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    Referencia de publicaci—n :Gobin, Emma. 2008 ÒLa iniciaci—n de extranjeros en la santer’a y en el culto de If‡ cubanos :Transnacionalizaci—n religiosa, conflictos y luchas de poder en La HabanaÓ in K. Argyriadis,R. de la Torre, C. GutiŽrrez Zœniga & A. Aguilar Ros (coord.),  Ra’ces en movimiento.Pr‡cticas religiosas tradicionales en contextos translocales, Guadalajara, El Colegio de

    Jalisco / CEMCA / IRD / CIESAS / ITESO, 2008, p. 255-278. 

    La iniciaci—n de extranjeros en la santer’a y en el culto de If‡ cubanos :Transnacionalizaci—n religiosa, conflictos y luchas de poder en La Habana

    Emma Gobin(Universidad Paris X -

    Laboratorio de Etnolog’a y de Sociolog’a Comparativa)

     p255/ La santer’a cubana, tambiŽn conocida bajo el nombre de regla de Ocha, es un

    complejo religioso basado en iniciaciones mœltiples. La principal consiste en la incorporaci—n por el ne—fito de una entidad extra-humana perteneciente al pante—n del culto y as’ personalizada. En La Habana, la santer’a est‡ fuertemente ligada al culto esencialmenteadivinatorio de If‡. A pesar de no ser prosŽlitas, estas vertientes religiosas empezaron aconquistar nuevos adeptos fuera de su contexto originario desde hace varias dŽcadas. A partirde los a–os 1940-1950, mediante los desplazamientos regulares de artistas cubanos iniciados,y luego, de 1959 a la actualidad, mediante las diferentes olas migratorias que marcaron el

     periodo revolucionario, su pr‡ctica se implant— en varios pa’ses de AmŽrica y, m‡srecientemente, de Europa1. En efecto, /p256/ este proceso de expansi—n se ha intensificadosignificativamente durante los œltimos quince a–os, a tal punto que la santer’a y el culto de If‡se conviertieron en religiones que, hoy, se pueden legitimamente calificar detransnacionales2.

    En Cuba, ciertos elementos, propios a un contexto marcado por la ca’da de la Uni—nSoviŽtica y la entrada progresiva del pa’s en la econom’a global, favorizaron esta aceleraci—n.El Ç Periodo Especial en Tiempo de Paz È, per’frasis oficial designando la crisis econ—micaque conoce el pa’s desde 1991, increment— efectivamente los movimientos de personas atravŽs, por una parte, del fomento del turismo de masa por el gobierno3, y, por otra, delaumento de la emigraci—n cubana, ella misma facilitada en numerosos casos por las relaciones

    1  Este proceso ya se ha enfocado detalladamente en diversos pa’ses. Para el caso de Estados Unidos, vid.,entre otros, David H. Brown. Garden in the machine : Afro-Cuban sacred art and the performance in urban

     New Jersey and New York. Ph.D. Dissertation, Yale University, 1989, Georges Brandon. Santeria from Africa tothe New-World : The dead sell memories. Bloomington and Indianapolis: Indiana University Press, 1993 yStefania Capone.  Les Yoruba du Nouveau Monde. Religion, ethnicitŽ et nationalisme aux Etats-Unis. Paris:Karthala, 2006. Para el caso de MŽxico, vid . Nahayeilli B. Ju‡rez Huet, B. Un pedacito de Dios en casa :transnacionalizaci—n, relocalizaci—n y pr‡ctica de la santer’a en la ciudad de MŽxico.  Tesis de Doctorado,Colegio de Michoac‡n, 2007. Para el caso de Francia, vid . Kali Argyriadis. Ç Les Parisiens et la santer’a. DelÕattraction esthŽtique ˆ lÕimplication religieuse È,  Psychopathologie africaine, 1-XXXI, 2001-2002, p. 17-44.Para un proyecto compa-/p256/rativo del caso francŽs y del caso espa–ol, vid . Sonia L—pez Calleja. Diffusion descultes afro-cubains ˆ Paris et ˆ Valencia : influence des processus cognitifs dans lÕadhŽsion ˆ une nouvellereligion. Memoria de DEA, Universidad Par’s X-Nanterre, 2005. Memoria de DEA, Universidad Par’s X-

     Nanterre, 2004.2  Vid . la introducci—n de este libro as’ como  Psychopathologie africaine, Ç Les pratiques europŽennesdes religions afro-amŽricaines È, vol. XXXI, nœm. 1, 2001-2002, y Civilisations, Ç Religions transnationales È,

    vol. LI, nœm. 1-2, 2004.3  Hoy en d’a, dos millones de extranjeros viajan anualmente a esta isla que cuenta unos once millones dehabitantes.

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    entabladas por los Cubanos con extranjeros de paso en la isla4. En cuanto al aspecto religioso propiamente dicho, el gobierno modific— adem‡s su posici—n oficial en el IV congreso del partido comunista de Cuba (1991) y los iniciados en las vertientes religiosas evocadas Ð as’como todos los dem‡s creyentes Ð dejaron de ser discriminados profesional y politicamente.Como consecuencia indirecta de ello, la santer’a y el culto de If‡ fueron adquiriendo una

    visibilidad creciente en la esfera pœblica y, /p257/ en particular, en las representaciones decar‡cter folkl—rico-art’stico destinadas a un pœblico for‡neo5.En el actual campo religioso local, la santer’a e If‡ gozan, pues, de un prestigio

    singular y, desde los a–os 90, el numero de sus adeptos, tanto extranjeros como cubanos,registra un crecimiento exponencial. Hoy en d’a, afluyen efectivamente a Cuba numerososextranjeros candidatos a la iniciaci—n : muchos de ellos provienen del continente americano,

     principalmente de MŽxico, Venezuela y algunos de ellos de Colombia, pero tambiŽn deciertos pa’ses europeos como Espa–a, Italia, y en menor cuant’a Suiza, Alemania y Francia.Con el fin de iniciarse, la mayor parte escoge Ciudad de La Havana, capital administrativa,econ—mica y cultural del pa’s, tambiŽn marcada, en materia de pr‡ctica religiosa de origenyoruba, por el sello de la historicidad. Este fen—meno tiene una magnitud tal que una gran

    mayor’a de los sacerdotes de If‡ y de la santer’a habaneros, repartidos en barrios muydis’miles, cuenta actualmente con algœn ahijado extranjero en su descendencia ritual, sea eniniciaciones mayores o menores.

    En este contexto, y cualquiera sea el enfoque de investigaci—n, ha devenido hoyimposible para el etn—grafo ignorar esta situaci—n. Pocos trabajos se han sin embargointerrogado sobre la incidencia que tiene en las pr‡cticas locales. Partiendo de una etnograf’arealizada en La Habana, este art’culo propone precisamente bosquejar un cuadro general desus implicaciones a distintos niveles. Pretende adem‡s que la creaci—n Ð o voluntad decreaci—n Ð de alianzas transnacionales por los iniciados habaneros, mediante el padrinazgoritual de extranjeros o la colaboraci—n creciente con iniciados del exterior, exacerba losconflictos ordinarios que atraviesan la pr‡ctica cultual y modifica, /p258/a escala m‡s amplia,las relaciones de poder que unen diversos actores locales. Para aprehender en toda su sutilezael fen—meno enfocado, se evocar‡ primero la organizaci—n sociol—gica de este sistema cultual,las l—gicas individuales de evoluci—n que engendra y las din‡micas agonisticas que les est‡nintrinsecamente ligadas. Se describir‡n y analizar‡n luego las consecuencias generales de la

     presencia en la isla de extranjeros candidatos a la iniciaci—n, en tŽrminos a la vez deexacerbaci—n y de modificaci—n de estas mismas l—gicas de conflicto para, finalmente, resaltarlos efectos œltimos de esta situaci—n sobre las pr‡cticas de cierto grupos locales rivales,quienes son particularmente atentos a la existencia de una red de iniciados extranjeros y

     pretenden proyectarse tanto a nivel nacional como transnacional.

    Iniciaci—n, sacerdocio y din‡micas de conflictoEn Cuba, las personas acuden generalmente a la iniciaci—n principal en la santer’a a causa deÇ problemas de salud È, expresi—n que recubre tanto disfunciones f’sicas como sociales y/o

    4  Para poder salir legalmente del pa’s, fuera de un marco profesional, los ciudadanos cubanos necesitanuna Ç carta de invitaci—n È firmada por un residente de un pa’s extranjero. Esta Ç carta È es un documentonotarial establecido, mediante el pago de 160 pesos convertibles (equivalente a 160 d—lares americanos), por laConsultoria Juridica Internacional de La Habana.5  /p257/ A lo largo del siglo XX, algunas de sus manifestaciones rituales centradas al rededor del baile, dela mœsica y del canto hab’an sido valoradas en su dimensi—n estŽtica como parte de un Ç folklore afro-cubano È.

    Hoy, todas las gu’as tur’sticas editadas en AmŽrica y Europa consagran un cap’tulo al tema de las religionesafrocubanas. TambiŽn indican los principales lugares donde se pueden apreciar espect‡culos inspirados de esteuniverso.

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    Tanto en If‡ como en la santer’a, a nivel estrictamente local, los iniciados se agrupanen efecto segœn relaciones restringidas de parentesco ritual al rededor de la figura de suiniciador. Forman as’ Ç casas religiosas È estructuradas segœn un principio jer‡rquico desenioridad : el prestigio y la autoridad son all’ privilegios del Ç padrino È. A escala m‡sabarcadora, las relaciones entre Ç casas religiosas È se piensan sin embargo sobre el estricto

    modo de la horizontalidad. Cada una vive y funciona de forma relativamente aut—noma. Eneste contexto, el problema de la legitimidad, ligado a los rejuegos simb—licos y econ—micosmencionados, se plantea con agudeza. Siempre est‡ sujeta a negociaciones y las relacionesentre sacerdotes reposan entonces sobre din‡micas de afirmaci—n, de auto-valorizaci—n, deoposici—n y de diferenciaci—n. Pr‡cticas discursivas como el chisme, al tener como objeto

     principal la comparaci—n permanente de su propia pr‡ctica ritual a la de los dem‡s yreciprocamente, constituye pues el mecanismo elemental de estrateg’as de legitimaci—n y des-/p261/legitimaci—n que tienden a afirmar sus propias competencias rituales en el mercadoreligioso10.

    Esta configuraci—n general, segmentaria y acŽfala, hace de las din‡micas agon’sticasun elemento estructural de este universo11. Sin embargo, en sus discursos, muchos iniciados

    tienden a considerar la situaci—n planteada como el fruto del contexto en el que se desarrollala pr‡ctica desde los 90. M‡s aœn, algunos de ellos atribuyen explicitamente el nacimiento deestas l—gicas de competencia a la llegada masiva de extranjeros en el mercado religioso.

    La iniciaci—n de extranjeros : incremento de los rejuegos

    Entender las razones de esta afirmaci—n requiere la descripci—n previa del papŽl que puedeasumir la presencia de extranjeros en una descendencia ritual12. /p262/Fotografia 1. Ne—fita suiza en v’spera de su iniciaci—n. Su madrina le sirve su primera comidaritual, La Habana. Abril 2005, © E.Gobin

    El hecho de iniciar a extranjeros incrementa primero el capital simb—lico del iniciador.En estas vertientes de culto esencialmente pragm‡ticas, la prosperidad de los ahijados despuŽsde su iniciaci—n es siempre ’ndice de la amplitud de las competencias del iniciador yconstituye su puesta en escena. En Cuba, los extranjeros Ð que provengan de pa’ses delmundo occidental o de los dichos pa’ses en v’a de desarrollo como lo son la mayor’a de los

     pa’ses del continente americano Ð son casi uniformemente percibidos como personas que

    10  /p261/En este medio, la noci—n de Ç tradici—n È siendo intr’nsecamente ligada a la Ç casa religiosa È, la pr‡ctica ritual, aunque siga una l—gica simb—lica y principios b‡sicos compartidos por todos, presenta cierta

     plasticidad y es susceptible de variar, en sus detalles, de una casa a otra. La complejidad de los rituales y lacantidad de secuencias que los componen nutren as’ ad infinitum el chisme, el cual puede tener como objeto eluso de ciertos ingredientes rituales (plantas, piedras, animales, etc.), la disposici—n del espacio ritual, los propiosgestos rituales y su cronolog’a, los cantos apropiados a tal ritual o su versi—n Ç ortodoxa È, etc.11  Varias etnograf’as m‡s antiguas as’ como trabajos de ambici—n propiamente hist—rica sobre estasvertientes religiosas lo confirman. Vid . entre otros R.Lachata–erŽ. Ç La influencia bantœ-yoruba en los cultosafrocubanos È,  El sistema religiosos de los afrocubanos  [reedici—n de art’culos de 1940-1946]. La Habana:Ciencias Sociales, 2001, p. 205-216, L.Cabrera. El monte. Igbo, Finda, Ewe orisha, Vititinfinda. La Habana: Ed.SI-MAR S.A., 1996 [1954], p.1, L.Cabrera.  Koeko Iyaw— : Aprende novicia. Peque–o tratado de regla lucumi.Miami: Library of congress catalog card, 1980, p. 182-184, D.H.Brown. op. cit , p. 10-108 y M.W.Ramos. Ç LaDivisi—n de La Habana : Territorial Conflict and Cultural Hegemony in the followers of Oyo Lucumi Religion,1850s-1920s È, in  L.PŽrez y U.De Arag—n (coord.). Cuban Studies.  Pittsburgh: University of Pittsburgh Press,2003, p. 38-70.

    12  La expresi—n Ç los extranjeros È representa una categor’a monol’tica en el discurso de los iniciadoscubanos. Est‡ retomada como tal en este art’culo, ya que, salvo menci—n explicita, la nacionalidad de estosextranjeros no es un elemento relevante en la comprensi—n del fen—meno estudiado.

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    gozan de una buena situaci—n material y de cierto desenvolvimiento monetario13. Los quecontraen lazos rituales procuran adem‡s, si ya no era el caso antes, viajar regularmente aCuba, lo cual viene a confortar esta idea. Por otra parte, para un iniciador, el hecho de sersolicitado, o al menos escogido, por un extranjero para iniciarlo /p263/es claramente sin—nimode un reconocimiento de sus saberes rituales que trasciende o ser‡ llevado a trascender las

    fronteras locales o nacionales, lo cual engendra a la vez prestigio y satisfacci—n personal. Esas’ frecuente que, en el marco de las din‡micas de auto-valorizaci—n, los santeros y babalaosenumeren las nacionalidades de sus ahijados frente a los dem‡s iniciados. M‡s aœn, se refierencasi constantemente a estos ahijados extranjeros, a pesar de que sus v’nculos con ellos sean enciertos casos muy tenues, y hasta inexistentes14.

    El padrinazgo de extranjeros tambiŽn presenta ventajas m‡s pragm‡ticas. Varioselementos deben ser tomados en cuenta, aunque sea de forma un poco esquem‡tica. Existe enel padrinazgo en general, ya lo vimos, un rejuego econ—mico real. Globalmente, la iniciaci—nen la santer’a, y m‡s aœn en If‡, representan una inversi—n enorme de parte del ne—fito : secifra en miles de pesos cubanos para un Cubano residente en la isla y en miles de CUC paraun extranjero o un Cubano del exterior (de 2000 ˆ 6000)15. En el segundo caso, aunque

    tambiŽn en menor medida en el primero, esto representa una ganancia consecuente para eliniciador as’ como para los dem‡s oficiantes solicitados por el mismo y que perciben en todoscasos un Ç derecho È ritual, es decir una remuneraci—n por sus servicios. Adem‡s de ello, los

     beneficios materiales siempre implicados en una alianza ritual, segœn el principio de ayudamutua entre padrino y ahijado, revisten aqu’ nuevas dimensiones. En la medida de sus

     posibilidades, un ahijado/p264/ cubano brindar‡ a su padrino su ayuda para diversos tr‡miteso tareas domŽsticas, le traer‡ regalos (comida, cigarros, cafŽ, etc.) a cambio de lo que laaporta tambiŽn su padrino. Pero un ahijado extranjero o cubano del exterior, podr‡

     provisionarle en productos dificilmente encontrables en la isla Ð medicamentos, ropa de buenacalidad, otros inumerables objetos de la vida cotidiana e, incluso, ciertos ingredientes rituales

     Ð as’ como facilitarle el acceso a servicios reservados a las extranjeros Ð entre otros ejemplos,la apertura de una l’nea telef—nica m—vil, el acceso libre a internet, la renta de vehiculos, etc.Muchas veces, despuŽs de la iniciaci—n, los iniciados extranjeros tambiŽn ayudar‡nfinancieramente a su iniciador, indirecta o directamente, puntual o regularmente. En el casode iniciados procedentes principalmente de America Latina (Mexico y Venezuela sobretodo)

     pero tambiŽn de Espa–a, es decir de pa’ses donde la santer’a e If‡ estan relativamenteconocidos y practicados por cierta parte de la poblaci—n, se debe tambiŽn se–alar que se puedeinstaurar un nuevo tipo de relaci—n de clientelismo segœn la cual un ahijado extranjero ocubano del exterior, a menudo en el marco de su propia progresi—n en el culto y porque esto le

     proporciona a su vez ciertos beneficios, lleva regularmente personas de su pa’s de origen a

    13  /p262/ Los salarios mensuales cubanos variando del equivalente de 6 USD a 40 USD, es evidente que, a pesar de no ser por tanto ricos, la totalidad de los extranjeros que vienen a Cuba, todas nacionalidadesconfundidas, gozan de ingresos ampliamente superiores a los de la media cubana.14  /p263/ Las referencias a ahijados cubanos residiendo en el exterior, cuya cifra se ha incrementadofuertemente en los quince œltimos a–os, est‡n a veces movilizadas en el mismo sentido.15  En Cuba, circulan dos monedas : el CUC o peso cubano convertible, equivalente al d—lar americano, yla llamada Ç moneda nacional È o simple peso cubano. Un CUC equivale a 24 pesos cubanos. Los salarios son

     pagados en su mayor’a en pesos cubanos. Sin embargo, al igual que todos los servicios brindadosespec’ficamente a los extranjeros, los servicios y productos de mejor calidad en el pa’s se pagan en CUC. Encuanto a los llamados Ç Cubanos del exterior È, se puede decir que representan una categor’a intermedia. No sonrealmente extranjeros, pero tampoco ya son considerados Cubanos al mismo t’tulo que los de la isla. Desde el

     punto de vista insular, poseen todos los atributos del extranjero y, de hecho, gozan legalmente de los mismos privilegios (acceso a servicios diversos en la isla y movilidad personal ilimitada). Generalmente, son as’ tratados,al menos en materia de dinero, como los extranjeros.

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    casa de su padrino cubano para proceder a ceremonias religiosas16. Finalmente, en todos loscasos, existe un potencial rejuego œltimo : el de la posibilidad de un viaje fuera de la isla. Enefecto, no es escaso que la alianza ritual desemboque algœn d’a en un viaje para el iniciador,sea por la propia iniciativa de su ahijado extranjero o gracias a su ayuda para concretar un

     proyecto del iniciador 17.

    /p265/ En resumen, mediante el padrinazgo de extranjeros, y en cierta medida deCubanos residiendo en el extranjero, los iniciadores cubanos tejen entonces alianzastransnacionales cuyos rejuegos materiales son ‡mplios y particularmente fuertes, y tienden arelegar a un segundo plano sus intr’nsecos beneficios simb—licos, al menos, como lo vamos aver ahora, en las pr‡cticas discursivas de delegitimaci—n que estructuran las relaciones entresacerdotes.

    Categor’as de acusaci—n y rivalidades exacerbadas

    Al incrementar ciertos rejuegos intrinsecos al ejercicio del sacerdocio en Cuba, y particularmente aquellos de orden econ—mico en un sentido general, la presencia creciente de

    extranjeros candidatos a la iniciaci—n en este mercado religioso habanero nutre en realidadrivalidades preexistentes y exacerba ciertas din‡micas de conflictos entre sacerdotes sinmodificarlas significativamente.

    El hecho de tener ahijados extranjeros se convierte efectivamente en un argumento dedoble filo en los discursos de santeros y babalaos. Por una parte, les trae prestigio pero, porotra, les somete a posibles acusaciones de Ç explotaci—n È de la religi—n, entonces consideradacomo vergonsozamente Ç mercantilizada È. Evacuando todo beneficio simb—lico, los iniciados

     presentan efectivamente como motivo de competencia entre potenciales iniciadores un interŽsmaterial, reductible a la ambici—n desmedida, y condenable, de sacar un provecho financierode la pr‡ctica religiosa. Los santeros y babalaos deploran a coro este fen—meno que definencomo una situaci—n de Ç explotaci—n È o de Ç comercializaci—n È de la religi—n, sostenida porun proceso de Ç dolarizaci—n È, de Ç metalizaci—n È de sus iguales18. En el marco de lasiniciaciones de extranjeros, todo ello constituye, hoy en d’a, un verdadero cargo de acusaci—nentre iniciadores, designado por Argyriadis /p266/ bajo la denominaci—n general deÇ acusaci—n de mercantilismo È19. En realidad, esta no es nueva sino que deviene, en estemarco, central en las tentativas de deslegitimaci—n de la pr‡ctica de los dem‡s. Otra acusaci—n’ntimamente ligada a esta œltima es la de corrupci—n y degeneraci—n de la pr‡ctica religiosa.Aspectos particularmente sujetos a chismes son as’ las posibles modificaciones, adaptacionesy acomodaciones del sistema ritual a veces observada en el caso de iniciaciones paraextranjeros, sean adoptadas por necesidades log’sticas o a ra’z de peticiones del ne—fito.

    Ejemplos de ellas se encuentran en la posible reducci—n del tiempo de los ciclos

    rituales, en el hecho de raspar œnicamente una coronita de pelo en el centro de la cabeza en

    16  /p264/Aunque varios sacerdotes realizan iniciaciones en estos pa’ses, la iniciaci—n en Cuba siempregoza del sello de una autenticidad, y hasta de una eficiencia ritual, superiores.17  Aunque los tramites relativos a la salida son extremadamente onerosos (360 CUC como m’nimoadem‡s del precio bolete de avi—n), Ç viajar È representa un objetivo para muchos Cubanos, omnipresente en lasconversaciones cotidianas. En las representaciones populares, equivale a la posibilidad de ganar dinero, sea, en elcaso de los iniciados, por el ejercicio de su sacerdocio afuera o por cualquier otra v’a. Esta posibilidad no siendodada a todos, el hecho de Ç haber viajado È se vuelve tambiŽn fuente de cierto prestigio social al regreso en laisla.18  /p265/En el lenguaje popular cubano, se puede decir de las personas que Ç se dolarizan È, que Ç semetalizan È. En estas din‡micas discursivas, al igual que en otros tipos de acusaci—n como la de brujer’a

    malŽvola, el Ç metalizado È siempre es el otro.19  /p266/Kali Argyriadis. Ç El desarrollo del turismo religioso en La Habana y la acusaci—n demercantilismo È, Desacatos , nœm. 18, 2005, p. 29-52.

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    vez de raspar, como se hace usualmente, la integralidad del cr‡neo del ne—fito o en el hechode otorgar al reciŽn iniciado cierta libertad respeto a las obligaciones rituales que son lassuyas, a veces a cambio del pago de Ç multas rituales È20. Estas acomodaciones tambiŽn se

     practican a veces Ð ciertas de ellas a menudo Ð en el caso de iniciaciones de Cubanos de laisla. Cuando se trata de iniciaciones de extranjeros, son no obstante asimiladas por los rivales

    a un af‡n de lucro que conduce los oficiantes implicados a ser poco cuidadosos o respetuososde la autenticidad y tradicionalidad de las pr‡cticas rituales.Del mismo modo, varios ejemplos de discrepancias y conflictos abiertos entre

    iniciados observados en el marco de iniciaciones de extranjeros revelan que revisten formasusuales en este medio. Subrayan que lo que releva de l—gicas bastante comunes cuando lainiciaci—n implica nada m‡s cubanos de la isla, est‡ sistem‡ticamente atribuido a la presenciade extranjeros cuando ellos son el centro de la actividad ritual. Muy frecuentes son as’ lasrupturas debidas a una redistribuci—n juzgada desigual del dinero entre los oficiantes del rito.En realidad, esta /p267/ siempre lo es y representa en s’ una fuente posible de contestaci—n,

     pero en el caso de la iniciaci—n de un extranjero, es juzgada como prueba de laÇ metalizaci—n È del redistribuidor, es decir del padrino. Tan frecuentes son las rupturas entre

    dos sacerdotes acostumbrados a trabajar juntos, incluso un padrino y uno de sus ahijados quedevino a su vez sacerdote, por el motivo de que uno supuestamente trat— de Ç quitarle È al otroun ahijado extranjero (o a veces un ahijado potencial), lo cual tambiŽn es moneda corrientecon ahijados cubanos. Los ejemplos se podr’an multiplicar y, lo vemos, evidencian finalmentel—gicas corrientes en este mundo.

    Sin embargo, habr’a que mencionar, en los casos m‡s extremos, la irrupci—n de una pr‡ctica esta vez bastante nueva : la de denuncias de los rivales en instancias oficiales, talescomo la Oficina de Inmigraci—n y Extranjer’a. All’, el cargo de acusaci—n sale claramente delmarco ritual para desplazarse a un nivel propiamente civil, y casi pol’tico, el motivo invocadosiendo el alojamiento ilegal de un extranjero, lo cual expone al ciudadano cubano a una multaconsecuente. Esta œltima alternativa ilustra de forma magistral el incremento parox’stico delas l—gicas de vigilancia que organizan la pr‡ctica cultual y de las din‡micas de conflicto

     propias a este mundo.A modo de resumen, podemos afirmar que, a nivel de estas redes rituales que se

    desenvuelven en una escena micro-local e implican actores Ç eje È o Ç base È que tienen una proyecci—n esencialmente local, las alianzas rituales transnacionales que los iniciadorescontraen con ahijados extranjeros contribuyen a asentar, a reforzar su posici—n de poder, suestatus, su prestigio, en el barrio y en la ciudad, al mismo tiempo que, por ello mismo, atizanrivalidades subterr‡neas preexistentes y desencadenan l—gicas agon’sticas exacerbadas por la

     presencia de rejuegos materiales presentes en la mente de todos.Sin embargo, la presencia de extranjeros candidatos a la iniciaci—n no solo alimenta las

    rivalidades intra-sacerdotales que se desarrollan en un escenario micro-local. TambiŽninfluye, y esto es un fen—meno m‡s reciente, a otra escala. Esta vez, implica gruposconstituidos de sa-/p268/cerdotes cuyos discursos y pr‡cticas aspiran, ya no œnicamente aasentar una legitimidad propiamente local, sino que tienden a un reconocimiento a escala

     propiamente nacional y hasta transnacional.

    Grupos cubanos en v’a de institucionalizaci—n e iniciados del exterior

    A consecuencia del cambio de la posici—n oficial del gobierno respeto a la religi—n, variosgrupos de sacerdotes, liderados en su mayor’a por babalaos y llevando proyectos deinstitucionalizaci—n y de Ç ortodoxisaci—n È de las pr‡cticas religiosas de origen yoruba,

    20  Para otros ejemplos, vid . Silvina Testa.  La conqute de l'Est. Reconfigurations rŽgionales de la santer’a cubaine.  Tesis de Doctorado, Universidad Paris X-Nanterre, 2006, p.180-185.

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    En primer lugar, hubiera permitido captar fieles extranjeros para la red propia desacerdotes de la asociaci—n y hasta garantizarse su monopolio. Al mismo tiempo, hubiera, dehecho, excluido a los grupos rivales al reducir fuertemente su posibilidad de trabar, en elfuturo, alianzas transnacionales suplementarias. Representaba en tercer lugar una manera deasentar, por v’a oficial, su autoridad en Cuba sobre los iniciados cubanos que contestan

    frecuentemente su legitimidad. Pero, m‡s aœn y ante todo, consist’a en intentar erigirse frentea los extranjeros como œnico interlocutor v‡lido en Cuba en materia de religi—n de origenyoruba. Efectivamente, esta iniciativa no se fundaba œnicamente sobre la consideraci—n deuna situaci—n local y nacional que pretend’a regular. Con ello, la ACYC deseaba claramenteconquistar una legitimidad oficial tendiendo a concretar sus pretensiones a la exclusividad derepresentar las vertientes religiosas cubanas de origen yoruba frente al exterior tambiŽn, en elmarco de un mercado religioso claramente percibido como transnacional.

    De lo nacional a lo transnacional : modificaci—n de las relaciones de poder locales

    Efectivamente, durante los œltimos a–os, tanto en Europa (principalmente en Espa–a) como en

    otros pa’ses del continente americano, las religiones yoruba de çfrica del Oeste Ð susvertientes nigerianas ante todo Ð conocieron /p271/ un auge paralelo al de las pr‡cticascubanas. Una verdadera red transnacional de practicantes de las religiones de origen yoruba,cuyo medio de contacto y espacio de intercambio privilegiado ha sido y sigue siendo Internet,tambiŽn se ha constituido24.

    A pesar de ser, mediante el padrinazgo de extranjeros, actores activos de latransnacionalizaci—n religiosa, la mayor’a de los iniciados cubanos se encuentra no obstanteen una situaci—n de aislamiento relativo respecto a este contexto transnacional y lasinformaciones sobre los debates que animan esta red amplia le llega por fragmentos25.

    El caso de los l’deres de los grupos evocados es sin embargo sensiblemente distinto.Son en realidad actores que podemos claramente identificar, por oposici—n a los actoresÇ segundarios È y Ç eje È ya evocados, como actores Ç nodos È, es decir como actoresÇ detentores de las claves de diversos contextos, incluyendo el transnacional È y queÇ manejan con facilidad sus c—digos esenciales È26. Poseen mucho m‡s datos que los dem‡sactores habaneros sobre la implantaci—n de sus pr‡cticas religiosas fuera de su contexto deorigen y, clave esencial, saben que las vertientes de culto yoruba de Africa representan, paraciertos practicantes, un modelo de tradici—n alternativo al cubano. Sus discursos /p272/revelan, en efecto, que tienen una conciencia aguda de la existencia de esta red transnacionaly de los debates que la atraviesan.

    Esta toma de conciencia es en s’ misma el fruto del fen—meno creciente de iniciacionesde extranjeros en los a–os 90. Hace algunos a–os, estos actores Ç nodos È pertenec’an

    efectivamente a la masa de los iniciados Ç eje È y, precisamente mediante el padrinazgo de

    24  /p271/Acerca de estos aspectos, vid. Stefania Capone. Ç Les dieux sur le net. LÕessor des religionsdÕorigine africaine aux Etats-Unis È,  LÕHomme, nœm. 151, 1999, p. 47-74 y Alejandro Frigerio. ãInternet y lacreaci—n de una esfera pœblica religiosa transnacional: practicantes ÕtradicionalistasÕ y Õdiasp—ricosÕ de religionesafroamericanas en la webÓ. Ponencia presentada en el coloquio Transnacionalizaci—n de las Pr‡cticas Religiosa

     Neotradicionales, Guadalajara, Jalisco, 22 al 24 de febrero 2007.25  Recordemos que la mayor’a de los Cubanos de la isla no dispone de internet y que son, adem‡s,limitados en sus posibilidades de circulaci—n fuera del pa’s.26  Kali Argyriadis y RenŽe de la Torre, ob. cit. La categorizaci—n aqu’ usada presenta la gran ventaja deescapar al enfoque de las relaciones entre iniciados en tŽrminos de dominados/dominantes, el cual, por la

     presencia permanente de la contestaci—n y de la negociaci—n de los estatus, es totalmente inadecuado para

    entender las relaciones que se desarrollan en este mundo. Ser un actor Ç nodo È no equivale, en ningœn momento,a ocupar una posici—n de poder objetiva. Este mismo actor puede, por ejemplo, ser un actor marginal omarginalizado en un contexto local dado, como es mayoritariamente el caso aqu’.

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    extranjeros o de Cubanos del exterior, pudieron irse temporalmente del pa’s, muchas veces para dar conferencias religiosas u oficiar en ceremonias. Se percataron as’ de la situaci—nantes expuesta y, al mismo tiempo, entraron en redes nuevas con las cuales mantuvieron luegointercambios intensos, mediante desplazamientos f’sicos, correo postal y electr—nico, lo cualles mantuvo y les sigue manteniendo informados de las polŽmicas que animan esta red

    transnacional de forma general. Han entendido pues que el pœblico potencial de sus discursosy pr‡cticas puede ser mucho m‡s amplio que el nacional y que supera tambiŽn el œnico pœblico de extranjeros que viene iniciarse en Cuba, lo cual constituye, vamos a verlo, unfactor de peso en los proyectos actuales que encabezan. Realmente, los conflictos recientesque vienen actualizar los antagonismos preexistentes entre estos grupos son hoyesencialmente mediatizados por una voluntad concurrencial de inserci—n en estos marcos ydebates transnacionales.

    El caso de un conflicto sin precedente que tuv— lugar en La Habana a finales del 2004y que, en realidad, inspir— directamente a la ACYC su proyecto de 2005 es paradigm‡tico deello. Surgi— a ra’z de la iniciaci—n de una mujer venezolana en el sacerdocio hasta entoncesexclusivamente masculino en Cuba de If‡. Aquella hac’a Žco a un debate en la red

    transnacional sobre la posibilidad de esta iniciaci—n, generalmente negada en Cuba pero parteintegrante de la tradici—n africana. El conflicto abierto opus— el grupo instigador de lainiciaci—n, llamado If‡ Iranlowo, a la ACYC. Adem‡s de revelar por primera vez en la escena

     pœblica las din‡micas agonisticas intr’nsecas a este universo, este conflicto abierto tambiŽnevidenci— dos elementos : en primer lugar, la influencia sobre ciertas pr‡cticas rituales ydiscursivas a priori locales /p273/ de las que atraviesan la red transnacional de practicantes delas religiones de origen yoruba y, en segundo lugar, la aparici—n de un nuevo rejuegoconsistente en la legitimidad a emitir un discurso religioso definiendo (o redefiniendo), desdela isla, la tradici—n cubana sobre el amplio mercado religioso transnacional de la religi—n deorigen yoruba, frente a los iniciados del exterior 27.

    Efectivamente, en este conflicto, si reencontramos las mismas l—gicas que las queaparecen al nivel micro-local cuando se trata de la iniciaci—n de extranjeros, a saber laacusaci—n de mercantilismo de los iniciadores y la de corrupci—n de la tradici—n,

     particularmente fuertes en este caso, tambiŽn se movilizaron estrateg’as de legitimaci—n ydelegitimaci—n inŽditas de parte de ambos grupos, tales como la distribuci—n masiva de

     panfletos, la organizaci—n de conferencias de prensa, el empleo de Internet y de tentativas decoerci—n, la introducci—n de categor’as de acusaci—n pol’tica como la de Ç disidencia È, eldesarrollo de discursos concurrentes y particularmente complejos sobre la noci—n de tradici—nnacional y, al mismo tiempo, el uso de argumentos rituales ajenos al contexto propiamentecubano as’ como del discurso de varios iniciados extranjeros. Si la controversia fue tanviolenta, fue, ciertamente, porque la iniciada era venezolana (dos mujeres cubanas hab’an ya

     pasado por esta iniciaci—n en 2003 sin que haya habido ninguna reacci—n de parte de losgrupos rivales), pero tambiŽn, y antetodo, porque aquella modificaci—n ritual constitu’a, por parte de If‡ Iranlowo, un discurso en actos frente a los iniciados del exterior sobre lo que era o pod’a ser la tradici—n cubana.

    En el marco de la tem‡tica tratada en este art’culo, lo m‡s importante es notar que estenuevo rejuego se revela capaz de llevar al paroxismo los antagonismos anteriores y deengendrar nuevas estrateg’as de (de)legitimaci—n as’ como de modificar temporalmente lasrelaciones de poder de los grupos locales. En este conflicto, de grupo /p274/ netamentemarginal, If‡ Iranlowo pas— efectivamente a un primer plano en la esfera pœblica. M‡s aœn,encontr— fuertes apoyos en numerosas instituciones cient’ficas del pa’s Ð ciertas de ellas

    27  /p273/ Acerca del primer aspecto, que no ser‡ tratado aqu’, as’ como para el an‡lisis detallado delconflicto, vid. Emma Gobin. Ç 'Innovation', circulation, fragmentation. Ethnographie dÕun conflit religieux ˆ LaHavane È, Ateliers du LESC , nœm. 31, 2007, http://ateliers.revues.org/document411.html, 23 de julio.

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    dedic‡ndose a estudios religiosos Ð as’ como en las personas de importantes intelectualesiniciados y no-iniciados quienes, paralelamente, condenaron los medios empleados por laACYC en este conflicto, a pesar de su posici—n de autoridad relativa sostenida por su estatuslegal. Al mismo tiempo, If‡ Iranlowo se vi— propulsado en la escena transnacional Ðesencialmente por el uso de internet en el conflicto Ð como un interlocutor v‡lido para ciertos

    iniciados de afuera favorables a su iniciativa. Estos œltimos contribuyen hoy a fortalecer lanueva posici—n lograda por el grupo en este conflicto.

    Fotograf’a 2. Babala(w)o nigeriano finalizando la iniciaci—n ãa la manera africanaÓ de dosmuchachos cubanos, La Habana. Julio 2006, © E.Gobin

    /p275/ As’ es como, a principios del 2006, un hombre mexicano, iniciado en lasanter’a por un Cubano y hasta ahora cercano a la ACYC, contact— por correo electr—nico all’der de If‡ Iranlowo y mantuvo correspondancia con Žl, siendo esto una consecuencia directadel conflicto que populariz— el nombre del grupo. Habiendose ido a Nigeria para iniciarse enel culto de If‡, este iniciado mexicano fue a Cuba, acompa–ado de su padrino nigeriano, avisitar al l’der y a los miembros principales de If‡ Iranlowo. Algunos meses despuŽs, en julio2006, el padrino nigeriano y otro babalao nigeriano volvieron a La Habana, siempreacompa–ados del ahijado mexicano y gracias a Žl, con el fin de realizar, por primera vez en laisla y con If‡ Iranlowo, una triple iniciaci—n en If‡ a la Ç manera africana È. Esto fue unevento al cual asistieron unos cincuenta o sesenta sacerdotes de La Habana pero que fuerodeado de silencio por parte de los grupos rivales, aunque ciertos de ellos fueron invitados. Alos pocos d’as, la iniciaci—n fue seguida de una conferencia dada por los Nigerianos en el

    Centro de Antropolog’a de La Habana, pero Žsta estuvo a punto de ser anulada a œltima hora acausa de una llamada telef—nica de la ya citada oficina de asuntos religiosos, debido a unallamada que hab’a se–alado la organizaci—n de esta conferencia sin autorizaci—n legal. Estos

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    eventos confirmaron pues el uso de ciertas estrategias de deslegitimaci—n y la existencia deluchas exacerbadas para garantizarse el monopolio interno a emitir un discurso sobre latradici—n cubana leg’tima y sobre las posibles reformas a adoptar para su unificaci—n yÇ ortodoxisaxi—n È.

    A modo de conclusi—n, se puede afirmar que la presencia de extranjeros candidatos ala iniciaci—n en Cuba as’ como las alianzas creadas con iniciados del exterior constituyen hoyun dato de gran relevancia en el an‡lisis de ciertos antagonismos locales : exacerban losrejuegos que est‡n en el coraz—n del v’nculo ritual /p276/ as’ como las luchas de poder queson intr’nsecas al campo religioso local. Sus efectos repercuten a varias escalas, cada una deellas implicando distintas l—gicas de evoluci—n en el culto de los sacerdotes cubanos, l—gicasque pueden ser consideradas de manera cronol—gica pero cuyo encadenamiento no esnecesario. En cuanto a las novedades que introduce en las estrategias de deslegitimaci—nrespectivas, una constante parece destacarse, sea a nivel micro-local o al de grupos en v’a deinstitucionalizaci—n. Se trata del desplazamiento de los conflictos religiosos a otras esferas dela vida social, lo cual trasparece en el recurso creciente a categor’as de acusaci—n pol’tica y en

    el intento de movilizar instancias estatales para zanjar ciertos antagonismos.En estas p‡ginas, si se trat— de destacar como la actual posibilidad de entablar alianzas

    transnacionales influye sobre las relaciones entre iniciados cubanos de la isla, tambiŽn se pueden vislumbrar elementos interesantes para entender sus relaciones con iniciadosextranjeros o del exterior. A travŽs de los casos estudiados, vemos efectivamente fluctuar la

     posici—n de estos œltimos. En las l—gicas las m‡s comunes, son siempre vistos, es cierto, porlos Cubanos como Ç consumidores È y los Cubanos son entonces impl’citamente concebidoscomo los œnicos detentores, a veces poco escrupulosos, del saber y de la tradici—n religiosa.Sin embargo, a medida que pasa el tiempo o que se profundizan las relaciones, los extranjeros

     pueden adquirir otro estatus, claramente perceptible en el œltimo caso evocado. En este, losCubanos van hasta conceder a iniciados del exterior una posici—n de poder relativo, unaigualdad de conocimiento, o, por lo menos, la posibilidad de ser un interlocutor v‡lido respetoa lo que es la tradici—n religiosa. Este cambio se pod’a augurar, de cierta forma, a travŽs de lasnuevas relaciones de clientelismo que se crean, a veces, a nivel micro-local. M‡s que nunca yen fin de aprehenderlo mejor desde una perspectiva etnogr‡fica y antropol—gica, el fen—menode la transnacionalizaci—n religiosa debe efectivamente ser enfocado a partir de la diversidadde relaciones que engendra.

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