17.La Oracion Por Los Fieles Difuntos (Folleto 17)

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¿QUE PENAS DEL PECADO AYUDAMOS A LIBERAR CON NUESTRA ORACION? El pecado nos priva de la comunión con Dios y por ello nos incapacita para la vida eterna, cuya privación se llama la "pena eterna . En el momento en que el alma del justo se separa del cuerpo y se desprende de los lazos de la tierra se siente irresistiblemente atraída por el Amor Infinito de Dios. Ha llegado la hora de ver a Dios, pero al no estar debidamente purificada de los pecados veniales, el alma no puede verlo. En la tierra se buscó a sí misma; ahora busca a Dios y no puede encontrarle por el tiempo que tarde su purificación". El purgatorio libera de una doble pena: La pena temporal de daño : que es la privación de la visión y posesión de Dios y del dolor incomparable que esto implica. También habrá una – pena de sentido - que San pablo afirma que será infligida por el fuego. (1Cor 3, 10- 15 DZ 1712–13; 1820 CEC 1472). ¿QUE OFRECE LA IGLESIA POR LOS DIFUNTOS? Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, especialmente por el mayor acto de sacrificio y de oración del cristiano que es la Misa. MISAS DE DIFUNTOS La vida de fe de un cristiano comienza en el bautismo y se robustece por el sacrificio eucarístico, que es la celebración de la Pascua del Señor (de su paso de la muerte a la vida), Así se consolida su unión con Cristo y la mutua unión entre los fieles (1Cor 10,17). Cuando el cristiano muere, la iglesia intercede por él, porque tiene la viva persuasión de que la vida no termina con la muerte, ni se han perdido los lazos que lo unían a la Iglesia en esta vida. La Iglesia, además, consuela a los dolientes con la fortaleza que da la Palabra de Dios y el sacramento de la Eucaristía Santa Mónica antes de morir decía a su hijo San Agustín: « Solamente os ruego que, dondequiera que os hallaréis, os acordéis de mí ante el altar del Señor». San Cirilo de Jerusalén en el año 386 d. C., al hablar de la anáfora Eucarística que es la parte central de la santa misa afirma: «A continuación oramos por los santos padres y obispos difuntos, y en general por todos los que han muerto antes que nosotros, creyendo que será de gran provecho para las almas, en favor de las cuales es ofrecida la súplica, mientras se halla presente la santa y adorable Víctima... presentamos a Cristo inmolado por nuestros pecados, haciendo propicio para ellos y para nosotros al Dios amigo de los hombres». CF. CEC 1371 Desde luego que la celebración de la misa dentro del rito exequias, enlaza la muerte del cristiano con el misterio pascual de Cristo. Hay ocasiones en que la celebración eucarística debe omitirse o posponerse para otro momento y solo celebrarse la Exequias. Se acostumbra celebrar la misa por los difuntos al conocerse su fallecimiento, el día de la exequias, por triduo (tres misas seguidas), novenarios (nueve días seguidos), misas gregorianas (30 días seguidos) o por fecha de aniversario. A veces intercalando el rezo del Santo Rosario. Esta costumbre de celebrar misas por el descanso eterno de los difuntos, aunque inició con la veneración de los apóstoles y mártires difuntos desde el primer siglo de la era cristiana, sólo hasta el siglo V se hizo oficial y general. LIMOSNAS POR LOS DIFUNTOS Son todas aquellas obras de misericordia espirituales o temporales que cualquier fiel puede ofrecer por los fieles difuntos. (cf. 2Mac 12, 43-46; CEC 1473) LAS INDULGENCIAS "La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos". "La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal debida por los pecados en parte o totalmente" "Todo fiel puede alcanzar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las indulgencias tanto parciales como plenarias" (CIC, can. 992–994) ¿COMO OBTENER LA INDULGENCIA DE DIOS? Las indulgencias se obtienen por la Iglesia que recibió de Cristo, en la persona de Pedro las llaves del reino de los cielos con la virtud de poder atar y desatar lo que este en el cielo o en la tierra (Mt 16,18s). Por lo que interviene en favor de un cristiano y le abre el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos para obtener del Padre de la misericordia la remisión de las penas temporales debidas por sus pecados. Por eso la Iglesia no quiere solamente acudir en ayuda de este cristiano, sino también impulsarlo a hacer a obras de piedad, de penitencia y de caridad (Cf. CEC 1478). Puesto que los fieles difuntos en vía de purificación son también miembros de la misma comunión de los santos, podemos ayudarles, entre otras formas, obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados. CEC 1479 Por eso durante la Santa Misa se ora por los difuntos. (DZ 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también

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¿QUE PENAS DEL PECADO AYUDAMOS A LIBERAR CON NUESTRA ORACION?El pecado nos priva de la comunión con Dios y por ello nos incapacita para la vida eterna, cuya privación se llama la "pena eterna. En el momento en que el alma del justo se separa del cuerpo y se desprende de los lazos de la tierra se siente irresistiblemente atraída por el Amor Infinito de Dios. Ha llegado la hora de ver a Dios, pero al no estar debidamente purificada de los pecados veniales, el alma no puede verlo. En la tierra se buscó a sí misma; ahora busca a Dios y no puede encontrarle por el tiempo que tarde su purificación".El purgatorio libera de una doble pena: La pena temporal de daño: que es la privación de la visión y posesión de Dios y del dolor incomparable que esto implica. También habrá una – pena de sentido - que San pablo afirma que será infligida por el fuego. (1Cor 3, 10-15 DZ 1712–13; 1820 CEC 1472).

¿QUE OFRECE LA IGLESIA POR LOS DIFUNTOS?Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, especialmente por el mayor acto de sacrificio y de oración del cristiano que es la Misa.

MISAS DE DIFUNTOS

La vida de fe de un cristiano comienza en el bautismo y se robustece por el sacrificio eucarístico, que es la celebración de la Pascua del Señor (de su paso de la muerte a la vida), Así se consolida su unión con Cristo y la mutua unión entre los fieles (1Cor 10,17). Cuando el cristiano muere, la iglesia intercede por él, porque tiene la viva persuasión de que la vida no termina con la muerte, ni se han perdido los lazos que lo unían a la Iglesia en esta vida. La Iglesia, además, consuela a los dolientes con la fortaleza que da la Palabra de Dios y el sacramento de la EucaristíaSanta Mónica antes de morir decía a su hijo San Agustín: « Solamente os ruego que, dondequiera que os hallaréis, os acordéis de mí ante el altar del Señor».

San Cirilo de Jerusalén en el año 386 d. C., al hablar de la anáfora Eucarística que es la parte central de la santa misa afirma: «A continuación oramos por los santos padres y obispos difuntos, y en general por todos los que han muerto antes que nosotros, creyendo que será de gran provecho para las almas, en favor de las cuales es ofrecida la súplica, mientras se halla presente la santa y adorable Víctima... presentamos a Cristo inmolado por nuestros pecados, haciendo propicio para ellos y para nosotros al Dios amigo de los hombres». CF. CEC 1371

Desde luego que la celebración de la misa dentro del rito exequias, enlaza la muerte del cristiano con el misterio pascual de Cristo. Hay ocasiones en que la celebración eucarística debe omitirse o posponerse para otro momento y solo celebrarse la Exequias. Se acostumbra celebrar la misa por los difuntos al conocerse su fallecimiento, el día de la exequias, por triduo (tres misas seguidas), novenarios (nueve días seguidos), misas gregorianas (30 días seguidos) o por fecha de aniversario. A veces intercalando el rezo del Santo Rosario. Esta costumbre de celebrar misas por el descanso eterno de los difuntos, aunque inició con la veneración de los apóstoles y mártires difuntos desde el primer siglo de la era cristiana, sólo hasta el siglo V se hizo oficial y general.

LIMOSNAS POR LOS DIFUNTOS Son todas aquellas obras de misericordia espirituales o temporales que cualquier fiel puede ofrecer por los fieles difuntos. (cf. 2Mac 12, 43-46; CEC 1473)

LAS INDULGENCIAS

"La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos"."La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal debida por los pecados en parte o totalmente" "Todo fiel puede alcanzar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las indulgencias tanto parciales como plenarias" (CIC, can. 992–994)

¿COMO OBTENER LA INDULGENCIA DE DIOS?

Las indulgencias se obtienen por la Iglesia que recibió de Cristo, en la persona de Pedro las llaves del reino de los cielos con la virtud de poder atar y desatar lo que este en el cielo o en la tierra (Mt 16,18s). Por lo que interviene en favor de un cristiano y le abre el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos para obtener del Padre de la misericordia la remisión de las penas temporales debidas por sus pecados. Por eso la Iglesia no quiere solamente acudir en ayuda de este cristiano, sino también impulsarlo a hacer a obras de piedad, de penitencia y de caridad (Cf. CEC 1478). Puesto que los fieles difuntos en vía de purificación son también miembros de la misma comunión de los santos, podemos ayudarles, entre otras formas, obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados. CEC 1479

CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS

La actual conmemoración de todos los fieles difuntos inició formalmente en el monasterio de Cluny con San Odilón en 998 y, para ese fin, se fijó una solemne conmemoración por ellos el 2 de Noviembre. Posteriormente, Benedicto XIV (1740-1758) concedió celebrar tres misas en ese día a los sacerdotes de España y Portugal en sus territorios y colonias, que Benedicto XV amplio para todos los sacerdotes del mundo en 1915.

“Una flor sobre su tumba se marchita, una lagrima sobre su recuerdo se evapora, una oración por su alma, la recibe Dios”

San Agustín de Hipona

LA ORACIÓN

POR LOS

FIELES DIFUNTOS.

“JUDAS MACABEOS, HIZO UNA COLECTA DE DINERO PARA OFRECER UN SACRIFICIO EN EL TEMPLO DE JERUSALÉN POR LAS ALMAS DE SUS SOLDADOS MUERTOS EN EL CAMPO DE BATALLA, “PARA QUE FUESEN LIBERADOS DE SUS PECADOS ” Y ÉSTA FUE UNA OBRA SUYA MUY SANTA Y MUY NOBLE. MOTIVADO POR EL CONVENCIMIENTO DE LA RESURRECCIÓN” (2MAC. 12,43-46).

Por eso durante la Santa Misa se ora por los difuntos. (DZ 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos. CF CEC 1032; 1055

FOLLETO FORMATIVO

PARROQUIA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA

BAC. 1 C. AL ESTE. SÈBACO, MATAGALPA.TEL: 2775-2257 E-MAIL: [email protected]

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“SÉ GENEROSO CON TODOS LOS VIVOS, Y A LOS MUERTOS NO LES NIEGUES TU PIEDAD.” (ECLO 7,33)

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LA ORACIÓN POR LOS FIELES DIFUNTOS

Si todo se acabara al morir el cuerpo, porque solo existiera un aliento de vida natural que muere con el cuerpo, ¿cómo podría afirmar San Pablo que no mas muera podrá estar con Cristo? (Flp 1,23). Lo mismo con relación al buen ladrón (Lc 23,43) y a las almas de los justos (Sb 3,1). El estar con Cristo o gozar después de la muerte es igual que ir al paraíso. Ante la muerte, la totalidad de la revelación bíblica, impulsa a la Iglesia a proclamar con fe y esperanza que la vida no termina con la muerte. El alma no muere con el cuerpo, sino que persiste aun después de la muerte y que nuestro cuerpo un día será resucitado. La persona humana ha sido creada para vivir eternamente, (Sb 2,23; Ec 12,7; Mt 10,28)

Que lo hace hombre celeste y Espíritu vivificante, 1Co 15 45-49 De “natural” o “psíquico” el cuerpo se transforma en “pneumático”, incorruptible, inmortal, 1Co 15,53, glorioso, 1Co 15,43; Rm 8,18; 2Co 4,17; Flp 3,21; Col 3,4, liberado de las leyes de la materia terrestre, Jn 20 19.26 y de sus apariencias, Lc 24,16. La psyjê constituye el alma espiritual e inmortal, Hch 2,27; St 1,21; 5,20; 1P 1,9; Ap 6,9; etc. La proclamación del Evangelio, la liturgia, los sacramentos realizan este misterio en la vida de los fieles. Por el bautismo, confirmación y eucaristía, los cristianos se inician en este misterio (Rm 6,3-5).

¿PODEMOS HACER ALGO POR LOS DIFUNTOS?Interceder, pedir en favor de otro, es, desde Abraham, lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios. La práctica en la Biblia afirma: que la integridad perfecta necesita de la intercesión o mediación de alguien. Moisés obtiene el perdón del pueblo con una súplica (Ex 32, 30. 11-13). La figura del Siervo del Señor, descrita por Isaías, intercede y expía en favor de muchos. (Is 52,13-53,12; 53, 11). Cristo es el único mediador que pagó por nosotros la deuda que debíamos ante Dios, pero existe otra forma de ser mediador y es la de interceder o rogar ante

Dios por el necesitado para que se le preste ayuda, esta preocupación es mutua en toda la Iglesia.

En la vida terrena los creyentes estamos unidos entre sí como miembros del único Cuerpo de Cristo, es decir la Iglesia (1Cor 12,26). Por eso existe una preocupación de todos por la mutua salvación. En la intercesión, los miembros de Cristo participan, por esta unión, de la intercesión de Cristo cabeza. El que ora busca "no su propio interés sino el de los demás" (Flp 2,4), ruega hasta por los que le hacen mal (Hch 7,60; Lc 23,28.34; CEC 2635). Esto expresa la comunión de los santos.

El cristiano que quiere purificarse de su pecado y santificarse con la ayuda de la gracia de Dios no se encuentra solo; aprovecha a los otros, más allá del daño que el pecado de uno pudo causar a los demás ya que permite al pecador contrito estar antes y más eficazmente purificado de las penas del pecado. (CEC 1474).

Después de la muerte los que viven en estado de purificación experimentan la misma solidaridad de la Iglesia. «Entre los fieles bienaventurados que están en el cielo, los que expían en el purgatorio y los que vamos de camino y aun estamos en la tierra- existe un constante vínculo de amor y un abundante intercambio de todos los bienes».

El Apóstol Santiago exhorta a la Iglesia: “Orad unos por otros para que seáis salvos” (St 5,16), o sea que la salvación pueda llegar mediante las oraciones de los otros. San Pablo afirma que sus sufrimientos en la tierra por la Iglesia se acoplan a los sufrimientos salvíficos de la Cruz del Señor para bien de la Iglesia. (Rm 12,1; 1 Co 9,7; Col 1,24).

¿POR QUÉ ORAR POR UN DIFUNTO? La Sangre de Cristo ha liquidado nuestras deudas, nos ha conseguido el perdón como pueblo adquirido de Dios (Col 2,14-22), pero a nivel personal nuestras obras serán juzgadas y recibirán recompensa o serán pasadas por el fuego de purificación. (1Cor 3,10-15; 1P 1,3-9). La sangre de Cristo nos ganó la salvación, pero es necesaria una apertura y aceptación personal de este perdón que ya ha alcanzado Cristo. Frecuentemente, aunque hemos creído en esta salvación, nuestra apertura no ha sido completa.

La misericordia de Cristo no excluye el deber de presentarnos puros o íntegros ante Dios (Ap 21,27), ricos de esa caridad que Pablo llama «vínculo de la perfección» (Col 3,14). El purgatorio es un regalo de la misericordia grandísima de Dios, y señal de esperanza, ya que las almas que llegan al Purgatorio ya están salvadas: la única opción que tienen es el Cielo; pero permanecen allí el tiempo necesario para ser purificadas totalmente antes de entrar a la visión y el disfrute total de Dios en el Cielo. (CEC1030ss).

La oración y el recuerdo de los difuntos eran ya comunes en tiempos anteriores al cristianismo (2Mac 12, 43-46; Eclo 7,33) En el Antiguo Testamento, el sacrificio del templo era el acto de oración y adoración más importante: Judas Macabeos después de la batalla contra Gorgias, encontrando que entre los caídos habían amuletos y objetos de superstición, hizo una colecta de dinero para ofrecer un sacrificio en el templo de Jerusalén por las almas de sus soldados muertos en el campo de batalla, “para que fuesen liberados de sus pecados” y ésta fue una obra suya muy santa y muy noble. (2Mac. 12,46). El pasaje deja entre ver que aun los justos muchas veces tienen pecados que expiar y pueden ser ayudados por los vivos. “Sé generoso con todos los vivos, y a los muertos no les niegues tu piedad.” (Eclo 7,33)

Los primeros cristianos siguieron esta costumbre. El mismo San Pablo pidió misericordia a Dios por Onesíforo que ya había muerto: ”Concédale el Señor que alcance misericordia ante el Señor aquel día” (2 Timoteo 1,16-18)

Si san Pablo se atreve a pedir misericordia por Onesíforo que ya había muerto (2Tim 4,19), es porque sabe que fue a un lugar o estado espiritual transitorio donde aun se puede alcanzar misericordia. No es ni el cielo ni el infierno porque son definitivos y allí no hay más misericordia de Dios, ahí ya estamos con él, o lejos de él. Si las almas al momento de morir fueran solo a esos 2 lugares ya no se tendría que orar por ningún muerto, ya que existe este estado transitorio y que la Iglesia llama purgatorio, por eso pedimos por los difuntos como san Pablo pidió por Onesíforo, para que el Señor lo admita a contemplar la luz de su rostro y tenga misericordia para con él el día del juicio.

En las catacumbas, sobre las lápidas de los primeros cristianos difuntos, hay grabadas muchas oraciones. (CEC 958) En el 304 d. C. Emerenciana, la hermana de Santa Inés, murió martirizada a pedradas por rezar ante la tumba de su hermana.

San Juan Crisóstomo, (año 380 d. C.), decía en su “Homilía in Corintios”: A los muertos, llevémosles socorro y hagamos su conmemoración, si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su Padre (Job 1,5) ¿Por qué habremos de dudar que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? No dudemos en socorrer a los que han partido y ofrecer nuestras plegarias por ellos. 

El cristianismo solo concibe la inmortalidad como restauración del cuerpo por el Espíritu, principio divino que Dios había retirado del hombre a causa del pecado, (Gn 6,3). Jesús, el Hijo de Dios, destruyó en su cuerpo al pecado y la muerte y da este mismo espiritu al hombre que se une a su resurrección, Rm 1,4+; 8,11+,

«Las oraciones y las buenas obras de la Bienaventurada Virgen María y de todos los santos que se santificaron por la gracia de Cristo, siguiendo sus pasos, y realizaron una obra agradable al Padre, de manera que, trabajando en su propia salvación, cooperaron igualmente a la salvación de sus hermanos en la unidad del Cuerpo místico».(CEC n.1032; 1475).

San Cirilo de Jerusalén, (año 350 d.C.). Decía: También nosotros presentamos súplicas a Dios por los difuntos, aunque sean pecadores. Y no ofrecemos una corona, sino que ofrecemos a Cristo muerto por nuestros pecados, pretendiendo que el Dios misericordioso se compadezca y sea propicio tanto con ellos como con nosotros. (Lecturas Catequistas” XXIII, 11ss)