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    En vila, la costumbre de celebrar mercado cadaviernes viene de siglos atrs. Actualmente existenuno semanal de ganados, el rastrillo en el atrio deSan Isidro, y el ms antiguo del Mercado Chico defrutas y verduras. Antao hubo otros en elMercado Grande, en la plaza de la Fruta, en la delRollo, en La Feria, en El Teso, en Santa Ana, en ElRastro, en la plaza del Ejrcito, y algunos ms enpequeas plazuelas que sirvieron como improvi-sados mercadillos.

    En la Edad Media la ciudad que celebraba mer-cado de sol a sol se poda considerar privilegiada,sobre todo si era con carcter franco, es decir,libre de cargos e impuestos. A vila, este privilegiole fue concedido por los Reyes Catlicos en 1494.De esto da noticia un documento del ArchivoMercado en vila. Tarjeta postal. h. 1910.

    A la feria de vila.Grabado: V. Becquer. h. 1870.

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    Da de mercado.Foto: Mayoral. h. 1920. Tarjeta postal.

    Da de mercado.Tarjeta postal. h. 1900.

    Mercado y puerta del Alczar.A. Veredas. h. 1940. Plumilla y acuarela.

    Municipal en el que, tras hacersaber los mritos de esta villa, sele da permiso para hacer dicho

    mercado para que todas e cual-quier mercaderas que el dichoviernes de cada semana vinieran avender o revender en la dicha ciu-dad fuesen libres e francos e qui-tos de toda alcabola. Con el tiem-po la mayora de los mercadosfueron quedando exentos de car-gos ya que a todos, seores yvasallos, interesaba la libre circula-cin de mercancas.

    El Chico tiene la tpica fisono-ma de plaza castellana de sopor-tales con iglesia y ayuntamientoincluidos. Se cree que las tribus

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    vetonas liquidaban sus intercam-bios en un lugar prximo a ste,aunque por entonces la ciudadapenas sera un cruce de cami-nos. Despus, los romanos eligie-ron esa plaza como sede denegocios y concejos, el Chico erael foro romano de la ciudad. Hoytras 2.000 aos, sigue con esasdos mismas misiones: mercado yAyuntamiento.

    El primer escrito que acreditala existencia de transaccionesmercantiles en el mercado abulen-se data de 1181; ya entonces sepagaban derechos de portazgopara entrar a vender en la ciudad.Esta costumbre se retomara enDa de mercado. Plaza de Sta. Teresa.

    Tarjeta postal. h. 1930.

    Mercado Chico.Archivo: Mayoral. h. 1920.

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    cierta forma siglos despus; algunos caminos ypuertas de la muralla conservaron, hasta casimediados del siglo XX, unas casetas o fielatos derecaudacin en los que haba que pagar para intro-ducir mercaderas, por ejemplo: por una docena dehuevos haba que pagar un cntimo, por un conejodos y as sucesivamente.

    En sus comienzos los pequeos mercadillosno tenan carcter peridico; se celebraban cuan-do las contiendas, los rigores del clima o losnobles seores lo permitan. En principio slo seintercambiaban unas cosas por otras. Este siste-ma de trueque predomin hasta mediados delsiglo XI. Poco a poco la economa monetaria iradesplazando al sistema de intercambio. Despuslos mercados fueron institucionalizados; en cadaciudad se acordaba previamente un da de lasemana para celebrarlos, as se evitaba la coinci-

    dencia con otras ferias, al tiempo que se podanpromediar provisiones y despensas para unasemana. Todos saban cundo y a que villa acudircon das de antelacin ya que los viajes podandurar una o varias jornadas.

    La ausencia de caminos y comunicaciones, talcomo hoy los entendemos, haca tortuoso acudir alos mercados. En ocasiones a la vuelta eran asal-tadas las caravanas, de ah que fuese aconsejableviajar acompaado, pero a pesar de las dificulta-des, asentar a las familias por dispersas que estu-viesen, era el principal objetivo de la repoblacin.

    Poder vender lo que se produca y comprar loindispensable para subsistir, resultaba vital paralos colonos que llegaban del norte.

    Los mercados eran el punto de encuentroentre el campo y la ciudad, en ellos se podanencontrar todo tipo de mercaderas. JosBelmonte cuenta que en el Mercado Grande

    se daban cita tiendas porttiles de plateros, sas-tres, lenceros, ropavejeros, calceteros, latoneros

    y calderos; curtidores, bolseros, silleros, juguete-ros... que se colocaban en sitios preestableci-dos. En otros las arquetas de collares, alfileres,

    sortijas, cuchillos, etc. En lugar aparte los pues-tos de frutas y verduras, vasijas, pan cereales,

    hortalizas. Y en lugar distinto las mesas de loscarniceros, cerreros, etc. Como la mayora deestos feriantes venan en caballeras, tenan tam-

    bin acomodo los herradores. La abundancia decarretas y animales que transportaban los pro-

    Mercado Chico.

    Foto:Archivo Mayoral. 1937.

    Burrera. Tarjeta postal. h. 1910.

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    Vista area del antiguo mercado de ganados en el Teso.Foto: Paisajes espaoles. 1961.

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    Antiguo mercado cubierto.Foto:A. R. Z. h. 1900. Tarjeta postal.

    Mercado en la plaza del Ejrcito.h. 1920.

    ductos para los mercados y ferias, acarrearonserios problemas de congestin viaria queresolvi el municipio, prohibiendo su estacio-namiento dentro de la ciudad murada en dis-posiciones que son un prodigio y anticipo delas normas circulatorias por ciudades.Durante su celebracin se pregonaban edic-

    tos municipales, ordenanzas reales o recados departiculares, que deseaban hacerse saber.Mesones y posadas quedaban repletos ese da.Haba vendedores que para su desgracia segastaban en vino y juego todo lo ganado.Algunos nobles recaudaban, mediante unimpuesto sobre el juego, tanto dinero que acabpor prohibirse por orden real.

    Las ferias abulenses llegaron a tener talauge, que surgieron disputas sobre el lugarms idneo para celebrarlas. La ms reida

    tuvo lugar en 1503. La feria se celebraba enton-ces doce das antes y doce despus del da deSan Mateo en septiembre. El Ayuntamientoquiso trasladarlas del Mercado Grande alMercado Chico para tener ms control sobremercaderes y mercancas, pero varios vende-dores, con Sancho Rengifo a la cabeza, seopusieron a ello pidiendo amparo a los ReyesCatlicos. Los comerciantes consiguieron queles dieran la razn por escrito, pero los regido-res pidieron a su vez la anulacin de ese decre-to. Finalmente los Reyes decidieron que cada

    ao se celebrase en una plaza, una por estaren el arrabal y contar con ms amplitud, sellam Mercado Grande y la otra, ms exiguae intramuros, la apodaron Mercado Chico; deah procede el sobrenombre de las dos plazasprincipales de vila.

    Los Reyes Catlicos apoyaron a vila frentea otros mercados forneos, bien interviniendopara que nobles y prelados dejasen de promoverotros por su cuenta, bien ordenando multasen alos vecinos que concurriesen a ellos. Otrosenfrentamientos solan surgir entre los propiosferiantes por instalar sus tenderetes en el mejorsitio posible. Los alcaides del Alczar, celosos ensu trabajo, cuidaban para que no se montasenlos puestos pegados a la muralla; sus muroseran motivo de especial atencin.

    Los vendedores acudan a vila de otrosmuchos lugares: panaderas de Mingorra, mante-

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    ros de Pedro Bernardo, plateros de Piedrahita, alfareros de Talavera, hasta deFrancia venan a las ferias abulenses, aunque, cuando los galos eran pillados,se les multaba y expulsaba en correspondencia por el trato que los espao-les reciban cuando acudan a vender a Francia.

    Antonio Veredas cuenta que en 1935 todava resultabaese da en vila extraordinariamente animado y de gran color; no fal-tando interesantes tipos serranos y moraegos con sus listadas alforjas

    al hombro; los carros de mulas, yuntados a la usanza de hace cuatro ocinco siglos; los grupos de borricos en las puertas de los mesones; los

    sacamuelas; los msicos callejeros; el romancero de crmenes espe-luznantes; los tullidos proclamando a gritos sus calamidades; la familiapueblerina que viene de visitas y, en fin el cura de aldea envuelto en sucapote de campo y montado en pacfico corcel.Las gentes que por costumbre acudan desde los pueblos para ven-

    der sus productos, aprovechaban el viaje a la capital para ir al mdico,arreglar papeles o hacer compras y encargos. Fueron surgiendo as alre-dedor del Chico, comercios ferreteros, de curtidos, sastreras, alpargater-as, tiendas de ultramarinos y todo un variopinto comercio que, en parte,

    hoy va desapareciendo inexorablemente, a medida que el zoco semanalva dejando de ser el referente que era para toda la provincia.Ya a mediados de este siglo, el mercado apenas atraa a algunos pue-

    blos cercanos y huertas de los arrabales, pero al menos se ha conservadotmidamente hasta hoy. En la mayor parte de las ciudades los mercados hanido desapareciendo y con ellos parte de las buenas relaciones entre los hom-bres. En el mercado hallaba el campesino el ambiente adecuado a su modode vida, en l encontraba motivos de alegra y la compensacin a tantaspenalidades vividas en la soledad, no siempre apacible, del campo.

    Es verdad que ya no es tan necesario acudir a este mercado, pero siguehabiendo en vila cierto gusto por ir a dar una vuelta al viernes, Por otro ladoeste zoco es parte del atractivo turstico de la ciudad, quienes la visitan ese

    da disfrutan con ese ambiente bullanguero. Algunos operadores programanla visita en viernes; para ellos es ms atractivo dar a conocer la ciudad conese ajetreo del mercado medieval. Y es que las piedras, por histricas quesean, pueden resultar demasiado aburridas sin gentes que las habite.

    Cuatro vistas de los mercados de vila.h. 1950.

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    Mercado en la calle Comuneros.Foto:A. Guerras. h. 1920.

    Puerta del Puente y Fielato para el pago de mercancas.Tarjeta postal. h. 1930.