar ladrillos y bloques de construcción; fabricar paneles decorativos simplemente prensando restos de envases Tetrabriks y cortándolos en placas; utilizar los tubos dentífricos abandonados para fabricar placas onduladas para cubiertas; utilizar los restos de las servilletas y envases de los aviones para fabricar aislamientos; etc.

2. En construcción. Se trata de utilizar directamente residuos en la obra. Ciertos materiales son

considerados como residuos porque se ha superado su vida útil para una determinada funcionalidad, pero pueden ser perfectamente válidos en construcción, lo que alarga todavía más su vida útil, sin necesidad de consumo energético adicional, y sin generar residuos. Las posibilidades de utilización de residuos en arquitectura son tantas, que proporcionar unos ejemplos sería algo simplemente anecdótico.

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Sin embargo me gustaría poner algunos ejemplos de residuos que he utilizado en algunos de los proyectos analizados en este libro: utilización de neumáticos usados para construir soleras, forjados sanitarios y muros (Centro de Recursos Medioambientales ACTIO, en Valencia); utilización de vigas de madera abandonadas como tejados (Casa Virgen, en Valencia); utilización de sacos de café como aislamiento (SAYAB, en Cali, Colombia); utilización de la madera de los palés de transporte de materiales como rastreles de fachadas ventiladas (Casa Paula, en Madrid),…

3. En interiorismo. Se trata de utilizar todo tipo de residuos en la fabricación de mobiliario y elementos

decorativos. En este caso, las posibilidades de aplicación son infinitas.

Son tantas las posibilidades de utilización de materiales recuperados en arquitectura, y tantas sus ventajas medioambientales, que hace unos años decidí construir una vivienda utilizando tan solo residuos. El resultado fue R4House. Fue visitada por unas 70.000 personas. Y la mayoría no hubieran dudado en dejar sus viviendas y trasladarse a vivir a R4House. De hecho, una familia lo hizo. 1.4. Nivel de utilización de materiales reutilizables Este indicador mide la cantidad de materiales reutilizables (o reutilizados) que se hayan utilizado, o que se deban utilizar, en arquitectura. Un material se puede reutilizar en el mismo lugar que antes ocupaba, o en cualquier otro. Por muy duradero que sea un material, tarde o temprano dejará de ser útil para una determinada función. Por ello, y llegados a este punto, el siguiente paso para disminuir el balance total del consumo energético, y reducir al máximo los posibles residuos, es volver a utilizarlo. Y para ello quizás sea necesario repararlo o manipularlo ligeramente. El material podría ser reutilizado en el mismo lugar en el que estaba, o en cualquier otro lugar, con la misma funcionalidad, o cualquier otra.

La diferencia con el punto anterior es que ahora no se trata de materiales desechados, sino de materiales que siguen siendo perfectamente válidos, pero que se les alarga su vida útil. Un ejemplo para entender el concepto podría ser la utilización de vigas de madera provenientes del derribo de un edificio. No se trata de una

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recuperación, sino de una nueva utilización. Simplemente se han cambiado de lugar. Otro ejemplo lo constituye la reutilización de tejas, mosaicos, baldosas cerámicas, rejas, etc., lo cual es una práctica muy habitual. En definitiva, el proceso de reutilización no es más que un proceso para alargar al máximo la vida útil total de un determinado material. Además, el proceso de reutilización se puede realizar incluso en fases distintas de una misma actividad. Por ejemplo, en la construcción de un edificio se pueden utilizar los listones de madera con los que están construidos los palés que se han utilizado para transportar un determinado material. Pero, para ilustrar esta idea de una manera más clara, me gustaría citar un ejemplo, ya clásico, de la historia del capitalismo y su relación con la sostenibilidad. Se trata del genio de la industria del automóvil Henry Ford, responsable de un sinfín de innovaciones en la industria del automóvil, entre las que cabe destacar: la creación del sistema de fabricación por cadenas de montaje, la creación del proceso de subcontratación, y sobre todo, la creación del revolucionario automóvil Ford T. El Sr. Ford pedía que se le sirvieran los motores para su modelo Ford T con un embalaje determinado, de un tipo determinado de madera y con unas dimensiones exactas. Y sus suministrados así lo hacían de forma habitual. Hasta que un día, uno de sus suministradores, conociendo la capacidad de optimización deseada por el Sr. Ford, y con el fin de buscar sus reconocimiento, le dijo a este que las cajas de madera podían ser más pequeñas, ya que sobraba espacio en su interior, una vez colocado el motor, y que se podría disminuir el material, y por tanto el precio. Y además, de este modo se estarían optimizando los materiales y disminuyendo en consumo energético y la generación de residuos. El Sr. Ford no le respondió, y le dijo que siguiera haciéndolo como era habitual. No le interesaba que su suministrador supiera que los paneles de madera de sus embalajes los estaba utilizando directamente para realizar los chasis de su revolucionario automóvil Ford T. Por tanto las medidas del embalaje no correspondían a las necesarias para su uso como embalaje, sino las necesarias para su posterior reutilización en forma de chasis para sus automóviles. El ejemplo debería hacer reflexionar a los responsables de las industrias relacionadas con el sector de la construcción. 1.5. Capacidad de reutilización de los materiales utilizados Este indicador mide la cantidad de veces que un determinado material puede volver a utilizarse, ya sea con la misma funcionalidad y ubicación que tenia con anterioridad, o con cualquier otra. La reutilización de un material es una acción sumamente efectiva desde un punto de vista medioambiental, ya que apenas consume energía, ni genera residuos. Por ello, los materiales deben fabricarse y utilizarse de tal modo que puedan reutilizarse de nuevo. En este sentido, es deseable que un edificio disponga de la mayor cantidad posible de materiales que pueden reutilizarse una y otra vez. Por ejemplo, un falso techo de escayola no puede reutilizarse, en cambio, un falso techo de listones de madera sí. Por otro lado hay que decir que el proceso de reutilización puede (y debe) ser secuencial y múltiple, es decir, un material debería ser reutilizado varias veces, ya sea en un edificio, o en otro. Un determinado material podría ser reutilizado de forma sucesiva en un mismo edificio, realizando las reparaciones oportunas, pero podría llegar un momento en que ya no se pudiera utilizar este material en este edificio concreto. En este momento se podría buscar un edifico menos exigente, en el cual se pudiera utilizar de nuevo dicho material, y ser reutilizado de forma reiterada, hasta que se pudiera buscar un nuevo edificio para prolongar el proceso, y el ciclo de vida del material. De este modo, un material podría migrar de un edificio a otro, hasta que finalmente no hubiera más

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remedio que reciclarlo. Un material podría ir de un hotel, a una vivienda, después a un estudio, mas tarde a un edifico industrial, después a una granja, a una construcción precaria,….hasta que no hubiera mas remedio que reciclarlo, o biodegradarse para retornar al ecosistema natural. En resumen, la reutilización de un material implica alargar su ciclo de vida, y por tanto disminuir su consumo energético, y su impacto medioambiental por unidad de tiempo. Pongamos un ejemplo. Desde mi punto de vista, el Trespa es uno de los mejores materiales para realizar recubrimientos para fachadas ventiladas. Mucho mejor que otras alternativas usuales (y menos sostenibles) como son la cerámica, y por supuesto, el aluminio. Es un material muy duradero, muy estable, pero difícil de reciclar (apenas un 10 – 20%). Por tanto, y al contrario de lo que recomiendan de modo ignorante los propios fabricantes del material, en lugar de intentar reciclarlo, o recuperar parte de su energía quemándolo, lo mejor que se puede hacer es fomentar una fuerte política de reutilización de dicho material. (Parece una locura, pero quemar el material es una de las acciones “sostenibles” que recomiendan los fabricantes de Trespa, con el fin de recuperar una parte (apenas un 10%) de la energía utilizada en la fabricación del material. Sin comentarios). En este sentido, me gustaría comentar que se ha hecho demasiada publicidad y se ha sobrevalorado el proceso de reciclaje, que en realidad es un proceso infinitamente menos eficaz y ecológico que la recuperación y la reutilización.

Si un determinado edificio está recubierto con paneles de Trespa, y después de 50 años de vida útil (Trespa garantiza por 50 años su producto), se decide cambiarlo, el material eliminado podría –y debería- utilizarse en otro edificio menos exigente estéticamente (por ejemplo, un almacén). Del mismo modo, después de 50 años, este material, se podría utilizar en otro sitio (por ejemplo, en casetas de obra). Y así sucesivamente hasta que realmente el material no tenga ninguna utilidad. Sólo en ese momento, y no antes, el material se debería reciclar, o quemar (ya que su biodegradación tendría un impacto medioambiental ms negativo). Como resultado de la enorme capacidad de reutilización de este material se puede decir que su impacto ambiental por unidad de tiempo es muy pequeño. Es posible que la fabricación del Trespa suponga un elevado consumo energético y que su impacto medioambiental sea mayor que el producido por otros materiales. Sin embargo, y debido a au alta durabilidad, el consumo energético y el impacto medioambiental por unidad de tiempo del Trespa es muy baj. Más bajo que muchos otros materiales. Por ello, el arquitecto debería conocer bien un determinado material y elegir los colores y texturas más adecuados para que el material tenga la máxima vida útil posible. Del mismo modo, debería utilizar dicho material

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pensando en su ulterior recuperación. Para ello, no se harían cortes innecesarios ni perforaciones, que dificultasen su ulterior reutilización, y elegiría sistemas de fijación por presión menos dañinos. En este sentido debo decir que hay materiales que son más fácil que reutilizar que otros, aunque su capacidad de reutilización se debe sobre todo, a la solución constructiva empleada. Por ejemplo, una estructura de hormigón armado “in situ” no puede reutilizarse. En cambo, si se emplean elementos prefabricados de hormigón armado atornillados entre sí, cada uno de sus componentes se pueden reutilizar una y otra vez (de hecho la mayoría de los edificios que proyecto están realizados a base de paneles de hormigón armado prefabricado, atornillados entre sí). Por ello, es indispensable que el nuevo paradigma en arquitectura sostenible se base en sistemas constructivos prefabricados, en los que cada uno de sus componentes pueda ser extraído fácilmente, y volver a ser utilizado la máxima cantidad posible de veces, tanto en un mismo edificio, como el cualquier otro. Es decir, el diseño de los edificios debe permitir el mayor grado de reutilización posible de sus componentes, en un mismo edificio, o en cualquier otro. 1.6. Capacidad de reparación de los materiales utilizados Este indicador mide la cantidad de veces que un determinado material se puede reparar con el fin de volver a ser utilizado, ya sea con la misma funcionalidad y ubicación que tenía con anterioridad, o con cualquier otra. Una vez superada la vida útil de un componente, se podría volver a utilizar si pudiera ser reparado y sustituido con facilidad. Por ello hay que utilizar materiales de fácil mantenimiento y reparación, así como soluciones constructivas que permitan que todos los componentes de un edificio puedan ser fácilmente desmontados, reparados y sustituidos, con el menor consumo energético posible, y generando la menor cantidad posible de residuos. Los edificios se deben proyectar de un modo tal que sus componentes puedan ser fácilmente desmontados. Y para ello, se deben potenciar sistemas constructivos en los que sus componentes puedan ser fácilmente ensamblados y desensamblados (utilizando sistemas atornillados, por presión, por clavos, o incluso por soldadura parcial de baja calidad). Se deben evitar soluciones continuas en las que sea difícil extraer un material sin dañarlo, o dañar parte del resto de materiales.

Del mismo modo, se debería potenciar el uso de tecnologías reparables, frente a otras que no lo sean. La dinámica económica actual fomenta el cambio continuo de productos, con la finalidad de forzar que el comprador

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adquiera un nuevo producto, en lugar de reparar el antiguo. Para ello, se establecen unos costes de reparación injustificadamente altos. Habría que elegir la tecnología utilizada en arquitectura sostenible, de modo que no se fuerce su sustitución, y en cambio se facilite su reparación. O lo que es lo mismo, que aumente la vida útil, no sólo del edificio, sino de todos y cada uno de sus componentes. Es evidente que para conseguir este punto, se debería forzar el cambio radical del sistema económico actual, y fomentar unos nuevos valores en la sociedad. 1.7. Nivel de utilización de materiales reciclados Este indicador mide la cantidad de materiales reciclados (o reciclables) que se hayan utilizado, o que se deban utilizar, en arquitectura. Un material reciclado puede tener características similares a las que tenía con anterioridad, u otras completamente diferentes.

Básicamente, reciclar un material consiste en obtener un nuevo material, alterando su estructura mecánica, física y/o química. Hay que tener en cuenta que, aunque en menor medida que la obtención de un material a partir de materias primas de la Naturaleza, el proceso de reciclaje de un determinado material ya existente requiere bastante energía, materias primas, y también se generan residuos. Por lo cual habría que retrasar al máximo el proceso de reciclaje, fomentando la durabilidad, el correcto mantenimiento, la reparación y la reutilización, de un determinado material o componente. Por otro lado, habría que recordar que el proceso de reciclaje es el que menos se parece a los mecanismos propios de regeneración natural, utilizados por la Naturaleza. Por todo lo expuesto, queda claro que el reciclaje es la actividad menos interesante en arquitectura sostenible. En este sentido, es preocupante que continuamente se argumente esta cualidad para justificar el grado de sostenibilidad de un material. A este respecto hay que indicar que prácticamente cualquier material es reciclable, con independencia de la cantidad de energía necesaria, la cantidad de residuos y emisiones generados, y la calidad del producto resultante. Para finalizar, me gustaría poner un ejemplo, que considero perfecto para ilustrar la estrategia de optimización de recursos que se debe emplear para conseguir una verdadera arquitectura sostenible. El ejemplo es la política que la empresa Coca Cola utiliza en la gestión de los embases que fabrica para sus bebidas.

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Coca Cola utiliza tres estrategias diferentes para la fabricación de embases, dependiendo de la finalidad que deba tener cada tipo: 1. Las latas de aluminio. Dirigidas a un consumo mínimo en sitos alejados, o para aprovisionamiento mínimo eventual e individualizado (aviones, excursiones,…). Este tipo de envase resulta muy caro, y ocasiona un importante impacto medioambiental, por la enorme cantidad de energía necesaria, tanto para la fabricación, como en el reciclaje del aluminio. Sin embargo, se consiguen unos enormes beneficios debido al elevado y gratuito precio del contenido. Hoy por hoy no existen alternativas ecológicas a este tipo de envases, que constituyen un enorme perjuicio medioambiental. La única alternativa es el reciclaje, pero es muy difícil conseguirlo por la dispersión final de los embases. 2. Las grandes botellas de plástico. Dirigidas a un consumo masivo (familias, colegios,..). Este tipo de embase resulta muy económico, y es fácilmente reciclable, por lo que es mucho más adecuado desde un punto tanto económico, como medioambiental. Sin embargo obliga al traslado y consumo de un elevado volumen. De otro modo no está justificado. 3. Por último, las botellas de vidrio. Dirigidas a un consumo masivo, e individualizado. Este tipo de envase va dirigido a un uso personal, en pubs, bares, restaurantes, cafeterías,.. y otros puntos de consumo, en los que se desea ofrecer una imagen exclusiva, de calidad, de higiene, y de servicio. Es el embase mas ecológico de todos ya que minimiza al máximo la cantidad de energía y recursos utilizados por unidad de tiempo, y reduce al máximo la cantidad de emisiones y residuos generados. Sin duda se debería fomentar muchísimo más este tipo de embases, en contra de la actual utilización masiva de los otros dos tipos. Coca Cola ha diseñado una botella de vidrio con el fin de alargar al máximo su durabilidad, y de este modo disminuir al máximo la energía y recursos necesarios por unidad de tiempo, así como los residuos y emisiones generados.

1. En primer lugar el material utilizado, vidrio, es extraordinariamente común y económico, ya que está fabricado utilizando muy poca energía, a partir de algunos de los recursos más comunes y accesibles, como son la arena, la sosa y la cal. Por tanto se trata de un material que ha requerido muy poca manipulación, y que podría ser considerado como un material natural. 2. En segundo lugar, las botellas de vidrio de Coca Cola han sido diseñadas de forma muy robusta con la finalidad de ser muy duraderas. Debido a su grosor, y sobre todo a su diseño ondulado, son muy resistentes al impacto, y no resbalan fácilmente al sujetarlas con las manos. 3. Debido a su resistente diseño, y al tipo de vidrio empleado, las botellas de Coca Cola pueden ser reutilizadas de forma prolongada (por ello muchas botellas ofrecen un aspecto desgastado). De hecho, cada botella se suele reutilizar una media de unas 28 veces, hasta que llega un momento que se deterioran, de una forma u otra, y no son aptas como embase (por esta razón es por lo que algunas botellas tienen un aspecto desgastado). 4. Como el vidrio no puede repararse, la última etapa en el ciclo de vida de una botella de vidrio es el reciclaje. El vidrio es muy fácil de reciclar, y se necesita muy poca energía para ello. Lo que lo convierte en uno de los mejores embalajes existentes, desde el punto de vista económico y medioambiental.

Sin duda la política de utilización de embases de vidrio por la empresa Coca Cola constituye el mejor ejemplo a seguir para el establecimiento de políticas de optimización en la fabricación y utilización de los materiales de construcción.

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1.8. Capacidad de reciclaje de los materiales utilizados Este indicador mide la cantidad de veces que un determinado material se puede reciclar, sin que se deterioren sustancialmente sus características físicas, químicas o mecánicas. Un material puede ser reciclado y no reciclable (como es el caso del tablero aglomerado de partículas de madera), por lo que su utilización no tiene demasiado interés (por eso sorprende que al tablero aglomerado se le asocie con la arquitectura sostenible). También puede ser reciclable, pero no reciclado (como es el caso del polipropileno, polietileno,…), evidenciando el interés de los fabricantes en que una vez saturado el mercado, llegue un momento en el que este material a no se fabrique, y simplemente se recicle en base de materiales ya existentes. Por último, un material puede ser reciclado y reciclable (como es el caso del vidrio reciclado, el acero reciclado, etc…), evidenciando un proceso de reciclaje maduro y ya consolidado. Como se ha dicho, un material se debe reciclar únicamente cuando no haya más remedio, y cuando ya no sea posible repararlo y volverlo a utilizar. Hay que volver a recordar que el proceso de reciclaje consume energía y recursos y genera residuos. Por tanto no es un proceso realmente efectivo, desde un punto de vista medioambiental.

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Sin embargo, basados en el propio concepto de reciclaje se puede establecer un concepto de estabilidad productiva global. Este concepto supone que llegará un momento, en la historia de la humanidad, en el que ya no se deban fabricar de nuevo algunos materiales, ya que serán tan abundantes que solo será necesario reciclarlos para obtener otros nuevos. Y desde luego sino se llega a este punto difícilmente se puede justificar en la actualidad la utilización de materiales reciclables. Personalmente pienso que las diferentes empresas del futuro buscarán cualquier escusa para evitar reciclar de forma generalizada los diferentes materiales que hoy se fabrican para precisamente poder ser reciclados en el futuro. Las excusas serán de todo tipo: que se han conseguido mejores materiales, que la tecnología de reciclaje ha evolucionado, … Sin embargo, la meta de fabricar solo materiales reciclables debería ser que, llegado un determinado momento se dejen de fabricar materiales, y simplemente se reciclen los que ya existen. Otra cosa que hay que tener en cuenta es que el proceso de reciclaje es completamente diferente para cada material. Algunos materiales pueden reciclarse con enorme facilidad, con un consumo muy bajo de energía, y que apenas generan emisiones y residuos en el proceso. En cambio, otros materiales requieren mucha energía para ser reciclados, y pueden generar una considerable cantidad de emisiones y de residuos. Por otro lado debe tenerse en cuenta que muchos materiales reciclados conservan unas características similares a los que tenia. En cambio, otros materiales resultan bastante degradados, ya sea simplemente en su aspecto, como en sus características físicas, químicas o mecánicas. Es decir, no se puede generalizar absolutamente nada con respecto al proceso de reciclaje. En algunos casos puede ser efectivo desde un punto medioambiental, en cambio, en otros casos no está justificado el proceso. En estos casos, si el material es adecuado desde un punto de vista medioambiental, sería interesante que se estimulara su reutilización y su biodegradación. En cambio, si el material no es adecuado desde un punto de vista medioambiental, simplemente debería evitarse su utilización. Un ejemplo sería el aluminio. Su reciclaje es muy costoso desde un punto de vista medioambiental, y lo mejor que puede hacerse es utilizarlo simplemente donde sea estrictamente necesario y resulte una ventaja medioambiental respecto de otras alternativas. En los demás casos simplemente se debe rechazar, y disminuir al máximo su producción.

Por si fuera poco, el reciclaje del aluminio además de necesitar una gran cantidad de energía, genera una enorme cantidad de residuos dañinos para el medio ambiente, no ya tanto por sus características químicas, sino por la enorme cantidad de aditivos con los que habitualmente se le trata (lacados, anodizados,..) con el fin de

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mejorar su oxidación, su durabilidad, o su pobre aspecto (me gustaría recordar que el aluminio se oxida de forma fulminante, y que precisamente por eso se utiliza en pirotecnia y en la fabricación de explosivos). Por último, y por si fuera poco, el aluminio resultante del proceso de reciclaje no tiene las mismas características mecánicas (por lo que sólo se suele reciclar de forma parcial). Sorprende por tanto la enorme campaña publicitaria que se está realizando con respecto a la posible reciclabilidad del aluminio, para hacerlo pasar como material sostenible. Reciclado o no, el aluminio debería restringirse al máximo en el sector de la construcción, ya que no está en absoluto justificada su utilización, y supone, siempre, un enorme daño al ecosistema natural, y a la sensatez humana. 1.9. Nivel de aprovechamiento de los recursos utilizados Este indicador mide el aprovechamiento que se realiza de los recursos ya disponibles. O lo que es lo mismo, el porcentaje de recursos que se utilizan en relación a los que se desperdician o los convierten en residuos, debido a la actividad humana. Para entender el concepto me gustaría poner un sencillo ejemplo. Imaginemos que tenemos que enladrillar una determinada superficie a base de losetas cerámicas. Imaginemos que la superficie sea de 200 m2. Pues bien, a pesar de que se conoce con toda exactitud la superficie de solado, el encargado de la obra no comprará 200 m2 de losetas cerámicas. Casi con toda seguridad, el encargado comprará alrededor de 220 m2. O lo que es lo mismo, supone, desde el inicio de la obra, que se va a desperdiciar un 10% de los materiales empleados. Es decir, supone que un 10% de los materiales se van a convertir directamente en residuos, sin que nadie haga nada por evitarlo. Se da por supuesto. Se trata de una situación, tan común, como estúpida. En el ejercicio correcto de una verdadera arquitectura sostenible se deben aprovechar al máximo no sólo los recursos naturales, sino también los fabricados por el hombre. Los recursos naturales han sido rechazados de forma incremental, lo cual dice poco de la estructura social y económica adoptada, así como del sistema de valores que rige la conducta humana. Se ha despreciado la ayuda del sol, de la lluvia, del viento, de la brisa, del subsuelo, de los materiales naturales en general….. Por otro lado, y a pesar del esfuerzo, energía y recursos necesarios para fabricar materiales y componentes tecnológicos, resulta paradójico la facilidad con la que se desperdician, generando residuos de forma automática. Aumentar el nivel de aprovechamiento de los recursos naturales va a requerir una larga crisis económica para llevarse a cabo. Solo cambiando el actual sistema de valores humanos podremos actuar con sensatez y valorar las cosas que realmente tienen valor, y rechazar las que no tienen valor. No tardaremos mucho en darnos cuenta del verdadero valor del cielo, el sol, el agua, la tierra…. y recuperar la sensatez, el sentido común, la razón y el proceder científico. Creo que solo cuando hayamos aprendido esto, y no hay más remedio que aprenderlo, podremos cambiar nuestro degradado sistema social, financiero y económico. Por otro lado, aumentar el nivel de aprovechamiento de los recursos artificiales costará un esfuerzo todavía mayor. Además de lo expuesto, debe romperse con la enorme inercia que se ha instaurado en la sociedad humana en general, y en el sector de la construcción en particular. En este sentido se hace necesario analizar absolutamente todas y cada una de las actividades parciales incluidas en el sector de la construcción, y desde cero, proporcionar alternativas optimizadas para todas ellas. Desde luego no será fácil, pero es necesario. Llegados a este punto debo decir que, personalmente empecé hace 20 años a proponer y experimentar con todo tipo de alternativas, y puedo decir que, hoy por hoy, proyecto edificios utilizando un nuevo conjunto de estrategias arquitectónicas, que me permiten construir edificios completamente integrados en los ciclos vitales del ecosistema natural. He ido liberándome de la esclavitud de la inercia poco a poco, de forma continua y permanente.

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Ya se ha comentado con anterioridad que, para optimizar al máximo los recursos, se deben establecer sistemas constructivos que permitan la extracción, reparación y reutilización de la máxima cantidad posible de componentes y materiales. Sin embargo se puede ir todavía más allá, porque existe un problema adicional. Resulta que las diferentes empresas fabricantes de materiales y componentes intentan imponer una modulación, que está simplemente justificada y limitada por sus posibilidades tecnológicas, y no por las necesidades de la sociedad. Voy a poner un ejemplo. Las empresas fabricantes de cerámica intentan imponer unas dimensiones de las losetas cerámicas que fabrican, no porque sean las dimensiones más adecuadas, sino por las limitaciones dimensionales de los hornos y prensas disponibles en sus fábricas. Y en lugar de invertir en otra tecnología más adecuada, bajo una guerra de precios, intentan imponer la modulación que les es más conveniente. Y el arquitecto no tiene más remedio que adaptarse a esta modulación. Lo que ocurre es que hay dos formas de adaptarse: 1) Aceptar la modulación de los materiales, y extenderla y utilizarla para el diseño del edificio, y no generar residuos; 2) Rechazar la modulación de los materiales en el diseño de sus edificios, y por tanto, obligatoriamente, generará una enorme cantidad de residuos. Este problema no solo se da en la utilización de losetas cerámicas en la composición de objetos arquitectónicos, sino en muchos más materiales. En general existe un grave problema entre las dimensiones y proporciones de los materiales fabricados, y su adaptación a los edificios. En el proceso de encaje de los materiales en la ubicación concreta en un edificio siempre se produce una gran cantidad de residuos.

Por tanto, deben establecerse nuevas estrategias compositivas, con el fin de resolver este grave problema medioambiental. Por supuesto, estas estrategias deben asegurar la correcta composición de los edificios, y la creación de bellos objetos arquitectónicos, capaces de emocionar a sus ocupantes y, en general, a la sociedad. Se debe establecer una nueva sintaxis arquitectónica que permita crear objetos bellos, pero a su vez, el máximo aprovechamiento posible de los recursos, y la eliminación de residuos. Esta nueva sintaxis arquitectónica debe ser capaz de posibilitar la composición de nuevos objetos, pero también su fácil reparación, ya que una verdadera arquitectura sostenible, en realidad, debe tener un ciclo de vida infinito, y estar siempre en un proceso de renovación continua. Por tanto, las posibles reparaciones encaminadas a optimizar los recursos deben tener cabida en este nuevo lenguaje arquitectónico, y dar como resultado edificios realmente atractivos e interesantes. Para entender el proceso, me gustaría poner un ejemplo concreto: el diseño de una fachada ventilada.

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Me gustaría examinar los problemas derivados de la composición de estos elementos en base a los diferentes tipos de materiales existentes. Y en base a ello, idear nuevas estrategias compositivas, que sirvan de base para el establecimiento de un nuevo lenguaje arquitectónico. Las fachadas ventiladas pueden realizarse a partir de tres tipos básicos de material: materiales con dimensiones preestablecidas, materiales con dimensiones variables, y materiales adimensionales. Los dos primeros presentan inconvenientes medioambientales ya que generan una gran cantidad de residuos, pero al menos el segundo puede optimizarse, si se adopta una nueva sintaxis de composición arquitectónica. - a. Utilización de materiales con dimensiones preestablecidas en la composición de fachadas ventiladas. Es el caso de los materiales cerámicos. Es la peor opción, con diferencia, ya que obliga al arquitecto a adoptar un módulo compositivo predeterminado, lo que supone un enorme obstáculo para su actividad creativa, y para el aspecto de los edificios. Además, inevitablemente se genera una enorme cantidad de residuos. La industria ha creado una pobre variedad de formatos, y una bajísima flexibilidad dimensional (por ejemplo 30*90, o 60*120) debido a la limitación dimensional de las prensas y hornos que desea utilizar (las mas económicas), y porque se ha establecido un acuerdo monopolista entre empresas para no fabricar otros formatos. Por tanto, si se desea utilizar cerámica en la composición de fachadas ventiladas, no hay más remedio que aceptar dicha enorme limitación, y la pobreza compositiva de las fachadas resultantes. La respuesta a esta reducida, limitada, gratuita y pobre variación modular de los materiales fabricados solo tiene dos alternativas:

- Los arquitectos pueden aceptar la gratuita modulación de los materiales, e incluirla de forma global en el diseño de sus edificios. En este caso re reduce la cantidad de residuos generados (ya que no hay que recortar los materiales, al estar incluidos en una malla compositiva con sus mismas proporciones), pero se obtienen unos edificios con una extrema pobreza compositiva. El resultado de utilizar este tipo de materiales es tremendamente pobre, fuera de escala, anodino, monótono, e impersonal. Todos los edificios proyectados de este modo, con independencia de su función, tienen el mismo aspecto. Es más, el hecho de proyectar con formatos gratuitos, y fuera de la escala humana, es completamente contrario a la propia esencia de la composición arquitectónica.

- Por otro lado, lo que es más habitual, los arquitectos pueden hacer caso omiso de las gratuitas proporciones de los materiales, y realizar composiciones arquitectónicas basados en una mejor modulación, acorde a la escala humana. En este caso el resultado compositivo es más adecuado y atractivo, pero se genera una enorme cantidad de residuos, derivados de forzar el encaje de los materiales en una trama compositiva que no sigue sus proporciones.

Como resultado, se debería rechazar este tipo de materiales con toda rotundidad, hasta que las empresas inviertan en tecnología más flexible, y cambien radicalmente de modelo de negocio. - b. Utilización de materiales con dimensiones variables en la composición de fachadas ventiladas. Afortunadamente es el caso más abundante: paneles de piedra natural, paneles de yeso-celulosa, paneles la minados -tipo Trespa-, paneles de cemento-madera, etc. También generan problemas medioambientales, pero de muchísima menor escala, y además se pueden corregir utilizando un sistema compositivo adecuado. Este tipo de materiales se suele fabricar con unas dimensiones determinadas, pero de gran formato (mucho mayores que los formatos utilizados en la fabricación de placas cerámicas) con el fin de poder adaptarse a una determinada modulación elegida por el arquitecto en la composición de su edificio. Con este proceso compositivo

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se pueden obtener resultados muy adecuados y atractivos, pero, como resultado del proceso de adaptación, se producirán residuos de forma obligatoria, ya que no se podrá aprovechar todo el material después de realizar los cortes necesarios para lograr el módulo elegido por el arquitecto. Sin embargo, este problema se puede eludir fácilmente, adoptando una nueva estrategia compositiva. Una estrategia que, personalmente, he bautizado con el nombre de “la belleza de lo imperfecto”. Esta nueva estrategia compositiva se fundamenta en el hecho de que no es necesario en absoluto utilizar determinadas proporciones en la composición de objetos arquitectónicos, y que en realidad, se puede utilizar cualquier proporción, eso sí, de forma adecuada. La calidad compositiva resultante dependerá del equilibrio de masas, formas y colores, tal y como hace ya mucho tiempo demostró Wassily Kandinsky. Personalmente he realizado dos Tesis doctorales, en las que he estudiado con profundidad la capacidad de crear composiciones armónicas y bellas en base a proporciones determinadas. Una de las conclusiones de mi estudio fue que no existen proporciones especiales, cuya utilización garantice la belleza de los objetos resultantes. Cualquier proporción puede ser válida, siempre que se garantice la coherencia del conjunto, y la relación entre partes con unas mismas reglas compositivas. Algo que Alban Berg ya demostró con la música dodecafónica. En este sentido se pueden establecer proporciones que aprovechen al máximo los materiales elegidos, y generen composiciones a escala humana. Desde luego para que esto sea posible los diferentes materiales deben ser muy fácilmente manipulables, y deben tener grandes dimensiones en sus formatos. El racionalismo, y sobre todo el minimalismo han generado un enorme daño medioambiental, ya que ha forzado la utilización repetitiva y completa de un conjunto gratuito de módulos, fomentando además, tanto la monotonía, como el aburrimiento. El caso es que para componer de forma correcta y atractiva un edificio, no es necesario buscar tanto orden, tanta linealidad, tanta precisión, tantas coincidencias, etc. Se pueden realizar composiciones armoniosas y atractivas utilizando otras estrategias, que además sean más respetuosas con el sentido común, con la inteligencia humana y con el ecosistema natural global. A continuación muestro la mecánica general que sigo de forma habitual en la composición de mis edificios, siguiendo la sintaxis arquitectónica implícita en “la belleza de lo imperfecto”. En una primera etapa se debe establecer un determinado módulo compositivo como un compromiso entre la posible modulación del edificio y las posibles particiones del material que sale de fábrica.

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Hecho esto, se procede a realizar un primer esbozo compositivo del conjunto de la fachada (o cualquier otro elemento arquitectónico), y procedemos a colocar las piezas imprescindibles que nos aseguren el equilibrio y la armonía de la composición final.

A continuación, se procede a colocar el resto de piezas de forma secuencial, aprovechando hasta el último retal generado, como si se tratara de un mosaico o de un puzzle. Es evidente que el arquitecto sólo tiene un control parcial del resultado final, pero de eso precisamente se trata. Sin embargo, el resultado final es muy atractivo, y no se ha generado ni un sólo residuo en el proceso.

Lo más importante de este nuevo concepto compositivo es que, debido a su grado de impredecibilidad, con el paso del tiempo se pueden cambiar algunas piezas por otras, con otro color o textura diferentes (quizás porque ya no se fabrique el color anterior) y el resultado final sería igualmente atractivo. Con esto lo que se está haciendo en realidad, es alargar la vida útil de los materiales, y permitir la evolución continua del diseño del edificio.

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El atractivo compositivo que se obtiene es lo que ha dado lugar al nombre del procedimiento: “la belleza de lo imperfecto”. - c. Utilización de materiales continuos en la composición de fachadas ventiladas. Se entiende como materiales continuos los que se fabrican con grandes dimensiones y de forma continua, como por ejemplo las chapas metálicas (chapa galvanizada, zinc, …). Sin duda es la mejor opción de todas, ya que permite cualquier tipo de composición arquitectónica y no se genera ningún tipo de residuo. Llegados a este punto, me gustaría señalar que no solo se deben resolver los problemas derivados del encaje entre la modularidad de los diferentes materiales y la modularidad deseada para la composición del edificio. También hay que resolver problemas debidos al propio proceso compositivo. Es decir, debidos a la actividad compositiva habitual del arquitecto, ya que en muchas ocasiones lo que ocasiona un enorme agravio medioambiental son las gratuitas decisiones del arquitecto, respecto de la composición arquitectónica de sus creaciones. Para entender esta afirmación, de nuevo, me gustaría poner un ejemplo. Supongamos que deseamos componer un determinado solado, a base de losetas cerámicas. Pues bien, si se compone de una forma rígida un determinado suelo, estamos condenando la vida útil del mismo, debido a decisiones empresariales fortuitas, y económicamente interesadas, de las empresas fabricantes. Si el material dejara de fabricarse con prontitud, lo que es habitual en nuestros días, no habría posibilidad de reparar el suelo. Habría que sustituirlo por completo, y convertirlo en residuo. En cambio, si el arquitecto hace una composición compleja, utilizando diferentes formatos y materiales variados, es más que probable, que si se sustituyen los materiales estropeados por otros, aunque sean diferentes a los originales, la composición final seguiría siendo igualmente atractiva, o incluso más. Este tipo de decisiones compositivas están incluidas, y justifican nuevamente, la estrategia compositiva que he denominado “la belleza de lo imperfecto”. Quizás el proceso compositivo descrito (que permite cambios formales fortuitos), sea mucho más complejo de lo que viene siendo habitual. Pero eso es tarea del arquitecto. No hay coste adicional alguno. Por supuesto, todo lo expuesto para las fachadas ventiladas es válido para la composición de cualquier otro elemento arquitectónico: suelos, paredes, patios, distribuciones funcionales,…

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Sin duda se hace necesario establecer una nueva metodología compositiva, capaz de crear composiciones dinámicas y atractivas, capaz de despertar emociones, pero también capaz de optimizar al máximo los recursos necesarios, y disminuir al máximo los residuos generados. 2. Disminución del consumo energético Los indicadores sostenibles de este grupo proporcionan información acerca todas las acciones que deben tenerse en cuenta para disminuir al máximo el consumo energético en la construcción del edificio. Por ello, se deben examinar con minuciosidad todas las etapas del ciclo de vida de un edificio, desde la etapa de proyecto y la fabricación de materiales, hasta la etapa de desmontaje del edificio (en arquitectura sostenible no debería tener cabida el concepto de “derribo”), y acto seguido, proporcionar alternativas de diseño, que en su conjunto, disminuyan al máximo el consumo energético del edificio. No se debe caer en el error de confundir conceptos como “ahorro energético” y “eficiencia energética”, con otros completamente diferentes como “utilización de energías renovables”, o conceptos similares. Por el hecho de usar fuentes de energía renovables no se ahorra absolutamente nada, ya que simplemente se está utilizando una fuente energética, en lugar de otra.

Esto no significa que no haya que potenciar el uso de fuentes de energía naturales renovables, al contrario, hay que fomentarlas, pero en cualquier caso, primero deben adoptarse todo tipo de decisiones para que los edificios consuman mucho menos. Hecho eso, y solo cuando se halla hecho, el siguiente paso será utilizar fuentes de energía renovables no contaminantes. Por ello se deben analizar, una por una, todas las etapas y procesos involucrados en el proceso de construcción, y ofrecer alternativas energéticas más eficientes a todas ellas. Pero, ante todo, debe quedar claro que, para reducir realmente el consumo energético de un edificio, simplemente hay que diseñarlo mejor. 2.1. Energía utilizada en la obtención de materiales Este indicador mide la cantidad de energía necesaria para obtener o fabricar un determinado material o componente. Del mismo modo, sugiere criterios de elección para utilizar los materiales más adecuados en cada ocasión. Es evidente que para disminuir el consumo energético en la construcción de un edificio hay que empezar por elegir materiales y componentes cuya obtención y fabricación haya requerido la menor cantidad posible de

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energía. Para los materiales simples puede resultar sencillo contabilizar su consumo energético, en cambio, hay que tener mucho cuidado al calcular el consumo energético asociado a un material compuesto, ya que se le deben asociar el consumo energético de todos los procesos que se han llevado a cabo en su obtención, incluido transporte de materiales, transporte de mano de obra, proceso de gestión de residuos, etc. Por tanto, hay que tener mucho cuidado con las cifras que suministran los fabricantes de determinados materiales, por lo que convendría hacer cálculos propios, y contrastar la información obtenida con estudios realizados por centros tecnológicos sin ningún tipo de ánimo de lucro, ni financiación empresarial. No obstante, y solo con una finalidad docente y conceptual, a continuación se proporciona una tabla que muestra el consumo energético necesario en la obtención de los materiales de construcción más habituales. Esta tabla es la más cercana a la realidad de todas cuanto he podido estudiar. Es sorprendente la cantidad de tablas diferentes que existen, y las diferencias de su contenido, lo que evidencia ante todo el enorme esfuerzo que están realizando las empresas por ocultar la realidad. Lo que sugiere que el consumo energético es, en realidad, mucho más elevado de lo que se declara.

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En esta tabla se muestran algunos materiales tales como cemento, hormigón, hormigón armado, madera, cerámica, bambú, linóleo, piedra, acero, vidrio, etc. que tienen un consumo energético aceptable. En cambio, materiales como el aluminio, PVC, algunos plásticos y esmaltes tienen un consumo energético tan elevado que su utilización no está justificada en absoluto, y deberían evitarse en construcción sostenible. Como se muestra, el aluminio es un caso extremo, debido a su elevadísimo consumo energético desde su obtención de la bauxita. Se podría justificar la utilización del aluminio, por ejemplo, en la construcción de un satélite artificial, ya que es imprescindible un bajísimo peso. En la construcción de un automóvil es mucho menos justificable, pero su uso reduciría su peso, y por tanto, su consumo energético, y sus emisiones al medio ambiente. En cambio, el aluminio no está justificado en ningún capítulo del sector de la construcción, ni de la industria del mueble (en donde se utiliza muchas veces por razones puramente visuales). Por no decir que existen muchísimas alternativas más adecuadas a este material, y que serían más baratas, si se fomentara su utilización. Esta tabla muestra el consumo energético por peso del material fabricado. Pero, del mismo modo, la tabla se podría reordenar en relación al volumen de material, o también se podría reordenar para que mostrara el consumo energético relacionado con la resistencia característica del material. En cualquier caso, el orden no se modifica sustancialmente. Los materiales dañinos para el medio ambiente siguen siéndolo de forma sustancial de cualquier modo. No hay defensa posible para el aluminio, el PVC, los esmaltes, etc. 2.2 Energía consumida en el transporte de los materiales Este indicador mide la cantidad de energía necesaria para transportar un determinado material o componente, hasta el lugar donde se va a utilizar. Del mismo modo, establece criterios de elección para utilizar los materiales más adecuados.

El transporte de los materiales es unos de los puntos menos comentados y estudiados a la hora de hablar del consumo energético de la construcción. Y hay dos grandes razones para ello. En primer lugar porque en realidad es muy difícil calcular con precisión el consumo energético real, ya que hay asociados varios capítulos indirectos. Y en segundo lugar porque el sistema económico global ha permitido una enorme reducción en el coste económico de los transportes de mercancías, lo que asociado a unas enormes diferencias sociales de unos países con otros, ha incrementado exponencialmente el comercio internacional y el transporte de materiales. Por lo que no se desea poner demasiadas trabas a un capítulo cada vez más importante y preocupante. Y es que es posible que se haya reducido el precio de los transportes, pero no la energía consumida.

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Es evidente que tarde o temprano habrá que poner fin a esta absurda situación, que tan solo se alimenta de las diferencias sociales de determinados países, y se debe limitar al máximo el transporte de materiales. Es necesario fomentar una economía rentable basada en el consumo de materiales locales, ya que lo que se gana aprovechándose de las desigualdades sociales, es lo que se pierde en el transporte de las mercancías. Personalmente considero un auténtico despropósito la utilización masiva, por poner tan solo un ejemplo, de mármoles o granitos traídos de Brasil, Rusia, Vietnam o China, o cerámica de Turquía, India, o China. Se trata tan solo de caprichos basados en la poca cultura y en la evidencia de un determinado estatus social y económico. Por este motivo, en una verdadera arquitectura sostenible se debe potenciar la utilización de materiales locales, cercanos al lugar en el cual se ubica la edificación.

2.3 Energía consumida en el transporte de la mano de obra Este indicador mide la cantidad de energía necesaria para transportar la mano de obra necesaria para realizar una determinada construcción.

Este indicador es uno de los que más se suelen respetar de forma habitual, aunque existen algunas excepciones debidas a la premura de tiempo que puede existir en ciertas etapas del proceso construcción de muchos edificios, o al empleo de mano de obra muy especializada no disponible de forma local. No obstante, la mano de obra muy especializada debería evitarse en arquitectura sostenible, ya que está asociada a costes económicos muy elevados, o a la utilización de ciertas tecnologías y de elementos arquitectónicos gratuitos, que también deberían evitarse. Una verdadera arquitectura sostenible debería ser lo más simple posible, y estar construida únicamente con mano de obra local, con independencia de su cualificación. 2.4. Energía utilizada en el proceso de construcción del edificio Este indicador mide la cantidad de energía necesaria para construir un determinado edificio. Del mismo modo, sugiere estrategias de diseño y sistemas constructivos para reducir al máximo la energía necesaria. La construcción de un edificio puede tener un consumo considerablemente variable, dependiendo de las soluciones constructivas que se hayan utilizado en su diseño. Incluso un mismo edificio puede construirse de varias formas sustancialmente diferenciadas, con un precio similar. Por ello, la responsabilidad de este punto recae enteramente en el arquitecto.

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El arquitecto tiene la responsabilidad, y la obligación, de proyectar los edificios de un modo tal que la energía consumida en el su construcción sea la menor posible. Para ello, debe tomar las decisiones más adecuadas respecto al tipo y características que debe tener el sistema de cimentación, el sistema estructural, los cerramientos, las fachadas,,… y en general todos los componentes de un determinado edificio. Por supuesto, cuanto más sencilla sea la arquitectura proyectada, menos energía se consumirá en su construcción, y al mismo tiempo, menos medios auxiliares se necesitarán (lo que redunda no sólo en un menor consumo energético, sino en la disminución de recursos necesarios y residuos generados. Por otro lado, y también con la finalidad de reducir al máximo la energía necesaria en el proceso de construcción de un edificio, el arquitecto debería proyectar para que se necesitara la menor cantidad posible de medios auxiliares (andamios, encofrados, protecciones, herramientas, maquinarias, etc.). Pongamos un ejemplo sencillo, que ilustra lo mucho que puede variar el consumo energético en el proceso de construcción, dependiendo de unas pocas decisiones. Imaginemos que se desea construir una vivienda unifamiliar. Pues bien, si se construyera a base de muros de carga (ladrillos o bloques) se necesitarían muchísimos menos medios auxiliares, y por tanto, mucho menos consumo energético que si se construyera a base de una estructura de hormigón encofrado in situ, ya que, para hacer esta estructura es necesario hacer un molde previo, a base de encofrados recuperables, y se necesita una gran cantidad de medios auxiliares. Una estructura de muros de carga tan sólo necesita unos simples puntales para apear el centro de las viguetas del forjado, ya que las mismas viguetas y el muro de carga, sirven de encofrado. Por otro lado, no se justifica de modo alguno la utilización de una estructura de hormigón encofrado en la construcción de una simple vivienda unifamiliar. Podría alegarse que muchos edificios deben ser necesariamente complejos, pero personalmente creo que no es así. El arquitecto puede buscar complejidad o puede buscar sencillez para cumplir un mismo programa y en un mismo entorno. Y esta sencillez no está reñida ni con el cumplimiento de un programa, ni con la investigación formal, ni siquiera con la espectacularidad de un edificio. Es decisión del arquitecto. En este sentido, es evidente que el grado de industrialización y prefabricación de un edifico es fundamental. Realizar las componentes de un edificio en fábrica no sólo optimiza los materiales, elimina los residuos y disminuye el tiempo de construcción, sino que además, reduce al máximo el consumo energético. El caso extremo de industrialización, la prefabricación, sería la forma ideal de realizar una verdadera arquitectura sostenible: construir todo tipo de edificios, con cualquier funcionalidad, utilizando un mismo conjunto de piezas prefabricadas.

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Sin embargo, hay que señalar que el promotor no ha aceptado la industrialización por varios motivos, entre los que destacan la escasez de infraestructura existente, la dependencia tecnológica, la dependencia de los proveedores, la dificultad añadida del proyecto (su equipo técnico debería trabajar mucho más), y su creencia de que el resultado final podría tener limitaciones. Por otro lado, la sociedad ha rechazado la prefabricación debido sobre todo a la fealdad y a la pobreza arquitectónica de las propuestas conocidas. Por ello, los procesos de industrialización y de prefabricación deben estimularse al máximo, y el arquitecto debe ser capaz de realizar proyectos mucho más elaborados, diseñando uno a uno, todos y cada uno de los componentes de su proyecto, disminuyendo el número de componentes diferentes, potenciando la rapidez y sencillez del montaje y disminuyendo la cantidad necesaria de medios auxiliares necesarios. Por supuesto, la industrialización y la prefabricación no deben ser obstáculo alguno para lograr composiciones arquitectónicas ricas y atractivas. Este simplemente es un problema que el arquitecto debe resolver, con independencia de su complejidad.

2.5. Energía consumida por el edificio a lo largo de su vida útil Este indicador mide la cantidad de energía que un determinado edificio consume –como consecuencia de su diseño- a lo largo de toda su vida útil, para garantizar el bienestar de sus ocupantes. Este indicador no incluye el consumo energético de las componentes tecnológicas que se hayan incorporado, y que no sean estrictamente necesarias (como por ejemplo, equipos musicales, receptores de televisión, manos a distancia, cepillos de dientes eléctricos, sistemas domóticos….). El consumo energético debido al propio diseño de un edificio es consecuencia de sus pérdidas energéticas en periodos fríos, y de sus ganancias térmicas en periodos calurosos. Para suplir las pérdidas energéticas se deben utilizar sistemas mecánicos de calefacción (que consumen diferentes tipos de energía), y para suplir las ganancias térmicas se deben utilizar sistemas mecánicos de aire acondicionado (que, básicamente, sólo utilizan energía eléctrica). Las pérdidas energéticas de un edificio se deben a los materiales y soluciones constructivas empleadas en su envolvente. Un buen diseño arquitectónico debe reducir al máximo estas pérdidas, adoptando la estructura

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arquitectónica más conveniente, las soluciones constructivas más adecuadas y el aislamiento térmico correspondiente. Por otro lado, las ganancias térmicas de un edificio se deben principalmente al efecto invernadero generado por la radiación solar, a la utilización de artefactos en el interior del edificio, y a los propios usuarios del mismo. Un buen diseño arquitectónico debe reducir al máximo estas ganancias (eligiendo convenientemente la tipología arquitectónica, su orientación, las protecciones solares, el correcto dimensionado de las superficies acristaladas, etc.), debe disminuir al máximo la cantidad de artefactos que necesita, y debe estimular un correcto uso por parte de sus ocupantes. Las soluciones constructivas tradicionales, y la mayor parte de la normativa existente en muchos países, son excesivamente simplistas, ya que prácticamente se centran en disminuir las pérdidas energéticas a base de aumentar el nivel de aislamiento, y además, lo hacen de forma incorrecta. Para entender esta afirmación se podría poner un ejemplo de mala normativa, que fomenta y consolida una mala práctica constructiva: el actual Código Técnico de la Construcción (CTE), todavía vigente en España. El CTE pretende reducir el consumo energético de los edificios, simplemente controlando el grado de aislamiento de cada uno de los paramentos envolventes de un edificio, (en este sentido no ha variado en absoluto respecto de la anterior normativa CT 79), con independencia de las soluciones constructivas, la orientación, la tipología arquitectónica, las protecciones solares, etc. El CTE es un poco más restrictivo que la normativa anterior respecto de la cantidad de aislamiento necesario, y por tanto simplemente fomenta la construcción de un tipo de edificio, cuyo único diferencial es que cuenta con un poco mas de aislamiento. Como resultado de la aplicación del CTE, supuestamente los edificios tendrán menos pérdidas energéticas, pero el caso es que los edificios van a tener las mismas ganancias, o incluso más. Y como consecuencia final, la aplicación del CTE no disminuirá en absoluto la energía consumida por los edificios en España. Quizás la reduzca ligeramente en invierno, pero la aumentará enormemente en verano. Y no como consecuencia del calentamiento global, sino porque está basado en un paradigma erróneo (para ser más claros: una mala copia de la normativa del norte de Europa). Voy a explicar este razonamiento, ya que es de vital importancia.

El único modo natural que tienen los edificios españoles (y en general todos los edificios ubicados en climas cálidos) para refrescarse en verano se debe curiosamente a sus pérdidas energéticas. Durante los días de

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verano, los edificios se van calentando, poco a poco, hasta que se pone el sol, que es cuando más calientes están (por ello los ocupantes suelen salir a la calle a estas horas, a “tomar el fresco”). Durante la noche se van enfriando poco a poco, mediante un proceso de pérdida energética a través de las paredes y por ventilación, al abrir las ventanas. Por último, y como consecuencia de su inercia térmica, los edificios permanecen frescos a lo largo del día siguiente, ya que han sido capaces de enfriarse durante la noche. Pues bien, si se añade más aislamiento a los edificios, el proceso de refresco durante la noche no acabará de completarse, ya que solo se refrescarán por ventilación y no por disipación de calor a través de las paredes, ya que el elevado aislamiento lo impide ahora. Como consecuencia, los edificios proyectados teniendo en cuenta el CTE (con mayor nivel de aislamiento) van a tener mucha menos capacidad de refrescarse de noche, por lo que van a permanecer calientes durante toda la noche, y todavía más a lo largo del día siguiente. La consecuencia inevitable es que sus ocupantes no van a tener más remedio que instalar equipos de aire acondicionado. Como resultado, quizás se consuma un poco menos energía en invierno, pero se va a consumir mucha más energía en verano. Y lo que es peor, en invierno se pueden utilizar diferentes tipos de energía para calentar. En verano prácticamente sólo se puede utilizar energía eléctrica para refrescar. Es evidente que los redactores del CTE, siguiendo con la costumbre establecida en España, siguen basándose en la normativa establecida en otros países europeos. Países que fundamentalmente son fríos, y en los cuales un aumento de aislamiento es conveniente para garantizar el bienestar de sus ocupantes, y para reducir el consumo energético. La costumbre de copiar normativas foráneas ha prevalecido, de nuevo, al pensamiento científico y al sentido común. Y lo que es peor, como los países latinoamericanos tienen la misma costumbre que en España, con cierto retraso, acaban teniendo, más o menos, la misma normativa que un buen día se diseñó en Alemania. 2.6. Nivel de adecuación tecnológica para la satisfacción de necesidades humanas Este indicador mide la idoneidad de la tecnológica utilizada en un determinado edificio, respecto de los parámetros intrínsecos humanos. La naturaleza humana se basa en unos determinados parámetros físicos, y estos parámetros deben ser respetados por la tecnología incorporada, ya que, en otro caso se reducirá sustancialmente tanto la eficiencia energética de los dispositivos tecnológicos, así como el bienestar humano. El cuerpo humano tiene un determinado comportamiento térmico y una determinada forma de interacción energética con su entorno. Básicamente, y por orden de importancia, el cuerpo humano interacciona térmicamente por 1) radiación (45%), 2) convección (35%), 3) sudoración (10%), 4) contacto (5%) y 5) respiración (5%).

Por tanto, el cuerpo humano es mucho más sensible a la radiación, que a la convección, y al resto de mecanismos. Dicho de otro modo, el modo más efectivo para interaccionar térmicamente con el cuerpo humano es utilizando mecanismos de transmisión térmica por radiación. Por tanto, su entorno construido debe incluir sistemas de acondicionamiento térmico basados en la transmisión de calor por radiación, y no por convección, y mucho menos por impulsión de aire.

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A igualdad de consumo energético, el cuerpo humano aprovechará más el sistema de radiación. O lo que es lo mismo, sentiremos más sensación de calor si el sistema es por radiación, que si es por convección. Dicho de otro modo, para que un sistema de convección nos calentara con la misma eficacia que un sistema de radiación, su potencia y su consumo necesariamente deberían ser más elevados. Y el grado de confort no sería el mismo. En general, los sistemas de convección, por este motivo, tienen un 20% o 30% menos eficiencia energética que los sistemas radiadores. Con respecto al aire impulsado, la situación es todavía peor. Se debe emplear mucha más energía para tener la misma sensación de confort. Y ello sin contar el resto de problemas debidos a la velocidad de impulsión de aire. Por ejemplo, en invierno el aire caliente impulsado genera un fenómeno de evaporación del sudor de la piel, por lo que sentimos frio cuando el aire incide en nuestro cuerpo. Y ello nos obliga a calentar en exceso el aire de impulsión. El aire impulsado lo sentimos caliente, pero a la vez estamos cediendo nuestro calor por radiación a las paredes, suelos y techos, que se encuentran más fríos que nuestro cuerpo (estos elementos absorben nuestro calor por radiación). Esto explica la sensación desagradable que proporcionan los sistemas de aire acondicionado en invierno. Lo mismo ocurre en verano con el aire fresco impulsado: sentimos el fresco del aire, pero a la vez sentimos el calor que, por radiación, nos transmiten las paredes, suelos y techos que nos rodean. Este efecto explica igualmente el poco confort que sentimos en un automóvil que se ha calentado al sol en verano. A pesar de poner el aire acondicionado al máximo, sentimos el fresco del aire impulsado (no muy efectivo por transmitirse por impulsión), pero a la vez, el calor proveniente del recalentado techo del automóvil (mucho más efectivo porque se transmite por radiación). Y la sensación no es en absoluto gratificante, ni satisfactoria. Por ello, en arquitectura sostenible siempre debe utilizarse la transmisión de calor por radiación, debe reducirse la transmisión por convección, y debe evitarse siempre la transmisión de calor por aire impulsado (aire acondicionado).

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Personalmente en mis edificios sólo uso sistemas de calefacción por suelo radiante solar y geotérmico, radiadores eléctricos con tarifa nocturna (radiadores de gran tamaño, nunca convectores), y nunca utilizo sistemas de aire acondicionado (en ningún lugar, y bajo ninguna circunstancia).

2.7. Eficacia energética del diseño arquitectónico bioclimático Este indicador mide la cantidad de calor y fresco que la propia vivienda puede generar, como consecuencia únicamente de su especial diseño bioclimático. Es decir, este indicador mide la reducción de consumo energético que se puede conseguir en base al cuidadoso diseño bioclimático del edificio. Del mismo modo, sugiere estrategias de diseño para lograrlo, sin sobrecoste alguno en el edificio. Este indicador, sin duda, es el más importante de todos, por dos motivos fundamentales. Por un lado, el correcto diseño bioclimático de un edificio puede disminuir su consumo energético de forma considerable. En casos concretos, incluso se puede lograr un diseño tan especial que el edificio sea capaz de autorregularse térmicamente, sin consumo energético (y sin necesidad de artefactos). Por otro lado, el diseño bioclimático es la acción que mayor influencia tiene en el aspecto formal de un edificio. El diseño bioclimático acota enormemente el margen de libertad del arquitecto, y obliga a la adopción de una nueva sintaxis formal, y a una nueva estrategia compositiva. Como consecuencia, debe entenderse como edificio bioclimático aquel que es capaz autorregularse térmicamente, tan sólo mediante su propio diseño arquitectónico, y sin necesidad de dispositivos mecánicos. Es evidente que no siempre se puede conseguir este objetivo, y que en muchos casos deben utilizarse dispositivos mecánicos de apoyo. Por ello, no es correcto hablar de “diseño bioclimático”, a secas, y sería más correcto hablar del “nivel de bioclimatismo” de un edificio. Un edificio tendrá un mayor o menor nivel de bioclimatismo, dependiendo su ubicación, su programa, la experiencia del arquitecto, y sobre todo, del conocimiento que tenga de las estrategias básicas que puede aplicar para refrescar o calentar un edificio de forma natural. En algunos casos sólo se logrará un leve descenso en el consumo energético, y en otros casos se puede conseguir incluso, que el edificio no tenga consumo energético alguno.

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En el siguiente capítulo, y solo a modo de ejemplo, se muestran algunas estrategias básicas que el arquitecto debe utilizar con la finalidad de conseguir edificios que consuman la menor cantidad posible de energía, al menor precio posible, y sin necesidad de utilizar artefactos tecnológicos.

2.8. Nivel de inercia térmica del edificio Este indicador mide la inercia térmica de un edificio. Una inercia térmica que, dicho sea de paso, es imprescindible para lograr un eficaz diseño bioclimático, utilizando los cambios térmicos circadianos, y disminuir al máximo el consumo energético. Del mismo modo, el indicador pretende fomentar edificios con la mayor inercia térmica posible. La inercia térmica es la capacidad que tiene un material de acumular calor o fresco. A mayor inercia térmica, mayor capacidad de acumulación de calor, o fresco. Por ello, un edifico con mucha inercia térmica puede acumular durante un prolongado periodo de tiempo, el calor, o el fresco, que haya podido generar. En verano un edificio con elevada inercia térmica puede refrescarse durante la noche, de forma natural y gratuita, y puede acumular este fresco, manteniéndolo a lo largo del día siguiente, Cuanto mayor sea su inercia térmica, más tiempo podrá mantenerse fresco al día siguiente, compensando el calentamiento que pudiera tener por la radiación solar. Del mismo modo, en invierno un edificio con elevada inercia térmica puede calentarse durante el día, de forma natural y gratuita, y puede acumular este calor, manteniéndolo a lo largo de toda la noche. La inercia térmica prácticamente sólo se puede lograr aumentando la masa de los edificios. A mayor masa, mayor inercia térmica, y por tanto, mejor comportamiento térmico, mayor confort y menor consumo energético. Por tanto, para realizar un correcto y efectivo diseño bioclimático, necesariamente se debe aumentar la masa de los edificios. Existen varias formas de aumentar la masa de los edificios:

- Aumentar la masa de las envolventes exteriores. Por ejemplo instalando cubiertas vegetales, enterrando parcialmente el edificio, colocando muros exteriores de elevado peso., etc.

- Aumentar la masa de los componentes estructurales. Por ejemplo, utilizando un sistema portante a base

de muros de carga, utilizando paneles prefabricados de elevado peso, aumentando la masa de los forjados, etc.

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- Aumentando la masa de elementos interiores del edificio. Por ejemplo, añadiendo jardineras, masas de agua, elementos decorativos de elevado peso, etc.

Por último debe tenerse en cuenta que el aumento de la inercia térmica debe guardar correspondencia con un cuidadoso diseño bioclimático del edificio, ya que si el edificio tiene un mal comportamiento bioclimático, al aumentar su masa, su comportamiento será todavía peor. De ahí la importancia de la experiencia previa en el quehacer profesional del arquitecto.

2.9. Energía consumida en el proceso de derribo o desmontaje del edificio Este indicador mide la cantidad de energía necesaria para derribar o desmontar un determinado edificio. Del mismo modo, sugiere estrategias de diseño y sistemas constructivos para reducir al máximo la energía necesaria para ello. Cuando se habla de consumo energético de un edificio, muy pocas veces se incluye la energía consumida en su demolición, y posterior tratamiento de sus residuos. Pero el caso es que un edificio convencional tiene una vida útil no muy larga, y tarde o temprano hay que derribarlo, para construir otro en su lugar. Por ello, y con el fin de disminuir al máximo este consumo energético se debe diseñar un edifico de tal modo que todos sus componentes puedan ser fácilmente desmontables. De este modo además se permite su posterior reutilización en otros edificios.

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3. Fomento de fuentes energéticas naturales Este grupo de indicadores tiene la finalidad de evaluar, y fomentar, la utilización de fuentes energéticas naturales por un determinado edificio. Se entienden como fuentes energéticas naturales la que utiliza el ecosistema natural, es decir, la energía que pueda obtenerse proveniente de la radiación solar, y proveniente del interior de la Tierra. No obstante, se incluye en este apartado la utilización de otras fuentes de energías limpias y renovables, generadas por el propio sistema físico, o provenientes del ecosistema natural, como son la energía eólica, la energía de los saltos de agua, la energía de las mareas, la energía de géiseres, etc… Por supuesto, y siempre que se garantice la seguridad de los procedimientos seguidos, en este apartado se deberían incluir las fuentes de energía provenientes de la emulación del hombre de los sistemas físicos generadores de energía natural. Dicho de otro modo, la energía nuclear de fusión (no confundir con la energía nuclear de fisión, que debe evitarse en cualquier lugar y en cualquier circunstancia). Sin duda, la energía nuclear de fusión, junto con el cambio del sistema de valores humanos, la energía solar y la energía geotérmica, son la mejor opción para garantizar la evolución de la comunidad humana, en equilibrio con el ecosistema natural. Por supuesto en este apartado no se incluyen, ni en ningún otro, ciertas fuentes de energía que, aunque puedan ser renovables, su utilización ocasiona un grave problema medioambiental, tales como la biomasa, el gas, el biogás … que, aunque se intenta potenciar su uso por los políticos, en connivencia con ciertos intereses empresariales (haciéndolas pasar como “sostenibles”), en realidad son muy dañinas para el ecosistema natural.

3.1. Nivel de utilización tecnológica a base de energía solar Este indicador mide el porcentaje de las necesidades energéticas de un edificio, que ha sido suministrado por medio de sistemas mecánicos generadores de energía solar. La energía procedente del sol se puede utilizar básicamente, y de forma generalizada, de dos formas: para calentar fluidos, y para generar energía eléctrica. Por ello se suele hablar de energía solar térmica, y energía solar fotovoltaica.

- La energía solar térmica se basa en calentar ciertos fluidos directamente con la radiación solar que índice sobre la Tierra, mediante dispositivos optimizados para tal fin. Para calentar un edificio simplemente se incrusta en su masa un conjunto de canalizaciones con el fin de que el fluido recalentado atraviese el edifico y le ceda su calor.

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- La energía solar fotovoltaica se basa en generar electricidad utilizando una red de células de sílice, o materiales similares, que tienen la propiedad de generar electricidad cuando le índice la radiación solar. Cuanto mayor sea el número de células utilizadas, mayor será la energía eléctrica obtenida. Esta energía se puede consumir directamente, mientras haya radiación solar (durante el día), o bien se puede almacenar, para ser consumida cuando no haya radiación solar (durante la noche).

No hay que olvidar que antes de decidir incorporar al edificio sistemas de generación de energía natural, en primer lugar debe realizarse un optimo ejercicio de diseño bioclimático, con el fin de que el edifico consuma la menor cantidad posible de energía. Y solo en este caso debe procederse a suministrar esta energía mediante dispositivos mecánicos. Si no se hace así, el coste económico del edificio puede aumentar considerablemente, haciendo inviable su construcción, y fomentando la idea errónea de que los edificios sostenibles son más caros. Un correcto diseño bioclimático puede reducir enormemente la necesidad energética de un edificio, y no supone apenas sobrecoste alguno. De este modo, se reduce muchísimo el coste de los dispositivos tecnológicos que deban ser incorporados para suministrar la poca energía que necesite el edificio, por lo que se podrían incluir en todos los edificios correctamente diseñados. Por último, hay que recordar que estos dispositivos deben integrase correctamente en el edificio, de tal modo que se garantice la correcta y armónica composición del edificio, pero por supuesto, su máximo rendimiento, y por tanto se reduzca al máximo su coste económico. Esto es lo que se denomina como: “integración arquitectónica”. Este concepto, “integración arquitectónica” ha sido manipulado desde su origen por razones puramente comerciales. Con el fin de estimular la venta de dispositivos tecnológicos para aprovechar las energías renovables, y convencer más fácilmente a los arquitectos, las empresas fabricantes han fomentado una incorrecta utilización de los dispositivos que ellas misma fabrican. En este sentido por ejemplo, se suelen colocar captores solares térmicos y fotovoltaicos en cualquier posición, orientación, e inclinación. Llegando a casos extremos en que dichos captores solares se convierten en el ornato más caro e inútil que disponen algunos edificios.

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Es evidente que los captores solares deben colocarse exclusivamente en posición sur, ya que si se hiciera en otra orientación, el rendimiento bajaría considerablemente ya que aprovecharía mucho menos la radiación solar. Del mismo modo, los captores solares deben tener una orientación dependiente de la latitud en la que reubica el edifico, o lo que es lo mismo, de la posición del sol (un punto medio de su posición en invierno y en verano). Sin embargo, es muy habitual ver captores solares horizontales, verticales, en orientación este, orientación oeste, etc. lo cual es un grave error, ya que esto baja el rendimiento de los captores de forma drástica. Captores que por otro lado tienen un alto coste económico. Estas orientaciones incorrectas se deben a que el arquitecto se conforma con integrar los captores solares en los elementos arquitectónicos convencionales (parasoles, ventanas, cubiertas), sin mayor esfuerzo creativo, y sin ser consciente que, como resultado de su decisión se han encarecido todavía más, unos dispositivos ya muy costosos de por sí. Es evidente que los captores solares deben tratarse como cualquier otro elemento compositivo, y deben crearse nuevas reglas compositivas y nuevas tipologías arquitectónicas para estimular su correcta integración arquitectónica. Pongamos un ejemplo concreto. Supongamos un edifico de forma circular, en el que se han colocado un conjunto de células fotovoltaicas “integradas” en los vidrios verticales de la zona sur de su fachada (como podría ser el edificio Nexus de la Universidad Politécnica de Cataluña, en Barcelona). Por ser una fachada circular, estos vidrios no tendrán una orientación completamente sur. Algunos estarán muy al sur, en cambio otros podrían tener una desviación de 45º, o más. Veamos lo que en realidad se ha conseguido: Los captores fotovoltaicos son muy caros, para redondear supongamos un coste económico de 7.000 euros por kw-pico. Además, las células fotovoltaicas convencionales tienen un rendimiento energético inferior al 15%. Para una latitud de Barcelona, los captores fotovoltaicos deberían inclinarse aproximadamente unos 35º con el fin de tener un aprovechamiento máximo medio todo el año. Por ello, si los captores solares se colocan de forma vertical, la radiación a la que estarán sometidos se habrá reducido aproximadamente a la mitad (seno 30º). O lo que es lo mismo. Su precio se habrá duplicado. En realidad la disminución real no es tan grande, ya que existe una radiación indirecta de fondo. Por ello, supongamos que el rendimiento “sólo” se disminuye en un 40%. Sigamos. Algunos captores estarán casi al sur, por lo que tendrán un nivel de asoleo diario óptimo. En cambio, otros captores estarán con una desviación de 45º este y 45º oeste, lo que hará que su nivel de asoleo disminuya notablemente. Del mismo modo, variará su inclinación respecto de la posición del sol, y por tanto su rendimiento. Supongamos, siendo amables, que el rendimiento global del conjunto de los captores haya bajado a la mitad.

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Como resultado final se tiene que el rendimiento de las células fotovoltaicas ha bajado en un 70%. O lo que es lo mismo, el rendimiento energético total será del 4’5% (15% * 0’3). Y el coste económico real habrá subido a 23.000 euros kw-pico (7.000 / 0’6 / 0’5). No voy a entrar en valores exactos, y tanto da que el rendimiento energético sea del 6 o del 8%, y el coste económico equivalente de 15.000 o 18.000 euros/kw-pico. Es un coste enorme, e inviable, de cualquier forma. El caso es que si los captores fotovoltaicos ya son muy caros de por sí, y poco efectivos, una integración arquitectónica mal entendida los puede hacer muchísimo más caros, incluso convertirlos en meros elementos decorativos (en muchos casos sólo se persigue este fin mediático).

Una correcta integración arquitectónica debería de hacerse de modo contrario. Debería respetarse que los captores solares deben tener una correcta orientación e inclinación, y a partir de estos elementos arquitectónicos lograr una sintaxis arquitectónica que permita la composición de objetos arquitectónicos armónicos, sugerentes y bellos. Y de paso se garantiza el máximo rendimiento de los dispositivos solares. El arquitecto debe respetar las dimensiones, orientación e inclinación de los captores solares y lograr integrarlos de este modo, creando composiciones arquitectónicas bellas, y con el menor coste económico posible.

3.2. Nivel de utilización tecnológica a base de energía geotérmica Este indicador mide el porcentaje de las necesidades energéticas de un edificio suministrado por medio de sistemas mecánicos generadores de energía geotérmica. Existen varios métodos para conseguir energía geotérmica del interior de la tierra, y todo ellos basados en la temperatura estable de los estratos subterráneos.

- Existen sistemas geotérmicos que se basan en la extracción de agua de diferentes bolsas subterráneas, con una temperatura diferente. En el interior de la tierra, a diferente profundidad, existen bolsas de agua con una temperatura prácticamente estable. Algunas bolsas disponen de agua fría y algunas de agua

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caliente. Pues bien, se pueden hacer varias extracciones para acceder a esta agua. En invierno se extrae agua caliente para calentar un determinado edificio, y en verano se extrae agua fría, para refrescarlo. Los mecanismos naturales de la Naturaleza que han ocasionado las diferentes bolsas de agua, y que las han mantenido a una determinada temperatura estable con el paso del tiempo, son capaces de asegurar el suministro de agua de forma continuada, siempre que la extracción se haga de forma racional. Por ello debe hacerse un estudio técnico, calculando la capacidad límite de cada bolsa.

- Por otro lado, existen sistemas geotérmicos que se basan en el intercambio de calor con los estratos subterráneos de la tierra. Resulta que por debajo de un nivel aproximado de 3m., la tierra tiene una temperatura estable que oscila entre los 15ºC y los 18ºC. Esta temperatura puede considerarse cálida para el invierno, y fresca para el verano, por lo que con ella se puede calentar o refrescar parcialmente un edificio. El procedimiento es muy sencillo, se introducen varias sondas en el interior de la tierra (a una profundidad superior a los 100 metros) y se bombea un líquido refrigerante. El líquido se inyecta a la temperatura ambiente, pero retorna con la temperatura de la tierra, por lo que se puede utilizar para calentar, o refrescar, el edificio. Este liquido se puede utilizar directamente (si las necesidades térmicas del edificio son bajas), o mediante la ayuda de una bomba de calor geotérmica. En este caso, la bomba de calor, aumenta o disminuye la temperatura necesaria, pero consume energía eléctrica (habitualmente, las bombas de calor suelen generar 4 veces la energía que consumen). Esta energía eléctrica se podría conseguir por medio de captores solares fotovoltaicos. Por ello, la combinación de bombas de calor geotérmicas, con captores solares fotovoltaicos proporcionan, en cualquier parte del mundo, la tecnología necesaria para conseguir edificios energéticamente autosuficientes. Es la combinación que suelo utilizar, siempre que el presupuesto me lo permite.

3.3. Nivel de utilización tecnológica a base de energías renovables por el ecosistema natural Este indicador mide el porcentaje de las necesidades energéticas de un edificio suministrado por medio de sistemas mecánicos generadores de energía renovable (diferente a la solar y a la geotérmica). En este apartado se incluye la utilización de otras fuentes de energías limpias y renovables, generadas por el propio sistema físico, o provenientes del ecosistema natural, como son la energía eólica, la energía de los saltos de agua, la energía de las mareas, la energía de géiseres, etc… Por otro lado también se incluyen, siempre que se garantice la seguridad de los procedimientos seguidos, la utilización de energía nuclear de fusión.

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4. Disminución de residuos y emisiones Los residuos y las emisiones están íntimamente ligados al proceso de fabricación de materiales, a la construcción del edificio, y sobre todo, a su demolición. Parecen consustanciales al sector de la construcción, pero no debería ser así. Además, en los países más industrializados, el cumplimiento de las normativas vigentes de calidad de los materiales, ha incrementado sustancialmente, la cantidad de residuos generados (embalajes, protecciones, revestimientos, etc.). Con respecto de las emisiones la situación es similar, aunque en los últimos años, conforme ha crecido la complejidad de ciertos materiales, ha aumentado enormemente la cantidad de emisiones generadas para su elaboración. Esto se debe sobre todo, a la enorme variedad y cantidad de aditivos (en su mayoría tóxicos) que se utilizan para mejorar ciertas características y propiedades de los materiales que se desean fabricar. Por si fuera poco, la situación se ha agravado exponencialmente debido a creación de gran cantidad de incongruencias e incompatibilidades entre las diferentes normativas que, cada vez más, se aprueban de forma completamente independiente, y por separado, sin tener en cuenta un contexto general. Los mayores problemas se generan al intentar coordinar el cumplimiento de normativas de higiene y calidad, con las normativas medioambientales. Voy a poner un ejemplo. Por diferentes razones suelo ir con mi hija a comer a un MacDonalds. Mi hija, de once años, se ve atraída enormemente por el ambiente distendido, familiar, pero a la vez juvenil de este establecimiento. Pues bien, supuestamente con una finalidad higiénica, los alimentos suelen servirse embalados en cajas de cartón, embalajes de platico rígido, y embalajes de plástico deformable. Y no solo los alimentos, sino el regalo que suelen incluir para los niños. Pues bien, permítanme que me extienda, y que entre en detalles, porque el ejemplo es ilustrativo. Yo suelo pedir una ensalada Cesar, con una Coca Cola Light, y mi hija unos Nuggets (el pollo frito empanado de toda la vida), manzana troceada, patatas fritas y una Coca Cola Light. Pues bien, lo que los empleados ponen sobre mi bandeja es lo siguiente: dos pajitas convenientemente envueltas en papel, dos Coca Colas en vasos de plástico y con tapas de plástico; una ensalada en un plato de plástico, cerrado con una tapa de plástico, y unas etiquetas adhesivas que sujetan la tapa; una caja de cartón grande en donde se ha introducido una bolsa de papel llena de patatas fritas, una bolsa hermética con trozos de manzana, otra caja de cartón, con tapa, en donde se encuentran 4 trozos de pollo frito, tres bolsas de plástico con salsa de tomate, una bolsa de plástico con mostaza, una cajita de plástico con crema de avellanas, y una bolsa conteniendo un juguete, en la mayoría de las veces, completamente simplón. Calculo que cada vez que como con mi hija, MacDonalds ha generado un kilo de residuos, como consecuencia de los embalajes de la comida. Unos embalajes que, a lo sumo, han tenido diez segundos de existencia, antes de convertirse en residuos (la distancia entre la barra donde compro la comida y la mesa en donde me siento con mi hija). Estimo que si un MacDonalds tiene 500 clientes al día, como mínimo habrá generado 500 kilos de residuos (mas el resto de residuos que se generan de forma habitual en este tipo de establecimientos). Y lo que es peor, todos los residuos se almacenan en un solo tipo de contenedor, sin posibilidad alguna de separarlos. Como consecuencia, la actividad más habitual de un MacDonalds suele ser ver a sus empleados sacando, de forma continuada, una bolsa ras otra de basura de los contenedores. Con la excepción de las Ferias de Muestras y Exposiciones, no he visto en mi vida una forma tan rápida, gratuita e idiota de generar tanta cantidad de residuos y de forma tan rápida e inútil como en un MacDonalds.

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Y lo gracioso del asunto es que toda esta basura se genera como consecuencia del cumplimiento de las normativas supuestamente sanitarias de MacDonalds. La abrumadora utilización de embalajes se hace, supuestamente, con el fin de garantizar la higiene y la calidad de los productos (algo que no se logra solo con ello). Pues bien, lo mismo se podría decir con respecto a la fecha de caducidad de los materiales, que la mayoría de veces se pone de forma gratuita, obligando a tirar a la basura alimentos en perfecto estado. Cuando yo era niño y comía algún alimento pasado y algo deteriorado por el paso del tiempo, lo máximo que me ocurría era una ligera diarrea, por lo que me temo que, detrás de las etiquetas de caducidad, como de otro tipo de etiquetas, se encuentra un enorme interés económico de las empresas. Desde luego se ha hablado mucho de las muchas formas de generación de residuos y de emisiones, pero personalmente no conozco una forma tan eficaz y tan gratuita de generar residuos y emisiones, que la derivada de una normativa de higiene y de calidad, completamente mal planteada. En consecuencia, para realizar una arquitectura verdaderamente sostenible deben elegirse cuidadosamente los materiales, los sistemas de transporte, los embalajes utilizados, las soluciones constructivas y los procesos de fabricación, de tal modo que se disminuya al máximo, o incluso se elimine, la cantidad de residuos y de emisiones generadas. Además, deben utilizarse sistemas constructivos que generen la menor cantidad de residuos cuando se deba desmontar un determinado edificio. 4.1. Nivel de emisiones y residuos generados en la obtención de materiales de construcción Este indicador mide la cantidad de emisiones y residuos que se generan en la obtención de un determinado material o componente. Del mismo modo, sugiere criterios de elección para utilizar los más adecuados en cada momento. En el proceso de obtención de los diferentes materiales de construcción casi inevitablemente se generan residuos y emisiones al medio ambiente. Por este motivo, se debe fomentar el uso de materiales cuya obtención haya generado la menor cantidad posible de residuos y de emisiones. Por otro lado, también hay que prestar especial atención al carácter dañino de algunos de estos residuos y emisiones, ya que algunos son inertes, pero en cambio, otros pueden ser perjudiciales para la salud humana, o para el medioambiente.

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4.2. Nivel de emisiones y residuos generados en el proceso de construcción Este indicador mide la cantidad de emisiones y de residuos que se generan durante el proceso de construcción de un determinado edificio. Del mismo modo, sugiere nuevos sistemas constructivos para evitarlos, o disminuirlos al máximo. Para disminuir la cantidad de emisiones que se generan en la construcción de un edificio hay que proponer nuevos sistemas de construcción que permitan un sencillo ensamblado y encaje de los diferentes elementos arquitectónicos que lo componen. Además, se debe diseñar utilizando el mejor encaje posible entre los formatos de los materiales, y las dimensiones de los diferentes espacios arquitectónicos que se pretenden proyectar. Los diferentes materiales de construcción y los componentes de un edificio se dimensionan teniendo en cuenta varios factores: su disponibilidad, su abundancia, los medios de transporte, los diferentes medios tecnológicos disponibles, su precio y el deseo de los propietarios. Por ello habría que rediseñar todos estos procesos, con el fin de generar la menor cantidad posible de residuos y de emisiones. Sin embargo, en la mayoría de los edificios no existe una relación directa entre las dimensiones de los materiales y las dimensiones de los diferentes espacios. Por ello, es muy complicado hacer una estimación exacta de la cantidad de materiales necesarios, por lo que siempre se piden en exceso. Por último, en muchos casos, la deficiente calidad de los materiales, la precariedad de los sistemas de colocación y la falta de capacitación de la mano de obra, generan obligatoriamente residuos durante la construcción del edificio. Por tanto, con el fin de reducir al máximo la cantidad de residuos y emisiones generados, debe reestructurarse todo el sector de la construcción. Pero además, el arquitecto debe de hacer un proyecto arquitectónico que permita eliminar o reducir los residuos a lo largo de todo el proceso constructivo. Es fundamental la adecuada elección de los materiales, y un dimensionado correcto los módulos compositivos utilizados. En este sentido, el arquitecto debería adecuar el diseño de sus edificios a las dimensiones de los diferentes materiales que desea utilizar, o de forma alternativa, sugerir a los fabricantes nuevos módulos. Por último, habría que intentar utilizar los diferentes residuos generados en el propio edificio.

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En relación a las emisiones, hay que vigilar el contenido químico de los materiales, ya que muchos de estos pueden ser realmente nocivos, y pueden estar emitiendo durante mucho tiempo. Por ejemplo, un panel de madera aglomerada puede contener una elevada cantidad de formaldehídos, que estará emitiendo durante mucho tiempo, incluso cuando el panel se haya convertido en residuo. Los materiales con más emisiones son: pinturas, tratamientos de madera, plásticos, tejidos, paneles aglomerados, colas, etc.

4.3. Nivel de emisiones y residuos generados en el mantenimiento de los edificios Este indicador mide la cantidad de emisiones y residuos que se generan en mantenimiento de un determinado edificio. Del mismo modo, sugiere nuevos criterios de diseño para disminuirlos al máximo. Este indicador es uno de los más conocidos, y podría parecer ajeno al proyecto arquitectónico. Se podría pensar que la actividad de un edificio es ajena a su diseño y construcción. Pero no es así. La cantidad de emisiones y residuos generados en el mantenimiento de un edificio depende directamente de su diseño. A modo de ejemplo, si un edificio se diseñara correctamente, con alto nivel bioclimático, seguramente no tendría necesidad de sistemas mecánicos de calefacción o de aire acondicionado, o tendría una necesidad mínima. Ello redundaría en una menor cantidad de emisiones y residuos debidos a estos sistemas. Del mismo modo, si el suelo de un edificio fuera sufrido y tuviera fácil limpieza, se disminuirían los vertidos de aguas grises con contenido de detergentes. Del mismo modo, equipamientos tales como sistemas de recogida selectiva de basura, sistemas de recogida y tratamiento de agua de lluvia, sistemas de tratamiento de aguas residuales, compostadores, etc. hacen que se reduzcan al máximo la cantidad posible de residuos generados. Con respecto a las emisiones, hay que decir que algunas son muy conocidas: emisiones debidas a calderas de calefacción, emisiones debidas a la eliminación de aguas negras y aguas grises del edificio, emisiones procedentes de la propia actividad del edificio. Sin embargo, otras son menos conocidas, y no por ello menos importantes, como son las emisiones de los propios materiales de construcción, las emisiones propias del funcionamiento de la maquinaria, etc. Todas estas emisiones deberían limitarse, eligiendo cuidadosamente los materiales y la tecnología que se incorporará en el futuro edificio. Y además, se debería asegurar el correcto tratamiento de las mismas, cuando sea inevitable su vertido. De este modo podrían tener una nueva utilidad, y no constituirían un problema medioambiental (tratamiento de aguas negras, tratamiento de aguas grises, recogida selectiva de residuos, reciclaje de residuos, etc.).

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4.4. Nivel de emisiones y residuos generados en el derribo de los edificios Este indicador mide la cantidad de emisiones y residuos generados en el derribo de un determinado edificio. Del mismo modo, sugiere criterios de diseño y nuevos sistemas constructivos para evitarlos, o reducirlos al máximo. Cuando algunas componentes de un edificio dejan de ser operativas, o superan su vida útil, se deben reparar. Esta reparación será tanto más complicada y costosa, según haya sido su diseño concreto. Algunos edificios han sido diseñados para que sus componentes tengan una fácil reparación, en cambio otros edificios no han tenido en cuenta este aspecto, y su reparación es muy costosa, y en muchos casos, completamente inviable. En este caso, se llegará a un punto en el que no haya más remedio que derribar parte, o todo el edificio, y construir otro en su lugar. Sin embargo existen alternativas que permiten retrasar al máximo el derribo, o incluso evitarlo, dando lugar incluso a edificios con ciclo de vida infinito. Por tanto, una verdadera arquitectura sostenible debe basarse en criterios de diseño y sistemas constructivos que permitan la recuperación de sus componentes, para ser reparados y vueltos a utilizar, alargando al máximo su ciclo de vida útil. En algunos casos se podrían obtener edificios que nuca deban ser derribados, es decir, con ciclo de vida infinito. Personalmente, y desde el año 2007, la mayoría de los edificios que proyecto pueden tener un ciclo de vida infinito, si se mantienen de forma adecuada y se reparan, de forma continua, todos sus componentes. Para ello utilizo sistemas prefabricados, basados en componentes de madera, metálicos, y sobre todo de hormigón armado. Muchos de estos edificios ya están construidos desde hace algunos años, como son: Complejo de vivienda social SAYAB (Colombia) (premiado por ser el edificio más ecológico de Colombia), Edificio de oficinas DOL, Vitrohouse (con todos sus componentes realizados a base de vidrio y ensamblados por presión), R4House, Green Box, Paula Eco-House, Ramat Eco-House, Beardon Eco-House, etc…. Todos estos edificios están construidos a base de componentes, diseñados uno a uno, ensamblados en seco de modo tal que cada uno de sus componentes puede ser reparado, y volver a ser utilizado de forma continua e infinita. Si es que así se desea.

5. Aumento de la calidad de vida de los ocupantes de los edificios Con tanto hablar de desarrollo sostenible, a veces se olvida su única razón de ser. Se trata de establecer un paradigma de desarrollo humano, capaz de satisfacer las necesidades del ser humano, y garantizar su bienestar, pero de un modo mesurado tal, que se pueda garantizar en la medida de lo posible el bienestar de nuestras generaciones venideras. El objetivo, se mire como se mire, es absolutamente egoísta para la especie humana. No hay que olvidar que, si el ser humano modifica el ecosistema natural, el máximo perdedor sería el mismo. Sin duda, muchísimas especies podrían adaptarse a cualquier cambio posible.

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Por tanto, debe establecerse un conjunto de indicadores sostenibles que midan de forma directa eso mismo: el deterioro medioambiental, y el deterioro del bienestar y la salud de la especie humana. 5.1. Emisiones perjudiciales para el ecosistema natural Este indicador mide el porcentaje de emisiones, como resultado de la actividad constructiva, que son perjudiciales para el ecosistema natural. Del mismo modo, proporciona criterios para adoptar sistemas productivos alternativos que disminuyan al máximo este tipo de emisiones. En el proceso de fabricación de los materiales, el proceso de construcción del edificio, durante el uso y mantenimiento del edificio, y sobre todo en su derribo final, se vierten un sinfín de sustancias nocivas para el medio ambiente. Estas sustancias deterioran el medio natural, y como consecuencia, las especias animales y vegetales, de las cuales depende la vida humana. El calentamiento global, la formación del agujero de ozono, la desertificación, la escasez de agua, la contaminación atmosférica, la contaminación de acuíferos son sólo algunos ejemplos. Como consecuencia de este deterioro ambiental, se pone en peligro el bienestar, la salud, incluso la existencia de la especie humana.

A continuación se proporciona un listado de las sustancias dañinas para el medio ambiente.

a. Gases. Como por ejemplo, el halón. b. Gases de combustión. Entre los que destacan el óxido nítrico (NO), el dióxido de nitrógeno (NO2), el dióxido de azufre (SO2), el dióxido de carbono (CO2), entre muchos otros. c. Compuestos orgánicos volátiles. Tales como son los compuestos organoclorados (amoníaco, cloro, cloroformo y aminas cloradas, clorofluorcarbo (CFC), cloruro de vinilo (VC), bifenilos policlorados, cloruro de polivinilo (PVC), policlorobifelino (PCB), pentaclorofenol, tetracloruro de carbono, y varios productos derivados del petróleo (benceno, tolueno, propano, butano, xileno, tolueno), etc. d. Partículas en suspensión. Tales como el asbesto (amianto), el bióxido de titanio, la fibra de vidrio, partículas de carbono, las fibras minerales, algunos metales (aluminio, cadmio, cobre, mercurio, plomo, etc.). e. Radiación electromagnética: radiación ultravioleta y algunos campos electromagnéticos.

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Es evidente que el sector industrial y el propio sector de la construcción deben evolucionar con la finalidad de disminuir al máximo y eliminar este tipo de emisiones. Para ello no sólo debe optimizar sus procesos habituales, sino que además, debe dejar de fabricar ciertos productos y sustituirlos por otros que no supongan un peligro para el actual ecosistema natural. 5.2. Emisiones perjudiciales para la salud humana Este indicador mide el porcentaje de emisiones, como resultado de la actividad constructiva, que son directamente perjudiciales para la salud humana. Del mismo modo, proporciona criterios para adoptar sistemas productivos alternativos que disminuyan al máximo este tipo de emisiones. Son muchos los productos utilizados en el sector de la construcción que son perjudiciales para la salud humana. El daño se puede producir de forma directa (debido a su manipulación y uso), o de forma indirecta (debido a las emisiones o desechos producidos al fabricar, usar, o eliminar un determinado material). Por ello, es importante establecer un listado exhaustivo de las diferentes patologías producidas por las emisiones de algunos materiales de construcción, así como las alternativas saludables a estos materiales. Todo ello con la finalidad de garantizar la salud y el bienestar humanos.

A continuación se proporciona un listado exhaustivo de los diferentes elementos patógenos en el sector de la construcción:

a. Gases. Tales como el halón, el ozono o el radón. b. Gases de combustión. Entre los que destacan el monóxido de carbono (CO), el óxido nítrico (NO), el dióxido de nitrógeno (NO2), el dióxido de azufre (SO2), el dióxido de carbono (CO2), el humo del tabaco (que incluye más de 2.000 componentes químicos, 40 de ellos probadamente cancerígenos). c. Compuestos orgánicos volátiles. Entre los que destacan el formaldehido, fenoles, compuestos organoclorados (amoníaco, cloro, cloroformo y aminas cloradas, clorofluorcarbo (CFC), cloruro de vinilo (VC), bifenilos policlorados, cloruro de polivinilo (PVC), policlorobifelino (PCB), pentaclorofenol, tetracloruro de carbono, y varios productos derivado del petróleo (benceno, tolueno, propano, butano, xileno, tolueno), etc. d. Partículas en suspensión. Tales como el asbesto (amianto), el bióxido de titanio, la fibra de vidrio, las fibras minerales, algunos metales (aluminio, cadmio, cobre, mercurio, plomo, etc.). e. Microorganismos. Como son los ácaros, las bacterias, el moho y el polen. f. Ondas sonoras. Tales como el ruido aéreo, el ruido de impacto, y el ruido por contacto.

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g. Radiación electromagnética. Como la Iluminación fluorescente, la radiación ultravioleta, las microondas, y algunos campos electromagnéticos.

Una vez identificadas las sustancias patógenas, habría que identificar los materiales que las contienen y utilizar materiales de construcción alternativos. 5.3. Numero de enfermedades de los ocupantes del edificio Este indicador mide la frecuencia de enfermedades que padecen los ocupantes de un determinado edificio. Estas enfermedades pueden estar producidas por un determinado material, un dispositivo tecnológico, un determinado ambiente arquitectónico, pero sobre todo por defectos y carencias en el diseño de un determinado edificio. Del mismo modo, el indicador proporciona indicaciones y alternativas con el fin de evitar dichas enfermedades.

El malestar y las enfermedades que padecen los ocupantes de un determinado edificio no sólo se deben a las emisiones y sustancias nocivas existentes en su interior, sino a muchos otros factores que están directamente relacionados con el propio diseño del edificio. Entre las causas más importantes, no incluidas en los indicadores anteriores, destacan las siguientes: la falta de ventilación natural, la falta de iluminación natural, un interiorismo impersonal, falta de escala humana, monotonía cromática, la invasión del espacio personal, etc. Por otro lado, no todos estos factores afectan del mismo modo a personas diferentes. Unas personas se verán afectadas por un determinado factor, mientras que ese mismo factor no afectará a otras. Por ello, es difícil establecer los factores TLV (Threshold Limit Values), es decir, los límites de sustancias contaminantes que pueden tener los materiales con el fin de no dañar la salud de las personas.

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Como resultado, deben medirse directamente los índices de enfermedades y malestares sufridos por los ocupantes de un determinado tipo de edificio, y de ese modo, identificar su origen y tomar las medidas correctoras oportunas, mejorando el diseño de los nuevos edificios que se pretenda diseñar.

5.4. Grado de satisfacción y bienestar de los ocupantes del edificio Este indicador mide el grado de satisfacción y de bienestar de los ocupantes de un determinado edificio. Este bienestar se debe a muchos factores, muchos de ellos psicológicos. Del mismo modo, este indicador sugiere alternativas de diseño, con el fin de lograr el máximo nivel de felicidad de los ocupantes de los edificios. Además de producir ciertas patologías, los edificios pueden disminuir la calidad de vida de sus ocupantes y su absentismo laboral. El grado de satisfacción y bienestar de los ocupantes de un edifico puede verse alterado no sólo por las causas mostradas en los apartados anteriores, sino también, por factores físicos, somáticos, psicológicos y emocionales. Es decir, por causas relacionadas básicamente con el diseño formal, espacial y cromático de un edificio. Pongamos un ejemplo, una estancia con techos bajos, orientada al sur, pintada de amarillo, con esquinas angulosas, de forma oblonga, con iluminación artificial, etc. afectará tanto a sus ocupantes, que disminuirá sustancialmente su rendimiento laboral y fomentará el absentismo laboral. En definitiva, se debe fomentar un tipo de arquitectura que sea capaz de garantizar el bienestar y la felicidad de sus ocupantes, y para ello, al menos, debe asegurar los siguientes factores:

- Elevado nivel de iluminación natural - Elevado nivel de ventilación natural - Sencillez tecnológica del equipamiento del edificio - Utilización de materiales sanos y saludables - Diseño arquitectónico sencillo y no monótono - Colorido variado y adecuado - Sensación de seguridad e intimidad - Variabilidad térmica estacional - Ausencia de elementos patógenos - Mínima necesidad de mantenimiento

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6. Disminución del mantenimiento y coste de los edificios Se suele asociar a la arquitectura sostenible con un elevado precio. Pero una verdadera arquitectura sostenible no debe tener ningún sobrecoste sustancial, y en realidad debe ser más económica de construir. Del mismo modo, una verdadera arquitectura sostenible debe tener mucha menos necesidad de mantenimiento. La idea de que la arquitectura sostenible es muy cara tiene dos orígenes: 1. Por un lado hay que tener en cuenta que el sector de la construcción en muy inerte. Por otro lado, hay que ser consciente de es muy fácil construir, y de se obtienen unos enormes beneficios económicos, en muy corto plazo de tiempo. Por tanto, cualquier intento de modificar los mecanismos habituales de construir edificios será considerado un obstáculo. Y la mejor forma de defenderse en contra de algo no deseado es ningunearlo, y además, divulgar la idea de que supone un encarecimiento de los edificios. De este modo se tiene el respaldo de la sociedad para que nada cambie, y se sigan obteniendo unos enormes beneficios, sin mayor esfuerzo. 2. Por otro lado, y como resultado directo del punto anterior, se ha difundido la ida errónea de que el establecimiento de una arquitectura sostenible depende de materiales, especiales, de tecnologías milagrosas, y de certificaciones que lo avalen. Y ello se debe, de nuevo, a que las diferentes empresas suministradoras desean sacar tajada del nuevo negocio, simplemente mejorando apenas un ápice sus productos, ofertándolos como ecológicos, subiendo su precio, y asegurándose de que la sociedad crea que para conseguir una arquitectura sostenible, se deben incorporar necesariamente sus productos. Como consecuencia de estos dos apartados se ha establecido en la sociedad la falsa idea de que la arquitectura sostenible puede ser cualquiera que disponga de ciertos materiales y de ciertas tecnologías. Con ello nadie pone en duda la actividad del arquitecto, e incluso se logra tenerlo como aliado. Y para cerrar el ciclo, se han dispuesto mecanismos que lo puedan avalar, actuando en complicidad para fomentar el consumo de tecnología: las certificaciones sostenibles. De este modo, evidentemente, los edificios resultantes no tienen más remedio que ser mucho más caros. En realidad los edificios construidos así son mucho más caros de lo habitual, ya que en realidad se trata del mismo tipo de edificio habitual, al cual se han añadido una enorme variedad de aditivos tecnológicos y materiales supuestamente sostenibles. Y lógicamente, si a un edificio se le añade algo, se aumenta su precio.

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Pero lo más gracioso de todo es que estos edificios no son sostenibles en absoluto. Y en realidad suponen un obstáculo para el establecimiento de una verdadera arquitectura sostenible. Para lograr una verdadera arquitectura sostenible deben establecerse estrategias de diseño diferentes, de tal modo que tan solo con correctas decisiones arquitectónicas se puedan evitar los problemas medioambientales que suele generar. De este modo no son necesarios materiales especiales, tecnologías milagrosas, y desde luego no son necesarios los sistemas de evaluación que se han establecido (que prácticamente solo evalúa el equipamiento tecnológico y no la bondad del proyecto arquitectónico). Y como consecuencia, la arquitectura resultante no tiene ningún sobre coste sustancial. Para entender el concepto me gustaría poner un ejemplo. Imaginemos que deseamos proyectar una vivienda unifamiliar, en la que se debe garantizar el bienestar térmico de sus ocupantes en verano. Pues bien, se podrían seguir dos estrategias diferentes, siguiendo los dos modelos mencionados. 1. Por un lado, el arquitecto puede diseñar la vivienda que le venga en gana. Y después le puede incorporar un sistema de aire acondicionado, de alta eficiencia energética, con recuperación de calor, con tecnología inverter, con un COP muy alto, alimentado de captores fotovoltaicos para reducir su consumo energético, etc. y un conjunto de despropósitos similares. Como resultado, la vivienda será mucho más cara. Y seguramente sus ocupantes se quejen de que el aire acondicionado no les hace sentir bien.

2. Por otro lado, el arquitecto puede adoptar unas nuevas estrategias compositivas con la finalidad de conseguir una vivienda de alto nivel bioclimático, capaz de refrescarse por sí misma, sin necesidad de artefactos tecnológicos. Además, en un ejercicio de sentido común, el arquitecto podría mantener una conversación con su cliente, en la que se comente la idiotez de pasar frio en verano dentro una vivienda. Como resultado, la vivienda no costará más dinero, y sus ocupantes se sentirán mejor. Este tipo de acciones habría que llevar a cabo con el fin de lograr una verdadera arquitectura sostenible, sin sobrecostes, y capaz de satisfacer las necesidades humanas.

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6.1. Nivel de adecuación entre la durabilidad de los materiales y su ciclo de vida funcional Este indicador mide el nivel de adecuación entre la durabilidad de un material, con la máxima durabilidad que le permita su ubicación y su funcionalidad en un determinado edificio. En arquitectura sostenible se deben utilizar materiales duraderos. Pero además, hay que asegurarse de que duren. El caso es que muchas veces la vida útil de un determinado material queda limitada enormemente como consecuencia del lugar en que se le ha colocado en un determinado edificio. En este sentido, si se coloca un material duradero, en un lugar en el que se sabe con certeza que se va a sustituir rápidamente, lo que se está haciendo es generar residuos muy duraderos (con el consiguiente despilfarro energético, tanto en la generación del material, como en la gestión de los residuos). Hubiera sido mucho más adecuado y eficaz colocar en dicho lugar un material poco duradero (y cuya obtención haya requerido menos energía y se haya generado menos residuos). En este caso, la durabilidad de un material pasa de ser una virtud, a ser algo realmente perjudicial, ya que debería haberse utilizado un material menos duradero, y por tanto, con un consumo menor de energía, y seguramente responsable de muchas menos emisiones. De nuevo un ejemplo ilustrará la realidad cotidiana de esta situación en el sector de la construcción. Las baldosas cerámicas se suelen promocionar diciendo que tienen una durabilidad superior a mil años. Y es cierto. Pero, ¿Conocen ustedes la frecuencia con la cual se renuevan los baños y la cocina de los hogares europeos? O lo que es lo mismo: ¿Conocen la frecuencia de sustitución de las baldosas cerámicas colocadas en los baños y cocinas europeos? La respuesta es muy ilustrativa: un poco menos de 16 años. Sea cual sea el material colocado, tarde o temprano se va a sustituir, ya sea simplemente por hastío estético, por deseo de renovación, o debido a la evolución familiar. Es decir, un material que ha sido diseñado para aguantar una duración de más de mil años, en realidad dura 16 años. Y lo que es peor, debido al arcaico y poco evolucionado sistema de fijación de las baldosas cerámicas (a base de morteros cada vez más eficaces), es prácticamente imposible reutilizarlas. Como conclusión, las baldosas cerámicas se convierten en un material que ha sido fabricado para convertirse en residuo con una enorme rapidez, y con una enorme durabilidad.

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Es evidente que en los lugares en los que se tiene la certeza que un material será sustituido en un breve lapso de tiempo, se deben utilizar materiales mucho menos duraderos. Lo ideal sería colocar siempre materiales con la misma duración con la que será sustituido (por las razones que sean). Siguiendo con el ejemplo de los baños y cocinas, lo lógico sería colocar materiales que duren tan solo unos 16 años, y que además puedan ser fácilmente sustituidos pasado este tiempo. Estos materiales además serán necesariamente más económicos, habrán necesitado menos energía en su fabricación, y habrán generado menos residuos. Algunos ejemplos podrían ser: linóleo, paneles de cáscara de almendra, vidrio, madera, paneles de yeso-celulosa, paneles de madera-cemento, paneles de papel reciclado, paneles aglomerados, paneles contrachapados, etc. Este tipo de materiales son igualmente limpios, impermeables y bellos, pero duran menos, han consumido menos energía, han generado menos emisiones y residuos, y son más baratos. Por si fuera poco son materiales que se colocan de forma sencilla y económica. (No debe olvidarse que el proceso de colocación de las baldosas cerámicas duplica el coste del material). 6.2. Adecuación funcional de los componentes Este indicador mide el nivel de adecuación entre las características intrínsecas de un material, con su funcionalidad en un determinado edificio. Se suele presuponer que el arquitecto elige cada material de una forma optimizada y sensata, según el lugar y la función que vaya a tener en un determinado edificio. Sin embargo, la historia más reciente de la arquitectura demuestra que esto no siempre es así, ya que (por razones visuales, inerciales o pretenciosas) se colocan demasiados materiales en lugares que no les corresponden. Algunos ejemplos serian: la colocación de determinado tipo de plásticos en el exterior de los edificios, que se deterioran por la acción de la radiación ultravioleta; la utilización de mármoles blandos en solados con mucho tránsito; la habitual utilización de barnices para proteger la madera (uno de los errores más habituales);… Este error se suele agravar en arquitectura sostenible. En este sentido un material, que por sí mismo podría considerarse muy ecológico, podría dejar de serlo, si está mal ubicado. El primer ejemplo que me viene a la cabeza es la popular mala utilización del bambú (guadua) en arquitectura. El bambú es un material muy bueno, y con unas características ecológicas maravillosas. Sin embargo si se comete el error de colocarlo en el exterior de los edificios, en contacto con la lluvia, contaminación y agentes atmosféricos, su durabilidad se reduce enormemente. Por ello, intentando hacer algo positivo (utilizar una planta natural de rápido crecimiento) se hace algo mucho más negativo y contraproducente (reducir la durabilidad de todo el edificio). Y lo que es peor, muchas veces intentando resolver el problema, lo único que se hace es agravarlo todavía más. Siguiendo el mismo ejemplo anterior, en Colombia, para proteger la guadua, habitualmente se la recubre de hormigón. Lo que implica un desperdicio de recursos y obliga a pensar en el motivo por el cual se ha elegido la guadua como material de construcción. En su lugar hubiera sido mucho mejor utilizar directamente hormigón. Lo que ocurre es que a menudo se utiliza un material simbólico, a modo de varita mágica, para convertir un edificio en ecológico, aunque no lo sea en absoluto. Sin embargo, es obvio que un edificio no ecológico no se va a convertir en bueno y ecológico por el mero hecho de colocar bambú (o cualquier otro material o elemento considerado popularmente como ecológico, como podrían ser las plantas). Pero si se va a convertir en un edificio malo y poco ecológico, si se coloca mal. Es lo que sucede, por ejemplo, con el techo de la Terminal T4 del aeropuerto de Barajas, en Madrid. 6.3. Recursos consumidos por el edificio en su actividad cotidiana Este indicador mide la cantidad de recursos que un determinado edificio consume en su actividad cotidiana. Del mismo modo proporciona criterios con el fin de reducirlos a lo estrictamente necesario.

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Es evidente que los edificios deben consumir, necesariamente un determinado conjunto de recursos como consecuencia de su actividad cotidiana. Pero, evidentemente esta cantidad debe reducirse al máximo. Y lo mismo se puede decir de su equipamiento tecnológico. Además, hay que tener en cuenta, que la mayoría de estos recursos se consumen simplemente como consecuencia de un mal proyecto. Un ejemplo sencillo podría ilustrar el concepto. Un edificio con demasiado vidrio en fachada obliga a incorporar un complicado equipamiento para la limpieza de dicho vidrio: grúas, carriles, tensores, sistemas de seguridad para los operarios, etc… Además, el edificio debe incorporar sistemas de control, para compensar la elevada intensidad de iluminación que penetra en su interior: cortinas, estores, persianas, etc. Además obliga a la incorporación de sistemas de compensación del calor generado: sistemas de enfriamiento de are, sistemas de des humectación, etc. Por último, y por si fuera poco, este edificio necesariamente deberá consumir una enorme cantidad de recursos: productos de limpieza, agua, mano de obra, etc…. (y todo ello sin mencionar el enorme consumo energético involucrado, pero eso es responsabilidad de otro indicador). La mayoría de estos recursos no serían necesarios si se hubiera diseñado un edificio con un mínimo de sensatez, y un mínimo de orgullo profesional, con mucha menos cantidad de vidrio. Simplemente con el vidrio estrictamente necesario. Además, el edificio hubiera sido más atractivo, y sus ocupantes se hubieran sentido mejor. Este es sólo un ejemplo, pero, se pueden poner muchísimos más. Y es que, de forma generalizada, en muchos edificios se produce un enorme consumo de recursos, muchas veces innecesarios: dispositivos electrónicos, dispositivos mecánicos, electrodomésticos, productos de limpieza, papel, envases, etc. La mayoría de estos recursos se necesitan simplemente para suplir las carencias de un proyecto inadecuado. En definitiva, debe cuidarse al máximo el proyecto de un edifico sostenible, con la finalidad de reducir al máximo el consumo innecesario de recursos.

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6.4. Energía consumida por el equipamiento tecnológico del edificio Este indicador mide la cantidad de energía consumida por los artefactos incorporados en un edificio. Del mismo modo, proporciona criterios para disminuir al máximo su necesidad y su potencia. Dentro del grupo de artefactos debe incluirse los artefactos incorporados al edificio, y los artefactos derivados de la actividad que se desarrolla en su interior. En realidad, este es uno de los pocos aspectos que se empiezan a controlar en la arquitectura, aunque las medidas que se empiezan a adoptar son sólo de dos tipos: a) sustituir algunas luminarias convencionales (halógenas e incandescentes) por luminarias de bajo consumo, y b) sustituir las calderas de calefacción por otras de mayor eficiencia energética. Es poco, pero al menos es algo. Como se ha dicho en el indicador anterior, debe disminuirse al máximo la cantidad de artefactos de un determinado edificio, y para ello se deben realizar dos acciones: Realizar un correcto diseño del edificio, y educar a sus futuros ocupantes. De nuevo, un ejemplo puede ayudar a entender el procedimiento. Hasta el año 2005 en España el mayor consumo energético de un edificio se debía a los sistemas de calefacción (a partir de este año, el mayor consumo energético se debe a los sistemas de aire acondicionado), por encima del consumo debido a la iluminación, electrodomésticos, agua caliente, maquinaria, etc. Por ello, podría pensarse que, para disminuir sustancialmente el consumo energético en invierno, simplemente deberían sustituirse las calderas existentes por otras más eficientes. Pero eso no es así. En realidad, si se deseara bajar el consumo energético de forma sustancial, debería hacerse otra cosa, mucho más eficaz y mucho más barata: diseñar mejor el edificio desde un punto de vista bioclimático. Y si el edificio ya estuviera construido, se podría aumentar su aislamiento, con el fin de mejorar su comportamiento térmico. De este modo se puede reducir al máximo la potencia de las calderas, y por tanto, el consumo energético.

Lo mismo podría decirse de los sistemas de aire acondicionado. Para reducir el consumo energético en verano no se debería pensar en incorporar en el edificio un sistema de aire acondicionado de alta eficiencia energética. Lo que se debería hacer es diseñar mejor el edificio, con el fin de que no necesitara un sistema de aire acondicionado para garantizar el bienestar de sus ocupantes. Si el edificio ya estuviera construido se podría mejorar sustancialmente su comportamiento térmico, reformando su fachada. Y en el caso peor de que se

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necesitara un sistema mecánico para complementar el comportamiento natural del edificio, tendría una potencia mínima, y por tanto un consumo mínimo, y un precio muy bajo. Por tanto, con el fin de reducir al máximo el consumo de los dispositivos tecnológicos de un edificio lo que se debe hacer no es sustituirlos por otros energéticamente más eficientes, sino que se debe disminuir al máximo su cantidad y su potencia. Para ello se debe realizar un correcto diseño del edificio, y se debe educar a sus ocupantes con el fin de que lo usen de la forma adecuada. Llegados a este punto me gustaría comentarles una anécdota que ilustra el concepto perfectamente. Como es sabido, el sistema de aire acondicionado lo inventó el Sr. Carrier a finales del siglo XIX. El Sr. Carrier era un hombre de negocios, y estaba preocupado porque los empleados de sus fábricas se quejaban, de forma reiterada, del calor que hacía en las naves en las que trabajaban. El Sr. Carrier pidió consejo a diferentes arquitectos y ninguno le dio una respuesta (Parece mentira, pero así ocurrió). Por tanto, y dado que nadie le pudo resolver el problema, intentó hacerlo por sí mismo. Y no tardó mucho en idear una máquina para poder refrescar. En este momento se produjo un nuevo triunfo de la ingeniería sobre la arquitectura, un triunfo que perdura hoy en día y que se prolongará por muchos años. Me temo. Si el Sr. Carrier hubiera encontrado un arquitecto más preparado, que no hubiera olvidado que el primer objetivo de la arquitectura es garantizar el bienestar de sus ocupantes, y que tuviera cierto orgullo profesional, quizás le hubiera diseñado una nave bioclimática. Le hubiera podido recomendar realizar un conjunto de acciones puramente arquitectónicas, y con un coste inferior a un sistema de aire acondicionado, con el fin de asegurar el bienestar térmico de sus ocupantes. Si esto hubiera ocurrido, seguramente el Sr. Carrier no hubiera diseñado el sistema de aire acondicionado, y hubiera habido un importante cambio en el rumbo de la historia de la arquitectura. Si esto hubiera ocurrido, la arquitectura actual sería mucho más saludable, sostenible y satisfactoria. Pero no ocurrió así.

Con respecto a la iluminación se puede decir algo similar. En vez de fomentar la utilización de luminarias de bajo consumo, primero se debería fomentar el máximo aprovechamiento de iluminación natural, con el fin de disminuir al máximo el número de luminarias necesarias, su potencia, y el tiempo que deben estar funcionando.

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En este sentido, la normativa actual, basada en la sustitución de luminarias halógenas e incandescentes por luminarias de bajo consumo, es en realidad bastante deficiente. Más eficiente hubiera sido una reglamentación cuya finalidad fuera la disminución de iluminación artificial, en base al control de la tipología del edificio, ya que el correcto diseño de un edificio podría eliminar, o disminuir al máximo, la necesidad de iluminación artificial. Un ejemplo fantástico sería el nuevo rascacielos de Moscú proyectado por Norman Foster. Este rascacielos tiene forma de estrella de tres brazos con la finalidad de que entre la luz natural hasta la parte más interior del edificio, hasta el último puesto de trabajo, reduciendo al máximo la necesidad de iluminación artificial. Por último, todo lo expuesto con respecto a la calefacción, refresco e iluminación de un edificio, debe hacerse extensivo al resto de dispositivos y artefactos que incluya: ascensores, sistemas de accesibilidad, electrodomésticos, maquinaria, sistemas audiovisuales, etc. Se debe realizar un correcto diseño con el fin de evitar, o disminuir al máximo la necesidad de equipamiento tecnológico de un determinado edificio. 6.5. Energía consumida en la accesibilidad al edificio Este indicador mide la cantidad de energía necesaria en la accesibilidad a un determinado edificio. Del mismo modo, proporciona criterios para reducirla al máximo. En muchas ocasiones, y con el fin de compensar las carencias de un determinado diseño arquitectónico, se suele echar mano de dispositivos tecnológicos con el fin de facilitar el acceso a un determinado edificio. Por ello se hace un uso abusivo de ascensores, montacargas, escaleras mecánicas, cintas transportadoras, etc… que consumen una enorme cantidad de energía, y por supuesto, su construcción ha necesitado una enorme cantidad de recursos, que de haber realizado un buen proyecto, no se hubieran necesitado. En la mayoría de las ocasiones la abundancia de este tipo de dispositivos no está justificada, y se incorporan simplemente por motivos comerciales y de imagen (por ejemplo, las escaleras mecánicas de un centro comercial). En otros casos se debe a un mal diseño arquitectónico (por ejemplo, las cintas transportadoras en un aeropuerto). De cualquier modo, los dispositivos mecánicos que facilitan la accesibilidad a los edificios han crecido sustancialmente en los últimos años, y esto es algo que igualmente debe limitarse, ya que el consumo energético y de recursos es enorme. En su lugar debe fomentarse un correcto diseño arquitectónico. Y como viene siendo habitual, un ejemplo puede ilustrar perfectamente el concepto. El aeropuerto de Palma de Mallorca tiene un diseño tan deficiente que, para ir de un sitio a otro, uno debe recorrer unas distancias enormes. Uno se sorprende al ver el enorme despilfarro de espacio y de recursos, en un entramado laberintico de pasillos, repletos de cintas transportadoras. Coger un avión en este aeropuerto obliga en ocasiones a caminar más de 5 kilómetros en muchos casos, y perder más de media hora hasta llegar a la puerta de embarque. Y lo mismo puede decirse de la Terminal T4 del aeropuerto de Barajas, en Madrid. Un absoluto despilfarro de superficie, de materiales… y sobre todo de energía, ya que para paliar su mal diseño, todos los pasillos están dotados de una enorme cantidad de cintas transportadoras, e incluso ha sido necesario construir un ferrocarril. Como resultado adicional uno puede perder más de media hora en llegar hasta la puerta de embarque (haciendo uso de las cintas y del ferrocarril). Si estos edificios se hubieran diseñado desde un punto de vista sostenible (racional y sensato), se hubiera optimizado al máximo la cantidad de recursos utilizados, y se hubiera disminuido al máximo la energía utilizada en su construcción, la cantidad de residuos generados, el coste de mantenimiento, y por supuesto, se hubiera

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mejorado sustancialmente su accesibilidad, y se hubiera evitado utilizar este tipo de elementos mecánicos. Sin duda el resultado final hubiera sido otro. Uno ejemplo de diseño optimizado y racional podría ser el nuevo aeropuerto de Porto (Portugal). Pero sin duda, desde este punto de vista, la mejor tipología de aeropuerto sostenible que conozco es el aeropuerto Charles de Gaulle, de París. Un doble bucle, a modo de cinta de Moëbius, resuelve el problema perfectamente, tanto de accesibilidad los fingers, como de intercomunicación entre terminales, y se reduce al máximo la distancia que se debe recorrer hasta llegar a cada puerta de embarque. De este modo se evita la necesidad de cintas transportadoras, o de ferrocarriles. Se trata, sin duda, de uno de los aeropuertos mejor diseñados (sino es el mejor) desde el punto de vista de su accesibilidad. 6.6. Energía residual consumida por el edificio cuando no está ocupado Este indicador mide la cantidad de energía que un determinado edificio consume, de forma residual, cuando nadie lo está utilizando. Del mismo modo, este indicador proporciona criterios de elección de los dispositivos electromecánicos, con el fin de que no consuman energía cuando nadie está utilizando el edificio. Puede parecer extraño, pero cuando un edificio no está en uso, sigue consumiendo energía. Muchas veces por motivos puramente promocionales (por ejemplo, muchas oficinas en edificios bancarios suelen verse iluminadas en sábado y domingo por la noche, con el fin de dar la impresión de que en ese banco se trabaja duro, cuando en realidad simplemente se está derrochando energía porque dentro no hay nadie. Los edificios de “La Caixa” en la Diagonal de Barcelona constituyen quizás el caso más descarado); otras veces por motivos de mala gestión (descuidos en el mantenimiento), otras veces porque se debe mantener la temperatura del edificio (para que resulte confortable al inicio de la jornada laboral se suele dejar la calefacción conectada durante la noche), otras veces porque la tecnología utilizada no es la correcta (actualmente la gran mayoría de dispositivos no llegan a desconectarse nunca, sino que se mantienen en “stand by” esperando su activación por mandos a distancia, y mientras tanto, están consumiendo energía). Lo cierto es que, de un modo u otro, los edificios consumen energía cuando no están siendo utilizados. Por ello no sólo deben mantenerse y gestionarse de forma correcta, sino que deben diseñarse de forma adecuada para que esto no ocurra bajo ninguna circunstancia, eligiendo la tecnología más adecuada, así como los sistemas de gestión, el aislamiento y la inercia térmica de los edificios.

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6.7. Nivel de necesidad de mantenimiento en el edificio Este indicador mide la necesidad de mantenimiento que tiene un determinado edificio. Del mismo modo proporciona criterios de diseño para que el edificio resultante tenga la menor cantidad posible de mantenimiento. Uno de los errores habituales de los arquitectos es que suelen olvidar que los edificios deben diseñarse para que necesiten la menor cantidad posible de mantenimiento. Sin duda, esto se debe a que a los arquitectos no se les exige ninguna responsabilidad al respecto, y porque ello puede poner en peligro el aspecto visual del edificio, muchas veces consecuencia de decisiones personales, caprichosas y completamente gratuitas. El caso es que los edificios tienen necesidad de mantenimiento, y con ello se consumen energía y recursos, y se generan emisiones y residuos. Se puede dar incluso el caso extremo de que un edificio haya sido diseñado, supuestamente con criterios sostenibles, pero cuando empieza a utilizarse se descubre que necesita un enorme mantenimiento. Un mantenimiento que puede anular la eficiencia medioambiental deseada en un principio, o incluso puede lograr que el edificio tenga un balance medioambiental inferior a uno convencional. De nuevo voy a poner un ejemplo para ilustrar lo expuesto.

En el año 2004, en el proceso de proyecto de un edificio sostenible en Requena (Palacio del Sol) tuve que acompañar a unos políticos para visitar un edificio que supuestamente había seguido criterios medioambientales en su diseño: la nueva sede de la CAM en Murcia. El edificio se encontraba ubicado en un bonito paraje natural, y estaba parcialmente enterrado en el suelo. Empezamos a inspeccionar el edificio, y una de las primeras cosas que nos llamó la atención a todos fue el considerable desperdicio espacial en forma de galerías, pasillos y pulverizadores de agua, con el objetivo de

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refrescar el edificio (aunque en realidad se estaba aumentando todavía más la humedad del entorno, aumentando por tanto la sensación de calor y de bochorno). Lo más curioso del edificio es que las paredes, e incluso los suelos (interiores y exteriores), estaban pintados de blanco. Según el director del edificio, el arquitecto hizo eso para que la luz solar natural se aprovechara más. Y tanto que lo hacía, en el mes de febrero no se podía pasear por ningún sitio sin gafas de sol, porque el edificio deslumbraba enormemente (lo que lo hacía realmente desagradable de utilizar), por lo que no puedo siquiera imaginarme que puede pasar en pleno verano. Pues bien, al final de la reunión y a modo de resumen de la misma, el director del centro nos dijo: -“el edificio consume menos energía de la que consume un edificio convencional de oficinas, aproximadamente un 40% menos. Ello es debido a su enorme equipamiento tecnológico, la elevada inercia térmica, y unos complicados sistemas de programación de la calefacción. Sin embargo, el edificio ha costado 1.200 millones de pesetas (unos 3.000 m2) cuando un edificio convencional costaría menos de 500 millones de pesetas, y lo que es peor, el coste de limpieza y de mantenimiento es 10 veces más alto que en el edificio que antes trabajaba (con la misma superficie). En el edificio en el cual trabajaba con anterioridad se necesitaban dos personas para limpiarlo. En cambio para mantener limpio este edificio, con los suelos pintados de blanco, se necesitan unas 20 personas, trabajando de forma continuada. Con lo cual, este edificio consume en realidad mucho más que uno convencional”. Me gustaría añadir que el mismo año de la inauguración de este edificio se inauguró el Centro de Recursos Medioambientales ACTIO, diseñado por mí, cerca de la ciudad de Valencia. Este edifico había sido elegido como “Proyecto modélico para la Humanidad”, en la EXPO 2000 de Hannover. Con una superficie de 1.300 m2, los tres edificios del complejo costaron aproximadamente un millón de euros (170 millones de pesetas). Comparativamente inferior al precio de mercado de un edificio convencional, y unas 3 veces más barato que el edificio de la CAM. Creo que el ejemplo queda bastante claro. Un edificio sostenible, para serlo realmente, debe tener el mismo coste económico o menor, que un edificio convencional. Y debe tener menos coste de mantenimiento. En otro caso no es un edificio sostenible. 6.8. Nivel de necesidad de tratamiento de emisiones y residuos generados por el edificio Este indicador mide la necesidad de tratamiento de las emisiones y residuos generados por un determinado edificio. Del mismo modo, este indicador proporciona pautas de actuación para diseñar edificios que generen la menor cantidad posible de residuos y de emisiones, y como tratarlos de la forma más adecuada y económica. Habitualmente la sociedad ha aceptado el hecho de que para minimizar el impacto provocado por la generación de emisiones y residuos, simplemente se deben adoptar caros sistemas de tratamiento de los mismos. Y esto es un grave error, no solo por el tremendo coste económico que ello implica, sino porque fomenta que nadie se esfuerce en mejorar el diseño de los edificios, con el fin de generar la menor cantidad posible de emisiones y residuos; y que además, tengan la menor necesidad posible de tratamiento posterior, con el fin de que el ecosistema natural pueda asimilarlos sin problemas dentro de sus ciclos vitales. Por ello, es mucho más económico, y mucho más eficaz desde un punto de vista medioambiental el proponer sistemas alternativos de fabricación, gestión y uso de los productos producidos por el sistema económico. Es decir, se necesitan nuevos modelos empresariales y fabriles. De este modo se reducirá la necesidad de elevados costes económicos en el tratamiento de residuos. Unos costes que, nadie desea pagar, y que, de un modo u otro pagamos entre todos.

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6.9. Coste económico en la construcción del edificio Este indicador mide el dinero que se ha empleado en la construcción de un determinado edificio. Del mismo modo, propone estrategias para reducir el gasto necesario en la construcción de un verdadero edificio sostenible. A día de hoy, prácticamente toda la sociedad piensa que el establecimiento de una arquitectura supone un considerable coste económico. Y ello prueba el triunfo de la manipulación mediática sobre la razón. De forma generalizada una verdadera arquitectura sostenible no debería implicar un incremento sustancial en su coste económico. Una verdadera arquitectura sostenible debería optimizar los recursos naturales (sol, lluvia, viento, tierra…), y los artificiales, en el proceso de su construcción. Por tanto no puedo imaginar que ello pueda suponer un encarecimiento, sino al contrario, debería suponer una disminución de su coste. Lo mismo podría decirse respecto a la energía. Si la arquitectura va a usar la energía natural (universal y gratis) para garantizar el bienestar de sus ocupantes, no puedo imaginar que ello pueda suponer un encarecimiento, sino, al contrario, lo lógico es que suponga un abaratamiento. Como consecuencia de las dos acciones anteriores, lo lógico es que se produzcan menos residuos y emisiones, por lo que se necesitaría menos dinero para su tratamiento.

Es decir, las premisas conceptuales en las que se basa una verdadera arquitectura sostenible, llevan implícitas una reducción en el precio de su construcción. Y si esto es así. De donde ha salido la idea de que la arquitectura sostenible supone un incremento en el coste de su construcción? Existen dos razones fundamentales. 1. Enorme inercia del sector de la construcción, y bajo nivel de innovación.

El sector de la construcción es muy sencillo y a la vez muy complejo. a) Es muy sencillo porque hacer un edificio es en realidad muy fácil. Los materiales, la mano de obra y la redacción de un proyecto técnico son accesibles para cualquier persona, y el proceso de diseño convencional, es muy sencillo. Si se pidiera a un ciudadano medio que construyera un ordenador, se quedaría atónito al momento. No tendría ni idea de que hacer, ni cómo empezar. En cambio, si se pidiera a un ciudadano medio que construyera una vivienda, y se le diera el dinero, la haría. Esta es la razón de que cualquier persona, sin ningún tipo de preparación, se atreva a construir. b) Es muy complejo porque existen muchos agentes involucrados en el proceso de construcción: entidades financieras,

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propietarios de los terrenos, inversores, arquitectos, arquitectos técnicos, encargados de obra, controladores, aseguradoras, controladores de calidad, controladores de seguridad, controladores medioambientales, electricistas, fontaneros, obreros, especialistas, etc….la lista es interminable. El promotor debe hacer un cierto esfuerzo de coordinación entre todos estos agentes, y ello explica el motivo por el cual es sector de la construcción está en manos de gestores, completamente legos en la materia, y explica el bajo nivel innovación y experimentación. Puede existir una fuerte componente de innovación en alguno de los componentes del engranaje, pero en conjunto, la actividad constructiva permanece más o menos invariante con el paso de los años. Una vez que un promotor hilvana un engranaje entre los diferentes actores involucrados, lo que desea es que se consolide y que haya la menor cantidad de cambios posible; y centrarse en el proceso alternativo de intentar convencer a la sociedad de que el edificio que está haciendo puede cumplir con sus expectativas. Por ello se centra en la manipulación mediática, política y social, en vez de mejorar los edificios que promueve, ya que ello le resulta más fácil y económico. Por ello, cualquier cambio, con independencia de que sea bueno o malo, será considerado por el promotor, como un obstáculo, e intentará evitarlo a toda costa. Solo cuando la dinámica social y la competencia comienza a realizar ligeros cambios, es cuando empieza a reaccionar. De todos modos, y sea como sea, los cambios que se incorporan siempre son de poca cuantía, casi simbólicos, pero se amplifican de forma gigantesca por medio de un enorme despliegue de manipulación mediática. Por todo ello, los cambios que necesariamente hay que hacer en el sector de la construcción con el fin de adoptar un paradigma sostenible, sean los que sean, en realidad son considerados como un obstáculo. Y como cualquier otro obstáculo, el promotor intentará evitarlo. Y para ello, la mejor excusa que tiene es decir que dichos cambios suponen un elevado incremento en el precio de los edificios. Y con ello tienen a toda la sociedad como cómplice. Es decir, manifestando que la arquitectura sostenible tiene un elevado coste, sea verdad o mentira, lo que se consigue es que el sector de la construcción no cambie, y que un puñado de terratenientes y promotores (en connivencia con otro puñado de políticos) sigan teniendo el mismo beneficio habitual, con el menor esfuerzo posible.

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Todo lo expuesto explica porqué la casi totalidad de la arquitectura sostenible que actualmente se presenta es una farsa, y un puro ejercicio de manipulación mediática. Se sigue haciendo más de lo mismo, pero se le añade el adjetivo “sostenible”. 2. Distorsión progresiva del concepto de desarrollo sostenible, y establecimiento de un modelo erróneo. Actualmente el adjetivo “sostenible” no tiene ningún significado. La palabra ha sido tan utilizada, por cualquier motivo y con cualquier excusa, que ya no tiene ningún valor. Cualquier minucia sirve de excusa para poner el adjetivo. Y lo que es peor, en muchísimas ocasiones se pone el adjetivo por haber realizado un determinado tipo de acciones que, en realidad, suponen una agresión medioambiental. Todas las empresas del mundo promueven ahora sus productos con el apellido de “sostenible” porque saben que la sociedad es tan sensible, como ignorante. Prácticamente ningún ciudadano sabe que es lo que se debe hacer para adoptar un modelo de desarrollo sostenible, y prácticamente ningún promotor sabe que hay que hacer para adoptar un modelo de arquitectura sostenible.

En este escenario, las diferentes empresas suministradoras de materiales, componentes y tecnología para el sector de construcción, de forma oportunista, han propuesto todo tipo de alternativas, y se han encargado de fomentar la idea de que, para lograr una arquitectura sostenible, los edificios deben necesariamente que incorporarlos. Lo cual es completamente falso. Y además es lo que ha forjado la idea de que la arquitectura sostenible es cara. Han aparecido todo tipo de materiales curativos, artefactos milagrosos, y lo que es peor, certificaciones beatificadoras. Como consecuencia de todo ello se ha establecido lo que yo denomino, un “modelo aditivo” de arquitectura. Este modelo evita enfrentarse a la actividad del arquitecto, y propone simplemente la adición de un conjunto de

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artefactos tecnológicos y materiales especiales. De este modo, la arquitectura ha permanecido prácticamente sin cambios, y se le ha dotado de un ejército de aditivos tales como: materiales especiales, fachadas ventiladas patentadas, vidrios de alta eficiencia energética, calderas de alta eficiencia energética, sistemas de aire acondicionado ecológicos y de alta eficiencia energética, ascensores de alta eficiencia energética, sistemas de control, protecciones solares móviles e inteligentes, sistemas de iluminación de alta eficiencia energética, captores solares térmicos, captores solares fotovoltaicos, aerogeneradores, ….. Es decir, la actual arquitectura es más o menos la misma de siempre (maquillada con cubiertas ajardinadas, jardines verticales y poco mas), pero a la cual se le han añadido una enorme cantidad de aditivos tecnológicos. Y por supuesto, la consecuencia inevitable es que esta arquitectura es mucho más cara. Pero lo gracioso es que la arquitectura derivada de este “modelo aditivo” no es en absoluto sostenible. Es una arquitectura repleta de aditivos supuestamente sostenibles, pero no es una arquitectura sostenible, ya que incumple con todos los parámetros antes descritos. Una verdadera arquitectura sostenible, como resultado integral de aplicar todos los indicadores analizados, debe ser capaz de resolver por sí misma, la mayoría de los retos medioambientales, sin necesidad de artefactos tecnológicos. Una verdadera arquitectura sostenible no debe tener ningún sobrecoste sustancial, y en algunos casos incluso podría ser mas económica, ya que se liberaría de muchos de los artefactos tecnológicos que habitualmente se incorporan en los edificios. Una verdadera arquitectura sostenible debe adoptar un nuevo “modelo integral” para enfrentarse al reto medioambiental, por lo que debe incluir nuevas estrategias compositivas, nuevas soluciones estructurales, nuevas soluciones constructivas, nuevas tipologías,…. En definitiva, una verdadera arquitectura sostenible debe adoptar una nueva sintaxis, y un nuevo lenguaje arquitectónico.

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Me gustaría retomar el ejemplo mostrado al principio del capítulo para ayudar a entender este “modelo integral”, puramente arquitectónico, para resolver los retos medioambientales y establecer un nuevo paradigma en arquitectura. Imaginemos que se desea garantizar en verano una temperatura adecuada en el interior de una determinada vivienda, con el fin de lograr el bienestar de sus ocupantes. Pues bien, existen dos formas excluyentes de lograrlo. Por un lado se puede dejar libertad al arquitecto para que haga el diseño que le venga en gana. Y a posteriori, se le puede incorporar de un sofisticado equipo de aire acondicionado supuestamente ecológico, de alta eficiencia energética, con recuperación de calor, con tecnología invertir, y con un COP muy elevado. El resultado hubiera sido una vivienda con un diseño obsoleto y gratuito, repleta de artefactos, y muy cara. Además esta vivienda no sería en absoluto sostenible, ya que se hubiera necesitado una importante cantidad de energía y recursos en la fabricación del equipo de aire acondicionado, y se hubieran generado una importante cantidad de residuos. Además, en el funcionamiento diario del equipo se hubiera generado una importante cantidad de emisiones y se hubiera consumido una importante cantidad de energía. Por si fuera poco, al final de su ciclo de vida útil, el equipo de aire acondicionado se hubiera convertido en una importante cantidad de residuos. Como alternativa, el arquitecto podría haberse esforzado más, y podría haber establecido establecer nuevas reglas de diseño arquitectónico con el fin de crear una vivienda que permita refrescar a sus ocupantes por sí misma. El arquitecto podría utilizar estrategias bioclimáticas con el fin de diseñar una vivienda que se refresque por sí misma, sin necesidad de equipos de aire acondicionado. El resultado sería una vivienda con un diseño innovador y evolucionado. Una vivienda económica, accesible y de fácil mantenimiento. Una vivienda realmente sostenible. 6.10. Entorno social y económico Este indicador mide la adecuación a un determinado entorno social y económico, de una determinada solución arquitectónica. Del mismo modo, proporciona información sobre las características básicas y fundamentales que debe tener un edificio para un entorno social y económico concreto.

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Este último indicador es extremadamente importante, ya que puede cambiar el valor relativo del resto de indicadores, dependiendo de un determinado entorno particular. Ello se debe a que unas determinadas estrategias arquitectónicas pueden resultar muy eficaces en un determinado entorno, pero en cambio, podrían suponer un agravio medioambiental en otro entorno diferente. Para entender la importancia de este indicador, de nuevo, me gustaría poner un ejemplo concreto, y después extrapolar las pautas generales de actuación Supongamos dos viviendas construidas con materiales completamente diferentes, una de hormigón armado y otra de adobe. Y supongamos que ambas tengan el mismo balance energético en un plazo de, por ejemplo, 100 años. Por supuesto, el balance energético debe incluir absolutamente toda la energía consumida en las etapas de construcción y mantenimiento de las viviendas. A simple vista se podría pensar que el “grado de sostenibilidad” de las dos viviendas es el mismo. Pero no lo es, ya que ello va a depender de su entorno concreto. Si se tuviera que construir en una aldea de África, la vivienda más adecuada sería la de adobe. Una construcción en adobe requiere muy poca energía en el proceso de construcción, pero necesita un mantenimiento continuo, con un importante consumo energético asociado. Pero estas características son adecuadas para el modelo económico y social de la aldea de África, en donde no existen procesos productivos industrializados, y en donde la mano de obra es muy barata. En cambio, si se tuviera que construir en Londres, la vivienda más adecuada sería la de hormigón armado. Una construcción a base de piedra requiere mucha energía en el proceso de construcción, pero apenas necesita mantenimiento. Estas características son adecuadas para el modelo económico y social europeo, con sistemas productivos que permiten manipular fácilmente la piedra, y el donde la mano de obra es muy cara. Por tanto, es absurdo construir con hormigón amado en una aldea de África. Pero es igualmente absurdo intentar construir con adobe en Londres, o en cualquier ciudad Europea. Se estarían incumpliendo una enorme cantidad de indicadores sostenibles, y el resultado sería muy caro, de un modo u otro. De forma directa, o indirecta, siempre saldría más caro. Este simple ejemplo pone de manifiesto que el desarrollo sostenible está directamente relacionado con un determinado entorno social y económico, y que no hay, ni puede haber, soluciones globales. Por supuesto, lo mismo puede decirse para el caso de la arquitectura sostenible en particular. Es muy fácil tener prejuicios en arquitectura sostenible, pero, según lo expuesto, es el peor error que se puede cometer. No se puede dar por válida absolutamente ninguna acción hasta que no haya sido evaluada por los 38 indicadores sostenibles aquí analizados, y para un determinado entorno concreto. En este sentido, y siguiendo con el ejemplo anterior, de tanto en tanto se suelen hacer propuestas en ciudades de países desarrollados para intentar construir con adobe, paja, barro, etc… y sin duda ello obedece a razones tan buen intencionadas, y emocionales, como estúpidas. Sin la información adecuada y completa, siempre se cometen estupideces. Es evidente que cuando un sistema económico ha evolucionado, y se ha garantizado un grado de bienestar mínimo de los trabajadores, (lo que se traduce en sueldos altos) el coste de mantenimiento de un edificio es alto. En este caso, la estrategia lógica es disminuir al máximo el mantenimiento, a cambio de una mayor durabilidad de los materiales y los edificios. Lo que sin duda, redundará en un consumo energético más alto en la

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construcción. En cambio, en países menos desarrollados, en los que la mano de obra es muy barata, es mejor derrochar menos energía inicial, y repartir, de forma continuada, el coste energético en el proceso de mantenimiento. O lo que es lo mismo, a la hora de definir los indicadores sostenibles, necesariamente se ha de tener en cuenta el entorno social y económico, del lugar en el que se pretende construir.

Luis De Garrido Doctor Arquitecto, Doctor Ingeniero Informático, Máster en Urbanismo Profesor invitado del Massachusetts Institute of Technology (MIT) Director Máster en Arquitectura Sostenible (MAS) Director Máster en Arquitectura Bioclimática Autosuficiente (MABA) Presidente de la Asociación Nacional para la Arquitectura Sostenible (ANAS) Presidente de la Asociación para la Arquitectura Autosuficiente (AAA) Presidente de la International Federation for Sustainable Architecture (IFSA) [email protected] [email protected] https://www.facebook.com/LuisdeGarridoArquitecto http://www.facebook.com/pages/Master-Arquitectura-Sostenible-MAS/188875931176261 www.luisdegarrido.com