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Fiesta de la Sagrada Familia: Jesús, María y José Nº 243 - FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA - Ciclo A - 30 de diciembre de 2016 Coge al niño y a su madre y huye a Egipto Eclo 3,2-6.12-14 · Sal 127 · Col 3,12-21 · Mt 2,13-15.19-23. 1. Los vínculos del amor, que deberían mantener unida a la familia natural, son vividos en el evangelio por la única familia sobrenatural, en la que el Niño es el Hijo de Dios. En este sentido, esta singular unión de Hombre, Mujer y Niño es la norma para el comportamiento cristiano de cualquier familia terrenal. Se describe ante todo la abnegación y los desvelos del Padre (e indirectamente también de la Madre) por el destino del Niño. Las instrucciones que José recibe del ángel del Señor tienen como único objetivo el bien del Niño. No se alude a las dificultades que estas instrucciones entrañan para José. Las órdenes son categóricas: «Levántate, coge al Niño y a su Madre (el Niño aparece en primer lugar) y huye a Egipto». El propio José ha de decidir cómo hay que cumplir tales órdenes: no importa que pierda su puesto de trabajo; tampoco se dice cómo pudo arreglárselas para ganar el pan de su familia en Egipto. Únicamente se alude, de nuevo por el bien del Niño, a la orden de regresar a Israel, con la indicación expresa de evitar el territorio de Arquelao, el cruel hijo de Herodes, y establecerse en Nazaret. El Padre está al servicio del Niño y de dos palabras proféticas de las que entonces no podía presentir nada: «No son los hijos quienes tienen que ganar para los padres, sino los padres para los hijos» (2 Co 12,14). 2. La abnegación y los desvelos de los hijos por sus padres son hasta tal punto un deber de gratitud que aparecen como uno de los diez mandamientos principales de la ley. Jesús Sirac (primera lectura) describe este deber muy concretamente y a la vez con suma delicadeza. Los padres ancianos, cuya «mente flaquea», deben ser cuidados y tratados con respeto, y no abochornados por el hijo «mientras es fuerte». El que no honra a sus padres, no experimentará ninguna alegría de sus propios hijos. Pero el mandamiento es elevado al plano religioso: la piedad para con los padres será tenida en cuenta para obtener el perdón de los propios pecados. Más aún: «El que honra a su madre, honra a Dios». Detrás del progenitor humano se encuentra Dios, sin la acción del cual no puede nacer ningún hombre nuevo. Engendrar y traer hijos al mundo es un acontecimiento que sólo es posible con Dios. Por eso en el cuarto mandamiento el amor agradecido a los padres es inseparable de la gratitud debida a Dios. Si en el evangelio se hablaba mayormente del deber y de la obediencia del padre, aquí se coloca el cuidado de la madre por el hijo al mismo nivel. 3. Reciprocidad. Pablo muestra, en la segunda lectura, la unidad del amor en la familia: «Sobrellevaos mutuamente y perdonaos». El amor es el único vínculo que mantiene unida a la familia más allá de todas las tensiones. Y esto una vez más no en plano de la simpatía puramente natural, sino que «todo lo que de palabra y de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús y en acción de gracias a Dios Padre». El amor recíproco de los padres aparece diferenciado: a los maridos se les recomienda auténtico amor (como el que Cristo tiene a su Iglesia, precisa la carta a los Efesios), sin despotismo ni complejo de superioridad; y a las mujeres, la docilidad correspondiente. El amor mutuo entre padres e hijos se fundamenta con una psicología insólitamente profunda: la obediencia de los hijos a los padres «le gusta al Señor», que ha dado ejemplo de esta obediencia (Lc 2,51). El comportamiento de los padres, por el contrario, se fundamenta con precisión: «No exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos». La autoridad paterna incontestada ha de fomentar en el hijo su propio coraje de vivir, cosa que pertenece ciertamente a la esencia de la auctoritas («fomento»). El delicado tejido del amor mutuo diferenciado no puede romperse: la Sagrada Familia es el ejemplo a seguir. (H. U. von Balthasar)

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Fiesta de la Sagrada Familia: Jesús, María y José

Nº 243 - FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA - Ciclo A - 30 de diciembre de 2016 Coge al niño y a su madre y huye a Egipto

Eclo 3,2-6.12-14 · Sal 127 · Col 3,12-21 · Mt 2,13-15.19-23.

1. Los vínculos del amor, que deberían mantener unida a la familia natural, son vividos en el evangelio por la única familia sobrenatural, en la que el Niño es el Hijo de Dios. En este sentido, esta singular unión de Hombre, Mujer y Niño es la norma para el comportamiento cristiano de cualquier familia terrenal. Se describe ante todo la abnegación y los desvelos del Padre (e indirectamente también de la Madre) por el destino del Niño. Las instrucciones que José recibe del ángel del Señor tienen como único objetivo el bien del Niño. No se alude a las dificultades que estas instrucciones entrañan para José. Las órdenes son categóricas: «Levántate, coge al Niño y a su Madre (el Niño aparece en primer lugar) y huye a Egipto». El propio José ha de decidir cómo hay que cumplir tales órdenes: no importa que pierda su puesto de trabajo; tampoco se dice cómo pudo arreglárselas para ganar el pan de su familia en Egipto. Únicamente se alude, de nuevo por el bien del Niño, a la orden de regresar a Israel, con la indicación expresa de evitar el territorio de Arquelao, el cruel hijo de Herodes, y establecerse en Nazaret. El Padre está al servicio del Niño y de dos palabras proféticas de las que entonces no podía presentir nada: «No son los hijos quienes tienen que ganar para los padres, sino los padres para los hijos» (2 Co 12,14).

2. La abnegación y los desvelos de los hijos por sus padres son hasta tal punto un deber de gratitud que aparecen como uno de los diez mandamientos principales de la ley. Jesús Sirac (primera lectura) describe este deber muy concretamente y a la vez con suma delicadeza. Los padres ancianos, cuya «mente flaquea», deben ser cuidados y tratados con respeto, y no abochornados por el hijo «mientras es fuerte». El que no honra a sus padres, no experimentará ninguna alegría de sus propios hijos. Pero el mandamiento es elevado al plano religioso: la piedad para con los padres será tenida en cuenta para obtener el perdón de los propios pecados. Más aún: «El que honra a su madre, honra a Dios». Detrás del progenitor humano se encuentra Dios, sin la acción del cual no puede nacer ningún hombre nuevo. Engendrar y traer hijos al mundo es un acontecimiento que sólo es posible con Dios. Por eso en el cuarto mandamiento el amor agradecido a los padres es inseparable de la gratitud debida a Dios. Si en el evangelio se hablaba mayormente del deber y de la obediencia del padre, aquí se coloca el cuidado de la madre por el hijo al mismo nivel.

3. Reciprocidad. Pablo muestra, en la segunda lectura, la unidad del amor en la familia: «Sobrellevaos mutuamente y perdonaos». El amor es el único vínculo que mantiene unida a la familia más allá de todas las tensiones. Y esto una vez más no en plano de la simpatía puramente natural, sino que «todo lo que de palabra y de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús y en acción de gracias a Dios Padre». El amor recíproco de los padres aparece diferenciado: a los maridos se les recomienda auténtico amor (como el que Cristo tiene a su Iglesia, precisa la carta a los Efesios), sin despotismo ni complejo de superioridad; y a las mujeres, la docilidad correspondiente. El amor mutuo entre padres e hijos se fundamenta con una psicología insólitamente profunda: la obediencia de los hijos a los padres «le gusta al Señor», que ha dado ejemplo de esta obediencia (Lc 2,51). El comportamiento de los padres, por el contrario, se fundamenta con precisión: «No exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos». La autoridad paterna incontestada ha de fomentar en el hijo su propio coraje de vivir, cosa que pertenece ciertamente a la esencia de la auctoritas («fomento»). El delicado tejido del amor mutuo diferenciado no puede romperse: la Sagrada Familia es el ejemplo a seguir.

(H. U. von Balthasar)

Entró Jesús en Egipto para poner fin al llanto de la antigua tristeza; suplantó las plagas por el gozo, y convirtió la noche y las tinieblas en luz de salvación. Entonces fue contaminada el agua del río con la sangre de los tiernos niños. Por eso entró en Egipto el que había convertido el

agua en sangre, comunicó a las aguas vivas el poder de aflorar la salvación y las purificó de su fango e impureza con la virtud del Espíritu. Los egipcios fueron afligidos y, enfurecidos, no reconocieron a Dios. Entró, pues, Jesús en Egipto y, colmando las almas religiosas del conocimiento de Dios, dio al río el poder de fecundar una mies de mártires más copiosa que la mies de grano. ¿Qué más diré o cómo seguir hablando? Veo a un artesano y un pesebre; veo a un Niño y los pañales de la cuna, veo el parto de la Virgen carente de lo más imprescindible, todo marcado por la más apremiante necesidad; todo bajo la más absoluta pobreza. ¿Has visto destellos de riqueza en la más extrema pobreza? ¿Cómo, siendo rico, se ha hecho pobre por nuestra causa? ¿Cómo es que no dispuso ni de lecho ni de mantas, sino que fue depositado en un desnudo pesebre? ¡Oh tesoro de riqueza, disimulado bajo la apariencia de pobreza! Yace en el pesebre, y hace temblar el orbe de la tierra; es envuelto en pañales, y rompe las cadenas del pecado; aún no sabe articular palabra, y adoctrina a los Magos induciéndolos a la conversión. ¿Qué más diré o cómo seguir hablando? Ved a un Niño envuelto en pañales y que yace en un pesebre: está con él María, que es Virgen y Madre; le acompañaba José, que es llamado padre. José era sólo el esposo: fue el Espíritu quien la cubrió con su sombra. Por eso José estaba en un mar de dudas y no sabía cómo llamar al Niño. Esta es la razón por la que, trabajado por la duda, recibe, por medio del ángel, un oráculo del cielo: José, no tengas reparo en llevarte a tu mujer, pues la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. En efecto, el Espíritu Santo cubrió a la Virgen con su sombra. Y ¿por qué nace de la Virgen y conserva intacta su virginidad? Pues porque en otro tiempo el diablo engañó a la virgen Eva; por lo cual a María, que dio a luz siendo virgen, fue Gabriel quien le comunicó la feliz noticia. Es verdad que la seducida Eva dio a luz una palabra que introdujo la muerte; pero no lo es menos que María, acogiendo la alegre noticia, engendró al Verbo en la carne, que nos ha merecido la vida eterna.

SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilía sobre el día de Navidad

Fiesta de la Sagrada Familia

MONICIÓN DE ENTRADA

Celebramos hoy, 30 de diciembre, la fiesta de la Sagrada Familia: Jesús, María y José. La liturgia de este día, dentro de la celebración del misterio de la Encarnación, nos recuerda que Dios, en Jesús, se ha hecho hombre y ha tenido necesidad de una familia. En esta familia ha pasado la parte más larga de su existencia, sin otro acontecimiento extraordinario que su vida cotidiana en el seno de su familia, donde Jesús, entre otras cosas, ha aprendido el patrimonio de la sabiduría de la fe de su pueblo y de la oración confiada a Dios. Jesús ha aprendido de María y de José lo que le servía para ser un hebreo fiel a Dios. Esta familia santa se nos propone a nosotros como modelo de confianza en Dios, de disponibilidad para su plan de salvación, de fidelidad al ponerlo en práctica. La Eucaristía que celebramos hoy nos enseña a vivir nuestra vida cotidiana a ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret.

ACTO PENITENCIAL (Fórmula 3ª)

— Tú que has venido entre nosotros para darnos a conocer la ternura de Dios: Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad.

— Tú que has venido a la tierra para enseñarnos a dar nuestra vida generosamente unos por otros: Cristo, ten piedad. R. Cristo, ten piedad.

— Tú que has venido a la tierra para mostrarnos el camino de la fidelidad y de la solidaridad: Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad.

MONICIÓN A LAS LECTURAS

Después del esplendor de la Navidad, la liturgia de hoy tiene la connotación de la intimidad. De lo extraordinario de un nacimiento a lo cotidiano de la vida familiar, apoyada sobre tres pilares: el respeto entre las distintas generaciones, el amor recíproco y la disponibilidad a hacer la voluntad de Dios y el amor por Jesús. Escuchemos con atención la Palabra de Dios.

ORACIÓN DE LOS FIELES

Queridos hermanos: el Padre ha querido que su Hijo unigénito creciese en una familia y tuviese el afecto de un padre y de una madre. A Él, que conoce a todas nuestras familias, con sus gozos y sus penas, dirigimos nuestra plegaria confiada. Oremos juntos diciendo: Acompáñanos con tu amor, Señor.

Fiesta de la Sagrada Familia

Fiesta de la Sagrada Familia

ORACIÓN DE LOS FIELES

Hermanos y hermanas, en el Niño nacido hoy en medio de la noche del mundo, toda la tierra contempla y celebra al Emmanuel, al “Dios-con-nosotros”. Con gratitud, elevemos confiados nuestra plegaria a Aquel que nos ha dado a su Hijo Unigénito por nuestra salvación. Oremos juntos diciendo: Por tu Palabra hecha Carne, Señor, escúchanos.

Lector:

• Pedimos por nuestro papa Francisco, por todos los obispos, sacerdotes y diáconos, para que con su testimonio, palabra y ejemplo guíen a la familia para que sea fermento en la masa.

• Pedimos por todas las familias, en especial, recordamos a aquellas que atraviesan por distintas dificultades, para que sepamos estar cerca de ellas y les mostremos el rostro de Cristo, que siempre es compasivo y misericordioso.

• Pedimos por todos aquellos que se preparan para recibir el sacramento del matrimonio, para que descubran la belleza del amor y el proyecto de Dios sobre sus vidas.

• Pedimos por todos los niños que, en estos días de Navidad, nos recuerdan el misterio de Dios hecho realidad en un pesebre, para que puedan contemplar en sus padres un modelo de entrega, como la Sagrada Familia de Nazaret.

• Pedimos por todos los que estamos celebrando esta eucaristía, para que tomemos conciencia de orar por la familia y de com- prometernos por su defensa y promoción.

Sacerdote:

Dios omnipotente, que has enviado al mundo a tu Hijo para anunciar el alegre mensaje de la salvación, escucha y acoge nuestra plegaria por todos los hombres, de los que Cristo se ha constituido en hermano y salvador. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

MONICIÓN AL PADRENUESTRO

Unidos en el Espíritu, que nos hace hijos del Padre que está en los cielos, digamos con confianza la oración de la familia de los hijos de Dios, que hemos recibido de Jesús de Nazaret. Digamos juntos: Padre nuestro…

ORIENTACIONES PARA LA CELEBRACIÓN

• Se usan ornamentos de color blanco. Se dicen el “Gloria” y el “Credo”. • Se utiliza uno de los Prefacios de Navidad. • Todas las Plegarias Eucarísticas tienen embolismos propios (de la Octava de Navidad). • No se permite cambiar el formulario de la misa por el de difuntos, salvo que sea una misa exequial. • No se puede utilizar la Plegaria Eucarística IV. • Hoy es la Jornada por la Familia y por la Vida, bajo el lema «vivir la alegría del amor en la familia». Los materiales

para su celebración se encuentran en: http://www.conferenciaepiscopal.es/jornada-de-la-sagrada-familia-2016/

Fiesta de la Sagrada Familia

El subsidio de la Jornada por la Familia y la Vida de la CEE propone una Bendición de los Matrimonios para hacer al final de la celebración, en la bendición final. Nosotros proponemos una alternativa que incluye también la renovación de las promesas del matrimonio, por ejemplo en el 25º o 50º aniversario:

Después de la profesión de fe, los esposos que van a renovar las promesas matrimoniales se colocan ante el altar. El sacerdote dialoga con ellos de la siguiente manera:

Queridos esposos, en el día de vuestro Matrimonio habéis consagrado vuestro amor ante Dios y la Iglesia. En esta fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, la comunidad cristiana os invita a renovar las promesas que ese día habéis hecho ante Dios y su Iglesia. Por tanto, uniendo vuestras manos, renovad esas promesas con la ayuda del Espíritu Santo:

¿Prometéis permanecer fieles el uno al otro en el gozo y en el dolor, en la salud y en la enfermedad? Sí, lo prometo.

¿Prometéis amaros y respetaros fielmente, honrándoos el uno al otro, durante toda vuestra vida? Sí, lo prometo.

¿Prometéis defender la santidad del Matrimonio, convencidos de que el hombre no puede separar lo que Dios ha unido? Sí, lo prometo.

El Señor, que ha inspirado vuestros propósitos y os ha conducido hasta este día, os confirme en su gracia y os ayude en la debilidad con la fuerza de su Amor, derramado en el corazón de todos sus hijos. Que lo que Dios ha unido, no lo separe del hombre. Amén.

Los esposos permanecen en el mismo lugar. Entonces se hace la oración de los fieles, como se ha indicado más arriba. En lugar de la conclusión propuesta, se hace la siguiente, que incluye la bendición de los esposos:

Te alabamos y te bendecimos, oh Padre, de quien proviene toda paternidad en el cielo y en la tierra. Haz que mediante tu Hijo Jesucristo, nacido de Mujer por obra del Espíritu Santo, toda familia se convierta en un auténtico santuario de la vida y del amor, donde la fe se transmita a las nuevas generaciones. Haz que tu Espíritu oriente los pensamientos y las obras de los esposos hacia el bien de sus familias y de todas las familias del mundo. Haz que los hijos encuentren en la comunidad doméstica un apoyo firme para su crecimiento humano y cristiano. Haz que el amor, consagrado por el vínculo del matrimonio, especialmente en estos esposos que hoy han renovado sus promesas matrimoniales, se muestre más fuerte que sus debilidades en los momentos mas difíciles. Concede a tu Iglesia cumplir su misión por medio de las familias cristianas en todas las naciones de la tierra. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Bendición de los Matrimonios

Fiesta de la Sagrada Familia