1 Sesión-Berger-Luckmann-Moder, Plural y Cris de Sent (CC) (1)

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Paidós Studio Peter L. Berger Thomas Luckmann Modernidad pluralismo crisis de sentido La orientación del hombre moderno Prólogo de Joan struch

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Paidós

Studio

Peter L. Berger

Thomas Luckmann

Modernidad pluralismo

crisis de sentido

La

orientación

del

hombre moderno

Prólogode Joan struch

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El prop ósito de estas páginas introductorias no

es

otro

que el d e situar mínimamente en su contexto a los autores

del ensayo

Modernidad pluralismo

y

crisis

de sentido.

El lec-

tor interesado exclusivamente en el contenido del texto d e

Berger y Luckm ann puede pues prescindir tranquilamen-

te de d a s por cuanto no me dedicaré a analizar n i ainter-

pretar ni siquiera a glosar dicho texto.

Berger

y

Luckm ann son sin duda dos d e los sociólogos

más importantes

y

destacados del siglo

xx

Se da la cir-

cunstancia de que he tenido el privilegio

y

la suerte in-

mensa de conocer personalmente a ambos de haberles

tratado de haber traducido al catalán algunos de sus escri-

tos. En u na palabra de saberme no sólo discípulo de uno y

otro sino amigo de los dos. e

ahí

que m e atreva l ejer-

cicio de tratar de explicar brevemente quiénes son y de

efectuar un somero recorrido por su ob ra anterior con es-

pecial hincapié en los textos qu e escribieron conjuntamen-

te con anterioridad al presente ensayo a

fin

de mostrar al-

gunos de los elementos que atestiguan tanto la continuidad

de su reflexión como la originalidad y la singularidad de

sus aportaciones a la sociología contemporánea.

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  2 JOAN @STRUCH

todos modos ya no era la esplendorosa capital europea

de antes d e la guerra.

Cosmopolitas los dos d esde su juventud -apátrida

más bien, precisaría Luckmann en su c as o- ambos aca-

barían emigrando a N orteamérica, y adquiriendo al cabo

de los años la nacionalidad estadounidense.

Aunque llegados

a

Nueva York en momentos distin-

tos -Berger, muy joven aú n, emi grado con su familia

in

mediatamente después de la Segunda Guerra Mundial;

unos años más tarde Luckmann- a comienzos de la dé-

cada d e los cincuenta coinciden ambos en la

New

School

for Social Research como estudiantes posgraduados.

En aquel período de hegemonía absoluta de la socio-

logía funcionalista en los ámbitos académicos -por

aquellas fechas aparece la primera edición de El sistema

social, de Talcott Parsons- la New School de Nueva

York se ha convertido en una especie de oasis en el qu e la

filosofía y las ciencias sociales son cultivadas siguiendo

otros derroteros muy distintos. En buen a pa rte porque es

una institución que ha sido preparada po r su antiguo di-

rector, el norteamericano Harry Johnson, para acoger en-

tre su profesorado a intelectuales centroeuropeo s a quie-

nes el terror nazi ha forzado al exilio.

Y en la New Schoo l for Social Research se encu entran

por vez primera Peter Berger y Thomas Luckmann: con-

cretamente, en un seminario impartido por el filósofo Karl

Lowith. Aun que por razones distintas, los dos sociólogos

2.

Luckmann

así

lo consigna

en el

boletín de

la mencan

Sociologi-

cal Assaciation

Perspectivps,

vol. 15 n.

2 1992

pág.

4.

r interesan fundamen talmente po r la sociología de la reli-

~ i < i n ,reciben en esta etapa cm cial de su formación unas

iiilluencias com unes que dejarán en am bos una huella

in

<Icleble: as de sus maestros Carl M ayer, a través de quien

i.iinectan con la obra de W eber, Alb ert Salomo n, que les

introduce sobre todo en

el

conocimiento de D urkheim, y

Alfred Schütz, el gran inspirador de su posterior obra

conjuntaLu construcción social de la realidad.

Si estuviéramos más familiarizados con una respeta-

ble tradición historiográfica muy anglosajona, éste sería el

momento d e hacer un largo inciso, para intentar lo que

ellos llaman

el

intellectual portrait

de tres parejas: Alfred

e Ilse Schütz, Thomas y Benita Luckmann, P eter y Brigit-

te Berger. En nuestras latitudes, sin embargo, esos ejer-

cicios tienden a ser considerados dignos de la prensa del

corazón, y poca cosa más. L imitémonos, por lo tanto , a

dejar consignado otro rasgo común a nuestros dos auto-

res, y no excesivamente frecuente en el mundo de la so-

ciología: a saber, que amba s esposas son a su vez sociólo-

gas.

Al finalizar sus estudios en la New School, Berger

y

Luckmann inician sus respectivas carreras académicas.

Luckmann permanece en el área de Nueva Yo rk, enseña

duran te dos cursos en el Hob art College, y se reintegra en

1960a la New School, ahora como profesor de su D epar-

tamento de Sociología. Alfred Schütz acaba de fallecer, y

su esposa le encomienda a Luckmann q ue se haga cargo

3.

Véase la nota de agradecim iento en las últimas líneas

del

prólogo

de

a

conrtruc ón rociol de lo reolidad.

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14 JO N ESTRUCH

de su proyecto d e publicación d e la obra pó stuma, de la

que n o existen en realidad sino algunos fragmentos, guio-

nes, y anotaciones más o menos di sp er ~a s. ~

Berger, por su parte, tras un año d e estancia en Ale-

mania, permanece dos cursos en la Universidad d e Caro-

lina del Norte, y de

pasa a Hartford, en el Estado de

Connecticut, antes de reintegrarse asimismo a la New

Schoo l for Social Research en 1963.

La experiencia docente en las condiciones de vida de

un Estado como el de Carolina del Norte, en el que per-

siste por aquellos años un régimen de segregación racial

pura y dura, p or no citar sino el ejemplo más flagrante,

servirá a Berger para redac tar, una vez en C onnecticut, su

famosísima

Invitation to Sociology,

traducida a lo largo d e

los años a más de veinte idiomas distintos. Po r otra par-

te, en este mismo período Berger publica dos libros de

sociología de la religión:

The Precarious V ision ,

que cons-

tituye un esfuerzo de diálogo entre los ámbitos d e la so-

ciología y la teolog ía, y que más tar de reanudará en su

Rumor ofAngels

(y más recientem ente en

Far Gloy ,

un espléndido análisis de la situación religiosa norteam e-

ricana, con el título de

Tbe Noise of Solemn A~se rnbl ies.~

4. La obra se publicó en ingiés

y

también en

alemán),

en dos volú-

menes, firmados conjuntamente por Sc bü a y Luckmann, con el título de

The Structures of the Life-World. El primero se publicó en 1973, y el se-

gundo en 1984.

5. Entre ellos l catalán y el euskera, además por supuesto del c aste-

Uano, en una versión infame perpetrada en Méx ico.

6

Existen ediciones

n

castellano de

Rum or de ángeles

de

Una glo-

ria leiana,

ambas publicadas en Barcelona por Herder.

En cuanto a Luckmann, también en 1963 publica, en

iilcmán su obra

Das Problem der Religion in der moder-

tir3n Gesellschaft (literalmente, «El problema de la reli-

Kicínen la sociedad moderna,,), primera versión del libro

que unos años más tarde se editará en ing lés, corregido y

iiumentado, con el título d e

Tbe Invis ible ~e l i gi on .~

Para ambos el año 1963 es, pues, un año cmcial: año

le publicaciones importantes, año de reencuentro p erso-

nal en tanto que profesores de la New School for Social

Itesearch, y año del comienzo de su estrecha colab oración.

Peter Berger

y

Thomas Luckm ann, en efecto, han pu-

blicado en total un libro y tres artículos conjuntamente,

además del ensayo que aparece en el presente volumen.

Entre uno

y

otros median casi treinta años.

Y

sin embar-

go, la mayoría de las cuestiones abordadas en el texto más

reciente aparecen ya apun tadas en los anteriores, consti-

tuyendo en cierto modo como una prolongación de la re-

flexión iniciada en la década de los sesenta.

Tan to el libro como los tres artículos son fruto de ese

período de estrecha colaboración qu e se inicia en 1963.

El libro, a l que antes se ha he cho ya referencia, es el fa-

moso tratado de sociología del conocimiento titulado

La

7. Versión alemana inicial, Friburgo, Romb ach, 196 3; versión en

in-

glés , Nueva York, Macmillan, 19 67; traducción castellana de esta última,

La

religión

i ~ v i r i b l e

alamanca, Sígueme, 1973

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16 JOAN ESTRUCH

construcción social

de la

r e ~ l i d a d . ~

os artículos son, por

orden cronológico, «Sociology of Religion and Sociology

of Knowledge (1963); «Social Mobility and Personal

Identityn (1901), y «Secularization and Pluralism»

(1966), coincidente con el año de aparición de La cons

trucción social. Es de destacar el hecho de que todos d o s

datan de un período en el que ninguno de los dos autores

había cumplido aún los cuarenta años.

El primero de estos artículos es fundamental en mu-

chos sentidos. Entre otras cosas, porque nos proporciona

algunas claves para conocer la génesis del libro de

a

cons

trucción social.

En el prólogo del libro los autores

se

limitan

a consignar que empezaron a concebir la obra durante el

verano de 1962,y que a comienzos de 1963 tenían bosque-

jado un primer esquema. En «Sociology of Religion and

Sociology of Knowledge» se detectan claramente las preo-

cupaciones subyacentes a esa primera elaboración.

Como ha quedado dicho, tanto Berger como Luck-

mann son fundamentalmente, al menos por esas fechas,

sociólogos de la religión, y a esa disciplina han dedicado

sus publicaciones recientes. El artículo toma como punto

de partida la constatación de una proliferación de estu-

8. The SocialConstnrction

of Reality

A Treotise in the Socioloa of

Knowledge,Nueva York Doubleday,1966.Edición castellanaen Buenos

Aires

Amorrortu 1968. Versión

catalana en

Barcelona Herder 1988.

9.

Aparecido

en Sociology and Social Research, vol. 47 n.

4

1963

págs.

417-427.

10.

En

Archives

Européenner de

Sociobgie 5 1964

págs.

331343.

11. En

Internationale~ahrbuchfür Religionssoziologie,

vol.

2

1966

págs.

73-81.

ilios más o menos sociológicos, que responden a los inte-

reses

de las instituciones eclesiásticas, y que constituyen

iina variante de la investigación de mercados. Se trata, en

<.lkcto,de unos estudios financiados por unas organiza-

1.iones eclesiásticas que se enfrentan a unos problemas

pragmáticos, y que buscan soluciones no menos pragmá-

iicas a tales problemas. De ahí que el marco de referencia

irórico de dichos estudios venga determinado por esas

~>reocupaciones, que su metodología sea eminentemen-

te sociográfica.

Lo cierto es, sin embargo, que existe una distancia

enorme entre esa especie de sociología de la religión y el

lugar que el fenómeno religioso había ocupado en la teo-

ría sociológica clásica. Tanto Weber como DurMieim veí-

an en la religión un fenómeno central de la realidad so-

cial, de suerte que su análisis era lógica y necesariamente

fundamental para cualquier comprensión sociológica.

Con los cambios habidos en fechas más recientes, por el

contrario, la sociología de la religión se ha convenido en

una rama marginal de la sociología. Pero si la religión ha

dejado de ser un tema central de la teoría sociológica, o

del análisis sociológico de la sociedad contemporánea, ar-

guyen Berger

y

Luckrnann, elio es debido al hecho de que

el ámbito de la sociología de la religión se está definiendo

en términos eclesiásticos. Ello supone que se están acep-

tando tácitamente los puntos de vista oficiales de la insti-

tución, hasta el extremo de que terminan siendo los bu-

rócratas eclesiásticos quienes acaban definiendo el objeto

de la investigación sociológica.

El problema crucial con el que debe enfrentarse el so-

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18 JOAN ESTRUCH

ciólogo de la religión es el de saber cuáles son las caracte-

risticas de los procesos de legitimación que realmente

cuentan en las sociedades contemporáneas. Ahora bien,

el hecho de que dichas sociedades sean sociedades secu-

larizadas implica precisamente que las legitimaciones

fundamentales

se

hallan mayoritariamente fuera del ám

bito de las religiones institucionalmente especializadas

en forma de Iglesias). Se trata de investigar, por consi-

guiente, cuáles son estas formas de legitimación, hasta

qué punto están institucionalizadas, y en qué ámbitos.

Y ésa es exactamente la tarea que Berger y Luckmann

asignarán a

la

sociología del conocimiento. En una frase

que constituye una excelente síntesis de los propósitos de

a construcción so l de

l

realidad, Berger y Luckmann

afirman

en

«Sociology of Religion and Sociology of Know-

ledge» que la tarea de una sociología del conocimiento ha

de consistir en el análisis de las formas sociales de conoci-

miento, de los procesos a través de los cuales ese conoci-

miento es adquirido por los individuos,

y

de la organiza-

ción institucional y la distribución social del conocimiento.

Desde esta perspectiva, concluyen, la sociología de la

religión es parte, y parte fundamental, de la sociología del

conocimiento, puesto que su objetivo es el de analizar el

aparato cognitivo y normativo por el que se legitima

un

universo socialmente constituido.

Por un lado, pues, este primer artículo de Berger y

Luckmann pone de manifiesto una de las razones básicas

subyacentes al proyecto de

a

construcción social: reen-

troncar con la tradición clásica de la sociología de la reli-

gión y evitar su creciente marginalidad, fundamentándo-

Iii rii

rl

marco de una nueva concepción de los objetivosy

iilc.ance de la sociología del conocimiento. Por otro

l , i i l i , .

y

aunque no estén aún elaborados algunos de los

iiiiccptos centrales del ensayo de 1995 como el de es-

ii<.iiirasntermedias, en este texto de 1963 aparecen ya

,tlciinas de sus preocupaciones básicas: las consecuencias

Ir la crisis de plausibilidad de unos determinados siste-

iiiiis de legitimación,y la necesidad, típica de las socieda-

ilcs modernas, de hallar elementos de respuesta a la pre-

~iinta el hombre por el sentido de sus acciones y de su

tiyectoria social.

El segundo artículo, sobre movilidad social e identi-

ilad personal, se pb lic a un año más tarde, y es un texto

irdactado paralelamente al de a construcción social. Po-

Iría ser visto incluso como una prolongación de una de las

partes del libro, que ahonda monográficamente en un as-

pecto particular de lo que en el libro queda planteado só-lo

en términos más generales. En efecto, el último capítulo

de la obra, que trata de la sociedad como realidad subjeti-

va, comporta un primer bloque temático sobre la inte-

riorización de la realidad y los procesos de socialización,

un segundo apartado sobre las interconexiones entre la in-

teriorización y la estructura social,y desemboca en un ter-

cer bloque dedicado a las teorías sobre la identidad.

Dentro de este contexto, está claro que lo que se pro-

pone el artículo

s

ver con mayor detalle cómo se plantean

las cuestiones relativas a la identidad personal en una

sociedad estructurada en clases sociales, en la que la mo-

viiidad social ascendente es percibida como un objetivo a

lograr,

y

la movilidad social descendente como un indica-

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2

JOAN ESTRUCH

dor de fracaso. Ambos tipos de movilidad repercuten, por

consiguiente, sobre la percepción que el individuo tiene

de su identidad, pudiendo dar lugar a una crisis de iden-

tidad en el caso de la movilidad descendente, y al fenó-

meno que Berger

y

Luckmann califican de alternación en

el caso de la ascendente.

También en este segundo caso se observa, por consi-

guiente, cómo el artículo apunta ya a algunos de los temas

que son objeto del ensayo del año

1995:

la identidad

y

el

sentido,

y

las crisis de sentido

y

de identidad, como temas

recurrentes

y

típicos de la modernidad, fmto de la

d i i

minación de aquello que tradicionalmente había sido

considerado como

l

mundo «dado por supuesto».

Llegamos con eilo al tercero

y

último de los artículos

radaaados conjuntamente por Berger y Luckmann du-

rante la década de los sesenta: el dedicado a la seculariza-

ción

y

el pluralismo, publicado

en 1966

el mismo año de

la aparición de la edición original de a

construcción so-

cial de la realidad.

Se trata de un texto capital, profusa-

mente citado desde entonces por sociólogos de la religión

de todas las orientaciones

y

tendencias, y que sin ningún

género de dudas habría de figurar en cualquier antología

de los escritos más decisivos e influyentes que en sociolo-

gía de la religión se han escrito en el siglo xx Pese a que

hoy en d a ambos autores, y especialmente Berger, han

afmado su análisis del fenómeno del pluralismo,

y

han re-

12. Véase The S l Constmdion ofReo lity, pág. 161, donde en m

nexión con e]fenómeno d e la alternación los autores hacen precisamente

referencia a su artículo sob re la movilidad social

y

a identidad.

vi~iiclo n parte su &agnóstico sobre la realidad y sobre

Iii*

consecuencias del proceso de secularización, el artícu-

It

cxintinúa siendo de referencia obligada.

l

mismo tiempo, se trata de un artículo que en muy

iiirna parte nos proporciona la clave para explicar una de

iis mayores paradojas de

a construcción social de la reali-

/,idi En efecto, si según antes se dijo Berger

y

Luckmann

tic.iimeten la redacción de la obra con el propósito de ha-

Iliir

un marco teórico de referencia que les permita «des-

i~iarginalizan>a sociología de la religión y proseguir sus

investigaciones en ese ámbito, ¿por qué son tan escasas en

l

construcción social

las referencias explícitas al fenóme-

no religioso? Más aún, ¿por qué en un capítulo cmcial

como el dedicado a las legitimaciones se hace constante

Iiincapié en la importancia de los «universos simbólicos»

como cuarto

y

último nivel (metateórico) de las legitima-

ciones,

y

sin embargo las alusiones a la religión no apare-

cen como quien dice sino veladamente, en notas a pie de

página?1'

Dados los obietivos iniciales de La

construcción social

de

la

realidad,

lo lógico hubiera sido esperar una prolonga-

ción de la colaboración entre Berger

y

Luckmann,

n

forma

de investigación específica sobre los fenómenos religiosos.

Ello no obstante, lo cierto es que al año siguiente de la apa-

rición del tratado de sociología del conocimiento, Luck-

13. Véase, como ejemplo paradigmático, la nota 69, en la

pág.

201

de la ed ición norteamericana original, donde afirman que su co ncep to de

,<universo imb óüco, es muy próximo a la noción durkheimiana de «reli-

gión .

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22 JOAN ESTRUCH

mann publica su The Invisible Religion, mientras que Berger

saca a la luz TheSamed C~n opy. ~sta última obra es, efecti-

vamente, una aplicación de la perspectiva de la sociología

del cono cimiento al análisis de los fenómenos rehgiosos, y d e

hecho toda suprimera parte es una síntesis y una adaptación

de los contenidos esenciales de La constmcción social.

(Por qué, pues, d os publicaciones separadas, y no una

obra conjunta? Fundamentalmente,porque Berger y Luck-

mann toman como punto de partida dos aproximaciones

distintas al fen ómen o religioso d esde

el

punto de vista con-

ceptual. Luckmann aboga decididamente por una de h i -

ción funcional d e la religión: una de finición de m uy am plio

espectro, qu e le perm ita llevar el análisis mucho más á de

las «religiones institucionalmente especializadas, en forma

de I gi ai m , pata aproximarse al fenómeno de la «religión

invisible» (enel sentido de escasamente institucionalizada).

Berger, por el contrario, es partidario de un a definición sus -

tantiva d e religión, más restrictiva que la d e Luc kman n, y

más en consonancia con aquello que tradicionalmente se ha

entendido como tal.

Así

pues,

el

desacuerdo en tom o a

las

definiciones de

partida es el qu e hace inviable un planteamiento teórico

14.

La obra de Ludunann, según

s

ha dicho ya, era una reelabora-

ción de la que en 1963 había publicado

n

alemán. En cuanto a la de Ber-

ger, publicada por Doubleday igualmente n 1967, fue traducida

l

caste.

llano con el título de Para

una

teoría

s lógica de la religión,

Barcelona,

Kairós, 1971.

15.

Véanse las obras respectivas,

y

muy

patticulamente el apéndice

primero del libro de Berger, Def mid ones sociológicas de la religión,.

don de se hace referencia expresa a estas discrepancias.

i~iiiú n, el que explica asimismo los rodeos con los que

cuestión d e la religión como sistema d e legitimación es

,il>ordada n

La construcnón social.

Sin embargo, ambos au-

ti~r cs oinciden en afirmar qu e esas divergencias no impli-

1-;11i

necesariamente diferencias interpretativas respecto a

Itrocesos sociohistóricos concretos. En o tras palabras , que a

hora de analizar por ejemplo la significación de la secu la-

rización y del pluralismo en las sociedades occ identales con-

temporáneas, las conclusiones de ambos son coincidentes.

E n este sentido cabría afirmar, pues, que el artículo

sobre «Secularization and Pluralism» del año 966 refle-

isba aquellos puntos en los cuales sí les era posible a am-

bos autores suscribir un m ismo tipo d e análisis. Y en ese

sentido también, el ensayo contenido en el presente volu-

men se sitúa en perfecta continuidad con La constuucción

social por una parte, y con elartículo sobre secularización

y pluralismo por otra

Quedaría finalmente un último punto p or dilucidar,

antes d e dar por concluidas estas páginas introductorias.

Tras ese período de colaboración, breve pero particular-

mente intenso, a l

que acabamos de referirnos, ¿por qué

razón Berger y Luckmann han tardado cerca de treinta

años e n volver a publicar algo juntos?

Coincidiendo con el vigésimoquinto aniversario de la

aparición de

La construcción social

de

la realidad,

la Aso-

ciación Sociológica Norteam ericana org anizó algo pareci-

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24 JO N ESTRUCH

do a un acto de homenaje a ambos autores, ante el que

Berger, con su característico sentido del humor, reaccio-

nó diciendo, entre otras cosas, que se sentía incómodo

porque suele darse por supuesto que el agasajado está a

pun to d e morir, cuand o no ha fallecido ya. Al invitarles

a pronunciarse, se les formulaba en tre otras esta misma

pregunta: ¿po r qué, después de

La

constmcción social, no

han seguido trabajando juntos?

Desde Europ a, Luckmann mand ó una respuesta escrita

en la que com entaba que el

hecho era sólo atribuible a da

distancia geográfica, que no in tele chi ah Y Berger contestó

en términos parecidos, diciendo textualmente:

« i

colabo-

ración con Luck mann , que sigue siendo un o de mis mejores

amigos, terminó p or la sencilla razón de que éi aceptó un

puesto académico en Europa. Con el océano de por m edio

se pueden realizar estudios empíricos conjuntos. Per o

el

tra-

bajo teórico n comú n requiere -por decirlo con una fór-

mula q ue es una mezcla d e Web er y de Schütz- elpianissi-

mo de la situación cara a cara.»

Efectivamente, antes incluso de la aparición de

La

cons-

tm cnó n so l de

l

realidad, Luckmann abandonó la

New

School de Nueva York para trasladarse a la que éi mismo

calificaba de «catedral de la sociología crítica», Frankfurt,

en

cuya Universidad trabajó entre 1965

y

1970, año en que

pasó a la recién creada Universidad d e Constanza, lo cual le

ha permitido desde entonces residir en una localidad ofi-

cialmente suiza, trabajar en una localidad oficialmente ale-

mana, y sobre todo ir a pescar a un n o oficialmente austría-

co,

s n

tener que rec orrer más q ue unos pocos kilómetros.

Berger, por su parte, permaneció

en

la

New

School for So-

.¡al

Research hasta 1970, luego fue profesor de la Rutgers

Jniversity entre 1970 y 1979, y des de esta fecha reside en

Ibs ton , en cuya Universidad dirige el Institute for the Study

of Economic Culture, que él mismo fund ó en 1985.

Por otra parte, y aun cuando la distancia que les ha

mantenido separados haya sido geográfica, y no intelec-

tual ni afectiva, no es menos cierto que a lo largo de los

últimos treinta a ños sus respectivas investigaciones han

seguido caminos parcialmente distintos.

Así, a raiz de una estancia en el centro cultural de

Cuerna vaca Mé xico), dirigido por Ivan Illich, Berger co-

menzó a interesarse vivamente, a partir d e

1969,

por los

problemas relacionados con el desarrollo económico y la

modernización. Sin abando nar jamás el ámbito de sus in-

vestigacione s en sociología de la religión, que tras Tbe Sa-

cred Canopy y prescindiendo de m últiples artículos tiene

como hitos más importantes la publicación de A Rumor

ofAngels

(1969).

Tbe Hereticallmperatzue

(1979) ,

A Far

Gloty (1 9 9 3 ) ,Berger abrirá por esa vía una nueva línea de

trabajos e n la que destacan Tbe Homeless Mind (19731,

escrita conjun tame nte con su mujer Brigitte

y

su cuña-

d o Hansfried Kellner, y

Pyramzds of Sacrifce

(1974) , ara

culminar en la que probablem ente sea su obra más polé-

mica y más provocativa, Tbe Capitalict Revolution (1986).16

Ambas líneas de investigación convergen en los trabajos

actualmente en curso en el seno del Institute for the

16. Traducciones: Un mundo sin hogar,Santander, Sal Terrae, 1979;

Pirámides

de

samfin0

Santander, Sal Terrae, 1979; n revolución capita-

lirto

Barcelona, Península, 1989;

2

edición revisada, 1991

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  6 JOAN

ESTRUCH

Study of Economic Culture, cuya propia denominación

apunta ya a esa interrelación entre lo económico y distin-

tos aspectos de la cultura, tales como la religión, la moral

y los estilos de vida. Así, por ejemplo, en el Instituto se

está trabajando actualmente en cuestiones como las di-

mensiones culturales de los <milagros económicos» de

los «pequeños dragones» del Extremo Oriente, el desa-

rrollo de un peculiar «espíritu capitalista» en el contexto

de un país mayoritariamente islámico como Indonesia, el

fenómeno de la transición política en Africa del Sur, o las

consecuencias socioeconómicas del espectacular creci-

miento del protestantismo en América Latina.

Thomas Luckmann, por su parte, ha trabajado desde

Constanza a un nivel más «microsociológico», en estu-

dios empíricos sobre las estructuras y las funciones de los

procesos comunicativos, a través de los cuales se constru-

ye y se reconstruye la realidad. Combinando la teoría del

interaccionismo con la sociología del conocimiento de su

L construcción social de la realidad ha ido desarrollando

todo un programa de investigación de los procesos co-

municativo~, de lo que

é

mismo ha llamado a veces una

teoría de los géneros comunicativos. De la paulatina im-

plementación de este programa han ido derivándose su-

cesivamente, como principales publicaciones, sus librosSo-

ciology of lan guag e 1975),Lebenswelt und Gesellschafi

1980),

y

Theorie des sozialen H andelns 1992).17

17. Esta úitima ha sido traducida a l castellano

en

Paidós Teoria de

n

ocrión social. D e la segunda existe una versión en inglés Life-Wotld ond

onal Realities

Londres Heinemann.

1983.

Ikta relativa disparidad de intereses y de estudios a lo

l i t I : <

de los últimos años muestra ahora su complementa-

ivtlad,

y

su fecundidad, en el resultado de ese nuevo tex-

o cscrito en colaboración que es Modernidad pluralismo

crisis de sentido .

¡Que no sea ésta la última vez en la que

a\)i\recen untos, en una misma publicación, los nombres

t

Ii I'eter Berger y Thomas Luckmann

JO N

ESTRUCH

Universidad Autónoma de Barcelona, 1997

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  .OS FUNDAM ENTOS DE

LA

SIGNIFICACIÓN

DE LA VIDA HUMANA

No es evidente

.risis de sentido en

que lo qu e hoy se dice acerca de una

el mu ndo actual en la vida del hom-

Ijre moderno corresponda, efectivamente, a una nueva

k~ rm a e desorientación. {N o podría ser que tan sólo es-

tuviéramos oyendo la joven repetición d e

un

viejo lamen-

to {N o será la queja con qu e se expresa la sensación an-

gustiante que ha invadido una y otra vez a la hum anidad

al

enfrentarse a un mundo que se ha vuelto inestable?

< N oserá aquel viejo lamento d e q ue la existencia huma-

na es sólo un camino hacia la muerte? {No será la duda

de si esta vida podría encontrar su sentido en una historia

trascendente de salvación?

i

es la desesperación que

suscita la falta d e ese sentido? Estamos lejos en el tiempo

del libro del

Eclesiastés

«vanidad de vanidades y todo es

vanidad»), pero n o tan lejos del espíritu de la

róntca

del

obispo O tt o von Freising, escrita hace más de ochocien-

tos cincuenta años: «En resumidas cuentas, nos deprimen

a tal extremo el recuerdo de las cosas pasadas, la presión

del presente y el temor de las vicisitudes futuras, que

aceptamos la sentencia de muerte que hay en nosotros y

puede que lleguemos a cansarnos de la vida en sí». Pese a

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3 MODERNIDAD,

LUR LISMO

Y

CRISIS

cia capta la relación de este núcleo con otras experiencias

La forma más simple de tales relaciones

s

la de «igual

m

«similar

«diferente de», «igualmente buena que», «dis.

tinta y peor que», etc.

Así

se constituye el nivel más

ek

mental de sentido. El sentido no es más que una forma algo

más compleja de conciencia: no existe en forma indepen-

diente. Tiene siempre un punto de referencia. El sentido es

conciencia del hecho de que existe una relación entre las

varias experiencias. Lo contrario es también cierto: el sen-

tido de las experiencias -y, como veremos, de las accio-

nes- debe construirse a través de l s funciones «relacio-

nales» de la conciencia. Es posible relacionar la experiencia

actual, en un momento dado, con otra del pasado inmedia-

to o distante. Generalmente, cada experiencia está relacio-

nada no con alguna otra, sino con un tipo de experiencia,

un esquema de experiencia, una máxima, una forma de le-

gitimación moral, etc., obtenidos de muchas experiencias y

almacenados en el conocimiento subjetivo o tomados del

acervo social del conocimiento

Wzssensvorrat).

Por intrincada que pueda parecer esta fenomenología

del funcionamiento múltiple de la conciencia, sus frutos

son los simples componentes del sentido en nuestra vida

cotidiana. Por ejemplo, en la vivencia de una flor hay una

típica forma

Gestalt)

igada a un color típico, relaciona-

do con una cualidad

típic

de

aroma

tacto y uso. En la

conciencia dirigida, esta aprehensión se transforma en

experiencia; esta experiencia es captada en relación con

otras experiencias («tantas flores») o relacionada con una

clasificación tomada del acervo social del conocimiento

(«una

flor

alpina»), y puede ser finalmente integrada en

plan de acción («¡la corto y se la lievo a mi amada »).

~ . i i

cste proceso, varios tipos («flor alpina*, «amada») se

iiiicgran en un esquema procedimental («la corto y se la

Ilcvo»)

y

se funden en otra unidad de sentido más com-

~tlcia, ero aun así habitual. Si finalmente este proyecto

O se lleva a cabo porque entra en conflicto con una má-

xima fundada en la moral («¡no la cortes , jes una flor

iiiiiy

exótica »), se llega a una decisión y se configura un

iiivel superior de sentido a través de la evaluación se-

ciiencial de los valores e intereses envueltos.

Este ejemplo ya indica el doble sentido de la «acción»

Handeln)

y

del «acto»

Handlung).

El sentido de la ac-

ción presente se configura por anticipado. Un acto con-

cluido tiene sentido de un modo retrospectivo. La acción

es guiada por una perspectiva determinada hacia un fin

preconcebido. Este proyecto es una utopía en la que el

actor anticipa una condición futura, evalúa su deseabili-

dad y su urgencia y considera los pasos que habrán de ha-

cerla posible

-en

la medida en que el proceso, a través

de acciones similares previas, no sea familiar y nb se haya

convertido en un hábito-. El sentido de las acciones,

«en el acto», se configura por su relación con el propósi-

to. El acto concluido, ya sea o no con éxito -pero tam-

bién el acto proyectado como algo concluido-, puede

compararse con otros actos, ser entendido como el cum-

plimiento de máximas, explicado y justificado como la

ejecución de normas, justificado como desafío a una nor-

ma, negado a otros y, en última instancia, a uno mismo.

Ese carácter dual del sentido, así como la compleja es-

tructura del sentido, están presentes en toda acción, pero

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  4 MODERNIDAD P L U R A L I S M O Y

CRISIS

en la rutina diaria puede ocurrir que esas características

aparezcan borrosas.

Desde luego la acción social comparte esa estructura

del sentido, pero asume también otras dimensiones: pue-

de ser indirecta o directa, puede ser mutua o unilateral.

La acción social puede ir dirigida hacia otras personas,

presentes o ausentes, muertas o aún por nacer. Puede que

busque dirigirse a d a s en su individualidad, o pura y sim-

plemente en tanto categoría social. Puede orientarse a

conseguir una respuesta o no -y puede haber o no una

respuesta. Puede ser concebida como única o puede que

busque convertirse en una reiteración habitual, o prolon-

garse en el tiempo. El complejo sentido de la acción social

y de las relaciones sociales se construye en estas diferen-

tes dimensiones del sentido.

l

referirnos a la manera en que se constituye el sen-

tido en la conciencia del individuo ya quedó claro que

esto no podía aludir al sujeto aislado, a la mónada inco-

municada. La vida diaria está llena de secuencias de ac-

ción social y la identidad del individuo se forma tan sólo

en dicha acción. Las aprehensiones puramente subjetivas

son el fundamento de la constitución de sentido: los es-

tratos más simples del sentido pueden crearse en la expe-

riencia subjetiva de una persona. Los estratos superiores

y una estructura más compleja del mismo dependen de la

objetivación del sentido subjetivo en la acción social. El

individuo puede hacer complicadas conexiones lógicas e

iniciar y controlar secuencias diferenciadas de acción,

sólo si él o ella es capaz de hacer uso del acervo de expe-

riencia disponible en el contexto social. De hecho, ele-

iiientos del sentido modelados por antiguas vertientes de

I i

acción social las «tradiciones») fluyen incluso en los

niveles más bajos del sentido de la experiencia individual.

1.a tipificación, la clasificación, los patrones experiencia-

les los esquemas de acción son elementos de los acervos

subjetivos de conocimiento, tomados en buena medida

tie los acervos sociales de conocimiento.

Por cierto que la constitución subjetiva del sentido es

el origen de todos los acervos sociales de conocimiento,

los depósitos históricos de sentido en que pueden apo-

yarse las personas nacidas en una sociedad y en épocas

particulares. El sentido de una experiencia o acto cual-

quiera surge «en alguna parte», «en algún momento»,

como la acción consciente de un individuo «para resolver

un problema» en relación con su entorno Umwelt) natu-

ral o social. No obstante, puesto que la mayoría de los

problemas a los que se ve enfrentado el individuo afloran

a la vez en las vidas de otras personas, las soluciones a

esos problemas no son sólo subjetivamente sino que tam-

bién intersubjetivamente relevantes. Los problemas aflo-

ran a la vez de la acción social interactiva, de modo que

las soluciones deben encontrarse también en común. Tales

soluciones pueden objetivarse en alguna de un cierto nú-

mero de formas posibles, a través de señales, instrumen-

tos, elaboraciones, pero sobre todo a través de las formas

comunicativas de un lenguaje

Sprache),

quedando así

disponibles para otros.

En las objetivaciones, el sentido subjetivo de la expe-

riencia, o del acto, está desligado de la singularidad de la

situación original y se nos ofrece, él mismo, como un sen-

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6 MODERNIDAD PLURALISMO Y

CRISIS

tido típico para ser incorporado a los acervos sociales

dc

conocim iento. Así como personas q ue son diferentes reac

cionan d e man era sim ilar a desafíos similares, puede

ii

gar a ocurrir que también esperen estas mismas reaccio

nes en los demás o que ind us o se obliguen unas a otras

afrontar dicha situación típica d e ésta y de ninguna otrí

forma. Ésa es la precondición para que los actos sear

transformados en instituciones sociales. La aparición

f

depósitos d e sentido y de instituciones históricas libera al

individuo de la pesada carga de solucionar los prob lem a

d e la experiencia y el acto que d o r a n , como por primera

vez, en situaciones particulares. Si la situación concreta es

básicamen te idéntica a las constelaciones qu e ya son fa-

miliares, entonces

el

individuo es capaz de recurrir a

modalidades familiares,

y

practicadas anteriormente, de

experiencia acto.

Sin embargo, al igual que todos los actos repetitivos no

se transforman en instituciones, no todo el sentido subjeti-

vamente constituido e intersubjetivamente objetivado es

absorbido por los acervos sociales de conocimiento. Se in-

terponen otros proc esos, en los cuales el sentido objetivado

es socialmente «procesado». Tales procesos son en b uena

medida determinados por las relaciones sociales dominan -

tes. Las instituciones existentes de dominación y trabajo,

pero sobre to do las instituciones que socidizan las transac-

ciones con fuerzas inusuales, se dirigen a los d istintos nive-

les y áreas en los que se produce el sentido y, con éxito va-

riable, intentan influir en dicha produc ción o intervenir en

d a . Las diferencias que seobservan en el grado d e control

del sentido han sido y

continúan siendo enormes, aun en

r misma época. Esto resulta evidente si uno comp ara la

ci\,ctvisiónde la producción d e sentido n el antiguo Egip-

ii

con la de Israel

y

Babiionia, o la del Irán actual con la de

Siiccia. Aún más significativas son las diferencias ap recia-

I~lcs través de épocas sucesivas, incluso si uno asume q ue

I~iistaos albores de la mode rnidad hu bo una característica

t.structural común: la tendencia a la monop olización.

Las «soluciones» subjetivas a los problemas de la expe-

riencia y

el acto, las objetivaciones «p rh an as » del sentido

que se vuelven intersubjetivamen te recuperab les a través de

la comunicación

Mitteilung)

con otros, son ~ roce sada s o-

cialmente en distintas «vías» que han variado much ísimo a

través de la historia. En los procesos «secundarios», institu-

cionalmente controlados, mucho es obviado por su insigni-

ficancia; otras cosas son descartadas por inapropiadas e

incluso por peligrosas. Algunas objetivaciones del sentido

consideradas en el procesamiento son simplem ente almace-

nadas, y a las que se considera adecuadas

o

correctas se les

confiere alguna forma de ordenam iento, mientras que cier-

tos elementos adquieren el rol de ejemplos. Las jerarquías

del saber

y

los sistemas de valores así creados pueden estar

íntimamente interrelacionados - c o m o en el mundo pre-

moderno- o pueden desarrollarse independientem ente

unos d e otros. Es más, esos elementos de sentido y los siste-

mas d e sentido que son retenidos quedan recortados en una

forma apropiada para su transmisión a las generaciones fu-

turas. H a h abido especialistas dedicados a esta función en

todas las sociedades, excepto en las más simples. Exp ertos

particularmente entrenados asumen la función censora, de

canonización , de sistematización

y

pedagógica.

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  8 MODERNIDAD,LUR LISMO

Y

CRISIS

Como resultado general de todas estas actividades sur.

ge la estructura histórica específica de los depósitos socia-

les de sentido. Dicha estructura se caracteriza por la pro-

porción que se da entre lo que es accesible a todos los

miembros de la sociedad, en la forma de un conocimiento

general, y el conocimiento de los especialistas, de acceso

restringido. La fracción del depósito de sentido que es co-

nocimiento general constituye

el

núcleo del sentido común

cotidiano Alltagsverstandes),mediante el cual el individuo

ha de hacer frente al entorno CUmwelt)natural y social de

la época. Esta fracción no cuenta con una estructura sis-

temática de carácter gíobal, pero no carece de estructura:

contiene áreas de sentido que permiten trazar

el

mapa de

las varias regiones de la realidad cotidiana que es preciso

manejar, así como otra área de sentido que se hace cargo de

la realidad extraordinaria. Algunas de estas áreas de senti-

do adquieren un mayor grado de estructuración que las

restringidas a la rutina cotidiana, por el expediente de im-

portar sistemas de conocimientos específicos. La vida coti-

diana Alltag) de las sociedades modernas está cada vez

más moldeada por tales «importaciones»: los medios de co-

municación masivos difunden en forma popularizada

el

sa-

ber de los expertos y la gente se apropia de fragmentos de

dicha información y los integra a su bagaje de experiencias.

Las áreas de sentido están estratificadas. Las tipifica-

ciones «inferiores», las más simples, relativas a hechos de

la naturaleza y del universo social, son los fundamentos

de los diversos patrones de experiencia y acción. Agiuti-

nados en dichas tipificaciones están los esquemas de ac-

ción inspirados en máximas de acción que apuntan a va-

SIGNIFIC CIÓN

DE LA VIDA HUMANA

9

I~ i~csuperiores. Desde la época de las antiguas culturas

,iviiiizadas, primero los expertos religiosos y después los

cwpcrtos filosóficos han desarrollado «configuraciones

ilc valores» ~u~raordinalesue luego transforman en sis-

limas de valores. Esas configuraciones pretenden expli-

ir

y regular, de una manera que tenga sentido, la con-

iliicta del individuo en su relación con la comunidad,

icinto en la vida cotidiana como en la superación de crisis,

c 11 relación con realidades que trascienden la vida coti-

liana «teodicea»).

La pretensión de las configuraciones de valores su-

praordinales

y

de los sistemas de valores de dotar de sen-

iido a la totalidad de la existencia es más evidente en un

csquema que reúne modelos de acto en las áreas más di-

versas y los acomoda en una proyección de sentido que se

extiende desde el nacimiento hasta la muerte. Este esque-

ma de sentido relaciona la totalidad de una vida con una

época que trasciende a la existencia concreta de un indi-

viduo por ejemplo, la «eternidad»). Las categorías bio-

gráficas de sentido, como las denominamos, hacen que el

sentido de las acciones de corto alcance adquiera una sig-

nificación de largo plazo.

El

sentido de las rutinas coti-

dianas no desaparece enteramente sino que está subordi-

nado al «sentido de la vida». Aquí mencionaremos, entre

las muchas elaboraciones históricas de esquemas biográ-

ficos, sólo el género menor de «las vidas ejemplares»

y

el

mayor de «las vidas de santos», la antigua épica heroica

y

la leyenda heroica moderna por ejemplo, el príncipe Eu-

genio, George Washington,

el barón von Richthofen,An

toine de St.-Exupéry, Rosa Luxemburgo, Stajanov).

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40 MODERNIDAD PLURALISMO Y CRISIS

Todas las instituciones conllevan un sentido-de-acto

Handlungssinn) «original» que se manifiesta en la regla.

mentación definitiva de la acción social en un área fun-

cional

en

particular. Singularmente importantes son

aquellas instituciones cuya labor incluye el procesamien-

to social de sentido. Las más relevantes son aquellas cuyas

pkcipales funciones consisten en controlar la produc-

ción de sentido y transmitir sentido. Tales instituciones

han existido en casi todas las sociedades a excepción de

las más arcaicas. En las antiguas culturas avanzadas, en

las sociedades de la modernidad temprana frühen Neu-

zeit y más tarde (por ejemplo, en el Irán actual), las insti-

tuciones morales religiosas han estado íntimamente liga-

das al aparato de dominación, pudiendo abocarse con

relativo éxito tanto a la producción como a la distribu-

ción de una jerarquía relativamente consistente de senti-

do. Si, con todo, las condiciones tanto de la producción

como de la distribución de sentido se aproximan a las de

un mercado abierto, ello repercutirá de manera conside-

rable en el «costo del sentido*. En ese caso, cierto núme-

ro de proveedores de sentido compiten por el favor de un

público que se enfrenta a la dificultad de tener que elegir

el más apropiado de entre un raudal de sentidos disponi-

bles. Volveremos sobre este punto más adelante.

La tarea de las instituciones consiste en acumular sen-

tidos y ponerlos a disposición del individuo, tanto para

sus acciones en situaciones particulares como para toda su

conducta de vida. Esta función de las instituciones se rela-

ciona, sin embargo, de un modo esencial con la función

del individuo como consumidor, pero también, depen-

,li~ii<loe cada caso, con su función como productor de

.~.iiiiclo.Esta relación puede ser comparativamente simple

i~iiiio n sociedades arcaicas como

en

la mayoría de las

iltiiras avanzadas tradicionales. En tales civilizaciones el

wiitido de las esferas de acción individuales se integra sin

Hi.~\ndesupturas con el sentido global de la conducta de

villa y a su vez, éste se remite a un sistema de valores rela-

iivamente coherente. La comunicación de sentido está

tisociada al control de la producción de sentido. Con la

i.ilucación o el adoctrinamiento directo se procura asegu-

r:Ir que el pensamiento y las acciones del individuo se ci-

iian a las normas básicas de la sociedad.

Y

con el control

y

2

censura de todo lo que se dice, enseña

y

predica a nivel

~)úblíco, e busca impedir la difusión de opiniones disi-

dentes. En cuanto a la competencia interna y externa, se

intenta evitarla o eliminarla (jno siempre con éxito ). El

sentido de las acciones y de la vida es impuesto como una

norma incuestionable de aplicación general. Por ejemplo,

la relación matrimonial y entre padres e hijos son defini-

das sin ambigüedades. Padres e hijos se ajustan común-

mente a lo establecido; las desviaciones son claramente

definidas como algo que se aleja de la norma.

Las condiciones son diferentes en las sociedades mo-

dernas. Naturalmente hay todavía instituciones que trans-

miten el sentido de las acciones dentro de su particular

1

área de acción; todavía rigen sistemas de valores adminis-

l

trados por algunas instituciones como categorías de con-

ducta de vida dotadas de sentido. Sin embargo, como se

demostrará más adelante, hay diferencias, en compara-

I

l

ción con las sociedades premodernas, en el grado de co-

1

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44

MODERNIDAD PL U RA L I SM O CRISIS

conciencia inherentes a la especie humana, las

que

plea en su com Port mie nto fren te a 10s demás, L~ acció

de Otras Personas respecto del niño está deteminada

gran medida P or esquemas de experiencia y acto extr

del depósito soc id de sentidos. E] niño aprende,

de

una manera Progresiva, a com prender y a entender l sen.

tido de las acciones de sus contrapartes. D e este modo,

es

de percibir los actos de los demás como

actos

típi-

a la luz d e patrones históricw de experiencia acto

niño

se sitúa a sí mismo en relación con las reservas so-

de sentido. Durante este proceso desarrolla

sivamente su identidad personal. una vez que llega a

l sentido de sus acciones, también entiende

que

a

6 s le considera en principio responsable de sus

Propias acciones. eso es lo que constituye la esencia de

la identidad personal: el control subjetivo de la

de la que uno es objetivamen te responsable,

Imaginem os, para esta situación básica de la comuni.

de sen tido, dos variantes descritas

como

tipos idea-

,

les esti~izados.En primer lugar supongamos

que

existe

un sistema de alo ores aplicable a toda la sociedad

con l

se encuentran adecuadamente coordinados los di-

versos estratos del depósito histórico de sentido,

supon-

gamo s, además, q ue 10s padres y las demás personas im

portantes Para l niño se han formado sus respectivas

jdentidades personales conforme a 10s patrones de] depó.

sito histórico d e sentido. En ese caso, el comportam iento

niño se ve reflejado de un modo coherente en las

ac-

ciones d e 10s demá s. Si arroja al suelo un plato desde

una

mesa, no recibirá com o recompensa la sonrisa de

uno

de

S I G N I F I t ~ ~ ~ ó ~E M ELACIONES SOCIALES

5

liil

I,adres

y

una mirada airada del otro. En esas condi-

,

i , l les,a identidad del niño nof'maimente se desarrollará

,

,

pocas

dificultades -y mu cho meno s con «crisis

de

sriliido,+, de lamisma manera como s e formó la identi-

i l i l lde los padres : en con formidad con las categorías

biO-

H,.aficas

y

el sistema de valores del depósito d e sentido de

It i sociedad.

para n uestro segundo caso supongamos, Por el Con-

ii.i,rio,

que

no existe un sistema de valores de aplicación

Hcneral,ni un depósito adap tado d e sentido con categO-

y esquemas de acción biográficos, que l comporta-

, ,iento

de

no se refleja ni siquiera aproximadam en-

ic en las acciones de las demás personas que establecen

relaciones

con él. ¡L as típicas consecuen cias que

esto

tendrá para el desarrollo del niño son predecibles

ida concordancia perfecta, proyectada en el primer

nunca se alcanza,aunq ue las sociedades arcaicas Y las cul-

turas avanzadas tradicionales no se alejaron

de

ello.para l caso opuesto, sin embargo, no existe una res-

lidad correspondiente: es difícil concebir como tal a una

que

carece de un sistema de valores -cual-

quiera sea

su

naturaleza- y de reservas de sentido adap-

tadasa sus características. Todos nacemos

Y

nos criamos

dentro de comunidades de vida ~ebensgemeinrchaftefl)

que

además son - e n diversos grados- comunidades de

l

s e n ~ d o ~ i ~ ~ g ~m e i n s c h a f t e n ) .O anterior quiere

decir

que

incluso si

se

carece de una reserva de sentido com-

partida universalmente, y adaptada a un sistema de valo-

li

res

único y cerrad o, pueden desarrollarse c ~ n c o r d a n ~ ~ ~ ~

de dentro de las comunidades, o bien éstas Pue-

I

l

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46 MODERNIDAD, PLURALISMO Y CRISIS S I G N ~ F I C ~ ~ ~ Ó ~E LAS RELACIONES SOCIALES 47

den extraerse del depó sito histórico d e sentido. Po r

end

c.n

as prisiones modernas. Las com unidades d e vida

esos sentidos comunes pueden, desde luego, ser transm

,,ll<.denambién aspirar a una am on ía total en todo s 10s

tidos a 10s niños de ma nera relativam ente coherente.

, , riiatos

del sentido, incluidas las categorías de toda la

Las comunidades de vida se caracterizan por una a@

i,iductade vida, como ocurre en algunas órdenes mo-

ción que es directam ente recíproca y qu e se repite con

illlsticas

o en el ideal de ciertos tipos de m atrimonio.

Sin

gularidad en u n c ontexto d e relaciones sociales durader a

, . l i lbargo,a

de las comunidades de vida, a través

Las personas involucradas confían, ya sea institucional.

I .

distintas sociedades y épocas, anhelan alcanzar un g ra-

mente o de cualquier otra manera, en la perdurabilidad de

lo

de sentido compartido que se sitúe de algún modo en-

la comun idad. Más allá de estas conco rdancias básicas,

h y

el niv mínimo y el máximo.

marcad as diferencias entre las sociedades en c uanto

a

l s

L~~

expectativas cercanas

d

mínimo son más habitua-

distintas formas de comunidades qu e se encuentran insti-

les

en

comunidades institucionalizadas mediante la f uer -

tucionalizadas

al

interior d e ellas. La forma básica

yd

xa,

sus

roblemas se refieren rara vez al sentido. Incluso

~ e r s a la constituyen las comunidades d e vida dentro de las

; l ~ l íonde las expectativas sobrepasan con mucho el ni-

que uno nace. N o obstante, existen también comunidades

mínimo, y don de incluso se presume que la existencia

de vida Por las cuales uno es ad optado y aquellas a las

cua

de cierto gra do de coherencia en los niveles superiores de

les uno se integra, com o los cónyuges en elmatrimonio,

~ 1

sentido es

para la comunidad de vida, resulta

g u a s comunidades de vida se forman al adaptar nuestra

poco probable que una v erdadera falta de congruencia en

vida con m iras a la prolongación d e relaciones socides que

determinados estratos de sentido cree d ificultades adicio-

en un principio no se pretendía qu e fueran prolongadas;

fuera de 10s problemas propios que afronta la co-

otras req uieren una iniciación. Entr e los ejemplos pueden

munidad

en

la vida re d +n la medida en que la discre-

mencionarse las órdenes sagradas, que se constituyen

pancia

entre

expectativas y realización práctica no se

*m0 com unidad es d e sentido, así como las colonias de le-

vuelva dem asiado grande-. La situación camb ia si el sis-

prosos, 10s hogares d e anciano s las prisiones,

tema de valores de una sociedad prescribe qu e las comu-

En las comunidades d e vida se presupone la existen-

nidades de vida

y

de sen tido sean coincidentes; por eiem-

tia de un grado m ínimo d e sentido compartido. Este gra-

plo, que todas Las personas que vivan en comunidades

d o puede ser muy reducido en algunas sociedades y para

deban también armonizar sus modos de experiencia de

unos tipos de comunidad: puede referirse únicamente

acción,

tal caso, cualquier discrepancia aparentemen-

a la coincidencia del sentido objetivo d e los esquemas

de

te

trivial de sentido, cualquier falta de concordancia, pue-

la acción social cotidiana, como quizás ocurría en lasfa

de desatar una crisis de sentido en dicha comunidad de

milias de esclavos de la antigüedad , o como tal vez

vida.

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5

MODERNIDAD,

PLURALISMO Y CRISIS

mo. Incluso si en circunstancias más favorables la identi.

dad de una persona ha sido estructurada sin problemas,

su fortaleza puede verse comprometida más adelante por

una incongruencia persistente

y

sistemática en la forma en

que sus acciones se reflejan en las de los demás.

Asimismo, hemos observado que en determinadas si.

tuaciones pueden ocurrir crisis intmubjetiv s de sentido.

Los parámetros típicos de coherencia son diferentes en las

diversas comunidades de vida, y también difieren de una

sociedad a otra y de un período a otro. La condición para

que se produzca una crisis de sentido es que los miembros

de una determinada comunidad de vida acepten incon-

dicionalmente el grado de coincidencia de sentido que se

espera de eilos, pero que sean incapaces de alcanzarlo.

Como ya se s aló anteriormente, la discrepancia entre lo

que «es» y lo que «debería ser* se manifiesta con particu-

lar frecuencia cuando en los ideales de una comunidad de

vida se insiste en que debería reinar

en

su interior una ab-

soluta comunidad de sentido.

Si las crisis de sentido subjetivas e intersubjetivas ocu-

rren en forma masiva en una sociedad, de tal manera que

Uegan a transformarse en un problema social generaliza-

do, entonces no deberemos buscar las causas en el sujeto

mismo, ni tampoco en la supuesta intersubjetividad de la

existencia humana. Más bien lo más probable es que di-

chas causas se encuentren en la propia estructura social.

Es preciso, por consiguiente, que averigüemos cuáles son

las estructuras específicas de una sociedad histórica que

contrarrestan el desarrollo de una crisis de sentido

y

cuá-

les lo favorecen. Más precisamente: {cuáles son las condi-

iones estructurales para que haya un grado suficiente de

<,incidencia n los reflejos intersubjetivos, de tal manera

ipie se den las bases requeridas para la formación de la

iclentidad personal con un sentido constante?, {cuándo

ilcsatan crisis subjetivas de sentido estos procesos? y

>cuálesson las condiciones estructurales que promueven

cuáles impiden el suficiente grado de coincidencia entre

I;is relaciones sociales, que es la base en la que se susten-

i;in las comunidades de vida resistentes a las crisis?

Intentaremos responder a estas preguntas en términos

concretos, a la luz del desarrollo histórico de la sociedad

moderna, no sin antes exponer algunas consideraciones

generales y abstractas. En efecto, pese a la importancia y

multiplicidad prácticamente infinita de las diferencias en-

tre sociedades, es posible identificar - c o n respecto a

nuestra pregunta sobre las condiciones estructurales para

el surgimiento de la crisis de sentido- dos tipos básicos

de estructura social a lo largo de todas las épocas.

El primer tipo que no es particularmente susceptible

de experimentar crisis de sentido lo constituyen las

sacie

dades que cuentan con un sistema de valores único y de

aplicación general, dentro del cual los distintos estratos

y

ámbitos del sentido se encuentran adecuadamente inte-

grados: desde los esquemas cotidianos de experiencia y

acción, hasta las categorías supraordinales de conducta

de vida y de manejo de crisis orientadas hacia realidades

extraordinarias. La reserva total de sentido se almacena

y

administra en las instituciones sociales.

Debido a que los esquemas de acción, objetivados

y

transformados en obligatorios en las instituciones socia-

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5 MODERNIDAD,LURALISMO

Y

CRISIS

les, están dirigidos hacia un sistema de valores común

de rango superior al del sen tido específico, en este tipo

de

sociedades las instituciones habrán de mantener la es.

tructura del sentido en

un

nivel de concordancia básico

con la vida práctica. Ellas lo hacen en form a directa

y,

por

así decirlo, pormen orizada, al dejar su impro nta en el sen-

tido d e muchas acciones cotidianas; lo hacen, como quien

dice, en gran escala al identificar categorías biográficas de

sentido con comunidades de vida, en particular con

aquellas cuya misión es formar la identidad personal d e

los niños que están desarrollándose para convertirse en

miembros de la sociedad.

Las distintas sociedad es se asemejan en distintos g ra-

do s a este tipo básico. Así las sociedades arcaicas son las

que más se aproximan a él. Las complejas culturas supe -

riores de la antigüedad se encuentran ligeramente más

alejadas de él aunque algunas características esenciales

de dicho tipo básico pueden encontrarse incluso en las

sociedades premodemas de los tiempos modernos. Al

igual que en todas las demás sociedades, en ellas se pre-

sentan muchos problemas de organización y sus miem-

bros afrontan todos los desafíos de vida que podamos

imaginar: en sus relaciones con la naturaleza, el trabajo, el

poder, la vida

y

la muerte. Naturalmente, al individuo

también se le plantean cuestiones de sentido. Pero estas

sociedades com parativamente estables,y a menu do inclu-

so estáticas, transmiten u n ord en de sen tido que muestra

un alto grado de coherencia a través de procesos con-

gruentes de socialización

y

de institucionalización de la

1

acción. Estos procesos se localizan en comunidades de

:

¡(la, relacionadas por el sentido,

y

en diversos espacios

~ociales.Este tipo básico puede simplificarse como un

tipo ideal; con todo, las crisis de sentido subjetivas e in-

iirsubjetivas, y su gene ralización, incluso no tienen cabi-

<leen aquellos sociedad es cuyas estructuras sólo se apro-

ximan a es te tipo ideal.

1

La situación es distinta en sociedades donde los valo-

:

res com partidos y de aplicación general dejan d e ser váli-

<lospara todos y ya no están estmcturalm ente asegurad os,

así como d ond e dichos valores no penetran con igual in-

tensidad en todas las esferas de la vida ni logran armon i-

zarlas. Ésta es la condición básica para la propag ación d e

crisis de sentid o subjetivas e intersubjetivas. Al formular

este tipo básico de socieda d <<propensa las crisis* pasa-

remos por alto, una vez más, muchos detalles en aras de

identificar, de man era sim plificada, sus carac terísticas es-

tructurales.

En estas sociedades pued e existir un sistema d e valo-

1

res hered ado de la tradición, com o una reserva de sentido

qu e se remonta períodos pretéritos. Ese sistema de va-

lores es objetivado en e l acervo social de conocim iento, y

aquí

y aliá

sigue siendo administrado por instituciones es-

pecializadas (religiosas). Incluso pu ede haber más d e un

conju nto de valores que han sido <¿importados»desd e las

reservas del museo imaginario de se ntidos. No es nuestra

intención abord ar por el mom ento la cuestión del así Ila-

mado pluralismo, por lo que descartaremos la posibilidad

de que puedan coexistir múltiples sistemas de valores.

Una sociedad p uede incluso ser «propensa a las crisis* si

contiene u n solo sistema de valores, en la acepción cabal

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5 MODERNIDAD, PLUR LISMO Y CRISIS

del término, un sistema único que conste de elemento de

sentido (desde esquemas de experiencia y acción hasta

categorías generales de conducta de vida) y que incluya

todas las esferas de la vida dispuestas en forma escalona-

da hacia valores supraordinales.

Incluso en estas sociedades, un sistema de valores po-

dría estar a la vez presente y ausente. En estas sociedades,

las «grandes» instituciones (económicas, políticas y reii-

giosas) se han separado del sistema de valores supraordi-

nales

y

determinan la acción del individuo en

el

área fun-

cional que eiias administran. Las instituciones políticas y

económicas hacen obligatorio

el

sentido objetivo, racio-

nal respecto a fines

zweckrationalen)

de los esquemas de

acción en las áreas que están bajo su responsabilidad.

«Como una función complementaria», por así decirlo, las

instituciones religiosas «ofrecen» categorías racionales de

valor

íwertrationale)

para la conducta de vida. Es más,

utilizamos el término «ofrecen» en el caso supuesto de

que la sociedad contenga sólo un orden de sentido que se

orienta hacia valores supraordinales

y

no múltiples siste-

mas en competencia. Porque aun en este caso las institu-

ciones religiosas transmiten las categorías de orden supe-

rior capaces de comunicar sentido a toda la conducta

de vida; pero, incluso en la ausencia de competencia de

otros sistemas de valores, estas categorías pueden no ser

vinculantes ni impuestas a la población. En términos ge-

nerales, las instituciones de este tipo de sociedad han de-

jado de aplicar en la vida práctica una reserva organizada

de sentido

y

valores de una manera sistemática v vincu-

lante.

Una sociedad es absolutamente inconcebible sin valo-

rcs comunes e interpretaciones compartidas de la reali-

ilad. ¿Cuál es la naturaleza de los valores en este tipo

de

l / ' ,

sociedad, que obviamente tiende hacia la modernidad,

clónde pueden encontrarse éstos? Cierto es que los esque-

rnas de acción institucionalizados en las diferentes esferas

luncionales poseen un sentido obligatorio y objetivo para

aquellos que actúan en ellas. En la organización de la ac-

ción dentro de una sola esfera existe, desde luego, una co-

munidad de sentido. Ello, sin embargo, no es gran cosa en

téminos de concordancias El sentido objetivo de los es-

quemas de acción institucionalizados está

llí

orientado

instrumentalrnente hacia la función del área. Aparte de su

aspecto, que puede generalizarse como instrumentalmen-

te racional, este esquema de acción institucionalizado no

puede ser transferido a distintos ámbitos

y

ciertamente no

puede ser integrado en esquemas de sentido supraordina-

les. El sentido objetivo de la acción no ~ u e d en sí ser

incorporado a categorías que se refieren al sujeto

y

simul-

táneamente, ser orientado hacia un sistema de valores

s~~raord i ia les .ólo las instituciones religosas

y

«cuasi»

religiosas transmiten categorías de sentido con esa preten-

sión de generalidad. Sin embargo, esa pretensión es im

l

l

pugnada por el sentido objetivo de los esquemas de acción

de las demás instituciones «grandes». Estos sentidos

orientan la acción del individuo en la mayoría de las áreas

de la vida cotidiana, independientemente de si concuer-

dan o no con los sentidos supraordinales de los esquemas

l

de vida que comunican, por ejemplo, las instituciones re-

II

ligiosas. La integración de nuestra propia vida en un siste-

l

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CAP~TULO

M ODERNIDAD

Y

CRISIS

E

SENTIDO

Si se definiera el pluralismo como un estado en el

8

que en una misma sociedad coexisten personas q ue vi-

ven sus vidas de diferentes m aneras. no estaríamos fren-

te a un fenómeno específicamente moderno. Uno pod ría

detectar una u otra variante de pluralismo en casi todas

las sociedades exc epto en las arcaicas. La India de la an-

igüedad se caracterizó por u n pluralismo d e castas que

oersiste actualmente en esa nación vla E u r o ~ a edieval

por un pluralismo de estamentos. Pero en estos ejemplos

las distintas formas de vida aú n estaban vinculadas a un

sistema de valores común

y

la interacción de las comuni-

dades de vida seguía siendo limitada

y

se mantenía es-

trictamente regulada. Incluso si definiéramos el pluralis-

mo co mo un estado en qu e es posible encontrar diversas

formas de vida de ntro d e una sociedad sin que éstas se

remitan a un sistema de valores com ún seríamos capa-

ces de encontrar ejemplos como el Imperio romano

que en términos económicos

y

políticos fue una sola so-

ciedad. Sin emb argo incluso en este caso la interacción

de los distintos grupos y person as -mientras no estu-

vieran separado s regionalmente- estaba regulada de tal

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6

MODERNIDAD,

PLURALISMO Y

CRISIS

manera que las diferentes reservas de sentido supraordi

nales se encontraban desligadas de los esquemas de ac'

ción institucionalizados que corresponden a las esfera

funcionales. Así pues, los diversos grupos podían inte,

ractuar dentro de las esferas de acción instrumentalmen.

te racionales y, al mismo tiempo, seguir vinculados a sus

propios sistemas de valores. Por ejemplo, las relaciones

entre judíos y no judíos eran reguladas por la llamada

«barrera del precepto».

Si esas regulaciones dejan de aplicarse o ya no pueden

ponerse

en

práctica, entonces se crea una nueva situación

que incide de manera importante en el estatus de los sis-

temas de valores y de las cosmovisiones que se dan por

supuestos. Los grupos y comunidades de vida de carácter

étnico, religioso y de otros tipos, divididos según distintas

reservas de sentido, ya no se encuentran separados espa-

cialmente (como, por ejemplo,

en

regiones de una socie-

dad o de un Estado, o en barrios o guetos de una ciudad),

ni tampoco interactúan sólo en un terreno neutral me-

diante secuencias de acción estrictamente separadas en

esferas funcionales institucionalizadas. Los encuentros o,

en deteminadas circunstancias, los conflictos entre dis-

tintos sistemas de valores y cosmovisiones se hacen inevi-

tables.

Ya antes hubo otras aproximaciones a este estado de

cosas, por ejemplo en

e1

mundo helénico. Esta forma de

pluralismo no está necesariamente ligada a la propaga-

ción de crisis de sentido, aunque particularmente en el

mundo helénico se observaron algunos indicios de esto.

Esta forma de pluralismo ha alcanzado su pleno

desa-

MODERNIDAD CRISIS

DE

SENTIDO

6

tollo sólo en las sociedades modernas. Aquí, los princi-

~v~~lesspectos estructurales de este pluralismo han sido

rlcvados a la categoría de valor «ilustrado», que prevale-

sobre los diversos sistemas de valores que coexisten y

iompiten entre sí. De este modo, por ejemplo, la tole-

iiincia es considerada como la virtud «ilustrada» por ex-

vrlencia, ya que sólo gracias a ella los individuos y las co-

iiiunidades pueden vivir unos junto a otros, establecer

rclaciones mutuas y, al mismo tiempo, orientar su exis-

iencia hacia valores diferentes. Esta forma moderna de

pluralismo constituye, no obstante, la condición básica

para la proliferación de crisis subjetivas e intersubjetivas

de sentido. La pregunta acerca de si el pluralismo mo-

derno conduce necesariamente a estas crisis admite va-

rias respuestas. Sin embargo, se podría afirmar con cer-

teza que en países industriales altamente desarrollados

-esto es, aquellos donde la modernización ha llegado

más lejos y donde la forma moderna de pluralismo se ha

desarrollado plenamente- los sistemas de valores y las

reservas de sentido han dejado de ser patrimonio común

de todos los miembros de la sociedad. El individuo cre-

ce en un mundo en el que no existen valores comunes

que determinen la acción en las distintas esferas de la

vida, y en el que tampoco existe una realidad única

idéntica para todos. Aunque el individuo crece en una

comunidad de vida que lo incorpora en un sistema de

sentido supraordinal, no cabe suponer que éste sea el

sistema de sentido de sus contemporáneos

Mitmens-

chen).

Esas otras personas pueden haber sido moldeadas

por sistemas de sentido completamente distintos dentro

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64

MODERNIDAD PLURALISMO Y CRISIS

hum ana era imposible concebir una sociedad sin una

ligión única q ue abarcara to do y a todos. L os dioses

mis antepasados eran naturalmente mis propios dio

mis dioses eran ciertamente también los dioses de to

los miembros de mi tribu o de mi pueblo. La mayoría

las sociedades arcaicas tenían esas características, com

también, po r largo tiempo, las culturas avanzadas en

lai

que había muchas instituciones sociales diferenciadas,

En consecuencia, esa unidad entre el individuo, su so.

ciedad y los dioses, que encarnaban la autoridad supre-

ma e n el ord en de valores, se vio debilitada en diversos

lugares y de distintas m aneras po r cismas religiosos. Esto

ocurrió mucho antes del comienzo de la modernidad,

como po r ejemplo en el éxodo d e Israel desde el orden

simbólico unificado del Oriente Medio; o incluso más

radicalmente en la separación del cristianismo del orden

simbólico de la antigüed ad dásica. Tras estos cismas hubo

reiterados intentos por restaurar sobre una nueva base

un sistema de sen tido supraordinal, quizás con un alcan-

ce más restringido «subcultura» en lugar de cultura)

-como en la unidad de la tribu de Israel con su Dios, o

en la constante búsqued a d e unidad d e la Iglesia cristiana,

En la E uropa del medievo, con el concepto d e cris-

tiandad, se procuró congregar y mantener a todas las

personas dentro de cierto espacio de poder bajo un

sistema de sentido único, común y supraordinal. Sabe-

mos que ese intento nunca llegó a tener completo éxito.

En el interior de a cristiandad, las minorías conservaron

sus sistemas simbólicos especiales: judíos, herejes, cul-

tos derivados de un pasado pagano. E n ocasiones la uni-

MODERNIDAD

CRISIS DE SENTIDO

6

t l i i l l simbólica de la cristiandad fue interrump ida desde

4 1 exterior el islam) o desde el interior ortodoxia grie-

~ i i

lbigenses), y fue debilitada aun más severamente

1 ) ' la Reforma. Las consecuencias de esta conmoción

i i ~ueron intencionales, ya que 16s reformistas preten-

ilian res taurar y conservar un cristianismo unificado so-

11i e na nueva base. El cisma de la Iglesia frustró esta as-

~iiración nivel europ eo. Conjuntamente con la Iglesia

ortodoxa emergieron dos nuevos «cristianismos>>, no

católico y el otro protestante. La fórmula con la que se

puso fin a las guerras religiosas en Eu ropa Central -cuius

regio eius religio-

sentó las bases para una tentativa

destinada a restaurar la un idad simbólica al menos a l in-

terior d e pequeños espacios de autoridad. Sin embargo,

debido a l a irrupción d e la modernización, incluso esta

solución territorial sólo tuvo corta vida. La industriali-

zación, la urbanización, la m igración y las comunicacio-

nes masivas no podían dividirse nítidamente e n vertien-

tes católicas y protestantes. Ho y, en Eu ropa Cen tral, 10s

católicos y los protestantes y con creciente frecuencia

los miembros de numerosos credos, ap aa e de un núm e-

ro ca da vez mayor de personas sin religión) topan unos

con otro s y se mezclan en tre sí, por ejemplo, a través del

matrimonio.

D e este modo, el concepto d e regio en la fórmula de

la Paz d e Westfalia pierde su sen tido espacial. La regio se

convierte en la esfera de com unicación para una comuni-

dad d e sentido y convicción, que habitualmente no está

limitada a

u

área en particular. Se es católico al perte-

necer a una comunidad religiosa católica y al participar

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66

MODERNIDAD,

P L U R L I S M O

Y CRISIS

en otras instituciones católicas, aun si nuestros vecina

son protestantes. Estas subculturas, que por lo general son

comunidades de convicción voluntarias, ya no ofrecen la

seguridad de las antiguas comunidades de vida y sentido

que estaban insertas en órdenes sociales de valores y sen-

tido. No obstante, por medio de diversas formas de co-

municación y de relaciones sociales, ellas pueden librar al

individuo de crisis de sentido inmanejables. Si no adop-

tan una actitud radicalmente contraria a la sociedad y son

al menos toleradas por ésta, d a s actúan, por así decirlo,

colectivamente para contener la expansión de las crisis de

sentido en la sociedad. Los gobernantes ilustrados tuvie-

ron la suficiente sabiduría para reconocer esta realidad

y

permitieron que sus súbditos «buscaran la felicidad don-

de elios creyeran que podían alcanzarla». La esperanza de

que los católicos pudieran ser leales a la corona pmsiana

estaba bien fundada.

Lo que se ha dicho acerca de la religión es aplicable,

mutatis rnutandis a otros órdenes de sentido globales.

causa de la modemizaaón ha resultado más difícil si no ab-

solutamente imposible, imponer de un modo monopólico

sistemas localizados de sentido y valores a sociedades com-

pletas. l mismo tiempo, la modernización ha dado cabida

a la formación de comunidades de convicción que trascien-

den

el

espacio por ejemplo, mediante ideologías globales),

y a partir de estas reservas de sentido podnan derivarse los

sentidos compartidos de comunidades más pequeñas.

pesar de esta posibilidad, el desarrollo global genera sobre

todo un alto grado de inseguridad, tanto en la orientación

de las acciones individuales como de la vida entera.

MODERNIDAD

Y C R I S I S

DE

SENTIDO

7

r

Sin embargo, sería engañoso basarse solamente en las

i.i>nsideraciones nteriores para concluir que las socieda-

ilrs modernas sufren crisis globales de sentido. Aún exis-

icn personas que incluso en estas condiciones son capa-

ces de establecer una relación dotada de sentido entre las

cxperiencias de su propia vida y las diversas posibilidades

interpretativas que se les ofrecen, y que por tanto pueden

l

conducir sus vidas de una manera en que ésta tenga relati-

vo sentido. Es más, hay instituciones, subculturas y comuni-

clades de convicción que transmiten valores trascenden-

tes y reservas de sentido, y que los integran y sustentan en

relaciones sociales y comunidades de vida concretas. El

éxito de la sociedad moderna se debe, aparte de estas 4s -

las de sentido», a la legalización de las normas de la vida

social

y

su «moral anticuada,,, como también a la morali-

zación formal de ciertas esferas de acción más o menos

profesionalizadas. El término legalización se refiere a que

el sistema funcional es regulado por normas abstractas,

establecidas por escrito y aplicables a todos los miembros

de una sociedad. La moralización corresponde a un in-

tento por resolver problemas éticos concretos que se pre-

sentan en esferas de acción individuales. Por ejemplo, en

Estados Unidos han surgido disciplinas académicas como

la «ética médica» o la «ética comercial». La legalización

ignora los diversos sistemas de valores de aquellos que re-

sultan afectados. Por otro lado, la moralización de las es-

feras profesionales prescinde de un orden de sentido glo-

bal. Tanto la legalización como la moralización crean las

condiciones conforme a las cuales la gente maneja su vida

1

cotidiana sin una moral compartida y global.

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68 MODERNIDAD,

PLURALISMO

Y

CRISIS

Una sociedad con estas características puede comp

rarse con un código de cir da ci ón . Nos detenemos n

la luz roja y seguimos avanzando cuan do se enciende

verde; el manten imiento de estas reglas beneficia a

t

dos los conductores y transeúntes. Así pues, normalmen-

te podemos confiar en qu e la gente acatará el código sin

que sea necesario legitimarlas en elevados términos mora.

les. Si son infringidas podemos hacer entrar en razón

aquellos que han contravenido el «código de circulación*

mediante la aplicación de leyes o normas no estatales

mante nidas po r asociaciones gremiales o médicas. Es ca-

racterístico de las sociedades democráticas que los g m -

pos con intereses opuestos procuren que el «código de

circulación» que es más imp ortan te para ellos sea leg -

zado por el Estado. Obviamente la analogísi es sólo par-

cial: el «código de circulación» puede referirse única-

mente a los aspectos prácticos d e esferas individuales de

la vida social. E incluso en ese caso ha d e emplearse una

retórica moralizadora orientada hacia valores. En par-

ticular, si los grupos qu e se interesan por un determinado

conjunto d e reglas desean utilizar el proceso d emocráti-

co para legalizarlo, entonces deberían tratar de hacerlo

teniendo e n cuenta valores aplicables a toda la sociedad

-no importando el grado de vaguedad con que puedan

formularse.

Más iiá de la influencia del sistema jurídico y d e la

«ética» de una esfera en particular, los individuos de-

ciden por sí mismos. Los sistemas éticos -sin mencionar

las normas que regulan la conducta en la vida profesional

O en el ámbito púb lico - son de poca utilidad cuand o se

MODERNIDAD

Y CRISIS E SENTIDO

9

t

de superar crisis de sentido y conflictos en la vida

I~rrsonal. hora bien, incluso si ignoramos el hecho de

~ i i ca analogía con las reglas del tránsito es incompleta,

cllii

en to do caso, sólo es válida para el «caso normal».

,)Q ué ignifica esto? Significa qu e la analogía supon e la

existencia de una sociedad que ha alcanzado un alto gra-

<lo

de prosperidad económica, sobre la qu e no se cierne

iiinguna amenaza inmediata desde el exterior y en la que

liis

relaciones entre los diversos grupo s se han negociado

clc manera relativamente pacífica. El que esa dnormali-

dad>> ea siempre frágil es una de las experiencias tristes

<leeste siglo. Si las condicione s son «anorm ales»,

y

en es-

pecial si se exige a los individuos que pospongan sus inte-

reses personales en aras d e los de la sociedad en general,

entonces las «reglas del tránsito» ya no bastan . En tal si-

tuación, la existencia d e u na moral ornnicomprensiva -in-

dependientemente de cuál sea su fu nd am en tw se trans-

forma en un imperativo social.

Lo que acabamos de sostener se inspira en una tradi-

ción de la teoría sociológica que ~ u e d eemontarse p h c i -

palmente

a

Émile Durkheim

y

a la escuela francesa fund a-

da p or él. Sin embargo, nuestra postura rechaza uno de los

supuestos básicos de esa tradición. Durkheim estimaba

que ningun a sociedad pu ede sobrevivir sin una moral glo-

bal;

él denom inó «religión» a e se orde n moral-simbólico

de carácter global. Discrepamos con Durkheim en cuanto

a q ue n o co nsideramos que esto sea imprescindible en el

«caso normal». El diálogo con Durkheim requ iere que de-

finamos con mayor precisión ese «caso normal». Durk-

heim se dedicó a estudiar el fenóm eno del sacrificio por-

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7 MODERNIDAD, PLUR LISMO Y CRISIS

que pensaba q ue la disposición a sa ctificar el interés pro.

pio y, en un caso extrem o, la propia vida por el conjunto

de la socied ad, era una característica que determ inaba la

capacidad de ésta para sobrevivir. La hipótesis de Durk.

heim se aplica a una sociedad que está expuesta a una

amenaza existencial. Pero esa amenaza es prec isamente la

que está ausente en el «caso normal». Quienes toman par-

te en el tránsito debe n ac atar las reglas por su propio bien;

no se presume la existencia de una disposición

al sacrifi-

cio. A causa de la modernización, la ocurrencia de esos

«casos normales» es mucho más probable qu e en períodos

anteriores: la modernización trae apa rejado el crecimiento

económ ico, el cual se asocia tradicionaimen te a una relati-

va estabilidad política. Los ciudadanos se sienten menos

tentados a cuestionar la legitimidad de

un

orden cuando

s u s u p e ~ v e n c i ae ve asegurada por la prosperidad mate-

rial. Sin embargo, es preciso recalcar que sería

un grave

error pensar q ue este estado de cosas podría considerarse

una situación segura e irreversible.

El debilitamiento e incluso el colapso de un orden

omnicomprensivo de sentido, tras el advenimiento de la

modernidad , no es ni con mucho un tema novedoso. La

Ilustración y los movimientos posteriores acogieron este

proceso como el preludio de la creación de un nuevo or -

den basado en la libertad y la razón. Los tradicionalistas

franceses y otros pensadores conservadores han denun-

ciado que este mismo proceso n o es más q ue decadencia

y declinación. Independientemente d e si la modernidad y

sus consecuencias son acogidas o rechazadas, existe un

consenso generalizado en cuanto a é stos hechos. Nos pa-

MODERNIDAD

Y

CRISIS DE SENTIDO

7

wce que ese consenso, pese a no ser del todo infundado ,

i ii realidad simplifica dema siado una situación com pleja.

No sólo entre los expertos, sino además en la opinión ba-

sada en el sentido com ún, hay amplio acuerdo acerca de

I i causa, tal vez la principal causa, de este resquebraja-

miento del orden g lobal de sentido: el repliegue de la re-

ligión. Aquí la religión no es considerada en la acepción

más amplia utilizada po r Du rkheim , es decir, como cua l-

quier cosmovisión y orden de sentido global, sino más

bien en una acepción más restringida y convencional: la

religión como creencia en Dios, en otro mundo , en la sal-

vación

y

en el más allá. En lo referente al mundo occi-

dental moderno , lo anterior implica que e l origen d e la

crisis moderna de sentido se encuentra en la declinación

del cristianismo.

Esa interpretación, no muy original, fue aceptada

como un hecho acogida por filósofos e intelectuales

progresistas, y lamentada p or la casi totalidad d e los ideó-

logos conservadores. Expresada en términos simples, la

tesis básica de ese argumento --establecida sólidamen te

en la sociología de la religión como la «teoría d e la secu-

larización>+ es la de que la modernidad conduce en for-

ma inevitable

a la secularización, enten dida ésta como la

pérdid a de influencia de las instituciones religiosas en

la sociedad

y

como la pérdida de credibilidad d e las in-

terpretaciones religiosas en la conciencia de la gente.

Eme rge así una especie históricamen te novedosa: «la per-

~

 

sona moderna , que cree que puede manejarse en su vida

l

personal y en la existencia social prescindiendo d e la re-

ligión.

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7 MODERNIDAD, PLURALISMO Y

CRISIS

La confrontación con esta «persona moderna* se

transformado en un importante tópico para gene

ciones enteras de teólogos cristianos

y

en un as

central del programa de las Iglesias cristianas en los pa.

íses occidentales. Para respaldar esta tesis, asimismo, i

posible desplegar una serie de argumentos. Los dato8

históricos sugieren que al menos desde el siglo

XVIII

le

influencia social de las iglesias ha declinado, por lo me.

nos en Europa Occidental,

y

que importantes institucio-

nes por ejemplo, los sistemas educacionales) se han li-

berado de sus antiguos lazos religiosos. Además,

l

término «persona moderna» no está completamente di-

vorciado de la realidad. Es probable que un número

considerable de personas se las arreglen para vivir sin

profesar o practicar una fe religiosa en la acepción de-

finida anteriormente). Lo que sí resulta cuestionable es

afirmar que este tipo de existencia secular constituye

una absoluta novedad. Probablemente siempre ha habi-

do personas que han encontrado su felicidad en este

mundo prescindiendo de las Iglesias -antes

y

después

de que éstas surgieran-. Pero incluso si hacemos caso omi-

so de tal circunstancia, la ecuación entre modernidad

y

secularización debe ser considerada con escepticismo.

Si la tesis de la secularización es válida en cualquier par-

te, entonces debería aplicarse en Europa Occidental.

incluso en este caso sería necesario preguntarse si el

pliegue institucional de las Iglesias puede equipara

con la regresión de las interpretaciones religiosas en la

conciencia.) Los observadores del panorama religi

europeo incluido uno de los autores de este estudio)

MODERNIDAD Y CRISIS D E SENTIDO

7

Iiiin sostenido durante largo tiempo que la desclericali-

,ii :ión no debería confundirse con la ~érd ida e religio-

~iclad. ea como fuere, la tesis convencional de la secu-

Iiit.ización pierde rápidamente credibilidad tan pronto

.amo nos alejamos de Europa Occidental.

Una circunstancia que debilita particularmente esa

icoría es la situación de la religión en los Estados Uni-

los. La sociedad norteamericana difícilmente puede ser

descrita como no moderna. No obstante, la religión ex-

hibe allí una fuerte presencia y vitalidad, tanto a nivel

institucional como en la conciencia

y

en la conducta de

vida de millones de personas. Hay pocos indicios de que

tal situación esté cambiando en la dirección sugerida por

la tesis de la secularización. Fuera de Europa y de Nor-

teamérica, esa afirmación carece de todo sentido. El lla-

mado Tercer Mundo se ha visto de hecho estremecido

por la arremetida de movimientos religiosos. El renaci-

miento islámico ha concitado singular atención, pero no

es el único caso ni mucho menos.

A

nivel mundial podemos seguir el rastro de la exito-

sa historia del protestantismo evangélico, el capítulo

más impresionante de lo que es

el

movimiento evangéli-

co. Esta nueva forma de protestantismo se está propa-

gando velozmente en amplias zonas del este

y

del sudes-

te asiático, en el continente africano al sur del Sahara y

lo que resulta más sorprendente, en todos los países de

Latinoamérica. A menudo los estratos de

la

sociedad

más beneficiados por la modernización son precisamen-

te los más susceptibles al entusiasmo religioso. Los mili-

tantes de los movimientos religiosos de masas pueden

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7

MODERNIDAD,

PLUR LISMO

Y CRISIS

encontrarse hoy en las nuevas ciudades d el Tercer Mum

do , no en las aldeas tradicionales. Los cuadros dir igen ta

de estos movimientos suelen estar integrados por p er sa

nas educadas en universidades modernas.

En pocas palabras: el modelo europeo de moderni.

dad secularizada sólo tiene un valor de exportación limi.

tado. El factor más im portante en la generación d e crisii

de sentido en la sociedad y en la vida d e los individuos tal

vez n o sea el secularismo supuestamente moderno, sino el

pluralismo moderno. La modernidad en traña un aumen-

to cuantitativo y cualitativo de la pluralización. Las cau-

sas estructurales d e este hecho son am pliamente conoci-

das: el crecimiento demográfico, la migración y, como

fenómeno asociado, la urbanización; la pluralización, en

el sentido físico y demográfico; a economía de mercado

y

la industrialización que agrupan

al

azar a personas de los

tipos más disímiles y las obligan a interrelacionarse en

forma razonablemente pacífica; el imperio del derech o y

la democracia, que proporcionan garantías instituciona-

les para esta coexistencia pacífica. Los medios de comu-

nicación masiva exhiben de manera constante y enfática

una pluralidad de formas de vida y de pensamiento: tan-

to po r medio d e material impreso, al que la población tie-

ne fácil acceso debido a la escolaridad obligatoria, como

por los medios d e difusión electrónicos más modernos. Si

las interacciones qu e dicha pluralización perm ite estable-

cer no están limitadas por «barreras» de ningún tipo, este

pluralismo cobra plena efectividad, trayendo aparejada

una de sus consecuencias: las C ~S «estructurales» de

sentido.

MODERNIDAD Y

CRISIS

DE SENTIDO

7

Ya se mencionó la «barrera del precepto».

El

judaísmo

il>úlico erigió esta ba rrera para diferenciar a los judíos

~ t ~ x t i c a n t e se su entorno profano. Esa «barrera» fue la

liie la supervivencia de la comunidad judía a lo

Iiirgo de muchos siglos al interior de una sociedad cristia-

tia o islámica, en su mayoría hostil. Se pod na afirmar, asi-

mismo, que la «barrera del precepto* protegió del plura-

lismo a q uienes vivían e n el interior d e la com unidad judía.

lSsa protección se derrum bó con la em ancipación de los

judíos en las sociedades occidentales y los afectados, por

consiguiente, quedaron particularmente expuestos a expe-

riinentar crisis de sentido. No es una mera casualidad que

los pensadores y escritores judíos modernos se hayan d e-

dicado con particular intensidad a analizar dichas crisis de

sentido. A la inversa, podem os afirmar que cualqu ier gru-

po que desee protegerse de las consecuencias del ~l ur al is-

mo de be levantar su propia «barrera del precepto*. Com o

se mencionó antes, en el curso de la historia ha habido ca-

sos de pluralismo, por ejemplo en las grandes ciudades de

Fines d e la an tigüedad, y algunas veces, probablemen te, a

lo largo de las rutas comerciales y

en

los centros urbanos

de Asia. Los modernos procesos de pluralización se distin-

guen de sus predecesores no sólo por su enorme alcance

afectan a círculos mucho más am plios), sino además por

su celeridad: mientras sus repercusiones se extienden en

forma progresiva a «nuevos» países, no permanecen está-

ticos; en sociedades que ya se encuen tran altamente mo-

dernizadas su influencia crece de m anera acelerada.

El p luralismo mo derno conduce a la relativización to-

tal de los sistemas de valores

y

esquemas de interpretación.

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M O D B R N I D ~ o

cRlSlS

E

76

MODERNIDAD,LU R A LIS MO Y

CRISIS

Dicho d e otr o modo: los antiguos sistemas de valores

ni hcu con

m yor

d et d e la impOflanna

,,iuico~soci~,omo dg0que da por suPuestO'que

-

uemas d e interpretación son «descanonizados». La

desde el punto d e Sta

iirn el sentido el cono cbien to,

siguiente desorientación del individuo

y

de grupos en del proceso mediante el cual

se

ha sido du rante años el principal objeto de la crític

la reserva de sentido

y

y cultural. Se han propuesto categorías tales como

,,ierde dicho sentido.

ción»

y

«anemia»

para caracterizar la dificultad que

x w

rimenta la gente en su intento po r encontrar su camino

el mundo moderno. La debiidad de esos repetidos

con

ceptos no radica en elhecho de que exacerban las crisis de

sentido, sino en n o percibir

la

capacidad que tienen los in-

dividuos y las distintas comunidades de vida y de sentido

para preservar sus propios valores e interpretaciones.

Ls

filosofía existencial, desde Kierkegaard hasta Sartre, ha

desarrollado el concepto más impresionan te del ser huma.

no alienado. O tras versiones pueden encontrarse a través

de la literatu ra occidental de este sid o (sólo basta mencio-

nar a Kafka). on odo , resulta indudable que esta imagen

de

la

humanidad sólo puede aplicarse a una pequeiia par-

te d e la población en las sociedades modernas (si bien en

algunos aspectos esa parte puede ser importante).

La

ma-

1 1

yo de los individuos en estas sociedades no dearnbulan

de un lugar a otro como los personajes de una novela de

Kafka. No están asediados por el temor, ni sienten lat en-

tación de dar desesperados «saltos de fe», ni tampoco se

consideran «condenados a la libertad». De una u otra

forma, con o sin religión, ellos salen adelante en su vida.

Es importante comprende r cómo manejan esta situación.

Pero antes de qu e intentemos ahondar en este tema, desea-

mos rep lantear nuestra afirmación de qu e el pluralismo es

la causa de la crisis de sentid o en la modern idad. Debemos

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LA PÉRDIDA DE L O D DO POR SUPUESTO

1

Si las comunidades de vida

y

de sentido realmente se

solapan en el grado exigido por las expectativas socia-

les entonces la vida social

y

la existencia

Dasein)

del

individuo suelen seguir su curso casi dadas por supues-

to. L o anterior n o significa necesariamente qu e los indi-

viduos no tengan problemas de vida o que estén confor-

mes con su destino. Co n todo al menos «saben» algo

acerca del mun do cómo comportarse en él qué es lo

que razonablemente puede esperarse

y

por último

pero n o por eso menos importante saben quiénes son.

Po r ejemplo se supone qu e el rol de esclavo nunca fue

agradable. Sin embargo por ingrato que pueda haber

sido los individuos que lo desempeñaron vivían en un

mun do estable

y claramente reconocible en el que p o-

dían orientar su conducta sus expectativas

y

su identidad

con cierto grado d e confianza. No estaban obligados a

redefinir diariamente el sentido de su existencia. Esta

inequívoca definición de la existencia en el mundo era

com partida po r los esclavos y sus amos aunqu e cabe su-

poner que estos Últimos se sentían más conformes con

su vida qu e aquéllos. Ni el esclavo ni su du eño estaban.

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80 MODERNIDAD, P LU R LI S MO Y CRISIS

como diría Sartre, «condenados ser libres*. (La posibi-

lidad de que los esclavos se rebelasen o de que sus due-

ños ahandonasen su propiedad para transformarse en

monjes no nos interesa ahora, aparte de que esos casos

fueron poco comunes.)

El pluralismo moderno socava ese «conocimientou

dado por supuesto. El mundo, la sociedad, la vida y la

identidad personal son cada vez más problematizados.

Pueden ser objeto de múltiples interpretaciones y cada in-

terpretación define sus propias perspectivas de acción po-

sible. Ninguna interpretación, ninguna gama de posibles

acciones puede ya ser aceptada como única, verdadera e

incuestionablemente adecuada. Por tanto, a los indivi-

duos les asalta a menudo la duda de si acaso no deberían

haber vivido su vida de una manera absolutamente distin-

ta a como lo han hecho hasta ahora. Este fenómeno se ex-

perimenta, por un lado, como una gran liberación, como

la apertura de nuevos horizontes y posibilidades de vida

que nos conduce a traspasar los h i t e s del modo de exis-

tencia antiguo, incuestionado. Por otro lado,

el

mismo

proceso suele ser experimentado (generalmente por las

mismas personas) como algo opresivo: como

una

presión

sobre los individuos para que una y otra vez busquen

un

sentido a los aspectos nuevos y desconocidos de sus reali-

dades. Hay quienes soportan esta presión; hay otros que

incluso parecen disfrutarla. Son los que podríamos llamar

Wtuosos del pluralismo. Pero la mayona de la gente se

siente insegura y perdida en un mundo confuso, lleno de

posibilidades de interpretación, algunas de las cuales es-

tán vinculadas con modos de vida alternativos.

Los conceptos desarrollados por Arnold Gehlen en

U teoría de las instituciones nos ayudan a comprender

esta situación ambivalente. Ya nos hemos referido a este

cuerpo teórico en la sección preliminar, cuando dud imos

a la importancia que tienen las instituciones para la orien-

tación de los seres humanos en la realidad. Las institucio-

nes han sido concebidas para liberar a los individuos de la

necesidad de reinventar el mundo y reorientarse diaria-

mente en él. Las instituciones crean «programas» para el

m,

manejo de la interacción social y para la «ejecución» de

un urri ulurn oit e determinado. Proporcionan modelos

probados a los que la gente puede recurrir para orientar

su conducta. l poner en práctica estos modos de com-

portamiento «prescritos», el individuo aprende a cumplir

con las expectativas asociadas a ciertos roles: por ejem-

plo, los de esposo, padre, empleado, contribuyente, con-

1

f l '

ductor de automóvil, consumidor. Si las instituciones

l

están funcionando en forma razonablemente normal, en-

tonces los individuos cumplen los roles que les son asig-

nados por la sociedad en forma de esquemas de acción

institucionalizados

y

viven su vida de acuerdo con currí-

culos aseprados institucionalmente, moldeados social-

mente y que gozan de una aceptación generalizada e in-

condicional.

En sus repercusiones, las instituciones son sustitutos

f

de los instintos: permiten la acción sin que baya necesi-

dad de considerar todas las alternativas. Muchas inte-

[acciones sociales de importancia social tienen lugar en

forma casi automática. Cada vez que los esclavos reci-

ben una orden de su amo no necesitan considerar la al-

;

l

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ti

MODERNIDAD, PLURALISMO

CRISIS

Las instituciones derivan su poder del mantenirnien-

to de una validez dada por supuesto. La integtidad de

una institución peligra desde el momento en que las

personas que viven en su interior o próximas a ella co-

mienzan a considerar roles institucionales, esquemas de

interpretación, valores y cosmovisiones. Los filósofos

conservadores han sido siempre conscientes de esta si-

tuación y los miembros más antiguos de un cuerpo de

policía lo saben por experiencia práctica. En un «caso

normal» los pensamientos peligrosos pueden ser razo-

nablemente controlados. Sin embargo, el pluralismo

hace más difícil ejercer ese control. Aquí se plantea cla-

ramente una dialéctica sociopsicológica: de la liberación

a la libertad opresiva. Es muy duro vernos forzados a vi-

vir nuestra propia vida sin que seamos capaces de «afe-

rramos» a patrones de interpretación y normas de con-

ducta incuestionados. Esto conduce a la clamorosa

nostalgia por los viejos y aiiorados tiempos en que no

había libertad. La liberación y la libertad opresiva son

ambiguos. Como dice Gehlen: la libertad nació de la

alienación y viceversa.

Abundan los ejemplos de esto en la literatura mo-

derna. Basta pensar en el tema del «provincialismo», en

la dialéctica biográfica entre pueblo y ciudad, en los di-

versos «caminos hacia la libertad» que es posible seguir

Arthur Schnitzler). Madame Bovary sufre en su mundo

estrecho y provinciano. Pero si hubiera tenido la opor-

tunidad de trasladarse a París, su dicha no hubiera du-

rado mucho. La alienación habría sido el precio por dis-

ftutar de un grado mayor de libertad. Ella misma y sus

hijos «desarraigados» probablemente habrían concebi-

do la idea de que, después de todo, el viejo mundo pro-

vinciano tenía sus aspectos positivos, que en esa época

l

se daban por supuestos hasta el extremo de pasar inad-

vertidos. Por lo general, ya no es posible retornar física-

mente a ese mundo. Sin embargo, no escasean los cami-

nos que se ofrecen para un retorno interno religioso,

político o terapéutico), que son modos de aliviar el do-

lor de la alienación. Los proyectos destinados a restau-

rar el «viejo y añorado mundo» entrañan casi siempre la

supresión o la limitación del pluralismo. con justa ra-

zón, ya que el pluralismo sugiere constantemente alter-

nativas; las alternativas obligan a la gente a pensar,

y

el

acto de pensar socava los cimientos de todas las versio-

1

nes de un «viejo y añorado mundo», esto es: el supuesto

de su incuestionada existencia. I

La modernización implica la transformación radical

de todas las condiciones externas de la existencia hu-

l

mana. Como se ha señalado con frecuencia, el motor de

esta gigantesca transformación es la tecnología de los

últimos siglos basada en la ciencia. En términos pura-

mente materiales, este desarrollo ha traído consigo una

enorme expansión en la gama de posibilidades. Mien-

tras en el pasado algunas técnicas, transmitidas de una

generación a otra, constituían el fundamento de la exis-

tencia material, hoy día existe una pluralidad aparente-

mente interminable de sistemas tecnológicos en cons-

tante perfeccionamiento. Tanto los individuos como las

grandes organizaciones afrontan la necesidad de esco-

ger una u otra opción de entre esa multiplicidad. Esta

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86 MODERNIDAD, PLURALISMO Y

CRISIS

compulsión por la elección abarca desde los artículos

de consumo triviales ¿qué marca de dentífr ico?) hasta

alternativas tecnológicas básicas ¿qué materia prima

para la industria automotriz?). El aumento de la gama

de opciones también se extiende a la esfera social e

in

telectual. Aquí la modernización significa el cambio de

una existencia determinada por el destino a una que

consta de una larga serie de posibles alternativas. Ante-

riormente, casi todas las fases de la vida estaban señala-

das, el individuo pasaba de una fase a otra según patro-

nes predeterminados: niñez, ritos de transición, empleo,

matrimonio, crianza de los hijos, envejecimiento, enfer-

medad y muerte. También la vida interna del individuo

estaba determinada: sentimientos, interpretaciones del

mundo, valores e identidad personal. Los dioses «ya es-

taban presentes* en el instante del nacimiento, lo mis-

mo que la secuencia de roles sociales que le sucedía. En

otras palabras, el abanico de supuestos dados e incuestio-

nados se extendía a la mayor parte de la existencia hu-

mana.

La modernización modificó esta situación de un

modo fundamental. Sólo el nacimiento y la muerte si-

guen siendo determinados por el destino. Paralelamen-

te a la pluralidad de posibles alternativas a nivel mate-

rial, los procesos de modernización múltiples abren una

gama de opciones a nivel social e intelectual: ¿qué em-

pleo debo aceptar?, ¿con quién debo casarme?, ¿cómo

debo criar a mis hijos? Incluso los dioses pueden ser es-

cogidos dentro de un abanico de posibilidades. Puedo

cambiar mi fe religiosa, mi ciudadanía, mi estilo de vida.

mi autoimagen y mis hábitos sexuales. La gama de su-

puestos que se dan por sentados se reduce a un núcleo

relativamente pequeño que es difícil definir. Los funda-

mentos tecnológicos y económicos de esta modificación

son de orden material, pero sus dimensiones sociales se

ven intensificadas, sobre todo, por el pluralismo. El plu-

ralismo no sólo nos permite tomar nuestras propias de-

cisiones sobre trabajo, esposo o esposa, religión, parti-

do), sino que, además, la moderna variedad de bienes de

consumo nos obliga a escoger Persil o Ariel, Volkswa-

gen o Saab). Ya no podemos abstenernos de elegir: se ha

vuelto imposible cerrar los ojos al hecho de que las de-

cisiones que adoptamos podrían haber sido distintas.

Dos instituciones centrales de la sociedad moderna im-

pulsan esta transición desde la posibilidad de elección

hasta la obligación de escoger: la economía de mercado

y la democracia. Ambas se fundan en la agregación de

decisiones individuales y ellas mismas fomentan un pro-

ceso continuo de elección y selección. El

thos

de la de-

mocracia transforma la elección en un derecho humano

fundamental.

Lo dado por supuesto corresponde al ámbito del co-

nocimiento seguro y no cuestionado. La pérdida de lo

dado por supuesto perturba ese ámbito: sé cada vez me-

nos. En cambio, tengo una variedad de opiniones, algu-

nas de las cuales se condensan en lo que podríamos lia

mar creencias. Se trata de opiniones por las cuales estoy

dispuesto a sacrificarme hasta el límite, a sacrificar mi

vida -incluso hoy-, pero tal vez ya no incondicional-

mente. El hecho de que en la vida «normal» de la socie-

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88 MODERNIDAD P L U R A L I S M O

Y

CRISIS

dad y del individuo esos casos límite sean relativamente

escasos, es parte de la naturaleza d e las cosas. De cual-

quier manera, en el proceso «normal» d e modernización

ya no estoy obligado a decidir si me enc uentro preparado

para arriesgar mi vida por razones d e fe o incluso por me-

ras opiniones. El conocim iento incuestionado y seguro se

diluye en un conjunto d e opiniones conectadas libremen-

te que ya no presentan ese carácter apremiante. Las arrai-

gadas interpretaciones d e la realidad se transforman n

hipótesis. Las convicciones se tornan en una cuestión de

gusto. Los preceptos se vuelven sugerencias. Estos cam-

bios n la conciencia crean una impresión d e cierta «insi-

pidez».

Pode mos imaginar la conciencia del individuo como

una serie de diferentes niveles estratificados, u nos en ci-

ma de otros. En las «profundidades» el término no se

usa aqu í en el sentido freudiano d e psicología p rofunda)

se encuentran las interpretaciones que se dan por su-

puestas. Ésta es la esfera del conocim iento incuestiona-

do, qu e se da po r cierto. Alfred Schütz lo llamó el nivel

del «mundo que se da por supuesto»; Robert y Helen

Lynd quisieron de cir algo similar con su co ncep to de las

«afirmaciones que se dan por ciertas». El otro polo, el

nivel supe rior de la conciencia en el sentid o de una ma-

yor cercanía a la « superficie»), es la esfera de la inseg u-

ridad, de lo qu e no s e da por supuesto, de las opiniones

que en principio estoy dispuesto a reconsiderar e in-

cluso retirar. Esta esfera está gobern ada po r el lema cha

r son gout En este modelo de estratos aparece la

modernización de la conciencia como una pérdida de

«profundidad>>.En términos más gráficos, ~odemos

considerar la conciencia como un a en orme cafetera: los

contenidos de la conciencia de todos los tipos se han

evaporado hacia arriba, el sedimento residual se ha

contraído notoriamente y el café se ha vuelto bastante

aguado.

La pérdida d e lo que se da por supuesto, con todas

sus consecuencias sociales y psicológicas, es más marca-

da -como cabría esperar- en la esfera de la religión.

El pluralismo moderno ha socavado el monopolio del

que disfrutaban las instituciones religiosas. Ya sea qu e

les guste o no, ellas son proveedoras en un mercado de

opciones religiosas. La cantidad de gente q ue «asiste re-

gularmen te» a la iglesia ha disminuido hasta el pun to de

que en muchas iglesias el núme ro de feligreses se puede

contar con los dedo s de las manos. La pertenencia a una

Iglesia determinada ya no se da por su puesto, sino que

más bien es el resultado d e una elección deliberada.

In-

1

cluso aquellos que deciden conservar la confesión de

sus padres están adoptando una decisión: después de

tod o, podrían hab er cam biado de confesión o religión o

simplemente haber aban donado por completo la Iglesia.

Lo anterior modifica de manera fundamental la posi-

ción social de las Iglesias, independientem ente de si la

imagen teológica que tienen de sí mismas les permite o

no reconocer este estad o d e cosas. Si desean sobrevivir,

las Iglesias necesitan tener en cuenta cada vez más los

anhelos d e sus miembros. Las Iglesias deben p robarse a

i:l

sí mismas en el mercado libre. La gente que «compra»

una determinada fe constituye un grupo de consumi-

i

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causa es la propagación del pluralismo moclcrno u r v

la mundial.

Este cambio tiene su equivalente a nivel de l a coi1

ciencia individual. La religión también se «evapora

ha

cia arriban, pierde su condición de algo que se da por

supuesto. Este cambio crea para la fe la condición de

«posibilidad», sobre la base del aforismo: no tengo que

creer lo que sé. Esta «posibilidad» religiosa se pasa ge-

neralmente por alto cuando los teólogos se lamentan

por la trivialización de la religión en la época moderna.

Sin embargo, esos teólogos no están dispuestos a admi-

tir que desearían ver una situación en que ser cristiano

representa algo tan obvio como ser hombre o mujer, te-

ner ojos castaños o azules y sufrir de fiebre del heno des-

de el nacimiento. Pero esta posibilidad de fe debiera ser

factible, en especial para los teólogos protestantes. El

protestantismo, desde la «comprensión de la conciencia

moral»

Verstandnis des Gewitsens) de Lutero hasta el

«salto de fe» de Kierkegaard, ha sido la religión moder-

na por excelencia. Los teólogos podrían acoger estas

ideas con esperanza y no con pesimismo. Desde la pers-

pectiva de las ciencias sociales, sin embargo, hemos de

reconocer que la sociedad moderna no ha visto una gran

acumulación de «caballeros de la fe» kierkegaardianos.

Más común es un tipo de persona con «opiniones cris-

tianasa, una persona que pertenece «de alguna manera»

l

I

a una Iglesia, pero en forma vaga; una actitud que para

los teólogos debe resultar inquietante porque es muy si-

milar a la observada en otras áreas de consumo. La gen-

l

te con «opiniones religiosas» cambia de parecer con re-

JI

MOI>I I<NIDAD,LUR LISMO

Y CRISIS

tlures. A pesar de que los teólogos se nieguen pertinaz-

mente a reconocerlo, la sabiduría de la antigua máxima

comercial «el cliente siempre tiene la razón» se ha im-

puesto en las Iglesias. De hecho ellas se atienen esta

máxima con bastante frecuencia, aunque no lo hacen

siempre.

A las Iglesias les resulta cada vez más difícil aferrar-

se a dogmas y prácticas que no son comerciales. Y este

mismo proceso hace que cambien las relaciones de las

Iglesias entre sí. Ya no pueden contar con la ayuda del

Estado para «conducir» a la gente hasta los servicios

religiosos o para hacer frente a sus competidores. El

ambiente de pluralismo obliga a las Iglesias rivales a

mantener una relación armónica. En un comienzo esta

tolerancia forzosa es aceptada a regañadientes, y más

tarde es legitimada teológicamente (se vuelve ecuméni-

ca). El norteamericano Richard Niebuhr, experto en

historia eclesial, introdujo el concepto de «denomina-

ciones*, el cual definió de la siguiente manera: «Una

denominación es una Iglesia que ha reconocido el dere-

cho a existir de las demás Iglesias». No es una casuali-

dad el hecho de que el término «denominación» se haya

originado en los Estados Unidos, una sociedad que

puede considerarse precursora del pluralismo moder-

no. La creciente similitud entre la situación religiosa de

otras sociedades modernas y la realidad estadounidense

no obedece a un proceso de norteamericanización cul-

tural, como algunos por motivos ideológicos obvios

tienden a creer. La semejanza sólo es atribuible superfi-

cialmente a la influencia estadounidense. Su verdadera

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92 MODERNIDAD,

LUR LISMO

Y CRISIS

lativa facilidad, lo cual no significa que siempre cambien

su pertenencia a una «denominación». Las Iglesias cris-

tianas tradicionales, particularmente en Europa, aún

tienen muchas dificultades para aceptar este cambio.

De

hecho preferirían cerrar sus ojos ante esta realidad. Por

ejemplo, la Iglesia católica romana se niega a concebirse

como una «denominación». Similares dificultades expe-

rimentan aquellas ramas del protestantismo que aún se

consideran atractivas para la población en general. La

excepción la constituyen las Igiesias desestabilizadas,

sobre todo en el mundo anglosajón, las que han existido

desde un comienzo en un ambiente pluralista.

El

origen de la pérdida de profundidad en la concien-

cia religiosa puede rastrearse en el lenguaje, lo cual no es

una coincidencia. En Estados Unidos la exwesión más

común para designar la pertenencia a una religión es

religious preferente como en la frase my religiousprefer-

ence is Lutheran; esto se traduce por «religiosamente me

inclino por

el

luteranismo*. Por otro lado, la expresión

que sigue usándose comúnmente en Europa continental

es «confesión» «soy de confesión luterana»). El térmi-

no «confesión» se refiere al hecho de dar testimonio, in-

cluso de estar dispuesto a realizar el sacrificio del mar-

tirio. La palabra que se usa en Estados Unidos, en

contraste, proviene del lenguaje del consumo y de la

ciencia económica): las «preferencias»

y

las «escalas de

preferencia» determinan el mercado para un producto

o

servicio. El término implica una falta de compromiso y

alude a la posibilidad de preferir otra cosa en el futu-

ro. Constituye una ironía histórica de la actual situación

LA ~ É R I I D A E

LO DADO POR SUPUESTO

9

europea el que, por ejemplo, los alemanes también se

refieran sólo a una <<preferencia eligiosa» cuando di-

ten que son de confesión luterana. La pérdida de 10 que

se da por supuesto es hoy día un fenómeno de carácter

global.

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HABITOS DE SENTIDO Y CRISIS

DE SENTIDO

Los actos cotidianos se realizan de manera habitual.

Su sentido implícito permanece intacto. En épocas difíci-

les y amenazantes pueden surgir crisis de sentido en algu-

nas áreas de la vida. Pero incluso en esos períodos otras

áreas permanecen bajo la influencia de antiguos y habi-

tuales sentidos. Aun durante las guerras civiles y los te-

rremotos la gente se cepilla los dientes si el suministro de

agua no ha sido interrumpido. La literatura de esos perío-

dos por ejemplo las memorias sobre Alemania en los

úl

timos años de la guerra y en los años inmediatamente pos-

teriores contienen impresionantes testimonios de la manera

en que coexisten el apocalipsis

y

la normalidad.

Incluso en épocas difíciles las crisis de sentido rara

vez afectan simultáneamente

y

con la misma fuerza a to-

das las áreas de la existencia. En particular cuando la ru-

tina se ha vuelto difícil o imposible de realizar en muchos

ámbitos encontramos protección contra crisis de sentido

en aquellas áreas donde uno puede continuar actuando

de acuerdo con el hábito adquirido. En las sociedades

donde las crisis de sentido no estallan a raíz de graves ca-

tástrofes

y

guerras totales el margen de normalidad habi-

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9 MODERNIDAD,

PLUR LISMO

Y CRISIS

tual que puede mantenerse es, por cierto, mucho más vas.

to. Ahora bien, los hábitos que se dan por supuesto pue-

den verse amenazados no sólo por acontecimientos gra-

ves que afectan el destino de la colectividad, sino también

por cambios radicales en la vida del individuo. En todas

las sociedades se dan ciertos cambios típicos que pueden

desatar crisis de sentido si no son reconocidos soc iahen-

te. En las sociedades arcaicas y tradicionales hay ritos de

transición que les dan sentido a esos cambios. La puber-

tad, la iniciación sexual, el acceso a un empleo, el enveje-

cimiento y la muerte podían afrontarse con menos incer-

tidumbre porque existían códigos de conducta para

encarar estos cortes biográficos. Las bases sociales de

sentido aseguraban que estas transformaciones no fueran

experimentadas por el individuo como crisis profundas y

mucho menos como amenazas existenciales. El debilita-

miento e incluso la completa ausencia de esos ritos de

transición en las sociedades modernas pueden ser inter-

pretados como un síntoma -y una co-causa- de una

crisis de sentido que se agrava lentamente. En parte esta

situación obedece también a la pluralización moderna.

Para aclarar lo que acaba de decirse, consideremos

dos esferas patticdamente importantes en la existencia

del individuo y que a la vez son muy propensas a desem-

bocar en crisis: la sexualidad y la actividad profesional. El

hecho de que la sexualidad humana siempre y en todas

partes puede conducir a crisis de sentido se encuentra

bien documentado en los refranes populares

y

en la li

teratura. El tema dominante de las canciones populares

de todos los países es elamor: el amor como enfermedad

H BITOS

DE SENTIDO Y

CRISIS DE SENTIDO

TI

y los desengaños amorosos. Las instituciones que en el

pasado se ocupaban de estos problemas aún se encuen-

tran en plena actividad, y las Iglesias se destacan entre to-

das ellas. Más adelante volveremos a analizar este punto.

Con todo, las Iglesias nunca fueron las únicas institucio-

nes que entonces

y

ahora siguen activas en esta área. Las

redes relacionales de interacción don de qu ie ra que con-

tinúen existiend* forman parte de las instituciones que

producen y transmiten sentido. Los jóvenes aquejados

por cualquier problema sexual todavía pueden recurrir al

consejo de tíos, abuelos o padrinos bienintencionados. A

pesar de todo, también en este ámbito, al igual que en el

de las Iglesias, se ha producido una indudable pérdida de

credibilidad. La movilidad geográfica

y

social ha debilita-

do considerablemente la red de interacción relacional.

Por añadidura, es muy probable que, por ejemplo, el tío

bienintencionado no sólo viva muy lejos sino que además

se encuentre confundido por su propia vida amorosa. Lo

mismo ocurre con los problemas en el área laboral: preo-

cupación por contar con una capacitación adecuada, con-

flictos con el jefe

y

con los colegas, desempleo y - e n al-

guna etapa, por lo general en la mitad de una carrera- la

inevitable percepción de que todas las aspiraciones se

han cumplido y de que en adelante lo único que queda

1

por hacer es, en el mejor de los casos, evitar la movilidad 1

social descendente.

En ambas esferas la sociedad moderna ha «inventado»

nuevas instituciones para la producción y transmisión de

1

sentido: psicoterapia de distintos tipos, orientadores se-

xuales

y

orientadores vocacionales ambos servicios ya es-

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1 2 MODERNIDAD, PLURALISMO

Y

CRISIS

de los miembros de la sociedad y que es susceptible de

futuros cambios.

La distinción e ntre instituciones intermedias y no in-

termedias no p ued e realizarse en abstracto, sino a través

del análisis empírico del modo concreto de funciona-

miento de una esfera de acción. Una comunidad parro-

qu id local, un gru po d e psicoterapia e, incluso, un o r-

ganismo de Estado benefactor pueden constituir una

estructura mediadora válida para sus miembros, inte-

grantes o asociados. Con todo , la misma institución pue-

de aparecer también com o algo impuesto, como una fu er-

za ajena e incluso hostil al mundo de los individuos

vinculado s a eila. Si bien am bas formas son «secund arias»

y ambas comunican sentido, sólo en la primera forma

presentan las condiciones adecuadas para mitigar los as-

pectos negativos de la modernización («alienación»,

«anemia» e incluso para superar las crisis de sentido. Si

esas instituciones adoptan la segunda forma, contribuyen

a la «alienació n~.

Cabría hacer una observación adicional respecto de

las Iglesias. La religión ocupa un lugar central entre las

«instituciones primarias» en prácticamente todas las so-

ciedades premodemas. Y ese carácter predominan te es

fundamental en el concepto durkheimiano de la «reli-

gión». Durkheim concebía la religión como u n rem edio

simbólico qu e se extendía a través de tod a la sociedad,

reuniendo todas las interpretaciones compartidas o co-

munes de la realidad représentations collectives) hasta

transformarlas en una visión coherente del mun do, y q ue

sentaba, en ese proceso, las bases de una moral social

HÁBITOS DE SENTIDO

Y CRISIS

DE

S BN I I I > O

1 ( 1

consciente

collective): conciencia y estado consciente.

Com o ya se señaló, las institucio nes religiosas en las so -

ciedades modernas ya no p ueden reclamar esta posición.

Ha n dejado de ser las únicas portadoras de órden es glo-

bales d e valores

y

sentido. Su función se ha ido reducien-

d o cada vez más a la d e instituciones secundarias. Se han

trasladado desde la plaza al extrarradio. Los pomposos

edificios ceremoniales que aún se m antienen en pie apa-

i

recen co mo m useos y las definiciones legitimadas teológi-

~~

camente («catolicismo», «una sancta», «Iglesia del pue-

blo») ya n o concuerdan con los hechos empíricos. Las

Iglesias abandonan su (vacía) función pública,

y

asumen

un rol privado en la vida de aquellos que continúan sien-

do sus miembros o que acaban de incorporarse a elias.

1 1

Este cambio de rol no debe ser juzgado sólo negativa-

/

ente. No obstante perder su p apel central dentro d e la

I 1

sociedad en su conjunto -y en algunos casos precisa-

1

men te debido a esta pérdida-, las Iglesias aún pueden

8 8 8

desempeñar una función muy positiva com o instituciones

intermedias, tanto para el individuo como para la socie-

I 11

dad en general. Para el individuo la Iglesia puede ser la

comunidad de sentido más imp ortante, ya q ue ésta le per-

mite tender un puente de sentido entre la vida privada

y

l l \

la pa rticipación en institucion es sociales. Las Iglesias son

1 I

fuen te de sen tido tanto p ara la vida familiar como para la

l

vida ciudad ana. Las Iglesias realizan una importante con-

tribución a la sociedad en su conjunto. Permiten mante-

l

ner la estab ilidad y la credibilidad de las «grandes» insti-

l

tuciones (principalmente del Estado) y disminuyen la

1

«alienación» de los individuos en la sociedad. Ésa fue

1

l

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1 6 MODERNIDAD,

PLURALISMO

Y

CRISIS

timas generan sentidos, a la vez qu e refuerzan los ya exla

tentes en la vida de los individuos, y contribuyen a la ea

hesión de las comunidades. Propo rcionan orientaciónh

cluso cuando la sociedad, en su conjunto, deja

d

sustentar un o rden om nicomprensivo de sentido y de

vi

lores

y

actúa, más bien, co mo una especie de instancia re

guladora para los distintos sistemas d e valores. Aquellea

norm as que son válidas para toda la sociedad permiten

le

coexistencia y la necesaria coo peración en tre las distintas

comunidades d e sentido, sin que sobre eiias se imponga

un orden de valores común.

Por consiguiente, sugerimos la hipótesis de que m ien-

dias siga funcio nand o eficazmente, las sociedades moder-

I

ras el sistema inmunológico d e las instituciones interme-

nas «normales» no sufrirán la propagación pandé mica de

crisis de sentido. En tanto se mantenga esa condición,

l

virus d e las crisis de sentido, que se siente a gusto dentro

del organismo de todas las sociedades modernas, será re-

primido. Sin embargo, si

el

sistema inrnunológico ha s ido

suficientemente debilitado por otras influencias, nada

podrá detener la expansión del virus. Lo habitual es que

el Estado sea el que contribuya a debilitar las institucio-

nes intermedias; ¿será acaso como una forma de compe-

tir?) Esta hipótesis nos parece razonable, por simplista

que sea su formulación, aunque por cierto requiere una

investigación empírica cuidadosa. En la Úítima sección

volveremos a analizar este punto .

LA RESOLUCIÓN SOCIAL E

LAS

CRISIS

DE SENTID O: ILUSIONES Y POSIBILIDADES

Las quejas acerca del «decadencia de la cultura*, la

«pérdida de sentido en la mo dernidad», la «alienación de

la persona en el capitalismo tardío*, la «inflación de sen -

tido en la sociedad de masas», la «desorientación de la

persona en el mund o moderno» y otras por

el

estilo, ca-

recen de novedad. Aparte de los empresarios de la m oral

no académicos, diversos teólogos, filósofos y sociólogos,

desde la extrema derecha hasta la extrem a izquierda, han

formulado estas denuncias durante varias generaciones.

Bajo diferentes signos ideológicos se han prom ocionado

todos los remedios imaginables para estas enfermedades

que afectan al individuo y a la sociedad, desd e el fortale-

cimiento moral del individuo hasta la transform ación re-

volucionaria de todo el sistema político

y

económico.

Nuestras dudas acerca d e los «diagnósticos» más exage-

rados de la situación cultural fue ron insinuadas en la sec-

ción introductoria. Cabría a ñadir q ue vemos con igual es-

cepticismo las «terapias» propuestas: tanto las opciones

radicales-colectivistas,que en definitiva resultan ser siem-

pre totalitarias, como el individualismo radical, que en el

fond o es un solipsisrno.

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RESOLUCIÓNSOCI L DE L S CRISIS DH SI~N l t l l l l

I W

Para d eterminar si es posible encontrar un atisbo

de

verdad detrás d e las exageraciones y si acaso los diagnón-

ticos sólo se equivocan en cuan to a la gravedad de la cri.

sis específicamente moderna hemos intentado describu

el organismo en su estado saludable. Primero nos referi-

mos al sentido d e la acción

y

de la vida que es un ele-

~

mento constitutivo de la especie humana a la forma en

que está condicionado po r procesos y estructuras socia-

les. Luego en una segunda etapa definimos los cambios

históricos qu e determinan los procesos específicamente

modernos d e construcción transmisión y protección del

sentido de la vida y de la acción en la era moderna. Antes

de formular nuestras propias y comparativamente mo-

destas sugerencias «terapéuticas» resumirem os los resul-

tados d e nuestro «diagnóstico».

En todas las sociedades hay procesos d e generación

de sentido incluso si n o se han desarrollado instituciones

especializadas para la producción del mismo. De cual-

quie r manera las instituciones controlan el proceso me-

diante el cual los elementos de sentido son absorbidos

po r los acervos sociales de conocim iento así como orga-

nizan la transmisión d e las reservas históricas de sentido a

los miembros de la sociedad adaptándolas a nuevas ne-

cesidades. Gracias a las instituciones las sociedades pue-

den conservar los elementos básicos d e sus reservas d e

sentido que transmiten sentido al individuo y a las co-

munidades d e vida en que éste crece trabaja y muere.

Ellas determinan

el

sentido subjetivo en extensas áreas de

acción mientras que las grandes instituciones de do mina-

ción y la economía dictan el sentido objetivado de esas

acciones. To do este proceso ocurre de una u otra

form

en todas las sociedades aunque con distintos grados de

éxito. Po r lo tanto procuramos en primer lugar respon-

der a la pregunta de si existen razones generales que ex-

pliquen estas diferencias.

Comenzamos con la identidad personal el punto d e

referencia individual de sentido del acto y de la vida. La

identidad personal del niño es moldeada a medida que

éste ve que su con ducta se refleja en los actos de quienes

le rodean. Cierto grad o de coherencia en las acciones de

esas personas es por ende la condición más importante

para que la identidad personal se desarrolle sin pertur-

baciones. Si no se cumple este requisito aumen tan las

de que se produzcan crisis de sentido

subjetivas. Además hemos intentado dem ostrar que las co-

munidades de vida necesitan un m ínimo grado d e coinci-

dencia en las interpretaciones d e la realidad. Sólo en estas

condiciones las comunidades pueden asumir un papel d e

l

apoyo en la generación y en el mantenimiento d e sentido

l

en la vida de sus miembros. El grado d e concordancia en-

tre la comunidad de sentido qu e se anhela y la que se lo-

gra ob tener efectivamente parece tener especial impor-

tancia. A nuestro juicio mientras mayor sea el grado de

discrepancia aumentarán las probabilidades d e que sur-

l

jan crisis de sen tido intersubjetivas.

Cu and o dirigimos nuestra atención hacia las socieda-

des mo dernas qu edó de m anifiesto que esas caracterís-

ticas que las diferencian de sus predecesoras son las que

también impiden la estabilización del sentido. No sólo re-

sulta más dificil mantener la cong mencia en estos proce-

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sos a través de los cuales se mold ea la identidad , sino

que

también es más difícil promover en las comunidades

de

vida sentidos compartidos. La frecuencia de las crisiii

de sentido, tanto subjetivas como intersubjetivas, es com-

prensible una vez que conside ramos las consecuencias de

las características estructurales d e las sociedades mod er-

nas, en particular de las occidentales. El hecho de q ue se

hable de crisis de identidad, más las cifras ascendentes en

las estadísticas de divorcio, confirman lo anterior.

Una característica general y fundam ental d e las socie-

dades mo dernas es la com pleta diferenciación de los ac-

tos que en otro tipo d e sociedades aún estaban conecta-

dos y relacionados por su sentido) dentro de sus propias

esferas institucionales: cada una de estas esferas procura,

y lo consigue en su m ayor parte, alcanzar autonomía para

fijar sus propias norm as; por ejemplo, la emancipación de

valores sociales supraordinales. Los esquemas de acción

defmidos por este conjunto de instituciones economía,

poder político, religión) tienen un sentido objetivado que

se relaciona con su función principal. Puesto q ue, con ex-

cepción d e la religión, este sentido es instrumentalmente

racional, debe ser desconectado d e los esquemas subjeti-

vos de interpretación d e la vida. Los individuos debe n su-

bordinarse a las metas de la organización en lugar de

adaptar a sus propias concepciones valóricas las exigen-

cias qu e se les impo nen. L a diferenciación estructural d e

las sociedades mod ernas es, por tanto, incompatible con

la permanencia d e sistemas de sentido y d e valores supra-

ordinales de validez general. Ésta es, sin emb argo, la con -

dición para q ue exista una congruencia socialmente ga-

rantizada n la formación de la identidad p ersonal

y

para

que haya un alto porcentaje de sentidos compartidos en

las com unidades d e vida.

A

lo anterior deb e agregarse otra característica propia

d e las sociedades modernas, principalm ente occidentales,

que gu arda una estrecha relación con su propiedad esen-

cial. Se trata del pluralismo mod erno, u na situación en la

que ya no es posible mantener absolutamente incólumes

las barrer as d e protección q ue rodean las reservas de sen-

tido den tro de las comunidades de vida las «barreras del

precepto*). través de los boq uetes en las vallas, la gen-

te atisba lo que hay más allá. Esto cond uce a la pérdida de

la calidad de obvio de ciertos estratos de sentido que

orientan la acción y la vida. Esperamos haber dem ostrad o

que ésta es una causa típica del estallido de crisis d e sen-

tido. Hay d os reacciones extremas y contradictorias fren-

te al pluralismo moderno.

Podríamos decir que

llí

don de algunos intentan de-

sesperadamente cerrar los boq uetes

n

la valla de protec-

ción, otros d esean derribarla en otros sectores. Estas reac-

ciones se fundan en do s actitudes diferentes que se observan

no sólo en los individuos, sino además en las institucio-

nes, comunidades y movimientos sociales. La posición

«fundamentalista» pretende reconquistar la sociedad en-

tera para restaurar los antiguos valores y tradiciones. De

esta forma, en las sociedades occidentales los políticos han

intentado un a y otra vez, aunq ue con poco éxito, explotar

para su p ropio beneficio las actitudes qu e se asocian con

este anhelo. El Primer ministro británico John Major, con

su retorno a los

b sic ualues

es sólo el político más re-

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  2 MODERNIDAD,

PLURALI SMO

Y CRISIS

ciente que ha descubierto esta realidad, para su desgracia,

En «contraste», las posiciones «relativistas» desisten

dei

intento de reivindicar cualquier tipo de valores y reservan

de sentido comunes. Los teóricos posmodernos hacen

de

la necesidad una virtud e incluso trasladan el pluralismo

de la sociedad al interior del individuo acosado.

Ambas reacciones son indebidas e incluso pueden

volverse peligrosas. En su variante radical la posición

«fundamentalista» conduce a la autodestrucción cuando

determina la acción de grupos débiles. Lo otro Fremde)

es destruido si los grupos fuertes asumen esa actitud. En

su forma moderada, esa actitud conduce a la eguetiza-

ciónw del «propio» grupo dentro de la sociedad general.

Ahora bien, esto no es fácil de lograr y sus costos son di-

versos, como lo demuestra el caso de los amish en Pensil-

vania, de los judíos hasídicos en Nueva York, de los arge-

linos en Francia, de los turcos en Berlín-Kreuzberg, etc.

Ni la posición «fundamentalista» ni la «relativista» pue-

den conciliarse con la razón práctica, y la «relativista»

adolece además de contradicciones internas. Si se pusiera

en práctica daría motivo para que el individuo fmalrnen-

te abandonase la sociedad. Una persona que acepta por

igual normas absolutamente distintas y mutuamente con-

tradictorias no podrá realizar acciones coherentes, de las

cuales pueda responsabilizarse. Esa persona será incapaz

de explicar razonadamente por qué actúa de una manera

y no de otra; sus acciones parecerán del todo arbitrarias

y

nadie tendrá la seguridad de que no cambiará por com-

pleto de carácter en el futuro. En consecuencia, los indi-

viduos que ya no son responsables de sus acciones no

RESOLUCIÓN SOCIAL DE

LAS

CRISIS DE SEN I II>O

pueden cumplir con las obligaciones mutuas que son pro-

pias de las relaciones sociales. Se perdería el mínimo nivel

de recíproco respeto que es esencial para la existencia de

las comunidades de vida y por ende de toda una socie-

dad. Con todo, mientras los «fundamentalistas» actúan

según sus creencias, los «relativistas» se limitan a hablar.

Para juzgar de qué manera pueden ser contrarresta-

das las crisis de sentido de las sociedades modernas, es

fundamental advertir que dos características estructura-

les muy distintas de la sociedad moderna tienen conse-

cuencias muy distintas. La diferenciación estructural de

la función

y

su organización instrumentdmente racional

en la economía, la administración y

el

sistema jurídico) y

el pluralismo moderno son algunas de las precondiciones

para disfrutar de la larga lista de ventajas que las socieda-

des modernas pueden ofrecer a sus miembros: la prospe-

ridad económica y la seguridad, no sólo material sino

también psíquica, que proporcionan un Estado benefac-

tor sometido al imperio del derecho y una democracia

parlamentaria. Las mismas características estructurales

son, sin embargo, responsables además de que las socie-

dades modernas ya no tengan que desempeñar la función

antropológica básica que todas las sociedades han cum-

plido a saber, la generación, transmisión y conservación

de sentido) o, al menos, de que las sociedades modernas

ya no realicen esta tarea con el mismo grado de éxito re-

lativo con que lo hicieron otras conformaciones sociales

anteriores. Las sociedades modernas pueden contar con

instituciones especializadas para la producción y transmi-

sión de sentido, o pueden haber permitido el desarrollo

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  4 MODERNIDAD

LURALISMO CRISIS

de las mismas pero ya no son capaces de transmitir o de

mantener a nivel global sistemas de sentido y de valores

destinados a toda la sociedad. La estructura de las socie-

dades modernas junto con la riqueza y otros beneficios

también crea las condiciones para la aparición de crisis de

sentido subjetivas e intersubjetivas.

Si en la sociedad moderna no hubiera procesos y es-

tructuras que permitan contrarrestar el estallido y la pro-

pagación de las crisis de sentido entonces aquélla sería el

huésped más fértil para las crisis de sentido pandémicas.

Se trataría sin duda de un alto precio que las sociedades

modernas tendrían que pagar por disfrutar de esa protec-

ción y seguridad cuyas causas son las mismas que las de

las crisis. Las curas radicales que se han propuesto para las

supuestamente graves enfermedades de la sociedad mo-

derna obedecen a que la atención se concentra de modo

exclusivo en ese alto precio sin considerar los beneficios

alcanzados al mismo tiempo. En los casos en que regíme-

nes de regresión totalitaria intentaron de hecho poner en

práctica tales remedios éstos resultaron ser más nocivos

que la enfermedad.

Aun así no vale la pena intentar siquiera juzgar de ma-

nera imparcial las ventajas y desventajas de ese cálculo ya

que sus premisas son falsas. La reconstrucción de estruc-

turas premodernas con una reserva única de sentido y de

valores generalmente válida y que se da por supuesto no

puede compararse con una sociedad cuya riqueza mate-

rial es desbordada por una crisis general de sentido. To-

dos los intentos por restaurar las estructuras

premoder-

nas de la sociedad que sólo pueden ser exitosos si se

emplean los medios de coacción modernos han fracasa-

do tarde o temprano. De cualquier modo este punto es

menos importante en este contexto que el hecho de que

se tiene una idea distorsionada respecto de cuál es el ca-

rácter de las sociedades modernas. Precisamente en estas

sociedades cuyas estructuras básicas ofrecen las condicio-

nes para la aparición de crisis de sentido y la posibilidad

de que éstas se propaguen algunos procesos específicos

de neutralización han creado estructuras que han impedi-

do su proliferación desenfrenada y evitado que afecten a

toda la sociedad. Nosotros hemos procurado compren-

der la más importante de esas estructuras empleando el

concepto de «instituciones intermedias». En la sección

anterior se analizaron sus aspectos positivos y negativos.

En términos simples: la causa de las incipientes crisis de

sentido se encuentra en la estructura básica de las socie-

dades modernas. En estas sociedades sin embargo tam-

bién hay estructuras parciales principalmente las «insti-

tuciones intermedias» que impiden que estas crisis de

sentido se agraven hasta afectar a toda la sociedad. El

grado de éxito que aquéllas puedan tener depende de su

calidad y cantidad. Si existen condiciones estructurales

básicas similares el nulo desarrollo de las fuerzas neutra-

lizadoras o su abierto debilitamiento pueden dar lugar a

la propagación de crisis de sentido mientras que su for-

talecimiento puede ayudar a contenerlas.

A partir de este argumento podemos inferir uno de

los pocos métodos razonablemente realistas que permi-

ten a las sociedades afrontar

«terapéuticamente» las crisis

de sentido. No deberíamos forjarnos ilusiones acerca de

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116 MODERNIDAD, PLURALISMO Y CRISIS

la causa principal d e las crisis de sentido, es decit: las es-

tructuras básicas d e la sociedad moderna. N o existe

anti

doto para la diferenciación y

el

pluralismo qu e no haya

resultado ser un veneno mortal. Las instituciones inter-

medias sólo son capaces d e administrar dosis homeopáti-

cas que n o eliminan las causas, por mucho que logren ate-

nuar el desarrollo de la enfermedad

y

aumentar el grado

de resistencia a ella. Sólo consiguen m antener las crisis de

sentido en su for ma incip iente y evitan que se agraven.

El

paciente es mantenido con vida en un estado que, aparte

de una con stante propensión a las crisis de sentido, no re-

sulta particularmente desagradable.

Ent re la imposibilidad de la reacción «relativista»

fren-

te a la modernid ad y

las

alarmantes posibilidades del

< m-

dam entalism o~, e ubica otra posición. Ésta consiste en in-

tentar, en toda la medida de lo posible, reconaliarse con

las consecuencias negativas d e la diferenciación estructu-

ral y el pluraüsmo modern o. Aun cuando nos oponem os al

peligro de

la

desuucción de

la

sociedad mod erna por la re-

gresión totalitaria, no vemos nin ún motivo para partici-

par en la celebración del pluralismo moderno. A pesar de

su modestia, este prog rama es, a nuestro juicio, realista:

las

instituciones intermedias deberían ser apoyadas

allí

donde

no encarnan actitudes fundam entalistas,allí don de susten-

tan los «pequeños mundos de la vida»

kkinen Lebens

welten)

un término acuñado po r Benita Luckmann ños

atrás) de comunidades d e sentido y de fe, y allí donde sus

miembros se desarrollan como po nado res d e una «socie-

dad civil» pluralista. E n los «p equeño s mundos de la vida»

los diversos sentidos ofrecidos por las entidades que los

RESOLUCIÓNSOCIAL DE LAS

CRISIS

DE SEN l II>O

1 1 7

i

comunican no son simplemente «consumidos», sino que

son objeto d e una apro piación comunicativa

y

procesados

en form a selectiva hasta transformarse en elementos d e la

comunidad d e sentido

y

de vida.

Esta posición básica, carente de espectacularidad,

pero en ningún caso pasiva, tiene repercusiones además

para las políticas de los medios de comunicación -mucho

más que para las políticas sociales y culturales del Esta-

d- Es responsabilidad de los dirigentes de las entidades

que transmiten sentidos -por ejemplo los med ios de co-

municación- apoyar a las instituciones intermedias den -

tro del contexto de un mercado abierto de sentidos, sin

restricciones.

Y

ésta es una me dida qu e se sitúa en el

ám-

bito de lo posible. En lo referente al contenido , estos diri-

gentes debieran seguir una vía intermedia entre el col eai-

vismo dogm ático de los «fundamentalistas» y el solipsismo

precario de la «posmodernidad». En las sociedades occi-

dentales modernas, las po líticas sociales y culturales cum -

plen muchas funciones en parte contradictorias. Si nues-

tras consideraciones se acercan a la verdad, debería

advertirse con claridad hacia d ón de es necesario orientar,

en

materia de políticas sociales

y

cultu rales, los principales

esfuerzos del Estado -y de los organismos no estatales

responsables

y

com peten tes- destinados a hacer frente a

las incipientes crisis de sen tido: hacia la prom oción y el de -

sarrollo de las instituciones intermedias de una «sociedad

civil>pluralista, apoyán dolas en su calidad de fuentes de

sentido para las comu nidades de vida

y

de fe.

Co mo ya se señaló, no siempre resulta fácil identificar

las instituciones intermedias. Pueden ser reconocidas por

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  8 MODERNIDADL UR L IS M O Y CRISIS

sus efectos pero no por la forma en que se refieren

a

1

mismas. Por añadidura no hay una fórmula sencilla que

nos señale cuál es la manera más eficaz de apoyar a es ta

instituciones. Aun así al parecer este doble problema

po

dría resolverse mediante la investigación empírica. El que

exista o no la voluntad d e respaldar verdaderamente a las

instituciones intermedias es otro problema que depende

de las grandes ideologías y de la política cotidiana de los

partidos así como de los intereses comerciales de las en-

tidades responsables de comunicar sentido. En el mejor

de los casos los intelectuales pueden contribuir a generar

esa voluntad en el mundo de la política y de los negocios

pero no pueden responsabilizarse por la conducción del

compromiso de apoyar a dichas instituciones.

PERSPECTIVAS

En l análisis anterior aludirnos en varias ocasiones a

preguntas que sólo pueden ser respondidas por medio de

una exhaustiva investigación empírica. Nuestra argumenta-

ción

giró

en tomo a una problemática compleja y múltiple:

la estructura del sentido en las sociedades modernas des-

de la base antropológica de la constitución del sentido en

la

acción y en la vida humanas hasta las condiciones específi-

cas de las crisis de sentido en l mundo moderno. De modo

que no resulta sorprendente que el estado de

la

investiga-

ción en la mayona de las distintas esferas de problemas se

caracterice por la existencia de preguntas antes que solu-

ciones. Eso significa que aparte de las preguntas de investi-

gación a las que ya nos hemos referido es preciso esclarecer

una serie de problemas a través de

la

indagación empírica.

l comenzar esta investigación describimos la constitu-

ción del sentido desde la separación de las experiencias in-

dividuales en la corriente general de la conciencia hasta

el

proceso mediante el cual éstas son relacionadas con otras

experiencias. Hemos sostenido que el sentido de las ex-

periencias individuales se encuentra en esquemas de expe-

riencia que el sentido de los esquemas de experiencia se en-

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12

MODERNIDAD,

PLUR LISMO

Y

RISIS

cuentra en patrones d e acto, y que el sentido de estos últi-

mas se encuentra en categorías generales de conducta de

vida. Hemos visto que el sentido de los diferentes esque-

mas, patrone s y categorías se ubica a diferentes distancias

de la configuración supraordinal de valores. Podría afir-

marse que el sentido d e toda experiencia y acción, y cierta-

mente d e la conducta d e vida, se determina con referencia

a valores supraordinales, vale decir moralmente relevantes.

Sin embargo , el sentido d e algunos esquemas de experien-

cia y acción se encuentra explícita y directamen te relaciona-

do con valores, mientras que en otros casos

el

vínculo con

valores sup raordinales es indirecto e implícito. La relevan-

cia moral de estos últimos sólo se pued e esclarecer al anali-

zar los lazos que conducen desde el esquema hasta los valo-

r s supraordinales, y al explicitar las relaciones de valor

implícitas. El carácter moral de una acción que queb ranta la

máxima «si encuentro una billetera en la c d e , a entrego en

la oficina de objetos perdidos», es obvio. Po r el contrario, si

alguien comenta que d a sopa está caliente*, la implicación

(moral) es clara sólo si sabemos que quien habla n o ha pre-

parado la sopa y que el cocinero pued e oír lo que decimos.

El

asunto sería más claro si el que habla hubiera dicho:

«¡Otra vez me has servido la sopa demasiado caliente ».

Estas distinciones con respecto a las connotaciones mo-

rales d e distintos esquemas de experiencia y acción son úti-

les si uno desea analizar sistemas de sentido y d e valores,

si nuestra preocupación central gira en tom o a los aspectos

morales del sentido. Estas distinciones nos permiten ras-

trear la transformación de las configuraciones supraordi-

nales de valores en norm as de acción y máximas, paso por

paso, hasta llegar al nivel de la acción ordinaria y co tidiana.

Al analizar los sistemas de valores y de sentido en las

sociedades modernas es necesario salvar dificultades parti-

culares. Como ya hemos visto, en las sociedades modernas

s imposible hablar d e un orden de valores único y d e apli-

cación general. Puede ser cierto que haya aún elementos

de una moral general fuera del sistema legalizado de no r-

mas de condu cta. Con todo, sin la ayuda de una cuidado-

sa investigación no resulta fácil determinar en qué podrían

consistir y si juntos constituyen un m arco de moral esta-

blecida. To do p arece indicar que hay una multiplicidad de

morales, distribuidas a través de diferentes comunidades

de vida

y

de fe, que pueden identificarse como «catecis-

mos parciales»

y

programas ideológicos particulares. Has-

ta qué p unto estas diferentes morales - e n este caso no

nos referimos a la ética de determinadas esferas funcio-

nales (ética médica, ética com ercial, etc.), lo cual ya anali-

zamos- poseen elementos comunes, es una pregunta

abierta qu e las actuales investigaciones no han podido res-

ponder aún de un modo satisfactorio. Incluso si no exis-

tieran dichos elementos compartidos, eso no quiere decir

que las personas en las sociedades modernas no orienten

su acción

y

su compartim iento en la vida hacia valores su-

praordiales que tienen validez en sus comunidades de

vida y de fe. Incluso aquellos que actúan «inm oralmente» ,

por lo general se adaptan a la moral imperan te al intentar

ocultar o excusar su infracción de las normas (la hipocre-

sía es el homenaje q ue el vicio rinde a la virtud).

En tod o caso, en las sociedades modernas los indivi-

duo s tienen que superar tanto la inseguridad d e sentido

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  22 MODERNIDAD, PLURALISMO Y CRISIS

como la incertidumbre en la justificación moral. En pri-

mer lugar, no pueden suponer que lo que consideran

bueno y correcto sea estimado bueno y correcto por otras

personas; en segundo lugar, los individuos no siempre sa-

ben qué es bueno y correcto -incluso para sí mismos-.

Las instituciones cuentan con su organización instnunen-

talmente racional que determina de manera objetiva la

acción y, quizás, algún tipo de ética específica. Las comu-

nidades de vida con diferentes reservas de sentido no es

tán separadas entre sí por elevados muros de protección

y las comunidades de fe, por así decirlo, atraviesan la so-

ciedad en todas direcciones. Es más, gracias a los medios

de comunicación masiva, las distintas reservas de sentido

se han vuelto accesibles para todos.

La investigación debe dirigirse hacia tres niveles de la

producción, la transmisión y la recepción de sentido: a)

hacia la comunicación masiva; b) hacia la comunicación

cotidiana dentro de las comunidades, y c) hacia las insti-

tuciones intermedias que actúan con ese carácter entre las

grandes instituciones, las comunidades y el individuo.

El nivel de la comunicación de masas: los contenidos

de las comunicaciones de masas tienen una carga moral, en

parte implícita por ejemplo, en la publicidad y en los re-

portajes periodísticos) en ocasiones más directa por

ejemplo, en las películas del género policial y en películas

sobre la naturaleza), y a veces abordan conscientemente

aspectos morales de la vida individual y de la sociedad

por ejemplo, sermones televisivos, comentarios políticos).

En este respecto hay algunas diferencias entre las organi-

zaciones «públicas» de difusión los medios de comuni-

PERSPECTIVAS 123

cación privados, aunque todavía no sabemos realmente

cuán profundas pueden ser esas diferencias. Con todo, re-

sulta claro que los medios de comunicación masiva son

utilizados explícitamente por empresarios morales de dife-

rentes categorías para sus propios fmes, al igual que por el

Estado, las Iglesias, las asociaciones de beneficencia, como

representantes de comunidades de opinión con programas

bastante distintos ambientalismo, protección de mino-

rías étnicas, sexuales u otras).

El nivel del individuo en la vida cotidiana de comuni-

dades de diversos tipos: en la comunicación verbal cotidia-

na en el núcleo familiar, en el bar, en conversaciones entre

vecinos, en el lugar de trabajo en las comunidades de opi-

nión, siempre que aún no puedan considerarse institucio-

nes intermedias con un nivel superior de organización, ya

que en ese caso tendrían que incluirse en la próxima cate-

goría) se observa una constante moralización: en las quejas,

en las excusas, en las referencias a conjuntos específicos de

normas, en los chismes, etc. Los aspectos morales de la co-

municación pueden referirse a personas que están presen-

tes por ejemplo en las recriminaciones mutuas) o bien

aludii a alguien ausente por ejemplo en los chismes), o

pueden vincularse en términos generales a ciertos casos

como ocurre en las discusiones entre los miembros de una

familia en tomo a un hecho mostrado en la televisión; por

ejemplo, las acusaciones contra Maradona).

El nivel de las instituciones intermedias: se trata, como

ya se argumentó, de un asunto particularmente proble-

mático, ya que en primer lugar debemos determinar qué

es lo que pertenece a esta categoría, lo cual no podemos

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124 MODERNIDAD,

PLUR LISMO

Y CRISIS

establecer de manera inequívoca sin antes haber iniciado

la investigación. Con todo, es po sible afirmar con c ierto

grado d e confianza que en las instituciones intermedias se

incluyen comunidades de opinión organizadas a nivel lo-

cal por ejemplo grupos ecológicos; instituciones tales

como las Iglesias, en la medida en que sus raíces locales

sean suficientemente profundas para servir como fuentes

de sen tido de las comunidades d e vida; posiblemente or-

ganizaciones partidistas a nivel local, y asociaciones d e di

versos tipos). Cuáles de estas agrupaciones merecen el

tulo d e institución intermediaria, es algo que sólo podrá

determinarse una vez q ue se hayan analizado sus modos

de funcionamiento a nivel local. Si no actúan como m e-

diadoras en tre las grandes instituciones de la sociedad y

los individuos en sus comunidades d e vida, entonces no

son verdaderas instituciones intermedias.

En el caso ideal, las instituciones intermedias tienen

una cara d e Jano . Miran «hacia arriba», en dirección a

las grande s instituciones, y «hacia abajo», en d irección a

la

existencia del individuo. D e este mod o n o sólo transmiten

reservas de s entido desd e la «cima» hacia la «base», sino

que además, tal como lo sugiere la idea de «sociedad ci-

viL> esde la «base» hacia «arriba». Podría parecer, sin

embargo, que esto es bastante raro; después de exam inar

esta área deberíamos ser capaces de determinar si el es-

cepticismo generalizado se justifica igualme nte en d istin-

tas sociedades. Sería impor tante resp onder a esta pregun-

ta

Sobre la base de lgun s investigaciones y consideraciones

previas, al parecer tenemos que supon er q ue suele haber

grandes discrepancias entre la moral ofrecida por el Esta-

PERSPECTIVAS 125

do , las Iglesias y otros «empresarios de la moral» q ue con-

tactan con el individuo a través de los medios d e comu-

nicación d e masas, y los valores que s ustentan los propios

individuos. A nivel de la comunicación cotidiana, por

ejemplo den tro del núcleo familiar, estas «opciones mora-

les» no son simplemente «consumidas», sino que son pro-

cesadas comunicativamente, seleccionadas, rechazadas y

adaptada s a las propias circunstanc ias del individuo. Aun

así, no debería subestimarse a brecha qu e se abre entre las

recomendaciones morales de los medios de difusión y la

realidad cotidiana. Si se exhorta a la tolerancia <<des.de

arriba», es te mensaje rara vez influirá decisivamente en la

actitud de los individuos si no ha sido asimilado dentr o

de los sentimientos compartidos de «su» com unidad me-

diante un esfuerzo comunicativo conjunto.

Respecto d e las instituciones intermedias, la du da más

importan te es, co mo ya se señ aló, si acaso éstas actúan re

almente como m ediadoras, y si acaso lo hacen en ambas

direcciones. La respuesta empírica a este interrogante de-

terminar á si, en términos generales, las sociedades moder-

nas son capaces de con trolar las siempr e latentes crisis de

sentid o, lo que a nue stro juicio es prob able. Sólo si las ins-

tituciones intermedias garantizan que los patrones subjeti-

vos de experiencia y acción de los individuos contribuyen

a la nego ciación y objetivación social del sentido , los indi-

viduos no se sentirán como completos extraños en el mun-

do moderno, y sólo entonces será posible evitar que la

identidad de la persona individual y la coherencia inter-

subjetiva de la sociedad se vean amenazadas o inclu so des-

truidas po r una m odernida d acosada por la crisis.