1995d Derechos Linguisticos Como Derechos Humanos - Debates y Perspectivas (1)

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 ALTERIDADES, 1995 5 (10): Págs. 11-23 RAINER E NRIQUE HAMEL*  Globali zación y diversida d El tema de los derechos lingüísticos surge y adquiere fuerza en el contexto de las profundas transforma- ciones que vive el planeta. En las últimas dos décadas hemos presenciado dos movimientos que, en apa- riencia, se mueven en direcciones opuestas, pero que en el fondo forman parte de una sola realidad: por un lado, la acelerada  g lo baliz ación que se caracteriza por una cada vez mayor integración de los capitales, el co- mercio, la división mundial del trabajo, las tecnolo- gías y los medios de comunicación; por el otro, la cre- ciente afirmación de una diversidad  cultural, étnica y lingüística, que en tiempos anteriores parecía desva- necerse bajo la presión homogeneizadora de los Esta- dos nacionales. Ambos procesos nos obligan a repensar nuestras escalas de percepción y análisis donde la tra- dicional división entre lo local, lo nacional y lo global (o internacional) ya no se sostiene (cf. García Canclini, et al.  1994). Observamos el surgimiento de terceras culturas  desterritorializadas como la nueva cultura empresarial, la electrónica, la ecología y múltiples ex- presiones de sincretismos e hibridaciones (cf. Rosas Mantecón, 1993). Sería erróneo, sin embargo, enten- der el surgimiento de te rceras cul turas como la mate- rialización de una lógica que apunta solamente a la homogeneización, por lo cual tenemos que abando- nar las dicotomías bipolares mutuamente excluyen- tes de homogeneidad-heterogeneidad, integración- desintegración , unidad-diversidad. En cambio, la ver- * Profeso r-in vestigad or, Depar tame nto de Antrop olo gía, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. tiginosa mundialización nos sugiere conceptualizar la cultura global “en términos de diversidad, variedad y riqueza de los discursos, códigos y prácticas popula- res y locales que se resisten y contestan (“play-back”) la sistematicidad y el orden” (Featherstone, 1990: 2). 1  Ya no es posible compre nder la di versidad como tenaz resistencia al cambio, como un atrincheramien- to de las minorías en sus zonas de refugio. Hoy en día sus reivindicaciones se formulan en términos de los derechos modernos, tanto en países industrializados como periféricos; y los movimientos de los subordina- dos se apropian cada vez más de los temas nacionales  y globales. La creciente integración de la Unión Europea no sólo propició una homogeneización bajo la tutela de las transnacionales y de los países hegemónicos.  Abrió al mismo tiemp o esp acios para que l as r egion es afirmen su diversidad en el ámbito nacional e interna- cional, como es el caso de los catalanes que reclaman el reconocimiento de su cultura y lengua no sólo en España sino en la Unión misma. Y los flujos migrato- rios llevaron a constituir contingentes poderosos de inmigrantes en prácticamente todos los países miem-  bros, acent uand o la innegable, aunque sin duda con- flictiva, composición multicultural de las naciones. En Europa central y oriental los movimientos autonómi- cos e independentistas no sólo c obraron fuerza gracias al derrumbe de la Unión Soviética; la viabilidad polí- tica y económica de sus proyectos se finca en buena medida en la perspectiva de incorporación a la globa- lización desde occidente. En los Estados Unidos de América y en Canadá la masiva inmigración desde los años sesenta llevó a una radical transformación demográfica y étnica de estas Introducción Derechos lingüísticos como derechos humanos: debates y perspectivas

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  • ALTERIDADES, 19955 (10): Pgs. 11-23

    RAINER ENRIQUE HAMEL*

    Globalizacin y diversidad

    El tema de los derechos lingsticos surge y adquiere

    fuerza en el contexto de las profundas transforma-

    ciones que vive el planeta. En las ltimas dos dcadas

    hemos presenciado dos movimientos que, en apa-

    riencia, se mueven en direcciones opuestas, pero que

    en el fondo forman parte de una sola realidad: por un

    lado, la acelerada globalizacin que se caracteriza por

    una cada vez mayor integracin de los capitales, el co-

    mercio, la divisin mundial del trabajo, las tecnolo-

    gas y los medios de comunicacin; por el otro, la cre-

    ciente afirmacin de una diversidad cultural, tnica y

    lingstica, que en tiempos anteriores pareca desva-

    necerse bajo la presin homogeneizadora de los Esta-

    dos nacionales. Ambos procesos nos obligan a repensar

    nuestras escalas de percepcin y anlisis donde la tra-

    dicional divisin entre lo local, lo nacional y lo global

    (o internacional) ya no se sostiene (cf. Garca Canclini,

    et al. 1994). Observamos el surgimiento de terceras

    culturas desterritorializadas como la nueva cultura

    empresarial, la electrnica, la ecologa y mltiples ex-

    presiones de sincretismos e hibridaciones (cf. Rosas

    Mantecn, 1993). Sera errneo, sin embargo, enten-

    der el surgimiento de terceras culturas como la mate-

    rializacin de una lgica que apunta solamente a la

    homogeneizacin, por lo cual tenemos que abando-

    nar las dicotomas bipolares mutuamente excluyen-

    tes de homogeneidad-heterogeneidad, integracin-

    desintegracin, unidad-diversidad. En cambio, la ver-

    * Profesor-investigador, Departamento de Antropologa,Universidad Autnoma Metropolitana-Iztapalapa.

    tiginosa mundializacin nos sugiere conceptualizar la

    cultura global en trminos de diversidad, variedad y

    riqueza de los discursos, cdigos y prcticas popula-

    res y locales que se resisten y contestan (play-back)

    la sistematicidad y el orden (Featherstone, 1990: 2).1

    Ya no es posible comprender la diversidad como

    tenaz resistencia al cambio, como un atrincheramien-

    to de las minoras en sus zonas de refugio. Hoy en da

    sus reivindicaciones se formulan en trminos de los

    derechos modernos, tanto en pases industrializados

    como perifricos; y los movimientos de los subordina-

    dos se apropian cada vez ms de los temas nacionales

    y globales.

    La creciente integracin de la Unin Europea no

    slo propici una homogeneizacin bajo la tutela

    de las transnacionales y de los pases hegemnicos.

    Abri al mismo tiempo espacios para que las regiones

    afirmen su diversidad en el mbito nacional e interna-

    cional, como es el caso de los catalanes que reclaman

    el reconocimiento de su cultura y lengua no slo en

    Espaa sino en la Unin misma. Y los flujos migrato-

    rios llevaron a constituir contingentes poderosos de

    inmigrantes en prcticamente todos los pases miem-

    bros, acentuando la innegable, aunque sin duda con-

    flictiva, composicin multicultural de las naciones. En

    Europa central y oriental los movimientos autonmi-

    cos e independentistas no slo cobraron fuerza gracias

    al derrumbe de la Unin Sovitica; la viabilidad pol-

    tica y econmica de sus proyectos se finca en buena

    medida en la perspectiva de incorporacin a la globa-

    lizacin desde occidente.

    En los Estados Unidos de Amrica y en Canad la

    masiva inmigracin desde los aos sesenta llev a una

    radical transformacin demogrfica y tnica de estas

    Introduccin

    Derechos lingsticos como derechos humanos:debates y perspectivas

  • Derechos lingsticos como derechos humanos: debates y perspectivas

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    naciones y puso en entredicho su histrica capacidad

    de asimilacin. En los EEUU que se entiende cada

    vez ms como nacin global por excelencia se pre-

    senta el problema de cmo conciliar su identidad na-

    cional con su status de mayor potencia globalizada (cf.

    Ydice, 1994). Las reacciones recientes en los EEUU

    que pretenden impedir un mayor arraigo de las culturas

    inmigrantes no son sino una expresin de la fuerza

    real de esta diversidad.

    En Amrica Latina vivimos una transformacin de

    los Estados nacionales que opera simultneamente

    desde afuera y desde adentro. Los efectos de la globa-

    lizacin desde afuera estn a la vista. Desde adentro

    surgieron y estn ganando fuerza las configuraciones

    y los movimientos tnicos que plantean reivindica-

    ciones que ya no se pueden resolver en el marco de los

    Estados nacionales tradicionales: el derecho al terri-

    torio, la autonoma, el control sobre sus recursos, e-

    ducacin y justicia. Adems, comienzan a trascender

    el espacio rural-indgena y a irrumpir en el escenario

    nacional con demandas de justicia y democracia que

    conciernen a la sociedad en su conjunto.

    En estos procesos la cognicin, las mentalidades,

    la comunicacin, los discursos y el lenguaje en su

    sentido ms amplio, como tambin las lenguas espe-

    cficas, ocupan un lugar de creciente importancia. A

    las guerras militares y econmicas se les aadieron

    las guerras mass-mediticas y las guerras de las

    lenguas (Calvet, 1987). A partir de la Segunda Guerra

    Mundial se han acelerado enormemente los procesos

    de expansin de algunas lenguas, en primer lugar del

    ingls como lengua internacional casi monoplica

    (Cooper, 1982, Laforge y McConnell, 1990). Por otro

    lado, observamos la creciente amenaza de extincin

    de una gran parte de las lenguas del mundo, a pesar

    de las mltiples expresiones de resistencia. Dado que

    en el 96 por ciento de los Estados del mundo coexis-

    ten diferentes grupos lingsticos, las relaciones de

    dominacin y subordinacin, y los procesos de despla-

    zamiento y resistencia entre lenguas y sus hablantes

    constituyen fenmenos prcticamente universales.

    Los derechos lingsticos:primeras aproximaciones

    En este proceso el concepto de derecho lingstico

    cobra una importancia cada vez mayor. Los derechos

    lingsticos forman parte de los derechos humanos

    fundamentales, tanto individuales como colectivos, y

    se sustentan en los principios universales de la digni-

    dad de los humanos y de la igualdad formal de todas

    las lenguas. Los defensores de los derechos de las mi-

    noras lingsticas iniciaron un proceso de discusin

    para llegar a un conjunto de definiciones bsicas y

    una serie de condiciones mnimas para que las minoras

    puedan ejercer dichos derechos.

    En un nivel individual significan el derecho de cada

    persona a identificarse de manera positiva con su

    lengua materna, y que esta identificacin sea respe-

    tada por los dems (Phillipson, Skutnabb-Kangas y

    Rannut, 1994: 2). Esto implica, como derechos fun-

    damentales, el derecho de cada individuo a aprender

    y desarrollar libremente su propia lengua materna, a

    recibir educacin pblica a travs de ella, a usarla en

    contextos oficiales socialmente relevantes, y a aprender

    por lo menos una de las lenguas oficiales de su pas de

    residencia.

    En el nivel de las comunidades lingsticas los de-

    rechos lingsticos comprenden el derecho colectivo

    de mantener su identidad y alteridad etnolingsticas.

    Cada comunidad debe poder establecer y mantener

    escuelas y otras instituciones educativas, controlar el

    currculo y ensear en sus propias lenguas... mante-

    ner la autonoma para administrar asuntos internos a

    cada grupo... y contar con los medios financieros para

    realizar estas actividades (ibid.).

    Estas definiciones muy generales, que pretenden

    abarcar una gran diversidad de situaciones, debern

    complementarse con disposiciones especficas para

    cada caso como parte integral de las legislaciones lin-

    gsticas.

    En la actualidad, muchos de los postulados ante-

    riores son materia de arduos debates entre expertos y

  • Rainer Enrique Hamel

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    fuerzas polticas divergentes. Por esta razn, debemos

    explorar la naturaleza de los derechos lingsticos y

    su relacin con los derechos humanos generales. De-

    bemos preguntarnos adems de qu manera el estu-

    dio de temas centrales de la sociolingstica como la

    planificacin y poltica del lenguaje, el desplazamien-

    to y la resistencia de lenguas subordinadas o el uso de

    las lenguas en las instituciones pueden contribuir a la

    definicin de los derechos lingsticos, a su implemen-

    tacin y defensa.

    Los derechos humanos de las minorasetnolingsticas y de pueblos indgenas

    En el mundo occidental, observamos que la reor-

    ganizacin geopoltica de los territorios destruidos

    despus de cada guerra importante sirvi como de-

    tonante para discutir el destino de las minoras. De

    esta manera, una dimensin militar ha estado presen-

    te en muchos de los debates sobre los derechos de las

    minoras, desde el inicio de los tiempos modernos

    hasta las negociaciones de paz en Chiapas.

    Los primeros intentos de establecer una protec-

    cin legal de las minoras, incluyendo sus derechos

    lingsticos, en tiempos modernos se remonta al trata-

    do final del Congreso de Viena en 1815 que puso fin a

    las guerras napolenicas (Capotorti, 1979)2. La So-

    ciedad de Naciones, rgano de los Estados entre las

    dos guerras mundiales, intent avanzar en la protec-

    cin de las minoras definindolas como colectividades.

    La Organizacin de las Naciones Unidas no retom

    esta perspectiva despus de la segunda guerra mundial,

    ya que las naciones no estaban dispuestas a recono-

    cerle derechos colectivos a las minoras que residan

    en su territorio. Discuti y aprob varios conjuntos

    subsecuentes de derechos humanos universales que

    partan del individuo como sujeto de derecho. La pri-

    mera generacin3 estableci los derechos polticos y

    civiles fundamentales y prohibi cualquier discrimi-

    nacin basada en las diferencias de raza, sexo, reli-

    gin o lengua. Incluy tambin el derecho a la auto-

    determinacin de los pueblos nativos, pero lo limit a

    los procesos de descolonizacin (cf. Wildhaber, 1989).

    La segunda generacin formul derechos econmicos,

    sociales y culturales. La tercera ms reciente abord,

    por un lado, los derechos solidarios de paz, desarrollo

    y medio ambiente (Skutnabb-Kangas y Phillipson,

    1994) y los derechos tnicos por el otro (Stavenha-

    gen, 1992, 1993, 1995). En la medida en que la dis-

    cusin y las definiciones se movan de los derechos

    universales individuales hacia el terreno de los dere-

    chos sociales y colectivos, que apuntan a crear las

    condiciones para que los miembros de las minoras

    subordinadas puedan realmente gozar de los derechos

    humanos bsicos, se tornaban ms complejos y con-

    trovertidos los debates mismos, ya que ponan cada

    vez ms en entredicho el concepto tradicional de Es-

    tado y las relaciones de poder existentes.

    Hay que reconocer que los instrumentos clsicos

    del derecho internacional4 proporcionaban una base

    relativamente dbil para la defensa de los derechos

    lingsticos, ya que definen los derechos humanos

    fundamentales tan slo como derechos individuales y

    en trminos muy generales. Los documentos in-

    ternacionales ms recientes5, en cambio, son ms es-

    pecficos e incluyen una serie de elementos que sub-

    rayan el carcter colectivo de los derechos sociocul-

    turales.

    La poca eficacia de varios instrumentos interna-

    cionales6 frente a una realidad pluritnica cada vez

    ms conflictiva al interior de muchos Estados ha pro-

    vocado una discusin jurdica en el mbito interna-

    cional, que busca una argumentacin alternativa al

    objetivismo abstracto de la supuesta igualdad de

    todos los ciudadanos ante la ley que caracteriza mu-

    chas constituciones de corte liberal. Este debate pro-

    cura establecer un nuevo y ms adecuado fundamen-

    to legal para la proteccin de todo tipo de minoras

    etnolingsticas al interior de los Estados nacionales.

    Adems, volvi a colocar en la mesa de discusin la

    espinosa cuestin del status legal de las minoras t-

    nicas. Aunque no existe hasta la fecha un consenso en

    las definiciones, hay un importante acuerdo acerca de

    que el concepto no se refiere slo a nmeros, aunque

    el tamao sea importante, sino a las relaciones de

    poder. Skutnabb-Kangas y Phillipson (1994: 107) pro-

    ponen una definicin amplia que se centra en mino-

    ras inmigrantes, pero incluye a minoras nativas; se

    basa en rasgos tnicos, religiosos o lingsticos, el n-

    mero, la voluntad del grupo de preservar su alteridad,

    y la decisin de cada individuo de pertenecer al grupo

    o no. Y la constitucin de una minora no depende de

    que el Estado reconozca su existencia, ya que muchos

    Estados niegan la existencia de minoras en su territorio

    (e.g. el no reconocimiento de los kurdos en Turqua).

    Mientras los documentos europeos y algunos otros

    referidos especficamente a las lenguas enfatizan el

    carcter comn de los derechos para todo tipo de mi-

    nora o grupo lingstico, observamos una tendencia

    en otras partes a separar el tratamiento de los pueblos

    originarios del que se le da a los grupos inmigrantes.

    En los hechos un nmero creciente de pueblos nati-

    vos ya no acepta ser clasificado como minora, exige

    el reconocimiento como pueblo o nacin, aduciendo el

    criterio de la continuidad con pocas precoloniales.

  • Derechos lingsticos como derechos humanos: debates y perspectivas

    14

    Dos de los convenios recientes que hemos men-

    cionado el Convenio 169 de la OIT (1989) y la De-

    claracin Universal sobre Derechos Indgenas (en dis-

    cusin) contienen avances muy significativos en

    materia de derechos lingsticos y educativos para los

    pueblos indgenas. Contrastan con los contenidos res-

    pectivos en la Convencin de la ONU sobre Trabajadores

    Migrantes y sus Familias, que establece derechos lin-

    gsticos insuficientes para la preservacin de las

    lenguas de sus destinatarios y se caracteriza por su

    orientacin hacia la asimilacin, segn la opinin de

    expertos (Skutnabb-Kangas y Phillipson, 1994). Ob-

    servamos entonces que el reconocimiento de los de-

    rechos lingsticos va separando cada vez ms a las

    poblaciones originarias de las inmigrantes. En los

    diversos Estados del continente americano, los pue-

    blos indgenas han conquistado espacios muy impor-

    tantes en cuanto al reconocimiento constitucional de

    sus derechos en los ltimos 15 aos (cf. Richstone,

    1989, Maurais, 1992, Hamel, 1994b, Cunningham,

    1996). Las minoras inmigrantes, en cambio, no gozan

    de derechos similares, lo que es muy evidente en Am-

    rica Latina. Podemos concluir que, por lo menos en los

    EEUU, Amrica Latina y en muchos pases europeos,

    la sociedad dominante no est dispuesta a apoyar

    polticas orientadas hacia la preservacin cultural y

    lingstica de las minoras inmigrantes.

    La naturaleza de los derechos lingsticos

    Como hemos visto, la legislacin extensiva en materia

    lingstica es un fenmeno bastante reciente. Pocas

    veces en el pasado los derechos lingsticos han sido

    objeto de legislaciones, ya que se consideraba que las

    lenguas pertenecan al mbito de la no-ley, es decir, a

    los espacios de las costumbres y tradiciones (Abou,

    1989). Metforas biolgicas persistentes las lenguas

    nacen, crecen, decaen y mueren han contribuido a

    la creencia generalizada de que no haba nada que

    regular, planear o legislar en relacin con las lenguas

    (y el lenguaje), que existen como entes vivos cuyo ciclo

    de vida es altamente resistente a las reglamentaciones

    sociales. Y muchos estudiosos podran concordar con

    el juicio del sociolingista canadiense Mackey (1989)

    que las leyes lingsticas en s mismas han tenido

    desde siempre un impacto relativamente modesto en

    el comportamiento lingstico de los hablantes. Sin

    embargo, la metfora biolgica ignora, o ms bien en-

    cubre, la naturaleza esencialmente histrica y social

    de las lenguas. Y no admite que las polticas y re-

    gulaciones interfieren en mltiples formas con el fun-

    cionamiento de las lenguas, especialmente en su

    organizacin como discurso. Surge entonces la pre-

    gunta de qu manera se puede trasladar algo que con-

    vencionalmente se regula por tradiciones y costum-

    bres al terreno de la legislacin, cuando se considere

    necesario, sin estrangular al mismo tiempo las di-

    nmicas socioculturales e histricas que produjeron

    estos hbitos. Este es, por supuesto, un problema que

    atae a toda legislacin que se propone regular algn

    tipo de comportamiento humano.

    La legislacin en materia lingstica surge funda-

    mentalmente como necesidad de proteger los dere-

    chos de un grupo lingstico cuando ste siente que

    otro amenaza su lengua en el mismo territorio. Por lo

    regular, mientras las mayoras dominantes no advier-

    ten ninguna amenaza no muestran inclinacin algu-

    na por legislar en materia lingstica. Esto sucedi de

    un modo muy caracterstico en la tradicin anglosajona,

    tanto en Gran Bretaa como en los Estados Unidos,

    donde por costumbre se discriminaba a las dems

    lenguas, pero donde la sociedad se resista a imponer

    restricciones legales al uso de las lenguas (cf. Heath y

    Mandabach, 1983). En los EEUU, sin embargo, la xe-

    nofobia alentada contra los inmigrantes, especial-

    mente los mexicanos, en aos recientes cre un clima

    de amenaza subjetiva sin ningn sustento real en

    cuestiones lingsticas (cf. Cummins, 1994, Her-

    nndez-Chvez, 1994) que llev a la aprobacin de

    enmiendas constitucionales para garantizar al ingls

    el status de nica lengua oficial (Cazden y Snow,

    1990). Esto sucedi primero en la mayora de los

    estados y finalmente en 1996 en la Unin.

    La ubicacin de los derechos lingsticos

    La argumentacin en torno a la ubicacin de los de-

    rechos lingsticos se basa en una distincin entre dos

    funciones del lenguaje: su funcin de expresin y de

    comunicacin. Esta distincin, que en la lingstica

    se considera como meramente analtica, ha servido de

    fundamento para atribuirle al lenguaje un status

    jurdico ambiguo, incluso contradictorio, ubicndolo

    en dos categoras diferentes.

    Como medio de expresin en abstracto, es decir,

    como el derecho a hablar (Turi, 1989, 1994), el dere-

    cho al lenguaje forma parte de los derechos humanos

    fundamentales, al igual que el derecho a la libertad de

    conciencia, religin, creencia u opinin, ya que stos

    se consideran atributos naturales de todo individuo.7

    Cuando se refieren a la funcin de comunicacin

    que tiene el lenguaje, en cambio, los derechos lin-

    gsticos pierden su carcter absoluto, de derechos

    fundamentales, y se asocian ms bien con la categora

  • Rainer Enrique Hamel

    15

    mite una proteccin real de la diversidad lingstica

    (De Witte, 1989: 85).

    Segn este autor, la defensa de la libertad lings-

    tica puede ser promovida a travs del principio de la

    libertad de expresin sobre la base de que este ltimo

    derecho fundamental no slo debera garantizar el

    contenido del mensaje, sino tambin su forma o ins-

    trumento (es decir, el uso de una lengua especfica).

    De esta manera los ciudadanos anglfonos de Quebec

    denunciaron con xito en las cortes la violacin de su

    derecho a la libre expresin en una disposicin (el

    artculo 58 de la Charte de la langue franaise en su

    versin de 1977) que prohiba el uso de cualquier otra

    lengua que no fuera el francs en los rtulos pblicos

    y la publicidad. El argumento jurdico es que la de-

    fensa de los derechos lingsticos debera sacar pro-

    vecho de la validez universal incuestionable de los

    derechos humanos fundamentales, y que sus defen-

    sores no deberan arriesgarse a ser acusados de plan-

    tear reivindicaciones de tipo accin afirmativa, es

    decir, de reclamar privilegios para grupos especficos.

    Es en este sentido que la Carta Europea de Lenguas

    Regionales o Minoritarias (1992) es considerada como

    un avance importante aunque deja a la discrecin

    de cada Estado su implementacin de un modo extre-

    madamente flexible ya que apunta a la defensa de

    lenguas, no de minoras lingsticas, justamente para

    evitar la cuestin delicada de la autonoma (Woehrling,

    1989).

    Como entre los expertos en derechos lingsticos

    reina una gran desconfianza frente a este tipo de ar-

    gumentaciones y, en general, frente a las definiciones

    exclusivamente individuales de los derechos lings-

    ticos, la legislacin en la materia evolucion con una

    independencia conceptual significativa de otras ramas

    del derecho, creando sus propias definiciones (e.g. el

    status de una lengua como oficial, nacional, los prin-

    cipios de territorialidad y personalidad, etctera) para

    las cuales los conceptos jurdicos generales no resul-

    taron muy tiles (De Witte, 1989). La conviccin de

    que el marco legal de los derechos humanos funda-

    mentales constituye por s slo un instrumento dbil

    en la defensa de los derechos lingsticos es comparti-

    da por una amplia gama de expertos y defensores de

    las minoras tnicas.9

    El carcter individual y colectivode los derechos lingsticos

    Como ya hemos visto en el debate anterior, los dere-

    chos lingsticos constituyen un caso privilegiado

    para demostrar la necesidad de definir los derechos

    de derechos econmicos, sociales y culturales (cf.

    Bran 1987: 16) que tienen que ser creados por una

    iniciativa del Estado.8 Los derechos fundamentales

    pueden ser ejercidos por un individuo, mientras que

    no es concebible implementar los derechos lingsti-

    cos a una comunicacin adecuada en ausencia de una

    comunidad lingstica.

    Algunos juristas han criticado, sin embargo, la di-

    cotoma entre los derechos fundamentales generales

    (individuales), otorgados a todos los ciudadanos, y los

    derechos lingsticos (colectivos) concedidos a grupos

    especficos. Sostienen que el refinamiento de la teora

    de los derechos fundamentales permite demostrar,

    para un gran nmero de los textos constitucionales y

    de decisiones jurdicas de los ltimos veinte aos, que

    la utilizacin creativa del derecho fundamental... per-

  • Derechos lingsticos como derechos humanos: debates y perspectivas

    16

    de las minoras tanto en trminos individuales como

    colectivos. Ambas dimensiones se complementan, aun-

    que no podemos negar que tambin pueden entrar en

    conflicto.

    El hecho de que no exista consenso ni en la Or-

    ganizacin de las Naciones Unidas ni en los dems

    foros internacionales sobre la definicin jurdica de

    una minora o de una lengua10 refleja el problema

    de fondo que entorpece el debate: en su gran mayora

    los Estados nacionales se oponen a reconocer el ca-

    rcter de pueblo o nacin a sus minoras tnicas ori-

    ginarias y a concederles derechos colectivos, ya que,

    segn la opinin dominante, un reconocimiento de

    este tipo pondra en riesgo el carcter unitario de la ley

    y el modelo de Estado-nacin homogneo; podra in-

    clusive crear conflictos y guerras tnicas y debilitar la

    soberana nacional. En muchos casos esta amenaza

    es un mito que las clases dominantes usan para im-

    pedir que las minoras obtengan derechos lingsti-

    cos y de otro tipo. Hay que reconocer, sin embargo, que

    la conquista de derechos y el acceso a recursos para

    ejercerlos puede constituir una amenaza para un de-

    terminado status quo y los privilegios de las clases domi-

    nantes, particularmente en Estados no democrticos.

    Como se ve claramente, desde los pases blticos

    (Druviete en este volumen) hasta Chiapas, los movi-

    mientos actuales de los pueblos originarios cuestio-

    nan los modelos tradicionales de Estado nacional y

    muestran la inviabilidad de sus proyectos, puesto que

    sus demandas ya no se pueden satisfacer sin una

    transformacin profunda de los Estados y de las na-

    ciones en su conjunto. Sobre esta base el reconoci-

    miento de los pueblos indgenas y el desarrollo de sus

    derechos colectivos puede constituir un camino efi-

    ciente para reducir o superar los conflictos tnicos, un

    proceso en el que todas las partes pueden ganar, como

    sostienen muchos expertos (Stavenhagen, 1990, Eide,

    1995, Phillipson y Skutnabb-Kangas, 1995, Coulombe,

    1993). Esta perspectiva abre un camino para transitar

    del euro-nacionalismo actual hacia un tipo de htero-

    nacionalismo, sin entrar en una fase de confronta-

    cin extrema con un etno-nacionalismo radical (cf.

    Comaroff, 1993).

    Crece el consenso en Mxico y en otros pases la-

    tinos respecto a que la autonoma (cf. Daz-Polanco,

    1991, Daz-Polanco y Snchez, 1995) constituye pro-

    bablemente el marco moderno ms apropiado dentro

    del cual se pueden negociar y resolver las demandas

    sectoriales, incluyendo las lingsticas y educativas.

    En la medida en que los derechos lingsticos son

    vistos como parte del desarrollo de la proteccin inter-

    nacional de las minoras, se considera que requieren

    de dos componentes para su ejercicio eficaz:

    1. El principio de igualdad en el trato de miembros

    de las minoras y de las mayoras; y la igualdad

    formal de las comunidades lingsticas.

    2. La adopcin de medidas especiales para garan-

    tizar el mantenimiento de las caractersticas es-

    pecficas del grupo.

    Es tan slo la combinacin de ambos elementos lo

    que puede constituir la base de garantas lingsticas

    en el contexto de una poltica de pluralismo cultural.

    En el principio de igualdad lingstica de los sujetos,

    entendido como igualdad de oportunidades (en la

    educacin, la administracin, etctera) se refleja la di-

    mensin individual de los derechos lingsticos. En el

    reconocimiento de que las minoras lingsticas re-

    quieren de un trato preferencial como comunidades,

    incluyendo iniciativas y medidas especficas del Es-

    tado para garantizar su sobrevivencia como colecti-

    vidad, reside la dimensin colectiva de estos derechos.

    El hecho evidente de que un sujeto slo pueda ejercer

    sus derechos individuales de comunicarse en su lengua

    en la medida en que exista y sobreviva su comunidad

    de habla demuestra que todo derecho lingstico se

    basa en ltima instancia en la comunidad y tiene, por

    lo tanto, un carcter colectivo.

    La sociolingstica y los derechos lingsticos

    A pesar de que exista una fuerte inclinacin a conce-

    bir el uso de las lenguas como un derecho en los EEUU

    (cf. Ruiz, 1984), slo unos cuantos sociolingistas

    (Kloss, 1971, 1977, Heath, 1976, 1981, Macas, 1979,

    1982) relacionaron sus investigaciones con los temas

    de la legislacin y los derechos lingsticos en las pri-

    meras etapas de la sociolingstica. Esta omisin

    tambin est presente en los fundadores del campo

    que iniciaron las investigaciones sobre la desigualdad

    lingstica (Labov, 1970, etctera) o educativa (Gu-

    merpz y Herasimshuk, 1973, Cicourel et al., 1974,

    para citar slo algunos), o sobre los aspectos sociol-

    gicos del contacto y la dominacin lingstica (Fishman,

    1964, 1967, etctera) El trabajo monumental de Kloss

    sobre la etnopoltica en Europa (Kloss, 1969a) y su in-

    vestigacin norteamericana sobre los derechos lings-

    ticos de los inmigrantes (Kloss, 1969b, 1971, 1977),

    que hoy en da se considera pionero para el debate

    sobre los derechos lingsticos y la planificacin del

    lenguaje, no encontraron un eco significativo en la so-

    ciolingstica norteamericana y europea de sus tiempos.

    Este hecho quizs no sorprenda demasiado, puesto

    que la sociolingstica exploraba sobre todo los mbitos

    de la no-ley, es decir, de las costumbres y tradiciones.

  • Rainer Enrique Hamel

    17

    En muchos de los pases de Europa occidental el

    inters en relacionar cuestiones legales con la inves-

    tigacin sociolingstica era an menor que en los

    EEUU, con excepcin de los Estados oficialmente mul-

    tilinges. Esta tendencia se refleja en el debate sobre

    cdigos lingsticos y clases sociales (Bernstein desde

    1959) en Gran Bretaa, en la investigacin alemana

    sobre cdigos lingsticos y educacin compensa-

    toria (Oevermann, 1970) y el desarrollo lingstico de

    los trabajadores inmigrantes (Heidelberger Fors-

    chungsprojekt Pidgindeutsch, 1975, Klein y Dittmar,

    1979); sucedi tambin en los estudios franceses

    sobre la reproduccin lingstica de las diferencias de

    clases (Bourdieu y Passeron, 1964, Cohen, 1956,

    1971, Marcellesi, 1971) y en la transicin italiana de

    la dialectologa tradicional al estudio sociolingstico

    de los temas gramscianos de la diversidad cultural y

    lingstica de las regiones (Sobrero, 1973, Grassi,

    1969, 1977). Incluso en Espaa, donde la cuestin

    lingstica jug un papel central en el movimiento de

    masas cataln por la autonoma regional y en contra

    de la perpetuacin del rgimen franquista (Vallverd,

    1973, 1980), surgieron conceptos centrales de la po-

    ltica del lenguaje (e.g. conflicto lingstico, norma-

    lizacin, cf. Ninyoles, 1972, 1975, 1976, Vallverd,

    1979)11, pero hubo poca elaboracin terica sobre la

    relacin entre estos conceptos sociolingsticos y el

    tema de los derechos lingsticos o la legislacin en

    esta fase. En Amrica Latina, la cuestin de los dere-

    chos lingsticos tambin permaneci ausente en la

    investigacin sociolingstica (Lavandera, 1974,

    Hamel, Lastra de Surez y Muoz, 1988), con excep-

    cin de la discusin que cre el intento de oficializacin

    del quechua en Per en los aos setenta, hasta que

    surgi el debate antropolgico y jurdico sobre los de-

    rechos humanos indgenas en los aos ochenta (Sta-

    venhagen, 1988, Stavenhagen e Iturralde, 1990).

    El desarrollo masivo de nuevos programas de edu-

    cacin bilinge que se inici en Europa y las Amricas 12

    desde los aos sesenta y setenta ayud a superar esta

    ausencia. Un debate altamente controvertido se desen-

    caden sobre los objetivos sociopolticos (transicin

    vs. preservacin) y los mtodos de enseanza (en pri-

    mera o segunda lengua, lectoescritura en lengua ma-

    terna, interdependencia entre habilidades, etctera),

    como tambin sobre el papel de las investigaciones

    para la toma de decisiones polticas (Cummins, 1994).

    El debate oblig a las partes a hacer explcitos sus fun-

    damentos y a explicar sus mtodos con mucho ms

    detalle de lo que era comn en tiempos anteriores. En

    los EEUU y Canad, esta discusin llev a incluir

    cuestiones de derechos lingsticos y educativos y las

    posibilidades de su legislacin. Un proceso similar

    surgi en torno a los servicios pblicos en lenguas

    diferentes al ingls, especialmente sobre los servicios

    legales (cf. Berk-Seligson, 1990, Valds en este volu-

    men). En Amrica Latina, este debate est en pleno

    desarrollo desde principios de los aos noventa (e.g.

    Etare, 1992).

    La discusin anterior nos lleva a indagar de qu

    manera la sociolingstica, la lingstica educativa y

    otras ramas de la lingstica social pueden contri-

    buir a la definicin de los derechos lingsticos y las

    posibilidades de su implementacin. Sin duda, la

    sociolingstica no puede sustituir la labor de las

    ciencias del derecho y de la jurisprudencia; sin em-

    bargo, puede describir en detalle los procesos socia-

    les y culturales en torno a las lenguas donde estn en

    juego los derechos lingsticos. A partir del funciona-

    miento de las lenguas en contextos multilinges, le

    corresponde identificar necesidades especficas de las

    minoras etnolingsticas y puede sealar deficiencias

    y efectos perversos (cf. Laponce, 1984, 1989) de las

    polticas y legislaciones del lenguaje donde se pre-

    senten. Esta labor en un contexto interdisciplinario

    tiene gran relevancia, ya que ni las ciencias jurdicas

    ni la antropologa tienen las herramientas necesa-

  • Derechos lingsticos como derechos humanos: debates y perspectivas

    18

    rias para realizar estas tareas, lo que llev en muchos

    casos a reglamentaciones inapropiadas.

    La definicin de este tipo de objetivos contribuy a

    construir la investigacin sobre los derechos lings-

    ticos como un campo propio, un proceso que cierta-

    mente no est concluido. Muchas reivindicaciones y

    cambios en las disposiciones legales se sustentaron

    en investigaciones cientficas, informes institucionales

    (e.g. Capotorti, 1979, Martnez Cobo, 1987, Skutnabb-

    Kangas, 1990) y la documentacin detallada de la vio-

    lacin de derechos lingsticos. Tal como seal Ma-

    cas (1979) hace casi dos decenios, todas las ramas de

    la sociolingstica y de disciplinas afines pueden con-

    tribuir a esta tarea.

    La poltica y la planificacin del lenguaje surgieron

    como disciplina a partir de la contribucin fundamen-

    tal de Haugen (1959) quien acu el trmino de pla-

    nificacin lingstica.13 Conforman los campos natu-

    rales donde la sociolingstica y la legislacin interac-

    tan. Sin embargo, ciertas reducciones tericas y

    metodolgicas han limitado los alcances de estas

    disciplinas en el pasado entre las que destacan la se-

    paracin entre planificacin y poltica y la reduccin

    del concepto de poltica a las intervenciones explci-

    tas del Estado. Estas delimitaciones han llevado a ig-

    norar el hecho de que las medidas de mayores conse-

    cuencias relacionadas con las lenguas no son muchas

    veces las explcitas, sino las actividades, actitudes e

    ideologas lingsticas que pueden oponerse a los ob-

    jetivos explcitos de una determinada poltica. En los

    modelos clsicos del campo, estas fuerzas aparecen

    tan slo en un nivel prctico como obstculos a la im-

    plementacin de ciertas medidas. No se conciben en

    un nivel terico como expresiones de las relaciones de

    poder entre formaciones sociales en conflicto.

    La investigacin sociolingstica debera, por lo

    tanto, partir de un concepto amplio de polticas lin-

    gsticas y concentrarse en las contradicciones entre

    las decisiones polticas explcitas y las medidas e in-

    tervenciones de las diversas fuerzas sociales. En los

    trabajos recientes de Fishman (1985, 1991) encon-

    tramos ejemplos de una investigacin sociolgica que

    coloca a los actores mismos, los movimientos etno-

    lingsticos y sus contrincantes, en el centro de su es-

    tudio. Para una perspectiva de este tipo las ideologas

    y orientaciones generales juegan un papel funda-

    mental; stas no deben limitarse a las lenguas mismas

    (cf. Ruiz, 1984), sino incluir estudios de las comu-

    nidades que se identifican (o son identificadas) con

    ellas.

    Abundan los ejemplos donde las medidas explci-

    tas de una planificacin del lenguaje fracasaron o

    produjeron efectos contrarios porque no tomaron en

    cuenta tales factores. As, el intento de un rgimen

    militar autoritario, pero antifeudal, de oficializar el

    quechua en el Per en 1972 y 1975, cont con un a-

    poyo limitado de los segmentos del pueblo quechua

    mismo, y se estrell contra la violenta reaccin de la

    burguesa hispanohablante del pas. Este respues-

    ta no reflej tanto una orientacin negativa hacia el

    quechua en s, como una actitud racista hacia el cam-

    pesinado indgena.

    Segn Laponce (1989), un efecto perverso podra

    producirse por la legislacin lingstica canadiense

    que apunta a proteger el francs y a permitirle una

    mayor movilidad a la poblacin francfona. La disper-

    sin de los hablantes, sin embargo, probablemente

    tendr el efecto de incrementar el desplazamiento in-

    tergeneracional, ya que la mejor proteccin de una

    lengua amenazada se dara con una mayor concen-

    tracin de sus hablantes en un espacio fsico, por lo

    menos en el caso canadiense. De acuerdo con el autor,

    el error consisti en el intento de proteger el francs

    sobre la base de derechos lingsticos individuales,

    transportables, cuando la mejor solucin hubiera sido

    establecer derechos colectivos no transportables, es

    decir, territoriales.

    Un enfoque amplio e interdisciplinario de la poltica

    del lenguaje (con la planificacin como un subcam-

    po) podra enriquecerse con un conjunto de estudios

    provenientes de la sociolingstica, el anlisis del dis-

    curso, la antropologa y la sociologa, para compren-

    der mejor cmo la poltica funciona en relacin con

    cuestiones del lenguaje y para identificar el ejercicio

    de los derechos lingsticos. Una serie de estudios en

    la historia del contacto lingstico (e.g. Cerrn-

    Palomino, 1993, Barros, 1993) o de la historia de los

    discursos (Orlandi, 1990, 1993, Gal y Woolard, 1995)

    podra someterse a un reanlisis para descubrir la

    intervencin de polticas lingsticas muchas veces

    encubiertas. Lo mismo vale para muchos estudios de

    sociolingstica del bilingismo, de la etnografa de la

    comunicacin y de la sociolingstica interpretativa

    que identifican los mecanismos concretos de la inte-

    raccin verbal y el uso de las lenguas en condiciones

    de dominacin, pero que pocas veces interpretan sus

    datos en trminos de las fuerzas sociales, las ideologas

    y la manera en que se ejercen o se violan los derechos

    lingsticos de los hablantes.

    Notas

    1 En este texto traducir al espaol todas las citas que

    originalmente aparecen en otras lenguas.2 No es mi propsito presentar aqu un resumen histrico;

  • Rainer Enrique Hamel

    19

    vase los estudios detallados de Capotorti (1979), Bran

    (1987), Skutnabb-Kangas y Phillipson (1994).3 Cabe sealar que la conceptualizacin de los conjuntos

    de derechos en generaciones subsecuentes se refiere

    sobre todo a las etapas de su gestacin. Sera una idea

    equivocada pensar que las ltimas sustituyen a las pri-

    meras; se trata ms bien de un proceso cumulativo que

    trata de integrar y complementar los diferentes tipos de

    derechos.4 Me refiero a la Carta de las Naciones Unidas (1945), la

    Declaracin Universal de los Derechos Humanos (1948),

    la Convencin por la Prevencin y el Castigo del Crimen y

    del Genocidio (1948) y la Convencin Internacional de los

    Derechos Civiles y Polticos (1966). Vase el resumen de

    Bran (1987) y los trabajos en Pupier y Woehrling (1989)

    sobre el debate internacional de los derechos lingsticos.5 Se trata sobre todo del Convenio 169 sobre Pueblos Indge-

    nas y Tribales en Pases Independientes de la OIT (1989),

    la Declaracin Universal sobre los Derechos de los Pueblos

    Indgenas, presentada para su aprobacin a la ONU desde

    diciembre de 1992, y la Declaracin Universal de los Dere-

    chos Lingsticos, aprobada en junio de 1996 en la Con-

    ferencia Mundial de Derechos Lingsticos en Barcelona.6 Con excepcin del Convenio 169 que ha mostrado su efi-

    cacia como instrumento de las luchas recientes de varias

    minoras y pueblos indgenas. Quizs sea el xito de este

    instrumento lo que ha incrementado la resistencia contra

    la aprobacin de la Declaracin Universal en el seno de la

    ONU.7

    El Estado no crea estos derechos, solamente los recono-

    ce; as, por ejemplo, tanto Francia como Mxico, ambos

    pases que impulsan una poltica de asimilacin en lo

    lingstico, le garantizan al individuo su derecho de ex-

    presin en su lengua, incluso cuando sta no es la del

    Estado. Es decir, no lo delimitan en sus interacciones

    privadas, pero tampoco garantizan que sea escuchado y

    que pueda ejercer el derecho de usar su lengua en los

    mbitos pblicos institucionales.8 As, el derecho a la instruccin y la obtencin de servicios

    en su propia lengua slo recientemente se pueden ejercer

    a partir de la intervencin positiva del Estado.9 Vase Stavenhagen (1988), Skutnabb-Kangas (1990),

    Maurais (1992), Skutnabb-Kangas y Phillipson (1994),

    Hamel (1993c, 1994b); el debate europeo en su fase tem-

    prana se encuentra en Kloss (1970), el debate latinoa-

    mericano actual en Stavenhagen (1988), Stavenhagen e

    Iturralde (1990), Daz-Polanco (1995).10 Quizs sorprenda al no lingista el hecho de que no exis-

    tan criterios netamente lingsticos para distinguir entre

    lenguas y dialectos. Esto se debe a que la distancia

    gentica, estructural entre dos variedades lingsticas,

    constituye slo un factor entre varios para establecer una

    tipologa; las variables determinantes en ltima instancia

    son de carcter histrico y poltico. Distinguimos as entre

    el dans, el noruego y el sueco como tres lenguas diferen-

    tes porque son lenguas nacionales en tres Estados in-

    dependientes, aunque se trate de variedades relativamente

    cercanas e intercomprensibles en su versin estndar.

    En cambio, la mayora de las tipologas clasifica el zapote-

    co como una lengua, a pesar de que exista una mayor dis-

    tancia estructural entre sus variedades que entre las va-

    riedades escandinavas, por el hecho de que persiste una

    conciencia tnica de comunidad zapoteca.11 Para un resumen de las fases tempranas de la socio-

    lingstica en Francia, consltese Wald y Manessy (1979),

    Gardin, Marcellesi y GRECO (1980); para los pases ro-

    mnicos en general, Dittmar y Schlieben-Lange (1982);

    para gran Bretaa, Trudgill (1974).12 Mientras que en los pases industrializados los progra-

    mas para inmigrantes se justificaban muchas veces con

    argumentos psicolingsticos (Cummins, 1984, 1989) y

    se evocaban derechos educativos, en Amrica Latina pre-

    valecieron argumentos antropolgicos basados en de-

    rechos histricos y tnicos para justificar la educacin

    bilinge para los pueblos indgenas (Lpez y Moya, 1990,

    Hamel, 1994a).13 Para una revisin crtica consltese Williams (1986,

    1992) y Phillipson (1992); para la discusin de los concep-

    tos catalanes, ver Boyer (1991), sobre el desarrollo del

    amnagement linguistique en Quebec, Corbeil (1980,

    Maurais, 1993). Una discusin que compara estas tra-

    diciones con el debate alemn (Glck, 1981, Januscheck

    y Maas, 1981) se encuentra en Hamel (1993b).

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