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La Silla endiablada La Silla endiablada Sucesión presidencial 2018 $10.00 Director: Carlos Ramírez indicadorpolitico.mx 1 de Mayo de 2016 [email protected] Número 3 Cuadernos de Historias del Tapado Por Armando Reyes Vigueras / pág. 16 La silla que representa todo Por Samuel Schmidt / pág. 10 2018: tan lejos que está tan cerca / pág. 6 Carlos Ramírez / pág.5

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La Silla endiabladaLa Silla endiabladaSucesión presidencial 2018

$10.00

Director: Carlos Ramírez indicadorpolitico.mx 1 de Mayo de 2016 [email protected] Número 3

Cuadernos de

Historias del TapadoPor Armando Reyes Vigueras / pág. 16

La silla que representa todoPor Samuel Schmidt / pág. 10

2018: tan lejos que está tan cerca / pág. 6

Carlos Ramírez / pág.5

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2Cuadernos de Indicador Político Mayo 2016

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Mtro. Carlos RamírezPresidente y Director [email protected]

Lic. Armando Reyes ViguerasDirector [email protected]

Lic. José Luis RojasCoordinador General [email protected]

Dr. Rafael Abascal y MacíasCoordinador de Análisis Político

Mtro. Carlos Loeza ManzaneroCoordinador de Análisis Económico

Emiliano Ló[email protected]

Ana Karina SánchezCoordinadora [email protected]

Raúl UrbinaAsistente de la Dirección General

Mathieu Domínguez PérezDiseño

Monserrat MéndezRedacción

Cuadernos de Indicador Político es una publicación mensual editada por el Grupo de Editores del Estado de México, S. A.©, y el Centro

de Estudios Políticos y de Seguridad Nacional, S. C.© Editor responsable: Carlos Javier Ramírez Hernández. Todos los artículos

son de responsabilidad de sus autores. Oficinas: Durango 223, Col. Roma, Delegación Cuauhtémoc, C. P. 06700, México D.F.

Reserva 04-2012-052910232300-30. Certificado de Licitud de Título y Contenido No. 15670.

indicadorpolitico.mx

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De retorno por Luy

Presentación

Precandidatos Presidenciales

La Silla endiabladaPor Carlos Ramírez

2018: tan lejos que está tan cercaPor Carlos Ramírez

Una sucesión inéditaPor Carlos Ramírez

La silla que representa todoPor Samuel Schmidt

Historias del tapadoPor Armando Reyes Vigueras

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3Cuadernos de Indicador Político Mayo 2016

H ablar de sucesión presidencial, es abordar un tema acer-ca del cual se han construido historias que pueden ser propias de la ficción, a la par de episodios que serían

dignos de los mejores novelistas. Personajes como el “Tapado”, los Presidentes de la República que calculan los tiempos y las personas para decidir sucesor, los mecanismos, las tradiciones, los rituales, formas que parecían superadas luego del triunfo del PAN en el año 2000 pero que, gracias a la alternancia, regresan para 2018.

Es en este tenor que en Cuadernos de Indicador Político hace-mos una revisión desde los planos analítico e histórico acerca de este fenómeno de nuestro sistema político que define quien asegu-rará la postulación con el partido gobernante en los comicios para renovar la Presidencia del 2018.

Quizá en muchos de nuestros lectores cause extrañeza —total-mente justificada— que se hable en la primera parte de 2018 de algo que tendrá lugar dentro de 2 años, pero hay que considerar que una parte de la clase política nacional se mueve con la mira puesta en dicho objetivo, además de que se comienza a dar a co-nocer encuestas respecto a quienes podrían ser los abanderados

de los distintos partidos en el escenarios sucesorio, así como las declaraciones y actos de quienes se han anunciado como as-

pirantes a contender en dichos comicios, sin mencionar los análisis, columnas, artículos y comentarios que han

circulado a través de medios impresos y digitales. Tantos datos nos obligan a ofrecer a nuestros lectores un mar-co de referencia para que conozca algo de lo que está por venir en ma-

teria electoral.Como siempre, esperamos que

esta colección de revisiones, datos, anécdotas y bibliografía le sea de utili-dad para conocer —o reconocer— el regreso de uno de los fenómenos más interesantes, desde la óptica del aná-lisis político, del contexto político na-

cional, con uno de los personajes más emblemáticos de una época que creía-

mos rebasada: el Tapado.

Presentación

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PRi:•Miguel Angel Osorio Chong, secretario de Gobernación.•Luis Videgaray Caso, secretario de Hacienda.•Aurelio Nuño, secretario de Educación Pública.• José Calzada Rovirosa, secretario de agricultura,.• José Antonio Meade Kuribena, secretario de Desarrollo Social.•Eruviel Avila Villegas, gobernador del Estado de México.

En lista de espera:•Claudia Ruiz Massieu Salinas, secretaria de Relaciones Exteriores.•Enrique de la Madrid Cordero, secretario de Turismo.•Se bajó de contienda:•Manlio Fabio Beltrones Rivera, presidente del PRI.

PAn:•Gustavo Madero Muñoz, expresidente del PAN.•Ricardo Anaya Cortés, presidente del PAN.•Margarita Zavala de Calderón, esposa del expresidente Calderón.•Rafael Moreno Valle, gobernador de Puebla.

En lista de espera:•Roberto Gil Zuarth, presidente del Senado y exsecretario particular de Calderón.•Miguel Márquez Márquez, gobernador de Guanajuato.

PRD:•Miguel Angel Mancera Espinosa, jefe de gobierno de la Ciudad de México.•Graco Ramírez Garrido Abreu, gobernador de Morelos.•En lista de espera:• Juan Ramón de la Fuente Ramírez, exrector de la UNAM y exsecre-tario del gabinete priísta de Zedillo.• José Woldenberg Karakowsky, fundador del PRD y exconsejero presidente del IFE.

Morena:•Andrés Manuel López Obrador, presidente nacional de Morena.

independientes:• Jaime Rodríguez Calderón El Bronco, gobernador de Nuevo León.• Jorge G. Castañeda Gutman, excanciller del gobierno de Vicente Fox y académico.•Margarita Zavala de Calderón (si el PAN no la hace candidata).•Pedro Ferriz de Con, periodista de radio.•Manuel Clouthier Carrillo, diputado federal por Sinaloa.

Precandidatos Presidenciales:

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Por Carlos Ramírez@carlosramirezh

L os dos llegaban de Aguasca-lientes y venían con el áni-mo revuelto. La revolución

se había comenzado a enredar en las élites armadas, aunque no tanto por proyectos o ideas —aún las neceda-des de Zapata— sino por el control del poder. ¿Quién mandaba? Todos, Fuenteovejuna, todos a una. La lucha era por la Presidencia de la República: Díaz había ganado las elecciones de 1910, Madero había arrasado en las suyas en 1911 pero el sueño lo trun-có Huerta en 1913. Carranza encarnó la defensa de la revolución pero otros jefes querían su parte de la victoria. Convocada por Carranza, la Con-vención de Aguascalientes se puso la meta de poner orden pero sólo pro-movió más desorden: los grupos re-volucionarios comandados por Villa y Zapata desconocieron a Carranza y éste desconoció a la Convención. De noviembre de 1914 a octubre de 1915 hubo tres presidentes convencionistas pero sin fuerza ni liderazgo. En 1915 Carranza derrotó a la Convención, convocó al Congreso Constituyente, organizó las elecciones de marzo de 1917 y ahí aplastó a Obregón, su alia-do contra los convencionistas.

El país no conoció la paz: Obregón se sublevó contra Carranza en los tiem-pos políticos de la sucesión presidencial de 1920 porque él quería ser candidato y el presidente Carranza pensaba en el ingeniero Ignacio Bonilla, un civil fren-te a poderosos jefes militares forjados en la revolución. Asesinado Carranza el 21 de mayo, las elecciones presiden-

La Silla endiablada

ciales se dieron en octubre de 1920 y ahí arrasó Obregón: 95.8% de los vo-tos, cuando apenas tres años antes, en marzo de 1917 había sacado apenas el 0.5% frente al 97.2% de Carranza. La gran aportación de Madero a la demo-cracia fue la ley electoral de diciembre de 1911 para reconocer el voto directo, universal y secreto, terminando con la etapa de la elección indirecta en base a electores elegidos para votar presidente de la república.

La presidencia de la república era el símbolo del poder en manos de una sola persona. El simbolismo venía de atrás, inclusive de antes de Porfirio Díaz: el fundador del modelo pre-sidencialista fue Antonio López de Santa Anna, once veces presidente y Juárez reforzó la institución. Si Díaz creó el necesariato —el dictador nece-sario para mantener la cohesión de la república—, Santa Anna fue la imagen del salvador a cualquier precio y a cual-quier costo. Carranza trató de asumir el perfil de ambas propuestas de méto-do de ejercicio del poder. Pero el sim-bolismo podía fijarse en una imagen, diríase, que se hace sólida en tercera di-mensión: la silla presidencial. No una oficina —como la oval en EE.UU., o el escritorio presidencial que cada pre-sidente se lleva a su casa para crear una

biblioteca especial en la que se repro-duce su lugar de trabajo—, un espacio amplio, una residencia sino una silla. Los reyes europeos eran reyes al sentar-se en su silla especial. El papa católico tiene su silla gestatoria que lo acompa-ña en sus viajes por el mundo.

La silla, un sillón cómodo, coro-nado con un águila imperial; la silla del águila.

Luego de Aguascalientes, Zapata y Villa acordaron reunirse en la ciudad de México, símbolo del poder. A fina-les de diciembre de 1914 comenzaron a llegar las tropas. La idea fue sostener juntas con el entonces presidente con-vencionista Eulalio Gutiérrez, quien no duraría muchos meses: en enero de 1915 renunció por la presión de los villistas en la ciudad de México. El impacto simbólico fue gigantesco: la División del Norte y el Ejército del Sur unidos; Villa y Zapata dialogaron a principios de diciembre de 1914 en Xochimilco, un poblado en las afue-ras de la ciudad de México. De ahí avanzaron hacia el centro de la capi-tal, hicieron tiempo para desayunar en el Sanborns de los Azulejos a unas cuadras de Palacio Nacional.

Ya en Palacio los dos no pudie-ron resistir la atracción de la Silla del Águila. Villa, juguetón pero en serio,

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le cedió el lugar a Zapata para que se sentara pero éste, hosco, dijo que no. Villa no se hizo del rogar: ya había pro-bado las mieles del ejercicio del poder cuando fue gobernador interino de Chihuahua de 1913 a 1914, sabía que la voz de mando salida de las armas era superada por la voz de mando salido de quien estuviera sentado en la silla. Zapata dijo que era una silla endiabla-da porque se sentaban buenos y se le-vantaban malos. Pensaba, es cierto, en Madero; pero Madero en realidad no había cambiado; inclusive, fue víctima de su enfoque generoso de la política: permitió la más absoluta libertad de prensa y ésta lo atropelló. El estilo no conflictivo del poder llevó a Madero a la muerte. A lo mejor Zapata se refería a Carranza, quien se aferró al poder.

La silla era electrizante, hipnotiza-dora. Las imágenes que se tienen de ella le dan más parecidos monárqui-cos que republicanos:

•Tela rojo brillante.•Pequeña.•Las patas delanteras son águilas erguidas cuyas alas se encuentran en el centro. La extensión de las alas sobresale en el centro por en-cima de la parte en que se sienta el monarca, obligándolo a estar con las piernas abiertas.•Los descansabrazos o coderas descansas sobre la cabeza de las dos águilas.•El respaldo parece un escudo de armas con las letras RM (república mexicana) están tejidas con estilos barrocos, la M más delgada sobre los gruesos trazos de la R.•Al respaldo lo corona un águila imperial muy monárquica, las alas extendidas, el águila erguida, y de-trás de ella una cortina que parece ser rayos de sol.

La fotografía histórica de Villa y Zapata en la silla presidencial encierra muchos mensajes:

•Villa mira a su derecha pero son-ríe con la satisfacción de haber lle-gado hasta ahí.•A su izquierda, al extremo de la foto, aparece también el simbolis-

mo de la fase sangrienta de la revo-lución: el general Rodolfo Fierro, el sanguinario que murió hundiéndo-se en un pantano por el peso del oro en las alforjas de su silla de montar.•Villa está inclinado a su izquier-da, como recargándose — ¿apo-yo?— en Zapata.•Zapata está sentado a la izquier-da de Villa, inclinado a su dere-cha como recargándose — ¿apo-yo?— en Villa.•La mirada de Zapata parece de incredulidad, sus ojos acerrados, fríos, la boca cerrada.•Zapata tiene cruzada la pier-na izquierda sobre la derecha, la mano izquierda sobre su sombrero sureño de ala anchísima, de coro-na alta como embudo.•El brazo derecho de Zapata, como quien no quiere la cosa, está sobre el brazo de la codera de la silla presidencial, descansando como informal pero habiendo contacto con la fuente del poder.•La silla donde se sienta Zapata no es tan espectacular pero no deja de llamar la atención: grabados barrocos…

Los dos, Villa y Zapata, sucum-bieron víctimas del poder. Zapata fue asesinado por el coronel Jesús Gua-jardo por órdenes de Carranza. La ley agraria del 6 de enero de 1915, luego del fracaso de la Convención de Aguascalientes, no había sacado a Zapata de la lucha. Por eso la decisión cristalizada en 1919. Villa, más astu-to, duró más tiempo: luego de Aguas-calientes fue derrotado por Obregón y luego de la batalla de Celaya se quedó sin posibilidades de reconstruir su po-derío. En 1920, asesinado Carranza y encumbrado Obregón en el poder presidencial, Villa prefirió retirarse a su rancho de Canutillo. Pero en 1923 le regresa el interés por la política y acepta platicar con el periodista Re-gino Hernández Llergo, y en junio es acribillado saliendo de un bautizo.

En este periodo de sobresaltos —del cuartelazo de Huerta en febrero de 1913 al asesinato de Villa en junio

de 1923— el país se desgarra durante diez años en una lucha cruenta por el poder presidencial: la guerra hobbe-siana de todos contra todos; de 1923 a 1928, el país medio se tranquilizó. Pero la reelección de Obregón si-guiendo los pasos de Díaz —reforma constitucional para permitir la reelec-ción por una sola ocasión luego de un periodo sin duda que terminaría como la reforma de Díaz: quitar el concepto de no reelección— volvió a agitar las aguas: el asesinato de Obre-gón fue el último magnicidio del pro-ceso revolucionario como forma de disputar el poder. Plutarco Elías Ca-lles fundó en 1929 un partido para re-gular la lucha por el poder en espacios institucionales; de entonces a 1994, el país sufrió disidencias, candidaturas independientes y rupturas institucio-nales, pero sin llegar al asesinato.

Los incidentes alrededor del poder no habían sido menores: Juárez hubo de enfrentar votos de censura en el Congreso y peticiones de renuncia, Díaz se levantó en armas en 1871 por las reelecciones del Benemérito. Díaz en la presidencia no encaró rebelión es sino una revolución en 1910. De 1929 en adelante se institucionalizó la lucha política por la silla.

Pero la silla siguió siendo un obje-to de deseo.

2018: tan lejos que está tan cercaEn ningún proceso de elección presi-dencial los tiempos se habían adelan-tado: el 2018 comenzó en el 2015, luego de las elecciones legislativas y de gobernador del 7 de junio. Hasta ese momento sólo Andrés Manuel López Obrador, ya desde su partido Morena, había anunciado desde 2014 que sería candidato presidencial en el 2018 y que “la tercera es la vencida” —compitió en 2006 y 2012—, aun-que algunos contestaron con ironía que también “no hay quinto malo”. Inclusive, la campaña electoral en su fase de propaganda en spots de More-na fue usada por el tabasqueño para promover su imagen y no la de sus candidatos con propósitos reales de precampaña presidencial adelantada.

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7Cuadernos de Indicador Político Mayo 2016

La calentura futurista de los dife-rentes partidos políticos provocó el adelanto del calendario político: Mar-celo Ebrard Casaubón, antes de que se agudizaran sus expedientes judicia-les, dijo aspirar a la presidencia; el jefe de gobierno capitalino Miguel Angel Mancera también se vio obligado por la derrota del PRD a mencionar su interés por “ser presidente de la repú-blica”. Y de manera inopinada, Mar-garita Zavala, esposa del expresidente Felipe Calderón y obstaculizada por la dirigencia panista para ser diputa-da plurinominal, difundió un video anunciando su carrera política por la presidencia de la república.

Como partido en el poder, acota-dos sus espacios de movilidad política por esa circunstancia, dominado aún por los viejos protocolos de la políti-ca, el PRI fue rebasado cuando menos en la atención mediática. El principal problema que enfrentará el PRI en es-tos tres años radica en la restauración del método de designación del candi-dato presidencial: el papel director del presidente de la república, el espacio del PRI y los tiempos de la oposición. Cuando menos en la segunda mitad de 2015 y los años de 2016 y 2017 el PRI estará atado a esos estilos que se inven-taron desde el autoritarismo presiden-cialista pero que se rompieron en 1975 cuando el PRI dio un paso adelante para salirse del cuarto oscuro del tapa-dismo —selección cerrada del candi-dato— y entrarle al territorio cuando menos formal de competencia interna por la candidatura.

Al terminar el proceso electoral del 7-J los tiempos de la sucesión pre-sidencial del 2018 quemaron sus vís-peras, sin que existiera —al menos de manera visible— alguna percepción de la Presidencia de la República sobre cómo manejar el proceso. En su fase primaria, la exposición pública de de-seos es el paso necesario para medir ex-pectativas de los aspirantes; y en efec-to, la oposición tendrá que requerir de mejores y mayores oportunidades para un posicionamiento en la opinión pú-blica que los dos señalados hasta ahora como las cartas de Peña Nieto para el

2018: Luis Videgaray desde la Secre-taría de Hacienda y Miguel Osorio Chong desde la Secretaría de Gober-nación; estas dos dependencias son de suyo aparadores eficaces para sus titu-lares, sin necesidad de andar clamando a los cuatro vientos que son aspirantes a la candidatura presidencial.

Como siempre ha ocurrido, el proceso de sucesión presidencial en la experiencia priísta comienza el día de toma de posesión del presidente en tur-no; en los protocolos del pasado, luego de la protesta en el Congreso, el nuevo presidente acudía a Palacio Nacional a tomar cargo del despacho de jefe del ejecutivo federal y ahí posaba con todo su gabinete para la fotografía oficial. Del lado de enfrente, en el palco de prensa, los periodistas comenzaban las primeras especulaciones sobre quién de los ahí presentes sería el siguiente. Así, al asumir el cargo, el Presidente de la República estaba obligado a gober-nar con miras a la siguiente elección presidencial y que sus funcionarios de primer nivel estarían actuando en el es-cenario sucesorio. Con Fox y Calderón ocurrió el mismo fenómeno, aunque de manera menos acusada por la razón de que los candidatos presidenciales panistas salían de votaciones dentro del partido y no de las preferencias del presidente en turno.

La impericia gubernamental, la lectura demasiado optimista del es-cenario del Pacto por México, el ele-mento disruptor de López Obrador contra el PRD vía la descalificación de ese Pacto, el escándalo en torno

a la Casa Blanca y el crimen de 43 normalistas en septiembre de 2014 en Iguala, le cambiaron en escenario político al Presidente de la República pero sin que hubiera una estrategia de administración de la crisis. A ello se agregó la pérdida del consenso presi-dencial en redes y la ofensiva abruma-dora en Twitter y Facebook contra el mandatario y su familia. Además de algunos elementos de la crisis, en ese espacio cibernético hubo una dinámi-ca retroalimentada de crítica pero no política o institucional sino personal. A ello contribuyó como factor dina-mizador la pasividad, tardanza y sobre todo pasmo del gobierno federal y sus estructuras de comunicación política.

Una sucesión inéditaA pesar de moverse en las mismas coordenadas de la restauración priísta del 2012, la sucesión presidencial del 2018 será en los hechos una elección entre opciones, con el PRI como una de ellas: es decir, no hay garantía de victoria priísta. El principal desafío no es que López Obrador logre lle-gar a Los Pinos o el PAN regrese a la presidencia, sino que el PRI pase con éxito o sólo raspones las tres princi-pales fases del proceso: a) la selección del candidato, b) la campaña y c) el resultado electoral.

El centro del proceso de la elec-ción presidencial girará en torno al PRI por tres razones: a) el presidente Peña Nieto quiere dejar a su candida-to, b) el PRI sigue siendo dominado por el presidencialismo y c) el PRI es

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el partido con un voto duro de 25%. El dilema del presidente Peña radicará en eludir el escenario de regresarle la Presidencia de la República a la opo-sición a la que se la ganó en el 2012.

De ahí que la viabilidad electoral del PRI para el 2018 va a depender de la habilidad o impericia presidencial para manejar el proceso de selección. Y lo peor para Peña radica en el he-cho de que los tiempos se le han ade-lantado: López Obrador y Margarita Zavala son precandidatos en campaña adelantada con crecientes espacios en los medios, en tanto que los aspirantes priís-tas tienen que contener sus posibilidades hasta cumplir con los tiem-pos tradicionales.

El presidente Peña Nieto tendrá que de-cidir las nuevas reglas priístas para la elección presidencial, porque posponer el proceso hasta finales de 2017 implicaría dos años de desgaste de sus precandidatos y de lucha interna en el PRI. Hasta ahora el juego presidencial sucesorio es una variante del tapado-destapado porque los priístas ya saben quiénes tienen posibilidades de obtener la no-minación. En este espacio, al presiden-te Peña Nieto se le puede enredar el proceso como a Vicente Fox en 2005 y al presidente Calderón en el 2011: los tiempos desgastaron a sus preferidos. Videgaray y Osorio Chong estarían perdiendo espacios en el limbo de las indefiniciones.

Si el modelo de designación de can-didato del PRI es el conocido —reglas, inscripción de aspirantes, renuncia a sus cargos, campaña interna y eleccio-nes dentro del partido—, entonces co-menzará a mediados de 2017, con dos años de golpeteos entre ellos, con los priístas y en los medios. A diferencia del pasado autoritario, el presidente de la república carece de los instrumen-tos de fuerza política para enfriar el futurismo. Y Zavala, López Obrador y Moreno Valle sin subordinación pre-sidencial tendrían todo el espacio para

consolidar avances, mientras Videga-ray se desinflaría con la economía en decadencia y Osorio Chong perdería espacios con la crisis política sin solu-ción de largo plazo.

El contexto político nacional y los jaloneos en el escarnio internacional dibujan un escenario electoral para el 2018 bastante novedoso, inédito y desafiante: crisis económica, rebe-liones sociales, medios destructores. El presidente Peña Nieto tendrá que operar con simultaneidad la adminis-tración de la crisis general del país y

la estabilidad políti-ca en su partido, sólo que con las evidencias acumuladas de que el sistema presidencialista vigente tiene menores instrumentos de tutela de las élites políticas. Desde 1981 la nomina-ción de candidatos del PRI ha sufrido ruptu-ras internas crecientes,

con presidentes de la república con menos mecanismos de manejo políti-co. De 1981 a 1999 ayudó la inexis-tencia de una oposición competitiva a nivel electoral —aunque con avances crecientes— y en el 2012 ayudó la fi-gura mediática de Peña Nieto frente al desdibujamiento de la candidata panista Josefina Vázquez Mota y su alejamiento del presidente Calderón.

El estilo personal de gobernar de Peña Nieto en los tres primeros años de su administración han dejado los primeros indicios claros: a) no soltará el proceso de nominación de candidato priísta, b) su apuesta será la continui-dad personal, de proyecto y de grupo y c) operará los instrumentos a su favor para beneficiar al PRI. La oposición ha perdido el tiempo en pequeñas batallas internas y en fricciones a nivel mediá-tico sin proponer reformas al sistema y al régimen que hubieran modernizado las instituciones políticas referidas al proceso de elección presidencial. Toda proporción guardada, la elección presi-dencial de 2018 tendrá referentes a la ocurrida en 1994: una oposición forta-lecida por el colapso político y social.

La escasa experiencia política en democracia electoral a lo largo del sistema político priísta en el periodo 1929-2012 indica que el partido en el poder (PRI o PAN) ha perdido las elecciones cuando el presidente de la república ha decidido la derrota o ca-rece de fuerza para imponer la victo-ria: Zedillo decidió la alternancia en el 2000, Fox apenas le dio lo indis-pensable a Calderón pero por la ame-naza de López Obrador y Calderón se desentendió de Vázquez Mota.

El escenario del 2018 percibe a un presidente de la república dispuesto a imponer a su candidato o a hacer ga-nar al PRI aún si las circunstancias le imponen a otro aspirante priísta. El control presidencialista del Congre-so, del PRI y de los factores exógenos de poder (empresarios, gobernadores, medios de comunicación, ejército, la relación con Washington, la economía y el presupuesto) favorece al presidente Peña Nieto.

Sin embargo, los factores diná-micos del sistema político corren adversos al presidente Peña Nieto: la consolidación de la base político-elec-toral-partidista de López Obrador y su partido a costa del PRD, la radicaliza-ción del PRD obligada por el avance de López Obrador, la crisis interna en el PAN por el enfrentamiento Gusta-vo Madero-Felipe Calderón-Ricardo Anaya, los espacios críticos en los medios y en las redes, la autonomía relativa de crecientes porciones de la sociedad respecto de los partidos, los efectos sociales del estancamiento económico y los saldos electorales en el relevo de dieciséis gubernaturas en el periodo previo a las elecciones pre-sidenciales serán elementos de acota-miento del poder presidencial.

En este sentido, el principal proble-ma que enfrentará Peña Nieto será la re-composición del presidencialismo. Des-de 1999 ha habido una disminución de los vectores autoritarios de la institución presidencial. Por tanto, el viejo modelo de presidencialismo consensual que fue pilar del viejo sistema político priísta ha llevado a la presidencia a la perdida de instancias de influencia, control y

El viejo modelo de presi-dencialismo consensual que fue pilar del viejo sistema político priísta ha llevado a la presi-

dencia a la perdida de instancias de influencia,

control y fuerza.

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fuerza. En este sentido, el presidencia-lismo ha llevado a un nuevo modelo de configuración del poder presidencial: el ejecutivismo, es decir, la pérdida de la legitimidad consensual del presidente de la república en la sociedad y el for-talecimiento de su poder en función de las facultades del poder ejecutivo, es decir, solamente la fuerza derivada de sus facultades legales. El esquema del presidencialismo metaconstitucional o de poderes reales prácticos era conse-cuencia de los hilos de poder político: el dominio del PRI, la mayoría absoluta holgada en el Congreso, el control de todas las gubernaturas, el dominio po-lítico en el DF, el dominio absoluto del presupuesto, la subordinación del poder judicial y la ausencia de alternancias en el corto plazo o en curso.

Peña Nieto ganó la presidencia en el 2012 por sí mismo porque el pre-sidente de la república era del PAN y el PRI salía del hoyo del tercer sitio en las elecciones presidenciales del 2006 y apenas 22% de votos. Le ayudaron dos hechos: la escasa competitividad de la panista Vázquez Mota y la carga nega-tiva de López Obrador por el conflicto poselectoral del 2006 con el plantón en Paseo de la Reforma. Fox mostró la po-sibilidad de la alternancia con un Ze-dillo comprometido con el respeto al voto. Para el 2018, no obstante, todos los escenarios serán adversos al PRI y a su candidato presidencial.

En las urnas en julio del 2018 pa-gará Peña Nieto su factura de ausencia de trabajo político en su sexenio y a su fallida política de comunicación polí-tica ante el acoso de la oposición y el bullying social en redes. En tres años la presidencia de la república rompió con la prensa, permitió la reactiva-ción y fortalecimiento del círculo rojo de la crítica, aguantó estoicamente las ofensivas de la oposición, dilapidó con rapidez el bono democrático de las elecciones y del Pacto por México. La inexperiencia, candidez, escasez de operadores políticos le cedió el terreno de la crítica social a la oposición y a la sociedad insatisfecha. Lo ocurrido en el periodo 2012-2015 fue una réplica de la parálisis política de la campaña

presidencial desde la crisis en la Uni-versidad Iberoamericana y el surgi-miento del movimiento #YoSoy132 : el PRI y el candidato se quedaron pas-mados, sin respuestas, atrincherados en la esquina del ring, sin intentar al-gún golpe de respuesta de protección. A las circunstancias de la crisis fuera del control gubernamental correspon-dió una falla política en tres puntos: la operación, la comunicación y la reor-ganización. El presidente que forjó su fortaleza en encuestas en 2010-2012 en la comunicación fue atropellado por la comunicación del adversario.

La pérdida de aprobación social —pasó de 50% a 30% en dos años— tuvo una explicación en algunas ma-nifestaciones de las crisis económica y política, pero en el fondo hay una explicación más técnica: la Presidencia de la República se empantanó en la in-eficacia de la comunicación. La econo-mía creció poco pero creció, el empleo ha ido subiendo poco a poco, la infla-ción sigue bajo control y la inversión extranjera directa continúa rompiendo marcas. Sin embargo, en los medios y en las redes hay una profundización de la intensidad de la crítica contra el Pre-sidente de la República y su familia: las redes personalizaron la crítica, la cen-tralizaron en la familia y se han agota-do en el insulto y no en el análisis.

Frente a esta avalancha, la política de comunicación social y política de la

presidencia se empantanó en una no-política, concepto que trata de ilustrar el hecho de la inexistencia de una estra-tegia. Las fallas fueron elementales por-que hacia el segundo año la presiden-cia como que se dio por derrotada en medios y en redes y siguió funcionando sin tomar en cuenta a medios y redes. El “yo sé que no aplauden” del presi-dente Peña Nieto a la prensa en febrero de 2015 al anunciar medidas tardías y dispersas para atender las denuncias por la casa de su esposa Angélica Rivera resumió la impotencia de la política de comunicación gubernamental ante una sociedad critica de comunicación. Una eficaz estrategia de contrarrespuesta hubiera disminuido el costo de aproba-ción de los tropiezos gubernamentales.

En todo caso, los primeros tres años del gobierno del presidente Peña Nieto ilustraron la tesis del agotamien-to terminal del presidencialismo y el funcionamiento del ejecutivismo como espacio de acción política del presiden-te de la república. Y por primera vez la institución presidencial histórica tendrá que operar una elección presi-dencial —mantenimiento del PRI en el poder o una nueva alternancia par-tidista— sólo con los instrumentos del poder ejecutivo y ya sin los hilos de poder del presidencialismo.

En la realidad, el 2018 comenzó en el 2012 e inició la lucha interna en el sistema político en el 2015.

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U na parte muy importante del escándalo de Enrique Peña Nieto en la Feria Internacio-

nal del Libro de Guadalajara fue cuán-do confundió el libro La silla del águi-la, no solamente no se supo el título completo, sino que dijo que lo había escrito Enrique Krauze, acérrimo ene-migo del autor Carlos Fuentes, cuya enemistad existe desde el rompimiento que tuvo Fuentes con Octavio Paz.

El inconsciente tal vez afectó a Peña porque ya se veía sentado en esa silla, símbolo del poder, de la grande-za, de la omnisciencia, pero también, descubriría, de la soledad.

Peña había llenado el vacío del presidente ausente con los priistas y cumplió de alguna manera (junto con Manlio y Gamboa) el papel del factotum priista ante los gobiernos panistas. Su larga campaña construi-da con cuidado mediático involucró una imagen de metrosexual y una boda con una estrella de telenovela, dos fantasías alineadas. Dos años de intensa campaña mediática le hacían sentir a la gente que él estaba muy cerca de la silla y él lo sabía.

Esa silla representa todo para los políticos mexicanos. Es memorable la fotografía de Zapata y Villa ante ella; la historia dice que al parecer ninguno quería sentarse, será que lo veían como que esa llegada al poder sería el inicio de la traición a los ideales e intereses de los que los habían acompañado en la aventura revolucionaria, porque sobre ella se construyeron traiciones a los principios democráticos convir-tiéndose en la fuente de abusos de po-der, como la matona de Díaz. Negarse a sentarse, que en la práctica equiva-lía rehusarse a tomar las riendas del estado en las manos, dio origen a la desviación de la revolución alargando la guerra civil por lo menos una déca-da. Si jugáramos a la especulación del pasado, posiblemente no se hubieran fortalecido los caciques como Gonza-lo N. Santos, el asesino Obregón o el jefe máximo Calles y hoy tendríamos un sistema político distinto, perdón por el ataque de optimismo, porque también pudo haberse construido

Por Samuel Schmidt@shmil50

La silla que representa todo

un liderazgo autoritario similar al de Díaz que está al parecer en el ADN de la política mexicana.

La silla representa la deificación del presidencialismo, la concentración del poder y la capacidad de arruinar vidas y construir complicidades que crean fortunas de ensueño y largos proyectos de concentración autorita-ria del poder. No se tome a la ligera la amenaza de Gurría de que ese grupo estaría en el poder 20 años, como su-cedió dando resultados funestos.

Esa silla ha sido atractiva para los escritores. Es el sinónimo de la sole-dad, que refuerza el autoritarismo, porque el presidente no comparte, ni se espera que comparta el poder como se haría en un sistema democrático, a su alrededor hay gente que obedece, aunque a eso se le llama instituciona-lidad, la silla está rodeada de lambis-cones que se aprestan a cumplir ór-denes por perversas que sean. Cuenta la anécdota —y muchas son falsas—, que un presidente comentó que una persona le era molesta, para que dos días después viera cumplido su deseo de no volverla a ver, porque apareció muerta. El asesino respondió al ansia de sangre que tiene al ave de rapiña que corona la silla y que trasmina al interior de los políticos. Por eso el ultra derechista Díaz Ordaz creía que sola-mente una lección ejemplar aplacaría a los jóvenes en el 68, por su mente no pasó la posibilidad de tratar de enten-der que le sucedía a la juventud.

En un tiempo en que los símbolos son lo único que queda para cohesio-nar a la sociedad una silla dice mu-cho, especialmente porque los valores cívicos se han deteriorado, el amor a la patria se reduce a buscar oportuni-dades de avance individual, la sociedad socializa los valores de los políticos

y asume como propio que el que no tranza no avanza; es así que mantener a la silla como un icono del poder en Palacio Nacional, aunque el presidente atienda en otro lado, sirve para recor-darnos que aquel que se sienta en ella goza de la investidura para hacer sentir su mano sobre el todo socio-político, ya sea moviendo a los políticos como fichas en un tablero de ajedrez, o mo-viendo a la corrupción para ser descar-gado de toda responsabilidad ante las muestras evidentes de su uso faccioso y corrupto del poder, o sea, del gasto público, ejemplo notable fue López Portillo o la Casa Blanca de Peña.

Los políticos de hoy sienten que la máxima del patrimonialismo, como la posesión patrimonial del poder, es más válida que nunca. Si la revolución generó terratenientes y grandes fortu-nas, el neoliberalismo ha generado una oligarquía con un poder supremo, y colgados de ellos, como empleados y algunos como perros falderos, a los po-líticos que arañan la silla presidencial con la esperanza de que aunque sea el barniz les quede en las uñas, un barniz muy caro por cierto.

Relectura a La Sucesión Presiden-cial de MaderoLlevamos tiempo en que se realizan esfuerzos por equiparar al México ac-

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tual con el de fin del siglo XIX. Una de las motivaciones parece ser el anhe-lo de que se cumpliera el ciclo fatal de las revoluciones o guerras civiles cada cien años (1810, 1910, 2010). Pero se requiere más que deseos desde el gabi-nete y llamados tremendistas para que la gente esté dispuesta a morir por un interés general o por un caudillo y mu-chos de los falsos mesías o intelectuales orgánicos no logran que nadie los siga.

Una lectura de La sucesión pre-sidencial a la luz de las elecciones de 2018 puede ser sugerente si cambiamos Díaz por PRI, solamente que ahora no se ve a ningún oligarca que se arriesgue en la promoción de la libertad, ele-mento que llama la atención entre las pretensiones de Madero, que además incluyen buen gobierno y que la demo-cracia electoral sea una realidad.

Hemos avanzado un largo trecho en depurar el sistema electoral para reducir el peligro de fraudes, pero nos encon-tramos con partidos que violan impune y sistemáticamente la ley haciendo tri-zas el Estado de derecho. Así que el ar-gumento maderista sigue siendo válido.

Madero llama a recuperar la his-toria, erige su panteón de próceres y llama a recuperar los valores heroicos. Este discurso está desgastado. Llegó la hora de construir el futuro y empezar a buscar nuevas pistas para sacar al país del marasmo en que lo tienen sumi-do los malos políticos. El patriotismo de Madero debe alimentarse con un espíritu de innovación y renovación, siendo conscientes que el país requiere una sacudida radical, un rompimiento con los paradigmas del pasado que nos tiene anclados a una cultura de cliente-lismo y patrimonialismo.

Madero reivindica y honra entre otros a la prensa independiente que sufrió el embate de la intolerancia gu-bernamental, esta prensa en nuestros tiempos es una rareza, los medios se acostumbraron a la política de Díaz de comprar a los periodistas y a los medios, llegando ahora a tener pe-riodistas chantajistas que arrogante-mente tratan de avasallar a la sociedad a cambio de satisfacer sus intereses personales, como se ha mostrado en

un conflicto reciente entre un locutor y una empresaria. El cuarto poder se convirtió en un lacayo de los políticos perdiendo su capacidad de equilibrio.

Madero señala la apatía e insen-sibilidad de la sociedad, la que debe estar acostumbrada a obedecer y ser reprimida; dice que la democracia no debe venir de arriba, pero hasta su movimiento le llegó verticalmente a la sociedad; critica lo perverso de la represión y rechaza las luchas prolon-gadas, cuestión muy sugerente ante el inmediatismo mexicano.

El elemento especial de la sucesión de Díaz y la llegada de Madero al po-der, fue una rebelión de la oligarquía, en cierto nivel pareció un quítate para que me siente yo, porque Madero no fue del todo ajeno al concepto de carro completo y su gabinete tenía una cuo-ta de nepotismo, que también parece ser una atracción irrenunciable por los políticos mexicanos (recuérdese el nepotismo preferido de López Porti-llo y el simulado de ahora, donde un magistrado contrata al pariente de otro magistrado con la condición de que el otro devuelva la cortesía). México vive una nepocracia que ahoga cualquier es-fuerzo de modernización porque inhi-be la creación de mecanismos políticos que garanticen la estabilidad al des-cansar en la confianza a los parientes. Que después del golpe contra Made-ro se haya desencadenado una guerra civil tiene que ver con los apetitos de los militares y el abuso del poder, sin dejar de mencionar la traición. El ries-go del militarismo es preocupante en la actualidad, como nunca antes avanza

el poder bélico de un ejército cada día más separado de la lógica del manejo del poder por los civiles erigiéndose peligrosamente la traición a las insti-tuciones y a la sociedad. Ese escenario operará con fuerza en el 2018.

Uno de los valores del libro es que un político (Madero arranca la postura del político que juega a no ser político) haya articulado por escrito su propues-ta, que se atreviera a confrontar a un poder intransigente que se eternizaba por medio de la promoción del miedo y sostuviera la negativa a reconocer que las cosas cambiaban, aunque Díaz ya había dicho que el país estaba listo para la democracia, pero bajo su guía.

Lo de Madero no fue una brava-ta como la de hágase la justicia en las mulas de mi compadre. Fue la chis-pa que despertó a muchos mexicanos contra el abuso y la opresión, algo si-milar a lo que se requiere hoy en día, aunque no haya voces societarias que sacudan a la sociedad de la modorra.

En 2018 llegaremos a una elección con un país sumido en la desigualdad, y falta ver si algo o alguien despierta a ese México bravo y profundo.

Señales equivocasEspecular sobre los posibles candidatos a la presidencia es un deporte nacional que mete mucho ruido y más confu-sión, ahoga la posibilidad de exigir in-formación adecuada sobre los perfiles de los candidatos y sus propuestas de gobierno; se presta a que los interesa-dos derramen una buena cantidad de dinero para que sus jilgueros exalten sus bondades y muy buenas cualida-des, las que de arañar un poco la su-perficie se encontrará que son huecas. Así que con esta alerta me aventuro a las aguas pantanosas de la lectura de se-ñales equívocas, muchas veces enviadas para engañar a todo mundo.

Una variable que debemos consi-derar es que ha llegado el tiempo de la mujer, no es solamente que se cumplan los términos de equidad que exige la ley, sino que se rompan las trabas que repro-ducen una cultura machista y misógina.

Para esta elección varias mujeres están posicionadas en la antesala de

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la presidencia, si acaso nos guiáramos por criterios formales no escritos, como por ejemplo que estén en el gabinete presidencial o sean goberna-doras: por el PRI están Ruiz Massieu la sobrina incómoda, Pavlovich (So-nora) y algunos mareados manejan que Rosario Robles, la que no obstan-te su incompetencia manifiesta, sigue en las sillas musicales de Peña y no se sabe que se haya afiliado a ese partido.

Por el PAN está Margarita Zavala, y no creo que Josefina Vázquez Mota se atreva a insistir después de su fraca-so rotundo para vencer a la misoginia de su partido, aunque todo es posible. La inclusión de ambas en el equipo de gobierno de Anaya en el partido las posiciona favorablemente.

En el PRD las mujeres destacadas incluyen algunas fundadoras como Ifigenia Martínez, que no parece estar ni alineada ni interesada; la mujer más poderosa en el partido hoy es Dolores Padierna (senadora), la que lleva la marca de las ligas y cuya corriente su-frió un retroceso en el último proceso electoral, aunque al parecer su mirada está puesta en el gobierno del Distrito Federal, donde también tiene puesta la mirada Alejandra Barrales. Las de-más mujeres son personajes que no alcanzan estatura de presidenciables.

Posibles del PRiLa carta en el PRI está muy amplia y abierta, y parece perfilarse un choque entre la vieja guardia y los neolibera-les que requieren de un sexenio más para terminar de vender al país. Entre quienes suenan se encuentran políti-cos mencionados regularmente en los medios, aunque no se debe cerrar la puerta porque cualquier gobernador cree tener la posibilidad de saltar, hay que contar ahí a Eruviel, los dos Duarte (Chihuahua y Veracruz). La posibilidad de que la sucesión caiga en manos de un gobernador plantea cambios interesantes para la política.

Manlio Fabio Beltrones logró im-ponerse por encima de los deseos de Peña Nieto para encabezar al PRI y con esto posicionarse en la carrera presiden-cial. Tiene la capacidad de articular a

los políticos golpeados por los neolibe-rales, especialmente por Videgaray.

Videgaray reproduce el caso de Sali-nas de ser un secretario extremadamen-te poderoso, al grado de someter a go-bernadores y al resto del gabinete a su noción de gobernar o mejor dicho de administrar. Ha ampliado sus espacios de poder y podría generar un esque-ma donde él se lance para presidente y Nuño para el DF, manzana muy apete-cible para arrancársela al PRD y ahora a Morena. Su apuesta es que la reforma energética genere un impacto econó-mico sustancial, lo que no parece verse por los bajos precios del petróleo. Pue-de afectarle la revuelta planteada entre PAN y PRD por descarrilar la reforma fiscal que ha unificado a una buena par-te del país contra el gobierno, aunque seguramente alineara el voto PRI-Verde para evitar que esto suceda.

Meade es otro de los Chicago boys que ha jugado con Videgaray y será una suerte de plan B por si al secreta-rio de Hacienda se le cae la candida-tura. Este grupo cuenta con el apoyo de una parte de la oligarquía y de las instituciones mundiales que abogan por privatizar aceleradamente al país (FMI, Banco Mundial, OCDE).

Osorio parece cocinarse aparte y puede jugar a una polarización entre políticos y tecnócratas para colarse por en medio, aunque tiene más en común con Manlio que con Videgaray, viene de una tierra de caciques y su reto es mantener al país en paz por dos años. Libró bien la carga de la fuga del Cha-po que se le endosó a Peña, pero falta ver si ante la contracción económica el conflicto social no se desborda.

Miranda podría ser el caballo negro de Peña. Es el político que ha estado haciendo trabajo sucio, como manejar a la CNTE en el DF para golpear a Mancera. Falta que lo suban al gabi-nete, lo que puede suceder en un año, tal vez cuándo Rosario Robles termine de desgastarse o caiga el secretario de comunicaciones por sus corruptelas.

Velasco cuenta con que la alianza PRI-PVEM le abra la puerta. Ha se-guido el script de Peña, pero Chiapas no tiene la relevancia del EDOMEX.

Enfrenta grandes protestas en su esta-do, pero puede sentir que se sobrepone a ellas, finalmente el poder central se preocupa muy poco por la intranquili-dad local mientras no llegue al DF.

Calzada tiene a su favor haber sido gobernador de un Estado que avan-za más que el país. Haber perdido la elección no le afectó y al parecer lo impulsó al gabinete.

Es posible una recomposición de bloques que lleven a la elección a un PRI dividido, escenario que marcó la derrota de Madrazo. La vieja guardia con Manlio y los neoliberales con Vi-degaray.

El PAn, entre pugna internas y reacomodosEl PAN tenía históricamente la capa-cidad de recomponerse frente a mo-mentos delicados, pero a partir de la llegada al poder de una corriente de políticos más interesados en su bien-estar personal que en el avance del partido, se le imprimió un rumbo al partido que distorsionó en gran me-dida los viejos valores políticos, entre los que estaba la capacidad de recom-poner filas frente a los conflictos in-ternos, por lo que las fracturas se han vuelto muy profundas.

Es posible que la pugna Calderón-Madero se agrave polarizando a los grupos políticos, aunque Anaya ha tratado de hacer que ambas corrien-

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tes convivan en su comité ejecutivo y trata de introducir armonía en sus fracciones parlamentarias.

Un factor importante consiste en el juego de Gustavo Madero para el que se supone estaba amarrado con Ricardo Anaya, y aunque este último ha dado muestras públicas de tratar de distan-ciarse, muchos consideran que es una triquiñuela para que ambos se quiten un peso de encima y puedan continuar con la estrategia sin tensiones.

De ser un esfuerzo de separación verídico, un presidente del PAN au-tónomo puede tener la capacidad de neutralizar el conflicto entre estos dos bloques, y reducir las tensiones que vive el partido, pero si el distancia-miento es ficticio es muy posible que el conflicto se convierta en un choque de trenes, porque muchos se sentirán llamados a engaño. Hay un factor adicional y es la postura que decida jugar El Yunque, que desde que salió de la clandestinidad ha ido ganando posiciones y seguramente reclamara la posibilidad de poner al candidato.

Entre los posibles candidatos des-tacan:

Margarita Zavala. La ex primera dama tiene experiencia como legislado-ra y su paso por Los Pinos fue afortu-nado, supo desmarcarse de las locuras de Marta Sahagún y se vio como mujer prudente. El problema es que lleva so-bre sus espaldas la pésima imagen del

marido y el hecho que su gestión fue ruinosa. Además sufrió el embate de Madero, que entre otras cosas le cerró las puertas del congreso, porque como diputada hubiera tenido una gran pro-yección. Su ventaja es que la opción de una mujer adquiere una cara amigable; su desventaja es que la experiencia an-terior de una mujer fue fatal y que es la representante conspicua de los intere-ses políticos de su esposo.

Madero, aunque aparentemen-te está reducido a astillas, su base de poder en el país está intocada. Sobre sus alianzas se armó la candidatura de Anaya, y cuenta con un fuerte contin-gente en ambas cámaras del Congre-so. En su contra cuenta que durante su gestión la posición del PAN se de-rrumbó en el país y eso posiblemente tenga molestos a muchos cuadros del partido. Cerca de sus filas se ha ali-mentado la noción de que Peña Nieto le pagara los servicios prestados para la aprobación de las reformas, lo que podría incluir la gubernatura de Chi-huahua, eso sin duda lo catapultaría.

Moreno Valle ha trabajado mucho para posicionarse dentro del panismo aunque ha consolidado su posición en Puebla por medio de un partido local. Ha jugado un papel político importan-te en varios estados apoyando a grupos panistas. Moreno juega a que continúe el desgaste de Madero y que el conflic-to con Calderón debilite a Margarita, para él colarse como la tercera opción.

No debemos descartar a otros pa-nistas como el gobernador de Gua-najuato y hasta que a Corral le dé un ataque más de megalomanía, aunque como dicen los panistas: Corral no será gobernador de Chihuahua por-que ahí no hay plurinominal, para Presidente de la República tampoco.

Los dilemas de parte de la izquierdaSobre la izquierda hay que manejar por lo menos la opción del PRD y Morena, aunque seguramente los res-tos del PT se acercarán a alguna fuer-za para recuperar algunos espacios y no resignarse a la desaparición. De la misma manera Movimiento Ciuda-

dano y otros de los partidos Bonsái intentarán ganar espacios para crecer pegados a las siglas de algún candida-to que les garantice aumento en las prerrogativas de ley; la mejor opción de las fuerzas menores es ofrecer sus-tento en una alianza que aunque sea con un par de puntos porcentuales pueda tener una posición de nego-ciación sólida. Aunque hay diversas voces que llaman a la creación de una alianza amplia de la izquierda, cuyo resultado sería una candidatura úni-ca, en este momento eso parece una opción lejana, debido a una serie de rechazos mutuos. Por un lado AMLO se rehúsa a explorar el tema con el PRD y ciertos personajes del PRD, especialmente los Chuchos, se con-centran en atacar a AMLO buscando consolidar las opciones de asilamiento que le provocaron un serio retroceso al partido en las elecciones de 2015.

La elección de presidente del PRD puede modificar los términos de la conversación entre las izquierdas y crear condiciones favorables para un frente amplio, la condición para que esto suceda parece ser el debilitamien-to de los Chuchos cuyo discurso de mucha animosidad con Morena es di-visivo y convoca al conflicto

Como se ve, las condiciones para la unidad no son propicias, pero en la política las condiciones cambian de un momento a otro.

Entre los candidatos que se perfi-lan ahora se encuentra:

Mancera que sin ser miembro del partido lo manipula a su gusto, y a juz-gar por el deterioro del mismo puede consolidar su candidatura. Él quiere se-guir los pasos de Ebrard, sin embargo, su gestión en el DF se ha visto man-chada con cuestiones como la Línea 12 y los plantones. El crecimiento de Mo-rena en el DF le plantea retos políticos para los que tiene que mostrar una gran habilidad política, especialmente la vi-gilancia sobre los delegados, y lo que parece ser la decisión de plantear un frente en la Asamblea del DF.

Graco, descendiente del muy co-rrupto Partido Socialista de los Traba-jadores, es el último de los chuchos con

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una posición formal de fuerza, desde la gubernatura de Morelos quiere ser candidato con desesperación, y para eso comete el error de lanzarse contra Andrés Manuel López Obrador. Su gestión en Morelos ha sido ruinosa, sus promesas quedaron en bravatas incumplidas y el movimiento ciudada-no que ayudó a construir para tirar a Carrillo Olea, se levanta exigiendo su renuncia. Si sobrevive a la presión de los morelenses estará demasiado gol-peado como para tener una candida-tura creíble, pero además es incapaz de poder unificar a los perredistas, mucho menos podrá unificar a las izquierdas.

Si funciona el experimento de Ba-sáñez como presidente del partido, a la mejor optan por irse por un candi-dato externo. Juan Ramón de la Fuen-te está desesperado por ser candidato, y podría ser un factor de unión perre-dista, aunque no necesariamente con el resto de las izquierdas. El partido tiene por ahí algunos otros intelec-tuales orgánicos que brincarán ante la posibilidad de alcanzar la candida-tura, en el caso de la UNAM Imanol Ordorica se apresuró a lanzarse para rector, lo que al parecer al rector no le cayó bien y la universidad no ha caí-do tan bajo. Pero en la megalomanía muchas veces la calificación no se des-carta, y varios podrían alinearse para vivir la experiencia, ya ven la mala aventura de Quadri por el PANAL.

MorenaEn Morena la única carta es AMLO. El partido se construyó alrededor de él y no parece haber espacio para nadie que le compita. El Partido es extrema-damente joven y necesita consolidarse creando liderazgos, la elección presiden-cial con AMLO a la cabeza le permitirá al partido consolidar posiciones en todo el país, aumentar sus cuotas de poder, pero su reto consiste en deshacerse de

los viejos políticos heredados de una izquierda oportunista y sin ideas, que aún con los buenos deseos permitió se colaran candidatos a diputados deman-dados penalmente en el 2015.

El Movimiento Ciudadano expe-rimentó con la búsqueda de candida-tos externos y le dio buenos frutos en 2015, no parece viable que se le ocurra insistir en la candidatura de Marce-lo Ebrard el que al parecer ha optado por poner un océano de por medio a las acusaciones que le han hecho de la L12, pero la política mexicana tam-bién se ha vuelto un juego de reciclajes.

La hora de las vías alternas a los partidosA partir del triunfo de El Bronco en Nuevo León están sucediendo dos fe-nómenos:

1) Los políticos están tratando de cerrarle la puerta a las candidaturas independientes introduciendo legis-laciones anti bronco, en éstas le im-ponen a los independientes requisitos que los partidos no tienen que cum-plir. Desde que el tema se empezó a discutir, entre los partidos se generó una seria preocupación sobre la forma como los iba a afectar, ellos quieren una posibilidad de abrir la puerta, muy poco, para que no los afecte.

2) El fenómeno está animando a mucha gente que se lanza sin medir sus posibilidades reales, a menos que la auto evaluación de su posición po-lítica les haga creer que pueden reci-bir votos muy por arriba de lo real, en base al desprestigio que viven los polí-ticos. Por desgracia para los indepen-dientes no hay una correlación directa entre el desprestigio de los políticos y la intención del voto y en cambio tienen que remar contra la corriente del clientelismo. A juzgar por las ex-periencias de 2015, a la experiencia le falta mucho terreno que recorrer, aunque haya tenido un buen inicio.

La política siempre se ajusta tarde a los cambios sociales y económicos, y al parecer la sociedad ya decidió que es la hora de las vías alternas a los par-tidos. Pero veamos si los independien-tes fueron un milagro.

El broncoUn análisis menciona la discrepancia que el grupo monterrey tiene con el gobierno debido a la apertura al acero que ha facilitado mejores precios pero afecta los intereses de los regiomonta-nos que fabrican el metal. Ante la fal-ta de respuesta del gobierno, al pare-cer decidieron castigarlo quitándole el gobierno, de ahí se explica por un lado cierto acercamiento a López Obrador y un apoyo decidido al Bronco.

Una lectura interesante es que la elección del Bronco es funcional para el PRI. Pusieron a una mujer para cumplir con la cuota de género, pero las bases del partido apoyaron al Bronco. Esto pudo ser un acto de re-beldía local, o bien, pudo ser un ajuste de cuentas entre bloques de priistas, o una mezcla de circunstancias.

En el caso de Clouthier todo pare-ce indicar que ganó la elección gracias a grupos dentro del PAN desafectos con los manejos del partido.

Kamumoto es un caso distinto, tuvo el apoyo de la red ITESO de donde es egresado, desde esa escuela se promovieron desde los 90 los chats y grupos de jóvenes. El grupo de Guadalajara es muy fuerte y tiene una red de contactos con egresados y es-tudiantes de los ITESM. Kamumoto pertenece a un grupo de jóvenes que llevan tiempo haciendo trabajo social, y su candidatura fue de la sociedad ci-vil, por lo que tal vez es la única que se adapta a la condición de indepen-diente. La campaña en redes sociales para Kamumoto la hizo un egresado del ITESO que es todo un fenómeno en la promoción de las redes sociales, parte de su entrenamiento fue en Si-llicon Valley.

De ser correcta la información sobre el Bronco y Clouthier hay ele-mentos para dudar de una indepen-dencia total de los candidatos respec-to a los partidos. Sin duda que es una primera señal sobre la puerta que se está abriendo y posiblemente no haya nada que pueda cerrarla. Pero po-demos esperar que la posibilidad de competir sin siglas de por medio, se presente ante fracturas dentro de los

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partidos, lo que puede tener un efecto de democratización interna.

Por lo pronto ya se creó una Aso-ciación de broncos que contará con la asesoría del Bronco mayor y posi-blemente fondos. Esto puede ser una buena y mala noticia. Puede ser buena porque los interesados contarán con los consejos de una experiencia exitosa y si además les aporta fondos, eso apoya para facilitar el éxito en las campañas; puede ser malo porque ayudará a crear una instancia de cooptación y control, de tal forma que se desvirtúe esa lucha.

Una de las preguntas es si El Bron-co intentará buscar la presidencia de la república, lo que sería una señal muy mala, porque lo mostraría como un político más, que está interesado en su futuro personal, mientras que la sociedad reclama una dedicación de tiempo completo.

¿Acaso Castañeda intente de nue-vo la aventura presidencial? Por lo pronto no cuenta con el interés de Es-tados Unidos y posiblemente no ten-ga el apoyo de los grupos de interés económico. Si acaso, tal vez deba con-tentarse con reclamar la paternidad de una idea que posiblemente influya de forma decisiva para la mejora del Sis-tema político mexicano.

De aquí al 2018 todavía surgirá un buen número de independientes, algunos con más apoyos que otros, lo que sin duda le dará un peso político mayor a la oligarquía nacional.

Ya no hará falta crear partidos po-líticos sino simplemente lanzar ini-ciativas individuales, lo que también replanteará el gasto público en cam-pañas. Así que el paso siguiente debe ser pasarle el peso de las elecciones a la sociedad y reducir el INE a un apa-rato de vigilancia, la hacienda pública tendrá un gran respiro.

La oligarquización de la políticaPara el análisis de los escenarios del 2018 hay ciertos elementos que de-ben tenerse en cuenta.

Dada la oligarquización económica que ha sufrido el país debe considerar-se que la sucesión presidencial tendrá necesariamente que ser consultada con

las 33 familias que dominan la econo-mía, su peso económico obliga a to-marlos en cuenta. Algunos de ellos son abiertamente panistas u opositores. En Monterrey tuvieron un acercamien-to con AMLO y otros apuntalaron al bronco, otros financiaron a Fox y Calderón. Sus fortunas les permiten financiar campañas al mismo nivel o superior a los fondos públicos y siendo fondos no controlados pueden tener un fuerte impacto en las elecciones. Luego entonces, no solamente habrá que escucharlos sino que posiblemen-te su influencia genere un fenómeno político al que no estamos acostum-brados y ante el que reaccionarán los políticos tradicionales. Optimistamen-te, tenemos en puerta el posible surgi-miento de un nuevo tipo de político, ojala salga corregido éticamente.

De aquí se desprende un segundo elemento: ¿Tendrá Peña libertad de acción para mover y controlar la suce-sión?, esto en dos dimensiones: hacia la sociedad, especialmente con la oli-garquía y hacia el seno de su partido. No es lo mismo la autoridad que tiene el presidente hacia adentro del parti-do mientras tiene el control político y otro la capacidad que tenga para imponerle a los miembros del parti-do decisiones de largo alcance. Véase el caso de Salinas que logró contener una insurrección en el PRI como con-secuencia de la muerte de Colosio, pero Peña está muy lejos de tener esa capacidad política y todo muestra que de seguir el deterioro económico, su capacidad se verá mermada. Si Beltro-nes representa la resistencia de la vieja guardia, las alianzas que teja en estos años, deberán mover la nominación priista en otra dirección.

Los militares se han fortalecido en exceso. México revirtió la política de no enviar estudiantes a la Escuela de las América y hoy es el que más alum-nos manda. Los militares están ideo-logizados y se inclinan hacia la opción del golpe de Estado para remover a los civiles ineficientes, seguramente ten-drán mano fuerte en la nominación.

Hay serios conflictos sociales agra-vados por el incremento de la pobre-

za y la fuerte desigualdad. Aunque se han contenido las huelgas, puede dispararse la protesta en muchos te-rrenos. La violencia urbana en manos de grupos anarquistas puede propiciar brotes de violencia; las autodefensas aumentan y hay peligro de brotes vio-lentos derivados de la política de en-carcelamiento de líderes sociales.

La pobreza incide sobre el desem-pleo y ambos alimentan la insatisfac-ción social que puede desembocar en diversas expresiones de violencia. No estamos lejos de condiciones de turbu-lencia que influyan sobre los escenarios para el 2018. Pensamos en dos escena-rios posibles:

Positivo. Se recupera la economía, empieza a entrar inversión por la re-forma energética que compensa la caída de los precios del petróleo. El gobierno adquiere recursos fiscales que le permiten atemperar el peso de la deuda pública. Con el crecimien-to en Estados Unidos aumentan las remesas para estabilizar la macroeco-nomía. Se crea empleo y suben los salarios. El PRI gana la elección. Este escenario es poco probable.

Escenario negativo. Crisis econó-mica se agrava, no hay crecimiento, se aceleran conflictos como el de Aram-buruzabala y López Dóriga. Se agrava la fuga de capital y aumenta la deuda pública. La guerrilla actúa. Aumentan los conflictos por desapariciones forza-das, asesinato de periodistas y corrup-ción; aumentan las presiones inter-nacionales derivadas de las presiones domésticas. PRI puede ganar la elec-ción pero tendrá que hacer un fuerte fraude electoral. Se abre la posibilidad de una alianza entre fuerzas opositoras para quitarle el poder al PRI.

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16Cuadernos de Indicador Político Mayo 2016

E l fenómeno del Tapado, que en la semiótica del Poder iden-tifica a quien será el candidato

presidencial en el ámbito de toma de decisión del Presidente de la Repú-blica en turno —por lo que sólo éste conoce el nombre del agraciado—, es un hecho que se remonta a la tercera década del siglo XX, luego del asesina-to de Álvaro Obregón en 1928 como presidente electo. En esta sección, co-mentaremos algunas de las anécdotas más sobresalientes que tienen que ver con tal fenómeno político, propio de nuestro sistema.

Surgimiento del tapadoEl contexto que da origen a este fenó-meno, se ubica en la finalización de la Revolución Mexicana. Atrás quedabas las luchas armadas para hacerse con el Poder. El binomio Calles-Obregón lograría aglutinar a los líderes de los grupos que desde los estados del país buscaban quedarse con una rebanada de ese pastel. La creación de institu-ciones que sustituyesen a los caudillos abría paso a nuevos partidos políticos que se constituyeran como una fede-ración de partidos estatales en la bús-queda de conservar las posiciones.

El asesinato de Obregón en 1928, generó una crisis en el grupo gober-nante, pues eliminaba a quien aglu-tinaba los esfuerzos para mantener la Presidencia. Calles, conocedor del entramado que mantenía unidos a los grupos que, de otra manera, se alza-rían en armas para tener el Poder, ideó un mecanismo para garantizar una sucesión pacífica y sin rompimientos.

Pero para echarlo a andar, tenía que idear una estrategia para evitar que alguno de los integrantes de lo que el llamaría “familia revolucionaria” regre-sara el estado de cosas a una época en

la que las armas —y no las negociacio-nes— imponían las condiciones.

Un episodio retrata este hecho. En plena crisis por el asesinato de Obre-gón, el Presidente Calles se reúne con generales del ejército para plantearles que se debían mantener al margen de la situación, y que ninguno de los presen-tes se debía postular como candidato.

A nombre de los militares, el ge-neral Juan Andrew Almazán aseguró que tras las conversaciones con Calles y otros jefes del ejército, estaba con-vencido de que para evitar una divi-sión al interior de la fuerza armada los más conveniente era que el Presidente provisional fuera un civil, lo que no impedía que si algún general deseaba recorrer la ruta para regir los destinos del país, debía hacerlo expresando con franqueza sus intenciones para buscar el apoyo de la opinión públi-ca y del pueblo, pero no dentro del ejército para evitar la citada desunión.

La reunión entre Calles y los ge-nerales terminó con el acuerdo de que ningún militar buscaría la presidencia provisional y que el Presidente ins-truiría al Congreso acerca del nombre del mandatario interino.

Esto permitió a Calles coronar con éxito su estrategia, pues previamente había entregado la investigación del asesinato de Obregón a los partidarios de éste, había nombrado secretario de gobernación a Emilio Portes Gil —con-virtiéndolo así, en el primer ensayo para afinar la figura del tapado—, y sentaba las bases de lo que sería la institución que procesara los acuerdos para el ac-ceso al Poder, el PNR o Partido Nacio-nal Revolucionario —abuelo del actual PRI—, con toda la carga ideológica que le diera sustento al nuevo organismo.

Portes Gil sería elegido por los legis-ladores como presidente provisional, de

acuerdo con el plan ideado por Calles. El nuevo partido estaba en funciona-miento, en tanto se reponían las eleccio-nes por la muerte del mandatario electo.

Calles preparó el terreno para la nominación del candidato para las elecciones de 1929. Se nombró se-cretario de gobierno a Pascual Ortiz Rubio, quien al momento de la desig-nación era embajador en Brasil —él había renunciado en 1921 a la secreta-ría de comunicaciones y obras públicas por fricciones con otros miembros del gabinete, siendo nombrado embajador en Alemania—, lo que garantizaba a alguien que necesitaba asesoría para gobernar, algo medido en el plan de Calles para mantenerse en el Poder.

En paralelo, el gobernador de Nue-vo León, Aarón Sáenz, buscó alcanzar la nominación recogiendo el apoyo de caci-ques y partidos estatales para la conven-ción del PNR del 1 de marzo de 1929.

Rubén Narváez, en su libro La Su-cesión Presidencial, relata que los 950 delegados asistentes a la Convención estaban comprometidos con Sáenz y no con el exembajador Ortiz Rubio, pero que cuando el propio exgoberna-dor se dio cuenta que los partidarios de Calles apoyaban al michoacano, prefirió desistir de sus intenciones.

Manuel Reyes, delegado por Zacate-cas, manifestó que Pascual Ortiz Rubio era el mejor hombre de la familia revo-lucionaria y el único que podía salvar al país. Se consumaba la nominación y el candidato del PNR triunfaría en las elecciones del 17 de noviembre de 1929.

El tapado se volvería una costum-bre en el sistema político del partido en el Poder y se demostraría que sus máximas se cumplirían al pie de la le-tra, como esa que reza —recordando el intento de Sáenz— “No será Presi-dente a quién le amontonen la gente”.

Por Armando Reyes Vigueras@AReyesVigueras

Historias del TapadoEl surgimiento de un modelo

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A conservar el PoderLa renuncia de Pascual Ortiz Rubio a la Presidencia de la República en 1932, además del natural reacomodo en el gobierno, generó una serie de fe-nómenos que se institucionalizaron en nuestro sistema político, mismos que perduran hasta la fecha, a la vez que instituyó la forma en que se creaba el ambiente propicio para “elegir” al si-guiente mandatario, a través de todo un proceso interno en el “partido”.

RelevoAl gobierno de Pascual Ortiz Rubio le tocó enfrentar la crisis mundial que supuso el desastre financiero de 1929 en Estados Unidos, lo que en aquel país se conoce como la Gran Depre-sión. El impacto que ésta tuvo en México, se le sumó una serie de crisis creadas por quienes no deseaban que siguiera en el puesto.

Nuestra nación todavía no podía sacudirse las aspiraciones golpistas de algunos miembros de la clase política, quienes deseaban tener el Poder a cual-quier costo, incluso pese al acuerdo que significaba la creación del PNR.

Es en este contexto que la perdida de legitimidad de Ortiz Rubio lo obli-gó a presentar su renuncia un 2 de sep-tiembre de 1932, haciendo primero del conocimiento de su gabinete el texto de la misma, para proceder a su envío a la Cámara de Diputados, órgano que la acepta el día 3 para nombrar al Pre-sidente sustituto el 4 del mismo mes.

En su obra La Sucesión Presiden-cial, Rubén Narvaez relató que “la res-puesta de Calles a la crisis consistió en relevar al Presidente de la República, sentando el precedente que, después, se utilizaría como una constante del sistema con la fórmula del cambio de funcionarios como solución, sin ata-car a fondo los problemas subyacentes a los desajustes y a la crisis, utilizán-dose además como recurso progra-mático para ‘echar a los leones’ como funcionarios indeseables”.

El nombramiento de Abelardo L. Rodríguez como mandatario sustitu-to, ayudó a apaciguar la crisis —en particular en el terreno político—,

que supuso la incapacidad de Ortiz Rubio, además de que durante su ad-ministración se amplió el periodo de los gobiernos federales a 6 años.

Pero el ánimo sucesorio no se de-tendría. Tan sólo 5 meses después de que Rodríguez iniciara su mandato, el Partido Agrarista de Jalisco se pro-nunció por Lázaro Cárdenas como candidato. En apoyo al michoacano, se encontrarían alineados personajes como el expresidente Emilio Portes Gil, Saturnino Cedillo, entre otros.

Ezequiel Padilla narraría una pláti-ca que sostuvo con Plutarco Elías Ca-lles, el “jefe máximo de la Revolución”, acerca del momento que vivía el país: “Mi conversación con el general Calles pronto se encauza a mi propósito, en el tema de la lucha presidencial que se avecina. Ya de hecho ha comenzado la campaña política —le observo—. Las primeras baterías están disparándose en los escaños de la Cámaras y en algu-nos estados. Es lógico —responde—, ya es hora de que comience a desta-carse en la arena política los hombres de nuestro partido que se sientan con arraigo en la opinión pública. Para nosotros, la agitación se desarrollará hasta el momento de la convención. Después tornaremos a integrar un solo frente compacto y disciplinado”.

Las bases de la tradicional disci-plina priísta quedarían sentadas para efectos de su institucionalización, en particular para futuras ocasiones en beneficio del señalado por el dedo del “jefe máximo”.

Cárdenas, por su parte, acepta ante la prensa el hecho de que figu-ra como candidato a la Presidencia en junio de 1933, el mismo mes en que otro de los aspirantes, el general

Manuel Pérez Treviño, renunció a su postulación recibiendo una felicita-ción “por su patriótica conducta” del mismo Elías Calles.

Narvaez apunta que “en el fondo” Calles prefería a Pérez Treviño, “por su probada lealtad, pero también sim-patizaba con Cárdenas, a quien con-sideraba adicto y obediente”. A fin de cuentas, el “jefe máximo” inclinó la balanza a favor de Cárdenas, como en procesos sucesorios posteriores les tocaría a los propios Presidentes ema-nados del tricolor al momento de de-cidir quién sería su sucesor.

Quedaría para el registro histórico, las palabras que son parte de la conversa-ción de Ezequiel Padilla con Elías Calles, en las que el segundo dibuja la forma en que concibe el papel que le tocaría repre-sentar a la institución que ayudó a crear, el PNR: “se quejan de que estamos en el Poder y de que no queremos dejarlo. ¡Seguramente! ¡Tenemos el derecho de mantenerlo mientras tengamos la fuerza política y efectiva, que la ley y la adhe-sión de las masas nos afirma, y haremos todos los esfuerzos por conservarlo! Es nuestro deber. Lo contrario sería una cobardía”.

Cárdenas y el inicio del presidente electorFue con Lázaro Cárdenas cuando se inaugura la etapa del Presidente que elige Presidente. En 1939 inicia el pro-ceso de sucesión del mandatario origi-nario de Michoacán. El contexto era el de una victoria de Cárdenas para sacu-dirse al llamado “jefe máximo” de la Revolución, Plutarco Elías Calles, me-diante un triunfo en el ajedrez político que se realizó unos años antes, lo que permitió al titular del Ejecutivo Fede-ral operar con tranquilidad el destape.

Los PresidenciablesAl inicio de 1939, el elenco de aspiran-tes a la candidatura presidencial por el recién rebautizado Partido de la Revo-lución Mexicana (PRM) —dejando en la historia las siglas PNR—, eran todos generales: Francisco J. Múgica, Rafael Sánchez Tapia, Manuel Ávila Cama-cho y Juan Andrew Almazán.

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Lázaro Cárdenas se encontraba como supremo elector y jefe de la Re-volución luego de haber liquidado el liderazgo de Calles. Cárdenas logró no sólo concentrar el Poder en la Pre-sidencia de la República, sino desha-cerse de quien lo había impulsado a la candidatura y al puesto que ocupaba.

La maniobra que coronó todo el esfuerzo cardenista para concentrar el Poder, se concretó el 10 de abril de 1936, cuando mediante un comuni-cado el Presidente informó: “cons-ciente de sus responsabilidades, el Gobierno que presido y deseoso de apartarse de lamentables precedentes que existen en la historia de nuestras cruentas luchas políticas, en las que frecuentemente se ha menospreciado el principio de respeto a la vida hu-mana, estimo que las circunstancias reclamaban, por imperativo de salud pública, la inmediata salida del terri-torio nacional de los señores general Plutarco Elías Calles, Luis N. Moro-nes, Luis L. León y Melchor Ortega”.

A partir de ese momento, Cárde-nas pudo operar a placer, cambiando la denominación del partido que lo llevó a la silla presidencial e integran-do los sectores obrero, campesino, popular y militar a la estructura del instituto político.

Otro hecho que ayudó a confor-mar las características que le dieron forma al proceso de sucesión bajo el dominio del Partido de la Revolución —mexicana o institucional—, es la actuación del Presidente de la Repú-blica como el gran elector.

Cárdenas pidió separarse de su cargo a tres de sus secretarios para que se dedicaran a actividades proselitis-tas. Así, Francisco J. Múgica, Manuel Ávila Camacho y Rafael Sánchez Ta-pia dejaron sus posiciones en el gabi-nete y comenzaron a realizar una serie de actividades durante 18 meses.

El proceso no estuvo exento de en-frentamientos, pues los partidarios de Mújica y de Ávila Camacho se acusa-ron mutuamente de no representar verdaderamente los intereses de los sectores o de los militantes del Partido.

Pero la “cargada” comenzó a ope-rar, como otro de los rasgos del siste-ma político que daba lugar a un sui generis proceso sucesorio. La CTM destapa a Ávila Camacho como su candidato, en tanto que las ligas cam-pesinas de Querétaro hacen lo propio a favor de Múgica.

Más tarde, el Partido anunció que el candidato sería aquel que lograra el respaldo de 3 de los cuatro sectores del mismo, respecto de lo cual Juan Andrew Almazán —aspirante que se estaba rezagando en la carrera por la candidatura—, opinó que eso le pa-recía inconveniente, pues a excepción del militar los otros se habían mani-festado a favor de Ávila Camacho.

No fue el único en inconformarse, pues en junio de 1939 Sánchez Tapia criticó a Almazán y a Ávila Camacho, al igual que al presidente Cárdenas. Al primero por haberse declarado abier-tamente como candidato de oposi-ción, al segundo porque su candida-tura “tenía el carácter de imposición oficial”, y al Presidente por no poder evitar “el posible auge de tendencias contra-revolucionarias”.

La convención del PRM se llevó a cabo del 1 al 3 de noviembre de 1939 con la asistencia de más de 2 mil dele-gados de los 4 sectores, siendo electo Ávila Camacho con mil 227 votos, 81% del total, pero sin una verdade-ra competencia pues Múgica se había reincorporado a su puesto en el Ejér-cito meses atrás y Sánchez Tapia había incluso renunciado al Partido.

Por su parte, Almazán continuó su carrera en busca de competir en las

elecciones, teniendo como principal atractivo un perfil antigobiernista.

La elección de 1940, así, se presen-taba con un escenario con dos candida-tos. Sobre Ávila Camacho, según relata en su libro Rubén Narvaez, se hizo la siguiente revelación de parte de José C. Valadés: “Este, aunque hijo de español y mexicana y por lo mismo inhabilitado constitucionalmente para ser Presidente de la República, poseía innegablemente habilidades de hombre público”.

Por su parte, Almazán recibiría el apoyo de distintas organizaciones, como el Frente Nacional de Profesio-nistas, en el cual más de 5 mil mé-dicos, abogados, ingenieros, entre otras profesiones, le manifestaban su apoyo, entre los cuales figuraba quien años más tarde llegaría a convertirse en Presidente: Adolfo López Mateos.

El mecanismo sucesorioEn los años de hegemonía del Partido de Estado —con sus diferentes deno-minaciones—, se construyó todo un ritual para definir al sucesor del man-datario en turno. Los años finales de la década de los 30 y los años 40, serían testigos de la forma en que se impuso un sistema para impulsar al candidato que el Presidente de la República, en ese entonces jefe del Partido, elegía.

Escenario para el tapadoAlgunos de los rasgos que se fueron conformando de este sistema que per-mitía la sucesión presidencial —en el sentido de herencia más que de elec-ción—, se fueron definiendo a lo largo del tiempo que el Partido de la Revo-lución Mexicana se afianzó en el Poder.

Con Calles, el sistema dejó de lado las luchas armadas para apoderarse de la Presidencia; con Cárdenas, el Par-tido se convirtió en el instrumento que permitía formalizar la candidatu-ra de quien era designado por el jefe del mismo, el propio Presidente de la República, a través de un ajedrez po-lítico que ofrecía el espectáculo de una competencia interna en la cual el gran elector sabía el resultado de antemano.

El montaje para oficializar una can-didatura, incluía los siguientes elemen-

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tos: se afirmaba que el Presidente no de-signaba a su sucesor, sino que lo elegía el Partido. En paralelo, se retiraba a poten-ciales competidores para que no hubie-ra obstáculos en el camino del elegido. Se recurrió a recursos propagandistas como los retratos hablados de quien debía ser el candidato, que en mucho se parecían al elegido, entre otros meca-nismos que se comenzaron a practicar a partir del proceso electoral de 1940.

Asimismo, se comenzó a observar como los equipos que acompañaban al candidato ganador se convertían al semillero de los aspirantes, con lo que presidente en turno podía jugar con varios de ellos a fin de no tener desde el inicio un solo prospecto que resul-tara fácilmente atacable.

De igual manera, los mandatarios en turno condenaron más de una vez el “futurismo”, como una manera de evitar enfrentamientos al interior del Partido. La disciplina de los militan-tes, quienes se plegaban a los linea-mientos del jefe del instituto político, se fue volviendo cada más férrea, ca-racterística que perdura hasta nuestros días, pero que no impide que cada cierto tiempo hayan deserciones que son capitalizadas por la oposición.

Cabe mencionar, siguiendo la línea histórica que han venido presentando es-tas colaboraciones, que en 1946 el PRM cambia de nombre a Partido Revolucio-nario Institucional (PRI), nombre con el que se conoce hasta nuestros días.

Los sectores y organizaciones ad-herentes al PRI funcionan como cen-tros de arranque de las candidaturas que el Presidente de la República en turno buscaba impulsar, ayudando con esto a que el mandatario no fuera señalado de ejercer esa facultad no es-crita pero que era evidente que ejercía.

Asimismo, la convención del Par-tido en la que se elegía al candidato a la Presidencia, era un evento al que llegaba un solo aspirante, evitando que se diera alguna votación que pu-diera romper con la línea que estable-cía el jefe del tricolor.

También a mediados de la década de los 40, se afianzó otro proceso que carac-teriza a la forma en que define la suce-

sión presidencial en la hegemonía priís-ta, romper con el anterior mandatario.

Si Cárdenas exilió a Calles, Ávila Camacho y Alemán —quien además de ser sucesor del primero, era su ami-go y el más afín a su forma de pensar— liquidaron el ideario cardenista al cam-biar el nombre del Partido y modificar sus documentos básicos, dejando fuera temas como el apoyo a los asalariados en la lucha de clases, la educación so-cialista, la colectivización del ejido, además de ampliar el acceso al tricolor a las clases medias populares.

Otra característica de este proceso, tiene que ver con la forma en que se toma la decisión. Sólo el Presidente de la República sabe quién será elegido, pero alienta a un grupo de sus cerca-nos para que compitan, sabiendo que con eso evita que un solo aspirante reciba todas las críticas o sea, incluso, eliminado de la carrera por los que se quedaron marginados.

De igual manera, el manejo de la opinión pública era parte importante del proceso. Como ejemplo, tenemos la encuesta que el diario Excélsior llevo a cabo a finales de 1950 entre directo-res de periódicos de los estados del país. El responsable de un diario en Baja Ca-lifornia, respondió que prefería a “un hombre como (Adolfo) Ruiz Corti-nes”. Sus palabras resultaron proféticas y Ruiz Cortines fue el señalado para competir en las siguientes elecciones.

Dos caminosOtro de los rituales de los candidatos priístas, tiene que ver con la solicitud de apoyo de anteriores mandatarios. En ocasiones, eso ha logrado convertir-se en un elemento más de legitimación de la candidatura, aunque en otras no se ha conseguido por la forma en que el Presidente saliente fue canibalizado por su sucesor. En otras, se han dado algunas lecciones políticas que revelan los detalles del proceso sucesorio.

De visitaEn la década de los años 20, los aspi-rantes a una candidatura presidencial, visitaban el rancho o la hacienda que Plutarco Elías Calles tenía en Baja

California y en Sinaloa, a fin de entre-vistarse con el jefe máximo y conocer su opinión acerca de sus intenciones.

Más tarde, luego de que Cárdenas se convirtió en el jefe del Partido, los en-cuentros con el michoacano se sucedie-ron en varios procesos, principalmente por la autoridad de quien logró que el Partido se convirtiera en el centro del proceso de sucesión presidencial.

Aunque en menor medida, tam-bién se dieron encuentros entre aspi-rantes y exmandatarios como Emilio Portes Gil o Manuel Ávila Camacho.

Con motivo de la campaña presi-dencial de 1952, Adolfo Ruiz Corti-nes buscó un encuentro con Lázaro Cárdenas, incluso ya como candidato del PRI. La necesidad de tener una entrevista con el expresidente, era porque desde la pelea por la candi-datura Miguel Henríquez Guzmán, general y candidato opositor en esa contienda, jugó con la posibilidad de contar con el apoyo cardenista.

Dicha percepción se reforzó cuan-do Ruiz Cortines buscó a Cárdenas en Jiquilpan, Michoacán —que era en donde vivía el expresidente—, como parte de sus actividades prose-litistas ya como abanderado tricolor. Cárdenas evitó el encuentro y su her-mano Dámaso, gobernador de la en-tidad, declaró que el exmandatario no había autorizado a ninguna persona o grupo a usar su nombre con fines electorales, razón por cual no se había reunido con Ruiz Cortines.

Lázaro Cárdenas se había reunido con Henríquez en varias ocasiones, como lo había hecho con otros aspi-rantes que recurrían a él para “orien-tarse”. El mismo Ruiz Cortines pudo platicar con él a principios de 1952, para ofrecer pruebas de que no sirvió

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al “invasor norteamericano”, un ru-mor que había surgido y afectaba las aspiraciones de quien luego consegui-ría la candidatura tricolor.

En esa platica, que luego fue he-cha pública, Cárdenas le expresaría su preocupación por la falta de garantía para que el pueblo pudiera ejercer li-bremente sus derechos ciudadanos.

Pero lo que más llamaría la aten-ción, fue una frase que revelaba parte del mecanismo interno que apoyaba la forma en que se realizaba el proceso de sucesión presidencial: “A la representa-ción nacional sólo se llega por uno de dos caminos, por voluntad unánime del pueblo, a tal grado que el gobierno se vea obligado a reconocer el triunfo, o cuando el gobierno simpatiza con la candidatura en juego, y siempre que no haya oposición mayoritaria”.

La voluntad unánime del pueblo es algo que no se ha alcanzado en toda la vida de México como nación. En cuanto al otro camino, era la defini-ción más clara dada hasta ese momen-to de la forma en que diseñaba el ca-mino para que el abanderado tricolor llegará a buen puerto.

Y en cuanto a la oposición, pues gracias a la dispersión de voto contra-rio al priísmo y a la existencia de va-rios partidos que compitieran a la vez, se tenía garantizado para al sistema un triunfo claro, a pesar de las múltiples protestas por el fraude cometido o la represión en contra de los simpatizan-tes de los candidatos contrarios.

A este respecto, conviene señalar que las acusaciones de fraude se con-virtieron en un elemento más de los procesos electorales que tuvieron lu-gar en el México posrevolucionario. En los comicios de 1952, tanto Efraín González Luna como Vicente Lom-

bardo Toledano, candidatos a la presi-dencia de la oposición, se quejaron de múltiples fraudes llevados a cabo por el partido oficial y el gobierno.

El sistema fue puliendo los meca-nismos para eliminar a la competen-cia, aún y cuando esta estuviera en su propio seno. Henríquez Guzmán era parte de la familia revolucionaria y contaba con prestigio y simpatía en amplios sectores sociales, todo lo cual no le ayudó a ser candidato de su par-tido o para triunfar en las elecciones.

El gobierno quitó los obstáculos que se interponían en el camino del candidato oficial, como en el caso del general Antonio Ríos Zertuche, quien en 1952 pronunció un discurso en defensa de Henríquez, para encon-trarse con la sorpresa, al día siguiente, de una licencia indefinida para sepa-rarse del Ejército, misma que, por su-puesto, él no había solicitado.

El quinto añoContar con una baraja sucesoria, así como con el control del Partido, impo-ner la disciplina entre los militantes y sectores, son algunas de las condiciones que debía garantizar el Presidente de la República en la época del PRI hegemó-nico para tener un proceso sucesorio tranquilo. Otro de los elementos fue el no revelar desde el inicio, el nombre de quien sería el sucesor, por lo que el quinto año de su mandato se convertía en el indicado para comenzar a dar las señales que apuntaban al elegido.

Las señalesUno de los ejemplos más claros en este sentido, se tuvo en el quinto año de gobierno de Adolfo Ruiz Cortines. Al llegar a su quinto año de funcio-nes, contaba con una baraja de aspi-rantes compuesta por Gilberto Flores Muñoz, Ángel Carbajal, Ignacio Mo-rones Prieto y Adolfo López Mateos.

El control del PRI estaba más que garantizado, por lo que el Presidente era visto como el jefe del Partido, a la vez que se había dado una depuración de simpatizantes de quienes buscaron por otras vías competir contra el can-didato oficial.

La oposición se encontraba disper-sa y sin la fuerza suficiente para com-petir eficazmente.

Así, Ruiz Cortines jugó en su quinto año con los aspirantes para ha-cerles creer que cada uno de ellos era el “bueno”. Por ejemplo, cuando Flores Muñoz tuvo un accidente, Ruiz Corti-nes le advirtió: “no tome tan aprisa las curvas, porque la Patria va a necesitar-lo en el futuro”.

A Morones Prieto, le hizo una insi-nuación cargada de futurismo que ani-maba las esperanzas de dicho político: “no importa que usted no sepa cami-nar en las comitivas, porque pronto irá por delante y todos le seguirán”.

Pocos meses más tarde, al inicio del quinto año, en el camino a un acto público, el propio Flores Sánchez escu-chó de boca del Presidente lo siguiente: “quien me ha sorprendido gratamente es el joven secretario del trabajo, porque me trae soluciones y no problemas”.

En el libro La Sucesión Presiden-cial, se relata otro episodio que refleja este juego con los aspirantes: “entre los muchos recursos y mañas que don Adolfo utilizó en su juego, uno fue el de ‘amontonarle la gente’ a quien no sería el Presidente. Así, hizo creer a su propia esposa que el ‘bueno’ sería Flo-res Muñoz, a fin de distraer a la car-gada del verdadero objetivo. Después hizo movimientos que insinuaban posibilidades para Morones Prieto y Ángel Carbajal, sistematizando lo que más tarde se llamaría ‘el juego presi-dencial’, o sea las oportunidades de lucimiento personal, que el presiden-te concede a los aspirantes”.

Este tipo de acciones, reforzaron la disciplina partidista, en particular entre los propios aspirantes que tenían que jugar con las señales que el jefe mandaba, muchas de las cuales eran tan crípticas, que no pocos cometie-ron errores. En la obra que citamos, se cuenta que —a propósito de Ruiz Cortines—, “sus crípticas palabras unas veces sembraban esperanzas en los aspirantes a la Presidencia y otras ocasiones ponían ásperas dudas en sus conciencias. Don Adolfo exaltó la ma-nera de prevalecer de un Presidente,

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21Cuadernos de Indicador Político Mayo 2016

cuando llega a su quinto año de go-bierno, mediante el virtuoso manejo del lenguaje sibilino que hace necesaria la ‘interpretación’. En esa sucesión su habilidad brilló para confundir a los futuristas, mediante el uso del lenguaje ritual, misterioso y profético. Frenó las ambiciones con las herramientas del despiste, y lo usó con derroche para equivocar a los políticos profesionales, dividir a las insaciables ‘mafias’ y casti-gar severamente a los ansiosos”.

Otro elemento para completar el cuadro de la forma en que dicho man-datario manejó su propia sucesión, lo dio a conocer Jorge Hernández Cam-pos en Excélsior, en julio de 1974, al dar a conocer el relato de alguien que había estado cerca del destape de López Mateos: Después del quinto informe de gobierno, Ruiz Cortines se reunió con el presidente del PRI, Agustín Olachea, para hablar de los aspirantes. Ruiz Cortines no se mos-tró partidario de alguno de ellos, pero pidió a Olachea investigar si López Mateos era protestante. Al poco tiem-po, el Presidente llamó al dirigente del PRI para preguntarle ¿dónde nos quedamos?, a lo que el interlocutor respondió: “señor, quiero informarle sobre lo de López Mateos”, ¡ah!, le in-terrumpió el mandatario, “ya no siga, ¡ese es!”, lo cual significaba que la de-cisión se había tomado tiempo atrás.

Pero no fueron los únicos recursos que utilizó este mandatario para su particular forma de conducir el proce-so de su propia sucesión. Flores Muñoz revelaría años más tarde, en una entre-vista concedida a Julio Scherer, que uno de sus últimos recuerdos como se-cretario de agricultura fue una plática con Ruiz Cortines en la que le ofreció calmar a sus partidarios, pues “sabía perfectamente que el licenciado López Mateos sería el candidato del PRI a la Presidencia”; el presidente le respondió con una mal disimulada sonrisa para decirle “eso dicen, pollo, eso dicen”.

Razones políticasUna de las características del proceso de sucesión priísta, es el uso del lenguaje para esconder las verdaderas intenciones

del elector. Desde el juego de palabras de Ruiz Cortines, pasando por frases que distintos mandatarios han usado, hasta conceptos que utilizan expresi-dentes para explicar hechos recientes, la forma en que se expresan este tipo de ideas da cuenta de un proceso dinámico que tiene como principal función ocul-tar los verdaderos deseos de quien busca dejar sucesor.

Lenguaje priístaUna de las expresiones que más caracte-riza el proceso de sucesión presidencial, es precisamente lo que tiene que ver con las palabras. El discurso, las frases, el len-guaje que se utiliza para explicar lo que a ojo de todo mundo es una designación como potestad del mandatario en tur-no, es disfrazada con las palabras para convertirla en un acto republicano que sintetiza el sentir del pueblo.

En 1974, Miguel Alemán, en su calidad de expresidente, concede una entrevista a El Universal, en la que re-vela más pistas del funcionamiento del sistema político que tenía en primer mandatario como eje articulador. En la conversación con el diario, Alemán señaló que el Presidente de la Repúbli-ca “como jefe de la política nacional es el que puede proyectar y recibir las co-rrientes de opinión de los diversos sec-tores del país”, para agregar, “siempre por razones políticas, el candidato ha surgido del gabinete. La razón de ello es que son quienes están en contacto directo, por sus actividades, con la di-versidad de la opinión pública”.

Cuestionado acerca de que dicho proceso era un secreto, Alemán aña-dió que “no es ningún secreto, sólo que tiene que tomarse en cuenta di-versas corrientes de opinión y eso cambia constantemente”.

Rubén Narvaez, en su obra La Su-cesión Presidencial, apunta al respec-to: “Según Miguel Alemán, es el país quien decide la sucesión sexenal, nada más que de un modo muy original: a través del Presidente de la República en turno, quien siempre sabe inter-pretar a su pueblo”.

Meses más tarde, el Presidente de la República en turno, Luis Echeve-

rría, manifestó que el “próximo pre-sidente de México deberá ser muy madrugador y muy desvelado, esto es, una persona muy trabajadora y con gran capacidad de trabajo, que vea el cargo no como un privilegio, sino como un alto sentido de servicio”.

Y Jesús Reyes Heroles, presidente del PRI, ayudó a completar el cuadro sucesorio al decir, “nuestro partido sabe que en política, como en todo, todo a su tiempo, ni antes, ni después, sino en su momento; ni nos precipitarán los im-pacientes ni nos retrasarán aquellos para quienes el tiempo no cuenta. Los que se precipitan se enfrentarán a una lucha solitaria; los que se retrasen estarán fuera de la contienda. La selección de los can-didatos es un acto interno del partido, y sólo las corrientes internas tienen voz y voto en estas decisiones”.

Meses más tarde, el propio Echeve-rría volvería a abordar el tema al men-cionar la forma en que se decidiría la sucesión, “se requiere que la conciencia de todo el pueblo llegue a la concien-cia de un grupo político director, y que esto se refleje de acuerdo con nuestro sistema constitucional, en quien asu-ma la máxima responsabilidad de ge-nerar caminos que sólo desinteresada-mente pueden ser útiles para todos y para las grandes mayorías”.

No obstante las palabras presiden-ciales, cuando le tocó tomar la decisión lo hizo con base en lo que sólo él sabía y de la forma que sólo él determinó. Para operar el destape de José López Portillo, Echeverría mando llamar a Los Pinos a Fidel Velázquez, Enrique Olivares

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Santana, Carlos Sansores Pérez y David Gustavo Gutiérrez, para decirles: “seño-res, deseo manifestarles que he recibido información de que las mayorías de nuestro partido han comenzado a pro-nunciarse por el licenciado José López Portillo, para que sea el candidato del PRI a la Presidencia de la República.

“En consecuencia les encarezco se-cunden esta decisión, y organicen de inmediato los actos de apoyo al licen-ciado José López Portillo, quien será un digno candidato de la Revolución”.

Es claro que Echeverría ya había tomado la decisión tiempo atrás y que la había comunicado al designado. Esto no importó para el momento en que la comitiva tricolor fue a casa del designado, éste mostrara sorpresa por la decisión de los sectores de su parti-do. Después del destape, el Presidente declararía a la prensa que “si el partido se había pronunciado por López Por-tillo, seguramente era porque él no había hecho política barata, ni había incurrido en bajas intrigas”.

El lenguaje había ayudado a dis-frazar la obra sucesoria.

La amistad, a veces cuentaLa historia de la sucesión presiden-cial, ha estado marcada por los lazos de amistad del presidente en turno y su sucesor, aunque en algunas ocasio-nes eso no ha definido la inclinación del mandatario en turno para elegir a quien dejará en su posición. En oca-siones, la amistad es el menor de los lazos, en tanto que en otras oportu-nidades ayuda a entender la decisión.

De amistades y másEn la historia de la sucesión presiden-cial, los lazos de amistad ayudan a en-tender la forma en que se definió a favor de los elegidos la decisión del Presidente en turno. Como una facultad exclusiva del mandatario y jefe del partido, la de-signación del sucesor seguía un proceso que tenía su punto culminante en el “destape”, acto que ungía al nuevo de-positario del Poder presidencial.

Las razones que llevaban al Presi-dente de la República —hasta 1994, conviene recordarlo— a inclinar la ba-

lanza a favor de uno de los miembros de su gabinete, eran variadas, entre las que se encontraba el factor de la amistad.

Calles y Obregón eran amigos y so-cios en el proyecto de institucionalizar la Revolución Mexicana. El asesinato de Obregón evitó que Calles pudiera nom-brar a otro de sus amigos, pues estos escasean en el medio político. Pero no ocurrió lo mismo con Ávila Camacho y Miguel Alemán, quienes eran amigos, a grado tal que el segundo acompañó al primero desde la campaña electoral.

Díaz Ordaz y Echeverría no eran propiamente amigos, pero lo aparen-taban. De hecho Díaz Ordaz recono-ció que su error más grande fue desig-nar a Echeverría candidato. Echeverría y López Portillo se hicieron amigos en el sexenio 70-76, y eso ayudó a definir al elegido. Salinas de Gortari trató de llevar a su amigo Colosio Murrieta a la silla presidencial, pero el atentado en Lomas Taurinas frustró la inten-ción. Por supuesto que en el caso de los 12 años de presidencia panista, no se puede hablar de amistad entre el presidente en funciones y el candida-to presidencial blanquiazul.

Lázaro Cárdenas era amigo de Francisco J. Múgica pero no puedo hacerlo candidato. Miguel Alemán cultivó muchas amistades que lo si-guieron hasta el gabinete presidencial, en especial Fernando Casas Alemán, pero la candidatura recayó en Adolfo Ruiz Cortines quien no era del cír-culo cercano. Ruiz Cortines no era amigo de López Mateos, su sucesor, pero lo consideró llegado el momento por encima de otros personajes de su gabinete que elogiaba con frecuencia.

Así, la amistad es un factor más que el Presidente de la República en la época hegemónica del PRI, tomaba en cuenta para determinar a quién convertiría en candidato del Partido con todo lo que eso implicaba, incluyendo el triunfo en las urnas a pesar de la voluntad popular.

El papel del Dirigente tricolorDe mediados del siglo pasado, surge la consigna que el dirigente tricolor debe ser parte del proceso, pero sólo para instrumentar la decisión del verdadero

jefe del Partido. De acuerdo a Nefta-lí Celis y Javier Lozada, en su libro El País de la Magia, entretelones de la su-cesión, “sabido es que quien ocupa ese cargo no debe nunca demostrar sim-patías manifiestas por ningún precan-didato. No es su papel. Deben ser los jerarcas del PRI, como depositarios de la confianza política del Presidente de la República, los que mantengan una actitud de neutralidad para que no se piense que si se inclinan en favor de cualquiera es porque tienen ya una orientación del Presidente”.

Habrá que esperar a ver si Manlio Fabio Beltrones se conduce de acuer-do a las palabras anteriores.

El Presidente formal del Partido —ya sabemos quién es el real—, ayuda a la comunicación del destapado can-didato de los sectores priístas, incluso contribuyendo a dejar en la secrecía la forma y las razones en que la decisión fue tomada por el líder del PRI.

Así, la forma en que se elige al su-cesor puede recurrir a las más variadas formas para ocultar que se trata de la decisión de un solo hombre. Como muestra tenemos el episodio en el cual se da a conocer a la prensa la nomina-ción de Adolfo López Mateos, como candidato del PRI a la Presidencia.

Ruiz Cortines invitó a hablar del tema al Presidente del Partido, Agustín Olachea Avilés. En la plática le pide que mencione a los aspirantes que “suenan” en la opinión pública. Olachea comien-za citando los telegramas que ha recibido como muestras de apoyo en favor del se-cretario de gobernación, Ángel Carvajal. El desfile de aspirantes prosigue, con los elogios del Presidente por cada uno de los mencionados. Al final, Ruiz Cortines pregunta por López Mateos, a quien Ola-chea atribuye que “está todavía verde”.

Cuando Ruiz Cortines instruye, días más tarde, a Olachea para organi-ce el apoyo al nuevo candidato priísta, este último cita a representantes de los medios de comunicación para comuni-car la nominación. Rogelio Cárdenas, en ese momento reportero de Excélsior, pregunta mediante qué sistema se llegó a tal determinación, a lo que el dirigen-te tricolor se apresura a abrir un cajón

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de su escritorio para mostrarlo lleno de telegramas, a la par que declaró: “este es el resultado de la auscultación”.

Los reporteros salieron a informar de la candidatura, sin percatarse de que los telegramas en verdad eran a favor de Carvajal.

El fenómeno del tapadoCon el paso del tiempo, y el regreso del PRI a la Presidencia de la República, la figura del Tapado ha adquirido dimen-siones casi míticas. Revalorado por analistas políticos, el ritual de buscar en las palabras, gestos o ademanes del Presidente alguna pista sobre su posi-ble sucesor, se ha vuelto nuevamente parte de los análisis políticos y comen-tarios de los analistas ocasionales.

Las clavesUna de las actividades favoritas de muchos ciudadanos es jugar al futu-rismo —casi tanto como tratar de co-rregir al entrenador de un equipo de fútbol—. En cafés, pláticas con ami-gos, vecinos o familiares, las especula-ciones acerca de quién será el “bueno” para alguna candidatura no faltan.

Décadas de hegemonía priísta han educado políticamente a muchos mexicanos en el arte de buscar claves en cualquier evento público o discur-so para tratar de dar con el que será señalado por el dedo del gran elector.

En el libro El País de la Magia, en-tretelones de la sucesión, Javier Lozada y Neftalí Celis abordan el tema de la sucesión en el periodo tricolor, para compartir con los lectores algunas de las partes del ritual que la clase política dominante antes de 1994, seguían para en ungimiento del candidato priísta.

Así, los autores comentan que se trata de un proceso en el que cada pre-sidente saliente le imprime su propio sello: “Lo que no enseña y demuestra todo este bosquejo de sucesiones pre-sidenciales, es que cada una de ellas ha sido distinta. Cada presidente ha impuesto su propio estilo en la forma de manejar la sucesión”.

La descripción que hacen de todo lo que implica este proceso, poco re-conocido por sus propios protagonis-

tas, implica un conjunto de actores que, conscientes o no, toman parte en una obra que tiene como fin revelar un solo nombre y transferirle el Poder.

“El secreto político sobre los hom-bres del poder y su pensamiento se re-godea en las ilusiones prácticas de los que están en el juego. El tiempo del tapado actúa como termómetro social; comienza la especulación alrededor de los ‘posibles’; se abre una especia de li-bre juego entre los que se sienten más próximos a la cumbre del poder, y se constata prácticamente la relación entre los finalistas y el pueblo que, organiza-do o no, forma también parte del juego.

“La prensa y en general los medios masivos de comunicación adquieren una significación especial. Se reseñan actos políticos, discursos, declaracio-nes, preguntas y respuestas, se ilustran los textos con fotografías, con caricatu-ras, con tomas especiales y todo lo que la opinión pública recibe son una serie de claves con la que cada quien y como puede armar su propio rompecabezas.

“De entre los ‘elegidos’ unos avan-zan, otros retroceden, algunos se ex-cluyen, otros se destapan y todos se cuidan hasta que llega el momento de la decisión final que unifique volun-tades alrededor del hombre, de aquél que por sus cualidades, conocidas o no, asegure la continuidad”.

tradición contra actualidadEn nuestros días, hablar del tapado se hace necesario ante las evidencias de que el mandatario en turno jugará con las reglas que su partido impuso a lo largo de los 70 años que estuvo en el Poder. La reedición de este fenómeno es posible,

en tanto se sigue el libreto que ha sido utilizado en ocasiones anteriores.

Así, se cuenta con una baraja de pre-sidenciables para que todo el peso de la crítica no liquide a uno o al favorito. Los involucrados niegan dicha condición y alegan trabajar por el país. Los medios siguen sus pasos y los analistas tratan de encontrar pistas que indiquen quien está más cerca del ánimo presidencial.

Los partidarios o detractores entran en acción, difundiendo sus cualidades o su oscuro pasado, según sea el caso, en tanto que el ciudadano mira entre indiferente e interesado el circo que se monta con relación a los movimientos que se dan en el carrusel político.

Incluso los partidos de oposición entran al juego, imitando en ocasio-nes los procedimientos tricolores, ju-gando con las formas o hablando de lo que hace el PRI y sus destacados militantes, por lo que ayuda a que és-tos reciban atención del ciudadano.

La moda impuesta por Vicente Fox, de adelantarse a los tiempos y pre-sentarse como abanderado con años de anticipación, si bien ha sido seguida incluso por priístas, no ha jubilado el procedimiento para que desde la silla presidencial se determine quién será el sucesor. Sólo ha incorporado otra for-ma de conseguir candidatos.

Parecería que hablar del tapado es algo anticuado, pero por la forma en que se conducen políticos, militantes y analistas, hablar de este tema es ha-cerlo de una parte de nuestro sistema político que sigue vigente a pesar de los cambios que se han dado en nuestro país. Pareciera que la tradición institui-da por el PRI se niega a morir.

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