1920. La Esfera. 17 de abril de 1920. Págs. n.º 10 y 11

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• LA ESFERA L A Basílica de San Isidoro nos lleva como de la mano á la Monarquía semi- heroíca y semibárbara del siglo XI, Juntando sns aisla- dos textos con las in- dicaciones de las cró- nicas, aparece ya exis- tente en 966 consagra- da al Bantístayservida por religiosas. En es- tos textos y crónicas consta que se edificó de ladrillo y lodo por Alfonso V, para sepul- tura común de los Re- yes, siendo bautizada su inauguración con la sangre del joven Con- de deCastilla, inmola- do á la puerta del tem- plo por los tristemente célebres Velas; más tarde vemos como en el mismo sitio se erigió de piedra, en la forma que hoy tiene, por el ReyFernandülyporla Reina Sancha, y la de- dicaron solemnemente en 21 de Diciembre de lÜG3áSan Isidoro, cu- yo cuerpo dícese fué traído providencial- mente de Sevilla; có- mo allí fueron deposi- tados los restos, proce- dentes de Avila, de San Vicente, en el mis- mo año en que falleció el devoto Monarca; cómo alli más tarde se establecieron á instan- cias de Doña Sancha, año 114S, ios canóni- gos seglares institui- dos recientemente cu Carvajal. Fué consa- grada la iglesia con extraordinaria pompa por Alfonso VI!, reco- nocido al auxilio que le prestó la aparicióii de San Isidoro en eí camoo sobrp Baeza: vemos también cómo sil liermana Doña San- cha, en el paroxismo de su devoción, se titulaba esposa del santo doc- tor de Sevilla, y cómo hizo cesión al Monasterio de sus reliquias, sus tesoros, sus bienes y su propio palacio. Debió asombrar con su magnificencia ú las gentes, y comunicar al arte un vehemciite y ex- traordinario impulso, la colosal fundación de Fernando I, pues aventaja con nuiclio en grande- za, perfección, ornato y gallardía á las construc- ciones del siglo anterior y aun á las de su tiem- po. Las bóvedas de sus tres naves, aunque de plena cimbra, se distinguen por su gallardía, y los arcos de comunicación, por el aspecto medio arábigo de su curva; grupos de cuatro colunmas constituyen sus pilares, asentados sobre zócalos, redondos unos, cortados en cruz los otros; se ve en sus capiteles ima riqueza y una gracia en los follajes y aun en las figuras que llevan algu- nos, que sorprende grandemente, máxime tratán- dose del primer período de la ornamentación bi- zantina. El cuerpo principal de la iglesia, habita el crucero, tiene seis arcadas, ocupadas las prime- ras por el coro levantado en alto; el crucero es algo más bajo que la nave principal, y lleva fes- toneados sus arcos de lóbulos ó colgadizos. En las preciosas ventanas tiizantinas domina el di- bujo ajedrezado. Entre los pilares del crucero figuran, á un lado la Virgen y al otro San Ga- briel. En su lado derecho, junto á la colosal es- Puerta principal de la colegiata de San Isidoro tatúa de un obispo, cuyo nombre no se ve en parte alguna, está coiisiguada la memoria de la augusta consagración del templo, que celebra- ron en C) de Marzo de 1149 once obispos, en presencia de Doña Sancha, del Emperador Al- fonso y de sus dos hijos. Un rayo abrasó en 10 de Septiembre de 1811 el retablo principal y los dos colaterales, y aunque no se perdió nuiclio de su talla barroca, desaparecieron con el siniestro los vidrios de colores de las ventanas, que dicen que era de lo más hermoso que ha existido en vidriería sagrada. Por aquel entonces, la invasión francesa des- pojó el altar mayor de sus objetos más venera- dos; del arca de marfil gimrnecida de oro, colo- cada en el lado de la epístola, mandada hacer en 1059 por Fernando I y Doña Sancha, para guardar la mejilla del Bautista y destinada po- cos anos después á recibir el cuerpo de San Vi- cente de Avila; la inscripción del arca, puesta en el friso, indica su primer destino: Arciila snnctoriim iiiiciit Jiec sub lionore diiorum Bapliste Sti: Joliaiinis Sive Pe^afíli ceu rex Fernancliis rcyiiiaqiie Símctia fíeri jussit era miliena septena sen tiuTiageiía. Como se ve, el primero y cuarto renglón for- man dos exámetros perfectos, y el tercero, para serlo, sólo le sobra la palabra fierí. Fueron arrebatadas también las reliquias del mártir San Pelayo. También fué despoja- da del altar la gran cruz chapeada de pla- ta con follajes y relie- ves y engastada de pe- drería, con su peque- ño crucifijo sujeto con cuatro clavos, regalo de la Infanta Urraca de Zaiiiora, hija de los fundadores, en la que se ve representada á la donante de rodillas. Asimismo desapareció la preciosa lu'na de San Isidoro, colocada en medio del altar, de- trás de una dorada re- ja, cuyas planchas de oro y de plata sobre- dorada, además de mu- chas imágeiies en es- malte y de numerosas piedras, ¡levaban es- culpidas las figuras de los doce apóstoles y de Dios padre. Hoy en día no existe más que la pequeña urna inte- rior, de plata, que cus- todia el santo cuerpo, sostenida por cuatro leones; sustituyendo á la priinera un arca mo- derna y de poco valor intrínseco. Es interesante este sepulcro, porque fué durante muchos años objeto de la fervorosa devoción de los leone- ses; era el término de las romerías, el arca temida, sobre la cual prestaban juramento, en lo civil y criminal, querellados y quere- llantes, y era tenido como seguro que den- tro del año alcanzaba la muerte al perjuro. Esta costumbre sisruió nasta ios líeyes Cató- licos, que en 1498 pu- blicaron una cédula prohibiendo este abu- so que los mismos Tri- biuiales autorizaban. No obstante estos actos de rapacidad, aún se conservan preciosidades y riquezas. En la capi- lla de San Martino existe una dorada urna, en la que se encierran las cenizas del fundador. Su mano, en actitud de manejar la plmna, se halla encerrada en un relicario plateresco, formando colateral con el que contiene la mandíbula del Bautista. Un cáliz de ágata engastado en oro y salpicado de gruesa pedrería, regalo de la Prin- cesa Urraca. Otro cáliz de oro labrado exquisi- tamente, como no existe otro del siglo xv. Una cruz de sutil filigrana, cuajada de menudos re- lieves de la Pasión. El ligniini crucis, que en memoria de la prueba á que fué sometido con otros dos para averiguar dónde estábala verda- dera reliquia—pues hubo dudas sobre suplanta- ciones herejes—, lleva escrito en letras góticas: esta es la crm milaí^rosa que saltó dd fileno, de- bida esta inscripción á que habiendo echado al fuego las que se creían apócrifas y la verdadera, ésta fué la que saltó del fuego sin haberla estro- peado las llamas. De cuadros también es rica San Isidoro. En la sacristía existe uno en que aparece el Pontífice Eterno con el mundo en la mano; tiene á sus pies á Jesucristo, arrodillado sobre el fuste de la columna presentándole las llagas; á su espalda i 5) 3) i rA r/A rA r/j i y) rA S) rA rA W¿ rA rA

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España artística y monumental: la Basílica de San Isidoro, de León.

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• LA ESFERA

L A Basílica de San Isidoro nos lleva como de la mano

á la Monarquía semi-heroíca y semibárbara del siglo XI,

Juntando sns aisla­dos textos con las in­dicaciones de las cró­nicas, aparece ya exis­tente en 966 consagra­da al Bantístayservida por religiosas. En es­tos textos y crónicas consta que se edificó de ladrillo y lodo por Alfonso V, para sepul­tura común de los Re­yes, siendo bautizada su inauguración con la sangre del joven Con­de deCastilla, inmola­do á la puerta del tem­plo por los tristemente célebres Velas; más tarde vemos como en el mismo sitio se erigió de piedra, en la forma que hoy tiene, por el ReyFernandülyporla Reina Sancha, y la de­dicaron solemnemente en 21 de Diciembre de lÜG3áSan Isidoro, cu­yo cuerpo dícese fué t r a í d o providencial­mente de Sevilla; có­mo allí fueron deposi­tados los restos, proce­dentes de Avila, de San Vicente, en el mis­mo año en que falleció el devoto Monarca; cómo alli más tarde se establecieron á instan­cias de Doña Sancha, año 114S, ios canóni­gos seglares institui­dos recientemente cu Carvajal. Fué consa­grada la iglesia con extraordinaria pompa por Alfonso VI!, reco­nocido al auxilio que le prestó la aparicióii de San Isidoro en eí camoo sobrp Baeza: vemos también cómo sil liermana Doña San­cha, en el paroxismo de su devoción, se titulaba esposa del santo doc­tor de Sevilla, y cómo

hizo cesión al Monasterio de sus reliquias, sus tesoros, sus bienes y su propio palacio.

Debió asombrar con su magnificencia ú las gentes, y comunicar al arte un vehemciite y ex­traordinario impulso, la colosal fundación de Fernando I, pues aventaja con nuiclio en grande­za, perfección, ornato y gallardía á las construc­ciones del siglo anterior y aun á las de su tiem­po. Las bóvedas de sus tres naves, aunque de plena cimbra, se distinguen por su gallardía, y los arcos de comunicación, por el aspecto medio arábigo de su curva; grupos de cuatro colunmas constituyen sus pilares, asentados sobre zócalos, redondos unos, cortados en cruz los otros; se ve en sus capiteles ima riqueza y una gracia en los follajes y aun en las figuras que llevan algu­nos, que sorprende grandemente, máxime tratán­dose del primer período de la ornamentación bi­zantina. El cuerpo principal de la iglesia, habita el crucero, tiene seis arcadas, ocupadas las prime­ras por el coro levantado en alto; el crucero es algo más bajo que la nave principal, y lleva fes­toneados sus arcos de lóbulos ó colgadizos. En las preciosas ventanas tiizantinas domina el di­bujo ajedrezado. Entre los pilares del crucero figuran, á un lado la Virgen y al otro San Ga­briel. En su lado derecho, junto á la colosal es-

Puerta principal de la colegiata de San Isidoro

tatúa de un obispo, cuyo nombre no se ve en parte alguna, está coiisiguada la memoria de la augusta consagración del templo, que celebra­ron en C) de Marzo de 1149 once obispos, en presencia de Doña Sancha, del Emperador Al­fonso y de sus dos hijos. Un rayo abrasó en 10 de Septiembre de 1811 el retablo principal y los dos colaterales, y aunque no se perdió nuiclio de su talla barroca, desaparecieron con el siniestro los vidrios de colores de las ventanas, que dicen que era de lo más hermoso que ha existido en vidriería sagrada.

Por aquel entonces, la invasión francesa des­pojó el altar mayor de sus objetos más venera­dos; del arca de marfil gimrnecida de oro, colo­cada en el lado de la epístola, mandada hacer en 1059 por Fernando I y Doña Sancha, para guardar la mejilla del Bautista y destinada po­cos anos después á recibir el cuerpo de San Vi­cente de Avila; la inscripción del arca, puesta en el friso, indica su primer destino:

Arciila snnctoriim iiiiciit Jiec sub lionore diiorum Bapliste Sti: Joliaiinis Sive Pe^afíli ceu rex Fernancliis rcyiiiaqiie Símctia fíeri jussit era miliena septena sen tiuTiageiía.

Como se ve, el primero y cuarto renglón for­man dos exámetros perfectos, y el tercero, para

serlo, sólo le sobra la palabra fierí.

Fueron arrebatadas también las reliquias del mártir San Pelayo. También fué despoja­da del altar la gran cruz chapeada de pla­ta con follajes y relie­ves y engastada de pe­drería, con su peque­ño crucifijo sujeto con cuatro clavos, regalo de la Infanta Urraca de Zaiiiora, hija de los fundadores, en la que se ve representada á la donante de rodillas. Asimismo desapareció la preciosa lu'na de San Isidoro, colocada en medio del altar, de­trás de una dorada re­ja, cuyas planchas de oro y de plata sobre­dorada, además de mu­chas imágeiies en es­malte y de numerosas piedras, ¡levaban es­culpidas las figuras de los doce apóstoles y de Dios padre. Hoy en día no existe más que la pequeña urna inte­rior, de plata, que cus­todia el santo cuerpo, sostenida por cuatro leones; sustituyendo á la priinera un arca mo­derna y de poco valor intrínseco.

Es interesante este sepulcro, porque fué durante muchos años objeto de la fervorosa devoción de los leone­ses; era el término de las romerías, el arca temida, sobre la cual prestaban juramento, en lo civil y criminal, querellados y quere­llantes, y era tenido como seguro que den­tro del año alcanzaba la muerte al perjuro. Esta costumbre sisruió nasta ios líeyes Cató­licos, que en 1498 pu­blicaron una cédula prohibiendo este abu­so que los mismos Tri-biuiales autorizaban.

No obstante estos actos de rapacidad, aún se conservan preciosidades y riquezas. En la capi­lla de San Martino existe una dorada urna, en la que se encierran las cenizas del fundador. Su mano, en actitud de manejar la plmna, se halla encerrada en un relicario plateresco, formando colateral con el que contiene la mandíbula del Bautista. Un cáliz de ágata engastado en oro y salpicado de gruesa pedrería, regalo de la Prin­cesa Urraca. Otro cáliz de oro labrado exquisi­tamente, como no existe otro del siglo xv. Una cruz de sutil filigrana, cuajada de menudos re­lieves de la Pasión. El ligniini crucis, que en memoria de la prueba á que fué sometido con otros dos para averiguar dónde estábala verda­dera reliquia—pues hubo dudas sobre suplanta­ciones herejes—, lleva escrito en letras góticas: esta es la crm milaí^rosa que saltó dd fileno, de­bida esta inscripción á que habiendo echado al fuego las que se creían apócrifas y la verdadera, ésta fué la que saltó del fuego sin haberla estro­peado las llamas.

De cuadros también es rica San Isidoro. En la sacristía existe uno en que aparece el Pontífice Eterno con el mundo en la mano; tiene á sus pies á Jesucristo, arrodillado sobre el fuste de la columna presentándole las llagas; á su espalda

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LA ESFERA

Panteón de los Reyes en la colegiata de San Isidoro

á la Virgen, mostrando el pecho, y en derredor unos ángeles enarbolando la cruz, la lanza, hi esponja y demás atributos de la Pasión. Entre las alhajas está el glorioso pendón hecho girones, en el que Alfonso Vil quiso que se bordara la imagen de San Isidoro, en la forma en que se le apareció sobre Baeza, á caballo y vestido de ponti­fical, con la cruz en una mano y la espada en la otra; pendón que hizo ver­dadera la visión del Mo­narca, guiando más de una vez los cristianos á la vic­toria, y qtie salió por última, á principios del siglo xv, para presidir la toma de Antequera por el Infante Don Fernando.

Una preciosa cruz libró­se del saqueo, y es ésta de marfil, cuya tosca imagen del Redentor, fijada con cuatro clavos, contrasta con los elegantes y exquisi­tos enlazamientos de folla­jes y figuras que bordan sus cuatro brazos, especial­mente por el reverso, lle­vando á los extremos las de los Evangelistas y al pie los nombres de Fernando y Sancha.

Desaparecieron códjces, pergaminos valiosos, que algunos he visto yo, y aún conservo uno que arranqué de un tambor de mis hijos. Desapareció el libro de las leyes godas ó Fuero-Juzgo, solenmemente custodiado allí por el juez clérigo, se­gún el cual, como sabéis, se decidían en la Edad Me­dia las causas civiles y cri­minales del vecindario.

En esta Basílica reposa­ron los restos de Alfon­

so IV, de Ramiro II, los de los hijos del segundo Froila, los de Ordoño III con los de su esposa Elvira, los de Sancho I <ÍI Gordo, Ramiro III y Urraca, su consorte, y otros cuyas inscripciones desaparecieron. Sólo dis-tíngaense las arcas que Alfonso V destinó á sus padres, Veremundo II

y Elvira. También existen la de Veremundo III y Jime-na, Fernando I y Sancha, la de Sancho el Maijor, tras­ladado por su hijo desde Oña; la del joven Conde García, sepultado debajo del altar como las inocen­tes victimas del Apocalip­sis, y muchos más Reyes, Infantes y magnates que de por vida'no pudieron estar unidos, y que la madrina de los sueños negros los ¡un­tó con su guadaña demo­crática. lA qué hondas filo­sofías no se presta este re­gio panteón real!

Como veis, esta Basíli­ca es interesante, no sólo por su grandiosidad, sino también por ser el panteón de tantos Reyes que vivie­ran en luchas y murieron en paz; por ser su fábrica un atrevimiento en la épo­ca en que fué construida; por las riquezas que ate­soró y que aún atesora, y por ser un tiempo lugar donde se dirimían las con­tiendas de todo el reino de León, además de ser ogaño una, sino ía más visitada de todas las de la provin­cia, y ser sus imágenes ado­radas fervorosamente por los leoneses, por los mila­gros que realizaron.

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Relicarios conteniendo la mano tic San Martin, un dedo de San Isidoro y algunos cabellos de la Virgen y un maxilar de San Juan Bautista i'ors- LACÜÓTU

Juan GÓMEZ RENOVALES

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