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DIRECTORIO Agosto 2018

Año 6, número 70

Director José Luis Barrera Mora

Editor

Luciano Pérez

Coordinador Gráfico Juvenal García Flores

Asistente de editor

Norma Leticia Vázquez González

Web Master Gabriel Rojas Ruiz

Consejo Editorial Agustín Cadena

Alejandro Pérez Cruz Alejandra Silva

Fabián Guerrero Fernando Medina Hernández

Ave Lamia es un esfuerzo editorial de:

Director

Juvenal Delgado Ramírez

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ÍNDICE

EDITORIAL 3

IMAGEN DEL MES “LA BELLA DURMIENTE O LA VOLUPTUOSIDAD DEL SER”

Javier Gaona 5

A DOSCIENTOS AÑOS DE FRANKENSTEIN Luciano Pérez 6

INUNDÁNDOSE EN LA

MADRUGADA

Adán Echeverría 11

EL DEMONIO DE LA BOTELLA

Leyenda de Tesistán, Jalisco

Tinta Rápida 15

LA GUERRA DE TREINTA AÑOS

(1618 ─ 1648)

Loki Petersen 19

CINCO POEMAS

(de Dolor fantasma)

Enrique Soria 24

EL COYOTE Y LAS GALLINAS

DE DON MANUEL

Alma Preciado 31

CON LA ESPERANZA AL

ALCANCE DE LA MANO

Tinta Rápida 33

DRAGÓN LADY

Luciano Pérez 36

SOBRE LOS AUTORES 34

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Agosto y con distancia de

por medio, seguimos ha-

ciendo esta revista. Nuestro

Web Master en Veracruz,

nuestro Coordinador Gráfi-

co en Michoacán, nuestra

Asistente de Editor en Chi-

huahua, nuestro director en

Jalisco y nuestro Editor,

inamovible y estoico en la

Ciudad de México, en don-

de coincidimos en algún

momento y en donde se

fraguó la idea que ya llega

a setenta números. No po-

demos quejarnos: la dis-

tancia no es nada contra la

férrea necesidad de crear y

promover la cultura. Ese es

nuestro sino y esa nuestra

identidad. Misma que que-

remos compartir con nues-

tros lectores que nos si-

guen de incluso muchas

más distintas latitudes.

Pero no dejemos de

lado que de nada serviría la

voluntad si no existiera la

tecnología que nos permite

seguir con esta tarea. Y an-

te estas circunstancias no cejaremos en este empeño.

Por lo pronto, los dejamos con este número que está lleno

de memorias y emociones, con que siempre se ha escrito desde

el confín de las letras. Ya con el verano en sus últimos suspiros

anuales y el otoño esperando a hacer su entrada triunfal. Por

supuesto nosotros que entendemos que se viene lo mejor del

año, sabemos que vamos a terminar con todo el entusiasmo.

Agosto que por origen pertenece a César Augusto, y que

por tradición la pasamos a gusto. Agosto que con el ca-

lentamiento global no se parece a otros agostos, esos que vivi-

mos de niños y de jóvenes. Por donde pasaron amores y des-

amores. En el que no faltaron francachelas o tardes familiares.

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Es en agosto cuando una linda madre nacía y muchos otros virgos también lo habrán hecho.

Aquí se completa del bimestre de sesenta y dos días y continuamos con los de treinta y los de

treinta y uno salteados.

Ya vamos en el mes ocho de doce. De nuevo dejamos atrás la tercera parte del año y otro

pedazo de nuestras vidas, pero seguimos hasta que el destino alcance a la Lamia.

José Luis Barrera

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La bella durmiente o la voluptuosidad del ser

Técnica mixta, 2018

Javier Gaona

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e cumplen doscientos

años de que se pu-

blicó en 1818, en Lon-

dres, un libro destinado a

permanecer para siempre

en el imaginario literario y

popular: “Frankenstein or

the Modern Prometeus”,

escrito por una notable mu-

jer, Mary Godwin Wolls-

tonecraft Shelley, nacida en

1797 y muerta en 1851.

Esa novela es considerada

una de las máximas obras

de la literatura gótica, y

también es apreciada como

el primer libro ya formal de

ciencia ficción que se escri-

bió. Su autora, hija de una

de las precursoras del mo-

vimiento feminista (Mary

Wollstonecraft, que escribió

“Vindicación de los dere-

chos de la mujer”), y espo-

sa de uno de los puntales

del romanticismo inglés

(Percy Bysshe Shelley),

logró ensamblar el horror y

lo científico, una mezcla

que sonaba imposible, pero

que desde “Frankenstein”

ya no fue algo inusual.

La creación de

monstruos no es nueva,

pues aparece en la Biblia.

Dios le demuestra a Job

cuán capaz ha sido Él de

crear al terrible Behemot, y

tan se ufana de ello que di-

ce Yavé, acerca de ese

monstruo: Behemot “es la

obra maestra de Dios, crea-

do para ser el terror de sus

semejantes” (Job 40: 19).

S

A doscientos

años de

Frankenstein Luciano Pérez

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Por lo tanto, para Yavé su

obra máxima no es el ser

humano, sino un mons-

truoso hipopótamo. Se nota

que siente mayor orgullo

por haber creado a éste

que a la humanidad. Sin

embargo, bien sabemos

que el hombre creación de

Dios fue también un mons-

truo; y quién de los dos, A-

dán o Behemot, es el mejor

de los monstruos posibles,

eso habrán de discutirlo los

teólogos (nosotros nos de-

claramos a favor del hipo-

pótamo).

Y volviendo a la au-

tora, cuenta ella en la intro-

ducción a su libro cómo fue

que le vino la idea de reali-

zarlo. Hubo una reunión,

quizá la más famosa reu-

nión literaria de todos los

tiempos, en un lugar de

Suiza, en el verano de

1816, en Villa Deodati, jun-

to al lago Ginebra. Estaban

ahí Lord Byron, el anifitrión,

los esposos Shelley, y un

amigo del primero, el doctor

John Polidori. Tenían a la

mano libros alemanes de

fantasmas traducidos al

francés, y les gustaron tan-

to que a Lord Byron le vino

la idea de que cada uno de

los cuatro presentes escri-

biera un relato fantasmagó-

rico. Ninguno de ellos logró

escribir algo realmente bue-

no, y olvidaron el asunto;

excepto Mary Shelley,

quien se quedó pensando

en una buena historia, pero

no sabía cómo ni de dónde

podría llegar.

Y he aquí que de re-

pente Shelley, el poeta, y

Byron estaban platicando

de ciertos experimentos de

un tal doctor Erasmus Dar-

win (el abuelo de Charles

Darwin), el cual estaba in-

tentando reanimar un cadá-

ver para volverlo a la vida.

Eso impresionó mucho a

Mary, quien se fue a dor-

mir, pero no pudo hacerlo,

porque su imaginación se

había desbordado: cerró

los ojos y vio a un pálido

estudiante de artes profa-

nas, seguramente alemán,

arrodillado sobre una cosa

que él mismo había ensam-

blado, y esta cosa era algo

así como un hombre, que

conectado a una poderosa

máquina estaba mostrando

signos de vida. El creador

se mostraba asustado ante

su propia creación, lleno de

horror ante su imitación de

Dios como creador de vida.

“Su éxito aterrorizaba al ar-

tista”, remarca Mary She-

lley, lo cual llega al fondo

de lo que significa un ver-

dadero proceso creativo, de

cualquier índole que éste

sea: ante lo que uno crea,

sobre todo si es raro y pro-

digioso, no hay precisa-

mente satisfacción por par-

te de uno, sino terror. Crear

es horroroso, pero de algún

modo tiene que hacerse.

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Dios está a gusto creando,

mas el ser humano que lo

imita está lleno de dudas,

de angustias, como que

siente que algo no está

bien. Y así este sabio ale-

mán, que quisiera destruir

lo que ha creado, o mejor

que éste se destruyese so-

lo. Con la idea de que esto

último podrá de algún modo

hacerse, se va a dormir.

Pero junto a su cama está

el monstruo, que está vien-

do a su creador con ojos

amarillos, acuosos, escudri-

ñadores...

Mary Shelley tuvo

miedo de su propia visión,

pero se dio cuenta que ahí

estaba ya todo el núcleo de

su cuento de fantasmas.

“¡Lo he descubierto! ¡Lo

que me horrorizó, horroriza-

rá a otros!”, se dijo, y al día

siguiente le comunicó a su

esposo y amigos que ya te-

nía una buena y original i-

dea para una historia fan-

tasmal. Se puso a escribir

unas pocas páginas, y eso

fue todo, pero su marido el

poeta la animó a que desa-

rrollase más todo el asunto.

Ahora escuchemos

lo que Isaac Asimov dijo a

este respecto: “La primera

novela a la que se podría

definir como de verdadera

ciencia ficción fue Fran-

kenstein, de Mary Shelley,

publicada en 1818 en Gran

Bretaña, la cuna de la Re-

volución Industrial. Trataba

sobre la creación de vida

no a través de la magia o

de lo sobrenatural, sino por

la aplicación racional de

técnicas científicas (que la

señora Shelley dejó pru-

dentemente sin describir).

Y trataba sobre las perni-

ciosas consecuencias que

eso tenía. Como todos sa-

bemos, el monstruo que fue

creado destruyó a Fran-

kenstein, su creador” (Asi-

mov on Science Fiction,

prólogo 17).

Estamos acostum-

brados a ver al monstruo

creado por Frankenstein

desde la perspectiva de las

películas, donde nos lo pre-

sentan como un ser torpe,

tonto y que gruñe. Sin em-

bargo, en el libro él llega a

tener inteligencia, y ade-

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más sentimientos. Incluso

logra hablar muy bien, y a-

prende a leer. Todo comen-

zó porque Víctor Frankens-

tein se sintió interesado

desde muy joven por cono-

cer los secretos físicos del

mundo. Así que se puso a

estudiar a los filósofos de la

naturaleza, a Cornelio Agri-

pa, a Alberto Magno, y a

Paracelso. Todos ellos

estaban interesados en

crear un ser, y de ahí que

la época de ellos esté tan

llena de los homúnculos, y

por supuesto del Golem.

Entonces ocurre que sus

padres mandan a Víctor a

estudiar a Alemania, a la

universidad de Ingolstadt.

Ahí reafirma lo que

ya había leído, pero ade-

más entra en contacto con

una ciencia que le será

muy importante para lograr

llegar al fondo de los miste-

rios de la naturaleza: la quí-

mica. Es ésta quien le dará

la herramienta para por fin

experimentar en lo que en

su mente ya está forjando-

se: la creación de un ser

humano. Para ello necesi-

taba examinar qué es la vi-

da y qué es la muerte, en

un sentido fisiológico. Estu-

dia cadáveres, para enten-

der en qué consiste la co-

rrupción y la pudrición del

cuerpo. Anda escudriñando

en morgues, en cemente-

rios, y de ahí empieza a

extraer pedazos humanos,

pues es con éstos con los

que ensamblará al ser que

todavía no sabe cómo será.

Y da conclusión a su obra

durante una melancólica

noche de noviembre, en u-

na noche de brujas o de

muertos quizá...

El monstruo tiene

piel amarilla, el cabello y

los labios negros, los ojos

acuosos, y es de estatura

gigantesca. Es feo, pero

sus huesos y sus músculos

están portentosamente uni-

dos. ¡Todo un titán, como

Prometeo! Pero su creador,

Frankenstein, otro Prome-

teo por sus artificios creati-

vos, se llena de pavor al

verlo, y huye, para refu-

giarse con unos amigos.

Pasa el tiempo, y parece

haber superado ya la ma-

cabra experiencia, cuando

he aquí que en el transcur-

so de un paseo por las

montañas, entre la nieve se

encuentra con su creación.

Y éste le habla a su crea-

dor, le pide que le tenga

compasión, que no lo re-

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chace; pero Frankenstein

se comporta intolerante,

porque además lo culpa de

unos asesinatos que han

ocurrido. Sin embargo, a-

cepta escuchar la historia

que de sí mismo el mons-

truo desea contarle.

Relata él su incer-

tidumbre al despertar en el

laboratorio donde fue crea-

do. Sale de ahí y se refugia

en un bosque. Bebe agua

de un río, y come de los

frutos que encuentra. Llega

a las afueras de una caba-

ña, donde vive una familia,

cuyo miembro mayor es un

viejo ciego. Pero el mons-

truo sabe que no debe ser

visto, aunque de algún mo-

do ayuda a la familia lleván-

doles leña. Observando y

oyendo a esta familia es

como aprende a hablar, y a

leer también. Un día hace

un gran descubrimiento: ¡li-

bros! Se pone a leerlos, así

que se empapa del “Wer-

ther” de Goethe, de las “Vi-

das paralelas” de Plutarco,

y sobre todo del “Paraíso

perdido” de Milton. Con

este último libro se siente

identificado, pues ve la

creación de Adán como se-

mejante a la suya. Sin em-

bargo, se percata de que

hay una notable diferencia:

Dios como creador trata

con afecto a su creación A-

dán, mientras que Fran-

kenstein no se comporta

igual con el monstruo que

ha hecho.

Y así transcurren e-

sos agradables días en los

alrededores de la cabaña,

hasta que un día el ser se

decide a pedir compasión

de la gente que vive ahí,

para que lo consideren co-

mo uno más de la familia.

Es obvio que al presentarse

él se llenan de horror, y uno

de ellos golpea con un palo

al monstruo, al cual no le

queda más remedio que

huir, pues no quiere dañar-

los, por más que podría ha-

cerlo. Se va a Suiza, para

buscar a su creador, hasta

que se lo encuentra. Le pi-

de a éste que le otorgue u-

na pareja, y promete irse

muy lejos, al Amazonas

quizá, para no molestar a

nadie. Con mucha renuen-

cia, Frankenstein acepta

construirle una pareja, y en-

tonces el creador se dirige

a Inglaterra, para recabar

datos científicos que nece-

sita para la creación de una

mujer monstruo. Sin embar-

go, le da largas al asunto, y

al final decide no cumplir

con la promesa, porque si

esos monstruos llegan a te-

ner hijos, serán el terror del

mundo entero.

El monstruo, por su-

puesto, se enfurece, y se

dispone a perseguir a su

creador por todo el mundo,

y no para hasta matarlo. Y

concluye esta novela con la

desaparición del monstruo,

y no sabemos más de él.

Frankenstein se arrepintió

de haber hecho un mons-

truo, y es más, llega a abo-

rrecer a la ciencia misma:

“cuán peligroso es adquirir

conocimiento”. Sin duda

que lo es, pero parece ine-

vitable que, al convertirnos

en dioses por comer del

fruto del conocimiento, a-

traigamos, como le pasó a

Prometeo, la furia de la di-

vinidad.

El libro de Frankens-

tein tuvo una enorme tras-

cendencia en la cultura po-

pular así en el cine como

en el comic. Se llegó a con-

fundir a creador y a

monstruo, de modo que

mucha gente, que ha visto

las películas pero no ha leí-

do el libro, cree que el

monstruo se llama Fran-

kenstein. Irónico destino

este. En el suplemento de

terror de Ave Lamia de este

año, será tratado con am-

plitud el tema de Frankens-

tein en el cine, que por falta

de espacio no puede hacer-

se aquí.

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compañé a mi no-

via a rentar la casa

de la calle 84 que

se volvió la dirección que

poníamos luego en los cua-

dernillos de poesía que pu-

blicamos. Estos cuaderni-

llos fueron los primeros del

taller. Los alumnos querían

que yo igual publicara con

ellos, pero les dije que no.

Yo ya había sido publicado

por la editorial Dante y por

la Universidad Autónoma

de Yucatán. No iba a publi-

car ahora en un cuadernillo.

Igual les sugerí que cada u-

no de ellos hiciera un texto

de presentación para el tex-

to de otro compañero. A mí

me tocó escribir el texto pa-

ra los cuadernillos de Patri-

cia e Ivi.

La casa de la calle 84

se volvió el sitio para los

encuentros literarios, las

charlas poéticas, el tallereo,

la edición, la fiesta, y claro,

para que mi novia y yo nos

revolcáramos piel contra

piel todo el tiempo que así

lo deseáramos. Desde que

la acompañé a rentar la ca-

sa, ella insistió en que la

llevara a un cerrajero para

que me sacara una copia

de la llave. Así, yo podía ir

y venir cuando quisiera,

aún cuando ella estuviera

en Santa Cruz Pinto, donde

trabajaba como instructora

Conafe.

Cómo le enojaba que

yo dispusiera de la casa

para las fiestas de cada fin

de semana. Luego del taller

yo decidía ir a la casa, no

solo con ella, sino con va-

rios de los integrantes, a

beber de lo lindo. Sobre to-

A

Inundándose

en la

madrugada Adán Echeverría

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do si nos tocaba salirnos de

algún evento cultural.

La noche de Carolina,

creo que se trató de alguna

de las constantes premia-

ciones que le daban a mi

novia por su trabajo poéti-

co. Había ganado ya varios

concursos, y claro, los com-

pas del taller literario, yo

con ellos, teníamos que

brindar de alegría. Carolina

decidió irse con nosotros.

Podía ser –en edad– madre

de mi novia, bueno, yo le

llevaba 10 años a mi chica,

y Carolina tenía edad para

ser incluso mi madre. Ivi,

Carolina, Yo, éramos los

que más bebíamos. Paty

siempre se cuidó con el

alcohol, lo de ella eran las

drogas duras, o –si no ha-

bía más– pues algo de hier-

ba, y el Ivi siempre andaba

preparado porque Nelson

era más aficionado a la mo-

ta que al alcohol. Bonito

grupo intelectual formába-

mos.

Así que entre brindis y

brindis, todos nos pusimos

alrededor de Carolina quien

nos contaba sus derroteros

como dictaminadora para el

Fondo Editorial Tie…: He

rechazado a un chingo de

huevones y huevonas que

creen que escribir prosa es

hacer cuento. ¡Cuánto pen-

dejo manda trabajos a la e-

ditorial! Yo solo me río, ga-

no el dinero que me pagan

por la chamba, y me pongo

hasta la madre, como debe

de ser. ¡Salud! decíamos a

coro.

Cansado de todas las

historias que se contaban

sobre el monstruo irreal de

la narrativa yucateca que

era Carolina, decidí no de-

jar de preguntar por las le-

yendas que se contaban de

ella. Mario González, cuan-

do fue mi tutor suplente de

novela, en el Fonca, porque

Rafael se había puesto

muy mal del cáncer y no a-

cudió a la última reunión

que tuvimos en Veracruz,

nos contó, a Luis Valdez y

a mí, que Carolina todas

las mañanas tomaba el de-

sayuno en el Fondo de Cul-

tura… con Alí Ch....

"Es la niña consentida

de Alí", contaba el bocón

de Mario, y añadió: "Pero

esta pinche vieja esta bien

loca. Un día llegó para exi-

girle plata al viejo. El viejo

se negó frente a mí. 'Ya te

dí', le decía, pero la Caro-

lina se puso fúrica; le tiró la

cerveza encima al pobre

viejo. Lo hubieran visto. El

gran maestro de poesía ba-

ñado en cerveza por la loca

yucateca. Alí solo se son-

reía divertido. 'Así es ella,

la conozco hace tanto. Ya

vendrá a disculparse. Pero

no puedo darle dinero ahor-

ita; así como anda sería

mejor ponerle una pistola

en la cabeza y dispararle.

Sólo quiere conseguir más'.

Y el viejo se limpió el saco

y la camisa.

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Carolina volvió del

baño y pidió otra cerveza.

Cogió la mano derecha de

Alí, y así, tomados de la

mano, comieron juntos el

desayuno. Yo no decía

nada. Solo me la pasaba

viéndolos. Ya tuve yo mi

propio momento para ver

una de las escenas de

Carolina, la gran na-

rradora. No se qué broncas

tenía con su tipo, el caso es

que me habló temprano.

Cuando llegué a verla, es-

taban los dos bañados en

sangre. El pendejo tenía un

corte en la nuca y Carolina

cortados los dedos de la

mano derecha. Le había

puesto un botellazo al tipo,

pero ahí estaban los dos

esperándome". Esas fueron

algunas de las historias que

nos había contado Mario,

en aquella cantina de mala

muerte del centro del puer-

to de Veracruz. Yo ahora

tenía a Carolina de frente,

en vivo. La historia de Ca-

rolina que el tutor suplente

del Fonca me contara debió

ser suficiente para no ha-

cerle más caso a esta mu-

jer, o mejor dicho, para no

picarle en el lomo a esta

gárgola, y en cambio heme

acá chupando con ella.

Nos bebimos dos car-

tones de caguamas y un li-

tro de ron con agua mine-

ral. Fumamos bastante mo-

ta. Mi novia estaba hasta la

madre de cansada, harta

de todos nosotros, pero

siempre fue muy centrada

con respecto a la fiesta. Ja-

más saca a nadie de su ca-

sa, aunque ella no beba

hasta quedar hasta las

chanclas, siempre perma-

nece consciente. No fue mi

caso.

Yo ya me había puesto

hasta la madre. Las histo-

rias de Carolina daban

vueltas en mi cabeza. Ella

había vuelto a Mérida por-

que había huido, luego de

que ayudó a su novio a vio-

lar a una chica de universi-

dad. El tipo era un patan-

zote que ella mantenía con

el dinero que ganaba en la

literatura. Decía que era

músico. Pero sólo creía

servir para sacarles prove-

cho a las mujeres, y Caro-

lina se enteró de una de las

mujeres que se enredó con

él. Los vio juntos, bebiendo

en una cantina, y se les

sentó a la mesa. Los otros

no supieron qué hacer.

Carolina estaba dis-

puesta a hacerles un es-

cándalo brutal si aquella

chica decidía levantarse

para irse. “Quiero ver cómo

te coge mi marido”, nos

contó que le dijo a la cha-

maca. Y se fueron los tres

al departamento. Carolina

siempre ha podido con el

alcohol, las drogas duras,

las pastas, la coca, piedra,

el cristal, los ácidos y los

aceites, con todo lo que le

provoque y para lo que le

alcance. Se la llevaron al

departamento, y cuando la

chica ya parecía una muñe-

ca de trapo por el alcohol y

la droga, entre los dos la

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violaron. La dejaron ensan-

grentada y desmayada en

una calle cercana a su ca-

sa. 'Que la recoja el gobier-

no, o el departamento de

limpia, pinche vieja'. Por

supuesto que ellos resulta-

ron los principales sospe-

chosos; la chica no murió,

pero se había librado una

orden de aprensión.

Carolina reía con esa

su risa bruja, de dientes po-

dridos por la droga. Mi no-

via me vio ya incapaz de

estar en pie, y me acom-

pañó a la cama. Le pedí

que me la chupara un poco

para relajarme, y ella presta

se puso de rodillas, pero yo

estaba demasiado ebrio y

me quedé dormido. Seguía

oyendo las risas de la con-

versación. Patricia ya no

estaba; a esa hora solo

quedábamos Nelson, Ivi, mi

novia, Carolina, y yo tirado

en la cama. Se había aca-

bado todo lo que se bebía.

Carolina insistió en dar su

tanda, y salieron a comprar

clandestino. Los escuché

cuando volvieron. Venía

alebestrados, hechos un

escándalo. Carolina se ha-

bía robado un macetero del

jardín de una casa, e hizo

que Nelson cargara con u-

na Virgen de Guadalupe

hecha de yeso; también

habían pateado cuanta reja

pudieron tan sólo para mo-

lestar. Carolina se acercó a

la cama donde yo estaba

durmiendo:

“Vas a ver cabrón. Te

voy a coger por el culo para

que no seas pendejo. Tie-

nes a esta chamaca como

tonta soportando borra-

chos, y tú, todo dormidote

en la cama. Ningún marica

me invita a chupar y se

queda dormido. Al que se

duerme, hay que cogérselo,

esa es la regla”. Y se metió

entre mis piernas. Yo esta-

ba durmiendo boca abajo,

así que me tomó por las ca-

deras y me jaló hacia ella.

Se balanceaba golpeando-

me con la pelvis, las nalgas

y los huevos. “Ya déjame,

coño”, pero ella estuvo jode

que jode hasta que me le-

vanté.

“Venga, cabrón, venga

a tomarse unos tragos con

nosotros, que aún no ama-

nece, y a usted ya se le

quitó lo borracho”. Me acer-

có un vaso de plástico que

contenía un líquido negro

en su interior. Ron con co-

ca cola, pensé; está bien, lo

dulce me refrescará el ho-

cico. Mi novia decía a modo

de súplica, medio en serio

medio en broma: “No, no

sean así; no te lo tomes,

déjalo”.

“Tú no te metas. Él tie-

ne que ser un hombre cum-

plidor, ándale, a chupar,

¡salud!”, gritó Carolina, y

sin contestar me empiné el

vaso y de dos tragos me lo

bebí completo. ¡Puta ma-

dre!, casi me vomito de lo

fuerte que estuvo el trago.

“¡¿Qué mierda me diste,

pinche pendeja?!” Pero Ca-

rolina y los otros, incluida

mi novia, ya estaban ca-

gándose de la risa. “Te dije

que me tocaba invitarte.

Tenía que dar mi tanda, y

lo único que encontramos

abierto era una farmacia”.

15 www.avelamia.com

an Francisco Tesistán

es un pueblo situado

al sureste del estado

de Jalisco y perteneciente

al municipio de Zapopan,

en el estado de Jalisco, que

se encuentra a 1600 me-

tros sobre el nivel del mar y

cuenta con un total 62,397

habitantes, entre lugareños

y gente venida de otros lu-

gares a poblar los nuevos

fraccionamientos que se

han construido en su cir-

cunscripción. Sus tradicio-

nes más famosas son: “La

feria del elote” (en agosto)

y “El novenario”, celebra-

ción de nueve días. que le

dedican a su patrono, San

Francisco de Asís. Este

pueblo tiene orígenes pre-

hispánicos, dato corrobo-

rado por el INAH con base

en las artesanías encontra-

das en las ruinas arqueoló-

gicas en el año de 1985,

sin saber precisar el año de

su fundación. Su nombre

en náhuatl es “Techistlán” y

significa “lugar donde abun-

da el pájaro tehictli”, y

cuando llegan los españo-

les, ya formaba parte de del

reino de Tonallan o Tonalá.

En su templo se puede en-

contrar una pila bautismal

que data de finales del siglo

XVIII.

En uno de los frac-

cionamientos construidos

en Tesistán, a diez minutos

del pueblo, hace mes y me-

dio comencé a contar entre

sus estadísticas poblacio-

nales. Y a diario paso por el

pueblo, disfrutando la tran-

quilidad con que se desa-

rrolla la vida cotidiana en

este pequeño rincón tapa-

tío.

Y más pronto de lo

que imaginé me encontré

S

El demonio de la botella

(Leyenda de Tesistán, Jalisco)

Tinta Rápida

16 www.avelamia.com

con una leyenda que se

cuenta en este poblado, y

de la cual doy cuenta, tal

como me la contó un bo-

rrachín del pueblo cierto día

que me encontraba sabo-

reando un “tejuino con nie-

ve de limón”.

°°°

En este pueblo vivie-

ron doña Edemira Guerrero

y don Mariano Altamira, un

matrimonio como tantos: la

esposa sumisa y el esposo

mujeriego. Y el marido en-

tre más mujeres tenía, más

quería e incluso se volvía

obsesivo con las mujeres a-

jenas. Sin embargo no to-

das daban su brazo a tor-

cer y esto le causaba un

gran desasosiego.

Cierto día, después

de un parranda con una

mujer casada, se le presen-

tó el mismísimo Diablo y le

propuso un tentador trato:

le ofreció tener toda clase

de placeres carnales sin

medida a cambio del alma

de su fiel esposa. Don Ma-

riano titubeó por un mo-

mento, pero pudo más su

ego machista que el amor

que le tenía a su abnegada

mujer y terminó por aceptar

el trato y poder pretender a

cuanta mujer quisiera, y

vaya que había mujeres de

sobra para desear. Así el

demonio le dijo que en

cuanto cobrara el alma do-

ña Edelmira, le haría entre-

ga de los secretos arcanos

de la seducción y el placer.

El trato se cerraría justo a

la medianoche del día si-

guiente.

Ese día, poco antes

de la hora pactado para co-

brar su parte el Diablo, don

Mariano salió de casa argu-

mentando un dolor de ca-

beza (lo cual era común, ya

que lo mismo hacía para

ver a sus amantes). Doña

Edelmira le refirió esos

constantes dolores, insis-

tiendo que viera a un mé-

dico, a lo que su esposo le

dijo:

─ Es que tengo ca-

beza de perro, la medicina

no me hace.

Al poco tiempo que

salió don Mariano, el diablo

tocó a la puerta de la casa

17 www.avelamia.com

del matrimonio y cuando

doña Edelmira abrió, se

presentó y le dijo que venía

por su alma. Y aunque ella

aterrada quiso huir, el dia-

blo le dio alcance y la tomó

entre sus brazos y le ex-

plicó el trato hecho con su

marido, motivo por el cual

se daba tan terrorífica visi-

ta.

Entre rabia y temor

la mujer comenzó a idear

en su cabeza una forma de

liberarse del destino a que

la orilló su mujeriego mari-

do, y de pronto le dijo al

Diablo:

─ Le doy lo que

quiera a cambio de algo.

A lo cual Lucifer se

negó, dado que considera-

ba que el alma de ella le

pertenecía y no tenía por

qué dar concesiones. Pero

la inteligente mujer puso en

duda su integridad y obligó

al Diablo a escuchar su

propuesta.

─ ¿Qué quieres que

haga? ─ le preguntó él.

─ Haré todo lo que

quieras si me muestras un

poco de tu poder ─ res-

pondió ella.

─ ¿Y de qué manera

quieres que te muestre mi

poder?

─ Quiero que te me-

tas en esta botella y des-

pués te salgas de ella. Pero

te advierto que no lo logra-

rás.

─ ¿Dices que si me

meto en la botella jamás

saldré de ahí?

─ Así es ─, contestó

segura de si misma doña

Edemira.

El demonio volteó a

ver la botella que se encon-

traba sobre la mesa de la

sala, dudó un momento,

pero después soltó una ri-

sotada y le dijo a la mujer:

─ Como te veo tan

segura de lo que dices y yo

estoy tan seguro de mis po-

deres, te prometo que si fa-

llo en el intento, no sólo se-

rás libre, sino que te pro-

meto que podrás vivir con

tu marido y haré que coma

de tu mano.

Dicho lo cual, el Dia-

blo alzó los brazos y se

introdujo en la botella.

Doña Edelmira en-

tonces se apresuró a tomar

la botella y a taparla con un

corcho. Y el Diablo por más

intentos que hizo, no pudo

18 www.avelamia.com

salir de esa improvisada

prisión de vidrio. Después

de varios vanos intentos le

preguntó a la mujer qué ar-

tes había utilizado para

atraparlo de esa manera.

─ Esta botella la uti-

lizo para guardar agua ben-

dita, y el corcho por su-

puesto también está ben-

dito ─, respondió ella.

El Diablo, al enten-

der que la mujer había sido

más inteligente que él, le

dijo:

─ Tenias razón, no

pude salir de esta botella.

Ahora déjame ir y cumpliré

con mi promesa de liberarte

del trato.

Doña Edelmira, con

un poco de desconfianza a-

brió la botella de agua ben-

dita y liberar a Lucifer. Al

verse libre, el Diablo aban-

dona la casa y la mujer aún

asustada lo ve partir.

A los pocos minutos

se escuchan los gritos de

una mujer que corre ate-

rrorizada por las calles de

Tesistán. Corre y grita pi-

diendo perdón por sus pe-

cados.

La gente del pueblo

al asomarse por las venta-

nas avizoran a la desdicha-

da mujer que corre

desnuda por el pueblo y de-

trás de ella un hombre tam-

bién desnudo que se tapa

la cabeza.

De pronto en hombre

cae y la gente se acerca

para ver lo que sucede y al

acercarse ven con horror a

un hombre con cabeza de

perro, y al preguntarle a la

mujer que corría desnuda

por las calles, indicò que es

don Mariano Altamira, de

quien era amante y que de

pronto, en esa noche de

encuentro carnal, su rostro

comenzó a transformarse y

se convirtió en lo que ellos

estaban viendo.

No pasó mucho

tiempo antes de que don

Mariano terminara en con-

vertirse en perro, y desde

entonces doña Edelmira

Guerrero le da de comer a

ese perro. El cual le lame

las manos para comer el

alimento que hay en ellas.

¿Cuál de tantos pe-

rros que hay en Tesistán

será el desdichado marido?

Por si acaso yo saludo a to-

dos con el nombre de “don

Mariano”.

19 www.avelamia.com

tantos años del fin

de la Segunda

Guerra Mundial,

todavía nos asombra y nos

asusta la destrucción casi

total que sufrió Alemania en

la fase final de ese conflic-

to. Algún historiador, no re-

cuerdo quién, dijo que en

1945 los alemanes habían

vuelto a vivir lo que se ex-

perimentó en la propia Ale-

mania durante la Guerra de

Treinta Años: muerte, des-

trucción, hambre, pillaje,

violaciones, asesinatos, ex-

pulsión de poblaciones, in-

cendios... Otra vez, y prác-

ticamente casi en los mis-

mos sitios. Los alemanes

salieron de esa larga gue-

rra de tres décadas, que se

extendió de 1618 a 1648,

con la idea de nunca volver

a vivir algo así. Pero volvie-

ron a caer... Estamos recor-

dando entonces cuatrocien-

tos años del inicio de esa

lucha total, ocurrida en ple-

na época barroca, y vamos

a revisar cuán destructiva

fue.

A principios del siglo

XVII había en el centro de

Europa un imperio (Reich)

llamado Santo Imperio de

la Nación Alemana, exis-

tente desde el año 962 en

que lo fundó Otón el

Grande. Pretendía evocar

las viejas glorias del Im-

perio Romano y del de Car-

lomagno. Sin embargo,

aunque decía representar a

los alemanes, no fue sino

hasta 1871 que se llegó a

una Alemania unificada.

A

La Guerra de Treinta

Años (1618-1648) Loki Petersen

20 www.avelamia.com

Antes de esto no hubo más

que un confuso conglo-

merado de reinos, principa-

dos, obispados, ciudades

libres, ciudades imperiales,

ducados; que en teoría le

debían obediencia al Em-

perador (Kaiser), pero en la

práctica procuraban evadir-

lo, y a veces estaban en su

contra. Esto se hizo más e-

vidente a partir de que los

países alemanes fueron a-

fectados por las diferencias

religiosas producto de la

Reforma de Martín Lutero,

pues unos eran católicos,

otros luteranos y otros cal-

vinistas.

En este periodo ba-

rroco de la historia europea

que estamos recordando, el

emperador era Rodolfo II

de Habsburgo, un experto,

más que en política, en al-

quimia y todo tipo de cien-

cias ocultas; él hizo de la

ciudad de Praga su capital

mágica. Y esta preferencia

se vio reflejada en que los

checos, entonces conoci-

dos como bohemios, apro-

vecharon la situación para

lograr mayores privilegios

que les permitieron sentir

menos la presión del domi-

nio austriaco. Pero en Vie-

na no se aceptaría esa si-

tuación, y Rodolfo fue desti-

tuido, y en su lugar estuvo

Matías, desde 1612. La re-

acción checa no se hizo es-

perar, y entonces Matías

les envió a sus represen-

tantes para que convencie-

ran a los rebeldes de ser

obedientes; sin embargo,

los checos los echaron por

la ventana del palacio

Hradschin de Praga (los

defenestraron), y a partir de

esta ”defenestración de

Praga”, el 23 de mayo de

1618, se inicia la Guerra de

Treinta Años.

Los checos se dieron

cuenta de que sólo otro ale-

mán podía protegerlos con-

tra los católicos Habsburgo,

y le ofrecieron el reino de

Bohemia al protestante

príncipe elector del Palati-

nado, Federico V, quien es-

taba casado con Isabel, hija

del rey de Inglaterra, Jaco-

bo I. El Palatinado es una

región en el centro de Re-

nania, y su capital era Hei-

delberg. Federico aceptó,

desafiando a su pariente el

nuevo emperador Fernando

II (Matías había muerto),

porque el reino bohemio le

correspondía al Kaiser. Los

príncipes palatinos llegaron

a Praga a fines de 1619

para ser coronados, y se

les llamó “los reyes de in-

vierno”. Había gran entu-

siasmo entre los checos,

pero Fernando II se lanzó

al ataque, y a mediados de

1620 se dio la primera gran

batalla de la guerra, en la

Montaña Blanca (Weiss-

berg), en las afueras de

Praga. Los checos fueron

21 www.avelamia.com

totalmente derrotados, y

Federico V y su esposa hu-

yeron; pero ya no podían

regresar a Heidelberg, pues

los Habsburgo de España

decidieron apoyar a los de

Austria y ocuparon el Pa-

latinado. Los malhadados

“reyes de invierno” se refu-

giaron en Holanda.

No hay espacio para

resumir todos los varios

vaivenes de un conflicto tan

largo y confuso. En líneas

generales, diremos que to-

da Alemania se convirtió en

un campo de batalla, y paí-

ses extranjeros intervinie-

ron y no les importó destruir

lo que fuera. De un lado es-

taban los católicos, con los

Habsburgos de Austria y de

España; del otro las pro-

testantes Holanda, Dina-

marca y Suecia, junto con

diversos principados ale-

manes. El rey inglés no in-

tervino a favor de su hija,

en contra del sentir del Par-

lamento. Pero el rey fran-

cés, Luis XIII, asesorado

por su ministro el cardenal

Richelieu, aunque católico,

era enemigo de los Habs-

burgo y decidió apoyar a

los protestantes.

En los siguientes

años, los veintes, el empe-

rador se apoyó en dos líde-

res militares muy eficientes,

el flamenco Tilly, y el checo

Wallenstein, que lograron

que se mantuviera el con-

trol de la situación. Todo

cambió a partir de 1630,

cuando Suecia entró direc-

tamente en la guerra. El

propio rey de los suecos,

Gustavo Adolfo, dirigió a

sus ejércitos, que le propi-

naron severas derrotas a

los Habsburgo. Ello coinci-

dió con la destitución de

Wallenstein, al que se le te-

nía mucha envidia en la

corte austriaca. Gustavo A-

dolfo aprovechó para ganar

terreno, avanzando casi sin

problemas ante la desespe-

ración de Tilly, quien llegó a

destruir la protestante ciu-

dad de Magdeburgo, en

castigo por apoyar ésta al

sueco, matando a mucha

gente. Los suecos también

se condujeron con cruel-

dad, y llegaron hasta Bavie-

ra, donde se dieron gusto

saqueando Munich. Tilly

murió en una de las mu-

chas batallas que se dieron

contra los suecos. Pero lue-

go el propio Gustavo Adolfo

pereció (fue sucedido por

su hija la famosa Cristina,

pero al ser ésta menor de

edad, el mando fue para el

canciller Oxenstierna) en su

sangriento encuentro con-

tra Wallenstein, quien había

sido vuelto a llamar, en

noviembre de 1632, en Lüt-

zen, cerca de Leipzig. Am-

22 www.avelamia.com

bos bandos anunciaron ha-

ber ganado, mas lo cierto

es que se trató de un em-

pate. Wallenstein mismo,

que se había vuelto muy

insolente tras su regreso,

murió en 1634, al parecer

asesinado por orden del

propio emperador.

Y siguió más sangre

y más dolor, sobre todo en-

tre la población civil alema-

na, que era obligada a ser-

vir a los extranjeros, y su vi-

da y propiedades quedaban

a merced de éstos. Cléri-

gos católicos y protestantes

de la propia Alemania se

dieron cuenta de que ya e-

ra demasiado, de que era

tiempo de detener tanta de-

vastación, y presionaron al

emperador y a los príncipes

enemigos de éste para que

iniciasen pláticas de paz.

Los suecos, los españoles

y los holandeses estaban

también cansados, y sólo

los franceses querían conti-

nuar con la guerra. Fueron

largas conversaciones, a lo

largo de los años cuaren-

tas, hasta que el 24 de oc-

tubre de 1648 fue firmada

la paz de Westfalia, conclu-

yendo así una de las gue-

rras más brutales.

Culturalmente, tuvo

logros importantes. La lite-

ratura alemana dio algunos

de sus primeros grandes

frutos narrativos, con dos

personajes que serían muy

populares: la Madre Coraje

(que siglos después Bertolt

Brecht retomaría para su

teatro) y Simplicius Sim-

plicissimus, que le dan

nombre a novelas picares-

cas (la segunda publicada

en 1669, y la primera men-

cionada en 1670) de Hans

Jakob Christoph von Grim-

melshausen, quien vivió di-

rectamente la guerra y con

el que se inicia propiamen-

te la novelística alemana,

que hasta Thomas Mann y

Günter Grass siempre evo-

carían el legado de ese au-

tor barroco. Simplicius es

un soldado, y se ve involu-

crado en mil aventuras, que

reflejan la penosa situación

alemana de aquel tiempo.

Por otro lado, Friedrich

Schiller escribió, inspirado

en esa Guerra de Treinta

Años, su celebrada trilogía

teatral “Wallenstein”, tres

dramas impresionantes pu-

blicados y a la vez estrena-

dos en escena entre 1798 y

1799, donde vemos al

famoso general imperial de-

batido entre la ambición, la

enfermedad y una ambigua

conducta hacia su jefe el

emperador austriaco. El

propio Schiller redactó ade-

más una “Historia de la

Guerra de Treinta Años”,

publicada de 1791 a 1793.

Y en 1971 apareció uno de

los más celebrados traba-

jos del hijo de Thomas

Mann, Golo Mann, una mo-

numental biografía de Wa-

llenstein, de más de mil pá-

ginas y digna de leerse.

23 www.avelamia.com

Concluyamos recor-

dando un hecho, también

cultural, ocurrido silenciosa-

mente en esa célebre gue-

rra. El filósofo René Des-

cartes, quien aunque fran-

cés, se enroló en el ejército

del príncipe elector de Ba-

viera y participó en comba-

tes. Una fría noche de

1619, mientras se calenta-

ba en una estufa (“en una

estufa alemana”, recalcó U-

namuno), le vinieron a la

mente los principios medu-

lares de lo que llegó a ser

su “Discurso del método”,

con el cual le dio un golpe

demoledor a la escolástica

medieval, e inicia la filo-

sofía moderna, libre ésta de

lo religioso, con todas las

consecuencias a futuro que

esto tendría.

24 www.avelamia.com

Cinco poemas De Dolor fantasma

Enrique Soria

XIX

Después de las águilas y de la cumbre,

Del juicio y el castigo divino

A su insolencia,

Prometeo devolvió el fuego

Que había robado para sus hermanos.

Nadie sospechó

Que después de mil robos,

El fuego llegaría a nosotros una tarde,

Y lo extinguiríamos de repente.

Al fin

Los dioses

No lo necesitarían más.

Hoy

Desde este frío que me quedó

Después de aquella sobredosis de calor,

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Y atado del corazón y de la suerte

En la cumbre de tu ausencia,

Solo espero a las águilas,

Y ni siquiera ellas llegan.

X

Hablabas de amor

Como de morir un poco

Tan sola

como yo

Tan confundida

─tu nostalgia eterna

por lo que no vendrá─

Temías a las rupturas .

Pero no lo supe ver

Y tampoco vi

Que más que el héroe,

Y más

Mucho mas que el hombre fuerte

indoblegable

Que no era y te ofrecí,

esperabas alguien frágil

vulnerable como tú

Para hacerle compañía.

26 www.avelamia.com

Y yo lo era...

¡carajo!

Menos joven y más listo

No lo hubiera tratado de ocultar

XI

Puebla tan lejos

Y tus rasgos etéreos tan cerca,

Mona lisa de mezclilla

Llegando con retraso,

Te besé con la desesperación

De imaginar sin ti mis labios.

Ay mujer

¿qué debí decir?

Puebla tan lejos y la ciudad tan grande

¿estábamos realmente en casa?

Yo tan iluso, que dentro de mí

El nómada venció a tu amante

La ciudad al nómada

Y me perdí.

El miedo sujetaba mis respuestas

Ante tu reclamo

Y yo tan joven esos días,

Cuando te dejé ir sin oponerme,

27 www.avelamia.com

Empecé a envejecer

Lenta

definitiva

irrevocablemente.

Sin saber qué hacer con tantas calles,

Sin aprender a estar conmigo cerca.

XII

Hay días que desgarran

Y queman

Con su falta apariencia de día común.

Días en que el horóscopo del diario

Anuncia conjunciones favorables

Y nos pega por la espalda

Con un astro.

Días que entierran

Sus veinticuatro dedos en el cuello

Sin ahorcar..

Días como aquel

Que arrancó

Mi nombre de tu agenda.

─ese día te vi mientras te alejabas

sin sentir el daño que vendría;

Este dolor fantasma

28 www.avelamia.com

En el muñón que me quedó en el pecho

Por amputarte de mi historia.

Cuando lo sentí

Maldije cada segundo

Que no te vi cuando podía,

Cada palabra que no dije

Y cada tarde que vendría

No estando tú.

En días así

Los versos que me cuelgan de tu memoria

Intentan,

Sin lograrlo,

Bajar las cortinas del cielo

Para que llegue el día siguiente

XIII

Tu beso faltó en mi boca

Tus sentidos;

Y yo enfermo de tus labios lejos

Me condene al exilio,

y huyendo

Me alejé de lo que fuimos;

Del barrio,

29 www.avelamia.com

De la gente,

Me alejé de lo que sueño

Lo que pienso y lo que siento.

Pero no de la nostalgia y

Así,

Lejos,

La posguerra del amor

me inmunizó

Contra el presente

y el futuro.

─de hecho aún no les temo─

Pero la nostalgia en cambio,

─pretérita enfermedad

Del que lo pierde todo─,

Esa si que duele,

Y esa sí que aún

No deja de causarme miedo

Cada vez que regresa

Y la ciudad se ríe de mí

XIV

La luz que emanaba

De entre tus párpados

Y tu risa

30 www.avelamia.com

Se me quedaron tan adentro

tan profundo

Que la oscuridad

Comenzó a llenarlo todo

Cuando te mudaste de mi vida.

Hoy

Que estás lejana,

ya ningunos ojos iluminan,

ninguna risa es suficiente

y ninguna luz bastante.

a partir de ti

aprendí

a querer a ciegas……

31 www.avelamia.com

uy tempranito,

una mañana de

verano con el

sol apenas asomando entre

los cerros, y sus tenues ra-

yos que escasamente dan

luz al nuevo día, un solitario

coyote hace su diario reco-

rrido por el campo en busca

de comida. Es un bello e-

jemplar color canela con

motas blancas en el lomo

como en la espesa cola. Su

pelaje es abundante y bri-

lloso. En esta época del a-

ño la comida no escasea y

se mantiene bien alimenta-

do.

Camina entre el monte

con paso ligero: esquiva las

chollas, da saltos por las

piedras y las zanjas que

encuentra a su paso. De

vez cuando mira hacia a-

trás como si temiera que al-

go lo persigue, atento al ca-

mino por si aparece algún

conejo, ardilla, liebre, lagar-

tija o cualquier animal co-

mestible en movimiento y

correr tras él para atraparlo.

Nuestro amigo coyote

tiene dos motivos para salir

temprano de su cueva esa

mañana: primero, es vera-

no y el calor arrecia con el

paso de las horas y, se-

gundo, las gallinas de Don

Manuel, suculento y seguro

alimento, que salen de su

protector gallinero a buscar

gusanitos y engullir los pe-

druscos necesarios para

realizar su digestión. Sabe

que es el momento preciso

para atraparlas sin que Don

Manuel se dé cuenta.

Está cerca. El olor de

las sabrosas gallinas es in-

confundible. Divisa el corral

y las ve. Allí están co-

miendo y escarbando sin

perocupación. El coyote ca-

mina ligero, agazapado en-

tre los matorrales para no

ser visto ni oído.

Y ¡zas! Atrapa una. La

gallina pega un agudo grito

y hace que se arme el al-

boroto con todas las de-

más. Don Manuel, al oír el

escándalo, sale rápido es-

M

El coyote y las gallinas

de Don Manuel

Alma Preciado

32 www.avelamia.com

copeta en mano. Logra ver

al coyote que lleva una de

sus gorditas gallinas en el

hocico, pero aquel huye a

toda velocidad.

Don Manuel tira algu-

nos disparos. Ninguno pe-

ga en el blanco. El coyote

corre triunfante hasta per-

derse de vista. El carnicero

animal sale bien librado,

pero las gallinas de Don

Manuel no.

─ ¡Endemoniado coyo-

te!, me va a dejar sin galli-

nas. Ya se ha dado varios

banquetes a mi costa. Lo

mejor será que me desha-

ga de ellas de una buena

vez.─ y en ese preciso mo-

mento decide comérselas.

─También yo me daré

un banquete ─dice de nue-

vo para sí. Prefiere comer-

se sus propias gallinas que

seguir dando de comer al

condenado coyote ladrón.

Junto a su fiel perro

Mocho, comen por varios

días carne de gallina en di-

ferentes estilos: en caldo,

frita, deshebrada, con chile.

Sin embargo, y a pesar de

haber comido tan deliciosos

manjares, Don Manuel está

triste. Sabe que hay un ali-

mento que no volverá a sa-

borear. Los nutritivos y de-

liciosos huevos que a dia-

rio ponían sus fallecidas

gallinas.

33 www.avelamia.com

unque en aparien-

cia era un domingo

como tantos, la

verdad es que se respiraba

un ambiente de esperanza,

aunque siendo honestos i-

ba acompañado de un res-

quemor de una nueva de-

cepción. Era el primero de

julio de 2018, la población

salió en gran cantidad a a-

glomerarse en las casillas

para ejercer su sufragio y

decidir a quién se le iba a

encargar el futuro de nues-

tro país durante los siguien-

tes seis años. La gente es-

taba, de manera práctica,

dividida en dos bandos: los

anti amlistas y los pro am-

listas.

Desde meses ante-

riores a las elecciones es-

tos dos bandos se encar-

garon de hartarnos casi

tanto como las campañas

políticas, publicando noti-

cias falsas (fakes) o ten-

denciosas, con la intención

de que ganara su candi-

dato. Aunque en realidad

no se trataba de “llevar a-

gua para su molino”, sino

evitar que llegara agua al

molino del otro. Y entre tan-

tos dimes y diretes echaron

por el suelo al vox populi,

que fue tan, o más pobre

que la voz de los políticos.

La población en realidad

creía que estaba ejerciendo

su libertad de expresión,

cuando lo que hacían era

publicar “estados” precon-

cebidos por las cúpulas pa-

ra manipular al pueblo. Mu-

chas personas en realidad

fueron soldados de las “éli-

tes” que diseminaban la

manipulación de manera

voluntaria e inconsciente.

Durante la veda e-

lectoral, los partidos políti-

cos dejaron sembradas es-

tas publicaciones para que

sus enajenados soldados

siguieran haciendo proseli-

tismo sin mácula para ellos.

Pero con sus mañas, tole-

radas por la autoridad elec-

toral, se dieron a la tarea

de hacer llamadas telefó-

nicas simulando encuestas,

aunque en realidad era una

guerra sucia maquillada

(aunque estaba más mal

maquillada que Hermelinda

Linda, pero sólo engatusó

al INE, porque nadie se las

creyó).

Con todo este am-

biente de delitos electorales

y guerras sucias, la espe-

ranza estaba en necesaria

hibernación, por la descon-

fianza de que algo impidie-

ra lograr el triunfo anhe-

lado. No estábamos segu-

ros de que por fin el PRI

─que regresó más insacia-

ble y corrupto que cuando

se fue a descansar─, y el

PAN ─que perdió su cali-

dad moral en cuanto ascen-

dió al poder─, por fin fueran

a ser derrotados en las ur-

nas. La jornada electoral

comenzaba a las ocho de

la mañana en pleno Mun-

dial de Futbol, habiendo

A

Con la esperanza

al alcance de la

mano Tinta Rápida

34 www.avelamia.com

visto un día antes una ver-

gonzosa derrota de nuestra

selección, no obstante la

cual calificamos a los octa-

vos de final.

En mi calidad de in-

migrante chilango en las

tierras de la Generala, tuve

que acudir a la casilla espe-

cial para ejercer mi voto, y

en camino a esa casilla en

la radio del carro iba escu-

chando el Concierto Para

Violín y Orquesta de Tchai-

kovsky, lo que me dio a en-

tender que él, desde arriba

estaba atento a las elec-

ciones. Y justo recordaba-

mos mi hermano y yo, que

en aquellas elecciones de

1988, ante nuestras prime-

ras elecciones federales,

nos topamos con un padre

más entusiasmado que

nunca, y con él fuimos a

ver las casillas cercanas, al

final de la elección, para

saber la tendencia, aunque

sólo fuera en nuestra colo-

nia. Y también recordamos

esa primera esperanza y la

siguiente desilusión.

Nunca me hubiera

imaginado la cantidad de

personas que se formaron,

para volver a la elección a-

ctual, en esta casilla espe-

cial, y sobre todo la fuerte

voluntad de votar que nos

hizo esperar cerca de cinco

horas, cuando confirmaron

que ya no había boletas. La

gente que terminaba de vo-

tar pasaba y nos decía que

no iban a alcanzar, pero no

nos movían. Nos informá-

bamos con familiares y a-

migos y nos decían que en

las otras casillas especiales

la situación era la misma.

Entonces decidimos que-

darnos hasta que se agota-

ran las posibilidades. Toda-

vía formado, me llegó una

llamada a mi celular de una

supuesta encuesta de Sali-

da, pero en cuanto dije que

ya había votado me colga-

ron (no quedaba duda del

tipo de llamada que se tra-

taba).

Mi hermana en la

Ciudad de México, me lla-

mó y me informó que en la

casilla donde le tocaba vo-

tar había mucha gente y a

toda hora era lo mismo, mi

hermano me decía lo mis-

mo acá en Zapopan. Daba

gusto ver que la gente aún

sueña con la democracia,

pese a las miles de demos-

traciones políticas que de-

muestran lo contrario. El

hecho es que se salió en

masa a votar.

Después de votar (o

intentar votar como en mi

caso) el día transcurría de

lo más normal y nos enterá-

bamos de los resultados

del mundial. De la jornada

electoral sólo fluían noticias

de lo numerosa que estaba

siendo y de que en su ma-

yoría no habían incidentes,

pero de los resultados nada

supimos, o tal vez no quisi-

mos saber.

Dieron las ocho de la

noche y tampoco el INE

nos dio resultado, sólo

mencionó que casi todas

las casillas ya habían cerra-

do, de la gran cantidad de

gente y del saldo blanco, es

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decir, nada nuevo. Pero en-

tonces comenzaba lo que

parecía iba ser una larga

velada viendo cómo iban

los cómputos del PREP. Y

muchos con las experien-

cias vividas, ya preparaba-

mos el café para no dormir

y estar atentos a una posi-

ble manipulación.

Y la sorpresa nos la

llevamos cuando no muy

lejos de las ocho el candi-

dato del PRI y sus aliados,

José Antonio Meade, acep-

taba su derrota frente a An-

drés Manuel López Obra-

dor. Esto se convertía en lo

que estaba calculado: una

elección entre dos. De cual-

quier manera, el café aún

parecía ser necesario. Sin

embargo, a los pocos minu-

tos del mensaje de Meade,

salió Ricardo Anaya en el

mismo tono, dando por

vencedor a López Obrador.

No lo podíamos cre-

er, era una victoria tan a-

plastante que no tuvieron

que ver los primeros resul-

tados del PREP, y por fin

estaba ganando lo que

queda de izquierda en Mé-

xico. El júbilo se apoderó

de los que siempre quisi-

mos ver al PRI y luego al

PAN fuera de “Los Pinos”.

La mayor parte de las co-

munidad cultural estaba lle-

na de gozo a contraparte

de la comunidad del Show

bussines que no iba a cum-

plir su promesa de irse si

ganaba “ya sabes quién”.

El pueblo casi por completo

estaba de fiesta y no cabía

de contento por un hecho

histórico. Y pensé que mi

padre, siempre tan de

izquierda nunca pudo ser

testigo de esta hazaña, co-

mo muchos otros no lo pu-

dieron festinar en su vida.

Ahora viene el mo-

mento de la verdad, ahora

deberemos estar atentos y

abiertos a la crítica en

cuanto lo amerite. Pero

siempre basados en la ob-

jetividad y no en los “bots”

creados para que los repi-

tamos como enajenados.

No es la mejor iz-

quierda que ha habido, pe-

ro ahora le toca demostrar

lo que pregona. Pero el a-

contecimiento queda inscr-

ito entre uno de los más im-

portantes. Una izquierda

que no asumió el poder ni

después de una revolución

y que ha pasado por mu-

chas guerras desde su in-

terior y desde el exterior, y

que hoy tiene la oportu-

nidad de reivindicarse con

la historia y con el pueblo.

Le peje a quien le

peje.

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andra, la chica o dama

dragón, vendía canna-

bis en la esquina de

Ferrocarril de Cintura y Cir-

cunvalación, colonia More-

los de Mexicópolis. Oferta-

ba todas las noches su

mercancía a los automo-

vilistas, y le compraban

mucho, pues la demanda

de ese producto es grande

en la ciudad. Eso sí, era u-

na cannabis especial, que

ella misma hacía crecer en

los jardines colgantes de la

azotea donde vivía, en un

edificio verde cerca de la

mencionada esquina. Ver-

de tenía que ser, como e-

sos grandes patios impreg-

nados de verdura por don-

de se paseaba la otrora rei-

na de Babilonia siglos an-

tes de que el niño Dios tu-

viese la impertinencia de

nacer. La reina se fue al

cielo hace mucho tiempo,

convertida en paloma, y la

añoramos. Pero nos dejó a

la dama o chica dragón.

Sandra, de inquie-

tantes ojos orientales, era

joven, y de corta estatura

pese a los tacones altos

que se ponía en los pe-

queños pies para vender

mejor su medicina. Y mu-

cha gente quedaba com-

placida por la calidad de lo

comprado con la dragona,

pues el veneno, como diji-

mos, era único, cannabis

china cruzada con babiló-

nica, de modo que todo a-

quel que se llenaba los pul-

mones con ese humo se

deslizaba en una ensoña-

ción donde ante sus ojos a-

parecía Cantón y ahí la chi-

ca sonriente lanzaba cohe-

tes al espacio que hasta un

científico exigente como A-

simov los aprobaría por lo

bien diseñados.

Pero la policía, que

no solía molestarla, tuvo

que detenerla. Varias de-

nuncias ante la Secretaría

de Salud por parte de ciu-

S

Dragón lady

Luciano Pérez

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dadanos escandalizados o-

bligaron a la aprensión de

Sandra, la cual fue llevada

del Ministerio Público de

Tepis directamente al

Reclusorio Este. Por más

que ella les echó fuego por

la boca, no todos los poli-

cías alcanzaron a ser que-

mados, y se le colocó en la

boca un bozal de hierro. La

esquina del cannabis que-

dó triste a partir de enton-

ces, y pasaron años hasta

que la Dragón Lady fue li-

berada, gracias esta liber-

tad a un milagro, como se

verá.

Durante todo el tiem-

po que estuvo cautiva, San-

dra siguió sembrando su

producto en la cárcel. Tuvo

manera de hacerlo, porque

los guardias y los presos la

querían, incluido el director

del penal, porque les pro-

porcionaba lo verde y muy

bueno. Además los divertía,

pues hacía trucos de luz y

sombra, de manera que en

las paredes aparecían es-

cenas tanto edénicas (A-

dán y Eva fumando yerba

en el Edén) como apoca-

lípticas (la bella ramera y la

bestia 666 flotando entre

nubes de incienso y ama-

pola). También escenas

chinas, como el presidente

Mao Tse-tung follando con

Anna la del rey (a veces

Ingrid Bergman y a veces

Jodie Foster) en la cocina

de un café de Tepis; o me-

xicanas (Gaspar Henaine

casándose con Talía Sodi

en el desierto de Valle de

Aragón, entre los gritos bo-

rrachos de la Legión Ex-

tranjera). Y por supuesto,

también lanzaba fuegos ar-

tificiales, pues como drago-

na que era estaba acondi-

cionada para echar lumbre

al aire. Y la marihuana la o-

frecía no sólo en cigarros,

sino en pasteles muy visto-

sos, que eran de mucha

venta dentro del reclusorio.

Durante el tiempo en

que estuvo presa, Sandra

se percató de que la gran

mayoría de los reclusos le

tenían gran devoción al pri-

mo de Jesucristo, a San Ju-

das Tadeo. Entonces, ella

quiso hacer lo mismo y se

hizo devota de éste, y le

prometió al insigne santo

que si salía pronto de la

cárcel, personalmente iría a

la iglesia de San Hipólito

cada día 28 de cada mes, a

repartir cannabis gratis en-

tre la multitud de gente po-

bre y desesperada y ansio-

sa por un milagro que re-

solviese sus malas situacio-

nes. Y Judas Tadeo segu-

ramente la escuchó, pues

pronto la echaron fuera,

quizá porque hubo un nue-

vo director, y éste ya no

quiso más a la oriental ahí.

“Que afuera cause todo el

daño a la salud que quiera,

y no aquí adentro”, dijo y la

liberaron.

Entonces la mucha-

cha se dispuso a cumplir lo

prometido, y el día 28 se a-

pareció afuera de la iglesia

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mencionada, entre la in-

mensa cantidad de perso-

nas, muchas de ellas car-

gando una imagen del san-

to en el brazo derecho, y un

bote de cemento para za-

patos en la mano izquierda,

bote que constantemente

se llevaban hacia la nariz.

Comenzó a repartir gratui-

tamente la yerba, ante el

entusiasmo de los concu-

rrentes, venidos de madri-

gueras de Neza York, Izta-

pa-Rat, la Bondojito, Ecate-

pec. Por supuesto que vie-

ron en Sandra una enviada

del cielo. Para remarcar e-

lla eso, traía puesta una

playera que en ideograma

chino decía TIEN, es decir,

cielo. Y hablando como si

fuese china original (lo era

de sangre, pero había naci-

do tepiteña), les gritaba a

los que entraban: “¡Yelba

glatis, legalo de San Judi-

tas!” Muchos se arrodilla-

ban ante ella y le besaban

la punta de sus zapatillas

doradas.

Se corrió la voz de

que el santo de las causas

desesperadas había tenido

una hija oriental, quien era

la que se paraba ante la

puerta de San Hipólito a re-

partir cannabis, y del bue-

no. Era una obra pía, y nin-

gún sacerdote pudo decir

nada, aunque alguno se le

acercó intentando recla-

marle su proceder, pero

Sandra abrió la boca y le

quemó la sotana. El cura

pensó: “Es diablo, mejor ni

me vuelvo a meter”, y se

fue. Los otros sacerdotes le

preguntaron a su colega

qué le había pasado, y él

sólo contestó que le había

estallado el bóiler. Pensó

de nuevo: “Con diablos, y

mucho menos con diable-

sas, no quiero tener proble-

mas”, y se fue a cambiar de

sotana.

Una vez terminada

su entrega de cada día 28,

ya en plenas nueve de la

noche, la Dragón Lady en-

traba al recinto y se iba a a-

rrodillar ante San Judas, y

le decía, ya sin el tono chi-

no falso que usaba al rega-

lar la marihuana: “Padre

mío Juditas, la parte verde

de tu vestuario es mi yerba

querida, que les doy con

gusto a quienes creen en ti.

La parte blanca significa mi

piel, que no es amarilla, co-

mo sabes. Y como dicen

que soy tu hija, quiero que

mi madre Mary Jane se ca-

se contigo”. Todo esto lo

decía sin burla, pues real-

mente se creyó ya la hija

del santo. Y en una visión

celeste alcanzó a ver cómo

una inmensa hierba de ca-

nnabis abrazaba la imagen

de San Judas, y éste desde

lo alto sonreía, como di-

ciéndole a Sandra: “Hija, he

aquí a tu madre”. Y una pa-

loma en forma de dragón

se apareció en el cielo, e-

chando lumbre.

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41 www.avelamia.com

Con septiembre llega el siempre anhelado

otoño y nos acercamos más a las festivas

posadas malditas, y nuestro aniversario, y eso ya

es motivo suficiente para celebrar desde ahora.