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 Capitulo 2

CÓMO ERA ESO DE MI SUEGROHe bajado de la flota en Sita… pues, no había carretera al valle en ese entonces, ¿noves…? Y me he ido a pie. Me ha anochecido pasando Laca Laca, pero había luna y heseguido como si nada… como ya estaba acostumbrado a las trasnochadas... A Saxrani hellegado ya de día, y desde la loma del cementerio he visto la Justina saliendo con lasovejas. Grande tropa; las de toda la familia juntas parecía. Le he seguido hasta el cerro,de allí le he dado alcance. Pensaba que se iba a alegrar al verme.

“Vos nomás sigues de pastora” le he dicho. “¿Qué es de tus hermanitas…?”

“Están en la escuela. ¡Carajo…! ¡Y vos, ¿de dónde apareces…?!”

“Estaba trabajando en La Paz.”

“¿Ah sí…?”“Sí pues…” así diciendo he sacado los dólares y los he contado en su delante.

Más que cinco mil había. Con eso se ha cambiado de cara, pero quería seguir haciéndosela enojada.

“¿Y tu bulto…? ¡¿Dónde lo has dejado?!”

“Esto nomás es mi bulto.”

“¿Eso nomás has comprado en tanto tiempo…?”

“Estaba ahorrando pues. Ahora vamos a comprar, contigo…” otra vez le heenseñado los verdes. “Calaminas, ladrillos… Todo lo que quieres.”

“¡¿Y cómo piensas hacer llegar ladrillos hasta aquí?!”

“Que sea tafilaya pues… pero con dos pisos, con balcón. Ya no me he de ir, aquívamos a estar, trabajando” ya estábamos en el pastizal. Ella ha descargado su q’ipi.

“Seguro que no has almorzado.”

“No pues. Toda la noche he caminado, para llegar.”

Ha sacado su fiambre: mote de habas con chuño y pedazos de queso duro. Me he puesto a tragar como loco, y aprovechando de que yo tenía la boca llena, ella ha vueltoal ataque.

“¿Y cómo crees que he estado en aquí? Ni una carta has mandado, ¡a ver…! Niun centavo para la guagua. Han hablado de todo: que te has ido a la Argentina, que yatenías tu otra mujer en allá… ¡hasta me han dicho que estabas en la cárcel! El año

 pasado, en la fiesta de Inquisivi, había uno de Canqui Grande, me ha dicho que estabasde cargador en el Mercado Rodríguez, pero después te has perdido y nadie sabía en quéandabas. ¿Dónde has ido?”

“Estaba trabajando en El Alto donde un caballero. Para ahorrarme el dinero, yano he salido ni adónde.”

“¿Y tanto siempre te ha pagado…? ¡¿No has estado robando?!”

“No pues Justina. ¿Cuándo me has conocido de ladrón? Cama adentro era, todo pagado. Por eso he podido ahorrar, para nosotros, para la guagua… ¡¿Dónde está laguagua?!”

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“Le he dejado pues con mi mamá... ¿Tienes sueño?” porque me había venidotamaño bostezo. Me ha hecho acostar sobre su aguayo, tapado con su manta, y hedormido hasta tarde, cuando ella me ha hecho despertar después de reunir las ovejas.

Ella se ha adelantado y yo he venido más detrás, para hacer que recién estaba llegando.Cuando me he asomado a la cocina mi suegra ha salido a abrazarme, toda alegrevieras… Hasta había cortado un conejo.

“¡Hijo…! ¡Has llegado!”

Mi suegro ha llegado un rato después y se ha parado en la puerta como si hubieravisto un fantasma. Mi suegra ha salido a hablarle en el patio. He escuchado ‘…donde uncaballero, dice… en dólares… no le soltaba…’ Cuando ha entrado no me ha dicho nada,aunque se le notaba que le costaba no reñirme. Terminando de comer me ha dicho:

“Así que has venido a hacer tu casa…”

“Sí papá. Desde mañana voy a trabajar.”

La Justina siempre me ha hablado primero… esa misma noche.

“De lo que te has perdido mi papá quería entregarme a uno de Locotani,Diógenes se llama. Mi mamá se ha atajado más bien, ‘¿acaso está muerto?’ diciendo.‘Hay que saber primero. Tiene su hijita también, los padrastros bien malos saben ser…’”

“Y vos, ¿qué decías?”

“Un yuqalla malcriado es. Se alababa de mí siquiera. Sabe tomar en las fiestas,molesta a las imillas. Siempre está andando en problemas.”

“¿Y por qué pues le quería tu papá…?”

“Dice que la mujer tiene que ir donde su marido siempre. Una vergüenza que yo

estoy en aquí sola y con guagua, y mi marido no hay, decía.”“Bueno. Ya van a tener que olvidarse todo eso.”

“Sí. Ya se han de olvidar.”

“Y si yo veo al cojudo, ¡le voy a enseñar a hablar de la mujer ajena!”

“Mejor que no le digas nada. Si te enojas, peor van a hablar…”

Tampoco le he dado importancia. Estaba ocupado todos los días haciendo lacasa. Hemos techado después de la fiesta del Rosario. Ni he ido a Inquisivi yo. Hemandado a la Justina hasta Oruro para que compre calaminas, más un quintal de azúcary dos de harina porque ya estaba acercando Todos Santos, y una jagua de alcohol… Misuegro ha ido a recogerla a Sita con cuatro mulas, una era prestada, con un joven que lomanejaba. Cuando se estaba yendo, he escuchado decirle:

“Gracias, Diógenes. Me lo vas a saludar a tu papá…”

De allí le he mirado, pero él como si nada, la Justina también. Ha venido a lafiesta del techado, pero tampoco ha pasado nada, ni siquiera ha bailado con la Justina.Sólo al día siguiente, cuando estábamos curando el ch’aki, el Celedonio me ha dicho:

“¿Y tu mujer ya se ha olvidado de su otro marido…?”

“¡¿Qué otro marido?!”

“El de Locotani pues.”

“Cuando el dueño no trabaja, la mala hierba llena la chacra…” ha dicho elAbanderado. Yo me he enojado.

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“¡Y cuando el dueño vuelve, lo arranca desde la raíz!” he dicho.

“¿Y si ha dejado semilla…?” ha dicho el Celedonio, y se ha partido de risa.

“¡Carajo!” yo le he dado un puñete y nos hemos trenzado. Ha aparecido misuegro, yo le he dicho: “¡Está insultando a tu hija! ¡Dice que está con el Diógenes deLocotani y vos le has alcahueteado!” con eso él más se ha metido a la trifulca, mi suegraha salido chillando de la cocina y se ha armado semejante despelote que cuando al fin sehan calmado, ya no recordaban de qué se había empezado la pelea.

Pero yo sí recordaba... De un lado, yo mismo me decía ‘¿Por qué haces caso a un borracho cojudo?’ Pero de otro lado… desde que yo había regresado a la Justina no lehabía bajado su macana, y ya se le notaba la barriga. Tan pronto, cuando si era para míapenas sería de dos meses. ‘La segunda vez siempre se engordan más antes’ decía ellacuando le he preguntado. Y no he insistido, porque ella y mis suegros estaban hechosuna miel para mí, y yo cojudo pensaba que al fin se habían abuenado, y no me he dadoni cuenta que todo era por interés. El interés de hacerse con mi plata.

Con todos los gastos de la casa no había gastado más que unos seiscientosdólares, y quería hacer algo con lo demás, ¿por qué tenerlo debajo del colchón? Cadarato hablaba con la Justina. Primero hemos pensado en una movilidad, pero yo no soychofer. ¿Quién lo iba a manejar? Además, a ella no le gustaba la idea de que yo estuvierade viaje todo el tiempo. Su idea de ella era poner una tienda, allí mismo, en la casa. Yome he opuesto a eso.

“La única tienda aquí es de la casa hacienda. Doña Leonora hace fracasar a losdemás. ¿Acaso no has visto…? Cuando ha puesto la Seferina ha mandado a preguntarsus precios, y después ella ha rebajado su azúcar, su jabón... hasta el trago ha hechorebajar. Y encima de eso ha dado al fiado… Igual, donde la Seferina pedían al fiado, ycuando quería cobrarles se iban donde la Leonora, hasta que se ha quedado sin capital y

se ha recogido. Y de allí, recién la Leonora se ha hecho subir sus precios otra vez, ‘losfletes han subido’ diciendo. No… ¡Una tienda no!”

Más bien los dos estábamos de acuerdo que lo mejor era comprar tierras. Pero,¿qué tierras…?

Yo no soy de Saxrani, mi nacimiento es en Sik’imirani, al lado de Cajuata. Mi papá me ha traído aquí cuando se ha separado de mi madre. Él era su vaquero de DonAlcibíades, en la hacienda. Todo el tiempo iba al monte a ver las vacas, si estaban por

 parir o tenían crías las traía al potrero, si estaban enfermas las curaba, las ordeñaba...Había otro, el mulero, que cuidaba a los animales de carga y los caballos de montar. Eneso nomás andaban, no hacían chacra ni nada. Por eso cuando ha llegado la ReformaAgraria no han recibido nada. El Alcibíades se había metido de emenerrista desde másantes. Él nomás ha hecho el trámite de la Reforma, ha traído los títulos ejecutoriales. Lagente ya estaba ocupando los terrenos, ya se les había entregado, pero se han

 posesionado recién cuando ha traído los títulos. Yo apenas recuerdo… Ha debido ser elaño 1962, por allí. En el patio de la casa hacienda era. Les entregaba su título a cada

 pareja, marido y mujer, luego les hacía revolcar en el piso los dos, abrazados. A todos hadado, algunos menos, otros más. Menos a nosotros.

Su papá del Celedonio era uno de los que más había recibido. Era  jilaqata,

llunk’u de los patrones. También era un agarrete, de allí se había muerto sin repartir losterrenos entre sus hijos, y eran cuatro hermanos, tres casados. Sólo el Celedonio erasoltero. El año pasado en Todos Santos, era su tercer año y se habían peleado. Entonces

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el Celedonio andaba diciendo que quería vender su acción e irse. Le he dicho que mevenda a mí. ‘Ya’ me había dicho, pero su vieja seguía agarrando el título que era unosolo en nombre del padre. ‘Yo no te voy a dar para que vendas’ decía, ‘te voy a cambiar

la acción.’ A mí no me importaba, cualquier acción era buena para mí, pero con esos problemas no había caso. Tampoco había otro que quería vender en Saxrani mismo. LaJustina decía que Doña Leonora podía querer vender algunas parcelas, hasta le ha ido a

 preguntar, pero la vieja había dicho que tenían que llegar Don Alcibíades y el niñoAlexis, ellos nomás sabían. Y no había cuándo...

Hasta mientras yo he encontrado a uno de Canqui Chico que me ha llevado a versu terreno. Era grande, casi ocho hectáreas según él, aunque la mayor parte era monte y

 barrancos. Arriba en la loma, había una parte pampa. ‘Linda para papa’ decía.

“Entonces, ¿por qué no estás sembrando…?”

“Estamos haciendo purumar.”

“¿No tienes hermanos…?”

“No, ninguno. Mi hermano se ha muerto, estoy solo. Sólo tengo que hacer sanearlos papeles.”

Ha dicho que los estaba haciendo registrar en Derechos Reales [INRRA?] en LaPaz. Me ha ofrecido darme todo en novecientos dólares. Me ha parecido bien. Entonceshemos quedado en que yo le iba a dar un adelanto de cuatrocientos dólares para hacerlos trámites, y quinientos cuando me entregue el título con todo al día. Yo ya me creía elgran conocedor del asunto, entonces le he dicho que debíamos ir a Inquisivi y hacer unrecibo con abogado, sólo así yo le iba a dar el adelanto.

“Esta bien” me ha dicho.

Hemos ido donde un notario, le he entregado el dinero con testigos y todo, y

hemos ido a ch’allar  la suerte de mi compra. En la tienda había otros de Canqui Chico,uno había vendido dos vacas e igual estaban ch’allando. Ese mi vendedor había sidomedio pollo para el trago, más rato ya estaba durmiendo sobre la mesa y los demás noshemos ido a seguir en otra tienda. Allí me han preguntado qué terreno le estabacomprando. Y cuando les he indicado y he dicho que le faltaba todavía sacar los papelesde Derechos Reales, uno de ellos ha dicho:

“¡No es eso…! Es que se ha prestado plata sobre esos papeles. Por eso no lostiene” y otro:

“¡No! Es que son los terrenos de su hermano… Por eso no está sembrando.”

“¡Pero si está muerto su hermano!” he dicho.

“Está muerto, ¡pero tiene sus hijos…! Y su padrino está agarrando los papeles.La otra vez que ha sembrado, ha venido a quitarle la cosecha, ¿no recuerdas…?”

“No es su padrino… ¡Es el prestamista! Y no le ha pagado intereses, dice.”

Se han puesto a discutir. A mí no me importaba qué era el problema, pero estabafurioso de que me había ofrecido otro terreno con problemas. Yo quería ir a pegarle yexigir que me devuelva mí adelanto, pero ellos me atajaron. Decían que el prestamista, oel padrino, era uno de Quime, que él tenía los papeles y era de ir a hablar con él primero,me han indicado su nombre y dirección, y todo. Ya no faltaba mucho para el amanecer,y por suerte apareció un carro carbonero saliendo del lado de Cañamina. Hecho todo un

 parador , he subido encima y en dos horas estaba en Quime. He desayunado en laAlameda, me he peinado para disimular el ch’aki, y he ido directamente donde me

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habían indicado, recibo en mano.

“Dice que usted ha prestado plata sobre los títulos de este terreno. Yo le cancelola deuda si a mí me das los títulos.”

“No, hijo” me ha dicho. “Aunque fuera acreedor, no se puede transferir el títulosin el consentimiento del dueño… Pero no se trata de una deuda. El dueño ha fallecidohace ocho años, y yo soy el albacea de sus hijos. Ellos están estudiando en Oruro, y yoestoy a cargo de sus terrenos aquí, hasta que sean mayores de edad. Te agradezco quehayas venido a avisarme que su tío está intentando cometer estelionato. Voy a viajar aCanqui a averiguar sobre el caso.”

“¡¿Y mi adelanto…?!”

“Tiene que devolvértelo.”

Yo le decía ‘Vamos ahora mismo,’ pero él decía que tenía que atender otrosasuntos y recién iba a ir después de una semana, o dos. Al fin me he vuelto a Inquisivi

 pasado el mediodía. Por supuesto ya no había ni el vendedor ni sus markamasis,  y hetenido que irme nomás a pie. He dormido en el río y he llegado a Saxrani recién al díasiguiente. Y, ¿qué he encontrado…? ¡La Justina ya con dolores de parto!

“¡Mal parto le ha dado…!” decía mi suegra. Cómo si yo fuera el culpable de quele pase eso.

“Parto nomás debe ser” he dicho, pero ella.

“¡Si no es ni seis meses todavía!” eso decía, todavía la muy sinvergüenza.

Pero al día siguiente nació la guagua, un varoncito, y todo normal. Yo no creoque fuera sietemesino siquiera, y si hubiera sido para mí tampoco hubiera llegado a sersietemesino. De allí ya he creído siempre. ¿Sería para ese Diógenes, o haiga tenido otrosgallos todavía…? Pero tampoco tenía ganas de decirle ‘Andá con esa guagua donde su

 padre…’ Ya había hecho casa y todo, y estaba trabajando en los terrenos de mis suegros, justamente por no poder comprar mis propios. Al fin he dicho ‘Mejor me hago elcojudo... sólo que le he de controlar bien. ¡Nada más de mañuderias de hoy en adelante!’Más me importaba solucionar con ese de Canqui.

Cinco días he cuidado a la Justina, cocinando, lavando los cueros y camasensuciadas en el parto, todo… y cuando ella se ha levantado, he ido a buscar aldesgraciado. No me interesaba ya la verdad del caso [pleito?], sólo quería que medevuelva la plata y nos olvidemos del trato. Me recibió con los brazos abiertos.

“¡Hermano…! ¿Dónde te has perdido ese día? Hubiéramos ido juntos a La Paz, aDerechos Reales. Ya he pagado el trámite, falta recoger nomás. A fin de mes va a salirme han dicho.”

“No. Ya no quiero ese terreno. ¡Quiero que me devuelvas el adelanto y listo! Nolo he de comprar.”

“Pero, ¿por qué…?”

“Necesito el dinero. No te voy a poder completar.”

“Pero yo ya he pagado al abogado en La Paz, tampoco tengo ahora. Puedoesperar, no importa si me pagas más después...”

“No. Lo necesito ahora.”

Él seguía diciendo que no lo tenía, hasta que he perdido la paciencia y he dicho:“¡Ese terreno es de tus sobrinos, no es de vos! ¡No puedes venderlo...!”

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Con eso se enfureció, y quería saber quién me había dicho eso, para que vayamosa encararle con su mentira.

“¡Y cuando yo he gastado tanto alistando los papeles para entregarte todo en

orden!” por poco no hemos llegado a los golpes. Lo más que le he podido sacar era quevuelva al mes siguiente cuando iba a mostrarme los papeles verdaderos.

“¡Seguramente te vas a hacer falsificar en La Paz.!” he dicho, y me he ido.

Llegando a Saxrani me he recordado que no había comprado nada, ni paraJustina, ni para mi hijita la mayor, y me asomado a la casa hacienda ‘Al menos compraréuna pasancalla’ diciendo. Resultó que habían llegado los patrones, y el niño Alexis, elJorge, el Abanderado y otros más estaban en la tienda. Me han invitado cerveza. Hastaentonces no había dicho a nadie sobre el asunto de Canqui, ni siquiera a la Justina…había pensado darle una sorpresa. Pero ya no tenía ganas de callarme. En media farrallegó mi suegro, pero me escuchaba sin decir nada.

“¡Hablaremos con Don Alcibíades!” ha dicho Jorge. “Él conoce al Subprefecto.Podemos hacerte devolver el dinero.”

“¿Crees que se pueda…?”

“Sí, creo. Si no quiere, le hacemos encerrar. De allí va hacer aparecer de dóndesea.”

Y lo han hecho, pues. En eso he llegado a conocer la cárcel de Inquisivi, aunqueno pensaba… Ha tardado como dos meses, pero al fin me ha devuelto, aunque claro queme ha costado: comisiones, órdenes de apremio, agradecer al Subprefecto… Y misuegro apoyándome en todo. Hasta han pagado una orden con su propia plata. Al fin herecibido mi dinero.

“Ahora sí puedo buscar un terreno. Uno que tenga sus papeles en orden y no esté

en problemas.”“Hay que buscar con tiempo…” dijo mi suegro. “Casi todos no tienen papeles

saneados. Pero hasta mientras, ¿por qué sigue estás haciendo dormir ese capital…?Podemos hacer negocio.”

“¿Qué negocio…?”

“Con los mañazos, los que van a Arcopongo, tengo conocidos. El ganado es bien barato en allí. Podemos traer aquí, hacer engordar.”

Y bien me ha hecho convencer. Ha debido estar planeándolo todo ese tiempo.Incluso hablaba de que podría hacerme un papel en mi nombre de su herencia de laJustina, donde estábamos trabajando. No era tan urgente comprar otro terreno. Al fin me

ha sacado tres mil quinientos. Con la casa y otros gastos, ya se me había ido más quemil. La mayor parte se lo he entregado a él, y el resto lo he dedicado para el muruchico yel bautizo de mi hija. Don Alcibíades ha hecho traer al cura de Inquisivi, en caballoensillado, y había como ocho guaguas que se han hecho bautizar ese día en la capilla dela casa hacienda. Yo quería que el profesor Basilio sea padrino, pero mi suegro queríarogar a Don Alcibíades, como agradecimiento por lo que nos había ayudado, decía. Alfin Don Alcibíades y Doña Leonora han recibido de padrinos de bautizo y el profesorBasilio, de recorte. Nos han prestado la sala larga, de altos, entre los dos patios que antesera la oficina de la hacienda, para nuestra fiesta, y como había fiesta en todo Saxrani, lagente venía de todo lado, de Chuwaylani, de Locotani, de Ventilla, hasta de CanquiGrande y Sita. Yo he contratado la banda de Sita, hecho el gran tipo, y la chupa ha

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durado tres días. Y eso era cuando se fue la Justina.

El primer día era el bautizo en la mañana, luego el almuerzo con los padrinos, ydespués hemos empezado a recortar, casi pelo por pelo, tanta gente había. Hemos

descansado a eso de las dos de la mañana, la guagua con cabello todavía. Al díasiguiente hemos continuado hasta terminar a eso de las dos de la tarde. Hemos nombradoal Jorge como padrino de contar, y él ha redondeado a seiscientos pesos de los de antes.La Justina se ha cargado con el dinero y el cabello en un aguayo y hemos bajado al patioa bailar, ella con el Jorge en medio de la ronda. No había madrina, Doña Leonora sehabía retirado después de bajar un mechoncito y Jorge estaba solo, el Basilio igual.Alguien había dicho:

“¿Y por qué no llaman a la Dorotea? Es hermana de los dos” pero mi suegro leha hecho callar y no hablaban más de eso. Yo estaba sirviéndome con Don Alcibíades, el

 profesor y mi suegro mientras los demás bailaban, cuando ha venido Elisa, la criada deDoña Leonora, a llamar a su patrón:

“Tu yerna está llegando” diciendo.Con eso había una estampida general. Sabíamos que el Alexis se había casado en

La Paz, pero nadie había visto a la niña patrona. Banda y todo hemos salido a la canchade fútbol, también los de otro festejo que seguía en la escuela, y de las casas máscercanas. Doña Leonora ha venido a agarrar el brazo de su marido. El único que faltabaera Alexis. Don Alcibíades ha preguntado por él, y Doña Leonora ha dicho:

“Está descansando” había venido el primer día, después no le habíamos visto.

La niña estaba viniendo a caballo, junto con los dos jóvenes que habían ido arecogerla a Sita. Haiga pensado que todo el alboroto con banda era para recibirle a ellanomás. La gente rodeaba a su caballo, le tomaron de las riendas y le llevaron al patio dela casa hacienda. Don Alcibíades le ha ayudado a bajar.

“¿Cómo te ha ido en el viaje, hijita?”

“Ay, ¡no creo que voy a poder sentarme durante una semana! Pero, ¿dónde estáAlexis…?”

“Está descansando” ha dicho el Jorge.

“¿Hasta ahora…? ¡Pues yo le voy a despertar!”

“Yo le llamaré” ha dicho Jorge, y se fue apurado por las gradas. Doña Leonoraha agarrado a su yerna por el brazo.

“Te mostraré el baño, querida. Estoy segura que quieres refrescarte un poco,cambiarte esa ropa. Claro, aquí no tenemos…”

“Sí, ya me ha contado, no se preocupe. Ése es su cuarto, ¿no…? ¿Ése al final del balcón?” ha soltado su brazo y se fue corriendo tras Jorge, llamando “¡Alexis…!¡Alexis, corazón!” ha alcanzado la puerta del cuarto detrasito de Jorge. Él se ha parado yha estirado su mano como para cerrarle el paso, pero ella ha pasado por debajo, haempujado la puerta y ha entrado. “Alexis, ya he… ¡Aaahh!” y se ha armado un griteríode los mil diablos allí dentro.

Doña Leonora se ha tapado su cara con sus manos. Don Alcibíades se ha lanzado por las gradas. Jorge seguía parado en la puerta con sus brazos abiertos como el Señor deMayo. Algo bien pesado se ha chocado contra las puertas desde adentro, luego una deellas se ha abierto y ha volado por ella una mujer directo encima de Jorge. Los dos hancaído contra la baranda del balcón y hemos visto que era su hermana la Dorotea, la

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gordita, en nada más que mankancha y las tetas al aire. Se ha levantado y saltado dentrodel cuarto, para volver a salir al ratito empujada por la niña patrona que ha aparecido enla puerta chillando:

“¡Chola puta!” Jorge ha agarrado a su hermana por la cintura. La niña hadesaparecido dentro y luego ha volado por la puerta abierta una pollera que ha caído enlas cabezas de Jorge y Dorotea, seguido por una blusa, una camisa de mujer, unachompa abierta y un par de zapatos de chola… que volaron por encima de la baranda yuno de ellos ha golpeado a un músico en la cabeza. Don Alcibíades se ha parado en el

 balcón y ha gritado:

“¡Banda de mierdas! ¡Toquen! ¡Por eso les estoy pagando…!” mientras Jorge haenvuelto a la Dorotea como sea con sus ropas y le ha arrastrado dentro de la sala.

“¡Yo estoy pagando la banda!” he dicho, pero nadie me hacía caso. Todosestaban mirando la puerta del cuarto del niño patrón, que se había vuelto a cerrar degolpe, pero desde dentro se escuchaba los chillidos de la niña patrona y la voz de Alexis

intentando responder. Don Alcibíades ha bajado corriendo al patio, se ha abierto paso aempujones entre la gente y ha agarrado a la Justina.

“¡Comadre, bailaremos! ¡Huayño, huayño!” para mi gran sorpresa, DoñaLeonora me ha agarrado y le ha seguido a su marido.

“¡Daremos una vuelta por el segundo patio…!” gritó, haciendo señas a la banda para que nos sigan. Elisa jalaba a mi suegro y así hemos encabezado una loca fila de baile por el segundo patio y luego afuera para dar la vuelta y llegar a la cancha de fútbol,donde dos jóvenes aparecían con cuatro cajas de cerveza. Don Alcibíades, rojo comotomate, me los ha sañalado.

“Servíte compadre, mi cariño” otro de sus peones ha aparecido con dos sillas yunos vasos, y nos hemos sentamos en plena cancha, mientras la banda seguía tocando.

Cuando se terminaron las cuatro cajas, nos hemos trasladado otra vez a la oficinadonde mi suegro ha puesto otra caja, y despues ha entrado el Policarpio Patiño deChuwaylani con dos bidones de chicha y otro de trago. Afuera en el segundo patio la

 banda seguía tocando… De alguna manera hemos regresado a la casa antes delamanecer, dicen, pero yo no recuerdo nada. Me he despertado en la cocina de mi suegraya entrando la tarde. Tenía hambre. Me he levantado queriendo ir a mi casa a buscarcomida, pero mi suegra me ha encontrado en el patio y mi ha hecho entrar de vuelta.

“Hemos cocinado aquí. Servíte hijo.”

“¿Dónde está la Justina…?”

“Está haciendo dormir a la guagua. Comé nomás” …¡vieja alcahueta! Seguían

tomando en el patio de su casa; trago nomás a esas alturas. Ppero cuando yo he salidoella ha inventado cuatro cervezas de alguna reserva secreta que tenía y me los haalcanzado:

“Curate el ch’aki hijo” de allí, ya te imaginas…

Cuando al fin he entrado a mi casa al día siguiente, no había nadie. Mi hijitaestaba donde mis suegros.

“¿La Justina? ¿Se ha ido a pastear…? ¿No ha cocinado nada?”

“No, hijo. Se ha ido a Inquisivi. De noche ha salido.”

“¿A Inquisivi…? ¿A qué se ha ido a Inquisivi?”

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“A comprarse será. Con el dinero del muruchico.”

“¿Y cómo va ir a gastárselo sin decirme nada?”

“Te quería preguntar, pero estabas borracho. No había caso.”

Era verdad que se había ido a Inquisivi, con todo el dinero del muruchico y laguagua más. Pero no se había ido esa mañana, sino en la tarde del segundo día, despuésdel baile en fila cuando todos estaban distraídos. ¡Y se había ido con el Diógenes ese!Les habían visto subiendo a un carro en Inquisivi, de allí algunos decían que se habíanido a La Paz, otros que habían bajado en Conani y agarraban otra movilidad aCochabamba, o sino Oruro. Ahora yo pienso que ese mismo rato era de dejar todo e irtras ellos hasta encontrarles, no importa qué le hubiera hecho al  yuqalla, a los dossiquiera… por allí me hubieran dado homicidio por emoción violenta, que es sólo uno aseis años, o dos a ocho si hubiera matado a ella. Pero en ese rato me parecía más cojudoir corriendo de tras de ella, cuando recién al fin me he convencido que de verdad sehabía ido y no iba a volver. Además, ya no tenía ni un centavo. Todo lo había gastado en

el festejo, confiando en el dinero del muruchico.Le he pedido a mi suegro que me devuelva aunque sea unos doscientos, cien,

 para poder viajar. Pero él decía que todo estaba invertido en ganado al lado deArcopongo, y además era mentira que su hija se haya escapado con el Diógenes; aunqueel  yuqalla  no aparecía en ninguna parte y ellos tampoco podían explicar por qué laJustina no volvía.

Ellos cuidaban a mi hijita… Pero sí yo aparecía a la hora de comer, me poníanunas caras del otro viernes, ni la lagua del perro me querían dar. Yo iba a trabajar singanas, volvía para cocinarme una miseria en la cocina vacía… Y de allí, el LuísCusicanqui de Suri me ha dicho:

“¡Nosotros nos meteremos de mañazos, pues!”

Bueno… Sería mentira decir que yo no sabía qué clase de mañazos eran ellos.¡Todo el mundo sabía! Pero poco me importaba, como me sentía arruinado de todo. Yahabía cosechado el maíz y no había nada que hacer. Entonces, cuando le he encontradoun día en el río de Chuwaylani y me ha dicho ‘¡Vamos pues, al lado de Minas!’ ‘Ya…’nomás le he dicho.

Esa vez sí hemos hecho de mañazos…, sólo que no hemos comprado la vaca quehemos llevado. Ellos conocían bien todos los deshechos para sacar la vaca antes de queel dueño se dé cuenta, pero eso era sólo el principio. Mayormente resultaba más fácilcarnearla que venderla; una vez quitado el cuero no se lo puede identificar. Pero resultaque los mañazos de los pueblos son unos maleantes. La carne hemos puesto a la venta enla carnicería de Suri, con permiso y todo... Pero al rato se ha enterado el AbdónValcárcel, que siempre sabía carnear en Suri, se ha ido a agarrar una de sus propiasvacas y lo ha puesto a la venta en su propia casa. Estaba prohibido vender carne encualquier lugar que no sea la carnicería, pero como él estaba de Presidente de la Junta deVecinos, nadie decía nada. Y hasta daba al fiado, todo para hacernos fracasar. Parallunk’urarse, todos iban a comprar de él, y no teníamos venta. Al tercer día la carne denosotros ya estaba oliscando. No había más que recogerlo y llevarlo a su casa de ellos enTriguni, para hacer charque como sea. Y encima de eso, el Valcárcel y sus chupasestaban haciendo correr rumores sobre cómo habíamos conseguido la carne que hemosofrecido.

“¡Al fin es mejor ir directo por los mañazos mismos!” ha dicho el Luís.

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La fiesta de Arcopongo es Carmen. El 16 de julio, ¿no ves…? La gente vendesus ganados para los gastos de la fiesta, así que los mañazos entran con buenos billetes

 por esas fechas. La idea era ir como una semana antes y ubicarse en un lugar bien

solitario ha esperarles. Éramos cuatro: Luís, su hermano menor el Delfín, su primo elJoaquín Cusicanqui, y yo. Frutillani hemos pasado de noche, para no hacernos notar, yhemos seguido caminado casi todo el día hasta un lugar desfiladero, para apostarnos detras unas peñas encima de un morro, desde donde se veía un buen trecho del camino aambos lados. Hemos vigilado por turnos toda la noche, pero no había nadie. Recién amedia mañana del día siguiente, hemos visto viniendo entre tres…

Entonces el Luís nos ha repartido las armas: un viejo fusil Mauser, que manejabaél, y dos pistolas, una para Joaquín y otra para mí. El Delfín no quería. Antes de partirhabía sacado un cogote  ‘El Don Matías Mallku me lo ha vendido’ diciendo. ‘Biensaladito está, dice…’ y nos lo ha mostrado. ‘¡¿Ah sí...?!’ he dicho. Era igualito al que elMatías había sacado esa vez que el borracho se ha querido protestar. Pero de repente

tenía varios…“¡A sus puestos!” nos ha ordenado el Luís.

Hasta mientras que esperábamos el Luís nos había hecho repasar una y otra vezel plan. Pero sólo en ese rato he visto que tanto él como Joaquín han sacado unoscuchillos grandes de carnicero de sus bultos y los metían en sus cinturones, antes deamarrar los bultos y ocultarlos entre las peñas.

“Yo sólo tengo pistola” he dicho.

“Basta con eso. Ya te he dicho… la idea es apuntar para asustarles, para que sedejen dominar, y listo. Además, son sólo dos viejos. El otro es un chico, ¿no ves…? ¡Ya!¡A sus puestos pues!”

El Joaquín ha abierto una botellita de ese vino de indio, de ayrampu, y lo harociado sobre su pecho, luego se ha ido directamente al camino, hasta el lugar másestrecho, y se ha echado en el suelo. Luís y yo nos hemos echado entre el wichu másarriba de él, mientras que Delfín se fue a dar una vuelta tras el morro para caer sobre elcamino por detrás cuando ellos ya habían pasado, ‘así bloqueando la fuga’ decía Luís.Cuando ya estaban cerca, el Joaquín ha empezado a retorcerse y gemir como si estuvieraherido… el vino de ayrampu parecía sangre, al menos desde lejos. Luís me ha hablado ala oreja:

“Como eres novato [mostrenco?], vas a agarrar al chango… Nosotros nos vamosa ocupar de los viejos.”

“¿Qué novato? ¡Yo he hecho el servicio militar como todos!”

“Esto no se enseña en el cuartel. Ahora cállate.”Los mañazos han bajado la cuestita y han entrado en el lugar estrecho. Se han

 parado, sorprendidos, al ver al Joaquín. Luego se han acercado y le han rodeado. Joaquínseguía gimoteando [quejandose] con los ojos cerrados.

“Jilata, amigu” decía uno de los viejos. “¿Usunitati, jalaqtati, kuns pastam?”1 yotro.

“¡Wilanichixaya!”2 

1 Hermano, amigo - ¿Estas enfermo, te has caído…? ¿Qué te ha pasado?2 ¡Parece que esta sangrando!

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“Jan wilakit ukaxa”3 decía el más viejo.

Se ha agachado y se ha puesto a hurgar en la chamarra de Joaquín. Luís hasilbado, todos nos hemos levantado de un salto y armas en mano nos hemos arrojado

sobre ellos. El chango ha dado un grito de susto y el otro viejo que estaba de pie, halevantado sus manos con una mirada astuta. El que estaba arrodillado al lado del Joaquínha dicho:

“Oye, no le hemos hecho nada. ¡Estamos queriendo ayudarle!”

En ese momento el Joaquín se ha sentado, ha metido su mano dentro de suchamarra y ha sacado la pistola. Lo ha colocado directamente en el pecho del que estabaen su lado. El chango estaba tratando de alejarse, paso a paso, como un cangrejo.

“¡Agarrale!” me ha dicho Luís, y a los mañazos: “¡Danos los billetes pues, sinoles vamos a balear y les vamos a quitar igual!” oyendo eso el que estaba de pie ha bajadouna de sus manos y lo ha metido dentro de su saco.

Justo en ese rato el Delfín ha aparecido en su atrás, ha saltado sobre él con elcogote  y le ha ahorcado en un dos por tres, mientras que el Luís ha dejado caer suMauser, ha sacado su cuchillo y se ha lanzado sobre el de rodillas, que cayó de espaldas.Al tiro Joaquín lo ha agarrado de las piernas y allí mismo el Luís lo ha degollado. Elchango ha chillado como un condenado y luchaba para soltarse, y yo tenía que dejar caerla pistola para agarrarlo con mis dos manos.

“¡A él más…!” ha gritado el Luís, montando sobre el pecho del viejo mientraséste daba los últimos pataleos. Joaquín ha brincado hacía mí, cuchillo en mano. Yotrataba de tapar la boca del chango pero me mordía la mano. Joaquín ha hundido elcuchillo directamente en su pecho. Yo, de susto, lo he soltado. Pero Joaquín le haagarrado por el cuello de su chompa, ha sacado el cuchillo y le ha cortado la gargantacomo si fuera una oveja. Después lo ha botado con fuerza a un lado para que la sangreno chorrea sobre nosotros, aunque ya estábamos llenos de salpicaduras, y ha vueltodonde el Luís y el Delfín, que ya estaban desnudando a los muertos en busca de plata.

“¡Oye, cojudo…!” me ha gritado el Luís. “Vos, vacía los q’ipis. ¡Rápido!”

Los q’ípis no tenían más que camas, algo de ropa, sus fiambres, bolsas de coca yuna botella de trago. Los dos viejos llevaban fajos de billetes debajo de sus camisas.Luís se los ha embolsillado. El garroteado además tenía una pistola en el bolsillo interiorde su saco. Eso había estado por sacar cuando el Delfín lo ha asaltado…

“Yo sabía” decía, “¡nunca llevan dinero en el saco…!” yo me he servido deltrago, pero el Luís me lo ha quitado:

“¡Eso para después! Primero hay que quitarle la cabeza al chico.”

“¿La cabeza…?” he dicho.“Para que no les reconozcan, pues. La ropa, igual… Vamos a llevarlo todo” y me

ha pasado su cuchillo ensangrentado.

Recién he visto que ya les habían bajado la cabeza a los otros dos y les estabanquitando toda la ropa. Envolvían las cabezas en las ropas más ensangrentadas y metíantodo en los mismos q’ipis. Yo trataba de no mirar la cara del chango mientras hacía loque me había dicho. El Delfín ha traído nuestros propios bultos, y dentro de un rato nohabía más que tres cuerpos desnudos y grandes manchas de sangre en ese lugar. Nos

3 No es sangre.

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hemos cargado y nos hemos ido corriendo por la ladera, apartándonos del camino. Porsuerte no se veía viniendo a nadie más.

Hemos seguido unos rastros [senderos huellas] casi in-notables, por unos

 barrancos. Casi era de noche cuando al fin hemos dado con el camino grande que va aArcopongo desde Naranjani, pasando por Warmi Jiwata, pero con el susto ni se sentía elcansancio. Ya era bien de noche y habíamos entrado en el monte cuando Luís ha dichoque podíamos descansar y prender fuego para preparar lagua con  pito, la primera cosacaliente que habíamos comido en tres días con sus dos noches. Yo hacía de cocineromientras ellos se ocupaban de ir a botar las ropas de los muertos, aparte de las que habíalimpias que nos hemos repartido para ponernos en vez de nuestras ropas manchadas desangre. Iban a botar las cabezas también, pero el Delfín se atajó:

“¡Yo me los he de llevar!”

“¡¿Qué?! ¡Estás loco…! Eso es cuerpo del delito.”

“No. Es para Don Matías. Él me ha encargado. Es para tuxllu. Cabeza deasesinado tiene que ser, ¿no ves…? No tiene que saber quién los ha asesinado.”

“Pero no falta ser sabio para adivinarlo…” ha dicho Luís.

“Por eso me ha dado el cogote.”

“No te lo ha dado, te lo ha vendido.”

“Sí pues, si no pagas no sirve también.”

Largo rato discutían. Al fin han quedado en que el Delfín iba a esperar hasta quesea de día y enterrarles en algún lugar del monte, para volver después cuando losgusanos ya los habrían limpiado y nadie les podría reconocer. De allí han pasado a lomás grave del asunto, o sea al reparto de la plata. Yo pensaba que iba a ser por iguales,entre los cuatro, pero, ¡no…!

“Te has mariconeado” me ha dicho el Luís.“¡Pero era un chango…!”

“Igual puede ir de testigo.”

Ha debido ser la maldición de lo que he hecho con el Matías que me ha entrado, porque justamente me he recordado a él discutiendo con el ingeniero.

“Yo también puedo ir de testigo…” he dicho. Se callaron de golpe y los tres mehan mirado como uno, y me he dado cuenta que estaba yo solo en el monte.

“¿Qué estás diciendo?” me ha dicho el Luís.

“Nada, nada. Sólo que todos estamos juntos en esto.”

“Sí” ha dicho el Delfín. “Igual ha apuntado, nos ha ayudado con los cuerpos.Además ni siquiera le hemos dado un cuchillo, sólo esa pistola sin balas.”

“¡¿Sin balas…?!” he dicho.

“¡Claro!” dijo Luís. “¡Ni yo tengo balas! Es para asustar nomás. El trabajo sehace con cuchillo. Los disparos se escuchan desde muy lejos, es un deschape.”

“El viejo tenía balas” he dicho.

“Ese viejo tenía sus antecedentes.”

“Ya, bueno…” he dicho. “La próxima vez ya no me voy a asustar.”

Otra vez se han callado. Yo me preguntaba qué había dicho. Al fin Luís hatosido.

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“Nosotros no somos delincuentes” ha dicho. “Ahora hay que perderse un buenrato. De aquí mismo vamos ir aparte, aparte. Cada uno por su lado.”

“¡Yo me voy a ir al Chapare!” ha dicho el Joaquín. Recién nomás estaban

colonizando en ese rato, era casi desconocido.“¿Y si yo quiero volver al valle?” he dicho.

“¿A Saxrani…? Bueno… Al menos debes salir por lado de Irupana, darte unavuelta por La Paz y después llegar de ese lado.”

He vuelto a pasar por Suri en la fiesta de San Andrés, el 30 de noviembre.Columpian allí abajo en Chajna. Y allí estaba el Luís disfrazado de cura, con un bacín enla cabeza, casando y bautizando a la gente. Con el Joaquín haciendo de sacristán.

“¿Cómo te ha ido el Chapare?” le he dicho.

“Más o menos… Oye. Vos estabas con la Justina Veizaga, de Saxrani, ¿no…?”

yo no he dicho nada, pero él seguía hablando. “¡Había estado allí! ¡En un pueblito! Sellama Shinahota. Tiene una pensioncita, los días de feria. Me ha llevado a ayudarle en suchaco. Había estado con uno de Locotani: ¿cómo se llama…?” yo sabía cómo se llama,y no quería hablar de él.

“¿Y qué es del Delfín?” he dicho. “¿Haiga vuelto por sus cabezas…?”

“Ay, no sé. Parece que está en La Paz. Creo que está trabajando con ese MatíasMallku siempre, de ayudante, no sé.”

“Yo sí sé…” he dicho. Y de allí, otra vez la maldición... o los tragos, o tantotiempo a solas, no sé tampoco. Pero me he puesto a contarles todo eso de los kuchus, loque no le había contado a nadie, ni siquiera a la Justina ni nadie. Me han escuchado losdos con la boca abierta. Al principio preguntaban algo, pero después me escuchabancallados, hasta que he terminado, diciendo: “…y ese es el dinero que mi suegro se hahecho prestar y no me quiere devolver” y nos hemos quedado en silencio. Luego el Luísme ha dicho:

“¿Y crees que el Delfín…?”

“No sé.”

“Le voy a decir que lo deje… ¡Salud!”

Pero en vez de asustarse con lo que les he contado, ya me miraban con respeto,como si yo fuera gran cosa.

“¡Haremos algo para San Sebastián, pues! Como tu suegro está metido en eso, puedes averiguar.”

Lo del camino de Frutillani había causado mucho susto, aunque nadie sabíaquiénes lo haygan hecho... Decían que todos los mañazos ya andaban armados. Aunqueotros decían también que los muertos no habían sido mañazos, sino unos ladrones dellado de Independencia, y a lo mejor hayga sido una venganza y no un asalto.

Cuando he ido a hablar a mi suegro sobre la deuda, de eso primero nomáshablaba ‘Que era muy peligroso… Que no se podía andar por allí…’ Pero al fin ha dichoque conocía unos cajuateños que no tenían miedo de nada, además que andaban armadoshasta los dientes. Ellos iban a entrar por Wich’inka, sacar el ganado para la feria dePatacamaya, en enero, y después le pagarían. Yo le he entendido que él había estado

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 prestando mi plata a otra gente como si fuera suyo, cobrando intereses y todo. ¡Y sin pasarme un peso a mí! Con más rabia que nunca he ido a Triguni, y nos hemos alistado.

Esta vez les he dicho que yo iba a llevar una pistola con balas, ¡sí o sí! Luís

hablaba y hablaba sobre cómo el susto es lo que vale y no la arma, que los disparos soncomo una campana que te anuncia a medio mundo, y que lo importante es actuar rápidoantes de que lleguen a reaccionar… Pero al fin me ha dicho:

“Ya, bueno… llevalo si quieres. ¡Pero yo no te voy a dar municiones!” entoncesme fui a Cajuata y las compré yo mismo de un tal Meneses. Él fue testigo después en el

 juicio. Era de escuchar al maleante con experiencia… pero yo ya me creía tal.

El día después de Navidad hemos partido por Cajuata y Turculi, llevando unachua  de lavar oro para disimular. Lo hemos ocultado en el monte antes de llegar aWich’inka. Al día siguiente hemos cruzado el río y de ahí seguíamos hasta más o menosmedia subida, un lugar donde el camino estaba encajonado entre peñas y pasaba por unacurva cerrada. Esta vez no íbamos a hacer el truco del herido, sino uno de nosotros iba a

esperar a la vuelta de la curva para pararse frente a ellos, mientras que los otros dos ibana dar la vuelta por arriba y caerles por atrás, cortando la salida. Sólo que no veníanadies... Hemos esperado el resto de ese día y todo el día siguiente, y nada. Empezaban aquejarse y reñirme ‘…que mi suegro era un p’ajpaco’ ‘…que vendrían después de Año

 Nuevo, o ni entonces.’ Pero ya estábamos allí. Entonces hemos seguido velando porturnos, hasta que el Joaquín ha venido corriendo a eso de las tres de la tarde del tercerdía. Estaban viniendo entre dos: un hombre mayor y un chango. ¡Otra vez un chango!Pero bueno, ni modo.

“Yo voy a ir adelante. Ustedes van a saltar por detrás” he dicho, y me he ido sinmás a agacharme tras de unos chumes, pistola en mano. ‘Esta vez no me van a estafar demi parte…’ yo mismo me decía.

Lo que he sabido después, es que mi suegro no había prestado plata a loscajuateños, sino se había ofrecido para hacer tratos para ellos en Arcopongo. Elloshabían reunido un capital y le habían dado a él para que vaya primero y deje señas poraquí y por allá, pero faltaba para la cantidad de cabezas que querían, entonces él habíadicho que iba a poner más dinero de su parte. Ellos iban a venir después, devolverle lasseñas que él había pagado, reunir el ganado y juntos iban a arrear toda la tropa paravenderla en Patacamaya. En ese rato iban a pagarle el resto del precio para que él vuelvaa cancelar a los dueños en Arcopongo, más una parte de la ganancia de la feria, a cambiode las garantías que él iba a dejar aparte para poder llevar los animales. Eso ha salido enel juicio. Lo que no ha salido, sino Jorge me ha dicho cuando ya estaba aquí, es que las

vacas que supuestamente iba a reunir eran vacas que él había comprado más antes conmi dinero. Así que no iba a pagar ninguna seña y menos poner plata suya, sino utilizar la

 plata que ellos le habían dado como señas para comprar terneros que dejaría con susconocidos para la venta del año… Bueno, yo no entiendo el enredo, por allí Jorge estabamintiendo. Como todos los de Saxrani, él pensaba qué yo había ido a propósito a robar ami suegro porque no quería pagarme la deuda, o más bien no robarle sino quitarle mi

 propio dinero, y lo había baleado por accidente. Bueno, era por accidente, pero robarle aél era accidente también, porque yo no sabía que él estaba viniendo. Ni el cojudo delJoaquín le había reconocido, solo le había mirado de lejos y ha venido corriendo aavisar.

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Entonces, allí estaba yo con los nervios en punta, esperando hasta que heescuchado pasos y la voz del chango. “Tío ¿no hay agua por acá? Tengo sed”.

“Aguantá nomás, más arriba vamos a descansar”. Hubiera podido reconocer su

voz, pero estaba tan exaltado que no me he fijado en nada, sino he brincado al camino, justo en el momento cuando ellos daban la vuelta a la curva, y les he apuntado. “¡Manosarriba! ¡Ni un paso más!”

Él se ha parado en seco, tanto que el chango ha chocado contra él y casi se hacaído. Ha dado media vuelta para agarrar al chango. “¡Manos arriba, no te muevas!” hegritado vuelta. Se ha dado la vuelta hacia mí y en ese rato le he visto bien su cara, y él amí. “¡Nemesio!” ha dicho. “¡¿Qué haces aquí…?!” Ha empezado a alzar la mano –he

 pensado que iba a sacar una arma, pero cuando le hemos revisado él no llevaba nada– yle he disparado en el pecho. Ha alzado ambas manos, ha abierto la boca y ha dado unos

 pasos atrás. Le he disparado vuelta; esta vez en el estómago. El chango ha chillado y seha lanzado por las peñas como una cabra, justo cuando Joaquín y Luís aparecieron por el

camino. Mi suegro ha dado un paso más y se ha caído de espaldas. Su cabeza ha dadocontra una piedra y se ha quedado seco. Yo agitaba la pistola humeante. “¡El chango!¡Agárrale al chango!” Y ellos ahora hechos los cojudos, mirando al difunto y a mí, y otravez al difunto. He tirado el arma y he saltado de tras el chango. Los bordes del caminono habían sido tan imposibles de trepar como habíamos pensado, pero ni modo… Sehabía perdido en el monte como  pampa wank”u. De allí me ha ocurrido que ellos

 podrían estar vaciando el dinero y escapándose, para dejarme solo con el muerto. De esemodo he vuelto. Recién en ese rato me he dado cuenta que el chango era el Heriberto, suhijo mayor de la Candelaria Veizaga, o sea su sobrino nieto de mi suegro… ¡Peor y

 peor! He bajado al camino todo rasguñado. Ellos estaban arrodillados al lado del muerto.Había una mancha de sangre en su pecho, pero no mucho, estaba muerto siempre. El

Luís le estaba chequeando el pulso. Su cara estaba casi tan blanco como del muerto.“¡¿Por qué le has disparado?!” me ha dicho.

“El Honorato Veizaga es” dijo el Joaquín. “Tu suegro es…”

“¡Yo sé que es mi suegro! Me ha reconocido siempre, “Nemesio” me ha dicho, por eso le he disparado… ¡¿Y cómo es que han dejado escapar al chango?!”

“Aunque te hayga reconocido, no importaba, le hubiéramos arreglado después…Sólo tenías que hacerle parar y le hubiéramos agarrado por atrás” ha dicho el Luís,mientras empezaba a desatar la ropa para revisar el cuerpo.

“Yo estaba diciendo ‘Es uno solo, con un chango… No creo que valga la pena’”decía Joaquín.

“¿Y no podías conocerle al venir…?”

“¡Vos has dejado que traiga esa pistola con balas también!” el Joaquín ha dichoal Luís. “¡Sabiendo que es un cobarde…!” al escuchar esto, yo fui a agarrar la pistola delsuelo, pero el Luís me ha ganado y se lo ha metido en su cintura.

“No vamos a sacar nada discutiendo. Tenemos que vaciarle y botarlo al monte eirnos, antes de que el chango se encuentre con alguien”. Alzó la camisa del muerto, yhemos visto el fajo de billetes en un bolsillito de tocuyo cosido a la camiseta. Los dos lohemos agarrado al mismo rato. Nos quedamos mirándonos a los ojos.

“Esta vez creo qué a mí me toca la mejor parte…” le he dicho.

“Por iguales tiene que ser” ha dicho Joaquín.

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“Eso veremos después…” el Luís ha soltado el dinero para jalar el q’ipi  delfinado. “Joaquín, ¡revisa esto…! Nemesio, vamos a buscar un barranco por donde

 botarle”.

“A lo mejor el chango se va perder en el monte”, he dicho, “no creo que conoceel camino”.

“A lo mejor”, ha dicho él.

Al fin hemos dividido el dinero entre tres, allí mismo, porque el Joaquín hainsistido en volver por Turculi para recoger su chua. De allí iba a pasar a Circuata. “Si elchango no se pierde, va volver a Cajuata primero. Y si alguien pregunta por ustedes, voya decir que se han quedado en el río haciendo un lavadero”.

“Ojala que te crean” he dicho.

“¿Por qué no me han de creer…?” Y se fue. Luís y yo nos hemos ido por arriba,hasta la loma, donde él conocía un deshecho que bajaba por el otro lado, frente a

Chilcani. “Allí tengo unos conocidos que nos van a alojar sin preguntar nada, un par dedías”.

“¿Y de allí?”

“De allí veremos”.

Yo iba tratando de convencerme que el chango se hubiera perdido, o sino, no leiban a creer por ser chango, o sino al fin no me hubiera reconocido… El Luís se hadebido aburrir con escuchar lo mismo quinientas veces. Al fin dijo:

“Nanakaru jan uñt”kitaspati”, o sea, no hubiera podido reconocer a ellos.

“¿Y a mí…?” alzó sus hombros sin decir más.

Sus conocidos eran un viejo viudo y su hija, una tuerta con q”utu, que vivían en

medio del monte cuidando las vacas de unos de Chilcani. La hija tenía dos guaguas muy parecidos al viejo y ni rastro de marido, pero si ellos tenían sus motivos para mantenersealejado de la gente, mejor para nosotros. No era exactamente el Año Nuevo más alegrede mi vida, hasta aquí en la cárcel lo pasamos mejor. El viejo nos sirvió un preparado dealcohol de quemar, y cuando me he levantado para desaguar en la madrugada, habíaestado encimando a la hija siempre. El dos de enero el Luís se fue al frente, a Chilcanimismo. Volvió por la tarde con una cara tal que yo no quería preguntarle nada, pero meavisó igual.

“Ya le han encontrado, le han conocido y todo. Han hecho venir a sus familiaresde Saxrani, ayer han llegado. Hoy día haigan enterrado, en Cajuata, dicen”.

“Pero… ¿Cómo?”

“El chango, pues. Esa noche ha aparecido en Turculi, dicen. Día siguiente le hanllevado a declarar en la policía en Cajuata. De allí han mandado al valle”.

“¿Y qué ha dicho, que…?”

“Mira, todo eso he escuchado nomás al entrar en la tienda. Era uno que había idoa Cajuata, víspera de Año Nuevo. No iba a estar preguntándole si sabían quién lo habíahecho. Me he comprado y me he venido nomás”.

“¿Y ahora?”

Otra vez alzó sus hombros. Hurgó en su bulto y sacó la pistola. “Te dejo esto.Ahora yo me voy nomás. Te deseo suerte, hermano”. Ha debido ver mi cara, porque meha dado una palmada en el hombro. “¿Por qué no te vas al lado de Cochabamba? Hay

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 paso por Sacambaya, aunque el agua debe estar harto ahora”.

“¿Vos piensas ir por allí?”

“Yo sé dónde me he de ir”. Y se ha ido sin decirme más.

Esa noche empezaba a llover, y al amanecer seguía lloviendo. Pensaba que coneso el río de Sacambaya iba a subir más. Además, en semejante aguacero nadie más ibaa caminar. He decidido probar mi suerte de una vez.

Hasta Frutillani pareció que iba a resultar, porque no me crucé con nadie, perollovía más y más. Al fin me he asomado a una casa con corredor, la única tienda quehabía, para descansar un rato. Adentro estaban tomando, al parecer, y quejándose de lalluvia. Me he arrimado a la puerta, a escuchar por curiosidad.

“Ya no hay caso de andar solo, con los asaltos que hay. Año pasado los hanmatado entre tres, ¿no ves…?”

“Sí, hace una semana nomás han matado al Honorato Veizaga.”

“Le han baleado, ¿no….?”“Pero no le han cortado la cabeza”.

“No era de ir solo. Estaban asociados entre tres, cuatro. A él le han mandadoadelante con el dinero, a contratar ganado. Ellos están haciendo buscar ahora a los que lohan hecho”.

“Los que lo han hecho ya deben estar en el Perú, en dónde sea. ¿Qué se van ahacer agarrar?”

“Dizque el mismo Veizaga tenía harto ganado en Arcopongo, eso estaba yendo asacar. Por allí le han matado sus cuidadores, para no entregárselo”.

“A eso estoy yendo yo, a ver de su ganado”.

“¿Cómo, eres algo de él?”“Sí, soy su yerno”.

Con eso me he puesto rígido. Me acerqué a la puerta e intenté espiar por laranura entre las bisagras, pero no podía ver más que una botella de trago en la mesa yunas espaldas.

“En vano vas a ir, los de Arcopongo son bien mañudos”.

“Tengo su cuaderno, mira. Aquí está anotado, donde quién había dejado, cuántascabezas, sus marcas y todo”.

“A ver, mostrame… Bien chiquita su letra”. Un hombre ha aparecido en la puerta, agarrando un cuadernillo con tapas de cartón. Otro se ha asomado para mirarlo

sobre su hombro. “Este no es de Arcopongo siquiera, es de Seque Rancho, más adentro”.Era de levantarme e irme en ese momento, antes de que se fijen en mí. Pero allí en elcuadernillo estaba todo mi dinero. Esas vacas me pertenecían. Cierto, el dinero tienediablo, porque en vez de irme, me he parado y me he acercado para ver el librito. Untercero ha salido de la tienda, diciendo “¿Les conoces…?” – y luego se ha quedado secó.Era el Diógenes ese. Un cuarto se ha acercado con la botella en mano. Fue el primero enmirarme a mí. “Oye, hermano, estás hecho una sopa. ¿Por qué no entras? A ver, servíte,

 para el frío.” Me ofreció un vasito, pero antes de que yo pudiera recibirlo, Diógenes loha tirado al suelo. “¿Qué?” ha dicho el otro.

“¡Él es! ¡Él es!” Diógenes ha retrocedido dentro de la tienda. “¡Agárrale! ¡Éles…!”

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“¿Él es qué?”

“¡Su yerno, el que le ha matado! ¡Su yerno del Honorato!”

“¿Pero si vos eres el yerno?” El del cuadernillo ha vuelto dentro de la tienda, pero antes de que pudiera entrar yo le he arrebatado el librito. “¡Esas vacas son mías, losha comprado con mi plata!” Él ha intentado recuperarlo, mientras el de la botella decía“¿Cuántos yernos tiene?”, cuando Diógenes ha salido como disparado con un cuchillo enmano. Iba a lanzarse sobre mí, pero el que jalaba el librito estaba en su delante.Diógenes le ha dado un empujón, justo cuando yo estaba alzando la pistola paradisparar. La bala ha rebotado del suelo, los dos han caído encima de mí, la dueña de latienda ha chillado como si la hubieran baleado a ella, su marido ha venido corriendoalzando una hacha – había estado rajando leña detrás de la casa – más gente haaparecido como desde dentro de la tierra…

Me han agarrado a mi y a Diógenes también, y nos han arrastrado hasta laescuela, después de quitarnos el cuchillo y la pistola. Diógenes gritaba que yo era un

asesino y había intentado matar a él más, y yo gritaba que él había destrozado mi hogary robado mi mujer e iba a robar mis ganados más. Iban a encerrarnos allí, pero sólohabía una aula y se dieron cuenta que no podían meter a los dos en un solo cuarto. Al finmetieron a él en el aula y a mí en la cocina, todo negro de hollín. Trancaban las puertas ylas ventanas y colocaron un candado a cada uno, y allí nos dejaron, diciendo que iban allamar al Corregidor de Escola.

Pero no ha venido el Corregidor, sino Don Alcibíades y mi suegra, ella trayendoel mandamiento de apremio por el asesinato de mi suegro. El chango ese, el Heriberto,me había denunciado con nombre y apellido. Primero entraban donde el Diógenes, y yotenía que escuchar cómo él decía que yo le quería matar, mientras mi suegra lloraba, yotros decían que Diógenes había querido matar a mí o preguntaban cuál era el yerno de

veras. Después han venido donde mí. Han abierto la puerta con cuatro o cinco hombres parados alrededor con palos alzados, como si yo fuera un perro con mal de rabia. SóloDon Alcibíades ha entrado.

“Bueno, hijo. Creo que sabes por qué hemos venido”.

“Sí”, he dicho. “Malditos Cusicanquis”, he dicho.

“¿Qué?”

“No, no. Nada… ¿Me van a soltar?”

“Tu suegra está muy alterada, hijo. Más bien te voy a llevar conmigo hastaInquisivi, y allí te vas a presentar a la policía. Te van a mandar a La Paz, creo. EnInquisivi no hay juez para estas cosas.”

“¿Vos crees que yo le he matado?” he dicho.“El juez va decidir eso, hijo”.

Me han pasado a La Paz siempre, para esperar el juicio. Un año y medio hatardado, hasta mi sentencia. Treinta años, a ser cumplidos en la cárcel de Inquisivi.Cuando he llegado había cinco presos, por abigeato, por violación. Todos se fueron,otros llegaron, se fueron también, yo no más me quedo, el jilaqata. Cuando el alcaide vaa La Paz a cobrar su sueldo, a mí me deja la llave de la puerta. Y como los de Saxranisiempre están viniendo, con demandas, con papeleos, a las fiestas, a la feria, a dejar a sushijos en el colegio, al ir y venir de La Paz, de Oruro, siempre tengo visitas. A veces

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tengo más visitas que lo que quiero. Me cuentan de todo, tantas cosas, de allí empezabaa anotar para no confundirme. Otros dejan sus papeles, a veces a propósito – aquí no se

 pierde nada – otros porque se los olvidan. Hasta Don Alcibíades, a ver, y después el

Alexis. Las veces que el Alexis pensaba en divorciarse de la niña patrona, parece que lerobaba sus papeles de ella pensando que servirían como pruebas, luego decidía que porla política no era de divorciarse todavía, pero igual guardaba los papeles en unexpediente. La vez que tenían que escaparse al exilio, dejaban sus documentos aquí a

 propósito. Algunos eran de juicios, otras eran de toda cosa. Tampoco sabían preguntarme si yo los leo. Pero al fin, yo les leo todititos. Al fin, ¿qué más tengo quehacer aquí?