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    HUELGA DE MASAS,

    PARTIDO Y SINDICATO

    Rosa Luxemburgo

    Fundacin Federico EngelsMadrid

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    HUELGA DE MASAS, PARTIDO Y SINDICATORosa Luxemburgo

    Primera edicin: septiembre 2003

    Fundacin Federico Engels

    ISBN: 84-932118-2-6Depsito Legal: M-41350-2003

    Publicado y distribuido por la Fundacin Federico EngelsC/ Hermanos del Moral 35, bajo28019 MadridTelfono: 91 428 38 70 Fax: 91 428 38 71E-mail: [email protected] Web: www.engels.org

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    N D I C E

    Prlogo de los editores ................................................. 7

    I .............................................................................. 19II .............................................................................. 23

    III .............................................................................. 29

    IV .............................................................................. 54

    V .............................................................................. 65

    VI .............................................................................. 72

    VII .............................................................................. 79

    VIII .............................................................................. 87

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    pas dbil del capitalismo, en el cual subsistan todava formaseconmicas y sociales feudales e incluso prefeudales, deba rea-

    lizar su propia revolucin burguesa para integrarse en el ciclocivilizatorio del capitalismo moderno. Para tal tarea le corres-ponda a la burguesa liberal el papel dirigente, mientras el jovenproletariado ruso deba resignarse a jugar un papel subordina-do proveyendo de fuerzas combatientes a los liberales pero sinexceder el marco de las reivindicaciones democrtico burguesas.Este esquema consideraba que solo despus del triunfo de laburguesa liberal y de un perodo prolongado (e indefinido) deascenso capitalista, el proletariado podra agrupar las fuerzas

    suficientes para librar la lucha decisiva contra el rgimen bur-gus y ajustar cuentas con l.Este modelo de pensamiento era exactamente el mismo que

    adoptaron los dirigentes mencheviques en 1905, y por supuestoen 1917. Fue tambin el mismo programa con el que el estalinis-mo traicion la revolucin espaola en 1931-1937, o el programacon el que se perdieron oportunidades extraordinarias como enChile durante 1973 o Portugal en 1974-1975.

    Contra este esquema se revelaron Rosa Luxemburgo en Ale-

    mania y Lenin y Trotsky en Rusia. Para ellos esta forma de pre-sentar la cuestin falseaba tanto las condiciones materiales deldesarrollo capitalista en Rusia como la propia estructura de clasesde la sociedad. El capitalismo en Rusia haba surgido sobre condi-ciones histricas atrasadas, adoptando un desarrollo desigual ycombinado que al tiempo que integraba formas extremadamenteretrgradas, incluso feudales como era el caso de la situacin enla que se encontraba el campesinado, tambin manifestaba rasgosmuy avanzados: la enorme concentracin del proletariado indus-

    trial en grandes fabricas, una concentracin superior a la de laclase trabajadora francesa o britnica. Por otra parte, en esta vi-sin materialista de las relaciones de clase, estaba muy presente elcarcter dependiente de la burguesa rusa. Dependiente del capi-tal exterior, que jugaba un papel crucial en la economa industrialy dependiente de la propia autocracia con la que mantenaesplndidos negocios. De hecho la burguesa en los aspectosesenciales formaba un bloque con el rgimen autocrtico, de ahel carcter cobarde, pusilnime y pasivo de los sectores claves de

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    esta clase social frente al zarismo. La consideracin de RosaLuxemburgo coincida plenamente con la de Trotsky y la de Le-

    nin: la burguesa liberal tena un carcter profundamente contra-rrevolucionario y sera incapaz de liderar consecuentemente nisiquiera la lucha por las demandas democrticas.

    Esta postura fue reivindicada por los hechos en 1905 y poste-riormente en 1917. Solo la clase obrera aliada del campesinadopobre podra llevar a cabo la liquidacin del rgimen zarista.Pero la conquista de la democracia, la reforma agraria el talnde Aquiles de la sociedad rusa, la resolucin del problemanacional que afectaba a numerosas nacionalidades del Imperio y

    la mejora de las condiciones de vida de las masas era incompati-ble con la existencia del capitalismo. Las tareas democrticasenlazaban con las socialistas, la expropiacin de la burguesarusa y de sus aliados imperialistas se tornaba en condicin nece-saria para el avance de la sociedad. Rosa Luxemburgo compartien lo sustancial este punto de vista que Trotsky de una formams temprana y Lenin ms tarde, defendieron en el seno delmovimiento socialdemcrata frente a la visin esquemtica y enesencia contrarrevolucionaria del menchevismo y el revisionis-

    mo. Este programa hizo posible la Revolucin de octubre, la pri-mera revolucin obrera triunfante en la historia.Se ha escrito mucho sobre las divergencias irreconciliables

    de Rosa Luxemburgo y Lenin. Obviamente este no es el espaciopara tratar a fondo de esta cuestin, aunque si nos gustara pun-tualizar una idea central. A pesar de las diferencias que existie-ron entre ambos, la base comn del pensamiento poltico y de laaccin revolucionaria de Rosa Luxemburgo y de Lenin es incues-tionable. Su oposicin frontal a la poltica de colaboracin de

    clases, su lucha contra el reformismo en las filas del movimientoobrero, su voluntad de organizar a las masas oprimidas para elderrocamiento del capital, su desprecio a la capitulacin y suentrega a la revolucin socialista, les hace partcipes de la mismatradicin poltica: la del marxismo revolucionario. De hecho, enescritos de Rosa Luxemburgo como Reforma o Revolucin, unareplica magistral al revisionismo de Bernstein y que hoy en daconserva toda su actualidad, o el que publicamos en esta ocasinHuelga de masas, Partido y Sindicato, se puede apreciar con toda su

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    fuerza el mismo fondo, el mismo mtodo y las mismas ideas queen los escritos clsicos de Lenin. No en vano Lenin, en la conme-

    moracin del quinto aniversario del asesinato de Rosa Luxem-burgo y Karl Liebknecht, solicit a los dirigentes del KPD(Partido Comunista Alemn) que de la forma ms urgente proce-dieran a publicar las obras completas de Rosa Luxemburgo, untesoro que todo proletario sabr apreciar y considerar en pala-bras de Lenin.

    UNAOBRACLSICADELMARXISMO

    En 1906 Rosa Luxemburgo escribiHuelga de masas, Partido ySindicato, al calor de las enseanzas de la revolucin rusa de1905 y de la polmica que el debate sobre la huelga general hab-a desatado en el partido socialdemcrata y los sindicatos ale-manes.

    En el contexto del crecimiento de la socialdemocracia alema-na, la discusin sobre la utilidad de la huelga general desat dis-cusiones muy arduas en los rganos dirigentes del movimiento:...La actitud de la socialdemocracia frente a la huelga de masasseala Rosa Luxemburgo al comienzo del libro, est construidapara ser utilizada contra la teora anarquista de la huelga gene-ral, es decir, contra la teora de la huelga general como mediopara desencadenar la revolucin social, en contraposicin a lalucha cotidiana de la clase obrera; y se agota en el simple dilema:o bien el proletariado en su conjunto no dispone todava de unapoderosa organizacin ni de arcas bien repletas, y entonces nopuede realizar la huelga general o bien este se encuentra sufi-cientemente organizado, y entonces no tiene necesidad de lahuelga general.

    En este prrafo se puede ver implcita la crtica que RosaLuxemburgo desarrollara a lo largo del libro contra el esquema-tismo reformista de los dirigentes sindicales socialdemcratas.Esos burcratas acomodados en la cspide del movimiento, su-bordinando la accin de la clase al estrecho horizonte de las lu-chas cotidianas por las mejoras haban renunciado en la prcticaa la huelga general como mtodo de lucha contra la burguesa y

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    escuela de aprendizaje, de cohesin y de fortalecimiento de laconciencia socialista de los trabajadores. La crtica a la postura

    aventurera de los anarquistas que pensaban que con la meradeclaracin de huelga general era posible subvertir el orden ca-pitalista lo que haca innecesaria la participacin poltica del pro-letariado y mucho menos la existencia de un partido revolucio-nario de masas, se haba transformado en las manos de losdirigentes reformistas de los sindicatos en una justificacin de supasividad y de su adaptacin al medio capitalista.

    Tomando como punto de partida las enseanzas de la revolu-cin rusa de 1905, Rosa Luxemburgo crtica la poltica de la di-

    reccin de los sindicatos y esboza las lecciones gigantescas quepara la lucha por el socialismo entraa esta experiencia: Porprimera vez en la historia de la lucha de clases [la revolucinrusa] ha hecho posible la grandiosa realizacin de la idea de lahuelga de masas y como explicaremos ms adelante hastade la huelga general inaugurando una nueva poca en el desa-rrollo del movimiento obrero.

    POSTURASERRNEAS

    Partiendo de la dinmica viva de movimiento revolucionario de1905, exactamente igual que hizo Marx con la Comuna de Parsde 1871, Rosa Luxemburgo fustiga tanto la posicin de los diri-gentes sindicales que niegan la posibilidad de la huelga general,como la postura de sus crticos en la cpula del Partido que con-sideraban la huelga como una accin que sera preestablecidapor decreto desde la direccin cuando est considerase la idonei-dad de las condiciones: ...la huelga de masas no se hace artifi-cialmente, no se decreta en el aire, no se propaga, sino quees un fenmeno histrico que surge en determinados momentos delas mismas circunstancias sociales y con necesidad histrica. En otraspalabras, la huelga general es una de las expresiones ms radica-les de las contradicciones entre las clases y surge del ms ampliodescontento de las masas. Cuando los dirigentes reformistas sedeciden por la convocatoria de la huelga de masas, o una huelgageneral, significa que la presin de la olla social ha llegado a un

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    punto decisivo. El descontento no se puede canalizar a travs delos cauces habituales: negociacin, pactos, consensos. En muchos

    casos, la huelga general es impuesta por el movimiento a partirde luchas sectoriales, locales y regionales que desbordan a losaparatos centrales de los sindicatos. La historia esta llena deejemplos: Octubre del 34 en Espaa, Mayo del 68 en Francia, lashuelgas generales en Italia de 2002... incluso la huelga general enel Estado espaol del 20-J de 2002 fue el producto de la presindesde abajo y la necesidad de la cpula de CCOO y UGT, des-pus de aos de pactos sociales, de recuperar autoridad en unmomento que el gobierno del PP desataba una furiosa ofensiva

    contra los trabajadores.En este sentido muchos activistas sindicales, incluso gentehonesta y luchadora pero que carece de una educacin y pers-pectivas marxistas queda completamente desconcertada cuandolos dirigentes convocan a la huelga: No son acaso los mismosdirigentes que firman acuerdos sin contar con la opinin de labase, que traicionan luchas, que impiden la democracia obreraen el seno de las organizaciones? Obviamente son los mismosdirigentes, pero la clase obrera no siempre est dispuesta a per-

    mitir retrocesos, prdida de derechos y humillaciones. Las con-tradicciones, el malestar, la frustracin que se acumula sorda-mente durante aos pero que no se manifiesta en la superficie,estalla, cristaliza con determinados acontecimientos y se mani-fiesta en un movimiento furioso de los trabajadores que obliga avirar a los dirigentes en sus posiciones si no quieren verse reba-sados y apartados. Esa es la autntica dinmica del proceso detoma de conciencia de la clase obrera, que en 1905 culmin con lainsurreccin armada: cambios bruscos y repentinos que sacuden

    a las masas de la inercia y rutina de dcadas.En la huelga general la clase obrera se identifica como clase,las capas ms rezagadas entran en contacto con la vanguardia,los axiomas de la sociedad burguesa se ponen en cuestin, lostrabajadores a travs de la lucha comprueban su poder en la so-ciedad: nada funciona sin su permiso. Todo el potencial revolu-cionario de la clase, su creatividad, su voluntad de superar lasdificultades se pone de manifiesto en la huelga general, que nosiempre adopta las mismas formas. Sin embargo este es un terre-

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    no fecundo para la explicacin del programa marxista, pues lostrabajadores pueden generalizar ms fcilmente su experiencia:

    la burguesa necesita de la clase obrera para hacer funcionar susistema basado en la explotacin, sin embargo la clase obrera nonecesita de explotadores para organizar la sociedad.

    No todas las huelgas de masas han tenido y tienen los mis-mos objetivos. Lo que s es un hecho comprobado es que lasgrandes huelgas vienen precedidas de movimientos de la clase,sean huelgas econmicas parciales, de rama, provincia, locales ode fbrica. Tambin es un hecho constatable, y dialctico, que noexiste una muralla infranqueable entre las demandas econmicas

    y las reivindicaciones polticas. La revolucin rusa de 1905 fueun ejemplo paradigmtico: de peticiones piadosas al zar para lamejora de las condiciones espantosas de trabajo de los obrerosde San Petersburgo, se pas con rapidez, sobre la experiencia dela represin del domingo sangriento, a demandas polticas: finde la autocracia, asamblea constituyente, sufragio universal yms tarde a la creacin de rganos de poder obrero, los soviets,surgidos de la propia lucha de masas. Las similitudes con esteproceso se pueden encontrar en cientos de procesos huelgusti-

    cos en la historia del movimiento obrero mundial.Las huelgas son una gigantesca escuela de aprendizaje paralos trabajadores, donde se educan y elevan su nivel de concien-cia, una escuela poltica viva donde todos los programas se so-meten a discusin. Para la tendencia revolucionaria es impres-cindible encontrar el camino para llegar a los obreros en lucha yfusionar su experiencia con el programa del marxismo. De estamanera se templa el partido revolucionario, que aprende a apre-ciar las necesidades del trabajador, no para limitarlas en el marco

    de lo posible bajo el capitalismo, sino para apoyarse en ellas eimpulsar la accin hacia objetivos ms amplios.Desde que el movimiento marxista estableci su cuerpo teri-

    co hasta el da de hoy, sus crticos han recurrido a clamar contrael supuesto desprecio de los marxistas hacia las reformas. Enrealidad esta objecin, que se utiliza para acusar a los revolucio-narios de radicales, utpicos y poco prcticos, es una tergiversa-cin de la posicin del marxismo. Los marxistas jams despre-cian la lucha por las mejoras parciales de las condiciones de vida

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    y de trabajo de las masas oprimidas, muy al contrario. Comoatestigua la historia, los marxistas constituyen los luchadores

    ms abnegados y consecuentes por estas mejoras. De qu mane-ra la clase obrera iba a ganar confianza en su capacidad de luchay en su fuerza sino a travs de las mil y una batallas cotidianasde la lucha de clases? No obstante, los marxistas, a diferencia delos reformistas, siempre explican la realidad a los trabajadorescon absoluta franqueza. En primer lugar las conquistas son elproducto de la movilizacin y no la consecuencia de la habilidadnegociadora de los mandos sindicales. No se puede arrancar enla mesa de negociacin lo que no se conquista en la calle a travs

    de la lucha. Pero hay ms. Los marxistas entendemos la luchapor estas mejoras como parte de otra ms amplia por la emanci-pacin completa de los trabajadores, o lo que es lo mismo, por latransformacin socialista de la sociedad. Los marxistas aprove-chamos las victorias y los avances para elevar la confianza de laclase en sus propias fuerzas y reforzar la conciencia socialista delmovimiento. A diferencia de los reformistas, los marxistas somosconscientes de la temporalidad de esas concesiones: la clase do-minante siempre buscar el momento para eliminarlas a la mni-

    ma oportunidad que tenga; y es obvio que oportunidades habr,pues la correlacin de fuerzas no se puede mantener indefinida-mente a favor del proletariado. Los reformistas, como buenoscretinos parlamentarios, se imaginan que a travs de las comisio-nes, subcomisiones, de los controles y de los acuerdos se mejo-rar progresivamente la situacin de los obreros hasta llegar fe-lizmente a convencer a la clase capitalista de que un capitalismoms humano es mejor e incluso ms rentable para sus intereses.Sin embargo, toda la experiencia histrica se ha encargado de

    refutar este cuento de hadas.

    LAHUELGAGENERALYLAREVOLUCIN

    La relacin entre la huelga general y la revolucin es muy estre-cha. Ciertamente no todas las huelgas generales surgen de condi-ciones revolucionarias o desencadenan procesos revolucionarios.Sin embargo un estudio ms detallado de este acontecimiento

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    probar que es la ausencia de una direccin revolucionaria con-secuente, es decir marxista, la que impide que las huelgas gene-

    rales se transformen en la antesala de un movimiento decisivopara terminar con el dominio de la burguesa. No obstante, loque no se puede negar es que en todas las revoluciones la huelgageneral y las huelgas de masas han jugado un papel decisivo.Fue el caso de 1905 y 1917 en Rusia, de febrero a junio de 1936 enEspaa, o el proceso de Mayo de 1968 en Francia, por citar unoscuantos ejemplos.

    Esta es precisamente la leccin que Rosa Luxemburgo tratade explicar exhaustivamente analizando la revolucin de 1905:

    ...Los acontecimientos de Rusia nos muestran la huelga de ma-sas como inseparable de la revolucin. La historia de la huelgade masas en Rusia es la historia de la revolucin rusa (...) Slo enlos perodos revolucionarios, en los que los cimientos y los mu-ros de la sociedad de clases se agrietan y resquebrajan, cualquieraccin poltica del proletariado puede arrancar de la indiferen-cia, en pocas horas, a las capas del proletariado hasta entoncespasivas, lo que se manifiesta, naturalmente, a travs de una bata-lla econmica tormentosa. Repentinamente electrizados por la

    accin poltica, los obreros reaccionan de inmediato en el campoque les es ms prximo: se sublevan contra su condicin de es-clavitud econmica. (...) Es as como la revolucin crea las condi-ciones sociales en las que es posible esta transformacin directade la lucha econmica en la poltica y de la poltica en la econ-mica, que encuentra su expresin en la huelga de masas.

    Pero la revolucin, o mejor dicho el triunfo de la revolucinno dependen slo de la energa que despliegan las masas. Lavoluntad de lucha manifestada por la clase debe fusionarse con

    la direccin revolucionaria, una direccin que no puede ser im-provisada en el curso de la lucha. Es cierto lo que Rosa Luxem-burgo insiste en sealar: Las revoluciones no pueden decretarsepor ningn organismo dirigente, y de la misma manera, el orga-nismo dirigente debe prever su dinmica, avanzar el programa ylas consignas, definir una tctica adecuada y ganar a las masaspara la causa. Una direccin que haya asimilado los problemasprofundos de la historia del movimiento obrero, que haya enten-dido las lecciones de las derrotas, mucho ms abundantes en la

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    historia que las victorias, que se haya fusionado, en el perodoprevio al estallido de la revolucin, con lo mejor de esas masas y

    que haya demostrado su disposicin a enfrentar los riesgos msgraves, estar en condiciones de dirigir con xito a las clasesoprimidas de la sociedad. Este fue el caso del bolchevismo quedemostr, en la arena de los acontecimientos, su superioridadpoltica frente al resto de las tendencias del movimiento obreroruso e internacional.

    VIEJASIDEASQUEPASANPORNUEVAS

    El libro de Rosa Luxemburgo posee una gran cualidad: contes-ta con rigor los argumentos que la burocracia reformista de lossindicatos y partidos obreros han utilizado durante ms de cienaos.

    Aunque pasen por ser el ltimo grito en teora, las ideas quehabitualmente escuchamos en el seno del movimiento sindicalbeben en las fuentes tericas que los reformistas establecieronhace mucho tiempo. Ideas del tipo no es posible organizar a lossectores ms precarios y desprotegidos de la clase, somos dbilespara plantearnos acciones de envergadura como la huelga gene-ral, es necesario preservar la independencia de los sindicatos dela accin poltica de los partidos..., que son utilizadas insisten-temente por la actual burocracia sindical, ya eran argumentosesgrimidos asiduamente por sus predecesores.

    Rosa Luxemburgo contesta brillantemente todas estas la-mentaciones que esconden, en un supuesto armazn terico,todo tipo de excusas para justificar la pasividad de los aparatossindicales y su adaptacin al medio. ...Los sindicatos, al igualque las dems organizaciones de lucha del proletariado, no pue-den mantenerse, a la larga, sino por medio de la lucha, y unalucha que no sea solamente una pequea guerra de ratas y desapos en las aguas estancadas del perodo burgus parlamenta-rio, sino un perodo revolucionario de violentas luchas de ma-sas. La concepcin mecnica, burocrtica y estereotipada sloquiere ver en la lucha el producto de la organizacin a un ciertonivel de fuerza. Por el contrario, el vivo desarrollo dialctico ve

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    en la organizacin un producto de la lucha (...) La valoracinfalsa y exagerada de la importancia de la organizacin en la

    lucha de clase del proletariado se suele completar con una sub-valoracin de la masa proletaria no organizada y de su madurezpoltica. Es en los perodos revolucionarios, en el empuje degrandes luchas de clase que despiertan, donde se muestra lainfluencia educativa del rpido desarrollo capitalista y la accinde la socialdemocracia sobre las capas populares ms amplias yacerca de todo lo cual los cuadros de las organizaciones y hastalas estadsticas electorales nicamente pueden dar la imagenms dbil en tiempos normales.

    Los propios acontecimientos de la revolucin rusa de 1905reflejaban, de manera indirecta, el poder y la madurez del prole-tariado alemn para lanzar una vasta lucha revolucionaria con-tra el capital siempre y cuando su direccin se desembarazase deprejuicios e ideas conservadoras y adoptase el programa delmarxismo. Esta es la cuestin: una direccin que se precie nopuede conformarse con ensear los aspectos ms atrasados delmovimiento, por decirlo de alguna forma, su culo, sino ante todopresentar los rasgos ms avanzados, ms desarrollados que

    adopta la lucha de masas, no solo nacional sino internacional-mente. Sobre esta base el partido revolucionario podr estableceruna tctica y unas consignas que eleven el nivel poltico del mo-vimiento y le ayuden a sacar conclusiones revolucionarias.

    El problema de la direccin recorre todo el libro de RosaLuxemburgo. Resulta increble comprobar como su crtica alconservadurismo de la direccin sindical, y la explicacin de lascausas materiales que generan este conservadurismo, sirve tam-bin para retratar la situacin actual de las direcciones reformis-

    tas del movimiento sindical: La especializacin en su actividadprofesional de dirigentes sindicales, as como la natural restric-cin de horizontes que va ligada a las luchas econmicas frag-mentadas en perodos de calma, concluyen por llevar fcilmentea los funcionarios sindicales al burocratismo y a una cierta es-trechez de miras. Y ambas cosas se manifiestan en toda una se-rie de tendencias que pueden llegar a ser altamente funestaspara el futuro del movimiento sindical. En ellas se cuenta, antetodo, la sobreestimacin de la organizacin, que, de medio para

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    conseguir un fin llega a convertirse paulatinamente en un fin ens mismo, en el ms preciado bien en aras del cual han de subor-

    dinarse los intereses de la lucha. De ah se explica tambin esanecesidad, abiertamente confesada, que lleva a retroceder antegrandes riesgos y supuestos peligros para la existencia de lossindicatos, ante la inseguridad de las grandes acciones de ma-sas. (...) Y finalmente, a costa de ocultar las limitaciones objeti-vas que tiene la lucha sindical en el orden social burgus, sellega a una aversin directa a toda crtica terica que llame laatencin sobre esas limitaciones en relacin con los objetivosfinales del movimiento obrero....

    Desde la Fundacin Federico Engels creemos sinceramenteque la publicacin de este maravilloso texto de Rosa Luxembur-go, ayudar a muchos jvenes, trabajadores y sindicalistas acomprender de una forma ms profunda la historia del movi-miento y las tareas actuales. Un libro que, estamos convencidos,constituye una autntica gua para la accin en un momento enque la ofensiva por restaurar las ideas y los mtodos del marxis-mo revolucionario en el seno de las organizaciones de clase, y enprimer lugar en los sindicatos, se torna urgente.

    Juan Ignacio Ramos

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    HUELGA DE MASAS,PARTIDO Y SINDICATO*

    I

    Casi todos los escritos y declaraciones del socialismo in-ternacional sobre la cuestin de la huelga de masas se remontan ala poca anterior a la revolucin rusa1, que represent el primerexperimento histrico a gran escala de este mtodo de lucha. Secomprende que estos textos se encuentren en gran parte anticua-dos. En su concepcin, fundamentalmente, comparten el mismopunto de vista de Federico Engels, que, en su critica del revolu-cionarismo bakuninista en Espaa, escriba en 1873:

    En el programa bakuninista, la huelga general es la palancade la que hay que valerse para iniciar la revolucin social. Unbuen da, de madrugada, todos los obreros de todos los oficiosde un pas, o hasta del mundo entero, se cruzan de brazos y, encuatro semanas a lo sumo, obligan a las clases poseedoras a caervencidas de rodillas o a lanzarse sobre los obreros, con lo questos tienen derecho a defenderse y, aprovechando la ocasin, aarrojar por la borda a toda la vieja sociedad. La propuesta distamucho de ser nueva: los socialistas franceses, y los belgas des-pus, han montado hasta la saciedad ese caballo de batalla desde1848; caballo que, sin embargo, es de raza inglesa por su origen.Durante el rpido y violento desarrollo del cartismo entre los

    * Para la presente edicin ha sido tomada como base la primera edicin. Las ampliacionesde la segunda edicin van aadidas en notas sealadas con asteriscos. Mejoras y peque-as correcciones han sido tomadas sin comentario de la segunda edicin.

    1. Se refiere a la revolucin rusa de 1905, luego de la derrota rusa en la guerra contraJapn de 1904.

    2. La crisis de 1837 en Inglaterra se caracteriz por un descenso en el volumen de nego-cios y una recesin general que dur hasta 1839.

    3. La agitacin de 1839 alcanz caracteres violentos. El cartismo exiga el armamento delpueblo.

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    obreros britnicos, que sigui a la crisis de 18372, se haba predi-cado ya el mes santo en 18393, el paro a escala nacional (vase

    Engels, La situacin de la clase obrera en Inglaterra), y tuvo tantaresonancia que los obreros fabriles del norte de Inglaterra inten-taron ponerla en prctica en julio de 1842. Tambin en el congre-so de los aliancistas, celebrado en Ginebra el 1 de septiembre de18734, desempe un gran papel la huelga general, si bien fuereconocido por todos que, para lograr este objetivo, era necesariauna organizacin perfecta de la clase obrera y unas arcas bienrepletas. Y en esto est justamente la dificultad. Por un lado, losgobiernos, sobre todo si se les deja envalentonarse con el absten-

    cionismo poltico, jams permitirn que ni la organizacin ni lasarcas de los obreros lleguen tan lejos; y, por el otro, los aconteci-mientos polticos y los abusos de las clases dominantes facili-tarn la emancipacin de los obreros mucho antes de que el pro-letariado llegue a reunir esa organizacin ideal y ese gigantescofondo de reserva. Pero, si dispusiese de ambas cosas, no necesi-tara dar el rodeo de la huelga general para llegar a la meta5.

    Estamos ante la argumentacin que iba a determinar en lasprximas dcadas la actitud de la socialdemocracia frente a la

    huelga de masas. Est construida para ser utilizada contra lateora anarquista de la huelga general, es decir, contra la teorade la huelga general como medio para desencadenar la revolu-cin social, en contraposicin a la lucha poltica cotidiana de laclase obrera; y se agota en el simple dilema siguiente: o bien elproletariado en su conjunto no dispone todava ni de una pode-rosa organizacin ni de arcas bien repletas, y entonces no puederealizar la huelga general, o bien ste se encuentra suficiente-mente organizado, y entonces no tiene necesidad de la huelga

    general. Esta argumentacin resulta, por cierto, tan simple y taninatacable a primera vista que durante un siglo prest inestima-bles servicios al movimiento obrero moderno, como arma lgicacontra las quimeras anarquistas y como medio auxiliar para lle-

    4. Se refiere al congreso de la Internacional Antiautoritaria de Bakunin, posterior alCongreso de La Haya. Los antiautoritarios se reunieron el 1 de septiembre en Gine-bra , una semana antes de que lo hicieran los marxistas.

    5. F. Engels.Los bakuninistas en accin. (Nota de la Autora).

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    var la idea de la lucha poltica a las ms amplias capas de la claseobrera. Los gigantescos progresos alcanzados en los ltimos

    veinticinco aos por el movimiento obrero en todos los pasesmodernos son la prueba ms contundente de la certeza de latctica de la lucha poltica, que defendieron Marx y Engels enoposicin al bakuninismo; la socialdemocracia alemana, con supoder actual y su posicin de vanguardia de todo el movimientoobrero internacional, es, en gran parte, el producto directo de laaplicacin consecuente y rigurosa de esa tctica.

    Pues bien, la revolucin rusaha sometido a una revisin pro-funda la argumentacin que acabamos de exponer. Por primera

    vez en la historia de la lucha de clases ha hecho posible la grandio-sa realizacin de la idea de la huelga de masas y como explica-remos en detalle ms adelante hasta de la huelga general, inau-gurando de este modo una nueva poca en el desarrollo del movi-miento obrero. Naturalmente no podemos concluir que la tcticade la lucha poltica, recomendada por Marx y Engels, o la crticaque hacen del anarquismo fueran falsas. Por el contrario, son losmismos razonamientos y mtodos de la tctica de Marx y Engelslos que constituyen elfundamento, hasta ahora, de la prctica de

    la socialdemocracia alemana, y los que ahora, en la revolucinrusa, crearon nuevos elementos y nuevas condiciones de la luchade clases. La revolucin rusa, la misma revolucin que constituyela primera prueba histrica prctica de la huelga de masas, no slono ha rehabilitado al anarquismo, sino que incluso significa la li-quidacin histrica del anarquismo. La triste existencia a que estuvocondenada esta orientacin del pensamiento durante las ltimasdcadas, debido al potente desarrollo de la socialdemocracia enAlemania, puede explicarse, en cierto modo, por el predominio

    absoluto y la larga duracin del parlamentarismo durante esteperiodo. Es evidente que un movimiento orientado exclusivamen-te a la ofensiva y a la accin directa, una tendenciarevolucionaria a ultranza, deba languidecer temporalmente enla calma chicha del acontecer parlamentario cotidiano, para rena-cer de nuevo y desplegar sus fuerzas internas con ocasin de lavuelta a un periodo de lucha abierta y directa, de una revolucinpopular. Rusia sobre todo pareca estar llamada a convenirse en elcampo de experimentacin para las heroicidades del anarquismo.

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    Un pas en el que el proletariado no dispona de ningn derechopoltico, y slo de una organizacin extremadamente dbil una

    confusa mezcla de diversas capas populares con intereses muydiversos y enmaraadamente entrecruzados, bajo nivel cultural delas masas populares, la ms extrema bestialidad en la utilizacinde la violencia por parte del gobierno imperante; todo esto parecacreado para otorgarle al anarquismo un poder repentino, aunquequizs efmero. Finalmente, Rusia era la cuna histrica del anar-quismo. La patria de Bakunin habra de convertirse en la tumbade su doctrina. No slo los anarquistas no estuvieron ni estn a lacabeza del movimiento de huelgas de masas en Rusia, no slo la

    direccin poltica de la accin revolucionaria, y tambin de lahuelga de masas, est totalmente en manos de las organizacionessocialdemcratas furiosamentecombatidas por los anarquistasy denunciadas como un partido burgus o en manos de orga-nizaciones socialistas influenciadas de algn modo por la socialde-mocracia o cercana a ella como el partido terrorista de los social-revolucionarios, sino que el anarquismo es absolutamente in-existente en la revolucin rusa como una tendencia poltica seria.Tan solo en una pequea ciudad lituana, en Bialystok,en condicio-

    nes particularmente difciles y donde los obreros provienen de lasms diversas nacionalidades, con un predominio de la pequeaindustria dispersa y una proporcin muy pequea de proletaria-do, se encuentran, entre los seis o siete diferentes grupos revolu-cionarios, un puado de mozalbetes anarquistas que contribuyecon todas sus formas a sembrar la confusin y el desorden entre laclase obrera; y en los ltimos tiempos se hacen notar tambin en

    Mosc y tal vez en dos o tres ciudades ms, algunos puados degentes de este tipo. Pero, prescindiendo de este par de grupos

    revolucionarios, cul es el papel que desempea realmente elanarquismo en la revolucin rusa? Se ha convertido en la etiquetade vulgares ladrones y saqueadores; bajo el rtulo de anarcoco-munismo se comete una buena parte de esos innumerables robosy pillajes a particulares, que, en todo periodo de depresin y dereflujo momentneo de la revolucin, se extienden como una olade fango. En la revolucin rusa, el anarquismo no es la teora delproletariado militante, sino el estandarte ideolgico del lumpem-

    proletariado contrarrevolucionario, que sigue como una manada de

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    tiburones la estela del buque de guerra de la revolucin. Y de estamanera concluye la carrera histrica del anarquismo.

    Por otra parte, la huelga de masas no fue practicada en Rusiacomo un medio para instalarse repentinamente en la revolucinsocial, mediante un golpe de efecto que evitase la lucha polticade la clase obrera y, particularmente, del proletariado, sino comoun medio de crear primero para el proletariado las condicionesde la lucha poltica cotidiana y en particular del parlamentaris-mo. La lucha revolucionaria en Rusia, en la que la huelga de ma-sas se utiliza como el arma ms importante, conducida por elpueblo trabajador y, en primer lugar, por el proletariado para

    conquistar precisamente esos mismos derechos y condicionespolticas cuya necesidad e importancia en la lucha por la emanci-pacin de la clase obrera fueron demostradas primero por Marxy Engels, que, oponindose al anarquismo, las defendieron contodas sus fuerzas en el seno de la Internacional. De este modo, ladialctica de la historia, la roca sobre la que se levanta toda ladoctrina del socialismo de Marx, tuvo por resultado que hoy elanarquismo, que estuvo ligado indisolublemente a la idea de lahuelga de masas, haya entrado en contradiccin con la prctica

    de la misma huelga de masas. Y sta ltima, a su vez, combatidaen otra poca como contraria a la accin poltica del proletariado,se presenta hoy como el arma ms poderosa de la lucha polticapor la conquista de los derechos polticos. Si la revolucin rusahace necesaria una profunda revisin del antiguo punto de vistamarxista sobre la huelga de masas, slo el marxismo, sin embar-go, con sus mtodos y sus puntos de vista generales, podr al-canzar la victoria bajo una forma nueva. La amada del moroslo puede morir a manos del moro.

    II

    Por lo que respecta a la huelga de masas, los acontecimientos enRusia nos obligan a revisar ante todo la concepcin general del pro-blema. Hasta el presente, tanto los fervorosos partidarios de ensa-yar la huelga de masas en Alemania, los Bernstein, Eisner, etc,como los adversarios rigurosos de semejante tentativa, representa-

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    dos en el campo sindical por Blmelburg6, por ejemplo, se atienen,en realidad, a una misma concepcin, a saber: la concepcin anar-

    quista. Estos polos en apariencia opuestos, no slo no se excluyen,sino que se condicionan y complementan recprocamente. Para laconcepcin anarquista, la especulacin sobre la gran conmocin,sobre la revolucin social, constituye, en realidad, solamente algoexterior e inesencial; lo esencial es la manera totalmente abstracta yantihistrica de abordar el problema de la huelga de masas, como,en general, el de todas las condiciones de la lucha proletaria. Paralos anarquistas slo existen dos cosas como premisas materiales desus especulaciones revolucionarias: en primer lugar, el espacio

    etreo, y luego la buena voluntad y el coraje para salvar a la huma-nidad del actual valle de lgrimas capitalista. Por obra y gracia delrazonamiento surgi hace ya sesenta aos, en el aire, la idea de quela huelga de masas es el medio ms corto, seguro y fcil para dar elsalto hacia el ms all social mejor. Y fue en este mismo espacioetreo donde naci recientemente la idea surgida de la especula-cin terica de que la lucha sindical es la nica accin de masasdirecta real y, en consecuencia, la nica lucha revolucionaria posi-ble: ltimo estribillo, como es sabido, de los sindicalistas france-

    ses e italianos. Pero para desgracia del anarquismo, los mtodos delucha improvisados en el aire no slo fueron el cuento de la lechera,es decir, meras utopas, sino que, precisamente porque no tenan encuenta la triste y despreciada realidad, envueltos, en la mayora delos casos, en especulaciones revolucionarias sobre esta triste reali-dad, se convirtieron sin darse cuenta en verdaderos colaboradoresde la reaccin.

    Y sobre este mismo terreno del anlisis abstracto y antihistri-co estn hoy los que quieren desencadenar prximamente en Ale-

    mania la huelga de masas, por decreto de la direccin del partidoy a fecha fija, y tambin los que, como los delegados del congresosindical de Colonia7, quieren liquidar definitivamente el proble-

    6. Blmelburg (1862-1912).: sindicalista alemn de la federacin de la construccin.Rechaz en el Congreso de Colonia de 1906 todas las tentativas para introducir unanueva tctica, basada en la huelga poltica de masas. (N.A.)

    7. Congreso Sindical de Colonia. Se celebr en mayo de 1905, bajo el lema de Lo quelos sindicatos necesitan es tranquilidad!.

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    ma de la huelga de masas, prohibiendo su propaganda. Ambastendencias parten de la idea comn y absolutamente anarquista

    de que la huelga de masas es slo un arma puramente tcnica quepodra, por conveniencia y a voluntad, ser decretada o, a lainversa, prohibida, como una especie de navaja que se puedellevar cerrada en el bolsillo, por lo que pueda ocurrir, o serabierta y utilizada cuando se decida. Bien es verdad que precisa-mente los adversarios de la huelga de masas reivindican el mritode haber tenido en cuenta el terreno histrico y las condicionesmateriales de la situacin actual en Alemania, en oposicin a losromnticos de la revolucin, que flotan por los aires y se niegan

    a encarar la dura realidad, sus posibilidades e imposibilidades.Hechos y cifras, cifras y hechos exclaman, como Grangrinden Los tiempos difciles de Dickens. Pero, lo que los adversariossindicalistas de la huelga de masas entienden por terreno hist-rico y por condiciones materiales son dos elementos diferen-tes: la debilidad del proletariado, por una parte, y la fuerza delmilitarismo prusiano, por la otra. La insuficiencia de las organi-zaciones obreras y del estado de sus fondos, as como las impo-nentes bayonetas prusianas; tales son los hechos y cifras sobre

    los que estos dirigentes sindicales fundan su concepcin prcticadel problema en este caso. Pues bien, es cierto que tanto los fon-dos sindicales como las bayonetas prusianas constituyen, indu-dablemente, hechos materiales e incluso muy histricos, pero, laconcepcin poltica basada sobre estos hechos no es el materialis-mo histrico en el sentido de Marx, sino un materialismo policia-co del tipo del de Puttkammer8. Tambin los representantes delEstado policial capitalista confan mucho, y hasta de modo ex-clusivo, en la potencia efectiva del proletariado organizado y en

    el poder material de las bayonetas; y, comparando estas dos se-ries de cifras, siguen sacando la siguiente conclusin tranquili-zante: el movimiento obrero revolucionario es provocado porinstigadores y agitadores aislados; ergo: tenemos en las prisionesy en las bayonetas el medio eficaz para dominar ese pasajero ydesagradable fenmeno.

    8. Puttkamer, Robert Viktor von (1825-1900): ministro del Interior de 1881 a 1888,clebre por la dureza de sus represiones antiobreras.

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    La clase obrera consciente de Alemania ha comprendido des-de hace tiempo la comicidad de esa teora policial, segn la cual

    todo el movimiento obrero sera el producto artificial y arbitrariode un puado de instigadores y agitadores sin escrpulos.La misma concepcin se pone de manifiesto cuando dos o

    tres bravos camaradas forman un piquete de guardianes volun-tarios para alertar a la clase obrera alemana de las peligrosasmaquinaciones de algunos romnticos de la revolucin y de supropaganda a favor de la huelga de masas; o tambin cuandoasistimos al desencadenamiento de una campaa de lacrimosaindignacin por parte de los que se sienten traicionados por no

    se sabe qu acuerdos secretos entre la direccin del partido yel consejo central de los sindicatos relacionados con la explosinde la huelga de masas en Alemania. Si todo dependiera de lapropaganda incendiaria de los romnticos de la revolucino de las decisiones secretas o pblicas de las direcciones de lospartidos, entonces no hubiramos tenido hasta la fecha ningunahuelga de masas importante en Rusia. No existe pas como yalo seal en el Schsische Arbeiterzeitung, en marzo de 1905donde se haya pensado en propagar e incluso discutir la huel-

    ga de masas tan poco como en Rusia. Y los pocos ejemplos aisla-dos de resoluciones y acuerdos de la direccin del partido socia-lista ruso que decretaban la huelga total y general, como la lti-ma tentativa en agosto de 1905 despus de la disolucin de laDuma9, han fracasado casi por completo. Si hay algo que nosensee la revolucin rusa es, sobre todas las cosas, que la huelgade masas no se hace artificialmente, no se decreta en el aire,no se propaga, sino que es un fenmeno histrico que surge endeterminados momentos de las mismas circunstancias sociales y

    con necesidad histrica.El problema no va a resolverse con abstractas especulacionesen torno a la posibilidad o imposibilidad, a la utilidad, o al ries-go que implica la huelga de masas, sino mediante el estudio delos factores y de las circunstancias sociales que provocan la huel-ga de masas en la fase actual de la lucha de clases; con otras pa-

    9. La Duma era la representacin parlamentaria rusa. Convocada por primera vez comouna concesin del zar a la revolucin de 1905, fue disuelta el mismo ao.

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    labras: el problema no puede ser comprendido ni discutido apartir de una apreciacin subjetiva de la huelga general, tomando

    en consideracin lo que sea deseable o no, sino a partir de unexamen objetivo de los orgenes de la huelga de masas desde elpunto de vista de las necesidades histricas.

    En las regiones etreas del anlisis lgico abstracto se puededemostrar con el mismo rigor tanto la imposibilidad absoluta yla derrota indudable de la huelga de masas como su posibilidadabsoluta y su segura victoria. Por esta razn, elvalor de la de-mostracin es el mismo en ambos casos, a saber: ninguno. De ahque especialmente el temor por la propaganda de la huelga de

    masas, que ha conducido ya a la excomunin formal de los su-puestos culpables de ese crimen, sea nicamente el producto deun jocoso malentendido, Es tan imposible propagar la huelgade masas, como medio abstracto de lucha, como propagar larevolucin. Tanto la revolucin como la huelga de masasson conceptos que slo significan en s mismos una forma exte-rior de la lucha de clases, y que slo tienen sentido y contenidoen relacin a situaciones polticas muy bien determinadas.

    Querer desplegar una labor de agitacin en regla en favor de

    la huelga de masas, como forma de la accin proletaria, quererextender esta idea para ganar poco a poco a la clase obrera,sera una ocupacin tan ociosa, tan vana e inspida como em-prender una campaa de propaganda en favor de la idea de larevolucin o de la lucha en las barricadas. Si en la hora presentela huelga de masas ha pasado a ocupar el centro del vivo intersde la clase obrera alemana e internacional es porque representauna forma nueva de lucha, y como tal, el sntoma autntico deprofundos cambios internos en las relaciones entre las clases y en

    las condiciones de la lucha de clases. El hecho de que la masa delos proletarios alemanes manifieste un inters tan ardiente poreste nuevo problema, a pesar de la obstinada resistencia de susdirigentes sindicales, es claro testimonio de su seguro instintorevolucionario y de su clara inteligencia. Pero no se correspon-der a este inters, a esta noble sed intelectual, a este impulso delos obreros hacia la accin revolucionaria, disertando medianteuna gimnasia cerebral abstracta acerca de la posibilidad o impo-sibilidad de la huelga de masas; se responder explicando el de-

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    sarrollo de la revolucin rusa, su importancia internacional, laagudizacin de los conflictos de clase en la Europa Occidental,

    las nuevas perspectivas polticas de la lucha de clases en Alema-nia y el papel y los deberes de las masas en las luchas futuras.Slo dirigida de esta forma, la discusin sobre la huelga de ma-sas servir para ampliar el horizonte intelectual del proletariado,contribuir a fortalecer su conciencia de clase, a profundizar susideas y a redoblar sus energas para la accin.

    Si se mantiene este punto de vista, entonces aparecer en to-da su ridiculez el proceso penal llevado a cabo por los adversa-rios del romanticismo revolucionario, slo porque, al tratar el

    problema, no se emplean exactamente las palabras textuales dela resolucin de Jena10. Los polticos prcticos se dan por satis-fechos, en todo caso, con esta resolucin, porque vincula funda-mentalmente la huelga de masas con el destino del sufragio uni-versal; de este hecho creen poder concluir dos cosas: primera,que la huelga de masas conserva un carcter puramente defensi-vo; segunda, que la huelga de masas misma, subordinada al par-lamentarismo, se conviene en un simple apndice del parlamen-tarismo. Pero el verdadero meollo de la resolucin de Jena radica

    en que, dada la actual situacin en Alemania, un atentado porparte de la reaccin gobernante al sufragio universal para laselecciones al Reichstag significara, muy probablemente, el im-pulso inicial y la seal para un periodo de tormentosas luchaspolticas. Entonces, por primera vez en Alemania, la huelga demasas podra ser aplicada como medio de lucha. Querer restrin-gir y mutilar artificialmente, mediante el texto de la resolucinde un congreso, la importancia social y el campo de accin hist-rico de la huelga de masas, como problema y como fenmeno de

    la lucha de clases, es dar pruebas de un espritu tan estrecho ylimitado como el que se manifiesta en la resolucin del Congresode Colonia11. En la resolucin del congreso de Jena, la socialde-

    10. En el Congreso del partido en Jena, 1905, se aprob una resolucin que reconoca lahuelga de masas cono un arma posible del proletariado, en especial para la defensa delos derechos polticos.

    11. Congreso Sindical de Colonia (vase nota 7). Los sindicatos reclamaban mayorautonoma frente al partido y rechazaron toda discusin sobre el tema de la huelgasgeneral.

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    mocracia alemana ha levantado acta oficialmente de la profundatransformacin lograda por la revolucin rusa en lo que respecta

    a las condiciones internacionales de la lucha de clases, manifes-tando su capacidad de desarrollo revolucionario y de adaptacina las nuevas exigencias de la fase futura de la lucha de clases. Enesto reside la importancia de la resolucin de Jena. Por lo querespecta a la utilizacin prctica de la huelga de masas en Ale-mania, la historia decidir sobre ello como lo hizo en Rusia; parala historia, la socialdemocracia y sus resoluciones constituyen unfactor importante por cierto, pero, slo un factor entre muchos.

    III

    La huelga de masas, tal como aparece por lo general en las discu-siones que se llevan a cabo actualmente en Alemania, es un fen-meno aislado muy claro, simple de concebir y de precisas deli-mitaciones. Se habla exclusivamente de la huelga de masas pol-tica. Se piensa en una nica insurreccin grandiosa del proleta-riado industrial, desencadenada con ocasin de un hecho polti-

    co de gran importancia, sobre la base de un acuerdo recprocoentre las direcciones de los partidos y de los sindicatos, y que,dirigida ordenada y disciplinadamente, cesa en el ms perfectoorden ante una consigna dada en el momento oportuno por loscentros dirigentes. Deber tambin determinarse previamentecon toda exactitud el apoyo que hay que otorgar y los gastos yvictimasque ocasionar, en una palabra, todo el balance materialde la huelga de masas.

    Si comparamos ese esquema terico con la verdadera huelga

    de masas, tal como se presenta en Rusia desde hace cinco aos,hemos de reconocer que la concepcin en torno a la cual gira ladiscusin en Alemania no se corresponde a casi ninguna de lasmuchas huelgas de masas que han tenido lugar, y que, adems,las huelgas de masas en Rusia presentan una multiplicidad talde variaciones que resulta completamente imposible hablar dela huelga de masas, de una huelga de masas esquemtica yabstracta. Todos los momentos de la huelga de masas, as comosu carcter, no son solamente distintos en las diversas ciudades y

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    regiones del imperio, sino que, sobre todo, su carcter general hacambiado varias veces en el curso de la revolucin. Las huelgas

    de masas han pasado en Rusia por una determinada evolucinhistrica, que an contina.Quien pretenda hablar de la huelga de masas en Rusia, de-

    ber, ante todo, tener presente su historia.El perodo actual, oficial, por as decirlo, de la revolucin

    rusa se considera que empieza, y con razn, con la insurreccindel proletariado de San Petersburgo del 22 de enero de 1905, conla manifestacin de 200.000 obreros, delante del palacio de loszares, que acab en una terrible masacre. La sangrienta hecatom-

    be de San Petersburgo fue, como es sabido, la seal que desenca-den la primera serie de huelgas de masas, que se extendieronen pocos das por toda Rusia, llevando el llamamiento revolucio-nario desde San Petersburgo a todos los rincones del imperio y alas ms amplias capas del proletariado. Pero la insurreccin deSan Petersburgo del 22 de enero fue slo el punto culminante deuna huelga de masas que con anterioridad haba puesto en mo-vimiento el proletariado de la capital zarista en enero de 1905.Sin duda alguna, esa huelga de enero en San Petersburgo fue la

    consecuencia inmediata de la gigantesca huelga general que hab-a estallado poco antes, en diciembre de 1904, en el Cucaso(Bak), y que mantuvo a Rusia a la expectativa durante muchotiempo. Los acontecimientos de diciembre acaecidos en Bak,fueron, por su parte, slo un ltimo y poderoso eco de las gran-des huelgas que, semejantes a peridicos temblores de tierra,sacudieron, entre 1903 y 1904, todo el sur de Rusia, y cuyo prlo-go fue la huelga de Batumi, en el Cucaso, en mayo de 1902. Y enla cadena de erupciones revolucionarias actuales, esta primera

    serie de huelgas est alejada, a fin de cuentas, slo en cinco o seisaos de la huelga general de los obreros textiles de San Peters-burgo en 1896-97; y si bien parece que algunos aos de aparentetranquilidad y de severa reaccin separan al movimiento de en-tonces de la revolucin de hoy, basta con conocer un poco la evo-lucin poltica interna del proletariado ruso hasta el actual esta-do de su conciencia de clase y de su energa revolucionaria, pararemontar la historia del actual periodo de las luchas de masas alas huelgas generales de San Petersburgo. Estas revisten una

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    gran importancia para nuestro problema, ya que contienen engermen todos los elementos principales de las huelgas de masas

    ulteriores.En primer lugar, la huelga general de 1896 en San Petersbur-go aparece como una lucha reivindicativa parcial, con objetivospuramente econmicos. Sus causas fueron las condiciones inso-portables de trabajo de los hilanderos y los tejedores de San Pe-tersburgo: jornadas de trabajo de trece, catorce y quince horas,miserables salarios a destajo, y un muestrario completo de lasms infames vejaciones patronales. No obstante, los obreros tex-tiles soportaron durante mucho tiempo esta situacin, hasta que

    un incidente, mnimo en apariencia, provoc el desbordamiento.En mayo de 1896, se celebr la coronacin que habla sido post-ergada durante dos aos por miedo a los revolucionarios delactual zar Nicols II, y con este motivo, los empresarios de SanPetersburgo manifestaron su celo patritico imponindole a susobreros tres das de vacaciones forzosas, pero, cosa notable,negndose a pagar los jornales de esos das. Los obreros textiles,exasperados por esa medida, se pusieron en movimiento. Des-pus de una asamblea en el jardn de Ekaterinov, en el que parti-

    ciparon alrededor de trescientos de los obreros ms preparados,se decidi ir a la huelga y se formularon adems las reivindica-ciones siguientes: 1) pago de los salarios correspondientes a losdas de la coronacin; 2) jornada de trabajo de diez horas y me-dia; 3.) aumento de los jornales a destajo. Esto ocurra el 24 demayo. Una semana despus todas las fbricas de tejidos y todaslas hilanderas estaban cerradas y 40.000 obreros declaraban lahuelga general. Hoy, este acontecimiento, comparado con lasvastas huelgas de la revolucin, puede parecer una insignifican-

    cia, pero, dentro del clima de estancamiento poltico que caracte-rizaba a la Rusia de entonces, una huelga general era algo inaudi-to, era en s toda una revolucin en pequeo. A continuacin sedesat la represin ms brutal; alrededor de un milln de obre-ros fueron detenidos y enviados a sus lugares de origen, la huel-ga general fue aplastada.

    As podemos observar todas las caractersticas fundamenta-les de las futuras huelgas de masas. El motivo inmediato del mo-vimiento fue completamente casual y hasta secundario, su irrup-

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    cin fue espontnea; pero, por la forma en que se produjo el mo-vimiento se manifestaron los frutos de una agitacin de varios

    aos por parte de la socialdemocracia; en el curso de la huelgageneral fueron los agitadores socialdemcratas los que estuvie-ron a la cabeza del movimiento, dirigindolo y llevando a cabouna intensa propaganda revolucionaria. Adems: la huelga era,vista desde fuera, una simple lucha econmica salarial, y slo laactitud del gobierno, as como la agitacin de la socialdemocra-cia, hicieron de ella un fenmeno poltico de primera categora. Yfinalmente: la huelga fue aplastada, los obreros sufrieron unaderrota, pero, ya en enero del siguiente ao, en 1897, los obre-

    ros de la industria textil de San Petersburgo repetan una vezms la huelga general y lograban esta vez un extraordinario xi-to: la instauracin por va legal de la jornada de once horas ymedia en toda Rusia. Pero hubo un resultado an ms importan-te: desde aquella primera huelga general de 1896, que fue em-prendida sin asomo siquiera de organizacin obrera y de fondosde huelga, comienza poco a poco en la Rusia propiamente dichauna intensa lucha sindical que se extiende muy pronto desde SanPetersburgo hacia el resto del pas, y abre perspectivas totalmen-

    te nuevas a la propaganda y a la organizacin de la socialdemo-cracia. De este modo, un trabajo invisible de topo preparaba, enel aparente silencio sepulcral de los aos que siguieron, la revo-lucin proletaria.

    La explosin de la huelga del Cucaso, en marzo de 1902,fue aparentemente tan casual y tan determinada por aspectosparciales puramente econmicos aunque distintos como lade 1896.

    Estaba vinculada con la gran crisis industrial y comercial que

    precedi en Rusia a la guerra ruso-japonesa y fue el factor decisi-vo en el comienzo de la efervescencia revolucionaria. La crisisprovoc un enorme desempleo, que aliment la agitacin revo-lucionaria entre las masas proletarias, por lo que el gobierno em-prendi tambin la tarea de trasladar progresivamente lasmanos sobrantes a sus lugares de origen para tranquilizar a laclase obrera. Precisamente una medida de este tipo, que debaafectar a unos cuatrocientos obreros petroleros, provoc en Batu-mi una protesta masiva, que condujo a manifestaciones, deten-

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    ciones, a una masacre y, finalmente, a un proceso poltico duran-te el cual la lucha por las reivindicaciones parciales y puramente

    econmicas adquiri el carcter de un acontecimiento poltico yrevolucionario. La repercusin de esta huelga de Batumi, aplas-tada y sin resultados, se reflej en una serie de manifestacionesrevolucionarias de masas por parte de los obreros de Nizhni-Nvgorod, de Sartov, y de otras ciudades, es decir, un vigorosoimpulso a la oleada general del movimiento revolucionario.

    Ya en noviembre de 1902 se produca el primer eco autnti-camente revolucionario, encarnado en la huelga general de Ros-tov del Don. Este movimiento fue desencadenado a causa de

    diferencias salariales en los talleres del ferrocarril de Vladikav-zaz. La administracin quiso reducir los salarios, y el comitsocialdemcrata del Don public un manifiesto llamando a lahuelga y planteando las siguientes reivindicaciones: jornada denueve horas, aumento de salarios, supresin de los castigos,despido de los ingenieros impopulares, etc. Todos los talleres deferrocarril entraron en huelga. Pronto se les sumaron todas lasdems profesiones, y de repente imperaba en Rostov una situa-cin sin precedentes: paro general de la industria, todos los das

    se celebraban al aire libre grandes mtines en los que participa-ban de 15.000 a 20.000 obreros, rodeados a veces por un cordnde cosacos, y por primera vez se presentaron en pblico orado-res socialdemcratas, que pronunciaban ardientes discursossobre el socialismo y las libertades polticas y que eran aclama-dos con increble entusiasmo; los llamamientos revolucionarioseran difundidos en decenas de miles de ejemplares. En mediode la rgida Rusia absolutista, el proletariado de Rostov con-quistaba por vez primera, en el fuego de la accin, el derecho de

    reunin y libertad de expresin. La represin sangrienta no sehizo esperar. Los conflictos salariales de los talleres del ferroca-rril de Vladikavzazse hablan convertido, en pocos das, en unahuelga general poltica, y en lucha popular revolucionaria. Aesta huelga sigui inmediatamente una huelga general en laestacin de Tijoretzkata, de la misma lnea del ferrocarril. Tam-bin aqu se produjo una masacre, luego un proceso, y Tijoretz-kata vino a ocupar igualmente su puesto en la ininterrumpidacadena de los episodios revolucionarios.

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    La primavera de 1903 dio respuesta a las derrotas sufridas enlas huelgas de Rostov y Tijoretzkata: todo el sur de Rusia ardi

    en los meses de mayo, junio y julio. Bak, Tiflis, Batumi, Elisa-vetgrad, Odesa, Kiev, Nikolyev, Ekaterinoslav proclamaron lahuelga general en el ms estricto sentido literal. Pero tampocoaqu surge el movimiento de acuerdo a un plan preconcebidopor un centro, sino que confluye a partir de puntos diversos, encada uno de ellos por diversos motivos y con otras formas. Bakabre la marcha con varias luchas salariales parciales en distintasfbricas y ramos industriales que desembocan finalmente en unahuelga general. En Tiflis comienzan la huelga 2.000 empleados

    de comercio, en protesta por una jornada laboral que se iniciabaa las 6 de la maana hasta las 11 de la noche; el 4 de julio, alrede-dor de las 8 de la tarde, abandonaron las tiendas y desfilaron enmanifestacin a travs de la ciudad, para obligar a los comer-ciantes a cerrar. La victoria fue completa: los empleados del co-mercio consiguieron una jornada laboral desde las 8 de la maa-na hasta las 8 de la tarde; el movimiento se extendi inmediata-mente a todas las fbricas, los talleres y las oficinas. Los diariosdejaron de aparecer. Los tranvas circulaban con proteccin mili-

    tar. En Elisavetgrad comienza la huelga el 10 de julio en todas lasfbricas, por motivos puramente econmicos. Las reivindicacio-nes que se plantean son aceptadas en su mayora, y el 14 de juliocesa la huelga. Pero dos semanas despus vuelve a estallar; estavez son los panaderos quienes dan la consigna, les siguen loscanteros, los carpinteros, los tintoreros, los molineros, y final-mente, los obreros de todas las fbricas. En Odesa se inicia elmovimiento con una lucha salarial en la que se ve implicada laasociacin obrera legal, fundada por agentes gubernamenta-

    les, segn el programa del clebre polica Zubtov12

    . La dialcti-ca histrica ha aprovechado de nuevo la oportunidad para haceruna de sus ms hermosas y prfidas jugarretas; las luchas econ-micas del perodo precedente entre otras, la gran huelga gene-ral de San Petersburgo en 1896 haban llevado a la socialdemo-

    12. Zubtov: Comandante de polica que fund organizaciones obreras bajo controlpolicial. Estas organizaciones aseguraban a los trabajadores que el gobierno zaristaestaba dispuesto a satisfacer sus reivindicaciones.

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    cracia rusa a exagerar lo que se haba dado en llamar economicis-mo, preparando por ese lado a la clase obrera para aceptar las

    actividades demaggicas de Zubtov; pero, algo ms tarde lagran corriente revolucionaria hizo virar el esquife que navegababajo falsa bandera y lo oblig a ponerse a la cabeza de la flotillaproletaria revolucionaria. Las asociaciones de Zubtov dieron laconsigna, en la primavera de 1904, para la gran huelga generalen Odesa, como la dieron en 1905 para la huelga general de SanPetersburgo. Los trabajadores de Odesa, que haban sido mante-nidos hasta entonces en la ilusin de la benevolencia del gobier-no hacia ellos y de sus simpatas por una lucha puramente

    econmica, quisieron de repente hacer la prueba y obligaron a laasociacin obrera de Zubtov a proclamar la huelga en unafbrica con objetivos reivindicativos modestos. El patrn losech a la calle, y, cuando reclamaron al jefe de la asociacin elapoyo gubernamental prometido, este personaje se escabull,dejando a los obreros en una desenfrenada efervescencia, lossocialdemcratas se pusieron inmediatamente a la cabeza y elmovimiento huelgustico se extendi a otras fbricas. El 1 dejulio se ponen en huelga 2.500 ferroviarios: el 4 de julio se decla-

    ran en huelga los obreros portuarios, que reclaman un aumentode salarios de 80 cpecs a dos rublos y una reduccin de mediahora en la jornada de trabajo. El 6 de julio se unen los marinos almovimiento. El 13 de julio comienza la huelga del personal tran-viario. Se celebra entonces una asamblea de todos los huelguis-tas, de 7.000 a 8.000 personas; se forma una manifestacin, queva de fbrica en fbrica y que crece como una avalancha hastacontar con una masa de 40.000 a 50.000 personas, que se dirige alpuerto con el fin de paralizar todo trabajo. Pronto la huelga ge-

    neral sera en toda la ciudad. En Kiev comienza la huelga el 21de julio en los talleres del ferrocarril. Tambin aqu son las mise-rables condiciones de trabajo las que originan directamente elparo; se plantean reivindicaciones salariales. Al da siguiente, lasfundiciones siguen el ejemplo. El 23 de julio se produce un inci-dente, que da la seal a huelga general. Durante la noche sondetenidos dos delegados de los ferroviarios: los huelguistas re-claman su libertad inmediata, y, ante la negativa, deciden quelos trenes no salgan de la ciudad. En la estacin, todos los huel-

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    guistas se sientan sobre los rieles, con sus mujeres y sus hijos:una verdadera marea humana. Se disparan salvas para amena-

    zarlos. Los obreros desnudan sus pechos y gritan: Tirad Unadescarga cae sobre la indefensa masa sentada: de treinta a cua-renta cadveres, entre ellos mujeres y nios, quedan sobre ellugar como testigos. Ante esta noticia, Kiev se pone en huelga elmismo da, los cadveres de las vctimas son alzados por la mul-titud, que se los lleva en impresionante cortejo. Reuniones, dis-cursos, detenciones, combates aislados por las calles: Kiev esten plena revolucin. El movimiento acaba rpidamente; pero lostipgrafos han conseguido una reduccin de una hora de trabajo

    y un aumento de un rublo en el salario; en una fbrica de porce-lana se implanta la jornada de ocho horas; los talleres del ferro-carril se cierran por decisin ministerial; los obreros de otras ra-mas prosiguen huelgas parciales, por sus reivindicaciones. Bajola directa impresin de las noticias que llegan de Odesa, Bak,Batumi y Tiflis, estalla la huelga general en Nikolyev, a pesarde la oposicin del comit socialdemcrata, que quera retrasarel estallido del movimiento hasta el momento en que la tropahubiera salido de la ciudad para hacer sus maniobras. Las masas

    no se dejan frenar; una fbrica se pone en movimiento; los huel-guistas van de taller en taller: la resistencia de la tropa no hacems que echarle lea al fuego. Inmediatamente se forman enor-mes manifestaciones que, al son de canciones revolucionarias,arrastran a todos los obreros, empleados, personal tranviario,hombres y mujeres. El paro es total. En Ekaterinoslavlos pana-deros inician la huelga el 5 de agosto; el 7 son los obreros de lostalleres del ferrocarril; despus todas las dems fbricas; el 8 deagosto cesa la circulacin de tranvas, los peridicos dejan de

    aparecer. As se form la grandiosa huelga general que conmo-vi al sur de Rusia durante el verano de 1903. Miles de pequeoscanales de luchas econmicas aisladas y casuales incidentesconfluyen rpidamente para convenirse en un inmenso mar, quetransforma todo elsur del imperio zarista, durante unas sema-nas, en una extraa repblica obrera revolucionaria. Abrazosfraternales, gritos de entusiasmo y de arrebato, cantos de liber-tad, alegres risas, humor y dicha delirante es lo que se percibaen esta multitud de personas que paseaban por la ciudad desde

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    la maana a la noche. Reinaba una atmsfera de euforia; casi sepoda creer que comenzaba sobre la tierra una vida nueva y me-

    jor. Un emocionante espectculo, idlico y conmovedor al mismotiempo... As escriba en aquellos das el corresponsal de Osvo-bozhdenie13, rgano liberal del seor Peter von Struve.

    Al comenzar el ao 1904, el inicio de la guerra provocdurante un tiempo la interrupcin del movimiento huelgusticode masas.En primer lugar se extendi por el pas una turbia olade manifestaciones patriticas organizadas por la polica. Elchauvinismo zarista oficial empez por sacrificar la sociedadburguesa liberal. Pero pronto ocup de nuevo la socialdemo-

    cracia el campo de batalla; a las manifestaciones policiales dellumpemproletariado patritico se contrapusieron manifestacio-nes obreras revolucionarias. Finalmente las bochornosas derro-tas del ejrcito zarista despiertan a la sociedad liberal de su le-targo; comienza la era de los congresos, banquetes, discursos,impresos y manifiestos liberales y democrticos. El absolutismo,aplastado temporalmente por la vergenza de la derrota, dejaactuar, en medio de la confusin, a estos seores, que ya venabrirse ante ellos el paraso de la celestial msica liberal. Duran-

    te medio ao ocupa el liberalismo la primera fila de la escenapoltica; el proletariado se sume en las tinieblas. Despus de unalarga depresin, el absolutismo levanta de nuevo cabeza, la ca-marilla concentra nuevas fuerzas; basta una buena patada, ases-tada por bota cosaca, para enviar a los liberales a su guarida enel mes de diciembre. Los banquetes, discursos y congresos sonprohibidos, considerados como una insolente pretensin, y elliberalismo se encuentra de repente sin saber qu hacer. Pero,precisamente all donde al liberalismo se le ha acabado la cuer-

    da comienza la accin del proletariado. En diciembre de 1904,estalla la gigantesca huelga de Bak, provocada por el desem-pleo: la clase obrera entra de nuevo en el campo de batalla.Cuando se prohbe y enmudece la palabra, comienza de nuevola accin. En plena huelga general, la socialdemocracia dominenteramente la situacin durante varias semanas, y los singula-

    13. Osvobozhdenie (Liberacin). Peridico liberal ruso editado en el extranjero porPeter von Struve y que sirvi de ncleo para la formacin del partido Cadete.

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    res acontecimientos de diciembre en el Cucaso hubieran des-pertado una enorme atencin si no hubieran sido desbordados

    rpidamente por la marca ascendente de la revolucin que ellosmismos haban incitado. No haban llegado todava a todos losrincones del imperio las fabulosas y confusas noticias sobre lahuelga general de Bak, cuando, en enero de 1905, estalla lahuelga general de San Petersburgo.

    Como es sabido, tambin aqu fue mnimo el pretexto quedesencaden el movimiento. Dos obreros de las canteras de Put-lov fueron despedidos porque pertenecan a la asociacin legalde Zubtov. Esta medida provoc el 16 de enero un movimiento

    de solidaridad que abarc a 12.000 obreros de estas canteras.Con motivo de la huelga, los socialdemcratas desplegaron unaactiva agitacin por la ampliacin de las reivindicaciones, plan-teando las siguientes exigencias: jornada de ocho horas, derechode asociacin, libertad de expresin y de prensa, etc... La eferves-cencia revolucionaria de los obreros de Putlov se extendi rpi-damente a otras fbricas, y, algunos das despus, se declarabanen huelga 140.000 obreros. Deliberaciones en comn y tormento-sas discusiones condujeron a la redaccin de la carta magna pro-

    letaria de las libertades burguesas, en la que se menciona comoprimera reivindicacin la jornada de ocho horas, en cuyo apoyo200.000 obreros, conducidos por el sacerdote Gapn14, marcha-ron el 22 de enero ante el palacio del zar. El conflicto suscitadopor el despido de los dos obreros de las canteras de Putlov seconvirti en el curso de una semana en el prlogo de la ms po-derosa revolucin de los tiempos modernos.

    Los acontecimientos que siguieron son conocidos: la san-grienta represin de San Petersburgo daba lugar, en enero y fe-

    brero, en todos los centros industriales y ciudades de Rusia, dePolonia, de Lituania, de las provincias blticas, del Cucaso, deSiberia, de norte a sur y de este a oeste, a gigantescas huelgas demasas y a huelgas generales. Pero, si se examinan las cosas ms

    14. G.A. Gapn fund la Sociedad de Trabajadores de fbricas y empresas dePetesburgo. Luego del Domingo sangriento huy al extranjero, donde mantuvocontacto con los socialdemcratas. Descubierto posteriormente como confidente de lapolica fue asesinado por los socialrevolucionarios.

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    de cerca, se ver que las huelgas de masas adoptan formas dife-rentes a las del periodo precedente. Esta vez son las organizacio-

    nes socialdemcratas las que se adelantan en todas partes consus llamamientos; por doquier se seala como motivo y objetivode la huelga general la solidaridad revolucionaria con el proleta-riado de San Petersburgo; por doquier encontramos al mismotiempo manifestaciones, discursos y enfrentamientos con losmilitares. Sin embargo, tampoco aqu se puede hablar de planprevio ni de accin organizada, porque los llamamientos de lospartidos seguan difcilmente los levantamientos espontneos demasas; los dirigentes apenas tenan tiempo para formular consig-

    nas para la masa proletaria lanzada al asalto. Adems: las huel-gas de masas y las huelgas generales anteriores haban tenido suorigen en la convergencia de las reivindicaciones salariales par-ciales, que, en la atmsfera general de la situacin revolucionariay bajo el impulso de la propaganda socialdemcrata, se convert-an rpidamente en polticas; el aspecto econmico y la disper-sin sindical eran su punto de partida, la accin coordinada declase y la direccin poltica constituan su resultado final. Ahorael movimiento es inverso. Las huelgas generales de enero y fe-

    brero irrumpen ya como accin unitaria revolucionaria dirigidapor la socialdemocracia; y esta accin se descompuso rpida-mente en una infinita serie de huelgas locales, parciales, y econ-micas en diversas regiones, ciudades, ramas econmicas y fbri-cas. Toda la primavera del ao de 1905, hasta bien entrado elverano, ve surgir en todo este imperio gigantesco una incansablelucha econmica de casi todo el proletariado en contra del capi-tal, lucha esta que se extiende hacia arriba hasta las profesionesliberales y pequeo-burguesas empleados del comercio y de la

    banca, ingenieros,actores, artistas y que penetra hacia abajohasta las capas de los criados y el funcionariado subalterno de lapolica, incluso hasta las capas del subproletariado, desplazn-dose, al mismo tiempo, de la ciudad al campo y golpeando a laspuertas de los cuarteles.

    Ah tenemos un cuadro gigantesco y variado de la contiendageneral entre el trabajo y el capital, que refleja toda la compleji-dad del organismo social y de la conciencia poltica de cada clasey de cada regin, y en donde vemos desarrollarse toda la gama

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    de conflictos que van desde la lucha sindical llevada adelantecon disciplina por las tropas elegidas de un bien entrenado pro-

    letariado industrial, hasta las explosiones anrquicas de rebelinpor parte de un puado de obreros del campo y el confuso le-vantamiento de una guarnicin militar, desde la revuelta distin-guida y discreta, en puos de camisa y cuello duro, en el mostra-dor de un banco, hasta las protestas tan tmidas como audacespronunciadas por policas descontentos, reunidos secretamenteen algn ennegrecido, oscuro y sucio retn de la polica.

    Segn la teora de los amantes de las ordenadas y biendisciplinadas batallas, concebidas de acuerdo a plan y esquema

    fijo, especialmente segn la de aquellos que pretenden sabersiempre mejor y desde lejos cmo se hubieran debido hacer lascosas, fue un grave error el diluir la gran accin de huelgageneral poltica de enero de 1905 en una infinidad de luchas porreivindicaciones econmicas, que paraliz aquella accin,convirtindola en humo de pajas. Incluso el partido socialde-mcrata ruso que cooper ciertamente con la revolucin, peroque no la hizo, y que debi aprender sus leyes durante supropio desarrollo se encontr, en un primer momento,

    desorientado por el reflujo, aparentemente estril, de la primeramarea de huelgas generales. No obstante, la historia, que habacometido este grave error, sin preocuparse de los razonamientosde los que hacan de maestros de escuela sin que nadie se lopidiera, realizaba con ello un trabajo revolucionario gigantesco,tan inevitable como incalculable en sus consecuencias.

    El repentino levantamiento general del proletariado en enero,desencadenado por los acontecimientos de San Petersburgo, re-presentaba, en su aspecto exterior, una declaracin de guerra al

    absolutismo. Esta primera lucha general y directa de clases des-encaden una reaccin tanto ms poderosa en el interior porcuanto despertaba por primera vez y como por una sacudidaelctrica, el sentimiento y la conciencia de clase en millones ymillones de hombres. Y este despertar de la conciencia de clasese manifest inmediatamente en el hecho de que una masa demillones de proletarios descubra repentinamente, con terribleagudeza, el carcter insoportable de la existencia social y econ-mica que haba estado sufriendo pacientemente desde decenios

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    bajo el yugo del capitalismo. Comenz inmediatamente un le-vantamiento general y espontneo para romper estas cadenas.

    Todos los infinitos sufrimientos del proletariado moderno reavi-van viejas heridas sangrantes. Se lucha por la jornada de ochohoras, contra el trabajo a destajo; se transporta en carretillas,metidos en sacos a los brutales capataces; en otro lugar se com-bate el infame sistema de las multas; por doquier se lucha pormejores salarios, aqu y all, por la supresin del trabajo a domi-cilio. Profesiones anacrnicas y degradadas en las grandes ciuda-des, las pequeas ciudades de provincias, sumidas hasta enton-ces en idlico sueo; la aldea, con su sistema de propiedad here-

    dado de la servidumbre; todo esto vuelve en s sbitamente, con-movido por el rayo de enero, toma conciencia de sus derechos ybusca febrilmente recobrar el tiempo perdido. En este caso, lalucha econmica no fue, en realidad, una dispersin, un des-membramiento de la accin, sino simplemente un cambio defrente, un viraje repentino y natural en la primera batalla generalcontra el absolutismo, que pasa a ser un ajuste de cuentas con elcapital, que, por su carcter, adopta laforma de luchas salariales,dispersas y aisladas. La accin de clase poltica no se interrum-

    pi en enero por la dispersin de la huelga general en huelgaseconmicas, sino a la inversa: una vez agotado el contenido posi-ble de la accin poltica, considerando la situacin dada y la faseen que se encontraba la revolucin, sta se dividi, o mejor, setransform en accin econmica.

    Efectivamente: qu ms poda alcanzar la huelga general deenero? Haba que ser un inconsciente para esperar que el abso-lutismo fuera abatido de golpe por una sola huelga generalprolongada segn el modelo anarquista. El absolutismo de-

    ber ser derrotado en Rusia por el proletariado. Pero el proleta-riado necesita para ello un alto nivel de educacin poltica, deconciencia de clase y de organizacin. No puede aprender todoesto en los folletos y en los panfletos, sino que esta educacin hade ser adquirida en la escuela poltica viva, en la lucha y por lalucha, en el curso de la revolucin en marcha. Adems, el abso-lutismo no puede ser derrocado en cualquier momento simple-mente mediante una dosis suficiente de esfuerzo y perse-verancia. La cada del absolutismo es slo un signo exterior de

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    la evolucin social interna y de las clases en la sociedad rusa.Antes de que el absolutismo pueda ser derrocado, y para que

    pueda serlo, debe configurarse en su interior la futura Rusiaburguesa, resultado de su moderna divisin de clases. Esto im-plica la diversificacin de las diferentes capas sociales y de susintereses, la constitucin no slo del partido proletario revolu-cionario, sino tambin de los partidos liberales, radical, peque-oburgus, conservador y reaccionario; esto exige la toma deconciencia, el autoconocimiento y la conciencia de clase no slode las capas populares, sino tambin de las capas burguesas.Pero stas slo pueden constituirse y madurar en el curso de la

    lucha revolucionaria, en la escuela viva de los acontecimientos,en la confrontacin con el proletariado y entre s mismas, en suroce continuo y recproco. Esta divisin y esta maduracin delas clases de la sociedad burguesa, as como su accin en la lu-cha contra el absolutismo, son a la vez entorpecidas y dificulta-das, por una parte, estimuladas y aceleradas, por otra, por elpapel dominante del proletariado y por su accin de clase. Lasdiversas corrientes subterrneas del proletariado revolucionariose entrecruzan, se obstaculizan entre s, agudizando las contra-

    dicciones internas de la revolucin; todo esto significa la acele-racin y potenciacin de sus violentas explosiones...Este problema tan simple, tan poco complejo y tan puramen-

    te mecnico en apariencia, el derrocamiento del absolutismo,exige todo un proceso social muy largo, un socavamiento totalde la base social, a travs del cual lo ms bajo suba y lo ms alto,por el contrario baje; exige que el orden aparente sea converti-do en caos, y que del aparente caos anarquista sea creado unnuevo orden. Pues bien, en este proceso de transformacin de las

    estructuras sociales de la antigua Rusia desempearon un papelirreemplazable no slo el rayo de la huelga general de enero,sino, mucho ms an, la gran tormenta de las huelgas econmi-cas en la primavera y el verano siguientes. La batalla general yencarnizada del obrero asalariado contra el capital ha contribui-do, en igual medida, tanto a la delimitacin recproca de las di-versas capas populares y de las capas burguesas, como a la for-macin de una conciencia de clase en el proletariado revolucio-nario y en la burguesa liberal y conservadora. Y si en las ciuda-

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    des las luchas salariales contribuyeron a la formacin del granpartido monrquico de los industriales de Mosc, en el campo,

    la gran revuelta de Livonia signific la rpida liquidacin delfamoso liberalismo aristcrata y agrario de los zemstvos15.Al mismo tiempo, el periodo de las luchas econmicas de

    primavera y el verano de 1905 gracias a la propaganda intensade socialdemocracia y de su direccin poltica, dio la oportuni-dad al proletariado urbano de hacer suyas a posteriori toda lagama de enseanzas del prlogo de enero y de tomar concienciade las tareas ulteriores de la revolucin. En relacin con esto apa-rece tambin otro resultado de carcter social duradero: una ele-

    vacin general del nivel de vida del proletariado tanto en el pla-no econmico, social como intelectual. Casi todas las huelgas dela primavera de 1905 tuvieron un final victorioso. Baste citaraqu, a ttulo de ejemplo elegido entre una enorme coleccin dehechos cuya amplitud an no se puede medir, algunos datossobre un par de huelgas importantes, que tuvieron lugar en Var-sovia, dirigidas por la socialdemocracia polaca y lituana. En lasms grandes empresas metalrgicas de Varsovia: Sociedad An-nima Lilpop, Rau y Loewenstein, Rudzki y Ca., Bormann,

    Schwede y Ca., Sociedad Annima Conrad y Jarmuszkiewicz,Weber y Daehn, Gwizdziaski y Ca., Fbrica de alambres Wola-noski, Sociedad Annima Gostynski y Ca., K. Brun e hijos, Fra-get, Norblin, Werner, Buch, Kenneberg Hnos., Labor, Fbrica delmparas Dittmar, Serkowski y Weszyniski; en estas veintidsfbricas en total conquistaron los obreros, despus de una huel-ga de 4 a 5semanas (comenzada el 25 y el 26 de enero), la jorna-da de trabajo de nueve horas, as como un aumento de salariosdel 15 al 25% y algunas mejoras de menor importancia. En los

    ms grandes talleres de la industria de la madera en Varsovia, asaber: Karmanski, Damiecki, Cromel Szerbinski, Treuerowski,Horn, Bevensee, Tworkowski, Daab y Martens, diez en total, loshuelguistas obtuvieron a partir del 23 de febrero la jornada denueve horas; pero no se contentaron con esa y mantuvieron la

    15.Zemstvos: fundados despus de la abolicin de la servidumbre en 1861. Cu