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La relación quechua · aru en debate En el número anterior de Revista Andina (año 4, No. 2, diciembre de 1986), en la sección "Estudios y Debates", se publicó el artículo de Willem F.H. Adelaar "La relación quechua-aru: Perspectivas para la separación del lé- xico", con comentarios, entre otros, de Martha Hardman y Bruce Mannheim. Ofrecemos a continuación la respuesta de W.F.H. Adelaar a estos dos comen- tarios que, por razones de orden postal, no pudieron ser considerados por el autor en la réplica que hizo en el número anterior a los demás comentaristas de su estudio (X. Albó, L.T. Briggs, L. Carpenter, R. Cerrón-Palomino y G. Taylor). RESPUESTA Los comentarios de Hardman y de Mannheim sostienen de manera elocuente el punto de partida principal de mi argu- mentación: el quechua y el aru ( o jaqi) no son emparentados y las semejanzas son ti- pológicas o se deben a convergencias. Sobre No. 1, Julio 1987 este punto los tres estamos de acuerdo, aunque los matices que he señalado en mi exposición parecen haber suscitado dudas respecto a mi posición. Mannheim da una admirable sinopsis de los aspectos metodo- lógicos relacionados con el establecimiento 83

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La relación quechua · aru en debate

En el número anterior de Revista Andina (año 4, No. 2, diciembre de 1986), en la sección "Estudios y Debates", se publicó el artículo de Willem F.H. Adelaar "La relación quechua-aru: Perspectivas para la separación del lé­xico", con comentarios, entre otros, de Martha Hardman y Bruce Mannheim. Ofrecemos a continuación la respuesta de W.F.H. Adelaar a estos dos comen­tarios que, por razones de orden postal, no pudieron ser considerados por el autor en la réplica que hizo en el número anterior a los demás comentaristas de su estudio (X. Albó, L.T. Briggs, L. Carpenter, R. Cerrón-Palomino y G. Taylor).

RESPUESTA

Los comentarios de Hardman y de Mannheim sostienen de manera elocuente el punto de partida principal de mi argu­mentación: el quechua y el aru ( o jaqi) no son emparentados y las semejanzas son ti­pológicas o se deben a convergencias. Sobre

No. 1, Julio 1987

este punto los tres estamos de acuerdo, aunque los matices que he señalado en mi exposición parecen haber suscitado dudas respecto a mi posición. Mannheim da una admirable sinopsis de los aspectos metodo­lógicos relacionados con el establecimiento

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de vínculos de parentesco entre lenguas. Con referencia a este punto , nos informa de que técnicamente no se puede hablar de parentesco genético cuando éste, como consecuencia de una larga separación en el tiempo de los grupos lingüísticos involu­crados, ya no está sujeto a verificación . Comparto esta opinión.

No quisiera , sin embargo, adherirme a la temeraria afirmación de Hardman ( 1985: 61 9) en el sentido de que "el ay in ara y el quechua no pueden haber sido derivados de una sola lengua madre , no en los últimos 50,000 años, ni en los Andes". Es altamen­te probable que hace 50,000 años no hu hie­ra población humana en las Américas y el solo hecho de mencionar tales fechas en relación con la historia de las lenguas andi­nas es arbitrario.

Resulta difícil enfrentar la crítica de la profesora Hardman sin discutir los trabajos en los que expone sus ideas respecto a la rel ac ión quechua-aru . Me refiero a Hard­man 1979 y 1985. En estos dos artículos, esencialmente con el mismo contenido, Hardman atribuye casi todas las semejanzas léxicas que se dan entre el quechua y ·el aru a movimientos de préstamos del aru al que­chua. No considera la posibilidad de un proceso en el sentido contrario, que consis­tiría en una influencia temprana del que­chua sobre el aru . En su comentario indica que es erróneo suponer que el quechua haya sido siempre la lengua de mayor auge.

Es evidente que no tenemos seguridad al respecto. El aru/aymara tuvo una expan­sión considerable en Bolivia (ver Bouysse­Cassagne 1975) y en d sur del Perú , como lo demuestran, entre otras fuentes, las Re­laciones Geográficas de Indias y Guarnan Poma de Ayala (ver Torero 1 972). Sin em­bargo , esta situación no excluye que el que­chua pueda haber sido de igual o mayor im­portancia en la época preincaica, ni tampo­co que la expansión del aru/aymara hacia el sur pueda haber ocurrido a raíz de la pre­sión de poblaciones quechuahablantes. En mi opinión, en oposición a lo que afirma Hardman , los hechos lingüísticos indican un predominio del quechua también en la época del primer con tacto entre las dos lenguas.

En H ardman ( 1979, 1985) y en su co­mentario a mi exposición hallamos dos

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errores fundamentales. El primero se rela­ciona con el tratamiento del material que­chua; el segundo, con la interpretación his­tórica del inventario foném ico del jaqaru. (En la discusión que sigue mencionaré en­tre paréntesis los símbolos usados en la ortografía elaborada por Hardman para el jaqaru, permitiendo así una mejor aprecia­ción del argumento) .

Hardman acentúa las diferencias fonoló­gicas entre las distintas lenguas aru, pero ignora las distinciones igualmente impor­tantes que se dan entre las lenguas del gru­po quechua. Este procedimiento ya ha sido criticado en detalle por Cerrón-Palomino ( 1982: 23 2-7), pero vuelvo a m encionarlo aquí.

El proto-quechua conoció la distinción *~/*e (ex/ch), que actualm ente se encuen­tra en jaqaru y en un gran número de dia­lectos quechuas pertenecientes a los grupos 1, IIA y 118 de la clasificación de Torero ( 1964 ). Aquella distinción, ya establecida por Parker ( I 963) y Torero ( 1964 ), se mantiene en forma invariada en la mayor parte de los dialectos del departamento de J un ín , en las provincias de Cerro de Paseo y Sihuas ( quechua I) ; en la provincia de Yauyos (quechua I y IIA) ; alrededor de Cajamarca , en la zona de Cañaris, departa­mento de Lambayeque, en Aurahuá, de­partamento de H uancavelica ( quechua IIA); y en la región de Chacha poyas ( quechua 118); ver Adelaar ( 1977), Cerrón-Palomino ( 1976), Escribens ( 1977), Gálvez ( 1983), Puente ( 1977), Quesada ( 1976), Taylor (I 979, 1982, 1984), Torero ( 1968). Otro caso aparte es el dialecto quechua del Calle­jón de Huaylas, que mantiene la distinción *~/*e (ex/ch) en forma modificada e/e (ch/tz); ver Parker y Chávez ( 1976). Por último, hay también dialectos que mues­tran la despalatalización de *e (ch) a e (tz), como, por ejemplo, Yanahuanca (Escobar 1967) y Picoy, provincia de Chancay (Crei­der 1967), o de *e (ch) as, por ejemplo, Pacaraos, provincia de Huaral (Adelaar 1982, 1986b), y que mantienen la africada retrofleja *~ (ex) invariada. En estos dialec­tos, la africada alveopalatal e (ch) fue rein­troducida posteriormente, dando origen a una nueva oposición ~/e (ex/ch).

El Léxico Proto-Quechua de Parker ( 1969b) contiene un número casi igual de

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entradas con *~ (ex) y con •e (ch) inicial (aproximadamente treinta de cada catego­ría) . Entre las formas con ·~ (ex) inicial, h, gran mayoría, que yo sepa, no ocurre en las lenguas aru, por ejemplo, •~aski- (cxaski-) ' recibir', *~usku (cxusku) 'cuatro', *{i~u (cxicxu) 'preñada', *~ina (cxina) 'hembra', etc. Es decir, no pertenecen al léxico com­partido quechua-aru. Además, en los dialec­tos quechuas que conservan ~ (ex), esta consonante tiene menos restricciones fono­tácticas que e (ch), porque puede ocurrir en final de palabra ; pues-~ (-ex) es la for­ma postvocálica del sufijo dubitativo 'qui­zás' . Todo esto bastará para demostrar que la distinción *~/*e (ex/ch), reconstruida para el proto-quechua, está fuera de duda .

Hardman (1979: 76-77, 1985 : 630) co­teja formas del jaqaru y del aymara con for­mas de una variedad quechua que la autora no especifica. Esta variedad manifiestamen­te tiene e (ch) donde el proto-quechua te­nía *~ (ex). Hardman ( 1979: 76) afirma que " el quechua tiene ch donde el proto­jaqi (y jaqaru y kauki modernos) tenía cxi es justo lo que esperaríamos de quienes no tuvieran ex como parte de sus sistemas oclusivos, y por eso escuchan mal la distin­ción". Ignorando la distinción ~/e (ex/ch) en quechua, Hardman sugiere una mayor variedad dentro del grupo aru y afirma que los hablantes del quechua no fueron capa­ces de captar la diferencia entre las dos afri­cadas. Menciona los lexemas quechuas cunka (chunka) 'diez', pacak (pachak) 'cien' y quca (qucha) 'lago' y los considera préstamos del aru.

Sin embargo, ya vimos que la proto-for­ma de estas raíces tenia *~ (ex) tanto en aru como en quechua . Las formas recons­truidas para el proto-quechua son *~unka (cxunka), *pacak (pacxak), y *quca (qucxa), y no hay ninguna indicación de que éstas fueran prestadas del aru. De esta manera, también la afirmación de Hardman (1985: 640-641) de que "las lenguas jaqi eran lenguas de la montaña, donde hay la­gos", explicando así que los hablantes del quechua tomaron el concepto de 'lago' de los hablantes del aru, resulta enteramente infundada. Además, en quechua se usaba la palabra *qu~a ( qucxa) también para desig­nar el mar.

Es mucho más probable que estas pala-

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bras hayan sido tomadas del quechua por el aru . En el caso del aru pa~aka (pacxaka), 'cien' en el jaqaru actual , es casi seguro que así sucedió, como lo prueba la prese ncia de la a final, característica propia de las pala­bras prestadas al aru.

La presencia de la distinción *~/*e (ex/ch) tanto en 4uechua como en aru y el hecho de que esta distinción fue reconoci­da para el proto-quechua permiten dos con­clusiones que se excluyen mutuamente: (a) las palabras con ~ (ex) en jaqaru y en kauki (y con t en aymara) fueron prestadas del quechua y el proto-aru desconocía tal distinción ; o (b) tanto el quechua como el aru conocían de origen tal distinción y, en consecuencia, no hay modo de establecer la dirección de los préstamos *~unka (cxun­ka), *qu~a (qucxa), etc. En el primer caso, la influencia habría ocurrido del quechua al aru; en el segundo, los sistemas fonoló­gicos de las proto-lenguas se parecerían más de lo que Hardman quiere admitir. Esta última alternativa, sin duda, es la correcta , porque tenemos en jaqaru la raíz hunfu üuncx'u) y en aymara hunt'u 'caliente', formas que no pertenecen al léxico que­chua. A este caso podemos añadir aquel de chaycasna, forma aru encontrada en el texto· 'Cle Huarochirí (ver el comentario de Taylor y mi respuesta al mismo), que co­rresponde con aymara tayka. Ambos casos muestran que también para el léxico aru no compartido se puede reconstruir la serie de africadas retroflejas.

El procedimiento de Hardman con rela­ción a la distinción ~/e (ex/ch) en quechua constituye un rechazo de todo el trabajo realizado por dialectólogos e investigadores del quechua durante los últimos 25 años. Sería demasiado largo enumerar todos los estudios descriptivos que aportan testimo­nio de la distinción ~/e (ex/ch) en formas actuales del quechua. En este aspecto, Hardman no actúa de manera diferente que Orr y Longacre ,einte años antes, cuando se negaron a tomar en cuenta resultados obtenidos por sus colegas en el mismo cam­po de investigación.

En su comentario a mi artículo ( e implí­citamente también en Hardman 1979: 76 y en Hardman 1985: 630) , Hardman admi­te la existencia de ~ (ex) en quechua, pero afirma que ~ (ex) en quechua pertenece a

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otro sistema que en aru, recurriendo para tal efe<.:to a Parker ( 1969) y a Torero ( 1974 ). En el traba.io de estos autores se ve que Parker ( 1969d: 123) clasifica ~ (ex) como "stop" y que Torero ( 1974: 16) la describe como "africada". Tienen toda la razón . Hay una serie de oclusivas y africa­das en ambas lenguas y en este aspecto sus sistemas fonológicos no se diferencian, como lo afirma la profesora Hardman.

Dirijamos ahora la atención hacia el in­ventario fonémico del jaqaru, del que debe­mos a Hardman ( 1 966, 1983) una descrip­ción sincrónica. Hardman opina que las ocho series de oclusivas y africadas del ja­qaru represen tan el sistema original del proto-aru . En ningún momento considera la posibilidad de que algunas de estas se­ries puedan ser el producto de innovacio­nes. Sin embargo, la serie africada alveolar e (tz) podría ser el resultado de un cambio *e (oh) > e (tz), como ocurrió en el que­chua de Ancash; la serie africada alveopala­tal e (ch) podría ser el producto de una re­introducción, como ocurrió en el quechua de Yanahuanca y en el de Pacaraos; y la se­rie oclusiva alveopalatal tY (tx) podría ser el efecto de una palatalizac ión de *t (y quizás de *~) en ciertos ambientes.

Estas hipótesis, que surgieron en varias conversaciones sostenidas con A. Torero y con R. Cerrón-Palomino, hacen necesaria una investigación de la totalidad del mate­rial léxico , que desgraciadamente, como lo admite la profesora Hardman, no está dis­ponible para los investigadores en general.

Particularmente, en el caso de la serie tY (tx) son tantos los ejemplos en que tY (tx) ocurre ante i (situación ideal para que se produzca una palatalización), que a mi parecer debemos re.;onstruir *yati-, o qui­zás *ya~i- (yacxi-), para jaqaru yatYi­(yatxi-) ' aprender' y *t'impu- para jaqa­ru tY'impu- (tx'impu-) 'hervir'. Eh el caso de jaqaru inti 'sol' (Hardman 1966: 125), puede tratarse de un préstamo del quechua posterior a la palatalización. Los casos aparentemente pocos en que tY (tx) ocurre ante u o a, por ejemplo, atYama­(atxama-) 'avisar' y utYutYulYqo (utxut­xullqu) 'duende' (Hardman 1966: 123, 128), necesitan más atención. utYutYulYqu (utxutxullqu) recuerda al quechua I ucuk ulYqu (uchuk ullqu) 'hombre · pequeño'

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(Taylor 1984) y parece reflejar la práctica de palatalización con función simbólica dis­minutiva, que existe en dialectos quechua I del Perú central (ver Adelaar 1977 : 292). La forma atYama- (atxama-), que es atama- en los diccionarios aymaras de Ber­tonio y de Torres Rubio , athama- en el aymara tratado por Franco Inojosa ( 1966: 94) y achama- en una variedad del aru re­presentada en la obra de Guarnan Poma de Ayala ( 1936: 366), por su singularidad ne­cesita una investigación más detenida.

Resumiendo, podemos decir que estos dos puntos, el tratamiento de la distinción ~/e (ex/ch) en quechua y el supuesto arcaís­mo del sistema fonológico del jaqaru y del kauki, invalidan el esfuerzo de Hardman de establecer la direccionalidad de los présta­mos que afectaron al quechua y al aru en la fase de su contacto inicial.

No tengo ninguna dificultad en aceptar las diferencias fundamentales que separan al quechua y al aru , pero no puedo seguir a Hardman en su observación de que la única semejanza importante es el sistema de tres vocales . En el sector morfológico, las dos lenguas tienen mucho en común. Compar­ten un buen número de categorías gramati­.cales cuya expresión formal es distinta, pero cuyo uso y significado son práctica­mente idénticos. Algunos ejemplos serían los sufijos direccionales, como aymara -ni-, quechua -mu- 'hacia aquí', y los sufijos que denotan los conceptos 'hacia arriba', 'hacia abajo', 'hacia adentro' y 'hacia afuera', que se dan tanto en aymara como en quechua I (Adelaar 1977 : 136, 144-145 ; Parker 1976: 123-126), pero no en el quechua surperuano. Tales semejanzas no constituyen de ningún modo una indica­ción de parentesco genético , pero sí de­muestran un contacto intenso y no una vaga conformidad tipológica, como aquella que puede existir entre el quechua y el tur­co o el japonés, casos mencionados por Hardman en su comentario .

Hardman tiende a agrandar las diferen­cias, negando al proto-quechua la existen­cia de la africada retrofleja ( error ya señala­do arriba) y la distinción entre el plural in­clusivo y exclusivo (Hardman 1985: 635). Declara que la situación ecuatoriana, en la que se desconoce la distinción entre 'noso­tros con inclusión del oyente' y ' nosotros

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con exclusión del oyente', representa la si­tuación original del quechua, mientras que el quechua cusqueño la habría adquirido a través de la influencia del aymara. Esto es falso. Dicha distinción existe tanto en los dialectos quechua I como en los dialectos quechua 11. Es posible reconstruirla para el proto-quechua y puede haberse originado bajo la influencia del aru, pero en una épo­ca muy anterior a aquella que Hardman afirma.

El quechua ecuatoriano constituye un conjunto de dialectos muy transformado, que se ha alejado de las variedades conser­vadoras del Perú y de Bolivia. La pérdida de la distinción inclusivo/exclusivo fue una de las innovaciones del quechua ecuatoria­no, en que las formas de la primera persona del plural inclusivo llegaron a denotar el plural de la primera persona en general.

Dicho sea de paso, actualmente dispone­mos de muchas fuentes antiguas y recientes (Cole 1982, Muysken 1977, Ross 1963, Stark y Muysken 1977, Torero 1964, 1984, etc .) que nos informan acerca de la existen­cia de consonantes aspiradas en el quechua ecuatoriano, tanto en el pasado como en la actualidad. Estas fuentes indican que el trabajo de Carpen ter ( 1982), aunque im­portante, no constituye ni la primera, ni la última palabra al respecto. Geográficamen­te, el fenómeno de la aspiración puede ser limitado, pero hay que tomar en cuenta que el quechua de Otavalo, por ejemplo, muestra evidencias de la presencia de con­sonantes aspiradas en el pasado. Tiene f y x reflejando •ph y ·•kh, respectivamente . Ejemplos muy claros se hallan en el diccio­nario de Stark y Muysken ( 1977); ver tam­bién mi respuesta al comentario de Taylor. Es incorrecto decir, como lo hace Hardman, que yo "hago pensar" que la aspiración en el Ecuador es más de lo que es. Además, su simple presencia es significativa, aun si se hubiera encontrado en una sola comunidad.

Hardman interpretó mal mis palabras tanto en el caso del t(atamiento de la elimi­nación vocálica por Bertonio, como en mis observaciones respecto a la pertinencia de la aspiración y de la glotalización en recons­trucciones históricas. No he dicho en nin­gún momento que las eliminaciones vocáli­cas del aymara fueran un fenómeno post­conquista . Al contrario, estoy convencido

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con Hardman de que se trata de un rasgo heredado del proto-aru. Sólo hice la obser­vación que en Bertonio (y en otras fuentes de la época) se nota en menor grado que en el aymara actual la presencia de las se­cuencias consonánticas causadas por elim ¡. naciones vocálicas. A este dato habría que buscarle una explicación, sin necesidad de acusar a Bertonio de deformación normati­va deliberada, como lo hace Hardman . Ob­viamente, Bcrtonio tenía ante sus ojos una situación lingüística muy distinta de la actual, sobre todo en el campo de la varia­ción dialectal dentro del aymara.

En cuanto a la aspiración y la glotaliza­ción, "dejarlas de lado" significa en el caso de mi exposición "no tomarlas en cuenta al determinar la procedencia idiomática de raí­ces". Esto no significa que la presencia de consonantes aspiradas y glotalizadas en de­terminados vocablos no requiera una expli­cación. Véase el comentario de Mannheim para un cuadro teórico que permite expli­car en parte la presencia de consonantes aspiradas y glotalizadas en raíces quechuas. El uso simbólico y metafórico de la articu­lación aspirada o glotalizada forma el moti­vo de su no-concordancia con otros datos pertinentes de la historia de la lengua, como--aquellos relacionados con la estruc­tura de raíces. En quechua, la aspiración y la glotalización obviamente tienen una di­námica propia, que es diferente de su uso quizás más estable en las lenguas aru. Es muy importante reconocer que una raíz quechua puede haber adquirido la aspira­ción o la glotalización sin la interferencia directa de una lengua aru . De no ser así habría que considerar todas las raíces con consonantes aspiradas o glotalizadas como préstamos del aru (inclusive raíces tan que­chuas como mikhu- 'comer', que se en­cuentran sólo en esta lengua).

Lo indefendible de esta posición se ve claramente ilustrado por el caso de timpu-/ t'impu- 'hervir'. Esta palabra se encuentra sobre todo en quechua, aunque el jaqaru tie­ne tY'impu- (tx'impu-), junto con aylYi­(aylli-) -aylYu- (ayllu-) según Farfán (1961 : 29)-, y el aymara, según Bertonio, tenía t'impu-, al lado de walYaqi- (walla­qi-), siendo esta última forma la usada en el aymara actual. Hardman opina que tim­pu-/t'impu- es de origen aru y que la pro-

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to-forma fue *tY'impu- (tx'impu-), como en el jaqaru actual. Ya he señalado que tY (tx) ante i en jaqaru puede ser el resultado de una innovación . Podemos entonces re­construir *t'impu-. Si asignáramos esta forma al aru en base a la presencia de una consonante glotalizada, el proto-aru queda­ría con tres raíces posibles para 'hervir', *t'impu-, •aylYi- (aylli-) y •walYaqi­(wallaqi-), y el proto-quechua con ningu­na. La solución más probable es que tim­pu- o t'impu- es de origen quechua y procede de *timpu-, adquiriendo glotali­zación en variedades quechuas en contacto con el aru a través de procesos simbólicos y metafóricos, tales como los descritos por Mannheim y Newfield ( 1982). Después de haber adquirido la glotalización, esta raíz fue prestada al aru ( o al aymara y al jaqaru separadamente). Hay muchos casos simi­lares.

Hardman expone una teoría interesante alrededor de la vocal añadida que aparece en las lenguas aru cuando se prestan pala­bras con consonan te· final de otros idiomas. Habría confusión, según ella, como--.eonse­cuencia de la desonorización de la vocal fi­nal después de una consonante sorda. Sin embargo, este fenómeno fue observado igualmente en quechua (Parker 1969c: 19). Como sabemos que en la actualidad el ay­mara suele adaptar vocablos prestados con consonante final agregándoles una vocal a, no veo el motivo de suponer la existencia del proceso contrario en una etapa anterior. La i final en jaqaru qan~isi (qancxisi) 'siete' y en aymara kunturi 'candor' quizás se de­ba a una pasajera tendencia hacia la armo­nía vocálica (aunque tenemos casos como mamani, qu. waman 'halcón '). Más bien , en el caso de qan~isi (qancxisi) creo que se tra­ta de un préstamo relativamente reciente del quechua I, sino tendríamos *qantYisi (qantxisi); compárese el caso de jaqaru yatYi- (yatxi-) tratado anteriormente .

Agradezco a Hardman los ejemplos de agrupaciones consonánticas que ocurren en raíces jaqaru. ampta me parece relacionado con aymara amsta 'cuesta' (una excepción a la forma canónica de las raíces aymaras, porque tiene tres consonantes seguidas) . Sería interesante saber si los demás ejem­plos mencionados por Hardman pertenecen al léxico común aru y, en caso positivo, có-

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mo se relacionan con las formas del ayma­ra. En caso de que se trate de formas exclu­sivas del jaqaru , podrían ser de formación o introducción reciente.

Es importante hacer notar que estos ejemplos no contienen ningún caso de agru­pación de oclusivas y/o africadas, tan carac­terística de las raíces quechuas. Hardman menciona solamente el topónimo wi~qa (wicxqa). wi~qa, sin embargo, es quechua. Ocurre como topónimo en la zona central del Perú y significa 'lugar inaccesible o peli­groso', 'pasaje cerrado' (ver Adelaar 1977 : 494). Es la raíz del verbo wi~qa- (wicx­qa-) 'cerrar', que pertenece al léxico pan­quechua. En vista de los dialectos quechuas que se hablan o que se hablaron en la proxi­midad de Tupe, el pueblo donde se conser­va el jaqaru, la presencia de tal topónimo no tiene nada de sorprendente.

No pretendo descuidar las com binacio­nes lexicalizadas de raíces verbales con sufi­jos que presentan una eliminación vocálica (como, por ejemplo, aymara halsu- 'correr hacia afuera' de hala- 'correr' + -su­'hacia afuera') . Sin embargo, en quechua , con la excepción de Puno (Adelaar 1986a) y del norte de Potosí (ver el comentario de Albó), se buscará en vano en el léxico tales combinaciones prestadas del aru. El único caso sospechoso, que yo sepa, es apta­'levantar con la mano', que podría ser una combinación de apa-+-ta- mostrando eliminación de la vocal final de la raíz (apa- aymara y quechua 'llevar', -ta­aymara 'hacia arriba'; ver England en Hard­man y otros 1974 : 157-158). De todos mo­dos se trataría de un préstamo muy antiguo ya que apta- pertenece al léxico pan-que­chua.

Para terminar esta respuesta, la forma canónica de las raíces no es un detalle, co­mo lo formula la profesora Hardman. Al contrario, sigo pensando que tocamos ahí una de las diferencias fonológicas más mar­cadas entre el aru y el quechua, que puede constituir una ayuda importante en la de­terminación de la direccionalidad de los préstamos y, de manera más general, en la comparación del quechua y del aru con otras lenguas. Los resultados actualmente existentes al respecto indican un número mayor de préstamos del quechua al aru en la época del contacto inicial.

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Mannheim proporciona en su comentario un escenario muy convincente de la intro­ducción de los rasgos de aspiración y glota­lizació n en el quechua sureño. Esta habría ocurrido en tres etapas, ( 1) a través del prés­tamo de un núcleo léxico del aymara ( o de una lengua aru) debido al contacto cercano que tuvieron los dos grupos idiomáticos , ( 2) a través de cambios fonológicos regula­res, que condujeron a una mayor extensión de los rasgos en cuestión sobre el léxico quechua nativo, y (3) a través de formas de contaminación como la "iconicidad metafó­rica", concepto desarrollado en Mannheim y Newfield ( 1982), que permitieron la ge­neralización del fenómeno .

Es necesario señalar que el núcleo léxico que habría sido responsable de la introduc­ción inicial de los rasgos de aspiración y glotalización, no ha sido identificado hasta la fecha y quizás resulte difícil identificar­lo. Por lo anterior habría que mantenerlo separado del sector de vocabulario compar­tido pan-aru y pan-quechua, que se remon­ta a movimientos de préstamos ocurridos en la época del contacto inicial. Sabemos que este contacto temprano no llevó a la in tróducción de consonantes aspiradas y glotalizadas en quechua , al menos no en forma permanente. Estas consideraciones, sin embargo, no invalidan la propuesta ge­neral de Mannheim.

El escenario formulado por Mannheim trae una explicación del carácter irregular del desarrollo de las consonantes aspiradas y glotalizadas en el quechua sureño. Aque­llos rasgos fonológicos se extendieron a tra­vés del léxico en base a criterios de afinidad semántica. Pero una vez introducidas, las consonantes aspiradas y glotalizadas se so­metieron a cambios fonológicos regulares.

Mannheim se muestra demasiado opti­mista en cuanto al poder explicativo de ciertos desarrollos que habrían originado casos de glotalización en quechua. Mencio­na como ejemplo la presencia de glotaliza­ción en vocablos derivados de raíces recons­truidas con una africada retrofleja ~ en pro­to-quechua , tendencia notada por primera vez por Torero ( 1964: 464) . Observa co­rrectamente al respecto que esta glotaliza­ción se manifiesta en la primera obstruyen­te de la raíz y no necesariamente en la afri­cada misma. No se trata aquí, sin embargo,

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de un cambio fonológico regular. Solamen­te podemos hablar de una incidencia relati­vamente alta del rasgo de glotalización en raíces que tuvieron *~ en proto-quechua. Hay numerosos casos que no presentan aquella correspondencia. Un caso conocido es *~aki 'pie' l *caki 'seco' , que en quechua cusqueño da caki y c'aki, respec tivamente ; es decir, exactamente lo contrario a lo espe­rado. cawpi (<*~awpi) 'centro' ' cina (<*~ina) 'hembra', kica- (<*ki~a-) 'abrir', y muchos otros casos, tampoco muestran la glotalización esperada.

Mannheim sugiere que la distribución de la aspiración y de la glotalización en que­chua, por más irregular que sea, está ya ex­plicada de manera satisfactoria. Creo que el simbolismo fónico, la iconicidad metafó­rica y los cambios fonológicos semi-regula­res aclaran solamente una parte de los casos involucrados. En este momento no veo como se explicaría, por ejemplo, la aspira­ción en mikfiu- 'comer' junto con su ausen­cia en riku- 'ver'. Desde luego, todo cam­bio fonológico tiene sus excepciones, pero es necesario establecer la causa de la excep­ción en cada caso individual. En este terre­no queda mucho por hacer.

Es correcto decir que el quechua y el aru · rro están relacionados genéticamente , porque no se ha logrado demostrar tal rela­ción. Creo que el error principal consistió en el hecho de que se optó siempre por comparaciones de sólo aquellas dos fam i­lias lingüísticas. La comparación del que­chua o del aru con otras lenguas sudameri­canas, habladas o extintas, ha sido descui­dada totalmente. Mencioné el caso del ma­puche, que podría ser objeto de una com­paración con el aru o con el quechua . Como tal comparación no se ha hecho nun­ca, no es correcto rechazarla de antemano por supuestas razones metodológicas , como lo hace Mannheim. Sin embargo, para que tales estudios comparativos puedan tener éxito una condición sine qua non es esta­blecer la separación previa del léxico que­chua y aru .

Para las lenguas de América del Sur no existe en este momento una clasificación aceptable. El trabajo realizado por A. Ro­drigues y otros en el Brasil demuestra que es posible lograr progreso en este campo. No veo el motivo por el cual el quechua y

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