158865018 ABELARDO BONILLA Abel y Cain en El Ser Historico de La Nacion Costarricense

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    ABELYCANENELSERHISTRICODELANACINCOSTARRICENSE1AbelardoBonillaBaldares

    Existe hoy en Costa Rica, como en todos los pases cultos, aunque en todos seanecesariamente preocupacin de minora, un inters creciente por conocer, msprofundamente, el ser de la nacin que, hasta ahora, slo nos ha sido dado en su exterioridad por losensayos histricos y sociolgicos. Priva la impresin, no siempre razonada pero intuitivamentecertera, de que, en el trasfondo de nuestra historia nacional, tal como ha sido trazadacorrientemente, queda una penumbra de grandes posibilidades hasta la cual no han penetradolos mtodos usuales de investigacin.

    El propsito de este ensayo es aportar una contribucin a ese inters creciente, desde unaposicin una actitud ms bien nueva, contribucinque juzgamos ms frtil y de ms ricasposibilidades, por el punto de vista desde el cual enfocamos el problema histrico, siempre que

    esta introduccin al tema tenga la fortuna de madurar y concretarse, posteriormente, enestudios ms vastos y de mayor rigor.Expondremos, brevemente, el punto de partida y el mtodo de nuestro empeo.La nacin es, en primer lugar, un hecho vital y, en consecuencia, histrico. Es, adems, un

    fenmeno social, poltico y econmico. Estos tres ltimos aspectos, le .externo y cambiante, hansido hasta ahora las rutas principales del historiador, que olvida, en su preocupacindocumental, el plano profundo de la vida o lo capta, nicamente y de modo fragmentario, en lasbiografas o en perodos aislados de la existencia de los pueblos.

    La historia, tratada en esta forma, nos da imgenes de superficie, inertes, como las queproporciona la placa fotogrfica corriente y muy diversas sin duda a las que podraproporcionar es una metfora que no carece de probabilidades una pantalla de

    fluoroscopa que nos revelara la interioridad viva del ser histrico.La comprensin y vivencia del hecho nacional no se obtendrn nunca desde el punto de

    vista de los aspectos externos, porque stos son nicamente manifestaciones parciales de unarealidad ms profunda: la vida autntica de la nacin costarricense, para lo cual, como paratodas las sociedades humanas, vivir es la necesidad inexorable de determinacin, en unestado comn y hacia un destino comn.

    Existe esta condicin colectiva en Costa Rica? Es evidente que, en nuestranacionalidad, faltan muchos nexos de tipo social. No es solamente el predominio delindividualismo lo que nos caracteriza. No existe un dogma nacional. No hay intencin nipropsitos comunes y los valores, inexistentes o muy esfumados, no han llegado todava aimprimir su dinamismo en la marcha de la nacin.

    Es indispensable explorar y fijar las causas de esta realidad.Durante los tres siglos de coloniaje, que constituyeron nuestro perodo de formacin

    nacional, no se consigui formar una ciudad. Es ste un hecho fundamental y determinante

    1Este ensayo, aparecido en la prensa nacional, se divulg formalmente en diciembre de 1971, con la publicacin del

    libroEnsayistas costarricenses, del escritor Luis Ferrero Acosta. ltimamente se ha publicado, con autorizacin deMara Rosa de Bonilla, en el libro El ensayo: formas y contenidos, del conocido investigador costarricense JzerGonzlez Picado.

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    en nuestro ser histrico.Cartago, el mayor ncleo de poblacin y sede de los gobernadores, no fue una ciudad.

    Su magnitud fsica y humana era mnima; su accin directora y centralizadora se deba

    exclusivamente a que era el principal asiento de la raza blanca; careca de medios de trabajo ysus gentes buscaron en los siglos XVII y XVIII la expansin rural y la disgregacin, primerohacia el Atlntico y despus hacia las regiones occidentales. Y no para fundar nuevos ncleosde convivencia sino para aislarse de sus haciendas. Varias fundaciones inicialesdesaparecieron y fue dura y, en gran parte, estril la lucha de las autoridades por congregar alos colonos en los primeros centros de poblacin: Villa Vieja, Villa Nueva de la Boca del Montey Villa Hermosa, hitos que sealaron la formacin de nuestra democracia rural y queconsolidaron la herencia individualista espaola.

    En los orgenes del individualismo espaol, adems de la mezcla original de razas, se haapuntado como causa principal la de la dureza y aridez del suelo peninsular, que impide elcrecimiento de la poblacin y obliga al hombre a un esfuerzo personal exagerado que no

    halla compensacin en el rendimiento. Esta circunstancia, por la pobreza y las condicioneseconmicas generales, fue aun ms grave en Costa Rica y sus hombres por la ausencia de laciudad y de sus medios de cultura desarrollaron a travs de varias generaciones unaindividualidad fuerte y agreste, externa o de continente, sin el contenido espiritual de lapersonalidad. El espaol, pueblo de accin, desvi hacia la guerra el exceso de energa. Elcostarricense, mnimo en nmero, pobre y aislado, se concentr en la tierra y en la intimidadhuraa del yo, de un yo en lucha como lo veremos ms adelante.

    Por la naturaleza del suelo y porque la ganadera fue la primera actividad de los colonosespaoles, fue el nuestro, originalmente, un pueblo de pastores, que se vio impelido, mstarde, a serlo de labradores, mas no por vocacin, sino porque la esclavitud de los indios y delos negros le presentaba la posibilidad de progresar con poco esfuerzo. La democracia rural y

    el patriarcalismo no fueron nunca construcciones de la razn ni decantacin de un procesohistrico, sino raz vital de un modo de ser ntimo del costarricense ste es el punto departida hacia una vivencia de nuestro ser histrico.

    * * *El relato de Gnesis, psicolgicamente profundo, nos da en Abel el tipo humano del

    pastor, soador y poco afanoso, incapaz de esfuerzo y de tomar la vida en sentido activo, ynos ofrece en Can el hermano mayor y responsable el arquetipo del labrador, del hombrede accin, dominado por la envidia. Abel muere a manos de Can y ste, cansado de las faenas dela tierra, funda la ciudad de Henoch. La historia nada sabe sobre esta ciudad, el primer intento

    de los hombres por superar las formas de vida familiar y tribal y el primer movimiento haciasu convenio de carcter colectivo y poltico, pero es muy probable que el propsito de unidad ydireccin que movi a Can encontrara fuertes resistencias de los labradores y,especialmente, de los pastores.

    Ciudad y campo, entonces como hoy, no son nicamente dos planos de coexistencia sinodos distintas concepciones de la vida que tienen una base histrica y que, adems,determinan la estructura de una nacin. Durante el proceso formativo colonial, domin elcampo en Costa Rica y no fue sino, en el siglo XIX, cuando, por obra del mayor desarrollo

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    econmico y del espritu campesino, el de Abel, que se ha manifestado hasta hoy en individualismo, libertad y actitud negativa para todas las formas de asociacin y de empresa colectiva.Alguna vez, ser necesario estudiar lo que signific la afirmacin de la ciudad, la de San Jos

    principalmente, en la evolucin poltica y cultural del pas.Ahora no tratamos el problema sociolgico. No son las diferencias o el desequilibrioentre ciudad y campo los que nos interesan, puesto que las consecuencias que de ellos sederivarn, nos mantendran siempre en la superficie del problema. Es necesario penetrar enel fondo de la cuestin y tratar de llegar a una estructura de conexiones histricas desde laclave misma del tal estructura, que es el individuo, arquitecto de la conciencia nacional. Susdefectos y sus grandezas, lo que ha realizado aislada o colectivamente, pueden revelarnos lopresente y abrirnos nuevas perspectivas para lo futuro. El tema del Gnesis, desarrollado ennuestro tiempo por la filosofa existencial, nos proporciona un amplio campo de anlisis, encuanto abarca el problema del aislamiento, el de EL OTRO y de las relaciones interhumanas.

    * * *Los existencialistas contemporneos no encuentran relacin posible, cordial y plena,

    entre el yo y el OTRO,en cuanto el yo es primero sujeto y centro del universo, lo que sita alhombre en soledad irrenunciable y hace tericamente imposible toda autntica vida social.El OTRO es para el YO un objeto, es decir, un sistema de experiencias que est fuera de sualcance. La vida social provoca, inevitablemente, el choque, y sospechamos que en EL OTRO,objeto hay tambin un YO que es, a su vez y en su intimidad, sujeto; sujeto que nos invade, querompe nuestra libertad y nos hace sentir la fuerza y la problemtica de la vida ajena. En esalucha constante, el YO se empea en devolver la accin aprehensora, liberndose de lacondicin de objeto y tratando de mantener a EL OTRO en su condicin de objeto. Los

    resultados posibles de la relacin pueden ser la indiferencia, la envidia, el odio o el amor.En pueblos de tradicin secular en la vida colectiva o en pueblos de profundo sentidoreligioso, las relaciones interhumanas, sin llegar a la relacin absoluta, se acercan a ella por elimperativo de lo que Heidegger llama MITSEIN (ser con otro) y la facilitan por los mediosinternos y externos de comunicacin social: lengua, religin, identidad de intereses,empresas comunes y unidad poltica.

    En pueblos jvenes y sobre todo en los que se han formado en las difcilescondiciones del costarricense la relacin es mnima y el choque ms fuerte y definido. Elhombre se ha recluido en su intimidad mucho ms que en otros pueblos por espritu dedefensa, y los resultados del conflicto entre hombres y hombre han sido la indiferencia y laenvidia, dos rasgos que se han sealado muchas veces, pero que no se han estudiado

    seriamente en sus causas y efectos.La indiferencia la ms pobre actitud del hombre ha moldeado a la nacin en unmaterial blando de formas desdibujadas y ha sido causante de la ausencia de sensibilidadcaracterstica de nuestro pueblo. Ser indiferente es situarse al margen del espritu y de losgrandes problemas humanos; es limitarse a tener una imagen ptica del mundo, eliminandolas dimensiones de profundidad; es desconocer, por necedad o egosmo, el riqusimo tesorode las relaciones entre el yo y el mundo, del que se acendran la existencia autntica, lainquietud religiosa y la emocin de la belleza. Nuestros estudiosos se han preguntado por qu

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    carecemos de un arte popular en la esfera de lo lrico; por qu no se reconocen categorasintelectuales ni se respetan los valores individuales, con excepcin de los polticos; por qu,ante las obras ms serias, adopta el costarricense medio la actitud burlona que llamamos

    CHOTEO y por qu encuentran los ms elevados propsitos una atmsfera de escepticismo y nofilosfico ciertamente. La respuesta no ofrece dudas si la derivamos del concepto ontolgicode indiferencia que hemos expuesto.

    La envidia no es un vicio local, puesto que ha enfermado el alma del hombre desde losprimeros tiempos, pero en los pueblos de acentuado individualismo acta sin los efectos deestmulo que puede tener y se convierte en una destructora fuerza negativa. El YO no soporta lainvasin de el OTRO y, sin la personalidad suficiente para superarlo o sin la humildad necesariapara elevarlo hacia el amor, se encasilla en el egosmo y toma el camino de la envidia queconduce al odio. Intenta recobrar su libertad y se somete a una esclavitud mayor, la queenvenen el alma de Can. Visible y bien diramos palpable es la volicin individual ycolectiva del costarricense de igualar a todos; acortar, por todos los medios que estn a su

    alcance, el vuelo de los mejores y a negar, sin conocerlos, los valores ajenos. La murmuracindespiadada es el tema favorito de nuestras tertulias mundanas, en as que todo motivo elevadose halla IN PARTIBUS INFIDELIUM. No existe en el costarricense medio, por desconocimiento de supropia intimidad, una autovaloracin: se valoran mirando a los dems e inquiriendoafanosamente el juicio que les merece a los dems, pero al mismo tiempo juzgamos a estosdesde su propia y supuesta superioridad. De aqu que cualquier alteracin de estasrelaciones niveladoras, en prejuicio de su egosmo, lo subleve y lo haga creer ingenuamenteque se intenta situarlo ante una falsificacin de valores.

    * * *Nada revela mejor la interioridad de un pueblo que sus espectculos y aficiones favoritos,

    en los que salen a la superficie mviles y reacciones que en los momentos de quietud semantienen ocultos. La intimidad espiritual del ateniense se manifestaba en las Panateneas, ladel romano en el circo. Verdad es que no toleraramos las sangrientas exhibiciones del Coliseo,pero estamos muy cerca de los juegos de fuerzas menores del circo, en que el YO encuentra unescape sin compromiso y se acepta colectivamente a EL OTRO colectiva y provisionalmenteporque no invade nuestra individualidad sino que la exalta, reflejndola en l.

    La poltica, no en su significacin superior sino en su carcter circense, es como elftbol, como los juegos de gallos, los toros o el cine una forma de catarsis de la presinhistrica y actual a que est sometido el YO en su aislamiento y es en ella, o en menor escala enlas canchas de ftbol, donde se concreta la nica emocin colectiva y superficial de los

    costarricenses.

    * * *No sera completo el anlisis si nicamente considerbamos los defectos, la accin de

    Can. Abel ha tenido y tiene una proyeccin importante en nuestra vida nacional.El individualismo, aunque no d grandes personalidades sino como excepcin, ha

    tenido la virtud de librarnos del gregarismo socialista y de conservar ciertas conquistas

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    democrticas. La emocin colectiva de tipo poltico de que antes hablamos, ha abandonadomuchas veces la posicin personalista y frvola pata penetrar en las aguas profundas. LaCampaa Nacional de 1856 y las reacciones del pueblo en 1889 y en 1948 demuestran que

    hay realidades y, sobre todo, posibilidades brillantes, en los momentos decisivos en que eldestino ha hecho un llamado a la conciencia nacional.Por otra parte, el costarricense se ha librado quizs ms que otros pueblos de la

    abstraccin de las ideas generales, acostumbrndose a objetivarlas en el hombre. Esto implicanecesariamente una poda de disciplina mental, pero aleja del racionalismo e impide caer en eldominio inconsciente de las masas y del no menos inconsciente del Estado absoluto.

    Finalmente, el espritu de Abel se conserva en el sentido patriarcal y pastoril denuestro pueblo. La vida inautntica, individualmente, es desolada, vaca e insoportable.Generalizada en la colectividad, elude los grandes problemas y economiza la tragedia en questos se resuelven. En el fondo de las aguas no somos distintos a la mayora de los humanos. Enla superficie, por compensacin y conformidad, ofrecemos la apariencia de los lagos serenos y

    atrayentes.

    * * *Pueden ser enmendadas y rectificadas muchas cosas, todas las que no estn en la

    naturaleza misma de lo humano y en la tremenda soledad angustiosa del hombre ante loinfinito y ante su destino. La comprensin vital de la realidad histrica de nuestro ser, laeducacin y la voluntad son tres rutas directas hacia ese propsito.

    Las vas formativas del costarricense tienen que ser corregidas de las desviaciones enque hoy se hallan. La educacin pblica una de nuestras mejores realizaciones cuando no sehaba MODERNIZADO est hoy empeada en problemas puramente metodolgicos, por los

    cuales comienza a olvidar sus fines. La religin se limita a una enseanza formal y externa, queno se diferencia de la enseanza elemental y prctica de cualquier ciencia positiva; Carecemoscasi por completo de una educacin filosfica y, principalmente, de una educacin estticaque curen el mal ya crnico de la insensibilidad para los grandes valores del espritu. Nos faltaadquirir y llevar a la prctica un concepto claro y adecuado de las relaciones sociales, esdecir, resolver el problema esencial de nuestro tiempo: el del individuo en la colectividad.

    El hombre en colectividad no es el hombre con el hombre. No se libra a la persona desu aislamiento uncindolo a otras vidas..., dice el filsofo Martn Buber en su profunda obraQueselhombre?,al someter a juicio tanto al individualismo como al socialismo, defendiendola tesis de que slo, entre personas autnticas, puede darse una relacin autntica.

    El ser fundamental de un pueblo no puede darse ni en el individualismo ingenuo, en

    el que hemos vivido los costarricenses, ni en el colectivismo doctrinario, al que se nos quierelanzar. Ambos extremos son abstracciones, lo mismo en lo filosfico que en lo poltico: Elindividuo es un hecho de la existencia en la medida en que entra en relaciones vivas conotros individuos; la colectividad es un hecho de existencia en la medida en que se edificacon unidades vivas de relacin. El pensador judo, como trmino en la lucha entre el YO y ELOTRO y como base de una convivencia social libre y autntica, propone la solucin ontolgicadel ENTRE,que ahora comienza a estudiar la filosofa y la sociologa contemporneas.

    Una evolucin en el campo social, un nuevo rumbo en la marcha de nuestra comunidad

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    hacia su destino, no pueden surgir de acciones, programas externos y exclusivamentepolticos. La base slida de toda empresa constructiva en ese sentido debe sereminentemente cultural. Su tcnica y sus fines tienen que derivar de una comprensin

    filosfica, vivencia y razn en procesos complementarios, del ser histrico de la nacin.