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EA C A m E M DE INDIAS EN EA B W m E m A C I O N 'TESTAMENTARIA

H m L V A Y AMERICA EN LOS SIGLOS XVII Y XV861

David Gonzdlez Cruz Manuel José de Lora Ródenas

Uiiivepsidad rlc Sevilla

Plantearnienlos y fuentes. Una r$exiÓ?z necesnrin

Entrar en el panorama liistoriogrifico de la emigración española a Indias supone, aún hoy, penetrar en un mundo impreciso, compuesto de imágenes que distan de ser definitivas. Falta, a la altura en que esto se escribe, la gran labor consolidadora que confirme tendencias, evalúe lo que hasta ahora sólo se ha descrito y aporte los resultados finales de una investigación todavía relegada a esfuerzos dispersos. Quizás nos encontremos ya ante la bandera de salida.

Procediendo, como procedemos, de los conceptos recientes de la Historia de las Mentalidades, no parece dificil que aceptemos que buena parte del retraso investigador sobre los aspectos relacionados con la emigración a América viene de la mano de ese otro descuido, esta vez general, con el que hasta hace muy poco se contemplaba la vertiente cotidiana, repetitiva, de la Historia. 14 menudo, "ha pesado r i~ i s la gran Historia, la Historia con mayúsculas, que los pequeños y diarios problemas de hombres y mujeres que viven más de trescientos años con la esperanza puesta en América"'. En el caco onubeiise, por motivos obvios, el peso de esa gran Historia ha aceniuado más, si cabe, el oscrirecirniento que ha dejado en penumbra la duradera y constante relación de Huelva y las Indias durante los siglos de la Edad Moderna.

La otra responsabilidad en el relativo olvido, por parte de los historiadores, del estudio de una realidad en principio tan contundente como la emigación española a Indias es la pereza y la incomodidad de entrar, en último témino, en unas fuentes locales a menudo ásperas y de poca "rentabilidad". Por fortuna, cambian los tiempos, y la documentación de los archivos municipales y de protocolos, abandonados tradicio- nalmente a convertirse en feudos de la erudición, va cñlieiido a la luz como soporte de unos eshidios exliaus- tivos cobre series locales. En el caso de la emigacióii a indias, ya no es posible dudar de que una buena parte de las claves de su investigación yace alín escondida en ese tipo de fuentes.

Tal documentación esta que sustenta este trabajo. Su núcleo fundamental no es otro que el material informativo extraído de la masa testmentalia onubense de los siglos >(VI1 y XVIII, alojada en los tomos del fondo de protocolos notariales del Archivo Histórico Provincial de Huelva. Enteiidárnonos: se trata de dos tipos de aportes. En primer lugar, el de los testamentos otorgados por aquellos onubenses que

- ' GOZALVEZ ESCOBAR, J. L. (1981): "I-Iuelva y América. La emigración onubense en las fuentes locales. Siglos XVI-WTIT". Ilonindas de Andnlucín y América. I-Iuelva, pág. 279.

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quisieron dejar ordenados sus asuntos antes de emprender viaje a América; en segundo término, el de las referencias a onubenses "ausentes en Indias" contenidas en aquellos otros testamentos de quienes quedaron en la Península. Este origen de la informacióii es el que nos condiciona en un claro sentido: naturalmente, dispondremos de una visión "peninsular" de la emigración, no "americana". Queremos decir que, siendo últiinas voluntades redactadas en la villa de Huelva, nuestro panorama de las relaciones cotidianas entre la metrópoli y las Indias estará basado, en la mayor parte de los casos, cobre un conjunto de situaciones y problemas que se plantearon y vivieron cn el lugar de origen de la emigración, no eii el de destino. Deter- minismo documental que, al conducimos a una visión a menudo descuidada por la investigación america- nista, nos apresuramos a aceptar gozosamente. Cierto aporte refercncial, obtenido en los fondos del Archivo Municipal de Huclva (Actas Capitulares) y del Diocesano de Huelva, completa la materia informativa.

Un último comentario haremos: el origen disperso de los datos y su imposibilidad de reducción a series homogéneas nos desaconsejan su tratamiento cuantitativo. Desistiremos por tanto, pese a nuestro "instinto natural" procedente de la Historia de las Mentalidades, de reducir a expresiones numéricas las afirmaciones que aquí se contienen. Del mismo modo, obviaremos una reconstrucción cuantitativa del fenómeno emigratorio y de su articulacióii en fases temporales2, en la que ya se lia trabajado en ~ u e l v a ~ y se continúa haciendo4. Pero esto dista de ser una renuncia. Esta comunicación, por la referencia a dos siglos de documentación Lestamentaria -siglos XVIi y XVIII, precisamente los menos estudiados en emigración indiana- y por el tratamiento de ciertos aspectos domésticos -de prácticas sociales- a menudo olvidados por la investigación, bien puede arrojar algo de luz cobre unas relaciones ultramarinas que, en el orden de la Historia cotidiana, afectaron "con mayor frecuencia que la co~pechada"~.

El emigrante indiano y la transmisión de herencias: la prdctica testamentaria

No es necesario decir que, durante toda la Edad Modema, el testamento ha sido el instrumento legal compe- - tente para transmitir y repartir los bienes del difunto entre sus herederos. Por esta razón, nada más oportuno que analizar la práctica testamentaria para observar, por un lado, los aspectos jurídicos que son precisos cumplir en las transmisiones de herencias y, por otro, los hábitos sociales que, a veces, se imponen en la práctica testamentaria con tanta fuerza como las mismas leyes del Reino. Es evidente que la transmisión de herencias, tanto en Indias como en la Península, descansa en un mismo marco legal, por lo que, jurídi- camente, encontraremos similitudes en cuanto al hecho de testar, aunque Iiallaremos también ciertas dife- rencias, determinadas no tanto por el derecho como por los hábitos sociales. Lógicamente, la distancia física entre América y el lugar de origen del emigrante trae consigo cambios en la disposición del acta testa- mentaria, relacioiiados con la administración de los bienes del difunto, el nombramiento de herederos y, entre muchos otros aspectos, la elección de tutores de menores y el disfrute de los bienes gananciales.

Ejemplo de ello es el estudio sobre emigración a través de los protocolos notariales de Madrid. BKAVO LOZANO, Jesús (1981): "Emigración y protocolos notariales. Madrid a finales del siglo XVII", en Actas del II Coloquio deMetodología Jiisfórica Aplicadn. Santiago.

GOZALVEZ ESCOBAR, J.L.: Op. cit.

GOZALVEZ ESCOBAR, José Luis: "La emigracián onobense a América, siglos XVI-XVW. (Inédito).

pág. 43.

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LA CARRERA DE INDIAS EN LA DOCUMENTACIÓN TESTAMENTARIA 229

Con todo, el tesiamento no sólo tenía la función de dishibuir las herencias y los asuntos temporales. Al reconocimiento de deudas, adjudicación de legados, etc., hay que unir un elevado número de cláusulas piadosas -sin duda, superior a las propiamente económicas- que tenían como misión ~ r i ~ r i t a n ~ la salvación del alma del testador. Misas "pro remedio anímae", fórmulas de fe, mandas pías, fundaciones de memorias, precisiones sobre la disposición del propio entierro, conformaban el conjunto de peticiones ineludibles que el testador realizaba con el fin de purificar su alma e irse preparando para una muerte que, normalmente al redactar su última voluntad, veía ya muy próxima. Por todo eiio, el testamento realizado por el emigante antes de partir hacia Indias, además de intentar evitar pleitos y litigios enhe los herederos, estaba motivado e impulsado por la necesidad de reconciliarse con Dios antes de emprender un viaje espe- cialmente difícil y en el que no pocas veces se hallaba la muerte. Así, Francisco Ontiveros Quintero, en su testamento de 1732, justifica su deseo de dejar constancia por escrito de su última voluntad por encon- trarse "para hazer viaje a el reino de la Indias, temiéndome de lamuerte, que es cosa nattural a toda criatura, maiomente con el riesgo de pasar la mar a tan lejos distancia'". La presión que la Iglesia y la sociedad ejercían sobre el emigrante inducía a éste a redactar su testamento antes de cruzar el Atlántico. Los sermo- narios, manuales de confesores y artes de bien morir se hacían eco con profusa insistencia de la necesidad de testar, mientras se estuviera en salud, para evitar que los accidentes de la vida pudiesen traer consigo una muerte rápida e inesperada, que no diera tiempo a disponer el bien del alma7.

Influido, ciertamente, por este clima religioso, no exento de presión psicológica, Don José Melchor de Ugalde, Contador de Su Magestad de las Reales Aduanas del Almojarifazgo de la villa de Huelva y su partido, antes de embarcarse hacia el "reino de Mégico" en 1750 para ocupar un cargo de alcalde mayor, dice que, "hallándome como estoy sano y en todo mi hacuerdo, juizio, ... y deseando poner mi ánima en carrera de salvación, temiéndome de la muerte, que es cosa nahiral a todo viviente, y a las contingencias del mar para hazer dicho viaje, tengo que testar para no estar sin la devida prevenci~n"~.

De todos modos, como ya dijimos en alguna otra ocasión, "en plena modernidad -como se había configurado a lo largo de los siglos del medievo-, el miedo esencial del hombre en su final no era el miedo a la muerte. Era el miedo a morir sin sepult~ra"~. Es por ello por lo que el emigrante, a la hora de partir, quiere dejar bien atada, sobre la documentación testamentaria, la seguridad de contar con un lugar preciso donde su cuerpo espere la genera¡ resurrección. El temor al mar, al viaje, es eii gran medida producto de esta angustia de no morir en tierra, de no ser sepultado en un emplazamiento conocido sobre el que los sufragios de familiares, amigos y deudos pudieran mitigar sus penas de Furgatorio. El citado Francisco Ontiveros Quintero, soltero y vecino de Huelva, declara al respecto en su testamento cómo "si lo que su divina magesttad no pertnittafallesiere en la mar, donde a mi cuerpo no se le pueda dar sepultura sagrada, fallesiendo devajo de estta wlunttad se haga el dicho mitierro y exseqirias según las llevo expresadas, pagando la limosna corres- pondiente por razón del dicho sufraxio, como asimismo se haia de cumplir con el vien de ánima que asídi~~nsiere"'~.

Testamento de Francisco Ontivems Quintem, otorgado e1 9-7-1732 ante Diego Pérez Basrientos. Archivo Histórico Provincial de Huelva (A.H.P.H.), Pmtocolos Notariales de Huelva (P.N.H.), leg. 30, fol. 60.

ARBIOL Y DIEZ, A,: Visita de enfermos y exercicio snnfo para ayudar n bien morir. Imp. de María Angela Martí. Barcelona, %/f.

Testamento de Don Josb Melchor de Ugalde, otorgado el 14-8-1750 ante Andrés González Valiente. A.H.I1.H., P.N.H.. leg. 86, fol. 146.

LARA RODENAS, M.J. de, y GONZALEZ CRUZ, D. (1988): "Piedad y vanidades en la ciudad de Moguer. Un modelo de mentalidad religiosa y ritual funerario en el Barroco del 1700, en I-Iirelvn en su Historia, 2. Huelva, pág. 517.

' O Testamento de Francisco Ontiveros Quintero. Vid. nota 6.

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La otra posibilidad, sin embargo, era la de morir en Indias. A veces, el testador deja para un segundo testamento o para un codicilo cualquier resolución al respecto si llegara ese caso: Francisco Martín Coto, en su última voluntad de 1723, declara querer enterrarse, "falleciendo en los dichos Reynos de Yndias, en la Yglesia, sitio y paraje que fuere mi voluntad nombrar"". Otras veces, no obstante -sobre todo cuando no se hace el viaje por primera vez-, el otorgante prefiere asegurar cualquier eventualidad. Es lo que hace, entre otros, el contador Don Jo& Melchor de Ugalde en 1750:

"Mi cuerpo sea sepzrltado en la Parrochia en cuia collación falleciere, ya sea en los pueblos de estos reinos o en los de las Indias, y si muriere en dicho lugar de Menagaray es mi voluntad que mi cuerpo sea amorta- jado con el ávito de la orden de nuestro Seráfico Padre Señor Can Francisco y con él sepultado en la Parro- chial del Señor San Pedro de dicho lugar en sepultura propia que tengo en dicha Iglesia y, si sussediere hallarse ocupada, será en la que pareciere a mis albasaas, a cuia voluntad dejo el acompañamiento de mi entierro, misas y detnás sufragios de mi alma, con prebención que en qualquier parte que fallecca haia de amortajarme mi cuerpo con el dicho ábito"12.

Pero si bien el hecho de testar era una práctica~fundamentalmente religiosa, en el caso de los emi- grantes a Indias la precisión de redactar el documento testamentario venía determinada también por la necesidad de fijar, ante posibles eventualidades, la distribución de la herencia y su administración. Sobre todo porque el cumplimiento de las últimas voluntades siempre se hacía más dificultoso al existir entre ellos y sus parientes y amigos un océano de distancia que, junto al ineficaz entramado burocrático que guiaba las relaciones entre las colonias y la metrópoli, propiciaba, a veces, el descuido o la negligencia en la ejecución de estas voluntades. Si era ya laborioso solicitar bienes heredados de un pariente en Indias que hubiese realizado su testamento, más aún lo era, en muchos casos imposible, reclamar la herencia de uno que hubiese muerto "ab intestalo". Pos ello, el emigrante era consciente del deber que tenía consigo mismo, y con los parientes y amigos que dejaba en la Península, de poner por escrito su última voluntad para evitar, así, que se malgastasen eii inútiles papeleos jurídicos los bienes de su hacienda. Respondiendo a esta preocupación de dejar perfectamente aclarada la partición de la herencia, Gonzalo Márquez, viudo de Catalina Medel de %a, redactaba su testamento en 1729, antes de emprender viaje a Indias (ver Apéndice). Ciertamente, el deseo de salvaguardar los derechos a heredar sus bienes por parte de su hija, de su madre e incluso de su hermana, una vez que él muriese, le llevó a otorgar un interesante testamento que se aparta del formulario notarial que habihialmente utilizaban los escribanos onubenses. El escribano público, a instancias muy posiblemente del propio Gonzalo Márquez, soslaya el molde tradicional y elabora una última voluntad que se asemeja más a un inventario de bienes valorados que a un testamento propia- mente dicho, en el ánimo de evitar posibles confusiones sobre cuáles eran los bienes sobre los que tenían derecho sus herederos. Asimismo, justifica todo ello diciendo que lo hace "para obiar desinsiunes y pleytos que pireda haver entre mis erederos de los bienes que tengo en ser y quedan en poder de la dicha mi madre, así los que e adquirido como los que tomé a quenta de mi lexífima paterna, para que siempre con~te" '~ .

" Tesiamcnto de Francisco Martin Coto, otorgado el 266-1723 ante Antonio Bautista Monsalve. A.H.P.N., P.N.H., leg. 307, fol. 109.

' 2 Testamento de Do11 J o d Melchor de Ugalde. Vid. nota 8.

l 3 Testamento de Goiualo Márquez, otorgado el 27-7-1729 ante Pedro Martínez. A.H.P.H., P.N.H., leg. 785, fol. 31.

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LA CARRERA DE INDIAS EN LA WCUIVENTACIÓN TESTA?vEiWARIA 231

Por su parte, el indiano no obtenía generalmente la herencia que le coi~espondía de sus padres o familiares en la Península a no ser que volviese a su población de origen, pues quizás los gastos de envío y la insignificancia que pudiera suponer la herencia con respecto a la posible fortuna que hubiesen podido conseguir, junto a la escasez de noticias cobre si se hallaban muertos o vivos, aconsejaba en la práctica esperar a que el heredero regresase de América. Para el plazo de tiempo existente entre la muerte del testador en la Península y el regreco del heredero ausente en Indias era tradicional elegir un administrador de la herencia, o dejarla en usuhcto a quien detemhase el otorgante. El nombramiento de heredero usukuctuario y de administrador de la herencia recaía nomalmente en familiares, tanto del testador coino del beneficiario. Este es el caso de Doña María Bautista Pereira, viuda de Don Jo& Lazo, quien declara tener por hijos legí- timos a "Juan Lazo y Joseph Lazo, ausentes en el Reyno de las Undias; el Joseph havrá veinte y seis años, fallesido es mi voluntad que, en el ínterin, usufruclúen las referidas cassas, mientras Estos o sus lexítimos lierederos 110 paresen, Nicolasa Pereira y Antonia Fereira, hixas de Joseph Pereira, mi herman~"'~. A la muerte de sus sobrinas, las citadas casas deberán pasar, se@n señala, a poder del Hospital de Nuestra kñora de la Caridad "para el alivio de sus enfermos", si por aquel entonces no hubieran aparecido sus legítimos herederos.

Cuando el testador estimaba oportuno nombrar un administrador de la herencia, en vez de dejarla en usufructo, éste quedaba obligado a responder de su administración al heredero una vez que volviese de Indias, con objeto de evitar que se malgastase o se extinguiese antes de llegar a manos de su beneficiario. Así, Juan de Hemera, carpintero de ribera, al otorgar su testamento en 1728, declara la obligación de rendir cuentas a sus tres hermanos, ausentes en Indias, por parte del administrador de los bienes de la herencia de su padre:

" ...y con el motivo los dichos mis hermanos ausentes en el Reyno de las Indias, donde a que residen mnás tiempo de veinte y ocho anos y haver más de diez que no e tenido razón de si viven o mueren y que en todo el dicho tiempo a corrido a mi cargo la administrazión de dichos vienes, del que no e tenido quenta .

formal, lo que declaro para que conste, y que pareziendo los susodichos o persona en su nombre aya de dar la dicha quenta a un cotem y prudente carculazión Cathalina Díaz, mi mujer, quien expezialmente - . esti enfernda de los frutos que un rendido dichos vienes y de los costos que an ocasionado sus venefizios, y en el ínterin nombro a la susodicha para qire los administre en toda f~rma" '~ .

En ocasiones, el testador manifiesta su voluntad de eliminar la obligación legal que tenía el adminis- trador de responder del gobierno de los bienes efectuado en la ausencia del emigrante; en unos casos, para evitar así la intervención de la justicia y el pago de fianzas, y en otros por la confianza y lealtad que le merece el encargado de la citada adminiskación. Ambas situaciones justifican que Doña Antonia Baeza exima a su hijo, presbítero, de que se le tome cuenta por la administración de la herencia de su hermano difunto:

"Ytem declaro que, en atenzwn ha hallarse ausente en los Reynos de las Indias Don Juan Carrasco, mi hijo y del dicho rni marido, de estado soltero, es mi boluntad que, si yo fallesiere antes de su venida, entre

l 4 Testamento de Doña María Bautista Pereira, otorgado el 24-3-1770 ante José Francisco Camero. A.H.P.H., P.N.H., kg. 97, fol. 25.

'' Testamento de Juan de Herrera, otorgado el 18-9-1728 ante Diego Pérez Barrientos. A.H.P.H., P.N.H., leg. 784, fol. 143.

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todo su a de haver por lexítima paterna, como materna, en poder del sobredicho Don Diego Currusco, Presvítero, su hermano, a quien desde aora para entonzes le nombro por administrador la menor falta, para entregarlo al dicho ausente, o quien en su poder y causa hubiere, y para ello le relebo de fiansa y, en la parte que puedo, suplico a qualquier Señor luez no se le tome quenta al dicho mi hijo administrador por tener muy cierto conozido de su consiensia y caridad que no necesita darla para éste ni otro caso"'6.

Pero, sin duda, a pesar de la buena fe del testador, la práctica de eximir al administiador de rendir cuentas perjudicaría en ocasiones los derechos del beneficiario, pues dejaba a aquél las manos libres para hacer con la herencia lodo aquello que favoreciese sus propios intereses antes que los del ausente en Indias. No nos extraña que así ocurriese, pues si resultaba ya difícil que los albaceas ejecutasen la voluntad del difunto dejada por escrito en la memoria testamentaria y teniendo éstos la obligación de justificar su cumpli- miento ante los jueces tanto seculares como eclesiásticos, cuánto más complicado no era que se cumpliese la voluntad del testador cuando el ejecutor de sus deseos no poseía ninguna atadura legal que le impidiese hacer y deshacer a su capricho. En efecto, Don Juan López, ausente en Indias, ya afirma que, "de quedar en administración en otras personas, vendrán a perderse los (bienes) que le toquen a dicho Don Francisco por lo deterioradas que se hallan las haciendas"17. Por esta causa, mieniras no regresase de América su hijo o los herederos de éste, prefirió nombrar herederos usufructuarios a dos familiares, con el fin de que éstos, mirando por la obtención de los beneficios que les reportaría la herencia en los años que la disfrutasen, atenderían a su conservación e intentarían evitar un incremento de su deterioro. Por todo ello, Don Juan López nombra herederos usufructuarios de la herencia de su hijo a Doña Gertrudis López y a su marido:

"Declaro que haze más tiempo de veinte y dos años que Don Francisco López, mi hixo y de la dicha Doña María dela Cruz, mi primera muger, salió de estos Reynos para los de las Yndias, del qual hase más tiempo de diez años no hay noticia alguna de su paradero. En esta virtud, y usando de las facultades que el derecho me consede, es mi voluntad que la parte de vienes que a el dicho Don Francisco le pertenesieren por mi fallecimiento los gozen y disfruten de por mitad Don Francisco Márquez, marido de Doña Getrudis López, obligándose éstos a entregarlos a el susodicho o sic valor quando paresca, o persona en su nombre".

Pero a pesar de que la legislación sobre sucesión de patrimonio permitía el nombramiento de here- deros usufructuarios o administradores de bienes a la espera del regreso del emigrante indiano, otros testa- dores no eran tan condescendientes con los ausentes en Indias a la hora de repartir su herencia y, en algunos casos, y siempre que la ley se lo permitiese, los desheredaban. Sólo cuando el testador tenía herederos forzosos -hijos, nietos huérfanos y padres- se hallaba con la obligación de nombrar administradores o usufruc- tuarios de los bienes, ya que la herencia les correspondía por ley, pero, cuando aquéllos no existían, el otorgante podía desheredar libremente a los ausentes. En cuanto a los hijos, únicamente hemos detectado a frailes desheredados por sus padres, pues, tal como ocurría en la Península, en Indias también renunciaban los clérigos regulares a ser considerados herederos forzosos. Por este motivo, Francico Guerrero, al testar, dice tener un hijo ausente en Indias, "del qual e tenido nueba que el susodicho es fraile de la horden del Cefior San Francisco de Asís" y, por ello, estima conveniente que los bienes que le hubieran pertenecido

l6 Tcstamento de Dona Antonia Baeza, otorgado el 16-3-1745 ante Francisco Quintano. A.H.P.H., P.N.H., leg. 93, fol. 46.

l 7 Testamento de Don Juan Mpez, otorgado el 25-12-1988 ante Juan Antonio Rivem. A.H.P.H., P.N.H., leg. 69, fol. 222.

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LA CARRERA DE INDIAS EN LA DOCUMENTACION TESTA MENTA^ 233

a éste, de no ser fraile, se repartieran entre sus obos dos hijos18. Por otra parte, se desheredaba bajo deter- minadas condiciones que quedan recogidas en las memorias testamentarias. Como muestra de ello, Isidora de Asís, casada con José Martin -ausente en Indias-, nombra heredero a su marido, siempre que no contraiga nuevas nupcias, pues, si así ocurriera, la herencia ida a manos de otras personas iiombradas por su esposa. Y es con esta frialdad como lo expone en el testamento que dictó en 1749:

" ...lo seph Martín, mi marido, mediante a estar airsente en el reino de las Yndias resultare hauer fallecido o falleciere haviéndose restituido a este reino, asíse casare por mifallecimiento, recaiga la parte de herencia que le tocare en los dichos Antonia, Francisca y loseph Martín, menor, con deciarazión que, si llegare el caso de que el dicho mi marido entre a gozar la dicha parte que le tocare de mis bienes, la haia de asegurar y sólo sea usufrnctuario de ello, para que por sir muerte o casindose de nuebo esté exsistente y recaiga, en qualquiera de los dichos dos casos, en los dichos Antonia y 70seph"'~.

Asimismo quedaba atestiguada la costumbre de desheredar a aquellos emigrantes que, no siendo herederos forzosos, no regresasen a España antes de una fecha expresada en el testamento o incluso a aquéllos que, aun volviendo en el plazo fijado, hubiesen obtenido cierto capital por el que no tuviesen preci- sión de la herencia para poder vivir holgadamente en su población de origen. Por tanto, todo apunta, una vez más, a que las herencias otorgadas por vecinos de Huelva a ausentes en Indias vienen condicionadas, en gran medida, por la necesidad de asegurar la subsistencia a los emigrantes indianos que vuelven a su lugar desprovistos de fortuna, pues tienen que enfrentarse con la dura psueba que supone reintegrarse nuevamente a una sociedad y a un oficio que hace ya tiempo que abandonaron. Nada mejor que el testa- mento de Doña Manuela Lasso de la Vega para resumir, en varias líneas de su testamento, las dos causas de desheredar que hemos señalado anteriormente. Ella nombra herederos a un hennano y dos sobrinos que "se ayan en dichos reinos de Yndias" con la advertencia de que si "no binieren a España antes de mi fallecimiento o como dos meses después de mi muerte, no entren en parte con los demás, adbirtiendo que, aun quando bengan en tiempo oportuno, si no hibieren nesesidad tampoco se cuente con ellos"20.

A veces, también sucede que el otorgante manifiesta en su memoria testamentaria la voluntad de ignorar, a efectos económicos, incluso a sus herederos forzosos ausentes en Indias si en un determinado plazo de tiempo, que la práctica testamentaria establece en torno a los diez anos, no se obtienen noticias sobre si han muerto o permanecen aún vivos. Cuando el plazo cumple, generalmente la herencia que le hubiera correspondido pasa, por voluntad del otorgante a poder de parientes y amigos, y con fsecuencia recae en las diferentes instituciones benéficas y religiosas de la localidad -cofradías, hospitales, conventos y parroquias-, ya que parte de la herencia que hubiera pertenecido al emigrante se invierte en sufragios por su alma (misas por una vez y fundaciones de memorias), pasando así a engrosar las arcas de los esta- blecimientos religiosos. De esta forma, el emigrante podría gozar de su hereilcia aunque fuese en la otra vida, pues, según se tenía certeza, los sufragios por el alma le aminoradan las penas que ésta debía sufrir, sin duda, en el Purgatorio. En este contexto, Catalina de Espinosa, quien no había recibido noticia de su hip Pedro Hurtado, "a más tiempo de nueve años que se fue a las dichas Indias", expresaba su deseo, en

'' Testamento de Francism Guerrero, otorgado e1 22-8-1600 ante Juan de Segura. A.H.P.H., P.N.H., le#. 253, fol. 669.

'' Testamento de Isidora de Asís, otorgado el 21-1-1749 ante Andrbc Goiizález Valiente. A.H.P.H., P.N.H., leg. 747, fol. 6.

Testamento de Doña Manuela Lasso de la Vcga. otorgado el 7-5-1797 ante Ro~nán Rodríguez Blanco. A.H.P.H., P.N.H., Icg. 98, lol. 106.

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1602, de que, "si pasados tres años no viniere ni ewriviere el susodicho ni se supiere del, que el dicho Jeró- nimo Hurtado aya y herede la parte que le cupiere al dicho Pedro Hurtado y della se digan veinte misas rezadas por el susodicho", y que se fundase una memoria de misas en el convento de Nuestra Señora de la Victoria por el alma de la propia otorgante, por la de su hijo ausente en Indias y demás hijos, en virtud de la cual se dijeran kes misas rezadas anuales "en el día de todos los Cantos o en su octava"21.

Por el contrario, Maria Diaz no fija ningín plazo para destinar la herencia de su hijo a cualquier otro fin. Ella prefiere que se espere a tener certeza de su muerte y, por ello, nombra a un adminiskador de sus propiedades, aunque expresa que, cuando se tenga noticia del fallecimiento, se funde una memoria de misas y un patronato sobre sus bienes a cuyo cargo esté el capitán Francisco de Coria y, a la muerte de éste, "el pariente m'o más cercano". Así lo hace constar en el testamento que otorga en 1602:

" ...lo an García, mi hijo, que fne a lns Indias, si fnere bibo, y en el entretanto que durare su ausencia, adminishe sus bienes el dicho capitán Francico de Coria, y abiendo nueba cierta de que el dicho mi hijo sea muerto qtriero y es mi boluntad se haga u n patvonasgo de iodos mi biene~'"~.

Y de los bienes que quedaran pedía que fundase una memoria de micas en la Iglesia de San Pedro de veinte misas rezadas, a precio de dos reales de vellón cada una, y lo demás que rentase x repartiera entre tres sobrinas suyas, aunque a la muerte de éstas esa cantidad también quedaría invertida en micas.

Sin duda, en los siglos X V I I y X V I I I , los lazos de la sangre persistían intactos a pesar de existir un océano que separaba las vidas de los emigrantes y de sus familias. Ni la escasez de noticias ni la distancia pudo terminar con un entramado de relaciones que cruzaba el Atlántico y que se establecía sobre un principio de solidaridad entre parientes, tanto en uno como en otro continente. Ci hemos observado cómo el onubense, al otorgar su testamento, nombraba herederos a emigrantes indianos con objeto de facilitarles su reintegración en Espafia para el caso hipotético en que regresaran, también el indiano, cuando obtenía fortuna, tendía a hacer participe de ella a sus parientes residentes en Huelva, enviándoles regalos y dinero en legados o lierencias, con el fin de proporcionar una ayuda a su economía doméstica y mejorarles su status de vida. Tanto es así que de la documentación tesbmentaria se desprende un ansia desmedida, por parte de los onubenxs, de recibir alguna herencia o legado procedente de parientes emigrados a la América hispana, para de esta manera poder superar una pwdria económica, de carácter estructural, que en la villa de IIuelva se extendía a la mayor parte de la poblaciónz3. Impulsados por esta ansiedad, algunos otorgantes, al dictar testamento, quieren hacer constar explícitamente la existencia de parientes suyos en Indias para que, eventual- mente, sus herederos puedan reclamar los bienes que, en hipótesis, algunos de ellos les hubiesen podido dejar en calidad de herencia o legado. Ejemplo de ello es Juaiia Ramírez, quien, en 1602, al realizar su me- moria testamentaria, dice aceptar cualquier manda o herencia que le enviasen desde América, pues declara que tiene "en las Yndias del mar oseano del &y, Nuesko Señor, sobrinos y heimaiios e parientes, e porque entiende que algunos lean dexado algunas mandas y erensias, las quales desde luego las acepto con beneficio de ynbentario'"4.

2' Testamento de Catalina de Espiiiosa, otorgado el 19-5-1602 ante Juan de Segura. A.H.P.H., P.N.H., leg. 372, fol. 346 v.

22 Testamento de María Díaz, otorgado el 30-7-1602 ai~te Juan de Segura. A.FT.P.1-l., P.N.H., Icg. 372, fol. 511.

23 Archivo Municipal de Huelva. Acias Capitulares. Cabildo abierto de 22-8-1725. Leg 16, fol. 247.

24 Testamento de J u a r ~ Ramírez, otorgado el 22-5-1602 ante Rndrigo Alvarez de Leiva. A.H.P.H., P.N.H., leg. 487, %/f.

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No siempre se tiene noticia de correswnderle al otorgante mandas o herencias, y por esh razOn algunos vecinos de Huelva, ante la posibilidad de haber sido nombrados herederos por algún indiano, o corresponderles propiedades de d@n panente muerto "ab iiiteskato", se apresuran a aceptarlas para que, con mayor facilidad, entren en su poder o en el de sus descendientes. Así lo hace Teresa Rodríguez al dejar por escrito, en su testamento otorgado en 1600, que tenia "algunos parientes en las Yndias y en otras partes, y pudieran aver muerto abenkistato o aver dejado algunos vienes a sus parientes y perteneseme las tales herensias; digo que las dichas herensias las aseto desde agoraMz5.

De todos modos, el hecho de ser beneficiario legal de una herencia no equivalía a tener la seguridad de que esos bienes iban a entrar en poder del heredero. No siempre el testamento otorgado en Indias era cumplido, pues es frecuente encontrar en la documentación referencias que indican la no ejecución de la voluntad del testador indiano. En efecto,los albaceas y los encargados de conducir la herencia a la Península, en no pocos casos, se mostraban poco leales a la confianza depositada en ellos, tanto por el otorgante como por sus herederos. La distancia, una vez más, permitía pasar estos asuntos por encima de la legalidad, en beneficio de los intereses particulares de los "executores testamentarios" en unas ocasiones, y en otras por la ausencia de noticias o incluso por la muerte de los encargados de hacer cumplir la voluntad del difunto. De esta situación se quejaba Doña Ana Jáimez en su testamento de 1697, ya que no había recibido de Indias los bienes de su mando, muerto en aquellas tierras, a pesar de los cuarenta años transcurridos desde su fallecimiento:

"Declaro que el dicho Juan González Buenaño, mi marido, abra tiempo y ffipacio de cuarenta años que falleció en la ciudad de Quito, Reyno de las Yndias, y por su muerte quedaron en poder de Ioseph Hurtado, su íntimo amigo y a quien encargó y comunicó sus dependencias, vecino de dicha ciudad, dos mil quinientos p m s para remitir a este Reyno y a mi poder ltrego que hubiese oportunidad, en atención a tocarme y a mis hijos del dicho, el qual dicho foseph Hurtado lo notificó y escriuió asípara que diese poder a persona de satisfación que reziviese y condujese la cantidad en la forma refwida, y con efecto lo otorpé de treinta años a esta parte con poca dqerencia a Don Diego de Olmedo con ocasión de pasar el susodicho con el govierno de dicha ciudad, y nunca se ha tenido más aviso ni resulta del paradero y estado de dicha ~antidad"'~.

A veces, el tcstador tiene depositada mayor confianza en las instituciones religiosas que en los propios albaceas seglares a la hora de poner en práctica su última voluntad. Por ello, era práctica habitual dejar la herencia en poder de clérigos o conventos hasta que fuese remitida a sus herederos peninsulares. No en vano, Don Vicente de Carcasona dice esperar la parte de una herencia de su abuela, Dona Isabel de Sandoval, fallecida en Lima, quien le había "dexado porción cresida de vienes, dineros, afaxas y prendas de oro y platta, con otras diferenttes, depositadas en el convento de Nuestro Padre Can Francisco (...) en dicha ciudad, yntenn y hasta tanto que pudiese wr abido heredero o parte lexítima que los fuese de la susodicha para su persivo, por lo qual yo, como tal nieto que soy de la mencionada Doña Clemensia de Candoval, me toca y pertenese la partte que devo haverZ7.

" Testamento de Teresa Ruiz, otorgado e1 26-6-1600 ante Rodrigo Alvarez de Leiva. A.H.P.H., P.N.H., leg. 36, fol. 384.

l6 Testamento de Doña Ana Jáimez, otorgado cl 30-1-1697 ante José Hemández Almontc. A.H.P.N., P.N.H., leg. 113, fol. 22.

27 Testamento de Don Vicentc de Carcasona. A.H.P.H., P.N.H., siglo XVIII, (s./d.).

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Con todo, el beneficiario no siempre se vio despojado del disfrute de la herencia a causa del incum- plimiento de la voluntad del emigrante indiano por parte de sus albaceas. Las confiscaciones realizadas por el Estado para amortizar las deudas de la Hacienda Real, así como las retenciones de herencias en la Casa de Contratación de Sevilla, originaba que éstas llegasen habitualmente a manos de los herederos consi- derablemente mermadas e incluso después de que éstos hubieran fallecido. De este hecho se hace eco Isabel Quintera, en 1601, cuando espera poder manejar la herencia procedente de su tío muerto en Filipinas:

"Digo e declaro que yo y otros mis deudos tenemos acwn e derecho a la herencia de Esteban Ruiz, difunto, mi tío, hermano de mi padre, que murió en las Yndias, en las Filipinas, y la dicha herencia está detenida en la Caca de la Contratación de las Yndias, de la ciudad de Sebilla; quiero y es mi boluntad que, cobrada que sea la dicha herencia ... "".

Don Francisco de Torres y Esquivel, presbítero y Notario Mayor de la vicaría de Huelva, conocedor por su oficio de que, frecuentemente, los envíos de capitales de Indias llegaban a sus beneficiarios después de haber muerto éstos, consigna por escrito en su testamento, previendo esta situación, a quiénes corres- pondería, si él muriese, los bienes enviados por sus dos hermanos ausentes en Indias, pues declara que ambos hermanos le habían ofrecido mandarle "socorro de dinero". Por esta razón determina que, "si después de mi fallezimientto llega a esRe Reino con felicidad, se hagan eres partes, y que la una de ellas la perciba Doña Juana de Torres, mi hermana, viuda de Don Manuel Rodríguez Gómez, vezina de esta villa, y otra Don Juan Lino de Torres, mi hermano, vezino de ella, lo que les lego por hazerles bien, y la otra parte igualmente la lego a quien nombrare por mi unibersal eredero, porque assí es mi última voluntad29.

Todo ello viene a demostrar que las últimas voluntades de los emigrantes indianos hallaron múltiples dificultades para ser cumplidas. Aunque los lazos de la sangre continuaban intactos a uno y otro lado del Atlántico, la deslealtad de los albaceas y la lenta y endeudada maquinaria estatal impedían, a veces, que la ayuda solidaria de herencias y legados enviada por parientes llegase a tiempo, en el caso de que llegase, de cubrir las necesidades de familiares y amigos.

La exigencia jurídica de la lejanía: tutoría de menores y defensa de ausentes en Indias

El emigrante onubense, cuando marchaba solo a Indias, no siempre iba libre de ataduras familiares. Junto a hombres solteros que emprendían el viaje para iniciar allí una nueva vida y, posiblemente, fundar un hogar, iban ohos -casados o viudos- que dejaban tras de ellos una familia que les ligaba, con más fuerza si cabe, a su lugar de origen, ya que, a menudo, ésta seguía dependiendo económicamente de él y necesitaba de sus "socorros". Entre ellos, es frecuente encontrar a emigrantes que dejaban en Huelva a hijos menores de edad, en favor de los cuales la legislación del Reino obligaba al indiano, en el momento de testar, a nombrar tutores y administradores de sus personas y bienes que les educaran, cuidaran y se responsabi- lizaran de su representación en la vida civil ante las autoridades competentes. Normalmente, si el emigrante

28 Testamento de Dofia Isabel Quintera, otorgado el 1-10-1ó01 ante Juan de Segura. A H.P.H., P.N.H., leg. 463, fol. 517.

29 Testamento de Don Francisco de Torres y Esquivel, otorgado el 19-9-1768 y trasladado a copia el 23-1-1775 ante Joaquín González Valiente. A.H.P.H., P.N.H., leg. 173, fol. 54.

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era casado, nombraba tutora y administradora de los hijos a su esposa, aunque a vcfes ésta se veía en la precisión de tener que nombrar a otra persona cuando creía tener próximo su fallecimiento.

En ocasiones, sucede también que son los propios jueces quienes designan un adminiskador de los bienes del menor, si no se encuentra nombrado nadie para tal fin. Esto es lo que le ocurre a Antonia Alcaide, soltera y menor de edad, a quien la "Real Justticia de eslta villa" le adjudica como administrador de su herencia al sargento mayor Don Juan Bautista de Mora, a causa, según ella, de "no poder administrar mis vienes mediantte ser menor y esttar vajo de la Pattria Pottestad de dicho mi padre'"0, quien se halla ausente en Indias. Pero a pesar de que Antonia Alcaide se encontraba bajo la responsabilidad de un tutor, este hecho no fue obstáculo para que pudiese hacer su testamento y nombrar, con total libertad, hcrederos de sus bienes, ya que al ser "maior de quinze años" la ley le permitía otorgar testamento, puesto que las niñas a partir de los catorce años podían testa?'.

De todas formas, era frecuente no sólo elegir tutores para administrar la herencia de los hijos, sino también para la correspondiente a otros parientes en minoría de edad. De este modo, Isidora de Asís, casada con José Martin -ausente en Indias-, designa "tutor, curador y Icxítimo administrador" de la persona y bienes de un sobrino de su marido, a quien corresponde una parte de la herencia, y a Diego Miranda, un amigo de la familia3'.

Si bien la tutoría era una institución necesaria para gobernar la hacienda del menor, más aún lo era cuando se requería administrar las herencias que éstos recibían de sus padres o familiares fallecidos en América. Evidentemente, el menor precisaba entonces, más que nunca ante su indefensión, quienes legalmente representaran sus intereses delante de las autoridades, ya que cobrar una herencia procedente de Indias no era cosa fácil ni siquiera para quienes estuvieran en completo uso de sus facultades jurídicas. No en vano, los tutores, al otorgar la memoria testamentaria, dejaron constancia de su preocupación de que la herencia llegase a poder de sus titulares. En este contexto, María Pérez, casada con Nicolás Rodríguez, hace gestiones para que sus hi@s obtengan los bienes que les corresponden por muerte de su hermanastro Gonzalo Rodríguez, fallecido en el PeN, por lo que envía "poderes a las Indias de tierra firme o P ~ N para la cobranza de lo que ansí dexó el dicho Gonzalo ~ o d r í ~ u e z ' " ~ .

Junto al tutor, el "defensor de ausentes" era otra institución que velaba por los intereses tanto del indiano como de sus herederos en los repartos de herencias. En la Huelva del siglo XVIII, la tradición notarid recurrió constantemente a esta figura con objeto de proteger, a pesar de la ausencia, los derechos patri- moniales de los emigrantes indianos. Por esta razón, y para evitar interferencias en el reparto a realizar por las autoridades civiles y eclesiásticas, Don Juan Lópz, después de designar contadores y par(idores de su hacienda personal, elige como defensor de un hijo residente en América a un presbítero cura de la villa de Palos, a quien le concede "las facultades que para ello sean necesarias, sin que en ello se pueda yntrometer ni ynhometa ningún señor Juez eclesiásiico ni se~ular'"~.

Por tanto, la legislación y la práctica notarial siempre tuvieron presentes, a la hora de distribuir las herencias, los intereses de los emigrantes a Indias, pues, aunque se encontrasen excesivamente separados

Testamento de Antonia Alcaide, otorgado el 26-11-1742 ante Juan Francisco Gallego de Jovar. A.H.P.H., P.N.H., leg. 3, fol. 66.

" CRACSET, J. (1748): La Dulce y Santa Muerte. Imp. de Joseph Padrino. Sevilla.

32 Testamento de Isidora de Asís. Vid. nota 19.

33 Testamento de Doña María Pémz, otorgado el 28-8-1602 ante Juan de Segura. A.H.P.H., P.N.H., leg. 372, fol. 569.

34 Testamento de Don Juan Lápez. Vid. nota 17.

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por la distancia, continuaban teniendo intactos todos sus derechos, que, sin duda, podían ser salvaguardados gracias a la existencia de una institución como el defensor de ausentes.

Emigración y matrimonio: Ins bienes gananciales

Sabido es que en Espafia, durante la Edad Moderna, como sucede actualmenie, el régimen económico habitual en el que se sustentaba el matrimonio era el de "bienes gananciales". Los haberes del marido y de la esposa se hacían comunes, estando integrados, inicialmente, por la dote aportada por la mujer y el capital llevado por el varón, caudal que posteriormente iba aumeniando o disminuyendo durante el tiempo de casados en función de los avatares de la vida. A ambos les correspondía la mitad de los bienes así adquiridos, aunque uno hubiese aportado más que otro35. A pesar de ello, al hacer el reparto de la herencia por muerte de uno de los cónyuges, era obligado descontar, tras una rigurosa evaluación, la dote o el capital llevado al ma t r im~n io~~ , además de los bienes heredados por cualquiera de los esposos, ya que estos capítulos, por ley, no formaban parte de los gananciales. En este sentido, y corroborando lo que decimos, en los bienes gananciales de Don Matco de León, viudo de Mana del Rosario Cordero, había que hacer "excepción de quarenta y cinco mil1 reales de vellón que heredó ésta (su esposa difunta) de su padre Don Diego Cordero, que murió en la América, de donde se remitió dicha cantidacYa7.

Aunque el reparto por mitad de los bienes obtenidos durante el matrimonio se realiza, por lo general, sin excesivosproblemas, es en los testamentos otorgados por los emigrantes regresados a la Península donde comienzan a aparecer las anomalías. Hay en estas últimas voluntades una cierta tensión, una lucha encubierta por los gananciales. En la práctica cotidiana, el indiano tiende a considerar que las Indias, como nuevo territorio, quedan al margen del sistema económico tradicional, y que no integra los gananciales aquella hacienda que hubiese sido conseguida en América coi1 su trabajo, a pesar de haber entrado en posesión de ella durante el matrimonio. El escribano, que es quien oficializa las opiniones de los testadores, queda en medio de la polémica y deja hablar a los otorgantes. Es decir, que, en la práctica diaria, el régimen de gananciales en el caso de la emigración americana parece estar sujeto a una cierta indefinición, a una Ruc- tuación en su desarrollo cotidiano. En este contexto, Juan Moreno, al redactar su testamento en 1732, hace constar que cobre sus bienes ulh'amafinos su esposa "no tiene el privilegio de mitad de gananciales ni otro alguno que le favorezca'"'. No obstante, tieno consideración con su cónyuge, pues, aunque dice no estar obligado a ello, lega a su mujer la mitad de su caudal porque, wgún 61, ha sido el único adquirido con su "industria y trabajo en el tiempo de ocho anos que me manhibe en el Reino de las Indias". Ciertamente, aunque no existiese obligación, el emigrante indiano solía legar a su cónyuge parte de los bienes obtenidos en América para así asegurarle la manutención diaria una vez que él hubiese fallecido, y evitarle, de este modo, sufrir necesidades y penurias económicas, tan frecuentes entonces en las mujeres que se hallaban en estado de ~ i u d e z ~ ~ .

Con ia excepción, para el ámbito castellano, de la costumbre de Córdoba, por la que tradicionalmente la mujer no o b t e ~ a participación en el caudal obtenido por el mando durante el matrimonio.

36 CHACONJIMENEZ, F. (1987) "Notas para el estudio de la familia en la Región de Murcia durante el Antiguo Régimen", en La familia en IQ dspann Mediierránea. Barcelona, pág. 168.

37 Testamento de Don Matw de Ceón, otorgado el 248-1799 ante Andrés Guillermo Camacho. A.H.P.H., P.N.H., leg. 177, fol. 187.

Testamento de Juan Moreno, otorgado el 23-41732 ante Antonio Bautista Monillve. A.H.P.H., P.N.H., 103, fol. 86.

39 FERNANDEZ VARGAS, V., y LOPEZ CORDON, RIR V. (1986): "MuPr y régimen jurídico en el Antiguo Régimen; una

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LA CARRERA DE 1NDM.S EN LA mUMENTACIÓN TESTAMENTARIA 239

Igualmente, Don Aguslíni Antonio de Abréu a f i m a que los bienes que posee, a pesar de haberlos

obtenido durante su maWimonio, no son gananciales, puesto que todo su caudal "proviene del dinero traje del reyno d e Nueva ~ s p a f i a ' ~ ~ . Fero, por lo general, Ia mujer no se resignó a prmanecer como espec- tadora y luchó por tener una participación sobre m s bienes eii el momento del reparto de las propiedades de su cónyuge. En este sentido, fa docuinentación testamentaria nluestra cómo la esposa, normalmente, dejaba constancia por esri to a través del escribano público d e que le pertenecía la mitad de ganaiiciales traídos por su marido d e América. Así lo deja indicado Sebastiana Prieta e n su testamento otorgado en 1686 al declarar, textualmente, "que dicho mi marido está eiz las Indias, y lo que traxere de ganansia me toca a mí la mitacY4'.

De igual modo, Manla Bernarda Guevara, tan segura se encontraba de que le pertenecía la mitad del patrimonio ganado por su marido Juan Lorenzo Picón "en el reino de Nueva Espana", que, tras tener noticia de que el citado Juan Lorenzo venía de camino para regresar a tlinelva, manifestó en su testameiito su voluntad de que "de la mitad del caudal que b'agese", y que se@n ella le pertenecía por gananciales, se le dijesen por su "ánima e yntención, luego que su Magestad lo traiga a esta villa, el número de rnisas que fuere voluntad del dicho ini alvasea, a precio d e dos reales y medio de vellón cada i ~ n a ' " ~ .

Sin duda, la propiedad d e los bienes uitarnarinos trajo consigo disputas, domésticas unas veces y juzidicas otras, entre maridos y mujeres, puesto que la esposa no se resignaba a renuiiciar a unos bienes que, aunque hubiesen sido conseguidos por el rnarido con su trabajo en Indias, fueron obtenidos durante el tiempo de su matrimonio.

El reparto social de la emigración a Indias

Ciertamente, la docurnentación testameiitaiia no permite cuantificar, de hecho, el número de emigraiites onubenses que tomaron el camino de las Indias en los siglos XVll y XVIII, pues, nabralmente, iro todos pasaron por el oficio del escribano para hacer constar sil Ultima voluntad. Por supuesto, en menor medida es posible conocer la perteiiencia de éstos a u11 grupo socio-profesional determiriado, pues no es habitual en el testamento onubense resefiar la profesibn del otorgante varón sino en una cifra oscilante en torno al diez por cientd3. Por tanto, nueswo estudio tenderá a apartarse de los aspectos cuamiiiativos para, a través d e las referencias ofrecidas por los testadores, rerblizar u n análisis cualitativo d e los grupos socio-profesioiiales en los que encuadrar a los emigrairtes.

Pues bien, todo apunta, por las abundantes noticias que sobre ellos se recoge en las meinorias testa- mentarias, que la profesión más representada enhe los emipantec onubenses era la de "hombre de mar". Estos viajaban inicialmente a la América hispana en calidad d e maririeros o pilotos de las flotas de Indias, e incluco como copropietarios de barcos viajerosa4, aunque en no pocas ocasiones, por propia iniciativa

realidad disociada", cn Actns (le I ~ s rV J O I V I O ~ ~ S de Invesfigncidlr l ~ i t e ) i l i s c i p l i ~ ~ n r i sobre la ttiujer. Madrid.

Tesbmento de Don Agustín Antonio de Abiéu, otorgado el 7-1-1799 ante Juan Antonio Kivero. A.H.P.H., P.N.H., 1eg. 154, fol. 98.

'' Testamento de Sebastiana Prieta, otorgado el 19-N686 ante Diego Díaz. A.H.P.H., P.N.H., leg. 291, 101. 14C.

4Z Testamento de María Bernarda Guevara, otorgado el 12-1.1-1746 aiitc Andrbs Ganzález Valiente. A.N.P.H., P.N.H., leg. 430, fol. 163.

43 LAKA RODEWAS, M.J. de, y GONZALEZ CRUZ, D.: Op. cit.

" Testamento de Francisco Martín Coto. V i d . nota 11.

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o empujados por la necesidad, no emprendieron el camino de retorno45. Lógico predominio, el marinero, en una villa de fuerte vocación marítima y con una economía basada preferentemente en las actividades pesqueras, aunque completadas con las a@colas y por un tráfico comercial, a media escala, que se sustentaba - ~

en el privilegiado enclave portuario de la villa46. Evidentemente, la preparación marinera de los onubenses, junto a su pertenencia a un estrato social

humilde, contribuyó en gran medida a que Huelva continuase siendo durante los siglos XVlI y XVIII una población que aportaba un contingente de marineros nada despreciable a la Carrera de Indias. No en vano eran frecuentes los alistamientos de marinos onubenses e11 la Armada de América. De ese modo, y como ejemplo, Pulido Bueno constata que en 1699 se alistaban 85 vecinos, repartidos entre marineros, grumetes, pajes, artilleros y conkarnae~tres~~.

Como ya hemos adelantado, la vida material del marinero bajoandaluz solía oscilar en el borde de la subsistencia. Tanto es así que en sus testamentos, a menudo, no hallamos más bienes que los que habían podido conseguir en sus viajes a América. En efecto, la Carrera de Indias era para ellos una válvula de escape para salvar la precaria situación económica de su profesión. Por otro lado, la marinería de Indias, tradicionalmente, estaba resenrada para los estratos más bajos de la sociedad, pues los posesores de suficiente caudal para una vida holgada preferían no someterse a las duras condiciones que imponía la navegación oceánica4'.

Pero ni aun enrolándose en la Carrera de Indias lograban alcanzar normalmente los marineros un status económico estable en su población de origen al regresar de sus viajes. De todas formas, sí se adquirían ciertos ahorros que, durante algún tiempo, posibilitarían sacar de apuros a su familia. Esto le ocurrió a Cimón de los Cantos, mozn soltero, quieii "salió de estte reino y navegó al de la Nueba España, en donde permaneció aiio y medio y... bolvió a España y hajo de su kabajo que adquirió de gurumete cien pesos escudos de a ocho de platta'*9.

Pero no es extrafio tampoco encontrar marinos que tuviesen que recurrir a la caridad para poder asegurarse la manutención diaria en caso de cdermedad, pues no habían conseguido, con sus viajes, una hacienda suficiente para poder vivir de sus rentas. Como ejemplo de ello, Don Rodrigo Castellano, piloto de Indias, hace la siguiente declaración al redactar su testamento en 1769:

"Yten declaro que Don Bernabé de Arroyo, clérigo diácono de esta villa, a estado supliendo todos los reales que an sido nesesarim, así para tnis alimentos en el tiempo de mi enfermedad como para mi curazión, y en esta virtud mando se le satisfagan a el susodicho los que dijere haver gastado, porque fío de su buena

" "Existieron otros que, sin pretender inicialmente establecer su residencia en América, decidieron finalmente, impelidos por la necesidad, quedarse allí. Este es el caso de muchos tripulantes de las flotas de indias abandonados a su suerte en las largas invemadas de los puertos indianos. Las hipulaciones de las flotas dieron nunerosos emigrantes forzosos e ilegales, y por ello, no debe olvidarse su estudio a la hora de determinar los componentes humanos que fomiaron la población americana". GILBEKMEJO GARCIA, J., y PEREZMALLAINA BUENO, P.E. (1965): "Andaluces en la navegación hansatlántica: la vida y la muerte en la Carrera de Indias a comienzos del siglo XVDI", en Andalucía y América en el siglo XVIII, tomo 1. Sevilla, pág. 271.

46 GONZALEZ CRUZ, D. (1988): "Mentalidad, formas de vida y actividades económicas de la burguesía mercantil onubense (17W-IDW)", en Actas del Coloquio "Comercio y Rurpesía de N~gocios en la Andalucía de la Ilustración". Cádiz. En prensa.

47 PULIDO BUENO, 1. (1988): LR tierra deHuelva en el Antipin Réxirnert. 1600.1750, Un aiiálisis sucioeconóinico comarcnl. Muelva, pág. 133.

as GIL-BERMEJO, J., y PEREZ-MALLAINA BUENO, P.E.: Op. cit., pág. 277.

49 Testamento de Miguel de Hemera, otorgado el 17-7-1734 ante Antonio Bautista Monsalve. A.H.P.1-I., P.N.H., leg. 199, fol. 207.

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consiencia, y m& ciento setenta y cinco reales que antes de mi enfermehd me avúl prestado, porque así

todo ello es m i ~oluntad'"~.

Tampoco había logrado enriquecerse, ni obtener una sihiación social privilegiada en la villa, Pedro Toscano, capitán piloto de la Carrera de Indias, quien, aunque no necesitó de la caridad pues temía suficientes bienes para encauzar su vida con dignidad, precisó comprar géneros en calidad de fiados para surtir a su tripulación de ropa y alimentos. Por este motivo reseña en su memoria testamentaria, junto a oohs deudas, estar debiendo a Francisco de la Abadía, mercader, 432 reales de vellón en mercadurías de su tienda, ya que se los "fio para la gente de la jábega'".

En cuanto a la experiencia poseída por el marino onubense en la empresa americana pocas dudas quedaii, pues, habiendo sido pioneros en la navegación transatlántica, continuaron formando parte de las tripulaciones que fueron a América durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Pero, aun cuando la experiencia es incuestionable, no lo es menos su preparación técnica, pues no en vano conocían las novedades en el arte de navegar e incluso, en ocasiones, se dedicaban a su estudio. Así se desprende del testamento redactado por el citado Don Rodrigo Castellano, piloto de Indias, quien afirma tener en la ciudad de Cádiz "distintos libros y peltrechos del pilotaxe's2.

En este sentido, el dominio de la lectura y la escritura de los pilotos -pues todos ellos demuestran, al testar, saber firmar con soltura- les permitía estar al día en los nuevos procedimientos del arte de pilotar a través del manejo delibros, mapas y cartas de navegación. Evidentemente, la preparación cultural quedaba reservada a los pilotos y oficiales de la armada. Por el contrario, los marineros sin graduación, "hombres de mar" de profesión, no la precisaban para atender con eficacia sus funciones en la embarcación. Tanto es así que éstos últimos se hallaban inmersos en unas tasas de analfabetismo en torno al 95%53.

Junto a los emigrantes indianos que participaron al mismo tiempo en la navegación a Indias -pilotos, marineros, grumetes-, la documentación es especialmente rica en noticias sobre clérigos, tanto seculares - - como regulares, que cruzaron el Atlántico d e d e Huelva para participar, de una u otra forma, en la evange- lización de América. Entre ellos, alpiios pertenecientes al clero secular obtuvieron, duraiite su estancia americana, considerables fortunas que les permitieron enviar a Huelva mandas y legados algo más que respetables. En este contexto, el bachiller Don Diego Márquez Orh'z, "presbítero domisiliario" en el obispado de Comayagua, provincia de Honduras, dejó en su testamento, otorgado en la ciudad de La Habana, el caudal suficiente para fundar en su villa natal siete capellaiiías de "tres mil pesos de principal cada una". Asimismo declaraba, entre otros bienes, tener en poder de Don Jos6 González Ilóbez, comerciante de La Habana, 18.900 pesos que debía embarcar "en los Navíos que oy se hallan en el puerto de Honduras o por el de Vera Cruz", amén de llevar, entre sus papeles, "una libranza -a su favor- de veinte y quatro mil pesos dada por dicho Don Josepli Goncalec". El testamento tiene por fecha la de 1766~~.

Si a los clérigos seculares no les impulcaba a emigrar a América exclusivamente el afán de evan- gelizar, como demuestra con claridad el bachiller Don Diego Márquez, es cierto también que los rmíernbros

50 Testamento de Don Kodngo Castellano, otorgado el 16-7-1707 ante Juan Diaz Real. A.H.P.H., P.N.H., leg. 450, lol. 71.

j1 Testamento de Pedro Toscano, otorgado el 16-7-1707 ante Juan Diaz Real. A.H.P.M., P.N.H., leg. 450, fol. 71.

j2 Testamento de Don Rodrign Castellano. Vid. nota 50.

j3 GONZALEZ CRUZ, D. (1988): "Enseflanza y albabetización en el Siglo de las Reformas. Clases sociales y cultura popular en la Huelva del siglo XViIi", en Actas riel Coloqiiio I n f e m r i n ~ ~ n l ''Carlos 111 y su siglo", Madrid. En prensa.

54 Testamento de Don Diego Márquez Ortiz, otorgado en La Habana en 1766. Archivo Dioccsano de Huelva, leg. 284, fol. 11.

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de las órdenes rdigiosas sí solieron emprender el camino de las Indias motivados esencialmente por la idea de la expansión católica. De hecho, d ingreso en una orden suponía, ya de antemano y en virtud del voto de pobreza, incluso la renuncia a la "herencia legítima" de los padres. En la Huelva de los siglos WII y XVIII, a traves de la documentación testamentaria, no faltan noticias sobre emigrantes onubenses que tomaron los hábitos como "frailes de la horden del ceiior San Francisco de Asís en las ~ n d i a s " ~ ~ . Por cierto, no se ofrecen referencias sobre religiosos onubenses pertenecientes a las otras dos comunidades masculinas existentes en la villa -mercedarios descalzos y m'nimoc-, aunque por owos trabajos sabemos de algunos onubenses que se integraron, en Indias, en la orden de la Merced56.

De todas formas, la comunidad franci~ana era, sin duda, la congregación más representada, entre las tres masculinas de la villa de Huelva, respecto a los frailes onubenses que marcharon a Indias. A la creación de estas vocaciones Danciscanas debiO contribuir, desde luego, el espíetu de pobreza de la orden y su "desinterés por amasar riqueza^'"^. Estas cualidades, en efecto, dejaron su impronta en la población onubense, propiciando así que la comunidad franciscana engrosase sus filas con vecinos de la villa. El Ldo. Juan Agustin de Mora, en su Huelva Ilustrada de 1762, se convierte en portavoz del hecho:

"Como la religiosidad, humildad, y pobreza de estos obsmntíssimos Padres se concilia tanta veneración, y atrahe a sí el afecto de los Pueblos, ec mucho el connrrso de Gentes de todos estados, que frecuentan este Convento. (...) Siempre ha florecido aquella cotnirnidad con Sugetos de especial virtud, y distingnido carácter "58.

En cuanto a la emigración de militares onubenses que tomaron el camino de las Indias, la docu- mentación testamentaria se muestra muy parca en noticias. De hecho, se recoge cierta in(omación sobre miembros de la oficialidad, peso en ningYn cam se ofrecen datos cobre los escalafones inferiores. Lógico que sea de esta forma, ya que "la práctica testamenhria se hallaba más extendida entre los militares con graduaciíin que entse la tropa"59. A pesar, sin embargo, de la precariedad de la infomlación, hemos com- probado que militares onubems llegaron a formar parte de la elite de la oficialidad en el ejército de Amésica. Es el caco, entre ellos, de Don Ronifacio Lorenzo de Torres, que, en palabras de su hermano Don Francisco de Torres y Ecquivel, se hallaba en la villa de Jauja, "Reyno d e Lima, Provincia del Pini", de "Maestre de Campo y Coronel de milicias espaiiolas de aquellas frontera^"^^. Don Bonifacio, además de formar parte -como vemoc- de la alta oficialidad, y quizás por este motivo, llegó a gozar de un status de privilegio dentro de la sociedad americana, al conkaer ma&imonio con Doiia María de Ayala y Torres, "hixa del Marqués de Casa 'Torres", de origen gaditano, y entrar de este modo a disfrutar de las prerrogativas del estamento nobiliario.

55 Testamento de Francisco Guerrero. Vid. nota 18.

56 GOZALVEZ ESCOBAR, J.L.: Huelwa y Améri u..., phg 311.

57 GONZALEZ CRUZ, D. (1969): "Los conventos eii la Wuflva del siglo ?WIE vida económica y mentalidad religiosa", en Archivo Hispnle~ise, Sevilla. 58 MORA-NEGRO Y GAKROCHO, J.A. (1762): Hutdua Iluslrncln. Br iw liisforin de la A~itigrrn Noble Villa de Fluelva. Imp. del Dr. D. Gcrónymo de Castilla. Sevilia.

59 LARA RODENAS, M.J. de, y GONZALEZ CRUZ, D. (1989): "El militar de prvvúicias ante el Siglo de las Reformas. tina aproxirnacióii a su vida familiar, social y económica a trav6s de la documentación testamentaria: cincuenta anos en el caso de Huelva (1680-1730Y, en ?ernus cle IIislorin Militar; toma 11. Madi.id.

" Testainentv de Don Fraiicisco de Torres y Esquivel. Vid. nota 29.

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Junto a los militares, y como servidores civiles de la monarquía, detectamos la emigración de onubenses como funcionarios de las instituciones indianas. En este sentido, Don José Melchor de Ugalde, el ya citado "Contador por Su Magestad de las Reales Aduanas del Alinojarifazgo de 1a villa de Hiielva y su partido", hace su testamento, en salud, antes de marchar a América, hacia donde tenia determinado embarcarse "prompiarnente para el reiiio de Mégico en las Yndias de Su Magestad a exercer el empleo que se ha dignado conferirme de Alcalde mayor de las poblaciones de Theosoqualeo y Theocoquico, en1 el mismo Comprobamos, asimismo, la existencia de funcionarios, procedentes de Huelva, que no esperan a ser designados para ocupar un cargo en Indias, sino que prefieren cornprario a la Hacienda Real. De esto se hace eco María Enríquez al otorgar su testamento en 1600 y declarar en él haber dado a su hijo Manuel Ramírez "mil reales que costó el titulo de escrivano real de la Chansillena de ~ i r n a " ~ ~ .

Con todo, nos consta, por otros estudios realizados sobre la emigración onubense a la participación en ella de otras profesiones y grupos sociales, amique ya de una forma más minoritaria y casi imperceptible en la fuente testamentaria. De este modo, tenemos noticias sobre hombres de campo, comerciantes y artesanos que cruzaron el Atlántico para comenzar una nueva vida en Indias. De cualquier modo, y no obstante a que algunos grupos socioprofesioiiales estuviesen represeiitados minoritariamente, no nos cabe duda de que todos los estratos sociales de la población onubense participaron con mayor o menor intensidad en la Carrera de Indias, ya fuese como emigrantes o como productores de bienes eiiviados a América. No hay que olvidar, a este respecto, la vocación marítima de la villa, ni el comercio que, a través de Sevilla en el siglo XVII y Cádiz en el X V I I T ~ ~ , tenía con Indias. En efecto, el comercio con América por Cádiz sería vital para la economía de Huelva, pues produciría en el >(Vi11 una reactivación económica y un incremento demogáfico sin

Tampoco hay que olvidar, finalmente, que hubo oficios, desempeñados por resideiites en Huelva de los siglos XVII y XVIII, que, aunque no supusieron emigración a América, partkiparonx activamente en la Carrera de Indias; no en vano, carpinteros de ribera, calaiates y cordoneros se dedicaron, normalmente, a la fabricación d e barcos para la amada española de América.

I APENDICE l I

Testamento de Gonzalo Mdrquez, I que paca a el reyno de Inc indiash6

i En el nombre de Dios, Nuestro Señor todopoderoso, aiiién. Sea notorio cómo yo, Gonzalo Máequez, vezino

I que soy de esta villa e hijo de Christóbal Rodníguez, difunto, y de Chataliiia Ramirez, nms Ieuíhmos padres,

Testamento de Don José Melchor de Ugalde. Vid. nota D.

" Testamento de María Eiiríquez, otorgado el 6-10-1600 ante Juan de Segura. A.N.P.W., P.N.H., le#. 253, fol. 734.

CAbKERLAY MARTn\l DETOVAR, F. (1985): "Hombres deHuelva eri La América del siglo XVLII",enAndalucín y Arnérim cri el siglo XVIIí, torno 1. %villa.

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NUNEZ ROLDAN, F. (1987): En los confiries dL.1 Reino. Iluelun y su f iera ni el siglo XVJII. Sevilla.

Testamento de Gonzalo Márquez. Vid. 1iota 13.

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y viudo de Chatalina Medel de Cosa, naturales de Málaga, estando como estoy en mi sano juizio, memoria y entendimiento natural, y creyendo como firmemente creo en el misterio de la Cantíssima trinidad, Padre, hijo, espíritu Santo, tres personas distintas y un &lo Dios berdadero, y en todo lo demás que tiene, predica, enseña y alaba Nuestra Santa Madre Iglesia de Roma, en cuia fee y creenzia e vivido y protesto vivir y morir, estando como estoy para pasar próximamente al Reyno de las Yndias, adonde Nuestro Señor Jesuchristo me llebe con vien, y temiendo como temo los Peligros que se okezen en semejantes tránsitos y viaje tan dilatado, para otras desinsiones y pleytos que pueda haver entre mis erederos de los vienes que tengo en ser y quedan en poder de la dicha mi madre, así los que e adquirido como los que tomé a quenta de mi lexítima paterna, para que siempre coiiste otorgo mi testamento como si estubiera a los últimos de mi vida para que balga por tal o por cobdicilo, declarazión, descriptura pública en aquella vía y forma que más lugar aya, en cuia consecuenzia declaro primeramente haver rezevido a quenta de dicha erenzia paterna, de mano de la referida mi madre, un caís de barbecho a razón de quinze reales, más un buey viejo nombrado Cavesón, apreziado en quinze ducados, más otro en veinte y quatro reales, más en dinero treze ducados de vellón, más treinta reales de dicha moneda en espezie de dos carretadas de paja, todo lo qual reuiví siendo mozo soltero, que llebé al matrimonio quando casé con Chatalina Medel de Sosa, hija legítima de Pedro Rodrigues, natural de Málaga, y de Dionisia de Cosa, de cuyo matrimonio me quedó una hija que ostengo y dejo en poder de la dicha mi madre, nombrada Chatalina Márquez, que es menor de doze años, y para quando llegue el caso de que se ponga en estado, o que se separe de la dicha mi madre, en presenzia de los testigos que abajo se nombrarán dejo y entrego a la dicha mi madre los vienes siguientes: L...] cuyos vienes, en la conformidad que ban declarados con sus aprezios quedan entregados a la dicha mi madre, y en presenzia de los testigos que fueron y son pressentes, a disposizión de la dicha mi hija Chatalina Márquez para se los entregar cada que se los pida, a quien como mi único y unibersal eredera que desde luego la dejo y nombro para que los aya y erede con la bendizión de Dios y la mía, pueda disponer de ellos, y benderlos o enajenarlos como le pareziere a su voluntad, para cuyo efecto le doy el poder que el dicho derecho me permite, y es mi voluntad que, si falleziere viviendo la dicha mi madre, los aya y erede según y los que hubiese en ser, y por falta de ambas, nieta y abuela, recaygan en Ana Rodrigues, mi hermana y muger de Ygnacio Cavezas, mi cuñado, por el mucho amor que le tengo y lo bien que lo ha hecho conmigo, y por esta mi última voluntad reboco todos y qualesquier testamentos, codizilos, memorias, declaraziones que por escripto o de palabra que antes deéste hubiese fecho y otorgado para que no balgan iii agaii fe en juizio y fuera dél, y sólo quiero que balga éste por mi última disposizión, que es fecha en la villa de Huelva en veinte y siete días del mes de julio de mil y setezientos y veinte y nueve años, y el otorgante, a quien yo, el eccrivano público, doy lee conosco, así lo dijo, declaró y otorgó y firmó, siendo testigos Francisco de Mora, Joseph Ximenes y Ygnazio Cavesas, vezinos de esta dicha villa.

Gonzalo Marques. Ante mí, Pedro Martines, escrivano.