2.1.2 Hobsbawm - Entre Los Historiadores
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7/21/2019 2.1.2 Hobsbawm - Entre Los Historiadores
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lt,
It
Captulo
17
ENTRE
LOS
HISTORIADORES
Cmo
se ha
escrito la
historia en
mi
poca?
El lector
que
no
est
interesado
en este tema ms
o
menos
especializado, puede
saltarse
este
captulo,
aunque
la-
mentablemente no
sea
tan
acadmico
como pueda parecer
a
primera
vista.
No
se
puede
huir del
pasado,
esto
es,
de
los
que
recogen,
interpretan,
construyen
ese
pa-
sado
y
debaten
en
torno a
1.
Nuestro
da
a da,
los Estados
en los
que
vivimos,
los Gobiernos
que nos
rigen,
estn
rodeados por los resultados
de
mi profesin,
o
mejor dicho
empapados en
ellos. Lo
que
dicen
los
textos
escolares y los
discur-
sos de los
polticos
acerca
del
pasado,
el material
que
utilizan los
autores
de
fic-
cin, fabricantes
de
programas
y
vdeos
televisivos,
todo
procede
en ltimo
tr-
mino
de
los historiadores.
Y
an
ms, la
mayora
de
los
historiadores,
incluso
los
buenos, saben
que
al investigar
el
pasado,
hasta
el ms
remoto
de
los
pasados,
tambin
piensan y
expresan
opiniones
por
lo que
se refiere
y
concierne
al
pre-
sente
y
a
sus
intereses.
Comprender
la
historia
es
importante
tanto
para
los
ciu-
dadanos de
a
pie
como
para
los expertos,
y
Gran
Bretaa
tiene la suerte
de contar
con una
poderosa
tradicin
de
expefos que
han
escrito
con seriedad, pero
con
simplicidad
para que
resultara accesible
a un
pblico
ms
amplio:
Adam
Smith,
Edward Gibbon,
Charles
Darwin,
Maynard
Keynes
constituyen vlidos
ejem-
plos. Los historiadores no deberan
escribir
exclusivamente para
sus colegas.
En mi
generacin,
lo
que
Marc Bloch
llamaba
el
oficio
de
historiador>>
no
se
enseaba de
forma
sistemtica
en ningn
lugar
de
Gran Bretaa.
Lo
aprendimos
tan bien como
pudimos.
Dependi
mucho
de con
quin
nos encontramos
durante
nuestros
aos de
carrera.
Durante
mis
primeros
tiempos
en Cambridge
slo
hubo
un
profesor
a cuyas
clases,
a
pesar
de
que
empezaban
a las nueve
de
la
maana,
asist con
regularidad,
junto
con la
mayora
de los
mejores
jvenes
radicales
es-
tudiantes de historia
de
entonces.r
El
asombroso
M. M.
(Mounia)
Postan,
recin
llegado
a Cambridge
procedente
de
la London
School
of Economics,
era
un
peli-
rrojo con el aspecto
de un chimpanc
viviente
o
de
un
superviviente
del
Nean-
derthal,
cosa
que
no le
impeda
tener un
xito
extraordinario
entre
las
mujeres, y
daba clases de
historia econmica
con un
fuerte
acento
ruso. Dicha
asignatura
constitua
entonces
la
nica rama
en
el
programa
de
Cambridge
sobre la
materia
que resultaba
importante para los
intereses
de
los
marxistas,
pero
las
clases
de
-
7/21/2019 2.1.2 Hobsbawm - Entre Los Historiadores
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1
ri:
.1:
{
i
262
AOS INTERESANTES
Postan,
con
aquel
aire de
resurgimjento
intelectual,
atrajeron
incluso
a algunos
como
el
joven
Artbur
M.
Schlesinger,
que
no
tena
ningn
reparo
en
manifestar
su
*falta
de
capacidad
(y
de
inters)
en
materia
de
historia
econmica,
por
no
ci-
tar su
total
desinters
por el marxismo. Cada
una
de
aquellas
clases
-autnticas
representaciones
retrico-intelectuales
en
las
que al
principio
se
expona una te-
sis
histrica
que
poco
a
poco iba
desarmndose
para
ser
finalmente
sustituida
por
la
versin
personal
de
Postan-
constitua una verdadera
liberacin
de
la insula-
ridad
britnica
del
perodo de entreguerras,
del
que
la
Facultad
de Historia
de
Cambridge
representaba
un ejemplo
particularmente
satisfecho
de
s mismo.
Qu
otro
profesor
nos
hubiera dicho
en 1936
que leyramos
los nuevos Arinl.s
d'histoire
conornique
et
sociale lranceses
cuando
todava
no eran ni siquiera
fa-
mosos
en
su
propio
pas,
y que
invitramos
al
maravilloso
Marc
Bloch a dar una
clase
magistral
en Cambridge,
presentndonoslo,
con
razn,
como
el
medievalis-
ta
vivo ms
importante
del
mundo?
(Por
desgracia,
no recuerdo
nada de su clase
salvo
la
imagen de
un hombre
bajito
y gordinfln.)
Aunque
profundamente anti-
comunista,
Postan
era
el nico
de
Cambridge
que
conoca
a Marx,
Weber, Som-
bart
y
a los
dems
grandes pensadores de la
Europa
central
y
del
este,
y que
se to-
maba
la obra
de
stos
lo
suficientemente
en
serio
para
exponerlas
y
emitir sus
criticas
al respecto.
Saba,
no
obstante,
que atraa
a
los
marxistasjvenes
y,
aun-
que
estaba
en
contra
de su
creencia
en el bolchevismo
ruso,
los consideraba
alia-
dos en
la lucha
contra
el conservadurismo
histrico.2
Durante
la
Guerra
Fra,
cuando
dependa
de sus
referencias
por
ser
el
director
de
mi
tesis doctoral, impi-
di
que
accediera
a determinados
puestos, al
indicar
a alguna
de
las
personas
re-
lacionadas
con los
mismos
que
yo
era un
comunista.
No
puedo
decir
con exacti-
tud
que
fuera
mi
maestro,
ni en realidad
el de
nadie
-no
cre escuela
y
no
tuvo
ningn
discpulo
que
continuara
su
labor-,
pero me sirvi
de
puente
hacia
el
mundo de la
historia
en
sentido
lato. Y sin
lugar
a dudas
fue el
personaje ms sor-
prendente
que pudiera
haber
ocupado
una ctedra
de
Historia en
Gran Bretaa,
o
probablemente
en cualquier
lugar del
mundo,
durante
el peodo de
entreguerras:
una figura
impresionante,
encantadora
y
absurda.
Pues Mounia
Postan fue
durante toda su
vida
una
persona fantasiosa
y
pinto-
resca,
caractersticas poco probables
de
encontrar en un
historiador. No
se
poda
hacer
caso de
1o
que
deca.sin corroborarlo
antes.
Cuando
no
conoca la
respues-
ta a
una
pregunta
-tanto
daba si
era sobre
la
Edad
Media
o sobre
los amoos
de
sus
alumnos-,
se
la
inventaba. Como adems
resultaba
muy
evidente
que
era un
extranjero
en
la Gran
Bretaa
de
entreguefras
y
su
mxima
aspiracin
consista
en
convertirse
en
un britnico
ms, su
imaginacin
tena
un vasto
alcance.
Por
otra
parte,
menta
con una
desvergenza
o chutZpah
absolutamente
encantadora.
Muchos
aos ms
tarde,
cuando tuvo
que retirarse
de
su
ctedra de
Cambridge
contra
su
voluntad,
dijo
a
la
universidad
que tena
un
ao menos
de lo
que
reza-
ba
en
su
documentacin,
afirmando
que
el
archivo
donde
constaba
su
partida
de
nacimiento
en
lo
que haba sido Rusia
y
ahora
era
Rumana
haba
desaparecido.
Como
era
habitual,
nadie
lo
crey,
y
como
siempre,
sacudieron
la
cabeza
en
se-
al
de
desaprobacin, sonrieron y exclamaron: Este
Mounia '
En cierto
sentido su
fantasa
ms
fabulosa
fue
la construccin
de una
nueva
ENTRE Los HlsroRrADoREs
263
identidad
en Gran
Bretaa,
adonde
lleg
procedente
de Ia
Unin
Sovitica va
Rumana
en 1921.
La
primera
parte
de su
vida
se
corresponda mucho
a la
que
cualquiera
haba imaginado
que
fuera la
de un
joven
judo
de clase
media
naci.
do
en la frontera sudoccidental
de
la Rusia zarista.
Haba cursado
sus
estudios en
la
Universidad de
Odesa
hasta el estallido de la Revolucin, que
recibi
con
agra-
do
unindose a un
grupo
marxista-sionista radical, dividido
slo entre aquellos
que
quean
marchar
a
Palestina para
construir all
inmediatamente una sociedad
socialista
y
los
que preferan
organizar
primero
la revolucin mundial. Mounia
perteneca
a
la segunda
tendencia.
Cuando
el
poder
sovitico,
receloso
del sio-
nismo,
qued
firmemente
institucionalizado
en
Ucrania
tras
la
guerra
civil, fue
encarcelado
-segn
l
varios meses-
y
luego
puesto
en libertad.
(Durante
la
Segunda
Guerra Mundial
este
hecho supuso
el veto de las
autoridades soviticas
a
su
candidatura como delegado del
Ministerio
britnico
de Economa de Guerra.)
Luego
vino a Inglaterra, donde,
empezando
sus estudios a tiempo
parcial,
finali-
z
su carrera en la
London School
of Economics
como especialista en historia
de
la
agricultura medieval. Ms
que
ocultar su
pasado, permiti que
el
mundo
eli-
giera
entre
una serie de
historias de diversas
aventuras
en
el continente
que
en su
gran
mayora no dejaban entrever
sus races
judas,
aunque no
consigui engaar
ni
por
un
momento
a
ningn
hebreo
que
lo
conociera,
e
incluso
en la
Gran Breta-
a de entreguerras a unos cuantos que no
lo
eran.
Y
sin embargo,
logr,
gracias
a
su
gran genialidad,
a lo
absurdo de su encanto,
a la determinacin tpica del in-
migrante
y
sobre todo a la ayuda
de
su maestra
y primera
esposa,
la especialista
en
historia
econmica
de la Edad Media Eileen
Power
(1889-1940),
escalar los
puestos
ms altos de su nuevo entorno, acabando
sus das
como sir
Michael Pos-
tan, esposo de
lady Cynthia Keppel,
hermana
del
conde de
Albemarle.
En ese as-
pecto
tuvo
mucha ms suerte
que
la
otra importacin historiogrfica
tan
poco
convincente
como
intelectualmente brillante
de
la
Europa del este, L. B.
(sir
Le-
wis) Namier, un
judo
muy
consciente de
s mismo
que
obtuvo el ttulo de caba-
llero,
pero
no consigui una
ctedra
en
su amada Oxford.
Una diferencia clara
entre los dos era
que
uno
era una
figura internacional
de-
dicada a
un
campo
global,
mientras
que
los
principales
intereses
histricos
del
otro
se
concentraban
en
Gran Bretaa.
Durante
una
de nuestras
primeras
reunio-
nes,
Fernand Braudel me
pregunt:
S
que
en Inglaterra
se
habla
mucho acerca
de un historiador llamado
Namier
y
de
su escuela.
Puede
decirme algo
sobre
l?.
Ni
Braudel
ni
ningn
otro
historiador
especializado
en
historia
econmica
habra hecho esa
pregunta
refirindose a
Postan,
aunque
slo fuera
por
el hecho
de
que
desde 1934
fue editor de una revista
sobre
este
materia
conocida interna-
cionalmente, la Economic
History
Review. Adems,
mientras
que
a
nadie fuera
de
Inglaterra, salvo contados especialistas, le import
mucho
que
Namier hubie-
ra
(as
se
crea entonces)
revolucionado el
enfoque del
tema sumamente esotri-
co
de Ia
historia
parlamentaria
inglesa
del siglo
xvur, todos Ios especialistas en
historia econmica del universo acadmico
de
peso
reconocan lo importantes
que
eran los estudios de Postan sobre Ia historia
de
la
agricultura medieval;
se
preocuparon
de
conocerlos
y
se
prepararon
para
entablar
un debate en
torno
a
los
mismos
ms
all
de
cualquier
frontera
poltica
o ideolgica, desde Harvard hasta
-
7/21/2019 2.1.2 Hobsbawm - Entre Los Historiadores
3/8
264 AOS INTERESANTES
Tokio.
A
diferencia
de la
investigacin
en
materia
de
polticas
nacionales
del pa-
sado,
la
historia
econmica
en
aquellos
tiempos
gozaba
de
un universo
discursivo
admitido
por
todos,
incluso
de
una
estructura
reconocida
mediante
Ia cual
juzgar
el inters
de
las
cuestiones planteadas, fuera
cul
fuese
el
desacuerdo
suscitado
por
las
respuestas
que
se les dieran.
En
cierto
sentido
el
contraste entre
Postan
y
Namier simbolizaba
el conflicto
ms importante
que
divida la profesin
de
la
historia,
y
Ia tendencia principal
del
desarrollo
de
dicha actividad
desde la dcada
de
1890
a los
aos
setenta del
siglo
xx.
Se trataba de la batalla entre
el supuesto convencional
de
que
la
historia
es la
po-
ltica del
pasado,
tanto
en el
seno de
las
naciones-Estado como
en
sus
relaciones
entre
ellas,
y
una
historia
de las
estructuras
y
cambios
de las sociedades
y
cultu-
ras,
entre la historia como
narracin
y
la historia como anlisis
y
sntesis, entre
aquellos
que
consideraban
imposible
generalizar
sobre los
asuntos
del
hombre
en
el
pasado
y
los
que
eran
de la opinin de
que
ese
punto
era esencial.
La batalla
haba comenzado en Alemania
durante
la
dcada
de
1890,
pero
en
mi
poca de
estudiante los mximos
exponentes
de la rebelin,
aparte de los
marxistas,
se
en-
contraban
en
Francia:
Marc Bloch
y
Lucien Febvre
con
su
revista
Annales.Para-
djicamente, la
especialidad
de Bloch
y
Postan
en
historia
medieval,
que
cual-
quiera
habra
considerado
ms
pertinente
para
un historiador
de
talante
conservador,
en realidad fomentaba un pensamiento
original
acerca
del
pasado.
Inclusda los
profesionales
ms
convencionales les resultaba imposible
dividir
la
vida de la Edad Media
en
secciones
claras y
definidas,
ya
fuera la vida
poltica,
la
econmica, la
religiosa,
o
la
que
fuese. Prcticamente
exiga
una
serie de
com-
paraciones
y
una revisin
de
los
presupuestos
de
la poca
y,
de
paso,
rebasar
las
fronteras de los Estados modernos,
de las
naciones
y
de las culturas.
Como
la
his-
toria antigua,
y
quiz
por
razones
similares,
la medieval constituye
una
materia
que
ha
atrado
a
algunas
de
las
mejores mentes,
as
como a
las de
miras ms es-
trechas,
de
mis
tiempos, aunque
a
menos
eruditos
marxistas brillantes que
la
pri-
mera.
Por
otro
lado,
era un campo
en
el
que
trabajaba un
gran
nmero
de
figuras,
como
por
ejemplo mi
jefe
en
el
Birkbeck
College,
el difunto
R. R.
Darlington,
cuya mixima aspiracin
en la
vida fue
producir
una edicin
exhaustiva
de un cro-
nista
menor del siglo
xll,
y
que pareci sentirse
verdaderamente
horrorizado
cuando
yo,
un
joven
profesor,
suge
que
un seminario
dado
por
un
profesor
de
antropologa social sudafricano,
por
aquel entonces
agregado al
college,
poda
ser de
gran
inters
para
los
estudiantes
del
curso
especial
que
daba
sobre
la
In-
glaterra
anglosajona.
En
qu
archivos habra trabajado?
Los marxistas
jvenes
como
yo,
en los
primeros
pasos
de
su carrera
profesio-
nal como
historiadores,
se vean
precipitados
a esa batalla
entre la
historia vieja
y
la nueva
ahora
que
entraban
a
formar parte
de lo
que
todava
era un
campo
reduci-
do,
tanto
por
el nmero
de
sus cultivadores como
por
la
produccin
de los mismos.
La tremenda expansin
de
las universidades antiguas
y
nuevas,
y
el
aumento ex-
traordinario
de
la
bibliografa, no
se
puso
en marcha hasta los
aos
sesenta.
Hasta en
pases
como
Gran Bretaa y Francia,
o
en campos acadmicos
mucho
ms
amplios
como la historia
econmica en todo el
mundo,
prcticamente
todos
se conocan
entre s,
o
podan
llegar a conocerse. Por suerte el
primer
congreso
intemacional
de
las
ciencias
histricas
que
se celebr
tras
la Segunda
Guerra
Mundial
tuvo
lugar
en
Pars
en 1950. Con
anterioridad a
la
guerra
la elite histri-
ca
haba
ejercido
su
dominio
sin
ninguna oposicin
(pues
al
obligar a emigrar
a
los
mejores
especialistas
en
ciencias
sociales,
el fascismo
supuso, en
todo caso,
un
refuerzo
de
su
poder). Los
innovadores,
a
lo
sumo,
haban
conseguido
esta-
blecer
una avanzadilla
en
el terreno
vagamente
definido
de
la
historia
econmi-
ca
y
social,
como
por
ejemplo
en
Francia
y
en Gran
Bretaa'
Sin embargo,
la
guerra
haba
destruido
hasta tal punto las viejas estructuras,
que
durante un breve
peodo de
tiempo
los
rebeldes
se
hicieron de hecho
con
el
poder.
El
congreso, or-
ganizado
por
un
hombre
de Annales,
Charles Moraz,
que poco
despus,
aunque
de forma
perfectamente
civilizada,
sea eliminado
del
poder
en
la revista
por el
nuevo astro
ascendente,
Femand
Braudel,
fue
concebido
segn
las lneas hetero-
doxas,
esencialmente
por
los
franceses,
con alguna aportacin
de los italianos
y
de los
holandeses
y
escandinavos,
adems de unos cuantos
anglosajones
poco
ca-
ractesticos:
el
propio
Postan,
el
profesor
de
estadstica
histrica
australiano
Co-
lin Clark,
y
un
marxista
especializado
en
historia
antigua.
Los alemanes,
como
cabe
suponer,
estaban
prcticamente ausentes, aun cuando
por
aquel
entonces no
se saba
hasta
qu
punto
los
historiadores
ms
eminentes de
ese
pas
haban
esta-
do involucrados
en
el
sistema
nazi. Los norteamericanos
acudieron
al
congreso
en tropel
-cuindo
no
se
han
entusiasmado ante
la
posibilidad
de
visitar
Pa-
rs?-,
pero
evidentemente
apenas
haban sido consultados
acerca
del
programa.
Aparte
de
un trabajo
sobre
historia
antigua,
y
una disertacin
en el ltimo
minu-
to
de un
tejano
acerca
de
la historia universal
entendida como
historia de las
fron-
teras,
fueron
mantenidos
al
margen
de
las
secciones
principales
programadas.
La
Unin
Sovitica
y
todos sus
satlites
estuvieron
ausentes,
con
la nica excepcin
de
Polonia.
Volveran
a aparecer
con
toda su fuerza en
1955,
tras
la
muerte
de
Stalin,
en
el siguiente
congreso
internacional
de
Roma. Se
viva
una
gran
tensin
durante
aquellos
meses
inmediatamente
posteriores
al estallido
de
la
guerra
de
Corea
cuando
el
presidente
(francs)
del Comit Internacional
dijo
en tono
pesi-
mista
que
-
7/21/2019 2.1.2 Hobsbawm - Entre Los Historiadores
4/8
lI-
.)
261
66
AoS
INTERESANTES
ENTRE
LOS
HISTORIADORES
.t,
vista
especializada,
fui
nombrado
presidente
oficial
de Ia
sesin
Contempor_
nea,
fido
el informe
esplndido
de un
erudito
marxista
tullido
acerca
de
Polonia
durante
los
siglos.xv
y
xvr.
Supongo que
fue
postan
quien
me propuso
para
el
cargo,
pues
no
poda
ser
otro.
A mi
sesin
asisti
una
coleccin
vanopin-
ta de
historiadores
poco
comunes
que
no
formaban
parte
de
la
elite
establecida,
y
que
pronto
se
vean
obligados
a
acercarse
ar ncreo
der mundo
histrico.
All
es-
taba
J.
vicens
vives,
nico
llegado
de ra
Barcelona de Franco
en busca de
con-tactos
intelectuales,
que
se
convertira
en
el
inspirador
de
los
historiadores
de
su
pas.
All
estaba
Paul
Leuillot,
secretario
de
Annales,que
se vio
haciendo
de
por-
tavoz
de
Marc
Bloch
y
Fernand
Brauder,
y yo
mismo,
a
punto
de
convertirme
en
cofundador
de
Past
&
present.
Estaban
ros
investigadoies
franceses,
a
menudo
excelentes,
con
sus incompretas
pero
extensas
tesis,
como
pierre
vilar y
Jean
Meuvret, y
por
lo
tanto
todava
no integrados
en
el
sistema
universitarit,
que
pronto
entraran
a
formar
parte
de
ra
nueva
rival
dera
sorbona
creada
por
Brau-
del,
la
vI
seccin
de ra
core
pratique
des
Haures
tudes
(actualment
ru .oi.
des
Hautes
tudes
en sciences
sociales).
y
tambin
estaban
los
marxistas
y
sus
crticos.
En
resumen,
el rostro
de la
historiog
rafa
de
los
aos
cincuenta
y
sesen-
ta iba
hacindose
visible.
-
_
_El
factor
crucial
que
debe
destacarse
es
que,
a
pesar
de
las
diferencias
ideo-
lgicas
patentes
y
la
polarizacin
de la Guerra
Fra,
las
distintas
escuelas
de
los
modernizadores
de
la historiografa
tomaban
un
mismo
camino
y
luchaban
con-
tra los
mismos
adversarios;
y
eran
conscientes
de eilo.
principarmente
estaban
en
contra
del positivismo,
de la
creencia
en
que
si
se
toman
los
hechos
correc_
tamente,
las
conclusiones
saldrn
por
s
solas,
y
contra
la tendenciosidad
tradi_
cional
de
los
historiadores
convencionales
a favor
de los
reyes,
los
ministros,
las
batallas
y
los
tratados,
esto
es,
a favor
de
todos
aqueilos que
tomaban
las decisio-
nes de
alto
nivel
en las
esferas
militar
y
poltica.
En otras
palabras,
deseaban
un
mbito
de
la
historia
mucho
ms
ampliado
o
democratizado,
as
como
mucho
ms
elaborado
metodolgicamente.
Estaban
a favor
de
una
historia
fertilizada
por
Ias
ciencias
sociales (sobre
todo por
ra
antropologa
social),
que
es
por
ro que
Annales
ampli
el
mbito
de
la
historia
econmica
y
social
incruyendo
el
subt-
fulo
conomies,
socits,
Civilisations.cuando quince
aos oespues de
la
desa-
paricin
de
Hitler,
una generacin
de
posguerra
de
modernizadores
empez
a de-
jar
su
huella
en
la
historia
de
Alemania,
en
la Repbrica
Federar
Aremana
ese
fenmeno
tom
el
nombre
de
Ciencia
Social
Histrica.
Como
ya
he
dejado
entrever
anteriormente,
los
modernizadores
de
la
historia,
aunque
se mantuvieran
unidos
contra
los
defensores
de
un
concepto
conservador
de la
misma,
no
eran
homogneos
ni ideolgica
ni
polticamente.
ia
inspiracin
de
los
franceses
no
era
en modo
arguno
marxista,
,uiro
.,
ro
referente
a
ia
historio-
grafa
de
la
Revolucin
francesa,
la
cual,
ar
estar
bien protegida
y
anclada
en el
puerto
ideolgico
de la
sorbona,
no
tena
nada
que
ver
con
ra
escuela
de
Annares.
(Braudel
una
vez
me
coment
con
tono
apesadumbrado
que
er
problema
que
ha-
ba
con la
historia
francesa
en
su
poca
consista
en
el hecho
d que
sus dls
m-
ximos
exponentes,
Emest
Labrousse
de la
sorbona y
l
mismo,
eran
como
dos
hermanos que nunca
lograran
entenderse.)
En
Gran Bretaa,
por
otro
lado.
los
marxistas
ocupaban
un
lugar
singularmente
destacado,
y la revista
Past &
Pre'
senl,
surgida
e
los
debates
de la
Agrupacin
de Historiadores
del
Partido Co-
munista,ie
convirti
en
el
medio
principal
de
los
modernizadores.
Los
alemanes
rebeldes,
una
generacin
de
la
posguerra,
se
haban
formado
en
gran medida
gracias
a
los
estudios
que haban
realizado
en
Gran
Bretaa
y
en
Es-
iados
Unidosly
eran
ms
proclives
a Max
Weber
que
a
Marx,
y
contrarios
al mar-
xismo
de
.or..hu
propia
de
la Agrupacin
de
Historiadores
del
Partido
Comu-
nista
britnico.
sin
embargo,
todos
nos
reconocamos
como
aliados.
Past &
PresentagradecilainspiracindeAnnalesenelprimerpnafodesuprimern-
mero.
En-cuan
to
a Annales,Jacques
Le
Goff
(un
lector
desde
sus
inicios,
un
ad-
mirador,
un
amigo,
casi
[si
se
me
permite decirlo]
un amante
secreto)5
compa-
raba
Past
&
Present
con
su
revista,
mientras
que el
lder
de
los
nuevos
alemanes
f*e""
.onsioerar
que
el
efecto
sorprendente
de
la
generacin
de
historiadores
'marxistas,
es
el factor
principal
que
se
esconde
tras
el
impacto
global de
la
his-
toriografa
inglesa
a
partir
de
los
aos
sesenta"'6
E"n
ese
printo la
istoria
en
Estados
Unidos
(a
diferencia
de
las
ciencias
so-
ciales
en
dicho
pas)
segua
desempeando
un
papel
intemacional
relativamente
menor.
De
hecho,
sus
contactos
con
el
viejo
mundo
eran
realmente
pobres'
ex-
..p,o
.n
campos
de
inters
tradicional
para
los
europestas
norteamericanos,
co.rro et de la
Revolucin
francesa,
y
en
los
campos que los
exiliados
alemanes
haban
llevado
a
Amrica
desde
Europa
despus
de 1933.
Pero
los
europestas
constituan
una
minora,
mirados
con
recelo
y
calicados
de
Ivy Leaguers>>
por
la
inmensa
mayora
de
historiadores
generalmente
monolinges
cuya
especiali-
dad
era
la
historia
de
Estados
Unidos,
una
materia
que,
por
el
modo
en
que
era
tra-
tada
por
casi
todos
ellos,
tena
muy
pocas
cosas
en
comn
con
el trabajo
que
rea-
lizaban
los
dems
historiadores
del
mundo.
S1o
la esclavitud
era
un
tema
que
suscitaba
inters
internacional,
pero
los historiadores
ms
jvenes
especializados
en
ella,
los
que
supuestamente
deban
marcar
sus
pautas
en
el extranjero,
eran
muy
distintos
de
sui
colegas
en
los aos
cincuenta
y
sesenta.
Entre
ellos
haba
va-
rios
militantes
jvenes
de
posguerra
del
Partido
comunista
americano:
Herb
Gut-
man,
el
genial Gene
Genovese
y
el
increblemente
ingenioso
Bob
Fogel,
antiguo
secretari-o
nacional
de
la
Liga
de
las Juventudes
comunistas,
que
posteriormente
sera
galardonado
con
un
Premio
Nobel'
Rlsulta
bastante
curioso
que
sucediera
lo mismo
incluso
en
materias
tan
evi-
dentemente
globales
como
la
historia
econmica,
lo
que
quizs
explique
p9r
qu'
cuando
se
fund
una
asociacin
internacional
en este
campo,
fue
dirigida
bsica-
mente
como
si
fuera
una
propiedad
anglofrancesa
de
Braudel
y Postan'
A las
innovaciones
histricas
.n
Ettudot
Unidos
-la
historia
econmica
segn
los
hombresdenegocios(historiaempresarial)delosaoscincuenta,lapsi-
cohistoria
(esto
es,
interpretaciones
freudianas
de
personajes
histricos)
y
la
mu-
cho
ms
espectacular
,,cliometa,
(la
historia
como
econometra
contemplada
retrospectivamente
y
a
menudo
imaginaria)
en
los
sesenta-
les
cost
trabajo
cru-
zar
el
Atlntico.
En
1975
se
celebr
por
primera
vez en
Estados
unidos,
proba-
blementeporrazonesdiplomticas,elCongresoMundial-quinquenal-de
CienciasHistricasparacompensarelllevadoacaboenMoscen1970.
-
7/21/2019 2.1.2 Hobsbawm - Entre Los Historiadores
5/8
268
AoS
INTERESANTES
En
general,
durante los
treinta
aos
siguientes a la
Segunda
Guerra
Mundial
los tradicionalistas
histricos
libraron
en
la retaguardia
una
batalla
perdida
con-
tra
el
avance
de los
modernizadores
en la
mayoa
de los
pases
occidentales
en
los
que
se cultivaba
la
historia
en libertad.
Quizs
haban conseguido
defender-
se mejor
si
la
guarnicin
de
la
principal
fortaleza
de
los estudios
histricos
tradi-
cionales,
Alemania,
no
hubiera
sido
apartada de
la
accin
por
su asociacin
con
el nacionalsocialismo.
(La
situacin
de los historiadores
de los
pases
comunisras
no
era
comparable
a
la
de
sus
homlogos
en
Occidente, pero,
en
realidad, el
mar_
xismo
con el
que
estaban
oficialmente,
y
a veces incluso
sinceramente,
compro-
metidos,
encajaba
mejor
con los
modernizadores
occidentales
que
con
la
historia
tradicionalista,
y
sobre todo
nacionalista,
de
sus
propios pases.)
En 1970
la
re-
vista
norteamericana
Daedalus
organiz
una conferencia
bastante
optimista,
por
no decir triunfalista,
con el
fin de
examinar
la situacin de la
historia.
con la
ex-
cepcin de los
portavoces
(a
la defensiva)
de
historia
poltica
y
militar, la
reunin
estuvo dominada por
los modernizadores:
britnicos, franceses y,
entre
los que
no
superaban
los
cuarenta
aos,
americanos.T
Por aquella
poca
se haba
encon-
trado una
bandera
comn
para
el
frente
popular
-que
de
homogneo
no
tena
nada- de
los innovadores:
la
historia
social.
Era un concepto
que
encajaba
bien
con la
radicalizacin
poltica
de
la
poblacin
estudiantil
de los
aos
sesenta
espectacularmente numerosa.
El
trmino
resultaba
vago
y
a veces
induca
a
la
confusin,
pero
como
escrib
entonces, haciendo
hincapi
en el
estado
notable-
mente
prspero
de ese
campo:
Es
un
buen
momento
para
ser
un
historiador
so-
cial.
Incluso
aquellos
que
nunca
nos
planteamos
llamamos
por
este nombre
no
querremos
renunciar
a
l.8
Haba motivos para
sentirse
satisfechos. Entre
otras
cosas
porque,
de
una
ma-
nera
en
cierto
modo
inesperada,
la Guerra
Fra no haba
interferido
de forma
sus-
tancial en las
evoluciones
de la
historia.
De
hecho, resulta
sorprendente
la
poca
influencia
que
ejerci
en
el mbito
de
la historiografa,
excepto,
como
es
lgico,
en
lo referente
a
temas como la
historia
de Rusia
y
de
la
URSS.
capa
lism
and
the Historians,
un
libro
publicado
en los
aos
cuarenta bajo los
auspicios
de
Frie-
drich von Hayek,
defenda
que
los
historiadores que
sealaban los
efectos
nega-
tivos de la
revolucin
industrial
sobre los
pobres
eran sistemticamente
proclives
a
ir
contra
los beneficios
del
sistema
de la libre
empresa. Esto
dio
pie
a
una
viva
polmica
que
mantuvo
entretenidos
a
los
estudiantes,
el llamado
Debate
sobre
el
nivel
de
vida,
cuando
la izquierda
(esto
es,
yo
mismo, hablando
en
nombre
de
los historiadores
comunistas)
respondi,
pero
no
puede
decirse que
dicho
debate,
que
ha
seguido
sostenindose
a intervalos
desde entonces,
siguiera
posteriormen-
te
unas
lneas ideolgicas.
Temas
tan
explosivos
como Rusia,
sobre todo
en el
si-
glo
xx,
y
la
historia
del comunismo
fueron, por
supuesto, campos
de batalla
ide-
olgicos, aunque
el debate
era
desequilibrado, pues
las ortodoxias
de obligada
observancia
en el
imperio
sovitico
perjudicaron
tanto a sus historiadores
como
a
sus interpretaciones.
Lo
mejor
que
poda
hacer
un
historiador
sovitico
serio
era
aferrarse
a
la
historia
del
antiguo
oriente
y
la
Edad Media,
aunque
resultaba
con-
movedor
comprobar
cmo
los
modernizadores
se apresuraban
a decir
(dentro
de
los
lmites
de
lo
permisible) lo
que
saban
que
era
verdad cadavez
que la venta-
ENTRE LOS HISTORIADORES
na
pareca
que
se
aba
un
poco
(como
en
1956
y
a
comienzos de
los aos sesen-
ta).
Yo mismo
me
convert
esencialmente
en
un historiador
del
siglo
xlx,
porque
no
tard
mucho
en
descubrir
-en
realidad
durante los
preparativos del
proyecto
abortado
de
la
Agrupacjn
de Historiadores
del Partido
Comunista
de escribir
una
historia
del
movimiento
obrero
britinico-
que,
dados
los firmes
criterios
oficiales
que tenan
el Partido
y
la Unin
Sovitica
acerca
del siglo
xx,
no
se
po-
da
escribir
sobre
ningn
hecho
posterior
a 1917 sin
corer el
riesgo
de ser
acusa-
do
de
hereje
polco.
Estaba
dispuesto
a
escribi
sobre
el siglo
desde
mi posicin
poltica
o
pblica,
pero no en
mi calidad
de historiador
profesional.
Mi historia
terminaba
en
Sarajevo
en
junio
de
1914.
Por suerte
me abstuve
de
escribir sobre
la
historia
del siglo
xx
hasta
que
ste
prcticamente
haba
acabado,
pero
semejante
actitud
iba en contra
del movi-
miento
historiogrfico
al uso,
alejado
del
pasado
remoto
y proclive al estudio
del
presente. Hasta
despus
de
1945
la historia
de verdad
acababa,
como
muy tar-
de,
en
1914,
fecha
a
partir de
la cual
el
pasado
inmediato
formaba
ya parte
de
la
crnica,
el
periodismo o
el comentario
contemporneo.
De
hecho, como
los ar-
chivos
permanecieron
cerrados
en Gran
Bretaa durante
varias dcadas,
no
pudo
escribirse
sobre
el tema
segn
los
parmetros de los historiadores
tradicionales'
En
la mayora
de los
pases, ni
siquiera
el siglo
xtx
haba
sido
asumido
plena-
mente
po.r
los departamentos
de
historia
de
las universidades, excepto por los
de
historia
econmica.
Los
grandes debates
historiogrficos
no haban
tratado
de esa
poca,
aunque
el radicalismo
poltico,
cuando
menos
en la modalidad
que puso
de
moda la
pasin
por la
historia
del
movimiento
obrero, atrajo
la
atencin
hacia
un
perodo que
haba
sido
gravemente descuidado
por
los historiadores
en nume-
rosos
pases. Incluso
en
Gran
Bretaa,
hasta
los
aos
sesenta
los encargados
de
escribir
las
biografas
de
las
grandes guras
de
la
poca
victoriana
fueron
los
po-
lticos,
los
periodistas serios,
los
parientes
de los
protagonistas
y los
ensayistas,
no los
acadmicos.
No obstante,
el
abismo
que
separaba
el
pasado
y
el
presente
se
estrech,
quiz
debido
a
que
muchos
historiadores
profesionales
se
vieron
im-
plicados en la Segunda
Guerra
Mundial.
Al
mismo
tiempo,
la
historia
acadmica
en el
sentido
occidental
del trmino
se
hallaba todava
limitada
en
gran medida al Primer
y
al Segundo
Mundo
y a
Ja-
pn.
A
grandes
rasgos,
fuera
de
estas
regiones los
estudios histricos
no existan,
no se
cultivaban
o
seguan
las
lneas
tradicionales, salvo
entre
las minoras
mar-
xistas
y
a
excepcin
de
algunas
parcelas
influidas
por
los modernismos
de Pars
(como
ocurra
en
algunos
rincones
de
la Amrica
Latina). Adems,
casi
toda
la
historia
acadmica
era
fundamentalmente
eurocntrica
o
-segn
la expresin
utilizada
habitualmente
en
Estados Unidos-
se
interesaba slo
por
la
civiliza-
cin
occidental.
El
resto del
planeta entraba
en
la historia
de
cambridge
nica-
mente
en
los captulos
relativos
a
La
expansin de
Europa. Salvo
raras
excep-
ciones,
como,
por
ejernplo,
Charles
Boxer, no
eran los
historiadores,
sino
los
gegrafos, los antroplogos
y
los
lingistas,
as
como
por
supuesto
los adminis-
tradores
del imperio,
los
que
se ocupaban
de
los asuntos
no
occidentales.
An-
tes
de
la
guerra,
la
historia
extraeuropea
como
tal interes
a
muy
pocos
historia-
dores excepto
(debido
a su
antiimperialismo)
a
los
de
ideologa marxista
y
a
los
269
-
7/21/2019 2.1.2 Hobsbawm - Entre Los Historiadores
6/8
270
Aos
TNTERESANTES
no
europeos,
como,
por
ejemplo,
los
japoneses,
que por
aquel
entonces
suflan
una fuerte influencia del
marxismo.
En
Cambridge, una serie de historiadores
convocaron
a
la
llamada
agrupacin
colonial integrada en la
seccin
estudian-
til
del
Partido
Comunista
(fundamentalmente
jvenes
originarios del
sur de
Asia). Primero fue
el
canadiense
E.
H. Norman,
que
ms tarde
se
dedicara
a la
diplomacia
y
sera uno
de
los
primeros
especialistas
en
historia del
Japn
moder-
no, hasta
que
se
suicid en
1957
debido a las
presiones
dela
caza de
brujas de-
sencadenada en
Estados
Unidos, y
tras
l
vendran
mi
viejo
amigo
V. G.
(Victor)
Kiernan, hombre
de un
atractivo
encantador y
una erudicin universal y
elegan-
tsima
acerca
de todos los
continentes,
que public
libros sobre la
poesa
de Ho-
racio,
entre
otros temas,
y que
tradujo
la
poesa
urdu, el
canadiense
Harry
Ferns,
especialista
en Argentina, que
ms
tade se volvi
extremadamente
conservador,
y
el
brillante, original
y
autodestructivo
Jack
Gallagher,
que
no se levantaba
nun-
ca antes de
medioda
y
que
luego
ocup las ctedras de
historia
del Imperio
en
Oxford
y
Cambridge.
Mi
propio
inters
por
la historia extraeuropea
deriva
tam-
bin
de
mis relaciones
con
este
grupo.
La historia
extraoccidental
se emancip con la
colonizacin
de los
viejos
im-
perios
y
con
el
auge
que
conocieron por
esa misma
poca Estados Unidos
como
potencia
mundial. La historia
universal
entendida como historia
de todo
el
plane-
ta
apareci
en
los
aos sesenta, con
el evidente progreso
de
la
globalizacin.
Los
historiadores
del Tercer
Mundo,
especialmente un
grupo
de brillantes
profesores
hindes,
surgidos de las escuelas
locales
de debate marxista,
alcanzron
el reco-
nocimiento mundial
durante
los aos
noventa. Los intereses
del imperio
mundial,
as
como los
extraordinarios
recursos
de
que
disponen las universidades
america-
nas, hicieron de Estados
Unidos
el
centro de la nueva historia
universal
poseuro-
cntrjca
y,
de
paso,
transformaron
sus
manuales
y
revistas
de
historia.
Cmo
po-
dan seguir
siendo las mismas
las perspectivas
histricas?
Fidel
Castro
dio lugar
al desarrollo sistemtico
de
los
estudios
latinoamericanos en
Gran Bretaa
a co-
mienzos
de
los aos
sesenta. En
realidad
creamos en aquella poca
que
esa
cir
cunstancia
se deba a las
indicaciones
realizadas
por
el Gobierno del
presidente
Kennedy
en el sentido de
que
era
conveniente
disponer
de
expertos europeos
en
esa
regin
-considerados
ms
aceptables-
para
complementar la labor
de los
especialistas
norteamericanos
de
los
que
su
propio
pas
desconfiaba.
(De
haber
sido
as, el
proyecto
habra
fracasado.
La historia
de Latinoamrica
atrajo
funda-
mentalmente
a
jvenes
radicales.)
Sin
embargo,
las
historias de Europa,
de
Esta-
dos Unidos
y del
resto del
mundo
siguieron
separadas unas de otras:
sus respec-
tivos
pblicos
coexistan,
pero
apenas
se rozaban. La historia sigue
siendo,
por
desgracia,
principalmente
una
serie
de
nichos
para
los
que
la escriben
y
para
su
pblico
lector.
En mi
generacin
slo
un
puado
de
historiadores
ha
intentado
in-
tegrarlos
en una
historia
universal
de mximo
alcance.
Ello
fue debido
en
parte
a
que
la
historia
no
supo
prcticamente
emanciparse
-en
gran
medida por
motivos
institucionales
y
lingsticos-
del marco
de la nacin-Estado. Volviendo
la vis-
ta atrs,
este
provincianismo
probablemente
fuera el
principal
punto
dbil
de la
materia en mi poca.
No
obstante,
a
finales
de
los
sesenta
y
comienzos
de
los
setenta
parecarazo-
ENTRE LOS
HISTORIADORES
27I
nable
suponer
que
se
haba
ganado
la
guerra
por
la
modernizacin
de
la histo-
riografa
iniciada
en
la dcada
de 1890.
La lnea ferroviaria
principal
por
la
que
los trenes
de
la historiografa
deban discurrir
ya
haba sido
construida.
No era
que
los modemizadores,
al menos
fuera de los enemigos
franceses
de la
historia
de
los acontecimientos,
propusieran
necesariamente
una
hegemona de
la histo-
ria
econmica
y
social,
o incluso
una
relegacin de
la historia
poltica,
por
no
ha-
blar
de
la
historia
de
las
ideas
y
la cultura.
Los
modernizadores
no eran
en abso-
luto
reduccionistas.
Aunque
creyeran que
la
historia
deba
explicar y
generalizar,
saban
perfectamente
que
no
era
como
las ciencias
naturales.
Sin
embargo,
tenan
el
firme
convencimiento
de
que
la
historia tena
un
proyecto
de
gran
alcance,
bien
fuera
el de
historia
global
o
-
7/21/2019 2.1.2 Hobsbawm - Entre Los Historiadores
7/8
t
t;
,
,i
ir
i
212
Aos
TNTERESANTES
medida
que
el
siglo
se acercaba
a su fin.
No
es
que pueda
apreciarse
entre
los
aca-
dmicos
un abandono
de la
historia
estructural
y
una vuelta
a la historia
narrati-
va,
o
a
la
historia
poltica
a la
vieja
usanza.
En
cualquier
caso,
por
lo
que
yo
s,
los
historiadores
de
las
jvenes
generaciones
durante
los ltimos treinta
aos
no
han
producido
ninguna
obra
maestra
de
historia
narrativa
no analtica
compara-
ble
con
ese hito de la
erudicin
tradicional
en este
gnero
que
es
el
libro
de
Ste-
ven
Runciman
titulado
Las
cruzadas
(1951-1954).
No
obstante,
precisamente
el
hecho
de
que materias
a
todas
luces importantes hayan sido preteridas o
pasadas
por
alto
en
una medida
tan considerable
durante el
medio
siglo transcurrido
des-
de 1945, ha
dejado
un amplio
margen
a la
labor
de
llenar
directamente
las
lagu-
nas
existentes
a partir
de
los
archivos
disponibles,
esto es,
a la
historia
de
los
acontecimientos.
No
hay
ms
que
pensar
en el
contenido
oculto de
los
archivos
soviticos que
se hicieron pblicos
en
los
aos noventa,
en
la
historia
de
la
Guerra
Fra
o en
los
largos
silencios
oficiales y
en los mitos pblicos
relacionados
con la
Francia
de
la ocupacin
alemana,
o con
la fundacin y
los
primeros
aos del
Es-
tado
de
Israel.
Aunque
los abanderados
de la
modemizacin
de la historiografa
que
logra-
ron
imponerse
a
los
partidarios
del
modelo
antiguo a
finales
de
los
aos
sesenta
constituan
una alianza
de
la
que
formaban
parte
los marxistas,
su
supremaca
no
sera puesta en
entredicho
desde
la
derecha
ideolgica.
El
hecho
de
que
mi
gene-
racin
de
historiadores
marxistas,
formada
entre
1933
y
1956,
no
tuviera
verda-
deros
sucesores,
se debi
no
a
que
los
paladines
de la
Guerra Fra
ganaran
terre-
no
en
las
escuelas
y
facultades
de
historia
-probablemente
caba decir
ms
bien
lo
contrario-,
sino a
que
las
generaciones
de la
izquierda posterior
a los
aos
se-
senta
deseaban
en su
mayoa
otra
cosa.
pero
una vez
ms
no
se
trataa
de una
reaccin
especfica
frente
al
marxismo.
En
Francia
Ia
virtual hegemona
de
la his-
toria
braudeliana y
de
larevistaAnnaleslleg
a
su
fin
despus
de
196g,
y
la
in-
fluencia
internacional
de la
publicacin
fue disminuyendo
a
pasos
agigantados.
Pate,
cuando
menos,
del
cambio
experimentado por
la
historia
era
un reflejo
de
la extraordinaria
revolucin
cultural
que
se
produjo
a finales
de los
sesenta y
cuyo
epicentro
se
situ
en
las
universidades,
y
ms
particularmente
en
las facul-
tades
de
letras
y
humanidades.
No
fue tanto
un
desafo
intelectual
cuanto
un
cam-
bio
de
talante. En Gran Bretaa
el
movimiento Taller
de
Historia
(History
works-
ftop)
supuso la
expresin
ms
caacterstica
de la
nueva
izquierda
histrica
posterior
a 1968.
su
objetivo
no
era
tanto
el descubrimiento
histrico,
la
explica-
cin
o
incluso la
exposicin
de
la
historia,
cuanto
la inspiracin,
la
empat y
la
democratizacin.
vena
a
reflejar
asimismo
el desarrollo,
tan notable
como
ines-
perado,
de un inters
masivo
del
pblico
por
el
pasado que
ha
dado
a Ia
historia
un
auge
sorprendente
en
la literatura
y
en
el cine. Las
reuniones
del raller
de His-
toria,
en las
que participaban
aficionados
y profesionales,
intelectuales
y
obreros,
as
como
gran
nmero dejvenes
en
pantalones
vaqueros,
rodeados
de
sacos
de
dormir
y
guarderas
improvisadas,
se
parecan
a sesiones
de gosper,
especial-
mente
cuando los
actores
estrella
lanzaban
el
hwyl
de rigor,
por
ejemplo
el mara-
villoso
especialista
en historia
de
Gales
Gwyn Alf williams,
hombre
moreno,
achaparrado,
cuyo
soberbio
dominio
de
la
tartamudez
serva
para subrayar
su
elo-
ENTRE
LOS
HISTORIADORES
213
cuencia
escnica.
Es sintomtico que
el
primer
congreso
por
la
Liberacin
de la
Mujer de Gran Bretaa
(al
que
llevaron
a Marlene
nuestras
amigas
de la
Nueva
Izquierda) fuera
fruto de
una
propuesta
del
raller
de Historia
a finales
de los
aos sesenta. El histrico
manifiesto
del
feminismo
de
Sheila
Rowboam que
apareci inmediatamente
despus
se llamaba
con
razn
Hidden
from
History.
Aqulla era
una
gente para
la
que
la
historia
no
era
tanto un
modo de interpretar
el mundo cuanto
un medio
de
autodescubrimiento
colectivo
o, a lo sumo,
de ob-
tener un
reconocimiento colectivo.
EI
peligro
que
entraaba
esta
posicin
era
y
sigue siendo
que
echa
por
tierra
la universalidad
del universo discursivo
que
es la
esencia
de
toda la
historia
en-
tendida
como
disciplina erudita
e intelectual,
como
wsserzschaft
en el sentido
alemn del
trmino
o en
el
ms
estricto
que
tiene
en ingls.13
Echa
asimismo por
tierra lo
que
los
antiguos
y
los modernos
tenan
en
comn,
a
saber, la
creencia
en
que
las investigaciones
de los
historiadores,
realizadas
siguiendo
las
normas
aceptadas
por
todos de
la lgica
y
la
prueba,
distinguen
entre
el
hecho
y
la c-
cin, entre lo
que
puede
ser
determinado
como hecho y
lo
que
no, entre lo
que
es
y
lo
que
nos
gustara
que
fuera.
Pero
esto
es
ahora
cadavez
ms
peligroso.
Las
presiones polticas
que
sufre la
historia
a manos
de
los
Estados
y
los regmenes
nuevos
y
antiguos,
de
los
grupos
de identidad, y
de
una
serie de
fuerzas
escondi-
das
bajo la glida
capa de
hielo
de
la
Guerra
Fra,
son en
la actualidad
ms
fuer-
tes
que
nunca,
y
la
sociedad meditica
moderna
ha
dado
al
pasado
una
preemi-
nencia
y
un
potencial
mercantil
sin
precedentes.
La
historia
est siendo revisada
o inventada hoy
ms
que
nunca por personas
que
no
desean conocer
el verdade-
ro
pasado,
sino
slo aquel
que
se acomoda
a
sus
objetivos.
La
actual
es la
gran
era
de
la mitologa
histrica.
La defensa
de la
historia por
sus
profesionales
es
en la
actualidad
ms
urgente
en
la
poltica
que
nunca.
Nos
necesitan.
Tenemos
adems
mucho
que
hacer.
Mientras que
los
asuntos
de
la humani-
dad se
guan
hoy
da sobre
todo
por
los
criterios
de los
tecnlogos
especializados
en
resolver
problemas,
segn los cuales
es
casi irrelevante,
la
historia
tiene ahora
ms
importancia que
nunca
a la hora
de
entender
el mundo.
silenciosamente,
en
medio
de
las
discusiones
en
torno a la
existencia
objetiva
del
pasado,
el cambio
histrico
se
ha
convertido
en
componente fundamental
de las
ciencias
de
la natu-
raleza, desde
la cosmogona
hasta
el darwinismo
redivivo.
De hecho, gracias
a la
biologa molecular y
evolutiva,
a la
paleontologa
y
a
la
arqueologa,
la
propia
historia
humana
se
est
transformando.
Ha
sido reinsertada
en la
estructura
de
Ia
evolucin
global,
o si se
quiere
csmica.
El ADN
la ha revolucionado.
As, por
ejemplo, ahora
sabemos
cuin extraordinariamente
joven
es
Homo
sapiens
en
cuanto especie.
salimos
de frica
hace
100.000
aos.
En total,
lo
que
se llama
historia,
desde la
invencin
de la agricultura
y
las
ciudades,
equivale
apenas
a
400 generaciones
humanas
o lo
que
es lo mismo
a 10.000
aos,
prcticamente
un
parpadeo
en
trminos
dle tiempo
geolgico.
Teniendo
en cuenta
la espectacular
aceleracin
del
ritmo
al
que
el hombre
ha
controlado
la
naturaleza
en
este
breve
perodo,
especialmente
durante
las
ltimas
diez
o veinte
generaciones,
cabe
pen-
sar
que
toda
la historia
hasta
la
fecha ha
sido
una
explosin
de
nuestra
especie,
una
supernova
biosocial
lanzada
hacia un
futuro
desconocido.
Esperemos
que
no
-
7/21/2019 2.1.2 Hobsbawm - Entre Los Historiadores
8/8
274
AoS
INTERESANTES
tenga
consecuencias
catastrficas.
Mientras
tanto,
y por
primera
vez'
disponemos
de
una
estructura
adecuada
para
una
historia
verdaderamente
universal,
a
la
que
se
ha
devuelto
el
protagonismo
que le corresponda,
no
ya
entre
las
humanidades
ni
entre
las
ciencias
naturales
o
las matemticas,
ni tampoco
al margen
de
ellas,
sino
como
algo
esencial
para todas.
Me
gustara
ser
lo bastante
joven
para
contri-
buir
a escribir
esa
historia.
Pese
a
todo,
estaba
bien
ser
historiador incluso
en
mi
generacin. Por lo
pron-
to,
resultaba
agradable.
En
una
conversacin
en
torno
a Su
evolucin
intelectual
mi
amigo,
el difunto
Pierre
Bourdieu,
dijo:
creo
que
la
vida
intelectual
est
ms
prxima
a
la
vida
del
artista
que
a
la
ruti-
na
de
la
academia
...
De todas
las
modalidades
de
trabajo
intelectual,
la labor
del
so-
cilogo
es sin
duda
aquella
cuya
prctica
me
ha
procurado
ms
felicidad,
en
toda
la
extensin
de
la
Palabra.la
crmbiese
historiador
por
socilogo,
y
estoy
dispuesto
a firmarlo.
Captulo
18
EN EL
MI-]NDO DE
LA
GLOBALIZACIN
Cmo
puede el autor
de
una
autobiografa
que
ha sido
profesor
universitario
y
escritor
acadmico toda su
vida escribir acerca
de
su
vida
profesional?
Lo
que
sucede
al
escribir
tiene
lugar fundamentalmente
en
la
soledad
ante una
pantalla
o
una
hoja
de
papel.
Cuando el escritor
est
inmerso
en
cualquier
otra actividad, no
escribe,
aunque est
acumulando
materiales
para
luego
escribir. Y esto cabe afir-
marlo incluso
a
propsito
de
la actividad literaria
de los hombres (o mujeres)
de
accin,
por
ejemplo de
Julio Csar.
Hay muchsimo
que
contar
acerca
de
la con-
quista
de
las
Galias
y,
como saban
muy bien en otro tiempo los alumnos
de las
escuelas secundarias,
Csar
lo cont
muy bien,
pero
en cambio
es
muy
poco
1o
que
se
puede
decir
acerca
del
proceso
de
redaccin
delos
Comentarios sobre
la
guerra de las
Galias,
excepto
quiz que
el
gran
Julio
se
los
dict
a
algn esclavo
amanuense
en los intervalos
que
le
permita
la realizacin
de
cosas ms impor-
tantes.
A
su
vez,
los
acadmicos
pasan
la mayor
parte
del tiempo
realizando las la-
bores rutinarias
de
la
docencia,
la investigacin, las reuniones
y
los
exmenes.
Todas
ellas
son
tareas anodinas
y
carecen
de
las
sorpresas
habituales
en
otros ti-
pos
de
vida
ms
animados.
Los acadmicos adems
pasan gran parte
de su tiem-
po libre en la sociedad dc otros
acadmicos, especie
quc, por
interesantes que
puedan
resultar
los individuos
que
la
componen, no
representa
una
compaa
muy
atractiva
en
conjunto.
Hace un siglo habra cabido
sostener
que
una
reunin
de
historiadores, como
las
que podan
tener lugar en las
asambleas
plenarias
de
sus
respectivas asociaciones,
poda
diferenciarse menos
de una
reunin
de
ejecu-
tivos
de una
compaa de seguros
que
de
otra asamblea de
profesores
universita-
rios,
pues
desde
que
entr en la universidad
la
generacin
de
1968,
quiz ya
no
sea as.
En cuanto a
los estudiantes, en
grupo
son sin duda
ms interesantes
para
al-
guien
a
quien
Ie
guste
ensear,
pero
ms
por
su
juventud
y
todos los
rasgos
que
suelen acompaar a
sta,
tales como el entusiasmo, la
pasin,
la esperanza, la ig-
norancia
y
la inmadurez,
que
porque
quepa
esperar mucho de ellos vistos en con-
junto.
Por regla
general,
esto
no
es
exactamente
as
por
lo
que
respecta
a las
dos
instituciones
en las que he
pasado la mayor parte
de
mi
carrera
docente,
el
Birk-