1er Foro de Arqueología, Antropología e Historia de...

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1 1er Foro de Arqueología, Antropología e Historia de Colima Juan Carlos Reyes G. (ed.) D.R. © 2005 Gobierno del Estado de Colima, Secretaría de Cultura EL ÁRBOL Y EL BOSQUE El dato arqueológico a través de los programas de rescate. Mtra. Ma. Ángeles Olay Barrientos Arqlga. Laura Almendros López Centro INAH Colima Introducción La situación de la investigación arqueológica actual en el Estado de Colima es sumamente particular, ya que los trabajos arqueológicos de investigación, conservación, protección y difusión del patrimonio, que corresponden al Instituto Nacional de Antropología e Historia, se han visto limitados en los últimos años prácticamente a las tareas de protección urgente de los sitios arqueológicos, que ya fueron afectados o que se encuentran en vías de transformación más o menos inmediata, sobre todo, a causa de obras tanto públicas como privadas. Esto se puede observar al adentrarse en el estudio de los expedientes que conforman el archivo de arqueología del Centro INAH Colima, donde se aprecia el incremento desorbitado en la actividad relacionada con rescates y salvamentos desde mediados de los años noventa del siglo pasado. El acelerado proceso de modernización y los programas de desarrollo económico, al no marchar integrados a las políticas de conservación del patrimonio cultural, han provocado una grave contradicción entre el cambio y la conservación de monumentos históricos y arqueológicos. Un factor clave en este

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1er Foro de Arqueología, Antropología e Historia de Colima

Juan Carlos Reyes G. (ed.)

D.R. © 2005

Gobierno del Estado de Colima, Secretaría de Cultura

EL ÁRBOL Y EL BOSQUE

El dato arqueológico a través de los programas de rescate.

Mtra. Ma. Ángeles Olay Barrientos

Arqlga. Laura Almendros López Centro INAH Colima

Introducción

La situación de la investigación arqueológica actual en el Estado de Colima es

sumamente particular, ya que los trabajos arqueológicos de investigación,

conservación, protección y difusión del patrimonio, que corresponden al Instituto

Nacional de Antropología e Historia, se han visto limitados en los últimos años

prácticamente a las tareas de protección urgente de los sitios arqueológicos, que

ya fueron afectados o que se encuentran en vías de transformación más o menos

inmediata, sobre todo, a causa de obras tanto públicas como privadas.

Esto se puede observar al adentrarse en el estudio de los expedientes que

conforman el archivo de arqueología del Centro INAH Colima, donde se aprecia el

incremento desorbitado en la actividad relacionada con rescates y salvamentos

desde mediados de los años noventa del siglo pasado.

El acelerado proceso de modernización y los programas de desarrollo

económico, al no marchar integrados a las políticas de conservación del

patrimonio cultural, han provocado una grave contradicción entre el cambio y la

conservación de monumentos históricos y arqueológicos. Un factor clave en este

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proceso es el que ha desempeñado el incontrolable crecimiento demográfico de

las ciudades medias del país, aunado éste a la escasa costumbre de la sociedad

de acatar los programas de regulación urbana. Ello ha provocado la invasión de

zonas arqueológicas, la destrucción o alteración de importantes edificios y zonas

históricas, así como serias afectaciones al patrimonio cultural, en general

causadas por las obras de infraestructura colaterales a dichos procesos. No debe

perderse de vista, a la vez, que los intereses inherentes al mercado inmobiliario y

la especulación del uso del suelo son de entrada antagónicos a cualquier

programa de conservación de zonas arqueológicas y monumentos históricos.

Esta situación produce toda una serie de circunstancias en las que se

desarrolla el trabajo arqueológico de esta región de Colima y que merecen ser

analizadas.

I. El escenario y los antecedentes de investigación

Es importante señalar que a pesar de que esta realidad de crecimiento urbano

descontrolado ha afectado y afecta, básicamente, a la zona conurbada de las

ciudades de Colima y Villa de Álvarez, se puede empezar a observar como en

zonas más alejadas de estas mismas ciudades o bien en los municipios

circunvecinos, como es el caso de Comala, empiezan a proyectarse grandes

obras de infraestructura como libramientos o zonas habitacionales de alta

densidad, entre otras.

Respecto a la cuestión geográfica, esta zona conurbada se ubica, al igual

que el resto de los municipios de Colima, Comala y Villa de Álvarez, y parte de los

municipios de Cuahutémoc y Coquimatlán, dentro de la región fisiográfica del Valle

de Colima, mismo que ocupa una superficie de 888.502 km2, lo que significa el

16% del total del estado (Síntesis Geográfica de Colima, 1981).

Este valle se encuentra dominado por el Volcán de Fuego (4,200 m.s.n.m.),

el cual le da una configuración geográfica y climatológica específica. El valle inicia,

propiamente, al pie de dicho volcán, hacia los 1,700 m.s.n.m. en forma de abanico

hacia el suroeste, sur y sureste, bajo un sistema de lomeríos suaves y

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descendentes, con cañadas que bajan hasta los 400 m.s.n.m. El área es, en

general, de brecha volcánica y, dada la disposición radial de las lomas y arroyos,

presenta hacia sus periferias áreas planas cada vez más amplias. Hacia el sur se

extiende un gran llano y hacia el oeste una sierra de laderas tendidas y una

meseta lávica.

El valle, con un clima cálido subhúmedo, ha sido desde tiempos remotos

lugar propicio e ideal para asentamientos humanos, no sólo por presentar

numerosos arroyos en una región donde suele llover apenas tres meses al año,

sino también por la actividad del volcán de Fuego que con sus emisiones

periódicas de ceniza ha fertilizado los suelos, creando una superficie más apta

para la agricultura, base de la economía de los antiguos pobladores de este valle.

El rango de altitud en dicho valle determina, al mismo tiempo, diferencias

sensibles de clima y vegetación: en el extremo norte donde predominan los

lomeríos y las cañadas existen bosques de encinos; mientras en la meseta se

observan especies típicas de la selva baja caducifolia y matorral subtropical.

Sin duda, esta gran posibilidad de obtener recursos y productos

procedentes de diversos ambientes, pero en un espacio relativamente reducido,

fue un enorme estímulo para las economías locales.

Esta área del Valle de Colima ha despertado el interés de muchos, desde

algunos estudiosos colimenses hasta académicos como los de la Universidad de

California y muchos investigadores del INAH.

Las diferencias de orientación en las investigaciones son destacables, ya

que mientras los estudiosos locales tenían como intención principal la

recuperación de su patrimonio, es decir, la conservación de su pasado, intención

unida al coleccionismo; no es hasta la llegada de Isabel Kelly, investigadora de la

UCLA cuando el estudio arqueológico de Colima, pero sobre todo del Valle de

Colima, adquiere un carácter científico, académico y enfocado a la investigación e

interpretación de los vestigios arqueológicos de la zona, esto con el fin de conocer

el proceso histórico de la misma desde la época prehispánica, además de insertar

a esta área dentro del devenir de una región más amplia como es el Occidente de

México.

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Así pues, las investigaciones de Kelly se dieron en dos etapas, primero

entre 1939 y 1940 y después regresó a Colima a fines de los años sesenta y

principios de los setenta del siglo pasado. En estas estancias en Colima, la

arqueóloga consiguió dar respuesta a muchas de las incógnitas de la arqueología

del estado, y fue capaz de sentar las bases para trabajos futuros, aportando en

aspectos tan importantes como la formulación de las catorce provincias cerámicas

del Occidente de México (Kelly, 1948) y la elaboración de la secuencia cerámica y

cronológica del centro de Colima (Kelly, 1980).

Ella estableció esta secuencia cultural a partir de lo que denominó Eje

Armería, labor lograda a través de numerosos recorridos y excavaciones cuyo

objetivo concreto fue el de encontrar estratigrafías confiables a partir de las cuales

poder fechar con certeza los materiales recuperados.

A pesar del gran trabajo realizado por I. Kelly, sólo en su publicación de

1980 hace una meticulosa descripción de los sitios explorados, mismos que

corresponden a aquellos lugares en los cuales sus exploraciones detectaron

materiales referidos a una fase en específico: la fase Capacha. El croquis de

localización del material Capacha incluye únicamente diez sitios, ocho de los

cuales corresponden propiamente al valle, otro se ubica en la cuenca del río

Salado y el décimo en las cercanías del área de Tuxcacuesco.

La descripción de los lugares nos remite a espacios de lomeríos o

plataformas aluviales en las que sólo se aprecia en superficie material cerámico y

lítico, tal como martillos, metates, etcétera. Como la misma Kelly lo señala la clave

para encontrar panteones Capacha derivó de su relación con moneros, los cuales

le dieron las pistas para excavar en lugares susceptibles de contener materiales

como los que buscaba. Los moneros buscaban tumbas de tiro en estas mismas

lomas, de lo que se puede inferir que era también el lugar elegido por los pueblos

más antiguos del valle.

De esta manera, los lomeríos (hummuks o lomas tepetatosas producidas

por derrames lávicos del volcán de Fuego) que abundan en el extremo norte del

valle sirvieron como un elemento primordial para los asentamientos, usando éstos

tanto como base para las primeras construcciones de las aldeas como para la

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ubicación de panteones, siendo el sitio indicado para la excavación de los

depósitos mortuorios desde los tiempos de la vieja tradición Capacha a los

pueblos pertenecientes a la tradición de tumbas de tiro, las cuales fueron

reutilizadas en épocas posteriores, como reporta la misma Kelly (1978) al analizar

los contextos de las tumbas que excavó en El Manchón.

A través de una descripción de las características de las diferentes fases

del Eje Armería, la autora señala que es, precisamente, hacia la emergencia de

las fases Colima y Armería cuando se sucede un cambio visible en las formas de

estos asentamientos. Ya que se comienza a observar la presencia de basamentos

de planta rectangular organizados alrededor de patios de plantas rectangulares o

cuadrangulares. A pesar de que estas plataformas son de poca altura y las plazas

no son muy abundantes, es factible reconocer un sitio en superficie cosa que no

ocurre en las etapas anteriores en donde se hace imprescindible la excavación a

fin de confirmar la existencia de remanentes arqueológicos que definen un sitio.

No es sino hasta el desarrollo de asentamientos de grandes dimensiones

como La Campana (fase Armería) y El Chanal (fase Chanal) cuando muestran

mayor complejidad constructiva mediante la existencia de plataformas de varios

cuerpos, plazas con altares, juegos de pelota y barrios organizados a partir de

conjuntos sucesivos de estructuras distribuidas alrededor de patios. En estos

casos los sitios se observan no sólo en superficie sino incluso a través de la

fotografía aérea.

Un caso notable es el sitio del Potrero de la Cruz, cuya arquitectura muestra

filiación con la Tradición Teuchitlán, es decir, estructuras de planta circular

formando patios redondos, el cual no ha podido ubicarse cronológicamente con

certeza, ya que no ha contado con ninguna intervención arqueológica. Sin

embargo se sabe de la existencia de tumbas de tiro saqueadas en el sitio, lo cual

deja entrever la posible existencia de arquitectura compleja para el valle alrededor

de fines de la fase Comala, es decir entre 300 y 500 d.C., si fuera así se trataría

del sitio con arquitectura compleja más antiguo del Valle de Colima.

Así pues, a pesar de la gran aportación de Kelly a la comprensión de las

primeras ocupaciones humanas de Colima, fueron muchas las problemáticas que

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quedaron apuntadas y a las que no pudo dar respuesta, así como también muchos

fueron los trabajos que planteó y que quedaron pendientes, mismos que se han

ido retomando por parte de otros investigadores llegados a estas tierras atraídos

por la riqueza de su arqueología y el interés por sus contextos.

En este tenor surge la arqueología institucional, es decir, la que se realiza a

través del Instituto Nacional de Antropología e Historia, misma que empezó a tener

mayor presencia en esta región a partir de la creación del Centro Regional de

Occidente con sede en Guadalajara, Jalisco, y del que dependían los trabajos

realizados en Colima, los cuales no fueron muchos sino hasta la creación del

Centro Regional de Colima a partir de 1984.

La creación de estos Centros Regionales (ahora Centros INAH) buscó

propiciar hacia el interior de la República los mecanismos para la coordinación

entre dependencias federales, estatales y municipales, a fin de promover las

acciones que se estipulan en la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas

Arqueológicas, Artísticas e Históricas de la Nación. En este ámbito se crea el

Centro INAH Colima.

A partir de ese momento la presencia institucional se dio de una manera

más intensa, enfrentándose a una muy desagradable realidad: la de un saqueo

organizado y con una larga tradición en el estado.

En este sentido es que los arqueólogos del INAH, que dicho sea de paso se

reducían a dos o tres investigadores, se dedicaron a una de las labores principales

del Instituto, la más necesaria en ese momento en la zona, la protección de un

patrimonio profundamente afectado, alterado y destruido. La intención, entonces,

fue frenar lo más posible todo este dramático saqueo que aquejaba a la

arqueología de Colima, dedicándose prácticamente de lleno a la protección y

conservación de la gran cantidad de remanentes arqueológicos que quedaban en

la región.

La necesidad de conservar se torna en la principal tarea de los arqueólogos

que trabajan la región y, en gran medida, esta necesaria pero absorbente

dedicación actuó en detrimento de los proyectos de investigación en sí, proyectos

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necesarios para continuar aportando respuestas a muchas de las problemáticas

arqueológicas regionales.

Cabe mencionar que, unido a este trabajo de protección y conservación del

patrimonio, también se dieron a la labor de realizar tareas de difusión del mismo,

con la apertura de museos, la realización de exposiciones, conferencias, artículos

de divulgación, etcétera, cubriendo así otra de las labores propias del INAH,

además de creando conciencia en la sociedad sobre la importancia de su

patrimonio.

Sin embargo, el aspecto de la investigación es el que quedaba siempre un

tanto desequilibrado y estaba sujeto al estudio de zonas que se iban a ser

afectadas por obras de infraestructura, más que a los intereses de un estudio

concreto de área.

Esta situación, como mencionábamos anteriormente, se vio incrementada

en el estado a partir de los años finales del siglo pasado y vino de la mano de un

gran crecimiento urbano debido a un considerable aumento demográfico que se

tradujo en obras de construcción de fraccionamientos, infraestructuras viales,

edificación de grandes centros comerciales, así como plantas de procesamiento

de productos de consumo, entre otras.

En este momento es cuando realmente el trabajo arqueológico del INAH en

el estado queda prácticamente circunscrito a las labores de rescate y salvamento

en una zona delimitada como el área conurbada de Colima y Villa de Álvarez,

donde básicamente se centró este crecimiento.

A la fecha la mayoría del trabajo arqueológico sigue practicándose dentro

de esta misma estructura, las ciudades de Colima y Villa de Álvarez siguen

creciendo y son cada vez mayores las demandas de servicios, lo que hace que los

arqueólogos se encuentren inmersos en una dinámica de emergencia por proteger

el patrimonio que será afectado a corto o mediano plazo, quedando así la

investigación subyugada, por una parte, a la arbitrariedad de dónde se construirá

la obra, y por la otra a los pequeños espacios de tiempo dedicados a las labores

de gabinete, las cuales quedan rebasadas por la cantidad de material

arqueológico que espera su tratamiento.

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Es destacable ver como, dentro del proyecto de evaluación que se está

llevando a cabo sobre los últimos trabajos arqueológicos en el estado de Colima,

se puede observar el gran desequilibrio entre los trabajos de rescate y salvamento

en la entidad, los cuales ascienden, aproximadamente, a ochenta y cuatro desde

la creación del Centro Regional Colima, contra los proyectos denominados

específicos, de los que actualmente en proceso existen dos, El Chanal y La

Campana, teniendo en cuenta que desde la instalación del Centro Regional éstos

no han de haber sido más de una decena.

Éste es un ejemplo claro de cual ha sido la dinámica del trabajo

arqueológico en la entidad, a partir de la cual se pueden inferir diferentes aspectos

que a continuación se apuntarán.

II. El trabajo arqueológico en nuestros días.

Muchas son las problemáticas que se derivan de este tipo de trabajo arqueológico

que se da en el estado, sin embargo nos gustaría destacar sólo algunas de ellas.

La escasez de investigaciones concretas y dirigidas a dar respuesta a

preguntas específicas sobre los procesos culturales que acontecieron a las

sociedades prehispánicas en Colima es una de éstas.

La investigación dirigida mantiene una metodología en la que el objeto de

estudio es definido con claridad permitiendo la postulación de hipótesis, la

búsqueda de información, el análisis crítico de datos y, posteriormente, el

enunciado de conclusiones.

En cambio en la investigación con objeto de proteger, conservar y registrar

las estrategias son distintas, ya que las variables son muchas y prácticamente

ninguna depende de la propia investigación o del interés del arqueólogo por un

área o época concreta. En estos casos, el arqueólogo se adapta a lo debe

investigarse, convirtiéndose esta investigación prácticamente en un apéndice del

trabajo de protección del patrimonio.

Claro que este trabajo permite recuperar una gran información que

enriquece cada día más la investigación aportando datos que se integran a esos

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“vacíos” existentes en el conocimiento del desarrollo prehispánico, a pesar de

estar sujeta no a los intereses específicos del trabajo arqueológico, sino a la

dinámica de afectación del patrimonio.

Es necesario establecer un equilibrio entre la necesidad de conservar y

proteger el patrimonio mediante acciones de rescate y salvamento y la

obligaciones propias de la investigación arqueológica en México. Es decir,

encontrar la forma en que la protección genere investigación de calidad, que

permita la integración de los estudios del estado a los que se están produciendo

en regiones cercanas y relacionadas con ésta, ya que la historia de Occidente se

encuentra sesgada sin una integración de las investigaciones generadas en

Colima, es necesario pero se requiere que esta información tenga criterios que

permitan su comparación.

A partir de este desequilibrio mencionado surge otra problemática, ésta de

orden metodológico, que se centraría en una falta de definición de sitio

arqueológico en el estado de Colima.

Respecto a este tema son muchas las variables que deben ser analizadas,

ya que para empezar este tipo de trabajo con base a rescates y salvamentos hace

que se restrinjan las áreas trabajadas a los límites de la obra en concreto.

Gracias al Proyecto del Atlas Arqueológico en el estado, mismo que tuvo

lugar en los años 1987 y 1988, se registraron 278 sitios en la entidad, de los

cuales en el Valle de Colima se ubicaron 78 en el municipio de Colima, 16 en Villa

de Álvarez, 10 en Comala y 41 en Cuahutémoc. Cabe señalar que la mayoría de

los asentamientos registrados por el Proyecto Atlas se trata de sitios con

estructuras, ya que se ubicaron mediante fotointerpretación, y como vimos este

tipo de sitios que se pueden observar en superficie suelen ubicarse

cronológicamente después de 500-600 d.C. Además de estos sitios, se tenían los

registrados por Kelly, sobre todo para la fase Capacha, y posteriormente, en los

primeros años del Centro Regional se pudieron ubicar otros sitios que se conocían

tanto a través de denuncias como de recorridos propios de los proyectos

específicos de los diferentes investigadores del Centro INAH Colima.

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A partir de las acciones de rescate y salvamento es difícil identificar un sitio

arqueológico ya que, como mencionamos, se restringen a los límites del predio en

cuestión.

El concepto de sitio arqueológico se ha definido como el área localizada

que muestra signos de alteración antrópica observadas por la metodología

arqueológica, además de todos aquellos lugares que se concibieron en la

cosmovisión de los pueblos prehispánicos e históricos. Hay quien lo define como

cualquier evidencia de uso o transformación por parte de los grupos humanos

antiguos, es decir, un elemento arqueológico aislado se podría considerar un sitio

ya que involucra la actividad humana. En concreto el sitio debe ser una unidad

especialmente aislable.

Todo esto nos lleva a una dificultad sobre la definición de sitio, básicamente

en dos aspectos, el relacionado con las fases tempranas que no son observables

en superficie y el sobrepasar el límite del fraccionamiento, obra de infraestructura

urbana y/o cualquier otra obra que genere un rescate o salvamento, también en el

caso de las fases con evidencia arquitectónica.

Esto es de suma importancia ya que en la actualidad, a través del estudio

de los últimos trabajos realizados en la zona conurbada, se observa cómo es fácil

ubicar más de ochenta rescates elaborados, pero la dificultad aumenta cuando

queremos traducir éstos en cantidad de sitios arqueológicos, entendidos como

unidades culturales en espacio y tiempo concretos. (Fig. 1, 2 y 3)

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Fig. 1 Ubicación de los rescates arqueológicos (en azul) realizados en la zona conurbada desde 1986

hasta mediados de 2004.

NO. NOMBRE DEL RESCATE AÑO

1 El Moralete 1981

2 Fracc. Jardines Residenciales 1987

3 Fracc. Las Palmas 1987

4 Las Ánimas 1988

5 Fracc. Lomas del Pedregal 1989

6 Fracc. Res. Sta. Bárbara 1992

7 El Camichín (Las Guásimas) 1995

8 Fracc. Villas de los Pinos 1995

9 El Volantín 1997

10 Grupo Modelo 1997

11 Parcela 24 El Chanal 1997

12 Ex-Hda. San Cayetano 1998

13 Fracc. Res. Esmeralda 1a tem. 1998

14 Fracc. Res. Esmeralda 2a tem. 1999

15 Predio 35-43-53 R. Esmeralda 1998

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16 Predio 35-43-53 R. Esmeralda 1998

17 Fracc. Lomas Sta. Elena 1998/99

18 Hospital Universitario 1998/99

19 Tramo A 3r Anillo 1998/99

20 Prolongación Av. Constitución 1998/99

21 Casa de Piedra 1999

22 Tramo B 3r Anillo 1999

23 Tramo C 3r Anillo 1999

24 Parcela 9 Mirador de la Cumbre 1999

25 Complejo de Seguridad de GEC 1999

26 Fracc. Colinas de la Joya 1999

27 Fracc. Las Parotas 1999

28 Fracc. Real Vista Hermosa 2000

29 Libramiento Oriente de la Cd. 2000

30 Parcela 18 Ej. Villa de Álvarez 2000

31 Parcela 15 Ej. Villa de Álvarez 2001

32 Predio Sr. A. Ramos 2001

33 Complejo Edificios Administrativos 2001

34 Fracc. Prados del Sur 2a Sección 2001

35 Parcela 1 Ej. Fco. I. Madero 2001

36 PRI IVECOL 2001

37 Parcela 10Mirador de la Cumbre 2001/02

38 Parcela 11 Mirador de la Cumbre 2001/02

39 Circuitos Mexicanos de Nogales 2002

40 Parcela 19 El Chanal 2002

41 Fracc. Las Fuentes 2002

42 Colegio Alfa 2002

43 Tramo carr. Los Limones-Pueblo Juárez 2002

44 Fracc. Los Olivos 2002

45 Planta de Tratamiento de Aguas Negras 2002

46 Colegio Inglés 2002

47 Loma Sta. Bárbara 2002

48 Res. Esmeralda II Norte 2002/03

49 Ampliación 3r Anillo 2003

50 Parcela 8 Ej. El Diezmo 2003

51 Res. Esmeralda Norte 4 2003

52 Predio La Primavera 2003

53 Parcela Km.1.9 El Chanal 2004

Fig. 2: Rescates arqueológicos en el municipio de Colima.

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NO. NOMBRE DEL RESCATE AÑO

1 Manuel M. Diéguez 1984/85

2 Col. Alfredo V.Bonfill 1986

3 Fracc. Hdas. del Centenario 1993

4 El Centenario Construyendo Patrim. 1997

5 Cajita de Agua 1999

6 La Tapatía 1999

7 Seal Loma Bonita 1999

8 Fracc. Villas de Bugambilias 1a et. 1999

9 Fracc. Villas de Bugambilias 2a et. 2000

10 Rancho San Francisco 1999/00

11 Predio La Luz 1999/00

12 Fracc. Real Bugambilias 2000

13 Lomas de la Higuera-Real de Montroy 2000

14 Predio Rústico Cobarrubias 2000

15 La Tapatía II 2000

16 Jardines del Llano 2000

17 La Tapatía III 2000

18 El Camichín 2000/01

19 Fracc. Carlos de la Madrid Virgen 2001

20 El Casco 2001

21 Fracc. Sindicato de Trabajadores H.A.V.d.A 2001

22 El Yaqui 2001

23 Fracc. Villa Flores 2001/02

24 Fracc. Campestre Torrecillas 2002

25 Puerta de Hierro 2002

26 Las Lagunas 2002

27 Lomas de la Villa 2003

28 Fracción C Fracc. Tabachines 2003

29 Fracción D Fracc. Tabachines 2003

30 Fracción B Fracc. Tabachines 2004

Fig. 3: Rescates arqueológicos en el municipio de Villa de Álvarez.

El proyecto de salvamento o el programa de rescate se registran en la

mayoría de casos con el nombre que llevarán las nuevas colonias, dando una

impresión de denotar un espacio definido, en suma un sitio particular. Muchas de

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estas intervenciones son colindantes entre sí y lo que se ha definido con tres o

cuatro nombres realmente podría tratarse de un único sitio arqueológico.

El problema, entonces, radicaría en definir lo que entendemos como sitio,

existe una necesidad de especificar los criterios para considerar sitios

arqueológicos en el estado de Colima.

Para definir estos criterios se deberían tener en cuenta aspectos como la

continua ocupación de los mismos espacios, lo que hace que en prácticamente

todos los trabajos de rescate o salvamento se excaven contextos de fases

culturales diferentes.

Pero además, existen aspectos como que los sitios pertenecientes a las

fases Capacha, Ortices y Comala (1,500 a.C.-500 d.C.) suponen una gran

dificultad de definición toda vez que no se observan evidencias arquitectónicas en

superficie y que los contextos que se conocen se limitan a espacios funerarios

tales como panteones.

Para fases posteriores a éstas es más factible la delimitación toda vez que

los vestigios arquitectónicos en superficie presentan mayor evidencia.

En otro tenor, es importante mencionar las diferencias de deposición de

sedimentos que se da entre las dos áreas donde se han ubicado la gran mayoría

de estos trabajos de excavación para protección, en concreto se trata de la parte

norte donde la deposición de sedimentos es muy escasa debido a la pendiente lo

que hace fácil ver arquitectura en el caso de que exista. Sin embargo, este hecho

junto con el de albergar tumbas de tiro en la gran cantidad de lomas tepetatosas

que caracterizan su paisaje, han propiciado que haya sido el área preferida de los

moneros para cometer sus destrucciones.

Por su parte, al oeste y suroeste de la zona conurbada se extienden

grandes terrenos relativamente planos, donde existe una enorme acumulación de

sedimentos producto del arrastre de materiales por las numerosas corrientes de

agua que atraviesan el área.

En esta parte los contextos no son fácilmente visibles en superficie,

limitándose a material arqueológico como fragmentos de cerámica y lítica, así

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como algunas pequeñas elevaciones de tamaños regulares y, por tanto, de origen

antrópico, por todo ello esta zona prácticamente no ha sufrido saqueos.

Por último, otra de las problemáticas que surge de estos trabajos es

precisamente el tipo de información generada, ya que normalmente es bastante

limitada, restringiéndose a pocos informes finales, algunos informes parciales y

más reportes de trabajo. (Fig. 4 y 5)

RELACIÓN DE TOTALES RESPECTO A INSPECCIONES Y RESCATES

EN LOS MUNICIPIOS DEL ESTADO DE COLIMA.

MUNICIPIO INSPECCIONES RESCATES

ARMERÍA 4 1

COLIMA 85 53

COMALA 10 4

COQUIMATLÁN 3 0

CUAHUTÉMOC 4 0

IXTLAHUACÁN 7 0

MANZANILLO 15 2

MINATITLÁN 2 0

TECOMÁN 7 1

VILLA DE ÁLVAREZ 49 30

TOTALES 186 91

INSPECCIONES EN LOS MUNICIPIOS DE COLIMA

(excepto Colima y Villa de Álvarez)

16%

20%

40%

0%

24%

Inspección derivada en rescate y/o salvamento

Inspección derivada en necesidad de rescate y/o salvamento

Inspección derivada en liberación con condicionantes

Inspección derivada en no factibilidad de liberación

Desconocimiento del proceso completo

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Básicamente, después de los trabajos de campo, pocos son los apoyos

para darle continuidad al proceso de investigación, el cual requiere del trabajo de

gabinete tanto para el análisis de los materiales como para el procesamiento de la

información y la generación de los tan necesarios informes finales para a partir de

esto llegar a la difusión de la información.

Si esta cadena operativa se pudiera dar de manera completa sería ideal

para la investigación arqueológica, sin embargo el gran aumento de trabajo unido

al poco personal disponible, hacen que el rezago se centre, sobre todo, en estas

últimas etapas del proceso de investigación, es decir, las de gabinete,

procesamiento de la información y su difusión.

Ante la destrucción alarmante del patrimonio no se pueden dejar en espera

las labores de campo hasta que concluya una investigación anterior, sin embargo

debemos encontrar soluciones intermedias a fin de mantener un equilibrio hasta

cierto punto entre el rescate físico de este patrimonio y el de su conocimiento e

interpretación. Ya que recuperar estos datos y no trabajarlos hasta que lleguen a

la sociedad provoca igualmente una pérdida de este patrimonio arqueológico.

INSPECCIONES REALIZADAS

46%

27%

6%

7%

14%

COLIMA VILLA DE ÁLVAREZCOMALA MANZANILLOOTROS MUNICIPIOS

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III. Propuestas para orientar la investigación arqueológica

Las propuestas se centran en la necesidad de generar trabajos arqueológicos de

mayor calidad y lograr altos rangos de eficacia en las intervenciones a fin de poder

extraer la mayor información posible, pero al mismo tiempo que ésta sea de

calidad y con la capacidad de ser comparable, lo cual se logrará a partir de la

sistematización y uniformización de las estrategias generadoras de información

arqueológica para el estado. Es importante el eficiente y fácil manejo de esta

información al interior de la sección de arqueología del Centro INAH Colima.

Esta uniformización debe comenzar por el propio registro del sitio tanto

desde la primera inspección, en caso de ser una atención a denuncia, o bien en el

tiempo estipulado para recorrido de superficie dentro de un futuro proyecto

específico de área, pero también la observación y el consecuente registro del sitio

y sus alrededores se deben continuar durante los trabajos de excavación.

Consideramos importante que cada intervención tenga como una de sus

prioridades la puntual descripción no sólo del área a afectar sino, también, del

entorno cercano en el cual se ubica. De la misma manera se debe llevar a cabo

una recolección de materiales de superficie antes de proceder a la excavación,

ésta debe ser lo más sistemática posible y diferenciando por unidades de

recolección que pueden ser relativamente arbitrarias, esto con el fin de poder

determinar la cronología de las distintas ocupaciones a partir de la identificación

de materiales cerámicos ya definidos, pero también para poder determinar áreas

de actividad por la distribución y concentración diferenciada de material

arqueológico.

Al mismo tiempo, se debe proceder a la realización del croquis de las

posibles estructuras que se aprecien en superficie, así como de las posibles

irregularidades que pueda presentar el terreno y, en este mismo croquis, se puede

graficar la distribución de material.

Los resultados de estas labores previas a la excavación orientarán el

sentido de los trabajos subsecuentes. En el caso de que los materiales indiquen

ocupaciones tardías será más factible llevar a cabo la cabal delimitación del área

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con remanentes arqueológicos de toda índole, lo que facilitará, en cierto modo,

determinar las estrategias de excavación. En el caso de ocupaciones más

tempranas sería recomendable la realización de pozos de sondeo encaminados a

determinar el espacio donde se concentra el material temprano, por supuesto con

un buen control estratigráfico y el análisis consecuente de materiales.

Por otra parte, para estas áreas con ocupaciones tempranas sería

recomendable también la aplicación de técnicas geomagnéticas, como la

utilización de los radares de penetración, a fin de determinar si estas técnicas, al

igual que en otros contextos donde también se aplican a ocupaciones tempranas

con problemáticas similares (como en contextos de la Tradición Chupícuaro en

Guanajuato); nos pueden ayudar para poder determinar tanto el área de extensión

de vestigios arqueológicos de esa fase, como orientar nuestras intervenciones de

excavación.

Otro de los aspectos importantes que hay que implementar es el mapeo de

sitios una vez descritos, tanto en la distribución sincrónica de los asentamientos

como en la diacrónica, para poder caracterizarlos en espacio y tiempo y así

observar aspectos sobre patrón de asentamiento y funcionalidad de los sitios para

las diferentes fases de la secuencia cultural prehispánica. (Fig. 6 y 7)

Consideramos importante que, a la par de los trabajos de campo, se lleven

a cabo investigaciones que permitan sustentar modelos metodológicos acorde al

perfil de poblamiento que presenta el Valle de Colima. Dado que los sitios

presentan un alto rango de dispersión consideramos de suma importancia la

realización de estudios de orden etnográfico, como los realizados en los Altos de

Chiapas o en la Mixteca baja, cuya población indígena ha organizado su espacio a

través de parajes polarizados en los cuales ciertas poblaciones (en este caso las

ciudades mestizas) desempeñan el papel de organizador regional. Mediante el

análisis crítico de éstas y otras formas de organizar el espacio será posible

instrumentar modelos que permitan estructurar no sólo la información recuperada

sino, también, orientar las investigaciones futuras.

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Fig. 6. Ubicación de evidencia arqueológica correspondiente a la fase Comala

según los rescates realizados en la zona conurbada.

Fig. 7. Ubicación de evidencia arqueológica correspondiente a la fase Chanal

Según los rescates realizados en la zona conurbada.

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Por otro lado, sería de gran interés el estudio de la cartografía

antigua, por ejemplo fotografías aéreas de los años setenta a fin de observar el

impacto de este crecimiento urbano, además de poder ubicar vestigios y ver la

fisonomía de conjunto de algunos de los sitios que ya quedaron bajo los

fraccionamientos actuales o simplemente desaparecieron. Pero también el estudio

de esta cartografía antigua y de los archivos nos puede permitir la localización de

los lugares mencionados en las fuentes.

Es necesario hacer un llamado a la recuperación de los vestigios históricos

mediante las técnicas de la arqueología histórica, la aplicación de la cual es

sumamente importante y sería muy necesario un programa donde se integre el

registro y excavación de algunos sitios históricos en Colima. Por ejemplo, a raíz

del terremoto que afectó a la Ciudad de Colima en enero de 2003, varios de los

edificios históricos se vieron afectados y/o destruidos, con lo cual se podría

contemplar la posibilidad de propiciar excavaciones arqueológicas con el fin de

contribuir con estos datos a los estudios históricos de la ciudad.

Siguiendo con lo anterior, a estos mapas se les puede agregar información

derivada de otras fuentes como la existencia de saqueos previos, datos de

informantes, etcétera, que permitan ir configurando la historia del sitio y el perfil de

potencialidad de cada lugar.

Es obvia la necesidad de realizar trabajos conjuntos de análisis de

materiales cerámicos, ya que se podría generar un trabajo tan importante como

sería la afinación y/o redefinición de la tipología cerámica para la región, esto con

la combinación de los datos ya existentes y los resultados de las últimas

excavaciones. Lo cual permitirá a futuro el estudio comparativo de los materiales,

generando tanto la ubicación temporal como la asociación cultural de los vestigios

recuperados.

En este sentido, otro de los aspectos que hay que tener en cuenta para

proyectos a corto y mediano plazo es el de la necesidad de generar fechamientos

absolutos para la arqueología de Colima, y en especial para la del valle de Colima,

fechamientos sin los cuales no se podrá dar respuesta a muchas de las preguntas

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que ya planteó Kelly en su momento, así como a otras muchas que siguen

generando día con día.

Por otro lado, es urgente implementar estudios de área a fin de guiar la

investigación hacia la resolución de cuestiones específicas, además de poder

estudiar un área desde varias ópticas así como integrar a otras disciplinas, y

conseguir una visión más amplia de esta región.

El valle de Colima ha sido una de las áreas más estudiadas en el estado, y

a pesar de que son muchas las necesidades de investigación en ésta, a futuro

sería necesario integrar el estudio de otras áreas como la costa o el área serrana,

a fin de equilibrar la información referente al desarrollo prehispánico de la entidad.

A través de estas líneas hemos querido esbozar la situación actual del

trabajo arqueológico en el estado y las problemáticas que se generan de la

dinámica del mismo, al tiempo que se plantean algunas propuestas para

encaminar esfuerzos conjuntos hacia el fomento de una mayor investigación

arqueológica de calidad en el estado de Colima. Concretamente, en la zona

conurbada de Colima y Villa de Álvarez donde el crecimiento desmesurado está

acabando con una gran cantidad de vestigios de nuestro pasado que, difícilmente,

podrá ser recuperado si no emprendemos acciones específicas e inmediatas.

IV. Bibliografía ALMENDROS, L.; Informe del Proyecto de Investigación Arqueológica “El periodo Formativo en Colima: una continuidad ocupacional”. Archivo del Centro INAH Colima, Noviembre, 2004. KELLY, I; “Ceramic provinces in Northwest Mexico” en: El Occidente de México. Cuarta Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología, México, 1948, pp. 55-71. KELLY, I.; “Seven Colima tombs: an interpretation of ceramic content” en: Contributions of the University of California Archaelogical Research Facility, no. 36, Berkeley, University of California, Departament of Antropology, 1978. KELLY, I.; Ceramic sequence in Colima: Capacha an Early Phase, Tucson, Antropological Papers of the University of Arizona Press, 1980. MATA DIOSDADO, S Y Ma. Ángeles Olay; “Un rescate arqueológico en la ciudad de Colima” en: Barro Nuevo, abril-junio, INAH y H. Ayuntamiento de Colima, 1990, pp-5-17.

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