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1 Juan: El Gran Amor de Dios LA BIBLIA HABLA: ESTUDIOS DE LA PALABRA DE DIOS

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1 Juan:El GranAmor de

Dios

LA BIBLIA HABLA:ESTUDIOS DE LA PALABRA DE DIOS

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1 Juan:El Gran Amor de DiosPor Harold Camping

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Publicado e impreso porFamily Stations, Inc.,Oakland, California 94621U.S.A.

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06-11-2015

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1 Juan:El Gran Amor de Dios

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Capítulo 1

Vamos a analizar con todo cuidado el libro de Primera de Juanpara averiguar qué es lo que Dios va a enseñarnos. Este libro seencuentra ubicado cerca del final del Nuevo Testamento y también se leconoce como “La primera carta de Juan”.

Pero antes de adentrarnos en este primer capítulo, hay unacuestión que queremos señalar. A menudo se suele hacer referencia alescritor de un libro de la Biblia. Por ejemplo, se dice que el ApóstolPablo escribió las epístolas, que Mateo escribió el libro de Mateo, queJuan escribió 1 Juan y Apocalipsis, que el profeta Isaías escribió el librode Isaías, y así sucesivamente. Y eso nos hace concebir la idea de que laBiblia fue escrita por diversos autores. Sin embargo, un análisis globalde toda la Biblia nos hará llegar a una conclusión enteramentediferente. Si bien es cierto que Dios usó a muchas personas para queescribieran las palabras que se hallan en la Biblia, entonces, ¿cómopodemos saber en qué debemos confiar?, ¿podemos atrevernos adecir acaso que fue el Propio Dios quien escribió toda la Biblia?

Lo que nunca debemos perder de vista es que la Biblia, en sutotalidad, es la Palabra de Dios infalible –es decir, absolutamente veraz.Dios es su autor, ella es Su libro. Y por ese motivo, podemos afirmar sinvacilar que el autor de la Biblia es el Propio Dios.

Pero Dios se valió de muchas personas a manera de escribas. Elescriba –como lo indica su nombre- es aquél que escribe algo como si élmismo fuera el autor. En 2 Samuel 23:2, el rey David dijo lo siguiente:“El Espíritu de Dios ha hablado por mí, y Su palabra ha estado en milengua”. Y en Jeremías 36, por ejemplo, leemos que Dios le ordenó alprofeta Jeremías que plasmara en un libro las palabras que Él iba adarle.

Dios hizo esta declaración tan importante en 2 Pedro 1:21:“Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino quelos santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu

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Santo”. Es decir, a medida que Dios escribía la Biblia, era Él quien lesdaba las palabras a los escritores.

Esos individuos no escribieron sus propias palabras, sino laspalabras de Dios según las recibían de Él. Es por eso que podemos decircon toda confianza que la Biblia entera salió de la boca de Dios; y es poreso también que podemos afirmar que toda la Biblia es infalible –esdecir, que no contiene ni el más mínimo error.

Los traductores de la Biblia han cometido errores de vez encuando a la hora de traducirla, y por ese motivo no hay ningunatraducción que sea perfecta. Es preciso, pues, que tengamos cuidado alelegir la mejor versión de la Biblia para usarla, y en el caso del idiomaespañol, ésta podría ser, por ejemplo, la Antigua Versión de Reina Valerao la Revisada en 1960. No obstante, la Palabra de Dios en sí misma esperfecta e infalible por cuanto fue Dios quien la escribió.

Dios es el autor esencial y definitivo de cada palabra que sehalla registrada en los manuscritos originales de la Biblia. Es por esoque aun cuando el proceso de la escritura de la Biblia se prolongó porun período de alrededor de 1,500 años, toda ella es una unidadcohesionada. Y por consiguiente, cuando leemos un versículocualquiera de la Biblia, podemos estar seguros de que estamos leyendolas palabras que Dios puso ahí para que nosotros las leyéramos. Ése esel único modo de entender cómo surgió toda la Biblia.

De hecho, en 2 Timoteo 3:16 encontramos esta importantísimaafirmación: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar,para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”.

Valiéndose de esta afirmación, Dios nos asegura que cada partede la Biblia procede directamente de Él -y así ha de entenderse- y al serPalabra de Dios, es digna de toda confianza. Esto constituye una pruebaestupenda de que cada palabra que aparece en los manuscritosoriginales es confiable y salió ciertamente de la boca de Dios. No existeningún ser en todo el universo que sea más importante que Él.

Para garantizar nuestra comprensión de que la Biblia enteraprocede de Dios, Él nos da la siguiente advertencia al final mismo de laBiblia, en Apocalipsis 22:18-19:

Yo testifico a todo aquél que oye las palabras de la profecía deeste libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre éllas plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitarede las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su partedel libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas queestán escritas en este libro.

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¡Qué declaración tan solemne! ¿Estamos escuchando conatención? Es todo o nada. No podemos decir que algunas partes de laBiblia proceden de Dios y que otras partes fueron escritas por hombres,y por tanto, no son confiables. Eso no es posible y tampoco es cierto.Tenemos, pues, que entender que la Biblia, tal y como fue dispuesta eimpresa, procede del Dios Todopoderoso, y nosotros podemos depositarnuestra confianza en ella.

Si dudáramos siquiera de un solo versículo de la Biblia,tendríamos que dudar de toda la Biblia. Es por eso que Dios nos haceesta advertencia tan fuerte –a saber, que no nos está permitido eliminarnada de lo que en ella está escrito ni tampoco podemos añadirle nada.La Biblia, tal cual es, está completa.

Con ese principio firmemente grabado en nuestra mente, vamosa comenzar a estudiar el libro de Primera de Juan. Dios guió al ApóstolJuan cuando escribió en 1 Juan 1:1-2:

1. Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo quehemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, ypalparon nuestras manos tocante al Verbo de vida

2.(porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, ytestificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estabacon el Padre, y se nos manifestó);

Las preguntas que surgen inmediatamente al leer este pasajeson las siguientes: ¿Qué era desde el principio? ¿a quiénes se alude enestos versículos?

En primer lugar, ¿qué es “lo que era desde el principio”?A partir de Génesis 1:1 –el primer versículo de la Biblia-

sabemos que “en el principio, Dios creó los cielos y la tierra”. Éste fueel principio del mundo. El Evangelio de Juan, en el versículo 1 delcapítulo 1, también hace referencia al principio y dice lo siguiente: “Enel principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”.

Por lo tanto, la frase “lo que era desde el principio” sólo puedealudir al Señor Jesucristo, porque Él es la propia Palabra (o Verbo) deDios. Es decir, está claramente identificado con la Palabra y es elCreador.

En segundo lugar, aquí en 1 Juan 1:1 leemos: “lo que hemosoído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemoscontemplado”. ¿A quiénes hacen referencia esas formas verbales quecorresponden a la primera persona del plural?

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Aunque Dios no nos da específicamente esta información, envirtud de las características de lo que declaran estos versículos,podemos llegar a la conclusión de que en ellos se está hablando de laspersonas que estuvieron con Jesús mientras Él estuvo físicamentepresente en la tierra. Y los que estuvieron la mayor parte del tiempocon Jesús fueron Sus 12 discípulos, incluyendo al Apóstol Juan, que esconsiderado el autor de este libro.

Según dice Juan, ellos han visto, han contemplado y hanpalpado la Palabra (o Verbo) de vida, al Propio Cristo, y testifican que Él(Jesús) es la fuente de vida eterna. “Estaba con el Padre y se nosmanifestó”. Estas cosas sin duda ocurrieron y ellos son testigos. En tresocasiones en los primeros tres versículos se da constancia de que elloslas vieron. Los discípulos fueron testigos oculares del Señor Jesús y detodo lo que Él dijo e hizo, y por eso sabemos que lo que ellos escribierones digno de toda confianza. Estas palabras de testimonio fueron escritaspara todos los que habrían de leerlas.

Vayamos entonces al versículo 3:

3. Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para quetambién vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestracomunión verdaderamente es con el Padre, y con Su HijoJesucristo.

Y ahora, lectores, los discípulos les anuncian a ustedes estascosas con el fin de que tengan comunión con ellos, y en última instancia,con el Padre y con Su Hijo Jesucristo. Si somos hijos de Dios,necesitamos tener comunión con Cristo, porque Él es nuestro Señor.

Y a continuación, en el versículo 4, la Biblia declara lo siguiente:

4. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo seacumplido.

¿Por qué nos dan gozo estas palabras? Porque es únicamente através de Cristo que podemos estar llenos de gozo.

En el versículo 11 del capítulo 15 del Evangelio de Juan, Cristopronunció palabras similares y dijo: “Estas cosas os he hablado, paraque mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido”.

Dios quiere que estemos llenos de gozo, pero del gozo que sóloÉl puede darnos y que se deriva de nuestra relación con Cristo. ¡Quérelación tan maravillosa! Los testigos oculares de Jesús están

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escribiéndonos estas cosas acerca de Cristo para que tengamos ese gozotan estupendo. Y nuestro gozo, según dice aquí, ¡será cumplido!

El resto de este pasaje nos mostrará cómo podemos andar encomunión con Cristo, y recibiremos más instrucción de parte de Dios encuanto al modo en que debemos vivir como hijos de Dios. En 1 Juan1:5-7 leemos:

5. Éste es el mensaje que hemos oído de Él, y os anunciamos:Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en Él.

6. Si decimos que tenemos comunión con Él, y andamos entinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad;

7. Pero si andamos en luz, como Él está en luz, tenemoscomunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo nos limpiade todo pecado.

No sabemos de qué manera obra en nuestra vida ese poderlimpiador de Dios cuando damos testimonio y anunciamos la verdad,pero sí sabemos que ése es un principio bíblico que Dios nos da.Tenemos comunión con Dios si andamos en la luz, como Él está en luz, yésa es la prueba de que hemos sido limpios de nuestros pecados.

Para andar en la luz es preciso que todas nuestras acciones ydeseos obedezcan por completo al Señor Jesús, nuestro Rey. Si decimosque andamos en la luz, es así cómo debemos pensar y actuar. ¿Soyverdaderamente obediente al Señor Jesús? ¿Es Él en realidad el Rey demi vida? Eso supone que tenemos que examinar de continuo lo quecreemos y lo que hacemos para que nuestro único y principal interéssea obedecer incondicionalmente a Cristo. Este examen constante denuestra vida nos permitirá ver si nuestras acciones están de acuerdo conel testimonio que manifestamos, porque si nuestras acciones noconcuerdan con nuestro testimonio, entonces mentimos, y eso essobremanera devastador para nuestra vida espiritual.

El mensaje proclamado aquí en 1 Juan 1 es que Dios es luz, yque en Él no hay ningunas tinieblas. Cristo es la luz de la vida. Mientrasestaba en la tierra, Él Mismo lo declaró de manera abierta y pública. EnJuan 8:12 leemos Sus propias palabras: “Yo soy la luz del mundo; elque me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.

Cristo, pues, declaró que Él es la luz del mundo. No podríamosimpugnar jamás esa afirmación. Sin embargo, si Él es la luz del mundo,yo, que digo que Le pertenezco, ¿estoy siguiéndolo con total

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obediencia? De no ser así, estaría rechazando esa luz. Cuandoandamos con Cristo, andamos en la luz, y ya no estamos sujetos a lastinieblas del pecado. Pero si no andamos en luz, entonces andamos enpecado. ¿Estoy andando por el camino que es el Señor Jesús o por mipropio camino?

La expresión “andar en tinieblas” hace referencia a los que noson salvos, porque ellos andan en su propia luz y no en la de Cristo. Elmundo entero está envuelto en tinieblas espirituales y necesita la luz deCristo, el Dador de vida eterna. Es por eso que nosotros tratamos contanto ahínco de compartir con ellos el Evangelio en dondequiera quepodemos hacerlo –el Evangelio de la luz de Cristo.

Ahora bien, ¿qué ocurre con los que dicen que tienen comunióncon Cristo y andan en tinieblas? Para “decir” algo hay que usarpalabras, pero para “andar” en cierta forma es preciso realizar acciones.En otros términos, si decimos que tenemos comunión con Cristo,nuestra vida tiene que demostrar que eso es cierto. Si andamos conJesús, en nosotros tiene que haber un deseo continuo de que Él sea elRey y el Dueño de nuestra vida. Si decimos que somos hijos de Dios,entonces debemos examinarnos con honestidad para saber qué es loque manifestamos con nuestra manera de vivir y si el camino por el queandamos es agradable al Señor.

¿Qué es la luz? La luz de Dios es el Evangelio y está relacionadacon la obediencia a Su voluntad. Si nos damos cuenta de que estamosdesobedeciendo una ley de Dios, tenemos que corregirlo. Eso puedeocurrir en la vida de cualquier hijo de Dios. Éste es, pues, el momentode la verdad: ¿Cómo andamos cada día? ¿andamos en la luz o en lastinieblas? ¿Andamos con Cristo o según nuestras propias reglas? Si esteúltimo fuera el caso, tenemos que orar pidiendo sabiduría y para queDios nos guíe en Su luz.

En Dios no hay ningunas tinieblas, pero si nosotros aun vivimosen pecado, entonces estamos envueltos en tinieblas espirituales y noandamos en comunión con Cristo. Vivir en pecado significa vivir endesobediencia, y eso es algo que tenemos que examinar en nuestravida. Debemos encarar este asunto con mucha seriedad porque si noestamos siguiendo a Cristo, tampoco estamos en la verdad.

Nuestro andar con el Señor tiene que ser conforme a losestándares e ideas de Dios, no conforme a nuestros propios estándarese ideas. Es por eso que resulta tan maravilloso poder contar con laBiblia, porque en ella aprendemos los principios que nos muestrancómo hemos de andar. No debemos, pues, dejar de leer la Bibliaconstantemente, ni de llevar al Señor nuestras preocupaciones en

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oración y pedirle sabiduría. Tenemos que hacer las cosas a la manera deDios y sólo a la manera de Dios. Los estándares de la Biblia sonsuperiores a los que nos dicta nuestra propia mente.

Podemos saber que somos hijos de Dios si andamos en Susmandamientos, porque en ellos Él ha establecido la manera en quedebemos andar. Con ese fin, es necesario que no vacilemos en analizarnuestra conducta ni en enseñarles a los demás cómo deben conducirse.Es algo estupendo que tengamos la posibilidad de orar y clamar a Dios:“Oh Dios, muéstrame la verdad. No sé qué hacer en esta situación”. Noolvidemos nunca la importancia que tiene la oración y la práctica de lamisma. La oración ha de formar parte de la vida de cada creyentemientras nos esforzamos por acercarnos cada vez más a Dios.

Esto es, pues, lo que sucede cuando tenemos verdaderacomunión con Cristo, cuando Lo seguimos. En 1 Juan 1:3 leímos que:“nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con Su HijoJesucristo”. Ésa es la comunión que buscamos y anhelamos, y la que sinduda alcanzaremos si somos hijos de Dios. Y por supuesto, tambiénpodemos tener comunión con otros creyentes, hablando del Señor y dela Biblia y entonando cánticos de adoración. Esta comunión constituyeuna experiencia muy agradable y estimulante para los hermanoscristianos en el Señor, pero ante todo, nuestra comunión ha de ser conDios.

Dios tiene más que decirnos acerca de esta comunión. Porejemplo, en 1 Corintios 1:9 dice: “Fiel es Dios, por el cual fuisteisllamados a la comunión con Su Hijo Jesucristo nuestro Señor”.

Por el contrario, en Efesios 5:11 leemos: “No participéis en lasobras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas”.

Dios nos previene de nuevo aquí contra las tinieblas del pecado.Debemos estar en la luz de Cristo y no tener ninguna relación con lasobras de las tinieblas de este mundo. Si somos hijos de Dios, estamosllamados a la comunión con Su Hijo Jesucristo. Él es la única luz en estemundo lleno de oscuridad.

Éste es el mensaje proclamado en 1 Juan.Y ahora, leemos en los versículos 8, 9 y 10 de 1 Juan 1:

8. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos anosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.

9. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo paraperdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.

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10. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Élmentiroso, y Su palabra no está en nosotros.

El adjetivo “justo” en el versículo 9 hace referencia a la justiciade Dios. Él es absolutamente justo y perfecto en todo lo que hace.Todo lo que Jesús hace es siempre perfectamente justo.

Resulta obvio que lo que Dios está planteando en estosversículos es que todos somos pecadores. No nos agrada ni siquieraescucharlo, pero aquí es un hecho al que tenemos que acostumbrarnospor cuanto somos seres humanos. Por naturaleza, somos pecadores, ymientras más pronto admitamos esta verdad, mayores serán nuestrosprogresos al tratar de comprender la provisión que Dios ha hecho afavor de los pecadores. “Si decimos que no tenemos pecado, nosengañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”. Estaafirmación se encuentra en la Biblia y no podemos ignorarla. Es preciso,pues, que reconozcamos y declaremos que sí pecamos. La Biblia nosenseña que somos pecadores, y de nada sirve tratar de negar lo queleemos en ella y lo que en realidad sabemos que es cierto en nuestrapropia vida.

A mí me gustaría decir: “Yo no peco”. Podría incluso pensar quela afirmación de Dios en cuanto al pecado no me incluye a mí porque, afin de cuentas, no soy tan pecador, o porque confesé mis pecados elotro día y ahora estoy bien. ¡No!, el pecado es algo muy real y muyterrible, algo con lo que estamos obligados a lidiar y hacerlo con todahonestidad. Tengo que reconocer que yo sí peco aun cuando trato dehacer las cosas bien. ¿Por qué? Pues porque fui concebido en pecado ynací en pecado y porque formo parte de un mundo lleno de pecado; ypor estar lleno de pecado, el pecado siempre está cerca de mí. Noobstante, en algunas ocasiones ni siquiera me doy cuenta del pecadoque hay en mi vida.

Es por eso que necesitamos el poder sanador y el remedio delamor y el perdón de Cristo, porque lo que ese amor de Cristo produjoen este mundo hizo que todo cambiara. Cuando confieso que soy unpecador, Él es consciente de mi confesión. De nada vale tratar de eludiresa confesión por cuanto es un hecho insoslayable; sin embargo,inmediatamente después de haberlo confesado, puedo recurrir a Dios ysuplicarle que tenga misericordia. Ese pecado está presente en míaunque no me agrade reconocerlo. No hay nada que yo pueda ocultarde Dios. Y puesto que Él no ignora nada con respecto al pecado ennuestra vida, todos necesitamos del amor y del perdón de Cristo.

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No estamos libres de pecado, por más que nos agradaríapensarlo, y es ahí precisamente donde radica el problema –en que nonos damos cuenta de cuán aferrado a nosotros está el pecado. Vivimosen un mundo lleno de pecado, y estamos tan comprometidos con él,que ya ni siquiera somos capaces de separar nuestra vida pecaminosade la vida de pecado del mundo. Y a pesar de ello, pensamos coningenuidad que no vivimos en pecado. Pero no es así; el pecado es algomuy real en nosotros. Ése es un hecho que no podemos pasar por alto.

No obstante, esto no termina ahí. Dios vino por los pecadores,para darles perdón a los pecadores. Esa verdad tiene que ver conmigoporque yo soy un pecador que necesita la ayuda del Señor Jesucristo, yÉl nos está diciendo aquí que sí puede ayudarnos. Dios nos recuerdaque somos pecadores, pero es a Él a Quién corresponde perdonarnuestros pecados.

La meta de los hijos de Dios es despojarnos cada vez más delpecado. El pecado es algo feo, y por eso, deseamos vernos limpios deél. Para ello, sólo tenemos que ser obedientes a Cristo, a quienamamos. Y puesto que Él es un Dios perdonador y nosotros somos Sushijos, podemos estar seguros de que Él va a perdonar nuestros pecados.¡Qué maravilloso es vernos libres de toda culpa! Antes de ser salvos,caminamos fatigosamente sobre el barro sucio, por así decir. Mientrasmás tratamos de limpiarnos, más nos ensuciamos. Sin embargo, sisomos hijos de Dios y deseamos sinceramente salir del barro, Él nos daSu ayuda. Pero, ¿cómo podemos llegar a ser hijos de Dios?

En 1 Juan 1:9 leemos lo siguiente: “Si confesamos nuestrospecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, ylimpiarnos de toda maldad”. Muchas personas piensan que estemaravilloso versículo enseña que si confesamos nuestros pecados,podemos ser salvos en virtud de esa confesión y en ese mismo instante.Si aislamos el versículo de su contexto, podría darnos esa impresión.

Teóricamente hablando, eso es posible. No obstante, lo que elversículo indica en realidad es cuál es nuestra condición y la necesidadque tenemos de Cristo. A partir de todo lo demás que dice la Biblia,sabemos que nada que nosotros hagamos puede salvarnos. Podríamosrepetir las palabras del versículo una y otra vez, y aun así, permanecersin salvación. La salvación es una obra que sólo Dios puede realizar. SiÉl nos escogió para que fuéramos salvos, lo único que podemos hacer esesperar a que Dios realice en nosotros esa obra.

A medida que andamos con Dios, hablamos de estas cosas yescudriñamos la Biblia para buscar más información, sentimos un deseo

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creciente de ser limpios de nuestros pecados. Una vez que Dios nossalva, llegamos a entender que el Señor Jesucristo pagó por todosnuestros pecados. Nos percatamos, entonces, de que Él está obrandoen nuestra vida y comenzamos a mirar nuestro pecado desde unaperspectiva diferente. Nos damos cuenta de que nuestros deseos estáncambiando y queremos hacer la voluntad de Dios cada vez más. Cuandoestas cosas se tornan muy importantes en la vida de un individuo, puedealbergar la esperanza de que quizás él también esté llegando a ser unhijo de Dios.

El contexto donde aparece 1 Juan 1:9 alude al hecho dereconocer que somos pecadores que necesitan confesar su pecado. Aundespués de ser salvos, el pecado continúa molestándonos. La confesióndel pecado es una parte necesaria de nuestra relación con Dios. “Siconfesamos nuestro pecado” indica que ésa es una condición que espreciso cumplir. Él –el Propio Dios- es fiel y justo para perdonarnuestros pecados. ¡Qué promesa! Él es fiel y justo y ciertamente nosperdonará. Podemos confiar en esa promesa porque ésta es la Palabrade Dios, la que salió de la boca de Dios. ¡Dios es fiel y justo! ¡Alabadosea Dios porque ha perdonado mis pecados!

Y Él nos limpia “de toda maldad”. ¿Por qué Dios usa el adverbio“toda”? Porque Él está garantizándonos que va a perdonar todasnuestras maldades. No sólo algunas de ellas, sino todas. Esto es lo queDios ha declarado, y con ello, indica claramente que Él responde anuestra confesión.

Cuando somos hijos de Dios, tenemos que procurar ser tanobedientes a Cristo como nos sea posible, porque el pecado continúamolestándonos. No vacilemos en clamar a Él pidiéndole misericordia.Lo maravilloso de esto es que mientras más acudimos a Cristo paraimplorar Su perdón, más estrecha se torna nuestra relación con Él.Nuestro deseo ha de ser estar cerca de Cristo, que Él sea nuestroSalvador, nuestro único Salvador. Y sabemos que Cristo –Aquél deQuién estamos aprendiendo y al que estamos aprendiendo a amardevotamente- nos perdonará.

¡Alabado sea Dios por ese Salvador que promete y cumple Suspromesas!

Sabemos que Dios ha prometido perdonar nuestros pecados,pero tenemos necesidad de mantener una relación correcta con Él entodo momento. Esa relación es algo que tenemos que cultivar, porquenuestra naturaleza también nos hace creer que necesitamos de las cosasde este mundo. Sin embargo, por más que lo creamos, ¡no es así! Al

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mundo lo necesitamos tanto como el veneno. La confesión de nuestrospecados nos acercará cada vez más a Cristo y nos ayudará a vencertodos nuestros pecados. Ser semejantes a Cristo ha de ser nuestrameta.

Por tanto, como cristianos, tenemos que confesar regularmentenuestros pecados a Dios a la vez que luchamos por vencerlos. Pero,¿qué significa “confesar nuestros pecados”? Confesar no consistesolamente en decirle palabras agradables a Dios, sino en ser totalmentehonestos con Él, apartarnos del pecado, pedirle misericordia yexponerle nuestras necesidades sin reservas.

Si somos hijos de Dios, tenemos que aborrecer el pecado contanta intensidad que nos haga sentir sumamente incómodos, porque elpecado arruina nuestra relación con Dios. Lejos de permitirle ocuparalguna parte de nuestra vida, debemos proscribirlo totalmente de ella.¿Lo entendemos bien? Ésa es la naturaleza de los hijos de Dios. Portanto, si descubrimos algún pecado en nosotros, debemos clamar a Diosy pedirle ayuda y misericordia.

Pero si no se produce ningún cambio y el pecado permanece ennuestra vida, entonces, entramos en conflicto con Dios y tenemos quevolver a clamar a Él para que tenga misericordia. Debemos pedirle quenos ayude a aborrecer el pecado y eliminarlo: “Oh Dios, ¡tenmisericordia!, haz que este pecado desaparezca por completo de mivida”. Si no desaparece de nosotros, continuará molestándonos yacabará por someternos. Debemos, pues, dejar que sea Dios Quién nosayude de manera activa. Y mientras lidiamos con este pecado y lededicamos la atención necesaria, pidámosle a Dios que se ocupe de élpara que podamos vencerlo.

La prueba de que realmente hemos alcanzado la victoria es quela tentación desaparece y ese pecado deja de perturbarnos. De otromodo, el pecado continuaría interponiéndose en la relación que, comohijos de Dios, debemos tener con Cristo. Pero es preciso que nosmantengamos implorando Su ayuda continuamente y sin vacilar paraque Él nos proteja del pecado.

Sólo después de haber alcanzado la victoria sobre ese pecadopodemos sentir que nuestra relación con Cristo ha sido restaurada. Sóloentonces experimentaremos gozo en nuestra alma al saber que Él nosha perdonado y nos ha limpiado. Cuando finalmente reconocemosnuestro pecado con toda franqueza y honestidad y lo confesamosabiertamente ante nuestro Salvador sin ningún tipo de reservas,sentimos el gozo del perdón y el amor de Cristo.

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Yo sé que Dios perdonó mis pecados en el momento en que mesalvó, pero fue Él quien llevó a cabo toda esa acción. La confesión de mipecado no era necesaria para la salvación. Sin embargo, por haberloconfesado, sé que estoy limpio delante de Él. Y eso es algo quenecesitamos hacer repetidamente.

Y en el versículo 10 de este primer capítulo de 1 de Juan, laBiblia añade una nota solemne que todos debemos analizar con todaseriedad: “Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos a Élmentiroso, y Su Palabra no está en nosotros”.

Decir que hacemos a Dios mentiroso es una expresión muyfuerte. Pero eso es esencialmente lo que hacemos si insistimos en queno hemos pecado. Si la Palabra de Dios no está en nosotros, estamosandando en pecado. Sólo Su Palabra puede mantenernos lejos delpecado y darnos la victoria sobre él en nuestra vida. Pero para esto,Dios tiene que realizar primeramente la obra de la salvación dándonosun corazón nuevo y limpio. Sólo entonces podremos andargozosamente con Cristo y tener una buena relación con Él.

Capítulo 2

Continuamos en nuestro análisis del libro de Primera de Juancon el capítulo 2, y leemos los dos primeros versículos:

1.Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y sialguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, aJesucristo el Justo.

2. Y Él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamentepor los nuestros, sino también por los de todo el mundo.

¿A quiénes están dirigidas estas palabras? Observen que Dioscomienza este pasaje diciendo: “Hijitos míos”. ¿A quiénes tiene Él enmente?

Los únicos que son “hijos de Dios” son Sus elegidos –es decir, losque Él escogió para que fueran salvos. Sólo Dios sabe quiénes son, pero

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con el tiempo llegarán a ser salvos. Podemos decir que esos son losverdaderos creyentes.

Es así como Dios nos considera si somos Sus hijos –Él es nuestroPadre Celestial, y por el hecho de habernos elegido, nosotros somoscomo niños pequeños que necesitamos de Su cuidado. La preocupaciónque Dios siente por nosotros es constante porque aun después quesomos salvos, seguimos teniendo necesidad de guardarnos del pecado.

Sin embargo, si pecamos, tenemos un abogado para con elPadre, a Jesucristo el Justo. Cristo es nuestro abogado. Un abogado esaquél que intercede a favor nuestro, que nos defiende. Los abogadosinterceden por sus clientes. Todo aquél que ha de llegar a ser salvo,necesita a Jesucristo como abogado.

Cada ser humano en este mundo comete pecado, y cuandopeca, se rebela en contra de Dios. Necesitamos, pues, que alguieninterceda por nosotros. ¡Sí!, necesitamos un abogado porque el pecadonos hace entrar en conflicto con Dios; y ese abogado es el mismísimoSeñor Jesucristo. Cuando Cristo aboga por nosotros, podemos teneresperanza, porque Él Mismo se presenta ante Su Padre e intercede pornosotros. ¡Qué maravillosa promesa! ¡Qué maravilloso es saber que Éles nuestro abogado!

Podemos leer más acerca de este tema en Romanos 8:34:

“¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; másaún, el que también resucitó, el que además está a la diestrade Dios, el que también intercede por nosotros”.

Lo que nos dice este versículo es que Cristo nos encontró en elcamino de nuestra vida cuando estábamos sumidos en pecado y enmiseria y murió para interceder a favor nuestro, para servirnos deabogado y ocupar nuestro lugar a fin de que nosotros pudiéramos serhallados inocentes delante de Dios. ¿De qué manera Cristo intercedepor nosotros? Eso, claro está, no lo sabemos porque es algo que sóloDios puede entender, pero el hecho es que Cristo intercede porque estáentre nosotros y Dios, aun cuando Él Mismo es Dios. Si bien esto es unmisterio divino, Dios quiere que sepamos que Cristo hace eso pornosotros. Él es el Hijo de Dios y nuestro Salvador, nuestro Intercesor.Cristo es todo lo que podemos desear y todo lo que necesitamos, y eneste versículo se nos garantiza que cuando pecamos, Él es nuestroabogado. ¡Cristo está a la diestra de Dios intercediendo por nosotros!

Sin embargo, Cristo es mucho más que nuestro abogado porqueÉl es también la propiciación por nuestros pecados. La mayoría de las

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personas no está familiarizada con esta palabra, pero “propiciación” esun término que Dios usa para referirse a la reconciliación o alapaciguamiento. ¡Cuánto necesitamos reconciliarnos con Dios!¡Cuánto necesitamos entrar en una relación de salvación con Cristo!

La propiciación tiene que ver con la expiación, es decir, con elhecho de que un individuo tome el lugar de otro y asuma laresponsabilidad de su culpa. Ésta es una de las informaciones másimportantes que el mundo puede recibir. De algún modo desconocidopara nosotros, Dios cargó con los horribles pecados de aquellos aquienes Él habría de salvar. Y aunque sólo Él sabe cómo lo hizo y no nosda detalles al respecto, la realidad es que lo hizo. Y con esto, nosexoneró de la culpa de esos pecados. No hay ninguna otra cosa quepueda ser más maravillosa ni más emocionante que esa realidad. ¡Quétremendo Salvador es Cristo!

Cristo asumió la culpa de aquellos a quienes iba a salvar, cargócon sus pecados, y murió en su lugar para pagar por ellos. Él era elÚnico en todo el universo que podía cargar con esos pecados. Y si entreesos pecados que Él llevó estaban los nuestros, entonces, nosotrosestamos libres de culpa.

¿Cuáles son esos pecados por los que Él pagó? El versículo 2dice que son “los de todo el mundo”. Esas palabras parecen afirmarque Cristo pagó por los pecados de todos los seres humanos en elmundo, incluso los de aquellos a quienes Él no planeaba salvar. ¿Es asícomo debemos entenderlo?

Bueno, sabemos que lo que dice ahí no puede tomarse enforma literal. La Biblia nos enseña de manera muy clara que Cristomurió solamente por los pecados de los elegidos –de aquellos a quienesÉl había escogido para que fueran salvos. Por tanto, es preciso examinarcon sumo cuidado el contexto de este versículo.

El hecho de que Cristo sea la propiciación por los pecados delmundo entero significa que todo pecado en el mundo entero que ha deser perdonado, será cubierto por Cristo. Observen que ahí no dice quetodos los pecados del mundo serán perdonados. Cristo perdonará lospecados de aquellos que Él ha escogido; pero habrá personas cuyospecados no serán perdonados. No sabemos de qué manera Dios hizo laelección ni cómo ocurre esto, pero hay sin duda personas cuyos pecadosserán perdonados y personas cuyos pecados no serán perdonados.

Cristo efectuó el pago por todos los pecados que Él habría deperdonar en el mundo. En eso consiste la expiación por los pecados.Pero la expiación está limitada a los elegidos de Dios –es decir, a

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aquellos que Él escogió para perdonarlos. Sabemos que Dios nos eligiócuando descubrimos en nosotros un deseo intenso de hacer Suvoluntad. Pero eso es así sólo cuando somos salvos. Ese deseo que ÉlMismo pone en nuestro corazón nos motiva a orar constantemente parahacer la voluntad de Dios y apartarnos del pecado. Ésta es unacaracterística de los elegidos de Dios. Si ese deseo no está presente enmi vida, existe una probabilidad muy fuerte de que no sea salvo, y portanto, estas promesas de salvación no se aplican a mí. Este asunto estan serio que no podemos ignorarlo.

Por consiguiente, aquellos por cuyos pecados Cristo no pagópermanecen sin salvación. Cristo no murió por los pecados de los queno fueron escogidos para la salvación. Lamentablemente, hay muchaspersonas en el mundo que pertenecen a este grupo.

A algunos podría parecerle injusto, pero la realidad es que siDios no escogió a un individuo, éste no puede ser salvo. Sin embargo,como no podemos saber a quiénes Dios eligió para que fueran salvos,todos podemos orar y pedirle misericordia.

No obstante, la verdad es que ninguno de nosotros merece lasalvación. Por naturaleza, todos estamos en rebelión contra Dios, peroÉl, por Su providencial misericordia, escogió a algunos para que fueransalvos.

No sabemos cómo o por qué, pero sí sabemos que es cierto.¡Qué maravilloso es el amor de Dios y Su misericordia!

Los verdaderos creyentes son los que han sido reconciliados conDios. Para usar un término bíblico, ellos son los “elegidos” de Dios. ElSeñor Jesús sufrió, murió y resucitó para pagar por los pecados de esaspersonas y hacer provisión de perdón y de reconciliación para ellas. Siestamos incluidos en ese grupo, esto producirá un gran impacto ennuestra vida y suscitará en nosotros un amor constante hacia Cristo porel gran amor que Él nos mostró.

En Colosenses 3:12 es el Propio Dios quien llama a losverdaderos creyentes “escogidos de Dios”. Es decir, ellos son los“elegidos”, los que Cristo reconcilió con Dios y eligió para que fueransalvos. Cristo Mismo afirma que Él es su Salvador. En otras palabras, elSeñor Jesús sufrió y murió y resucitó para pagar por sus pecados yreconciliarlos con Dios, tal y como leemos en Romanos 5:10-11: “fuimosreconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo… el Señor nuestroJesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación(oexpiación)”. La “expiación” es la acción que realizó Cristo al cargar connuestra culpa para que nosotros pudiéramos ser limpios y puros a losojos de Dios.

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Ahora bien, ¿cómo podemos saber si pertenecemos al grupo delos escogidos de Dios? Él nos da una respuesta en el próximo versículode este capítulo. En 1 Juan 2:3 leemos:

3. Y en esto sabemos que nosotros Le conocemos, siguardamos Sus mandamientos.

Si “conocemos” a Cristo es porque somos propiedad Suya –esdecir, Le pertenecemos. Y lo que demuestra esa pertenencia es queguardamos Sus mandamientos. ¿Cuáles son esos mandamientos quedebemos guardar? ¿Son acaso los Diez Mandamientos? En parte sí,pero además, entre los mandamientos que debemos guardar estáincluida toda la Biblia. Es decir, si vivimos en obediencia a la Palabra deDios, ésa es la prueba de que formamos parte del número de loselegidos de Dios. El verdadero creyente tiene un deseo tremendo ycontinuo de obedecer todos los mandamientos de la Biblia.

La Biblia entera fue escrita para nuestra instrucción, y nosotrosdebemos ser obedientes a todo lo que Dios nos ha dejado plasmado enella. Si guardamos Sus mandamientos tenemos que ser obedientes atodo lo que la Biblia dice. Sin embargo, por naturaleza, ése no esnuestro deseo, y por ese motivo, debemos recurrir a Dios para buscar Suayuda, y mantenernos en una actitud humilde. El cristiano ha de vivirpidiendo la ayuda de Dios constantemente, y de ese modo Ledemostramos a Cristo nuestro amor. Si tenemos un deseo intenso deser obedientes es porque Lo amamos con un amor consciente y muyreal.

Y si somos verdaderos creyentes, Lo amamos porque Él nos amóprimero.

Cristo salvó a los que componemos Su pueblo por Su gran amorpor nosotros, y nos dio fuerza y la capacidad para amar a Dios. Elindividuo común, por sí mismo, carece de esa capacidad y en vez deamar a Dios, ama este mundo porque, en su opinión, el mundo es todolo que él necesita. Pero ésa no es la experiencia del hijo de Dios. A loshijos de Dios, Él nos ha dado la capacidad de amarlo y una marcadainclinación a hacerlo. Nos hizo competentes para seguir esa inclinacióny Lo amemos del modo en que Él desea ser amado. Sin embargo, eseamor no estará en nosotros a menos que Dios nos lo dé y lo ponga ennuestro corazón. Pero para eso, Él tiene que tomar el control de nuestravida. Y entonces, se hará cada vez mayor y se convertirá en un amorprofundo y permanente si somos hijos de Dios. Pero si ese amor no

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está en nosotros, debemos clamar a Dios y pedirle misericordia. A finde cuentas, nuestro deseo es ser salvos de nuestros pecados yrescatados de la muerte eterna.

Muchas personas afirman que conocen a Cristo o que tienenuna relación con Él; dicen que son verdaderos creyentes, y es posibleque hasta crean que lo son. Pero nuestro modo de vida es lo quedemuestra si eso es así. Dios declara en 1 Juan 2:4:

4. El que dice: Yo le conozco, y no guarda Sus mandamientos,el tal es mentiroso, y la verdad no está en él.

Esas palabras son fuertes, pero son palabras de Dios. Eso es loque Dios declara. Si alguien dice que conoce a Cristo, pero no guardaSus mandamientos –o sea, si no obedece la Biblia- entonces, eseindividuo es un mentiroso; la verdad no está en él.

Es posible engañar a otras personas, pero a Dios no podemosengañarlo porque Él conoce lo que ocurre en nuestro interior, ennuestra mente, en nuestro corazón y en cada partícula de nuestro ser. Élve nuestro corazón y sabe si lo que decimos es la verdad o si estamosmintiendo. Él sabe exactamente cuál es nuestra condición espiritual y sisomos veraces o mentirosos.

Cristo conoce quiénes forman Su pueblo y sabe con exactitud siestán obedeciendo Su Palabra o no. Y por esa misma razón, si somosverdaderos creyentes, Él nos dará la posibilidad de llegar a la verdad, yentonces, no podremos vivir en la mentira. Desearemos hacer las cosascomo a Dios Le agradan y Él nos dará la sabiduría que necesitamos.

Por otra parte, Dios dice acerca de todo aquél que guarda SuPalabra y Sus mandamientos lo que leemos en 1 Juan 2:5:

5. Pero el que guarda Su Palabra, en éste verdaderamente elamor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos queestamos en él.

En estos versículos de 1 Juan, Dios establece una marcadadiferencia entre el individuo que conoce a Dios y es obediente a SuPalabra y el que no es obediente y no conoce a Dios, y sin embargo, diceque sí Lo conoce. Ambos están presentes en este mundo y de ambos seocupa Dios. El primero es salvo y el otro no lo es. Lo que leemos enestos versículos es como una espada que penetra nuestra alma, porquesi en nosotros hay algún tipo de vacilación a la hora de obedecer a

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Cristo, nuestra relación con Dios no anda bien. Pero si lo que deseamoses ser verdaderos hijos de Dios, tenemos que estar seguros de quesomos honestos y sinceros y fieles en nuestra obediencia al SeñorJesucristo.

Dios afirma que Su amor se perfecciona en aquél que guarda SuPalabra. ¿Qué significa eso? Pasemos al versículo 6:

6. El que dice que permanece en Él, debe andar como Élanduvo.

Recuerden que guardar la Palabra de Dios significa obedecertoda la Biblia. Conocemos a Cristo si guardamos Sus mandamientos.Los que guardan Su Palabra son los que conocen a Cristo por cuanto sonsalvos. Y Dios dice en el versículo 5 que Su amor será perfeccionado entodos aquellos que guardan Su palabra.

Debemos reflexionar en estas declaraciones tan importantesporque vivimos en un mundo impío que ejerce una gran influenciasobre cada uno de los seres humanos. Cuando examinamos nuestrasacciones y las analizamos con atención, descubrimos que muchas deellas no son conformes a lo que deberían ser. ¿Por qué razón? Por lainfluencia que el mundo ejerce sobre nosotros. El objetivo de esteestudio es ayudarnos a escudriñar y examinar nuestro corazón para quepodamos andar con mayor perfección delante de Dios.

Nuestras vidas deberían gritarle al mundo que amamos a Cristo,pero se presentan muchas situaciones que hacen que nos resulte difícilhacer las cosas a la manera de Cristo y sólo así. Es preciso, pues, queoremos a Dios y Le pidamos que tenga misericordia y nos ayude aguardar Su Palabra, a obedecer todo lo que la Biblia contiene y asentirnos felices haciéndolo.

Si alguno piensa que esto es fácil, que tenga cuidado, porquepodría tener un concepto equivocado acerca de la complejidad de laBiblia y de la gran importancia de las cosas que hay en ella. Lo primeroque debemos analizar es cómo guardamos los mandamientos de Cristo,y la Biblia entera no es más que eso –un mandamiento tras otro. En ellase expone el plan de Dios para nuestra vida: cómo hemos de vivir ycómo ser obedientes. Los que guardan Su Palabra son aquellos cuyasalmas están plenamente comprometidas con Cristo, y son siempreobedientes a Él.

A veces se hace muy difícil llevar una vida limpia y moral en estemundo a causa de las tentaciones a las que tenemos que enfrentarnos.

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Y aunque resulta imposible vivir tan santamente como deberíamos,seguimos intentándolo y pidiéndole al Señor que nos dé sabiduría yfortaleza y un deseo cada vez más intenso de obrar según Subeneplácito. Y entonces, vemos que las cosas empiezan a salir bienhasta cierto punto.

Ahora bien, ¿qué quiere decir que el amor de Dios seperfecciona en aquél que guarda Su Palabra? La perfección del amor deDios -¡qué maravilla! Si eso pudiera ocurrir en mi vida me sentiría muyfeliz, aunque de vez en cuando, sí percibo que esa perfección se acerca.Pero, ¡con cuánta facilidad también descubro que no estoy viviendocomo debo!

Mi deber es desear hacer las cosas a la manera de Dios y no deotro modo –ésa es la meta de los verdaderos creyentes; hacerlo todopara agradar a mi Rey Jesucristo, en toda Su gloria y perfección; hacerlopor mi Señor. Mi amor por Él tiene que ser una fuente de fortaleza enmi vida, porque cada vez que me examino a mí mismo, veo la grannecesidad que tengo de ser más fiel de lo que he sido hasta esemomento.

A medida que el verdadero creyente se enfrenta a lasobligaciones y a las dificultades que encuentra en el transcurso de suvida, su amor por Dios y su obediencia van creciendo. Quiereobedecerlo porque lo ama, porque Él es su esperanza. Ése es el deseovivo que todos necesitamos albergar en nuestro corazón. Pero esoocurrirá únicamente si nos entregamos sin reservas a Cristo y Él se hacecada vez más real en nuestra vida. Y entonces, a medida que vamosdescubriendo nuestras debilidades, y nos percatamos de la necesidadque tenemos de cambiar y de fortalecernos, Cristo obra en nosotros enamor.

Vivir para Cristo no es una reacción automática de nuestro amorpor Él. Es decir, aunque estemos convencidos de que amamos a Cristo,eso no significa necesariamente que estemos viviendo para Él. Pero,¿vivimos realmente para Cristo? ¿Manifiestan todas nuestras accionesque Lo amamos profundamente? Si nos examináramos con honestidad,podríamos descubrir con gran pesar que nuestro amor hacia Él es muydébil y necesita crecer. Pero para que pueda crecer, tenemos que pasarmás tiempo con el Señor, estar siempre dispuestos a dar testimonio denuestro amor y orar constantemente para que Él pueda efectuar esecrecimiento en nosotros. Además, no debemos vacilar jamás en admitirnuestras debilidades y lo mucho que precisamos de Su ayuda. Dios es elúnico que imparte la fortaleza y quien se ocupa de nosotros. No

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podemos contar con nuestras propias fuerzas para edificar nuestra vida,sino con la fuerza de Dios, y sólo con ella. Nuestra fortaleza procede deCristo y es así como tenemos que vivir.

Cuando le dedicamos tiempo a la Palabra de Dios, descubrimosque ella nos recuerda constantemente que necesitamos buscar la ayudadivina. En el tiempo que pasamos en oración, Dios nos da unacomprensión cada vez mayor de Su amor por nosotros. La Biblia nosdice que somos pecadores y que tenemos necesidad de Cristo, y nosdice también que sólo él es nuestro Señor. Y eso significa que Él esnuestro único Gobernante, y que es a Él, y sólo a Él, a Quién debemosseguir.

Por severos que sean estos mandamientos, es preciso que losobedezcamos estrictamente. De otro modo, terminaríamos elaborandoun evangelio propio e inútil que por más que se ajustara a nuestrasconveniencias, no produciría ningún poder espiritual en nuestra vida.Cuando la Biblia nos habla, debemos escuchar y prestar la debidaatención. No podemos ignorarla y convertir su mensaje en algo menospersonal y directo. Tenemos que mantenernos en el camino de Dios, ysi verdaderamente queremos amarlo con todo nuestro ser, necesitamosbuscar Su ayuda para prestar atención a lo que la Biblia nos ordena.

Si lo que decimos es sincero, nuestra vida será cada vez másseria, y nos sentiremos menos inclinados a llenarla de nuestras propiasopiniones e ideas que, por más aceptables que nos resulten, no sonespiritualmente útiles. Y de este modo, nuestro amor hacia Dios serobustecerá más y más. Nuestro amor por Él unido a Su amor pornosotros se torna entonces en una fuente de fortaleza en nuestra vida.La Biblia es la Palabra de Dios; no es, pues, aconsejable que ladespreciemos en modo alguno. Si nos sorprendemos haciéndolo,tenemos que orar y pedirle a Dios sabiduría y entendimiento.

Si amamos a Dios, queremos obedecerlo en todas las cosas.¡Ojalá que ocurra así en nuestra vida porque en eso consiste elverdadero amor! Este amor recíproco entre Dios y nosotros es lo quenos confirma que estamos en Cristo. Pero, ¿le demuestro yo mi amoren cada una de las áreas de mi vida? Si no lo hago, entonces Él no es miRey.

No hay excusa posible para dejar de hacer la voluntad de Dios.Si existe algún área en nuestra vida en la que no estamos haciendo Suvoluntad, tenemos que detenernos y pedir misericordia. Y puesto quenecesitamos la misericordia de Dios, no dudemos en pedírsela porque Éles un Dios misericordioso. No es a nuestros amigos a quienes tenemosque acudir buscando misericordia sino a Dios: “Oh Dios, ¡ten

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misericordia de mí porque estoy en conflicto contigo!”. Él es el Únicoque puede ayudarnos si verdaderamente nos quebrantamos en Supresencia, pero esta actividad tan espiritual tiene lugar sólo si el EspírituSanto obra en nosotros.

Si decimos que permanecemos en Él, debemos andar como Élanduvo. En otras palabras, debemos seguir el ejemplo de Cristo entodas las cosas. Cristo está lleno de gracia, de amor y de misericordia, yesas mismas características han de estar presentes también en nuestrapersonalidad. Debemos, pues, perdonar a los demás como Él nos haperdonado a nosotros.

El diario andar de un cristiano tiene que ser diferente al deaquellos que corren tras las cosas del mundo secular. Nosotros, encambio, debemos seguir a Cristo cada día, en todo lo que decimos y entodo lo que hacemos.

Hasta aquí, Dios nos ha dado principios que exigen nuestraatención. Por ejemplo, debemos obedecer Sus mandamientos, guardarSu Palabra y andar como Cristo anduvo. Estas cosas constituyen laprueba de que somos hijos de Dios. Cuando vivimos de acuerdo conestos principios, el amor de Dios se perfecciona en nosotros. En 1 Juan2:7 leemos:

7. Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino elmandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio;este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oídodesde el principio.

Dios nos dice aquí que Él escribió estas cosas mucho antes quenosotros existiéramos. Estos mandamientos proceden de Él y son ricosen cuando a su significado y en la manera en que se nos presentan. Elmandamiento antiguo que ellos habían oído desde el principio se referíaa la parte de la Biblia que ya estaba escrita en ese momento, es decir,los libros del Antiguo Testamento. Hacía muchos años que los creyentesneotestamentarios disponían de esas escrituras. Y entonces, Dioscontinúa diciendo en el versículo 8:

8. Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que esverdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas vanpasando, y la luz verdadera ya alumbra.

La expresión “que es verdadero en Él” indica que el SeñorJesucristo es quien nos ha dado ese mandamiento. Él hace nuevastodas las cosas. Lo que Dios tiene en Su haber para enseñarnos carece

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de límites, pero nosotros debemos mantenernos estudiando y pidiendosabiduría en oración, y entonces, recibiremos ocasionalmente ciertacomprensión que nos permitirá conocer algo más de lo que Él deseamostrarnos. Es por eso que podemos decir que “las tinieblas vanpasando, y la luz verdadera ya alumbra”.

Dios no nos deja con la mente vacía sino que nos enseña através de toda la Biblia, y la verdad está ahí. La parte que noscorresponde a nosotros es escudriñar la Biblia, el maravilloso Libro queDios nos ha dado, y no cansarnos jamás de hacerlo. Es así como la luzverdadera comenzará a alumbrarnos, y Dios nos mostrará el principioexacto que Él quiere que aprendamos. Este mandamiento que estamosoyendo ahora es nuevo; se agrega a lo que Dios había revelado ya yhace que la historia resulte más completa.

Los mandamientos de Dios son maravillosos. A veces losleemos y no los entendemos, y por ese motivo, no parecen ser tanmaravillosos. Sin embargo, la torpeza de nuestra mente no hace que suimportancia disminuya. Lo que nos corresponde a nosotros esmantenernos escudriñando y orando a Dios, y poco a poco, esosmismos mandamientos se nos harán comprensibles. Ellos son los querealmente nos ayudan a seguir adelante en el camino.

En 1 Juan, capítulo 1, Dios habló de las tinieblas y de la luz. En 1Juan 1:5 leemos: “Éste es el mensaje que hemos oído de Él, y osanunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en Él”.

Es decir, lo hemos leído y lo hemos entendido para anunciárseloa otros. La Biblia es para todas las personas del mundo, y por esemotivo, tenemos que escudriñarla con mucha paciencia, albergandosiempre la esperanza de que otras personas también puedan entenderestas cosas por cuanto son maravillosas. Eso es precisamente lo queestamos aprendiendo ahora. La Biblia nos dice que Dios ha declaradoque Él es luz, y no tiene relación alguna con las tinieblas (las cuales seidentifican con las tinieblas del pecado). No hay ningunas tinieblas enDios. Él es la esencia misma de la luz.

Cualquier tiniebla que aparezca en escena se debe a nuestraignorancia –al hecho de que nuestras mentes todavía no están abiertaspor completo. Ése es el mensaje: que Dios es luz. Prosigamos, pues,orando por la luz, la cual es el Propio Cristo. Tenemos que dedicarle a laBiblia todo el tiempo que nos sea posible porque es ahí donde seencuentra la luz. Cristo, el Dios eterno, es la verdadera luz. Sidescubrimos en nosotros tinieblas, debemos orar por la luz de Cristo.La luz se identifica con la salvación, y las tinieblas con el pecado. El

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Evangelio está en la luz, y es en esa luz donde podemos aprender, recibirdirección y vivir en la presencia de Dios.

Y ahora, Dios va a abundar más en este asunto, según leemosen 1 Juan 2:9-11:

9. El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, estátodavía en tinieblas.

10. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él nohay tropiezo.

11. Pero el que aborrece a su hermano, está en tinieblas, yanda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas lehan cegado los ojos.

Dios nos ha ordenado que le llevemos la luz de Cristo a estemundo que está sumido en tinieblas espirituales. Esa luz debe hacersemanifiesta en la vida de cada uno de nosotros. Si no se hace manifiestaes porque nuestro modo de vivir no es agradable a Dios. Jesús es la luzdel mundo, y nosotros somos portadores de Su luz junto con Él. “Estaren la luz” significa “estar en la luz de Cristo”, en la “luz del Evangelio”.En el momento en que Dios nos salva comenzamos a habitar en esa luzy no seguimos viviendo en las tinieblas del pecado.

El mundo está envuelto en tinieblas espirituales a causa de lamaldición del pecado, y es únicamente la luz del Evangelio la que puedesacar a alguien de esas tinieblas. Cuando Dios salva a un individuo, Él lotraslada de las tinieblas a la luz de Cristo.

Pero el versículo 9 hace referencia a aquél que dice que está enla luz –o sea, que cree que es salvo de sus pecados- y sin embargo,aborrece en su corazón a algún hermano. En el contexto de la Biblia, loscreyentes son hermanos en Cristo. Por tanto, puede tratarse de unhermano carnal o de un hermano espiritual.

Pero lo que se señala aquí es que en el corazón de esta personahay aborrecimiento, y por consiguiente, todavía anda en tinieblas. Elamor de Cristo no se hace manifiesto en ella. Aunque piense que essalva, se engaña a sí misma.

En contraste con eso, Dios dice en el versículo 10 que el quepermanece en la luz, ama a su hermano, y no hay tropiezo en él porcuanto está en la luz. La luz del Evangelio lo mantiene en el caminocorrecto.

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Pero todo aquél que alberga aborrecimiento en su corazón estáen tinieblas –nos dice el Señor- y anda en tinieblas. No sabe a dónde va,porque las tinieblas le han cegado los ojos. Esta expresión no ha detomarse en forma literal sino espiritual. Los que no son salvos estánespiritualmente ciegos, no se hallan en el sendero correcto, y por tanto,no están caminando con Cristo.

¿Sientes amor en tu corazón por tu hermano o hay algúnaborrecimiento merodeando por ahí? A la luz de este pasaje de lasEscrituras, deberíamos examinar nuestros corazones. Si somos hijos deDios, Su amor se hará claramente visible en nosotros.

Dios es quien pone en nosotros ese amor por nuestroshermanos. Cuando amamos a una persona deseamos lo mejor paraella, y lo mejor que podemos desearle es que tenga una buena relacióncon Cristo. Ése es el amor que debemos manifestar cuando andamos enla luz de Cristo.

En los próximos versículos, Dios se dirige específicamente a losniños (“hijitos”), a los jóvenes y a los padres. En 1 Juan 2:12 leemos:

12. Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados oshan sido perdonados por Su nombre.

Dios se dirige en primer lugar a los niños y los llama “hijitos”.Entre esos “niños” pueden estar incluidos los que todavía no hanpasado de la etapa de la infancia, pero también los que son nuevos en elReino de Dios, y en lo tocante a su posición en ese Reino no son másque “niños”.

En el momento en que Dios nos hace hijos Suyos, somos comoniños pequeños en Sus manos, y eso nos llena de gozo, y podemosdirigirnos a Él y llamarle Padre Celestial. Los niños –los que en realidadlo son o los que acaban de entrar en el Reino de Dios- son importantespara Dios. De hecho, cada individuo que está presente en la mente deDios es muy importante para Él.

Pero incluso los niños tienen necesidad de un Salvador y puedenser salvos de sus pecados. Es más, un recién nacido puede ser salvo desus pecados del mismo modo que un adulto. Siempre que Cristo lleve acabo la obra de la salvación, nada puede impedir que Él salve a quiéndesea salvar. No existe ningún ser humano en ningún lugar del mundoque no tenga necesidad de un Salvador, pero la mayoría de las personasni siquiera se dan cuenta de esa necesidad hasta que son salvas.

¡Sí!, tenemos necesidad de un Salvador que nos libre denuestros pecados. Somos culpables y por tanto, necesitamos que Cristo

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sea nuestro Salvador, más allá de la edad que tengamos. Cristo pagó elcastigo por los pecados de aquellos a quienes Él habría de salvar.¿Cómo lo hizo? ¿Por qué lo hizo? –No tenemos respuestas para esaspreguntas porque la salvación es un asunto que sólo compete a Dios.Pero si llegamos a ser salvos es porque Cristo cargó con nuestrospecados y pagó por ellos. Si no lo hubiera hecho, no tendríamosninguna posibilidad de ser perdonados y permaneceríamos sujetos a laira de Dios.

Observen que Cristo vino para salvar pecadores por amor de Sunombre. Es por Él Mismo que nos salvó, para cumplir Sus propósitos,por Su propio beneplácito. Nosotros no somos salvos por nuestropropio bien, sino para el beneplácito de Cristo. Pero, ¡qué maravilla!,estamos viviendo en el día de la salvación, y Cristo es el Salvador.

Toda la gloria de la salvación es Cristo quien la recibe. Es por Élque somos salvos. Aunque gran parte de esto nos resulta misterioso, loimportante es que cuando clamamos a Dios y Le pedimos la salvación,ya sea para nosotros mismos o para nuestros familiares o amigos,sabemos que esa salvación es únicamente posible a través de Cristo. Yeso debe bastarnos. Es una obra que Cristo lleva a cabo por completo.

Prosigamos ahora con los versículos 13 y 14:

13. Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que esdesde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porquehabéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros, hijitos,porque habéis conocido al Padre.

14. Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido alque es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes,porque sois fuertes, y la Palabra de Dios permanece envosotros, y habéis vencido al maligno.

Dios comienza ahora a revelar un alcance más amplio delconocimiento. El hecho es que Él lo sabe todo acerca de todo. Noocurre nada en el mundo de lo que Dios no tenga conocimiento. Porconsiguiente, cuando la Biblia habla en este pasaje de distintos gruposde personas, debemos recordar que no existe ningún ser humano queno tenga necesidad de un Salvador, y ese Salvador es el Señor Jesucristo,el Dios eterno. No dudemos, pues, en pedirle al Señor la salvación pornosotros mismos y por nuestros seres queridos.

“Porque conocéis al que es desde el principio”, les dice Dios alos padres en el versículo 13. ¡Qué bendición tan fantástica es conocer a

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Cristo! Y aunque Él está muy por encima de nuestras mentes humanas,cuando leemos lo que dice ahí sabemos que es cierto. Lo aceptamoscomo tal porque Dios lo escribió, sin embargo no podemos afirmar quelo entendemos a plenitud porque nuestra inteligencia es finita.

No sabemos cómo es posible que alguien pueda conocer aCristo “desde el principio”, pero si Dios lo ha dicho es verdad y digno detoda confianza y Le damos gracias por ello. Como resultado de estalectura, sabemos que Él es nuestro Dios y que ha estado con nosotrosdesde el principio de nuestra salvación –desde el principio de Sus tratoscon nosotros de esa forma espiritual tan especial. Y Él se dirige anosotros como “jóvenes”, “ancianos” y “niños”, y en cada estrato social.

A partir de las afirmaciones que aparecen aquí –por ejemplo,“vuestros pecados os han sido perdonados” y “habéis vencido almaligno”, sabemos que estos versículos están dirigidos a individuos quehan sido salvados del pecado y por consiguiente, son hijos de Dios. Él,pues, está hablándoles a verdaderos creyentes, hijos Suyos. Yprecisamente por ser hijos de Dios es que estamos tan llenos de gozoporque cuando Cristo llega a ser nuestro Salvador y nuestro Amo, algoocurre en lo profundo de nuestro corazón.

Cristo pagó por los pecados de los elegidos –es decir, deaquellos que Él escogió para que fueran salvos. Esta salvación puedetener lugar en un recién nacido, en un niño, en un joven o en un adulto.El momento de la salvación depende por completo de Dios porque es unasunto de Su sola incumbencia.

En los versículos 12 y 13, Dios se dirige a los niños, a quienesllama “hijitos”, y les dice: “vuestros pecados os han sido perdonadospor Su nombre” y “habéis conocido al Padre”.

Esas expresiones indican claramente que los pecados de estosniños han sido perdonados porque Cristo pagó por ellos. El pago por elpecado era la primera etapa en su vida espiritual. Cristo es ahora suSalvador. Por consiguiente, han conocido a Dios, que es su PadreCelestial.

Dios pasa entonces a dirigirse a los padres y a los jóvenes.Los jóvenes pueden pensar que son muy fuertes, pero no es

hasta que sabemos que Cristo nos ha salvado de nuestros pecados, quesomos útiles para Dios. En ese momento quedamos como si ennosotros no hubiera habido jamás ningún pecado, pero debemos tenercuidado de darle toda la gloria al Señor Jesucristo, porque la salvaciónes un don gratuito de Dios y nosotros no podemos contribuir a ella enmodo alguno.

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La salvación, a cualquier edad que se reciba, es siempre unregalo que Dios nos hace, y debemos agradecérselo con palabras dealabanza, porque Él es sin duda el Único que pudo haber hecho esa obraen nuestra vida. ¡Qué maravillosa es la salvación! ¡Qué maravilloso esser hijos de Dios por lo que Cristo hizo por nosotros! Y ahora, es deesperar que nuestra vida pueda ser un testimonio para nuestrosfamiliares y amigos y que ellos algún día también puedan clamar a Dios.

Tanto en el versículo 13 como en el 14, Dios dice que estáescribiéndoles a los padres porque ellos han conocido al que es desde elprincipio. Cuando Dios repite algo por segunda vez es porque Él deseahacer hincapié en ello de manera especial. Y en estos versículos Él estásubrayando que los padres conocen al que es desde el principio.

En Efesios 5:23 leemos que “el marido es la cabeza de la mujer,así como Cristo es la cabeza de la iglesia”. Dios, pues, ordenó que elmarido fuera el jefe de la familia, y como tal, tiene una responsabilidadtremenda para con su familia.

No sólo tiene autoridad sobre la misma, sino que está a cargode su sustento espiritual. Y por ello, debe criar a sus hijos en el temordel Señor. En Proverbios 22:6, Dios ha ordenado lo siguiente: “Instruyeal niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”.Ésta es la responsabilidad del padre.

Y aquí, en 1 Juan 2, se les recuerda a los padres que ellos hanconocido a Dios desde el principio, y por esa razón, no tienen ningunaexcusa para no educar a sus hijos como es debido en los caminos deDios. Los padres tienen el conocimiento de Dios y los años deexperiencia espiritual que los hijos no tienen. Y Dios aquí hace hincapiéen este conocimiento que poseen.

Y también declara dos veces que los jóvenes han vencido almaligno, el cual es Satanás. A continuación, Dios dice cuál es el mediodel que se valen para vencerlo.

Vencen porque son fuertes y porque la Palabra de Diospermanece en ellos. Esa permanencia de la Palabra de Dios en ellos loshace fuertes. Como es natural, no es a la fortaleza física a la que Dios serefiere sino a la fortaleza espiritual. Aunque son jóvenes, son fuertes enel Señor.

En este pasaje Dios nos muestra Su tremendo interés por losque son Suyos. Él cuida de Sus hijos y los guía por medio de Su Palabra,la cual escribió para ellos.

Pero en los siguientes versículos de este capítulo, Dios procedea hacer una fuerte advertencia. En cada trato de Dios con Su pueblo,

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aparece una advertencia, porque Él nos ama y quiere que andemos deuna manera muy definida. Lamentablemente, no siempre queremosprestarle atención a dicha advertencia, y eso perjudica sobremaneranuestra relación con el Padre. Debemos acudir a Él con los brazosabiertos y con una mente y un corazón bien dispuestos a hacer lo que élpida. En 1 Juan 2:15-17 leemos.

15. No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Sialguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.

Lo que leemos ahí apunta al meollo de la cuestión, porque elpecado procede del mundo y Dios nos ordena categóricamente que noamemos al mundo, lo cual implica que hemos de tener nuestros ojosfijos en Él. Es a nuestro Salvador a quien necesitamos escuchar y no almundo.

16. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de lacarne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, noproviene del Padre, sino del mundo.

17. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace lavoluntad de Dios permanece para siempre.

Una verdadera batalla se está librando aquí. Por una parte, Dioshabla de nuestro amor hacia el mundo, pero todos nosotros amamos almundo; nos agradan las cosas que al mundo le agradan a pesar dedarnos cuenta, desde el primer momento, de que vamos por unsendero equivocado.

Es a Dios únicamente a quien tenemos que escuchar para podervivir seguros. Debemos, pues, pedirle fortaleza para que aleje denosotros las ideas mundanas. Necesitamos crecer en la gracia yfortalecernos más en nuestra confianza, para que el tiempo de nuestravida sea de victoria espiritual y no de acomodamiento a las cosas delmundo. Para ello, es preciso que Dios abra nuestros ojos a fin de quepodamos entender claramente cuán grande es nuestra necesidad de Él,y nos libre de la tentación y nos mantenga fieles.

Estamos viviendo en un mundo que Dios ha llenado de cosashermosas, pero eso no significa que ellas sean para nosotros. Tenemosque aprender a discernir qué es lo que debemos admitir en nuestramente y en nuestro corazón.

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Cristo ordenó en Mateo 22:37-38: “Amarás al Señor tu Dios contodo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Éste es elprimero y grande mandamiento”.

Observen, por favor, las frases que Él usó: “con todo”, “contoda”. ¿Cuántas veces pensamos realmente que tenemos que amar aDios “con todo” lo que está a nuestro alcance? Y no puede ser de otromodo, porque si no es “con todo”, no será jamás suficiente –nuestramente no estará centrada en Cristo como corresponde.

Pero, ¿cuán obedientes somos los seres humanos a estosmandamientos? Si hemos de ser honestos, debemos confesar que nosomos obedientes. Y esa confesión demuestra que nos queda aún porrecorrer un largo camino para asemejarnos más al Maestro, paraasemejarnos más al Señor Jesús y obedecerle como corresponde que lohagamos. Tenemos, pues, que prestar atención a lo que Dios nos estádiciendo y ser obedientes, pero eso requiere una oración constante yrequiere también sumisión.

¡Cuán desesperadamente necesitamos la ayuda de Dios!Dios nos creó para que viviéramos en el mundo. Es por eso que

nos resulta tan fácil amar al mundo. Pero, ¡cuidado!, del mundodebemos amar sólo lo que Dios quiere que amemos. Si leemos la Bibliay prestamos atención a lo que Dios nos dice en ella, Él nos mostrará dequé manera debemos vivir en este mundo, para lo cual necesitamosmucha sabiduría porque el mundo es muy engañoso en todos losaspectos. Debemos, pues, orar con gran humildad y pedir misericordiay ayuda para hacer la voluntad de Dios, y sólo Su voluntad.

¿Amamos realmente a Dios con todo nuestro corazón, con todanuestra alma y con toda nuestra mente, o amamos un poquito al mundotambién? Puesto que es en él donde hemos de vivir, tenemos quemantenernos escudriñando la Palabra de Dios para buscar la direccióndivina. Si lo hacemos de manera constante y fiel, no nos dejaremosenredar por el mundo ni lo amaremos, pero si el amor por este mundocomienza a desarrollarse en nosotros, nuestro amor hacia Dios irádisminuyendo.

En 1 Juan 2:15, Dios nos da más información y nos hace otraadvertencia ordenándonos que no amemos al mundo ni las cosas queestán en el mundo, porque “si alguno ama al mundo, el amor del Padreno está en él”.

No hay ninguna razón para amar las cosas del mundo. El queama las cosas del mundo termina amando al mundo. Si bien es ciertoque Dios nos dio un mundo hermoso y amigos estupendos, esos mismosamigos podrían apartarnos de nuestro amor por Cristo. Tenemos, pues,

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que ser obedientes a la cosas de Dios y preguntarnos en todo momento:¿Hago esto por amor a Dios y Su Palabra o porque amo las cosas delmundo? Ésa es la prueba. Dios nos ha puesto en este mundo tanhermoso, pero hay cosas en él de las que no debemos participar.

¿Por qué motivo? Porque Dios nos está probando, y si enrealidad somos hijos Suyos, deseamos obrar únicamente de acuerdocon la voluntad de Dios. Es por eso que en el momento en que no lohacemos así, nos sentimos muy insatisfechos con nuestra vida.

Ahora bien, si decimos que amamos a Dios, podríamos pensarque no amamos al mundo. Sin embargo, pensemos en eso conhonestidad. Este mundo, que Dios nos ha dado, y que es tanmaravilloso y tan hermoso, es un emporio de tentaciones. Imaginemos,pues, un escenario posible para ver de qué manera podemos caer en latentación. Suponga que a usted le gustan las joyas y que un día ve unabellísima pieza que está a la venta en una tienda. Al verla, siente eldeseo de tenerla, pero se aleja de allí. Sin embargo, no puede dejar depensar en esa joya ni de ansiarla. Poco después, logra encontrar lamanera de comprarla con la idea de que una vez que adquiera la joya sesentirá tan satisfecho que no necesitará nada más. Es así comorazonamos a menudo.

Pues bien, consigue finalmente el dinero, regresa a la tienda y lacompra. ¡Ya es suya!, y se la muestra muy ufano a sus amistades,tentando con ello el deseo de otras personas. No obstante, a susamigos temerosos de Dios lo más probable es que no se la enseña ni leshable de ella porque podrían pensar mal de usted. Y de ese modo,condiciona su vida para poder vivir con su deseo que, aunque en unprincipio es algo secreto, se hace cada vez más parte de su rutina diaria.

Eso mismo ocurre con la tentación. Casi sin darnos cuenta,produce un impacto permanente en nuestra vida hasta llegar a formarparte de la misma sin que podamos resistirnos. Si alguien sugiere que loque estamos haciendo está mal por cuanto somos hijos de Dios, nosofendemos. Y por más que digamos que no es así, el amor por estemundo puede ser una trampa. Por consiguiente, debemosmantenernos alejados de él y ni siquiera juguetear con esa idea ennuestra mente.

El ser humano ha encontrado el modo de hacerse de grandesriquezas, honores y placeres. Si nos dejamos guiar por el mundo, estascosas que son del mundo, como también lo somos nosotros, se haránparte de nuestra vida, y al igual que el resto de la gente, lascodiciaremos y nos esforzaremos por conseguirlas en vez de esforzarnospor alcanzar una buena relación con Dios.

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Codiciar las cosas del mundo –por hermosas o necesarias queparezcan- se opone directamente a la vida piadosa. Si le damos lugar aese sentimiento, viviremos para el mundo y ya no podremos decir queestamos haciendo las cosas a la manera de Dios. La codicia es un deseoo apetito desordenado. En muchas ocasiones, lo que puede parecer undeseo recto no es más que un deseo codicioso. Si algo que anhelamosproduce desarmonía en nuestra vida, es malo para nosotros –essimplemente un deseo codicioso. Pero Dios nos dice en el 10mo.Mandamiento: “No codiciarás”. La codicia conduce al deseodesordenado de poseer algo, y ese deseo nos aleja de Dios.

En 1 Juan 2:16, Dios explica con lujo de detalles cómo semanifiestan el pecado y la tentación. Los deseos de los ojos: vemos algoque nos gusta. El deseo de la carne: lo admiramos, lo queremos y nosproponemos conseguirlo a toda costa. El orgullo de la vida: cuandologramos lo que codiciamos, nos impacientamos por hacer alarde deello.

Sin embargo, nada que tenga que ver con la codicia o el orgullodebe tener cabida en la vida de los hijos de Dios. La Biblia nos adviertede manera categórica que si amamos las cosas del mundo, el amor delPadre no está en nosotros. Ambas cosas no pueden coexistir.

Cuando nos sentimos tentados por alguna mercancía que esexhibida de forma hermosa, o por la oportunidad de conseguir grandessumas de dinero o por alguna actividad pecaminosa, esa tentación no esmás que una prueba. ¿Pondremos en eso nuestros ojos? ¿Pensaremosen ello con frecuencia? Si lo hacemos, estamos atrapados. No pasamosla prueba.

La tentación constituye un gran problema para todos los sereshumanos porque es el punto de partida de la codicia y nos hace desearcosas que no debemos tener. Pero la Biblia nos ha advertido que siamamos las cosas del mundo, el amor del Padre no está en nosotros. Élnos ha dado a las personas y las cosas tan hermosas que amamos, perosi somos verdaderos creyentes, nuestro amor hacia Dios debe superar –es decir, debe ser mucho más fuerte y más vibrante que- el amor quesentimos por el mundo. La cuestión no consiste en no amar las cosasque hay en el mundo, sino en compararlas con lo que realmente vale lapena amar. ¿Qué ocupa el primer lugar en mi vida?

Después de salvarnos, Dios no nos deja solos para enfrentar losproblemas de la vida. ¡No!, no es por nuestros propios medios quedebemos tratar de resolver los problemas. Pero, ¡qué maravilla!, Dioses nuestro Salvador, nuestro Rey y nuestro Padre espiritual, y Él siempre

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está con nosotros. Este hecho, además de ser cierto, nos da estabilidad.La compañía del Dios Todopoderoso nos garantiza el éxito, y Él Mismoha prometido que no nos dejará ni nos desamparará jamás. Cada vezque necesitamos ayuda, Él nos la da. Y en lo tocante a la tentación,además de ayudarnos, también nos enseña. Junto con la salvación, Diosnos da promesas preciosas que podemos invocar en todo momento. Sinembargo, en muchas ocasiones nos sentimos solos -nos sentimos comosi Dios nos hubiese abandonado, y comenzamos a actuar como si Diosnos hubiese abandonado. Y entonces, aparecen los problemas. Paraestar conscientes en todo momento de la presencia de Cristo connosotros, es absolutamente necesario que no dejemos de orar jamás yde pedirle que nos ayude, y en Su ayuda siempre podemos descansar.

Como dije antes, además de ayudarnos, Dios nos enseña. Siaprendiéramos al menos a pedirle ayuda, nos daríamos cuenta de cuáncerca está de nosotros y cuán dispuesto a brindárnosla. Cuando latentación por las cosas de mundo se cruza en nuestro camino, Dios nosmuestra qué debemos hacer. Si comenzamos a quejarnos y a tratar deresolver los problemas por nosotros mismos, entraremos en unconflicto que se tornará cada vez más negativo. Lo que en realidaddebemos hacer es detenernos y pensar: “Dios me cuida, yo soy Su hijo.Por tanto, mi deber es recurrir a la oración ahora mismo porque Él oyecada palabra que sale de mis labios. Puedo, pues, exponerle misproblemas y decirle: ‘Señor, perdóname por haberme dejado tentar ytratar de resolver las cosas por mí mismo”.

Dios nos ofrece todavía más ayuda en la Escritura. En 1Corintios 10:14 nos dice que “huyamos de la idolatría”; en 1 Corintios6:18 nos ordena que “huyamos de la fornicación”; y en 2 Timoteo 2:22nos da este mandato a cada uno: “huye también de las pasionesjuveniles”.

En otras palabras, lo que Dios está diciéndonos es que debemosHUIR de la tentación; y huir significa escapar: ¡escápate de ella tanpronto como puedas! Pero, ¿a dónde debemos huir y de qué maneradebemos hacerlo?

Vamos a leer el resto del versículo de 2 Timoteo 2:22, dondeDios declara lo siguiente:

Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, lafe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan alSeñor.

Cristo está muy cerca de nosotros. Podemos hacer un alto ennuestras tareas en cualquier momento, y ahí mismo comenzar a orar.

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Cuando oramos, nos dirigimos al Dios eterno. Sin embargo, aunque deeso depende la solución de nuestros problemas, no siempre lo hacemosasí. ¡Empecemos, pues, a orar! No importa cómo lo hagamos, Diossabe que estamos orando y oye nuestra oración. Él es el Único quepuede cambiar todas las cosas porque Dios es la respuesta a todos losproblemas de los seres humanos. Si recordamos esta gran verdad, pordifícil que se haya tornado la situación en la que nos hallamos, siemprepodemos tener esperanza.

De ese modo, evitaremos codiciar las cosas que el mundo nosofrece –ya sea la fama, o las riquezas o cualquier actividad pecaminosa.El mundo nos ofrece muchas cosas que son agradables, pero siponemos nuestros ojos en ellas, tendremos problemas, porquehabremos apartado nuestra mirada de lo que realmente es importante –a saber, una relación correcta con nuestro bendito Salvador y SeñorJesús.

La codicia no conduce más que al pecado, aunquemomentáneamente parezca deseable. Es, pues, necesario huir de latentación, acudir a Cristo y seguirlo para poder mantenernos en elsendero correcto. Y con ese fin, tenemos que orar. No vacilemos jamásen hacerlo ni pensemos que el momento no es adecuado. La oración norequiere de ningún momento especial, cualquier ocasión es buenacuando tenemos necesidad de derramar nuestro corazón ante Dios. Éles fiel, y si ve que tenemos un problema, nunca nos niega Su ayuda.

En 1 Juan 2:17 aparece la conclusión del tema: “Y el mundopasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanecepara siempre”.

El mundo no permanecerá para siempre, pero sí permaneceráen nosotros mientras tengamos puestos nuestros ojos en aquello quedespierta nuestra codicia. Por tanto, es menester que desviemosnuestro pensamiento de esos deseos desordenados y hablemos conDios en oración. Únicamente así, podremos alcanzar la victoria.

Si somos hijos de Dios, nuestro principal anhelo es permanecercon Cristo para siempre y que Él permanezca en nosotros, pero paraello, es preciso que mantengamos conscientemente nuestros ojos fijosen Él. Él es todo, el Único hacia quien debemos dirigir nuestra mirada.En la medida en que permanezcamos concentrados en Cristo, no habrácabida en nuestra mente para el mundo ni para las cosas que éstepueda ofrecernos. Pero los que aman al Padre y son obedientes a SuPalabra permanecerán para siempre con Dios. Dicho de otro modo, ésaes la prueba de que han llegado a ser verdaderos hijos de Dios y estarána salvo y seguros en Sus omnipotentes brazos por toda la eternidad.

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La clave para lograrlo es dedicarnos a Cristo y a Su Palabra. Sirealmente nos dedicamos a Cristo y a Su Palabra, nos resultará cada vezmás fácil clamar a Él en oración y obtener más fortaleza y hacer mássólida nuestra consagración. Será como un manantial que nunca cesa,pero tenemos que hacerlo de manera consciente y habituarnos a clamara Dios pidiendo misericordia. ¿Claman ustedes a Dios? Si no lo hacen,deberían comenzar ahora mismo porque Él es nuestra esperanza. SiDios nos ha salvado, tenemos que mantener nuestros ojos fijos enCristo, el Único a quién podemos acudir, y lo hacemos con mucho gusto,con avidez y con esperanza. Acudimos a Cristo porque sabemos que deÉl viene nuestro socorro. Sólo así estaremos haciendo la voluntad deDios.

Pero, ¿cómo podemos mantener nuestros ojos fijos en Cristo?Permaneciendo en la Palabra de Dios. Él nos ha dado Su Palabra y lacapacidad de leerla, y además, nos ha dado tiempo para hacerlo.Tenemos, pues, que leer la Palabra de Dios porque es a través de laBiblia que Él Mismo nos habla y nos guía. Dios se vale de ella parainstruirnos en Sus caminos y nos da la victoria sobre el pecado y latentación porque ésa es Su voluntad. Oremos, pues, para que Diosaparte de nuestra mente estas cosas y nos mantenga centrados en Él.Dios nos salvó y nos hizo hijos Suyos, y Su plan mientras estemos eneste mundo es que busquemos todas nuestras respuestas en Cristo, y deese modo, nos fortalezcamos en la fe cada vez más. Si contamos connuestras propias fuerzas, fracasaremos, pero con la fuerza de Dios,jamás.

Proseguimos ahora con nuestro estudio de 1 Juan, y hemosllegado al capítulo 2, versículo 18, donde leemos lo siguiente:

18. Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteisque el anticristo viene, así ahora han surgido muchosanticristos; por esto conocemos que es el último tiempo.

“Hijitos” –nos llama Dios aquí- porque en Cristo Jesús somoscomo recién nacidos. Es decir, no estamos plenamente desarrolladosdesde el punto de vista espiritual. Nos queda mucho por aprender, perocon el paso del tiempo, Dios va abriendo nuestros ojos espirituales.

“Ya es el último tiempo” ¿Qué significa eso? La palabra griegaempleada aquí se traduce realmente como “es la última hora”; y “hora”puede tomarse en sentido literal (una hora de 60 minutos) o en sentidofigurado. En este pasaje hace referencia a un período de tiempo queexcede con mucho a 60 minutos.

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Pero, ¿por qué es la última hora o el último tiempo? ¿El últimotiempo para qué? El resto del versículo nos indica que esa expresiónalude a los días postreros, al fin de todas las cosas. En otras palabras, eneste contexto es obvio que Dios está hablando del momento del fin,cuandoquiera que ocurra.

Ahora bien, puesto que esta carta fue escrita haceaproximadamente 2,000 años y el universo todavía permanece,tenemos que llegar a la conclusión de que la expresión “el últimotiempo” se refiere a todo el período que va desde aquella época hasta elmomento del fin, y que podríamos llamar “la era del NuevoTestamento”.

“Vosotros oísteis” –dice Dios- “que el anticristo viene”. En elcapítulo 24 del libro de Mateo, Jesús advirtió acerca de la “abominacióndesoladora” de la que había hablado el profeta Daniel; y esa“abominación desoladora” hacía referencia al anticristo, que no es másque Satanás, según veremos más adelante en este estudio de la primeraepístola de Juan.

Y entonces, el versículo prosigue diciendo “así ahora hansurgido muchos anticristos”. El prefijo “anti” indica oposición. Satanásse opone a Cristo, es Su adversario, y por ende, sus seguidores tambiénse oponen a Cristo. Ésa es la conclusión lógica que podemos sacar.

Pero la sorpresa aparece en el próximo versículo, donde leemoslo siguiente:

19. Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque sihubiesen sido de nosotros, habrían permanecido connosotros; pero salieron de nosotros para que se manifestaseque no todos son de nosotros.

Lo que dice este versículo implica que estos adversarios oanticristos habían estado junto con los verdaderos creyentes, habíansido parte de ellos, tenían relación con ellos, pero se marcharon porqueno eran de Cristo. A partir de eso, podemos concluir inmediatamenteque todo aquél que permanece con los verdaderos creyentes, ha demostrar de manera fehaciente que piensa igual que ellos. La Verdad esuna sola.

Dios indica que este hecho demuestra que éste es el últimotiempo, la última hora, que estamos cerca del momento del fin. No hayque mirar por la ventana para buscar alguna prueba de que estamospróximos al fin.

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La prueba es ésta: que los anticristos que estaban mezcladoscon los creyentes, que estaban unidos a ellos y actuaban como siparticiparan de la verdad, ahora se han marchado porque no eran deCristo. Estaban íntimamente relacionados con los verdaderos creyentesy al parecer, mostraban estar de acuerdo con la verdad que ellos creían.Sin embargo, Dios dice que no tenían la verdad, y el hecho de que semarcharan lo prueba así.

En 1 Timoteo 4:1 leemos: “Pero el Espíritu dice claramente queen los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando aespíritus engañadores y a doctrinas de demonios”.

Observen que las personas de las que se nos advierte en 1 Juanapostataron de la fe y apartaron su oído del verdadero Evangelio, perose marcharon. Y esto, según dice este versículo, ocurriría en lospostreros tiempos. Por tanto, lo que leemos en 1 Timoteo también serelaciona con el último tiempo al que se hace referencia en 1 Juan 2:18.

Podemos leer además en Mateo 24:5 estas palabras de Jesús:“Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y amuchos engañarán”. Y en el versículo 11 del mismo capítulo dice: “Ymuchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos”.

Cristo anunció que habría muchos falsos Cristos que vendríanen Su nombre, y un “falso Cristo” no es más que un “anticristo”. No esel Cristo verdadero, es un Cristo falso y se opone a Él. Por consiguiente,esto está de acuerdo con lo que leemos en 1 Juan 2:18 y 19.

Además, estos falsos Cristos son tan semejantes a Cristo queengañan a muchos. En Mateo 24 se nos previene acerca de ellos en dosocasiones. La advertencia que Dios les dio a los verdaderos creyentesdurante el período en que la Biblia estaba siendo escrita, también nos lada a nosotros hoy. Así como fue cierto en aquel entonces, es ciertoahora. Tenemos, pues, que prestar cuidadosa atención a estaadvertencia y asegurarnos de que estamos siguiendo a Cristo, alverdadero Cristo, y no a un impostor, que no es más que Satanás, eladversario de Cristo.

Estos versículos nos muestran que Satanás es el maestro delengaño. Sólo Cristo es la Verdad. Satanás es un mentiroso y no hayverdad en él.

Y entonces, en 1 Juan 2:20 leemos:

20. Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todaslas cosas.

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La palabra griega traducida como “unción” en este versículotambién aparece en otros pasajes, y alude literalmente a la acción de“untar” o “frotar” con aceite.

Frotar con aceite es una acción intensiva y no un simplerociamiento superficial. Y puesto que, según leemos aquí, es Dios quienla lleva a cabo, se trata de una unción o frotamiento espiritual conaceite muy importante.

Esta unción espiritual por parte de Dios se identifica con lasalvación, y es la obra que Dios realiza cuando nos hace hijos Suyos. Elfrotamiento espiritual y penetrante con aceite nos muestra que lasalvación ocurre internamente y se convierte en una parte integral denuestra personalidad. Dios es quien la pone ahí. Es por eso que resultatan espectacular la figura de la salvación que Dios nos presenta aquí.

Leemos acerca de ello, por ejemplo, en 2 Corintios 1:21-22: “Yel que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios,el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu ennuestros corazones”.

Este pasaje explica que somos hechos hijos de Dios porque Diosnos escogió para Él y nos ha ungido espiritualmente. Y además, comoresultado de Su acción intensa en nuestra vida, nos ha sellado, y esaacción es permanente. “Nos ha sellado”; es decir, ha completado ennosotros la obra que se proponía hacer.

Pero, ¿a qué se refiere Dios cuando dice que conocemos todaslas cosas? En 1 Juan 2:20 leemos: “Pero vosotros tenéis la unción delSanto, y conocéis todas las cosas”. ¿Cuáles son esas cosas queconocemos?

Después de salvarnos y de ungirnos espiritualmente, Dioscomienza a enseñarnos toda la verdad. En el entorno en que noshallamos ahora, aprendemos las verdades que Él Mismo nos revela, y ala vez, nos mantiene a salvo de los engañadores. Y entonces, a medidaque avancemos en el camino cristiano y obedezcamos cuidadosamentelo que la Biblia nos dice, iremos aprendiendo más verdades de Dios.Mientras más verdades divinas aprendamos, más protegidos estaremosde los engañadores.

Y ahora, en 1 Juan 2:21 leemos:

21. No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porquela conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad.

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Dios nos está previniendo para que no seamos engañados. ÉlMismo nos ha preparado. Hemos oído la verdad y las mentiras; yahora, Dios nos dice: “pero conoceréis la verdad porque el Espíritu estáen vosotros”.

Satanás está muy activo en este mundo, pero Dios ha venido arescatarnos. Nos ha salvado y nos ha ungido –nos ha frotadoespiritualmente con aceite. Por consiguiente, somos posesión Suya y Élnos mantendrá en la verdad. ¿Dónde se halla la verdad? ¡En la Biblia!La Biblia se destaca por ser la gran dadora de la verdad y establece lanorma para la verdad. No hay otra norma para la verdad en el mundoque sea fidedigna.

Para reconocer a los falsos profetas que engañan tenemos quemantenernos escudriñando toda la Biblia. Si no tuviéramos la Bibliaseríamos como un barco en medio del mar sin timón ni brújula. Portanto, nuestra meta es ser siempre fieles a la Palabra de Dios. Si nosdejamos engañar por las mentiras de los engañadores (los anticristos) esporque nunca fuimos ungidos por Dios. Es decir, nunca fuimosverdaderamente salvos.

Pero en este versículo, Dios les dice a los verdaderos creyentesque ellos sí conocen la verdad. Ésa es la garantía que Dios les da. Si Élles ha mostrado la verdad, ellos sabrán sin duda alguna cuál es la verdady no serán engañados. La Biblia fue escrita por Dios, y Él es la esenciamisma de la verdad. Recuerden Sus palabras en Juan 14:6: “Yo soy elcamino, la verdad y la vida”.

Hasta aquí, Dios nos ha prometido en este capítulo que Él nosmantendrá en la verdad y nos protegerá de los engañadores queanuncian en nombre de Cristo un evangelio erróneo. Y ahora, en lospróximos versículos Él va a subrayar aún más este asunto y hacerlo másespecífico. En 1 Juan 2:22 leemos:

22. ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es elCristo? Éste es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo.

Según hemos aprendido con anterioridad, Satanás es unmentiroso y la verdad no está en él. Eso es lo que Dios nos enseña enJuan 8:44 y también lo llama “padre de mentira”. Lo que dice elversículo 22 es profundo y muy serio, y Dios lo puso ahí para guiarnos ylibrarnos de las mentiras de los engañadores que niegan que Cristo seael Salvador.

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Hay muchos que afirman que tienen la verdad y que creen en elDios de la Biblia, pero cuando escuchamos con atención lo que enseñan,nos damos cuenta de que las ideas que expresan no son bíblicas. Apartir de lo que dicen, podemos saber que tienen otra autoridad y no laBiblia sola y en toda su integridad.

Las enseñanzas falsas son engañosas. Pueden parecer muyhermosas y correctas, pero son una trampa de Satanás. Y como no sonverdaderas, terminan negando por completo a Dios. Estamos librandociertamente una recia batalla por la verdad, por tanto, tenemos queestar bien seguros de que todo lo que decimos tiene su origen en laverdad y nos hace progresar cada vez más en el sendero de la verdad.

Pero esto es posible únicamente si seguimos las normas ydirectrices de la Biblia. Tenemos que mantenernos en la direcciónadecuada y obrar de acuerdo con lo que la Biblia nos ha enseñado. LaPalabra de Dios, la Biblia, debe ocupar el primer lugar en nuestrospensamientos y de ella debemos depender en todo momento. Siobedecemos las normas que hemos aprendido en la Biblia noslibraremos de quedar atrapados por Satanás y sus mentiras.

Para precisar más este argumento, Dios declara en 1 Juan 2:23:

23. Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre.(Pero) el que confiesa al Hijo, tiene también al Padre.

Negar que el Hijo (el Señor Jesús) sea el Cristo, implicaríanecesariamente negar al Padre, porque el Padre no puede ser conocidosin el Hijo. El Padre y el Hijo son uno solo; por tanto, creer en unoequivale a creer en el otro, porque hay un solo Dios. Jesús dijo en Juan10:30: “Yo y el Padre uno somos”.

Si un evangelio parece verdadero, pero niega que Cristo es elúnico Salvador, entonces, ese evangelio es falso. Negar que Jesús sea elMesías es lo mismo que negar todo lo que tiene que ver con Dios. Untipo de creencia así sólo puede venir de Satanás, que es un mentiroso yun anticristo.

El que niega al Hijo, no puede tener ni al Hijo ni al Padre. Peropor otra parte, confesar al Hijo –es decir, reconocerlo como Hijo deDios- equivale a confesar al Padre, porque Dios es uno solo.

Hay personas que profesan creen en Dios el Padre, pero dicenque Jesús no fue más que un hombre bueno –un profeta enviado porDios para enseñar a la gente. Con semejante afirmación, esas personasestán negando a Cristo, y por tanto, niegan también a Dios el Padre.

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Este tipo de enseñanza es totalmente contraria a la verdad de la Palabrade Dios, y por ende, inaceptable. Es una mentira que procede deSatanás, el padre de mentira.

Jesucristo es Dios; ése es el resumen de todo lo que hemosaprendido aquí. No cabe duda de que Jesús es el Hijo de Dios e igual alPadre en todos los aspectos. Sin embargo, tenemos que admitir que nopodemos entender la relación que existe entre los miembros de laDeidad porque ése es un misterio divino, aunque no hay duda de queestas cosas sean ciertas.

Y para continuar nuestro estudio, leamos 1 Juan 2:24 y 25:

24. Lo que habéis oído desde el principio, permanezca envosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permaneceen vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en elPadre.

25. Y ésta es la promesa que Él nos hizo, la vida eterna.

Dios les anuncia Su Palabra a los verdaderos creyentes, y segúndice aquí, Él los preparará para la verdad que permanecerá en elloseternamente.

Observen que en el versículo 24 se hace hincapié dos veces enel mismo punto: “Lo que habéis oído desde el principio, permanezca envosotros” y “si lo que habéis oído desde el principio permanece envosotros…”. Cuando Dios repite algo, podemos estar seguros de que setrata de un principio importante al que debemos prestar cuidadosaatención.

Dios subraya aquí que la verdad que hemos oído desde elprincipio permanecerá en nuestra vida Ninguno de nosotros podríaconocer la verdad si Dios no nos hubiera preparado para recibirla.

Pero Él garantiza que después de haber llevado a cabo esapreparación, nos salvará y hará Su habitación en nuestros corazones, ynosotros permaneceremos en el Hijo y en el Padre eternamente. Enotras palabras, viviremos en comunión con la Deidad –con el Padre, elHijo y el Espíritu Santo- y nunca más estaremos solos.

La gran promesa que Dios nos hace es que heredaremos la vidaeterna, siempre y cuando Él nos haya escogido para ser salvos. Dios nosmanifiesta la verdad, permanece con nosotros y nos da la vida eternapor herencia. Ésa es Su magnífica promesa para los escogidos, para losque Él eligió para que tuvieran vida eterna. Si Dios nos escogió, seremosfieles hasta el fin.

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Ahora bien, para que no olvidemos que estos pensamientosmaravillosos de salvación no son el resultado de la obra de losengañadores, Dios nos recuerda otra vez en el versículo 26:

26. Os he escrito esto sobre los que os engañan.

Dios nos advierte acerca de los engañadores y nos dice queaunque ellos traten de seducirnos con otro evangelio, no tendrán éxito.¿Por qué? Porque no hablan en nombre de Dios sino en nombre deSatanás. Pero Él protege a los verdaderos creyentes de este tipo deerror y nos conserva en la verdad por cuanto somos Suyos.

Y ahora, en el versículo 27, Dios hace un resumen de todo loque hemos aprendido y dice lo siguiente:

27. Pero la unción que vosotros recibisteis de Él permanece envosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; asícomo la unción misma os enseña todas las cosas, y esverdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado,permaneced en Él.

Dios nos ungió y nos dio la salvación, permanece en nosotros ynos enseña la verdad. Y además, continuará enseñándonos todo lo quecompete a la verdad y nosotros permaneceremos en Él.

Dios hace hincapié repetidamente en nuestra permanencia enÉl. ¡Qué consuelo tan precioso! No hay nada que pueda ser másmaravilloso que permanecer en Cristo, porque eso significa que Él estodo para nosotros. Él anda con nosotros y nos mantiene a cubierto delas mentiras. Por medio de Su Palabra, Dios nos enseña la verdad en loíntimo de nuestro corazón, y nos asegura que somos Sus hijos y quealgún día viviremos con Él por toda la eternidad. Ésa es la grandiosapromesa que recibimos los verdaderos creyentes.

Y ahora, hemos llegado a los dos versículos finales del capítulo 2de 1 Juan –un capítulo en el que hemos aprendido muchas verdadesbíblicas importantes.

En 1 Juan 2:28-29 leemos:

28. Y ahora, hijitos, permaneced en Él, para que cuando semanifieste, tengamos confianza, para que en Su venida no nosalejemos de Él avergonzados.

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29. Si sabéis que Él es justo, sabed también que todo el quehace justicia es nacido de Él.

Recuerden que ante los ojos de Dios, nosotros somossemejantes a niños pequeños, y como tales, tenemos mucho queaprender acerca de las cosas del Señor, y para enseñárnoslas, Él se valede Su Palabra.

En este capítulo, Dios ha hecho hincapié repetidamente en laimportancia que tiene nuestra permanencia en Cristo. Los verdaderoscreyentes moramos en Cristo, y si nuestra relación con Él es correcta,andamos con Cristo paso a paso.

Pero, ¿cómo podemos estar seguros de que nuestra relacióncon Cristo es correcta? Para responder a esta pregunta, debemosrecordar lo que aprendimos en 1 Juan 2:3: “Y en esto sabemos quenosotros Le conocemos, si guardamos Sus mandamientos”.

¡Ésa es la prueba! ¿Obedezco constantemente la Palabra deDios? Mi vida debe dar testimonio de mi relación con Él y por tanto, nodebe haber nada en ella que Le resulte desagradable.

Y en 1 Juan 2:6 leemos: “El que dice que permanece en Él, debeandar como Él anduvo”.

Ésta es la clave: “andar como Jesús anduvo”. Es decir,comportarnos de una manera que sea del agrado de Dios en todos losaspectos. Jesús es nuestro ejemplo constante de santidad y de justicia,y además, es nuestro compañero inseparable.

En el versículo 28, Dios proyecta Su mirada hacia el futuro ycontempla el día del regreso de Cristo al fin del mundo. Este versículodeja bien claro que Él vendrá. Leámoslo de nuevo: “Y ahora, hijitos,permaneced en Él, para que cuando se manifieste, tengamosconfianza, para que en Su venida no nos alejemos de Él avergonzados”.

¡Qué glorioso será ese día en el que veremos a nuestroSalvador! ¡Ojalá que en ese día no tengamos que alejarnos de Élavergonzados por la manera en que vivimos aun siendo cristianos!Necesitamos, pues, estar seguros de que somos hijos de Dios y estamospreparados para encontrarnos con Él.

Ahora bien, aunque seamos hijos de Dios, tenemos que lucharcon el pecado en nuestra vida. Sin embargo, si pertenecemos a Cristo,sabemos que hemos sido perdonados, que moramos en Él y que Él nosmantiene en el sendero de la rectitud y de la justicia. Es absolutamenteimposible vivir de manera recta y justa separados de Cristo.

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Pero la rectitud y la justicia que pueda haber en nosotros esproducto de la rectitud y de la justicia de Cristo. No podemosatribuirnos ningún mérito por esas cosas porque es el Propio Cristoquien las ha puesto en nosotros. Somos rectos y justos por medio deCristo y de Su rectitud y Su justicia. Podemos vivir en rectitud y enjusticia únicamente si nacemos de Él. Eso es lo que nosotros llamamos“nacer de nuevo”.

En Romanos 6:18, Dios dice lo siguiente con respecto a losverdaderos creyentes: “Y libertados del pecado, vinisteis a ser siervosde la justicia”. Eso es equivalente a decir que Dios nos hizo siervosSuyos en el momento en que nos salvó de nuestros pecados y entramosa formar parte de Su Reino.

Antes que Dios nos salvara, éramos siervos del pecado, pero Élnos libertó. Es decir, el pecado ya no tiene dominio sobre nosotrosporque ahora pertenecemos a Cristo. Y el final que nos aguarda es lavida eterna. Todos los verdaderos creyentes pueden desearvehementemente ese futuro tan glorioso –a saber, vivir con Cristo en laeternidad por los siglos de los siglos.

Capítulo 3

En los primeros dos capítulos de 1 Juan que ya examinamoshemos aprendido algunas verdades maravillosas con respecto a nuestrarelación con Dios. Y ahora, comenzaremos a analizar el próximocapítulo. En 1 Juan 3:1 leemos estas palabras que proceden de la bocade Dios:

1.Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamosllamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce,porque no Le conoció a Él.

“¡Mirad!”, Dios emplea un imperativo para llamar nuestraatención. Quiere que escuchemos con cuidado porque es Él quien va a

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hablarnos: “¡Cuál amor nos ha dado el Padre!”; es decir, ¡cuánto amorÉl les ha dado a Sus hijos gratuitamente!

Es por causa de Su inmenso amor que podemos ser llamadoshijos de Dios. Por tanto, el amor que Dios nos ha dado es el amor másgrande que Él podía mostrarnos. ¿Qué somos nosotros? Pecadorespobres y miserables que no merecemos más que la muerte, pero Dios,por Su infinito amor y Su misericordia, y a pesar de nuestra naturalezapecaminosa, nos adoptó para que fuéramos hijos Suyos y nos hizo partede Su familia. De esa manera, el honor que Dios nos ha concedido es elmayor honor que nosotros podíamos recibir.

Podemos leer más acerca de esta adopción en Romanos 8:14-16, donde Dios nos dice estas maravillosas palabras:

Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estosson hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu deesclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéisrecibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba,Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, deque somos hijos de Dios.

Pero el mundo incrédulo es incapaz de comprender estadimensión de amor porque no tiene ninguna relación con Cristo ni conDios el Padre, y por tanto, no Lo conocen. En consecuencia, tampocopueden conocer a los verdaderos creyentes –ni nos conocen ni noscomprenden. Hay una sima muy grande entre los verdaderos creyentesy los que no son capaces de entender este concepto.

Desde el punto de vista del mundo, los cristianos somos dignosde lástima. Las personas del mundo, en su gran mayoría, no puedenentender las normas divinas que seguimos los cristianos y que nosreportan un gozo y una felicidad tan enormes, y por ese motivo, piensanque nosotros nos perdemos los placeres que el mundo ofrece. Nocomprenden que la fuente del gozo para el hijo de Dios es el PropioCristo y la Palabra de Dios, y no los placeres mundanos.

Para los verdaderos creyentes, no hay mayor gozo que saberque somos hijos de Dios. Ése, ¡claro está!, es un gozo muy distinto delgozo que el mundo puede dar. Nosotros, sin embargo, podemosdirigirnos a Dios y llamarle Padre Celestial, y además, somos miembrosde la familia divina y participamos de todo lo que eso conlleva.

Prosigamos entonces nuestro estudio con 1 Juan 3:2, dondeleemos lo siguiente.

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2. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se hamanifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuandoÉl se manifieste, seremos semejantes a Él, porque Le veremostal como Él es.

Aunque todavía estemos viviendo en esta tierra llena de pecadoy tengamos cuerpos pecaminosos, si Dios nos ha salvado, ya somos hijosSuyos. Dios nos ama, Él es nuestro Padre, y por Su gran amor, nosreconoce por hijos. Eso, de por sí, ya es sumamente maravilloso. Esdecir, entre nosotros existe una relación de Padre a hijos y esa relaciónpermanecerá para siempre.

Pero, ¡hay más! Dios nos dice aquí que “aún no se hamanifestado lo que hemos de ser”, y con esa expresión, nos estáinformando que un día seremos transformados en algo mucho mejor,porque “seremos semejantes a Él” –semejantes a Cristo. Pero, ¿quésignifica eso?

Vamos a buscar ayuda en la Biblia para responder a estapregunta. En Filipenses 3:20-21, Dios nos dice: “… el Señor Jesucristo…transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que seasemejante al cuerpo de la gloria Suya”.

Por más hermoso y perfecto que pueda parecer desde el puntode vista físico, nuestro cuerpo es vil si lo comparamos con el cuerpoglorioso y sumamente bello que Dios nos dará cuando seamostransformados, y que será semejante al de Cristo. ¿Cuándo ocurriráeso? En 1 Corintios 15:51-53 leemos:

He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos, perotodos seremos transformados, en un momento, en un abrir ycerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará latrompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, ynosotros seremos transformados. Porque es necesario queesto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vistade inmortalidad.

En otras palabras, Dios nos dará un cuerpo nuevo y perfectoporque vamos a vivir con Cristo eternamente. Esta transformacióntendrá lugar en el momento en que Cristo regrese y reúna a todos Suselegidos –es decir, a todas las personas que han llegado a ser salvas, yque por esa razón, pasarán toda la eternidad con el Señor Jesús.

“Cuando Cristo se manifieste, seremos semejantes a Él, porqueLe veremos tal como Él es”. Aunque no podamos entender la magnitud

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de esta afirmación, lo que ocurrirá a partir del momento en que Él semanifieste, será sin duda sobremanera glorioso.

Esa “manifestación de Cristo” sólo puede referirse al día de Suvenida en el momento del fin. Y puesto que es posible conocer algoacerca de ese día, sería una buena idea revisar algunos pasajes de lasEscrituras para averiguar qué información Dios nos ha dado en Susabiduría.

En 1 Corintios 13:12 leemos: “Ahora vemos por espejo,oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco enparte; pero entonces conoceré como fui conocido”.

A Cristo no podemos verlo ahora. Sabemos mucho acerca de Élpor medio de Su Palabra, pero todavía tenemos que andar por fe y nopor vista. Sin embargo, llegará un día cuando Lo veremos cara a cara,tal y como Él es, y Lo conoceremos perfectamente. Ése será el díaglorioso de nuestra reunión con Él. ¡Regocijémonos!

Al presente, no entendemos estas cosas. Leemos con respectoa ellas y nos quedamos perplejos, pero el hecho es que todo va asuceder tal y como Dios lo ha declarado. Él nos ha dado estas promesastan gloriosas para que los verdaderos creyentes nos aferremos a ellas.

Los creyentes fieles que han muerto ya están junto con Cristo enel cielo. La Biblia nos dice que en el mismo instante en que nosausentamos del cuerpo estamos presentes ante el Señor (2 Corintios5:8), y ese conocimiento nos reporta un gran consuelo. Algunos denuestros seres queridos ya han muerto. ¿Dónde están? Si eranverdaderos creyentes, están ahora con Cristo disfrutando de todas estasbendiciones de las que estamos hablando. Por otra parte, cuando Cristoregrese, cada creyente que aun esté vivo, Lo verá. Pero, ¿cuándoregresará el Señor para reunir a todos Sus elegidos? Ésa es la preguntaque resuena en nuestra mente en todo momento, pero no podemossaberlo, ni tampoco necesitamos saberlo. Dejémosle ese asunto alSeñor Jesucristo. Él sabe lo que va a hacer y vendrá cuando todo estélisto. Mientras tanto, esperemos en el Señor, sabiendo que Él tiene elcontrol absoluto de esta situación –del hecho en sí y del momento enque habrá de tener lugar. Nuestra parte es esperar en Él. No obstante,sí sabemos que será algo sobremanera glorioso, y que todo aquello enlo que podamos pensar que haya sido glorioso en el pasado no es nadaen comparación con la gloria de ver a Cristo tal como Él es; y es asícomo ocurrirá.

Ahora bien, podríamos suponer que, como elegidos de Dios,tenemos derecho a saber. Por algún tiempo, yo creí firmemente que sípodíamos conocer la fecha de la venida de Cristo, pero estaba

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equivocado, al igual que muchas otras personas. Estábamos exigiéndoledemasiado a Dios. Él, pues, tuvo que humillarnos y ponernos de nuevoen el sitio que nos correspondía, porque aún estamos viviendo en estemundo. Sin embargo, le damos gracias a Dios porque lo que sabemoses todo lo que debemos saber los seres humanos.

El horario de Dios es perfecto y todo ocurrirá de acuerdo con él.Saber eso es suficiente. Los hijos de Dios también podemos aguardar Suvenida, y puesto que Él siempre cumple Sus promesas, nosotrossabemos que Él vendrá, y no tenemos que pedir nada más. Démoslegracias por Sus promesas y esperemos con paciencia mientrasdisfrutamos plenamente de la dicha de ser hijos de Dios. ¡Quémaravilloso es que podamos contarnos entre los elegidos de Dios!

En Mateo 24, por ejemplo, Dios afirma en varias ocasiones queno podemos conocer el momento de Su regreso. En el versículo 36leemos: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de loscielos, sino sólo mi Padre”.

Y en el versículo 44: “Por tanto, también vosotros estadpreparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que nopensáis”.

Lo que la Biblia nos enseña es que estemos preparados para elregreso de Cristo. ¿Cómo? Viviendo en esta tierra de un modo que seaagradable a Dios, conscientes de que algún día todos los verdaderoscreyentes estarán con Él por toda la eternidad. ¿Podría acaso haberalgo más glorioso que eso? Para los verdaderos creyentes el futuro esglorioso porque esperamos ver cara a cara a nuestro Salvador.

Y con ese futuro por delante, tenemos esperanza.Prosigamos ahora nuestro estudio leyendo 1 Juan 3:3:

3. Y todo aquel que tiene esta esperanza, se purifica a símismo, así como Él es puro.

Esta esperanza es en Él –en Cristo. Tenemos esperanza antetodo en el Señor Jesucristo. Él es nuestra esperanza siempre. Pero estaesperanza que Dios ha puesto dentro de nosotros se amplía hastasobrepasar nuestras expectativas. Se convierte entonces en unarealidad interna y se expresa hasta el punto de hacernos esperar ser tanpuros como Cristo, por cuanto somos Sus hijos. Nosotros hemos nacidoespiritualmente de Él. Cristo es la fuente suprema de la purificación, lacausa de nuestra purificación. Todos los que hemos sido adoptados enla familia de Dios somos hijos de Dios, y por tanto tenemos que ser tanpuros como Cristo. Él es –repito- la fuente suprema de la purificación.

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Los hijos de Dios anhelamos poseer la gloria de Cristo en laeternidad, pero mientras estamos en este mundo, vivimos en esperanzay necesitamos que esa gloria de Cristo se ponga de manifiesto ennuestra vida continuamente. Bajo el cuidado y la mirada atenta denuestro Salvador Jesús y con nuestra esperanza puesta en Sus promesas,nos sentimos estimulados para clamar a Él; y cuando lo hacemos conentera libertad, Dios hace la provisión que necesitamos y nos ayuda aser tan puros como Cristo.

Cristo nos ha dado una promesa gloriosa, a saber, que “cuandoÉl se manifieste, seremos semejantes a Él”. Pero mientras esperamos lallegada de ese bienaventurado y formidable día, tenemos queesforzarnos por ser tan semejantes a Cristo como nos sea posible. Ésaes la naturaleza de los hijos de Dios. Nuestro deseo es ser cada vez mássemejantes a nuestro Maestro, más semejantes a nuestro Salvador, paraque Él pueda hacerse visible en nosotros. Queremos que la pureza deCristo se haga visible en nosotros. Y al hablar de pureza, estamosrefiriéndonos a cada aspecto de Su vida. Es necesario, pues, que esapureza se desborde en nosotros. Ése es el deseo intenso de los hijos deDios.

Sin embargo, mientras luchamos por alcanzar la pureza deCristo, tenemos que enfrentamos al cuadro feo del pecado, segúnleemos en el próximo versículo -1 Juan 3:4:

4. Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley;pues el pecado es infracción de la ley.

“Todo aquel que comete pecado”. ¿Me incluye eso a mí? ¿Hayacaso algún pecado en mi vida? Todos sabemos que tenemos queacudir constantemente a nuestro Salvador y suplicarle que nos perdone,porque el pecado nos rodea y nos tienta, y aunque no lo deseemos, elpecado siempre nos perturba.

Todos somos pecadores, ¿no es cierto? Y nadie puede decir queel pecado sea bueno. Un hecho al que todos tenemos que enfrentarnoses que el pecado siempre está al acecho y listo para hacernos presasuya. Por ese motivo, nuestra oración continua ha de ser: “Señor,guárdame del pecado”. Y puesto que toda transgresión de la ley de Dioses pecado, debemos habituarnos a recurrir constantemente a la ley deDios y tratar de entenderla para evitar que el pecado se nos pegue y seponga de manifiesto en nosotros. El pecado debe desaparecer.Mientras más nos esforcemos por vivir para Cristo, más grande seránuestro deseo de hacer la voluntad de Dios, y menos visible se hará el

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pecado en nuestra vida. Debemos anhelar lo que dice el coro: “Que lahermosura de Cristo pueda verse en mí”.

En Romanos 3 Dios afirma que “por medio de la ley es elconocimiento del pecado”. Se trata, por supuesto, de la ley de Dios, laBiblia, que es el libro de la ley de Dios. Y cuando analizamos este librocon cuidado, con un corazón y una mente abiertos y con un deseoardiente de ser más semejantes al Maestro, entonces, entendemos laley, y nos damos cuenta de que lo que Dios está diciendo se refiere anosotros y no queremos que haya ningún pecado en nuestra vida. Conese fin, debemos y tenemos que acudir constantemente a nuestroSalvador y pedirle que nos ayude a andar con más fidelidad.

Y no sólo eso, sino que en Santiago 2:10 también leemos:“Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en unpunto, se hace culpable de todos”.

Lo que dice ahí parece muy desalentador porque ¿quién puedeguardar toda la ley perfectamente? ¡Nadie! Y en ese caso, según afirmaeste versículo, todos somos culpables de quebrantar toda la ley de Dios.¿Es así acaso como debemos entenderlo? En realidad, el propósito deDios con esas palabras es recordarnos la necesidad que tenemos deacudir a Cristo.

Vivimos en un mundo lleno de pecado y no debe sorprendernossi de vez en cuando nos vemos enredados en él. Sin embargo, esmaravilloso saber que cada vez que nos sentimos culpables delante deDios, podemos clamar a Él, pedirle perdón y tener la seguridad de quenuestro pecado ha sido perdonado. Cristo tiene misericordia de lospecadores y nos ayudará a guardar la ley de Dios con mayor perfección.

Nuestro deseo es asemejarnos a Cristo tanto como nos seaposible, pero no podemos vivir sin pecado a menos que Cristo nosayude. No obstante, sabemos que Él está siempre con nosotros ypodemos darle gracias por ayudarnos a andar, cada vez más, como ÉlMismo anduvo. Necesitamos, pues, que Cristo nos ayude y nosfortalezca. Es ahí donde la oración entra a jugar su papel. Por tanto, nodudemos jamás de orar, pero no podemos hacerlo con altanería, sinocon humildad, pidiéndole constantemente que tenga misericordia denosotros. El Señor Jesús, que es el Dios eterno, es el Único que puedeayudarnos, y lo hará, para que andemos de la manera que realmenteagrada a Dios. Podemos estar seguros de ello.

Pues bien, aquí se nos recuerda la necesidad que tenemos deacudir a Cristo para pedirle que elimine nuestra culpa y nos dé nuevasfuerzas para andar de un modo que sea totalmente grato a Dios. Estosversículos nos aseguran que tenemos que acudir a Cristo. No debemos

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ni siquiera suponer que en nosotros está la fuerza que necesitamos.¡No!, tenemos que recurrir a Cristo y pedirle que nos ayude, y Él nosayudará. Sólo Él puede eliminar la culpa de nuestro pecado. Nosotrosno podemos hacerlo.

Pero, ¡qué garantía tan grande tenemos! Cristo nunca nosdejará ni nos desamparará (Hebreos 13:5). Cuando clamamos a Él ennuestra desesperación, Él está ahí para ayudarnos. Este conocimientotan maravilloso produce un cambio total en nuestra vida.

Cristo es el Único que puede efectuar la remoción final denuestro pecado y ayudarnos a vivir de un modo que sea grato a Dios. Éles nuestro Salvador; por consiguiente, la solución lógica y maravillosapara el problema de nuestro pecado es acudir a Él. Cuandoaprendemos a hacerlo sin vacilación y Le exponemos nuestra necesidad,Él siempre está ahí para ayudarnos y para fortalecernos. Pidámosleentonces Su perdón y Su justicia.

La Biblia nos muestra a dónde debemos dirigirnos –a los pies deCristo para pedirle misericordia. Cristo es el dador de la misericordia.Esto se hace claramente patente en 1 Juan 3:5, donde leemos:

5. Y sabéis que Él apareció para quitar nuestros pecados, y nohay pecado en Él.

Según el programa de Dios, Cristo, nuestro bendito Salvador, esla única fuente de la salvación. Dios dice en este versículo que Él –esdecir, Cristo- apareció para quitar nuestros pecados. Dios expuso Suprograma de salvación en Su Palabra, la Biblia.

No olvidemos nunca la excelsitud del amor de Dios al proveersalvación para nosotros. Si no dependemos de Cristo, seremoseliminados y permaneceremos siendo pecadores. Pero podemos acudira Él con un corazón quebrantado y contrito y reconocer que nomerecemos en lo más mínimo la salvación, sin olvidar jamás que lagrandeza del amor de Dios se manifestó y proveyó salvación y perdónpara nosotros. No podemos entenderlo, pero sí sabemos que Cristovino para salvarnos. Él es el Salvador y no hay otro.

Cristo es el Único que puede quitar nuestros pecados porque Éles el Único que no tiene pecado. El amor de Cristo por Su pueblo esincreíblemente asombroso. Aunque no podamos comprenderlo, sísabemos que cuando recibimos Su amor, ese amor cambia todos losaspectos de nuestra vida y somos hechos nuevas criaturas en Cristo.

Además, Cristo es nuestra gran esperanza cuando, a pesar denuestro deseo de ser puros, hemos cometido pecado. Queremos ser

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puros, pero esa pureza sólo podemos recibirla de Cristo cuandoacudimos a Él. Si sabemos que Él ha perdonado nuestros pecados,pongamos todo a Sus pies y aferrémonos a Sus promesas.

Y ahora, para continuar nuestro examen de 1 Juan 3, vamos aleer en los versículos que siguen algunas palabras muy sorprendentesque debemos analizar con mucho cuidado.

En 1 Juan 3:6 dice lo siguiente:

6. Todo aquel que permanece en Él, no peca; todo aquel quepeca, no Le ha visto, ni Le ha conocido.

A continuación, vamos a saltar al versículo 9, y dejaremos paradespués los versículos 7 y 8.

9. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado,porque la simiente de Dios permanece en él; y no puedepecar, porque es nacido de Dios.

Pues bien, he leído estos dos versículos porque ambos parecenindicar que si permanecemos en Cristo, ya no somos pecadores. Esdecir, que una vez que somos salvos, no volvemos a pecar. A simplevista, eso es lo que dicen estos versículos.

Pero nos consta absolutamente que ésa no puede ser laexplicación correcta. Ninguno de los que profesamos ser cristianospuede decir con honestidad: “Yo no tengo pecado. Desde que soycristiano, no peco”. El pecado está presente en nuestra vida y en la vidade los demás cristianos. Por consiguiente, debe haber otra explicación.

Los verdaderos creyentes tenemos una relación de amor conCristo y con nuestro Padre Celestial. Conocemos a Cristo y Él tambiénnos conoce de manera muy íntima. Además, si somos salvos, no vamosa ser juzgados por nuestros pecados porque Cristo ya pagó por ellos ylos cubrió con Su sangre. Ya no estamos sujetos a la esclavitud delpecado porque ahora somos siervos de Dios.

Sin embargo, ¿a qué se refiere este pasaje cuando afirma quenosotros “no pecamos” o “no practicamos el pecado”? El pecado esprecisamente aquello contra lo que tenemos que luchar en todomomento, pero por mucho que aborrezcamos descubrir algún pecadoen nuestra vida, éste continúa apareciendo. Es una batalla constante.Entonces, ¿cómo podemos interpretar lo que dicen estos versículos tandifíciles?

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El ser humano consta de dos partes: cuerpo y alma. Y conrespecto a esto, hay algo que debemos entender. Cuando Dios nossalva, nos da un alma nueva y resucitada, y esa alma nueva es perfecta yno tiene pecado. Por tanto, en nuestra vida ocurre algo maravilloso,algo eterno, algo que trasciende toda compresión humana, y alabamosa Dios porque sabemos que sólo Él pudo hacerlo así.

Para referirse a esta experiencia, Dios habla a veces de nuestra“alma” y otras de nuestro “corazón”, como por ejemplo, en Ezequiel36:26-27 donde Él describe el proceso de la salvación y dice lo siguiente:

Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro devosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y osdaré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros miEspíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mispreceptos, y los pongáis por obra.

Lo que Dios describe en este pasaje es un acto espiritual, yhabla de remplazar nuestro antiguo corazón lleno de pecado por uncorazón nuevo. Además, en el momento de la salvación, Él pone SuEspíritu dentro de nosotros. Es decir, el Espíritu Santo hace Su moradaen nuestro ser. Decimos entonces que hemos “nacido de nuevo” o quehemos “nacido de Dios”. Esto, claro está, no es algo que podamos ver niobservar porque es un acto espiritual realizado por Dios. Pero sí sonobservables los resultados del mismo cuando comenzamos a vivir paraCristo.

Esta alma nueva y resucitada tiene vida eterna, y nunca habráde morir. Por consiguiente, en lo que se refiere a nuestra existenciaespiritual, sí podemos decir que somos perfectos y que no tenemospecado. Es en esa alma nueva que “no pecamos ni practicamos elpecado”. Si nos atrevemos a hablar así es únicamente por lo queleemos en la Biblia, el Libro de Dios. No lo leímos en ningún comentarioni es el concepto de alguna persona con respecto a la salvación, sinoque lo leemos en la Biblia.

Pero esta alma está unida a un cuerpo terrenal que no esperfecto. En lo tocante a la verdad, es preciso exponer siempre toda laverdad, y aunque haya algunas cosas que no nos agrade decir, tenemosque decirlas por cuanto son ciertas. Es por eso que decimos que estaalma está unida a un cuerpo terrenal, y en consecuencia, no estamosexentos de pecado. Mientras vivamos en este mundo lleno de pecado,nuestro cuerpo no puede llegar a ser perfecto. Sigue siendo una parte

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integral de nuestra personalidad y a causa de él, suceden cosas que noentendemos. Pero sí sabemos que en el momento de la salvación algosobremanera maravilloso ocurrió en nuestra vida porque recibimos unalma nueva, a pesar de estar viviendo todavía en esta tierra llena depecado y tener un cuerpo pecador que nos arrastra al pecado.

En esto consiste la lucha. Tenemos un alma viva y perfecta queforma parte de nuestra personalidad junto con un cuerpo pecador. Noquisiéramos que fuera de ese modo, pero es así como Dios lo hadeterminado. El Apóstol Pablo escribió acerca de esto en Romanos 7,donde él se lamenta de la batalla que se está librando dentro de él.

En Romanos 7:22-25 leemos:

Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra le leyde mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado queestá en mis miembros. ¡Miserable de mí!, ¿quién me libraráde este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por JesucristoSeñor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la leyde Dios, mas con la carne a la ley del pecado.

Esa declaración del Apóstol Pablo lo expresa con todafranqueza. ¿Por qué seguimos luchando con el pecado? ¿Por qué nopodemos dejar de pecar de una vez y por todas? Nuestra alma viva nodesea pecar pero nuestro cuerpo nos arrastra al pecado, y eso hace quedentro de nosotros se esté librando de continuo una batallaencarnizada.

Sin embargo, aunque sí podemos alcanzar la victoria sobre elpecado en algunos aspectos, la victoria definitiva no la tendremos hastaque lleguemos al Cielo. Cuando entremos en el Cielo, nuestra vidasobre la tierra habrá terminado y habremos dejado atrás nuestranaturaleza humana. Pero mientras estemos aquí, debemos andar consumo cuidado para evitar el pecado y la tentación, y si bien es cierto quepodemos evitar el pecado hasta cierto punto, aun caemos confrecuencia y eso hace nos hace sentir muy mal. Pero, ¡qué maravilla!,podemos acudir a nuestro Salvador tantas veces como sea necesario.

Las promesas de Dios nos aseguran que somos posesión Suya, ypor consiguiente, podemos albergar la esperanza de que Él domine elpecado en nuestra vida. Esto es lo que podemos entender de estosversículos en cuanto a que “no cometemos pecado”. En realidad, ése noes más que un aspecto del cuadro. En la existencia del alma nueva yresucitada que recibimos en el momento de la salvación no podemos

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pecar. Pero el gran problema todavía persiste porque tenemos uncuerpo que conserva su antigua naturaleza pecaminosa.

Ahora bien, éste es un asunto espiritual y por tanto, nopodemos entenderlo. Es un concepto espiritual y Dios no nos ha dadocapacidad para entender todas las cosas espirituales. En otras palabras,todavía estamos creciendo en gracia y en el conocimiento de las cosasque Cristo quiere que sepamos. Por consiguiente, tenemos que andarpor fe, con nuestros ojos fijos en Cristo, nuestro Salvador, y esperar aque Él nos dé la fortaleza, las razones y todo lo que necesitamos paraque, con el paso del tiempo, nuestra vida se torne cada vez másagradable a Él.

Y ahora, vamos a regresar a 1 Juan 3:7, donde leemos losiguiente:

7. Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, comoÉl es justo.

Ante todo, Dios nos coloca es la categoría que nos correspondey nos llama “hijitos” (es decir, “niños”). Ante los ojos de Dios, no somosmaestros del conocimiento que lo saben todo, sino “niños”. Laspreguntas que nos hace nuestro hijo de 3 años son muy simples porquesu conocimiento es muy reducido, y por lo general, nuestras respuestasson muy sencillas porque sabemos que su mente es aún pequeña ydeseamos que él entienda algo de lo que decimos.

Así mismo, cuando Cristo viene en nuestra ayuda, debemosdarle gracias en lo profundo de nuestra alma por tratarnos como niños.En nosotros no hay ningún conocimiento, pero Él nos enseña poco apoco. Somos niños pequeños, y como tales debemos desear que Jesúsnos enseñe. Aunque seamos adultos, a los ojos de Cristo no somos másque niños, y por ese motivo, debemos acudir a Él con mucha humildad yescucharle con atención, sin aires de superioridad, cuando Él nos ofrecealguna enseñanza de la Palabra de Dios. Tenemos que prestarcuidadosa atención.

El primer paso es la humildad. Cuando aprendemos a serhumildes –lo cual es todo un proceso- somos capaces de distinguir laverdad del error, y a partir de ahí, comienza nuestro entrenamientoespiritual.

Por naturaleza, estamos espiritualmente destituidos de todoconocimiento, pero debemos estar dispuestos a aprender. Hay muchaspersonas que dicen que quieren aprender, pero en lo profundo de sucorazón lo que realmente quieren es decirles a los demás lo que ellas

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saben de Cristo. Sin embargo, nuestro deseo ha de ser conocer todo loque nos sea posible acerca de Cristo. Él es lo más importante.Espiritualmente hablando, en lo tocante a un tema tan primordial comoel Señor Jesús, no somos más que niños pequeños.

Es ahora que tenemos que practicar la humildad. Pornaturaleza, ningún ser humano es humilde. Pensamos que somos algo,aunque en realidad no es así. Pero para poder aprender de Diosdebemos recurrir a la Biblia y leerla con más cuidado, con más pacienciay con más frecuencia. La Biblia debe ser nuestra guía y nosotrostenemos que prestar atención a lo que leemos en ella. Ése es un buenpunto de partida.

Para recibir las buenas nuevas que se hallan en la Biblia espreciso que escuchemos cada vez con más cuidado lo que nos dice laPalabra de Dios. No pensemos ni por un instante que por el hecho deleer la Biblia con tanta frecuencia, ésta ya no tenga nada más queenseñarnos, porque nunca serán demasiadas las veces que nosdetengamos a escuchar lo que Dios tiene que decirnos en Su Palabra.

Y entonces, lo primero que debemos hacer es examinar nuestravida a la luz de la Palabra de Dios. ¿Hay algún pecado en mí? Mequedaría asombrado si alguien me dijera que después de analizar suvida, no descubrió ningún pecado en ella. El pecado siempre está alacecho, esperando para atacarnos y crearnos problemas. Por tanto, nodudemos nunca de clamar a Dios tantas veces como sea necesario.Espero que nadie los engañe, porque si el deseo de vuestros corazoneses escuchar lo que dice el Señor Jesús, donde mejor pueden escucharloes en la Biblia.

Muchas personas alardean de hacerlo todo a la manera de Diosporque, según dicen, leen la Biblia constantemente y por tanto, nocometen muchos pecados. Pero, ¿es eso realmente cierto? Tenemosque analizarnos con honestidad y examinarnos con sumo cuidado, ypedirle a Dios que nos dé fuerzas porque Él no puede usarnos si primerono nos prepara. Ése es el punto de partida. Roguémosle, pues, quetenga misericordia de nosotros y nos ayude a hacerlo todo conforme aSu voluntad.

Para llegar a esta meta, no existen atajos.Pasemos ahora a 1 Juan 3:8. A primera vista, lo que dice este

versículo parece muy claro, pero, según hemos aprendido, la Biblia es aveces muy compleja.

En 1 Juan 3:8 leemos:

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8. El que practica el pecado es del diablo; porque el diablopeca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios,para deshacer las obras del diablo.

Pues bien, todos sabemos quién es el diablo. La Biblia lo llama“diablo”, “Satanás”, “el inicuo” o “el maligno”. En algunas ocasiones serefiere a él como un gran dragón o una serpiente. Sin duda, el diablo esel ser que introdujo el pecado en el mundo en el Huerto de Edén. Es elgran adversario de Dios, y la Biblia habla mucho acerca de él.

En este versículo Dios afirma que el diablo pecó desde elprincipio. No sabemos con exactitud en qué momento Satanás y susángeles se rebelaron contra Dios, pero sí sabemos que el inicuo Satanásentró en el Huerto de Edén al principio del mundo y engañó a Adán y aEva con sus mentiras. Y entonces, con propósitos que sólo Dios conoce,Él le dio a Satanás el gobierno de esta tierra maldita por el pecado.

En Juan 12:31, Dios llama a Satanás “el príncipe de estemundo”, y en 2 Corintios 4:4, “el dios de este siglo”. En Su sabiduríainfinita, Dios permitió que Satanás operara en este mundo dentro de loslímites que Él Mismo le marcó, mientras llevaba a cabo el plan deelección divina para los seres humanos.

Nosotros sabemos que Satanás gobierna a los incrédulos, pero¿ejerce él algún poder sobre los verdaderos creyentes? Si losverdaderos creyentes pertenecen al Reino de Dios y ya no sirven aSatanás, ¿qué ocurre cuando caen en pecado? Si los verdaderoscreyentes estamos revestidos de la justicia de Cristo, ¿podemos seratrapados por el diablo?

De hecho, Dios nos advierte que estemos atentos y noscuidemos de Satanás. Es posible que pensemos que no corremosningún peligro una vez que Dios nos salva. Sin embargo, Él nos hace unafuerte advertencia en Efesios 6 y nos ordena que nos revistamos de todala armadura de Dios.

En Efesios 6:11, Dios nos dice: “Vestíos de toda la armadura deDios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo”.La palabra “asechanzas” significa engaños o trampas. El diablo es elmaestro del engaño y un mentiroso. ¡No piensen jamás que es unenemigo sin importancia!

Y continúa diciendo en Efesios 6:12: “Porque no tenemos luchacontra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades,contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestesespirituales de maldad en las regiones celestes”. Dios está hablando

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aquí del poder del diablo. Y entonces, el versículo 16 afirma que espreciso apagar “los dardos de fuego del maligno”.

Dios está previniéndonos contra Satanás, y nos dice quetenemos necesidad de la armadura divina para enfrentarnos al poderdel diablo. Ésta es una advertencia importante, de la que debemosestar plenamente conscientes, para que Satanás no nos engañe ni noscoaccione.

La idea de la armadura hace alusión a la guerra, porque es unaguerra lo que estamos librando “contra los gobernadores de lastinieblas de este siglo”. Y no se trata de una simple escaramuza o dealgo que podemos ignorar. ¡No!, es una actividad muy engañosa porparte del enemigo y no podemos dejar que nos enrede con susartimañas. Para ello, es preciso que nos mantengamos firmes, connuestros ojos fijos en Cristo y sólidamente arraigados en el Evangelio delSeñor Jesucristo. La armadura de Dios incluye el cinturón de la verdad,la coraza de la justicia, el Evangelio de la paz, el escudo de la fe, el yelmode la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.

Dios nos enseña aquí cómo debemos resistir a Satanás y cuáncautelosos tenemos que ser en este mundo, por cuanto Satanás es unenemigo poderoso, engañoso y perverso. Pero, ¡qué maravilla!, aunSatanás está sujeto al poder de Dios, y no puede traspasar los límites deese poder. Satanás, pues, tiene limitaciones. Pero debemos esperarcon firmeza y paciencia que Dios nos ayude y nos aconseje. Dios es muybueno para con nosotros y siempre nos ayuda.

En otras palabras, si no queremos ser engañados, no podemosignorar a Satanás porque es un ser muy activo y muy astuto. Porsupuesto, si pertenecemos a Cristo, Satanás no puede lograr la victoriadefinitiva sobre nosotros. No obstante, mientras no esté finalmentesometido al poder de Dios, es un enemigo temible. Está vivo y sí existe.La Biblia lo dice con toda claridad.

Satanás nos tienta por cada vía posible. Necesitamos, pues, queCristo nos fortalezca, porque nosotros no tenemos la fuerza suficientecomo para resistir la tentación. Pero con la ayuda de Cristo sí podemosvencer a Satanás cada vez que intente hacernos frente. Sipertenecemos a Cristo, Satanás es nuestro enemigo, y por tanto, cabeesperar que trate de vencernos en todo momento –es el enemigo deCristo, y por ende, el nuestro también.

En la segunda parte de 1 Juan 3:8 leemos: “Porque para estoapareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo”.

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Cuando Cristo vino a la tierra, Satanás puso todo su empeño endestruirlo. En Lucas 22:3 dice que entró en Judas, uno de los discípulosde Jesús, e hizo que traicionara a Jesús y se lo entregara a los principalessacerdotes para que Le dieran muerte. Satanás pensó sin duda quehabía vencido a Cristo.

Sin embargo, Jesús permitió que eso ocurriera así porque Éltenía un plan maestro en el cual estaban incluidas Su muerte y Suresurrección. Jesús había pagado por el pecado antes de la fundacióndel mundo. ¿Cómo lo hizo? No lo sabemos. Pero Él vino a esta tierrapara mostrar ante el mundo Su soberanía, Su misericordia, Su gloria, Suvictoria sobre la muerte y sobre Satanás –todas esas cosas. ¡Fue unademostración colosal! De ese modo, Cristo hizo patente Su poder sobreSatanás. El vencedor final y definitivo es Él.

Sabemos que Jesucristo destruye las obras del diablo. Cristo esquien liberta al hombre caído del poder de Satanás y rescata las almasde sus manos. El mundo incrédulo va en pos de Satanás y permaneceengañado por él, pero no así los verdaderos creyentes por cuantohemos sido rescatados por Cristo. Es maravilloso leer acerca de estascosas porque si somos verdaderos creyentes, tenemos necesidad delpoder de Dios para mantenernos libres de las artimañas engañosas deSatanás. Sólo Cristo puede librarnos.

Pero finalmente, Dios destruirá este mundo corrupto y toda superversidad, incluyendo a Satanás.

En cambio, los verdaderos creyentes pertenecemos a Cristoeternamente y para siempre. ¿Qué otro conocimiento podría igualarsea éste? Es por eso que continuamos trabajando por Cristo con todapaciencia, y aunque veamos que Satanás vence una y otra vez, eso nosignifica ni por un instante que la victoria final sea suya. Satanás seopone a Dios, y por tanto está destinado a perder. Su tiempo tendrá unfinal.

Pues bien, para proseguir nuestro análisis cuidadoso del libro de1 Juan, vamos a leer ahora 1 Juan 3:10-12:

10. En esto se manifiestan los hijos de Dios y los hijos deldiablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a suhermano, no es de Dios.

11. Porque éste es el mensaje que habéis oído desde elprincipio: Que nos amemos unos a otros.

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12. No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano:¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y lasde su hermano justas.

Así comenzó el pecado grave. Dios ha estado hablando acercade la justicia. Por ejemplo, en 1 Juan 3:7 leímos: “El que hace justicia esjusto, como Él es justo”. Según vimos, lo que ese versículo dice es quecuando Dios salva a un individuo, le confiere la justicia de Cristo, y éstadebe llegar a formar parte de su personalidad.

En contraste con eso, el versículo 10 afirma que “todo aquelque no hace justicia… no es de Dios”.

En otras palabras, los hijos de Dios son los únicos que puedenhacer justicia. Sólo ellos pueden ser considerados justos por cuantoposeen la justicia de Cristo. Los incrédulos no pueden ser justos porqueno pertenecen a Cristo.

El versículo 10 establece un contraste entre los hijos de Dios ylos hijos del diablo. Ésas son las dos categorías en las que estándivididos los seres humanos. Y Dios declara categóricamente que loshijos de Dios se manifiestan porque hacen justicia y aman a sushermanos.

Por tanto, el mensaje que Dios nos da es que nos amemos losunos a los otros. Y a continuación, atrae nuestra atención hacia Caín, elque asesinó a su hermano Abel. Podemos leer ese relato en el capítulocuatro del libro de Génesis.

Caín y Abel fueron los primeros hijos de Adán y Eva, y cada unode ellos trajo su ofrenda a Jehová, el Cual aceptó la ofrenda de Abel yrechazó de la de Caín. Por esa razón, Caín mató a su hermano Abel.

Y Dios dice claramente en 1 Juan 3 que Caín era del maligno, deSatanás, y que mató a Abel porque las obras de éste eran justas. Diosusa a Caín y a Abel a modo de ejemplo para ilustrar el contraste tanmarcado que hay entre la justicia y la injusticia. La condición espiritualde sus corazones se puso de relieve a través de sus acciones. Caín noamaba a su hermano en lo más mínimo, y su odio (o su envidia) lo llevóa cometer un homicidio.

Dios afirma que Caín mató a Abel porque sus obras eran malas ylas de Abel eran justas, y nos da esa información para nuestroconocimiento y para indicarnos qué tipo de justicia han de tener losverdaderos creyentes.

A primera vista, es posible que la ofrenda que Caín le presentó aDios pareciera tan legítima como la de Abel, pero Dios, que miraba sus

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corazones, vio que en el corazón de Caín había algo muy malo, y por esemotivo, no se agradó de su ofrenda. Él sabía que el corazón de Caín eraperverso y también sabía que el de Abel era justo.

Caín y Abel pertenecían a la primera familia que existió en estatierra. Desde el momento en que el pecado entró en este mundoperfecto, el impacto que produjo fue inmediato y tremendo, y elhomicidio de Abel por parte de Caín sentó las bases de cuál habría deser la conducta de los seres humanos a causa del pecado.

El homicidio no fue simplemente un fenómeno pasajero, sinoque continuó a través de la Biblia y de la historia y se ha prolongadohasta el día de hoy. El mundo está sujeto al poder del pecado y a laperversidad de Satanás, y por consiguiente, está lleno de homicidio, yeso muestra claramente cuán impío se ha vuelto el corazón del serhumano.

Esta tierra está poseída por el pecado –por pecados de la másterrible naturaleza. Uno de los principales pecados que vemos portodas partes es el homicidio: seres humanos que matan a otros sereshumanos. Por tanto, la gravedad de la naturaleza del pecado nos haceentender por qué la muerte tiene que ser el destino final y por qué elcastigo del pecado tiene que ser tan terrible.

¡Qué espantoso es todo esto! El odio que se puso de manifiestoen el corazón de Caín es el mismo odio que se manifiesta ahora, porquelos seres humanos siguen siendo tan pecadores como siempre.

Si no tuviéramos la Biblia ni conociéramos la victoria de Cristo,podríamos suponer que la victoria sobre el pecado no podría alcanzarsejamás. Si no fuera por el Señor Jesús, el mundo entero estaría perdido.Pero cuando Dios entra en escena en las vidas de los verdaderoscreyentes, el pecado pierde su poder porque no tiene ninguna autoridadsobre Cristo ni sobre Su pueblo. Cristo vino a darnos la victoria sobre elpecado.

La victoria sobre el pecado es posible sólo a través de Cristo. Nodepende de nuestra determinación ni de nuestra fuerza, depende deCristo porque Él hizo todo lo que era necesario para darnos esatremenda victoria.

Dios nos ordena aquí que nos amemos los unos a los otros. Elcorazón de los verdaderos creyentes ha de estar lleno de amor hacia elprójimo. Debemos amarnos los unos a los otros de la misma manera enque Cristo nos ama a nosotros. Sin embargo, eso es posible si tenemosel Espíritu de Cristo, y tenemos el Espíritu de Cristo sólo si Él nos hasalvado, porque cuando Cristo nos salva pone en nuestros corazones ese

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amor que Él exige. Por consiguiente, Cristo es quien lleva a cabo toda laobra. No depende de nosotros, sino de Él que ha tomado posesión denuestra vida. Y es entonces que podemos vivir de un modo que Leresulte agradable.

Ahora bien, aunque nos sintamos abrumados por lospensamientos pecaminosos y sus consecuencias, tenemos la Biblia, quees veraz y confiable, y ella nos garantiza que hay algo mejor que está porvenir.

Los hijos de Dios podemos esperar con ansia los nuevos cielos yla nueva tierra que Dios ha prometido, donde no existirá el pecado ydonde habremos de vivir y disfrutar de la perfección que sólo es posiblecon Cristo, por los siglos de los siglos. Con este conocimiento, losverdaderos creyentes debemos vivir arrebatados de gozo aun en mediode este mundo tan lleno de pecado. ¡Qué futuro tan glorioso nosaguarda a los hijos de Dios!

Y ahora, hemos llegado a 1 Juan 3:13 -un versículo muyinteresante y asombroso- donde leemos lo siguiente:

13. Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece.

En otras palabras, si somos verdaderos creyentes, podemosesperar que los incrédulos del mundo nos aborrezcan. ¿Por qué? Paradarnos una idea, podemos leer Juan 15:18-19, donde encontramosestos dichos de Jesús:

Si el mundo os aborrece, sabed que a Mí Me ha aborrecidoantes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo;pero porque no sois del mundo, antes Yo os elegí del mundo, por esoel mundo os aborrece.

La idea, pues, es que la gente del mundo ama a los de su propiaespecie. No aman a Cristo ni a los seguidores de Cristo. El cristiano quelleva una vida santa y piadosa es muy diferente de la persona que viveconforme a las normas de este mundo. El mundo considera que lasnormas de santidad del cristiano hacen de él un individuo muy estricto,muy estrecho de mente y hasta sentencioso. Y por consiguiente, sesiente rechazado por esas personas que él llama “mundanas”, las cualesno muestran ningún interés por Dios ni por la Biblia. Existe una grandiferencia entre las normas de Dios expuestas en la Biblia y la manerade vivir que elige la mayoría de las personas. Por ejemplo, Dios no

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permite la mentira ni el engaño. No permite tampoco el divorcio porninguna razón, ni permite segundas nupcias después del divorcio. Ypara la mayor parte de las personas esas normas son muy severas.

Los verdaderos creyentes saben que tienen que vivir de acuerdocon las normas establecidas en la Biblia y no conforme a las normas delmundo. Dios conoce los corazones de los seres humanos, y por eso lesdice a Sus hijos: “No os extrañéis si el mundo os aborrece”.

Sigamos adelante:

14. Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, enque amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano,permanece en muerte.

15. Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; ysabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente enél.

Dios indica aquí que cuando nacemos de nuevo, pasamos demuerte a vida, es decir, salimos del reino de Satanás y entramos en elReino de Dios y en posesión de la vida eterna.

Una señal de que esto ha tenido lugar en nosotros es el amorque sentimos por nuestros hermanos. Dios espera que nos amemos losunos a los otros, y nos ayuda en ese sentido, porque Él Mismo declaraque si no amamos a nuestros hermanos, permanecemos en muerte. Enotras palabras, todavía no somos salvos.

En el versículo 15, Dios equipara el aborrecimiento con elhomicidio. Parece algo exagerado, ¿no es cierto? Aborrecer a unapersona no es en realidad tan malo como quitarle la vida. Sin embargo,el hecho es que, desde el punto de vista de Dios, el aborrecimiento esun pecado tan grave como el homicidio y pone de manifiesto que nosomos salvos.

Un verdadero hijo de Dios no debe ser un asesino. Su corazóntiene que estar lleno de amor hacia el prójimo, y no de aborrecimiento.Y a todas luces, es lógico que amemos a nuestros hermanos porqueellos son los confiesan que Cristo es su Salvador. Por tanto, es naturalque los amemos.

Ahora bien, no siempre sentimos ese amor como en realidaddeberíamos sentirlo. Pero Dios nos dice en estos versículos que la faltade amor hacia nuestro hermano cristiano puede ser una señal de queno somos salvos. Es preciso, pues, que escudriñemos nuestro corazón

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con toda honestidad, y si descubrimos en él cualquier tipo deaborrecimiento, clamemos a Dios y pidámosle misericordia. ¿Cómocontemplamos a nuestros hermanos? ¿Siempre con amor? Eso es loque Dios exige de los creyentes. Debemos amar a nuestros hermanoscomo Él nos ama a nosotros. Es decir, debemos poner de manifiesto elamor de Dios hacia nuestros hermanos en Cristo en todo momento.

A medida que hemos ido analizando este libro de 1 Juan, Diosnos ha mostrado algunas de las diferencias que existen entre losverdaderos creyentes y los incrédulos. Nuestro amor por nuestroshermanos en Cristo constituye una prueba de que Dios nos ha salvado.

Y en el resto de este capítulo 3 de 1 Juan, descubriremos otrascosas que prueban el impacto que produce la salvación de Dios. Porejemplo, en 1 Juan 3:16 leemos:

16. En esto hemos conocido el amor, en que Él puso Su vidapor nosotros; también nosotros debemos poner nuestrasvidas por los hermanos.

El Señor Jesús puso Su vida por nosotros. Ése es un hecho quenosotros conocemos muy bien. Es decir, Cristo entregó Su vida poramor a los elegidos, y con eso, nos dio un ejemplo tremendo a todos loscreyentes.

Cristo cargó con todos nuestros pecados sucios y putrefactospara que nosotros pudiéramos tener vida eterna. Los adjetivos “sucios”y “putrefactos” nos horrorizan, pero ésa es la pura verdad en cuanto a lanaturaleza del pecado, y no debemos olvidarlo jamás –el pecado es algoputrefacto. Sin embargo, Jesús pagó toda la deuda por los pecados deSus elegidos para darles el maravilloso regalo de la salvación.

Ahora bien, en este versículo que acabamos de leer, Dios nosdice que los verdaderos creyentes también debemos estar dispuestos a“poner nuestras vidas por los hermanos”. En otras palabras, debemosestar dispuestos a poner nuestro amor en acción sin titubear.

Y para mostrarnos en qué consiste el verdadero amor por loshermanos, Dios emplea, a modo de ilustración, el amor de Cristo pornosotros. El verdadero amor no es simplemente un buen pensamientoni una conversación excelente, sino que exige una acción. Aunquedigamos que hemos llegado a conocer qué es el verdadero amorcristiano, eso no basta, ¡es preciso actuar!

Pero cabría preguntar: ¿De qué manera podemos ponernuestras vidas? Cristo puso literalmente Su vida por nosotros, y aquí senos ordena que nosotros hagamos eso mismo por nuestros hermanos.

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Además, la orden es para todos los verdaderos creyentes. ¿Qué es,pues, lo que Dios está pidiendo de nosotros? ¿Cómo podemos ponernuestra vida por otra persona? ¿De qué manera ponemos nuestrasvidas sobre el altar del servicio a nuestro prójimo?

Un modo de hacerlo es dedicar una parte generosa de nuestrotiempo, de nuestra atención, de nuestros esfuerzos, de nuestro dinero yde nuestras oraciones en beneficio de los demás. Todas estas cosasjuegan su papel cuando tratamos de vivir con fidelidad de una maneraque sea agradable a Dios.

En otras palabras, debemos estar dispuestos a hacer todo lo quesea necesario para ayudar a nuestros hermanos en Cristo, para la gloriade Dios. Es decir, si uno de nuestros hermanos tiene una necesidad dela que nosotros somos conscientes, debemos ponernos inmediatamentea su disposición y brindarle nuestra asistencia. Ése es el punto departida para el servicio cristiano.

No debemos amar nuestra vida más que lo que el propio Hijo deDios amó la Suya. ¿Cuán amado era Jesús, el Hijo de Dios, para Su Padrecelestial? La Biblia nos enseña que Dios Le amaba entrañablemente, ysin embargo, renunció a Sí Mismo para cargar con nuestros pecados.

En los próximos versículos, Dios amplía aún más esta ideaacerca de dedicarnos a los hermanos. En los versículos 17 y 18 leemos:

17. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermanotener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora elamor de Dios en él?

18. Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino dehecho y en verdad.

Dios nos enseña aquí que debemos demostrar nuestro amorhacia los hermanos por medio de nuestras acciones. La palabra“corazón” hace referencia a la esencia misma de nuestro ser. Nopodemos limitarnos a hablar de nuestro amor, sino que tenemos quedemostrarlo con generosidad. Ésa es la clave –amar con generosidad.¿Cuántos servicios propios del amor realizamos a veces y no loshacemos “en verdad”? Deseamos que parezcan servicios hechos porDios, pero nuestro corazón no está en ellos. Sin embargo, no es asícómo debemos llevar a cabo el servicio cristiano.

Si alguien tiene una necesidad física y nosotros contamos conlos medios para ayudarlo, tenemos que hacerlo de buena gana y

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desinteresadamente, mostrando compasión y solicitud. Estas accionesdeben proceder de nuestro corazón –de un corazón lleno de amor.

Por ejemplo, supongamos que el esposo de una anciana amiganuestra muere, y ella no tiene más familia. Sin ayuda financiera, moriráde hambre. Nosotros tenemos a mano cierta cantidad de dinero queíbamos a usar para pagar unas facturas y comprar algunas cosas, peroesta señora necesita ayuda desesperadamente. ¿Qué debemos hacer?Debemos estar dispuestos a prestar ayuda tan pronto como nospercatamos de alguna necesidad.

Ahora bien, ¿trataremos primero de ver si otra persona puedeayudarla o daremos inmediatamente un paso al frente y leentregaremos el dinero que ella necesita? Ésta es una oportunidad quetenemos de poner nuestra vida por otra persona. ¿Cómo?Anteponiendo las necesidades de esta anciana a las nuestras.

Es preciso tener en cuenta las necesidades de los demás antesque las nuestras. Ésta es la reacción normal de los verdaderos hijos deDios y lo que indudablemente cabe esperar de un cristiano. Además,eso es lo que Dios espera de nosotros.

Resulta muy fácil hablar de nuestro amor y de nuestro interéspor los demás, y suena bonito, amable y considerado; pero Dios nospone a prueba cada vez que nos hace un llamado a la acción. Nuestrasbuenas obras son la manifestación de nuestra fe en Cristo, y aunque nosean un requisito para la salvación, sí demuestran la obra que Dios hahecho en nuestro corazón y en nuestra vida.

Si en realidad hemos llegado a ser salvos, ya no vivimoscentrados en nosotros mismos sino en Dios y en los demás. Nuestroamor hacia los hermanos debe hacerse visible en todo momento através de nuestro modo de vivir y de comportarnos en este mundo queestá tan necesitado.

Pues bien, a medida que vamos avanzando en este capítulo dela Biblia, Dios va enseñándonos más acerca de cómo debemos vivir loscristianos, y nuestro deseo es saber todo lo que sea posible conrespecto a la manera en que tenemos que vivir y andar los hijos de Dios.

En 1 Juan 3:19-21 leemos lo siguiente:

19. Y en esto conocemos que somos de la verdad, yaseguraremos nuestros corazones delante de él;

Es decir, cuando vemos que este amor opera en nuestras vidas,poder estar seguros de que somos de la verdad. En otras palabras,

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tenemos la confirmación de que ciertamente hemos hallado la verdad.Y ahora, leemos en los próximos dos versículos:

20. Pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestrocorazón es Dios, y Él sabe todas las cosas.

21. Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianzatenemos en Dios.

“Si nuestro corazón nos reprende” es porque no estamosseguros de nuestra salvación, pero Dios puede darnos la seguridad quenecesitamos. Una de las grandes preocupaciones de los hijos de Dios essaber si somos verdaderamente salvos o no. Podemos pensar que losomos, pero quizás después de un día malo, ya no estamos tan seguros.Hay, pues, ocasiones en las que nuestro corazón nos reprende, por asídecir. Es por eso que resulta tan maravilloso poder recurrir a la Biblia yleerla una y otra vez, porque es ella la que nos da las garantías quenecesitamos.

Es posible que en algunas ocasiones lleguemos a preguntarnos:“¿Cómo puedo saber que en realidad soy salvo? Quizás no lo sea”. Sinembargo, no podemos confiar en nuestros sentimientos porque ellos noson dignos de confianza. Cuando nos dejamos guiar por lo que sentimostenemos problemas. Si nos vemos asediados por alguna duda, debemosrecurrir a la Biblia porque es allí donde encontramos nuestra seguridad.

“Mayor que nuestro corazón es Dios, y Él sabe todas las cosas”.Él conoce la verdadera situación de nuestro corazón en relación con Él.Necesitamos, pues, pedirle que nos ayude, y clamar a Él, despojándonosde todo orgullo, para que tenga misericordia de nosotros y nos dé laseguridad de que somos hijos Suyos. Si no podemos alcanzar esaseguridad, entonces tenemos que orar por la salvación y confiar en laPalabra de Dios. Él es el único que puede ayudarnos.

Si Dios ocupa un lugar significativo en nuestra vida es porque Élnos ha guiado por el sendero correcto. Entonces, confiamos en Él y noen nosotros mismos. Nuestra confianza tiene que estar basada sobre elcimiento firme del amor y la fidelidad de Dios, y nuestros ojos han depermanecer fijos en esos atributos Suyos. Si yo sé que he confiado enCristo como mi Salvador, también sé que estoy seguro con Él por causade Su fidelidad.

Nuestros sentimientos no pueden ser el cimiento sobre el queapoyemos nuestra vida porque ese cimiento es muy endeble.

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Necesitamos algo sólido, y no hay otro cimiento más sólido que elPropio Dios. A Él sí podemos entregarle confiadamente todo nuestroser. Por otra parte, tampoco podemos basar nuestra relación con Diossolamente en la manera en que nos sentimos en Su presencia, sino en loque hemos aprendido –a saber, que Dios es Dios, que Él es nuestroSeñor y que es absolutamente confiable.

Al examinar nuestras vidas y el modo en que andamos conCristo, tenemos que ser muy honestos. Si somos hijos de Dios,debemos ser obedientes a Su Palabra, amar a los demás como Cristonos ama a nosotros y estar dispuestos a poner nuestra vida por loshermanos. Mientras más pensemos en estas cosas, más sólida seránuestra confianza en Cristo.

Dios nos ha dado normas para que vivamos conforme a ellas. Siles prestamos la debida atención con un deseo intenso de obedecerlas,ésa será la prueba de que andamos con Cristo. Pero aun así, habrámomentos en los que nuestros sentimientos nos harán dudar denuestra posición con Dios. No obstante, aunque vacilemos, somosbienaventurados, porque Dios siempre está presente. A veces nossentimos inseguros, pero eso no cambia en nada la obra que Dios estáhaciendo por nosotros. Él sigue ahí, esperando fielmente por nosotros.

Para ayudarnos a entender este asunto, Dios nos dice enRomanos 8:16: “El Espíritu Mismo da testimonio a nuestro espíritu, deque somos hijos de Dios”. En otras palabras, Él nos da la seguridad deque nos ha salvado.

Es por eso que cuando andamos verdaderamente en comunióncon Dios, podemos tener confianza en Él y nuestro corazón no nosreprende. Si realmente creemos con todo nuestro corazón que Cristo esnuestro Salvador, podemos confiar en que Él nos ha salvado. Yentonces, en cada una de nuestras necesidades, debemos acudir aCristo con entera humildad.

Cuando las dudas nos asaltan, podemos orar y pedir laseguridad de la salvación. Por muy inseguros que nos sintamos,¡comencemos a orar! Nuestros pensamientos no son confiables ynuestro conocimiento es mínimo, pero Dios sabe todas las cosas. Él esmucho mayor que nuestro corazón. Podemos clamar a Dios en todomomento y pedirle misericordia, sabiendo que Él nos ayudará. ¡QuéDios tan maravilloso es el que servimos!

Confiamos en lo que dice la Palabra de Dios en cuanto a lo quesignifica ser salvo. No podemos confiar en lo que nosotros sentimos alrespecto. El Espíritu de Dios da testimonio a nuestro espíritu, y Él haráque nuestra confianza aumente cada vez más.

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Dios nos dará la seguridad que necesitamos, y junto con ella,nos dará confianza en nuestra posición con respecto a Cristo.Confiemos, pues, totalmente en Cristo y en la Palabra de Dios y en Suspromesas, con la certeza absoluta de que Él las cumple.

El Dios a quien servimos es un Dios amoroso que se preocupamucho por Sus hijos. ¡Bendita sea la confianza que Él nos ha dado! Eltítulo en inglés de uno de nuestros himnos más queridos se traducecomo “Bendita certeza, Jesús es mío”. Ésa es la certeza que Dios poneen nuestros corazones cuando andamos en la verdad. Dios nos da lacerteza de que somos hijos Suyos cuando vemos Su amor obrando ennuestras vidas.

Y ahora, pasemos a los versículos 22 y 23 para aprender másacerca de este tema.

En 1 Juan 3:22 leemos:

22. Y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de Él,porque guardamos Sus mandamientos, y hacemos las cosasque son agradables delante de Él.

La persona que anda conforme a la obediencia y al amor de losque habla este versículo verá sin duda sus oraciones respondidas. Esto,por supuesto, no significa que Dios nos da lo que Le pedimos comorecompensa a nuestra obediencia. Lo que aquí se subraya, más bien, esque cuando vivimos en comunión con Él, Lo amamos y somosobedientes a Su voluntad, y ésa es la clave de la oración respondida.Estar en completa armonía con la voluntad de Dios es la meta de todoverdadero creyente.

De manera similar, en Juan 15:7 Cristo declaró lo siguiente: “Sipermanecéis en Mí, y Mis palabras permanecen en vosotros, pedidtodo lo que queréis, y os será hecho”.

Es decir, cuando vivimos en comunión con Cristo,permanecemos en Él y guardamos Sus mandamientos. Como resultadode eso, desearemos hacer la voluntad de Dios, y por consiguiente,cualquier cosa que pidamos siempre estará de acuerdo con Su voluntad.De este modo, haremos las cosas que son agradables delante de Él, y laarmonía entre nosotros y Dios será intensa. Ésa es nuestra meta en lavida.

No estamos en este mundo para crear un reino para nosotrosmismos. Estamos aquí para extender el Reino de Dios. Por tanto, elprincipal deseo de nuestro corazón ha de ser tratar de agradar a Dios entodo. La verdadera comunión con Cristo consiste en tener un deseo

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constante de agradar a Dios. El efecto maravilloso de este deseo es queel amor de Dios se derramará sobre nosotros.

Dios ha dispuesto para nosotros algo estupendo. Cuandovivimos de manera piadosa y santa, nuestro deseo de agradarle crecerácada vez más y procuraremos complacerle en todo lo que hacemos. Amedida que vamos creciendo en la gracia, nuestro propio placer nosresultará cada vez menos significativo, pero el placer de servir a Cristoserá cada vez mayor en nuestra vida.

De hecho, nos daremos cuenta de que al orar para se cumpla lavoluntad de Dios y no la nuestra, muchas de las cosas que Dios deseapara nosotros nos beneficiarán de manera directa y personal. El amorde Dios para con nosotros es tan maravilloso que nuestro único deseodebería ser el de agradarle en cada aspecto de nuestra vida, y noagradarnos a nosotros mismos.

Oremos, pues, constantemente por la dirección y la guía de Diospara hacer Su voluntad, y de ese modo, podamos agradarle en todocuando hacemos. Si al cabo de una hora o al final de una tarde miramoshacia atrás y vemos que durante ese período de tiempo tuvimos undeseo intenso de complacer a Dios y lo logramos, ¡qué deleite nosproduce! Ésa es nuestra meta porque Lo amamos cada vez más.

Dios es el autor de todo lo bueno, y cuando experimentamosalgo bueno en nuestra vida, nos sentimos llenos de gozo. Eso da porresultado que nuestra relación con Dios sea aún mejor. En otraspalabras, nos ayudamos a nosotros mismos a hacer lo que Dios quiereque hagamos.

Otro aspecto de esta relación se pone de relieve en el próximoversículo de este pasaje, 1 Juan3:23, donde leemos:

23. Y éste es Su mandamiento: Que creamos en el nombre deSu Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo hamandado.

Creer en el nombre de Cristo no es un simple procesointelectual. No consiste solamente en creer que Jesús existe. Creer enSu nombre significa poner toda nuestra confianza y nuestra seguridaden Jesús como nuestro Salvador y Señor, y tenerlo en la más alta estima.Nada ni nadie en este mundo debe ser para nosotros más deseable queCristo, único objeto de nuestra alabanza y gloria y obediencia.

Y además, en este versículo se nos ordena que nos amemosunos a otros. No se trata de algo opcional, es una orden y exige un actode nuestra voluntad. Es un mandato firme de parte de Dios quenosotros tenemos que obedecer.

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Jesús también nos dio este mandamiento en Juan 15:12, dondeleemos: “Éste es Mi mandamiento: Que os améis unos a otros, comoYo os he amado”. Ésa es la norma para nuestro amor hacia los demás.Ésa es la pauta maravillosa que Dios nos ha trazado y que debemosseguir. No olvidemos nunca que todos los mandamientos que Cristo hadado son de capital importancia. Por tanto, es muy deseable que lossigamos y los obedezcamos con todo nuestro ser.

Debemos entender que nuestra obediencia a Cristo es unresultado de la obra de gracia y misericordia que Dios llevó a cabo ennuestras vidas. Si somos capaces de creer y de amar de la manera enque Cristo exige que Sus hijos lo hagan, es únicamente porque Él nos hasalvado. La comprensión de esta realidad nos da la certeza de quesomos posesión Suya.

¡Qué maravilloso es saber que cuando vivimos en obediencia aCristo y a Sus mandamientos, andamos cada vez más cerca de Él! Esohace que el deseo de obedecer a nuestro precioso Señor se acrecientemás y más. El deseo principal de los verdaderos hijos de Dios esobedecer las leyes de Cristo. Amamos a los demás como Él nos ama anosotros, pero amamos a Cristo por sobre todas las cosas.

Hemos llegado al versículo 24, el último versículo del capítulo 3de 1 Juan, donde leemos lo siguiente:

24. Y el que guarda Sus mandamientos, permanece en Dios, yDios en él. Y en esto sabemos que Él permanece en nosotros,por el Espíritu que nos ha dado.

Para poder entender lo que dice este versículo, es preciso haceralgunas aclaraciones sobre el texto: “y el [el verdadero creyente] queguarda Sus mandamientos [es decir, los mandamientos de Cristo],permanece en Dios [en Cristo]; y Dios [Cristo] en él [en el verdaderocreyente]. Y en esto sabemos que Él [Cristo] permanece en nosotros,por el Espíritu que nos ha dado.”

En realidad, este versículo resume todo lo que hemos estadodiciendo en los últimos estudios. Éstas son las cosas que Dios ha estadoenseñándonos acerca de nuestra vida como hijos de Dios.

Decir que permanecemos en Cristo, o que moramos en Cristo,es un testimonio hermoso de nuestra relación con Cristo después dehaber sido salvos. Esta relación produce en nosotros el deseo deguardar los mandamientos de Dios.

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¿Puede haber acaso algo más maravilloso que permanecer omorar en Cristo? La morada –el hogar- de los verdaderos creyentes esCristo.

Leímos con anterioridad estas palabras de Romanos 8:16: “ElEspíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijosde Dios”.

Y Romanos 8:9-10 nos dice que el Espíritu de Dios mora en todoaquel que pertenece a Cristo, y ese Espíritu Santo que habita ennosotros nos da certeza y seguridad. Leemos en este pasaje:

Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, sies que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno notiene el Espíritu de Cristo, no es de Él. Pero si Cristo está envosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado,mas el espíritu vive a causa de la justicia.

Es por eso que Dios afirma en 1 Juan 3:24: “y en esto sabemosque Él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado”.

No es posible permanecer en Cristo sin saber que esto es cierto.Dios nos ha dado Su Espíritu y Él mora en nosotros. Pero, ¿podemosentender estas cosas? ¡No!, no podemos entenderlas porque están másallá de nuestra comprensión; sin embargo, Dios las escribió en SuPalabra, la Biblia, y por esa razón, sí sabemos que son ciertas. Tenemos,pues, confianza en la veracidad de estas cosas, por cuanto eso es lo queDios nos dice acerca de los verdaderos creyentes y de Su relación conellos. Y sabemos que Dios es la esencia misma de la verdad.

El que no guarda los mandamientos de Dios no está seguro desu permanencia en Cristo ni tiene la certeza de la presencia del EspírituSanto en su vida.

Dios nos ha dado ya una base para esta certeza –que nosamemos los unos a los otros. Este amor por los hermanos es la pruebade la obra de amor de Dios en nosotros.

Pues bien, hemos aprendido, en primer lugar, que cuando Diossalva a un individuo, el Espíritu Santo hace Su morada en él. Además,Cristo permanece en él y él permanece en Cristo. Como resultado deesta nueva relación espiritual, amamos a nuestros hermanos en Cristo yguardamos los mandamientos de Dios.

Aprendimos también que aun cuando nuestro cuerpo estámuerto a causa de nuestra antigua naturaleza, tenemos un alma nuevay resucitada que es perfecta.

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Según leímos en Romanos 8:10, “el espíritu vive a causa de lajusticia”. ¿De nuestra justicia? -¡No!, de la justicia de Cristo. Él es quienproduce el cambio total en nuestra vida.

La Biblia afirma que la Palabra de Dios es la espada del Espíritu.Es decir, el Espíritu Santo usa la Biblia para obrar la salvación. Porconsiguiente, una prueba de que somos salvos es el deleite que nosreportan las enseñanzas de la Biblia, y como resultado de eso, el deseointenso y constante que sentimos de hacer la voluntad de Dios; es decir,de ser obedientes a la Biblia, tanto en doctrina como en práctica. Lapráctica tiene que ver con el modo en que nos comportamos tras haberleído la Biblia.

Los que son salvos han sido hechos ciudadanos del reino deDios. El Espíritu Santo mora ahora en ellos y les ha dado almas nuevas yresucitadas en las que no desean volver a pecar jamás.

Cabe esperar, pues, que esas personas sientan un gran interéspor la Biblia, la cual les enseña acerca de su Salvador y de la salvación.La Biblia es el libro de leyes que Dios nos ha dado. Cuando nos dejamosdirigir por ella, cada una de nuestras acciones estará de acuerdo con lavoluntad de Dios.

Dios nos ha dicho varias veces en 1 Juan que si Lo conocemos,guardaremos Sus mandamientos. Por tanto, si en nosotros no existe undeseo constante de ser obedientes a la Palabra de Dios, lo más probablees que no seamos salvos. Por supuesto, si tenemos dudas acerca denuestra salvación, siempre podemos acudir a Dios y pedirle que tengamisericordia, y eso es algo maravilloso.

Si vemos que nuestra fe es débil, eso podría indicar que todavíano somos salvos, aunque no tiene necesariamente que ser así. Noobstante, si en realidad no somos salvos, o si después de haber sidosalvos, decaemos espiritualmente, siempre es adecuado orar a Dios ypedirle misericordia. No dudemos jamás de clamar a nuestro benditoSalvador y pedirle perdón.

Si verdaderamente soy salvo, nada que yo haga puede poner enpeligro mi salvación, porque Dios me ha dado vida eterna. ¡Alabado seaDios por Su maravilloso amor y por Su misericordia!

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Capítulo 4

Hemos examinado ya los tres primeros capítulos del libro de 1 Juan, y ahora vamos a comenzar a

analizar el capítulo 4, donde Dios tiene más cosas que decirnos a loscreyentes.

En 1 Juan 4:1-3 leemos:

1.Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritussi son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por elmundo.

2. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu queconfiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios;

3. Y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido encarne, no es de Dios; y éste es el espíritu del anticristo, el cualvosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en elmundo.

La palabra “amados” nos indica inmediatamente que estaepístola está dirigida a los hermanos en Cristo. Los “amados” son loscreyentes. Y Dios comienza este capítulo con una admonición:“Amados, no creáis a todo espíritu”.

Pues bien, a los amados se les advierte que no crean todo loque oyen, que no se dejen arrastrar por el simple hecho de que alguiendiga que su mensaje está inspirado por Dios. En aquellos días, en laiglesia primitiva existía –tal y como ocurre ahora- un grandísimoproblema con los falsos maestros, y por eso se les aconseja a loscreyentes que prueben, o examinen, el espíritu que inspira al maestro,“porque muchos falsos profetas han salido por el mundo”.

Esto nos hace recordar lo que leímos en 1 Juan, capítulo 2,donde se prevenía a los creyentes en contra de los anticristos, es decir,de aquellos que habían abandonado a los hermanos porque no eran deellos. Ese lenguaje es el mismo que encontramos aquí en 1 Juan 4:1donde se nos informa que los falsos profetas han salido por el mundoporque no son de Dios.

Entonces, en el versículo 2 se nos ofrece el siguiente métodopara probarlos: “Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venidoen carne, es de Dios”. Confesar que Jesucristo ha venido en carne

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supone creer que Él es el Hijo de Dios que vino a la tierra y se humilló aSí Mismo para hacerse hombre, y aun así, nunca dejó de ser Dios. Lapersona del Hijo de Dios es el centro de toda la verdadera fe cristiana.

Hay muchas maneras de probar a los maestros para determinarsi su mensaje procede realmente de Dios. Una de esas maneras escomprobar si las palabras de ese maestro concuerdan con lo que Diosdice en la Biblia. Otra forma de probarlos es observar los frutos queproducen. Pero el Apóstol Juan nos ofrece aquí un método muyimportante: ¿Qué creen ellos acerca de Cristo? ¿Enseñan acaso queJesucristo era plenamente Dios y plenamente hombre?

Cuando Cristo vino a la tierra, Él era un hombre en todos losaspectos, pero sin pecado. Sin embargo, no renunció jamás a Sunaturaleza divina, nunca dejó de ser el Dios eterno. Este hecho se ponede relieve con toda claridad en el mensaje que estamos oyendo.

Según 1 Juan 4:3, todo aquel que no confiesa que Jesucristo havenido en carne, no es de Dios, y ése es el espíritu del anticristo. Jesúshabía advertido acerca de la venida del anticristo, y el origen de lanegación de Cristo es considerado “el espíritu del anticristo”. Eseanticristo del que se habla en el versículo 3 ya estaba en el mundocuando esto fue escrito, y sólo puede referirse a Satanás.

Los falsos maestros no son de Dios; son de Satanás, el granembustero. Y ahí precisamente está el peligro, porque Satanás es tanengañoso que sus seguidores pueden aparentar que anuncian la verdad.

Podríamos leer también otros pasajes de la Escritura, como porejemplo, 2 Corintios 11:14, donde la Biblia declara que Satanás sepresenta como un ángel de luz. Es decir, Satanás y sus seguidorespueden, en apariencia, asemejarse a Cristo y a los verdaderos creyentes,pero aun así, el mensaje que anuncian no es la verdad del Evangelio.

Cuando Jesús aún estaba en la tierra, Él previno a Sus discípuloscontra los falsos profetas que vienen “con vestidos de ovejas, pero pordentro son lobos rapaces” (Mateo 7:15). Un maestro falso delevangelio puede parecer genuino; es por eso que Dios nos hace estassolemnes advertencias y nos indica cómo podemos probar los espíritus.

Ahora bien, la enseñanza verdadera sí es de Dios. Es decir, tienesu origen en Dios y es fiel a la Palabra de Dios en todos los aspectos. LaBiblia dice que nosotros conoceremos el Espíritu de Dios, pero tenemosque escuchar cuidadosamente el mensaje que se anuncia paradeterminar si viene de Dios o del anticristo.

La recomendación de probar los espíritus tiene por objetivodeterminar la validez de las afirmaciones de cualquier maestro queasegure que su mensaje proviene de Dios.

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Cuando Cristo les preguntó a Sus discípulos: “¿Quién decísvosotros que soy Yo?”, Pedro hizo una gran confesión y dijo: “Tú eres elCristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:13-16). Ésa debería ser laconfesión sincera de cada verdadero creyente.

Esta advertencia para que nos cuidemos de los falsos maestrospuede parecer muy desestabilizadora y hacernos sentir incómodosacerca de la posibilidad de que surjan personas así. Sin embargo, en 1Juan 4:4, el próximo versículo de este pasaje, Cristo anima en granmanera a los verdaderos creyentes en relación con los falsos maestros.

En 1 Juan 4:4 leemos:

4. Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porquemayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo.

¡Qué palabras tan hermosas y consoladoras! “Hijitos, vosotrossois de Dios”. ¡Sí!, Dios es nuestro Padre celestial y nosotros somos Sushijos, Le pertenecemos. Y no sólo Le pertenecemos, sino que tambiéntenemos Su Espíritu morando en nosotros, y el Espíritu de Dios esinfinitamente más poderoso que Satanás.

Si somos verdaderamente salvos, “el que está en nosotros” esel Espíritu de Dios, y “el que está en el mundo” es Satanás, que es elpríncipe de este mundo lleno de pecado. Satanás gobierna loscorazones de los incrédulos, pero Dios gobierna los corazones de Sushijos.

Puesto que Dios es mucho más poderoso que Satanás, puedeafirmar que nosotros los hemos vencido; es decir, los verdaderoscreyentes hemos vencido a los falsos maestros que tienen el espíritu delanticristo.

Pero no es por su gran inteligencia que estos amados hijitos queson de Dios han vencido a los falsos maestros. ¡Por supuesto que no!Los cristianos de la iglesia primitiva no se libraron del engaño de Satanáspor sus propios medios. “El que estaba en ellos” fue quien los libró delmaligno; la grandeza de Dios los mantuvo en el camino recto. Y es esamisma grandeza la que nos mantiene a nosotros en el sendero correcto.

El éxito del mal a lo largo de la historia pone de manifiesto elgran poder que tiene el enemigo. El mundo está lleno de maldad y deviolencia, que ocasionan una desesperación y un dolor indecibles. Esfácil, pues, darnos cuenta del poder del enemigo. La impiedad estápresente en todo lugar. Si examinamos la historia de la humanidad yvemos la increíble perversidad del mundo, podría decirse que Satanáses quien está ganando la batalla.

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Pero, ¡claro está!, a pesar de las apariencias, no es así. Sabemosque Dios es más poderoso que Satanás y que toda la maldad. De hecho,el poder de Dios está tan por encima del enemigo que esa contienda enrealidad no existe.

En nuestros momentos de desesperación, debemos volvernos aDios y a las Escrituras con fe. Las Escrituras revelan la verdad acerca deDios y declaran que Él es mucho mayor que cualquier cosa o persona,incluyendo los poderes de las tinieblas.

La Biblia es nuestra gran fuente de esperanza. Dios nosrecuerda en ella constantemente que si somos de Cristo,permanecemos en Él y Él permanece en nosotros. Podemos, pues, vivirapoyados en Su fuerza, y no sólo en la nuestra. ¡No hay nada que puedacompararse a esto!

Pues bien, sabiendo que esto es así, para probar si los espíritusson de Dios –como se nos enseña en el versículo 1 de este capítulo-tenemos que recurrir a la Palabra de Dios para que sea ella quien nosdirija. No confiemos en nuestra propia capacidad de discernimiento,busquemos la guía del Espíritu de Dios que mora en nosotros.

Y ahora, vamos a analizar los versículos 5 y 6:

5. Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundolos oye.

6. Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; elque no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritude verdad y el espíritu de error.

Y aquí tenemos un contraste. El versículo 5 describe a los queson del mundo, mientras que el versículo 6 describe a los que son deDios. Estos dos grupos tienen diferentes autoridades, y porconsiguiente, sus mensajes también son diferentes.

Los que son del mundo tienen un mensaje que sólo el mundo –es decir, los incrédulos- oyen. Esos oyentes no les prestan atención a laspalabras de verdad que proceden de Dios. Sin embargo, los que son deDios sí oyen el mensaje de la Palabra de Dios. Jesús nos dijo en Juan10:27: “Mis ovejas oyen Mi voy, y Yo las conozco, y Me siguen”.

Por tanto, para probar los espíritus tenemos que seguir la pautaque Dios señala en 1 Juan 4:6 para conocer el espíritu de verdad y elespíritu de error, y preguntarnos: ¿Es este mensaje de Dios o delmundo?

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La palabra “error” en el versículo 6 también podría traducirsecomo “engaño”. Si no estamos en la verdad, estamos en el error. Esdecir, hemos sido engañados y nos han hecho creer algo que no escierto. Sólo Dios puede mantenernos en el sendero recto de la verdad.Jesucristo es el camino, la verdad y la vida. No hay ninguna otra verdadabsoluta en este mundo.

Y ahora, pasemos a 1 Juan 4:7, donde leemos lo siguiente:

Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios.Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.

A partir de lo que dice aquí, nos damos cuentainmediatamente de que nuestro amor hacia los demás está relacionadocon el amor de Dios. La Biblia dice que el amor es de Dios. Paraentender correctamente el amor, tenemos que recurrir siempre a lo queDios ha declarado al respecto. Ahora bien, lo que dice este versículoparece implicar que todo el que ama a alguien conoce a Dios. Sinembargo, nosotros sabemos que eso no es cierto. Sigamos leyendo:

8. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.

9. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en queDios envió a Su Hijo Unigénito al mundo, para que vivamospor Él.

10. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamosamado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a SuHijo en propiciación por nuestros pecados.

Recuerden que la palabra “propiciación” significa perdón oreconciliación. Es, pues, una palabra que expresa un concepto que debeproducir en nosotros regocijo.

Mediante el grandioso sacrificio de Su vida, Cristo cubrió elpecado. Cargó con nuestra culpa y por tanto, fue capaz de perdonarnuestros pecados. Todo eso está incluido en el significado de la palabra“propiciación”. Él ya había sido la propiciación por nuestros pecadoscuando Dios lo envió a vivir en la tierra para mostrarnos Su gran amor.

A través de este libro de 1 Juan, Dios nos ha ordenado endiversas ocasiones que amemos a los hermanos; y en estos versículos,nos da aún más información acerca del amor, que a todas luces, es untema de suma importancia.

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El amor de Dios hacia nosotros constituye el ejemplo quedebemos seguir para amar a nuestro prójimo.

La clave para entenderlo aparece en el versículo 9. Dios nosmostró Su gran amor cuando envió a Cristo al mundo. Jesús, el HijoUnigénito de Dios, murió en nuestro lugar y pagó por los pecados de Suselegidos. Por Su gran amor hacia los hermanos, dio Su vida por ellos.

Dios nos da la definición más grande del amor en el versículo10: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado aDios, sino en que Él nos amó a nosotros”.

Por tanto, el amor que está a la vanguardia es el de Dios.Porque Dios nos amó, nosotros podemos amarlo a Él y amar a losdemás del modo en que Dios espera que lo hagamos.

Todos estos conceptos aparecen vinculados en 1 Juan 4:11,donde leemos: “Amados, si Dios nos ha amado así, debemos tambiénnosotros amarnos unos a otros”. Lo que dice este versículo se relacionacon lo que leímos en 1 Juan 3:16: “En esto hemos conocido el amor, enque Él puso Su vida por nosotros; también nosotros debemos ponernuestras vidas por los hermanos”.

Cristo puso Su vida por nosotros, y ése es el tipo de amor queDios espera que tengamos. De la misma manera en que Dios manifestóSu amor hacia nosotros, debemos manifestar (mostrar) nuestro amorhacia los demás.

Dios demostró Su amor hacia nosotros a través de Cristo. Enotras palabras, no sólo lo hizo manifiesto sino que también lo demostró.Lo exhibió con toda claridad para que pudiéramos contemplarlo. Losque no conocen a Dios tampoco conocen Su amor. Sin embargo, es acausa del amor de Dios que nosotros podemos amar de la maneracorrecta y vivir por medio de Cristo, como leímos en el versículo 9. Si Élnos ha salvado, somos propiedad Suya.

El amor que Dios nos tiene trasciende toda comprensiónhumana. Hablamos de él, cantamos acerca de él, pero no podemosentenderlo realmente. Dios nos escogió desde la fundación del mundoy trazó un programa de salvación para hacernos Suyos por toda laeternidad.

Cristo sufrió, murió y resucitó para pagar por nuestros pecadosy darnos una herencia maravillosa. Todo eso fue llevado a cabo aunantes que Dios creara el mundo, y la herencia incluye todo lo que tieneque ver con nuestra salvación

Aunque no podamos entender nada de esto, si somosverdaderos creyentes, sabemos que es cierto. Dios nos amó cuandoéramos pecadores sucios y corruptos.

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¿Qué leemos en el versículo 11? “Amados, si Dios nos haamado así, debemos también amarnos unos a otros”. Si Dios nos haamado así -es decir, si Él nos amó de esa manera y en esa magnitud-debemos también amarnos unos a otros.

Si Dios nos amó cuando éramos tan indignos de ser amados,debemos amar también a aquellos que, al parecer, no son dignos derecibir nuestro amor. Dios espera que amemos a los demásindependientemente de lo que sean o como sean. Por supuesto, paranosotros es fácil amar a nuestros familiares y a nuestros amigos, y haymuchas personas en nuestros círculos cristianos a las que no nos cuestaningún trabajo amar porque son buenas y amables.

Pero debemos amar a todos los hermanos, aun a aquellos cuyaspersonalidades son complejas y no resulta fácil amarlos, y debemosamar incluso a aquellos con los que, al parecer, no podemos llevarnosbien. A todos debemos amarlos por igual –con todo nuestro corazón.

El amor de Dios no fue condicional para nosotros. Sólo Él sabequé método siguió para escoger a Sus elegidos, pero no los escogió sinduda porque fueran personas especialmente buenas. Cada pecado quecometemos es una afrenta que le hacemos a Dios y no le pasainadvertido. A pesar de eso, Dios perdonó todos nuestros pecados porSu amor tan grande. En 1 Juan 4:12-14 leemos:

12. Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros,Dios permanece en nosotros, y Su amor se ha perfeccionadoen nosotros.

13. En esto conocemos que permanecemos en Él, y Él ennosotros, en que nos ha dado de Su Espíritu.14. Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre haenviado al Hijo, el Salvador del mundo.

“Nadie ha visto jamás a Dios” porque Él, por supuesto, es unSer espiritual. Nosotros Lo conocemos y oramos a Él, pero lo hacemospor fe. Andamos por fe y no por vista.

No obstante, Dios eligió a Sus hijos para que fueran losdestinatarios de Su amor, y como consecuencia de ese amor, ellospueden amarse los unos a los otros. Es porque Cristo mora dentro denosotros que podemos amar de manera genuina a los hermanos. Elversículo 12 nos dice que “Su amor se ha perfeccionado en nosotros”.

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Esa misma expresión la leímos en 1 Juan 2:5: “… el que guardaSu palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se haperfeccionado; por esto sabemos que estamos en Él”.

El verbo “perfeccionar” en este contexto significa completar ocumplir. En la medida en que el amor de Dios obra en nosotros, nuestroamor hacia Él y hacia los hermanos debe crecer y perfeccionarse cadavez más hasta llegar a la madurez adecuada, por así decir. Además, elamor de Dios hacia nosotros no carece de frutos, y por tanto, todo loque Él nos ordene hacer, nosotros, como hijos Suyos, nos esforzaremospor hacerlo con perfección.

El hecho de que Dios more en nosotros y nosotros en Dios esuna relación que sólo Él puede lograr. Los seres humanos nuncapodríamos establecer este tipo de relación con Dios, ni imaginarsiquiera esa posibilidad.

Esta misma relación aparece descrita en Juan 15, donde Jesúsafirma que Él es la vid verdadera y los creyentes somos los pámpanos. Yde ese modo, Él permanece en nosotros y nosotros permanecemos enÉl. En este contexto, “permanecer” y “morar” son sinónimos, y Dioshace mucho hincapié en esta relación.

En 1 Juan 4:13 dice que nosotros conocemos (o sabemos) queeso es así porque nos ha dado de Su Espíritu. Repite, pues, lo que yahabíamos leído en 1 Juan 3:24: “Y en esto sabemos que Él permaneceen nosotros, por el Espíritu que nos ha dado”.

Ésa es la prueba de que Dios permanece en nosotros –SuEspíritu. Donde está el Espíritu de Dios, allí está Dios. La operación deSu Espíritu en nosotros nos hace producir el fruto del que leemos, porejemplo, en Gálatas 5:23: “El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz,paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”.

Estas características deben ponerse de manifiesto en la vida decada verdadero creyente como resultado de la morada del Espíritu deDios en él. El primer fruto de la lista es el amor –el tema central de 1Juan 4. Dios nos dice repetidamente que Él es amor, y de hecho, lemostró al mundo el amor más grande que jamás haya sido conocido.Además, Dios es la fuente de nuestro amor hacia nuestro prójimo. Suamor es el que hace que los verdaderos creyentes, Sus hijos, podamosmanifestar amor hacia las demás personas.

El amor de Dios se hizo visible cuando Cristo vino a la tierra, ylos seres humanos contemplaron el grandioso sacrificio que Cristo habíarealizado a favor nuestro. Nosotros somos Sus representantes en latierra, y como tales, demostramos que amamos a Dios cuando ponemosde manifiesto nuestro amor hacia los hermanos.

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Los apóstoles fueron testigos oculares de Jesucristo.Anduvieron con Él y hablaron con Él, y además, contemplaron Sussufrimientos en la cruz. Es por eso que el Apóstol Juan pudo declarar enel versículo 14: “Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre haenviado al Hijo, el Salvador del mundo”.

Dios el Padre envió al mundo a Su Hijo Jesucristo, el Salvador. Yasí manifestó Su amor por Sus elegidos.

Sabemos que todo lo que Dios nos dice es cierto. La evidenciainterna del Espíritu que mora en nosotros es confirmada por laevidencia externa de los testigos oculares, los cuales testifican que elPadre envió a su Hijo, el Salvador del mundo.

¿Cómo podemos saber realmente si la confianza de unindividuo en su salvación procede del Espíritu Santo? Bueno, los queconfían en que son verdaderamente hijos de Dios aborrecen el pecado yno quieren hacer nada en contra de la voluntad de Dios. De hecho,tienen un deseo intenso y continuo de hacer Su voluntad.

Este testimonio procede del Espíritu Santo en sus vidas. EnRomanos 8:16 dice que “el Espíritu mismo da testimonio a nuestroespíritu, de que somos hijos de Dios”.

Y ahora, hemos llegado a dos versículos muy interesantes deeste capítulo. En 1 Juan 4:17-18 leemos:

17. En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para quetengamos confianza en el día del juicio; pues como Él es, asísomos nosotros en este mundo.

18. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echafuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De dondeel que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.

Hemos aprendido ya que Dios es amor, y que los salvados, esdecir, Sus hijos, permanecemos en Él y en Su amor. Es por eso que Diosdeclara en el versículo 17: “En esto se ha perfeccionado el amor…”.

El amor que sentimos hacia Dios nos confirma Su amor para connosotros. O dicho de otro modo, el amor perfecto de Dios nos capacitapara que podamos amarlo a Él. Ése es precisamente el amor que haráque tengamos confianza en el Día del Juicio.

La Biblia habla con frecuencia del Día del Juicio, en relación conel último día del universo. Ese día le pondrá fin a toda posibilidad desalvación, porque Dios habrá terminado con esta tierra, y ésta será

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destruida. Los seres humanos deberían sentirse llenos de temor alpensar en ese día. En cambio, para los verdaderos creyentes, no habrátemor. De hecho, nosotros esperamos ansiosamente la llegada de esedía en el que todos los hijos de Dios irán a vivir con Cristo.

En realidad, cuando un individuo muere sin salvación, el día desu muerte es el día del juicio para él. Cuando Dios habla de juicio, loque Él tiene en mente es la muerte. Romanos 6:23, que hemos leído amenudo, declara que “la paga del pecado es muerte”. El ser humano engeneral teme a la muerte, por cuanto la muerte es algo muy ajeno anosotros.

Pero el amor de Dios echa fuera el temor a la muerte. Losverdaderos creyentes sabemos que no tenemos por qué temer a lamuerte o al juicio. En el instante mismo en que nos ausentemos delcuerpo, estaremos presentes ante el Señor. ¿Podría haber acaso algomás maravilloso? Es por eso que Dios afirma que podemos tenerconfianza en el Día del Juicio.

“Pues como Él es, así somos nosotros en este mundo”. Loscristianos queremos asemejarnos a Cristo tanto como nos sea posible.Dios nos dice que debemos ser perfectos y santos, como Cristo esperfecto y santo. Por ejemplo, en Efesios 1:4 leemos: “Según nosescogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuésemossantos y sin mancha delante de Él”.

Y Mateo 5:45 ordena lo siguiente: “Sed, pues, vosotrosperfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.

Ése es el llamado que Dios nos hace a los cristianos. Mientrasvivimos en esta tierra, debemos ser semejantes a Cristo. Es a Él a quiendebemos parecernos. ¿Hasta qué punto? Hasta el punto de negarnos anosotros mismos y procurar estar plenamente identificados con Cristo.¿Por qué? Porque permanecemos en Él y Él permanece en nosotros. Elamor que Cristo nos tiene lo llevó a inmolarse a Sí Mismo, y es así comonosotros debemos amar a nuestro prójimo.

“En el amor no hay temor”, dice el versículo 18. “El perfectoamor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo”. Vivirllenos de temor es algo horrible, pero el amor de Cristo echa fueranuestros temores –no sólo el temor al juicio, sino cualquier tipo detemor.

Pero para ello tenemos que confiar por completo en Cristo. Sivivimos en temor, no hemos sido perfeccionados en el amor. No hemosdepositado nuestra confianza en Cristo y estamos tratando de hacer lascosas valiéndonos de nuestras propias fuerzas.

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Pero, ¿cómo podemos ser perfectos en el amor? Pues aunqueparezca algo imposible, ésa es la condición de perfección que Dios lepone a todos los que son salvos. Y en realidad, es imposible sin Cristo.Pero los que están en Cristo, que permanecen en Él, Lo aman, Lo sigueny Lo obedecen –en la medida en que son capaces de hacerlo- recibiránlas bendiciones de Dios y serán perfeccionados en el amor.

Cuando somos perfeccionados en el amor no andamosencogidos de temor delante de Dios ni aterrorizados por Su juicio. Todoel juicio que nosotros merecíamos fue derramado sobre Jesucristocuando pagó por nuestros pecados. El amor y el temor sonincompatibles. Para el cristiano, el amor es, ante todo, el amor delPadre por nosotros. Ese amor es poderoso y transforma la vida.

El temor del que estamos hablando no debe confundirse connuestra reverencia hacia Dios. Los verdaderos creyentes somostemerosos de Dios –tenemos temor de Dios en nuestro corazón. Esdecir, Él es el objeto de toda nuestra admiración y reverencia, y nosreconocemos enteramente responsables ante Él.

Nuestro temor de Dios y nuestro amor por Él producen ennosotros el deseo de ser cada vez más obedientes a Sus mandatos. Yentonces, conscientes de que Dios nos ama con amor perfecto, nosresulta muy grato obedecerlo.

Y ahora, en nuestro examen del capítulo 4 de 1 Juanhemos llegado a los versículos 19, 20 y 21 –los últimos versículos deeste capítulo- donde leemos lo siguiente:

19. Nosotros Le amamos a Él, porque Él nos amó primero.20. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, esmentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto,¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?

21. Y nosotros tenemos este mandamiento de Él: El que ama aDios, ame también a su hermano.

Es importante que entendamos la verdad del versículo 19.Nosotros amamos a Dios porque Él nos amó primero. El amor de Dioshacia nosotros no es la respuesta a nuestro amor por Él. Él nos amóprimero, y en consecuencia, nosotros Le amamos a Él.

El hecho maravilloso es que Dios nos amó, y por Su amor hacianosotros, nos dio la capacidad de amarlo a Él. Si Dios no nos hubieraamado primero, nuestras vidas no estarían preparadas para amarlo,

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porque, por naturaleza, lo más probable sería que nos apartáramos deCristo.

Nuestro amor hacia Dios no se deriva de nuestra bondad. Lorecibimos de Él. No podemos, pues, atribuirnos ningún mérito por amara Dios. Si podemos demostrar que Lo amamos es porque tenemos unSalvador amoroso que pone ese amor en nuestros corazones. Por lotanto, quien merece todo el honor y el reconocimiento por el hecho deser nuestro Salvador es el Señor Jesucristo. Su amor trasciendesobremanera todo lo que el lenguaje puede expresar. No olvidemosnunca que cualquier aspecto de nuestro amor, tal y como se manifiestaen nuestra vida, es únicamente el resultado de la obra de la gracia deDios en nosotros.

Dios es quien lleva a cabo la obra completa de la salvación. Porese motivo, no podemos atribuirnos ningún mérito por el hecho dehaber llegado a amar a Dios. Él nos salvó y nos cubrió con Su amor. SiDios no nos hubiera escogido para ser salvos, nunca podríamos amarlo.

Pero en el versículo 20, Él Mismo nos recuerda que tenemosque poner nuestro amor en acción. Es decir, nuestro amor hacia Dios hade hacerse manifiesto en nuestro amor hacia los demás. Por tanto, sidecimos que amamos a Dios, y aborrecemos a nuestro hermano, somosmentirosos. Si no podemos amar a nuestro hermano a quien vemos,tampoco podemos amar a Dios a quien no vemos.

Dios conoce nuestro corazón y a Él no podemos engañarlo ydecirle que Le amamos si no es verdad.

La razón por la que somos capaces de amar a nuestro prójimoes porque Dios nos amó a nosotros primero y nos hizo que sintiéramosese amor hacia las demás personas. Todo esto tiene su origen ennuestra relación con Cristo, porque Él es quien respalda e impulsa cadaaspecto de este proceso. El impacto que Cristo produce en nosotros esel que nos hace amar a nuestro prójimo.

Es por eso que Dios dice en el versículo 21: “Y nosotros tambiéntenemos este mandamiento de Él: el que ama a Dios, ame también asu hermano”. El hecho de que no seamos capaces de hacerlo es unaseñal de que no somos salvos.

Dios es el origen y la razón de todo amor justo y recto quemanifestamos en nuestra vida. Él tiene el control de nuestro amor yhace que el amor que debemos sentir por nuestros hermanos sea unarealidad en nosotros.

Recuerden las palabras que leímos en 1 Juan 3:14: “Sabemosque hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos.El que no ama a su hermano, permanece en muerte”.

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Esto nos ofrece una razón para auto-examinarnos. Si noencontramos amor hacia nuestros hermanos en nuestro corazón,estamos en un gravísimo problema. ¡Recordémoslo siempre! Y estosversículos de 1 Juan 4:20-21 repiten este mismo principio. Dios señalade nuevo aquí que si Él nos ha salvado, somos verdaderos creyentes –esdecir, Cristo es nuestro Salvador- y eso se pondrá de manifiesto a travésde nuestro amor por los hermanos. Pero este amor es totalmentediferente del que sentiríamos si Cristo no fuera el Rey de nuestra vida.

Por otra parte, amar algo que no es recto pondrá de relieveinmediatamente que estamos en desacuerdo con Dios. Es decir,demostraremos que no Lo amamos como es debido. Toda conductaequivocada que manifestemos a través de una vida deshonesta o porcualquier otra vía, indica que aún estamos esclavizados al pecado y notenemos un verdadero deseo de vivir para Cristo.

Pues bien, Dios está enseñándonos principios valiosísimos y estámostrándonos la verdad. Nos ha dicho ya de qué manera nos ama ycómo debemos amarlo a Él, y lo explica con toda claridad en este librode 1 Juan y en otras partes de la Biblia también. Y por cuanto estascosas están en la Biblia, son absolutamente ciertas y confiables.Debemos, pues, orar y pedir sabiduría para que podamos entenderadecuadamente cuán importantes son estos principios para nuestravida.

La relevancia de este tema se debe a que el amor de Dios porlos seres humanos es la verdadera razón por la que Él nos escogió paraque fuéramos salvos. Cristo, por Su gran amor, estuvo dispuesto asoportar la ira de Dios para pagar por nuestros pecados. ¡Qué amor tanmagnífico el de Dios!

Pero, ¿nos ama Dios así porque vio algo bueno en nosotros?¡No, por supuesto que no!, porque en nosotros no hay nada bueno. Losseres humanos somos inherentemente pecadores por naturaleza.

La Biblia declara en Romanos 3:10-12:

No hay justo, ni aún uno; no hay quien entienda, no hay quienbusque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.

Aunque parezca duro, es Dios quien lo dice, y por consiguiente,sabemos que es cierto. Él ve nuestros corazones y ve también nuestropecado.

Sin embargo, a pesar de la pecaminosidad de sus corazones, Élama a Sus escogidos. Es únicamente por Su gran amor que Él lleva a

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cabo Su maravillosa obra de salvación en nuestra vida y remplaza lainjusticia con la justicia. Si somos hijos Suyos, Cristo viene a morar ennosotros y nos otorga Su justicia, pero eso es algo que sólo Él puedehacer.

Dios ha prometido que permanecerá en nosotros y quenosotros permaneceremos en Él. Nos ama y nos hace sentir amor porlos demás. Pero no los amamos porque sean buenos y maravillosos,sino porque Dios pone Su amor en nuestros corazones y nos hacecapaces de amarlos de la manera en que debemos hacerlo.

Podemos, pues, amar a los hermanos como Dios nosama a nosotros. Por imposible que parezca, no lo es realmente siesperamos en Dios. Sigamos orando con un corazón quebrantado en lapresencia de Dios. Todo tiene su origen en el gran amor de Dios.

Capítulo 5

En nuestro recorrido a través del libro de 1 Juan, hemos estadoaprendiendo muchas cosas acerca del amor de Dios por Sus hijos y de laresponsabilidad que tenemos de amarlo a Él y de amar a nuestroshermanos en Cristo. Este tema del amor que Dios siente por loshermanos continúa tratándose en el capítulo siguiente con más detalle.

En 1 Juan 5:1 leemos:

1. Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido deDios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también alque ha sido engendrado por Él.

Vamos a analizar la primera parte de este versículo, donde a laletra leemos que “todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacidode Dios”. Creer que Jesús es el Cristo equivale a creer que Él es el únicoSalvador. Sólo Él pudo pagar por nuestros pecados. Por consiguiente,no hay otro medio de salvación.

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Nacer de Dios significa nacer de nuevo –es decir, ser salvo. Y sisomos salvos es porque Dios nos ha recibido por hijos. No nacemos deDios por el simple hecho de creer en Jesús. Si somos capaces de creerverdaderamente en Cristo es porque Dios efectuó en nuestroscorazones la obra de la salvación. Por tanto, la obra es enteramenteSuya.

Según aprendimos en 1 Juan 4, nosotros amamos a Dios porqueÉl nos amó primero. Dios siempre toma la iniciativa. Él nos amó y nossalvó, y por consiguiente, nacemos de nuevo y podemos creerverdaderamente en Cristo y amarlo.

La segunda parte de 1 Juan 5:1 ha de ser analizada con sumocuidado para poder entender los términos “engendrar” y “engendrado”.¿De quién se está hablando aquí?

Sabemos que Jesús es el Hijo Unigénito (es decir, el Únicoengendrado) de Dios. En Juan 3:16 dice que “De tal manera amó Diosal mundo que le dio a Su Hijo Unigénito”.

Pero Dios emplea esa misma palabra “engendrado” y la aplica aSus hijos –a los que Él salvó e incorporó a Su familia. Este mismovocablo griego en el manuscrito original puede traducirse como“nacido” y como “engendrado”.

Por tanto, cuando leemos en el versículo 1 que “todo aquel queama al que engendró” –es decir, a Dios- “ama también al que ha sidoengendrado por Él” –o sea, a los hermanos. Los hermanos son los quehan llegado a ser hijos de Dios. Es evidente, pues, que se trata de unafamilia estrechamente unida. Dicho de otro modo, Dios vuelve asubrayar que si nosotros Lo amamos a Él, también amamos a los hijosque Él engendró.

Pasemos ahora a los versículos 2 y 3 de 1 Juan 5, donde leemoslo siguiente:

2.En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuandoamamos a Dios, y guardamos Sus mandamientos.

3. Pues éste es el amor a Dios, que guardemos Susmandamientos; y Sus mandamientos no son gravosos.

A lo largo de los capítulos 3 y 4 de 1 Juan, Dios hizo hincapié enque el verdadero creyente no sólo ama a Dios, sino que también ama alos hermanos. Eso sin duda es un indicio de que ha sido salvo. Siamamos a Dios, también tenemos que amar a los hermanos.

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Ese mismo principio se repite ahora en el versículo 2 delcapítulo 5. Cuando amamos a Dios y guardamos Sus mandamientos,conocemos que amamos a los hijos de Dios, que son los hermanos a losque tenemos el deber de amar.

Obviamente, amar a Dios y guardar Sus mandamientos son doshechos muy relacionados, como vemos en estos dos versículos. Siamamos a Dios, guardamos Sus mandamientos. Los mandamientos deDios son la Biblia entera y debemos obedecerlos. Nuestra obediencia aDios es un resultado de nuestra salvación. Porque amamos a Dios,deseamos obedecerlo en todas las cosas. Y para saber cómo debemosobedecerlo y cómo debemos vivir los cristianos, tenemos que leer laBiblia. Y entonces, eso pasa a ser la meta de nuestra vida.

Junto con nuestro amor hacia Dios viene el deseo deobedecerlo. Antes de ser salvos, estábamos en rebelión contra Dios,pero ahora somos hijos Suyos, estamos bajo la tutela de Su amor y acambio, Lo amamos. Y ese amor hacia Él debe hacerse visible ennuestra vida.

Además, Dios afirma que Sus mandamientos no son gravosos.De hecho, cuando amamos a Dios, la obediencia a ellos se torna en algomuy gozoso para nosotros. Pero, ¿es eso realmente lo que ocurre?¿Nos resulta difícil obedecer los mandamientos de Dios?

Nos resultará difícil si todavía tratamos de hacer las cosas anuestro modo, pero si nos sometemos a la voluntad de Dios y queremoshacer las cosas a Su manera, descubriremos que es muchísimo más fácilser obedientes a los mandamientos de Dios. Una señal de que somosverdaderamente salvos es el deseo constante de hacer la voluntad deDios que invade todo nuestro ser.

Es con respecto a esto que tenemos que examinarnos. ¿Estápresente en mí ese deseo constante? ¿Sigo queriendo salirme con lamía y obstinándome en hacer las cosas conforme a mi voluntad? Sisomos honestos a la hora de responder estas preguntas, nos daremoscuenta de cuál es nuestra condición delante de Dios. Por tanto, es muy,pero muy importante que nos hagamos estas preguntas y lasrespondamos con sinceridad.

Hemos aprendido que amar a Dios implica guardar Susmandamientos y amar a los hermanos. Estas cosas muestran querealmente amamos a Dios. Dios nos da señales para que podamosorientarnos. Si nos ha salvado, Lo amaremos como corresponde ytendremos un deseo continuo de hacer Su voluntad. Y además,amaremos a los hermanos con un amor genuino. Si somos hijos de

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Dios, podremos vivir conforme a lo que Dios ha ordenado y lo haremoscon gozo y esmero.

Tenemos el privilegio de vivir en comunión con nuestro cariñosoSalvador, Jesucristo. ¡Qué grande y amoroso es ese Dios a quienservimos!

Y ahora, para seguir avanzando en este capítulo, leeremos 1Juan 5, versículos 4 y 5:

4. Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; yésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.

5. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesúses el Hijo de Dios?

Según hemos aprendido, un individuo nace de Dios cuando Dioslo adopta por hijo. Este individuo –dice Dios aquí- vence al mundo. Esoes lo que se espera ver en la vida de todo verdadero creyente, es decirde aquel que está convencido que Jesús es el Hijo de Dios.

Hay tres aspectos implícitos en estas expresiones acerca de lavictoria sobre el mundo: el nuevo nacimiento, nuestra fe y la convicciónde que Jesús es el Hijo de Dios. Estas tres cosas juntas le dan al hijo deDios poder para vencer al mundo.

Cuando vencemos al mundo, éste deja de ejercer control sobrenosotros. Vivimos entonces para Cristo, y no para el mundo. Losplaceres y los temores que se relacionan con el mundo ya no puedenafectarnos porque nuestra fe nos libera y nos da la victoria.

Pero para empezar, Dios hace hincapié en que tenemos quecreer que Jesús es el Hijo de Dios. Esta fe no es una simple creenciaintelectual, sino un testimonio del corazón. Nuestra fe no depende denosotros sino que está basada en la obra de Cristo. Él hizo lo que erapreciso hacer en nuestro beneficio, y por ese motivo, podemosdepositar toda nuestra confianza en Él sin reservas de ningún tipo.

Cristo efectuó el pago completo por nuestros pecados y nos diola victoria. Por tanto, tenemos la absoluta certeza de que si confiamosen Él, estaremos a salvo y seguros, y nada puede privarnos de laseguridad que gozamos en Cristo.

Nuestra fe se convierte entonces en una parte integral denuestra vida y nos da certeza en la victoria. La fe está totalmenteidentificada con Cristo, Cuyo nombre es “Fiel” y nos ha dado el don dela fe.

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Puesto que Cristo es el Vencedor, nuestra fe en Él es suficientepara darnos la victoria sobre el mundo.

Los verdaderos creyentes nos apoyamos en Cristo y confiamospor completo en Él. El primer paso de nuestra confianza es creer queJesús es el Hijo de Dios, y Dios eterno también. Por lo tanto, Él es todolo que podemos necesitar.

Cristo venció al mundo, y Él nos incluye en esa victoria. Dichode otro modo, Cristo es el vencedor del pecado y de la muerte, y pornuestra fe en Él, podemos participar de esa victoria que El obtuvo.Porque creemos que Cristo es el Hijo de Dios, Él nos da fe y la capacidadde vencer al mundo.

Los versículos 1 al 5 de este capítulo están interrelacionados.Dios hace de ellos una unidad cohesionada.

Nosotros creemos que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, pero esÉl quien pone en nosotros esta convicción y esta fe. Además, nos daamor para que Lo amemos a Él y amemos a nuestros hermanos. Yporque amamos a Dios, podemos obedecer Sus mandamientos y lohacemos con sumo gozo. Y como resultado de todo eso, hemos vencidoal mundo. El mundo ya no tiene ningún poder sobre nosotros.

¿Cuál es la victoria sobre el mundo? Nuestra fe. La persona quecree que Cristo es el Hijo de Dios –es decir, que es verdaderamentesalva- tiene victoria sobre las cosas del mundo. El mundo no reconoceel valor de Cristo, pero no puede mentirnos acerca de Él ni arrastrarnosconsigo porque nosotros lo hemos vencido. Somos vencedores y nocorremos ningún riesgo de ser derrotados. La verdad está de nuestraparte. Por tanto, en este pasaje de 1 Juan 4:-5 Dios hace hincapié en lavictoria.

Por nuestra relación con Cristo, el Hijo de Dios, tenemosvictoria. Por haber confiado en Él, y porque toda la victoria es Suya,nosotros somos vencedores.

Éstas no son palabras huecas. Cristo ganó la victoria que eranecesario ganar y es reconocido como Dios Eterno. Él venció losobstáculos y logró todo lo que deseaba. Por tanto, venció. Sí, obtuvo lavictoria sobre la muerte y sobre las consecuencias del pecado. Cuandonosotros llegamos a ser salvos, todas estas verdades son nuestras. Esteconocimiento con el que comenzamos a vivir es un mundo nuevo paranosotros.

Yo sé que puedo ser hijo de Dios porque Cristo ganó la victoriasobre el pecado, la muerte y Satanás. Es a causa de Su victoria quenosotros, Sus hijos, hemos vencido al mundo. Y es una victoria tan

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gloriosa que debemos proclamarle a todo el mundo a voz en cuello:“Cristo ganó la victoria sobre la muerte y el pecado”.

En los primeros versículos del capítulo 5 de 1 Juan se ha hechohincapié en que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y entonces, el versículo 6continúa diciendo: “Éste es…”, y vuelve a hacer alusión a Jesucristo.Leamos ese versículo:

6. Éste es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; nomediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y elEspíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es laverdad.

Jesucristo “vino mediante agua y sangre; no mediante aguasolamente, sino mediante agua y sangre”. Dios menciona dos veceseste hecho para subrayarlo.

El ministerio de Jesús en la tierra comenzó oficialmente cuandoJuan el Bautista Lo bautizó en el río Jordán. Leemos acerca de esto enMateo 3:16-17:

Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y heaquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios quedescendía como paloma, y venía sobre Él. Y hubo una voz delos cielos, que decía: Éste es Mi Hijo amado, en Quien tengocomplacencia.

Dios el Padre testificó verbalmente que Jesús era Su Hijo.Además, Juan el Bautista dio su testimonio en Juan 1:32-34 y dijo losiguiente:

… Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, ypermaneció sobre Él… y yo Le vi, y he dado testimonio de queéste es el Hijo de Dios.

La Santa Trinidad se manifestó en ese momento: Jesucristo, elHijo; la voz de Dios el Padre y el Espíritu Santo que descendió en formade paloma. Ése fue el testimonio de que Jesús era ciertamente el Hijode Dios, el Cristo.

Pero 1 Juan 5:6 afirma que Él vino mediante agua y sangre. Esasangre es sin duda la que Él derramó cuando pagó el castigo pornuestros pecados. Por ejemplo, en Colosenses 1:20 leemos: “y pormedio de Él reconciliar consigo todas las cosas… haciendo la pazmediante la sangre de Su cruz”.

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Y el Espíritu Santo es quien da testimonio de estos hechos,porque el Espíritu es la verdad.

Pasemos ahora a 1 Juan 5:7-8:

7. Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre,el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno.

8. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, elagua y la sangre; y estos tres concuerdan.

Aquí vemos claramente la descripción de la Santa Trinidad: elPadre, el Verbo (que es Cristo) y el Espíritu Santo. Y estos tres son uno.Dios es tres personas distintas, y sin embargo, es un solo Dios.

La Trinidad incluye a las tres personas de la Deidad, pero cuandohablamos de la Trinidad, estamos refiriéndonos a un solo Dios. Esto,claro está, es un misterio divino. Muchas personas han tratado deentenderlo valiéndose de algún tipo de analogía terrenal, pero lo ciertoes que no podemos ni siquiera comenzar a comprender el misterio de laTrinidad. Ni tampoco debemos tratar de hacerlo, porque lo único quepodemos saber es lo que Dios nos ha revelado. No obstante, tenemosque aceptar este hecho enteramente por fe.

Son, pues, tres Personas en un solo Dios, y todas ellas testificanque Cristo es el Hijo de Dios. Estas tres Personas dan testimonio en elcielo, dice el versículo 7. Pero en el versículo 8, leemos acerca de tresque dan testimonio en la tierra: el espíritu, el agua y la sangre, y estostres concuerdan.

Esta declaración está de acuerdo con lo que leímos en elversículo 6 –a saber, que Jesús vino mediante agua y sangre, y que elEspíritu da testimonio de ello. Juan el Bautista bautizaba con agua, perono era el Mesías. La sangre que Jesucristo derramó fue la que le dio albautismo en agua su significado espiritual. El bautismo en agua apuntaa la limpieza espiritual que recibimos cuando Dios nos salva. Estamosespiritualmente sucios y Dios nos limpia. Esta limpieza espiritual esposible únicamente porque Cristo pagó por nuestros pecadosderramando Su sangre.

De hecho, en Romanos 6:3 Dios dice: “¿O no sabéis que todoslos que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizadosen Su muerte?”

En 1 Juan 5 Dios hace hincapié en que Jesús vino mediante aguay sangre, y Dios, en nombre de la Trinidad, ha testificado que esto es

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cierto. Tenemos, pues, el testimonio de Dios de que Jesucristo es elMesías, nuestro único Salvador.

Sólo Jesús pudo soportar la ira de Dios para pagar por nuestrospecados. Sólo Él pudo venir a la tierra como Hijo de Dios paramanifestarle al mundo Su gran amor.

Y sólo Dios pudo haber escrito estas palabras de 1 Juan 5 contanta autoridad, porque el Espíritu es la verdad. Es precisamente estaverdad esencial la que da testimonio de la infalibilidad de esa autoridad.Sin duda, nos quedamos más que asombrados cuando leemos estascosas y las unimos. Y si decimos que sabemos todo lo que a ellas serefiere, no decimos la verdad, porque sólo Dios tiene la autoridad paracomprender lo que Él ha realizado, y es simplemente maravilloso.

Nota: Éste es el último estudio grabado por Harold Camping. No pudoterminar este estudio de 1 Juan 5 antes que el Señor se lo llevara a suhogar eterno.

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