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2. Memoria, historia e identidad. Una reflexién sobre el papel de la ensenanza de la historia en el desarrollo de la ciudadania Alberto Rosa Rivero Memoria colectiva, historia e identidad son palabras que se refieren a conceptos centrales en la vida individual y colectiva. Puede decirse que apelan a algunas de las grandes preguntas que nos hacemos de manera recurren- te cuando reflexionamos sobre nuestra vida individual o colectiva. En lenguaje llano, podriamos decir que la me- moria es lo que nos permite plantearnos de donde veni- mos; la identidad nos conduce a la pregunta sobre qué es lo que somos, mientras que la historia nos hace reflexio- nar sobre adonde apunta nuestro destino, hacia nuestro futuro, al mismo tiempo que vincula tres regiones tempo- rales -el pasado, el presente y el futuro- en las que se despliega nuestro ser individual y colectivo. Nuestro propésito aqui no va a ser aventurar respues- tas sustantivas a estas grandes preguntas. Nuestro inten- to va a ser mucho mas modesto: vamos a tratar de refle- xionar sobre las preguntas mismas, y lo vamos a hacer situéndonos en la encrucijada entre la psicologia, las cien- cias sociales, las humanidades y la filosofia; y ello no solo con la intencion de deslindar conceptos abstractos, sino guiados, ademas, por un animo practico: iluminarnos en el intento de educar para una ciudadania responsable. Con este proposito, vamos a desarrollar un recorrido en el que examinaremos estos tres conceptos (memoria, historia e identidad) a la luz de lo que la ciencia contempo- ranea nos dice, para aventurar, al final, algunas conclu- siones que nos puedan oriental' ante el desafio de formar a las nuevas generaciones en la participacion activa en la vida publica. Una vida publica en la que los entornos de participacion de los ciudadanos estan sufriendo modifica- 47

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2. Memoria, historia e identidad. Unareflexién sobre el papel de la ensenanza dela historia en el desarrollo de la ciudadaniaAlberto Rosa Rivero

Memoria colectiva, historia e identidad son palabrasque se refieren a conceptos centrales en la vida individualy colectiva. Puede decirse que apelan a algunas de lasgrandes preguntas que nos hacemos de manera recurren-te cuando reflexionamos sobre nuestra vida individualo colectiva. En lenguaje llano, podriamos decir que la me-moria es lo que nos permite plantearnos de donde veni-mos; la identidad nos conduce a la pregunta sobre qué eslo que somos, mientras que la historia nos hace reflexio-nar sobre adonde apunta nuestro destino, hacia nuestrofuturo, al mismo tiempo que vincula tres regiones tempo-rales -el pasado, el presente y el futuro- en las que sedespliega nuestro ser individual y colectivo.

Nuestro propésito aqui no va a ser aventurar respues-tas sustantivas a estas grandes preguntas. Nuestro inten-to va a ser mucho mas modesto: vamos a tratar de refle-xionar sobre las preguntas mismas, y lo vamos a hacersituéndonos en la encrucijada entre la psicologia, las cien-cias sociales, las humanidades y la filosofia; y ello no solocon la intencion de deslindar conceptos abstractos, sinoguiados, ademas, por un animo practico: iluminarnos enel intento de educar para una ciudadania responsable.

Con este proposito, vamos a desarrollar un recorridoen el que examinaremos estos tres conceptos (memoria,historia e identidad) a la luz de lo que la ciencia contempo-ranea nos dice, para aventurar, al final, algunas conclu-siones que nos puedan oriental' ante el desafio de formar alas nuevas generaciones en la participacion activa en lavida publica. Una vida publica en la que los entornos departicipacion de los ciudadanos estan sufriendo modifica-

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ciones radicales como consecuencia del cambio en las for-mas de organizacién social, economica y politica.

El reto ante el que nos encontramos es el de construiruna ciudadania responsable, pero una ciudadania que es-té orientada con respecto a sus ambitos de participacién,que tenga claro a qué ciudadano, a qué colectivo de parti-cipacién publica pertenece. Dicho de otra manera: que seacapaz de articular su identidad en el seno de una estruc-tura sociopolitica que esta en proceso de transformacién.Una transformacién que partiendo del Estado nacional-el ambito tradicional de participacién ciudadana paranosotros-, se mueve, por un lado, hacia una macroes-tructura anidada de estructuras economicas, sociales ypoliticas que atraviesa las tradicionales fronteras politi-cas, culturales y lingiiisticas; mientras que, por otro, sedescentraliza en entidades regionales, al mismo tiempoque su propia poblacion -lo que entendemos como el no-sotros al que pertenecemos- se transforma con la llegadade inmigrantes con acervos culturales diferentes.

En definitiva, esta transformacion de la ciudadaniamisma, de los ambitos de participacion ciudadana y de lacives, nos debe llevar a reflexionar sobre la propia consti-tucién de la identidad de pertenencia, sobre como consti-tuimos nuestra identidad personal. Ello nos conduce a ini-ciar nuestra andadura refiriéndonos a las cuestiones masbasicas que nos van a llevar a fundamentar nuestra refle-xion. Comenzaré, entonces, con un examen de los procesospsicolégicos que hacen que podamos estabilizar el flujo deltiempo y dar permanencia al mundo, trascendiendo elflujo de la conciencia que nos hace vivir en un presentecontinuo, para poder de este modo constituir un mundoestable en el que cada uno de nosotros es un objeto entreotros muchos.

Funcién simbolica y constitucién del tiempo y losobjetos permanentes

La vida humana nos resulta impensable sin considerarla preparacién del futuro, sin interpretar el presente a la

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luz de la experiencia del pasado, ya sea vivido, ya sea rela-tado 0 interpretado por los relatos que compilan la memo-ria colectiva. No solo nuestra identidad personal, sino lapropia permanencia de nuestros grupos de pertenencia, yla del mundo mismo, dependen de nuestra capacidad deimaginarlo trascendiendo el presente inmediato, ima-ginando el pasado, no solo el vivido, sino el no vivido, ade-mas de diversos futuros posibles, y no solo futuros en losque uno mismo permanezca, sino otros que trasciendannuestro propio ciclo vital. Esto es asi hasta el extremo deque para paleontélogos y arqueélogos el signo distintivode la humanizacién reside, precisamente, en el reconoci-miento de signos de culto a los muertos; es decir, en la evi-dencia de la capacidad de representarse un futuro, de re-cordar lo pasado, de construir simbolos para significar loausente.

Solernos asumir que el mundo esta constituido por ob-jetos estables. Sin embargo, fenoménicamente, nuestraexperiencia imnediata se produce en una especie de pre-sente continuo, lleno de instantes iixgaces en los que losobjetos se nos hacen presentes en cada acto perceptivo envirtud de experiencias cambiantes. N ecesitamos, pues,procedimientos tanto para darles estabilidad a los obje-tos del mundo como para poder acotar el propio tiempo,separandolo en presentes de distinta longitud (un instan-te, un acontecimiento, un periodo vital, una era historica ogeologica), ademas de separar los productos de la imagi-nacién entre lo ya aoontecido y lo por venir.

La funcion simbélica y el lenguaje estan entre los re-cursos que tenemos para ello. Estos hacen posible la ela-boracion de categorias abstractas que, por una parte, es-tabilizan el flujo de experiencia, estableciendo como signi-iicantes algunos aspectos de los objetos del mundo, y, porotra, por medio de las formas verbales acotan el tiempo delas acciones y los acontecimientos (Valsiner, 1994). Lossignos elaborados por la cultura en el pasado contribuyenasi a construir un mundo estable, a regular el flujo tem-poral, estableciendo diferentes pasados, fijando presen-tes de distinta longitud y permitiendo la imaginacién defuturos posibles, Esta misma funcién simbélica tiene un

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origen natural, es producto de la orientacion de la accion,permite dar sentido a la accién individual y, a través de lacomunicacion, hace posible la construccién de sentidoscompartidos, de significados culturales, y, con ello, la apa-ricion de la historicidad, de la memoria.

Memoria e historia

La memoria, como algunos dicen de la historia, estahecha de tiempo. Pero los psicologos tratamos el tiempode maneras diversas cuando hablamos de memoria. Encierta forma, lo congelamos cuando hablamos de memoriasemantica, cuando nos referimos a las bases de conoci-mientos que han de construirse para poder apropiarse delos saberes sociales acumulados por la cultura. Sin em-bargo, cuando hablamos de memoria episédica, la querecoge la mudanza de las cosas, la sucesion de diversospresentes en el transcurrir de los tiempos pasados, devol-vemos al tiempo su fluir. Incluso combinamos fluidez ypermanencia cuando hablamos de memoria autobiografi-ca, en la que las circunstancias cambian, pero el yo parecepermanecer. En cualquier caso, el pasado que se recuerdasiempre tiene significacion dentro de un presente particu-lar acotado, pero ademas orientado hacia un futuro ima-ginado.

Nuestra propia identidad depende de nuestra memo-ria. No podemos concebir nuestro propio yo si no es sobreel telon de fondo de los recuerdos de nuestras accionescambiantes; no podemos ponerle atributos a ese yo si no esmediante el uso de categorias de nuestra memoria seman-tica. Y sin ambas cosas no podemos interpretar nuestravida, ni, por supuesto, tener proyectos profesionales o in-telectuales.

Esto, que creemos cierto para los individuos, lo es tam-bién para los grupos y para las instituciones, y, desde lue-go, para las ciencias, que son tanto lo uno como lo otro. Sila memoria individual es una base imprescindible para laconstitucion de un yo-mismo capaz de dar orientacion asus acciones, la memoria colectiva, en su forma institucio-

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nalizada --la historia--, es un elemento fundamental pa-ra la constitucién de las entidades colectivas, de los noso-tros en cuya pertenencia nos reconocemos.

Si desarrollamos un poco mas el paralelismo que aca-bamos de esbozar entre memoria individual y memoriacolectiva, podriamos decir que las practicas cientificas ytécnicas vendrian a ser algo asi como las encargadas deelaborar la memoria semantica de la Cultura. Serian ellaslas que acumularian la base de conocimientos sobre lascosas y los procedimientos de accién sobre éstas. De talmodo, las acciones que se dieran en el presente involu-crarian tanto los elementos contextuales en ese presentecomo los recuerdos recuperados desde esta memoria se-mantica. El pasado, asi, se haria presente a través del re-cuerdo de lo que es relevante para la accion en curso.

Si acabamos de caracterizar las ciencias como una for-ma institucionalizada de la memoria semantica cultu-ral, la historia seria la forma institucionalizada de la me-moria episodica y autobiografica del grupo. Es ella la quepermite dar estabilidad al nosotros, y signiiicacion y sen-tido al ser de ese nosotros en relacién con los eventos quese recuperan y el momento en que se evocan.

Pero el paralelismo que estamos trazando entre los di-ferentes tipos de las memorias individuales y sociales, porun lado, y las ciencias y la historia, por otro, no es del todoadecuado. Ni la ciencia es la unica practica cultural queacumula conocimientos sobre las cosas, ni la historia tieneel monopolio de la produccion de relatos sobre el pasadocolectivo. Lo que caracteriza tanto a la ciencia como a lahistoria, frente a las practicas artesanales que las hanprecedido en el tiempo y con las que comparten las mis-mas funciones sociales, es que son practicas regladas einstitucionalizadas, destinadas a la produccion de saberdeclarativo, expresado en formas discursivas normaliza-das y con procedimientos para su verificacion.

De este modo, asi como no cualquier saber sobre las co-sas, aunque tenga validez pragmatica, puede considerar-se cientiiico, tampoco puede admitirse que cualquier rela-to sobre el pasado sea un discurso con validez historiogra-fica. En ambos casos deben cumplirse unos rninimos re-

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quisitos de rigor. La ciencia y la historia son institucionesque han nacido de la acumulacion de saberes y de la divi-sion social del trabajo.Volviendo a nuestro paralelismoentre la memoria individual y los saberes culturales insti-tucionalizados, podemos decir que nadie duda de la nece-sidad de que los individuos se apropien de elementos delpasado, sedimentados en la base de datos culturales, paraincorporarlos a sus memorias semanticas, para adquirirhabitos de comportamiento en la vida social, para apren-der estrategias de resolucion de problemas y asi incor-porarse a la vida colectiva. Incluso estos individuos sonentrenados en técnicas depuradas para que aprendan aaprender o se hagan mas creativos. En definitiva, las ins-tituciones educativas han disefxado procedimientos paraque la memoria semantica social se distribuya entre lasmemorias semanticas individuales, y, adernas, han elabo-rado métodos para que esta incorporacién se haga de ma-nera mas efectiva.

Pero, Lqué pasa con las otras formas de rnemoria so-cial? ¢',Es que el recuerdo de los acontecimientos del pasa-do colectivo, y los avatares del propio ser colectivo son irre-levantes? Puede haber quienes contesten diciendo que loque importa es el presente, y que lo que es relevante delpasado ya esta incorporado en los elementos de la base dedatos cultural que constituyen los corpora de las ciencias.Sin embargo, muchos otros dirén que no es asi, que paraque exista un sentido de comunidad, para que haya unaorientacién comun entre quienes la constituyen, para quehaya metas que den significacién a las acciones oomparti-das, es preciso tener modos compartidos de evocar aconte-cimientos de un pasado comun, aquellos que nos constitu-yen como un nosotros imaginado al que nos afiliamos 0queremos afiliarnos. Por eso se dan trifulcas sobre la en-senanza de la historia, porque se cree que quienes contro-len la administracion a los estudiantes de cuales son losacontecimientos memorables del grupo <<sujeto» -y, conello, la deiinicién y los atributos de ese sujeto de la his-toria (Espana, Catalufia, Argentina, América latina, laUnion Europea o la Psicologia)- ganaran también con-trol sobre el modo en el que los individuos se imaginan esa

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comunidad y, por consiguiente, sobre el modo en que lossujetos, los subditos, construiran su propia identidad co-lectiva. Sin embargo, esta vision de la ensenanza de lahistoria a la que acabamos de referirnos es extremada-mente parcial; tanto, que quiza seria mejor denominarlatransmision de una narracion recibida, cuyo objetivo esmas la instruccion de subditos que la formacion de ciu-dadanos.

Continuando con la exploracién del paralelismo entrememoria individual y saberes colectivos, planteamos quesi se intenta que el estudiante se apropie del saber acu-mulado de las ciencias -tanto de sus oontenidos como delos procedimientos para la construccién de conocimien-tos-, las metodologias, el talante critico que posibilita lapropia construccién del saber; por tanto, al ensefiar his-toria los objetivos no pueden limitarse a la transmisién deun listado de eventos que implican un cierre narrativo -aveces oculto, pero no por ello menos eficaz- que induce aactuar en una determinada direccion. La historia, si esque se quiere que tenga un valor formativo, que no estésolo al servicio de identidades disenadas en gabinetes,debe mostrar la propia fabrica de los métodos con los quese construyen sus elaboraciones sobre el pasado, sobre losprincipios que fundarnentan los modos de explicacién delos cambios entre distintos presentes. Solo asi podra serun instrumento util para que sus usuarios ganen controlsobre los objetivos y orientacion de sus acciones presen-tes, para que puedan imaginar inforrnadamente diversosfuturos posibles. La historia, asi concebida, es entoncesun instrumento para la metacognicion y la toma de con-ciencia, para la ganancia de control sobre las acciones in-dividuales y colectivas. En definitiva, para participar enla construccién del fhturo.

Un examen de la Historia como forma de saber

La Historia es una forma social de recuerdo que se hainstitucionalizado con objeto de cumplir su funcion social,al mismo tiempo que sus productos cumplen requisitos

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que ofrecen garantias de verdad aceptables. En estesentido, la historia tiene cosas en comun con otras formassociales de recuerdo (véase la tabla 2.1 en la pagina si-guiente), a la vez que también tiene sus peculiaridadesdistintivas.

La historia no es un mero saber de anticuario. Contie-ne una manera de concebir qué somos y qué debemos ha-cer. No es neutral, incluye una moral. Por una parte, al serla interpretacion de la experiencia acumulada por un gru-po social, tiene cornponentes ideolégicos y morales. Pero,por otra parte, la historia es una forma de saber reglado,es una disciplina cientifica, sigue unas reglas que son lasque suministran las garantias de iiabilidad y validez desus interpretaciones.

La historia es también una disciplina particular. Susustancia es el tiempo, el devenir, el cambio. Tiene queconstruir imagenes virtuales de diferentes presentes (quepara nosotros son ya pasados) y de cémo unos presentes seconvierten en pasados para otros. Ademas, el historiadorcuenta con la ventaja de conocer algunos futuros de esospresentes del pasado.

El historiador, como todo agente que recuerda, se en-cuentra ante un dilema por lo menos aparente. Por unaparte, se presume que el recuerdo, para ser fiel, tiene queser lo mas parecido posible a la situacién que se recuerda.En términos historiograficos se habla de actitud histori-cista para referirse al intento de estudiar el pasado en lostérminos conternporaneos al presente de aquel pasadoque se evoca. No obstante, todo recuerdo, aunque esta re-ferido a acontecimientos del pasado, es una accion que seejecuta en el presente. Por consiguiente, el acto de recor-dar responde a demandas del presente y se situa en el con-texto contemporaneo al acto del recuerdo. En historiogra-Ha se habla de actitud presentista para referirse al trata-miento de acontecimientos pasados en términos de la si-tuacién presente.

El historiador se halla ante el imperativo metodologicode guardar una actitud historicista, para lo cual debe tra-tar de describir, explicar e interpretar los hechos desde laperspectiva del modo de su ocurrencia en el momento en

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que se produjeron, aunque, al mismo tiempo, se dirige aaquellos acontecimientos desde la ventaja y la orientaciondel presente, lo cual le ofrece una ventaja a la que ni pue-de ni debe renunciar. No obstante, la ventaja temporal deque dispone no le autoriza en absoluto a utilizar un modoexplicativo basado en una causalidad final, aunque no porello deba renunciar a tener en cuenta el papel que jueganlos deseos y propositos de los agentes histérioos del pasa-do, considerados estos ultimos desde una perspectiva his-toricista.

Como ya se ha senalado antes, la historia es una disci-plina empirica, pues trabaja con datos objetivos. Estasevidencias son de dos tipos: a) empiricas, los restos del pa-sado (documentos y monumentos) que alcanzan nuestropresente, y b) conceptuales, causas del cambio (tomadasde otras disciplinas: fisica, sociologia, biologia, psicologia,etc.). Dado que la historia pretende no solo describir esta-dos y cambios, sino también explicarlos, sigue reglas delmétodo cientifico para la busqueda de la informacion em-pirica relevante. Esto hace que la busqueda de datos debaguardar un adecuado equilibrio entre lo relevante y lo ne-cesario, de manera que, siendo lo mas exhaustivo posibleen la recoleccién de informacién, se describa solo la infor-macién que sea necesaria para explicar el acontecimientoestudiado, y se explique tan solo aquello que sea relevantepara el cambio que se estudia.

La investigacion histérica, como toda investigaciénempirica, se Centra en una region particular del espacioestudiado por la disciplina (un acontecimiento, un periodohistérico, etc.). Es en este sentido en el que se habla dehistoria regional, como la descripcion y explicacién de unaregion del pasado. Por oposicién, se habla de historia ge-neral para referirse al intento de dar una vision mas am-plia a base de la recoleocién y el entramado de un conjuntode historias regionales, en una especie de collage en el quenecesariamente unos aspectos tendran una definiciénmucho mayor que otros.

El producto final de la historia suele tener una formanarrativa. La forma narrativa tiene algunas caracteristi-cas propias. En cierto modo, la propia forma es su conteni-

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do: junto a los eventos que se relatan (el contenido) hayuna trama narrativa y un género literario (comedia, tra-gedia, romance o satira) que ejercen una importante in-fluencia moral sobre el consumidor de esa historia.

El caracter narrativo de la Historia

Con frecuencia, los productos finales del trabajo delhistoriador tienen una forma narrativa, es decir, aparecencon la forma de un relato que describe y explica lo sucedi-do en un momento pasado. Esto hace que haya autoresque defienden la postura de que el contenido de la Histo-ria (escrita con mayuscula para diferenciarla de otrasacepciones de esta palabra y seflalar que nos referimos auna forma de saber disciplinado y empiricamente funda-do) no esté constituido solamente por los eventos que serelatan, sino también por la forma en que esos eventos sepresentan y explican, ademas de incluir de manera inevi-table implicaciones ideologicas y morales. Es en este sen-tido que se llega a decir que la forma es ella misma conte-nido (White, 1987).

Los usos que recibe la palabra <<historia» en el lenguajecomun recogen los aspectos que se acaban de comentar.La tabla 2.2 los recoge de manera sumaria.

Asi, en ocasiones se habla de la <<historia» como lo real-mente sucedido, como <<lo que de verdad pas6» (en la pri-mera acepcién), sin estar mediado por la experiencia deningun agente humano, lo que no deja de ser un supuestoimprobable, pues dilucidar lo que <<de verdad» esta suce-diendo en las acciones e interacciones de un momento pre-sente es muy dificil, y recordarlo, aun mas (piénsese, porejemplo, en como un grupo hurnano -amigos, una familiao una pareja- interpreta lo que esta pasando o lo que<<reahnente» paso en un rnomento anterior). La frase <<so-mos producto de nuestra historia» recoge el uso de estaacepcion del término.

En otras ocasiones se habla de la <<historia» como refi-riéndose a un proceso trascendental, como una especie dedrama universal que se desarrolla a lo largo del tiempo.

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Esta acepcion aparece en frases del estilo de <<el tribunalde la historia dira quién tiene la raz6n». Este es el uso quese recoge en la cuarta acepcion de la tabla 2.2, bajo la ex-presion de <<historia general». Se trata de un uso que pre-supone la existencia de cierta teleologia, de un fin, unpunto hacia el cual tiende la sucesion de acontecimientosque se producen. En el fondo, tras esta nocién late la exis-tencia de la idea de progreso (p. ej., hacia la hermandaduniversal, el conocimiento de la <<verdad», la sociedad sinclases 0 la salvacion eterna), lo que permite considerar aunas u otras actuaciones como progresistas o retardata-rias y, en términos morales, como mas o menos buenas omalas. En este sentido, el presente se concibe como unpunto en tension entre el pasado y el futuro a alcanzar. Esuna acepcion de la historia tendida hacia el futuro y coninevitables componentes morales para el juicio de eventosconcretos.

Tabla 2.2 Usos de la palabra <<historia».

Término Referente Fuente Funcizin

Historia(lo ya pasado)

Lo acontecido enel pasado

Acontecimientossucedidos en elpasado

Suministra lacausa materialpara la historia

HistoriaHistoriografia

La disciplina his-térica

Rastrosmateriales delpasado(monumentos ydocumentos)

Describir quépaso y explicarpor qué paso.Aporta lacausa eficiente

Historia-ficcién(cuento-relato).Formanarrativa

Produccién lin-giiistica en formanarrativa

Génerosdiscursivosculturales

Artefactoliterario paracrearsignificados.Aporta laca usa formal

Historiageneral(ideologia)

Lo acontecido enel pasado y lo queacontecera en elfuturo

Acontecimientosimaginados(pasados yfuturos)

Cerrar lanarracion.Anade lacausa final

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Otro signiiicado de la palabra <<historia» es el que la en-tiende como ur1a forma literaria. Asi, historia es sinénimode cuento o de relato, sin tener ninguna pretension de ver-dad. En este uso se enfatiza en el aspecto formal, dejandoa un lado la atribucién de verdad que se pueda hacer so-bre el producto oral o escrito que se relata. Una historia si-gue siendo una historia siempre que tenga verosimilitud,aunque no tenga ninguna pretension de ser <<verdadera».La expresién coloquial <<no me vengas con historias» utili-za esta acepcién del término.

Por ultimo, la palabra <<historia» se refiere también a loque hacen los historiadores profesionales cuando realizansu trabajo. En este caso nos referimos tanto a ima labor deinvestigacién disciplinada como a los productos que resul-tan de ella, ya sean trabajos de investigacién historicoso manuales de historia (de algo) que compilan (resumien-do y haciendo accesible) resultados de la investigaciénhistorica.

En cualquier caso, esta multivocidad del término <<his-toria» esta lejos de ser accidental, pues los productos de lapractica historiogréfica muy dificilmente pueden sus-traerse de incluir elementos atribuibles a estos cuatrousos diferentes del vocablo al que venimos refiriéndonos.Si fuéramos partidarios de una metafisica sustancialistade corte aristotélico (lo que ciertamente no es el caso), po-driamos decir que la naturaleza de la historia como enti-dad es la de un ser explicado por las cuatro causas queaparecen en la ultima columna de la tabla 2.2. Obviamen-te, el uso que aqui hacemos de esta teoria es solo metafori-co, con fines ilustrativos.

Pensemos que ala hora de relatar el pasado los histo-riadores ofrecen una narracion al mismo tiempo descripti-va y explicativa, en la que se seleccionan los sucesos delpasado considerados relevantes constituyéndose el textohistoriografico resultante en una lista de eventos causalesmas o menos explicitos. La historia que asi resulta es unaforma de imaginar el pasado sucedido, seleccionando lorelevante y suponiendo las causas que lo han producido.Ese texto, para que se lo considere perteneciente a la prac-tica historiografica disciplinada, debe no solo ser verosi-

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mil (compatible con la evidencia conceptual de que sedispone sobre la causalidad fisica y de las acciones indivi-duales y grupales humanas), sino también tener una vali-dez empirica; es decir, los acontecimientos y las causasevocadas deben apoyarse sobre la evidencia documental omonumental disponible (los rastros que el pasado nos hadejado en nuestro presente). Solo asi puede hablarse deuna historia cientiiicamente valida, o sea, con pretensio-nes de verdad.

Memoria, recuerdo y olvido: entre el polo personaly el polo colectivo

Recordar algo es, entonces, entretejer la experiencia dela activacién consciente de esos trazos del pasado en el flu-jo de acciones actuales y, asf, darles significado. De estemodo, los recuerdos tienen un contenido y una forma; unaforma que no es solo una apariencia, sino un constituyen-te fundamental del propio recuerdo. El lenguaj e y, por me-dio de él, las jergas grupales, los géneros del habla, los re-cursos literarios, contribuyen a la forma que finalmentetoman los resultados de los actos del recuerdo, particular-mente cuando se comunican a otras personas. Se puedenrecordar muchas cosas: experiencias personales, eventosreportados, o una mezcla de ambas cosas. Cuando los ac-tos del recuerdo son al mismo tiempo actos de habla refe-ridos a experiencias propias del hablante, los denomina-mos memorias individuales; cuando se refieren al pasadodel grupo, los llamamos memorias sociales, y si estas ulti-mas cumplen algunos requisitos, los llamamos historia.En cualquier caso, tanto unos como otros se muestran co-mo un producto, como una obra literaria producida por unautor (individual o colectivo).

Las memorias autobiograficas no son solo memorias deexperiencias propias, sino memorias que contienen infor-macion relativa al yo. Las memorias autobiograficas danun sentido de coherencia, confortan intelectual y emocio-nalmente, ademas de compartirse con familiares, amigosy eonocidos, entretejiendo nuestra vida personal con la de

otros. Muchas de estas memorias se comparten con lacohorte generacional e incluyen memorias de eventos pu-blicos importantes que afectan nuestras vidas.A1gunasde estas rnemorias reciben una atencion pflblica especial,conservandose por medio de rituales, representacionesgraiicas, estatuas, ediiicios, etcétera.

Esta conexién entre memorias autobiograficas y me-morias pfiblicas constituye la base para la construccién deuna cultura personal conectada con una cultura publica(Barclay y Smith, 1992). La cultura publica puede carac-terizarse como un conjunto de practicas sociales y patro-nes de significado decantados a través del tiempo y encar-nados en simbolos. La cultura personal es también un sis-tema de simbolos significantes para almacenar y producirsignificados, proporcionando modelos para la producciénde realidades significativas creadas por via de la interac-ci6n social. Las culturas colectiva y personal intersectanen la interaccién personal, pero también en las relacionesentre el individuo y los productos, practicas e institucio-nes culturales. De manera que la corriente de la realidadpersonal vivida sumerge dentro de la cultura personaldonde ésta entra en interseccién con la vida publica.

Si esto es asi, nos encontramos, entonces, ante un cua-dro en el que cultura pliblica y cultura privada se creanmutuamente, y la construccién de arnbas es el resultadode un proceso de co-construccién (Barclay y Smith, 1992)entre las acciones del individuo y las interacciones con suambiente social (véase también Valsiner, 1987). De esternodo, las culturas individuales de los miembros de ungrupo serian mucho mas semejantes entre si de lo que loserian las de iudividuos que no comparten la misma cul-tura colectiva, al igual que serian también mas o menossemejantes o extrafias las <<realidades objetivas» en queexperiencialmente viven unos y otros, aunque para un su-puesto observador imparcial éstas pudieran parecer idén-ticas.

De esta manera, si la cultura especifica valores, nor-mas, sanciones, creencias y conceptos que pueblan la con-ciencia individual con un contexto para la atribucion designificado a la experiencia, también, al mismo tiempo,

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plantea los términos en que puede trabajar la mernoriareconstructiva y la forma que ésta tomara. Si llevamos es-to un poco mas alla, podrernos decir, asimismo, que cadacultura publica pone las bases para establecer qué yoesconceptuales o recordados son posibles. No cabe duda deque la historia es uno de los componentes centrales dela cultura publica, de la manera de poner en el lenguajequiénes somos el nosotros en el que cada uno puede conce-birse a si mismo.

La historia, ginstrulnento para la formacién deidentidad o escuela de ciudadania?

Como ya hemos dicho, la diferencia mas notable entrela historia disciplinaria y los otros tipos de practicas delrecuerdo que aqui hemos mencionado es la validez de losproductos que ofrece, pues la garantia de verdad de losproductos de la investigacion historica reside (como en elcaso de cualquier otro saber disciplinado) en el juicio dela comunidad cientifica de los historiadores profesiona-les. Pero, en contraste, el grado de veracidad de los rela-tos ofrecidos por las asignaturas de Historia se ve muyafectado por la necesidad de abreviacion de sus conteni-dos, ademas de que lo es por los objetivos de sus progra-mas, que casi nunca se establecen por razones exclusiva-mente académicas, sino que por lo general se subordinana finalidades identitarias e ideolégicas.

No se trata unicamente de que los manuales para lasasignaturas de Historia ofrezcan datos de dudosa vera-cidad en algunos casos extremos, sino que la carga ideolo-gica que transmiten se introduce de manera subrepticiaen la propia seleccion del sujeto de la narracion, en la for-ma de constituirlo en el lenguaje, en el modo en que se eli-gen los acontecimientos, en las calificaciones que introdu-cen y en la propia segmentacion de la realidad; todo ello,con el fin de transmitir unas consecuencias morales, unaimprecacion a la accion en la linea de los propositos dequienes tienen el poder de establecer los contenidos delcurriculum. Para muestra vale un boton. Fijémonos en el

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modo en que la Enciclopedia Alvarez -un manual de usomuy frecuente en la ensefianza primaria de la Espana dela posguerra civil- define la historia de este pais:

-Historia de Espana es la narracion veridica de los hechosrealizados por los espanoles desde los tiempos mas remo-tos hasta nuestros dias.

»Espana es una de las naciones que mas ha contribui-do a la civilizacion del mundo y que mayor influencia hatenido en la historia universal.

»Para probarlo, basta citar cuatro hechos: la defensaque en la Reconquista hizo de Europa, interponiendo ge-nerosamente su pecho entre ella y la cimitarra de los ara-bes; el descubrimiento, colonizacion y civilizacion de Amé-rica; el heroismo desplegado en la Guerra de la Indepen-dencia, que contribuyo decisivamente a la salvacion deEuropa del cesarismo de Napoleon, y el no menos heroicosacrificio llevado a cabo con el Alzamiento Nacional, yaque, gracias a el, el comunismo no impera hoy en buenaparte del mundo.

»Y por si esto fuera poco, Espana dio a Roma sus geniosmas notables y sus emperadores mas sobresalientes; de-fendio como nadie la religion cristiana a través de lostiempos; dio al mundo los conquistadores, navegantes ymisioneros mas famosos, y produjo literatos y artistas tanextraordinarios, que pueden compararse con los mejoresque por la Tierra han pasado.

»Esta Espana es tu Patria. Conoce su historia. Toma deella los ejemplos virtuosos y heroicos que tus antepasadoste brindan a cada paso en sus paginas y procura ser dignocontinuador de ellos, observando una conducta ejemplar»(Alvarez, 1956, pags. 683-4).

La distancia, no solo temporal, que nos separa del mo-mento en que fueron escritos estos parrafos nos hace mi-rar con preocupacion el contenido que transmite, que sehace evidente en la imprecacion moral que aparece justoal final de manera sentenciosa. Ciertamente, se trata deun instrumento de adoctrinamiento nacionalista que lla-ma a impregnarse de orgullo patrio, a valorar algtuias co-

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sas y a aborrecer otras, a identificarse con algunos valoresy a llevarlos adelante, <<a ser digno continuador» de <<losejemplos virtuosos y heroicos que tus antepasados te brin-dan a cada paso en sus paginas». En definitiva, una fun-cion complementaria de la correspondiente a la asignatu-ra de Formacion del Espiritu Nacional y que, una vez de-saparecida ésta, tal vez haya pasado a ocupar en solitariola propia asignatura de Historia.

Las reformas que a lo largo del tiempo fue sufriendo laenseianza de la historia la han ido relajaudo progresiva-mente de su funcién adoctrinadora de la ideologia nacio-nalista, tocando cuestiones como la del examen de proble-mas sociales a través del tiempo. Sin embargo, quiza no esdescaminado pensar que esta transformacion nunca hallegado a ser no ya completa, sino ni siquiera domjnante.

Si la memoria es esencial para el establecimiento deidentidad, el aprendizaje de la historia en la escolaridadobligatoria es un instrumento fundamental para la for-rnacion de ciudadanos. Pero, ies lo mismo identidad na-cional que ciudadania? g,Qué ciudadanos queremos for-mar? g,Qué signos de identidad queremos conservar ycuales transformar? En definitiva: gqué cives queremos?g,Qué papel deben ocupar la historia y otras practicas delrecuerdo y del olvido para la formacion del ciudadano?

La respuesta a estas preguntas no es facil, ni tampocodisponemos aqui de espacio para desarrollar propuestassuficientemente elaboradas. Nos limitaremos, pues, a es-bozar algunas reflexiones. Por una parte, la formacionciudadana no debe hacerse descansar (micamente sobrela ensefxanza de la historia, sino que ésta debe estar com-plementada por otras ensefianzas y actividades con conte-nido civico. Por otra parte, la ensefianza de la historia nodebe tener como iinalidad la instauracién, conservacion oprofundizacion en la identidad nacional y en la ideologianacionalista, sino que debe convertirse en instrumentofundamental para que las nuevas generaciones ganen ca-pacidad de analisis y control sobre el funcionarniento de lasociedad, la cultura y la cosa publica. Pero para ello los ob-jetivos y los propios contenidos de la ensefianza de la his-toria deberian ser reexaminados.

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Dos preguntas resultan claves de cara a establecercual es el papel de la historia en la forrnacién en ciudada-nia: (,Historia de quién? j,Historia de qué? Dicho de otramanera: si la historia es la continua reinterpretacion de laexperiencia del pasado, de cara a la comprensién del pre-sente volcada a la preparacién del futuro, gqué elementosdel pasado nos resultan iluminadores para la compren-sion de nuestro presente? ¢°,Qué futuro pretendemos?¢‘,Quiénes constituirnos el nosotros que precisa de esaorientacién? g,Quiénes y como queremos que sea ese no-sotros futuro que queremos preparar?

Estas preguntas, por un lado, nos ponen de manifiestoel caracter necesariamente ideolégico y politico de la pro-pia historia y, por otro, nos retrotraen al principio de nues-tra exposicion. Nos hacen situarnos en un escenario detransformacion de las identidades nacionales en medio delas transformaciones demograficas, sociales, econémicasy politicas en las que estamos inmersos.

Tal vez la historia a ensefiar no es una basada en rela-tos de acontecimientos protagonizados por unos persona-jes con los que nosotros hoy dificilrnente podemos identi-ficarnos, particularmente cuando estamos abocados a latransformacién de nuestro propio ser colectivo. Los librosde historia franceses que debian estudiar los subditos co-loniales africanos comenzaban diciendo <<nuestros ante-pasados los galos. . .». {,Es que vamos a seguir el rastro desemejante estupidez? ¢‘,Qué sucede en un aula cuandotenemos entre los alumnos a jovenes inmigrantes 0 deminorias étnicas que deben aprender una historia de un<<nosotros» en el que no pueden tener cabida sin sufrir unacrisis de identidad? ¢',Qué esta pasando ya cuando los hijosde las clases dirigentes se educan en escuelas con progra-mas anglosajones, franceses o alemanes, donde el noso-tros de referencia para su historia es distinto?

Estas reflexiones acerca de quién es el sujeto sobre elcual historiar tienen su inevitable continuacion en qué eslo que se debe ensefiar cuando se ensena historia. Variasson las posibles respuestas a esta cuestién. Por una parte,podria decirse que la historia ensefia narraciones con res-pecto al pasado del sujeto sobre el cual se historia (p. ej.,

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Espana o los espaioles serian los sujetos de la Historia deEspana). En este caso, la labor de profesores y estudiantesseria la de transmitir, en un caso, y aprender, en el otro,una narracién previamente empaquetada. Por otro lado,podria plantearse que la historia debe ensenar las capaci-dades de razonamiento, de solucién de problemas que seplantean los historiadores. En este caso, los profesores de-berian disefiar situaciones de solucién de problemas e ins-truir a los estudiantes en estrategias de solucién de pro-blemas sociales inscriptos en el tiempo. Llevando esta ul-tima situacién al limite, podriamos concebir que la en-seiianza de la historia tuviese como objetivo que los alum-nos fiieran capaces no solo de resolver problemas historic-graficos, sino también de llegar a formularlos, ademas deentrar en la propia fabrica de produccion de las narracio-nes historicas. En este ultimo caso, la tinalidad de la en-senanza de la historia no consistiria en el aprendizajede historias oiiciales decididas por quien tiene autoridadpara ello, sino que, por el contrario, tendn'a como objetivosuministrar recursos al alumno para defenderse de lasnarrativas ya hechas, dotarle de capacidad critica por viade la exposicion a fuentes contradictorias, mediante ladiscusién activa sobre qué historiar, y qué punto de vistaadoptar a la hora de describir, explicar y comprender unacontecimiento, sus antecedentes y sus consecuencias. Esdecir, entrenar a los alumnos en habilidades para la in-terpretacién critica de los fenémenos sociales y culturalesa través del tiempo; dotarles de recursos para comprenderactivamente lo que sucede a su alrededor; suministrarlesprocedimientos para poder orientar su accién presentehacia el futuro que ellos sean capaces de imaginar y cons-truir, en lugar de canalizarles una vision del pasado y delpresente que les aboque a preparar un futuro deseado porquienes les suministran unos instrumentos de conoci-miento limitados (para una discusién mas pormenoriza-da, véase Blanco y Rosa, 1997).

Si consideramos que en un espacio cultural existe unmercado simbolico (Bourdieu, 1991) en el que hay repre-sentaciones sociales sobre el pasado (Moscovici, 1984; Ro-

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sa, Bellelli y Bakhurst, 2000), podriamos decir que uno delos objetivos de la ensefianza de la historia seria formar alos ciudadanos como consumidores informados para esemercado, dotandoles de procedimientos para la valoraciénde los productos de muy diversa naturaleza que en él se leofrecen, capacitandoles para hacerse conscientes de losriesgos que representa el uso de algunos de los productosque por él circulan. De esta manera, la enseflanza de lahistoria mejoraria su contribucion al proceso de educacionde una ciudadania mas activa en la construccion de supropia identidad, pues los individuos se sentirian masparticipantes en la constitucion de los recuerdos y olvidoscolectivos, adernas de serlo en la interpretacién de su pre-sente y la planificacién de su futuro.

No se debe olvidar que la historia es solo una de las for-mas del recuerdo colectivo. En este sentido, la historia re-cibida no es solo una herencia a atesorar, sino también unmodo de canalizar el futuro que a veces se convierte enuna camisa de fuerza. No se debe olvidar que el recuerdoque se conserva es siempre el que justifica el presente yseiala un futuro deseado o temido. Por eso, los recuerdosalternativos a los recogidos en las historias oficiales pue-den ejercer un papel de recuperacion de dimensiones mo-rales perdidas, de devolver la voz a los perdedores del pa-sado (Leone, 2000). Al misrno tiempo, la memoria, y la his-toria, tienen siempre una dimension agénica, de lucha, deenfrentamiento entre agonistas y antagonistas (Ramirez,2000). Por eso, ni la memoria colectiva ni la historia pue-den fijarse por siempre jamas; cada generacion debe reha-cerlas.

Entre los intentos de imposicién y el diélogo entredisensos. Negociando la interpretacion presentedel pasado para preparar el futuro

Resulta claro que en nuestras sociedades contempora-neas existe una enorme polifonia de voces, con multiplesidentidades entrecruzadas, formas de discurso contradic-torias, mercados simbolicos que se intersectan, distintas

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formas de valorar los mismos productos simbélicos. Endeiinitiva, muchos subgrupos y dialogos entrecruzados y,con ellos, muchas formas de atesorar, recuperar e inter-pretar las memorias del pasado colectivo, entre las cualesestan las enseiianzas de las asignaturas de Historia y losproductos de la practica disciplinada de los historiadores.Esta multiplicidad, lejos de ser entendida como una caco-fonia que ha de ser uniformada, reducida a una lineamonédica, es una muestra de riqueza cultural, una ga-rantia de dinamismo social. Pero, al mismo tiempo, repre-senta un reto social, cultural y politico, pues estas diferen-tes posturas deben ser armonizadas en la vida comiin me-diante un conjunto de reglas que permitan el disenso, sinllegar al enfrentamiento; y entre ellas, sin duda, debe es-tar la creacién de Sistemas de consenso acerca de la valo-racién de diferentes tipos de discursos sobre el pasado,ademas de modos democraticamente reglados de gestio-nar los conflictos.

Si bien es cierto que los productos de la investigaciénhistorica y los recuerdos de la memoria individual y socialdificilmente llegaran a coincidir, tampoco lo es menos queno puede haber futuro sin memoria, a pesar de que nun-ca dejaremos de reconocer que toda memoria incluyesiempre una construccion interesada. La vieja hipétesisde que la historia, entendida ahora como el curso de lasacciones humanas a través del tiempo, es un producto dela accién acumulada del hombre debe complementar-se con la idea de que los relatos histéricos no dejan decumplir un papel importante para la preparacién del fu-turo. Por eso, la historia es ixnportante. Y por eso mismo,aunque podamos renunciar a creer en los grandes relatostrasoendentales, no podemos dejar de reconocer que en eldialogo entre los pequefios relatos, en los que se entrecru-zan los recuerdos de diferentes colectivos, esta el germenconstructivo de lo que sera el futuro.

Nuestros actos del presente, entre los cuales esta loque decidimos recordar, tienen una inevitable dimensiénmoral; no solo describen lo que se hizo, lo que fuimos, loque somos y cémo lo somos, sino que también abrenalgunas perspectivas sobre nuestro ser futuro, a la vez

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que restringen posibilidades de lo que podemos llegar aser. La memoria -y aun mais cuando es colectiva- no ess6lo una condicién necesaria de la identidad, sino que estambién un requisito para la preparacién del futuro. Poreso, aunque no podamos dejar de reconocer que todos losrecuerdos son actos situados e interesados -y en esesentido, inevitablemente sesgados-, tampoco podemosrenunciar a la exigencia de que quienes participen en losprocesos de recuerdo y olvido colectivos no inventen nicultiven mitos sobre el pasado, ni tarnpoco pretendansilenciar las voces que evocan incémodos recuerdos. Deningun modo es tolerable el intento de irnponer recuerdosu olvidos obligatorios.

En definitiva, conviene no olvidar que un futuro com-partido en paz S610 es posible dentro de los limites de unamemoria colectiva consensuada. Por eso, resulta impres-cindible negociar las interpretaciones del pasado desde lavohmtad de reconciliacién en el presente.

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