1/2 día del Domingo Nº 2

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Revolución a Diario DOMINGO 10 DE NOVIEMBRE DE 2013 / CIUDAD COJEDES 1/2 DÍA DEL DOMINGO 1 MANUEL ABRIZO ½ DÍA DEL DOMINGO E l Baúl es un pueblo pequeño, con no más de cinco mil habitantes, considerado “la cuna de los arpistas de Venezuela”. La razón de que esa tierra moldee tantos talentos es un misterio. La respuesta, quizás, esté “soplando en el viento”, como diría Bob Dylan. El aire bauleño siempre ha estado cruzado por el sonido del ar- pa, del cuatro, la bandola, las maracas. Y esta cualidad se hunde en el pasado: en el siglo XIX un cura se quejaba a sus superiores de los continuos jolgorios y el bullicio de los pobladores, quienes no salían de una fiesta al golpe del fandango, antecesor del joropo. De allí son Amado Lovera, Cándido Herrera, Silvio Cancines, Inés Carrillo, Freddy Cancines, Lionzo Vera, Víctor Lemus, todos ellos miembros de la selecta lista de habilidosos ejecutantes del popular instrumento musi- cal criollo. Para 1941, cuando nace Amado Lovera, todavía en El Baúl quedaba cierto brillo de un pasado de esplendor eco- nómico. El pueblo fue uno de los más prósperos del llano gracias al comercio de plumas y cueros que venían de Apure en bongos que navegaban por el río Portuguesa. Lovera asegura que la atracción por la música era algo natural. Uno creció viendo a otro tocando, y le gustó. Le agarró el gusto al asunto. No hubo escuela y aún no la hay”. Sin embargo, cuando en los momentos de reflexión, echa la película personal hacia atrás, tratando de hurgar en el origen de su vocación, aparecen capítulos que evoca con placer, y hasta con nostalgia. En primer lugar está Ma- ría Apolonia de Lovera, su madre de crianza, a quien le de- cían Pola. Y con ella un pilón. Dibujando con las manos el ir y venir de la maceta, Lo- vera recrea el ritmo producido por el golpeteo: “Yo le ayudaba a pilar. Pilábamos primero a dos manos. Una mano de pilón ella, una mano de pilón yo. El sonido y el ritmo acompasado con una mano de pilón es cha cha, cha cha, cha cha. Después con las cuatro manos ( una maceta de pilón en cada mano e intervalos más rápidos): chacha, chacha, chacha, chacha. Tiene que haber un equilibrio y armonía entre las cuatro manos para que no choquen entre sí. A mí me gustaba mucho porque yo veía el producto de lo que habíamos hecho. De ahí mi mamá hacía arepas, empanadas, y arepitas dulces, y yo vendía todas esas cosas”. Junto a “mamá Apolonia”, su cuñado Alí Jiménez ocu- pa un lugar especial. Era un hombre de una calidad hu- mana extraordinaria. Alegre. Le gustaba cantar, y bailaba muy bien. Con su cuñado fue a Roque, al sur de El Baúl, entre La Unión y Guadarrama, en donde vivió momentos inolvidables. Por allí, rasguñado por el arañagato, se ex- travió en la sabana, buscando el hato Manirote donde vi- vían unas muchachas. Jiménez, más que cuñado era un amigo, lo estimuló mucho. Lo presentaba a sus conocidos y les decía: Sonidos de la Casa El CHA CHA CHA de “Uña de Oro” Manuel Abrizo Pág. 1 y 2 Sonidos de la casa EL CHA CHA CHA DE “UÑA DE ORO” 02 Camino del Río Arpa Legendaria, la suya Miguel Pérez Pág. 3 Dirección: Miguel Pérez Coordinación Editorial: Daciel Pérez Diseño y Diagramación: Luis Daboe Correo electrónico: [email protected] @1/2díadeldomingo ensayo música RAZÓN poesía cultura BELLEZA arte narrativa y REVOLUCIÓN ideas AMADO LOVERA (2013) de Richard Oviedo Carboncillo sobre papel, 45 x 35 cm Briznas al Viento Tres poemas de Alberto Arvelo Torrealba Pág. 4

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Suplemento Cultural dedicado a Amado Lovera "Uña de Oro de Venezuela".

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R e v o l u c i ó n a D i a r i o DOMINGO 10 DE NOVIEMBRE DE 2013 / CIUDAD COJEDES 1/2 DÍA DEL DOMINGO 1

MANUEL ABRIZO

½ DÍA DEL

DOMINGO

El Baúl es un pueblo pequeño, con no más de cinco mil habitantes, considerado “la cuna de los arpistas de Venezuela”. La razón de que esa tierra moldee

tantos talentos es un misterio. La respuesta, quizás, esté “soplando en el viento”, como diría Bob Dylan. El aire bauleño siempre ha estado cruzado por el sonido del ar-pa, del cuatro, la bandola, las maracas. Y esta cualidad se hunde en el pasado: en el siglo XIX un cura se quejaba a sus superiores de los continuos jolgorios y el bullicio de los pobladores, quienes no salían de una fiesta al golpe del fandango, antecesor del joropo.

De allí son Amado Lovera, Cándido Herrera, Silvio Cancines, Inés Carrillo, Freddy Cancines, Lionzo Vera, Víctor Lemus, todos ellos miembros de la selecta lista de habilidosos ejecutantes del popular instrumento musi-cal criollo.

Para 1941, cuando nace Amado Lovera, todavía en El Baúl quedaba cierto brillo de un pasado de esplendor eco-nómico. El pueblo fue uno de los más prósperos del llano gracias al comercio de plumas y cueros que venían de Apure en bongos que navegaban por el río Portuguesa.

Lovera asegura que la atracción por la música era algo natural. “Uno creció viendo a otro tocando, y le gustó. Le agarró el gusto al asunto. No hubo escuela y aún no la hay”.

Sin embargo, cuando en los momentos de reflexión, echa la película personal hacia atrás, tratando de hurgar en el origen de su vocación, aparecen capítulos que evoca con placer, y hasta con nostalgia. En primer lugar está Ma-ría Apolonia de Lovera, su madre de crianza, a quien le de-cían Pola. Y con ella un pilón.

Dibujando con las manos el ir y venir de la maceta, Lo-vera recrea el ritmo producido por el golpeteo:

“Yo le ayudaba a pilar. Pilábamos primero a dos manos. Una mano de pilón ella, una mano de pilón yo. El sonido y el ritmo acompasado con una mano de pilón es cha cha, cha cha, cha cha. Después con las cuatro manos ( una maceta de pilón en cada mano e intervalos más rápidos): chacha, chacha, chacha, chacha. Tiene que haber un equilibrio y armonía entre las cuatro manos para que no choquen entre sí. A mí me gustaba mucho porque yo veía el producto de lo que habíamos hecho. De ahí mi mamá hacía arepas, empanadas, y arepitas dulces, y yo vendía todas esas cosas”.

Junto a “mamá Apolonia”, su cuñado Alí Jiménez ocu-pa un lugar especial. Era un hombre de una calidad hu-mana extraordinaria. Alegre. Le gustaba cantar, y bailaba muy bien. Con su cuñado fue a Roque, al sur de El Baúl, entre La Unión y Guadarrama, en donde vivió momentos inolvidables. Por allí, rasguñado por el arañagato, se ex-travió en la sabana, buscando el hato Manirote donde vi-vían unas muchachas. Jiménez, más que cuñado era un amigo, lo estimuló mucho. Lo presentaba a sus conocidos y les decía:

Sonidos de la CasaEl CHA CHA CHA de

“Uña de Oro”Manuel Abrizo

Pág. 1 y 2

Sonidos de la casaEL CHA CHA CHA DE “UÑA DE ORO”

02Camino del Río

Arpa Legendaria, la suya

Miguel Pérez Pág. 3

Dirección: Miguel PérezCoordinación Editorial: Daciel PérezDiseño y Diagramación: Luis DaboeCorreo electrónico: [email protected] @1/2díadeldomingo

ensayo música RAZÓN poesía cultura BELLEZAarte narrativa y REVOLUCIÓN ideas

AMADO LOVERA (2013)

de Richard OviedoCarboncillo sobre papel, 45 x 35 cm

Briznas al VientoTres poemas de Alberto

Arvelo Torrealba

Pág. 4

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2 1/2 DÍA DEL DOMINGO CIUDAD COJEDES / DOMINGO 10 DE NOVIEMBRE DE 2013 R e v o l u c i ó n a D i a r i o

Foto de Manuel Abrizo

“TOCA MUY BIEN EL ARPA; ÓYELO”.Recuerda que había dos rokolas en El Baúl. Una de ellas estaba en un bar en casa de Manuel Fleitas, en el Paso Real. El aparato cambia-ba de colores. “Yo picaba leña y vendía la cuenta de leña, 400 asti-llas, por diez bolívares. Cinco bolí-vares de esos diez los gastaba en arepitas dulces, que hacía una se-ñora llamada Candelaria; me gus-taba mucho las arepitas dulces. De los otros cinco bolívares, le da-ba tres a mi mamá, y le metía dos a la rokola para oír mi música des-de la calle, porque no me dejaban entrar al botiquín. Yo me escon-día a escuchar aquellos pasajes de los Torrealberos (el grupo de Juan Vicente Torrealba): Concierto en la llanura, Aquella noche, Desilu-sión, Rosa Angelina, que cantaba Mario Suárez, y ese Seis por dere-cho y Las ramas del guayabo, de Pedro Emilio Sánchez, con Los Co-pleros del Camino, y el conjunto Palmarito, que dirigía Valentín Carucí. La otra rokola estaba cerca de mi casa, al lado del mamón. El dueño tenía un arpa”.

En esas rokolas marcaba una y otra vez las teclas de Tierra Negra, interpretada por el legendario An-gel Custodio Loyola. La letra de Tierra Negra (Adios llanos del oes-te, matorrales y caminos…) la te-nía metida entre ceja y ceja. Soña-ba con ella.

“ En El Baúl había un cuatrista que formó parte de Los Torrealbe-ros, llamado Rogelio Arvelo, le de-cían Arvelito. Es el compositor de La Enramada, canción a la que Va-lentín Carucí le escribió la letra. Arvelito un día vino al pueblo a vi-sitar a sus familiares y llegó a casa de Rafael Vidal, quien tenía un ar-pa, y se puso a tocar Concierto en la llanura, y esas canciones de los Torrealberos. Yo quedé maravilla-do. Un día le dije a Rafael Vidal que me prestara el arpa, y me puse a templar las cuerdas. Saqué esa can-ción Tierra Negra. La puntearía con un dedo, pero la saqué. Me emocioné muchísimo. Tenía como trece años. Le dije a un señor lla-mado César Santos, a quien le de-cían Santote, que me hiciera un ar-pa, y mi mamá, para complacer-me, vendió un cochinito que le ha-bía costado 25 bolívares. Lo mío fue rápido. A los tres meses de es-tar dándole al arpa conocí, en casa de Carlos Loreto, a Valentín Caru-cí, quien me invitó para Caracas. El arpa que me gustó fue el arpa to-rrealbera, de melodía, el arpa ro-mántica. El estilo mío es el torreal-bero. Yo tocaba el cuatro en las pa-rrandas de aguinaldo después que murió mi papá, y traía ese entu-siasmo por la música”.

En Caracas, invitado por Caru-cí, hizo realidad un sueño: entrar a

Las cuerdas del arpa de

Amado Lovera siguieron

sonando como en sus

mejores tiempos. El músico

bauleño decía que la

música venezolana se ha

distorsionado un poco y que

ya no está de moda cantarle

bonito a las mujeres

Radio Difusora Venezuela, y partici-par en el programa Brindis a Venezue-la, espacio en vivo que marcó una época de oro en la música venezola-na. Por ahí pasaron las grandes estre-llas: Magdalena Sánchez, Rafael Mon-taño, Mario Suárez, Adilia Castillo, Víctor Morillo, Los Llaneros del Oeste con el maestro José Romero Bello.

“Cuando llego a Caracas que conoz-co a toda esa gente, bueno imagínate cómo me puse. Llegamos a una pen-sión de la señora Juanita Marín. Allí vi-vían Cándido Herrera, José Romero Bello, Eneas Perdomo, Miguelito Ro-dríguez, que era un arpista de corte estilizado, Melesio García, un coplero que cantaba con el Indio Figueredo, y

Joseíto Romero, el hijo de José Ro-mero Bello, que estaba apren-diendo a tocar. A nosotros lo que nos interesaba era aprender a to-car el arpa, porque teníamos las tres comidas muy buenas.

En Caracas conocí a Juan Vi-cente Torrealba, de quién recibí clases por casi un año. Creo que fui el único arpista que él le dio clases así. Mi estilo es parecido al suyo. Para mi Juan Vicente To-rrealba es lo máximo, es el arpis-ta más grande. El es el creador del pasaje estilizado”.

En Nueva York, durante una gi-ra con Mario Suárez, un grupo de periodistas y cronistas latinoame-ricanos, lo apodaron “Uña de oro”, por su habilidad y talento para tocar el arpa.

Grabó un primer disco con Adi-lia Castillo, y desde allí arrancó la carrerea de éxitos de Amado Lo-vera como solista o acompañan-do a los mejores artistas criollos, y un bojote de afuera (Pedro Var-gas, Plácido Domingo, Chuco

Avellanet). Entre discos de acetato, discos compactos, y casetes, tiene más de 500 producciones. Consi-dera a Mario Suárez, con quien cumplirá 50 años trabando, como el mejor interprete de música ve-nezolana estilizada; Alfredo Sadel fue el que llevó más lejos su voz.

“Yo no vivo del pasado, pero re-cientemente comentaba con Ma-rio Suárez, que antes las canciones eran bonitas, poéticas, hablaban bien de las mujeres. Ahora la can-ción se fue para otro lado. Y la mú-sica nuestra se ha descompuesto un poco. Estamos perdiendo iden-tidad. He escuchado a muchos compositores decir que pasó de moda cantarles bonito a las muje-res, referirse al paisaje, las garzas volando. O como decía Germán Fleitas Beroes: El alma se me con-mueve/ las garzas vienen llegando/ con su vuelo triste y leve/, y los ár-boles van quedando/ como cubier-tos de nieve. Eso es en el Estero de Camaguán con los árboles blanqui-tos por las garzas. Ahora eso es feo”.

Foto de Manuel Abrizo

De cuando Alfredo Sadel pensó que el arpa criolla era un piano

Alfredo Sadel, no para mí, si-no para todo el pueblo vene-zolano ha sido el artista más completo, que ha dado esta tierra de Bolívar. Él confiaba mucho en lo que yo hacía. Claro nosotros los músicos criollos, en la mayoría, so-mos músicos de inspiración, ahora en este tiempo es que nos hemos preparado a la lectura y la escritura, pero anteriormente era puro oí-do, lo que llama uno músico de guataca, eso es un oído fe-nomenal, porque el cantan-te va por aquí y uno se aco-pla rápidamente.

Alfredo Sadel, estaba tra-bajando en un negocio en Caracas y empezó a cantar boleros, ligando uno con otro, como un popurrí; creía que lo que tenía ahí era un piano, y es un arpa. El arpa criolla es muy limitada, por-que es un arpa diatónica, no es con la afinación del pia-no, que es cromática. Enton-ces yo me la ingeniaba y ha-cía los bemoles y los sosteni-dos, el hombre quedó muy complacido.

Después se fue a cantar a un negocio que tenía una or-questa, Ud. sabe que los mú-sicos de orquesta tienen su partitura, ellos van a tocar lo

que está escrito ahí, y él qui-so hacer la misma gracia. Claro, es un momento de inspiración, porque Alfredo Sadel era un hombre muy preparado, inclusive dirigía orquestas y hacía arreglos, pero en ese momento se le salió esa. Y les formó un za-peroco a los músicos, por-que quiso hacer la misma mezcolanza que hizo con-migo, que era un asunto de guataca, como decimos no-sotros, y ellos están tocando lo que está escrito. Les dijo: “Oye vale, vengo de cantar con un conjunto criollo y me acompañó perfectamen-te, y ustedes no pueden a-compañarme, dieciocho a-ños perdidos”. Dieciocho años de música. Pero bueno son cosas que se entienden.

Y me dijo un día Alfredo Sadel: “Oye vale, a ti lo últi-mo que te falta por acompa-ñarme es opera”. Y yo le dije ARRÁNCATE.

FRAGMENTO DE UNA ENTREVISTA QUE CON-CEDIERA AMADO LOVERA A LA FUNDACIÓN CASA NACIONAL DEL ARTISTA, PARA EL ESPA-CIO VOZ DE LOS CREADORES DE VENEZUELA.

En: http://www.vozdeloscreadores.gob.ve/contenido/AAM/artistas/amado_lo-vera.html

El 03 de septiembre de 2013, a las 07:00 pm, en la Av. Municipal, justo al frente del Aparto hotel la Llovizna, cerca del sector Juan Bimba, de El Pensil, Puerto la Cruz, cayó Amado Lovera, arro-llado por un automóvil.

“...Mi compañera inse-parable ha sido el arpa...”

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R e v o l u c i ó n a D i a r i o DOMINGO 10 DE NOVIEMBRE DE 2013 / CIUDAD COJEDES 1/2 DÍA DEL DOMINGO 3

S e me dijo que murió Amado Lo-vera, “Uña de oro de Venezuela”, símbolo de nuestro patrimonio

viviente, símbolo de nuestro orgullo, de la tierra que lo vio nacer, del soni-do clásico que brota de las profundi-dades de nuestros llanos y de las más profundas interioridades humanas del hombre de a caballo, curtido en la soledad, de la que es baquiano y prefiere mentar íngrima, sin más ali-vio que el corrincho de las 32 cuerdas del arpa para el más triste de todos los dolores.

Amado le cumplió a los suyos y a Venezuela, y lo hizo con grandeza y decoro, con entrega y pasión, con fer-vor, con tesón, con constancia, den-tro de un círculo de coherencia que se abrió recién salido de la adolescen-cia, cuando viaja a Caracas y aquel muchachito no se dejaba intimidar con el tropel de las arpas ya célebres; y desde entonces, comenzó a sonar por todos los caminos ¿Y qué es el lla-no sino un camino ancho y largo?, una música única que conocemos por Amado Lovera, una manera de tocar el arpa, como Amado tocaba la suya, una manera de meterle co-rriente a un baile, que en las ciuda-des, caseríos y pueblos, se conoce por Amado Lovera.

¿A dónde no fue Amado Lovera con su arpa? ¿Dónde no estuvo? Del bosque de los elegidos, de la mora-da de los dioses, al más modesto de los hogares de sus amigos o compa-dres; de las gradas del poder, a las de las fiestas patronales de algún caserío, de los estudios de graba-ción a las estaciones televisivas o ra-diales; del hato o finca de algún ri-cachón al espacio soñado de ense-ñar el toque de arpa.

Ni dos ni tres en uno. No aspiró a tanto.

Amado y su arpa. El arpista que ja-más cambió su ocupación de arpista, a tiempo completo, por otro oficio o quehacer. Ese fue el más grande de sus tesoros, el más grande de sus amores, el único título que lo hizo fe-liz: “Amado, el arpista”.

Enamorado en un baile, tocaba co-mo siguiendo el dictado de un Dios o las señas que le deletreaba al hori-zonte; nadie, ni el cansancio de una noche entera, lo separaba del arpa. Es que siempre dio gusto escuchar un arpa entre las uñas de Amado Lo-vera.

Conoció a los grandes arpistas del llano y entre ellos creció: Ignacio In-dio Figueredo, Juan Vicente Toreal-ba, Juan Vicente Valera, Alfredo Tene-pe, Cándido Herrera, Eugenio Ban-dres, Eudes Álvarez, Hugo Blanco, Henry Rubio, Omar Moreno y Joseito Romero, pero Amado no quiso pare-cerse a ninguno de ellos porque tenía el encargo de ser Amado Lovera, el arpista de El Baúl, el gran Amado Lo-vera, que homenajeo Reynaldo Ar-mas en “Fiesta Cojedeña”.

Valentín Carusí, cuando en la épo-

ca de “Los copleros del camino”, el afamado autor de “Palmaritales de Arauca”, lo escuchó en El Baúl, en la casa del prefecto Rafael Herrera La Riva; y de allí salieron a hablar con los padres de Amado porque el mu-chacho debía irse para Caracas. Vi-centico Rodríguez, mejor que yo, puede relatar cómo ese día lo despi-dió El Baúl; trajeado con el mismo flux de la primera comunión.

Y con ese viaje a Caracas, el andar incesante que fue la vida de Amado, vino el encuentro casual con Mario Suárez, a quien su conjunto de con-fianza le echó una broma, compro-miso de por medio, con un presiden-te que no andaba con vaina; y a Suá-rez no quedó otra que aceptar la re-comendación de Víctor Morillo, “El Tricolor”, muy temeroso de la edad del recomendado; el muchachito que entonces era Amado.

—Se las toqué redonditas como Juan Vicente Torrealba se las tocaba, con los pelones de aquél incluidos; recuerdo que Amado me completó el cuento una vez que hablamos de

eso. De la jornada, el muchachito Lo-vera salió con un Pecho é Caribe en el bolsillo (50 Bolívares; un dineral en su momento) que le dejó caer el Ge-neral Pérez Jiménez y una amistad que hasta hoy se mantiene, un lazo de mutua admiración, entre arpista y cantante.

En otra ocasión, me preguntó Amado, qué cuando será el día, en que los cantantes de la música del lla-no, le reconocerían a Mario Suárez, la singular hoja de servicio en esta materia, de promoción y difusión, cumplida en el exterior, específica-mente en Cuba y México. Es otro de los reconocimientos que no se le pue-de escatimar a Amado Lovera, el an-dar de su arpa fuera de la fronteras de Venezuela.

El cantar de Adilia Castillo siempre estará unido al arpa de Amado Love-ra. Y con el de Adilia, el de su coma-dre Magdalena Sánchez, inmensa entre los grandes. Y con ellas, Héctor Cabrera, Lila Morillo y Alfredo Sadel.

Hombre, de las grandes batallas de la resistencia cultural, de este conflic-to entre privilegiar lo de afuera y bo-rrar lo que reclamamos nuestro; en-tre la Venezuela indómita, que el maestro José Romero Bello nos ense-ñó a reverenciar, y la dominada, so-metida a los dictados imperiales.

Amado cumplió con su tarea de no dejar morir de mengua la música del llano, de los llanos; de la Venezuela de la soga y el caballo, de los caminos largos y la palma. Tenemos mucho que ver con el mundo; pero también somos una particularidad que es ne-cesario conservar, lidiar, porque en-tonces ¿qué sería la patria?

No exagero si digo que en los peo-res momentos del extravío del poder y la política, cuando en cambote los sectores dirigénciales del país se en-tregaron a la horca insensible del neoliberalismo, Amado Lovera, des-de el silencio, como tantos otros hombres de la cultura, representó la patria… fue la patria cuando todos se prestaron a la entrega… a silenciarla desde la radio y la TV. Y cuando mu-chos se cansaron de pelear, él siguió en lo suyo imperturbable como sí se tratara del pago de una promesa.

Si por héroe, tenemos a los que se inmolaron por la fundación de la Re-pública de Venezuela; no se me ven-ga a decir, que tal calificativo no lo merece quien vivió solamente para conservarla, para mantenerla de pie —porque en un descuido se pier-de—, para enaltecerla y siga siguien-do la cuna de Bolívar, bebiéndose y promocionando —aunque agrio—, es nuestro vino, como lo escribió Martí, los pilares de la venezolanidad o lo afirmativo venezolano.

Amado era de ese linaje de hom-bres. Y como tenía razón exacta de su estatura, hizo de la modestia su ban-dera y su rostro.

Se me dijo que Amado ha muerto, pero yo tengo mis dudas.

MIGUEL PÉREZ

*“... pero Amado

no quiso parecerse a ninguno de ellos

porque tenía el encargo de ser

Amado Lovera, el arpista de El Baúl,

el gran Amado Lovera, que home-

najeo Reynaldo Armas en “Fiesta

Cojedeña”.*

Camino del RíoProducciónDiscográfica

Arpa Legendaria, la suya

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4 1/2 DÍA DEL DOMINGO CIUDAD COJEDES / DOMINGO 10 DE NOVIEMBRE DE 2013 R e v o l u c i ó n a D i a r i o

“ Voy a cortar una flor / con ro-cío de primavera”, pareciera cantarnos el destino, en medio

de la inmortal pieza Tardes Cojede-ñas, justo cuando se ha segado la vi-da del maestro Amado Lovera. Y de-cimos el destino porque parece una jugarreta que a falta de unos días, para celebrar los setenta y dos años su nacimiento (9 de septiembre de 1941) fallezca en Puerto La Cruz, sin más aviso que el instante súbito de su repentina ausencia.

Alumno aventajado de Valentín Carucci y Juan Vicente Torrealba aceptó el reto de hacer múltiples las opciones del compás de las treinta cuerdas en una amplia variedad de facetas, incluso, al asumir los roles como productor de espacios radiales y discográficos centrados en las ca-dencias de la música llanera.

Entres sus casi 500 grabaciones en formatos como L.P., Cassett y C.D., apoyó con la orquestación vernácula del arpa, a voces que ahora son patri-monio espiritual de nuestra nación, entre ellos a: Don Mario Suárez, Al-fredo Sadel, Mirna Ríos, Lila Morillo, Carlos Almenar Otero, Cristóbal Ji-ménez, Reina Lucero, Luis Lozada (El Cubiro), Ángel Custodio Loyola,

Eleazar Agudo, Simón Díaz, Freddy López, Pedro Emilio Sán-chez, Reinaldo Armas, Jorge Gue-rrero, Rogelio Ortiz y muchos más que el espacio nos limita nombrar. Pero no debemos olvi-dar otra extensa lista de personali-dades de gran renombre en el mundo del cancionero hispanoa-mericano como: Lucho Gatica, Boby Capó, Bertha Dupuy, Lucia-no Tailoy, Fernándo Albuerne, Xio-mara Alfaro, Marco Antonio Mu-ñiz, Libertad Lamarque, Carlos Díaz, Víctor Hugo Ayala, Chucho Avellanet, Pedro Vargas, Plácido Domingo, Palito Ortega, Lola Flo-res y Erminia Petrusko Valen.

Giras por toda América (Nor-te, Centro y Sur) Europa y Áfri-ca, se añaden a larga lista de jor-nadas que protagonizó, siem-pre, con el sentimiento de su querido Llano muy dentro de su compleja ejecución del arpa sa-banera y de los arreglos que les tocara facilitar para el deleite de tan vastas audiencias.

Al revisar su significativa canti-dad de reconocimientos destaca que, se hizo acreedor del reconoci-miento del Centro UNESCO “Si-

món Rodríguez” por la labor artística y socio cultural hacia la paz, la tolerancia y la hermandad de los pueblos, lo cual nos habla de la inmensa calidad huma-na que se pulsara como un tiple o un bordón en el “…Arpa legendaria del gran Amado Lovera”, según lo que nos canta Reinaldo Armas.

El 10 de noviembre de 2011 la Une-llez le confirió el Doctorado Honoris Causa, marcando un hito que le ha per-mitido recibir semejante distinción a los maestros de la talla de Francisco Montoya, Eladio Tarife, Anselmo Ló-pez y Cheo Hernández Prisco.

Entre sus últimas y geniales contri-buciones a la grandeza de nuestra cultura se encuentra el Grupo de Ar-pas de la Revolución, allí reunidos en torno a su figura hemos visto las ma-gistrales interpretaciones de Carlos Lovera, Henry Rubio, Vicente Her-nández, Miguel Blanco, Eudes Álva-rez y Evaristo Chirinos, así mismo, el conjunto criollo integrado por Gil-berto Romero, Gustavo Aguilera y Héctor José Betancourt.

José Amado Lovera Martínez, maes-tro Amado Lovera o simplemente “Uña de Oro”; como mejor se le cono-cía, bauleño de pura cepa; que en el ar-pegio descanses.

2Otros de los arenalescopas de las campanillas,bastos del cardón doliente,espadas de las espigas.

En San Carlos tus lagunasson espejos de las garzas.En ellos la luna triste,en ellos se ven las manchas.

Espadas de las espigas:la sabana y yo jugandocon tu recuerdo y la brisa.

ANTOLOGÍA POÉTICA ALBERTO ARVELO TORREALBA

MONTE ÁVILA EDITORES, 2004La herencia del romancero español se despliega en América juntando las le-yendas que abundan en la vida campe-sina de las llanuras continentales, es-parcidas desde el norte mexicano has-ta la pampa y el desierto del cono sur. Encontrando una expresión propia en lo popular, cristalizada en las formas métricas derivadas del romance. Arve-lo Torrealba es un notable exponente de está tradición.

Tres poemas de Alberto Arvelo Torrealba

Cortada la Flor queda su Esencia

Briznas al Viento

El justo reconocimiento de la UNELLEZ. Acompañado de las autoridades universitarias y de don Mario Suárez. El mismo que le confirió a amado el título del mejor arpista del mundo.

3El quemado está de lutocomo una flor de cuaresmaporque las brisas jugaronun carnaval de candela

Yo anduve con suerte triste,me la puso triste el Llano:entre mi vida y tus ojoslas llanuras de San Carlos.

Un carnaval de candela.El viento le echó a la tardepapelillos de hojas negras.

24Bambú de caña batienteatalayero de azules,arpa de todos los verdes,cimera de alas dulces.

Su ancho disco de horizontepuso a reír la mañana,y llena de sol y brisase me enloqueció la manta.

Cimera de alas y luces– Trino y plumón – los turpialespueblan de alba los bambúes

ISAÍAS MEDINA LÓPEZ