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17 Cartas de amor 1 17 Cartas de amor Jackeline C. Lucas

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17 Cartas de amor

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17 Cartas de amor

Jackeline C. Lucas

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Para mi madre Mónica y mi padre Juanjo.

Mis mejores amigos Romina y Franco.

Mis hermanos Javier y Jesica.

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“Pero llegamos tarde,

te vi me viste.

nos reconocimos enseguida,

pero tarde.

Maldita sea la hora

que encontré lo que soñé

Tarde.”

-Tarde (sin daños a terceros). Ricardo Arjona.

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Índice

Prólogo……………………………………………………………….Pág. 5

Carta número 1…………………………………………………..Pág. 13

Carta número 2…………………………………………………..Pág. 30

Carta número 3…………………………………………………..Pág. 41

Carta número 4…………………………………………………..Pág. 50

Carta número 5…………………………………………………..Pág. 62

Carta número 6…………………………………………………..Pág. 77

Carta número 7…………………………………………………..Pág. 92

Carta número 8………………………………………………….Pág. 110

Carta número 9………………………………………………….Pág. 128

Carta número 10……………………………………………….Pág. 149

Carta número 11……………………………………………….Pág. 168

Carta número 12……………………………………………….Pág. 186

Carta número 13……………………………………………….Pág. 202

Carta número 14……………………………………………….Pág. 218

Carta número 15……………………………………………….Pág. 232

Carta número 16……………………………………………….Pág. 249

Carta número 17……………………………………………….Pág. 266

Epílogo……………………………………………………………….Pág. 268

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Prólogo Elizabeth volvía cansada a su casa después de un largo

día en el trabajo. Sus pacientes le daban poco minutos

libres los cuales los ocupaba para analizar todos los

casos que le llegaban al consultorio, pero no se

arrepentía de nada, amaba la profesión que había

elegido, saber que había ayudado a alguien con

problemas a encontrar un poco de luz la reconfortaba

siempre cuando se sentía agotada.

Al llegar a su casa advierte que le está esperando un

paquete en la puerta, extrañada lo levanta y observa

que tenía por remitente a su mejor amigo Ángel. Se

preguntaba que le podría haber mandado, quizás fuera

algún regalo, algo para saber que el siempre estaría

presente mas allá de que se encontraban a kilómetros

de distancia y no se veían desde hace un año.

Elizabeth mentiría si dijera que no extrañaba a Ángel, él

era su mejor amigo desde los 10 años cuando él fue el

único que le habló al ingresar al colegio. Todos sus

compañeros la trataban mal por su aspecto pero Ángel

nunca lo hizo, el se mostró amigable desde el principio

y por eso se convirtió en el mejor amigo que tenía,

desde esa primera vez que se vieron se convirtieron en

inseparables, salvo ese año en el que ella se había

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mudado a otra ciudad por cuestiones laborales, esa fue

la primera vez en diecisiete años de amistad que se

habían separado por tanto tiempo y si bien seguían en

contacto por medio de las redes sociales, para Elizabeth

no era lo mismo que tenerlo cerca, ya que cuando se

encontraba triste o superada por sus problemas solo le

hacía falta el abrazo de su amigo para sentirse mejor,

ahora solo se tenía que conformar con una video

llamada que no era lo mismo que tenerlo a su lado.

La verdad es que ella quería muchísimo a Ángel, era la

persona más importante en su vida. Cada día que

pasaba lo extrañaba más, pero bueno solo era cuestión

de acostumbrarse a estar sin su fiel apoyo.

Abrió el paquete esperando algún regalo típico de su

amigo, un portarretratos con una foto de ambos, un

libro o un perfume, pero no se encontró con nada de lo

que se imaginaba, dentro de la caja se encontraban

una gran cantidad de cartas, 17 para ser exactos. Pero

lo que más le llamo la atención a Elizabeth fue la

pequeña nota que encontró por encima de todas

aquellas cartas. La cual decía

“Lizi:

Estas cartas te las escribí todos los días durante este

último año, allí encontrarás plasmado todo lo que

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siento por ti. Esta es mi forma de confesarte todo lo

que me vengo callando desde hace diecisiete años.

Con cariño Ángel”

Elizabeth al principio no comprendió que quería decir

con aquella carta, pero pronto cayó en la cuenta sobre

el significado que tenía. No podía creerlo, ¿su mejor

amigo enamorado de ella?, no podría ser verdad, ellos

no eran más que amigos, ella lo veía como un

hermano. No albergaba ningún sentimiento hacia el

salvo el de un gran cariño. Sin leer las cartas Elizabeth

llamó a Ángel para aclararle la cuestión. Al segundo

tono su amigo atendió

-¡Hola Liz!- dijo su amigo contento

-¿Ángel que es esto que me mandaste?

-¿Lo leíste?- preguntó Ángel, Elizabeth noto un poco de

preocupación en su voz

-No hace falta que lo lea Ángel, sabes que es lo que

siento por ti, eres mi mejor amigo en el mundo y te

quiero muchísimo, pero ese es el único sentimiento que

tengo- Elizabeth oyó un suspiro desde el otro lado de la

línea.

-Sabía que iba a obtener esa respuesta, pero no quería

hacer nada hasta que supieras lo que siento por ti.

Sospeché que la nota te iba a hacer entender sobre lo

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que se trataban las cartas, pero lo mismo quiero que

las conserves así tengas un pequeño recuerdo sobre lo

que siempre sentí.

-Los siento mucho Ángel, de verdad te quiero mucho,

pero no de la forma que a ti te gustaría, pero

¿Seguimos siendo amigos?

Ángel se dio cuenta que Elizabeth no había entendido lo

que él quiso decirle, pero prefirió no aclararle nada, ya

iba a entender tarde o temprano y lo iba a perdonar,

esa era la única esperanza que tenía

-¿Estás ahí Ángel? ¿Estás enojado?

-Ehh, no, no estoy enojado para nada, de verdad- dijo

Ángel procurando mantener un tono de voz normal

-¿Seguimos siendo amigos?

-Siempre

-Te quiero muchísimo, espero que lo sepas.

-Y yo te amo, me tengo que ir adiós.

Y colgó el teléfono antes de oír la contestación de

Elizabeth, lo último de la lista ya estaba hecho, le

confesó que la amaba y al saber que no era

correspondido ya no había nada que trabara sus planes.

Elizabeth quedó preocupada, temía haber perdido a su

único mejor amigo, lo notó raro en el teléfono, pero

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supuso que ya se le iba a pasar. Decidió irse a dormir

sin abrir ninguno de los sobres que se encontraban

dentro de aquella caja. Planeaba llamarlo al otro día,

cuando estuviera más calmado, pero lo que no sabía

era que ya no iba a tener ninguna posibilidad de volver

a hablar con él.

A la mañana siguiente la despertó el timbre incesante

de su teléfono, a regañadientes se levantó de la cama

para atender.

-¿Diga?

-¿Elizabeth?- dijo la voz desde el otro lado de la línea

-Si soy yo, ¿Quién habla?

-Soy Carmen, la mamá de Ángel- Elizabeth reconoció la

voz de la madre de su mejor amigo, pero noto que se

encontraba quebrada, como si estuviera aguantando las

lágrimas

-Hola Carmen, ¿Como está?, ¿ocurre algo?

-Veras lo que pasa es que Ángel…

A Elizabeth se le cayó el teléfono de las manos, no

podía creer lo que estaba escuchando, no podía ser

verdad. Todo era un sueño, nada más que un sueño del

que pronto despertaría. Ángel no podía estar muerto,

era imposible.

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Lagrimas caían por sus mejillas, su mejor amigo ya no

estaba, nunca más volvería a escuchar su dulce voz, no

volvería a sentir esos abrazos tan reconfortantes, ni sus

bromas por teléfono, ni su risa tan contagiosa.

Elizabeth se negaba a aceptar la verdad, su amigo

nunca la abandonaría, nunca lo haría.

“¿Qué voy a hacer sin él?” se repetía la pregunta en su

cabeza, no se podía imaginar un mundo sin su querido

Ángel, ese chico que siempre había estado allí para ella,

que siempre la había aceptado tal cual era más allá de

sus problemas. ¿Cómo iba a seguir adelante sin el

apoyo de Ángel? El era la persona más importante que

tenía desde que sus padres murieron, el era su ángel

guardián como ella siempre le decía y ahora se había

convertido en uno real.

Elizabeth tomó el primer avión que la llevo hacia donde

se iba a ofrecer el entierro, no podía creer que la

primera vez que iría a su hogar luego de un año de

ausencia fuera para enterrar a su mejor amigo. Le

resultaba imposible de creer. Se quedó en el

cementerio hasta que todos se fueron, necesitaba un

tiempo a solas para despedirse de aquel amigo que

siempre estuvo para ella.

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Se arrodillo en su tumba y sin poder contenerse

comenzó a llorar como hace mucho que no lo hacía, las

lágrimas caían incesantes sobre sus mejillas

-No puedo creer lo que hiciste Ángel, la verdad es que

no te entiendo. ¿Por qué tomaste esa decisión sin

pensar en nosotros? ¿Acaso no pensaste en mi?, Ángel

no sabes cuánto te necesito, no sabes lo mucho que me

haces falta, siempre fuiste mi mejor amigo y saber que

ya no te veré más me mata- Elizabeth volvió a sollozar

antes de continuar- Te voy a extrañar mi angelito de la

guarda, siempre vas a estar en mi mente y en mi

corazón, te quiero muchísimo y espero que por fin

hayas encontrado la paz que necesitabas, esa paz que

yo no supe darte como amiga que era. Te voy a

extrañar Ángel, adiós para siempre.

Y llorando se fue del lugar donde su mejor amigo

descansaría eternamente.

Ya en el hotel se desplomo sobre su cama, no había

parado de llorar desde el entierro, parecía que sus

lágrimas eran inagotables, ya no le quedaba nada, no

tenía a sus padres y ahora había perdido al único amigo

que tenía, al mejor amigo que podría haber tenido. Solo

le quedaban sus fotos, sus recuerdos y aquellas 17

cartas que le había mandado y que ella se había

negado a leer.

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Se levanto de la cama y sacó de su valija aquella caja

que contenía los sentimientos más profundos de su

amigo, abrió la primera carta y al leerla no pudo

contener las lágrimas que le brotaban de sus ojos.

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Carta número 1

“Querida Lizi:

Seguro que esto te resultará raro, no todos

los días te llega un paquete con 17 cartas en su interior

y menos de tu mejor amigo del que seguro crees que

sabes todo, y eso puede ser cierto, pero hay una cosa,

un gran y enorme secreto que no sabes sobre mí.

Ese secreto lo vengo guardando desde hace 17 años,

desde el primer día que atravesaste la puerta de mi

salón con tu hermosa sonrisa, si es así, desde el primer

día que te vi quede completamente enamorado de ti y

con cada año que pasaba te amaba más y más. Nunca

te lo dije por temor a perderte, porque para mí siempre

fue mejor tenerte como amiga que no tenerte.

No te das una idea de lo que me costó tomar la

decisión de decirte todo lo que siento, busqué miles de

formas de hacerlo y esta me resultó la más factible, ya

que al no mirarte evitaría que me arrepintiera de

decirte todo esto, y también resulta mejor escribirte

esto para lograr contarte todos los detalles de este

intenso amor. Espero que aceptes esta caja y que leas

lo que hay en su interior.

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¿Recuerdas la primera vez que nos vimos? Por mi parte

yo lo recuerdo con lujos de detalles, cuando cierro los

ojos las imágenes aparecen en mi cabeza como si se

tratara de una película que quedó grabada a fuego en

mi cerebro.

Ese día estabas absolutamente preciosa, cuando

apareciste por aquella puerta fue como si el mundo se

silenciara a mi alrededor, eras como un pequeño ángel,

uno hermoso, más de lo que alguien se podría

imaginar.

Por si no recuerdas ese día permíteme, por favor,

refrescarte un poco la memoria, quiero que a partir de

estas cartas tu recuerdes cada momento significativo

en nuestra amistad, pero principalmente quiero que

vuelvas a vivir estos momentos desde mi mirada así

logres comprender por qué se me hizo tan fácil amarte

desde el primer día.

Esa vez, hace ya diecisiete años fue el día en el que mi

vida cambió por completo. Yo me encontraba sentado

solo en un banco compartido ya que, como bien sabes,

nunca se me dio muy bien todo esto de la socialización,

estaba sumergido en un pequeño cuento, no prestaba

atención a los murmullos ni a la lección de la maestra,

hasta que un tímido golpe en la puerta me saco de mi

ensoñación.

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Mi mirada se dirigió al lugar de donde provenía dicho

sonido, no daba crédito a lo que estaba observando.

Eras como un ángel con tus cabellos dorados que

llegaban hasta la cintura recogidos en una media cola,

tus ojos azules como el mar demostraban el terror que

sentías y con la timidez con la que parecía te dejabas

llevar; tus manos presionaban fuertemente sobre el

corazón todos tus cuadernos como si fueran un escudo

que te protegerían de cualquier cosa que quisiera

hacerte daño. Tus mangas se resbalaron de tus brazos

mostrando pequeñas marcas que asomaban en tu

perfecta piel blanca, marcas que a diferencia de hacerte

menos hermosa realzaban esa perfección que mis ojos

siempre vieron en ti.

Quizás era muy joven como para comprender porque

mi corazón se paralizó cuando te vi, porque todo el

mundo desapareció dejándonos solo a nosotros dos y

porque dejé olvidado ese cuento que tanto me estaba

atormentado últimamente.

Ya desde ese día tenías el poder de hacerme olvidar

todo lo que me rodeaba, tu presencia volvía

insignificante las cosas.

Recuerdo que al no haber asientos disponibles la

maestra dispuso que te sentaras a mi lado, parecías

flotar cuando te acercabas hacia mi lugar y mi corazón

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palpitaba a mil por hora, parecía a punto de salirme del

pecho. Yo había procurado no mirarte, fijando mi vista

en aquella hoja donde intentaba escribir mi cuento, te

sentaste a mi lado y yo te ignoré de manera evidente.

Así pasó la primera hora, recuerdo que siempre me

reclamaste el no haberte prestado atención ese día,

pero siempre estuviste equivocada, mis cinco sentidos

estuvieron puestos en ti.

Recuerdo verte absorta en un dibujo que estabas

realizando con mucho empeño. Ese día descubrí los

gestos típicos de cuando te concentras. Presionabas con

fuerza el lápiz contra la hoja que hasta parecía que se

iba a romper, fruncías el ceño de una manera muy

graciosa y sacabas la lengua hacia el costado. Cuando

te equivocabas y tenías que borrar lanzabas un gran

suspiro de frustración. Eras la viva imagen de la

concentración.

Así que te equivocaste, claro que te prestaba atención,

para mí no existía nadie más en ese salón de clases. El

problema era que no sabía cómo acercarme a ti, era

muy tímido, creí que una hermosa criatura como tú

jamás me haría caso, jamás querría a un chico como yo

y, en parte, sé que tuve la razón ya que nunca te

fijaste en mí más que como un amigo…”

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Elizabeth recordaba aquel día como si no hubieran

pasado tantos años, ese suceso fue un antes y un

después en su vida.

Aquel era el tercer colegio al que iba en un término de

dos años, no duraba en ninguno porque sus

compañeros nunca la aceptaban, siempre la aislaban y

la trataban mal. A los 10 años Elizabeth era una niña

muy solitaria que se escondía del mundo con ropa que

le tapaban sus brazos y con la mirada siempre en el

suelo.

Ese día cuando se abrió la puerta de aquel salón de

clases el cuerpo de Elizabeth se encontraba tenso,

temía a lo que se podía encontrar, sus brazos

temblaban ante el temor, para procurar que nadie

notara aquello sujetó sus libros con fuerza sobre su

corazón sin notar que sus mangas se habían resbalado

mostrando así aquellas cicatrices que eran las pruebas

de años de sufrimiento.

Sus compañeros al ver aquello comenzaron a

murmurar por lo bajo, riéndose de la pobre niña nueva.

Elizabeth al ver el motivo de sus risas bajó rápidamente

las mangas para procurar que no sean visibles, pero ya

era tarde, aquellos niños tan crueles las habían visto y

comenzaban a burlarse de aquello. Todos menos una

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sola persona, un niño que se encontraba al fondo del

salón con la mirada fija en ella, aquellos ojos grises la

tranquilizaron por completo. Cuando la maestra le dijo

que se sentara al lado de aquel niño tan extraño, que

no se reía de ella, Elizabeth se sentía feliz. Tenía la

sensación de que algo iba a cambiar en ese año.

Pero durante toda la hora de clases ese maravilloso

chico no le había dirigido la palabra, se encontraba

concentrado escribiendo algo, así que ella hizo lo

mismo, sacó su cuaderno de dibujo y comenzó a

realizar trazos sin parar aislándose así del mundo

entero. Cuando terminó admiró su obra, era el retrato

de aquel chico que se encontraba a su lado, con la

mirada fija en aquella hoja y con una lapicera en la

mano, al ver su dibujo Elizabeth deseó con todas sus

fuerzas que aquel niño tan diferente se hiciera su

amigo.

Por suerte su pedido había sido escuchado.

“… ¿Recuerdas nuestra primera charla?, estábamos en

el recreo, yo me había quedado en el salón procurando

terminar por fin mi cuento.

Cuando salí para comprarme un refresco te vi

acurrucada debajo de las escaleras, llorando un mar de

lágrimas. Mi corazón se hizo más pequeño al verte de

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esa forma, sin saber porqué me vi acercándome hacia

dónde estabas. En silencio me senté a tu lado y te

escuché sollozar, cuando te hubiste calmado me animé

a preguntarte que te sucedía pero no respondías, solo

te limitaste a abrazarme y yo me quedé petrificado, no

estaba acostumbrado a que nadie me tocara. Al parecer

tú te diste cuenta y me soltaste de inmediato y

secándote las lágrimas me contaste que nuestros

compañeros se habían burlado de tu apariencia, esa

que a mí me parecía perfecta, y que habían pactado no

acercarse para no contagiarse.

Me habías dicho que no tenías ningún amigo y yo, por

extraño que me haya parecido, te dije que a mí me

encantaría ser tu amigo, que no me importaba tu

apariencia ni tus cicatrices, y como prueba de que

hablaba en serio te había regalado un chocolate. Tu

abriste los ojos como platos y me miraste con

incredulidad y en tus hermosos ojos azules noté la

esperanza que nacía en tu interior. Me sonreíste y

aceptaste el chocolate…”

Las lágrimas no cesaban de caer por las mejillas de

Elizabeth, no podía creer como Ángel se acordaba de

tantos detalles sobre su primer encuentro. Ella siempre

había recordado ese día porque fue el momento más

significativo de su vida.

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Para Elizabeth ese día era aquel en el que Dios le había

mandado un angelito a cuidar de ella. Y ahora saber

que su mejor amigo lo recordaba también como algo

significativo por alguna razón había llenado de felicidad

su corazón.

El timbre que indicaba el comienzo del primer receso

había sonado, Elizabeth se levantó muy despacio de su

mesa procurando ser la última en salir de allí, procuró

que su dibujo quedara bien guardada y antes de irse se

fijó en su compañero que seguía concentrado en

aquella hoja. Al ver que no tenía intenciones de

levantarse, Elizabeth se fue.

Cuando salió se encontró con un grupo de sus

compañeros que la miraban fijamente, la niña bajó la

mirada escondiendo sus ojos de aquellas personas e

intentaba mantener sus mangas bien abajo, comenzó a

caminar hacia el centro del patio cuando una voz la

detuvo.

-¿Qué te pasó en los brazos?

Elizabeth no contestó, seguía con la mirada baja,

temiendo a lo que venía a continuación.

-¿Por qué no contestas?-preguntó uno de aquellos

niños

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-Es que no lo ves, es un monstruo y los monstruos no

hablan-le contestó otro

-Tienes razón, no hay que acercarnos, seguro que es

contagioso.

Todos los compañeros asintieron al mismo tiempo y

comenzaron a reírse, señalando a Elizabeth y cantando

al unísono “monstruo feo, monstruo feo”. En un

momento ya no lo resistió y se fue corriendo, se refugió

debajo de unas escaleras, allí comenzó a llorar

desconsoladamente.

No sabía hacia cuanto tiempo se encontraba allí,

llorando, quizás habían pasado minutos u horas, la

verdad que no lo sabía. Una voz a su lado la sobresalto.

-Oye, ¿Qué te pasa?- le preguntó aquel maravilloso

niño de ojos grises.

Elizabeth no sabía en qué momento había llegado ese

niño, pero le estaba agradecida. En lugar de contestarle

lo abrazó, este se tensó ante su contacto así que lo

soltó inmediatamente y secándose las lágrimas con el

dorso de su brazo le dijo.

-Los chicos se burlan de mi, dicen que soy un monstruo

y muy contagioso así que nadie se acerca a mi.-Le dijo

volviendo a llorar.- No tengo amigos

-Yo puedo ser tu amigo.-Le contestó titubeante.

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-¿De verdad?-Preguntó Elizabeth con los ojos brillando

de la emoción.

Éste se limitó a asentir y regalarle un chocolate, como

muestra de que hablaba en serio.

Elizabeth se levantó de la mesa, fue al baño a secarse

las lágrimas, se preparó un café bien cargado ya que

estaba decidida a pasar la noche en vela leyendo la

carta de Ángel, y recordando junto a él todo aquello por

lo que pasaron. Ese día, como nunca, se encontraba

interesada por conocer los sentimientos de su mejor

amigo.

Volvió a tomar la carta y acariciándola suavemente se

dispuso a continuar leyendo.

“… A partir de ese día supe que íbamos a ser grandes

amigos. Tú fuiste la primera persona con la que me

atreví a entablar una amistad después de dos años, yo

no confiaba en absolutamente nadie.

Como bien sabes me costaba abrirme a las personas,

me refugiaba en mis libros y en mis escritos, pero tu

tenias algo muy especial, había algo en tu persona que

me empujaba a confiar en ti.

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Continuamos sentados bajo las escaleras hablando,

quizás cosas triviales, como cual era nuestro color

favorito o que sabor de helado nos gustaba más.

Ese día pude conocer cosas sobre ti, cosas que para

muchos resultarían tontas, pero que para mí eran muy

importantes. Yo quería conocer absolutamente todo

sobre tu vida, y quería contarte todo sobre la mía.

Yo quería contarte todo sobre mi, y lo hice, te conté

absolutamente todo…”

Elizabeth sonrió, había algo que él había mantenido en

secreto durante 17 años. En todo ese tiempo no se

había atrevido a confesarle sus sentimientos. ¿Acaso le

tenía miedo? ¿O estaba tan seguro de su rechazo que

no se animó a declararse?

Sintió una punzada de culpa, ahora creía entender

porque Ángel había tomado aquella decisión, pero

procuró no sacar ninguna conclusión acerca de eso.

Primero debía leer las 17 cartas.

“… pero lamentablemente había algunos secretos que

los guardé para mí, pero que ahora que por fin tomé el

valor que necesitaba procuraré contártelos a lo largo de

estas cartas. Espero que sepas entender porque decidí

callarme y desearía que me perdonases.

El primer secreto es que ese día, apenas volví a casa

tomé un papel color rojo y allí escribí todo lo que me

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contaste sobre ti, así nunca correría el riesgo de

olvidarme algún detalle importante.

Ahora que lo veo en perspectiva, es medio obsesivo de

mi parte, incluso vergonzoso, Dios no tendría que

habértelo contado. Pero bueno, prometí contarte todo y

aquí estoy, confesándote lo más vergonzoso que hice

en mi vida.

Por si no me crees por favor revisa el sobre que se

encuentra al final de la caja, yo te estaré esperando

amor mío, no continúes leyendo si no abriste el otro

sobre…”

Buscó el paquete y tomó el último sobre, lo abrió y se

encontró con una hoja color roja doblada en cuatro. La

desplego y no pudo contener las lágrimas.

COSAS IMPORTANTES DE ELIZABETH

CUMPLEAÑOS: 21 de noviembre

COLOR FAVORITO: rojo (preferencia escarlata)

CANTANTE FAVORITO: Ricardo Arjona

(importante: averiguar quién es y escuchar alguna

canción suya)

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COMIDA FAVORTIA: hamburguesa con muuuuchas

papas fritas

HOBBIE: leer (perfecto) y dibujar

DULCE FAVORITO: cualquier tipo de chocolate (creo

que es chocoadicta)

SABOR DE HELADO FAVORITO: dulce de leche

(¡Igual que yo!)

QUE QUIERE SER DE GRANDE: sicologa (creo que

le gusta los locos)

MEJORES AMIGOS: no tiene (espero convertirme en

uno)

QUE LE GUSTA QUE LE REGALEN: nada de ropa,

solo libros, lápices, pinceles, lienzos (importante no

olvidar esto)

La joven psicóloga no paraba de llorar, no podía creer

que Ángel hubiera hecho eso, para nada resultó

obsesivo. Era un gesto hermoso de un nene de diez

años.

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Una pequeña luz se encendió en el corazón de

Elizabeth, pero no supo interpretar que significaba.

Se secó las lágrimas, dio un sorbo a su café que ya se

encontraba helado, se acurrucó en el sofá y se dispuso

a continuar leyendo.

“… Espero que no te hayas reído tanto al ver esta

pequeña muestra de obsesión mía, comprende que

estaba enamorado por primera vez en mi vida y no

sabía cómo actuar.

En esa semana nos transformamos en grandes amigos,

no hacíamos nada separados. Recuerdo que, en el

colegio, nos trataban como si fuéramos mutantes, pero

nosotros hacíamos oídos sordos a todos esos

comentarios.

Un día te había preguntado a que se debían tus

cicatrices, la curiosidad me estaba matando porque

esas no eran marcas producidas por una enfermedad,

mi mamá me lo había dicho, eso había sido infringido

por un tercero o por vos misma, y la verdad me

torturaba el hecho de que alguien te estuviera

lastimando. Así que saqué valor de donde no tenía y te

lo pregunté, nunca me habría imaginado que tuvieras

tan mal carácter, me golpeaste el hombro y te fuiste

corriendo con tu dorado cabello agitándose en el viento

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mientras te alejabas. Yo estaba congelado, no sabía

como de algo tan pequeño salía tanta fuerza…”

Elizabeth no pudo evitar reírse, recordaba ese día como

si hubiera sido ayer.

Estaban sentados debajo de las escaleras, su lugar

especial, compartiendo un chocolate aunque ella se

estaba comiendo la mayor parte sin darse cuenta. No

hablaban mucho y ella ya se iba acostumbrando al

silencio de su amigo, pero ese día decidió abrir la boca.

-¿Te puedo preguntar algo Liz?- Ella siempre odió que

le dijeran así, pero había algo en la forma en la que

Ángel pronunciaba ese diminutivo que le encantaba.

-Aja- fue lo único que contestó, estaba extrañada que

su amigo quisiera iniciar una conversación.

-¿Cómo te hiciste esas cicatrices?

Elizabeth había quedado petrificada dejando a medio

camino el chocolate, sin saber porque se enojó con

Ángel y lo golpeó en el hombro con todas sus fuerzas y

se fue corriendo dejando solo a su mejor amigo.

Recuerda que ella no estaba lista para hablar con nadie

sobre el origen de aquellas marcas, pero era raro que

se hubiera molestado tanto ya que estaba

acostumbrada a las constantes burlas y preguntas

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acerca de sus cicatrices. Lo que nunca había entendido,

a pesar de haber pasado tantos años, fue porque se

había molestado por el hecho de que Ángel se haya

fijado en aquello que la hacía tan horrible.

No llegó a comprender porque nunca había querido que

el notara sus defectos, siempre había intentado ser

perfecta ante los ojos de su amigo. Y ese día ella creyó

que Ángel la veía igual que los demás, un monstruo

lleno de cicatrices, y eso de verdad le había dolido en lo

más profundo.

Elizabeth había cambiado de humor repentinamente.

De reírse ante el recuerdo a ponerse triste al recordar

los pensamientos que la habían inundado ese día.

“… Cuando te fuiste supe que había preguntado algo

que no debía y me arrepentí al instante. No te iba a

presionar para que me cuentes algo si no estabas lista

para ello.

Había pasado una semana y tú no te acercabas a

hablarme, creí que no me ibas a volver a dirigir la

palabra nunca más. Tenía miedo de haber perdido a la

única amiga que tenía, no entendía porque te habías

vuelto tan imprescindible en mi vida en tan poco

tiempo.

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Y si, antes que lo digas en voz alta, se que estás

pensando porque, si te extrañaba tanto, no me había

acercado y te confieso que no lo hice por temor a tu

reacción, no sabía cómo ibas a actuar, o si yo iba a

decir alguna otra tontería. Así que me limité a esperar a

que tú te acercaras.

Pasaron dos semanas y continuabas sin hablarme,

hasta que un viernes a la tarde, cuando yo me

encontraba sentado afuera de mi casa escribiendo, vi

como un ángel se acercaba, un bello angelito de

cabellos dorados. Yo me hice el que no se había dado

cuenta y continué escribiendo, pero, como siempre me

pasaba, mis cinco sentidos estaban puestos en ti.

Te sentaste a mi lado y sin decir ni una palabra me

diste un chocolate y yo acepté sabiendo que eso era

una ofrenda de paz. En ese momento te juro que mi

corazón comenzó a latir nuevamente.

Ese día me prometí a mi mismo que nunca haría nada

por lastimarte o hacer que te alejaras de mí.

Bueno, esos es todo por ahora amor mío, hasta la

próxima carta.

Te ama… Tu Ángel.”

Elizabeth sujeto con fuerza sobre su corazón aquella

primera carta, se acurrucó en el sofá y se sumió en un

sueño profundo.

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17 Cartas de amor

30

Carta número 2

Elizabeth se encontraba debajo de las escaleras de su

antiguo colegio, no entendía que hacía allí pero se

encontraba llorando, cuando un pequeño niño de

cabello negro azabache y ojos grises se le acercó y se

sentó a su lado. Este pequeño esperó hasta que ella

terminara de llorar, cuando se hubo calmado ese

precioso niño, que a ella tanto le recordaba a Ángel, le

pregunto

-Oye, ¿Qué te pasa?

Y sin darse cuenta ella se vio respondiendo

-Mi mejor amigo murió y me dejó sola

-Tranquila, el nunca te dejaría sola, estoy seguro que

esté donde esté siempre te estará cuidando.

-Pero ya no está a mi lado y nunca podré saber porque

tomó esa decisión y ni si yo podría haberlo salvado- al

decir esto Elizabeth volvió a llorar.

-Si quieres saber esas respuestas continúa leyendo las

cartas

El pequeño niño le dejó un chocolate en el regazo, se

levanto y se fue corriendo.

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17 Cartas de amor

31

Elizabeth se despertó sorprendida, era un sueño muy

vívido el que había tenido. Ese hermoso niño le había

recordado mucho a Ángel a la edad de 10 años, aunque

pensándolo bien, realmente era su mejor amigo que

una vez más había aparecido para consolarla, aunque

solo haya sido en sueños.

Se levanto decidida de la cama, se dirigió al baño a

darse una ducha. Una vez hubo salido se vistió y

procuró salir, no sin antes tomar la segunda carta.

Había decidido que las leería en lugares especiales que

había compartido con Ángel.

Con paso decidido se dirigió hacia el parque donde

pasaban horas en los columpios charlando o

simplemente meciéndose. Ese era su lugar especial

cuando tenían 11 años.

Elizabeth se sentó en uno de los columpios y comenzó a

impulsarse cerrando los ojos, imaginándose que Ángel

estaba allí a su lado. Sintió como que alguien la

columpiaba con una manera muy similar a la que lo

hacía su mejor amigo, abrió los ojos para buscarlo pero

el lugar estaba desierto.

Un poco decepcionada sacó la carta de su bolso, la

admiró un segundo y procedió a leer.

“Querida Liz:

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17 Cartas de amor

32

Amor mío, antes de comenzar con la carta quiero

aclararte que en cada una de ellas encontrarás los

sucesos especiales que marcaron cada año de nuestra

amistad. Son hechos que a mí me marcaron y que

lograron que te amara mas con cada año que pasaba.

Como te imaginarás, en esta carta hablaré de nuestro

segundo año de amistad. Ese hermoso año en el que

decidí, por fin, contarle a alguien ajeno a mi familia mi

más profundo secreto.

Yo siempre había sido muy tímido, no confiaba en nada

y no permitía que me tocaran. Nadie entendía que

había de malo en mí ya que hasta los ocho años yo

había sido un nene normal. Siempre recordé el día en el

que les conté a mis amigos lo que me había pasado y

porque no asistí a clases por más de tres meses.

Cuando les hube contado ellos se rieron de mí y me

llamaron marica, a partir de ese día quedé

absolutamente solo. Mis amigos me habían dado la

espalda y yo no podía soportar tener a alguien cerca.

Me había convertido en un solitario, y me gustaba, de

verdad que lo hacía.

Pero cuando te conocí, mi angelito, todo cambió. Por

primera vez en dos años había aceptado tener a alguien

cerca, fuiste mi salvación, el ángel que Dios me había

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17 Cartas de amor

33

mandado para que siguiera en este lugar que ya no

tenía sentido para mi…”

Elizabeth ahogó un pequeño grito, así que él desde esa

edad ya pensaba en el suicidio. No entendía porque

nunca se lo había contado, ella lo habría ayudado con

mucho gusto, nunca hubiera querido que su Ángel

luchara solo con ese sentimiento.

“… Antes de continuar con los recuerdos hay algo que

debo aclararte, o mejor dicho confesarte, este es otro

de los secretos que nunca te conté.

Una semana antes de contarte todo yo había pensado

en acabar con mi vida, se que tan solo tenía 11 años,

que no entendía nada sobre la vida y la muerte. Pero

tú, más que nadie, sabes lo horrible que es sentirte tan

solo, no encajar en ninguna parte y, a demás de todo,

no soportar que ni tus padres te toquen, era un calvario

que había decidido ponerle fin antes que hablara

contigo.

No sé que habrá pasado por mi mente el día que te

confesé todo, ¿recuerdas que fue el día que

descubrimos ese hermoso juego de columpios que

pronto se convertiría en nuestro lugar especial?...”

Como olvidar ese día, habían salido a dar un paseo por

la cuadra cuando vieron los columpios, ella lo retó a

una carrera hacia ellos y comenzaron a mecerse.

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17 Cartas de amor

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Elizabeth recuerda como Ángel tenía la mirada perdida,

como que algo estaba pasando por su cabeza así que

no pudo contenerse y le pregunto

-¿Qué te pasa Ángel?

-No me pasa nada

-No me mientas, ¿Qué te pasa?

Ángel se había quedado en silencio como pensando que

decir o como hacerlo. Elizabeth estaba a punto de

intervenir cuando él la interrumpió.

-Liz si te lo cuento, ¿me prometes que no dejarás de

ser mi amiga?

-Te lo prometo

-Bueno- dijo con un enorme suspiro- vos sabes que yo

soy un chico muy callado y que no tengo amigos y a

demás no dejo que nadie se acerque ¿verdad?

-Aja

-No siempre fui así

-¿De verdad?- Elizabeth no había podido creerlo, su

amigo nunca había sido sociable y ella pensaba que era

algo de nacimiento, así que se sorprendió cuando él le

contó lo sucedido

-Si, yo a los ocho años tenía amigos, siempre

jugábamos juntos, hasta que un día que estábamos

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17 Cartas de amor

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jugando al futbol en la calle un hombre se acercó para

jugar con nosotros y luego nos prometió que íbamos a

ir a tomar un helado a su casa. Así que cuando

terminamos mis amigos se tenían que ir y yo no quería

dejar al hombre solo porque no quería que se sintiera

triste.

Elizabeth se mantenía en silencio, parecía que le

costaba confesar aquello, y ella no lograba comprender

que le quería decir. Luego de un corto silencio prosiguió

- Cuando quedamos solos el me ofreció ir a su casa al

frente para tomar el helado y yo acepte, cuando

entramos a su casa el cerró la puerta y me dijo que no

tenía que tener miedo, yo no entendía nada- en ese

momento su voz se quebró- se acercó, me acarició la

mejilla y me dijo que era muy lindo. Comenzó a

acariciarme- tragó saliva- ahí abajo y yo me hice para

atrás, el me agarró fuerte y me dijo que no tenía que

resistirme, me bajó los pantalones y de ahí no recuerdo

nada.- dijo esto y comenzó a derramar unas pocas

lágrimas.

-¿Qué te hizo?

Luego de un silencio muy largo que solo era

interrumpido por los sollozos de Ángel dijo

-Me violó

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17 Cartas de amor

36

Ella al principio no entendía la palabra, hasta que

recordó que una vez la había escuchado en la televisión

y le preguntó a su papá que significaba, él le había

explicado que querían decir cuando utilizaban ese

término.

Cuando Elizabeth comprendió que quería decir su

amigo abrió mucho los ojos, no sabía que decir así que

simplemente lo abrazó. Ángel por alguna extraña razón

se vio devolviendo aquel abrazo con mucha fuerza.

Pasado un rato él se apartó y comenzó a secarse las

pocas lágrimas que tenía en sus mejillas.

-Soy un tonto por llorar así.

-Está bien que llores.-Le contestó Elizabeth.

-No, no está bien, yo me prometí que nunca volvería a

llorar, nadie volverá a hacerme llorar.

Elizabeth no sabía que contestar a aquello, así que

para volver a pisar terreno seguro le dijo

-¿Te diste cuenta que me dejaste que te abrazara?

-Si.-Contestó tímidamente.- Yo no dejo que nadie me

abrace, le tengo miedo a que me toquen, pero contigo

es diferente.

-¿No te molesta mi abrazo?-Preguntó Elizabeth

extrañada.

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17 Cartas de amor

37

-No, me hace sentir bien.- Contestó poniéndose

colorado en el momento.

Ella sonrió y se acercó a él y lo abrazó con muchas

fuerzas.

-Hace mucho tiempo que quería hacer esto.-le dijo

sonriendo y volviendo a sentarse en el columpio.

Ángel se levantó y se ubicó detrás de ella y comenzó a

columpiarla. Elizabeth se encontraba feliz, y mientras

se balanceaba no podía evitar reír.

Ese recuerdo la llenaba de tristeza, las lágrimas volvían

a descender por sus mejillas. Aunque ya habían pasado

16 años desde que Ángel le había confesado aquello no

podía evitar la tristeza y el odio que sentía ante lo que

le habían hecho a ese niño tan tierno y bueno. Le

habían quitado su inocencia y su confianza en la gente.

“… Tenía mucho miedo a contártelo, temía que te

alejaras de mi vida. Tú habías sido ese pequeño rayo

de luz en la oscuridad que era mi vida.

Cuando me abrazaste me sentí seguro por primera vez

en tres años, yo le temía al contacto pero había algo en

tus brazos que me relajaban. Desde ese día supe que

era a ti donde pertenecía. Tu abrazo a diferencia de

resultarme incomodo, se me hacía reconfortante.

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17 Cartas de amor

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Y sé que tú no lo sabes, pero ese día me salvaste la

vida. Si no fuera por tu abrazo y por tu comprensión yo

habría optado por acabar con todo mi dolor. Si yo

continué fue por ti, Elizabeth, tú eras el cable que me

mantenía conectado a este mundo.

Analizándolo bien, creo que ya desde ese entonces

sabía que haría cualquier cosa por ti, y si me quedé fue

porque te amaba y había albergado la esperanza de

que tu también sintieras algo por mi…”

Elizabeth miró al cielo y le agradeció en silencio a Ángel

por haberse quedado, porque sin él ella no habría

podido seguir. Era su roca, su sostén, sin él la vida

habría sido vacía.

Pero a la vez lo maldijo porque no tenía derecho a

dejarla sola, ella lo necesitaba, quizás más que al aire

que respiraba. Se estremeció ante ese pensamiento, no

sabía la magnitud que tenían los sentimientos hacia su

mejor amigo, ¿acaso sentía algo más hacia él que un

cariño puramente platónico? Eliminó rápidamente ese

pensamiento de su cabeza, era algo absurdo, ella no

podía estar enamorada de él ¿verdad?

Para no seguir pensando en eso continuó leyendo la

carta, quería ver que más tenía Ángel para decirle

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17 Cartas de amor

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“… Luego de confesarte todo y saber que me

comprendías y no me juzgabas me quitó un gran peso

de encima.

Tú, amor mío, me diste la confianza que necesitaba

para poder abrirme más a esta amistad y no recurrir

constantemente al silencio, y por eso te voy a estar

eternamente agradecido.

A partir de ese día el columpio se volvió en nuestro

lugar habitual, allí hablábamos de todo, yo te podía

contar todo sobre mi vida, ya que habías demostrado

que aceptarías todo lo que te contara y nunca me

juzgarías.

Ese columpio es muy especial para mí, recuerdo que te

sabía columpiar y que vos te reías con todas tus fuerzas

al elevarte. Ese era el sonido más hermoso que había

escuchado en mi vida, siempre me había encantado

escucharte reír y me prometí a mi mismo que trataría

siempre de sacarte una sonrisa, en la medida que se

me fuera posible.

Mi misión ya no era solamente cuidarte, en ese año se

agregó una más: procurar verte sonreír, porque el

mundo se iluminaba con solo una sonrisa tuya.

Hasta la próxima carta amor mío

Te ama… Tu Ángel”

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17 Cartas de amor

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Elizabeth sonrió al leer el último fragmento de la carta,

miró al cielo y dijo

-Una vez más cumpliste con tu misión.

Guardó la carta, cerró los ojos e imaginando que volvía

a tener 11 años comenzó a balancearse como si Ángel

la estuviera columpiando.

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17 Cartas de amor

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Carta numero 3

Al día siguiente Elizabeth había llamado a la clínica

donde trabajaba para poder pedir una licencia de dos

semanas, no podía sentarse en su consultorio a

escuchar problemas ajenos cuando no podía ni con los

propios. Por suerte en el trabajo le concedieron su

petición.

Quería pasara esas dos semanas en su pueblo, sola con

las cartas de Ángel, quería leerlas con paciencia,

absorbiendo cada una de las palabras que tenía que

decirle su amigo.

Ese día se dirigió a la heladería donde, en el verano de

su tercer año de amistad, se había convertido en el

lugar donde iban a pasar el rato todos los días. Ya que

Ángel le había especificado que en cada una de las

cartas se haría alusión a cada año de amistad, Elizabeth

procuró ir a aquellos lugares que habían marcado sus

días con él.

Se sentó en la mesa que siempre había compartido con

Ángel y pidió, como de costumbre, un helado de dulce

de leche. Luego de saborear la primera cucharada tomó

el tercer sobre tratando de adivinar que había marcado

a Ángel en aquel año.

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17 Cartas de amor

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“Querida Liz:

Aquí estoy de nuevo escribiéndote esta tercera carta.

Te confieso que cada vez que tomo un papel para

escribirte una nueva, mi mente se inunda de recuerdos,

de palabras que quiero decirte, palabras que hace 17

años vengo callando.

Espero poder expresar todos mis sentimientos en estas

cartas y explicarte con lujos de detalles como siempre

me hiciste feliz. Y este es el tema de la carta, sobre la

felicidad que me brindaste en el tercer año de amistad.

Lo que hizo especial ese verano fue que tú no te

habías ido como las veces anteriores. Lo que más feliz

me hizo fue que te quedaste y por fin iba a pasar un

verano acompañado, no iba a estar solo…”

Elizabeth recordó ese verano, por un lado fue especial

porque estuvo acompañada por Ángel, pero por el otro

fue muy triste porque ese año su mamá había

empeorado y con ella la cantidad de marcas que

adornaban la piel de Elizabeth.

“… Recuero que en la segunda semana de las

vacaciones yo me encontraba tumbado en el césped del

jardín de mi casa leyendo un poco, cuando sentí que

una mirada se clavaba en mí, a regañadientes levante

la vista y te vi. Como siempre estabas preciosa, tus

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hermosos cabellos recogidos en una coleta despejaban

tus perfectos rasgos.

Toda tu belleza se veía opacada por unas lágrimas que

descendían sobre tus mejillas. Me levanté bruscamente

y te pregunté qué sucedía, y como era típico en ti

cuando estabas triste, no respondiste y te lanzaste a

mis brazos para poder verter más lágrimas, te devolví

el abrazo con fuerza, esa era mi forma de protegerte…”

Era la segunda semana de vacaciones y Elizabeth se

encontraba empacando sus cosas para el viaje, estaba

concentrada escuchando a Ricardo Arjona cuando su

padre irrumpió en la habitación.

-Cielo, ¿tienes un momento?

Elizabeth se dio la vuelta para enfrentarse a su padre,

pero apenas lo vio supo que algo no andaba bien.

-¿Pasó algo papá?- éste tomó las manos de su hija con

lágrimas que brillaban en sus ojos. Un miedo le recorrió

por el cuerpo pero decidió quedarse callada esperando

que su padre hablara.

Pasado un momento que a Elizabeth le pareció eterno

su padre comenzó a hablar.

-Cariño, me temo que este año no podremos viajar

como teníamos previsto

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17 Cartas de amor

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-¿Le pasó algo a mamá?- a Elizabeth no le importaba

las vacaciones, lo único que le había pasado por la

cabeza en ese momento fue su madre.

-Tu mamá volvió a sufrir otro ataque- Suspiró- Al

parecer no estaba tomando la medicación.

-¿Pero está bien?

-Los médicos lograron estabilizarla, pero no debemos

correr el riesgo de que vuelva a recaer, tenemos que

cuidarle.

Lágrimas comenzaron a brotarle, su padre se las iba

secando a medida que caían, cuando pudo articular

palabras le preguntó

-¿Algún día se pondrá bien?

-Lo dudo mi cielo, es una enfermedad que puede ser

controlada, pero no curada.

-Eso quiere decir que morirá- dijo en un susurro

Elizabeth, su padre la abrazó y besando el cabello de su

hija le dijo

-Todos morimos en algún momento, venimos a la tierra

con los días contados, pero no te preocupes cariño, yo

haré todo lo posible para lograr que tu madre siga con

nosotros un largo tiempo.

-¿Me lo juras?- dijo ella abrazándolo con fuerza. El la

tomó por los hombros y mirándola a los ojos le dijo

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-Te lo juro por mi vida.

Pasado un rato el padre de Elizabeth se fue al hospital

para ver como seguía su mujer. Como no tenía ganas

de desempacar, la pequeña de 12 años se puso sus

pantalones deportivos, una remera, se hizo una coleta

y se dispuso a correr para olvidarse de todo.

Sin darse cuenta se encontró frente a la casa de Ángel,

lo vio recostado en el césped leyendo, la visión de su

amigo la llenó de paz. Ángel alzó la mirada de su libro,

su expresión denotaba sorpresa, se levantó

rápidamente y le preguntó.

-Liz ¿Qué pasa?

Esas tres palabras fueron suficientes, se acercó a su

amigo y lo abrazó con fuerzas, vertiendo todas las

lágrimas que tenía.

“… Recuerdo que me habías dicho que estabas triste

porque no te ibas de viaje, por supuesto no te creí

porque tu no eras una chica superficial, pero decidí no

decirte nada porque ya estabas lo suficientemente mal

como para que yo te lo recordara.

Por suerte pude distraerte de lo que sea te estuviera

afectando. Ya que estabas vestida de forma deportiva

saqué mi pelota que, durante mucho tiempo, estuvo

guardada porque yo había desarrollado un gran temor a

ese deporte y te convencí para que jugáramos al futbol.

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17 Cartas de amor

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Fue una tarde absolutamente perfecta, solo nos

detuvimos para tomar un jugo que mi madre nos había

preparado. Por fin tu perfecta sonrisa había vuelto y yo

estaba dichoso por verla nuevamente, sabía que tu

tristeza no había desaparecido, pero me alegró el hecho

de que te hice olvidar por un momento de ella.

Bueno amor mío, ahora llega el momento de una

nueva confesión. Estoy seguro que sonara egoísta de

mi parte, pero resulta que yo estaba muy feliz de que

te quedaras, se que estabas triste, pero saber que la

persona por la que sonreía y por la que me levantaba

cada mañana se encontraría todo el verano a mi lado

me llenaba de una profunda alegría, y me había

propuesto contagiarte un poco de ella para que te la

pasaras tan bien como yo la estaba pasando. Espero

haber cumplido mi propósito…”

Elizabeth sonrió al leer esto, como siempre Ángel había

cumplido con su misión. A pesar de que su madre había

estado muy mal en ese año, ese verano también

resultó perfecto para ella. Su amigo sabía cómo hacerla

olvidar de todo lo malo que pasaba en su vida, y lo que

más le gustaba a Elizabeth es que Ángel nunca le

preguntaba el motivo de su tristeza, solo se limitaba a

estar a su lado y a hacerla reír cada vez que tenía

oportunidad.

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17 Cartas de amor

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Intentó tomar una cucharada de su helado pero éste ya

estaba derretido. Ese era el efecto que tenían en ella

las cartas de Ángel, la hacían olvidar de todo lo que la

rodeaba.

“… El resto del verano fue absolutamente perfecto,

claro que eso se debía a que tú te encontrabas a mi

lado.

Lo único que había opacado esa perfección fue cuando,

un día en la heladería, tú levantaste la mano y se te

corrió la manga, en ese momento visualicé unas

marcas en tu brazo, y no eran cicatrices, eran heridas

recientes…”

Elizabeth cerró los ojos al recordar aquello, al recordar

el dolor que había sentido en aquel verano.

Con el pasar de las vacaciones Elizabeth se sentía cada

vez más triste, su madre había empeorado y su padre

casi ni se encontraba cerca de ella. Se sentía sola en

aquella casa tan grande, extrañaba a su mamá, pero

principalmente extrañaba a su padre que siempre había

estado ahí para ella, para reconfortarla cuando se

sentía triste.

Si bien cuando estaba con Ángel la angustia

desaparecía, a la hora de volver a su hogar,

absolutamente sola, la tristeza volvía de la peor

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manera. El silencio era su peor enemigo y en esa casa

abundaba el silencio.

Recorría la casa por completo, viendo el espacio vacío

en cada rincón, buscaba recuerdos de días felices pero

nunca los encontraba, en su casa solo se encontraba la

tristeza. Su ritual de cada día era sentarse en alguna

habitación y comenzar a dibujar todo lo que allí se

encontraba, pero en lugar de dibujar la habitación vacía

agregaba imágenes de ella junto con sus padres, con

sonrisas en sus labios y la felicidad impresa en sus

ojos. Elizabeth fabricaba sus propios recuerdos felices.

Luego de aquello se dirigía a su habitación y pegaba

aquel dibujo a su pared, observándolo por mucho

tiempo deseando que fuera todo verdad. Pero al ver

que sería imposible se recostaba en su cama y lloraba

por una vida llena de felicidad que nunca conocería.

Cuando la tristeza ya sobrepasaba su límite Elizabeth

tomaba un cúter del cajón de su mesa de luz y se

realizaba cortes en sus brazos que le permitían

concentrarse en el dolor físico y no en el de su corazón.

“…Mi pecho sintió una punzada de dolor al imaginarme

que alguien estuviera haciéndote daño, pero no dije

nada porque esto era algo que me tenías que contar

por voluntad propia, así que me guardé todo el dolor y

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el odio que sentía hacia cualquiera que te estuviera

lastimando.

Aguardé a que me lo dijeras, pero ese día nunca llegó.

Por lo menos en ese verano.

Bueno amor mío, eso es todo lo que tengo que decirte

en esta carta, así que hasta la próxima mi principessa.

Te ama… Tu Ángel”

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17 Cartas de amor

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Carta numero 4

Elizabeth no pudo pegar un ojo en toda la noche, los

recuerdos la inundaban, no podía sacarse de la cabeza

las cartas de Ángel. Estas le despertaban sentimientos

que no sabía que tenía, aunque no podía determinar

que significaban, era tan fácil comprender los

sentimientos de sus pacientes pero era tan difícil

comprender los propios.

Al ver que no había ninguna posibilidad de dormir

durante esa noche decidió levantarse, se puso una bata

color rosa y se fue a preparar un café, se sentó en el

sofá con la taza en la mano, al apoyar sus codos en la

pequeña mesa una de sus mangas se resbaló de sus

brazos y pudo visualizar una de sus tantas cicatrices.

En ese momento apareció en su mente el día en el que

descubrió esa forma de escapar del dolor en el que se

había convertido su vida.

Fue a los 9 años cuando internaron por primera vez a

su mamá, Elizabeth se encontraba levantando los

trozos de vidrios que había en el suelo, producto de uno

de los tantos ataques de su madre, cuando se cortó el

dedo. Fue un pequeño momento de dolor, Elizabeth

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observaba embelesada como el líquido color carmesí se

derramaba, gota por gota hasta caer al suelo. Con ese

primer corte sintió que algo se liberaba en su interior.

Era muy pequeña como para entender la magnitud de

lo que, en ese momento, se iba a convertir en su

pequeña vía de escape.

La nena de 9 años tomó un trozo de vidrio y se encerró

en su habitación, se arremangó la manga de su

camiseta y se hizo el primer corte en su brazo, este

había sido más doloroso y por ende también más

liberador.

Realizaba este ritual cada vez que se sentía triste que,

lamentablemente, eran casi todos los días. Pero ese

hábito había comenzado a cesar cuando conoció a

Ángel, él siempre le hacía olvidar de todo, intentaba

constantemente hacerla reír y eso, menguaba su deseo

de ver correr la sangre de sus brazos.

Elizabeth tomó lo último de su café y, sin resistirse, sin

pensar en ir a un lugar especial tomó la cuarta carta de

su amigo, en ese momento, con el recuerdo de su

antiguo dolor, necesitaba de sus palabras para no

recaer en viejas costumbres.

“Querida Liz:

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Yo nunca creí en mi fortaleza, o mejor

dicho no sabía que la tenía hasta que ese grupo de

insensibles quisieron hacerte daño.

Perdón amor mío por comenzar de esta manera la

carta, pero como me conoces sabes que cuando se

viene una idea a mi cabeza, o en este caso un

recuerdo, tengo que escribirlo inmediatamente. Como

ahora no puedo o no tengo tiempo para reescribir esta

carta espero que logres comprender lo que quiero

decirte…”

Elizabeth quedó pensativa ante aquella primera parte

de la carta, ¿Por qué Ángel no tenía tiempo para

reescribir aquello?

Por supuesto sabía que Ángel, al tener alma de

escritor, no podía dejar ninguna idea librada al azar,

todo lo que aparecía en su mente debía ser anotado en

su pequeña libreta, ese lugar donde tenía mil

anotaciones de diferentes cosas y que solo él entendía.

¿Por qué no anotó allí aquello?, ¿acaso tenía una fecha

límite para escribir esas 17 cartas? Elizabeth entendía

cada vez menos todo aquello, así que continuó leyendo,

esperando que allí estuvieran plasmadas las respuestas

que necesitaba.

“…Volviendo al tema de esta carta, debo decirte que,

gracias a ti, yo descubrí la fuerza que llevo dentro mío.

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17 Cartas de amor

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No sé si tu recordaras, amor mío, pero yo como cada

cosa especial que pasamos juntos, lo tengo grabado a

fuego en mi cabeza.

Nunca olvidaré el terror que reflejaban tus ojos aquel

día, y mucho menos olvidaré la forma en la que te

encontré mas tarde en tu casa. Creo que jamás sentí

tanto odio como aquella vez.

Hasta el día de hoy tengo pesadillas sobre aquel

suceso, sobre como no supe defenderte de aquellos

animales que teníamos de compañeros, como fui el

espectador de esa maldita tortura que te hicieron

pasar. Tuve que ver cómo te hacías daño a ti misma

para poder reaccionar, tuve que observar cómo te

brotaba la sangre de tus bellos brazos para comprender

el daño que te estaban causando. Nunca me perdonaré

el no haberte ayudado a tiempo…”

-Tú fuiste el único que me ayudó Ángel-dijo Elizabeth

entre sollozos.

Esta carta le había abierto una herida, una que ya

pensaba que tenía curada. Cerró los ojos con fuerza y

visualizó aquel horrible día.

Había empezado la mañana como cualquier otra,

desayunó sola ya que su padre se había ido a trabajar

muy temprano, se terminó de preparar y se fue al

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17 Cartas de amor

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colegio. Como siempre sus compañeros la ignoraron de

manera muy evidente. Todo era muy normal, hasta que

llego el recreo.

Elizabeth se encontraba, como siempre, debajo de las

escaleras hablando tonteras con Ángel, cuando dos de

sus compañeras se les acercaron y con una sonrisa

maliciosa en sus labios, una de ellas dijo:

-Hola monstruito

-¿Cómo está la hija de Chucky?- preguntó la otra.

Elizabeth se limitó a ignorarlas, bajó la mirada y no la

despegó del suelo.

-¿No sabes hablar o tienes la lengua cortada?- al decir

esto las dos compañeras comenzaron a reírse como

tontas.

Una de ellas la quiso tomar del brazo, pero Elizabeth

intentó apartarlo bruscamente, lamentablemente la

manga de su camisa se corrió dejando a la vista sus

marcas más recientes. Al verlas, sus maliciosas

compañeras incrementaron las burlas.

-¡Acérquense, acérquense! Nos encontramos ante la

presencia de algo nunca antes visto, de algo cuya

existencia no se conocía. ¡Acérquense para contemplar

a la hija de Chucky!-dijo una de ellas en forma circense

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17 Cartas de amor

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Al escucharla sus compañeros se fueron acercando a

observar, como si de un pequeño espectáculo se

tratara. Algunos solo reían, otros quedaban en silencio

y, los más crueles, se encargaban de tirarle el cabello o

escribirle frases groseras en la ropa. Sin decir palabras

Elizabeth solo se limitó a llorar.

Ángel no pudo contenerse más y se levantó

bruscamente para enfrentarse a aquellos espectadores,

alzando la voz les dijo:

-¡Déjenla en paz!

Uno de ellos, el ex amigo de Ángel, le contestó

-Tu no te metas marica- dicho esto lo empujó.

Ese pequeño toque dejó paralizado a Ángel, no estaba

preparado para que alguien lo rozara, se quedó

congelado sin poder reaccionar, observando cómo

torturaban a su mejor amiga.

Elizabeth había retrocedido hacia la esquina de las

escaleras y se ubicó en posición fetal llorando

desconsoladamente, ¿Qué había hecho para merecer

aquello?, las burlas seguían resonando en sus oídos, se

los tapó con las manos intentando acallar aquellas

palabras tan hirientes.

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-Por favor cállense, por favor cállense- repetía ese

mantra una y otra vez entre sollozos. Al escuchar eso

sus compañeros aumentaron las burlas.

-Miren como llora

-Aii, ¿la bebé quiere a su mamita?

-No me digas que ya te volviste loca

-Aparte de monstruosa, loca. No sé qué haces en este

colegio

Uno de ellos le levantó la cabeza y le escribió en la

frente, con letras bien grandes, la palabra “LOCA”.

Parecía que esa tortura no tenía fin, con los oídos aún

tapados seguía recitando su mantra. Sin darse cuenta,

todo estaba en silencio y solo una voz se escuchaba.

-¿Elizabeth?- a escuchar esa voz abrió lentamente los

ojos y se encontró con la imagen de la directora que la

observaba con cara preocupada.- Cariño ya todo pasó,

intenta relajarte.

Poco a poco se fue secando las lágrimas e intentando

relajarse, pero no podía sacarse de la cabeza esas

palabras tan hirientes.

-Debido a lo ocurrido te puedes ir a tu casa, ¿quieres

que llame a tu papá?

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17 Cartas de amor

57

-No gracias, puedo ir sola, ya estoy mucho mejor

aparte no vivo muy lejos de aquí.

Elizabeth se secó las lágrimas de sus ojos, ingresó a su

salón de clases para recoger sus cosas. Al entrar todas

las miradas se dirigieron hacia ella, era consciente que

estaba hecha un desastre, con toda la ropa escrita y

con la palabra “Loca” que aún resaltaba en su frente.

A paso lento y con la mirada baja se dirigió hacia su

asiento y comenzó a acomodar sus cosas, cuando se

dispuso a colgarse la mochila la mano de su amigo le

sostuvo su muñeca.

-¿Estás bien?-Le preguntó con los ojos rebosantes de

preocupación.

Ella se limitó a negar con la cabeza como respuesta,

tenía miedo de hablar porque si lo hacían las lágrimas

volverían a brotar.

-Esta tarde iré a verte.

Elizabeth asintió, se colgó la mochila, se dio media

vuelta y se fue. Durante todo el camino hacia su casa

revivía en su mente todos los acontecimientos

sucedidos momentos antes, pero reprimía sus lágrimas

hasta llegar a su casa.

Como era de esperar su padre estaba trabajando, así

que se dirigió directamente hacia el cuarto de baño, se

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17 Cartas de amor

58

miró en el espejo, al verse de aquella forma no pudo

reprimir las lágrimas, era un absoluto desastre. Abrió el

grifo de agua y comenzó a limpiarse con mucha fuerza

aquella palabra de su frente, ya las lágrimas eran un

mar imposible de controlar, no entendía porque le

habían hecho aquello, porque la habían humillado de

aquella manera.

Elizabeth era consciente de que no era una niña

normal, tuvo que madurar de golpe por causa de su

complicada realidad, sabía que no era como los demás

niños y eso era lo que más la entristecía, que no podía

vivir una vida normal y los demás se daban cuenta de

aquello por eso la torturaban, por eso se burlaban de

ella. Nunca podría encajar en la sociedad porque la

misma sociedad nunca se lo permitiría, porque su

realidad no lo haría.

Sin poder reprimir aquel dolor tomó la máquina de

afeitar de su padre y arrancó el filo que este contenía,

sin pensarlo dos veces realizó un profundo corte en su

brazo, el dolor la embargó de repente. Ahora su cuerpo

sentía lo mismo que su alma.

Volviendo al presente Elizabeth corrió por un vaso de

agua, tenía la boca seca, se volvió a sentar y continuó

leyendo la carta de Ángel.

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17 Cartas de amor

59

“…Cuando Enrique me tocó quedé paralizado, no podía

reaccionar. Quisiera haberte ayudado, te veía tan

indefensa en aquel rincón que mi corazón se partió en

dos.

Intenté que mi cerebro le mandara señales a mi

cuerpo para reaccionar, pero me parecía imposible.

Solo observé cómo te maltrataban, no hice nada al

respecto y hasta el día de hoy me siento muy culpable

y te pido perdón.

Lo que empeoró todo fue cuando, esa tarde, fui a

visitarte y te encontré en tu habitación llorando un mar

de lágrimas, mientras que con un cúter te rasgabas tu

perfecta piel. Eso me obligó a reaccionar por fin, abrí la

puerta con todas mis fuerzas y entré a tu habitación,

arranqué de tus manos aquel objeto y lo avente lo más

lejos posible, te obligué a mirarme pero tú no me dijiste

nada, solo me abrazaste y yo te repetía una y otra vez

que no lo volvieras a hacer, que todos los que te había

obligado a hacer aquello la pagarían, yo me encargaría

de eso…”

Elizabeth sonrió, pero no una sonrisa producto de un

buen recuerdo, porque era claro que aquello no lo era.

Sino que era una sonrisa de agradecimiento a la

persona que la había ayudado a enfrentar lentamente

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17 Cartas de amor

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su problema. Si no hubiera sido por Ángel no sabía

cómo habría terminado todo.

Elizabeth se había trasladado del baño a su habitación,

allí arrodillada en el suelo se hería ambos brazos,

viendo caer lentamente la sangre al suelo. No era

consciente de que alguien había entrado a su casa

hasta que vio una mano que le arrancaba el cúter y lo

aventaba lejos. Cuando alzó la mirada se encontró con

los ojos grises de su amigo.

-¡¿Qué estás haciendo?!-Preguntó entre gritos Ángel.

Ella no contestó, se limitó a llorar, solamente a eso. Al

ver que ella no contestaba la abrazó, sin importarle

mancharse con la sangre de Elizabeth.

-¿Por qué te haces esto?

-Porque es la única forma de olvidarme del dolor de mi

alma.-Contestó Elizabeth entre sollozos, sin

desprenderse de sus brazos.

Allí en el suelo abrazando a su mejor amigo se sintió

en paz, una paz que hacía mucho tiempo no

experimentaba. Ángel era la mejor cura contra el dolor

de en su alma. Lo había descubierto en ese momento

pero nunca se lo había dicho.

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17 Cartas de amor

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“…Esa tarde mi dediqué a curarte las heridas una por

una y te obligue a prometerme que nunca más lo

harías, por supuesto sabía que no lo prometías en serio

pero yo me encargaría que cumplieras.

Ya a la noche te acostaste para dormir y me susurrarte

algo que no logré comprender muy bien. Observé cómo

te quedaste dormida y ese día me prometí que nunca

dejaría que alguien volviera a hacerte daño.

Aunque debo admitir que algo positivo salió de todo ese

maldito drama, y es que aquello me hizo sentirme más

cerca de ti y, a partir de ese día, supe que nunca me

iba a separar de tu lado.

TE AMA…TU ÁNGEL”

Elizabeth se secó las lágrimas y se fue a la cama, unos

segundos antes de rendirse al sueño susurro las

mismas palabras que aquel día, esperando que esta vez

Ángel la oyera.

-Gracias mi ángel guardián

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17 Cartas de amor

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Carta numero 5

El sonido de su celular despertó a Elizabeth que, a

regañadientes, se levantó para contestar. “Micaela” se

leía en la pantalla luminosa, esa chica era muy buena

amiga suya pero hacía más de un año que no se veían

ni hablaban.

-¿Hola?-contestó Elizabeth

-¡Elizabeth! ¿Cómo estás?

-Bien, va un poco dormida ¿vos como estas?, ¿pasó

algo?

-Me enteré de lo de Ángel, ¿Cómo lo vas llevando?

Claro, se tendría que haber imaginado que ella la

llamaría, durante muchos años Micaela había sido muy

amiga de ambos, pero nunca pudo integrarse del todo,

ya que entre Elizabeth y Ángel había algo muy especial

que no permitía que nadie se acercara lo suficiente.

-Intento sobrellevarlo, es muy difícil comprender que

ya no está ¿sabes?

-Sí, lo sé, a mí también me cuesta muchísimo aceptar

todo esto. Yo estaba de viaje cuando pasó. La verdad

es que todavía no comprendo nada, no había ninguna

señal.

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17 Cartas de amor

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-¿Tu lo veías últimamente?- preguntó extrañada

Elizabeth, su amigo no le había dicho nada al respecto.

-Sí, durante este último año nos hicimos muy unidos

-Ah- fue lo único que podía contestar Elizabeth muda

ante la sorpresa.

<<Durante este año me encontró un reemplazo

fácilmente>> pensó, pero inmediatamente lo alejó de

su mente, claro que Ángel no la había reemplazado, eso

era imposible. Pero no podía negar esa sensación de

celos que crecía en su interior, intentó ignorarlo pero no

pudo ¿Qué significaba aquello?

-¿Sigues en la ciudad o ya te fuiste?-preguntó su amiga

desde el otro lado de la línea

-Sigo aquí por otras dos semanas, tengo asuntos

pendiente- o mejor dicho, un solo asunto pendiente,

conocer los sentimientos de Ángel.

-¡Excelente! ¿Quieres tomar un café en uno de estos

días?

-Me encantaría, yo te llamo ¿Está bien?

-Claro, estaré esperando tu llamada… besos

-Besos

Y así terminó la conversación, Elizabeth no tenía

ningún deseo de hablar con Micaela, no es que no le

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callera bien, es que ahora al saber que ella estuvo en

aquel último año muy cerca de Ángel le molestaba y

mucho.

No entendía porque aborrecía la imagen de ellos dos

juntos, así que para sacarse eso de la mente decidió

llamar a uno de sus pacientes que, al ver la cantidad de

llamadas perdidas suyas, supuso que se encontraba en

una crisis.

Llegado el mediodía se fue al local de hamburguesas

favoritas de Ángel para almorzar. Una vez que hubo

ordenado sacó el quinto sobre y comenzó a leer.

“Querida Liz:

‘Tu mi piano, mi papel, mi tinta china, verso y

todo. Mi mejor musa, mi guitarra y mis intentos

de canción. Mi alfabeto en español, mi mejor

inspiración…’1

Estoy completamente seguro de que reconociste la

canción de Ricardo Arjona, este es el fragmento que

mejor expresa lo que tú siempre significaste para mí.

Tú fuiste mi inspiración, cuando apareciste en mi vida

comencé a escribir mucho mejor. Claro que mis

mejores escritos eran aquellos que trataban sobre ti.

1 Fragmento canción “Tu”. Autor Ricardo Arjona, álbum “Lados B”

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17 Cartas de amor

65

¿Recuerdas aquel concurso literario que gané en

nuestro nuevo colegio?...”

Se había olvidado por completo de ese concurso y que

raro que lo hubiera hecho, ya que esa fue la “primera

salida al público”, por así decirlo, que había tenido

Ángel.

Elizabeth recordaba que en ese año había cambiado de

colegio, no podía seguir siendo compañeros de esas

personas que, cada vez que tenían la oportunidad, se

burlaban de ellos o le hacían la vida imposible.

Por suerte en ese nuevo colegio todos la trataban bien,

Elizabeth pudo hacerse amiga de casi todos sus

compañeros, por fin Ángel y ella habían encontrado un

lugar que no los juzgaban por ser diferentes. Claro que

ninguno de ellos se comparaba con su Ángel, nadie

nunca lo haría.

“…Era la última semana antes de las vacaciones y

estábamos nosotros y nuestra amiga Micaela en el

recreo, tu y ella se encontraban charlando alegremente

y yo, como siempre aislado, me encontraba

escribiendo, cuando la directora colocó un cartel en la

puerta de nuestro salón de clases y como siempre tu,

mi pequeña curiosa, te acercaste a leer que contenía.

Extremadamente emocionada viniste corriendo hacia

mí contando que se trataba de un concurso de historias

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17 Cartas de amor

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cortas para chicos de nuestra edad y me sugeriste que

yo participara. Por supuesto que yo no quería, nadie iba

a leer algo escrito por mí, lo consideraba algo muy

personal, como una puerta para que conozcan mi alma.

Pero tú como siempre me insististe muchísimo para

que participara y, no sé porque sospecho que tú sabías

que haría cualquier cosa por ti. Te aprovechaste de eso

angelito…”

Elizabeth sonrió abiertamente, claro que sabía que lo

iba a convencer, el siempre la escuchaba y hacía todo

lo que ella le aconsejara. Por esa vez fue un poco más

difícil, pero no imposible.

-¡Ángel!, a que no sabes lo que dice el cartel-dijo

Elizabeth muy emocionada.

-La verdad es que no-respondió Ángel en un tono que

denotaba indiferencia.

Elizabeth molesta ante la actitud de su amigo se cruzó

de brazos y lo observó fijamente, él continuaba

escribiendo sin problema alguno. Pero lentamente el

aludido fue levantando la mirada hasta que sus ojos

grises quedaron posados en los ojos azules de ella.

-¿Qué pasa Liz?, ¿Por qué me miras así?-preguntó

Ángel preocupado

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17 Cartas de amor

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-Porque eres muy mal educado-contestó Elizabeth con

el seño fruncido. Su amigo abrió los ojos como platos.

-¿Por qué mal educado?

-Porque yo venía súper emocionada a contarte una

linda noticia y tú me ignoraste.-dicho esto se dio media

vuelta y le dio la espalda.

Ángel la hizo girar para poder abrazarla, cuando

estuvo en sus brazos le dijo al oído.

-No sabía que era tan importante ¿Me perdonas

angelito?

Como siempre cuando Ángel la llamaba de esa forma y

la abrazaba para pedirle perdón ella no podía no

hacerlo, simplemente era imposible. Suspirando

contestó.

-Sí, te perdono, ¿pero ahora me vas a escuchar?

-Por supuesto-contestó con una gran sonrisa en el

rostro.

Ángel la soltó y se volvió a sentar al lado de Micaela.

<<Mierda nos olvidamos que ella estaba aquí>> pensó

Elizabeth, no sabía porque pero casi siempre se

olvidaba de los demás cuando Ángel se encontraba

cerca.

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17 Cartas de amor

68

-Micaela, tu si quieres escuchar ¿verdad?- le preguntó

como para que no pensara que la ignoraron aunque en

realidad si haya sido así.

-Claro que si-contestó su amiga con una hermosa

sonrisa.

Ahora que sus dos amigos la escuchaban procedió a

contar lo del concurso y a sugerirle a Ángel de que

participara.

-Para nada.-Dijo su amigo con un tono de voz que

demostraba que estaba decidido- Ni lo sueñes

-¿Por qué no?- preguntó Elizabeth.

-Porque no, nadie va a leer nada que yo haya escrito.

Sabes que considero algo muy personal eso.

-Pero seguro que ganarás, escribes muy bien.-Intervino

Micaela poniendo su mano en el brazo de Ángel, éste se

tensó ante su contacto él continuaba sin soportar que

alguien lo tocara, salvo que se tratara de Elizabeth.

Para ayudarlo en esa situación lo tomó de la mano y lo

obligó a levantarse, lo abrazó con fuerzas y le dijo.

-Vamos, participa en el concurso, yo se que tienes un

gran futuro en esto, pero no vas a triunfar si no le

muestras al mundo tu talento.- Lo miró a los ojos y

haciendo un puchero dijo- Hazlo por mí… por favor.

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17 Cartas de amor

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-No me hagas eso.-Contestó Ángel abrazándola con

más fuerzas- Sabes que no me puedo negar cuando me

pides las cosas así.

Elizabeth dejó de abrazarlo y con una sonrisa triunfal

en los labios comenzó a saltar y a gritar.

-¡Te convencí!, ¡Soy una genia!- volviéndolo a abrazar

le dijo al oído.- Se que ganarás, yo creo en ti mi Ángel.

“..Tú siempre confiaste en mí, en mi talento, siempre

creíste que algún día triunfaría en el ámbito literario.

Estoy seguro que si no hubiera sido por ti yo no me iba

a dedicar a esto qué es lo que más amo en el mundo,

después de ti claro está amor mío.

Y no solamente fuiste mi gran apoyo, también fuiste

mi musa. Cada vez que cierro los ojos y te imagino con

tus hermosos cabellos dorados cayendo cual cascada

por tus hombros, con una mano extendida hacia mí,

pidiéndome que me acerque mas y mas a ti mientras

que tus ojos azules como el mar no cesan de mirarme y

tu sonrisa de dientes perfectos que me dan la confianza

que tanto necesito, las palabras vienen solas y mi

mente imagina miles de historias, de aventuras y de

realidades diferentes donde la protagonista es una

joven hermosa de cabellos dorados, ojos azules; una

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sonrisa arrebatadora y, principalmente, con un corazón

enorme.

Si, es así, la protagonista de todos mis escritos siempre

fuiste tú. Todas eran distintas adaptaciones tuyas, ya

que tu siempre fuiste la protagonista de mi vida no

podía no convertirte una en mis historias.

Ese pequeño escrito, con el cual participé en aquel

concurso hace ya 12 años, hablaba todo sobre ti, por

eso me negué a que tu lo leyeras, no quería que te

enteraras de mis sentimientos más profundos y

recuerdo que te enojaste mucho ya que no era propio

de mi el ocultarte cosas…”

Cuando Ángel apareció en su casa una tarde de

sábado, sin previo aviso, Elizabeth supuso que venía

con una noticia sobre el concurso, ya que sabía que

pronto iban a anunciar a los ganadores.

Abrió la puerta y se encontró con aquellos ojos grises

tan especiales y una sonrisa de triunfo en los labios,

con solo verlo Elizabeth supo cual había sido el

resultado. Sin pensarlo dio un grito de felicidad y se

abalanzó sobre Ángel, este abrió sus brazos con mucho

gusto para recibir el abrazo de su amor platónico.

Giraron en el lugar riendo como tontos, cuando por fin

se separaron Elizabeth dijo.

-Sabía que ganarías.

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-Tú siempre confiaste en mi y eso que no leíste mi

relato.-Le contestó con una sonrisa.

-Se acerca de tu talento, no hace falta que lo lea para

saber que es maravilloso.-Hizo una breve pausa y lo

miró fijamente-Ahora me dejaras leerlo ¿verdad?

-Perdón, pero no.

-¿Por qué no?-Preguntó enojada.

-Porque no, este no es el momento para que leas la

historia. Quizás más adelante.

-Como quieras.-Contestó Elizabeth mirando hacia otro

lado.

Ángel la abrazó y le dijo al oído:-No te enojes por

favor angelito… te prometo que más adelante lo vas a

leer.

“…Bueno amor mío, llegó la hora de que leas esa

historia que escribí hace tantos años y quiero que sepas

que esa historia te pertenece, como todas aquellas que

alguna vez escribí.

Espero que te guste amor mío.

Te Ama…Tu Ángel.”

Elizabeth tomó la hoja adjunta a la carta y la sostuvo

un momento sobre su corazón, pero no la leyó en ese

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momento. Quería leerla en un lugar tranquilo donde el

murmullo de la gente no la distrajera. Deseaba

absorber cada palabra de aquella historia.

Pago la cuenta y comenzó a caminar sin rumbo, hasta

que se encontró en el lago. <<El lugar perfecto>>

pensó Elizabeth, se sentó en la orilla inspiró aquel aire

profundamente y, sintiendo la presencia de Ángel a su

lado se dispuso a leer aquella historia que hacía 12

años que la tenía intrigada.

“Leandro se encontraba arrodillado en el suelo de una

calle desierta, su ropa estaba rasgada. Moretones y

cortes se encontraban dispersos por todo su cuerpo,

pero él ya no sentía ningún dolor.

Le habían quitado su capacidad de sentir, un gran

vacío dominaba su alma, un vacío que pensó que nunca

se iba a llenar. Con dificultad se levantó del suelo y,

haciendo uso de las pocas fuerzas que le quedaban,

comenzó a caminar hacia un lugar que no sabía que

buscaba.

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Leandro caminó por horas cayéndose cuando el

cansancio o su cuerpo ya no podían más, pero, como

había aprendido de Cristo, ante cada caída se levantaba

aunque le costara horrores, él quería vencer el dolor, no

dejarlo ganar. No quería que aquellos que buscaban que

se rindiera, que cayera muerto por las heridas

producidas, ganaran.

Si iba a morir lo haría con dignidad, no preso de la

humillación que le hicieron vivir. Siguió caminando

hasta llegar al puente, justo cuando ya comenzaba a

amanecer, se apoyó en la barandilla y observó a la

ciudad iluminada por las primeras luces del día. Era

simplemente hermoso.

Se tomó un minuto para grabar esa última imagen en

su cabeza y, con un profundo suspiro, procedió a

subirse a la barandilla, contento porque por una vez en

su vida iba a tomar una decisión por él mismo.

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Cerró los ojos y cuando se dispuso a saltar una voz

dulce como el chocolate lo detuvo.

-No lo hagas, por favor.

Leandro lentamente abrió los ojos y giró la cabeza para

ver de dónde provenía aquella voz. Se sorprendió al ver

a esa hermosa criatura que lo observaba con la cara

llena de preocupación. Intentando ignorarla volvió a

mirar hacia el vacío.

-Vete, nada cambiará mi decisión.-contestó él

-Yo sé que es difícil continuar pero no puedes acabar

así con tu vida, ¿no pensarás en la gente que te quiere

y necesita?

-Nadie me necesita.-Contestó Leandro cerrando los

ojos nuevamente.

-Yo te necesito.-Dijo aquella extraña chica.

Sorprendido ante esas palabras volvió a girar la cabeza

y la vio allí parada con sus hermosos cabellos dorados

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que caían por sus hombros, unos ojos azules como el

mar que lo miraban con preocupación y una mano

extendida en su dirección.

Sin saber muy bien porque, Leandro se vio sujetando su

mano y volviendo a pisar el suelo de aquel puente sin

despegar en ningún momento los ojos de aquel ángel

que apareció para salvarlo.

Cuando estuvo a salvo ese angelito de cabellos dorados

le regaló una sonrisa que derretiría a cualquiera y sin

decir ni una sola palabra lo abrazó. Leandro se quedó

sorprendido, hacía mucho tiempo que nadie le regalaba

aquella muestra de afecto y sin comprenderlo se vio

devolviendo aquel abrazo con mucho entusiasmo.

-¿Quién eres angelito?-Le preguntó sin soltarla en

ningún momento.

-Soy Elizabeth.-Contestó ella sobre su pecho-Por favor

no me dejes nunca… te necesito.

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Sin ser consciente de ello Leandro se vio contestando

-Nunca te dejaré mi Elizabeth.

Ángel Abbatucci.”

Elizabeth se secó una lágrima que se le escapó y,

mirando hacia un costado, pretendiendo que Ángel

estaba a su lado dijo:

-Ahora entiendo porque ganaste, es absolutamente

hermoso. Me llegó al alma… Te quiero Ángel.

Y como respuesta una pequeña brisa le acarició la piel.

Con una sonrisa en el rostro cerró los ojos y se recostó

en la arena.

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Carta número 6

La sensación del agua sobre sus pies despertó a

Elizabeth, le costó un poco comprender que se había

quedado dormida en la arena. Estirándose se fijo la

hora en su reloj y vio que pasaban de la 8 de la noche.

-Dormí por mucho tiempo.-Exclamó a nadie en

particular.

Tomó su bolso y se dirigió al hotel para darse un baño

y revisar unos trabajos que le habían enviado por

correo. Cuando hubo terminado con todo se debatió

entre acostarse a dormir o leer la sexta carta

acompañada por su fiel compañero: el café.

-No te desesperes Elizabeth, las cartas de Ángel

seguirán allí mañana.-Se dijo a sí misma, así que a

regañadientes se preparó para dormir.

Una vez en la cama sintió como que algo le hacía falta.

Pensando se dio cuenta de que se trataba aquello, se

levantó y se fue a buscar la caja que tenía guardada en

su bolso aún sin deshacer, de allí extrajo la sexta carta

y apresuradamente volvió a la cama, abrazando con

fuerza aquel sobre se quedó profundamente dormida.

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17 Cartas de amor

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Una suave mano le acariciaba su mejilla, lentamente

abrió los ojos y se encontró con Ángel que la observaba

con aquella hermosa sonrisa de dientes perfectos.

-Estás aquí.-Murmuró Elizabeth

-Nunca me fui completamente angelito-Le contestó sin

borrar la sonrisa de su rostro.-Eres hermosa cuando

duermes, ¿lo sabías?

Ella sonrió bajando la mirada hacia la sabana

sintiéndose tímida de repente. Aquello era muy raro,

Ángel siempre le había dicho cosas lindas y ella nunca

se sintió tímida.

-Seguro que parezco una loca con todo el pelo revuelto.

-Siempre fuiste una loca, con o sin el pelo revuelto-

contestó Ángel con una sonrisa irónica.

-Jaja que gracioso.-Replicó ella fulminándolo con la

mirada.

-Angelito, solo vine a ver si estabas bien… ahora me

tengo que ir.

-¿Por qué? Recién llegas… yo te extrañé mucho.-

Contestó haciendo un puchero.

Él le acarició lentamente el labio, lo cual provocó que

el rostro de Elizabeth se tornara de un rojo intenso,

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-Sabes que nunca me resisto cuando pones esa cara,

pero me es imposible quedarme. Solo te digo que

continúes leyendo las cartas y recuerda que cada vez

que abras un sobre yo estaré a tu lado aunque no me

puedas ver.

Lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de

Elizabeth.

-¿Por qué lo hiciste?-Preguntó entre sollozos y

volviendo a bajar la mirada hacia la sábana.

Ángel la tomó por la barbilla y la obligó a mirarlo, fue

secando cada lágrima que se le escapaba. Estuvieron

así por un largo rato, ojos grises contra ojos azules.

Ángel fue el primero en romper el contacto deslizando

su mirada a los labios de Elizabeth y suspirando dijo:

-Solo lee las cartas.

Y dicho esto se fue acercando lentamente hasta que

sus labios estuvieron unidos por completo. Elizabeth sin

pensarlo dos veces le devolvió el beso colocando sus

manos el cuello de su amigo. Nunca se había sentido

tan bien en su vida. Él la tomó por la cintura y la acercó

más a su cuerpo con un fervor que ella no sabía que

tenía.

Elizabeth sintió como si el mundo hubiera desaparecido

a su alrededor, no quería dejar de besarlo nunca, pero

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17 Cartas de amor

80

Ángel cortó aquel maravilloso beso y acariciándole

dulcemente la mejilla le dijo en un susurro.

-Te amo mi hermoso angelito.

Con estas últimas palabras Elizabeth se despertó, todo

había sido un sueño, pero tan real que le era imposible

pensar que todo hubiera sido producto de su

imaginación. Alzó su mano para tocarse los labios,

todavía sentía el hormigueo que había provocado el

beso de Ángel. << ¿Qué habrá significado ese

sueño?>> se preguntó a sí misma.

Pasado unos segundos volteo su cabeza hacia donde

Ángel había estado, en su lugar se encontraba la carta.

Elizabeth la tomó y sin esperar ni un segundo más la

abrió.

“Querida Liz:

Cada día que pasa me emociono más al

escribirte, desde la primera carta los recuerdos no

cesaron de llegar y si, es verdad que tenemos muchos

recuerdos feos, pero para mí son perfectos porque tú

estabas en ellos.

El suceso que recuerdo en esta carta es sumamente

especial para mí, quizá el más hermoso, junto con el

que leerás en la carta número 7.

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Pero no te preocupes amor mío, porque no adelantaré

nada aquí. La carta de esta ocasión va a tratar sobre

tus 15 años, el día que con mas ansias esperabas, creo

que nunca te había visto tan emocionada desde que te

conocía, y la verdad es que verte de esa forma me

encantaba ya que gracias a la preparación de ese

evento tú te olvidabas de los problemas que llenaban tu

realidad. La tristeza que siempre veía en tus ojos

desaparecían en el momento en el que comenzabas a

hablar de tu gran fiesta, el brillo en tus ojos

demostraba la felicidad que sentías al poder cumplir tu

sueño de cuando eras una nena y yo estaba feliz por

poder ser parte de todo eso.

Te quiero agradecer por dejarme participar en ese día

tan especial para ti, la verdad es que fui

completamente feliz a tu lado en ese hermoso evento.

Lo único que lamento de esto es el hecho de que me

vieras solo como un amigo, quizás como un hermano,

pero nunca como algo más que eso…”

Sus 15 años, el momento más esperado por Elizabeth,

por supuesto que lo recordaba.

Ella siempre había soñado con ese día pero nunca lo

había visto posible porque hasta cosa de dos años

antes ella solamente tenía un solo amigo, el mejor de

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todos, de eso no había dudas. Pero con una sola

persona no podía realizar la fiesta que tanto anhelaba.

Por suerte en su nuevo colegio pudo hacer muchos

amigos, los suficientes como para festejar sus dulces

15 años.

Elizabeth sonrió ante ese recuerdo, la verdad es que

sus 15 fueron inolvidables.

“…Ante la ausencia de tu madre, que por motivos que

no me habías explicado hasta el momento, no se

encontraba presente me pediste ayuda, justo a mí que

era un desastre para esas cosas.

Pero nunca dudé en ayudarte y por suerte ante

nuestra incapacidad de organizar una buena fiesta se

nos ocurrió algo de verdad grandioso… ¿Lo

recuerdas?...”

-Como olvidarlo-murmuró Elizabeth.

Los dos amigos se encontraban en la mesa del

comedor de ella con muchas revista desparramados por

todas partes. Ángel golpeó su cabeza contra la mesa de

manera muy dramática.

-¡Me rindo!-Exclamó

-Vamos, no puedes rendirte, algo seguro

encontraremos.-Respondió Elizabeth sin apartar los

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ojos de una revista de vestidos de fiesta.-Solo tengo

que encontrar el vestido y el color, al decidir eso lo

demás será muy fácil.

-Estoy cansado, aquí no hay nada que sea de tu

agrado.

-Entonces vístete con lo que tienes puesto y perfecto.-

Dijo Ángel con la frente aún apoyada en la mesa.

Elizabeth levantó la mirada de su revista y se quedó

observando fijamente a su amigo, éste al sentir los ojos

clavados en él levantó finalmente la cabeza.

-¿Qué?-Preguntó

-¿De verdad quieres que me ponga esto?-Dijo Elizabeth

señalando su ropa.

Ángel la miró de arriba abajo, cuando volvió a subir la

mirada lo hizo lentamente, comenzando por sus

zapatillas deportivas negras, su short negro y su

remera entallada color rojo. Éste se quedó demasiado

tiempo con la vista posada allí.

Al notar eso Elizabeth levantó sus brazos y tapó sus

pechos.

-¿Qué miras pervertido?-Dijo enojada.

Él la volvió a mirar a los ojos con una sonrisa en sus

labios y dijo.

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17 Cartas de amor

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-No estoy mirando lo que tu mente sucia cree.

-¿Entonces?

-Estoy observando la inscripción de tu camiseta “I Love

Books” y se me ocurrió una idea.

-¿A sí?-Preguntó Elizabeth sin creer ni una sola palabra-

¿Cuál?

-¿Si, en lugar de elegir un color, tu eligieras la temática

de un libro?

-No te sigo-contestó sin comprender absolutamente

nada.

-Que hagas la ornamentación de tu libro favorito y tu

vestido sería lo que use la protagonista del libro, o algo

similar.

Los ojos de Elizabeth brillaron al entender lo que su

amigo quiso decirle.

-¡Me encanta!-Exclamó- Lo puedo hacer sobre “Romeo

y Julieta”2, mi libro favorito.-Dijo comenzando a

revolver las revistas y hojearlas rápidamente.

-¿Qué haces?-Preguntó Ángel extrañado.

2 Romeo y Julieta es una tragedia de William Shakespeare. Cuenta la historia de dos jóvenes enamorados que, a pesar de la oposición de sus familias, rivales entre sí, deciden casarse de forma clandestina y vivir juntos.

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Elizabeth continuó revolviendo todo hasta que

encontró lo que buscaba. Satisfecha se apoyó en el

respaldo de su silla con los brazos cruzados y le dijo a

su amigo.

-Mira.

Él se acercó a su lado y observó el vestido que

aparecía en la revista, sonriendo besó en la mejilla a

Elizabeth.

-Es perfecto.

“…Luego de la tortura que fue el elegir el tema de tu

vestido lo siguiente fue muy fácil, y muy divertido

también.

Recuerdo que el salón era la representación exacta de

la obra de Shakespeare, con el balcón donde se produjo

el encuentro clandestino entre Romeo y Julieta. Mi

parte favorita de la obra, por ese balcón tú aparecerías

para deslumbrar al mundo con tu belleza.

Nunca había visto a una quinceañera más hermosa que

tu amor mío, recuerdo que ese vestido color rosa viejo

al estilo princesa pero con un toque de Julieta te

quedaba pintado, ni a la modelo de la revista le

quedaba tan bien como a ti.

Tu hermoso cabello, que siempre me encantó, se

encontraba semirrecogido hacia un costado con bucles

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17 Cartas de amor

86

que caían sobre tus hombros y un maquillaje sencillo

que resaltaban tus perfectos rasgos y tus bellos ojos

azules. La verdad que Julieta no era nadie a tu lado.

Cuando te fui a ver antes de que comience la fiesta, la

imagen que vi me impactó. La forma en la que te

encontrabas era digna de ser escrita, el contraste entre

tu imagen física, como la de una princesa tan bella y

perfecta, y las lágrimas que corrían por tus mejillas

deshaciendo tu maquillaje era absolutamente poético…”

Elizabeth sonrió ante el recuerdo, solo Ángel podía

encontrarla hermosa cuando era un absoluto desastre.

Recordaba que él se encontraba muy guapo, tenía 15

años y era el chico más lindo que había conocido, con

su traje, camisa y corbata, todo color negro, que

resaltaba por completo su piel blanca. El cabello

revuelto por las veces que sus manos pasaban por allí y

con aquellos ojos grises que parecían poder ver su

alma. Hasta la fecha Elizabeth no había conocido a

alguien tan bello como él.

Ella se encontraba en la habitación trasera del salón

preparándose para su fiesta cuando la imagen que vio

en el espejo le mostró lo horrenda que se veía, sin

poder contenerse Elizabeth comenzó a llorar, se sentó

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en la silla y con el rostro hundido en sus dos manos

comenzó a verter todas las lágrimas que tenía.

Una voz proveniente de la puerta le preguntó.

-Oye, ¿Qué pasa?

Elizabeth no respondió y continuó llorando. Ángel se

acercó y la abrazó.

-¿Por qué estas llorando angelito?

-Estoy horrible.-Contestó ella entre sollozos

-¿Qué estás diciendo? Yo aquí estoy viendo a una

hermosa chica con un hermoso vestido.

Bruscamente Elizabeth se puso de pie y echando fuego

por los ojos dijo.

-¿Es que acaso no me ves?

-No te entiendo.

-Mira mis brazos.-Extendió uno de ellos hacia donde se

encontraba su amigo.- Estas asquerosas marcas me

hacen parecer un monstruo.

Ya enojado ante aquella actitud ángel le dijo.

-¡Nunca más vuelvas a tratarte de esa manera! ¡Tú no

eres ningún monstruo!

Elizabeth bajó la mirada todavía llorando, Ángel la

tomó por la barbilla obligándola a mirarlo.

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17 Cartas de amor

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-Quiero que se te quede grabado en la cabeza que tú

eres hermosa, perfecta y que esas cicatrices en tus

brazos solo resaltan tu belleza, porque con ellas

muestras que caíste pero que tuviste la suficiente

fuerza para levantarte y continuar hacia adelante.-En

ese instante la abrazó.-Nunca te avergüences de tus

marcas porque ellas ti hicieron lo que eres ahora.

-¿Y que soy ahora?-Le preguntó a su amigo

abrazándolo con más fuerza.

-Eres la persona a la cual admiro profundamente, y te

admiro no solo por tu belleza, sino porque yo fui el

testigo de cómo te hundiste en lo más profundo, yo vi

como la sangré corría por tus brazos y también fui el

testigo de cómo tu sola te levantaste y le mostraste al

mundo que, a pesar haber caído en lo más profundo de

los pozos no te quedaste allí, sino que, poco a poco,

comenzaste a salir.

Elizabeth continuó sollozando sobre el traje de Ángel,

él la tomó por los hombros y secándole lentamente las

lágrimas de sus mejillas le dijo.

-Como tu ídolo dice… “Hoy es un buen día para olvidar todas

aquellas cosas que me hicieron llorar y dejarlas atrás lo mejor será

empezar”3 así que hazle caso y olvídate del dolor del

3 Fragmento de “Olvidarte”. Autor Ricardo Arjona, álbum “Sin daños a terceros”

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pasado para disfrutar tu día y todos los que vendrán

después.

Ella lo besó dulcemente en la mejilla y lo volvió a

abrazar.

-Gracias Ángel, eres el mejor.

-No tienes nada que agradecer… ahora quiero que te

seques esas lágrimas y abras mi regalo.

Con una hermosa sonrisa en el rostro Ángel le entregó

su regalo, Elizabeth lo abrió y no pudo ocultar la

sonrisa de su rostro.

-Yo sabía que ibas a tener una crisis, así que te compre

eso.

En el paquete se encontraban unos preciosos guantes

color rosa viejo que llegaban hasta cerca de la axila,

eran perfectos para ocultar las cicatrices y contrastaban

con su vestido.

Sin decir ni una sola palabra se los puso y miró su

reflejo en el espejo, ahora si se encontraba perfecta.

Lágrimas de felicidad brotaron de sus ojos y solo pudo

decir.

-Son perfectos, gracias.

“…Yo era consciente de que te iba a disgustar el ver tus

brazos tan expuestos así que no dudé en comprarte

aquellos guantes.

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Al ver tu cara de felicidad ya me sentía completo. Eras

una Julieta perfecta y a mí me hubiera encantado ser tu

Romeo.

Te voy a contar un secreto, hasta el día de hoy

mantengo guardada aquella fotografía nuestra bailando

el vals en tu fiesta. Cada vez que estoy con falta de

inspiración tomo esa fotografía y recuerdo aquel

momento. Como mi brazo se aferraba a tu cintura y

nuestras manos se encontraban entrelazadas, tu

perfume se sentía en el ambiente y nuestros ojos se

encontraban fijos en los del otro, como si nadie se

encontrara a nuestro alrededor.

Recuerdo como tus ojos brillaban llenos de felicidad

repitiendo miles de veces la palabra gracias y como

gracias a mi te veías hermosa.

Pero esa belleza que mostraste no tenía nada que ver

conmigo, tú tenías luz propia, yo solamente te había

regalado unos guantes, por eso en ese momento opté

por recitarte una frase de Romeo. “El brillo de su rostro

afrenta al del sol. No merece la tierra tan soberano prodigio. Parece entre

las otras como palomas entre grajos (…) Nunca como esta vieron mis

ojos…”4

4 Fragmento de “Romeo y Julieta”

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Cada vez que evoco esa escena la inspiración vuelve a

mí, porque tu belleza aquel día solo era comparable con

el de aquella princesa de los cuentos.

Te Ama… Tu Ángel.”

-Mi Ángel, gracias a ti tuve un cumpleaños inolvidable…

gracias por ser parte de mi vida.-Dijo Elizabeth al aire,

esperando que Ángel estuviera allí para escucharla

como le había prometido en su sueño.

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17 Cartas de amor

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Carta número 7

Luego de haber leído esa última carta Elizabeth se

dispuso a ir hacia la ducha, necesitaba un baño

relajante para así poder aclarar un poco sus ideas.

Mientras el agua descendía por su cuerpo la cabeza de

Elizabeth no paraba de pensar, tenía muchas preguntas

que se iban incrementando a medida que avanzaba con

las cartas.

La pregunta que mas rondaba por su mente era: <<

¿Por qué decidió decirme todo esto cuando tuvo 17

años para hacerlo?>> y a esa la seguía otra << ¿Por

qué quiso decírmelo por medio de cartas?>>.

Si bien en aquellas cartas Ángel le decía que lo hacía

porque no se iba a animar a hacerlo de frente,

Elizabeth sospechaba que había otro motivo oculto.

-¿Pero cuál?- se preguntó a ella misma.

De repente una idea asomó por su cabeza, o mejor

dicho una frase, <<Durante este año nos hicimos muy

unidos>>, las palabras de su amiga Micaela le dieron

una posibilidad. Si era verdad lo que ella decía.

-¡Seguro algo debe saber!

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Rápidamente salió de la ducha, se tapó con una toalla

y fue a buscar su celular, buscó entre sus contactos el

nombre de Micaela y sin demorar ni un segundó marcó

su número, al tercer tono su amiga contestó.

-¡Hola Elizabeth!

-Hey, ¿Cómo estas Mica?- Preguntó Elizabeth.

-Bien, en un descanso del trabajo ¿y tú?

-Estuve mejor.-Hizo una breve pausa y continuó-¿Sigue

en pie lo del café?

-Por supuesto que sí, ¿Cuándo puedes?

-¿Te parece bien esta tarde?

-¡Perfecto!-Contestó una entusiasmada Micaela

<< ¿Está tan contenta siendo que Ángel murió hace

muy poco?>> pensó Elizabeth

-Bueno, nos encontramos en mi hotel y de aquí vamos

¿Quieres?

-¡Claro! Mándame por mensaje el hotel en el que te

alojas. A las 5 en punto estaré allí. Besos amiga

-Chau.-Contestó secamente Elizabeth, no se

encontraba de ningún humor para soportar tanto

entusiasmo, y menos para fingirlo.

Desde que Ángel había muerto Elizabeth solamente

sonreía de verdad cuando leía sus cartas y recordaba

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viejos tiempos. Fuera de eso el mundo se había vuelto

opaco, los colores solo volvían cuando abría un nuevo

sobre, solo así sentía que la felicidad volvía a hacer su

aparición, pero cuando terminaba de leer la oscuridad

se apoderaba de todo.

Se vistió y se maquilló, ya había hecho un plan acerca

de cómo ocuparía su tiempo antes de la hora en la que

se encontraría con Micaela.

Como un homenaje para su mejor amigo se fue de

compras, iba a recorrer todas las librerías de la ciudad

para abastecerse de libros. Eso era lo que ellos siempre

hacían para divertirse. Comprar libros era una hermosa

forma de recordar a Ángel.

A medida que caminaba por la ciudad se topó con la

librería favorita de su mejor amigo, miró por el vidrio y

una escena se le vino a la cabeza.

Era un día de verano en el que los dos se encontraban

muy aburridos en casa de Ángel, estaban recostados en

el césped mirando el cielo, sin decir ni una sola palabra.

-¿Si damos un paseo?-Preguntó Ángel rompiendo el

silencio

-Claro.-Contesto ella con una gran sonrisa en los labios.

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17 Cartas de amor

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Ambos se levantaron, se limpiaron el césped de sus

ropas y se dirigieron a dar un paseo. Mientras

caminaban se toparon con una gran librería, Elizabeth

vio como los ojos de Ángel brillaban ante tal visión. Sin

decir ni una sola palabra ingresó a aquel local, como si

una fuerza extraña lo obligara. Ella sin saber que

sucedía entro detrás de su amigo.

Definitivamente era una gran librería, había libros de

todos los tipos, divididos en diversas secciones,

comenzó a caminar por todo el local embelesada por

aquella visión. Tomó un libro de la estantería y se

dispuso a leer. Se encontraba tan absorta en la lectura

que no se dio cuenta quien se encontraba detrás suyo.

Cuando una mano se posó en su hombro Elizabeth dio

un respingo y se giró para encontrarse con la mirada

llena de entusiasmo de su amigo, al observarlo bien no

pudo contener una carcajada.

-¿Te llevarás todo eso?-Preguntó señalando la gran pila

de libros que sostenía Ángel.

-¿Tu qué crees?, este lugar es el paraíso

Elizabeth volvió a soltar una carcajada, cuando se

tranquilizó dirigió una mirada llena de ternura hacia su

amigo.

-Pareces un nene en una dulcería.

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Él no contestó, se limitó a asentir sin borrar la sonrisa

de su rostro, se dio media vuelta y se dirigió a la

sección de caja.

-¿De verdad comprarás todo eso?-Preguntó sorprendida

Elizabeth.

-Claro que si, será dinero bien gastado.

-Eres un caso de estudio.-Se dio media vuelta y se

dirigió hacia afuera para esperarlo.

Al cabo de diez minutos Ángel salió del local con una

gran sonrisa en el rostro. Tenía varias bolsas en sus

manos, cuando se acercó a ella le tendió dos bolsas que

contenían tres libros cada una.

-¿Quieres que te ayude a cargar tus compras?-Preguntó

alzando una ceja, él se limitó a negar con la cabeza.

-¿Entonces?-Preguntó ella

-Estos libros son para ti, sé que no tienes libros propios

porque tu padre no quiere comprártelos, así que yo te

ayudaré a armar tu biblioteca.

Elizabeth sonrió ante aquel recuerdo, su padre nunca

quiso comprarle libros porque decía que eran una

distracción, lo que no comprendía era que ella

necesitaba distraerse y nada era mejor que un libro

para esa labor. Como su padre se rehusaba a comprarle

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libros ella se vio obligada a acceder a la biblioteca o a

los libros que le prestaba su mejor amigo.

Pero Ángel al saber que Elizabeth necesitaba una

distracción de su tristeza comenzó a regalarle libros

para armar su propia biblioteca, que la tenía escondida

en su cuarto para que su padre no la viera. Con ese

pequeño gesto su amigo la ayudó un poco a olvidarse

de los cortes de sus brazos y le estaba eternamente

agradecida por ello.

Así que en honor a aquellos recuerdos ingresó a

aquella grandiosa librería.

Volvió al hotel una hora antes de que Micaela llegara,

así que se dirigió a su habitación, tomó la séptima carta

y bajó al lobbie del hotel, se acomodó en un sofá y

comenzó a leer.

“Querida Liz:

¿Alguna vez te conté sobre mi primer

beso?

Creo que te dije que había sido a los 14 años con una

de nuestras compañeras, que había sido en una fiesta a

la que, o casualidad, tu no habías asistido.

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Si recuerdas que te conté eso, pues temo confesarte

que te mentí. Así es amor mío, mi primer beso no fue a

los 14, sino a los 16.

Lo bueno de aquello es que lo tuve con el amor de mi

vida, si amor mío, tu no solo fuiste mi primer (y único)

amor, sino que también fuiste mi primer beso. Fue en

ese día en el que el tarado de tu novio te dejó por otra,

fue ese día en el que me pediste el favor de jugar a que

éramos novios. Debo confesarte que en mi interior yo le

rogaba a Dios de que aquello no se tratara solamente

de un juego, pero al parecer Dios tenía cosas más

importantes que cumplir.

Pero la verdad es que esa fue una noche mágica para

mi, absolutamente inolvidable a pesar de que todo

hubiera sido fingido…”

Elizabeth sí que se acordaba de aquel día, era uno de

los recuerdos que más le habían marcado.

Ella llevaba ya 5 meses con su primer novio,

Alejandro, él había sido el primer chico al que había

besado, pero nunca lo había amado.

Un día Alejandro había aparecido en la puerta de su

casa unas horas antes de una fiesta a la que asistirían

juntos.

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17 Cartas de amor

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Sorprendida Elizabeth abrió la puerta y se encontró

con un Alejandro muy nervioso.

-Hola gordo, ¿sucede algo?-Preguntó Elizabeth

preocupada.

-Tenemos que hablar.

Elizabeth sintió como su corazón se hizo más pequeño

al escuchar aquellas tres palabras. Sus amigas le

habían dicho que esa frase no traía nada bueno y,

sumándole a eso la actitud nerviosa de Alejandro el

resultado sería catastrófico.

-¿Qui…quieres pasar?-Preguntó tartamudeando.

-No, mejor aquí, total no creo demorar mucho con esto.

Se sentaron en el escalón de la entrada y un silencio

los embargó por un tiempo que se hizo eterno.

-¿De qué quieres hablar?

-Mira Elizabeth, tú eres una persona maravillosa y de

verdad te quiero mucho…

-¿Pero?- Preguntó ella sabiendo lo que vendría a

continuación.

-Pero estoy enamorado de otra persona, quiero estar

con ella sin nada que se interponga.-Tragó saliva-Así

que quiero que terminemos.

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Elizabeth sintió como si una puñalada le atravesaba el

corazón, una vez más se sintió rechazada. Se produjo

un largo silencio.

-¿Estás bien?-Preguntó Alejandro intentando posar una

mano en el hombro de Elizabeth, esta se aparto

bruscamente y se levantó.

-Sí, estoy bien no te preocupes.-Contestó con la mirada

distante.

Alejandro se levantó y se acerco a ella.

-Si quieres te explico bien como son las cosas.

-No hace falta, de verdad entiendo todo, así que te

deseo que seas muy feliz.

Dicho eso cerró la puerta y, apoyándose contra ella,

las lágrimas brotaron sin cesar, el dolor se hizo muy

fuerte, casi insoportable.

Sin siquiera pensarlo se fue a su habitación y se hizo el

primer corte luego de casi un año de no hacerlo.

Volviendo al presente Elizabeth no pudo evitar pensar:

<<Uno siempre vuelve a caer en viejas costumbres>>,

tomó el papel que había posado en su regazo y

continuó leyendo.

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“… Esa tarde tú me llamaste, las lágrimas impedían que

te expresaras del todo bien. Me pediste que fuera a

verte, que no te sentías bien, sin dudarlo ni un segundo

deje todo y me fui a tu casa.

Cuando me contaste lo de Alejandro yo sentía un

deseo de ir a buscarlo y hacerlo entrar en razón a base

de golpes. Nunca entró en mi cabeza como ese chico te

había dejado, tú eras perfecta. Tenía que ser un tonto

para dejarte ir.

Recuerdo que mientras llorabas sobre mi hombro yo

pensaba que si túhubieras sido mía no te iba a dejar

escapar de mis brazos, siempre buscaría la forma de

hacerte feliz y nunca dejaría que derramases una sola

lágrima y menos por mi culpa. Si hubieras sido mía yo

te iba a dar motivos de felicidad, nunca de tristeza.

Cuando tu crisis hubo pasado comenzamos a hablar

sobre el tema hasta que una sonrisa malvada, que yo

conocía tan bien, asomó por tus labios. Me propusiste

que hiciéramos un juego, uno peligroso para mí porque

sabía que si jugaba terminaría lastimado…”

-¡Pero cuanta concentración!-dijo una voz femenina.

A regañadientes Elizabeth levantó la mirada y se topó

con una mujer esbelta de cabello corto colorado, unos

ojos verdes deslumbrantes y una sonrisa de dientes

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perfectamente blancos. Elizabeth no podía negar que su

amiga era hermosa.

-Te lo explico en el café.-Contestó sonriendo

falsamente y se levantó para abrazar a Micaela.

-Te eché mucho de menos.-Dijo su amiga.

-Yo también.-Y sin poder resistirse Elizabeth comenzó a

llorar.

La verdad era que necesitaba ser abrazada, desde que

Ángel había muerto nadie la abrazó, ni siquiera en el

funeral. Elizabeth no se había dado cuenta de cuánto

necesitaba el contacto humano, y más aún de alguien

que la quisiera. En el abrazo de Micaela ésta demostró

que de verdad la quería y se alegraba de verla.

-Cariño, ¿estás bien?-Le preguntó su amiga con cara de

preocupación.

-Sí, solo necesitaba un abrazo.-Dijo Elizabeth

secándose las lágrimas, Micaela la abrazó nuevamente.

-Lo extrañas ¿Verdad?

-No te das una idea de cuánto, la vida ya no es la

misma sin el-un sollozo la interrumpió-Lo necesito

tanto.

Micaela no dijo nada, ella se daba cuenta por lo que

estaba pasando Elizabeth, había perdido a su mejor

amigo y, posiblemente, al hombre de su vida. Salvo

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103

que ella todavía no se había dado cuenta de lo

segundo.

Estuvieron abrazadas por un largo rato, las dos amigas

estaban en silencio que solo era interrumpido por los

sollozos de Elizabeth.

En un determinado momento Elizabeth soltó a su

amiga, se secó los ojos e imprimiendo una sonrisa en

su rostro dijo.

-¿Vamos por ese café?

Elizabeth y Micaela estuvieron hablando por horas,

recordando viejos tiempos, riendo y llorando juntas.

Cuando ya faltaba poco para despedirse Elizabeth se

armó de valor y le preguntó a su amiga.

-¿Sabes algo sobre las cartas de Ángel?

-Estaba esperando que me preguntes por eso.

-Entonces si sabias.

-Claro que sabía, yo lo convencí para que lo hiciera.-

Contestó Micaela con una gran sonrisa.

Elizabeth estaba confundida, ella pensaba que eso

había sido idea de él que ya no aguantaba más eso

callado. Pero resultaba que lo había hecho porque lo

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empujaron a eso, no porque lo deseara. Una profunda

decepción la embargó.

-Así que tu lo obligaste.-La decepción había teñido la

voz de Elizabeth y al parecer su amiga lo había notado.

-Yo no lo obligué a nada, él estaba decidido a decirte

todo, pero no sabía cómo.-Tomó un sorbo de su agua y

continuó-Un día vino con esa idea en la cabeza pero no

estaba decidido a hacerlo, yo solo le di un pequeño

empujón.

-¿Y por qué decidió hacerlo por medio de cartas?

-El me dijo que tenía dos razones para hacerlo de esa

forma.

-¿Cuáles?

-La primera era que si te contaba por cartas lo que

sucedía contigo te iba a poder explicar todo con

detalles, y la otra que…

Micaela quedó en silencio, su había puesto pálida como

si hubiera visto un fantasma, sus ojos se abrieron por

completos y en ellos brillaban la compresión.

-¿Cuál es la otra?-Preguntó impaciente Elizabeth.

Su amiga se tapo el rostro y comenzó a llorar-¿Cómo

no me di cuenta?-Decía entre sollozos.

-¿De qué?-Preguntó Elizabeth sin poder entender nada.

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17 Cartas de amor

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Micaela levantó la mirada y con los ojos llenos de

lágrimas dijo:

-La otra razón era que si todo salía como él creía tu

ibas a necesitar un recuerdo suyo… para que nunca lo

olvidaras.

-¿Y con eso no te diste cuenta que era lo que Ángel

planeaba?-Preguntó enojada Elizabeth.

-Es que no lo relacioné en ese momento.-Dijo entre

gritos Micaela-Yo creí que lo decía porque pensaba que

ya no lo ibas a querer ver más luego de eso.

Elizabeth se tranquilizó, sabía que su amiga no tenía la

culpa de no haberse dado cuenta, nadie sabía acerca de

las tendencias suicidas de Ángel, ni siquiera ella lo

sabía que era su mejor amiga. Le tomó la mano a

Micaela y le dijo.

-Perdón por enojarme, tú notienes la culpa de no haber

comprendido, si te soy sincera yo tampoco me habría

dado cuenta.-Forzando una sonrisa agregó-Las estoy

leyendo.

Micaela la miró con los ojos desorbitados ante la

sorpresa.

-¿Te las entregó?

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-Un día antes de que se suicidara.-Los ojos de Elizabeth

se llenaron, una vez más, de lágrimas-La verdad es que

son hermosas, las mejores cartas que leí en mi vida.

-¿De verdad?, ¿en qué carta vas? Ya que por lo que le

entendí a Ángel él te iba a entregar 17.

-Es como te dijo, voy por la mitad de la séptima.-Una

sonrisa se iluminó en el rostro de Elizabeth-La verdad

esta es la que más me gusta hasta el momento.

-¿De qué habla?

-¿Recuerdas la vez que Ángel y yo jugamos a ser

novios?

-¿Trata sobre eso?-Micaela soltó una carcajada-La

verdad es que yo ese día pensé que todo era real.

-Ahora que revivo ese momento en mi mente te

confieso que yo también lo sentí real.

-Termínala de leer-La animó su amiga-Cuando termines

la comentamos ¿quieres?

Elizabeth asintió y sin esperar ni un solo segundo más

tomó la hoja y continuó leyendo.

“…Me pediste que te acompañara a la fiesta de esa

noche, pero no como tu amigo, sino haciéndome pasar

por tu novio. Como nunca me pude negar a un pedido

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tuyo acepté, aun sabiendo que estaba jugando con

fuego y que era muy probable que terminara

quemándome.

Sinceramente fue una hermosa noche para mi, una de

las más perfectas de mi vida. Recuerdo que me dijiste

que más tarde fuera a buscarte ya que querías verte

deslumbrante. Por supuesto no para mí.

Cuando te vi salir por la puerta de tu casa no podía

creer lo hermosa que estabas, cierro los ojos y veo

claramente tu ropa. Unos jeans claros bien ajustados

que se amoldaban perfectamente a tu figura, una

camiseta de mangas largas entallada color rojo con un

escote que dejaba ver lo justo y que mostraba tu

ombligo, unos zapatos negros de tacón que estilizaban

tu perfecta figura, un maquillaje que no era suave,

como el que sabías utilizar, sino uno que resaltaban

aún mas tus bellos rasgos; y tu cabello suelto que caían

en ondas sobre tus hombros.

No solo estabas hermosa, también estabas muy sexy,

me resultaba complicado mantener la boca cerrada

para no babear. Fuimos a la fiesta y entramos de la

mano, todos los ojos se posaron en nosotros y

extrañamente sonriendo al ver nuestras manos

entrelazadas.

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17 Cartas de amor

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Así estuvimos toda la noche, sin despegarnos el uno

del otro, tú me hablabas al oído y yo hacía lo mismo

diciéndote cosas que te hacían reír de manera muy

seductora.

Que no hubiera dado por escuchar esa risa por el resto

de mi vida, cada vez que te reías o me hablabas al oído

yo me derretía un poquito más.

Cuando pusieron una música lenta yo te llevé al centro

de la pista, pusiste tus manos en mi cuello y yo las

mías en tu cintura, pegándote más a mí, estuvimos así

un rato, meciéndonos al ritmo de la música mirándonos

a los ojos casi hipnotizados.

Alejandro se encontraba a unos pasos de nosotros,

observándonos y tu acercaste tus labios a mi oído y me

pediste que te besara para que el nos viera.

Los nervios me inundaron por completo, era mi primer

beso y nada menos que con el amor de mi vida. Te

miré a los ojos, estuvimos así un rato hasta que yo

rompí el contacto visual para posar mi mirada en tus

hermosos labios esculturales y lentamente me fui

acercando hasta que mis labios quedaron a escasos

centímetros de los tuyos y tú completaste el camino.

El mundo había desaparecido a mí alrededor, ya no

había parejas en la pista, solo nosotros dos y nuestros

labios.

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17 Cartas de amor

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Este era el tipo de beso del que hablaban los libros que

leía, ese tipo de beso que te hacen olvidar de todo, que

produce que una corriente eléctrica recorra por todo tu

cuerpo. Era ese tipo de beso que te hace comprender,

de una vez por todas, que esa otra persona es la

indicada.

Nunca volví a sentir esa sensación en los labios de otra

mujer, solo tú lograste que me derritiera por completo

con solo un beso. Solo tú lograste que mi corazón

latiera rápido y lento al mismo tiempo.

Solo tu amor mío.

Te Ama… Tu Ángel”

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17 Cartas de amor

110

Carta número 8

Los ojos de Elizabeth brillaron ante aquel recuerdo y

comenzó a esbozar una sonrisa. La voz de su amiga la

sacó de su ensoñación.

-¡Que sonrisa! ¿Qué te escribió?

-Esta parte es sobre el beso que nos dimos en aquella

fiesta.-Contestó a su amiga sin borrar la sonrisa de su

rostro.

-Lo recuerdo, fue el beso más romántico que vi.-

Micaela hizo una breve pausa-Parecían de verdad

enamorados.

-Él si lo estaba, aquí me dice que sintió como si el

mundo desaparecía y solo nos encontrábamos nosotros

dos.

-¿Y tú que sentiste?-Le preguntó Micaela.

Elizabeth quedó en silencio, pensando, cerró los ojos y

evocó aquella imagen. Los dos abrazados en la pista,

sus labios fundidos en un tierno beso. De repente

Elizabeth recordó que ella no quería que aquello

terminara, todo había desaparecido también para ella,

Alejandro no existía, solo ellos dos y sus labios.

-Creo que sentí lo mismo que él.

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17 Cartas de amor

111

-Me lo imaginaba.-Dijo su amiga sonriendo.

-¿Qué imaginabas?

-Que tú siempre estuviste enamorada de él

Elizabeth quedó atónita ante la afirmación de Micaela,

de algo estaba segura y era que ella nunca estuvo

enamorada de Ángel, ¿verdad?

-Nunca estuve enamorada de él.-Contestó sin

convicción-Era mi mejor amigo.

-¿Y qué significa lo que sentiste por aquel beso de hace

10 años?

-Que estaba muy concentrada en hacerle creer a

Alejandro que no sentía nada por él,-hizo una pausa-

por eso ignoré todo y me concentré solo en Ángel.

Micaela negó con la cabeza, no podía creer la

terquedad de su amiga, ¿Cómo no se daba cuenta que

siempre lo amó?

Por lo visto el trabajo se iba a complicar, el día que

llamo a Elizabeth por teléfono ella había soñado con

Ángel que le decía que debía ayudar a su amiga en el

camino de descubrimiento de su amor que iba a

emprender, al principio pensó que no era más que un

sueño, aun así la llamo y ahora que la tenía frente suyo

no podía dejar de intentarlo.

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17 Cartas de amor

112

Pero el caso era que hacerle ver la realidad a Elizabeth

iba a ser una tare muy, muy difícil. <<Espero que tus

cartas me ayuden>> pensó.

-Eres psicóloga, ¿no te das cuenta que estás en un

proceso de negación?

Elizabeth ladeo un poco la cabeza sin terminar de

comprender a su amiga.

-¿Por qué lo dices?

-Porque está claro que estas enamorada de él y que

siempre lo estuviste, pero no lo quieres ver.

-¿De dónde sacas esa idea?

Sin contestar Micaela miró la hora en su reloj, se

levantó deprisa y dijo.

-Me tengo que ir, te lo explico luego ¿si?

Elizabeth se levantó a su vez.

-¿Me lo prometes?-Le preguntó.

-Te lo prometo.-Micaela la abrazó-Si quieres mañana

nos vemos y hablamos de la octava carta.

-Me encantaría- Elizabeth abrazó fuertemente a su

amiga-Gracias por estar conmigo.

-Siempre.-Micaela la soltó, la besó en la mejilla y

agregó-Te quiero.

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17 Cartas de amor

113

-Yo también.

Ya pasaban de las 8 de la noche cuando Elizabeth salió

de aquel café. Como no se encontraba de ánimos para

volver al hotel se dispuso a caminar para intentar

comprender todo lo que había ocurrido aquel día.

Mientras caminaba lo primero que se le vino a la

mente fue aquello último que le dijo Micaela <<Tu

siempre estuviste enamorada de él>>. ¿De dónde

había sacado aquella idea?

Era bastante claro que ella lo había querido mucho, fue

su mejor amigo, el que siempre la ayudó en todo, el

estuvo ahí cuando más lo necesitaba.

Ella siempre prefirió su compañía antes que la de

cualquier otra persona, le encantaba charlar con él

hasta altas horas de la madrugada. Sus abrazos eran

los únicos que siempre la reconfortaban y cuando la

miraba con aquellos ojos grises Elizabeth no podía

mentirle, la verdad salía a borbotones ante esa

penetrante mirada.

¿Acaso eso era amor? Pensó pero inmediatamente lo

negó con la frase <<Ángel fue la única persona que me

acepto sin juzgarme, lo quiero como se quiere a un

hermano>>, pero hasta ella notaba cierta vacilación en

aquella afirmación.

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17 Cartas de amor

114

Elizabeth continuó caminando pensando en lo que

había significado Ángel en su vida y cada vez que la

palabra amor asomaba por su cabeza ella

inmediatamente la hacía a un lado.

Cuando se cansó del paseo se dirigió a su hotel,

necesitaba dormir para no pensar en nada, su cabeza

ya le dolía de tanto pensar en Ángel.

Se acostó pensando en lo que iba a encontrar en la

siguiente carta, que nuevos sentimientos aparecerán en

ella y, principalmente, en como esa carta iba a seguir

cambiando la forma en la que Elizabeth veía a su

amigo. Con ese último pensamiento se durmió

profundamente.

A la mañana siguiente se levantó con la mente

despejada, al parecer había podido dormir del todo bien

como no lo hacía desde que Ángel había muerto.

Salió de la cama y se fue a duchar, cuando estuvo

cambiada procedió a salir a desayunar. Tenía antojos

de un café con unos buenos panqueques con dulce de

leche, el desayuno favorito de su amigo.

Tomó su bolso, guardó el octavo sobre en él y se

dispuso a salir. Una vez ubicada con su desayuno al

lado comenzó a leer la carta.

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17 Cartas de amor

115

“Querida Liz:

Esta carta es un poco difícil de escribir ya

que trata sobre un recuerdo bastante doloroso para mí.

En esa época las drogas se convirtieron en algo

esencial, la primera vez que lo probé el efecto que

produjo en mi era justo lo que yo necesitaba, no

soportaba la realidad por lo tanto busqué una forma de

escaparme de ella.

Y allí estaba aquel polvo de ángel que había aparecido

par hacerme olvidar de todo aquello que me hacía

sufrir. Un día sin sus efectos era una tortura que

simplemente no podía soportar.

Tú no sabías nada al respecto, ese era un secreto que

lo guardaba solo para mí y para mi proveedor.

Esa droga me llevaba a lugares desconocidos, aquellos

lugares donde prefería estar, lejos de las peleas y los

llantos que siempre se escuchaban en casa y que era

por mi culpa.

La verdad es que en esa época yo me sentía bien,

seguía escribiendo y aquel polvo de ángel me hacía

alejarme de todo lo malo que había en mi vida. Hasta

que vino la debacle, ese día en el que todo salió a la

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17 Cartas de amor

116

luz, cuando tu amor mío te enteraste de mi reciente

adicción al PCP5…”

Elizabeth recordó el día en el que había recibido la

llamada de un Ángel desesperado.

Ella se encontraba en su casa viendo televisión

tranquilamente cuando el sonido del teléfono la obligó a

levantarse, descolgó el auricular y dijo.

-¿Hola?

-El…Elizabeth-Oyó la voz jadeante de Ángel desde el

otro lado de la línea.

-Ángel, ¿Qué sucede?-Preguntó preocupada.

-¿Me puedes venir a buscar?-Tras una breve pausa

dijo-Te necesito angelito.

En ese momento Elizabeth se preocupó de verdad, su

amigo solo le decía angelito cuando realmente la

necesitaba. Sin dudarlo le preguntó donde se

encontraba, tomó las llaves del auto de su papá y se

dispuso a ir a buscarlo.

5 PCP, droga ilegal que comenzó a desarrollarse en los años 50 del siglo XX como anestésico general. Se clasifica dentro del grupo de los "anestésicos disociativos", debido a que el consumidor se encuentra "desconectado" de su entorno: sabe dónde está, pero no siente que forme parte de ese sitio.

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No podía creer el estado en el que se encontraba

Ángel, estaba tirado en la vereda de una calle muy

poco concurrida, tenía la ceja partida, sangre salía a

borbotones por su nariz; con sus manos se sujetaba

fuertemente las costillas. Elizabeth sin dudarlo fue

corriendo a su encuentro, lo tomó en brazos y haciendo

a un lado sus mechones de cabellos empapados en

transpiración le dijo.

-Ángel te tengo que llevar a un médico.

-No hace falta, son solo unos pequeños golpes.-

Contestó jadeando

-Parece más que solo unos pequeños golpes, necesitas

que te revisen.

-De verdad que no es nada.

Elizabeth suspiró, iba a ser imposible llevarlo a u

medico, así que buscó otra táctica.

-Está bien, no te llevaré al hospital, pero si te debo

acompañar a la casa de tus padres.-Lo ayudó a

levantarse para dirigirse al auto, cuando se levantó

Ángel no pudo evitar una mueca de dolor.

-No puedo ir así a casa, ¿no me puedo quedar unos

días contigo hasta que se curen un poco las heridas?

Elizabeth no vaciló e inmediatamente le dijo que si, iba

a estar más tranquila si lo cuidaba ella misma.

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17 Cartas de amor

118

El viaje hasta su casa transcurrió en silencio solo

interrumpido una que otra vez por los sonidos de dolor

que se escapaban de los labios de Ángel.

Ese recuerdo no le gustaba para nada a Elizabeth,

odiaba la imagen de Ángel aquella noche, se había

preocupado mucho por su amigo, sus heridas le dolían

también a ella, cuando le veía brotar la sangre era

como si la suya propia se derramara. Queriendo olvidar

ese recuerdo continuó leyendo la carta que tenía en la

mano.

“…Tú fuiste la primera y única persona que se me cruzó

por la mente cuando me encontraba tirado en el suelo

con la sangre descendiendo por mi ceja y mi nariz.

Estaba completamente seguro que tú acudirías de

inmediato a mi ayuda, sin preguntar los motivos por los

cuales me encontraba en ese estado y sin juzgarme por

ello.

Como siempre tú actuaste como mi ángel de la guarda,

sin preguntar porque me llevaste a tu casa y me

curaste las heridas, mucho no me acuerdo de ello

porque esa noche me encontraba bajo los efectos de

ese polvo de ángel. Tengo recuerdos borrosos de esa

noche, lo único que tengo claro es la imagen de cuando

bajaste de auto de tu papá. Tenías tus cabellos dorados

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sueltos con un pantalón deportivo y una remera suelta.

Pero lo que más recuerdo de aquel día era ese halo de

luz que te rodeaba y el par de alas de ángel que salían

de tus omóplatos. Sé que esa imagen era producto del

PCP que recorría por mis venas, pero era justo la forma

en la que yo te veía en mis más hermosos sueños.

Cuando te vi acercarte el dolor comenzó a desaparecer

de a poco, tu presencia era mejor que cualquier droga

que pudiera consumir, pero al no contar en esa época

con tu compañía tuve que acudir a otro tipo de droga

sin tener el mismo resultado…”

Elizabeth al leer esta parte de la carta se sintió

inmediatamente culpable, ese año lo había dejado de

lado para prestarle toda su atención al novio de aquella

época ya que este se encontraba celoso del tiempo que

pasaba con su mejor amigo. Se había olvidado por

completo de la única persona que siempre estuvo allí

para ella y la cual conocía todo sobre su vida, tanto lo

bueno como lo malo y no la juzgaba nunca por ello.

“…Me llevaste a tu cuarto y me ayudaste a sentarme en

tu cama, trajiste los diversos químicos para curarme las

heridas y comenzaste a trabajar.

Todavía tengo grabada en mi mente la imagen de tus

ojos azules que me miraban llenos de preocupación

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17 Cartas de amor

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mientras tus hábiles manos iban limpiando mis

recientes heridas.

Estoy seguro que lo que te voy a decir a continuación

debió de ser producto de mi imaginación, nunca me

atreví a preguntarte si había sido real. Recuerdo o

imagino mejor dicho que cuando estabas terminando

de limpiar mi última herida yo murmuré algo que quiso

ser una especie de agradecimiento y posé mis labios en

los tuyos sellándolos con un beso y caí dormido…”

-Definitivamente no fue tu imaginación-dijo en voz alta.

A Elizabeth le había costado llevar a su amigo hacia su

habitación, lo ayudó a sentarse en la cama y cuando

procuró que se encontraba bien solo se dirigió al cuarto

de baño para buscar alcohol, algodón y algo para

desinfectarle las heridas.

Cuando volvió lo vio sentado con los ojos cerrados

murmurando algo para sí mismo. Lentamente se fue

acercando y de la forma más suave posible le dijo.

-Ángel déjame curarte.

Él abrió los ojos de golpe y la observó, había algo raro

en aquella mirada, no estaban esos ojos grises tan

penetrantes que a ella le encantaban, estos se

encontraban dilatados por completo.

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17 Cartas de amor

121

Comenzó a limpiarle las heridas, no podía ignorar las

muecas de dolor de Ángel, lágrimas se le escapaban a

Elizabeth, no soportaba ver así a su Ángel.

Cuando estaba terminando con la última herida su

amigo la miró fijamente a los ojos, su rostro a

centímetros del suyo, sin apenas fuerzas Ángel levantó

la mano y comenzó a acariciarle la mejilla, Elizabeth no

reaccionó, estaba hipnotizada por aquella mirada.

-Gracias angelito…Te amo.-Dijo en un susurro y acto

seguido la besó lentamente y ella se vio devolviendo

aquel beso.

Poco a poco se fueron separando y Ángel esbozó una

sonrisa, cerró los ojos y cayó en la cama en un sueño

profundo.

Elizabeth instintivamente llevo su mano a sus labios

igual que había hecho aquella noche. Nunca

comprendió porque le había devuelto el beso, porque

no había corrido la cara cuando vio sus intenciones.

¿Acaso deseaba aquel beso?, <<Imposible>> se

contestó inmediatamente, solo había aceptado aquello

porque se encontraba con la guardia baja, si hubiera

estado con todos sus sentidos alerta seguro que no le

habría devuelto aquel beso. ¿O si lo habría hecho de

todos modos?

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17 Cartas de amor

122

La cabeza de Elizabeth no paraba de dar vueltas y

vueltas, tenía una mezcla de sentimientos y no sabía

cuál era real y cual no. Para acallar sus pensamientos

optó por terminar de leer aquella carta.

“…Había pasado mucho tiempo desde que había

dormido tan profundamente como en aquella noche,

una paz me embargaba por completo y sabía que se

debía a que tú estabas a mi lado amor mío. Morfeo solo

hacía su aparición cuando tú te encontrabas cerca de

mí, pero de eso me di cuenta unos años mas tarde.

Recuerdo que me había despertado de un hermoso

sueño en el que un ángel igual a ti había aparecido para

rescatarme y cuidó de mí hasta que me sentí mejor. Al

abrir los ojos el dolor de la frente y mis costillas me

dijeron que aquello no había sido un sueño y al ver el

lugar en el que me encontraba pude comprobar que lo

sucedido la noche anterior no había sido producto de

las alucinaciones.

Como pude me levanté de tu cama y me acerqué a tu

silla donde dormías como un bebé. Eras incluso más

hermosa mientras dormías. Lentamente fui despejando

de tu cara los mechones de cabello que allí se

encontraban, definitivamente eras muy hermosa, tanto

dormida como despierta. Me sentía un privilegiado al

verte de esa forma, la más vulnerable de tus facetas.

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17 Cartas de amor

123

Poco a poco fuiste abriendo los ojos, así que

instintivamente me aparté y me fui a la cama

reprimiendo un grito de dolor que luchaba por salir.

Cuando te despejaste del todo tu expresión de

preocupación volvió, odiaba ser el motivo de esa cara.

Me fuiste a buscar algo para desayunar y llegó el

momento que más temía: el interrogatorio. Intenté

inventar alguna excusa pero me era imposible mentirle

a aquellos hermosos ojos azules.

La verdad salió a borbotones y tu no me interrumpiste

en ningún momento, te conté primero sobre la pelea

con nuestros ex compañeros…”

-¿Qué peleaste con quien?-Preguntó con los ojos muy

abiertos ante lo que su amigo le había contado.

-Con Enrique y los chicos que se habían burlado de ti

en nuestro último año en aquel colegio.

-Pero ¿Por qué lo hiciste?-Preguntó extrañada

Elizabeth, su amigo no era de actuar así.

-No sé si recuerdas que te prometí que algún día

pagarían lo que te hicieron.-Ángel hizo una breve

pausa-Ayer se presentó la oportunidad.

Los ojos de Elizabeth se empañaron por las lágrimas y

sin dudar se acercó a Ángel y con mucho cuidado lo

abrazó y lo besó en la mejilla.

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17 Cartas de amor

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-Gracias Ángel por cuidarme tanto, eres el mejor.-El

muchacho sonrió tímidamente, Elizabeth continuó-Tú

no estás a favor de la violencia, ¿Por qué tomaste esa

determinación?

-Bueno hay algo más que debo contarte…

“…Luego llegó la peor parte, el contarte sobre mi

adicción al PCP, te conté como un día, por casualidad,

un conocido mío me introdujo en ese mundo. Estaba en

un periodo muy feo en mi vida, en mi familia las peleas

iban en aumento, mis padres se culpaban entre ellos

por mi poca socialización y porque solo me dedicaba a

tolerar su contacto. No podía acudir a ti porque tu vida

giraba en torno a tu novio y no te culpo por eso, era

consciente de que tu vida no se reducía a ser mi amiga.

Pero en ese momento me sentía solo, desesperado y

así fue como entró en mi vida ese polvo de ángel.

Ya la escritura o la lectura no funcionaban en mí, ya ni

siquiera eran mi vía de escape. Necesitaba de manera

urgente olvidarme de todo, este conocido mío se había

dado cuenta de lo que me pasaba y así me ofreció

aquella droga.

Te conté todo aquello y vos me escuchaste muy atenta

y cuando terminé no dijiste nada, solo procuraste

abrazarme con mucha fuerza y decirme al oído que

todo estaría bien, que tú me ayudarías a salir de aquel

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mundo, yo me negué diciendo que necesitaba de

aquella droga para seguir de pie y fue en ese momento

que me dijiste algo que nunca más olvidaría.

„Ángel tu no necesitas de la droga para sentirte bien,

solo necesitas a alguien que te quiera y yo te quiero,

mucho… Te guste o no vas a salir de ese mundo y yo

estaré contigo en todo momento.‟

Esa frase permanece en mi mente cada vez que quiero

recaer. Gracias a ti deje el PCP, ese camino

autodestructivo en el que me había metido…”

Elizabeth aún recordaba el tortuoso camino por el que

Ángel debió pasar para poder librarse de su adicción,

ella había prometido acompañarlo en todo momento, y

así lo hizo.

-No quiero ir a ese lugar.-Dijo Ángel

-Pero tienes que ir

-¿Para qué? Si hace semanas que no me drogo

-Puede que tengas razón, pero encontré esto en tu

habitación.-Elizabeth levantó la bolsa que contenía

aquel polvo de ángel-. Y perdón que te lo diga pero me

parece que la compraste recientemente.

-Eso quedó de la última vez, no volví a comprar.-

Contestó sin apartar los ojos del suelo.

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-Ángel mírame a los ojos y repite lo que me acabas de

decir.

Su amigo levantó la vista y posó sus ojos en los de

Elizabeth, y como si fuese arrastrado por una fuerza

superior se vio diciendo la verdad.

-Está bien, lo compre hace un par de días pero te juro

que ni lo toque.

-¿Entonces para que lo compraste?

-Solo es una pequeña reserva, por si acaso

-¿Para qué quieres tener una reserva?

-Por si me vuelvo a sentir solo y desesperado de

nuevo.-Contestó Ángel bajando la mirada.

A Elizabeth comenzaron a brillarle los ojos, se acercó a

Ángel y lo abrazó.

-Nunca más volverás a estar solo.-Le susurró al oído-.

Yo estaré contigo en todo momento, te lo prometo… No

necesitas de esa basura para sentirte bien.

El alzó la mirada y sonrió.

-Está bien, iré a esa estúpida reunión, lo intentaré solo

por ti.

-¿Y qué harás con esto?-Preguntó Elizabeth levantando

la bolsa del suelo.

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-Tírala, si tú estás conmigo no necesito nada más-

.Contestó sonriendo.

”…Una vez más tu, amor mío, me habías dado un rayo

de esperanza, una nueva razón para seguir en pie.

Como siempre tú fuiste aquella soga que mantuvo

atado a este mundo.

Gracias amor mío por haberme salvado tantas veces.

Te Ama… Tu Ángel.”

Una lágrima brillaba en la mejilla de Elizabeth y en voz

baja dijo.

-Perdón por no salvarte esta vez.

Y dicho eso se derrumbó por completo, no podía parar

de llorar y no le importaba para nada que la gente en

aquella cafetería la mirara como si fuera un bicho raro.

Solo le importaba su Ángel y como no había podido

salvarlo.

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Carta número 9

Elizabeth continuaba sollozando ignorando la presencia

de la persona que hacía cinco minutos se encontraba a

su lado. Cuando esta se aclaró la garganta por tercera

vez para llamar su atención la joven psicóloga levantó

la mirada y se encontró con los ojos verdes de su

amiga.

Elizabeth no comprendía que hacía allí Micaela, cómo la

encontró cuándo ella no le había dicho nada sobre

donde desayunaría.

Se miraron por un largo rato y sin decir ni una sola

palabra Micaela sacó de su bolso un paquete de

pañuelos descartables y se los tendió a su amiga.

Elizabeth lo aceptó y comenzó a secarse las lágrimas

que asomaban por sus mejillas.

-Por lo visto aún no te encuentras bien.-Dijo Micaela

sentándose frente a Elizabeth.

-Estoy lejos de encontrarme bien… ¿Cómo supiste que

estaba aquí?- Preguntó extrañada mientras terminaba

de secarse las lágrimas.

-Lo que pasa es que te llamé varias veces y no me

atendiste así que pensé que debías estar muy

concentrada con las cartas de Ángel.-Hizo una breve

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pausa, le sonrió a su amiga y continuo-. Por lo visto no

me equivoqué al respecto.-Una nueva pausa-. Como te

conozco lo suficiente me imaginé que ibas a estar en

algún lugar que te recordara a Ángel para sentirlo más

cerca, como era hora del desayuno me arriesgue a

venir aquí porque Ángel amaba los panqueques con

dulce de leche.

Elizabeth al escuchar aquella explicación no pudo

reprimir una carcajada.

-¿Dedujiste todo eso porque no atendí el celular?-

Preguntó entre risas.

-La verdad es que si.-Contestó Micaela sonriendo, le

gustaba ver a su amiga reír aunque solo fuera por un

muy breve momento.

-No te creo.

-¿No me crees?-Dijo su amiga posando una mano en el

pecho simulando encontrarse herida ante aquellas

palabras.

-No, no te creo. Es imposible que dedujeras todo eso

por una simple llamada no atendida.-Dijo Elizabeth algo

más tranquila pero con una sonrisa aún dibujada en su

rostro.

-Bueno, la verdad es que te fui a buscar al hotel y me

dijeron que habías salido, cuando les pregunte si sabían

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a donde no supieron decírmelo pero si me señalaron la

dirección que tomaste, así que solo fue cuestión de

seguir tu rastro y observar el interior de las cafeterías.

-Sabía que me habías mentido.-Dijo Elizabeth sin

ocultar su sonrisa- ¿No es más fácil decir la verdad?

Micaela simuló que pensaba y luego de un breve

momento contestó con una sonrisa.

-No.

Ambas comenzaron a reír, cuando se calmaron Micaela

tomó la palabra.

-Me alegra escuchar tu risa.

-Lo necesitaba.-Dijo secándose las lágrimas, esta vez

producto de la risa-. Luego de tanto llorar necesitaba

sonreír.

-¿Y cuál es el motivo de tu llanto esta vez?

Elizabeth como respuesta levantó el octavo sobre y se

lo mostró a su amiga.

-Me lo imaginaba, ¿quieres comentarlo?

-Por favor.-Hizo una breve pausa-. Pero mejor

salgamos a caminar.

-Me parece una genial idea.-Contestó Micaela

sonriendo.

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Elizabeth pagó la cuenta y las dos amigas salieron

juntas de la cafetería.

Caminaron por horas mientras Elizabeth le contaba

todo con respecto a la última carta que Ángel le había

escrito, durante todo ese tiempo Micaela la escuchaba

atentamente sin creer lo que le contaba. En un

determinado momento del mediodía las amigas se

fueron a almorzar, cuando estuvieron ubicadas y

hubieron pedido continuaron con su charla.

-¿Cómo lo ayudaste a salir de ese mundo?-Le preguntó

Micaela.

-Simplemente estando a su lado, lo acompañé a las

sesiones de terapia en grupo y estuve con él en todo el

proceso de desintoxicación.

Al decir esto Elizabeth recordó lo doloroso que había

sido la primera semana en la que Ángel había dejado

aquel polvo de ángel, vomitaba constantemente, su

cuerpo temblaba producto de la falta de aquella droga y

se encontraba muy demacrado. A Elizabeth le dolía en

el alma verlo de aquella forma, pero nunca lo había

abandonado.

-¿Y qué hiciste con tu novio?-La pregunta de Micaela la

sacó de aquel recuerdo.

-¿Mi novio?-Le preguntó extrañada.

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-Sí, tu novio, me dijiste que ese año tú estabas muy

ocupada con tu novio y por eso no te habías dado

cuenta lo de Ángel.

-A él-Elizabeth quedó en silencio recordando lo que

había pasado con su novio.

-No puede ser que no puedas salir conmigo por estar

con ese amiguito tuyo.-Dijo enojado Nahuel

-Primero, no es un “amiguito”, es mi mejor amigo.-

Elizabeth suspiro y lo tomó a su novio por la mano-.

Segundo, no salgo contigo hoy porque él de verdad me

necesita.

-Pero no se trata de hoy solamente.-Contestó

soltándole la mano con un gesto brusco-. Hace

semanas que lo vienes priorizando.

-Ángel está pasando por un momento muy complicado

de su vida y me necesita.

-¿Y qué le sucede que es tan importante como para que

dejes plantado a tu novio por él?

-No te lo puedo decir.- Dijo bajando la mirada.

-Lo que pienso es que algo pasa entre ustedes más que

una simple amistad, es algo que siempre sospeché y

que estos días me vienes confirmando.

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-¿Cuántas veces te lo tengo que decir? Ángel solamente

es mi amigo, yo te quiero a ti.

-Entonces si me quieres ven conmigo.-Dijo mirándola

con ojos suplicantes.

-Ya te dije que no puedo Nahuel.-Contestó Elizabeth

cada vez mas enojada.

-Elige, Ángel o yo.

-No puedes estar hablando en serio

-Créeme cuando te digo que no bromeo.

Elizabeth quedó mirando a su novio, no podía

comprender porque se había puesto en ese papel,

¿acaso nunca había tenido un amigo que lo necesitara?

-Estoy esperando.-Dijo impaciente Nahuel

-Ángel.-Contestó en un susurro

-¿Cómo?-Preguntó sin creer lo que había oído.

-Lo elijo a Ángel, así de simple.

-No puedo creer que lo elijas a ese por encima de tu

novio.

-Ángel siempre estuvo ahí para mi, cuando yo no tenía

a nadie él estaba a mi lado, me conoce más que

cualquiera.-Hizo una pausa y observó furiosa a Nahuel-.

Si piensas que yo dejaré a mi mejor amigo por un novio

de paso estás muy equivocado.

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Él la quedó observando por un largo rato, su rostro

demostraba que se encontraba herido, nunca había

imaginado que iba a elegir a su amigo, estaba

completamente seguro que lo elegiría a él.

-Entonces será mejor que me vaya.

-Me parece que si.-Contestó Elizabeth sosteniendo la

puerta, cuando Nahuel estuvo fuera se dio media vuelta

y dijo

-Adiós Elizabeth.

Sin siquiera contestar ella cerró la puerta detrás de sí,

sabía que había tomado la decisión correcta, nunca iba

a abandonar a Ángel ni por Nahuel ni por nadie.

-¿Y?-Una vez más Micaela la devolvió al presente.

-Cortamos porque él no soportaba que pasara tanto

tiempo con Ángel. Me dio a elegir entre él y mi mejor

amigo.

-¿Y tú que le dijiste?

-Que la elección era muy simple, estaba más que claro

que lo escogería a Ángel.

-¿Y por que la respuesta era tan clara?

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-Fácil, Ángel siempre estuvo conmigo y yo no lo iba a

abandonar y menos por un novio de paso.-Le contestó

sin dudar Elizabeth.

-También porque lo amabas-Dijo Micaela mientras

acercaba un trozo de salmón a su boca.

Al oír aquello Elizabeth se atragantó con el lenguado

que estaba comiendo, como la tos no pasaba tuvo que

tomar un sorbo de agua. Cuando el ataque hubo

quedado atrás le dijo a su amiga.

-De nuevo con esto, ¿Por qué piensas eso?

-Simple, nadie deja a su novio por un amigo.

-Los buenos amigos sí.

-Puede ser, pero en todo caso primero intentarían hacer

entrar en razón a su novio. Tu lo dejaste todo por

Ángel, no te importó nada, solo él. Te guste o no eso es

amor.-Micaela hizo una pequeña pausa, quería que lo

siguiente quedara grabado en la cabeza de su amiga-.

Nadie deja todo de lado si no amara a la otra persona.

Elizabeth no supo que contestar ante aquella

afirmación de su amiga, ¿tenía razón?, ¿no la había

movido solamente la amistad? Si ella estaba

enamorada de Ángel se habría dado cuenta o ¿había

estado ciega todo ese tiempo?

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17 Cartas de amor

136

Elizabeth ya no entendía absolutamente nada, su

cabeza estaba hecha un lío, ni que hablar de su

corazón.

Ninguna de las dos volvieron a hablar del tema durante

lo que quedaba del almuerzo, tocaron cosas triviales,

compartiendo una que otra broma, pero los

pensamientos de ambas no se encontraban en aquella

conversación. Por un lado la cabeza de Elizabeth no

paraba de dar vueltas sobre aquella frase que le había

dicho su amiga, ¿lo que sentía por Ángel era amor?

<<Imposible>> se contestaba una y otra vez sin

convicción. Por el otro lado Micaela pensaba en la forma

de convencer a su amiga de sus sentimientos hacia

Ángel, ella necesitaba que Elizabeth fuera consciente de

su amor para lograr su objetivo, por lo visto era una

tarea muy difícil ya que su amiga era la persona más

terca que había conocido, pero aún así no se iba a

rendir, debía cumplir su misión.

Luego del almuerzo ambas se separaron con la

promesa de verse al día siguiente para seguir hablando

sobre las cartas, eso ayudaba muchísimo a Elizabeth ya

que le permitía desahogarse, pero lo malo residía en el

hecho de que cada vez que hablaba con Micaela su

cabeza y su corazón se confundían más y más.

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El resto del día Elizabeth se dedicó a llamar a sus

pacientes, ver si necesitaban ayuda o simplemente

hablar un rato. Le sorprendió el hecho de que apenas

escuchaba a sus pacientes, cosa que nunca le había

sucedido, ya que en su cabeza solo rondaba Ángel. Ese

día lo extrañó más que nunca, lo necesitaba a su lado,

necesitaba ver su hermosa sonrisa.

Así que mientras su paciente hablaba desde el otro

lado de la línea Elizabeth rebuscó en su bolso y dio con

la foto de Ángel, la observó detenidamente trazando

con su dedo los rasgos de su amigo, era innegable que

era un hombre muy lindo con aquellos ojos grises tan

penetrantes, el cabello negro alborotado, una sonrisa

que derretiría a cualquiera y un cuerpo muy bien

trabajado. Definitivamente Ángel era un regalo para la

vista.

Pero a Elizabeth lo que más le gustaba era su

personalidad, su inteligencia, su tan característico

humor irónico, que siempre tenía las palabras justas en

el momento indicado, y el hecho de que era fuerte y

sensible a la vez. Esas características lo hacían

perfecto, pero solo lo veía como a un amigo ¿verdad?

Elizabeth ya no estaba del todo segura al respecto.

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17 Cartas de amor

138

La noche pasó sin que Elizabeth pudiera pegar un ojo,

los recuerdos aparecían todo el tiempo, no la dejaban

dormir. Ángel estaba presente en su cabeza, su sonrisa,

sus ojos, sus abrazos tan reconfortantes y que tanto

necesitaba.

Su mente fue vagando por las primeras ocho cartas de

su amigo, no se había dado cuenta pero necesitaba de

esas cartas para mantenerse en pie, para sentir que él

continuaba a su lado, necesitaba de esas palabras para

acceder a un pequeño momento de felicidad, que eran

escasos ahora que Ángel no se encontraba allí. ¿Qué

pasaría luego de que se terminara la última carta?, no

quería ni imaginárselo.

La alarma sonó y Elizabeth se levantó necesitando las

palabras de Ángel, así que antes de hacer cualquier

cosa tomó el noveno sobre y comenzó a leer.

“Querida Liz:

Seguro que ya estás más que cansada de

leer mis cartas y no te culpo, sabes que cada vez que

comienzo a escribir me es muy difícil parar. Pero no te

preocupes amor mío que ya falta cada vez menos para

terminar y al fin podrás conocer absolutamente todos

mis sentimientos.

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17 Cartas de amor

139

Esta carta es un poco difícil de escribir ya que trata de

un recuerdo bastante doloroso para ti. La muerte de tu

mamá…”

Elizabeth suspiró, sabía que tarde o temprano se

tocaría el tema de su madre, ese fue un antes y un

después en su vida y Ángel un gran protagonista en

aquel momento. Cerró los ojos unos segundos para

prepararse por lo que venía a continuación.

“… Cuando ese día recibí tu llamada no me imaginaba

lo que me ibas a decir, tu llanto hacía difícil entender lo

que me decías, intenté que te calmaras para que me

pudieras explicar bien que era lo que sucedía, pero era

imposible hacer detener tu llanto. Lo que si había

entendido bien era que me dijiste que me necesitabas y

sin duda deje todo lo que estaba haciendo para ir

contigo.

No me importaba todo lo que tenía que hacer para la

universidad, solo me interesaban tú y tu dolor. Tomé el

auto y me dirigí directo a tu casa, recuerdo haber

llegado justo a tiempo para evitar que te hicieras un

corte en tu brazo. Obligue que lo tiraras y cuando te

diste cuenta que era yo el que se encontraba a tu lado

te limitaste a abrazarme y llorar sobre mi hombro…”

Elizabeth recordaba ese día como si hubiera sido ayer

cuando en realidad ya habían pasado 8 años.

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17 Cartas de amor

140

Ella se encontraba estudiando para un gran examen

sobre la historia de la psicología cuando el teléfono, que

no cesaba de sonar, la distrajo, con desgana se fue a

atender. En el otro lado de la línea Elizabeth escuchó el

llanto de su papá e inmediatamente se preocupó.

-¿E…Elizabeth?-El llanto hacía casi inaudible la voz de

su padre.

-Papá ¿le pasó algo a mamá?

Un nuevo sollozo se oyó al otro lado de la línea y

Elizabeth ya temía lo peor.

-Lamento tener que decirte esto por teléfono, pero creo

que me sería imposible ver tu reacción.

-¡Papá dime de una vez que pasó!-Exigió ya

exasperada Elizabeth.

-Tu mamá murió en la madrugada.-Dijo su papá con la

voz quebrada.

-No puede ser verdad.-Elizabeth comenzó a sollozar

-Lamento decirte que si es verdad, al parecer tu mamá

no tomaba los medicamentos, se los escondía debajo

de la lengua y cuando nadie la veía lo guardaba en un

pequeño hueco escondido en su habitación. Cuando

reunió una buena cantidad de tranquilizantes decidió

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17 Cartas de amor

141

tomarlos.-El llanto ya era incontenible-. Por lo menos

no sufrió.

Elizabeth colgó el teléfono sin decir ninguna palabra,

se apoyó contra la pared sin comprender nada hasta

que algo hizo clic en su interior.

-No es verdad… No puede ser verdad… No, no, ¡No!-

Gritó Elizabeth sujetando su cabello con fuerza-. ¡No

puedes haberte ido mamá! ¡¿Por qué?!

El llanto ya se había hecho incontenible, se tiró de

rodillas al suelo y gritó como nunca lo había hecho en

su vida. No podía aceptar que su madre ya no estuviera

viva, le era imposible de creer.

Se sentía completamente sola, desgarrada por dentro.

Sin saber siquiera lo que hacía tomó su teléfono y

marcó el número de Ángel, pero el llanto que no cesaba

le impidió hablar, colgó el teléfono y continúo llorando

sobre el helado suelo. Pasado unos minutos o quizás

horas, Elizabeth no lo sabía, se levantó sin apenas

fuerzas, se dirigió a su habitación, abrió uno de sus

cajones y sacó un cúter del interior, necesitaba liberar

todo ese dolor.

Cuando estaba a punto de realizarse el primer corte

una mano le quitó aquel objeto cortante y lo obligó a

mirarlo. Al reconocer aquellos ojos grises sintió un gran

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17 Cartas de amor

142

alivio, envolvió sus brazos en el cuello de Ángel y

comenzó a llorar con todas sus fuerzas.

El sonido del teléfono devolvió a la realidad a

Elizabeth, se fijó quien era el que la llamaba,

lamentablemente era un paciente suyo, se secó las

lágrimas y tratando de tranquilizarse contestó. El

tiempo pasó volando durante aquella terapia telefónica,

cuando hubo colgado ya era casi la hora de almorzar,

no tenía muchas ganas de salir así que pidió servicio a

la habitación. Mientras esperaba continuo leyendo.

“…Pasó un largo tiempo hasta que te hubiste calmado,

nunca te había visto llorar tanto, se me partía el

corazón en dos al verte en ese estado. No sabía que

decir o como actuar para hacerte sentir mejor, yo no

sabía qué era lo que sucedía pero estaba

completamente seguro que era algo grave.

Como no sabía qué hacer me limité a abrazarte el

tiempo que fuera necesario. Esa fue una imagen por

demás literaria, los dos abrazados en el suelo de tu

habitación, tu llorando desconsoladamente y yo

abrazándote mientras te acariciaba el cabello.

Pasó un rato para que te calmaras y cuando lo hiciste

comenzaste a contarme que había sucedido, lo hacías

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17 Cartas de amor

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con tal dolor que yo no pude evitar sentir lo mismo que

tu sentías…”

Elizabeth no sabía cuánto tiempo había pasado

llorando en los brazos de Ángel. Cuando creía que ya

no le quedaban más lágrimas levantó la mirada y la

posó en aquellos ojos color gris que tanto la

tranquilizaban, la presencia de su amigo era lo que más

necesitaba en ese momento.

-Gracias por estar aquí.-Dijo con la voz ronca producto

de los gritos.

Ángel le sonrió secando con sus dedos las lágrimas de

Elizabeth y le dio un tierno beso en la mejilla

-No tienes nada que agradecerme Liz, sabes que

siempre voy a estar para ti.-Colocando detrás de la

oreja un mechón suelto de su amiga le preguntó-.

¿Ahora me puedes decir que sucedió?

-Mi mamá murió anoche.-Contestó Elizabeth. Las

lágrimas comenzando a asomar nuevamente en sus

ojos.

Ángel no podía creer lo que estaba escuchando, la

abrazó con fuerza.

-Al final la enfermedad pudo con ella.-Dijo Elizabeth

sollozando en los brazos de su amigo.

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17 Cartas de amor

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-Sabía que estaba internada, pero no conocía la

gravedad de su estado.

-Mi mamá tenía esquizofrenia.

Ángel abrió mucho los ojos ante lo dicho por su amiga,

ella nunca le había contado sobre la enfermedad de su

madre.

-Ella escuchaba voces que le decían que era fea, que no

servía para nada y que era mejor para todos que

muriera.-Un sollozo se le escapó cortando el relato,

Ángel no decía nada, quería que Elizabeth se

descargara-. Cuando yo tenía nueve años intentó

suicidarse pero mi papá la detuvo a tiempo y fue ahí

cuando la internaron por primera vez, salió varias veces

del psiquiátrico. Siempre encontraba la forma de eludir

la medicación, así que hace cosa de dos años la

internaron definitivamente.-Las lágrimas comenzaron a

brotar con más fuerza-. Parece que al final cumplió con

su cometido.

Dicho esto Elizabeth comenzó a llorar nuevamente,

Ángel se limitó a abrazarla. Cuando se calmó un poco

volvió a tomar la palabra.

-Yo no sé que es tener una madre de verdad, la mía no

actuaba como tal, pero yo la amaba más que a nada en

el mundo.-Hizo una breve pausa-. La veía poco pero

esos pequeños momentos eran los que me hacían

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17 Cartas de amor

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feliz.-Volvió a abrazar a Ángel-. ¿Ahora qué voy a hacer

sin ella?

-Seguir con tu vida, tu mamá no estará físicamente,

pero siempre va a estar aquí.-Dijo señalando la cabeza

de Elizabeth-. Y principalmente aquí.-Señaló su

corazón-. Y estoy seguro que a ella le gustaría que

siguieras adelante. No te voy a decir que será fácil, que

no dolerá o que no te tropezaras en el intento, pero

quiero que sepas que yo te voy a acompañar durante

todo el camino.

-Gracias.-Dijo Elizabeth con los ojos llenos de lágrimas-

. Te quiero mucho.

“…Cuando sacaste todo aquello hacia afuera, luego de

tantos años de habértelo callado, noté que te relajabas,

como si fuera que te hubieras sacado un gran peso de

encima. No sé por cuánto tiempo estuvimos allí

sentados en el suelo de tu habitación en silencio,

interrumpidos por el sonido de tu llanto. Odiaba verte

en ese estado, completamente derrumbada, la chica

que brillaba con su sonrisa había desaparecido por

completo.

Cuando tu papá llamó para decirte donde sería el

funeral me pediste que te acompañara, que estuviera

contigo en todo momento. Te confieso que no hacía

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17 Cartas de amor

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falta que me lo pidieras porque bajo ningún motivo te

dejaría sola.

Estuve contigo durante todo el oficio, tú no me soltaste

la mano en ningún momento y cada vez que te sentías

flaquear me la apretabas fuertemente. Para

tranquilizarte te besaba dulcemente la mejilla.

Durante todo el tiempo estuviste muy tranquila, con la

mirada perdida en el vació, hasta que llegó el momento

más doloroso de todos. Cuando enterraron a tu madre,

creo que nunca se me borrará esa imagen tan

desgarradora…”

Elizabeth siempre tenía aquella imagen en la mente,

nunca pudo olvidar el sentimiento que le había

embargado en aquel momento.

Durante todo el día Elizabeth se encontraba

extrañamente calmada, como si fuera que aquello era

algo de todos los días. No pensaba, no sentía, solo era

un ser sin alma. Lo único que la traía a la realidad era

el sentir la mano de su mejor amigo entrelazada con la

suya. Le agradecía a Dios tenerlo allí a su lado.

Todo había pasado de manera muy tranquila, aceptaba

las condolencias de las personas, asentía cada vez que

alguien decía lo buena persona que era su madre y que

lamentaban la forma en la que había terminado.

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17 Cartas de amor

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Sinceramente Elizabeth ni los escuchaba, su cabeza y

su corazón se encontraban muy lejos de allí.

Hasta el momento en el que bajaron el féretro de su

madre a aquel frío agujero, fue en ese momento en el

que comprendió que nunca más la iba a volver a ver.

Impulsada por una extraña fuerza se acercó hacia aquel

lugar y se dejó caer de rodillas. Ya no pudo reprimir las

lágrimas, éstas estallaron cual catarata por sus ojos.

-¡No te vayas mamá por favor! ¡Te necesito!-Gritó con

todas sus fuerzas sin recordar que estaba rodeada de

personas, ni que su padre se encontraba a su lado igual

de devastado que ella.

Éste la tomó por los hombros e intentó alejarla de allí

pero ella se zafó de su brazo y volvió a caer de rodillas

sobre la tumba de su madre.

-Por favor levántate, vamos mamá despierta.-Dijo

entre sollozos-. Necesito uno de tus abrazos especiales,

por favor.

Una persona se acercó a ella y, en lugar de alejarla de

aquel lugar la abrazó susurrándole al oído.

-Todo estará bien angelito, vamos a levantarnos, ponte

de pie y has que tu madre se sienta orgullosa de ti

Elizabeth continuaba sollozando pero calmándose cada

vez más al escuchar la voz de Ángel.

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17 Cartas de amor

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-Yo estaré siempre contigo, no te voy a dejar caer.

“...No pude aguantar viendo esa imagen por mucho

tiempo, así que con lágrimas que asomaban en mis

ojos me arrodillé a tu lado y te dije al oído que te

levantaras, que siguieras de pie, que yo iba a estar a tu

lado y que nunca te iba a dejar sola. Fue en ese

momento en el que me miraste a los ojos y me dijiste

que te lo prometiera y yo sin dudarlo lo hice.

Esa era una promesa que me esforcé por cumplir.

Te Ama… Tu Ángel.”

Esta vez el llanto no apareció, en cambio Elizabeth

miró al techo y muy furiosa gritó.

-¡¿Tanto te costó cumplir esa maldita promesa?!

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Carta número 10

Por primera vez en su vida Elizabeth se encontraba

furiosa con Ángel, no podía creer que su amigo no

hubiera podido cumplir con una simple promesa. Como

nunca soltó una serie de insultos contra Ángel.

Otra vez el sonido de su celular la distrajo, harta ya de

que estuvieran llamando cada cinco minutos atendió

furiosa si mirar quien era la persona que la llamaba.

-¡¿Si?!-Dijo con un grito.

-¿Hablo en un mal momento?-La voz de Micaela al otro

lado de la línea logró que se calmara un poco.

-Perdón Mica, lo que pasa es que estoy un poco furiosa.

-¿Con algún paciente?-Preguntó su amiga.

-No, con Ángel.

-¿Con Ángel?, y ¿que hizo o mejor que escribió para

ponerte así?

-Lo que sucede es que no pudo cumplir con una simple

promesa.

Se produjo un pequeño silencio en el cual Micaela

trataba de imaginarse cual habría sido esa promesa que

Ángel no había cumplido.

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-¿Quieres dar un paseo y hablar sobre el tema?

-Me encantaría Mica, pero ¿podría ser en un lugar

tranquilo sin gente y sin celulares?

Micaela soltó una carcajada.

-¿Tus pacientes no te dejan tranquila?

-No te das ni una idea.-Dijo Elizabeth cerrando los ojos-

. Necesito desconectarme un poco.

-Tengo el lugar ideal, en treinta minutos te busco.

-Ok, gracias amiga.

-De nada nena, hasta ahora.

-Hasta ahora.-Contestó más tranquila.

Pasada la media hora Elizabeth se encontraba en el

vestíbulo del hotel, se había puesto un vestido fresco

de tirantes que le llegaba hasta la rodilla, unas

sandalias cómodas sin tacón y sus largos cabellos

dorados los tenía sujetos en una cola alta. De repente

Micaela apareció por la puerta con un pantalón largo,

una remera sin tirantes y el cabello corto bien peinado.

Se acercó a Elizabeth con una gran sonrisa y la saludó

con un sonoro beso en la mejilla.

El camino hacia su destino había durado un 20

minutos, cuando bajó del auto de su amiga quedó

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sorprendida, hacía mucho tiempo que no iba a aquel

lugar. Era un enorme parque rodeado de árboles, era el

sitio más tranquilo de su ciudad. Micaela la condujo

hasta el lugar más apartado junto a una laguna,

extendió un mantel en el césped y acomodó la

merienda.

Ambas se sentaron y comenzaron a disfrutar de la

soledad. Pasado un largo rato Micaela tomó la palabra.

-Ahora que te encuentras más tranquila sin el ruido de

la ciudad y los celulares, ¿me contarás porque estás

molesta?

-Te dije que fue porque Ángel no cumplió con una

simple promesa.-Contestó Elizabeth sin abrir sus ojos.

-¿Pero cuál fue la promesa?

Elizabeth dirigió su mirada hacia su amiga y le dijo.

-Cuando mamá murió Ángel me prometió que nunca

me iba a dejar sola.-Lágrimas comenzaron a brillar en

sus ojos-Y sin siquiera pensarlo la rompió.

Micaela suspiró.

-Pero no fue su culpa el no haber cumplido aquella

promesa.

Elizabeth se sentó bien de golpe y llena de furia

contestó.

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17 Cartas de amor

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-¿Cómo que no fue su culpa?

-No lo fue.

-No hubiera sido su culpa si me hubiera abandonado

por causa de una enfermedad o un accidente, él fue el

que tomó la decisión de romper con su promesa-

gritando con todas sus fuerzas y mirando al cielo dijo-,

¡fuiste tú el que decidió ponerte esa soga al cuello,

fuiste tú el que decidió dejar este maldito mundo!-Y con

un sollozo continuó-. Fuiste tú el que decidió dejarme

sola.

Y dicho aquello comenzó a llorar desconsoladamente,

Micaela se acercó a ella, la abrazó con fuerzas y en un

susurro le dijo.

-Quizás no tuvo otra opción.

-¿Cómo?-Preguntó Elizabeth apartándose del abrazo de

Micaela.

-Estoy segura que no pudo ver otra salida.

-Me podría haber dicho algo.

-¿Es que acaso no lo hizo?

-No te entiendo.

Micaela estaba cada vez mas exasperada.

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-¡Te escribió esas 17 cartas! Te confesó su amor,

seguro que te dio la posibilidad de saber lo que tenía

planeado pero tú no lo viste.

-Vamos, soy psicóloga, ¿acaso no crees que me había

dado cuenta sobre eso?

-Tú no te das cuenta de nada con respecto a Ángel.

-Perdón, ¿Qué dijiste?-Elizabeth estaba cada vez mas

furiosa-. Yo sé todo sobre mi mejor amigo.

-Y estoy segura de que tienes razón, sabes todo sobre

él.-Micaela hizo una breve pausa para tranquilizarse-

pero no sabías que él te amaba, nunca te diste cuenta

de eso y no porque él no te lo hubiera demostrado, sino

porque tu no quisiste ver la realidad.

Elizabeth hizo ademán de tomar la palabra pero

Micaela no la dejó.

-Y no solo estuviste ciega con eso, sino también con

respecto a tus propios sentimientos. ¡Abre los ojos de

una maldita vez!

-Yo no lo amo, no de esa forma.

-Deja de negarlo, lo tuyo vas más allá de una simple

amistad.

Dicho eso Micaela se levantó y se fue dejando sola a

Elizabeth y sus pensamientos.

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17 Cartas de amor

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Elizabeth se encontraba arrodillada sobre la tumba de

su madre llorando un mar de lágrimas. Una mano le

tocó el hombro y al alzar la cabeza se topó con la

mirada de Ángel, pero esta vez ella no le sonrió sino

todo lo contrario, lo ignoró completamente. Éste se

sentó a su lado.

-¿Por qué estás enojada angelito?

-¿Es que no recuerdas la promesa que me hiciste en

este mismo lugar hace ya ocho años?-Le dijo Elizabeth

sin mirarlo.

-Claro que la recuerdo.-Le acarició lentamente el

cabello-. Todavía existe una pequeña posibilidad de que

la pueda cumplir.

Elizabeth lo miró sorprendida y Ángel le sonrió

dulcemente.

-¿Cómo?-Preguntó un poco emocionada.

-Solo lee las 17 cartas.-Su amigo se levantó y comenzó

a alejarse.

-Pero no entiendo.-gritó.

Ángel se dio media vuelta y de lejos le dijo.

-Solo lee las cartas.

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17 Cartas de amor

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Elizabeth se levantó sobresaltada, miró la hora en su

reloj, ya pasaban las tres de la madrugada, intentó

volver a dormir pero le fue imposible, las palabras de

Ángel daban vueltas en su cabeza, ¿Qué dirá en las

ocho cartas restantes?, ¿Cómo podría cumplir aquella

promesa que me hizo hace tanto tiempo? Eran aquellas

preguntas las que rondaban sin cesar.

Cuando fue consciente de que Morfeo no haría su

aparición esa noche se levantó y fue a prepararse un

café, mientras este se terminaba de hacer fue en busca

del décimo sobre.

Con el café en la mano y acurrucada en el sofá

comenzó a leer.

“Querida Liz:

‘Me colgué de tu mirada, me resbalé en tu nariz, y

salté de la catapulta de tu quijada, después de

echarme un chapuzón entre tus labios, sin más

locomoción que la imaginación.

Fui a parar a tu cuello y de tu cuello a tu blusa, y

me colé por el orificio de un botón, después de

echarle un buen vistazo al corazón en alas de un

avión que es pura ilusión.

Y ya dentro de tu blusa fui bordeando tu figura.

Midiendo beso a beso la extensión de tu estatura.

Y tropecé con un cinturón que se ajustaba a tu

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figura, que me devolvió a mi posición, a siete

metros de tu ubicación.’6

Este fragmento de la canción de Ricardo Arjona

describe exactamente como me sentí en aquel verano

del 2006, en nuestro primer viaje juntos, ¿lo

recuerdas?

Había sido idea mía, quería alejarte de los problemas

con tu padre que habían comenzado luego de la muerte

de tu madre. Pensé mucho sobre el lugar al que

podríamos viajar, no podía ser a la playa ya que tu no

querías exponer tus cicatrices. No te das una idea amor

mío de lo mucho que pensé para esas vacaciones,

hasta que la idea apareció en mi cabeza…”

Elizabeth sonrió ante el recuerdo de aquellas

vacaciones, Ángel siempre se las ingeniaba para

hacerla olvidar de todo lo malo.

Ella se encontraba acostada en su cama mirando al

techo sin pensar en nada como ya era costumbre en su

vida, cuando recibió un mensaje en su móvil, el cual

decía: <<Te espero en nuestras hamacas en 20

minutos>>. Elizabeth no entendía mucho aquello,

habían pasado muchos años de que fueron a ese lugar,

6 Fragmento de “A siete metros”. Autor Ricardo Arjona, álbum “Sin daños a terceros”.

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17 Cartas de amor

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inmediatamente contestó << ¿Para qué??>>, Pasó

menos de un minuto y recibió su respuesta. <<Tú solo

ve>>

Extrañada Elizabeth fue hacia aquel lugar, pasado

exactamente 20 minutos ya se encontraba frente a

aquellas hamacas que le traían recuerdos de tiempos

donde todo era mucho más fácil.

Al ver que no había rastro de su amigo hizo lo que

hacía mucho tiempo no hacía, se sentó en uno de los

asientos y comenzó a balancearse. En un determinado

momento alguien la detuvo por detrás y una mano se

posó a escasos centímetros de su cara, éstas sostenían

unos boletos. Al principio Elizabeth no entendía bien de

que se trataba aquello, pero cuando pudo leer las

palabras impresas abrió mucho los ojos, se levantó de

golpe y miró a su amigo, éste tenía una hermosa

sonrisa en su rostro.

-No.-Dijo Elizabeth con la voz ronca por la emoción.

-Si.-Contestó Ángel sin borrar la sonrisa de su rostro.

Elizabeth emitió un agudo grito de emoción y se

abalanzó hacia los brazos de su amigo.

“…Era un viaje al país donde nació nuestro escritor

favorito, Shakespeare, treinta días para disfrutar de

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17 Cartas de amor

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Inglaterra, un país que siempre habíamos soñado en

conocer.

Nunca me borraré de la mente aquella sonrisa que se

te dibujo en el momento en el que viste los dos boletos

en mis manos y comprendiste que significaba. Yo vivía

para esas sonrisas, los consideraba como pequeños y

hermosos regalos que los mantenía guardados en mi

memoria y mi corazón.

Recuerdo que nuestro vuelo salía la semana siguiente,

nunca te había visto tan emocionada en tu vida. Me

ponía muy feliz verte tan alegre y ya con eso yo estaba

muy satisfecho.

Desembarcamos en Inglaterra casi a la madrugada,

por lo cual no pudimos disfrutar mucho. Fuimos al hotel

por nuestras reservaciones y fue en ese momento en el

que comenzó mi dulce tortura…”

-Esto debe ser una broma.-Dijo Ángel observando la

cama matrimonial que se encontraba en el medio de la

habitación.

Elizabeth también observaba la habitación pero sin

comprender que podría haber allí que le molestara a

Ángel.

-¿Qué pasa?, ¿Qué es una broma?

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17 Cartas de amor

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-¿Es que no lo ves?-Dijo señalando la cama.

-Lo que veo es una cama matrimonial aparentemente

cómoda, ¿Qué tiene eso de malo?

-Lo malo es que yo pedí una habitación con dos camas,

¿Dónde se supone que dormiré ahora?

-Ahí.-Dijo Elizabeth señalando la gran cama.

-¿Y tú?

-Ahí. Volvió a señalar el mismo lugar.

Ángel la quedó mirando con los ojos muy abiertos sin

dar crédito a lo que escuchaba. Elizabeth se sentó en la

cama y mirándolo fijamente dijo.

-¿Tienes miedo de dormir conmigo?

-No,-Ángel tragó saliva-no es eso.

-¿Pateas mientras duermes?-Preguntó Elizabeth con

una gran sonrisa, aparentemente disfrutando aquella

situación.

-No.

-¿Roncas?

-No.-Contestó Ángel con un esbozo de sonrisa.

-La opción que queda es que muerdes dormido.-

Elizabeth abrió mucho los ojos con falso asombro.

-No hago nada de eso.

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Elizabeth soltó una carcajada.

-Entonces no hay problema, podemos dormir juntos.

-¿Estás segura?

-Claro tonto.-Le sonrió de forma tranquilizadora-.

Confió en ti y sé que no me violaras, ¿verdad?

Ángel la miró con ojos lascivos y le sonrió de forma

seductora. Elizabeth abrió muchos los ojos y con una

sonrisa comenzó a retroceder, Ángel se abalanzó sobre

ella y comenzó a hacerle cosquillas. Los dos reían como

tontos y cuando comenzaron a relajarse quedaron

mirándose fijamente, sus rostros a escasos centímetros

de distancia. Ángel fue el primero en romper el

contacto, se levantó de un salto y mirando hacia

cualquier parte menos a ella dijo.

-Me voy a preparar para dormir.

-Yo igual.-Elizabeth se levantó y sonriendo a su amigo

corrió hacia el baño y cerró la puerta detrás de sí.

-Eres una tramposa.-Gritó entre risas.

-Igual me quieres.-Gritó del otro lado Elizabeth.

-Es verdad, te quiero con locura.-Dijo para sí mismo.

“…Dormir en la misma cama contigo era algo que

siempre había soñado, pero lamentablemente no de esa

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forma, los dos acostados en la los extremos opuestos

de la cama sin siquiera tocarnos no había formado

parte de mi sueño, pero aquello era más de lo que

podría haber pedido.

Recuerdo que aquella noche no pude dormir, te

observaba allí acostada durmiendo tranquilamente y

me decía a mi mismo que eras la mujer más hermosa

que había conocido. Hasta durmiendo parecías un ángel

que había bajado del cielo. Creo que en esa noche supe

que nunca iba a conocer a alguien más hermosa que tú

amor mío, y estaba completamente seguro de que

ninguna mujer me haría sentir lo mismo con solo estar

a mi lado.

Tenerte acostada al lado mío todas las noches ya se

había convertido en una gran tortura. Que estuvieras al

lado mío y no poder tocarte o besarte se me hacía

insoportable, ¿pero que iba a hacer yo?, solo aceptaba

lo que tu estuvieras dispuesta a darme. Así que era

sumamente feliz con dormir a tu lado y tenerte solo

para mi durante treinta días, aunque solo hubiera sido

como amigos

Definitivamente nunca olvidaré ese viaje, fue

absolutamente perfecto, tú lograbas que todo fuera

perfecto. Nada ni nadie iban a arruinar nuestras

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17 Cartas de amor

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vacaciones, era algo que me había propuesto. Pero

nunca había contado con la aparición de ese tal John…”

Elizabeth se puso colorada ante aquel recuerdo de

John. Ella nunca había sido chica que pasaba la noche

con un desconocido, pero estaba de vacaciones en otro

país donde nadie la conocía ni se acordarían de ella y

John era de verdad atractivo, ¿Qué podía pasar de

malo?, por lo visto muchas cosas.

Era su última noche en Inglaterra y Ángel y Elizabeth

decidieron ir a tomar algo, lo consideraban como una

buena despedida.

A unas pocas cuadras de su hotel se encontraba un

pub hermoso así que decidieron entrar allí para tomar

una copa y quizás bailar un rato. Desde que entraron

los ojos no se despegaban de la pareja.

Bailaron un rato y en el proceso muchas mujeres se

fueron acercando a Ángel, éste bailaba unos minutos

con ellas y luego se acercaba a Elizabeth. Ella no podía

estar más contenta, a él no le importaba pasar la noche

con alguna desconocida, solo le importaba ella.

Hasta que apareció aquella rubia despampanante que

le bailaba seductoramente a Ángel, éste parecía

hechizado y Elizabeth los observaba furiosa, no podía

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ser posible que su amigo la abandonara por aquella

mujer de plástico.

-Hola preciosa.-La voz masculina la distrajo de aquella

repugnante imagen.

-Hola.-Contestó con una tímida sonrisa, aquel hombre

era sumamente atractivo, medía aproximadamente un

metro ochenta, rubio con unos ojos celestes como el

mar cristalino y una sonrisa con la que cualquier chica

caería rendida a sus pies.

-Soy John.

-Y yo Elizabeth.-Extendió la mano para estrechar la de

aquel muchacho pero este la tomó y se la llevó a los

labios. Elizabeth casi se derritió ante aquel gesto.

-¿Te podría invitar una copa?

-Me encantaría.-Contestó Elizabeth procurando sonar lo

más seductora posible.

Aquel muchacho inglés la guió hasta uno de los

asientos disponibles.

-¿Alguna bebida en especial?-Le preguntó.

-Lo que tu tomes estará bien para mi.-Contestó

Elizabeth agitando las pestañas.

John se dirigió a la barra, al cabo de 5 minutos regresó

con una bebida en cada vaso.

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17 Cartas de amor

164

-Espero que te gusten los Cosmopolitan

-Me encanta.-Contestó ella con una tímida sonrisa.

Hablaron durante un rato mientras tomaban las

bebidas, bromeaban y coqueteaban. En un momento

John se acercó más a ella y susurrándole al oído le dijo.

-¿Quisieras ir a un lugar más tranquilo?

Elizabeth sonrió y cuando estaba a punto de negarse

observó una imagen que le revolvió el estómago, Ángel

estaba besando descaradamente a esa rubia de

plástico, así que en lugar de negarse dijo.

-Claro, podemos ir al hotel donde me alojo que se

encuentra a unas pocas cuadras de aquí.

Ambos se levantaron y se fueron. Cuando llegaron a su

habitación Elizabeth se encontraba un poco tímida.

John se acercó por atrás y comenzó a besarle el cuello,

ella ladeo la cabeza para darle un mayor acceso a

aquella parte, ya sentía que se estaba relajando en

manos de aquel ingles.

-Eres de verdad hermosa.-Susurró mordiéndole el

lóbulo de la oreja.

En un rápido movimiento la dio vuelta y le beso de

lleno en la boca, Elizabeth emitió un gemido ante la

sorpresa y John aprovecho el momento para meter su

lengua y jugar con la suya. <<El inglés sí que sabe

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besar>> pensó Elizabeth mientras colocaba sus brazos

alrededor de su cuello. John profundizó el beso y la

acercó más a él, mientras sus manos recorrían sus

curvas por encima de la ropa.

Las copas de más ayudaron a que se desinhibiera,

comenzó a desabrocharle la camisa, se la sacó y la tiró

al suelo. Cuando él hizo lo mismo con el bléiser de

Elizabeth la quedó observando como si no diera crédito

a lo que veía. Ella se había olvidado de sus cicatrices y

cuando se dio cuenta que era eso lo que John miraba

inmediatamente se volvió a poner el bléiser, éste

recogió su camisa y murmurando una disculpa se fue.

Elizabeth se encontró en aquella habitación sola y

humillada.

“…Cuando pude apartarme de aquella rubia que, te

confieso, no recuerdo su nombre te busqué por todo el

pub y no te encontré.

Asustado me fui al hotel con la esperanza de que

estuvieras allí, si te ocurría algo yo me moría. Corrí

como nunca antes y en menos de cinco minutos ya me

encontraba en el ascensor, entré rápidamente en la

habitación y allí te encontré llorando como un bebé. Me

acerqué lentamente y te pregunté qué ocurría.

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17 Cartas de amor

166

Cuando John se fue Elizabeth se tiró sobre la cama y

comenzó a llorar, al pasar unos cuantos minutos sintió

que la puerta si abrió de golpe, no tenía fuerzas para

levantar la cabeza y enfrentarse a Ángel.

Sintió como se hundía el lado opuesto de la cama y la

mano de Ángel se posaba en su espalda.

-¿Qué sucede Liz?-Preguntó en un susurro.

-Volví a ser rechazada.-Contestó volteando la cabeza

hacia Ángel.

-¿Quién te rechazó?

-Un tipo que conocí en el pub.

-¿Trajiste a un tipo que ni siquiera conoces a nuestra

habitación? ¡¿Estás loca?! Pudo haber sido peligroso.

-No fue peligroso, era un tipo confiable, la estábamos

pasando muy bien hasta que vio mis marcas y salió

corriendo.-Un sollozo se le escapó-. Soy repugnante

para los demás.

-Tú no eres para nada repugnante, son ellos los ciegos

que no saben apreciar tu belleza.

Al escuchar aquello Elizabeth se levantó y se abrazó a

Ángel, allí en sus brazos se sentía protegida.

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“…Me contaste todo sobre John y como éste te rechazó.

La sangre hervía en mis venas, tenía deseos de salir a

buscarlo y matarlo, ¿Cómo era posible que alguien te

rechazara por una simples cicatrices?, si hubiera sido

por mí yo me habría encargado de besar y adorar cada

una de esas marcas, te susurraría al oído cosas dulces,

diciéndote lo hermosa y lo perfecta que eres ante mis

ojos.

Si me hubieras dado la más mínima oportunidad yo te

habría demostrado cuanto te amaba y como, cuando

estoy contigo, no existe ninguna otra mujer en el

mundo.

Lamentablemente nunca me diste esa oportunidad,

aquella por la que cada noche soñaba con obtener.

Aquel último día en Inglaterra mientras llorabas en mis

brazos me propuse intentar demostrarte, por todos los

medios posibles, cuanto te amaba.

Te Ama… Tu Ángel”

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Carta número 11

Elizabeth se despertó de un sueño profundo, tomó su

celular y comprobó que tenía quince llamadas perdidas.

Al ver la hora que era se levantó de un salto, ya

pasaban de las tres de la tarde, ¿en qué momento se

había quedado dormida?, lo último que recordaba era

que terminó de leer la décima carta y había cerrado los

ojos por un momento para absorber cada hermosa

palabra, al parecer fue en ese momento en el que se

quedó completamente exhausta.

Se dio una ducha rápida, cuando terminó de

prepararse tomó su celular y comenzó a devolver todas

las llamadas. Al terminar con la última ya pasaban de

las siete de la tarde, su estómago rugía del hambre, no

había probado bocado desde la merienda del día

anterior. Decidió llamar a Micaela, no le apetecía para

nada comer sola.

Al tercer tono su amiga contestó.

-¡Elizabeth!, pensé que ya no me llamarías.

-¿Por qué pensaste eso?-Preguntó extrañada

-Por lo que te dije ayer y porque me fui dejándote sola.

-Ah eso, no te preocupes ya pasó.

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-¿Estamos bien?

-Por supuesto amiga-Elizabeth suspiró-. Te llamaba

para preguntarte si estabas libre esta noche.

-Para vos siempre amiga.

Elizabeth sonrió, le alegraba saber que contaba con su

amiga para no estar sola en medio de ese lío.

-Entonces ¿quieres cenar conmigo?

-¿Me estas pidiendo una cita?-Preguntó Micaela.

-Me atrapaste… entonces ¿aceptas salir conmigo?-Dijo

Elizabeth siguiendo el hilo de la broma.

-Creo que vamos muy rápido, tendríamos que

conocernos primero.

-Por favor no me rechaces, me destrozas el corazón.-

Dijo Elizabeth simulando tristeza.

-No te pongas triste por favor.-Micaela suspiró y

haciéndose la resignada continuó-. Acepto cenar

contigo.

-No te arrepentirás Mica.-E intentando imitar la voz de

un hombre dijo-. Te haré pasar la mejor noche de tu

vida.

Ambas comenzaron a reírse, había pasado mucho

tiempo de que Elizabeth no bromeaba de aquella forma

y la verdad era que extrañaba eso.

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-A las nueve paso por tu hotel.

-Buenísimo, nos vemos a esa hora amiga.

-Adiós nena.

-Hasta luego.

Ambas colgaron al mismo tiempo.

Alrededor de las nueve y treinta Elizabeth y Micaela ya

estaban sentadas en la mesa de una de un restaurante

muy concurrido, al parecer allí hacían la mejor pizza de

la ciudad por lo que no dudaron en ordenar eso. En un

determinado momento Micaela preguntó.

-¿Pensaste sobre lo que te dije ayer?

Elizabeth tomó un sorbo de su gaseosa antes de

contestar.

-¿Qué cosa de todo?

-Sobre tu ceguera ante todo lo relacionado con Ángel.

-¿Sobre sus sentimientos?-Hizo una breve pausa-.

Tienes razón, de eso nunca me di cuenta y él de verdad

me lo demostró muchas veces.-Comió un trozo de

pizza-. Luego de leer las 10 primeras cartas y de que tú

me dijeras lo de ayer llegué a la conclusión de que la

verdad estuve ciega todo este tiempo y no entiendo

porque.

Micaela quedó observando fijamente a Elizabeth.

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-Quizás tú no querías verlo.

-No te entiendo.

-Que quizás tú no querías ver lo que Ángel sentía por ti

por temor a descubrir lo que aquello te produciría.

Elizabeth dejó a medio camino el trozo de pizza, volvió

a dejarlo en el plato.

-¿Me estás queriendo decir que yo no quise darme

cuenta de los sentimientos de Ángel por temor a

enamorarme de él?

-No exactamente, lo que quiero decir es que tu siempre

estuviste enamorada de él pero ignoraste por completo

ese sentimiento y por ende también los de Ángel.

-¿Por qué haría eso?

-Por temor.

-¿Temor a que?

-A iniciar una relación con él.

Elizabeth abrió mucho los ojos ante la afirmación de su

amiga.

-Eso no tiene sentido, ¿Por qué tendría miedo de estar

con Ángel?... Él era guapo, divertido e inteligente.-Hizo

una pausa y continuó-. ¿Qué habría perdido estando

con él?

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-Te arriesgabas a perder su amistad, porque si

permitías que pasara algo más con él y no salía bien

podrías haberlo perdido completamente.

La joven psicóloga se quedó pensando sobre lo que le

dijo Micaela, ¿había reprimido sus sentimientos porque

no quería perder su amistad? Todo aquello parecía una

locura, pero por alguna extraña razón también tenía

sentido, porque ahora que leía las cartas y recordaba

viejos tiempo habían aparecido sentimientos ya difíciles

de ignorar. Quizás si lo quería más que como un amigo,

pero estaba casi segura de que no se trataba de amor,

probablemente hubiera sido solo atracción física,

porque no iba a negar que Ángel resultara una

tentación para cualquiera, incluso para ella. <<Seguro

que es eso. >> pensó.

-Ya leí la décima carta.-Comentó Elizabeth para salir

del tema de los sentimientos.

-¿Ajam?-Contestó Micaela con la boca llena, tomó un

sorbo de su bebida y continuo-. ¿Qué te puso allí?

Elizabeth le contó todo con respecto a aquella carta,

hasta el inconveniente en su último día en Inglaterra.

Lo que no le había contado era el sentimiento que la

embargo aquella noche, tenía miedo a las conclusiones

que podría sacar de aquello.

-¿De verdad dejó a aquella rubia por buscarte?

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-Si.-Sonrió ante aquello.

-Si eso no es amor no seque será.

Elizabeth no contestó, se quedó pensando en aquella

noche.

Cuando el drama ya hubo pasado Ángel y Elizabeth se

encontraban tirados en la cama mirando el techo cada

uno en el extremo opuesto.

-¿Tienes sueño?-Preguntó Ángel.

-La verdad es que un poco.

-¿Y si dormimos el poco tiempo que nos quedan antes

de que amanezca?

-Creo que sería lo mejor.

-Está bien, ¿te cambiarás la ropa?

-Si.-Elizabeth se levantó y se dirigió al cuarto de baño.

Cuando volvió Ángel ya se encontraba acostado en su

extremo de la cama como una sonrisa en su rostro.

-Eres hermosa, con o sin cicatrices Liz.-Le dijo él al

verla con su pijama de mangas cortas.

-Solo tú ves belleza aquí.-Dijo señalando su cuerpo-.

Pero gracias por mentirme.

Se dirigió a la cama y se acostó en su lado.

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-No te miento y lo sabes.-Contestó Ángel apagando la

luz.

Elizabeth no se resistió por mucho tiempo y se ubicó al

lado de su amigo, ubicando la cabeza en su pecho, al

principio él se tensó ante la sorpresa pero luego se

relajó y la abrazó.

-¿Sucede algo angelito?-Preguntó.

-Nada, solo necesitaba dormir abrazada con alguien

que me quiera.-Contestó Elizabeth acurrucándose cada

vez más.

Durmieron abrazados toda la noche, ella no se lo había

dicho, pero nunca se había quedado dormida en los

brazos de un chico.

De vuelta en el presente Elizabeth pensaba que si bien

no había pasado nada con Ángel, Elizabeth había

descansado muy bien acurrucada con su amigo, con él

a su lado se sentía segura como nunca le habían hecho

sentir otros hombres. ¿Qué significaba aquello?

-¿En qué te quedaste pensando?

La voz de Micaela la sacó de su ensimismamiento.

-Si te lo cuento ¿prometes no hacer un escándalo?

-Te lo prometo.

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Elizabeth inspiró profundamente sabiendo que su

amiga no cumpliría con su promesa.

-Ángel fue el primer chico con el que dormí abrazada y

estaba recordando que nunca me había sentido tan

bien como aquella noche.-Elizabeth hizo una pequeña

pausa y cerró los ojos antes de soltar aquello-. El

dormir en los brazos de Ángel me daba una seguridad

que nunca nadie me dio.

Se produjo un largo silencio luego de aquella

confesión, Micaela había abierto mucho los ojos sin

poder creer lo que estaba escuchando.

-Lo sabía.-Dijo por fin-. Sabía que estabas enamorada

de él.

-Pero no te estoy diciendo que estaba enamorada, todo

esto tiene una explicación lógica.

-Si, que lo amabas.-Dijo Micaela con una sonrisa.

-No.-Elizabeth rodó los ojos-. La explicación es que

Ángel sabía todo de mi y de mis marcas, a él no le

importaba verlas, ni siquiera tocarlas. Con él podía ser

yo misma sin temor a que me juzgaran. Seguro que por

eso dormí tan bien.

-Como digas.

Micaela no creía ninguna palabra que había dicho su

amiga y sospechaba que ella tampoco lo hacía. Por lo

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visto Elizabeth poco a poco iba descubriendo sus

sentimientos hacia Ángel, lo que hacía más fácil su

trabajo.

“Querida Liz:

Lentamente nos vamos acercando al final

de estas cartas y te admito que no se qué haré luego

de esto ya que el escribirte cada día se convirtió en una

rutina, algo que me hace sentir muy bien a pesar de la

tristeza que abunda en mi vida.

Bueno el tema de esta carta es sobre mi primera

novia, ¿te acuerdas de ella?...”

Como olvidarse de esa chica, Elizabeth nunca la quiso,

ella no se lo merecía a Ángel como novio pero él estaba

ciego con su noviecita y Elizabeth nunca lo comprendió

ya que era muy poca cosa para él.

“…Aquel fue un noviazgo inesperado para mí ya que no

andaba en busca de pareja, como tú siempre estuviste

en mi mente y mi corazón amor mío nunca se me había

ocurrido mirar a otra persona.

Hasta que un día luego de la clase de crítica literaria

Sabrina se me acercó, comenzó a hablarme sobre

temas triviales de la materia en cuestión. No te voy a

negar que fuera muy linda, simpática e inteligente.

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Pero tenía un gran defecto que me impedía

enamorarme y era que simplemente ella no era mi

Elizabeth, o sea tu.

Sabrina fue la que dio el primer paso pidiéndome una

cita, yo dudaba sobre aquello, no tenía ánimos de de

conocer a ninguna mujer porque tú eras todo lo que yo

necesitaba y anhelaba, pero pensando y pensando

había llegado a la conclusión de que no haría nada

intentar algo con ella. Tenía la ligera esperanza de que

quizás si lo intentaba con otra persona te podría sacar

de mi mente, pero ese fue mi gran error, el pensar que

te podría sacar de mi cabeza y mi corazón.

Salimos un par de veces y la verdad es que me caía

muy bien, tenía una gran personalidad. Un humor

irónico que me encantaba y principalmente tenía algo

que me atraía mucho pero no había podido descubrir de

que se trataba hasta que, analizándolo bien me di

cuenta que lo que me gustaba de ella era que tenía un

aspecto similar a tuyo. Largos cabellos dorados pero no

tan sedosos como el tuyo, ojos azules pero no tan

profundos como los tuyos y una sonrisa que derretiría a

cualquiera menos a mí.

Pasamos unas cuantas semanas saliendo en citas, una

noche cuando la dejé en su casa y la estaba por

despedir me detuvo y me preguntó si quería ser su

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novio. Yo dudé pero terminé accediendo ya que

pensaba que no tenía nada que perder. Antes de entrar

a su casa me regaló un beso, sus labios no eran

comparables con los tuyos y no sentí ni la cuarta parte

de lo que había sentido con tu beso, pero me imaginé

que sentiría cosas con el tiempo, pero una vez más

estuve equivocado al respecto.

Luego vino el día que más temía, el de presentarte a

Sabrina. Desde el momento en el que la viste me di

cuenta que no te caía bien y nunca pude entender

porque…”

Elizabeth dio un sorbo a su café y una mordida a su

muffing. Comenzó a recordar aquel día en el que Ángel

le había presentado a esa tal Sabrina.

-¡Hola Ángel!-Dijo Elizabeth a través del teléfono.

-¡Hola Liz! ¿Cómo estás?

-Muy bien ¿y tú?

-Bien.-Ángel tragó saliva-. Hay algo que debo contarte.

-Ok, cuéntame.

-Me puse de novio.-Soltó Ángel de una vez.

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Elizabeth quedó muda ante aquello, las palabras

hacían eco en su cabeza. Ángel finalmente se había

puesto de novio pero, en lugar de sentirse contenta por

su amigo, se sentía mal y no sabía la razón.

-Liz, ¿estás?-La voz de Ángel la sacó de su ensoñación.

-Si.-Elizabeth carraspeo-. Si aquí estoy.-Tragando

saliva y tratando de imprimir felicidad en su voz dijo-.

Estoy muy feliz por ti.

-Gracias, me encantaría que la conocieras.

Elizabeth sabía que Ángel le pediría aquello tarde o

temprano, aunque no sentía ningún deseo de conocer a

esa chica no podía negarse a un pedido de su amigo.

-Claro, ¿Cuándo quieres que la conozca?

-¿Esta noche te parece bien?

-Si, me parece estupendo. ¿Por qué no vienen a casa

esta noche que mi papá no estará?

-Buenísimo, entonces nos vemos mas tarde.

-Listo.

-Adiós angelito.

Elizabeth colgó sin despedirse de Ángel, se encontraba

molesta con él por un motivo que hasta a ella le parecía

absurdo. ¿Cómo se iba a molestar por el hecho de que

su amigo se pusiera de novio? Definitivamente era una

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locura. <<Seguro que fue por el impacto de la

noticia>> pensó Elizabeth.

-Ya me pasará.-Dijo en voz alta para poder

convencerse de aquello.

Se dirigió hacia el teléfono y ordenó la cena para

aquella noche, eso le serviría para tranquilizar un poco

su mal humor.

Como a las nueve de la noche apareció Ángel en su

puerta, sin siquiera pensarlo lo abrazó con fuerza y él

como un acto reflejo envolvió sus brazos en la cintura

de Elizabeth. Cuando por fin salieron de su propio

universo personal cayeron en la cuenta de que Sabrina

estaba a su lado la cual mostraba una expresión de

pocos amigos.

-¿No nos presentarás?-Preguntó Sabrina con mal

humor.

-Claro Sabrina ella es mi mejor amiga Elizabeth, Liz ella

es mi novia Sabrina.

Ambas mujeres se saludaron secamente, Elizabeth los

invitó a pasar, no sin antes observar desde la punta de

los pies hasta el último de los cabellos de aquella chica.

El análisis dio como resultado que se trataba de una

chica muy linda lo cual le molestó aún más.

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La cena transcurrió de forma tranquila, como siempre

la conversación giraba en torno a Ángel y Elizabeth.

Cada vez que ambos compartían una broma privada

Sabrina abrazaba y besaba a Ángel lo cual producía que

a Elizabeth se le hirviera la sangre. Esa chica no le caía

para nada bien y lo que más odiaba era que sus

asquerosas manos recorrían el cuerpo de su amigo, no

le gustaba que hiciera eso frente a ella, ¿acaso no

existía la privacidad?

Definitivamente esa tal Sabrina nunca le caería bien,

intentó esforzarse para lograr lo contrario pero le fue

imposible.

“…Desde esa primera cena Sabrina se dio cuenta que

algo sucedía entre nosotros, mejor dicho que algo me

pasaba a mi contigo, intenté negarlo con todas mis

fuerzas pero me era imposible evitar que todo el mundo

desapareciera cuando tú te encontrabas cerca.

Estuvimos juntos por casi un año y durante ese tiempo

parece ser que ella se enamoró de mí y

lamentablemente yo no pude corresponder a su amor.

Había intentado que las cosas funcionaran con ella,

quería amarla pero no fue posible ya que mi corazón te

pertenecía por completo.

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Definitivamente ella no se merecía lo que yo le daba.

Sabrina me había entregado su corazón pero yo no

pude darle el mío ya que tú lo tenías desde los diez

años. Así que un mes antes de nuestro aniversario

terminé con ella y para mi sorpresa no se enfadó, sino

todo lo contrario, me había dicho que ya se imaginaba

que lo nuestro terminaría tarde o temprano. Yo le había

pedido perdón por no haberla amado como se merecía

pero Sabrina no me perdonó porque según ella no

existía nada que perdonar…”

Elizabeth recordaba el día en el que se enteró de la

ruptura de su mejor amigo con Sabrina, lo

sorprendente de eso era que se había enterado por

boca de ella y no de él.

El sonido del celular distrajo a Elizabeth de una película

que estaba viendo en la televisión, el número era

desconocido, dudaba entre contestar o no hacerlo.

Cuando iba a dar buzón de vos contestó rápidamente.

-¿Si?

-Elizabeth soy Sabrina.

-¿La novia de Ángel?-Preguntó extrañada.

-Ex novia.-Dijo en un suspiro-. Mira no te hablo para

discutir sobre eso, estoy muy segura que debes estar

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muy contenta y la verdad es que no me interesa en

absoluto. Solo te llamo para decirte que hagas feliz a

Ángel, procura no hacerlo sufrir nunca porque él es una

gran persona que merece lo mejor del mundo y al

parecer tú eres lo mejor para él.

Sabrina no le dio oportunidad para que contestara ya

que colgó antes de que Elizabeth pudiera recuperar el

habla.

Cuando por fin pudo reaccionar marcó velozmente el

número de Ángel.

-¿Hola?

-Ángel, me acabo de enterar que terminaste con

Sabrina, ¿Qué pasó?

-¿Cómo te enteraste?-Preguntó extrañado ya que él no

le había contado a nadie al respecto.

-Ella me llamó.

-¿Para qué?

-Para decirme que terminaron y otras cosas

-¿Qué otras cosas?

-Nada importante, fueron las frases típicas de una chica

dolida. ¿Tú como te encuentras al respecto?

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-Bastante bien, es como si me hubiera sacado un peso

de encima. Yo no la amaba y ella se merecía algo

mejor.

Elizabeth pensaba todo lo contrario, era él quien se

merecía a alguien mejor.

-Te entiendo.-Mintio-. ¿Quieres que vaya a hacerte

compañía?

-No gracias angelito, necesito estar solo un rato.

-Está bien.-Contestó Elizabeth procurando ocultar su

decepción-. Si me necesitas solo debes marcar mi

número.

-Lo sé, te quiero Liz.-Contestó Ángel.

Elizabeth no había entendido el verdadero significado

de aquel te quiero que había recibido, así que

equivocadamente respondió.

-Yo también te quiero amigo.

“…Recuerdo que con Sabrina nos abrazamos y antes de

separarnos me dijo una frase que todavía no olvido.

„Lucha por tu amor por Elizabeth, demuéstrale que la

amas… por favor nunca dejes de luchar por ella‟,

cuando terminó me guiño un ojo y se fue. Luego de ese

día no volví a hablar con ella, pero su consejo no dejó

de rondar por mi cabeza.

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Como te habrás dado cuenta nunca le hice caso, hasta

este momento. Solo espero que no sea demasiado

tarde.

Te Ama…Tu Ángel.”

Elizabeth se secó una lágrima que se le había escapado

y en un susurro dijo.

-¿Por qué tardaste tanto en hacerle caso?

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Carta numero 12

Terminó el desayuno y se dirigió al hotel, durante el

trayecto no podía dejar de pensar en aquella novia de

Ángel, principalmente se preguntaba porque Sabrina le

había aconsejado a su ex novio que luchara por ella. No

es que fuera raro que le aconsejara a alguien que luche

por su amor, lo raro era que si se aconsejaba aquello se

lo hacía creyendo o sabiendo que la otra persona

también sentía algo similar, cosa que era imposible que

pensara ya que Elizabeth no sentía nada por Ángel más

que un cariño platónico.

¿Acaso quería hacerle daño a Ángel obligándolo a

confesarle su amor sabiendo que ella lo rechazaría?,

pero la pregunta más importante era, ¿si Ángel le

hubiera confesado su amor en ese momento se habría

negado?

Si se hubiera preguntado aquello días antes la

respuesta habría sido muy sencilla <<Claro que me

negaría… Ángel era mi amigo>>. Ahora la respuesta no

era para nada clara.

Llegó a su habitación y se tiró en la cama mirando el

techo, sin ánimos de pensar pero le era imposible no

hacerlo, las palabras de Ángel no salían de su mente y

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se preguntaba porque él se había rendido tan

fácilmente, porque había aceptado un no por respuesta.

-¿Por qué te rendiste?- Preguntó en un susurro.

-Si luchaba, ¿habría cambiado algo?

La voz de Ángel provocó que Elizabeth se sentara de

un único salto, cuando lo vio no podía creer que se

encontraba allí a su lado, tan guapo como siempre. Ella

se levantó y se acercó a él pero Ángel dio un paso hacia

atrás.

-Respóndeme, ¿Si hubiera luchado por ti la respuesta

habría sido distinta?

-Probablemente.-Logró contestar Elizabeth sin apartar

los ojos de los de Ángel.

-¿Habría cambiado algo?, ¿si o no?

-¡No lo sé!, si me lo hubieras preguntado hace unos

días mi respuesta habría sido no.-Dijo comenzando a

llorar, él se le acercó y secando sus lágrimas le

preguntó.

-¿Y ahora?

Elizabeth levantó la mirada y quedó observando

aquellos ojos grises que tanto extrañaba y de pronto la

respuesta se hizo un poco más clara.

-Creo...creo que sí.

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Ángel le sonrió dulcemente y le regaló un beso en la

mejilla.

-Eso no es suficiente.

-¿Cómo?-Preguntó extrañada.

-Necesito que tus sentimientos sean claros.

-Pero ¿para qué?

-Cuando descubras lo que de verdad sientes por mí lo

sabrás.

Ángel le sonrió y acercándose lentamente le depositó

un casto beso en los labios.

Elizabeth abrió los ojos y buscó a su amigo con la

mirada pero él no estaba allí, al parecer se había

quedado dormida y había soñado aquel encuentro.

No podía ignorar esa charla, ¿Por qué Ángel necesitaba

que sus sentimientos fueran claros?

El rugido de su estomago la distrajo de sus

pensamientos, al consultar la hora en su reloj vio que

faltaba unos pocos minutos para que dieran la una de

la tarde. Se levantó de la cama y se fue a almorzar.

Durante la comida Elizabeth no pudo sacarse de la

cabeza a Ángel, ya estaba harta de pensar en todo,

solo quería desconectarse un rato, sacar por unos

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minutos a Ángel y a sus confusos sentimientos de la

cabeza. Así que se le ocurrió ir a nadar un rato en la

piscina del hotel, eso siempre le ayudaba a sacarse

todo de la cabeza.

Al salir del restaurante se dirigió a una tienda para

comprarse un traje de baño. Buscando dio con uno de

dos piezas que le trajo muchos recuerdos. Lo compró y

se fue al hotel.

Ya en su habitación se lo puso y se miró al espejo. Al

ver su imagen reflejada con aquel bikini se le vino a la

mente un recuerdo de cuando tenía 20 años.

Elizabeth se encontraba sentada en el césped del

jardín de su casa en un caluroso día de verano, tenía

puesto una camiseta manga larga que siempre usaba

sin importar el tiempo.

Ese día unos excompañeros del colegio la habían

invitado a una fiesta en la piscina, Elizabeth se había

negado sabiendo que sería imposible utilizar un traje de

baño, así que por esa razón se encontraba sentada en

el jardín de su casa mirando hacia la nada.

Estaba tan perdida en su mundo que no se había dado

cuenta que Ángel se había sentado a su lado, cuando

este carraspeo para llamar su atención Elizabeth se

encontró con la hermosa sonrisa de su amigo.

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-¿Por qué no estas preparada?

-Preparada ¿para qué?-Contestó confusa.

-Para ir a la piscina de Alicia.

-No voy a ir.

-¿Por qué no?

Elizabeth quedó mirando fijamente a Ángel sin

entender porque le había hecho esa pregunta, él sabía

perfectamente la razón.

-Tú sabes porque.-Contestó finalmente.

-La verdad es que no lo sé.-dijo Ángel con un dejo de

irritación en su voz.

Elizabeth no contestó, en cambio bajó la cabeza

escapando de la mirada de su amigo. Éste al ver que no

contestaba le dijo.

-Dime porque no quieres ir.

-¡Porque no quiero que vean mis malditas marcas!-Los

ojos de Elizabeth se empañaron por las lágrimas-. No

quiero que se burlen de mí, ya sé que son asquerosas y

no necesito que nadie me lo recuerde.

-Me cansé de todo esto.-Dijo Exasperado Ángel.

-¿Perdón?

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17 Cartas de amor

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-Estoy cansado de que te menosprecies Elizabeth, estoy

cansado de que te ocultes del mundo. ¿Acaso no te das

cuenta de lo hermosa que eres?

-Eso no es lo que los demás piensan.

-¿Y tú que sabes que es lo que los demás piensan?-

Ángel cerró los ojos intentando calmarse un poco-. La

única persona que te juzga por tus marcas eres tú, la

única que te condiciona para mostrar tus brazos eres

tú. Si los demás te critican es porque tú les das pie a

eso no valorándote. Debes mostrar al mundo que no te

impórtalo que piensen o digan de ti.-Hizo una pausa

para enfatizar las siguientes palabras-. Tu eres la

dueña de tu propia vida y debes hacer lo que se te

antoje sin que te importe lo que digan los demás, sin

que te importe las miradas ajenas-suspiró-, tu eres

hermosa con o sin marcas y es hora de que te des

cuenta de ello.

Ángel se levantó y sin mirar atrás se fue, Elizabeth

había quedado helada ante el arrebato de su amigo, él

nunca le había dicho nada parecido. Ella creía que

entendía su reticencia a mostrar sus cicatrices, pero al

parecer estaba muy equivocada.

Al levantarse del césped notó que había un paquete en

el lugar donde Ángel estaba sentado anteriormente, lo

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17 Cartas de amor

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levantó intrigada y leyó la nota que se encontraba

unido a la caja.

“Anímate a mostrarle al mundo que eres bella con o sin

marcas.

Te Quiere, Ángel.”

A Elizabeth se le había escapado una lágrima, tomó un

regalo y se fue a su habitación. Al abrirlo se encontró

con un traje de baño de dos piezas totalmente

hermoso, se lo puso y se dirigió a la casa de Alicia.

Cuando llegó todos sus amigos estaban en la piscina,

al verla la animaron a que se metiera. Elizabeth

dudaba, tenía miedo de quitarse la camiseta frente a

todos, pero una sonrisa en medio de aquellas personas

le dio ánimo para continuar.

Se sacó la camiseta y el short, sus amigos ahogaron

un exclamación y hablaban por lo bajo pero a Elizabeth

no le importó, por primera vez en muchos años se

sentía libre. De un salto se metió en la piscina.

Ángel se le acercó nadando con una sonrisa que

rebosaba orgullo, y sin importarle nada la abrazó con

todas sus fuerzas y susurrándole al oído le dijo.

-Estoy muy orgulloso de ti angelito.

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17 Cartas de amor

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Elizabeth se secó las lágrimas producto de aquel

recuerdo. Gracias a Ángel ella ya no se apenaba por sus

marcas y no le molestaba los pensamientos de los

demás. Él le había enseñado a quererse y valorarse y le

estaba eternamente agradecida por ello.

Se puso un vestido y se fue a nadar un poco para

olvidarse de todo por un rato.

Estuvo en la piscina por horas y no pensó en nada que

no fuera la sensación del agua sobre sobre su piel, eso

era justo lo que necesitaba, desconectarse de todo.

Cuando salió su mente se encontraba mucho más

clara. Mientras se secaba el agua del cuerpo llegó a la

conclusión de que trataría de averiguar cuáles eran sus

sentimientos hacia Ángel. Con esa idea en la cabeza se

dirigió a su habitación y tomó la doceava carta.

“Querida Liz:

Como ahora ya debes saber yo estuve

enamorado de ti desde los diez años, pero durante ese

tiempo hubo momentos en los que yo dudaba,

alegando que quizás era un capricho o un

enamoramiento pasajero lo que yo sentía hacia ti.

Hasta que llegó la confirmación aquel fatídico día en el

que perdiste a tu padre.

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17 Cartas de amor

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Creo que nunca demostraste tanta fortaleza y entereza

como ese día, fue en aquel momento en el que me di

cuenta que no solamente te amaba por tu belleza o

inteligencia, sino que era esa fuerza que mostrabas

ante los desafíos de la vida lo que más me atraía.

El ver como hacías frente a todo lo que venía detrás de

la muerte de tu padre sin derrumbarte, como otras

personas lo habría hecho, me demostraste lo valiente

que eras y eso produjo que te amara mas si era

posible...”

Elizabeth sonrió ante aquello, si había sido fuerte y se

había mantenido en pie fue porque Ángel se encontraba

a su lado, sin él ella dudaba que pudiera haber seguido

adelante.

“…El decirte que recuerdo ese día como si hubiera sido

ayer es decir una redundancia, porque todo lo que pasé

contigo son recuerdos imposibles de olvidar, tanto los

buenos como los malos.

Aquel día fue uno de esos en los que nos habíamos

divertido como nunca. Recuerdo que habíamos salido

bien temprano en la mañana para ir a desayunar

juntos, luego nos habíamos dirigido a pasar el día en el

parque de diversiones.

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17 Cartas de amor

195

Te había dejado en tu casa cuando había anochecido y

me fui, sin siquiera imaginar lo que te encontrarías al

entrar…”

Ángel la había dejado en la puerta de su casa y esperó

a que ella entrara para irse.

-¡Papá ya llegué!-Gritó al cerrar la puerta detrás de sí.

Se dirigió a la cocina para servirse un vaso de agua, lo

bebió y volvió a gritar.

-¡¿Papá?!

Al ver que no había respuesta se dirigió a la habitación

de su padre para ver si se encontraba allí, golpeo la

puerta y al ver que nadie contestaba la abrió

lentamente y vio a su padre acostado durmiendo, se

fue sin hacer ningún ruido para no despertarlo.

A las diez de la noche Elizabeth ya había terminado de

preparar la cena así que fue a levantarlo, entró

cautelosamente y se le acercó.

-Papá despierta, ya está la cena.

Nada, ni un movimiento, Elizabeth se acercó aún más

y lo sacudió un poco pero su padre no se despertaba.

Asustada lo sacudió con más fuerza pero no se produjo

ninguna respuesta. Entre un movimiento y otro se le

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17 Cartas de amor

196

cayó de la mano un pote vacío, al levantarlo Elizabeth

descubrió que se trataban de pastillas para dormir.

-Por favor papá.-Dijo entre sollozos-. Por favor

despierta, no me dejes tú también, te necesito.

Al ver que no se producía ninguna respuesta gritó con

todas sus fuerzas.

-¡Papá despierta ya!

Cuando notó que no había posibilidad de que se

despertara llamó a la ambulancia, pero ya era tarde, el

corazón de su padre había dejado de latir.

“…Yo estaba terminando de cenar cuando recibí tu

mensaje en el que me pedías que fuera cuanto antes a

tu casa, sin dudarlo me dirigí hasta allí.

El espectáculo que vi afuera me produjo un gran

temor. Una ambulancia y un desfile de autos de la

policía, sin importarme nada corrí hacia la puerta de

entrada, allí estabas tú parada, bien erguida y sin

derramar ni una sola lágrima. Cuando me viste tus ojos

se iluminaron y corriste a mis brazos que ya se

encontraban abiertos para recibirte, te sostuve por un

largo rato sospechando que es lo que había ocurrido,

cuando salieron con una camilla cubierta con una bolsa

negra comprendí absolutamente todo.

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17 Cartas de amor

197

Te llevé a mi casa esa noche porque no te quería

dejar sola. En ningún momento articulaste palabra

alguna y yo lo comprendía, pero no sabía cómo actuar

al respecto ya que ni siquiera podía consolarte porque

no habías derramado ninguna lágrima.

Ya en mi habitación te acostaste en mi cama y una vez

ubicada allí me pediste algo que me era imposible

negarte…”

Elizabeth quedó pensando sobre aquél horrible día de

su vida, el encontrar a su padre muerto es una imagen

que nunca se pudo borrar por más que lo quisiera.

Elizabeth sentía como si le hubieran arrancado el

corazón, se sentía vacía por dentro. Por suerte su

mejor amigo se encontraba a su lado.

El estuvo con ella en todo momento sin importarle que

no quisiera hablar en absoluto, la llevó a su casa y le

ofreció su cama. Cuando Elizabeth se encontraba

cómoda y un poco más tranquila pudo hablar.

-Duerme conmigo.

-¿Cómo?-Preguntó Ángel.

-Quiero que duermas conmigo.-hizo una breve pausa y

lo miró con ojos suplicantes-. Te necesito conmigo.

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Sin volver a dudarlo Ángel se sacó sus zapatillas y se

acostó al lado de Elizabeth, ésta se acercó más a él y lo

abrazó. Unos segundo más tarde a punto de dormirse

dijo.

-Gracias por estar conmigo.

-Siempre angelito.-Fue lo único que contestó

“…A la mañana siguiente te ayudé con todos los

preparativos para el funeral, en ningún momento te vi

flaquear. Ni cuando escogiste el féretro o seleccionaste

la fotografía que utilizarías, en todo momento te vi

tranquila, como si fuera que se trataba de una cuestión

de todos los días.

Llegado el momento del último adiós me tomaste de la

mano apretándola con todas tus fuerzas, pero ni en ese

momento soltaste una sola lágrima y yo te admiraba

por eso, pero también me preocupaba que no

demostraras el dolor que yo sabía que llevabas por

dentro…”

-Intentaba hacerme la fuerte pero no lo fui en

absoluto.-Dijo en un susurro.

Elizabeth había tratado de hacerse la fuerte, no quería

demostrarle al mundo lo destrozada que se encontraba

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por dentro. Aparte tenía el pensamiento de que su

padre no merecía sus lágrimas porque no había

pensado en ella antes de suicidarse, ¿Por qué entonces

tenía que llorar por una persona a la que no le importó

su única hija?

Estaba enojada, muy enojada, no podía comprender

porque sus padres la habían abandonado de esa

manera, << ¿Tan poco valía yo para ellos?, ¿acaso no

me querían como me decían?>>, se hacía esas

preguntas una y otra vez. Sentía como si nadie la

quisiera, salvo Ángel que había sido el único que se

había quedado a su lado y la cuidaba de todo lo malo.

Cada vez que sentía que las lágrimas asomaban por

sus ojos se aferraba fuertemente a la mano de Ángel

para tener donde aferrarse. En ese momento su mejor

amigo se había convertido en su único sostén.

“…Recuerdo que me pediste que te acompañara a tu

casa para recoger un poco de ropa y allí encontraste,

encima de tu escritorio, un sobre cerrado con tu

nombre impreso, lo abriste con manos temblorosas. Al

leer lo que contenía comenzaste a derramar todas las

lágrimas que tenías guardadas.

Me tendiste aquel papel y cuando leí la parte que iba

dirigida a mi no pude evitar derramar una lágrima y en

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200

silencio le prometí que haría todo lo posible para

cumplir con su pedido.

Te Ama…Tu Ángel.”

Derramando unas pocas lágrimas Elizabeth recordó lo

que su padre había escrito en aquella nota.

“Mi cielo:

Perdón por dejarte sola, pero me es imposible

vivir en un mundo donde tu madre no esté presente, ella

era mi mundo y ahora que no está todo se encuentra

completamente vacío.

Te quería pedir perdón por no haber cumplido con aquella

promesa que te hice cuando tenías apenas doce años, de

verdad que intenté cumplirla, pero la situación se me

escapó de las manos.

Pero quiero que sepas una cosa y que se te quede grabado

en la cabeza para siempre y es que yo te amo muchísimo,

eres la mejor hija que un padre podría tener y lamento no

haber sido el padre que te merecías. Espero que seas feliz

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en tu vida y se consciente de que yo siempre estaré

orgulloso de mi princesa.

Nos vemos mi cielo y espero que no sea pronto.

Te ama tu papá.

P/D: Dile a Ángel que cuide de ti princesita, porque si yo

elegí irme fue porque sé que él siempre estará a tu lado y

nunca será tan cobarde como yo para dejarte sola.”

Al acordarse de aquello Elizabeth comenzó a llorar

desconsoladamente preguntándose una y otra vez

porque Ángel no había cumplido con lo que le prometió

a su padre.

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202

Carta número 13

El insomnio una vez más hizo su aparición, Elizabeth

daba vueltas y más vueltas pero era imposible cerrar

un solo ojo.

Como se dio cuenta que el sueño se le era esquivo

decidió levantarse y leer uno de los libros que había

comprado días anteriores, tomó uno que se lo había

recomendado Ángel. Se llamaba “Inferno”7 cuyo autor

es Dan Brown. Elizabeth había leído la sinopsis y le

resultaba interesante la trama de aquel libro.

Se sentó cómodamente y se dispuso a leer, aquella

historia la atrapó desde un principio, no podía detener

la lectura, se sumergió tanto en aquel libro que cuando

terminó de leer la última página ya pasaban de las ocho

de la mañana.

Elizabeth se sorprendió al ver la hora en su reloj,

hacía mucho tiempo que no se quedaba en vela leyendo

y era una sensación que extrañaba muchísimo, el

sumergirse tanto en una historia que el mundo deja de

existir, el sentirte un personaje más, llorar y reír con

los protagonistas, la sensación de vacío que te produce

7 Novela de misterio y suspenso del escritor estadounidense Dan Brown, basada en la simbología oculta en la Divina Comedia, obra clásica de Dante Alighieri.

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al llegar al final de un libro que se te metió bajo la piel

desde un principio. Esas eran las sensaciones que

Elizabeth amaba de la lectura, pero lo que más le

gustaba era saber que por un tiempo podía escaparse

de todo sin moverse del lugar.

Completamente renovada, como si no hubiera pasado

la noche en vela. Se dirigió a darse un buen baño,

durante todo ese tiempo Elizabeth no paraba de revivir

la historia que acababa de leer, su cabeza se había

despejado por completo dándole la sensación de que

ahora si podría aclarar su confusión.

Ya seca, envuelta en una toalla se miró al espejo y

recordó una frase que Ángel le había dicho hace ya

mucho tiempo.

<<Cuando mi cabeza está hecha un completo lío y

tengo la sensación de que no puedo con mis problemas

tomo un libro cualquiera y comienzo a leer. Es

impresionante como, luego de haberlo terminado, se

me aclara la cabeza y comienzo a ver y analizar los

problemas desde otro punto de vista.

El sumergirme en la lectura es la mejor forma que

encuentro para escaparme de esta realidad que muchas

veces me resulta absurda.>>

Elizabeth nunca había entendido lo que Ángel quería

decirle, si bien a ella le gustaba leer no lo tomaba como

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204

una vía de escape, siempre le había gustado tener los

pies en la tierra, a diferencia de su amigo. Pero ahora

comprendía cada palabra que Ángel le había dicho

porque esta vez no solamente se sintió parte de la

historia, como siempre le sucedía, sino que además la

ayudó a despejar los problemas de su cabeza.

Ella leía por placer, cuando se encontraba tranquila y

nada sucedía a su alrededor, pero ese día por primera

vez en su vida leyó un libro con su mente

completamente rebosada de problemas y sucedió

exactamente lo que Ángel siempre le había dicho.

-Nunca es tarde para seguir tu consejo mi Ángel.-Dijo a

su reflejo.

El celular sonó para indicarle a Elizabeth de que tenía

un mensaje, corrió para ver quien se lo había enviado

aunque ya se imaginaba de quien se trataba.

<< ¡Hola desaparecida!, ¿estás bien? Me preocupé

porque no te comunicaste ayer. ¿Todo bien con las

cartas de Ángel?, si quieres hoy nos vemos y hablamos

del tema… Te quiero amiga. >>

Elizabeth sonrió ante el mensaje de Micaela, le

alegraba saber que se preocupaba por ella, no esperó

mucho tiempo para contestarle.

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205

<< ¡Hola Mica!, perdón por no comunicarme ayer,

necesitaba un tiempo para pensar en todo, si quieres

nos vemos esta tarde y damos un paseo. >>

La respuesta de Micaela no se hizo esperar por mucho

tiempo.

<<Suena genial, ¿A dónde quieres ir?>>

<<Ven al hotel a las 17:00, quiero ir a un lugar

especial>>

<<Mmmm me dejaste con la intriga pero está bien, a

las 17:00 nos vemos… besos>>

<<Te espero, besos>>

Elizabeth guardó el celular y dedicó toda la mañana a

salir de compras.

A las cinco en punto Elizabeth se encontraba en la

entrada del hotel con un maletín en la mano que

contenía todo lo que necesitaría aquella tarde. Un

minuto después apareció Micaela con una sonrisa en su

rostro, abrazó fuertemente a su amiga y le dijo.

-¿Cómo va todo?

-Mucho mejor.

-¿De verdad?-Preguntó dudosa.

-Si, pasé toda la noche leyendo un gran libro y cuando

terminé mi cabeza quedó completamente despejada.

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-¿Despejada de qué?

-Tú ya sabes, de la confusión de sentimientos que

tengo hacia Ángel.

Micaela abrió los ojos como platos, no podía creer que

Elizabeth por fin haya confesado que tiene una

confusión.

-Entonces ya tienes claro que es lo que sientes.-Dijo

con esperanza que teñía su voz.

-No, por supuesto que no, pero ahora tengo la cabeza

un poco más libre como para analizarlo todo.

-Oh.-Dijo Micaela con cierta decepción, creía que

Elizabeth por fin se había dado cuenta de su amor por

Ángel, pero al parecer estaba equivocada, aunque el

hecho de haber admitido su confusión le daba cierta

esperanza de que pronto se daría cuenta de todo-.

Entonces ¿Dónde vamos?

-A un lugar muy especial.

Las amigas caminaron por casi veinte minutos hasta

que llegaron a una pequeña plaza con un juego de

columpios.

-¿Es aquí?-Micaela no veía nada extraordinario allí.

-Si.-Contestó Elizabeth colocando el maletín frente a los

columpios-. Este era el lugar especial que

compartíamos con Ángel,-comenzó a sacar un cuaderno

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207

de dibujo y un lápiz-, estuve aquí hace días y mientras

me balanceaba me sucedió algo que quiero plasmarlo

en un dibujo.

Micaela se sentó al lado de su amiga intrigada sobre

aquello.

-¿Y qué es lo que te sucedió?

-Cuando termine el dibujo lo sabrás.-Contestó Elizabeth

con una sonrisa e inmediatamente prestó atención a

aquella hoja en blanco.

Sus dedos comenzaron a realizar bocetos como si

tuvieran vida propia, nunca había tenido tanta

inspiración como aquel día. Estuvo casi una hora

sentada allí sin soltar el lápiz.

-Voy a comprar algo para beber.-Dijo Micaela

levantándose y estirándose-. ¿Quieres algo?

Elizabeth alzó la cabeza y con aire ausente contestó.

-Una Coca-Cola light por favor.

Diez minutos después apareció Micaela con sus

bebidas y se encontró con su amiga mirando el

cuaderno con una sonrisa en sus labios y una lágrima

en su mejilla. Se sentó a su lado y le preguntó.

-¿Qué ocurre?

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Elizabeth miró a su amiga con una gran sonrisa

dibujada en su rostro.

-Lo terminé.-Le tendió el dibujo a Micaela.

Ésta ahogó un grito, el dibujo era absolutamente

hermoso, tan real que hasta parecía que iba a cobrar

vida. Allí se veía claramente el columpio que tenía

frente suyo pero en el dibujo no se encontraba vacío,

sino que uno de los asientos estaba ocupado por una

mujer de largos cabellos dorados que se mecía con

total alegría, detrás suyo alguien la columpiaba, era un

muchacho alto con su cabello negro alborotado y una

sonrisa por demás perfecta. Este joven tenía la

particularidad de que dos enormes alas sobresalían de

sus omóplatos.

Lo que más le llamó la atención a Micaela fue que

estos dos personajes no miraban al frente, sino que sus

ojos estaban posados en los del otro completamente

compenetrado. Sus rostros estaban a escasos

centímetros de distancia dando la ilusión de que en

cualquier instante sellarían el momento con un beso.

-¿Son Ángel y tú?-Preguntó con la voz ahogada.

-Si, somos nosotros dos.-Contestó Elizabeth con una

gran sonrisa.

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-Es tan real.-Micaela hizo una pausa porque no podía

evitar quedar contemplando aquel dibujo-. ¿Qué

significa?

-Hace días vine a este lugar para leer la segunda carta

y mientras me columpia tuve la sensación de que

alguien me columpiaba por detrás de una forma similar

a la que Ángel lo hacía.

-Y esta es la imagen que se te vino a la mente.-

Completó Micaela.

-Exacto, pero no solamente significa eso.-Elizabeth se

levantó y comenzó a caminar alrededor del juego-. Yo

siempre lo vi de esa forma, como mi ángel guardián

que me protegería de todo lo malo… Entró en mi vida

en un momento complicado,-hizo una breve pausa-,

cando nadie quería tenerme cerca el se ofreció a ser mi

amigo, me dijo que nunca me juzgaría y nunca lo hizo,

me ayudó más de una vez.

-Creo que esa es una gran demostración de amor.-Dijo

Micaela aún sentada en el suelo.

-Claro que lo fue, él intentó demostrarme más de una

vez que me amaba pero yo siempre estuve ciega al

respecto.

-Pero ahora sabes lo que Ángel siente.-Micaela se puso

de pie y depositando una mano en el hombro de su

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amiga dijo-. La pregunta es ¿Qué es lo que tú sientes

por él?

Elizabeth la miró a los ojos y por primera vez en días

contestó con honestidad.

-No lo sé, pero creo que falta poco para que lo

descubra.

“Querida Liz:

Esta carta quizás sea más breve que las

anteriores, pero no por falta de recuerdos, sino todo lo

contrario, por abundancia de ellos.

Esta vez voy a hablar sobre el año en el que nos

fuimos a vivir juntos, ¿lo recuerdas?, fue al año

siguiente de la muerte de tu padre, tu no soportabas el

vivir sola así que propusiste una idea por demás

descabellada para mi…”

Elizabeth sonrió al recordar aquello, ese fue un año

lleno de cambios pero a la vez también de alegrías. Se

acurrucó aún más en su cama y comenzó a rememorar

aquel año.

-Ángel se me ocurrió una idea genial.

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-¿Si?, ¿Cuál?-Contestó su amigo con la cabeza apoyada

en su regazo.

-Vivamos juntos.

Ángel se levantó sobresaltado al escuchar aquello, no

podía creer lo que oía.

-¿Cómo?

-Eso, que vayamos a vivir juntos.-Contestó sonriendo

Elizabeth. Al ver que su amigo no contestaba continuó-.

No niegues que es una gran idea, yo no soporto vivir

sola en aquella casa tan llena de recuerdos y tú,-dijo

señalándolo-, podrás alejarte de tus padres que no te

dejan en paz. Es la solución perfecta a nuestros

problemas.

Ángel había quedado pensando aquella proposición

pero no tardó mucho en contestar.

-¿Estás segura?

-Claro que si, ¿Qué es mejor que vivir con tu mejor

amigo?-Elizabeth levantó un dedo para que Ángel no

contestara-. Déjame contestar por ti: Nada.

-Puede que tengas razón, no perdemos nada con

intentarlo.

-¿Eso quiere decir que aceptas?

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Como respuesta su amigo solo se limitó a asentir,

Elizabeth soltó un grito de emoción y se abalanzó sobre

Ángel feliz porque finalmente algo le salía bien.

“…Claro está que no era una locura el vivir con tu mejor

amigo, pero sí lo era el hecho de vivir con la persona

que mas amas en el mundo, verla todos los días al

despertarte, antes de dormir y no poder decirle cuanto

la amas, encontrarse tan cerca sin poder tocarla como

quieres. Más que locura era una total y completa

tortura.

Al recordar todo esto se me viene a la mente el

fragmento de una canción de Arjona: ‘Como duele

tanta distancia, aunque te escucho respirar y

estas a cientos de kilómetros, y duele quererte

tanto, fingir que todo está perfecto mientras

duele…’8, esta parte se amolda perfectamente a como

me sentí ese tiempo viviendo contigo. Me dolía en el

alma el tenerte cerca todo el tiempo y no poder tocarte

o besarte como deseaba, pero como siempre me

conformaba con la que tú quisieras darme.

La mudanza fue algo muy divertido, recuerdo que

tardamos más de una semana en desempacar todo

8 Fragmento de canción “Como duele”. Autor Ricardo Arjona, álbum “Quinto piso”.

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porque más nos dedicábamos a divertirnos que a otra

cosa….”

Elizabeth ahogó una carcajada recordando el desastre

que habían hecho al desempacar las cosas.

El departamento se encontraba rebosante de cajas en

la cocina, el comedor y las dos habitaciones.

-Odio desempacar.-Dijo en un suspiro Elizabeth-. ¿Tu lo

podrías hacer por mi?- Le preguntó agitando las

pestañas a su amigos.

-Ni lo pienses, hagas lo que hagas no me vas a

convencer.

-Por favor.-Dijo haciendo un puchero.

-No.-Contestó de manera terminante

-Entonces hagamos esto divertido.

-¿Cómo?

-Lo primero que desempacaremos será el equipo de

música, lo conectaremos y pondremos un Cd de Ricardo

Arjona a todo volumen.

-Y luego desempacaremos lo demás.-Completó Ángel,

-Si, pero invertiremos las cosas, yo voy a desempacar

lo tuyo y tu lo mío.

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-¿Y si no quiero que veas mis cosas?-Preguntó su

amigo con una sonrisa.

-¿Y qué es lo que tienes que yo no puedo ver?-Retrucó

Elizabeth con las manos en las caderas.

-Está bien, está bien tu ganas.-Dijo resignado Ángel.

Así ambos amigos comenzaron con la tarea que tenían

por delante, habían puesto un Cd de Arjona a todo

volumen y ocuparon la mayor parte del tiempo

cantando y bromeando entre ellos por lo que no

desempacaron mucho ese día.

La mañana siguiente si se habían puesto las pilas,

Elizabeth se encontraba en el cuarto de Ángel y

viceversa.

-¡Pero qué cosa más tierna!-Gritó Elizabeth desde el

cuarto de su amigo.

El aludido se apresuró para llegar hasta allí temiendo

que su amiga hubiera encontrado algo que demostrara

su amor hacia ella.

-¿Qué?-Preguntó desde la puerta.

-No sabía que utilizabas ropa interior de superhéroes,

es tan tierno.-Dijo Elizabeth sosteniendo un bóxer de

súperman en el aire.

-Eso es de cuando era niño.-Contestó poniéndose

colorado al instante.

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-¿Y por qué es un talle para adultos?-Preguntó

reprimiendo una carcajada.

-¡Eso no te importa!-Contestó Ángel arrancándole la

ropa interior de las manos y volvió al cuarto a

desempacar.

-¡No te enojes si es lo más tierno que vi en mi vida!-

Gritó Elizabeth sin poder evitar la risa.

Pasado aproximadamente una hora Elizabeth sintió

una carcajada bien alta proveniente de la habitación

donde se encontraba su amigo, extrañada fue a ver qué

era lo que sucedía.

-¿Qué es tan gracioso?

-No habías contado de tu colección de hilo dental.

Elizabeth se puso roja instantáneamente.

-¿Qué haces viendo eso?-Preguntó avergonzada.

-Tú dijiste que tenía que acomodar tus cosas.-contesto

de inmediato Ángel, y volviendo su mirada a la caja

sacó un hilo dental con un corazón en la parte trasera y

soltando otra carcajada dijo-. ¿Esto es lo único que se

ve?, mmm es sexy.

Elizabeth furiosa le arrancó la ropa interior de la mano.

-Deja eso tranquilo y quita esa maldita sonrisa de tu

cara, nunca me verás con una puesta.

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-No hay problema, mi imaginación ya está trabajando

lo suficiente.

-Pervertido.-Dijo enojada y se alejó de allí.

“… Nunca me había divertido tanto como en aquella

semana, fue genial burlarme de tus cosas y verte poner

colorada por la rabia o la vergüenza. Ese rubor en tu

mejilla te hacía más hermosa. Me encantaba hacerte

poner de ese hermoso color.

Sinceramente ese fue el mejor año de mi vida, nunca

había sido tan feliz como lo era viviendo contigo, tu le

ponías mas color a mi vida. Me levantaba feliz porque

sabía que iba a verte con tu pijama y el pelo revuelto

producto de una noche de sueño profundo.

Amaba verte cada mañana con esa hermosa sonrisa

adormilada, amaba escucharte cantar desde la ducha,

amaba lavar los platos junto a ti y mojarnos en el

proceso; amaba verte llorar por un película de amor.

Básicamente amaba vivir junto a ti, cada momento era

hermoso, cada risa, pelea o silencio era perfecto si lo

compartía contigo.

Me encantaría volver el tiempo atrás y vivir

eternamente a tu lado, solo eso pido, estar contigo

hasta el fin de mi vida.

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Te Ama… Tu Ángel.”

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Carta número 14

Elizabeth se encontraba sentada a la orilla del lago

contemplando la puesta de sol, le encantaba aquella

mezcla de colores y la paz que le transmitía aquello.

Una sombra detrás suyo la distrajo y, alzando la

mirada, vio a un hombre alto con el cabello negro

azabache, un cuerpo bien trabajado, una sonrisa

hermosa de costado y unos ojos grises penetrantes que

la miraban desde arriba.

-Ángel.-Dijo con la voz ronca.

Él se sentó a su lado y comenzó a contemplar el ocaso.

-Es hermoso.

-Si, muy hermoso.-Contestó Elizabeth contemplando a

su amigo, éste al sentirse observado giró su cabeza

hacia ella.

-¿Cómo estás?-Preguntó con una sonrisa deslumbrante.

-¿Te digo la verdad?

-Por supuesto, recuerda que yo sé cuando mientes.

-Estoy confundida.

-¿Confundida por qué?

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17 Cartas de amor

219

-Por esta mezcla de sentimientos.-Contestó Elizabeth

dirigiendo nuevamente su mirada al horizonte-. Yo

siempre creí tener claro que te quería solo como un

amigo hasta que comencé a leer tus cartas. Ellas

despertaron en mí sentimientos nuevos que no se

ponerles un nombre.

-¿No sabes o no quieres ponerle un nombre?-Le

preguntó Ángel colocando un mechón de cabello detrás

de la oreja de Elizabeth.

-Sinceramente no quiero darle un nombre porque

todavía no tengo bien claro que significan.-Hizo una

breve pausa-. Pero hay algo que no puedo negar.

-¿Y qué es eso?

-Que te extraño muchísimo y que te necesito a mi

lado.-Contestó y una lágrima se le escapó.

-Yo también te extraño Liz, más de lo que te puedes

imaginar.

-Entonces, ¿Por qué te fuiste?

-Por que ya no aguantaba más, sin ti mi vida era vacía.

-¡Pero si me tenías!-Gritó Elizabeth sin contener las

lágrimas.

-Pero no de la forma que yo lo necesitaba. Yo te amaba

con locura y fue esa misma locura la que me llevó a

hacer lo que hice.

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17 Cartas de amor

220

-Pero podrías hacer luchado.

-Tienes razón, lo podría haber hecho pero no me

garantizaba la victoria.

-¿Y si la respuesta era la que tu esperabas?

-¿Me estás queriendo decir que podría hacer recibido un

sí como respuesta?

-Quizás.-Se limitó a contestar Elizabeth.

-Necesito seguridad en tu respuesta.

-Otra vez con eso, ¿para que la necesitas?

-No te lo puedo decir, pero te repito que cuando lo

descubras sabrás a que me refiero angelito.

Ángel se acercó y abrazó a Elizabeth, eso era algo que

ambos necesitaban, los brazos del otro.

-Estas muy cerca de descubrirlo.-Le susurró al oído.

Y con esa última frase Elizabeth se despertó.

El día pasó volando entre las llamadas de sus

pacientes, pero la cabeza de Elizabeth no se encontraba

allí sino en el sueño que había tenido, cada vez más

seguido soñaba con Ángel y le sorprendía saber que lo

esperaba ansiosa, esa era una forma de sentirse más

cerca de él.

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17 Cartas de amor

221

Cerca del mediodía había llamado a Micaela para

almorzar juntas, ahora que quería aclarar sus

sentimientos necesitaba de toda la ayuda que su amiga

pudiera darle.

Aproximadamente a la una de la tarde Elizabeth y

Micaela se encontraban comiendo unas deliciosas

hamburguesas.

-Entonces, ¿Cómo vas con las cartas de Ángel?-

Preguntó por fin Micaela.

-Creando confusión a medida que avanza.

-¿Qué clase de confusión?

-Ya no estoy tan segura de que quiero a Ángel solo

como amigo.-Confesó finalmente.

Micaela se atragantó con una papa frita, no podía creer

que Elizabeth hubiera confesado aquello.

-¿Finalmente te diste cuenta que lo amas?

-No, pero si se que lo deseaba.

-¿Cómo?-Preguntó extrañada Micaela.

-Lo deseaba, deseaba sus abrazos, sus besos y sus

caricias.-Dijo Elizabeth poniéndose colorada de repente.

-¿Y eso no es amor?

-No, es algo físico solamente.

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17 Cartas de amor

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-O sea que sigues sin querer darte cuenta de las cosas.

-¿Por qué lo dices?

-Porque tanto tú como yo sabemos que no era algo

puramente físico lo que sentías por él, deja de

engañarte.

-Pero…

-Nada de peros Elizabeth, tienes que darte cuenta de

que lo amas, no puedes ser tan ciega.

-¿Y qué sugieres que haga?

-Primero termina de leer las cartas.

-¿Por qué todos me dicen lo mismo?-Preguntó

exasperada Elizabeth.

-¿Todos?-Micaela no entendía muy bien lo que su

amiga quería decir.

-No me hagas caso.-Se corrigió-. ¿Pero por qué tengo

que terminar de leer las cartas?

-Porque fueron ellas las que te despertaron esos

sentimientos y quizás sean esas mismas cartas las que

te lo aclaren.

-Eso quiere decir que no me vas a ayudar.

-Solo tú puedes aclarar tus sentimientos, pero si

quieres comentar las cartas aquí me tienes.-Contestó

Micaela con una sonrisa tranquilizadora.

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17 Cartas de amor

223

-Gracias por estar conmigo.

-Sabes que siempre contaras con mi apoyo.

Elizabeth sonrió cariñosamente, se levantó

rápidamente diciendo a su amiga que debía leer la

catorceava carta, no quería esperar ni un minuto más

para descubrir que era lo que le sucedía con Ángel.

Ambas amigas se despidieron afectuosamente y

prometieron verse esa misma noche para hablar sobre

aquello.

Elizabeth quería estar en un lugar tranquilo para leer,

pero no le apetecía para nada encerrarse en la

habitación del hotel. Caminó y caminó sin rumbo

definido hasta que se encontró frente a “Utopía”, una

librería café que parecía muy acogedora, al entrar

respiró un ambiente de profunda tranquilidad.

-Justo lo que necesito.-Susurró.

Se sentó en una mesa vacía y le pidió a un simpático

camarero un cortado. Mientras esperaba sacó la carta

numero 14

“Querida Liz:

Cada vez nos vamos acercando al final de

esta travesía y te confieso que me muero de ganas por

saber cómo vas reaccionando con el pasar de las

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17 Cartas de amor

224

cartas, espero que te lo tomes para bien y no me odies

por esto.

En esta carta hablaré sobre la forma en la que me

convertiste en la persona más feliz del planeta

cumpliendo uno de mis preciados sueños.

Si antes te amaba, con ese regalo que me hiciste para

mi cumpleaños número 24 ya te amaba con cada

partícula de mí ser. No sé cómo fue que te enteraste

que había escrito un libro, y mucho menos como

accediste a él, pero me alegro profundamente que lo

hubieras hecho…”

-No fue muy difícil averiguar que estabas escribiendo

un libro.-Dijo Elizabeth con una sonrisa al escuchar

aquello.

Ángel se encontraba muy distraído últimamente, no se

concentraba por más de diez minutos en una

conversación, Elizabeth lo encontraba muy seguido con

la mirada perdida y todo eso podía significar una sola

cosa y era que su amigo se encontraba escribiendo una

de sus famosas historias.

Como había pasado ya más de un mes y medio con

esas actitudes Elizabeth se intrigó mucho sobre que era

aquello que Ángel escribía con tanto fervor.

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17 Cartas de amor

225

Un día en el que no se encontraba en la casa Elizabeth

aprovechó para ver si encontraba algo, se dirigió

directamente a la habitación de su amigo y lo primero

que hizo fue prender su computadora y ver si allí

encontraba algo.

La registró de punta a punta pero no encontró nada,

ya exasperada buscó en el armario, en los cajones y

hasta debajo de la almohada, pero nada.

Ya a punto de rendirse se le ocurrió registrar el único

lugar que le quedaba: debajo de la cama. Allí encontró

una caja grande y al abrirla se encontró con varias

hojas escritas a mano.

-¡Bingo!-Exclamó.

En esas hojas se encontraban los primero ocho

capítulos del primer libro de Ángel, sin poder

contenerse Elizabeth comenzó a leer.

No podía creer lo hermosa que era aquella historia,

había quedado atrapada desde el principio, Ángel

escribía como los dioses.

Desde ese día Elizabeth comenzó a leer todos los

avances de aquel libro sin que su amigo se enterara.

Había pasado aproximadamente otro mes y medio y

Ángel por fin había escrito el final.

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17 Cartas de amor

226

Definitivamente aquel era el mejor libro que había

leído y, conociendo a su amigo, seguramente lo

mantendría escondido privando al mundo de tan

hermosa historia, así que se le ocurrió una gran idea.

“…Ni siquiera se me ocurrió enojarme contigo por haber

metido tu nariz en mis cosas, ese fue un gesto hermoso

que nunca voy a olvidar.

Recuerdo que era el día de mi cumpleaños y yo me

había levantado súper expectante porque por primera

vez en catorce años iba a pasar el día completo contigo.

Me habías dicho que no hiciera planes con nadie y como

me iba a negar a ese pedido tuyo.

Fui hacia el comedor y allí me recibiste con una

preciosa sorpresa, me habías preparado mi desayuno

favorito, con globos de todos los colores

desparramados en el suelo y un gran cartel de “Feliz

cumpleaños” colgado en el centro del salón, todo era

absolutamente perfecto y lo que hizo todo aún mejor

fue que tú estabas en la esquina en pijama y con una

clara expresión de incertidumbre. Pero cuando aparecí

tu cara cambió por completo, una sonrisa te iluminó y

corriste hacia mi encuentro. Me abrazaste con fuerza

deseándome un feliz cumpleaños, definitivamente

nunca olvidaré ese desayuno…”

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17 Cartas de amor

227

Elizabeth se había levantado muy temprano aquel día,

quería hacerle vivir el mejor cumpleaños de su vida, así

que comenzó con el desayuno. Le preparó unos

panqueques con dulce de leche, una taza de café recién

molido, había buscado por internet la receta del muffing

que tanto le gustaba a Ángel y le hizo jugo de naranja

exprimido. Una vez terminado el desayuno se dispuso a

inflar los globos y colgar el cartel de “Feliz

cumpleaños”.

Aproximadamente a las ocho de la mañana ya tenía

todo preparado y Elizabeth se encontraba en una

esquina esperando que su amigo se levantara. En esos

minutos de descanso comenzó a reflexionar sobre la

verdadera sorpresa que tenía para Ángel, temía que a

él no le gustara o se enojara con ella por haberse

metido donde no la llamaban.

Un ruido la distrajo de sus pensamientos y al alzar la

mirada se encontró con un Ángel recién despierto, con

los ojos desorbitados por la sorpresa y una sonrisa que

comenzaba a dibujarse en su rostro.

-¿Qué es esto?

Elizabeth no lo dejó terminar, sin resistirse ni un

segundo más se abalanzó a los brazos de su amigo y

susurrándole en el oído le dijo.

-Feliz cumple mi Ángel.

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“…A partir de ese momento el día no hizo más que

mejorar. El desayuno fue exquisito, nunca había

conocido tus habilidades culinarias amor mío, hasta

aquel día. El desayuno había pasado volando entre

bromas y recuerdos. Estoy completamente seguro que

nunca había tenido un comienzo de día tan perfecto

como aquel.

Luego del desayuno cada uno nos fuimos a trabajar y

me dijiste que te esperara para el almuerzo ya que

tenías otro regalo para mí. Estuve ansioso todo el día

tratando de imaginarme que tenías planeado para mí,

no podía creer que te hubieras preocupado tanto por

hacerme pasar tan bien el cumpleaños.

Con cada cosa linda que hacías por mí se me hacía

cada vez mas imposible el dejar de amarte…”

Alrededor del mediodía Elizabeth había pasado a

buscar a Ángel para un almuerzo de cumpleaños al aire

libre.

Hicieron un picnic en el lugar más alejado del parque

para desconectarse un rato de todo. Extendieron un

mantel, sacaron la comida de la cesta y se sentaron

para disfrutar de un almuerzo tranquilo.

-Gracias.-Dijo Ángel rompiendo el silencio.

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229

-Gracias ¿Por qué?

-Por hacerme pasar el mejor cumpleaños de mi vida.

-No tienes nada que agradecer. Esto,-dijo señalando el

picnic-, es lo mínimo que puedo hacer por ti, tu siempre

estuviste ahí para mis sin importarte nada, y todo esto

es una forma de agradecerte por formar parte de mi

vida.

Ángel se levantó y se acercó a su amiga, la abrazó con

mucho sentimiento y le besó en la mejilla.

-Gracias a ti por dejarme formar parte de tu vida, eres

muy importante para mí y sin ti nada tiene sentido.

Elizabeth no contestó, solo se limitó a abrazar

nuevamente a su amigo.

“…El almuerzo se había extendido bastante, recuerdo

que cada vez que te decía para irnos tu me insistías

para que nos quedáramos, yo no entendía

absolutamente nada y tu no querías aclararme las

cosas. Estaba completamente seguro de que querías

volverme loco y lo peor de todo fue que disfrutabas de

aquello…”

-Por supuesto que lo disfrutaba.-Susurró Elizabeth al

recordar el aspecto que tenía Ángel cuando intentaba

descubrir que era lo que sucedía.

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“…Por fin había llegado el momento de la verdad, luego

de haber levantado los restos del almuerzo me

vendaste los ojos, te mentiría si te dijera que no había

sentido temor ante lo que podría suceder.

El recorrido hasta el lugar donde me esperaba la

sorpresa había durado aproximadamente treinta

minutos y con ello mi ansiedad aumentaba cada vez

más. Por fin habíamos llegado a aquel misterioso lugar,

me ayudaste a bajar del auto y entramos a una especie

de habitación, todo se encontraba en silencio y

entendía cada vez menos.

Lentamente me sacaste la venda de los ojos, cuando

me fui acostumbrando a la luz caí en la cuenta de que

encontrábamos en una librería cerrada, no veía nada

especial allí.

Recuerdo que ingenuamente te había preguntado si la

sorpresa era que me dejabas que escogiera tranquilo

una serie de libros que tú me regalarías. Tú te reíste de

mi ocurrencia y me dijiste que mi sorpresa se

encontraba en una esquina, el único lugar bien

iluminado.

Lentamente me fui acercando hasta que quedé a

escasos centímetros, no podía creer lo que veían mis

ojos, allí se encontraban bien expuestos decenas de

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17 Cartas de amor

231

ejemplares del libro que había terminado de escribir

aproximadamente tres meses atrás.

No sabía cómo lo habías logrado, pero en el término de

esos meses tú habías conseguido una editorial

interesada en mi escrito y lograste que lo publicaran el

día de mi cumpleaños.

Sin poder ocultar mi alegría me acerqué hacia ti y te

abracé haciéndonos girar en el lugar.

Nunca había sido tan feliz en mi vida, tu amor mío

cumpliste mi sueño, el sueño que había tenido desde

los nueve años cuando había descubierto esa pequeña

vía de escape. Gracias a ti el mundo supo de mí y de mi

pasión. Gracias a ti amor mío me convertí en escritor.

Nunca voy a terminar de agradecerte por haber hecho

mi sueño realidad.

Te Ama… Tu Ángel.”

-Lo volvería a hacer mil veces más si con eso lograba

ver esa hermosa expresión de felicidad que tenías aquel

día.-Dijo sonriendo.

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Carta número 15

Como a las nueve de la noche Micaela hizo su aparición

en la habitación de Elizabeth, en una mano sostenía

una bolsa de comida mexicana y en la otra una llena de

dulce de todos los tipos.

-Ya que nos quedaremos aquí hablando toda la noche

se me ocurrió traer provisiones.-Dijo Micaela

extendiendo las bolsas.

-Eres una genia, piensas en todo.-Contestó Elizabeth

tomando las bolsas.

Micaela entró en la habitación y se tiró sobre la cama.

-¿Recuerdas las pijamadas que hacíamos en la

secundaria?-Preguntó.

Elizabeth acomodó la comida en una pequeña mesa en

el centro de la habitación.

-Claro que si, eran noches maravillosas, solos tu, Ángel

y yo.-Dijo Elizabeth con una gran sonrisa en los labios.

-Pero más parecía una pijamada entre Ángel y tú.

-¿Por qué dices eso?

-Porque era así, ustedes dos parecían tener un mundo

aparte donde no dejaban ingresar a nadie.

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Elizabeth meditó lo que Micaela había dicho mientras

mordía un trozo de aquel delicioso taco mexicano.

-Ángel y yo teníamos una amistad especial, no

podíamos imaginar el dejar de ser amigos. Pero eso no

implicaba que no quisiéramos tener otros… Tú eres un

gran ejemplo de eso.

-Me permitieron se su amiga, pero nunca me dejaron

ingresar a su propio mundo.

-No se dé donde sacas esa idea.-Dijo Elizabeth un tanto

confundida.

-¿Necesitas que te lo explica?

-Me encantaría.

Micaela se levantó de la cama y se sentó en el suelo

frente a su amiga, agarró un taco de la mesa y le dio

un gran mordisco antes de hablar.

-Cuando veíamos una película los tres sentados en el

suelo ustedes dos se encontraban pegados con tu

cabeza en su hombro o la suya en tu regazo.-Volvió a

morder el taco-. En todo momento se sonreían

cómplices como si tuvieran un secreto que solo ustedes

conocían, las conversaciones siempre terminaban

siendo entre los dos.-Hizo una pausa y sonrió a su

amiga-. ¿Está bien ahí o necesitas más ejemplos?

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-No, está bien, pero sigue sin explicar porque piensas

que teníamos nuestro propio mundo.

-Cuando se abrazaban parecía como si el mundo

desapareciera a su alrededor, no importabas quienes se

encontraban a su lado… Solo existían Ángel y tú.

Elizabeth quedó en silencio, Micaela tenía razón,

cuando abrazaba a Ángel sentía como que el mundo

dejaba de existir, el dolor desaparecía, los problemas

parecían insignificantes en los brazos de su amigo, ellos

eran el único refugio con que contaba y lo extrañaba

muchísimo.

-Puede que tengas razón Mica, pero dime ¿Qué mejores

amigos no tienen un mundo aparte donde solo ellos se

entienden?

-En eso tienes razón, pero la diferencia entre cualquier

pareja de mejores amigos y ustedes es que ellos crean

otros mundos con otros amigos. En cambio tú y Ángel

tenían su propio mundo y no creaban otros para sus

amigos o parejas.

-Ya estás diciendo cualquier cosa.-Exclamó Elizabeth

poniendo los ojos en blanco.

-Claro que no, a ver analicemos.-Micaela comenzó a

reflexionar-. ¿Por qué terminaste con la mayoría de tus

novios?

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-Por incompatibilidad.-Contestó rápidamente Elizabeth.

-No me vengas con eso… dime la verdad.

Elizabeth dudó un poco antes de contestar, sabía que

si le decía la verdad a Micaela ésta armaría un

escándalo.

-¿Y?- Insistió su amiga.

-Ok, te lo diré.-Suspiró-. La mayoría de mis ex me

dejaron por mi amistad con Ángel, no soportaban que

pasara tanto tiempo con él o que cancelara una cita

porque él me necesitara.

-Y ahí tienes tu respuesta amiga, no podías establecer

una verdadera relación de amistad o pareja porque en

tu mente solo se encontraba Ángel y todo giraba en

torno a él.

Elizabeth no contestó a aquello, sabía que su amiga

tenía razón, nunca pudo separar su amistad con Ángel

de sus relaciones, todo su tiempo era dedicado a su

amigo. Siempre había pensado que cambiaría el día que

se enamorara de alguien, cosa que aún no había

sucedido.

-¿Recuerdas cuando le publiqué a Ángel el libro?

Micaela sonrió ante el evidente cambio de tema de

Elizabeth, se había dado cuenta que lo que le había

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dicho despertó algo en su corazón, lo que quería decir

que se estaba acercando cada vez más a la verdad.

-Como olvidarlo si durante meses me taladraste la

cabeza con aquello.

-¡Que exagerada!

-¿Exagerada?, todas las noches me hablabas para que

te dijera que lo que estabas haciendo era correcto.

-Solo necesitaba seguridad.-Dijo Elizabeth

encogiéndose de hombros.

-Claro, seguridad.-Micaela hizo una breve pausa-. ¿De

eso se trataba la carta?

-Si.-Sonrió de oreja a oreja-. Nunca lo había visto tan

feliz.

-Es que gracias a ti el cumplió su sueño.

-Él lo habría cumplido con o sin mi ayuda, solo le di un

pequeño empujón. Si no hubiera escrito tan bien yo no

habría conseguido nada, fue su talento lo que hizo

cumplir su sueño.-Dijo melancólica.

-Y también que la mujer que amaba creyó siempre en

él.

-¿Cómo?

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-Él me hablaba de esto y siempre repetía que si había

continuado escribiendo fue porque tu siempre confiaste

en él, sin tu apoyo el no habría escrito nada.

-¿De verdad pensaba eso?-Preguntó Elizabeth con los

ojos llenos de lágrimas.

-Si.

-Pensé que era la única.-Exclamó ya sin poder contener

las lágrimas.

-¿La única en qué?-Preguntó sin comprender

demasiado.

-Yo estudié psicología gracias a Ángel.-Hizo una breve

pausa-. Él fue el que me dijo que lo hiciera, que sería

una gran psicóloga… Él fue el único que siempre creyó

en mí, gracias a Ángel ahora trabajo en lo que más

amo.

Micaela abrazó a su amiga que había comenzado a

llorar desconsoladamente.

-¿Cómo no te diste cuenta de que son el uno para el

otro?-Le susurró al oído.

Esa pregunta fue la perdición de Elizabeth, no pudo

contestar porque el llanto se lo impedía, pero en su

corazón ya tenía la respuesta.

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Las dos amigas se habían quedado profundamente

dormidas luego de una noche rebosante de emociones.

Elizabeth daba vueltas en la cama aparentemente

soñando.

Se encontraba nadando en una piscina enorme, no

pensaba en nada salvo en el sonido de sus brazadas, se

apoyó en el borde para recuperar el aliento, a su

alrededor todo era silencio, <<Hermoso y perfecto

silencio>> pensó Elizabeth con los ojos cerrados.

El sonido de un cuerpo tirándose al agua la distrajo de

sus pensamientos, se dio la vuelta y vio a alguien

acercándose a toda velocidad, por el estilo Elizabeth

supo que se trataba de Ángel, lo conocía bastante bien.

Éste salió a la superficie a escasos centímetros de

donde se encontraba ella, se acercó y le regaló un dulce

beso en la mejilla lo que logró que Elizabeth se

estremeciera por completo.

-¿Estas decidido a aparecer en todos mis sueños?-Dijo

Elizabeth sonriendo.

-Mmm si.-Contestó él con una sonrisa en los labios-. Si

te molesta me voy.-Hizo ademán de salir de la piscina,

Elizabeth le agarró la mano y lo obligó a quedarse.

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-Obvio que no me molesta tonto, sino todo lo contrario,

me encanta que estés aquí.-Se puso colorada y bajó la

mirada.

Ángel la tomó por la barbilla y la obligó a mirarlo.

-Y a mí me encanta estar a tu lado.-La abrazó con

fuerza-. Te extraño mucho Liz.

-Y yo a ti Ángel.-Elizabeth se apartó un poco de su

amigo y le preguntó-. ¿Cómo estás?

-Ahora bien porque estoy contigo.-Contestó acariciando

suavemente su mejilla-. ¿Y tú? ¿Cómo vas con tu

confusión?

-Cada vez todo se va haciendo más claro.

-Pero todavía no tienes una respuesta.

-Lamentablemente no, pero pronto la tendrás Ángel.

Él la tomó de la mano y besó delicadamente los

nudillos de Elizabeth.

-Lo sé angelito, todavía hay un poco más de tiempo.-

Hizo una pausa y la miró fijamente a los ojos

acercándose tanto que al hablar su aliento rozaba los

labios de Elizabeth-. Te voy a dar una ayuda para que

aclares todo.

Y dicho eso la besó, y no fue un beso dulce, sino

cargado de pasión. Éste la acercó aún mas y Elizabeth

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respondió enterrando sus dedos en el cabellos de Ángel

devolviéndole el beso con igual fervor, sentía que se

derretía en sus brazos, nunca la habían besado de esa

forma, o mejor dicho nunca se sintió de esa manera al

besar a otra persona, jamás se había desarmado como

en ese momento con Ángel, ¿Qué significaba aquello?

Cuando ambos se quedaron sin respiración se

separaron, Ángel le acarició la mejilla y sonriéndole le

dijo.

-Lee las tres cartas que faltan.

Estas últimas palabras despertaron a Elizabeth que se

levantó apresuradamente de la cama, tomo la

decimoquinta carta y se encerró en el baño ya que no

quería despertar a Micaela con la luz.

“Querida Liz:

‘Duele verte con un tipo al que le

faltan las ideas y le sobran argumentos’9

Perdón amor mío pero debía poner esa frase ya que

fue lo primero que pensé cuando me presentaste a

Fabián, tu último novio y debo decir que el peor de

todos. A mí nunca me cayeron bien ninguno de tus

novios por obvias razones, pero éste no solo no me

agradaba en lo más mínimo, sino también me parecía

9 Fragmento de canción “Duele verte”. Autor Ricardo Arjona, álbum “Santo pecado”

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241

que no era para ti por causas que saltaban a la vista

pero que tú te negabas a ver.

Recuerdo el día en el que me lo presentaste, yo no

podía creer que estaba viendo, era un chico alto de

cabello castaño bien peinado e iba impecablemente

vestido. Cuando me saludó quedó clarísimo que aquel

tipo no era un hombre para ti, apenas lo vi supe que te

haría daño y ya lo odiaba por eso…”

Elizabeth se puso roja de vergüenza al recordar

aquello, la verdad es que aún no entendía como no se

había dado cuenta antes sobre Fabián, no comprendía

cómo había podido ser tan ciega.

Aún se acordaba de aquella vez que se lo había

presentado a Ángel, se iban a reunir en su

departamento a cenar, Elizabeth se encontraba muy

nerviosa ya que las dos personas más importantes de

su vida se iban a conocer finalmente.

Se había puesto su vestido rosa favorito, unas

sandalias blancas sin tacón, se había recogido el

cabello en una coleta y se había maquillado

suavemente. Cuando comprobó que se encontraba

presentable se dirigió hacia el comedor, allí se

encontraba Ángel preparando la mesa, éste se

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encontraba vestido con un jean azul oscuro y una

camisa negra, la verdad su amigo era muy guapo y no

solo eso, también era sexy con su cabello alborotado,

aquellos ojos grises tan intrigantes y su sonrisita de

costado. Elizabeth no comprendía porque todavía no

tenía novia, un chico así no tenía que andar solo.

Ángel levantó la mirada y le sonrío abiertamente, se

acercó a ella y la besó dulcemente en la mejilla.

-Estás hermosa Liz.-Dijo en un susurro.

-Y debo decir que tu muy guapo.-Contestó Elizabeth

con una sonrisa. Se quedaron concentrados el uno en el

otro sin apartar ni un segundo la mirada.

El timbre los sacó de su ensoñación, ambos se habían

olvidado por completo de que Fabián haría su aparición.

Elizabeth miró en dirección a la puerta sonriendo de

repente.

-Es él.

-Por fin conoceré a tu famoso novio.-Dijo malhumorado

Ángel mientras se dirigía a la cocina para controlar que

la comida no se quemara.

Pasado cinco minutos Elizabeth llamó a Ángel para que

conociera a su novio, éste de mala gana se dirigió hacia

donde estaba la pareja, cuando estuvo frente a ellos

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abrió por completo los ojos y un amago de sonrisa se

dibujó en su rostro.

-Fabián te presento a mi mejor amigo en todo el

mundo, Ángel él es mi novio.-Dijo Elizabeth.

Fabián se soltó del abrazo de Elizabeth y se dirigió

hasta donde Ángel se encontraba, sonriendo de oreja a

oreja. En lugar de darle la mano lo besó en la mejilla.

-Un gusto conocerte.-Dijo Ángel.

-El gusto es todo mío.-Contestó Fabián.

“…Durante toda la noche lo observé fijamente, mejor

dicho los estuve observando a los dos sin poder

comprender como tú no te dabas cuenta sobre cómo

era él en realidad.

Se notaba a la distancia que era una persona muy

amable además de simpático, pero el hecho de saber

que te estaba engañando de aquella manera hizo que

no me cayera para nada bien.

Lo que más me molestaba de todo eso fue que tú

estabas completamente enamorada de él, se notaba en

tu forma de mirarlo cuando él hablaba o como

buscabas sus manos o simplemente estar cerca de él y

me dolía en el alma ver que le entregabas el amor que

tendría que ser para mí a una persona que no lo

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valoraba en absoluto y que quedaba claro que no te

correspondería nunca.

Yo soñaba con que algún día me miraras de esa forma,

con ese brillo de admiración en tus ojos, pero nunca lo

hiciste, en cambio se lo entregaste todo a Fabián sin

siquiera pensar en las consecuencias.

Estuviste con él unos nueve meses, hiciste oídos

sordos a las palabras de tus amigos que querían

protegerte del daño que ese tipo tarde o temprano te

iba a hacer, te tenía encandilada y no entendía porque.

Todavía recuerdo el día en el que viniste súper

emocionada con un anillo de compromiso en el dedo,

fue ahí cuando ya no me pude resistir mas y te dije lo

que pensaba acerca de él…”

Elizabeth y Fabián cumplían nueve meses de novios,

ella le había comprado una serie de regalos, pero él se

encontraba raro, distante y Elizabeth suponía lo peor,

éste le había dicho que fuera a su casa para hablar. Por

la experiencia que ella tenía de sus relaciones pasadas

eso no significaba nada bueno.

Cuando fue a su casa se encontró con que todo estaba

oscuro, como la puerta estaba abierta se animó a

entrar, escuchó que sonaba “lady in red”. Se dirigó al

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245

salón y allí se encontró con una escena que le quitó el

habla.

Había globos rosas esparcidos por toda la habitación y

decenas de corazones colgados por todas partes, el

lugar se encontraba iluminado solamente por un

camino de velas donde al final se encontraba Fabián,

Elizabeth cruzó ese camino y se abalanzó a los brazos

de su amado, éste la miró y se arrodilló.

-Hermosa Elizabeth, ¿quieres casarte conmigo?-

Preguntó.

-Si.-Fue lo único que logró contestar Elizabeth.

Ya a la medianoche Elizabeth volvió a su departamento

y sin poder contenerse se dirigió a la habitación de su

amigo, encendió la luz y pegó un salto hacia la cama de

Ángel, este asustado se despertó sin comprender que

sucedía.

-¿Qué…que pasó?-Preguntó confundido.

-¡Despierta Ángel!-Exclamó emocionada Elizabeth.

Al escuchar su voz Ángel activó rápidamente sus cinco

sentidos.

-¿Qué sucede Liz?, ¿estás bien?

-Mejor que nunca.-Hizo una pausa-. Mira.-Y le enseñó

el anillo de su dedo.

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17 Cartas de amor

246

-¿Significa lo que creo?

-Fabián me pidió matrimonio y le dije que si, ¿no es

genial?

-Pues no.-Contestó muy serio.

La burbuja de felicidad de Elizabeth se había hecho

pedazos.

-¿Por qué no?

-Porque ese tipo no te conviene Liz, ¿es que no te das

cuenta?, él no es hombre para ti.

-Estoy cansada de que todos me digan lo mismo.

-Y si todos te lo decimos será porque algo de razón

tenemos.

-No.-Dijo Elizabeth levantándose de la cama y

dirigiéndose hacia la puerta-. Fabián es perfecto para

mí y me casaré con él tanto si te gusta como si no.

“…Pero no quisiste escucharme, ignoraste todo lo que

te dije como venías haciendo hacia nueve meses. Yo

sabía que saldrías lastimada de todo esto pero no podía

ayudarte si tú te negabas a recibir mi ayuda.

Pasaron dos meses más luego de ese dichoso

compromiso y las cosas entre Fabián y tu comenzaron a

empeorar, recuerdo que me contabas que él se

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17 Cartas de amor

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encontraba distante y muy frio contigo, yo sospechaba

que sucedía pero no te lo iba a decir para no molestarte

una vez más.

Los días pasaron y te preocupabas aún más. Recuerdo

que ya te habías cansado de aquella actitud y fuiste a

exigirle que te contara que sucedía. Volviste a las dos

horas con el rostro empapado por las lágrimas, me

viste y te refugiaste en mis brazos para sollozar

tranquila…”

Había pasado más de una hora desde que Elizabeth se

encontraba llorando sobre el hombro de su amigo sin

decir ni una palabra. Cuando ya no le quedaban más

lágrimas que derramar levantó la cabeza y mirando a

Ángel dijo.

-Me lo confesó todo.-Un sollozo la interrumpió-. ¿Cómo

no me di cuenta antes?, ¿Por qué no te escuché a

tiempo?, ¡Soy una estúpida!

Ángel la abrazó con todas sus fuerzas y le dijo.

-No eres ninguna estúpida, no es tu culpa que él fuera

gay.

“…Pasaste meses deprimida por ese tema, nunca te

había visto tan mal, salvo cuando tus padre murieron.

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17 Cartas de amor

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Tú te culpabas por aquello creyendo que por tu causa

él era quien era, pero nunca entendiste que nada de

eso fue por tu culpa, él ya sabía que era gay mucho

antes de estar contigo.

El que se tendría que haber sentido culpable era

Fabián porque fue él el que engañó a la mejor persona

del mundo, fue él el que jugó con tu corazón cuando lo

tendría que haber cuidado y adorado porque tanto tú

como tu corazón son únicos en su especie.

Te Ama…Tu Ángel.”

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Carta número 16

-¿Amiga estás ahí?- preguntó Micaela golpeando la

puerta sin cesar.

Los golpes despertaron a Elizabeth que se había

quedado dormida en la bañera abrazando con fuerza la

carta de Ángel. Como pudo se levantó y le abrió a su

amiga.

-¡Por fin! Estaba asustada

-¿Por qué?- preguntó Elizabeth reprimiendo un bostezo

-Porque estuve golpeando la puerta por mucho tiempo

y tu no abrías, pensé que te había pasado algo-hizo

una pausa- Ahora sal de aquí porque quiero entrar.

Dicho eso la empujó a su amiga fuera del cuarto de

baño y cerró la puerta con mucha fuerza, Elizabeth se

reía ante la desesperación de Micaela. Mientras

esperaba que su amiga saliera de allí comenzó a

cambiarse de ropa y a acomodar un poco la habitación,

cuando ya estaba todo listo se abrió la puerta del baño.

-Bueno ya era hora que salieras de allí, ¿te hicieron mal

los tacos?- pregunto sonriendo Elizabeth.

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-Perdón, pero no fui ya la que se quedó encerrada allí

toda la noche, ¿no te enseñaron que el baño no es para

dormir?

-Es que la bañera es tan cómoda

-Me imagino-contestó Micaela- ¿Nos vamos a

desayunar?

-Claro.

Las dos amigas salieron del hotel y se dirigieron a una

cafetería, Micaela ordenó un cortado con dos

medialunas y Elizabeth un cappuccino con pan tostado,

dulce de leche y mermelada de frutilla.

No hablaron durante mucho tiempo, ambas disfrutaban

del desayuno en silencio. Elizabeth, luego de tomar un

último sorbo de su cappuccino le dijo a su amiga.

-¿Recuerdas a Fabián?

-Como olvidarlo, tú estabas loca por él y nunca pude

comprenderlo, saltaba a la vista sus preferencias

sexuales.

-No te voy a negar que es verdad, yo me di cuenta de

eso luego de que terminamos.

-Y una vez más fuiste total y completamente ciega con

respecto a cuestiones del corazón.

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-La verdad es que sí, creo que es parte de mi

personalidad-dijo Elizabeth sonriendo.

-No hay dudas con respecto a eso- contestó Micaela

igual de sonriente- ¿Y qué pasa con Fabián? ¿Por qué te

acordaste de él?

-Yo no me acordé de él, la verdad es que no pienso en

Fabián desde hace años… Ángel me escribió sobre él en

la carta.

-Me lo imaginaba, recuerdo que no lo quería para nada

a tu novio

-¿Y a que novio mío quería Ángel?- preguntó Elizabeth

alzando una ceja

-Touché- dijo Micaela- pero no solo lo odiaba por ser tu

novio, la principal razón era porque ese tipo te estaba

engañando y de la peor manera

-Puede que sea cierto, pero no veo la razón para que

Ángel lo odiara tanto, si está bien me engañó con

respecto a su sexualidad, pero yo lo entendí porque

cuando estuvimos de novios el estaba confundido,

sentía cosas por mí por eso siguió conmigo

-¿Y tú le creíste?

-Claro, ¿porque no?, no es la primera vez que pasa

-Pero te mintió descaradamente- dijo Micaela sin poder

creer que su amiga le hubiera creído a aquel tipo

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-¿Y tu como sabes?

-¿Acaso Ángel no te contó lo que ese dichoso novio

tuyo había intentado hacer un día que se quedó a

dormir en tu departamento?– al ver que su amiga no

respondía supo que Ángel no le había contado nada, así

que continuó- Una noche Ángel estaba con insomnio,

ya sabes cabeza de artista, así que se encontraba en la

mesa del comedor escribiendo cuando Fabián apareció

solamente vestido con unos bóxer, se saludaron y este

se fue a la cocina, al minuto apareció y se sentó al lado

de Ángel sonriéndole de oreja a oreja, hablaron un poco

de trivialidades, ya que como sabes Ángel no es muy

bueno en las conversaciones-hizo una pausa para

tomar otro sorbo a su bebida- Resumiendo, palabra va,

palabra viene tu novio se abalanzó sobre Ángel e

intento besarlo, por supuesto él se aparto bruscamente

y le preguntó que hacía, este le explico que no podía

resistirse a su linda cara, Ángel se enfureció y le

propino un puñetazo en la barriga y mientras se

retorcía en el suelo le dijo que más le valía decirte la

verdad porque no iba a permitir que el ni nadie te

hiciera daño.

Elizabeth no podía creer lo que acababa de escuchar,

Ángel nunca le había contado aquello, cosa rara porque

él le contaba todo ya sea malo o bueno, si tanto la

quería proteger de Fabián ¿Por qué no le contó todo

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17 Cartas de amor

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aquello? Decidió buscar la respuesta preguntándoselo a

Micaela porque, al parecer, sabía muchas cosas que ella

ignoraba y, por alguna extraña razón eso le molestaba

y mucho

-¿Por qué Ángel no me lo conto?, si tanto intentaba

protegerme ¿Por qué no me lo dijo en el momento?

-Porque él sabía que si te lo contaba tu no le ibas a

creer, Elizabeth estabas ciega con respecto a ese chico.

-Pero si Ángel me lo decía yo le iba a creer- Elizabeth

tomo aire- Él era al único al que escuchaba

-¿De verdad?-Micaela entornó los ojos- Nos conocemos

mucho y bastante amiga, y ambas sabemos que eso no

es verdad

-¡Tú no sabes!- dijo Elizabeth cada vez más exasperada

-El hecho de que tú no escucharas a Ángel cuando te

dijo que no podías casarte con él e hicieras lo que

creías bien es una gran forma de demostrar que me

acabas de mentir

-¿Ángel te contó eso? La verdad es que no entiendo,

parece ser que tu sabes más de Ángel que yo-sus ojos

comenzaron a empañarse por las lágrimas- Creí que yo

era su mejor amiga pero parece que me equivoqué ya

que tu sabes más de él que yo

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-¿Estas celosa?- pregunto extrañada Micaela con los

ojos desorbitados, Elizabeth solo bajó la cabeza y no

contestó-. No puedo creer que estés celosa

-¿Y cómo no estarlo? El se refugió en ti cuando yo me

fui, me reemplazo fácilmente. Tu sabes más cosas

suyas que yo y la verdad me duele, tú fuiste la que por

un año disfruto de sus abrazos y sus bromas que

siempre me pertenecieron a mi- Elizabeth se levanto de

su asiento y antes de irse dijo una última cosa- Claro

que estoy celosa, porque la única que tenía que estar a

su lado era yo… ni tu ni nadie más.

Dicho esto se fue a toda prisa de aquella cafetería,

mientras caminaba se secaba furiosamente las lágrimas

que descendían por sus mejillas, se dirigió directo al

parque ya que sabía que a esa hora no habría nadie por

allí, y necesitaba tranquilidad para pensar.

A medida que caminaba sentía que se iba

tranquilizando y su mente se iba aclarando, ¿Por qué le

había dicho todo eso a Micaela?, sus celos no tenían

nada que ver con el hecho de que Ángel le contara

muchas cosas a ella, bueno quizás un poco sí. Pero la

verdad era que ella se había sentido celosa desde

aquella frase que le había dicho su amiga <<En este

último año nos hicimos muy unidos>>, se los

imaginaba los dos solos compartiendo un desayuno

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17 Cartas de amor

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mientras ríen con complicidad, tal como ellos lo hacían

antes de que se mudara, o quizás caminando

tranquilamente por la calle cuando de repente a Ángel

le agarraba un súbito ataque de ternura y la abrazaba

con fuerza y le depositaba un suave beso en la mejilla.

Se le revolvía el estómago con solo pensarlo, esos

momentos le pertenecían a ella no a Micaela.

-Nunca dejaron de pertenecerte- dijo la voz de Ángel

que se encontraba caminando a su lado

-Dejaron de pertenecerme en el mismo instante en el

que decidiste regalarle esos momento a Micaela- dijo

Elizabeth sin apartar su mirada del suelo

-¿Por qué supones que te cambié por ella?

-Porque así fue, ella se hizo tu mejor amiga cuando me

fui, tú le contaste muchas cosas a ella que nunca se te

cruzó por la mente contarme.

-Ella no sabe ni la cuarta parte de lo que tú sabes de

mí, yo solo le conté a ella sobre mi amor por ti, nada

más que eso

-¿Y lo de Fabián que tiene que ver con tu amor hacia

mí?

-No podía contártelo, o mejor dicho temía hacerlo

-¿A que le tenías miedo?

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-A que te enojaras conmigo por decírtelo, a que no me

creyeras y principalmente a que te alejaras de mí

pensando que yo solo quería separarte de él

-Tú siempre quisiste separarme de mis novios- dijo

Elizabeth en un susurro

-No Liz, yo quería separarte de la infelicidad, sabía que

esas personas no lograrían hacerte feliz nunca

Tras un largo silencio Elizabeth contestó- ¿Y tu si?

-Eso te lo tienes que contestar tu angelito- dijo Ángel

con una sonrisa de costado- Bueno, me tengo que ir

amor mío ya estuve demasiado tiempo aquí, espero

que logres responder todas esas preguntas- le depositó

un suave beso en la mejilla y dijo- Termina las cartas,

te amo

Elizabeth miró a su alrededor y Ángel ya no estaba allí,

se sentó en un banco que se encontraba cerca, de su

bolso extrajo el decimosexto sobre y comenzó a leer.

“Querida Liz:

La tristeza comenzó a embargarme nuevamente ya que

soy consciente de que solamente me queda ésta carta y

una más por escribirte. Mi distracción y mi motivo por

levantarme cada mañana terminarán y no sé qué

sucederá luego.

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17 Cartas de amor

257

Estas dos últimas cartas quizás no resulten tan largas

como las otras, ya que es algo que sucedió hace tan

poco tiempo que dudo que no lo tengas en tus

recuerdos, lamento amor mío de que en está

decimosexta carta no me notes tan animado como en

las anteriores, pero es que no puedo ocultar la tristeza

que embarga mi vida, esta maldita tristeza que me

impide avanzar, que me impide hasta escribir el libro

que tengo prometido. La tristeza es mi peor enemigo,

me atormenta día y noche obligándome a enfrentarme

en una batalla que ya no me interesa ganar.

Tú sabes cómo luché contra esta maldita tristeza,

batalla tras batalla ganando la mayoría de ellas, pero

temo que en esta guerra no saldré victorioso. Ya no

tengo deseos de seguir peleando, mis fuerzas me

abandonaron el día en el que decidiste alejarte de esta

ciudad. Alejarte de mi…”

Las lágrimas volvieron a brotar por los ojos de

Elizabeth, el desconsuelo de aquella carta comenzó a

embargarla, claro que ella sabía por la tortura que

Ángel pasó para ganarle a la tristeza, ella siempre

estuvo allí, para ayudarlo a pelear, a levantarse cada

vez que caía. Cuando se fue de su ciudad creyó que él

ya se encontraba bien, nunca se imaginó que la tristeza

una vez más haría su aparición en la vida de su amigo,

y esta vez mucho peor que antes.

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“… Intenté borrar de mi memoria aquel día en el que te

acercaste a mí y me diste la peor noticia de todas, te

mudabas.

Recuerdo que me explicabas que ya no podías vivir aquí

donde los recuerdos de Fabián te inundaban, donde te

habías sentido humillada de la peor manera, y en parte

entendía tu sentimiento pero odiaba el hecho de que te

alejaras de mí.

Tú siempre fuiste la única que le daba color a mi vida,

antes de que aparecieras en mi camino la vida era de

un color blanco y negro y ahora que te ibas temía que

esa monotonía volviera, y no me equivoqué al respecto.

La verdad es que te amo tanto que no me importó el

hecho de quedarme solo sin la felicidad que tu sola

presencia me otorgaba, siempre y cuando tú volvieras a

sonreír como antes, antes de que Fabián te rompiera el

corazón. Tu felicidad es lo único que siempre me

importó y, si el irte lejos de esta ciudad, de mí, te hacía

feliz yo no era quien para impedírtelo.

Pero debo confesarte que en todo esto hay algo que

me hirió profundamente, y fue el saber que te ibas

porque creías que aquí ya no te quedaba nada, como si

fuera que yo no era importante para ti…”

Elizabeth cerró los ojos al recordar aquello, se acordaba

cada palabra que le había dicho a Ángel aquel día, y se

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17 Cartas de amor

259

arrepentía de cada una de ellas. Actuó sin pensar, solo

llevada por el dolor del engaño y la humillación.

Ángel se encontraba en su habitación totalmente

compenetrado en lo que estaba escribiendo, cuando

Elizabeth irrumpió lentamente y se sentó al borde de la

cama, éste al notar su presencia cerró la computadora

portátil y le dirigió una sonrisa a Elizabeth.

-¿Pasa algo?- preguntó su amigo

-¿Por qué piensas eso?

-Porque te conozco Liz-dijo suspirando- Cuando vienes

y entras tímidamente a mi cuarto y te sientas lo más

lejos posible es porque algo pasa, así que dime

-Hay veces que odio que me conozcas tanto

-Te conozco tanto como tú a mí, estamos en igualdad

de condiciones- contestó con una sonrisa- Ven aquí-

dijo extendiendo los brazos, sin dudarlo Elizabeth se

refugió en ellos- Cuéntame que es lo que sucede

angelito

-Me voy de la ciudad

Ángel se puso tenso al escuchar aquella frase, pasaron

varios minutos y su amigo seguía sin contestar,

Elizabeth ya estaba empezando a preocuparse.

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-¿Ángel?- preguntó

-¿Si?

-¿No piensas decir nada al respecto?

-Me voy al baño

Y dicho eso se levantó y se dirigió directo al cuarto de

baño sin siquiera mirar atrás, a Elizabeth todo aquello

se le antojó raro, esperaba que su amigo dijera algo al

respecto, incluso esperaba que se pusiera a gritar o

algo así. Esa no era una actitud que ella haya previsto

de Ángel. Al ver qué pasaba el tiempo y él no volvía

Elizabeth se levantó de la cama de su amigo y se dirigió

a preparar un café, porque sabía que Ángel explotaría

en cualquier momento.

Al parecer no se equivocó con el pensamiento, porque

al cabo de unos minutos sintió que la puerta del baño

se abría y Ángel entraba rápidamente en la cocina.

-No entiendo porque quieres irte- dijo por fin.

Elizabeth sirvió el café en dos tazas, las puso sobre la

mesa y se sentó en una de las sillas, miró a Ángel

instando a que se siente, necesitaban estar tranquilos

para hablar sobre aquello, ella quería que él la

entendiera, necesitaba irse de ese lugar para olvidarse

de todo lo malo que le pasó.

-Tenemos que hablar- dijo finalmente Elizabeth

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261

-Creo que deberíamos

-Conseguí trabajo en otra ciudad, me pagan bien y es

algo que ayudará enormemente a mi carrera… es una

oportunidad que no debo desaprovechar

-¿Olvidaste que te conozco bien Elizabeth?-dijo Ángel

dirigiendo su mirada hacia ella- Sé que no es por lo del

trabajo que decides irte, así que por favor dime la

verdad

-Realmente odio que me conozcas tanto ¿No puedo

ocultarte nada?-contestó Elizabeth bajando la mirada

-No, no puedes, se cuándo estas mintiendo-hizo una

breve pausa- Mírame a los ojos y dime la verdad

Elizabeth levantó la mirada y se topó con los hermosos

ojos grises de su amigo, cada vez que lo miraba no

podía evitar decirle la verdad, aquellos ojos ejercía un

extraño poder sobre ella. Así que antes siquiera de

pensar lo que estaba haciendo, le dijo

-Necesito irme de aquí Ángel, no soporto seguir

viviendo en esta ciudad llena de recuerdos, de testigos

de mi humillación y de mi tristeza

-¿Te vas por Fabián?- preguntó incrédulo

-No es solo por él Ángel, sino por todo, en esta ciudad

murieron mis padres de una manera terrible, no

víctimas de una enfermedad mortal o un accidente,

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sino de sus propias manos, me abandonaron sabiendo

que lo hacían, todavía no logro perdonarlos por ello.-

Sus ojos comenzaron a empañarse producto de las

lágrimas-. Pienso que si me alejo de aquí mi corazón

pueda sanar de una vez por todas. Y con respecto a

Fabián también me voy por él porque él fue el que

terminó por destruir mi corazón, me regaló esta

inseguridad como mujer, este temor por iniciar algún

tipo de relación con un hombre, debo alejarme de aquí

porque cada esquina me recuerda la humillación que

viví.

Comenzó a llorar desconsoladamente, Ángel se acercó

de inmediato y comenzó a secarle las lágrimas,

depositó un brazo sobre su hombro y la estrechó contra

sí mismo, esperando a que se calmara para poder

continuar, aún tenía una pregunta importante que

hacerle. Cuando Elizabeth se calmó Ángel se alejó un

poco pero sin quitar el brazo que se encontraba en su

hombro. El la miró a los ojos y le preguntó

-¿No existe ningún motivo que te impida irte?

-No Ángel, aquí ya no me queda nada

Él cerró los ojos tratando de procesar lo que Elizabeth

acababa de decirle, suspiró e imprimiendo una falsa

sonrisa en su rostro le dijo

-Está bien, si es lo que necesitas para ser feliz hazlo.

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263

Elizabeth lo abrazó con fuerzas, nuevamente su amigo

la entendía, necesitaba de su apoyo para arriesgarse a

emprender ese nuevo viaje en su vida, completamente

sola, tal como se venía sintiendo desde que todo había

terminado con Fabián. Mientras la abrazaba Ángel

intentaba no llorar, quería esconder sus lágrimas, pero

su esfuerzo no dio frutos ya que una lágrima

comenzaba a descender por su mejilla.

“…Creíste que aquí ya no tenías nada, cuando yo

siempre estuve frente a ti y nunca lo notaste, creo que

fue en ese momento en el que me resigné a que lo

nuestro jamás podría ser, ya que tú nunca sentiste

nada por mí, más allá de un simple cariño de amigos.

Debía dejarte ir, dejarte formar una nueva vida de la

que yo no iba a ser partícipe, siempre creí que tu

felicidad se encontraba a mi lado, pero quizás me había

equivocado y tu felicidad se encontraba lejos de mí.

Tú te ibas a ir al cabo de dos meses, luego de año

nuevo, el 1° de enero iba a comenzar un nuevo año de

felicidad para ti, y un nuevo año lleno de tristeza para

mí, pero no te lo demostré. Intenté que me vieras feliz

por ti, por tu partida, cuando en realidad me estaba

muriendo por dentro.

Todas las noches el insomnio hacía su presencia, no

podía dormir pensando en los pocos días que me

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quedaban a tu lado, en que ya no volvería a ver esos

ojos azules como el mar, en que ya no desayunaría con

la compañía de tu sonrisa adormilada, ya no escucharía

tu canto desafinado en la ducha ni tu emoción cuando

salías a divertirte.

Tú le dabas ese toque de diversión y alegría a mi vida,

creo que nunca fui tan consciente de lo indispensable

que eras para mí hasta que te vi partir, aquel 1° de

enero. Te acompañe al aeropuerto dos horas antes para

despedirme de ti, ya en esas horas antes de tu partida

te extrañaba con locura. Tenía ganas de gritarte que no

te fueras, que te quedaras conmigo, que me eligieras

para hacerte feliz, pero como ya era costumbre en mí,

calle esos sentimientos que hasta el día de hoy me

carcomen lentamente. Sintiéndome muerto por dentro,

pero con una falsa sonrisa en mis labios te vi subir a

ese avión que te alejaba de esta ciudad, de tu pasado,

de mí.

Cuando llegué a casa la soledad me embargó, tu olor

permanecía en el ambiente, aún creía oír el eco de tu

risa en las paredes. Si ya se, todo esto era muy

melodramático, tu no habías muerto, pero si una gran

parte de mí. Había entrado a tu habitación ya vacía por

completo, salvo por aquella cama sin sabanas, me

recosté allí e hice lo que me prometí que nunca volvería

a hacer desde aquella vez que ese infeliz me violó.

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17 Cartas de amor

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Lloré, lloré desconsoladamente, como un pequeño al

que acababan de quitar un dulce.

Llore por ser un cobarde y no decirte todo lo que sentía

por ti, lloré por haberte dejado ir, lloré por el futuro que

me esperaba sin tu compañía, lloré porque mi vida ya

no tenía sentido sin ti a mi lado.

Te Ama…Tu Ángel”

Elizabeth comenzó a llorar, como si alguien hubiese

abierto un grifo que hacía desprender un torrente de

lágrimas de sus ojos.

<<Yo comencé a extrañarte en el mismo instante en el

que subí al avión, fui una estúpida por dejarte Ángel,

una total y completa estúpida>> Fue el pensamiento

que cruzó por la cabeza de Elizabeth mientras se

derrumbaba en el banco de aquel parque desierto.

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Carta número 17

Elizabeth continuaba en aquel banco, sollozando

secándose las últimas lágrimas que salían de sus ojos,

ella también había sufrido enormemente al subir a

aquel avión, alejándose de la única persona que de

verdad la quería, pero realmente en ese momento

necesitaba alejarse de todo para encontrarse a sí

misma, para superar todo aquel dolor que venía

acumulando hace tantos años.

Lo que Elizabeth no había tenido previsto era el hecho

de que extrañaría tanto a Ángel, hasta llegar al punto

de recordar todas las noches todo lo que vivieron para

lograr dormir tranquila, para intentar tenerlo un poco

más cerca. Ella se había escapado de aquella ciudad

con la necesidad de encontrar la felicidad y la calma

que tanto necesitaba pero que hasta ese momento no

había encontrado.

Los fantasmas del pasado la seguían atormentando, no

había día que no recordara la muerte de su madre, de

su padre o la humillación vivida, solo en los pequeños

instantes en los que hablaba por teléfono con Ángel o

se comunicaba por medio de una video llamada era

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267

cuando Elizabeth se encontraba en paz, se relajaba y se

permitía ser ella misma. Ángel de verdad se había

hecho indispensable en su vida, tanto que no podía

pasar un solo día sin hablar por teléfono o por chat con

él.

¿Cómo había pasado por alto aquella necesidad que

sentía por Ángel?, ¿Por qué se había empeñado tanto

por mantenerlo solo como amigo?, ¿Por qué se había

alejado de él?; ¿Por qué no había descubierto antes sus

sentimientos? Eran las preguntas que rondaban por la

cabeza de Elizabeth, ahora tenía la cabeza más clara y

los sentimientos en orden, pero el problema era que no

sabía qué hacer al respecto.

El sonido del celular la distrajo de sus pensamientos, al

observar la pantalla comprobó que era una de sus

pacientes más jóvenes, de unos 17 años. Tratando de

tranquilizarse y que no se le notara en la voz que

estuvo llorando atendió.

-Hola Melisa

-Licenciada Bennett qué bueno que la encuentro, ¿Está

ocupada?

-Claro que no Melisa, ¿Qué necesitabas?-contestó

Elizabeth conteniendo las ganas de decirle que quería

estar sola, su paciente la necesitaba y ella tenía que

dejar de lado lo que le pasaba para poder ayudarla.

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-¿Recuerda a Federico?

Claro que lo recordaba, Federico era el mejor amigo de

la infancia de Melisa, ella venía de una familia muy

complicada, su padre la había abandonado cuando ella

tenía 13 años y desde ese día su madre se había vuelto

alcohólica, no le importaba ni su hija ni nada, solo su

dolor que lo ahogaba en litros y litros de alcohol. Melisa

era hija única, por lo tanto no tenía con quien compartir

sus problemas, salvo por Federico, su mejor amigo

desde que tenían 5 años, él la apoyaba en todo, la

escuchaba cuando lo necesitaba y siempre la ayudaba

en todo, era su roca, aquella tabla que la mantenía a

flote. Por alguna razón esa historia le recordaba mucho

a su amistad con Ángel.

-Claro que lo recuerdo, ¿pasó algo con él?

-Sí, hace unos días me confesó que estaba enamorado

de mí.

Elizabeth quedó congelada ante aquello, esa historia le

recordaba cada vez más a Ángel y ella.

-¿Y tú que le dijiste?

-Que yo no sentía lo mismo por él

-¿Y eso es verdad?- preguntó Elizabeth, presintiendo

cual iba a ser la respuesta, se produjo un silencio

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17 Cartas de amor

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prolongado al otro lado de la línea- ¿Melisa?- dijo

instándola a que contestara.

-Si…- contestó Melisa titubeando

-¿Segura?

-Claro, ¿Por qué no habría de estarlo?- preguntó

molesta

-Porque si estuvieras tan segura como me dices no me

habrías llamado para hablar sobre el tema

Se produjo otro largo silencio, Elizabeth podía notar

cómo le costaba confesar aquello a su paciente, así que

no dijo nada y esperó hasta que ella volviera a hablar.

-El es mi mejor amigo, el único que siempre estuvo ahí

para mí, no creo poder verlo de otra forma.

-A ver, te lo pregunto de una manera diferente, ¿Qué

es lo que sientes por él?

-Yo lo quiero mucho, cuando estoy con él todos mis

problemas desaparecen, sabe cómo hacerme reír, sabe

como abrazarme cuando estoy triste-Se produjo otro

pequeño silencio- La verdad es que sus abrazos son los

únicos que siempre me tranquilizan.

-¿Y eso que significa Melisa?

-¿Que quizás no lo veo solo como amigo?

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17 Cartas de amor

270

-¿Me lo estas preguntando o me lo estás afirmando?,

Melisa solo tú sabes lo que pasa por tu corazón, intenta

acceder allí y dime que te dice.

-Que quizás estoy enamorada de él- dijo tan despacio

que a Elizabeth le costó entender que le decía- ¿Qué

hago entonces? El se enojó conmigo cuando le dije que

no sentía lo mismo por él, temo que no vuelva a

hablarme, no soporto la idea de perderlo.

Elizabeth cerró los ojos al escuchar lo que su paciente

le dijo, era exactamente como sentía ella en aquel

momento, pero en este caso Melisa tenía la oportunidad

de recuperarlo, de decirle lo que sentía, así que en ese

momento salió de su papel de psicóloga y le dijo.

-Lo que debes hacer es ir a buscarlo en donde sea que

esté y confesarle todo lo que sientes por él, no te

quedes ahí sentada con los brazos cruzados viendo

pasar a la felicidad, la verdad es que es muy difícil

encontrar esa clase de amor, no te des el lujo de

perderlo Melisa.

-Gracias licenciada, haré eso, no voy a perder a

Federico-contestó una entusiasmada Melisa

-Mucha suerte en eso, cuéntame todo después.

-Claro que lo haré… De nuevo gracias

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17 Cartas de amor

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Y dicho eso Melisa colgó, Elizabeth quedó allí sentada

mirando hacia la nada, pensando en lo que acababa de

decirle a su paciente. Deseaba tener la misma

oportunidad que ella, pero ya era tarde. Se levantó de

aquel banco y con una nueva determinación se fue de

allí

Una hora después se encontraba frente a la tumba de

Ángel que todavía se encontraba rodeada de flores de

aquellos seres queridos que lo iban a extrañar

profundamente, pero no tanto como ella. De su bolso

sacó la decimoséptima carta, la desplegó y antes de

comenzar a leer dijo.

-Quiero que esta última carta la leamos los dos juntos

“Querida Liz:

Antes de comenzar con esta última

carta quiero dejarte la letra de esta canción de Ricardo

Arjona que explica palabra por palabra como me siento

en este momento.

‘El problema no fue hallarte,

el problema es olvidarte.

El problema no es tu ausencia,

el problema es que te espero.

El problema no es problema,

el problema es que me duele.

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El problema no es que mientas,

el problema es que te creo.

El problema no es juegues,

el problema es que es conmigo.

Si me gustaste por ser libre,

quien soy yo para cambiarte.

Si me quedé queriendo solo,

cómo hacer para obligarte.

El problema no es quererte,

es que tú no sientas lo mismo.

Y cómo deshacerme de ti si no te tengo,

cómo alejarme de ti si estás tan lejos,

cómo encontrarle una pestaña a lo que nunca

tuvo ojos,

cómo encontrarle plataformas a los que siempre

fue un barranco,

cómo encontrar en la alacena los besos que no me

diste.

Como deshacerme de ti si no te tengo,

cómo alejarme de ti si estás tan lejos

Es que el problema no es cambiarte.

El problema es que no quiero.

El problema no es que duela,

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el problema es que me gusta.

El problema no es el daño,

el problema son las huellas.

El problema no es lo que haces,

el problema es que lo olvido.

El problema no es que digas,

el problema es lo que callas

Y cómo deshacerme de ti si no te tengo,

cómo alejarme de ti si estás tan lejos.

El problema no fue hallarte,

el problema es olvidarte,

el problema no es que mientas,

el problema es que te creo

el problema no es cambiarte

el problema es que no quiero.

El problema no es quererte

es que no sientas los mismo

el problema no es que juegues

El problema es que es conmigo.’10

Estoy aquí sentado, en una noche lluviosa, con una

copa de vino en una mano y en mi equipo de música

repitiendo una y otra vez esta canción. No puedo creer

10 Canción “El problema”. Autor Ricardo Arjona, álbum “Santo pecado”.

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haber llegado al final de esta confesión sin haberme

arrepentido en ningún momento.

Sé que con cada palabra, con el pasar de cada carta me

encuentro cada vez más cerca de que tu descubras la

verdad, aquella verdad que hace 17 años que vengo

callando. Te voy a admitir que estoy muy temeroso

ante tu reacción a esto, pero ni ese miedo logra

hacerme retroceder en mi determinación.

Ya no me queda mucho por decirte amor mío, mi

corazón se encuentra plasmado en estas 17 cartas,

todo mi amor por ti lo confesé por escrito, aunque no

existen palabras para expresar todo lo que siento hacia

ti mi angelito. Es un sentimiento tan fuerte que ya no

entra en mi corazón.

Te amo, como nunca pude amar a nadie, tu eres mi

vida, mi principio y mi final, eres todo lo que siempre

busque y lo que necesite para ser feliz, eres la pieza

faltante en el rompecabezas de mi vida, eres el aire que

necesito para respirar y el sol que me caliente los días

de mucho frio. Eres eso y mucho mas mi Elizabeth.

Si sonrío es gracias a ti, si escribo es por ti, si estoy

aquí escuchando sin cesar una canción de tu cantante

favorito es por ti. Todo lo que hago, todo lo que digo y

todo lo que pienso es por ti, por nadie más. Vivo por

esas llamadas telefónicas antes de dormir, vivo por

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escuchar tu risa desde el otro lado de la línea, por esos

iconos estúpidos que son hermosos solo porque tú los

envías, vivo por verte a través de esa pequeña pantalla

de mi computador. Vivo en este mundo que se me

antoja absurdo solo porque tu habitas en el mi

principessa.

Estoy aquí sentado frente a la ventana de mi

habitación, con la lluvia por testigo, escribiendo esta

última carta que puede tener dos finales, por un lado el

descubrir que tú sientes lo mismo por mi otorgándome

la felicidad que tanto anhelo y por el otro lado

enfrentarme a tu rechazo, te diría que aceptaría vivir

en este mundo solo con tu amistad, pero te estaría

mintiendo descaradamente, no puedo vivir sin ti amor

mío, no puedo aceptar una simple amistad cuando mi

corazón pide más que eso. Te amo y acepto cualquier

decisión tuya. Y en base a eso espero que aceptes la

decisión que yo tome a partir de eso.

Si me rechazas no quiero que te sientas culpable, el

corazón simplemente decide, como el mío decidió

amarte desde aquella vez que te vio entrar en aquel

salón cuando solo tenía 10 años y no sabía lo que la

palabra amor significaba. Tú me devolviste mis ganas

de vivir, me diste una felicidad que había creído

perdida, mi vida cambió por completo el día en el que

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me abrazaste por primera vez cuando yo no toleraba el

contacto. Gracias a ti soy quien soy.

Tú fuiste aquella estrella que brillo en aquel cielo oscuro

que era mi realidad, y por eso decidí regalarte una de

ellas, dentro de este sobre encontraras un certificado

en el que queda constancia que una de esas estrellas

que brillan en el firmamento te pertenece amor mío…”

Elizabeth, con manos temblorosas sacó aquel papel que

se encontraba dentro del sobre, efectivamente era un

certificado constatando que en aquel cielo había una

estrella con su nombre, nuevas lágrimas comenzaron a

descender, y antes de que el llanto volviera con todas

sus fuerzas continúo leyendo.

“… Quiero que esto quede como prueba de lo profundo

que es mi amor por ti, quisiera regalarte el universo por

completo, no solo una estrella, porque tú te mereces

más, mucho más mi angelito.

Solo me queda por decir que espero que estas cartas te

aclaren todo y que no me odies por no haberte

confesado nunca antes todo esto.

Te amo mi angelito, mi principessa, mi vida, mi todo.

ÁNGEL.”

Elizabeth cayó de rodillas sobre la tumba de Ángel, de

aquella persona que por tanto tiempo lo considero solo

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como un amigo, pero que ahora significaba mucho más.

Con la cabeza mirando el suelo y las manos arañando el

césped, el llanto comenzó a hacer nuevamente su

aparición y entre sollozos susurró

-Yo también te amo mi Ángel.

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Epílogo

Elizabeth se encontraba derribada sobre la tumba de

Ángel llorando sin parar, ahora que había descubierto

sus sentimientos no sabía qué hacer con aquel dolor

que sentía, si su corazón ya estaba roto ante el

pensamiento de haber perdido a su mejor amigo, ahora

se encontraba destrozado al darse cuenta que había

perdido al hombre de su vida. ¿Qué iba a hacer ahora?,

sentía como que el mundo se desplomaba bajo sus

pies.

Ángel le había dicho que terminara de leer las cartas, y

así lo hizo, le dijo que al descubrir la respuesta algo iba

a ocurrir, ¿pero qué? No sabía que sucedería a

continuación si es que algo sucedía. Seguía sollozando

en el césped cuando sintió que su teléfono vibraba en

su bolsillo, no tenía ganas de hablar con nadie, pero

aun así se secó las lágrimas y sacó su celular. En la

pantalla se veía que quien la llamaba era Micaela,

<<Justo cuando más la necesito>> pensó Elizabeth,

inspiró todo el aire que pudo y contestó

-Hola Micaela- dijo con la voz quebrada

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-Elizabeth, ¿estás bien? No supe de ti desde que te

fuiste de improviso en el desayuno y ya pasan de las 8

de la noche

-No estoy para nada bien Micaela-contestó sollozando

Elizabeth

-¿Qué sucedió?

-Que por fin me di cuenta que amo a Ángel con toda mi

alma, que la verdad es que siempre lo hice,-tragó

saliva-, y que no puedo hacer nada para recuperarlo.

Micaela no se encontraba sorprendida, supo desde el

momento del ataque de celos de Elizabeth que solo le

faltaría leer la última carta para descubrir el

sentimiento que tenía guardado desde hace 17 años,

cuando entro en aquel salón de clases temerosa por lo

que se iba a enfrentar, pero tranquilizándose en el

momento que sus ojos encontraron los de Ángel, los de

su alma gemela. Sonrió para sus adentros, porque

ahora si podría terminar su parte del trabajo.

-¿Dónde estás?- preguntó Micaela

-En… en el cementerio, frente a la tumba de Ángel-

contestó sin detener el llanto

-¡Perfecto!

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-¿Cómo perfecto?-dijo Elizabeth secándose las

lágrimas- ¿No escuchaste? Estoy frente a la tumba de

Ángel, mi Ángel

-Mira Elizabeth, quiero que me prestes atención-dijo

Micaela

-Bueno-contestó Elizabeth sin entender nada

-Quiero que te arrodilles frente a la lápida, digas en voz

alta todo lo que sientes por Ángel, cuando termines

cierra un momento los ojos

-¿Para qué?

-Tú solo haz lo que te digo, saca de tu corazón todos

tus sentimientos y cierra los ojos, es lo único que

puedo decirte. Solo confía en mí

-Está bien, confiaré en ti

-Gracias, adiós Elizabeth, te quiero mucho amiga y me

encantó ayudarte

Micaela colgó sin darle la oportunidad a Elizabeth de

contestarle. ¿Por qué se había despedido de aquella

manera? La verdad es que no entendía nada, pero no

quería analizarlo en ese momento, solo quería hacer lo

que su amiga la dijo.

Se arrodillo frente a la lápida, alzó una mano y

comenzó a trazar con sus dedos las letras impresas en

aquella lápida <<ÁNGEL ABBATUCCI… AMADO HIJO Y

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AMIGO>>, cerró los ojos un momento visualizando a su

amado Ángel frente suyo, con aquella sonrisa que tanto

amaba y extrañaba, de pronto las palabras vinieron

solas. Miró aquella fría lápida y comenzó a hablar.

-Ángel, tu siempre fuiste mi mejor amigo, la persona

que siempre estuvo allí para salvarme, del mundo, de

mi misma. Tú te convertiste en mi única familia, en la

única persona que necesitaba para ser feliz. Me

ayudaste muchísimo sin pedir nada a cambio, tus

abrazos eran lo único que me reconfortaban y tu

sonrisa lo único que me alegraba el día-un sollozo se

escapó de su garganta-. Siempre te dije que eras mi

mejor amigo, sin darme cuenta que en realidad eras mi

alma gemela, el ángel guardián que Dios me había

enviado para salvarme del tormento que era mi vida.

Antes de ti mi vida era un desastre, era un tormento

que se reflejaba en los cortes de mis brazos, pero

cuando apareciste todo se volvió perfecto, contigo

sentía que todo iba a estar bien, a pesar de que el

mundo se desmoronaba a mi alrededor, solo necesitaba

de tus palabras o tu sonrisa para ser feliz, y nunca me

había dado cuenta que eso era amor… de que te amaba

más que a nadie en el mundo.

Elizabeth comenzó a llorar sin poder continuar

hablando, esperó unos cuantos minutos para que sus

lágrimas cesaran de caer para continuar.

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-Te amo desde el día en el que entre en ese salón de

clases por primera vez, tú fuiste lo primero que mis

ojos visualizaron, y con solo verte supe que te quería

en mi vida, pero fui una estúpida al no darme cuenta

de todo esto antes. Te rechacé sin siquiera escuchar lo

que tenías para decirme, estaba tan ciega que no me di

cuenta que el amor de mi vida se encontraba frente a

mí, disfrazado de mi mejor amigo- nuevos sollozos la

interrumpieron- Perdóname mi amor por no darme

cuenta antes de todo esto, haría cualquier cosa por

volver el tiempo atrás, para decirte en la cara que te

amo con locura, que eres tú lo que necesito en mi vida,

que mi felicidad está contigo y con nadie más. Desearía

volver el tiempo atrás para darte todos aquellos besos

que nos negué durante 17 años, para abrazarte y

nunca más soltarte. Te amo Ángel.

Dicho esto cerró los ojos un momento, tal como lo dijo

Micaela, y al hacerlo sintió como si una brisa le

acariciaba la mejilla dulcemente. Poco a poco fue

abriendo los ojos y se sorprendió al ver que se

encontraba en su consultorio, completamente sola, con

la computadora prendida frente suyo. ¿Se había

quedado dormida? ¿Acaso todo aquello no había sido

más que un sueño?

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Un sonido proveniente de su computadora le avisó que

tenía un mensaje en el chat, dirigió su mirada hacia la

pantalla y ahogó un grito al ver quien le había escrito

ÁNGEL: Liz, ¿estas ahí?

Sin pensar que hacía Elizabeth contestó

ELIZABETH: Ángel, ¿de verdad eres tú?

ÁNGEL: Claro que soy yo, ¿Quién más?

Elizabeth no contestó, se encontraba en estado de

shock, no podía creer que estuviera hablando con él, no

podía creer que el continuara vivo. Al parecer todo

había sido un sueño.

ÁNGEL: ¿Te volviste a quedar dormida en tu

consultorio angelito?

ELIZABETH: Al parecer sí

ÁNGEL: Tienes que tomarte un descanso, vas a

terminar colapsando y no podrás ayudar a tus

pacientes.

ELIZABETH: Quizás tengas razón, será mejor que

me vaya… te hablo cuando esté en casa ¿Si?

ÁNGEL: Esta bien, espero tu llamada

Elizabeth cerró sesión sin despedirse, debía ir

rápidamente a su casa. Durante todo el trayecto no

dejaba de revivir todo su sueño, había sido tan real que

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le costaba creer que lo había soñado todo. Cuando llegó

a su casa bajo del auto sin dejar de pensar en todo,

pero se detuvo en seco al comprobar que frente a su

puerta se encontraba aquel paquete. Sin demorar ni un

solo segundo lo tomó, entro a su casa y lo abrió. Agarro

el papel que se encontraba por encima de todos

aquellos sobres y leyó lo que estaba escrito

“Liz:

Estas cartas te las escribí todos los días durante este

último año, allí encontrarás plasmado todo lo que

siento por ti. Esta es mi forma de confesarte todo lo

que me vengo callando desde hace diecisiete años.

Con cariño Ángel”

Al parecer no había sido un sueño, Dios le estaba dando

aquella oportunidad que le había pedido y no pensaba

desaprovecharla. En lugar de llamarlo por teléfono

como había hecho aquella vez, se dirigió al aeropuerto

y se subió al primer avión que la llevaría hacia su

ciudad, hacia el encuentro con el amor de su vida.

Cuando llegó se dirigió directamente al departamento

que había compartido con Ángel, y con las manos

temblorosas producto de los nervios que sentía en

aquel momento tocó el timbre. Espero unos segundos

pensando si estaba haciendo bien, quizás se había

equivocado al ir allí, pero cuando la puerta se abrió y al

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ver aquellos ojos grises que siempre había amado,

todas las dudas desaparecieron.

-Elizabeth ¿Qué haces aquí?

Ella no dijo nada, solo sonrió y se abalanzó a sus

brazos, depositando sus labios en los de Ángel, este se

encontraba confuso, pero no tardó mucho tiempo en

corresponderle el beso con igual fervor. Elizabeth se

alejó lo suficiente para poder decir algo, sin poder

ocultar la sonrisa de su rostro, pero Ángel habló

primero

-No me contestaste, ¿Qué haces aquí angelito?- le

volvió a preguntar acariciando suavemente su mejilla

-Vine para decirte que yo también te amo mi Ángel,

desde el primer día que te vi, te amo tanto que duele

-¿De verdad?- preguntó con los ojos empañados por las

lágrimas

-Nunca fui tan sincera en toda mi vida

-Esto debe ser un sueño, un hermoso sueño-dijo sin

poder creer lo que ocurría

-No es un sueño, nunca más será un sueño- contestó

Elizabeth con una gran sonrisa en sus labios

-Solo hay una forma de comprobarlo

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Ángel se acercó lentamente y la besó dulcemente,

demostrándole en aquel beso cuanto la amaba, ella le

correspondió pegándose mas a él, colocando sus brazos

alrededor del cuello de su amor. Cuando ya no les

quedaba aire se separaron, Ángel pegó su frente a la de

Elizabeth y en un susurro le dijo

-Te prometo que te haré feliz.

-Tu siempre me hiciste feliz mi amor

Él cerró los ojos ante las palabras de Elizabeth, nunca

había pensado que la escucharía diciendo eso, creía que

lo estaba imaginado, pero al abrirlos se dio cuenta que

todo era real, ella se encontraba allí a su lado, y sin

poder reprimir la felicidad que sentía le dijo

-Te amo angelito

-Yo también te amo mi ángel guardián.