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30/10/2009 Edición impresa Mapa Web Conectar Mi suscripción Recibir boletín Inicio | Libros | Arte | Escenarios | Ciencia | Cine | Opinión Buscar Blogs Agenda Premios Libros más vendidos Exposiciones Estrenos Discos Arte internacional Im Nicolau es nadador. Entre sus recuerdos de infancia, cuando formaba parte de un equipo de natación encuentra momentos de especial emoción entre las miradas debajo del agua descubriendo las reflexiones de la luz al alterar su dirección atravesando el agua, las ondulaciones y estrías de su movimiento superficial, y lo monótono del esfuerzo dentro de los espacios en los que entrenaba durante horas. Estos recuerdos seguro que han calado en sus primeros impulsos que arrancan el proyecto de la Piscina de Valdesanchuela, en el municipio madrileño de Valdemoro. El pueblo es ya una ciudad de cierto tamaño que debe su crecimiento a la proximidad con el centro de la capital y a que en los últimos años ha sabido dotarse de algunos edificios públicos de calidad como el centro deportivo de María Fraile y Javier Revillo o la pista de hielo de Mª Auxiliadora Gálvez Pérez y Izabela Wieczorek. En este enclave y con condiciones difíciles de plazo y tiempo, en menos de un año se proyecta y construye el primer edificio público de Alberto Nicolau. Su anterior experiencia profesional, una década trabajando al servicio de grandes arquitectos, y sus anteriores trabajos, más centrados en la pequeña escala residencial, le han servido para ofrecer un magnífico edificio a la ciudad de Valdemoro. Bien construido y, aún estando en un paraje todavía sin consolidar, con la capacidad de resonar intensamente en el lugar. El edificio es visible desde el nudo vial que le rodea. A su espalda tiene una gran franja despejada de campo todavía sin urbanizar que envuelve los jardines que rodean el edificio. Y las formas que cubren el sereno espacio que acoge los vasos de las piscinas, se agitan y brillan llamando la atención y exigiendo la visibilidad que Nicolau demanda con su propuesta. Las paredes revestidas con chapas metálicas estriadas recogen gran cantidad de brillos de luz y se recortan en formas moviéndose en ortogonales olas que se detienen en un plano quebrado de reconocido perfil contemporáneo. Estos muros rellenos del aire de las instalaciones del espacio de las piscinas, acogen en secreto el arranque de las estructuras que sobrevuelan el plano de agua. La natural horizontalidad de la lámina de agua tiene la misión de soporte y espejo de una gran cubierta oleada a base de unas ligerísimas franjas estructurales de acero y policarbonato, que nadan en el aire y agitan el espacio dotándole de gran movimiento y espectacularidad. La luz es así más dinámica y suave, entremezclándose con el aire que atraviesa las estructuras para hacer el espacio que cubre la piscina muy agradable y atractivo. Este temporal de estructuras, aire y luz desaparece en el plano del agua, cuya serena horizontalidad se desliza Olas de metal en Valdemoro Alberto Nicolau firma su primer edificio público ( 06/09/2007 ) Resultados: gina 1 de 4 Olas de metal en Valdemoro 30/10/2009 http://www.elcultural.es/version_papel/ARTE/21135/Olas_de_metal_en_Valdemoro/

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Nicolau es nadador. Entre sus recuerdos de infancia, cuando formaba parte de un equipo de natación encuentra

momentos de especial emoción entre las miradas debajo del agua descubriendo las reflexiones de la luz al alterar su

dirección atravesando el agua, las ondulaciones y estrías de su movimiento superficial, y lo monótono del esfuerzo

dentro de los espacios en los que entrenaba durante horas. Estos recuerdos seguro que han calado en sus primeros

impulsos que arrancan el proyecto de la Piscina de Valdesanchuela, en el municipio madrileño de Valdemoro. El

pueblo es ya una ciudad de cierto tamaño que debe su crecimiento a la proximidad con el centro de la capital y a que en

los últimos años ha sabido dotarse de algunos edificios públicos de calidad como el centro deportivo de María Fraile y

Javier Revillo o la pista de hielo de Mª Auxiliadora Gálvez Pérez y Izabela Wieczorek.

En este enclave y con condiciones difíciles de plazo y tiempo, en menos de un año se proyecta y construye el primer

edificio público de Alberto Nicolau. Su anterior experiencia profesional, una década trabajando al servicio de grandes

arquitectos, y sus anteriores trabajos, más centrados en la pequeña escala residencial, le han servido para ofrecer un

magnífico edificio a la ciudad de Valdemoro. Bien construido y, aún estando en un paraje todavía sin consolidar, con la

capacidad de resonar intensamente en el lugar. El edificio es visible desde el nudo vial que le rodea. A su espalda tiene

una gran franja despejada de campo todavía sin urbanizar que envuelve los jardines que rodean el edificio. Y las formas

que cubren el sereno espacio que acoge los vasos de las piscinas, se agitan y brillan llamando la atención y exigiendo la

visibilidad que Nicolau demanda con su propuesta. Las paredes revestidas con chapas metálicas estriadas recogen gran

cantidad de brillos de luz y se recortan en formas moviéndose en ortogonales olas que se detienen en un plano

quebrado de reconocido perfil contemporáneo. Estos muros rellenos del aire de las instalaciones del espacio de las

piscinas, acogen en secreto el arranque de las estructuras que sobrevuelan el plano de agua. La natural horizontalidad

de la lámina de agua tiene la misión de soporte y espejo de una gran cubierta oleada a base de unas ligerísimas franjas

estructurales de acero y policarbonato, que nadan en el aire y agitan el espacio dotándole de gran movimiento y

espectacularidad. La luz es así más dinámica y suave, entremezclándose con el aire que atraviesa las estructuras para

hacer el espacio que cubre la piscina muy agradable y atractivo.

Este temporal de estructuras, aire y luz desaparece en el plano del agua, cuya serena horizontalidad se desliza

Olas de metal en Valdemoro Alberto Nicolau firma su primer edificio público

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suavemente hacia el exterior por unas marcadas ventanas corridas que ligan el paisaje ajardinado con el temperado

interior. El resto de la función está perfectamente resuelta, -las circulaciones separadas, gimnasio, cafetería- volcando

todas ellas al espacio principal. Sólo el vestíbulo de acceso quiere afirmar su independencia, encerrándose en un

bloque macizo, pintado de negro, que se señala al exterior por unas grandes tipografías que indican su uso dentro de

este conglomerado de formas. En este espacio una audaz estructura forma la escalera que lleva a los distintos niveles

en un recorrido obligado, para encontrarse desde diferentes perspectivas el espacio principal que no puede ser otro que

el recinto deportivo.

El “menos es más” miesiano, releído con el “más con menos” de Campo Baeza, la resolución sensible de la técnica que

seguro aprendió de Foster, la libertad formal que vivó en Soriano y el rigor de Moneo, marcan el primer trabajo a gran

escala que construye Nicolau, demostrando que tantos años de ejercitarse en la pequeña escala le capacitan

sobradamente para resolver con éxito una importante obra pública.

Alberto Nicolau (Madrid, 1967) se gradúa en la Escuela de Arquitectura de Madrid, donde actualmente ejerce como profesor asociado de Proyectos. Antes de abrir su propio estudio, completa su formación académica colaborando con la pareja británica Alison & Peter Smithson, Federico Soriano, el estudio londinense de Norman Foster y, finalmente, con Rafael Moneo, junto a quien llega a desarrollar un proyecto de viviendas en Holanda.

Antón GARCÍA-ABRIL

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