0810 museos universales

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Témoris GreckoCOLUMNA “FRONTERAS ABIERTAS”NATIONAL GEOGRAPHIC TRAVELER

Edición de octubre de 2008www.temoris.org

¡QUE SE QUEDEN CON LO NUESTRO!

Muchos quieren que los países ricos devuelvan los tesoros artísticos saqueados. Hay opciones mejores que ésa.

El Museo de Pérgamo es una de las puertas más fascinantes a la historia de las civilizaciones antiguas. Los altos techos de su sala principal fueron concebidos para albergar un Gran Altar del siglo II a.C., dedicado Zeus, con anchas escalinatas y un friso de 113 metros de largo. Ésa no es su única joya gigante: otra es el portal de Ishtar de la vieja Babilonia, al final de un pasillo de murallas azul marino en el que el me sentí como peregrino de tiempos apagados por los milenios. Además de la entrada del mercado de Mileto y la fachada del Palacio Mshatta de Jordania.

Sólo que el Museo de Pérgamo no se encuentra cerca de las ruinas con ese nombre en lo que hoy es Turquía, sino en Berlín. Se llama “de Pérgamo” porque fue construido por órdenes del emperador alemán para alojar los tesoros que sus arqueólogos estaban desenterrando en Asia Menor. Pudieron enviarlos a casa gracias al poder de la Alemania del káiser y al desinterés y la corrupción de las autoridades locales.

Todo fue peor cuando ocuparon Europa del Este: de Moscú a Varsovia y a Atenas, los nazis vaciaron los museos de objetos valiosos. Pagaron el abuso cuando las tropas aliadas, en particular rusos y estadounidenses, hicieron lo mismo en su victoria. Sólo repetían lo que era una costumbre añeja: con su flema y su nata, el Imperio Británico fue un insaciable saqueador de arte y antigüedades, como también ocurrió con la Francia de Napoleón y la España de los Habsburgo y los Borbones. Tras su elegancia y altivez, los grandes museos de Europa -el Británico, el Louvre, el Bode y otros- esconden indignas historias de abuso y robo. Lo mismo ocurre con el Metropolitan Museum of Art, de Nueva York, y muchos museos estadounidenses, entre los que aún no

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se ha extinguido una fiebre por hacerse de piezas que hasta este mismo momento siguen siendo extraídas ilegalmente del Mundo Maya.

En los países saqueados existe un movimiento que exige el retorno del legado cultural que les robaron: italianos, griegos, turcos, nigerianos, kenianos, indios, chinos, peruanos, mexicanos, guatemaltecos y otros mantienen reivindicaciones.

Como los egipcios: las salas faraónicas de los países ricos exhiben reliquias cuya devolución exige El Cairo. Pero al estar allí, a donde deberían ser devueltas... uno lo piensa otra vez. El Museo Egipcio, a unas cuadras del Río Nilo, guarda en el sótano más de cien mil piezas antiquísimas, de las que sólo unas cuantas han sido adecuadamente clasificadas. “Deberíamos hacer una excavación aquí, a ver qué encontramos”, me dijo un guía, como si fuera una broma. Pero no lo es. No imagino cuál será su estado de conservación. Porque el de las obras expuestas al público es malo: muchas tienen rayones y mensajes de “Juan estuvo aquí”. Vi niños que jugaban sobre las estatuas y guardias que los dejaban hacer. Sólo una sala tiene temperatura graduada: a las demás las regula el señor que abre las ventanas. Y es difícil apreciar lo que se ve: los anaqueles se desbordan de objetos, los sarcófagos se amontonan unos sobre otros.

En 2010 será abierto un nuevo Gran Museo Egipcio, cerca de las pirámides de Giza. Un argumento poderoso contra repatriación de antigüedades es que los países pobres no las pueden, quieren o saben cuidar, así que los egipcios construyen un recinto a todo lujo. Pero el problema persistirá: el país está saturado de reliquias. Como dijo un arqueólogo local: “Si algo no nos falta son momias”. Trabaja en el oasis de Bahariya, a 300 kilómetros de El Cairo, donde encontraron unas 10,000 tumbas. Sacaron unas pocas momias y volvieron a enterrar las demás, con la vana esperanza de que los ladrones de tesoros no vengan después a saquear. Y los descubrimientos siguen.

¿Para qué quiere Egipto que le regresen cientos de miles de objetos con los que no se sabrá qué hacer? Salvo en los casos de piezas especialmente relevantes, ¿les hace verdadera falta a muchas de la naciones saqueadas amontonar esas obras entre sus tesoros? El magnífico Museo de Antropología de México, por ejemplo, con su calendario azteca y sus tumbas mayas, ¿está incompleto sin un penacho que está en Austria y que todo indica que fue atribuido a Moctezuma erróneamente? ¿Por qué es querrían los pueblos ser los únicos admiradores de las maravillas de su pasado? ¿No preferirían

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compartirlas con el mundo? ¿No se trata, a final de cuentas, del patrimonio común de la humanidad?

Pienso que la UNESCO debería promover un acuerdo global que dé garantías y financiamiento a un intercambio, en el que se reconozca que a unos países el legítimo derecho a su herencia y a otros la legal posesión de los objetos. Así los egipcios, por ejemplo, podrían sentirse tranquilos de ser reconocidos como dueños de sus joyas, máscaras y sarcófagos, y al mismo tiempo montar fabulosas embajadas artísticas en Sydney, Tokio y Bogotá. México, por ejemplo, podría abrir museos mayas y aztecas en Beijing, Delhi, Estambul, Lima y Nairobi, para dar a conocer su cultura a millones de personas (y posibles visitantes), y ser a la vez la sede de otros tantos de arte chino, indio, otomano, inca y suajili.

El Británico, el Louvre, el de Pérgamo, el Metropolitan y otros museos conservarían sus colecciones gracias a una amnistía. Que vendría acompañada de un reconocimiento y una compensación: podría establecerse una comisión de verdad y reconciliación para establecer responsabilidades y permitir que esas nobles instituciones construyan subsedes de resarcimiento. Egipto sería uno de los países más beneficiados y los cairotas tendrían a sus disposición un montón de museos, ¡todos los que le han robado algo! ¡Más los de los muchos países que estarían encantados de intercambiar un museo con él! El Cairo tendría la oferta más diversa del mundo. Y en Chapultepec veríamos momias faraónicas mientras los egipcios aprenderían a adorar a los dioses del mezcal.

Además, los países que cedieran una fracción de su legado tendrían acceso a un porcentaje de la recaudación de esos museos. Un dinero que hoy les hace falta para la exploración, restauración y conservación de su patrimonio cultural. Y, también, para detener el saqueo: mientras unos se toman fotos y salen en los periódicos exigiendo la repatriación de las momias egipcias y las máscaras mayas, otros están expatriando clandestinamente antigüedades del Nilo y del Yucatán.