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7. La propuesta moral de Teodoro de Mopsuestia MAREK RACZKIEWICZ * A lo largo de la historia, la exposición de la fe cristiana estuvo orientada por diversas profesiones o símbolos de la fe, en particular por el llamado símbolo de los Apóstoles 1 y el Niceno-Constantinopolitano, normativo y común, ayer y hoy, a todas las grandes Iglesias de Oriente y Occidente 2 . El Símbolo era, en efecto, elemento insustituible de la gestación de la fe y su profesión: el signo exigido por la Iglesia a los catecúmenos, el sello impreso en el corazón de los neófitos así como el distintivo y credencial de los fieles 3 . Sin embargo, la situación no es * * Profesor en el Instituto Superior de Ciencias Morales, Madrid. 1 ? Es el antiguo símbolo bautismal de la Iglesia de Roma. En palabras de S. Ambrosio: “Es el símbolo que guarda la Iglesia romana, la que fue sede de Pedro, el primero de los apóstoles, y a la cual él llevó la doctrina común” (Symb. 7). 2 ? Debe su gran autoridad al hecho de que es fruto de los dos primeros Concilios ecuménicos (325 y 381). 3 ? Cf. S. SABUGAL, Credo. La fe de la Iglesia, Monte Casino, Zamora 1986, 3- 10; J. N. D. KELLY, Primitivos credos cristianos, Secretariado Trinitario, Salamanca 1980. El Catecismo de la Iglesia Católica en el número 196 dice: “Nuestra exposición de la fe seguirá el Símbolo de los Apóstoles, que constituye, por así decirlo, ‘el más antiguo catecismo romano’. No obstante, la exposición será completada con referencias constantes al Símbolo de Nicea-Constantinopla, que con frecuencia es más explícito y

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7.

La propuesta moralde Teodoro de Mopsuestia

MAREK RACZKIEWICZ*

A lo largo de la historia, la exposición de la fe cristiana estuvo orientada por

diversas profesiones o símbolos de la fe, en particular por el llamado símbolo de

los Apóstoles1 y el Niceno-Constantinopolitano, normativo y común, ayer y hoy, a

todas las grandes Iglesias de Oriente y Occidente2. El Símbolo era, en efecto,

elemento insustituible de la gestación de la fe y su profesión: el signo exigido por

la Iglesia a los catecúmenos, el sello impreso en el corazón de los neófitos así

como el distintivo y credencial de los fieles3. Sin embargo, la situación no es la

misma cuando se trata de la moral. ¿Cuál es su referencia? ¿Los diez

mandamientos, las Bienaventuranzas o el “nuevo mandamiento” del que habla

Juan: “Que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15, 12)?4.

* *Profesor en el Instituto Superior de Ciencias Morales, Madrid.1 ? Es el antiguo símbolo bautismal de la Iglesia de Roma. En palabras de S. Ambrosio:

“Es el símbolo que guarda la Iglesia romana, la que fue sede de Pedro, el primero de los apóstoles, y a la cual él llevó la doctrina común” (Symb. 7).

2 ? Debe su gran autoridad al hecho de que es fruto de los dos primeros Concilios ecumé-nicos (325 y 381).

3 ? Cf. S. SABUGAL, Credo. La fe de la Iglesia, Monte Casino, Zamora 1986, 3-10; J. N. D. KELLY, Primitivos credos cristianos, Secretariado Trinitario, Salamanca 1980. El Catecis-mo de la Iglesia Católica en el número 196 dice: “Nuestra exposición de la fe seguirá el Símbolo de los Apóstoles, que constituye, por así decirlo, ‘el más antiguo catecismo ro-mano’. No obstante, la exposición será completada con referencias constantes al Símbolo de Nicea-Constantinopla, que con frecuencia es más explícito y más detallado”.

4 ? El Catecismo de la Iglesia Católica explica la moral a partir de los diez mandamientos conforme a la “Tradición de la Iglesia”. En realidad, la tradición citada es exclusivamente occidental y se limita a una cita de Agustín. En el número 2065 del Catecismo leemos: “Desde S. Agustín, los ‘diez mandamientos’ ocupan un lugar preponderante en la cate-quesis de los futuros bautizados y de los fieles”. Pero se trata de una generalización pre-

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Una respuesta interesante nos viene de Antioquía: Teodoro, futuro obispo

de Mopsuestia y amigo de Juan Crisóstomo, ofrece en sus Homilías

catequéticas un testimonio valiosísimo, aunque olvidado con frecuencia. El

Padrenuestro es el fundamento y punto de referencia de la conducta moral del

cristiano. La orthodoxia (credo) conduce necesariamente a la orthopraxis,

reflejada magníficamente en la Oración del Señor.

Tras una breve presentación de la persona de Teodoro de Mopsuestia y sus

Homilías catequéticas (1), veremos el contenido de la Homilía catequética XI,

dedicada a la explicación del Padrenuestro (2) para, finalmente, analizar cuál

es el fundamento de la ética cristiana según el Mopsuestense (3).

I. TEODORO DE MOPSUESTIA

A caballo entre los siglos IV y V, Antioquía gozaba en la parte oriental del

imperio romano de una notable importancia desde el punto de vista no sólo

teológico, sino también político y administrativo5.

En el campo teológico destaca un grupo de exegetas y teólogos, algunos de

ellos de gran importancia (Diodoro de Tarso, Teodoro de Mopsuestia, Juan

Crisóstomo, Teodoreto de Ciro), que actuaron en ambientes antioquenos en los

últimos decenios del siglo IV y primeros del V.

Tradicionalmente se habla de la “escuela antioquena”. Sin embargo, la

denominación “escuela” no debe hacernos pensar en una institución unitaria,

con un programa orgánico de estudios y patrocinada por el obispo local, como

ocurrió en Alejandría. Se trata más bien de algunos maestros que ejercieron su

magisterio a título personal, pero que compartían entre sí los planteamientos

básicos en el terreno exegético y teológico6.

cipitada e inexacta para la Iglesia oriental. El texto agustiniano citado, Serm. 33, 2, 2, no es una catequesis sino un comentario al Salmo 143, 9, que afirma, por el contrario, que “la plenitud de la ley es el amor” y que “el amor es el perfecto cumplimiento de la ley”. Cf. AGUSTÍN, Serm. 33, BAC, Madrid 41981, 490-495.

5 ? Para la historia de Antioquía, cf. J. A. FESTUGIÈRE, Antioche païenne et chrétienne, E. de Boccard, Paris 1959; G. DOWNEY, A history of Antioch in Syria from Seleucus to the Arab Con-quest, Princeton University Press, Princeton 31974; D. S. WALLACE-HADRILL, Christian Antioch.

A study of early Christian thought in the East, Cambridge University Press, Cambridge 1982.6 ? Cf. M. SIMONETTI, Lettera e/o allegoria. Un contributo alla storia dell’esegesi, Institutum

Patristicum Augustinianum, Roma 1985, 156-201; S. ZINCONE, Studi sulla visione dell’uomo

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Teodoro de Mopsuestia7 (+ 428) es uno de los representantes de la teología

antioquena. Ordenado sacerdote en Antioquía hacia el año 383, Teodoro ejerció

el ministerio sacerdotal en su iglesia natal hasta el año 392, cuando fue elegido

obispo de Mopsuestia, una pequeña ciudad de Cilicia, situada no lejos de Tarso.

De las fuentes biográficas8 emerge la figura de un monje, luego obispo, de

carácter impetuoso, comprometido en la lucha teológica de su tiempo y en la

defensa de la ortodoxia. Fue muy estimado por sus contemporáneos por su

sabiduría y dominio de la Sagrada Escritura. Para los cristianos sirios fue el

Mephasqana (= Intérprete) por antonomasia de los Libros Sagrados. Como

presbítero de Antioquía y, más tarde, como obispo de Mopsuestia, Teodoro fue

un pastor de almas y un ardiente defensor de la ortodoxia. Esto le impulsó a

escribir tratados teológicos (perdidos o destruidos en su mayor parte) y a

pronunciar sermones y homilías para la instrucción de sus fieles.

De estas últimas nos ha quedado un precioso legado: Las Homilías

catequéticas y mistagógicas (conservadas íntegras en una traducción siríaca9),

in ambito antiocheno (Diodoro, Crisostomo, Teodoro, Teodoreto), L’Aquila, Roma 1988; A. GRILLMEIER, Cristo en la Tradición cristiana, Sígueme, Salamanca 1997, 663-690.

7 ? Entre varios estudios sobre la vida de Teodoro de Mopsuestia sigue siendo fundamental el de R. DEVREESSE, Essai sur Théodore de Mopsueste, Studi e Testi 141, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 1948.

8 ? Cf. FACUNDO DE HERMINIANA, Pro defensione trium Capitulorum libri XII: CCL XCA 3-398; JUAN CRISÓSTOMO, Ad Theodorum lapsum II: PG 47, 309-316; TEODORETO DE CIRO, Historia eclesiastica V, 27.39: PG 82, 1256.1277; SÓCRATES, Historia eclesiastica VI, 3: PG 67, 665-669; SOZOMENO, Historia eclesiastica VIII 2: PG 67, 1513-1520; HESIQUIO DE JERUSALÉN, Historia eclesiastica: ACO IX 248; MARIO MERCATOR, Liber subnotationum in verba Juliani, praef.; Symbolum Theodori Mopsuesteni et eius refutatio: PL 48, 109.213.214); GENADIO, De scriptoribus ecclesiasticis 12: PL 58, 1067ss.; LEONCIO DE BIZANCIO, Adversus incorrupticolas VI-XXV: PG 86, 1364ss.; FOCIO, Bibliotheca, codd. 6.38.177: PG 103, 52.69.72.281.513. Para las obras de Teodoro son importantes dos ca-tálogos nestorianos, el primero se encuentra en la Crónica de Se‘ert (s. XI): PO V, 282-291; el segundo fue elaborado al comienzo del siglo XIV por el obispo de Nisibi ‘Abdisho‘ Bar Berika (= Ebedjesu): J. S. ASSEMANI, Bibliotheca Orientalis III 1, Romae 1725, 30-35 (reed. Hildesheim-New York, Olms 1975).

9 ? Fueron descubiertas y publicadas por A. Mingana junto con una traducción inglesa: A. MINGANA, The Commentary of Theodore of Mopsuestia on the Nicene Creed, Wood-brooke Studies V, W. Heffer & Sons Limited, Cambridge 1932; The Commentary of Theodore of Mopsuestia on the Lord’s Prayer and on the Sacraments of Baptism and the Eucharist, Woodbrooke Studies VI, W. Heffer & Sons Limited, Cambridge 1933. En el año 1949, R. Tonneau publica una reproducción fototípica junto con una traducción francesa: R. TONNEAU (en colaboración con R. DEVREESSE), Les Homélies Catéchétiques de Théo-dore de Mopsueste, Studi e Testi 145, Città del Vaticano 1949. En nuestro trabajo utiliza-mos el texto siríaco publicado por A. Mingana.

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pronunciadas probablemente en Antioquía (antes del 392) ante los

catecúmenos que van a ser “iniciados” en los Misterios cristianos. El valor de

estas Homilías es incalculable. En primer lugar, se trata de una obra íntegra de

Teodoro, que ofrece su visión teológica más completa; en segundo lugar, nos

encontramos aquí con un pastor que pretende inculcar la fe a los nuevos

cristianos. Sobre esa fe nadie pondrá una mancha durante mucho tiempo10.

En los manuscritos las Homilías catequéticas aparecen divididas en dos

series: la “explicación del Credo” (Homilías 1-10) y la “explicación de los

misterios de la Santa Iglesia” (Homilías 11-16). Las diez primeras Homilías

explican el Símbolo de la fe “recibido de los Padres”. Abordan las cuestiones

trinitarias, cristológicas y pneumatológicas. La segunda serie contiene, en

primer lugar, un comentario al Padrenuestro (Homilía 11), luego tres homilías

sobre el bautismo (12-14) y dos sobre la eucaristía (15-16). De esta manera

tendríamos una explicación completa y homogénea de los misterios cristianos

que conocemos también por otro testigo, Cirilo de Jerusalén11.

Sin embargo, en la estructuración de las Homilías encontramos ciertas

diferencias. En primer lugar, Teodoro explica el Padrenuestro y el misterio del

bautismo antes de la administración del sacramento a los catecúmenos, a

diferencia de la práctica habitual de Jerusalén y de otras muchas Iglesias. En

segundo lugar, el Padrenuestro es explicado fuera del contexto eucarístico. El

Padrenuestro adquiere así un lugar y un significado autónomos, fuera de su uso

bautismal y eucarístico. Si, como parece, Teodoro adelantaba deliberadamente

unas catequesis sobre los Misterios antes del bautismo, muestra cómo

reconciliar la fidelidad a las estructuras tradicionales con la iniciativa personal.

Tal como Teodoro declara expresamente en sus homilías, el Símbolo y el

Padrenuestro se hallan estrechamente unidos. En efecto, el catecúmeno al

10 ? Sobre la condena de Teodoro y la cuestión de los Tres capítulos, cf. F. X. MURPHY - P. SHERWOOD, Constantinople II et III, Éd. de L’Orante, Paris 1974. Cf. también G. KALANTZIS, Duo filii and the Homo Assumptus in the Christology of Theodore of Mopsues-tia: The Greek Fragments of the Commentary on John: Ephemerides Theologicae Lovani-enses 78 (2002) 57-78.

11 ? Cf. G. TOUTON, La méthode catéchétique de s. Cyrille de Jérusalem comparée à celle de s. Augustin et de Théodore de Mopsueste: Proche-Orient Chrétien 1 (1951) 265-285; J. P. LONGEAT, Les rites du Baptême dans les homélies catéchétiques de Théodore de Mopsueste: Questions Liturgiques 66 (1985) 193-222; G. CAVALLOTTO, Catecumenato an-tico. Diventare cristiani secondo I Padri, EDB, Bologna 1996, 125-135.

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confesar el Símbolo entra en pacto con la Trinidad y declara públicamente su

compromiso de vivir en unión con Dios conforme a su voluntad. Por esta razón

“nuestros Padres añadieron a las palabras del Credo la oración”12 para indicar

cómo vivir. La promesa del pacto supone una ruptura con la vida del hombre

viejo y un continuo esfuerzo para conocer, aceptar y vivir mejor de acuerdo con

la nueva ley, que es la vida de Cristo13. Este compromiso es permanente y

exige el cambio de las costumbres: las actitudes internas de amor y aplicación

al bien. La oración del Padrenuestro recuerda al cristiano su condición de

hombre nuevo, su estatus de hijo adoptivo de Dios y su compromiso de vivir

conforme a esta dignidad. Para Teodoro de Mopsuestia el Padrenuestro es el

fundamento de la ética cristiana. Ésta se basa en la exacta reciprocidad entre

la dimensión teologal y social, desarrollada en la Oración del Señor. La

catequesis del Mopsuestense invita al candidato al bautismo a vivir la fe en lo

cotidiano, en su dimensión vertical y horizontal. De esta manera el

Padrenuestro es analizado como una entidad autónoma, yuxtapuesta a lo que

precede (credo) y a lo que sigue (sacramentos)14.

II. EL PADRENUESTRO: REGULA VITAE DEL CRISTIANO15

La Homilía XI se divide en dos partes: la primera (nn. 1-6), muestra la íntima

relación que existe entre la oración y la praxis; la segunda (nn. 7-19), comenta

12 ? Hom. cat. XI, 1.13 ? Cf. J. NOWAK, La relation entre la célébration des mystères et la vie chrétienne d’après les ho-

mélies catéchétiques de Théodore de Mopsueste, Academia Alfonsiana, Roma 1968, 15-16.14 ? A.-G. HAMMAN, La catéchèse morale à Antioche au IVème siècle, in: AA.VV., L’etica

cristiana nei secoli III e IV: eredità e confronti, Studia Ephemeridis Augustinianum 53, Roma 1996, 524-525.

15 ? En la época patrística encontramos varios comentarios al Padrenuestro. Éstos pueden di-vidirse en: tratados sobre la oración (TERTULIANO, De orat.; CIPRIANO, De dom. orat.; ORÍGENES, De orat.; CASIANO, Conl. 9, 18-25), catequesis dirigidas a los catecúmenos o los neófitos (CROMACIO, Serm. 40; AGUSTÍN, Serm. 56-59; PEDRO CRISÓLOGO, Serm. 67-72; CESÁREO DE ARLES, Serm. 147), homilías catequéticas que exponen la liturgia eucarística (CIRILO DE JERUSALÉN, Catech. 23, 11-18; AMBROSIO, De sacr. 5,4,18-30; 6,5,24), homilías o tratados de comentario específico al Padrenuestro (GREGORIO DE NISA, Or. dom. 2-5; MÁXIMO EL CONFESOR, Or. dom.; VENANCIO FORTUNATO, Expos. orat.; PEDRO DE LAODICEA, Or. dom.), comentarios u homilías sobre Mateo (JUAN CRISÓSTOMO, Hom. 19 in Mat. 4-7; CROMACIO, In Mat. 38; AGUSTÍN, De serm. Dom. II, 4,11-15; Opus imp. in Mat. Hom. 14) o sobre Lucas (CIRILO DE ALEJANDRÍA, Comm. in Lc 11, 2-4, hom. 71-77) y textos de otro ca-rácter literario ( AGUSTÍN, Epist. 130, 11,21; Enchir. 30; Perserv. II, 4-VII, 15).

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brevemente el Padrenuestro y lo presenta como fundamento de la conducta

humana. Es el punto de referencia del cristiano en su obrar cotidiano.

Al empezar la catequesis, Teodoro descarta la actitud de aquellos que

contraponen la dimensión vertical a la horizontal en la vida cristiana: oración y

convivencia con los demás van unidos. Cristo mismo mostró en su propia vida

una armonía perfecta entre la oración y la vida. Sólo la vida virtuosa, la

preocupación por los demás, confirma la autenticidad y la eficacia de la oración16.

Para Teodoro la oración “no consiste en palabras” sino que es, en primer

lugar, un estado, un comportamiento, “una buena conducta, en el amor y en la

aplicación al deber”17. Afirma que: “la verdadera oración consiste en una

conducta recta, en el amor de Dios, en el celo por lo que a Él le agrada. El que

se aplica a esto y lo medita en su corazón orará continuamente y sin obstáculo,

en todo momento, cada vez que haga lo que es agradable a Dios. Es normal

que aquel que se dedica a hacer el bien pida a Dios que le ayude en aquello a

lo que se aplica, a fin de que su vida sea conforme a la voluntad divina”18.

Sabe rezar aquel que durante la vida se aplica al amor a Dios y al celo por

el bien. Pero al mismo tiempo que el catecúmeno se inicia en querer y en optar

por ello, ha de sentir también el gran deseo de orar por estos objetivos. Si

optamos por el bien, sabremos qué pedir. Jesús, dice Teodoro, cuando

enseñaba lo que debíamos pedir, condensó en breves palabras del

Padrenuestro lo que somos y lo que debemos ser, a qué debemos dedicarnos

y qué tenemos que evitar. El Padrenuestro resume de manera práctica el modo

de conducirse de quienes reciben el gran don del bautismo.

Teodoro recurre a la parábola del juez inicuo (Lc 18,2) para mostrar que

Dios no abandona a “los que han elegido el bien”. El comportamiento práctico

del cristiano es una preparación para la oración a fin de que ésta sea eficaz19.

16 ? Hom. cat. XI, 2. Sobre la unión entre la vida y la oración, cf. ORÍGENES, Sobre la oración 12: “Ora sin cesar el que a las obras debidas une la oración y a la oración une las obras convenientes; pues la recomendación ‘orad sin cesar’ la podemos considerar como un precepto realizable únicamente si pudiéramos decir que la vida toda de un varón es una gran oración continuada. Una parte de esta gran oración continuada sería la que suele llamarse propiamente oración [...]”.

17 ? Hom. cat. XI, 3.18 ? Hom. cat. XI, 3.19 ? Hom. cat. XI, 4.

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La segunda parte del comentario empieza con la explicación de la novedad

del Evangelio: si la “letra, que es la Ley, mata, el Espíritu vivifica” y permite vivir

una condición libre, “por la resurrección nos hace inmortales e inmutables”20.

Los que han recibido el Espíritu Santo en el bautismo deben en lo sucesivo

tender a la inmortalidad, vivir en el Espíritu, acomodarse al Espíritu, tener una

conciencia digna de un hombre libre gobernada por el Espíritu. Se convierten

en “hijos del Señor universal”21 y anticipan las costumbres de eternidad. Pueden

decir a Dios verdaderamente: “Padre nuestro”.

Pero Teodoro precisa que nosotros decimos “Padre nuestro” y no “Padre

mío”, lo que sitúa inmediata y necesariamente al cristiano en su dimensión

eclesial y comunitaria “de modo que no sólo presentéis al Padre lo que

conviene, sino que tengáis también unos para con otros la concordia propia de

quienes sois hermanos bajo la mano de un mismo Padre”22.

La actitud vertical, anunciada desde el principio, sitúa inmediatamente al

cristiano en su dimensión social que consiste en amar a los demás, sin excluir

a nadie. Las tres peticiones teologales: Nombre, Reino, Voluntad de Dios, son

una provocación a la acción.

Santificar el Nombre de Dios tiene una finalidad evangelizadora y

testimonial, pretende convertir a todos a Dios para que lo glorifiquen viendo una

conducta propia de los hijos de Dios23.

Pedir que venga el Reino obliga a tener pensamientos dignos de este Reino

y de actuar conforme a la vida celestial, pues no podemos “abandonar las

costumbres de arriba y lo que conviene a tal vida para entregarnos al trajín de

este mundo donde las trampas y las prácticas inicuas son tan numerosas”24.

La tercera petición, “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”,

destaca aún más, según Teodoro, esta dimensión escatológica que se abre

desde el momento del bautismo: “Se nos pide ser obedientes en este mundo a

la voluntad de Dios en cuanto nos sea posible, sin separarnos de ella,

20 ? Hom. cat. XI, 8.21 ? Hom. cat. XI, 8.22 ? Hom. cat. XI, 9.23 ? Hom. cat. XI, 10.24 ? Hom. cat. XI, 11.

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siguiéndola como creemos es cumplida en el cielo”25. La tercera petición del

Padrenuestro indica la plenitud de vida a que estamos llamados y que

debemos hacer nuestra desde ahora: que tus voluntades como en el cielo, se

hagan en la tierra. En el cielo seremos inmortales e inmutables26. Ahora

debemos intentarlo. Obrar así es tomar ya parte en la vida divina. Esta petición

significa, en primer lugar, hacer dócil nuestra conciencia a la voz de Dios.

Modelando nuestra conciencia según el bien, impulsaremos luego nuestra

voluntad a realizar las obras buenas en la vida diaria. A pesar de las

dificultades que uno puede encontrar en su vida hay que intentar, sin embargo,

actuar de manera libre, conforme a su conciencia, para cumplir lo mejor posible

la voluntad de Dios en la tierra. Ésta sería la respuesta al don de la filiación

divina recibida en el bautismo, la respuesta de los hijos que quieren vivir según

la voluntad de su Padre. La conducta del cristiano debe ser un llevar a la

práctica lo que dice con sus labios en la oración, es decir: “Esforzarnos en

imitar en este mundo la conducta que esperamos tener en el cielo [...], donde

no habrá nada contra Dios. Cuando este mundo sea aniquilado, resucitaremos

de entre los muertos y residiremos en el cielo en una naturaleza inmortal e

inmutable, estaremos afincados en la voluntad de Dios, teniendo pensamientos

del cielo, y querremos y haremos únicamente lo que agrade al Señor, ya que

no habrá en nosotros ni una sola pasión o impulso que se oponga a la voluntad

de Dios”27.

La siguiente petición del Padrenuestro tiene en cuenta nuestro estado en

esta katástasis28: “Como nos llamaba a conformarnos con el mundo futuro, en

donde estaremos por encima de las cosas de este mundo y no tendremos

25 ? Hom. cat. XI, 12. Cf. A.- G. HAMMAN, l. c., 526.26 ? Sobre el significado de estos dos términos, cf. J. M. LERA, “... Y se hizo hombre”. La

economía trinitaria en las Catequesis de Teodoro de Mopsuestia, Mensajero, Bilbao 1977, 61-83.

27 ? Ibídem.28 ? Teodoro de Mopsuestia divide la historia de la humanidad en dos etapas sucesivas que

llama catástasis o estados. Existe una oposición radical entre ambas catástasis. La pri-mera empieza con la caída del primer hombre y se caracteriza por el dominio del pecado y la muerte. La segunda catástasis es inaugurada por Cristo y se caracteriza por la victo-ria sobre el pecado y la muerte. Es el tiempo de la acción del Espíritu Santo que conduce a la humanidad hacia la plenitud de esta segunda catástasis que el cristiano alcanza en la resurrección. El signo de esta segunda etapa es la inmortalidad. Sobre las dos catástasis, cf. J. M. LERA, o. c., 49-85; I. OÑATIBIA, La vida cristiana, tipo de las realidades celestes: Scriptorium 1 (1954) 101-103.

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ninguna necesidad, mas por otra parte no quería que se pensara que mandaba

una cosa imposible –que seres mortales todavía por naturaleza, se modelasen

de acuerdo con esa vida inmortal– añadió brevemente: Danos hoy el pan que

nos es necesario”29. El hoy supone en el pensamiento de Teodoro toda nuestra

vida. El epiousion es aquello de que tenemos necesidad. La petición del pan

cotidiano debe limitarse sólo a lo necesario, que nos permita vivir de un día a

otro y progresar en la virtud. Dios, dirá por aquellos días Agustín en Occidente,

nos manda hacer lo que podamos y pedir lo que no podamos30. Y así dentro de

este pan necesario, entrará necesariamente como una consecuencia de

nuestra vida mortal, el perdón de los pecados y el no sucumbir a la tentación.

“Esta voz estimulará cada día nuestra conciencia, mantendrá despierta nuestra

alma y la estimulará a corregir nuestras costumbres, alejándonos del mal y

adhiriéndonos al bien. Progresemos cada día sobre (el conocimiento de) lo que

somos, mientras en este mundo tenemos el tiempo de la corrección y de la

penitencia; pues, cuando dejemos este mundo, se habrá alejado ese tiempo y

habrá llegado el tiempo del juicio”31.

“Perdónanos nuestras deudas”. El hombre es pecador y peca diariamente.

Debe, pues, recurrir a la misericordia divina, pero, ante todo, debe vivir en paz

y concordia con el hermano. Para obtener el perdón de nuestras deudas, como

condición previa, es necesario que primero nosotros perdonemos a nuestros

deudores: “Debemos tener confianza en que nos será concedido el perdón de

(nuestros pecados), si también nosotros, según nuestras fuerzas, hacemos lo

mismo con quienes nos hayan ofendido [...]. Nuestro Señor nos ha prescrito,

claramente, pedir perdón, a condición de que también nosotros hayamos

perdonado a quienes nos han ofendido”32. La reconciliación y la paz son una

condición preliminar a toda oración eficaz.

La tentación no viene solamente del Tentador. Puede venir de nuestras

pasiones, de nuestra presunción, de nuestros hermanos. También nosotros

mismos podemos ser cómplices del Tentador “escandalizando a uno de los

29 ? Hom. cat. XI, 14.30 ? AGUSTÍN, De natura et gratia 50.31 ? Hom. cat. XI, 14.32 ? Hom. cat. XI, 16. Cf. también I. OÑATIBIA, La doctrina de Teodoro de Mopsuestia sobre

la penitencia eclesiástica, Festschrift Johannes Quasten I, Münster 1970, 427-440.

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pequeños” que creen en el Señor (Mt 18,6), apartándoles de su deber o del

camino de la perfección33. La tentación nos recuerda nuestra debilidad y nos

incita a velar y orar.

En el Padrenuestro el Señor quiere por tanto enseñarnos una regla de vida e

indicarnos un camino espiritual, confirmarnos en el amor de Dios y en el celo por

su voluntad. La recitación del Padrenuestro equivale, según Teodoro, a

proclamar el compromiso de conducirse en este mundo de forma que

corresponda a la dignidad de los hijos de Dios y a la ciudadanía celeste. Este es

el ejemplo que el Señor ha dado a los suyos como lo observa Lucas en su

evangelio34.

III. EL PADRENUESTRO: FUENTE DE LA ÉTICA CRISTIANA

Como todo catequista, Teodoro añade a su enseñanza doctrinal una

enseñanza moral que propone a sus oyentes paganos. Sin embargo, el

Mopsuestense es poco concreto y sus consejos prácticos no son frecuentes.

En sus Homilías recuerda, como de pasada, que hay que guardarse de las

supersticiones paganas, astrología, adivinación, purificaciones y abluciones

rituales, y que el teatro, el estadio, el circo, los combates de atletas, los cantos,

las danzas no convienen “al que participa en el sacramento de la nueva

Alianza, al que está inscrito con el título de ciudadano del cielo, al coheredero de

los bienes futuros, al que espera, por el nuevo nacimiento del bautismo, llegar a

ser miembro de Cristo nuestro Señor, que está en el cielo y es cabeza de todos

nosotros”35.

En sus catequesis, Teodoro prefiere mostrar que la conducta moral del

cristiano encuentra su fundamento en la doctrina que él acaba de explicar.

Cristo ha introducido en el mundo un nuevo modo de vida, figura del mundo

futuro. Los cristianos que han recibido el bautismo han de imitar a Cristo

viviendo según sus mandamientos y comportándose en la vida “de aquí abajo”

como ciudadanos de la Jerusalén celeste. Pues, “los que tenemos la función de

miembros suyos debemos vivir según las costumbres que él nos ha trazado”36.

33 ? Hom. cat. XI, 17.34 ? Cf. Hom. cat. 2-3.35 ? Hom. cat. XIII, 12.36 ? Ibídem. Cf. Hom. cat. VI, 13.

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La propuesta moral de Teodoro de Mopsuestia

El análisis de la Homilía catequética XI de Teodoro permite desgranar los

elementos clave de su propuesta ética que él ofrece a los que se acercan al

bautismo. Se trata de un esbozo elemental pero integral. Curiosamente

Teodoro elabora la praxis cristiana a partir del Padrenuestro en el que, según

él, se encuentra resumida toda la novedad evangélica. El Mopsuestense no

acude a ninguna moral filosófica, en ningún momento invoca el Decálogo que

para él pertenece a la época de la Ley, reemplazada ya por el único y nuevo

precepto del amor. “La ley mata, el Espíritu vivifica” (2 Cor 3, 6)37.

Al terminar la Homilía XI Teodoro de Mopsuestia resume en breves palabras

la idea, tan querida para él, que quería inculcar a los oyentes de la catequesis:

el Padrenuestro es para el bautizado la carta magna del comportamiento moral

cristiano y su punto de referencia:

“Nuestro Señor ha incluido, pues, la perfección moral en las palabras de

esta oración y nos ha enseñado claramente lo que debemos llegar a ser, a qué

debemos aplicarnos, lo que debemos evitar y lo que debemos pedir a Dios.

Nuestros bienaventurados Padres, que pensaban que debemos tener una

doctrina ortodoxa y una fe sincera, pero también una vida recta y una buena

conducta, han trasmitido esta oración a los que acceden al don del bautismo.

Nos enseñan, en la exposición de la fe, la exactitud doctrinal y, en la oración,

ordenan nuestra vida para que corresponda, por su virtud, a la vida que deben

llevar los que reciben el don del bautismo y que son contados, desde esta vida,

en el número de los ciudadanos de la ciudad celeste”38.

Existe una estrecha relación entre la doctrina y la práctica, entre la orthodoxia

y la orthopraxis. Una verdadera oración cristiana ordena la vida cotidiana

conforme a la novedad del bautismo. La vida cristiana descrita en la Homilía XI

es un anticipo en typos, es decir, signo, en la realidad concreta de cada día, de

la vida en la Jerusalén celeste. La vida del cristiano debe mostrar

empíricamente su pertenencia al Reino que se pide en el Padrenuestro. Lo

exige la dignidad de ser hijos de Dios:

“Es necesario saber lo que erais y lo que habéis llegado a ser, así como

cuál y qué grande es el don que habéis recibido de Dios [...]. Vosotros habéis

37 ? A.-G. HAMMAN, l. c. 528-530.38 ? Hom. cat. XI, 19.

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MAREK RACZKIEWICZ

recibido la gracia del Espíritu Santo, que os regaló la filiación adoptiva,

teniendo por ello la confianza filial de llamar a Dios Padre [...]. En adelante

tenéis un servicio en la Jerusalén de arriba y recibís esta condición libre, propia

de quienes la resurrección ha vuelto inmortales e inmutables, viviendo ya

desde ahora en el cielo”39

La ética cristiana, según la propuesta de Teodoro de Mopsuestia, es

fundamentalmente teologal. La orthopraxis sigue la orthodoxia. El Padrenuestro

recuerda al cristiano, en primer lugar, que ha sido bautizado en el nombre del

Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La fe trinitaria es el fundamento de la

praxis bautismal. La Trinidad es principio y término de la acción bautismal. Esto

significa que el Padre, el Hijo y el Espíritu son la causa de todos los bienes

obtenidos por medio del bautismo: “Cuando el pontífice dice: ‘En el nombre del

Padre y del Hijo y del Espíritu Santo’, indica que el Padre, el Hijo y el Espíritu

Santo son la causa de estos bienes que se nos han dado en el bautismo”40.

Estos bienes son los siguientes: “nacer de nuevo, la renovación, la

inmortalidad, la incorruptibilidad, la impasibilidad, la inmutabilidad, el rescate de

la muerte, de la servidumbre y de todos los males, el disfrute de la libertad y la

participación en los bienes esperados e inefables”41. La Trinidad es la causa de

nuestro renacimiento y renovación. “De ahí viene que seamos modelados como

hombres nuevos, inmortales, incorruptibles, impasibles e inmutables. De ahí

viene que abandonemos la antigua servidumbre y que adoptemos el estado

libre, en el cual se da la abolición total de los males y el goce de estos bienes

siempre inefables”42.

La propuesta ética de Teodoro es cristológica. El Verbo encarnado, la obra

salvadora de Cristo, constituye el núcleo de las catequesis; su formulación se

anticipa al Concilio de Calcedonia43. Cristo es el typos de nuestra vida. La clara

distinción de las dos naturalezas permite a Teodoro afirmar, en primer lugar,

39 ? Hom. cat. XII, 7.40 ? Hom. cat. XIV, 15.41 ?

Hom. cat. XIV, 17.42 ? Hom. cat. XIV, 15.43 ? De las diez catequesis sobre el Credo, Teodoro dedica seis de ellas a la explicación del

misterio de Cristo.

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La propuesta moral de Teodoro de Mopsuestia

que Cristo glorificado es el Verbo que se encarnó en el seno de la Virgen

María44 y que asumió todo lo que constituye al hombre45. Al hacerlo introduce en

la historia un modo nuevo de vida que prefigura el mundo futuro46. Trae la

salvación a toda la humanidad. Con su enseñanza la trasforma y la encamina

hacia la vida imperecedera47. La humanidad de Cristo llega a su plenitud en la

resurrección. Vence definitivamente la muerte y el pecado y alcanza la

inmortalidad, la inmutabilitad, la incorruptibilidad48. Esta humanidad glorificada

de Cristo se convierte en el modelo para toda la humanidad.

A los cristianos corresponde imitar a Cristo: seguir la voluntad del mismo

Padre que invocan en la oración, y comportarse en la vida terrena como

ciudadanos de su Reino49, del cual son miembros desde el bautismo50. Al

cristiano se le pide que “vaya detrás de Cristo”, que imite su ejemplo 51,

resumido en la forma breve del Padrenuestro: santificar y hacer santificar el

nombre de Dios, adoptar las costumbres del Reino, personificadas en Cristo,

hacer en todo la voluntad de Dios, comportarse conforme a la dignidad de su

vocación cristiana52.

En otros términos, la condición cristiana consiste en vivir el Padrenuestro en

lo cotidiano. La vida moral aparece no tanto como un esfuerzo humano para

llegar a una cierta perfección, sino más bien como una acogida del don de

Dios53, una disponibilidad para aceptar las exigencias de este don que tiene

como fin hacernos vivir “una vida nueva e inefable”54. Tal sería el sentido de la

vida moral y el fundamento de la obligación moral.

44 ? Hom. cat. VII, 10.45 ? Hom. cat. V, 5.46 ? Hom. cat. VI, 12.47 ? Hom. cat. VI, 13.48 ? Hom. cat. V, 19; VII, 1.4.49 ? Hom. cat. VI, 13; XI, 12.50 ? Hom. cat. XI, 19.51 ? Hom.cat. VI, 10-12.52 ? Hom. cat. XI, 10-13.53 ? Cf. Hom. cat. V, 21.54 ? Hom. cat. V, 18.19.21; Hom. cat. VI, 13.

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MAREK RACZKIEWICZ

Por otra parte, la regla moral no viene de un imperativo abstracto que nos

constriña desde fuera. Cristo mismo es nuestra regla. Cristo que se une con

nuestra naturaleza para convertirse en primicia de todas las cosas, también en

typos de nuestra vida. “A causa de la asociación que tenemos con él” nos

hemos convertido en “una parte del cuerpo de Cristo, nuestro Señor”55, hasta el

punto de que la conducta de Cristo debe reflejarse perfectamente en la

conducta misma del cristiano.

En esta propuesta de Teodoro, la ética de Cristo se asemeja a la cruz, es

cruciforme, como ya decía Ireneo56. La cruz une la dimensión vertical y

horizontal, reúne a los hombres dispersos de las cuatro dimensiones en la

comunión eclesial y la fraternidad universal, en el único cuerpo de Cristo57.

La moral, expuesta por Teodoro, es igualmente pneumática. El Espíritu,

recibido en el bautismo como “prenda de nuestra herencia”, según la expresión

del Apóstol (Ef 1, 13-14), juega un papel fundamental en toda la vida cristiana.

La vida cristiana es una vida bajo la guía del Espíritu Santo. Es gracias a la

acción del Espíritu Santo que los bautizados se convierten en hijos adoptivos y

pueden llamar a Dios Padre. En el agua bautismal, el Espíritu, como un

alfarero, modela al hombre nuevo, libre del pecado58. El germen de vida

depositado en el alma del neófito, lo desarrolla como fuerza santificadora y

educa al bautizado en las costumbres del Reino. El Espíritu poco a poco va

configurando al hombre libre a imagen del Dios trinitario. Es el fermento que

trasforma a la humanidad en el único cuerpo de Cristo59. Es el soplo que

encamina el barco de la Iglesia hacia el puerto. Es para toda la humanidad lo

que ha sido para Cristo: fuerza de resurrección60.

Lo que sorprende en la propuesta ética de Teodoro es su dimensión

escatológica, tan presente en toda su obra. La catequesis sobre el

55 ? Hom. cat. VI, 11. 13. Cf. J. NOWAK, o. c., 26-29; A. DE LOURMEL, Introduction, in: Théo-dore de Mopsueste, Les Homélies catéchétiques, Migne, Paris 1996, 18-19.

56 ? IRENEO, Epideixis 34.57 ? Hom. cat. IX, 16; XIV, 21.58 ? Cf. Hom. cat. XIV, 11-13.59 ? Hom. cat. XVI, 13.60 ?Hom. cat. XIV, 27; XVI,

11. Cf. G. FERRARO, L’esposizione dei testi pneumatologici nel commento di Teodoro di Mopsuestia al Quarto Vangelo: Gregorianum 67 (1986) 265-296; J. NOWAK, o. c., 29-33.

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La propuesta moral de Teodoro de Mopsuestia

Padrenuestro queda así orientada hacia ese moralismo que podríamos

denominar escatológico. A ejemplo de los apóstoles en el día de la Ascensión61,

la Iglesia tiene la mirada fijada en Cristo glorioso. La luz del Resucitado

esclarece la historia de la salvación62; el dramatismo de la cruz63, la existencia

de los cristianos64. El Padrenuestro aviva la espera en el corazón del cristiano.

La oración quiere apresurar el advenimiento del Reino. De esta manera, la

ética evangélica tiene como soporte una gran esperanza. Esta espera

escatológica trasforma y dinamiza el obrar cotidiano del cristiano. Le otorga

certeza, alegría, entusiasmo, que se inscriben en el corazón mismo del misterio

y de la celebración sacramental.

Por último, hay que subrayar el valor de lo personal en las Catequesis de

Teodoro y la categoría de participación. Se reprocha a los antioquenos ser

moralizadores, sin apenas contenido teológico. El moralismo que se les echa

en cara, no es otra cosa que la vertiente personal del mundo sacramental-ritual.

“La vida cristiana, iniciada y alimentada por los sacramentos, debe ser

mantenida a lo largo de la existencia con una conducta digna. De esa forma se

convierte en typos auténtico de la verdadera vida”65. De lo contrario nos

acercamos a la zona de peligro mágico-sacramental, que acecha a los

alejandrinos y a una gran parte de la piedad católica.

61 ? Cf. Hom. cat. VII, 14.62 ? Hom. cat. VI, 14; VII, 1.4; XIV, 5.63 ? Hom. cat. V, 18-19.64 ? Hom. cat. XIV, 6-7.65 ? Cf. J. M. LERA, o. c., 112-115.

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