1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CÓNSUL

download 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CÓNSUL

of 412

Transcript of 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CÓNSUL

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    1/411

    Fiction Book Description

    Santiago Posteguillo

    AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    Ediciones BBuenos Aires. Caracas. Madrid. Mxico D.F Montevideo. Quito. Santiago de Chile1.a edicin: octubre 2008 Santiago Posteguillo, 2006 Ediciones B, S. A., 2008Bailen, 84 - 08009 Barcelona (Espaa)www.edicionesb.comPrinted in SpainISBN: 978-84-666-3932-3

    Depsito legal: B. 39.933-2009

    A Lisa, por todo y, por encima de todo, por Elsa

    Agradecimientos

    Gracias a todos los grandes historiadores clsicos y modernos por sus magnficos tra-tados y monografas sobre la antigua Roma sin cuya informacin esta obra nunca habrasido posible. Gracias a todo el equipo de Ediciones B, por la ilusin que han puesto enesta novela y su continuacin; gracias en especial a Faustino Linares, Luca Luengo,Vernica Fajardo, Carmen Romero y al magnfico equipo de diseo grfico. Tambinquiero agradecer a los comerciales de la editorial su esfuerzo en la distribucin de Afri-canas para que el libro llegue cada vez a ms sitios. Y muy en particular tengo que agra-decer a todos aquellos lectores que bien mediante mensajes en mi pgina web, bien conmensajes en diferentes foros de Internet, me han animado a seguir escribiendo. Sus co-mentarios, en su mayora elogiosos, en ocasiones crticos, pero siempre revestidos de ungran respeto, son el mayor estmulo que un escritor puede encontrar especialmente enaquellos momentos de desfallecimiento que, inexorablemente, aparecen durante la cre-acin de una obra de esta envergadura.

    Gracias a mis padres por quererme tanto y por aficionarme a la lectura y a mi familiapor estar siempre conmigo. Y gracias a mis amigos por entenderme y apoyarme: A Sal-

    va por leerse y corregir con minuciosidad una primera versin de esta novela y animar-me a que luchara porque esta obra se publicase, a Jos Javier, por no tomarme por locomientras escriba (l sabe lo valioso de su opinin a este respecto pues es psiquiatra), y aEmilio y Pepe por resistir con paciencia (y alguna cerveza) mis interminables historiassobre la segunda guerra pnica con un apreciable inters.

    E infinitas gracias a mi mujer por creer en m primero como compaero y luego comoescritor, creyendo en esta novela desde un principio, leyndose, captulo a captulo, cadapedazo de la misma, sin desfallecer y con paciencia. Y un agradecimiento muy especiala nuestra pequea hija Elsa, por comer bien, dormir mucho y llorar muy muy poco du-rante los meses finales de edicin y correccin de las pruebas de esta obra de entreteni-miento titulada Africanus, el hijo del cnsul.

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    2/411

    Ingrata patria, ne ossa quidem mea habes [Patria ingrata, ni siquiera tienes mis hu-esos.] Epitafio en la tumba de Escipin, el Africano

    M. Valerius Maximus, 5,3, 2bProaemium

    A finales del siglo III antes de Cristo, Roma se encontr al borde de la destruccin to-tal, a punto de ser aniquilada y arrasada por los ejrcitos cartagineses al mando de unode los mejores estrategas militares de todos los tiempos: Anbal. Ningn general de Ro-ma era capaz de doblegar a este todopoderoso enemigo, genial en el arte de la guerra yhbil poltico, que lleg hasta las mismas puertas de la ciudad del Tber, habiendo pacta-do con el rey Filipo V de Macedonia la aniquilacin de Roma como Estado y el repartodel mundo conocido entre las otras dos potencias mediterrneas: Cartago y Macedonia.La historia iba a ser escrita por los enemigos de Roma y la ciudad de las siete colinas nofigurara en ella, no tendra espacio ni en los libros ni en los anales que habran de reme-morar aquella guerra, aquel lejano tiempo; Roma apenas representara unas breves lne-as recordando una floreciente ciudad que finalmente sera recluida a sus murallas, sin

    voz en el mundo, sin flota, sin ejrcito, sin aliados; se era su inexorable destino hastaque o bien la diosa Fortuna, o quiz el mismsimo Jpiter ptimo Mximo o el puroazar intervinieron en el devenir de los hombres y las mujeres de aquel tiempo antiguo ysurgi un solo hombre, alguien inesperado que no entraba en los clculos de sus enemi-gos, un nio que habra de nacer en la tumultuosa Roma unos pocos aos antes del es-tallido del conflicto blico ms terrible al que nunca se haba enfrentado la ciudad; algu-ien que pronto alcanzara el grado de tribuno, un joven oficial de las legiones que inici-ara un camino extrao y difcil, equivocado para muchos, que, sin embargo, cambi pa-ra siempre el curso de la historia, que transform lo que deba ocurrir en lo que final-mente fue, creando los hechos que ahora conocemos como la gnesis de un imperio yuna civilizacin secular en el tiempo y en la historia del mundo. Aquel nio recibi elnombre de su progenitor, Publio Cornelio Escipin, que fuera cnsul de Roma duranteel primer ao de aquella guerra. Las hazaas de el hijo del cnsul alcanzaron tal magni-tud que el pueblo, para distinguirlo del resto de los miembros de su familia, los Escipi-ones, le concedi un sobrenombre especial, un apelativo referente a uno de los territori-os que conquist, ganado con extremo valor en el campo de batalla y que lo acompaa-ra hasta el final de sus das: Africanus. Sera la primera vez que se honraba a un generalcon una distincin semejante, dando as origen a una nueva costumbre que en los siglosvenideros heredaran otros cnsules preeminentes y, finalmente, los emperadores de Ro-ma. Sin embargo, tanta gloria aliment la envidia.

    sta es su historia.

    Dramatis personae

    Publio Cornelio Escipin (padre), cnsul en el 218 a.C. y procnsul en HispaniaPomponia, mujer de Publio CornelioCneo Cornelio Escipin, hermano del anterior; cnsul en el 222 a.C. y procnsul en

    Hispania

    Publio Cornelio Escipin (hijo), Africanus, hijo y sobrino de los cnsules menciona-dos arriba

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    3/411

    Lucio Cornelio Escipin, hermano menorTndaro, pedagogo griego, tutor de los EscipionesCayo Lelio, decurin de la caballera romanaEmilio Paulo (padre), cnsul en el 219 y 216 a.C.Lucio Emilio Paulo, hijo de Emilio Paulo

    Emilia Tercia, hija de Emilio Paulo

    Quinto Fabio Mximo (padre), cnsul en el 233, 228, 215, 214, 209 a.C. y censor enel 230 a.C.

    Quinto Fabio, hijo de Quinto FabioMximo Marco Porcio Catn, protegido de Quinto Fabio Mximo

    Sempronio Longo, cnsul en el 223 y 218 a.C.Cayo Flaminio, cnsul en el 217 a.C.Terencio Varrn, cnsul en el 216 a.C.Cneo Servilio, cnsul en el 217 a.C.

    Claudio Marcelo, cnsul en el 222, 215,214,210 y 208 a.C.Claudio Nern, procnsulMinucio Rufo, jefe de la caballeraLucio Marcio Septimio, centurin en HispaniaQuinto Terebelio, centurin en HispaniaMario Juvencio Tala, centurin en HispaniaSexto Dgicio, oficial de la flota romanaIlmo, pescador celtberoTito Macio, tramoyista en el teatro, comerciante, legionarioDruso, legionarioRufo, patrn de una compaa de teatroCasca, patrn de una compaa de teatroPraxteles, traductor griego de obras de teatroMarco, comerciante de telas

    Amlcar Barca, padre de Anbal, conquistador cartagins de HispaniaAsdrbal, yerno de Amlcar y su sucesor en el mandoAnbal Barca, hijo mayor de AmlcarAsdrbal Barca, hermano menor de AnbalMagn Barca, hermano pequeo de AnbalAsdrbal Giscn, general cartagins

    Himilcn, general en la batalla de CannaeMagn, jefe de la guarnicin de Qart HadashtMaharbal, general en jefe de la caballera cartaginesa

    Sfax, rey de Numidia occidentalMasinisa, nmida, general de caballera, hijo de Gaia, reina de Numidia orientalFilipo V, rey de MacedoniaFilmeno, ciudadano de TarentoRgulo, oficial brucioRey de Faros, rey depuesto por los romanos, consejero del rey Filipo V

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    4/411

    LIBRO I UNA FRGIL PAZ

    Vel iniquissiman pacem iustissimo bello anteferrem. [Preferira la paz ms inicua a lams justa de las guerras.]Cicern, Epistulae ad familiares, 6, 6, 5.

    1 Una tarde de teatro

    Roma.

    Ao 519 desde la fundacin de la ciudad. 235 a.C.

    El senador Publio Cornelio Escipin caminaba por el foro. Llevaba el cabello corto,casi rasurado, tal y como era costumbre en su familia. A sus treinta aos, andaba ergu-ido, dejando a todos ver con claridad su rostro enjuto y serio, de facciones marcadas, enlas que una mediana nariz y una frente sin ceo se abran paso en silencio. Ese da iba aasistir a un gran acontecimiento en su vida, aunque en ese momento tena la mente ent-retenida con otro suceso sobresaliente en Roma: Nevio estrenaba su primera obra de te-atro. Apenas haban transcurrido cinco aos desde que se haba representado la primeraobra de teatro en la ciudad, una tragedia de Livio Andrnico, a la que el senador no ha-ba dudado en acudir. Roma estaba dividida entre los que vean en el teatro una costum-

    bre extranjera, desdeable, fruto de influencias griegas que alteraban el normal devenirdel pensamiento y el arte romano puros; y otros que, sin embargo, haban recibido estasprimeras representaciones como un enorme salto adelante en la vida cultural de la ci-udad. Quinto Fabio Mximo, un experimentado y temido senador, del que todos habla-ban como un futuro prximo cnsul de la Repblica, se encontraba entre los que obser-vaban el fenmeno con temor y distancia. Por el contrario, el senador Publio CornelioEscipin, vido lector de obras griegas, conocedor de Menandro o Aristfanes, era, sinlugar a dudas, de los que constituan el favorable segundo grupo de opinin.

    Publio Cornelio lleg junto a la estructura de madera que los ediles de Roma, encar-gados de organizar estas representaciones, ordenaban levantar peridicamente para al-bergar estas obras. Al ver el enjambre de vigas de madera sobre el que se sostena la es-cena, no poda evitar sentir una profunda desolacin. Pensar cuntas ciudades del Medi-terrneo disfrutaban de inmensos teatros de piedra, construidos por los griegos, perfec-tamente diseados para aprovechar la acstica de las laderas sobre las que se haban edi-ficado. Tarento, Siracusa, Epidauro. Roma, en cambio, si bien creca como ciudad alaumentar su poder y los territorios y poblaciones sobre los que ejerca su influencia, cu-ando se representaba una obra de teatro tena que recurrir a un pobre y endeble escena-rio de madera alrededor del cual el pblico se vea obligado a permanecer de pie mient-ras duraba el espectculo o a sentarse en incmodos taburetes que traan desde casa. Co-mo consolacin, el senador pensaba que, al menos ahora, ya haba posibilidad de versobre la escena actores autnticos recreando la vida de personajes sobre los que l habaledo tanto durante los ltimos aos. Una mano en el hombro, por la espalda, acompaa-da de una voz grave y potente que enseguida reconoci, interrumpi sus pensamientos.

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    5/411

    - Aqu tenemos al senador taciturno por excelencia! -Cneo Cornelio Escipin abraza su hermano con fuerza-. Ya saba yo que te encontrara por aqu. Venga, vamos a veruna obra de teatro, no? A eso has venido.

    - No esperaba verte por aqu hoy.- Hombre, hermano mo. -Cneo hablaba en voz alta de forma que todos alrededor po-

    dan escucharle. Era un gigantn de dos metros que no necesitaba abrirse camino entreel tumulto de gente que se haba agolpado en torno al recinto del teatro ya que, comopor arte de magia, siempre se abra un pequeo sendero justo un par de metros antes deque llegara su persona. Cneo era ms alto, ms fuerte, menos serio y ms complacienteen la mesa que su hermano, lo que quedaba reflejado en su incipiente barriga que losaos de adiestramiento y empleo militar mantenan relativamente difuminada-. Tantohablar del teatro, el teatro esto, el teatro aquello me dije, vayamos a ver qu es eso delteatro y bueno

    - Bueno qu?- Y, por todos los dioses! Si ese viejo remilgado de Fabio Mximo ha dicho que lo

    mejor que puede hacer un buen romano es no acudir a estas representaciones, pues eso

    era ya lo que me faltaba para decidirme a venir! Que los dioses confundan a ese idiota!- As que eso es lo que anda diciendo Fabio -respondi Publio-. Interesante. Ya enti-

    endo por qu hay tanta gente. Creo que con sus palabras ha conseguido que venga msgente que nunca. Hay que felicitarle. Estoy seguro de que los actores agradecern tantodebate sobre sus representaciones. Parece que Fabio Mximo no entiende que si deseasque algo pase desapercibido lo mejor es no mencionarlo. Supongo que futuras generaci-ones irn aprendiendo esto. En cualquier caso, me alegro. Cuanta ms gente vea estascosas mejor. Quiz as consigamos que en Roma se construya alguna vez un teatro dig-no de representar a Aristfanes o Sfocles.

    - No s; no creo que esto del teatro llegue a interesar tanto como para levantar esosenormes edificios de piedra de los que siempre hablas. Si me dijeras para ver gladiado-res o mimos, cosas que s gustan, entonces quiz s Pero desde luego hoy aqu hay ungento notable -concluy oteando desde lo alto de su sobresaliente punto de observaci-n.

    As, conversando, los dos hermanos entraron en el recinto. Se haba hablado ya enms de una ocasin de la posibilidad de levantar tambin una estructura de madera fren-te a la escena que soportase unas gradas de forma que el pblico pudiera sentarse y disf-rutar con ms comodidad del espectculo, pero, de momento, todo aquello no eran msque conjeturas. Slo haba algunos bancos en las primeras filas para las principalesautoridades de la ciudad, los ediles y algunos senadores.

    - Resultar complicado conseguir una posicin ms cntrica. Mejor nos quedamos

    aqu-coment Publio.Su hermano se gir y le mir sacudiendo la cabeza, como quien perdona la vida a al-guien a quien aprecia mucho pero que sabe que est equivocado en algo muy concreto.Sin ms comentarios, Cneo se adentr entre el tumulto de gente, dando alguna voz alprincipio y luego, a medida que la densidad de la muchedumbre aumentaba, apartando aunos y otros con decididos y potentes empujones. Cneo avanzaba hacia el centro del re-cinto para conseguir una posicin mejor para ver a los actores y lo haca como un tribu-no en un campo de batalla buscando la posicin ptima para su unidad. Publio segua lasenda que su hermano iba abriendo. Unos soldados se revolvieron molestos ante aqueltorrente de empellones, mas, al ver ante ellos dibujarse la imponente figura de Cneoadornada con la toga propia de un patricio, decidieron hacer como que no haba ofensa y

    ocuparse de sus asuntos. As, en unos minutos, Publio y Cneo alcanzaron el centro del

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    6/411

    recinto justo frente a la escena tras los bancos de las autoridades y quedaron dispuestospara asistir a la representacin. Una vez all, Publio se dirigi a su hermano.

    - Gracias. Con tu extremada delicadeza hemos conseguido, sin duda, una excelenteposicin para el espectculo. Siempre tan sutil, Cneo. Te veo hecho todo un poltico.

    - Ya sabes que el que tiene que llegar a cnsul en nuestra familia eres t. A m que

    me dejen un ejrcito y que me pongan unos millares de brbaros o cartagineses delante.Con eso me entretendr.Publio no respondi nada. Quin sabe, viendo cmo se desarrollaban los acontecimi-

    entos polticos quiz algn da tendran ante s a unos cuantos de esos cartagineses, aun-que no tena tan claro que el verbo entretenerse fuera el ms adecuado para describirsemejante situacin.

    Tito Macio era un joven de veinte aos, hurfano, llegado a Roma desde Srsina, enel norte de la regin de Umbra. sta haba cado bajo el control romano unos aos an-tes. Despus de algunas peripecias y no pocos sufrimientos en las calles de Roma, habaalcanzado una cierta estabilidad a sus veinte aos como mozo de tramoya en una de lasincipientes compaas de actores que se dedicaban a representar obras de teatro en la ci-

    udad. Su labor consista esencialmente en clasificar las ropas de los actores y tenerlaspreparadas para facilitrselas a cada uno a medida que stos entraban en escena. Tambi-n se ocupaba de limpiar las mismas antes y despus de cada representacin y, en fin, detodo aquello que fuera necesario con relacin al espectculo, incluso, si se terciaba, ac-tuar. Despus de haber mendigado por las calles, aquello le pareca una muy buena op-cin de vida. Entre bastidores Tito observaba a los actores declamar y en ocasiones me-morizaba los textos de aquellos personajes que ms le agradaban. Esto resultaba tilsobre todo cuando tena que sustituir a algn actor que estaba enfermo o, ms frecuente-mente, con una resaca demasiado grande como para poder salir a escena.

    Cuando entr de nio en aquella compaa haba un anciano liberto de origen griegoque se ocupaba de traducir textos de los clsicos como Eurpides, Sfocles, Aristfaneso Menandro, entre otros muchos, que le tom cierto aprecio. Quiz aquel anciano en-contr su extrema soledad, en un pas extranjero y sin familia ni amigos, reflejada enaquel nio mendigo de cara resuelta que luchaba por sobrevivir en una ciudad cruel parael pobre, el esclavo y el no romano. El anciano lo tom a su cargo y le ense a leer la-tn primero y despus griego; y cuando sus ojos empezaron a fallarle, Tito, familiarizn-dose poco a poco con el arte de la escritura, empez a copiar al dictado las traduccionesque este anciano le haca. Praxteles, que as se llamaba, falleci cuando Tito apenas te-na trece aos. Una maana fue a llevarle agua para lavarse como haca siempre y se loencontr en el lecho de la habitacin que la compaa de teatro haba alquilado para co-bijo del anciano que tan buen servicio les daba. Praxteles estaba tendido, relajado, pero

    con los ojos abiertos y sin respirar. Tito se qued en silencio junto a aquel hombre dequien tanto haba aprendido y se dio cuenta de que aun sin que ste fuera nunca condes-cendiente o especialmente carioso con l, siempre se haba mostrado afectuoso. Depronto se sinti del todo solo y pens que nunca jams sentira un dolor y una pena igu-al en su vida. Estaba muy equivocado, pero en aquel momento no era consciente de lasturbulencias del futuro. Cuando se rearm de valor para afrontar la situacin abandonla estancia y sali al encuentro de Rufo, el amo de la compaa, que estaba negociandoen el foro las posibles nuevas representaciones de la misma para la prxima Lupercalia,la festividad de la purificacin que tena lugar a mediados de febrero. Faltaba tiempoan pero era conveniente cerrar los convenios con las autoridades pblicas lo antes po-sible.

    Rufo se encontraba junto con dos ediles de Roma, encargados de organizar los dife-rentes acontecimientos festivos, cuando Tito lleg a su encuentro. Rufo hizo como que

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    7/411

    no le vea. Al fin, una vez que despus de diez largos minutos hubo terminado sus con-versaciones con los ediles, se dirigi al inoportuno Tito, que haba permanecido junto al como un pasmarote, inconsciente de su impertinencia, aturdido como estaba por losacontecimientos.

    - Y a ti qu se te ha perdido en el foro esta maana? Por qu no ests con el griego

    terminando la traduccin de la comedia de Menandro que os encomend? sta no esforma de justificar el alojamiento y la comida que os pago.Tito pens en replicar con improperios pero de su boca slo sali la sencilla y simple

    realidad.- Praxteles ha muerto. -Y sin esperar instrucciones se march del foro dejando que

    Rufo digiriese las implicaciones de aquel suceso para su futuro econmico.Rufo, no obstante, era un hombre curtido en el desastre y la crueldad. Militar retirado,

    a sus cuarenta aos haba matado, violado, robado, luchado con honor y luchado sin ho-nor alguno en el campo de batalla y con dagas en las peligrosas noches de Roma. Tenauna poblada melena de pelo negro que se resista a tornarse gris pese a su edad, como situviera un pacto de juventud con los dioses a cambio de quin sabe qu extraos servici-

    os. Avanzaba siempre como si se tambaleara, con un corpulento cuerpo sazonado de he-ridas y coronado por un ceo profundo permanente en lo alto de su frente. Hablaba latny algo de griego, pero su capacidad lectora era ms que discutible. Con todo, Rufo pose-a una sobresaliente destreza: el oportunismo. Haba discernido como nadie el gran im-pacto que supona la novedad del teatro como espectculo en Roma y, antes que ningnotro, haba juntado actores de diferentes partes de la pennsula itlica, se haba hechocon los servicios de Praxteles y haba fundado una compaa estable que daba un buenservicio a los ediles de Roma a un ms que razonable precio para las arcas del Estado.Mantena en la pobreza a actores y dems miembros de la compaa, pero eso no pre-ocupaba a las autoridades siempre que se cumplieran los compromisos acordados en cu-anto a nmero de representaciones y mnima calidad de la puesta en escena.

    La muerte de Praxteles supona un importante escollo en el natural futuro de la com-paa, pero, como la fortuna a veces es caprichosa y parece vanagloriarse en favorecer aquien menos lo merece, Rufo pronto detect que no hacan falta tantas traducciones delgriego como antes, sino que empezaba a haber autores latinos propios que, para satisfac-cin suya y de su economa, ya escriban las obras directamente en latn.

    Meses despus de la muerte de Praxteles, Rufo pregunt a Tito si l se senta capazde traducir obras del griego. Tito medit su respuesta y concluy que s, pero como mo-vido por un resorte, enseguida respondi con decisin de forma contraria.

    - No, lo siento, no podra -y nunca ms le volvi a preguntar Rufo sobre aquel tema.Tito haba visto dnde haba llegado Praxteles con su griego y no quera seguir su mis-

    ma suerte. Albergaba mejores expectativas para su vida que trabajar traduciendo por unmendrugo de pan y una humilde alcoba y siempre en las manos de aquel hombre cruel yavaro. Desde entonces Tito se especializ en todo lo referente a la tramoya: trajes, disf-races, calzado de los actores y supervisar el levantamiento de la escena cada vez que ha-ba representacin. Curiosamente, aquel trabajo pareca ser ms valorado por Rufo quetodos los esfuerzos del anciano griego por producir unas traducciones en correcto y flu-ido latn. Tito estaba sorprendido porque saba de lo injusto de la valoracin, pero se gu-ardaba para s mismo sus opiniones y se dejaba llevar en aquel mundo de locos por loque los dems consideraban como de mayor mrito.

    Aquella tarde del 235 antes de Cristo, se representaba la primera obra de uno de losnuevos autores que tan bien le haban venido a Rufo: Nevio. Se trataba de una tragedia

    ambientada en Grecia. Para ello Tito haba dispuesto todo lo necesario: pelucas blancaspara los personajes ancianos, pelirrojas para los esclavos, un sinfn de todo tipo de ms-

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    8/411

    caras para las ms diversas situaciones escnicas, y coturnos, unas sandalias altas emp-leadas para realzar la estatura de los personajes principales que en una tragedia serandioses personificados por actores, que, como era lgico, no podan estar a la misma altu-ra que el resto de los personajes. Una amplia serie de mantos y tnicas griegas comple-taba el vestuario.

    Todo estaba dispuesto. El pblico llenaba los alrededores del escenario, la tarde eraagradable y la temperatura suave. Roma iba a vivir una velada de teatro al aire libre.

    2 El paso del estrecho

    Los Pilares de Hrcules (Gibraltar). 235 a.C.

    Decenas de pequeas embarcaciones navegaban lentamente. En una de las lanchas,atestada de armas arrojadizas, espadas, escudos, lanzas, algn caballo, vveres y solda-dos, Amlcar diriga toda la operacin. A su lado, un adolescente de trece aos, su jovenhijo Anbal, es decir, el favorito de Baal, el dios supremo de los cartagineses, obser-vaba admirado.

    Amlcar tena bajo su mando un gran ejrcito dispuesto para conquistar Hispania, pe-ro no tena barcos con que transportarlo. Meses atrs rog a los sufetes, los dos cnsulesde Cartago, que dieran orden de reconstruir la flota pnica para poder enviar estas tro-pas a Iberia, pero stos se negaron, siguiendo los avisos del Consejo de Ancianos. Lagran flota pnica haba sido destruida en la gran confrontacin contra Roma de unosaos antes y, entre otras terribles penurias y humillaciones, Cartago tena prohibido re-

    construir una nueva flota que los romanos observaran como una amenaza inminente. Silo hacan, explicaron lo sufetes, Roma no tardara ni unas semanas en declarar la guerray atacar, antes de que Cartago estuviera recuperada del anterior conflicto.

    El sufete se dirigi directamente a Amlcar.- Si deseas conquistar Hispania para Cartago y fortalecer el Estado con sus riquezas,

    eso te honra, general, sin embargo, lo que pides, una flota para trasladar al ejrcito, esoes imposible. Tienes permiso para intentar esa conquista pero tendrs que discernir otrosmedios.

    Amlcar no era hombre que se amilanara con facilidad. Combati con valor y pertinazresistencia a los romanos en Sicilia dificultando en extremo el avance de las legiones delEstado latino y, posteriormente, derrot por completo a los mercenarios africanos que selevantaron contra la que crean ya una Cartago en decadencia. As pues, Amlcar aceptel reto de los sufetes. Se levant y ante todos los senadores de Cartago exclam.

    - Llevar el ejrcito a Iberia, cuyas riquezas navegarn hacia Cartago en menos de unao.

    Y antes de que nadie pudiera preguntarle sobre la forma en que pensaba acometer talempresa, el general abandon el cnclave senatorial y, escoltado por varios soldados yoficiales prximos a su causa y a la familia de los Barca, parti de la ciudad.

    Durante semanas Amlcar dirigi su ejrcito por toda la costa norte de frica, aprovi-sionndose en las numerosas poblaciones costeras amigas de Cartago. Atraves lasmontaas y los estrechos pasos resistiendo ataques de tribus en continua rebelda con

    Cartago. Cruz la costa norte de Numidia y Mauritania en una marcha larga y agotadorapara hombres y bestias, hasta que, al cabo de dos meses, lleg a los Pilares de Hrcules.

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    9/411

    All contempl, desde la costa africana, las playas del sur de Hispania. Slo los separabaun estrecho de aguas embravecidas pero de tan slo veinte o treinta kilmetros de anc-hura.[Para facilitar la lectura hemos recurrido a la expresin de kilmetros para que ellector se ubique mejor en los espacios descritos de la novela, aunque en la poca se re-curriera a otras unidades para medir las distancias como pasos o estadios que, ocasional-

    mente, mencionamos] En unas semanas fue agrupando todas las barcas de pesca de laspoblaciones prximas y mand construir pequeas balsas y barcazas de transporte. Nose trataba de construir barcos de guerra, sino de disponer de pequeos transportes quefueran y volvieran durante varios das, llevando en cada viaje armamento, soldados, ani-males y vveres. La tarea sera tediosa, lenta y muy peligrosa. Especialmente difcil re-sultara embarcar, uno a uno, a las decenas de elefantes que llevaba consigo.

    Amlcar alcanz la costa de Hispania y fue el primero en pisar tierra. Tras l su cabal-lo y varios soldados que empezaron a descargar todo lo que llevaban en la barcaza: tri-go, dardos, lanzas, escudos. Era impresionante mirar hacia el sur. El mar estaba repletode centenares de embarcaciones que, como una flotilla de pequeos barcos, se acerca-ban a las costas. El oleaje, no obstante, arreciaba con fuerza. Un elefante, al verse rode-

    ado de aquella inmensidad de ocano, se puso nervioso y empez a bramar y moverse.Uno de sus adiestradores intent calmarlo primero y luego controlarlo a golpes queasestaba con una maza de hierro en la cabeza del animal, pero la bestia estaba ya fuerade s y cualquier esfuerzo era intil para controlarla. En la pugna, la barcaza se desesta-biliz y volc, y soldados, armas y vveres fueron al agua junto con el elefante. El marse trag a hombres y bestia en cuestin de segundos. De forma parecida varias barcazasvolcaron y se perdieron numerosos hombres, material y animales. Sin embargo, al caerla tarde del tercer da, el gigantesco ejrcito cartagins haba cruzado el estrecho sin dis-poner de una flota, sin despertar las suspicacias de Roma. Sigilosamente, aunque decidi-dos, aquellos soldados formaron en la playa. Amlcar revis unidades, equipos, caballe-ra y elefantes y, cuando todo estuvo dispuesto, con el sol ponindose, orden avanzarvarios kilmetros hacia el interior. Dio orden tambin de recoger las barcas y esconder-las tras las dunas de la playa.

    Al da siguiente, un barco mercante acompaado de una quinquerreme militar romanapas por la zona. Un legionario actuaba como viga. Desde lo alto de la nave observrestos de madera flotando en el mar. Dio la alarma y el capitn orden que recogieranaquellos fragmentos. Una vez en el barco, constataron que se trataba de pequeos trozosque no podan sino pertenecer a alguna embarcacin pesquera. El capitn pregunt al vi-ga si se observaba algn movimiento extrao en la costa. La respuesta del legionariofue rotunda. -Nada!

    - Bien -concluy el oficial al mando del barco-. En el informe de a bordo que figure

    que se han avistado restos del naufragio de alguna pequea barca de pesca. Sin ms no-vedad. Sigamos rumbo al noreste, a Sagunto.Y se alejaron de la costa.

    3 El hijo del senador

    Roma, 235 a.C.

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    10/411

    La representacin acababa de empezar y todo marchaba bien. Hasta el momento nin-gn actor se haba olvidado del texto y el pblico pareca seguir la historia con cierto in-ters. De cuando en cuando el murmullo de los que hablaban era excesivo y Tito tenaque moverse entre los espectadores pidiendo silencio para que los que deseaban escuc-har pudieran hacerlo y, de sbito, lleg el desastre: desde fuera del recinto del teatro se

    empez a escuchar msica de flautas y los gritos de algn artista de calle anunciando laprxima actuacin de un grupo de saltimbanquis y equilibristas y, lo peor de todo, uncombate de gladiadores como colofn al espectculo. Era frecuente que diferentes gru-pos callejeros se aproximaran al teatro para aprovechar la labor que la representacinhaba conseguido con gran esfuerzo de toda la compaa de actores: congregar a un no-table gento. Parte del pblico, poco interesado en el transcurso de aquella tragedia, vol-c su inters en los recin llegados saltimbanquis y fue saliendo del teatro. Los actoresse esforzaron en declamar ms alto elevando el tono de voz al mximo de su capacidadpara intentar reavivar el inters de los que all se haban reunido, pero todo esfuerzo re-sultaba intil. Poco a poco se fue vaciando el recinto hasta que apenas qued un terciodel aforo inicial. Tito estaba descorazonado y Rufo, iracundo. Aunque los ediles haban

    pagado por anticipado la representacin, si sta no era de inters, se cuestionaran vol-ver a contratar a la compaa.

    En el exterior del recinto el grupo de artistas callejeros daba volteretas en el aire unatras otra a un ritmo enfermizo; luego uno de ellos se tendi en el suelo y el resto saltabadando una voltereta sobre aqul. Al fondo se poda observar a dos fornidos guerreros,sus musculosos brazos relucientes por el aceite con el que se haban untado, armadoscon espadas y escudos dispuestos a entrar en combate para satisfaccin del gento queempezaba a rodearlos.

    En el teatro, Publio permaneca absorto en la representacin de tal forma que el desp-lazamiento del pblico hacia el exterior del teatro le haba pasado completamente desa-percibido. Cneo, por el contrario, entre adormilado y aburrido, estaba considerando seri-amente ausentarse junto con el resto de la gente que ya lo haba hecho. Un buen comba-te de gladiadores pareca, a todas luces, un entretenimiento mucho mayor que la pesaday lenta historia que se les estaba presentando sobre el escenario. Sin embargo, vea a suhermano tan absorbido por la representacin que intentaba an concentrarse para ver sipoda l quedar igual de prendado por lo que los actores contaban. Pero no. Resultabadel todo imposible. Al cabo de unos minutos se decidi y se dirigi a su hermano.

    - Publio, yo me voy, te espero fuera.- Eh? Bien, s, bien. Nos vemos fuera. Cuando termine salgo -fue su respuesta;

    pero an no se haba dado Cneo la vuelta para marcharse cuando apareci entre ellos unesclavo de casa de los Escipiones.

    - Amos, amos! Ha llegado el momento! Ha llegado el momento! A esta interpelaci-n Publio s que reaccion con rapidez dejando de lado la representacin.- Ests seguro? Sabes bien lo que dices? -S, mi amo. S. Vengan a casa. Rpido!Y el esclavo los dirigi a la salida. Velozmente sortearon al pblico superviviente de

    la representacin. Luego en el exterior bordearon el tumulto que se haba formado alre-dedor de los dos gladiadores que haban empezado su lucha. El ruido de las espadassobresala por encima del de los gritos de la gente. Publio aceler la marcha.

    - Vamos, vamos! Hay que regresar a casa lo antes posible!En el teatro Tito contemplaba desolado el recinto medio vaco y escuchaba a los acto-

    res declamando a gritos sus intervenciones para hacerse or por encima de la algarabaque llegaba de fuera. Una tarde de teatro en Roma. Tito sinti que aqul no poda ni de-

    ba ser su mundo por mucho ms tiempo. Haba de dejar aquel barco antes de que sehundiera del todo. Nunca pens que tuviera madera de hroe.

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    11/411

    Publio y Cneo llegaron a casa corriendo. Al irrumpir en el atrio los recibi el llantode un nio. Una anciana esclava que ejerca de comadrona lo traa desnudo. Lo habanlavado. Era un varn. se podra ser el primognito, el futuro pater familias del clan, si-empre que su padre lo aceptase como tal. La anciana se arrodill ante los recin llegadosy a los pies de Publio, sobre el suelo de piedra, dej el cuerpo del nio, desnudo, lloran-

    do. Su padre observ al beb unos segundos. ste era el momento clave en el destino deaquel nio, pues su progenitor tena por ley el derecho de aceptarlo o repudiarlo si con-sideraba que haba presagios funestos, que haba nacido en un da impuro o que tena al-gn defecto. Publio Cornelio Escipin mir a su hijo en el suelo. El nio prosegua consu llanto. Cneo, respetuoso con la importante decisin que deba tomar su hermano, sehaba retirado unos pasos. En el centro del atrio, junto al impluvium que recoga el aguade lluvia, quedaron padre e hijo a solas. Publio se arrodill, contempl de cerca al beby asinti con la cabeza. Cogi entonces al nio y lo levant por encima de sus hombros.

    - Que se prepare una mesa en honor de Hrcules. ste es mi hijo, mi primognito, quellevar mi mismo nombre: Publio Cornelio Escipin y que un da me sustituir a m co-mo pater familias de esta casa.

    La anciana comadrona y Cneo respiraron. Publio devolvi el nio a la esclava.- Llvalo junto a su madre -y pregunt-, est bien la madre?- La madre est bien, descansando, dormida, pero bien. Dijo que deseaba verles en

    cuanto llegaran.- Bien, bien. Que descanse unos minutos. Ahora me acercar a verla.La esclava se retir y Cneo dej escapar por fin sus emociones. -Bueno, hermano

    mo! Por todos los dioses, esto tendremos que celebrarlo por todo lo alto! Tendremosbuen vino en esta casa y algo de comer, no?

    Aquella noche hubo un festn en la gran residencia de los Escipiones. Vinieron clien-tes y amigos de toda la ciudad. Se bebi y se comi hasta la medianoche. Y al terminarla velada, cuando se fueron todos los invitados y la casa qued tranquila, Publio se sent

    junto a su mujer. El recin nacido estaba acurrucado prximo a los senos de Pomponia.El senador se sinti feliz como no lo haba sido nunca. La noche estaba tranquila, rara-mente sosegada para una noche en la bulliciosa Roma. En la calle, al abrigo de la oscu-ridad, tres hombres se acercaron a la puerta de la casa del senador. Uno llevaba un hac-ha afilada, otro una enorme maza y el tercero una escoba. Se acercaron hasta detenerse

    justo frente a la puerta. En el silencio de la madrugada Publio escuch varios golpes fu-ertes en la puerta de entrada. Nadie de la casa sali a abrir. El senador permaneci impa-sible. Los tres esclavos, una vez cumplido el rito de sacudir la puerta con sus herramien-tas para as cortar, golpear y barrer cualquier mal que pudiera afectar al recin nacido,tal y como corresponda a los dioses Intercidona., pilumnas y Deuerra, se alejaron y fu-

    eron a acostarse contentos. se era un da feliz en casa de su amo.

    4 El triunfo de Fabio

    Roma, 233 a.C.

    La procesin de senadores que haba partido desde el Campo de Marte ascendi por

    la Va Sacra y de esa forma lleg al foro boario. Era el principio de la larga comitiva deltriunfo del cnsul Quinto Fabio Mximo, vencedor contra las tribus ligures del norte de

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    12/411

    la pennsula itlica a las que haba derrotado y empujado hacia los Alpes, liberando aslas colonias y ciudades protegidas por Roma en aquella regin de los constantes ataqu-es, asedios y pillaje de aquellos brbaros.

    - Primero van los senadores -explicaba Pomponia a su hijo de apenas dos aos; el pe-queo Publio observaba el tumulto de gente y la larga comitiva con ojos admirados sin

    entender muy bien a qu vena todo aquello-. Mira, ah estn tu padre y tu to!Publio y Cneo Cornelio Escipin, en calidad de senadores de Roma, desfilaban con elresto de los miembros del mximo rgano de gobierno de la ciudad. Era tradicin que,en cualquier triunfo personal de un cnsul, el conjunto del Senado desfilara en primerlugar, dejando claro, tanto al pueblo de Roma como al general al que se agasajaba, quetodos estaban supeditados a la autoridad de aquel parlamento. Tras los senadores, dece-nas de legionarios en perfecta formacin desfilaban portando insignias arrebatadas a losligures, armas de los derrotados y otros despojos de guerra; a continuacin, encadena-dos, innumerables cautivos eran obligados a arrastrarse por las calles de Roma bajo laatenta mirada del pueblo. Los derrotados mezclaban su rencor con la admiracin queaquella floreciente urbe despertaba a sus ojos: hermosos templos engalanados de guir-

    naldas salpicaban el camino, miles de personas vestidas con lujosas prendas y centena-res de soldados apostados a ambos lados de la ruta ferozmente armados.

    Tras los cautivos que luego se venderan como esclavos y las armas, vena la exposi-cin de los tesoros arrebatados a los ligures: oro, plata, joyas, incluso estatuas que stosa su vez haban arrancado a las ciudades que fueron objeto de sus ataques. Acto seguidoavanzaban pesada y lentamente doce bueyes blancos camino del altar de Jpiter Capito-lino, donde deban ser sacrificados por el victorioso general que, al coincidir su victoriacon el hecho de ostentar la mxima magistratura de la ciudad, uno de los dos consuladosque anualmente se elegan, tena derecho a este triunfo. Y, concluyendo aquel squito,venan los doce lictores o guardias personales del magistrado, que anunciaban la llegadadel cnsul vencedor montado en una cuadriga tirada por cuatro caballos blancos que sedeslizaba plcida sobre la calzada portando a Quinto Fabio Mximo, vestido para laocasin con una larga tnica prpura. Un esclavo en la misma cuadriga sostena una co-rona de laurel sobre la cabeza del cnsul al tiempo que susurraba palabras en su odo re-cordndole que aqulla era una celebracin pasajera y que segua bajo las rdenes delSenado de Roma. Fabio Mximo, no obstante, disfrutaba al completo de aquel bao demultitudes y desde lo ms profundo de su corazn desdeaba las palabras que el escla-vo, tozudamente, perseveraba en repetir. Haba tardado cuarenta y ocho aos en llegar acnsul y aqul era un cargo que le gustaba demasiado como para dejarlo as como as.Lo importante ahora era el momento presente, la gran victoria; luego vendra su estrate-gia para dominar el Senado.

    5 Un nuevo comerciante

    Roma, ao 228 a.C.

    Corra el ao 526 desde la fundacin de Roma y Fabio Mximo ostentaba la mximamagistratura, al ser elegido por segunda vez en poco tiempo como uno de los dos cnsu-

    les que deban gobernar el Estado durante aquel ao. Eran tiempos de tranquilidad en laciudad, que viva todava con un sentimiento de relativo sosiego despus de los encarni-

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    13/411

    zados enfrentamientos de la flota romana durante el ao anterior para combatir los nav-os piratas de la costa ilrica, que suponan una constante amenaza para los puertos deaquella regin y, ms importante an, para la seguridad de los barcos mercantes.

    Tito Macio vea cmo con las rutas martimas cada vez ms seguras y con el crecien-te dominio de Roma sobre el mar, los negocios y el comercio proliferaban por toda la

    ciudad. El teatro segua languideciendo en un doloroso parto que pareca no terminarnunca de dar los frutos deseados. Nevio, Pacuvio, Ennio y otros estrenaban tragedias ycomedias que interesaban a pequeas minoras ilustradas pero que quedaban lejos de en-tusiasmar al pueblo en general. La gente segua mostrndose mucho ms atrada por loscombates de gladiadores y los espectculos de saltimbanquis, equilibristas y mimos quesalpicaban diferentes rincones de la ciudad y que seguan aprovechndose de las repre-sentaciones teatrales para luego llevarse el pblico all reunido. Este estado de cosascondujo a Tito Macio a tomar una determinacin clave en su vida y en su destino: dejarel teatro. Abandonar aquel mundo de muchos esfuerzos y escasas recompensas y adent-rarse, con los pequeos ahorros que haba conseguido, en el comercio. Encargado de lasmil cosas de la compaa y, entre otras, de todo lo relacionado con la vestimenta de los

    actores, se haba familiarizado con muchos comerciantes de telas, tnicas, togas y otroselementos necesarios del vestido diario de los romanos y por all decidi encaminar sufuturo. Lo tena ya todo organizado: haba seleccionado quines seran sus proveedores,los precios de entrada de los productos y los precios a los que los pondra a la venta;hasta haba alquilado ya un local en una de las insulae ms prximas a los mercados

    junto al Tber. Todo estaba perfectamente planeado, excepto algo que quedaba pendien-te: comunicrselo a Rufo.

    Tito haba pensado durante semanas la mejor frmula de dar a conocer su decisin aldirector de la compaa, aguardando el momento adecuado para comentar sus planes:esperaba al final de cada representacin, detrs del escenario, mientras Rufo calculabael nmero de gente que haba permanecido hasta el final, ya que los ediles de Roma ha-can lo mismo. La verdad es que las cosas no haban ido nada bien en las ltimas obras,de forma que Tito no se atreva a hablar con el director. Sin embargo, el tiempo pasabay ya tena el local preparado y su decisin firme tomada. No poda esperar ms tiempo.Una tarde, tras la representacin de una obra de Livio Andrnico, Tito se acerc por fina Rufo.

    - Quera comentarle una cosa.- Ahora no tengo tiempo. Ocpate de recoger bien todos los trajes y guardarlos de

    forma que no queden arrugados. Las togas de los dioses pareca que hubieran estado en-maraadas durante meses -fue toda la respuesta de Rufo, que hizo ademn de marchar-se.

    - Me voy. Maana mismo dejo de venir al teatro y de ocuparme de vestidos, textos,escenario y todas esas cosas -coment Tito a toda velocidad y l s que se volvi e inicisu salida por la parte trasera del escenario donde se encontraban.

    - Eh, t! Mentecato! Por Castor y por Plux! Se puede saber qu clase de sandezests diciendo?

    - Que me marcho, que estoy cansado de este trabajo. Es mucho esfuerzo, nadie meagradece nada y se gana muy poco, estoy prcticamente en la miseria y

    - Y?- Y adems a la gente apenas le interesa lo que hacemos aqu; ms nos valdra subir-

    nos al escenario con diez flautas y un nmero de mimo! Al menos usted le saca benefi-cio pero nosotros no sacamos nada!

    Rufo estaba rojo de ira, pero era hombre que saba calcular sus acciones con respectoa las repercusiones econmicas que stas pudieran tener en el negocio. Tito Macio era

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    14/411

    un elemento interesante en el engranaje de la compaa. Igual poda organizar vestidos,pelucas, calzado para una obra, que supervisar el levantamiento de la escena o inclusoactuar cuando era preciso.

    - Quieres ms dinero? Es eso? Te puedo doblar el dinero que percibes.Tito medit un instante, pero estaba demasiado decidido a alejarse de aquel mundo y

    ni aunque le quintuplicase lo que cobraba podra llegar ni a la mitad de lo que haba cal-culado que podra estar ganando como comerciante de telas. Y aunque as fuera, no te-ner un amo que te ordena y te desprecia a partes iguales era un lujo que deseaba disfru-tar.

    - No, me marcho. Gracias por la oferta pero llega demasiado tarde.Fue entonces cuando Rufo tradujo su ira en palabras que, si bien no pronunci muy

    alto, llegaron claras y precisas como dardos afilados a los odos de Tito.- Bien, pues si te marchas y me dejas tirado, despreciado, que sepas que recordar bi-

    en lo acontecido aqu hoy. Algn da vendrs, oh s, volvers, porque todos vuelven.Crees que eres el nico cansado de esta vida que se forja sueos de grandeza y me de-

    ja? Esto ya ha pasado antes y todos vuelven arrastrndose e imploran que los vuelva a

    aceptar y yo siempre digo no. No soy esencialmente rencoroso pero devuelvo siemprecon la misma moneda con la que me pagan. Ahora lrgate de aqu y no vuelvas jams. -Y con estas palabras, Rufo se dio media vuelta y se alej del lugar.

    Tito se qued all, solo, rumiando por unos instantes lo que Rufo haba presagiado,pero sacudi al fin la cabeza y sali del escenario directo al mercado. Era una tarde su-ave y el viento fresco que suba desde el ro apacigu sus nimos y la tensin vivida enla discusin con Rufo. Ante l una nueva vida se abra. ste era su autntico principio.

    6 Amlcar

    Hispania, 228 a.C.

    Amlcar Barca, general en jefe del ejrcito cartagins en la pennsula ibrica, observa-ba el valle. Los exploradores no haban detectado movimientos de las tribus locales y,sin embargo, su instinto de guerrero le haca dudar. La campaa contra los indgenas dela regin estaba siendo ms costosa de lo esperado. Su resistencia al poder de Cartagoera tenaz, terca, pero la determinacin de Amlcar era firme. Su gran plan no admitavuelta atrs en su iniciativa de dominar aquel pas. Necesitaban los recursos de la regi-n, el control de las minas de Sierra Morena, acceso libre por los ros y por las costas.El sur y gran parte del este estaban ya bajo su control, pero era necesario atajar las resis-tencias del interior. Por eso haba cruzado el Tajo. Su objetivo era someter a todos losceltberos entre aquel ro y el Duero. Eso sera suficiente para mantener el dominio de laregin y explotar sus riquezas para poder ejecutar la segunda parte del plan, la autnti-camente importante: la conquista de la pennsula itlica, la derrota de Roma y la devolu-cin de la hegemona del Mediterrneo a Cartago. Hispania sera la base de operacionesdesde la que llevar a cabo sus designios.

    Amlcar descendi hacia el valle cabalgando a lomos de su caballo, seguido de cercapor sus generales y, tras ellos, su joven hijo de veintin aos. Anbal llevaba nueve aos

    en Hispania con su padre. Junto a l haba asistido a las deliberaciones que tenan lugarentre los generales antes de cada ataque, antes de cada batalla, antes del asedio de cual-

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    15/411

    quier poblacin. Y desde su adolescencia haba entrado en combate. Y, como el resto delos miembros de la familia Barca, Anbal era conocedor del plan de su padre, ms allde lo que los generales cartagineses saban o podan intuir y ms all de lo que los pol-ticos de Cartago imaginaban. Para los sufetes -cnsules de Cartago-, y su Consejo deAncianos, Amlcar estaba asegurando un territorio, el de Iberia, para poder explotar sus

    riquezas y resarcir a Cartago de las inmensas penurias de su derrota en la ltima conf-rontacin con Roma, que, adems de conllevar pagos de guerra, implic la prdida deterritorios como Sicilia. Anbal, sin embargo, saba que los planes de su padre iban muc-ho ms all que llenar las vacas arcas del Estado.

    Descendieron por el valle. El ejrcito fue avanzando por la llanura en formacin de acuatro. Una larga hilera donde los elefantes y otras tropas pesadas quedaban al final. Alprincipio avanzaban los generales y parte de la caballera, seguidos de la infantera lige-ra. El sol se haba nublado y una helada brisa empez a deslizarse desde las montaas.Amlcar pens en detener la marcha, pero pronto empezara a anochecer, as que conc-luy que era mejor atravesar aquel valle y establecer un campamento en las colinas pr-ximas que se vislumbraban en la distancia. sa sera una buena posicin defensiva en

    caso de ataque. Estaba meditando sobre estas opciones cuando por el otro extremo delvalle apareci un grupo de guerreros iberos con varias decenas de carros tirados por bu-eyes. Las bestias avanzaban lentamente porque los iberos haban llenado los carros controncos. Detrs de los vehculos venan varios centenares de guerreros armados. La for-macin resultaba inslita y el avance extremadamente lento hasta el punto de que lossoldados cartagineses, que haban detenido su marcha, se echaron a rer. Amlcar, por elcontrario, permaneca serio, oteando en la distancia intentando entender el sentido quetendra todo aquello. Estaba claro que era una fuerza inferior a la necesaria para poderplantar cara a su ejrcito. Se volvi y observ a sus soldados en formacin, su progresi-n hacia el valle detenida al quedar todos mirando la extraa maniobra de los iberos.Amlcar escuchaba a sus propios oficiales despreciando a aquellos guerreros que se atre-van a retar con semejante arsenal a un ejrcito pnico muy superior, con infantera lige-ra y pesada, caballera, y elefantes.

    - Es absurdo! Qu pretenden? Luchar con bueyes contra nuestros elefantes?- A lo mejor nos van a lanzar los troncos!- Ja, ja, ja! -nuevas risas que se extendan por todas las unidades. Amlcar, sin em-

    bargo, estaba disgustado.- Quin ha dado orden de detener nuestro avance? -grit-. Que siga entrando en el

    valle el grueso de las tropas! Y no quiero ms risas hasta que todo el ejrcito est enformacin de ataque!

    Los oficiales callaron y se ocuparon de transmitir las rdenes. En ese momento se vi-

    eron varias antorchas encendidas entre los iberos que brillaban con especial fuerza enesa ltima hora del atardecer. Acercaban las llamas a los troncos de los carros que previ-amente haban untado con pez de forma que en un instante todas las decenas de carrosardan. El viento bajaba desde la ladera de las montaas hacia el valle, de forma que losbueyes, en su lento descenso, empezaron a sentir el intenso calor de las llamas empuj-adas por la brisa hacia sus cuerpos. Las bestias sintieron su piel quemndose y despavo-ridas y presas del pnico se lanzaron en una imposible huida de aquel calor abrasadorarrojndose hacia el valle, pero por ms que corran las llamas los perseguan. Antes deque los cartagineses pudieran reaccionar, carros en llamas empujados por bueyes enlo-quecidos los alcanzaban desordenando las formaciones, pisoteando a muchos soldados ysembrando el caos y el terror. Sbitamente aparecieron varios grupos de guerreros por

    ambos flancos. Primero eran decenas pero se multiplicaban con increble rapidez. Loscartagineses no entendan bien lo que pasaba pero pronto la vanguardia de las tropas li-

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    16/411

    geras qued rodeada por varios centenares de iberos que lanzaron un feroz ataque contralas sorprendidas tropas pnicas, que an luchaban por deshacerse de la embestida de losbueyes y de las llamas de los troncos, muchos de ellos ardiendo esparcidos por el sueloal haber volcado. Amlcar se percat de cmo se incorporaban ms grupos de iberos: lagran mayora parecan estar echados en el suelo en pequeos grupos. Haban disimulado

    su presencia entre los rboles de las laderas del valle e incluso algunos se haban oculta-do con matorrales tumbndose en el suelo a la espera de recibir la orden de ataque. Ser-an unos mil en total. Todo era cuestin de resistir la acometida mientras el grueso de lastropas entraba en el valle y se rehacan las formaciones, con la infantera pesada y loselefantes. Los cartagineses, que ya empezaban a superar la sorpresa de los carros incen-diados, recibieron a aquellos guerreros primero lanzando una andanada de jabalinas yluego con sus espadas desenvainadas. Decenas de iberos cayeron bajo la lluvia de pro-yectiles, pero la gran mayora de luchadores indgenas alcanz a las tropas. El combateera tumultuoso y desordenado, lo que perjudicaba la optimizacin de los recursos pni-cos. Amlcar se vio envuelto por enemigos. Una decena de jinetes cartagineses rodearona su general. Anbal observaba el peligro en el que se encontraba su padre desde unos

    cien pasos de distancia, mientras combata junto con otro escuadrn de soldados cartagi-neses. Asdrbal, yerno de Amlcar, desde la entrada del valle orden a los soldados dej-ar paso a los elefantes para que stos pudieran acceder lo antes posible y asistir a las de-sordenadas lneas de vanguardia y as repeler la acometida de los iberos. stos, enfervo-recidos por el xito inicial de su ataque sorpresa, se cebaron en rodear al que adivinabanpor su amplia capa, su brillante y adornado casco y su propio porte, como general en

    jefe. Amlcar y los suyos pusieron pie a tierra, pues la proximidad de los iberos y el ner-viosismo de los caballos haca imposible combatir desde la montura. Anbal vio a supadre bajar del caballo y comprendi la gravedad de la situacin. Por el otro extremo dela llanura vea entrar los primeros elefantes que irrumpan bramando en el valle azuza-dos por sus adiestradores, pero an quedaban muy lejos. No lo pens.

    - Seguidme los que podis! El general est en peligro! -Y sin esperar respuesta desus soldados, sali del grupo cartagins y se abri paso a espadazos entre los iberos.Embesta con tal ferocidad que, una vez que derrib a dos guerreros enemigos, el restose hizo atrs.

    Varias decenas de soldados siguieron el ataque de Anbal. Nuevos refuerzos iberosles salan al paso, pero la determinacin de Anbal era tal que enemigo tras enemigo ca-an bajo sus golpes. La sangre flua por el filo de su espada hasta llegarle a la mano y lu-ego al codo. Tena gotas de salpicaduras por el rostro y alguien le haba herido en unbrazo, pero segua firme, avanzando en direccin a su padre. Ya no se vea a Amlcar,sino slo un montn de iberos en crculo asestando golpes. Anbal presenta lo peor. El

    resto de los soldados que le acompaaban haba comprendido lo que ocurra y parecahaberse contagiado del mismo espritu de rabia que empujaba a Anbal.Amlcar combata rodeado de enemigos. Uno a uno caan los pocos soldados cartagi-

    neses que luchaban por protegerle. Eran decenas de iberos los que se haban lanzadocontra ellos. A lo lejos parecan orse los bramidos salvajes y desoladores de los elefan-tes, pero parecan no llegar nunca. En ese momento sinti la primera herida, profunda,en el costado. Un sesgo que le hizo doblarse. A su lado cay otro soldado cartagins.Escuch la voz del resto.

    - Han herido al general! Han herido al ge!Aquel soldado no pudo terminar. Una espada ibera cercen su garganta al tiempo que

    su grito interrumpido adverta a sus compaeros del desastre infinito. Los iberos termi-

    naron con el resto de la escolta y se abalanzaron sobre Amlcar. ste se alz una vezms y opuso su escudo como resistencia. Por alguna razn no tena fuerza para utilizar

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    17/411

    el otro brazo y combatir con su espada. No se percataba de lo profundo de la herida quele haba cortado los msculos de su antebrazo derecho. En ese momento lleg un golpedefinitivo por la espalda y sinti su cuerpo temblar y caer al suelo de bruces, con el rost-ro hacia la tierra empapada por el arroyo que cruzaba el valle. Los iberos fueron a rema-tarle pero en ese instante cayeron sobre ellos un grupo de cartagineses rugiendo en tro-

    pel y asestando golpes mortales cargados de odio y venganza. Anbal en especial abatia tres iberos en tres golpes certeros en menos de cinco segundos. Los elefantes empeza-ron a llegar y hbilmente dirigidos por sus conductores aplastaban a los aterrorizadosiberos que nunca antes haban visto semejantes bestias. En cuestin de minutos todoslos guerreros que haban rodeado al general cartagins fueron masacrados y en poco ti-empo todo el ataque qued repelido. Sin embargo, para Anbal, todo haba llegado tar-de, infinitamente tarde.

    En un minuto de miseria y dolor, Anbal se arrodilla junto al cuerpo de su padre. Hacado junto a un arroyo boca abajo. Las heridas no parecen mortales pero al volver elcuerpo descubre los ojos abiertos de Amlcar, vacos, mirando al cielo. Al caer y perderel conocimiento por los golpes de los iberos, se ha ahogado en el barro del riachuelo.

    Un profundo silencio embarga el nimo de los cartagineses alrededor de padre e hijo,hasta que desde lo ms hondo de su ser Anbal gira su rostro hacia el sol del atardecer ylanza un alarido desgarrador, largo y vibrante que retumba en las montaas y en las al-mas de todos los que lo escuchan.

    Un par de centenares de iberos se repliegan aturdidos an por la carga de los elefan-tes. Avanzan en el atardecer por el bosque oscuro, un poco confusos en sus sensaciones,entre complacidos por haber abatido al jefe de los invasores pero tambin apesadumbra-dos por los amigos cados. De pronto, desde el valle un aullido roto de dolor y furia lle-g trepando por las laderas. Los ms jvenes sonrieron. Sin duda haban matado a algui-en importante. Los ms mayores sintieron en la zozobra que transmita aquel grito ma-los presagios para el futuro. Alguien que siente tanto dolor necesitar mucha sangre an-tes de sentirse saciado en su venganza.

    7 Una leccin de historia

    Roma, 228 a.C.

    Tndaro, el pedagogo griego de los hijos del senador Publio Cornelio Escipin, inst-rua a los nios en las estrategias de guerra seguidas por los romanos contra el rey Pirrode Epiro. El joven Publio de siete aos y su hermano pequeo Lucio de apenas cuatroescuchaban absortos el relato de su tutor. Estaban absolutamente maravillados por algonuevo en las descripciones de las batallas: al luchar contra Pirro los romanos tuvieronque combatir contra elefantes trados por el rey griego. Los cnsules de Roma intenta-ron todo tipo de tcticas para contrarrestar la enorme potencia de aquellas bestias al ir-rumpir en campo abierto, que destrozaban todo a su paso: si levantaban barricadas, lasaplastaban, y a todos los que se refugiaban tras ellas; si se les lanzaban proyectiles, eraninnumerables los dardos y jabalinas que deban impactar en una de las bestias antes deque sta se derrumbara. Era, en fin, posible acabar con los elefantes, pero no sin antes

    pagar un elevadsimo coste de vidas que dejaba diezmado al ejrcito romano. Centena-res de legionarios eran sistemticamente aplastados bajo las gigantescas pezuas de

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    18/411

    aquellos animales o zarandeados e incluso desmembrados por sus musculosas trompas.Adems, los bramidos de las bestias y los alaridos de pnico y dolor de los que caanbajo su embestida llenaban de pavor a los supervivientes. Las maniobras de las legionesy la destreza de sus soldados resultaban superiores a la formacin en falange de los hop-litas griegos de Pirro, pero los elefantes, aunque por escaso margen, convertan con fre-

    cuencia una batalla igualada en una victoria prrica. Roma termin imponindose peroel coste humano fue demoledor. Y ahora, un nuevo enemigo de Roma, sometido de mo-mento, pero todava amenazante, capturaba y adiestraba decenas de elefantes para su ej-rcito de mercenarios y soldados africanos: Cartago. El pedagogo mir a los nios que,con los ojos abiertos de par en par, casi sin parpadear, seguan su relato, y les pregunt.

    - Sern los romanos de hoy capaces de volver a derrotar a nuevos ejrcitos que ali-neen en sus filas decenas de elefantes?

    Los nios, callados, esperaban que el tutor les diera la respuesta, pero ste guard si-lencio, como si meditara. Ni Publio ni Lucio podan concebir que el pedagogo les plan-teara una pregunta para la que nadie tena respuesta.

    En ese momento se escuch un poderoso vozarrn en el vestbulo.

    - Anuncia mi llegada -Cneo Cornelio Escipin daba instrucciones al esclavo que leacababa de abrir la puerta y, sin esperar respuesta, se abalanz sobre los nios que, alverle llegar, olvidaron por completo a su tutor, al rey Pirro y a todos sus elefantes y searrojaron con los brazos abiertos para abrazar a su to-. Bien, bien, bien; aqu estn lasdos fieras salvajes de Roma que me atacan Me tengo que defender Peligra mi vi-da

    Cneo se arroj al suelo del atrio y empez a fingir un duro combate con los dos niosque se revolcaban con l en el suelo. El pedagogo griego sacuda la cabeza en seal declara desaprobacin al tiempo que recoga rollos de papiro, unas tablillas de cera y pe-queas figuras de soldados con las que ilustraba las tcticas en las diferentes batallasque explicaba a sus pupilos. Pomponia, la mujer del senador Publio, entr en el atrio.

    - Cneo, si Publio se entera de que nuevamente interrumpes al pedagogo griego que hadesignado como tutor de los nios, se va a enfadar.

    - Es una perniciosa influencia; indisciplina y anarqua; es un mal ejemplo -comentabaen voz baja el tutor aludido mientras recopilaba todos los materiales de su enseanza.

    Cneo se levant del suelo. Haba cogido a los nios, llevndolos asidos por los bra-zos; cada brazo sostena un nio como si de sacos de sal se tratase. Los cros sacudanlas piernas y se arqueaban intentando desasirse del abrazo de su to con resultados total-mente infructuosos. Acompaaban todos sus movimientos y patadas de un sinfn de ri-sas.

    - Son pequeas fieras que necesitan accin, adiestramiento militar; espada, combate y

    menos arengas en griego y viejas historias del pasado. Nuestro ejrcito no tiene ya nadaque ver con los de hace cincuenta aos -coment Cneo.Pomponia mantuvo fija su mirada en el gigantesco general romano apretando los la-

    bios. Cneo desisti en sus comentarios y en su actitud y solt a los nios.- De acuerdo, de acuerdo. Marchad, nios, con vuestro tutor y escuchadle bien, ya

    que eso es lo que ha decidido vuestro padre.- Noooooo, noooooo -imploraban ambos nios al tiempo-. Queremos luchar.- S, ser legionarios -coment Lucio. -Y espadas! -grit Publio. Pomponia puso or-

    den sin levantar la voz.- Los dos, con Tndaro, al jardn, y no quiero or ni una sola palabra ms o no habr

    cena, sino azotes.

    Los nios saban que su madre era extremadamente estricta con las rdenes que dabay, pese a ser contraria a sus deseos, siguieron la instruccin al pie de la letra.

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    19/411

    - Hasta luego, to Cneo -dijo Publio y, acompaado de su hermano, sali hacia el jar-dn de la parte posterior de la domus.

    Cneo y Pomponia quedaron a solas. La mujer invit entonces al hermano de su mari-do a reclinarse en el triclinium. En aquel momento lleg Publio padre. Entr en casa ysalud con un abrazo a su hermano y con un beso suave en la mejilla a su mujer.

    - Bien, veo que llego en la hora justa -coment al ver la comida que un esclavo dispo-na en el centro de tres triclinia-. Me alegro de llegar antes de que mi hermano se lo co-ma todo.

    - Eso no es cierto -respondi Cneo-; siempre me preocupo de dejar algo para los La-res y los Penates, los dioses de nuestra casa.

    - S, ya veo, tendr que ser divinizado para que mi hermano me deje comida que me-rezca la pena, pero bueno, sabis la noticia?

    Cneo y Pomponia se miraron y luego con caras de desconocimiento se volvieron ha-cia Publio.

    - No -dijo Cneo-. No s nada. Qu ha pasado?Publio cogi un racimo de uvas y mientras coma fue explicndose.

    - Noticias de Hispania Amlcar, Amlcar de la familia de los Barca, el general car-tagins contra el que luchamos en Sicilia y que tantos problemas nos cre, ha muerto.No est claro cmo, parece que en una incursin hacia el interior de aquella regin enalgn enfrentamiento con tribus de la zona. En cualquier caso lo que parece seguro esque ha muerto.

    - Bueno -coment Cneo-, un general cartagins muerto, uno menos del que preocu-parnos; no veo yo por qu tanto revuelo.

    - Hermano, Amlcar profesaba un gran resentimiento contra Roma, eso es claro y co-nocido por el Senado. Su fallecimiento podra reducir por un lado la expansin de Car-tago por Hispania y, al tiempo, quiz calmar los nimos.

    - Y se sabe a quin elegirn como general en jefe los sufetes y el Senado cartagins?-pregunt Cneo.

    - No lo s. Parece que las tropas han elegido a Asdrbal, su yerno, pero falta la ratifi-cacin del Senado de Cartago. En cualquier caso creo que esto puede reducir las tensi-ones con los pnicos, especialmente si la familia Barca pierde fuerza.

    Pomponia entr entonces en la conversacin.- Y este Amlcar- S? Dime, mujer -invit Publio, dejando el racimo ya vaco de uvas en la mesa,

    junto al resto de la fruta. -Este general cartagins tiene hijos?Publio medit en silencio. Algo haba odo de los hijos de este general, especialmente

    de uno al que llamaban Anbal.

    - S, varios, aunque parece que hay uno que destaca por su valor, un tal Anbal.- Anbal -Pomponia repiti el nombre, como subrayndolo, mirando distradamente alsuelo, sin decir ms.

    Publio se qued entonces con aquel nombre en su mente y, sin saber por qu, se acor-d de sus propios hijos. El silencio que se haba creado en la conversacin permiti quela voz de su hijo mayor en el jardn, recitando un pasaje en griego, llegara a la estanciadonde se encontraba con su hermano y su mujer comiendo. Se sinti orgulloso y su sa-tisfaccin no le permiti ponderar con ms detenimiento la extraa conexin que sumente, por un breve instante, haba llegado a establecer entre aquel hijo del general car-tagins muerto y su propio primognito.

    Tndaro sac una pizarra y tiza y dibuj un mapa del mundo.

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    20/411

    - Bien -empez aclarndose la garganta; los nios saban que vena una leccin larga-. Veamos: si empezamos por Occidente, qu tenemos aqu? Tndaro sealaba el extre-mo oeste de su mapa.

    - Hispania! -grit Publio orgulloso.- Correcto. Bien. Hispania, donde tenemos los iberos y algunas ciudades griegas en la

    costa y los celtas en el interior. Iberos y celtas, ambos pueblos brbaros. Luego, cruzan-do los montes Pirineos nos encontramos con la -se detuvo mirando al pequeo Lucio.- Galia? -respondi el menor de los hermanos con voz dubitativa.Tndaro asinti en reconocimiento por el esfuerzo del ms joven de los dos hermanos.- La Galia. Cruzamos el ro Rdano y nos encontramos al norte con los Alpes y al sur

    con la Galia Cisalpina. En todas estas regiones habitan los galos, pueblo celta tambincon el que est Roma en permanente lucha. Tenemos los insubrios, los ligures, bueno,pero no entraremos ahora en ms detalles. Si vamos al otro lado del mar, al sur, estMauritania, Numidia y frica. En Numidia reina Sfax, aunque en constante pugna conel sector occidental de la regin apoyado por Cartago, la ciudad que controla frica y.con la que se libr la gran guerra por Sicilia y Cerdea. En fin. Llegamos a Italia, con

    Roma en su centro, Etruria al norte, Campania al sur, y ms al sur an las antiguas colo-nias griegas de la Magna Grecia. En Italia, adems de Roma destacan por su importan-cia

    - Capua, la capital de Campania y Tarento, en la Magna Grecia, ambas bajo dominioromano -volvi a responder Publio con seguridad.

    - S, muy bien, Publio. Vayamos ahora hacia Oriente. -Tndaro no pareca vivir congran agrado la extensin de Roma sobre antiguas ciudades independientes griegas-. Yllegamos a Grecia, la cuna de la civilizacin, la democracia y el orden, de donde yo pro-vengo. Aqu tenemos una amplia serie de ciudades libres que se asocian en diferentes li-gas. Tenemos la liga etolia con Naupacto y las Termpilas, junto al reino de piro quees baado por el Adritico. Y al sur de la liga etolia, tenemos la liga aquea con Olimpia,Esparta, Argos o Corinto. Tambin estn otras ligas de menor importancia como la Be-ocia, la Fcida o la Eubea. En stas encontramos ciudades como Tebas. Y luego Atenas,est aqu, al sur de Tebas. Bien, bien, bien. -Tndaro se detuvo un instante contemplan-do su mapa.

    - De dnde vienes t, Tndaro? -era la voz del joven Publio.- Yo? -el pedagogo se vio sorprendido; era la primera vez que alguien le haca aqu-

    ella pregunta en mucho tiempo. Era curioso. Pareca que aquel pequeo quisiera saberlotodo-. Yo vengo de Tarento, pero he viajado por muchas de estas ciudades. En otro ti-empo, cuando era joven. Pero no nos desviemos de la leccin de hoy. Al norte de Greciay el reino de piro, tenemos en el Adritico, la costa Ilrica, con el reino de Faros, refu-

    gio de piratas y constante fuente de conflictos en el mar. Y un poco hacia el este, encon-tramos el siempre temible reino de Macedonia, con su capital Pella. Quin parti deaqu para conquistar Asia?

    - Alejandro.Nuevamente era Publio quien responda. Tndaro volvi a asentir. Eso slo lo haba

    comentado una vez y haca semanas. Tena memoria.- Alejandro Magno, en efecto -prosigui el pedagogo-, y ahora este reino es goberna-

    do por Antgono III Dosn, que accedi al trono el ao pasado y que ostenta como des-cendiente de una de las dinastas establecidas por los generales del gran Alejandro trassu muerte. El rey Antgono tiene un joven primognito, algo mayor que vosotros, al quele han puesto el nombre de Filipo, en honor al padre de Alejandro, el unificador de Gre-

    cia. Cuando este muchacho acceda al trono ser conocido como Filipo V. Al norte deMacedonia estn los tracios, otro pueblo brbaro, siempre rebelde y complicado. Si se-

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    21/411

    guimos hacia Oriente, encontramos otros pequeos reinos martimos como Rodas o Pr-gamo, hasta alcanzar las grandes regiones de Oriente: Asia Menor, Siria y Persia, todasbajo el poder de otro rey descendiente de los diadocos, los generales de Alejandro. Elrey que gobierna todo este vasto imperio es Seleco II, de ah que lo llamemos tambinel imperio Selecida. Es una regin extenssima, el mayor de los reinos del mundo co-

    nocido y, sin embargo, slo una parte del grandsimo imperio que consigui tener bajosu control Alejandro Magno. Y para terminar, este gran reino limita con otros dos degran importancia: al suroeste tiene frontera con Egipto, el Egipto de los faraones, con-quistado tambin por Alejandro y que tras su muerte qued en manos de su general Pto-lomeo, establecindose as otra dinasta de origen macednico y griego; en la actualidadgobierna el reino de Egipto Ptolomeo III Evergetes. Ambos, el rey de Egipto y el reySeleco llevan casi veinte aos gobernando. Y bien, llegamos al otro extremo del mapa,ms all del ro Indo, donde encontramos el lejano reino de la India, donde Alejandrodetuvo al fin su marcha. Algunos dicen que por la rebelin de sus tropas, otros que porla frrea resistencia del forjador de una gran dinasta: el emperador indio Chandragupta.En cualquier caso, este poderoso y hbil gobernante estableci all un gran reino que fue

    creciendo con sus sucesores hasta el rey Asoka, cuyo reciente fallecimiento ha dejado laregin en una situacin incierta. Y en fin, ste es el mundo conocido. Como veis, Romaes slo un pequeo punto, en esta regin occidental del orbe. Una ciudad importante spero, como os he explicado, lejos del poder y la gloria de otros grandes reinos.

    El pedagogo dio por terminada su leccin, suspir y los dej por aquel da. Lucio sefue a estar junto a su madre, pero el pequeo Publio se qued en el jardn. Tndaro, a pe-ticin suya, le haba dejado los soldados con los que los instrua en estrategia militar.Publio dispuso un grupo tal y como lo haba hecho Pirro con un nutrido grupo de ele-fantes en la vanguardia. Enfrente situ las dos legiones romanas en formacin: primerola infantera ligera con los vlites reclutados entre los ms jvenes y los ms pobres dela ciudad; stos llevaban el gladio o espada corta de dos filos y unas largas jabalinasque, una vez clavadas en el escudo enemigo, no podan ser separadas, dejando el armadefensiva intil; como proteccin portaban un pequeo escudo redondo o parma y uncasco de cuero llamado galea, casi siempre hecho de piel de lobo, el animal protegidopor Marte, dios de la guerra; detrs los vlites, y siguiendo la tradicin blica en la quele instruan, dispuso los hastati, los prncipes y los triari, por ese orden; todos llevabanuna fuerte coraza de cuero reforzada en el centro del pecho con una slida placa de hier-ro de aproximadamente veinte centmetros cuadrados; la cabeza iba recubierta con elcassis, un casco coronado con un penacho adornado de plumas prpuras o negras; comoproteccin, todos estos soldados llevaban grandes escudos convexos hechos con dosplanchas superpuestas y con una punta de hierro en el centro que los soldados usaban

    para desviar las armas que se les dirigiesen, evitando as que quedaran pegadas en el es-cudo. Adems, llevaban una espada y el pilum o lanza parar atacar al enemigo lanzn-dolo a veinticinco o cuarenta pasos de distancia, dependiendo de la fortaleza y habilidadde cada legionario; por fin, los triari, los soldados de la retaguardia, los ms expertos detoda la legin, llevaban una pica ms larga usada para el combate cuerpo a cuerpo. Pub-lio organiz las formaciones de ambos bandos con la infantera en el centro y los escu-adrones de caballera de ambos ejrcitos en las alas respectivas; sin embargo, Pirro con-taba con la ayuda adicional de los poderosos elefantes. Cmo compensar eso? El pequ-eo Publio se tumb en el suelo con su rostro muy prximo a los soldados que represen-taban ambos ejrcitos. En el silencio del jardn slo se oa el agua de la pequea fuentedel centro y el murmullo de las voces de sus padres y su to Cneo hablando, pero Publio

    no escuchaba a nadie, absorto por completo en desentraar alguna forma en la que cont-rarrestar la carga de los elefantes. En clase haba sugerido que los romanos incluyeran

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    22/411

    bestias como sas en sus propias filas pero Tndaro lo haba desechado como imposibleporque en la pennsula itlica no haba elefantes.

    - Quiz en el futuro, pero hoy da Roma no tiene elefantes y otros enemigos s -expli-c el tutor griego-, y sa es una realidad de la que el ejrcito romano no puede huir, aun-que muchos deseen hacer caso omiso.

    - Caso omiso? -haba preguntado Publio.- Quiero decir que hay generales romanos que no prestan atencin a este tema y debe-ran hacerlo o, al menos, eso es lo que yo pienso.

    Y eso es lo que tambin pensaba el pequeo Publio. Se qued all, dormido, meditan-do sobre los elefantes. Su padre lo sorprendi en el suelo y lo despert.

    - se no es sitio para dormir, joven soldado.Publio se frot los ojos.- No, lo siento, pensaba en los elefantes del rey Pirro.- Los elefantes? Bien, se es un buen asunto para meditar. Y has llegado a al-

    guna conclusin?- No, pero es peligroso no contar con elefantes cuando otros ejrcitos s disponen de

    ellos. Alguna vez hemos ganado a los elefantes?Su padre le mir con intensidad.- Tndaro no os ha hablado an de Claudio Mtelo?El nio sacudi la cabeza.- Bien, pues el cnsul Claudio Mtelo s que derrot a un ejrcito cartagins y sus ele-

    fantes. Eso fue en la ciudad de Panormus, en Sicilia. El general enemigo era un tal Asd-rbal que vino a asediar la ciudad que defenda Mtelo. Esto ocurri har unos veinteo veinticinco aos -el senador se qued un momento ponderando las fechas-, bien,en cualquier caso, fue hace tiempo. Lo importante es que Asdrbal llevaba varias victo-rias consecutivas con los elefantes, igual que haba conseguido tambin el rey Pirro delque os hablaba Tndaro, y se enfrentaron contra Mtelo seguros de una nueva victoria,pero el cnsul haba ideado un plan.

    Publio padre estaba disfrutando con la intriga de la historia al observar la total atenci-n de su hijo al relato.

    - Un plan? Qu plan?- Fosos. Mtelo orden excavar fosos en el campo frente a la ciudad el da anterior al

    de la batalla. Cuando Asdrbal mand atacar a sus elefantes, stos avanzaron sobre nu-estra infantera apostada a las puertas de la ciudad. Los vlites, que eran los que estabanms avanzados, se replegaron. Los cartagineses creyeron que huan atemorizados y loselefantes los persiguieron hacia la ciudad, pero cuando los vlites llegaron a la zona delos fosos, se refugiaron en ellos para resguardarse de la carga de los elefantes. Al mismo

    tiempo, Mtelo haba concentrado un gran nmero de arqueros en un lateral y apostadospor todas las fortificaciones de la ciudad, y orden lanzar una lluvia de flechas sobre loselefantes a la vez que los vlites, protegidos en sus fosos, lanzaban sus jabalinas. Granparte de las bestias cayeron en la emboscada o huyeron asustadas. Luego Mtelo apro-vech la confusin para conseguir una gran victoria y atrapar decenas de elefantes per-didos. Fue un gran da para Roma.

    - Entonces s que se puede vencer a los elefantes.- Bueno s y no. Mtelo fue muy inteligente: supo aprovecharse de las circunstanci-

    as y tuvo tiempo de preparar una defensa adecuada para la carga de los elefantes. Entreotras cosas saba que los cartagineses avanzaran sobre la ciudad y se ayud de las forti-ficaciones de la misma para su emboscada. El problema permanece en campo abierto.

    Ah las ventajas siguen siendo para los elefantes. Te cuento el desembarco de Rguloen frica?

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    23/411

    - Los romanos hemos luchado en frica?- S, pero salimos derrotados. Vencimos a Cartago pero realmente nuestra victoria fi-

    nal fue en el mar. En tierra de frica, conseguimos algunas victorias pero al final Rgu-lo perdi cerca de la capital cartaginesa. Hay quienes piensan que se perdi porque R-gulo no esper los refuerzos que deban llegar de Roma. En fin, fuera como fuera lo que

    ocurri es que Cartago hizo venir a mercenarios desde Grecia y los puso a las rdenesde un gran guerrero espartano, Jantipo. Este general dispuso unos ochenta elefantes enla vanguardia de su formacin, la infantera detrs y la caballera en las alas. Los roma-nos dispusieron su infantera en el centro y la caballera tambin en los extremos. Janti-po mand avanzar a sus elefantes. La infantera romana, dispuestos unos manpulos det-rs de otros, constituyendo una inmensa masa de soldados, consigui resistir la primeraembestida de los elefantes, pero luego resultaba imposible luchar cuerpo a cuerpo consu enorme fortaleza; los romanos avanzaron entre los elefantes y recompusieron su for-macin detrs de los mismos, pero al avanzar as la caballera cartaginesa, superior a lanuestra, consigui rodear toda la infantera. Una vez rodeados era cuestin de tiempo.Slo unos dos mil hombres y algunos jinetes escaparon. Hasta el propio Rgulo cay

    preso. No, vencer a los elefantes en campo abierto no es sencillo. Hijo mo, si algunavez te ves enfrentado a una fuerza que cuente con esos animales y la batalla deba ser encampo abierto, sigue mi consejo: retrate. Retirarse para atacar ms adelante, en mejorocasin, no es un deshonor.

    El pequeo Publio le escuchaba con los ojos abiertos de par en par, sin parpadear, di-giriendo el consejo de su padre.

    - Y ahora ve a ver a tu madre, que est preocupada porque no has venido a comer.El pequeo Publio asinti y sali disparado hacia la estancia donde le esperaba Pom-

    ponia. Su padre se qued contemplando las pequeas figuras de soldados y elefantesdistribuidos en diferentes formaciones sobre el suelo del jardn.

    8 Una ciudad protegida por los dioses

    Hispania, 227 a.C.

    Asdrbal despidi a Anbal en la costa.Los cartagineses llevaban semanas construyendo un puerto al abrigo de la fortaleza

    que haban conquistado junto al mar. En el muelle Asdrbal abraz a Anbal.- Ten buen viaje y que Baal vele por ti. Cuando termines tu formacin en Cartago, tal

    y como era deseo de tu padre, te espero aqu para seguir adelante con nuestros planes.Anbal devolvi el abrazo y, sin mirar atrs, subi al barco, una trirreme cartaginesa

    que velozmente le llevara de vuelta a su patria. Era una partida dolorosa, agria, pero ne-cesaria para cumplir los anhelos de su padre y slo por eso acept las rdenes de Asdr-bal. Deba regresar a Cartago, terminar su formacin pblica, poltica y militar, reafir-mar los vnculos de su familia con la metrpoli y luego regresar a Hispania.

    La nave parti hacia frica aprovechando la subida de la marea y el viento favorable.En tierra, los cartagineses seguan edificando una muralla en la colina que dominaba

    aquel puerto natural que estaban fortificando. Se trataba de una pequea pennsula co-

    nectada a Iberia por un estrecho istmo. Alrededor de la pennsula todo era agua: al oestey al sur el mar Mediterrneo y al norte, una laguna natural que impeda el ataque desde

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    24/411

    ese lado. El ejrcito pnico levant murallas que protegan toda la pennsula de un ata-que por mar, y un muro de ms de seis metros en el sector este, donde estaba el istmo,atravesado por una puerta guarnecida por torres, que quedaba como el nico acceso aaquella nueva ciudad que estaban construyendo.

    Asdrbal paseaba satisfecho del trabajo de sus hombres. Aqulla sera la capital pni-

    ca en Hispania, desde donde partiran sus ejrcitos para asentar sus posiciones en todoaquel vasto pas. Una extensin de Cartago fuera de frica que se convertira en refe-rente del poder pnico creciente, que intimidara a iberos, celtas y, por qu no, a los pro-pios romanos. Una ciudad inexpugnable por tierra y por mar y un excelente puerto decomunicacin por el que Cartago recibira las riquezas de aquel territorio y por el que ala Iberia cartaginesa llegaran vveres, suministros y refuerzos desde la capital. Desdeque los romanos haban detectado las incursiones cartaginesas en Hispania, se habanmostrado opuestos a las mismas y slo un pacto confuso, estableciendo el Ebro comofrontera lmite para los posibles dominios cartagineses, pareca haber calmado un pocolos nimos. La estrategia ahora era asegurarse el control de todas las regiones al sur deese ro y necesitaban una base de operaciones. Ese puerto, esa ciudad sera su centro ne-

    urlgico en la regin.Al cabo de varios meses la fortaleza estaba lista. A ella llevaron numerosos cautivos

    iberos, rehenes, hijos e hijas de jefes de diferentes clanes de la regin, con los que chan-tajear a numerosas tribus para que no se alzaran contra el poder absoluto de Cartago enHispania, ahora ya bajo su poder desde el sur del Tajo y el Ebro hasta Gades.

    Asdrbal ascendi hasta una colina que luego llevara su nombre, Arx Hasdrubalis, alnorte de la nueva ciudad desde la que se divisaba la laguna, y all ofreci sacrificios alos dioses Baal y Melqart y la diosa Tanit. A ellos rez y rog que bendijeran aquella ci-udad y que la hicieran infranqueable para cualquier enemigo, ya viniera por tierra o pormar. Era una ofrenda generosa: una decena de bueyes. Los dioses se sintieron satisfec-hos y cumpliran su promesa.

    Al finalizar el sacrificio Asdrbal se volvi hacia la multitud de soldados que se ha-ba reunido prxima al altar y proclam el nombre de la nueva ciudad.

    - Baal, Melqart y Tanit protegern esta fortaleza, la nueva capital de nuestros domi-nios en esta regin y que desde ahora ser conocida y temida por todos con el nombrede! -Y call unos segundos mientras alzaba su rostro al cielo- Qart Hadasht!

    9 Nuevas miras

    Roma, 227 a.C.

    La tienda de Tito Macio iba bien. No es que se estuviera enriqueciendo, pero habaconseguido saldar cada mes con unos ingresos que cubran holgadamente sus gastos y ledejaban un remanente suficiente para alquilar una habitacin, comer a su gusto y permi-tirse algunos caprichos: alguna nfora de buen vino, una cena en alguna taberna de cier-to nivel o, por qu no, una visita a alguna casa de dudosa reputacin en busca de place-res prohibidos. No era una vida boyante, pero tambin se vea compensada por una ma-yor tranquilidad. Si bien era cierto que tena que atender a los proveedores, regatear con

    ellos y luego estar con cada cliente, escuchar sus peticiones e intentar dar el mejor servi-cio posible, siempre era ms descansado que todo el conjunto de actividades de las que

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    25/411

    se tena que ocupar en el teatro de Rufo. Alguna vez haba echado de menos algo de laincertidumbre y desenfado del ambiente teatral, pero no lo suficiente como para lamen-tar su decisin de abandonar aquel mundo. De hecho en todo aquel ao ni tan siquierahaba asistido a alguna de las obras que, sin su colaboracin ya, se haban puesto en es-cena en Roma.

    No, Tito Macio tena otras cosas en mente: la expansin del negocio. Y sta se encon-traba en las nuevas telas venidas de Oriente, especialmente la seda. Andando por el foroencontr un corrillo donde reconoci a varios mercaderes de telas competidores suyos,pero con los que mantena una relacin de deportiva cordialidad. El agrupamiento decomercios haba empujado a los clientes a acudir a aquel barrio de la ciudad, prximo alro, donde se haban instalado, de forma que lo que podra haber sido una negativa com-petencia se haba transformado en una interesante colectividad de intereses mutuos. Unhombre en el centro del corro de comerciantes pareca haber encandilado a aquelloshombres.

    - Creedme -deca Blasso, que era como se haca llamar aquel hombre de medianaedad, tnica de lana blanca, limpia, bien peinado y con sandalias nuevas, claramente un

    hombre que cuidaba su imagen-. Es en estas inversiones en donde est el futuro de vu-estro negocio.

    Perdis gran cantidad de dinero al adquirir vuestros productos en la propia Roma, pa-gando el sobreprecio en cada mercanca de su traslado desde Fenicia o Siria; imaginadcunto podrais ahorrar si entre varios fletaseis un barco que os trajera directamente lasmercancas desde Tiro o Biblos o Alejandra. Al principio supondra una inversin, peroen un par de viajes podrais vender al mismo precio que ahora pero triplicando el bene-ficio en cada venta. Pensadlo, amigos!

    Los comerciantes escucharon con inters, pero al final el grupo se deshizo sin que seconcretara nada. Quedaron slo dos mercaderes hablando con aquel hombre a los que seles uni Tito. Uno de los comerciantes planteaba sus dudas.

    - Y los piratas? El mar est infestado de ellos. Cmo sabemos que todo nuestro di-nero no acabar en un naufragio o en manos de los piratas?

    - El mar es ya seguro -empez a explicarse aquel hombre que haba captado la atenci-n de los mercaderes. Tena un acento griego, aunque usara nombre latino-. Desde quenuestra gloriosa flota asest un golpe mortal a los piratas de Iliria, stos se guardanmucho de atacar nuestros barcos. Adems, es frecuente que los mercantes vayan en gru-po escoltados por trirremes o quatrirremes romanas.

    Los dos mercaderes y Tito Macio invitaron a Blasso a tomar vino y comer en una ta-berna junto al foro. Queran saber ms. Especialmente Tito.

    LIBRO II VIENTOS DE FURIA

    Bellum ita suscipiatur, ut nihil aliud nisi pax quaesita videatur. [La guerra debe emp-renderse de tal manera que parezca que slo se busca la paz.]

    Cicern, De Officiis, 1,23, 80.

    10 Un len enjaulado

  • 8/3/2019 1 Santiago Posteguillo AFRICANUS EL HIJO DEL CNSUL

    26/411

    Alta mar, costa norte de frica, 224 a.C.

    El capitn de la pequea flota cartaginesa de tres trirremes observaba con uno de susoficiales al hijo del gran Amlcar caminando por la cubierta del buque.

    - Parece nervioso -coment el oficial. Y es que Anbal paseaba de un extremo al otro

    del barco, dando vueltas sobre la misma ruta trazada, volviendo sobre sus pasos una yotra vez-. Parece un len enjaulado.El capitn asenta lentamente con la cabeza. El hijo de Amlcar, despus de unos aos

    en Cartago, regresaba a Hispania reclamado por Asdrbal para reincorporarse a las tare-as de conquista y dominio de la pennsula ibrica. En su fuero interno bulla un sentimi-ento de rabia contenida durante cuatro largos y lentos aos alejado de su objetivo: ven-gar la muerte de su padre sometiendo a aquellas tribus que los haban emboscado aqueltrgico atardecer en aquel valle maldito y abandonado por los dioses. Anbal recordabala estratagema ibera de los bueyes arrastrando los troncos, el fuego, la emboscada y elhorror de la lucha. Caminaba de un lado a otro del barco, sin detenerse desde que parti-eran de Cartago y sin pensar en parar hasta llegar a Qart Hadasht.

    El capitn del barco respondi a su oficial.- No parece un len enjaula