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e 1898: HACIA UNA ESCUELA INDUSTRIAL EN BARCELONA RAMÓN ALBERDI (*) En la segunda mitad del siglo pasa- do, la historia de las instituciones docen- tes barcelonesas de tipo profesional y técnico tiene tres momentos de referencia ineludibles: la Revolución de Septiembre de 1868, la Primera Exposición Universal de Barcelona (1888) y el «Desastre» de 1898. De la primera coyuntura surgió, por ejemplo, la Escuela Pública y Gratuita (1868) que, a la vuelta de muy pocos años (1873), se convirtió en la Escuela Libre Pro- vincial cle Artes y Oficios, antecedente cle la benemérita Escuela del Trabajo (1913). Todo se debió a la iniciativa de don Ramón de Manjarrés y Bofarull (1827-1918), direc- tor de la Escuela de Ingenieros Industria- les, el cual aprovechó el ambiente de libertades que se había formado a raíz de la «Gloriosa» y de la Primera República Es- pañola (1873-1874)'. De la segunda brotó una corriente muy favorable a la instrucción popular y a las enseñanzas que hoy solemos llamar profesionales, ya que la citada exposición vino a ser corno la glorificación de las artes y de las industrias. Y de la tercera despuntaron los prime- ros gérmenes de la institución que, durante muchos años, ha sido la institución emble- mática de la formación técnico-profesio- nal: la denominada Escuela o Universidad Industrial de Barcelona. El estudio de su primera gestación, hace ahora exactamen- te un siglo, constituye el objetivo del pre- sente trabajo2 . Además, por medio de él, iremos conociendo uno de los aspectos más interesantes de lo que fue entre noso- tros el impacto del Noventa y Ocho. Escribe Raymond Carr que «el desastre de 1898 tuvo sus consecuencias mas pro- fundas en Cataluria» 3 . La afirmación es co- rrecta, pero matizando que no sólo en el plano político —el catalanismo—, sino tam- bién en el cultural. «Després del "desastre" del 1898 —dice gráficamente Josep Ter- mes—, l'opinió pública, les corporacions oficials, preinsa, els partits, tot bull a Catalunyawi . Pues bien, en ese hervidero general, entra de lleno el terna de las ense- (*) Centro Teológico Salesiano Martí-Codolar. Barcelona. (1) Cf. R. ALBERO!: La formación profesional en Barcelona. Política, pensamiento, instituciones 1875- 1923, Barcelona, Ediciones Don Bosco, 1980, pp. 196-247. (2) Además de nuestra tesis doctoral, publicada en 1980 con el título que se indica en la nota anterior, se tendrá en cuenta, sobre todo, A. GAII: Ilistória de les institucions (del moviment cultural a Cataluny yt 1900 a 1936, IV, primera part., Barcelona, Fundació A. Galí, 1981, 17-3. (3) Espana 1808-1975, Barcelona, Ed. Ariel, 1992, p. 519. (4) De la revolució de setembre a la ff de la guerra civil (1868-1939), Barcelona, Edicions 62, 1987, p. 157 (En P. VILAR (dir.), Historia de Catalunya, VII). Revista de Educación, núm. Extra (1997), pp. 163-176 163

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e1898: HACIA UNA ESCUELA INDUSTRIAL EN BARCELONA

RAMÓN ALBERDI (*)

En la segunda mitad del siglo pasa-do, la historia de las instituciones docen-tes barcelonesas de tipo profesional ytécnico tiene tres momentos de referenciaineludibles: la Revolución de Septiembrede 1868, la Primera Exposición Universalde Barcelona (1888) y el «Desastre» de1898.

De la primera coyuntura surgió, porejemplo, la Escuela Pública y Gratuita(1868) que, a la vuelta de muy pocos años(1873), se convirtió en la Escuela Libre Pro-vincial cle Artes y Oficios, antecedente clela benemérita Escuela del Trabajo (1913).Todo se debió a la iniciativa de don Ramónde Manjarrés y Bofarull (1827-1918), direc-tor de la Escuela de Ingenieros Industria-les, el cual aprovechó el ambiente delibertades que se había formado a raíz dela «Gloriosa» y de la Primera República Es-pañola (1873-1874)'.

De la segunda brotó una corrientemuy favorable a la instrucción popular y alas enseñanzas que hoy solemos llamarprofesionales, ya que la citada exposición

vino a ser corno la glorificación de las artesy de las industrias.

Y de la tercera despuntaron los prime-ros gérmenes de la institución que, durantemuchos años, ha sido la institución emble-mática de la formación técnico-profesio-nal: la denominada Escuela o UniversidadIndustrial de Barcelona. El estudio de suprimera gestación, hace ahora exactamen-te un siglo, constituye el objetivo del pre-sente trabajo2 . Además, por medio de él,iremos conociendo uno de los aspectosmás interesantes de lo que fue entre noso-tros el impacto del Noventa y Ocho.

Escribe Raymond Carr que «el desastrede 1898 tuvo sus consecuencias mas pro-fundas en Cataluria» 3. La afirmación es co-rrecta, pero matizando que no sólo en elplano político —el catalanismo—, sino tam-bién en el cultural. «Després del "desastre"del 1898 —dice gráficamente Josep Ter-mes—, l'opinió pública, les corporacionsoficials, preinsa, els partits, tot bull aCatalunyawi. Pues bien, en ese herviderogeneral, entra de lleno el terna de las ense-

(*) Centro Teológico Salesiano Martí-Codolar. Barcelona.

(1) Cf. R. ALBERO!: La formación profesional en Barcelona. Política, pensamiento, instituciones 1875-1923, Barcelona, Ediciones Don Bosco, 1980, pp. 196-247.

(2) Además de nuestra tesis doctoral, publicada en 1980 con el título que se indica en la nota anterior, setendrá en cuenta, sobre todo, A. GAII: Ilistória de les institucions (del moviment cultural a Cataluny yt 1900 a1936, IV, primera part., Barcelona, Fundació A. Galí, 1981, 17-3.

(3) Espana 1808-1975, Barcelona, Ed. Ariel, 1992, p. 519.(4) De la revolució de setembre a la ff de la guerra civil (1868-1939), Barcelona, Edicions 62, 1987, p. 157

(En P. VILAR (dir.), Historia de Catalunya, VII).

Revista de Educación, núm. Extra (1997), pp. 163-176

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fianzas técnico-profesionales. Muy concre-tamente en la capital catalana la necesidadde renovar esa cultura no arranca, como seafirma a veces, desde comienzos del siglo)0{, sino, mas exactamente, desde la co-yuntura del «Desastre».

Consideraremos, por orden y en formaresumida, los tres hitos más importantes.

LA PRESENCIA DEL FOMENTO DELTRABAJO NACIONAL

Nuestro análisis ha de partir de aquí.Tanto por razones cronológicas como porla significación que, en el cambio de siglo,llegó a tener esta entidad en la vida ciuda-dana. Alexandre Galí atribuye a ella la ini-ciativa de la creación de la EscuelaIndustrial de Barcelona5 . Sin duda alguna,reaccionó con fuerza ante el hundimientocolonial de 18986. En su opinión, este añofue de «lucha, de decepciones y de amar-guras»7.

EL MENSAJE DE LA REINA REGENTE

Entonces y en unión con otras entida-des de Barcelona, comenzó a elaborar unprograma de política económica y culturalque debía ser puesta en conocimiento dela Corona. La presentación tuvo lugar el 14de noviembre de 1898, cuando en el te-

rreno de las armas España ya había perdidolos últimos restos de su imperio colonial —Fi-lipinas, Cuba y Puerto Rico (verano de1898)—, pero cuando todavía no se habíafirmado el Tratado de París, que sanciona-ría oficialmente dicha pérdida (10 de di-ciembre).

El N1ensaje8 lo firmaban los llamados«cinco presidentes» —Bartolome Robert, dela Sociedad Económica Barcelonesa deAmigos del País; Juan Sallares y Pla, delFomento del Trabajo Nacional; Carlos deCamps y de Olzinellas, del Instituto Agríco-la Catalán de San Isidro; Luis Domenech yMontaner, del Ateneo Barcelonés, y Sebas-tián Torras, de la Liga de Defensa Industrialy Comercial—. Estos hombres «penetrados dela aguda crisis por que está atravesando Es-paña en estos momentos y del luctuosoporvenir que le aguarda, si acaso se deso-yen las enseñanzas que se desprenden delos actuales infortunios», se deciden a ex-poner, con «urgente necesidad», ante lareina regente, María Cristina de Habsbur-go, un conjunto de reformas que, en suopinión, podrían «conducir a la regenera-ción de un país, hoy poco menos que ago-tado, si no moribundo»9.

A su modo de ver, una de las causasde tal situación radicaba en el bajo nivelcultural: «Por haber España echado en ol-vido que la instrucción y la educaciónconstituyen el más poderoso instrumentocivilizador de los pueblos, no ha decretadotodavía la enseñanza obligatoria, y de ahí

(5) Cf. F. Soun-vitn: Un segle de vida catalana 1814-1930,11 (Barcelona, Ed. Alcides, 1961), p. 1430. His-töria de les institucions... IV/1, 17.

(6) Basta compulsar los tomos VII y VIII de su revista El Trabajo Nacional, correspondientes a los años

1898-1900.(7) »Memoria leída en la Junta general ordinaria de socios, celebrada el día 29 de enero de 1899" en El

Trabajo Nacional, VII (1898-1899) p. 185.

(8) «Mensaje dirigido y entregado a S. M. la Reina Regente por la Comisión Catalana, en audiencia de 14

de noviembre de 1898», en El Trabajo Nacional, VII (1898-1899), pp. 137-140. El texto lo trae también J. A. GON-

ZÁLEZ CASANOVA: Federalisme i autonomía a Catalunya (1868-1938), Documents, Barcelona, Ed. Curial, 1974,540-540.

(9) El Trabajo Nacional, VII (1898-1899), p. 137. La cursiva es nuestra.

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que, al finalizar este siglo —causa ruborconsignarlo— y cual si para nosotros hubie-se de ser perdurable la Edad Media, sólopoco más de la mitad de sus habitantes sa-ben leer y escribir, manchando de colornegro el mapa de la cultura europea»'°.

Partiendo de esta realidad, y despuésde haber criticado el proyecto políticoadministrativo, el parlamentarismo y lacentralización estatal —vigentes en el sis-tema de la Restauración—, señalan el ca-mino a seguir: «Se dividirá el territorio deEspaña en grandes regiones, de delimita-ción natural por su raza, idioma e historia;concediendo a cada una de ellas ampliadescentralización administrativa, paraque puedan establecer conciertos econó-micos, fundar enseñanzas técnicas deimportancia local, tener iniciativas para laconservación y reforma de su Derechopropio, y facultad para emprender cuantasobras públicas sean necesarias para la másrápida explotación de todas sus fuentes deriqueza»". Como se ve, la creación de lasenseñanzas técnicas se entendía en funciónde la industria local y como expresión oconsecuencia de unas aspiraciones auto-nomistas. En el fondo se desconfiaba de laacción del Estado uniformista, que, aun enel supuesto de que obrara bien, nuncapodría conectar suficientemente con lasnecesidades y aspiraciones de la vidaconcreta de cada una de las «regiones».El tema de los «conciertos económicos»fue adquiriendo cada vez mayor impor-tancia, porque se consideraban como ex-ponentes concretos del régimenautonomista y como un medio muy a pro-pósito para hacer frente a los gastos quegenerarían la implantación y el manteni-miento de las escuelas técnicas.

(10) Ibídem.(11) Ibídem, p. 140. Las cursivas son nuestras.

(12) Ibídem, p. 92.

(13) Ibídem, pp. 102-103.(14) Ibídem, p. 102.

La redacción del documento se la he-mos de atribuir probablemente al doctorRobert, pero las ideas que emergen en éllas había expuesto ya don Juan Sallares enel mes de septiembre. Efectivamente, res-pondiendo desde Sabadell a don Andrésde Sard, que, como otros tantos catalanesde la clase media y alta, esperaba encon-trar algún día en España «al país de ver-dad» 12, el presidente del Fomento habíahecho algunas consideraciones respecto ala instrucción pública: «El día en que noshemos puesto en pugna con una nación talcomo los Estados Unidos, ese día se haevidenciado esta inferioridad que, a la vez,es política, administrativa y militar, porquees ante todo intelectual y moral (...). LosEstados Unidos son un pueblo eminente-mente intelectual: la difusión de la ense-ñanza y la calidad y métodos en ellaempleados han sido el gran propulsor desus admirables progresos (... ). Los EstadosUnidos gastan en la enseñanza más de1.000 millones de pesetas al ario. No quie-ro consignar las cifras de nuestros presu-puestos generales y municipales para esteservicio, porque la suma que arrojan pro-duce verdadera pena»'3.

El señor Sallarés ha tenido el coraje demirar a la potencia que ha derrotado siste-máticamente a España durante los mesesde mayo y agosto, ha estudiado las causasde su grandeza y ha llegado a sacar susconclusiones: «Así, pues, el mejor desquiteque nos cabe tomar de nuestra derrota seráimitar al pueblo que nos ha vencido)». Esdecir, si España aspiraba a triunfar un díasobre los Estados Unidos, debía comenzara fabricar y utilizar las mismas armas, queson las armas de la cultura. Estas palabras,admirables por la lucidez, la humildad y la

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valentía que reflejan, llegaron a ser comoel alma del programa regeneracionista enel ámbito cultural de Cataluña.

Y, concretando algo más su pensa-miento, Sallarés pedía del Gobierno de Es-paña «la reorganización y la difusión de laenseñanza profesional completada con lacreación de Museos comerciales, de cuyascosas estamos tan necesitados»' 5 . De estamanera se fue formando en Barcelona unamentalidad que, a la vuelta de unos años,daría vida y solidez a un gran centro deformación técnico profesional.

Conviene insistir: todavía sólo se tratade unos primeros balbuceos. Incluso, noson del todo originales, porque, rastreandoen la vida catalana de los arios anteriores,se pueden encontrar otras manifestacionessimilares. Pero ahora se dan dos circuns-tancias nuevas: primero, el mismo Desastreque, de una forma u otra, ayuda a desper-tar las conciencias, da mayor resonancia alas voces de protesta y favorece la concen-tración de energías; y segundo, el «Pola-viejismo», que, siquiera durante un cortoperíodo de tiempo, dio aliento a las aspira-ciones del catalanismo, regeneracionista yconservador.

El general Camilo García de Polaviejaera un militar que había ganado su presti-gio en la defensa de las islas Filipinas(1896-1898). De vuelta a España, la bur-guesía conservadora creyó encontrar en éla su mejor candidato regenerador, y enconcreto la burguesía barcelonesa se lehabía unido desde los meses de verano de1898'6.

Tanto el general como los burguesesconservadores coincidían en reconocer laimportancia de la instrucción pública parala regeneración del pueblo y el derechoque tenían las regiones para organizarla deacuerdo con sus posibilidades y proyectos defuturo: «Hay que elevar la cultura del país—decía Polavieja en su famoso manifiesto del1 de septiembre de 1898, hecho público el día14—, convirtiendo la enseñanza de bachilleresy doctores en educación de hombres forma-dos para las luchas de la vida y de ciudadanosútiles a su Patria» 17. Es una terminología muygeneralizada en el ambiente intelectual queestamos analizando: la nueva cultura debíadejar de incubar esos bachilleres y doctoresque, aunque muy sabios, sólo sirven de ele-mentos decorativos en una sociedad frívola einconsistente (tal como pretendía la vieja es-cuela española), y formar, por el contrario,hombres «útiles», preparados para la lucha dela vida en un mundo que, como el moderno,es altamente competitivo.

Y en septiembre de 1898, al contestara una carta que le había dirigido Domé-nech y Montaner en nombre del primernúcleo barcelonés adicto a su programa,escribía: «Entiendo que elevar el nivel inte-lectual de España es uno de nuestros masimperiosos deberes y urgente necesidad.Por esto, las regiones, cuyo grado de cultu-ra asegure el buen uso de tales facultades,deben tener las de organizar la enseñanzaprofesional y técnica para el mejor desa-rrollo de sus intereses»' 8. Tal es el ambien-te político en que deben colocarse lostestimonios que estamos aduciendo.

(15) Ibídem, p. 108.(16) Cf. J. ROMERO MAt.TRA: La rosa de fuego. Republicanos y anarquistas: ¡apolítica de los obreras barce-

loneses entre el desastre colonial y la semana trágica 1899-1909, Barcelona, Ed. Grijalbo, 1975, pp. 19-21. B.

DE RIQUER: Lliga regionalista: la burguesía catalana 1 el nacionalismo (1898-1904), Barcelona, Edicions 62,1977, pp. 100-101, 104-105, 110-117.

(17) Ver el texto completo en AUTORES VARIOS: La crisis del sistema canovista 1898-1923, Madrid, Ed. Gua-

diana de Publicaciones, 1972, pp. 41-49 (Bases documentales de la España Contemporánea, V). M. FERNÁNDEZ

ALMAGRO: Historia política de/a España Contemporánea, II (Madrid, Ed. Pegaso, 1959), pp. 869-877.(18) Texto íntegro en B. DE R1QUER: o. c., pp. 328-329.

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Pero el general Polavieja nada teníaque hacer si no se adscribía a un partidopolítico que le sirviera de lanzadera. Poreso, se adhirió al partido conservador deFrancisco Silvela, el cual formó su primergobierno en marzo de 1899, concediendoal general el ministerio de Guerra. Mientrastanto, en las negociaciones previas entreSilvela, Polavieja y el propio Joan Sallarés yPla se habían acordado algunos puntos re-ferentes al tema que estudiamos. Por ejem-plo, en uno de ellos, aparece claramente elprincipio de la descentralización admi-nistrativo docente: «La Diputación de Ca-taluña tendrá a su cargo los estudiostécnicos y profesionales en las escuelasno anexas a la Universidad, pudiendonombrar los profesores que deberán desem-peñar sus cátedras, organizar los cursosacadémicos, y se determinarán los títulosque podrá otorgar la escuela regional,como, por ejemplo, el de ingenieros indus-triales y arquitectos». Y en otro punto, seve muy bien el principio de la practicidady de la utilidad, que tenía que entrar en larenovación de toda la universidad españo-la: «Deberán reformarse las Universidades,para que la enseñanza que en ellas se déalcance el carácter práctico que reviste enlos países más adelantados»'9.

Tal fue el planteamiento que, con unafuerte orientación descentralizadora, seacordó a la hora de iniciar la experienciapolaviejista 20. Pero tal experiencia no fueviable, entre otras cosas, por las desave-nencias entre los ministerios de Guerra(Polavieja) y Hacienda (Raimundo Fernán-dez Villaverde). Ante la política económica

y financiera de éste, los contribuyentes bar-celoneses pasaron a la resistencia, negándo-se a secundar las nuevas imposicionesfiscales: es el Tancament de caixes, quetuvo lugar de septiembre a noviembre de18992 . Lo cual suponía también el fracasode las campañas que, por aquellos meses,había promovido el Fomento del TrabajoNacional en favor de los conciertos eco-nómicos para Cataluña. En consecuen-cia, los que buscaban la regeneración delpaís por medio de una política de descen-tralización basada sobre los conciertoseconómicos entre el Estado y las «regio-nes» quedaron decepcionados. Y así, losregeneracionistas conservadores se convir-tieron simplemente en regionalistas.

Mientras tanto, aprovechando el am-biente político que se acaba de describir, elFomento había ido elaborando un proyec-to más o menos completo de un centro deenseñanza profesional.

PLAN DE UNA ESCUELA INDUSTRIAL

Don Guillermo Graell, que fue secreta-rio de la entidad y nos ha dejado sobre lamisma un valioso trabajo22, explica que,«entendiendo la Junta [directiva] que la in-dustria española no marchaba al compásde las extranjeras, y que había un crecidonúmero que todavía no se había introduci-do, aprobó, en julio de 1899, después demaduro estudio, el plan de una gran Es-cuela Industrial» 23. Tal vez, la primera idea

(19) De la «Nota del Sr. Sanares aceptada por el General y por don Francisco Silvela», en J. ROMERO MAu-RA: o. c., pp. 551-553.

(20) Cf. J. Tritmt;s: o. c., pp. 158-162.(21) Cf. Ibídem, pp. 162-165. C. SECO SERRANO: Alfonso X111 y la crisis de la restauración, Ed. Ariel, 1969,

p. 60. El general Polavieja abandonó el Ministerio de Guerra el 26 de septiembre; el alcalde de Barcelona, eldoctor Robert, dimitió el 10 de octubre y, al mes siguiente, le imitaba el abogado catalän Manuel Durán y Bas,que dejó el Ministerio de Gracia y Justicia y volvió, triunfante, a Barcelona el 11 de noviembre.

(22) Historia del Fomento del Trabajo Nacional, Barcelona, s/a.(23) Ibídem, p. 387.

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fue mucho más sencilla". Pero lo cierto esque, el día 28 de septiembre, dicho planfue puesto en manos de una comisión deespecialistas -siendo el primero de ellos enla lista el Excelentísimo señor Juan Pallarésy Pla, a quien ya conocemos25-. Se les ha-cía el encargo «de formular el proyecto yde escogitar los medios necesarios parafundar una Escuela Industrial»28.

El cometido debió de encontrar sus difi-cultades, pues ya sabemos que el segundo se-mestre de este ario, 1899, fue particularmentetenso entre Barcelona y Madrid. Según que-da apuntado, el Tancament de caixes (sep-tiembre-noviembre) provocó la rupturacompleta ent re los industriales del Fomento yel Gobierno Silvela. Los polatiieistas -fabri-cantes y hombres de negocios, de tenden-cias políticas conservadoras- se aliaron muypronto en la Unió Regionalista, uno de lospilares más sólidos e inmediatos de la futuraLliga27. No desistieron, sin embargo, en suempeño. A finales de enero del 1900 la cita-da comisión proseguía su trabajo. No sabe-mos exactamente cuándo lo terminó nicuándo lo presentó al Gobierno. Pero, sinduda alguna, refleja el sentir de los hombresdel Fomento con toda claridad y fuerza.

En una primera parte, la comisión ex-pone la naturaleza de la futura Escuela In-dustrial: «No aspiramos a crear cátedraspor el estilo de muchas que se usan. Nonecesitamos enciclopedistas, ni literatos deingeniería o de artes y oficios. Tampocobastan los empíricos o practicones, y me-nos donde, por nuestro atraso, los empíri-cos son rutinarios, y no tienen dondeaprender para adelantar. Nada de eso». Y,explicitando el núcleo de su pensamiento,añade: «Es indispensable formar contra-

maestres, directores e ingenieros que, alsaber, reúnan la experiencia en los trabajostécnicos; más claro, que sepan hacer las co-sas, y no meros eruditos, o sin instrucciónninguna, que son los dos escollos en quenos estrellamos». En una segunda parte, a lahora de buscar los medios de financiación ne-cesarios y sabiendo que poco había que espe-rar de las arcas estatales -indefectiblementevacías-, la comisión propone seguir el cami-no siguiente: que el Gobierno permita a laprovincia de Barcelona o a las de toda Cata-luña el arriendo de la recaudación e investi-gación de la tarifa tercera de la contribuciónindustrial: «Ahora bien, el Fomento se vecon ánimos, y está en condiciones, de acre-centar la recaudación. Se puede comprome-ter a dar al Estado la recaudación máximaque haya habido, dentro de la ley vigente. Loque recaude de más, ofrece destinarlo a lacreación y sostenimiento de dicha Escuela(...). Los fondos han de salir exclusivamentede los fabricantes catalanes, en cuyo benefi-cio inmediato se establece la Escuela».

No sabríamos precisar el destino del do-cumento que se acaba de presentar y en elcual se vinculaba la creación de la futura Es-cuela Tecnológica al arriendo de la contribu-ción industrial. En cualquier raso, sirvió paraque el Fomento fuera aclarando las ideas ypudiera con ellas responder adecuadamentea una consulta que se le formulaba entoncesdesde la capital del reino.

PROYECTO DE ESCUELA INDUSTRIAL PARA

BARCELONA

Efectivamente, una Real Orden de pri-mero de junio de 1900 solicitaba del Fo-

(24) Cf. acta de la reunión celebrada el 20 de julio de 1899: FomErrro DEL TRABAJO NACIONAL (-F7N), Libro

de actas, núm. 5, p. 62.

(25) Cf. lbíct., pp. 87-88.(26) /bfd., pp. 87.

(27) Cf. B. DE RIQUER: o. C., pp. 175-176. J. PABÖN: Gambó, 1, Barcelona, Ed. Alpha, 1952, p. 186.

(28) Ver el texto completo en G. GRAEU.: O. c., pp. 388-389.

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mento su parecer sobre seis puntos relativosa la renovación de las Enseñanzas de Artes yOficios. El ministro de Instrucción Pública yBellas Artes, Antonio García Mix, admitía entérminos explícitos «el conocimiento per-fecto» que dicha entidad tenía sobre «estosgrandes problemas modernos».

La respuesta por parte del Fomento nose hizo esperar. En la sesión del día 12 dejulio, la Junta Directiva asumía plenamenteel dictamen que se había preparado, yacordaba, entre otras cosas, elevarlo, comoinforme, al citado señor ministro30.

A este Informe, o mejor, Proyecto de Es-cuelas Industrialesm vamos a darle toda lacategoría que tiene, porque, por un lado, escomo el fruto maduro de una serie de refle-xiones y planteamientos que, como sabe-mos, venían de años atrás, y, por otro lado,estaba destinado a servir de pauta, en unsentido u otro, a tantas opciones que luegohubieron de tomarse para poner en marchaconcretamente la Escuela del Trabajo, «lainstitución más original y característica clenuestra Universidad Industrial»32.

En lo que podríamos llamar introduc-ción, los autores reconocen «la imprescindi-ble necesidad en que nos encontramos dehacer algo, no para mejorarla [la enseñanzaindustrial], sino para crearla, ya que nuestracultura técnica es tan rudimentaria que casi sepuede considerar imperceptible»33. Conoce-mos bien esta crítica, que constituye una delas características del espíritu del Noventa yOcho. Y enseguida pasan a distinguir lasdos modalidades: la de las artes y la de lasindustrias, que se han de separar netamen-

te, porque su mezcla no favorece el apren-dizaje de ninguna de ellas. En la primera, pre-valece la inspiración y la habilidad manual; enla segunda, el cálculo y el dibujo aplicado a laproducción de bienes industriales.

Dentro de lo que puede considerarseel cuerpo del documento, se inserta, pri-mero, una larga descripción del plan deenseñanzas técnicas en el extranjero. Losautores miran ansiosamente más allá de lasfronteras en busca de los modelos que ne-cesitan, y así, se fi jan en Francia y Bélgica,Suiza y Alemania, Austria y Hungría, Italia,Suecia y Dinamarca, Rusia, Inglaterra yNorteamérica. Y ven que si, en la lucha co-mercial que se ha entablado entre estasdos últimas potencias, «Inglaterra no seapresura a abandonar los procedimientosrutinarios que se han enseñoreado de susindustrias, y no atiende seriamente al fo-mento y perfeccionamiento de sus ense-ñanzas técnicas, estará en breve totalmenteperdida en el terreno industrial, y los Esta-dos Unidos, no solamente le arrebataránlos mercados extranjeros, sino que inunda-rán el suelo inglés con sus productos».

En segundo lugar, pasan a explicar elsistema adoptado en las Half-times Schoolsde Norteamérica, que se caracteriza por es-tos dos elementos: equilibrio entre la teoría(cuatro o cinco horas de clase) y la práctica(en talleres montados dentro de las mismasescuelas), y progresiva selección de losalumnos. Los autores concluyen afirmandoque «la incontrastable potencia industrialde esta nación es consecuencia de estaperfecta educación técnica»35. Lo mismo

(29) Ver esta R.O. en El Trabajo Nacional, IX (1900-1901), PP. 25-26.(30) Ver FIN, Libro de actas, núm. 5, p. 283. (31) Cf. FOMENTO Da TRABAJO NACIONAL: Proyecto de Escuelas Industriales, elevado al Ercnto. Sr. Ministro

de Instrucción Pública y Bellas Artes, Barcelona, 1900. Es un folleto de 47 páginas, que se hallan también en ElTrabajo Nacional, IX (1900-1901), pp. 41-56, con fecha 15 de julio de 1900.

(32) A. Gm.f: o. c., IV/1, p. 19.(33) FIN, Proyecto..., pp. 3-4.(34) lbíd., p. 16.(35) lbíd., p. 22.

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que Sallarés antes, ahora también los delFomento ponían su mirada en Norteaméri-ca, la nación que, un par de arios antes,había derrotado sin piedad a España.

En tercer lugar se vuelve a la críticaamarga de costumbre: «En España la ense-ñanza técnica elemental o primaria existe,sí, pero en estado rudimentario; y, sobretodo, muy poco extendida en todo el rei-no; la enseñanza secundaria [técnica] faltacasi en absoluto...»36.

Finalmente, el Proyecto propone unassoluciones, atendiendo sobre todo a losdos primeros niveles, ya que a ellos se re-fería la consulta del ministerio: la enseñan-za de tipo elemental se daría por medio delas Escuelas Elementales para obreros; lasecundaria se orientaría a la preparacióndel obrero especializado y del maestro odirector de taller, y se impartiría en las Es-cuelas industriales propiamente dichas,que debían crearse de nueva planta.

Si las Escuelas (Elementales) de Traba-jo seguían siendo nocturnas, las EscuelasIndustriales funcionarían según el sistemanorteamericano de las Half-times Schools,de forma que el alumno pasaría «todo eldía en la escuela, recibiendo dos horas dia-rias de clases orales, dos de dibujo y cuatroo seis de prácticas de taller o laboratorio»37.Cada grupo de enseñanzas a este nivelcomprendería una triple gradación: de ca-pataces o encargados, de maestros o con-tramaestres y de directores de fábricas.

Para recabar los medios económicosnecesarios, el Gobierno Central autorizaríala imposición de «un insignificante arbitriosobre la contribución de las fábricas y talle-res que cada ario pagase Cataluña», arbi-trio «que no debería ser superior al uno o

uno y medio por ciento de dicha contribu-ción».

El documento, cuyo contenido funda-mental acabamos de presentar, lo firmabanel presidente accidental del Fomento, VeroVidal, y el vocal secretario, Juan Costa. Perosu paternidad se la hemos de atribuir aJosé Alberto Barret, industrial y profesor enla Escuela Libre Provincial, que indudable-mente tiene sus méritos en el campo de laformación profesional entre nosotros'''.

La Junta Directiva había encontrado«muy acertada» la solución económica quese proponía en el informe. Y, «constándolelo imposible de lograr de momento el con-cierto económico», acordó —según leemosen el Libro de actas— «pedir al Gobiernoque conceda el arriendo de la contribucióna una entidad constituida al efecto, por eltérmino de cinco arios, cediendo una partede las utilidades que se obtengan para lacreación y sostenimiento de la Escuela»11.

LA NEGATIVA DE MADRID

Hasta ahora, hemos estudiado las tresaportaciones más importantes promovidaspor el Fomento del Trabajo Nacional en or-den a la implantación en Barcelona de unaEscuela Industrial de corte moderno. Talesproyectos y gestiones se desarrollaron en-tre los arios 1898 y 1900, cuando, despuésdel Desastre, la burguesía barcelonesa es-taba empeñada en protagonizar, de algunamanera, la política del país. Durante el oto-ño del 1900, la entidad siguió animandonuevas actividades e iniciativas. Ahora,junto a los temas del concierto económico

(36) lbíd., p. 25.(37) lbíd., p. 31.(38) Ver otros diversos detalles en A. Gnu: O. c., IV/1, p. 20.(39) FIN Proyecto..., p. 37.(40) Cf. A. GAU: o. c., 11711, p. 19.(41) FIN Libro de actas, núm., 5, p. 283.

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entre el Gobierno Central y la periferia, yla creación de centros de formación profe-sional, proyectaba el establecimiento enBarcelona de un puerto franco y de ungran Banco de Exportación42 . En conse-cuencia, una comisión formada por JuanSallarés, Juan Costa y Guillermo Graell sefue a Madrid al objeto de tradr estos asun-tos con el Gobierno. Era a mediados de oc-tubre de 1900. Unicamente se proponíaninsistir en que se les concediera el arriendode las tarifas tercera y cuarta de la contri-bución industrial de toda Cataluña, y, siesto no fuera posible, sólo el de la tarifatercera y tan sólo para la provincia de Bar-celona. Al inicio, el desarrollo de las con-versaciones se abría a la esperanza. Pero,en el mes de diciembre, comenzaron lasnegativas. Graell, el secretario-historiadorde la entidad, lo decía con pena: «El desa-hucio no podía ser más radical y rotundo(... ). Y hubimos de renunciar al proyectode Banco y al de la Escuela Industrial (...).Y fracasó igualmente la campaña del con-cierto económico»". Según él, Madrid ha-bría visto en sus peticiones una manerasolapada de introducir el principio de ladescentralización en favor del regionalis-mo, movimiento que en Cataluña se ha-bía iniciado después de la guerra. Por loque «el ministro se echó atrás, debiendopor mi parte lamentar procedimientosque recuerdan algo los de los gobiernosturco y chino»".

Las Memorias anuales que se presenta-ron en las Juntas Generales del Fomento,en enero de 1901 y 1902, dejan entreversuficientemente las incertidumbres y lasdesilusiones de aquellos meses, «ya que laincuria o la pobreza del Estado nos conde-na a forzoso atraso»45.

LA INTERVENCIÓN DE LA DIPUTACIÓNDE BARCELONA

El señor Galí no toca explícitamenteeste punto en su libro. Pero opinamos queno conviene dejarlo de lado, porque en élaparecen con suficiente claridad las dosfuerzas que, hasta cierto punto al menos,arrancan del Noventa y Ocho -el regenera-cionismo y el regionalismo-, y que, en Ca-taluña, según estamos viendo, se empeñaronconjuntamente en dotar al país de una en-señanza industrial moderna.

El diputado Jaime Garriga, de la Aso-ciación de Fabricantes de Estampados yBlanqueo, conocía bien las inquietudesque tenía el Fomento del Trabajo, ya quehabía sido miembro de la Ponencia que,en el verano del ario 1900, había prepara-do el Protecto de Escuelas Industriales, delque hemos hablado antes. Por tanto, sinto-nizaba perfectamente con tales inquietu-des. Ya en el mes de junio había acudido ala Autoridad Provincial, proponiendo lamodernización de la Escuela Libre de Artesy Oficios, que ella estaba promoviendo yadesde los primeros tiempos46.

Le dio pie a una nueva intervención elhecho de que, a mediados de septiembre,el Fomento comenzara a denunciar un he-cho alarmante: muchos centros manufactu-reros estaban cerrando las puertas. Era laseñal inequívoca de una nueva crisis. Jai-me Garriga reaccionó llamando de nuevoa las puertas de la Autoridad Provincial:ésta debía tomar conciencia de la realidady nombrar una comisión que diera las so-luciones al caso. El día primero de octubre(1900), la Diputación constituyó, en efecto,dicha comisión, presidida por el propioGarriga. Y, a los pocos días, se dirigía a los

(42) Cf. El Trabajo Nacional, IX (1900-1901), p. 113.(43) Historia del Fomento del Trabajo Nacional, pp. 392-396.(44) la cuestión catalana, Barcelona, 1902, p. 137.(45) El Trabajo Nacional, X (1901-1902), p. 212.(46) Cf. R. ALBEAD': O. c., pp. 281-287.

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ayuntamientos de la provincia y a las enti-dades industriales y culturales, solicitandoun informe «acerca de las causas de la in-dicada crisis, de los remedios para conju-rarla y de todo cuanto pueda contribuir aldesarrollo de la industria»". La consulta sellevó a cabo durante los meses de octubrey noviembre (1900).

En consecuencia, la comisión dispusode una información suficiente para captarla opinión pública, si bien no todos losconsultados respondieron como hubiera sidode desear. Ante esta masa informativa48, elhistoriador queda gratamente sorprendido.Porque, si bien ni el diputado ni la Corpo-ración Provincial habían preguntado nadadirectamente sobre asuntos relativos a cul-tura, las respuestas, sin embargo, aludenuna y otra vez a este tema. Lo hacen deuna manera espontánea, expresando loque se piensa y se siente en la calle. Ytodo, dentro de ese clima regenerador yregionalista —siempre crítico y amargado,inconformista y esperanzado—, que produ-jo el impacto del Noventa y Ocho.

En cuanto al análisis que hacen losencuestados, señalamos dos líneas que, apesar de la heterogeneidad de las respues-tas, emergen con suficiente claridad.

1 •a El sentimiento de frustración y dedolor por los males de la patria. Basta unbotón de muestra en la voz de la mencio-nada Unió Regionalista: «Hemos vivido yvivimos dentro de un régimen de ficción:creíamos que teníamos ejército y resultóque sólo teníamos soldados; confiábamos ennuestros buques de guerra y la triste realidadnos convenció de que era en balde; creía-

mos ser ricos y somos pobres, y pobres en-trampados; creíamos tener agricultura y nola tenemos; industria, y agoniza en la mis-ma cuna donde la mecimos llenos de espe-ranza. Los de arriba han engañado nuestracredulidad»49 . En consecuencia, había quedar la espalda a ese «régimen de ficción»,e ir en busca de la autenticidad, de laverdad del país. No se pierda de vistaque, como hace observar Carlos Seco, estaexigencia de autenticidad es «esencial enel espíritu de renovación suscitado por el98»5°.

22 La toma de conciencia del aban-dono cultural en que yacen Cataluña y Es-paña entera. La Federación de la IndustriaTextil Española describe a los dirigentes denuestras empresas de esta manera: «Gene-ralmente son legos en la parte técnica ysuelen tener el escaso mérito de la prácticaque da llevar muchos años ejerciendo unaprofesión, que ni entienden ni pueden ex-plicarse por falta cle los estudios que parael caso se requieren (...). Y resulta final-mente que no es el obrero español menosinteligente que el de los demás países, sinoel olmo a quien se piden peras, no puclién-clolas dar»51.

En cuanto a las soluciones que se pro-ponen, unas son de orden político en senti-do «regionalista» y otras, de orden cultural.A veces se juntan ambas dimensiones, por-que uno de los cometidos de la deseadareestructuración del Estado sería precisa-mente «atender con gran solicitud a la ilus-tración de todos, organizando a la modernalas escuelas primarias, y dando a la ense-ñanza universitaria y a la profesional y téc-nica una amplia autonomía. Sólo dentro de

(47) Boletín Oficial de la Provincia de Barcelona, núm. 243 (11 de octubre de 1900), p. 1.(48) «Proposición del señor diputado don Jaime Garriga, referente al nombramiento de una Comisión que

proponga las soluciones que juzgue de eficacia, a fin de atajar los efectos de la actual crisis industrial que sienteCataluña», en el Archito Histórico de la Diputación de Bacelona ( =AHDB), Leg. 2413, año 1900, núm. 75.

(49) lbíci., fol. 385r.(50) 0.c., p. 61.(51) Proposición..., Ibid., fol. 464r.

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la idea regional caben las reformas cita-das; a la vuelta de algunos arios, nos da-rían hombres, que es lo primero quenecesitamos»52.

La Comisión Especial quedó, en gene-ral, satisfecha, y, con los datos recibidos,preparó el dictamen correspondiente, cuyodebate tuvo lugar en las sesiones públicasordinarias de los días 4 y 11 de diciembre".En consecuencia, la Diputación acordó, pri-mero, aprobar, con pequeños retoques, laexposición conclusiva del diputado Garri-ga y su equipo, y presentarla, después, ofi-cialmente al Presidente del Consejo deMinistros.

No vamos a adentramos ahora en elanálisis de esta Exposición", porque enella emergen muchos contenidos ya co-nocidos por nosotros. Será suficiente re-cordar que la Diputación solicitaba delGobierno al menos tres Escuelas Indus-triales: una en Barcelona para la industriamanufacturera; otra en Bilbao, para la si-derúrgica; y otra en Sevilla, para las in-dustrias agrícolas, «viviendo todas condeterminada autonomía bajo la inspec-ción del Estado» 55 . La primera funcionaríaal estilo de las denominadas Half-timesSchools de los Estados Unidos, de las queya se ha hecho mención en las páginasanteriores.

Las iniciativas de la Diputación no ter-minaron aquí, sino que, aún antes de la lle-gada a la presidencia del señor Prat de laRiba (1907), se multiplicaron de una mane-ra y otra, hasta alcanzar la meta ervoncessólo soñada.

LA INICIATIVA, EN MANOS DE LAASOCIACIÓN DE INGENIEROSINDUSTRIALES

Hace muy bien Alejandro Galí cuandoconcede un tratamiento más bien amplio ydetallado a este argumento. Porque, efecti-vamente, la Asociación de Ingenieros fuecapaz de recoger lo mejor que se habíaproducido en Barcelona —singularmente laherencia del Fomento del Trabajo Nacio-nal— y darle aquella forma más adecuadapara la creación de la Escuela Industrial ysu Patronato por parte del Estado.

Cabe distinguir dos momentos diferen-tes: el primero, provocado por una nuevaintervención del Ministerio de InstrucciónPública y Bellas Artes; y el segundo, porpropia iniciativa.

COLABORACIÓN CON LOS PLANES DEL

MINISTERIO

El sucesor del García Alix al frente delcitado Ministerio fue Alvaro de Figueroa yTorres, Conde de Romanones, que tuvo lacartera desde el 6 de marzo de 1901 al 6 dediciembre de 1902, y que, desde la pers-pectiva liberal de su partido político, estu-vo también empeñado en la tarea cíerenovación de la estructura escolar y cultu-ral del país57 . Y así, por medio cle la R.O.del 10 de julio de 1901 invocaba el aseso-ramiento de todas las personas interesa-das, porque, entre otras cosas, le llamaba

(52) Unió Regionalista: 'Ud., fol. 387r. La cursiva es nuestra.

(53) DipurAcióN DE BARCELONA: Libro de actas del 3 de mayo de 1900 al 7 de mayo de 1901, fols. 288v-294r.

(54) DwurAcióN PROVINCIAL DE BARCELONA: «Exposición elevada al Excmo. Sr. Presidente del Consejo deMinistros, al objeto de remediar la actual crisis industrial que se siente en Cataluña, según acuerdo del CuerpoProvincial de 11 de diciembre de 1900», Barcelona, 1901, Folleto de 32 pp.

(55) Ibt-d., p. 30.(56) Cf. o. c., IV/1, pp. 23-38.

(57) Cf. Y. TURIN: La educación y la escuela en España de 1874 a 1902. Liberalisnio y tradición, Madrid,

Ed. Aguilar, 1967, pp. 327-353.

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la atención la presencia de muchos extran-jeros que ocupaban cargos importantes enel mundo productivo español. Lo cual eraseñal de que los españoles no podíancumplir las tareas que realizaban aquéllospor falta de una preparación conveniente.En consecuencia, el ministro sacaba laconclusión de la necesidad de crear escue-las profesionales, donde se formaran los«prácticos y peritos bien instruidos en to-dos los pormenores cíe la técnica industrialy avezados a las prácticas del taller». Loque buscaba era ese «eslabón intermedioentre el hombre de ciencia y el obrero faltode instrucción, que sólo es el instrumentoanimado». La Asociación de Ingenie-ros, que ya estaba introducida en es-tos temas al menos desde el período delministerio anterior, ofreció generosamen-te su colaboración también ahora. Senombraron las comisiones pertinentes yse multiplicaron las reuniones de estu-dio. La Junta Directiva vio con «satisfac-ción» los trabajos que se estabanhaciendo bajo la guía de los ingenierosprofesores Antonio Sánchez Pérez, JoséMestres y José Alberto Barret 59 y aprobópor unanimidad el informe que debía en-viarse al Ministerio de Instrucción Públi-ca60 . Pero el R.D. de 17 de agosto de 1901no acabó de gustar en la Asociación deIngenieros, y tampoco tuvo efectos dura-deros 6 '. De todas maneras, quedan en clarodos extremos: primero, sobre el ario 1901 yen relación con las enseñanzas profesiona-les, algo comenzaba a moverse en la esferaministerial, y, segundo, la Asociación bar-celonesa de Ingenieros Industriales estabadispuesta a actuar en firme.

PROPUESTA PARA IMPLANTAR EN BARCELONAUNA ESCUELA INDUSTRIAL

Efectivamente, mientras se preparabala respuesta que debía darse al citado Mi-nisterio del Instrucción Pública, la Asocia-ción tomaba una iniciativa por su propiacuenta.

El 8 de abril de 1901 y en el local so-cial de los ingenieros, se reunían dosprofesores de la Escuela Libre Provincialde Artes y Oficios —Antonio Sánchez Pé-rez y José Mestres— y dos representantesde la Asociación —Augusto de Rull y Joséde Caralt—. Estos primeros contactos die-ron lugar a una Circular del 15 de mayo1901, que convocaba a todos los que es-taban interesados en que Barcelona tu-viera su propia Escuela Industrial.Respondieron inmediatamente el Fomen-to del Trabajo Nacional y la Cámara deComercio de Barcelona: Leopoldo Sag-nier y Vero Vidal representarían respecti-vamente a ambas instituciones. Se formóasí la Ponencia. A pesar cíe que variaspoblaciones de España habían sido ya fa-vorecidas con la creación de una EscuelaSuperior de Industrias (1901), Barcelonano había recibido todavía semejante dis-tinción. ¿No sería porque el Ministerio cleInstrucción Pública estaba estudiando algorealmente especial para la capital catalana?Algunos ingenieros pensaban que sí, y, porsu parte, seguían mirando más allá de lasfronteras donde, al parecer, podrían en-contrar unos modelos a seguir.

Durante el bienio 1901-1903 fueronmadurando lentamente los proyectos.Para finales cíe octubre de 1902, la Ponen-

(58) Las frases entrecomilladas se encuentran en el texto de la R.O. citada.

(59) Ver acta correspondiente a la sesión del 31 de julio de 1901, en ASOCIACIÓN DE INGENIEROS INDUSTRIALESDE BARCELONA, Libro de actas: Junta Directiva, núm. 6, pp. 122-123.

(60) Ver acta correspondiente a la sesión del 7 de agosto: lbíd., p. 124.(61) Cf. L. Novo DE MIGUEL: La enseñanza profesional obrera y técnico industrial en Espada, Barcelona,

1933, p. 10.

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cia tenía esbozado un plan de «un grancentro de enseñanza técnica»62 . Por su de-seo de hacer participar también a otras en-tidades locales, se adhirieron la DiputaciónProNincial (1902) y, más tarde (1903), laSociedad Económica Barcelonesa de Ami-gos del País y el Ayuntamiento. Las tres en-tidades estaban representadas por eldiputado Luis Ferrer y Bárbara, los señoresdon José Elías de Molins y don Adriano Ca-sademunt, y el señor don Rafael Roig y To-rres. Esta, por así decir, Ponencia ampliada—Administración, Industria, Comercio,Ciencia— revisó el proyecto, de suerte queel 20 de febrero de 1903 pudo elevar unaInstancia al Ministerio de Instrucción Pú-blica. Su contenido se puede ordenar y re-sumir del modo que sigue.

• Introducción. Se evoca, una vezmás, la guerra de Cuba, «infausta hecatom-be de nuestro poderío», que ha dejado lasregiones más industriales «sumidas en unestado de perturbación (... ), ocasionadopor las bajas de sus mercados más predi-lectos». Cataluña ha sufrido más que nin-guna otra región. Por eso, la Ponencia «haestudiado en las naciones que van a la ca-beza de la exportación las causas de laprosperidad, y ha tropezado inevitable-mente con la deficiencia, que respecto deellas afecta, en el estado de la EnseñanzaTécnica» (cursiva del texto).

• El parecer de la Pojsencia. En con-secuencia, la Ponencia se inclinaba a lapuesta en marcha en Barcelona de una Es-cuela Industrial que cubriera especialmentetodo lo relativo al «grado medio» (cursivadel texto); es decir, que ayudara a formar

«hombres inmediatamente aptos para laindustria particular» y fueran capaces de«desempeñar cargos como los de contra-maestre, jefes de taller, despiezadores, di-rectores de fábrica, etc.».

• Las Bases. Las más sobresalientesson: Primera, se establece en Barcelona,con la denominación de Escuela Indus-trial, «un Centro General de EnseñanzaTécnica», en la cual se realizarían los estu-dios «desde los más elementales hasta ob-tener el título de Ingeniero Industrial, deuna manera gradual e intensiva». Segunda,el Centro estaría bajo la inmediata direc-ción de un Patronato. Tercera, la Enseñan-za Industrial se dividiría en tres categorías:la elemental, la secundaria o de grado me-dio, y la superior.

Lo original del proyecto delineado enla Instancia, consiste en que se introducevigorosamente la enseñanza de tipo inter-medio, prácticamente inexistente hasta en-tonces63.

No hace falta que narremos aquí lasmil peripecias de la comisión en Madridpara obtener, por parte del Estado, príme-ro, una modesta subvención anual de75.000 pesetas, y luego, el Real Decretoque se quería. Sin duda interesa más cap-tar el sentido del momento político.

El día 4 de diciembre, después del fra-caso de los Gobiernos de Silvela y cle Villa-verde65, asumía la jefatura del Gobierno ellíder del partido conservador, Antonio Maura(Primer Gobierno Maura, 5-XII-1903, 16-XII-1904), que era también un regeneracionista.Este hecho alumbró alguna esperanza entrela burguesía catalana, encuadrada ya en unpartido político cle envergadura, la Viga

(62) Oficio de don Antonio Sánchez Pérez, director de la Escuela de Ingenieros, al Presidente de la Di-

putación, el 27 de octubre de 1902, en el expediente Plan de organización en esta capital de un gran Centrode Enseñanza Técnica, fols. 1 2r: AHDB, Leg. 3396, año 1902, núm. 54.

(63) Ver todo en Revista Tecnológico-industrial, XXVI (1903), pp. 83-93.

(64) Cf. Escuela Industrial de Barcelona. Acta, en Revista Tecnológico-industrial, XXVII (1904), pp. 117-

121. A. GAU: o. c., IV/1, pp. 38-40.

(65) Cf. C. SECO SERRANO: O. C., pp. 59-68.

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Regionalista (desde abril de 1901)66, por-que el nuevo presidente del Ejecutivo sehabía declarado públicamente partidariode un cierto reformismo descentralizador.Al poco tiempo, Maura creyó necesaria lavisita del rey Alfonso XIII a Barcelona: laMonarquía Española debía aparecer en elmismo centro neurálgico del republicanis-mo español, con un rostro nuevo, demos-trando que era capaz de comprender a loscatalanes, de asumir su problemática pecu-liar y hacer las concesiones administrativasal caso. Por eso, y viendo las discusionesque levantaba aquel viaje°, y el presidentetuvo que prepararlo con sumo cuidado. Y,como sabía bien que los fabricantes y los in-telectuales barceloneses pedían —según te-nemos explicado ampliamente— unaEscuela Industrial dotada de ciertas carac-terísticas, se la concedió con el R.D. de 30de marzo de 1904. A los siete días, llegabael joven Monarca a Barcelona, acompaña-do de casi todo el Gobierno en pleno.Aquel viaje supuso un éxito indiscutiblepara éste y, sobre todo, para la Corona.

Una vez obtenido el real decreto —queaduce y comenta Alaxandre Galí68—, ¿yaestaba todo hecho? No. Aquello no eramás que un germen. Entonces daba co-mienzo la labor del Patronato, al que elcitado decreto reconocía «con personali-dad jurídica, revestido de plenitud de fa-cultades en cuanto se refiere a laenseñanza no oficial» (Art. 5.°). Galí hatrazado un resumen de su actuación y desus posibilidades69.

Por nuestra parte, concluimos con estaobservación: en el último estadio, inmedia-tamente anterior a la concesión del RD.,no aparecieron las preocupaciones pclíti-cas —las catalanistas, se entiende—. Pero, enla coyuntura en que se hallaba la vida pú-blica de Cataluña a principios de siglo,apenas se puede imaginar a los promoto-res de la Escuela Industrial políticamenteasépticos. El catalanismo había ido madu-rando a lo largo de los veinte últimos ariosdel XIX y, según se ha visto en las paginasque anteceden, y reconocen unánimemen-te los tratadistas, «tomó clara conciencia araíz lo del Desastre» 76. Y, según hemoscomprobado también, el catalanismo sehizo regeneracion isla —crítica contra el sis-tema político de la Restauración— y nacio-nalista —reforma, modernización cíeCataluña—. «Tras el Desastre —escribe acer-tadamente Jesús Pabón— el Catalanismocrece: formidablemente y a ojos vistas (...);crece un tanto caóticamente» 71 . Hacía faltaalguien que encauzara aquellas aguas di-versísimas por su origen y composición ylas transformara en una fuerza poderosa, osea, en el Catalanismo político moderno. Éstefue don Enrique Prat de la Riba y Sarea (1870-1917), el seny ordenador de Catalunya, comose le ha llamado un tanto enfáticamente. Llegóa la presidencia de la Diputación de Barcelo-na en 1907 y a la de la Mancomunidad de Ca-taluña, en 1914. Él fue quien, desde 1908,comenzó a dar contenido y vida al men-cionado real decreto y a la Escuela Indus-trial de la calle Urgell, de Barcelona.

(66) Cf I. Mous: Lliga Catalana. Un estudi d'Estasiologia, I, Barcelona, Edicions 62, 1972, pp. 37-45. B.DE RIQUER: o. c., pp. 191-225. J. TERMES: 0. c., pp. 171-177.

(67) Cf. I. MOLAS: O. C. , 1, pp. 59-61. 13. DE R1QUER: O. c., pp. 277-286.(68) 0.c., IV/1, pp. 40-43.(69) lbfd., pp. 43-56.(70) J. REGIs: Historia de Cataluña, Madrid, Alianza Editorial, 1974, p. 187.(71) 0. c., I, p. 19.

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