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Estructura organitizativa de los «nuevos» movimientos sociales en el País Vasco: claves para su comprensión* José M. Fernández Sobrado y José Enrique Antolín Iria (Traducción: Evelyne Tocut) A. Melucci, en el prólogo al li- bro titulado Política, Cultura y Movimientos Sociales de J. Casquette, sostiene que, dado el carácter mul- tipolar de los movimientos sociales, «si quere- mos comprender el significado y dirección del movimiento en cada caso particular este «magma» debe ser primero descompuesto ana- líticamente y después reconstruido en un siste- ma de relaciones significativas» (Casquette, 1998:16). La evidente complejidad y pluridi- mensionalidad de los movimientos sociales unido a la diversidad de formas en las que se manifiesta según las sociedades y épocas, han propiciado que gran parte de los estudios e investigaciones se concentren en la diferencia- ción de niveles, procesos y elementos. Así, se han ido sucediendo perspectivas de análisis y enfoques teóricos de diferente rango y alcance que, desde disciplinas como la sociología, la ciencia política, la psicología social o la histo- ria, han contribuido a subrayar y a esclarecer determinados aspectos al tiempo que han des- dibujado y oscurecido otros. La fascinación por la diferenciación de aspectos, procesos y dimensiones que a su vez vuelven a ser des- compuestos para nuevamente ser subdividi- dos, hace sumamente difícil y arduo cualquier intento de recomposición y síntesis. Quizás por ello la imagen más adecuada para describir esta situación no es ya la de la famosa parábo- la clásica de los ciegos hindúes, a la que alude J. Gusfield, que colocaban su mano en una parte diferente del elefante y, en consecuencia, describían un animal distinto. Hemos sido tan concienzudos y sistemáticos en nuestra labor de «disección» que al pobre «paquidermo» no le reconocen ni sus «progenitores», dificultan- do cualquier intento de reconstrucción que ya no parece al alcance de la sociología, la cien- cia política, la psicología social y/o la historia sino, más bien, de la «paleontología». No estamos necesitados, precisamente, de nuevos paradigmas o de nuevas disecciones del «magma»; muestra atención y esfuerzo se tiene que dirigir de manera prioritaria a la ardua tarea de recomposición de estos sistemas de acción construidos y multipolares que son, siguiendo a A. Melucci, los movimientos sociales. Este trabajo se centra en esta difícil labor de «reconstrucción» tomando como punto de par- 153 Título del artículo José Manuel Fernández Sobrado y José Enrique Antolín Iria. Dpto. de Sociología II. Universidad del País Vasco. Política y Sociedad, 35 (2000), Madrid (pp. 153-164)

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  • Estructuraorganitizativa de los nuevosmovimientos socialesen el Pas Vasco:claves para sucomprensin*

    Jos M. Fernndez Sobrado y Jos Enrique Antoln Iria

    ( Traduccin: Evelyne To c u t )

    A. Melucci, en el prlogo al li-bro titulado Poltica, Culturay MovimientosSocialesde J.

    Casquette, sostiene que, dado el carcter mul-tipolar de los movimientos sociales, si quere-mos comprender el significado y direccin delmovimiento en cada caso particular estemagma debe ser primero descompuesto ana-lticamente y despus reconstruido en un siste-ma de relaciones significativas (Casquette,1998:16). La evidente complejidad y pluridi-mensionalidad de los movimientos socialesunido a la diversidad de formas en las que semanifiesta segn las sociedades y pocas, hanpropiciado que gran parte de los estudios einvestigaciones se concentren en la diferencia-cin de niveles, procesos y elementos. As, sehan ido sucediendo perspectivas de anlisis yenfoques tericos de diferente rango y alcanceque, desde disciplinas como la sociologa, laciencia poltica, la psicologa social o la histo-ria, han contribuido a subrayar y a esclarecerdeterminados aspectos al tiempo que han des-dibujado y oscurecido otros. La fascinacinpor la diferenciacin de aspectos, procesos ydimensiones que a su vez vuelven a ser des-compuestos para nuevamente ser subdividi-dos, hace sumamente difcil y arduo cualquierintento de recomposicin y sntesis. Quizspor ello la imagen ms adecuada para describiresta situacin no es ya la de la famosa parbo-la clsica de los ciegos hindes, a la que aludeJ. Gusfield, que colocaban su mano en unaparte diferente del elefante y, en consecuencia,describan un animal distinto. Hemos sido tanconcienzudos y sistemticos en nuestra laborde diseccin que al pobre paquidermo nole reconocen ni sus progenitores, dificultan-do cualquier intento de reconstruccin que yano parece al alcance de la sociologa, la cien-cia poltica, la psicologa social y/o la historiasino, ms bien, de la paleontologa.

    No estamos necesitados, precisamente, denuevos paradigmas o de nuevas disecciones delmagma; muestra atencin y esfuerzo se tieneque dirigir de manera prioritaria a la ardua tareade recomposicin de estos sistemas de accinconstruidos y multipolares que son, siguiendo aA. Melucci, los movimientos sociales.

    Este trabajo se centra en esta difcil labor dereconstruccin tomando como punto de par-

    153Ttulo del artculo

    Jos Manuel Fernndez Sobrado y Jos Enrique Antoln Iria. Dpto. de Sociologa II. Universidaddel Pas Vasco. Poltica y Sociedad,35 (2000), Madrid (pp. 153-164)

  • tida la dimensin organizacional, con todas lasprecauciones y limitaciones que implica acen-t u a r, siquiera analticamente, un aspecto odimensin. Consideramos que las pautas ymodos de organizacin, el entramado org a n i z a-tivo de estos peculiares actores colectivos sonelementos significativos que contribuyen a sus u rgimiento, mantenimiento e impacto, siemprey cuando no se consideren un rasgo aislado o una priorisino un aspecto que, como cualquierotro rasgo (discurso, formas de accin etc.), se(re)construye en el curso de la accin colectiva,y, en consecuencia, es en este proceso y en suinterrelacin con otros elementos (marcos cog-nitivos, identidades, estrategias etc.) incluidosen l desde donde se puede comprender y expli-car la dimensin organizacional. Sin embargo, yya desde el inicio, conviene precisar que esteproceso de construccin de la accin colectivaas como la pluridimensionalidad que entraa nopuede ser aislado del contexto poltico, culturaly econmico donde surge y adquiere sentido.Esta precisin inicial implica subrayar la histori-cidad de ste como de cualquier otro fenmenosocial que no siempre ha sido tomado en consi-deracin por determinadas perspectivas de an-lisis ms all de la esquemtica divisin entreviejos y nuevos movimientos sociales.

    En la primera parte del artculo expondre-mos las claves terico analticas que puedencontribuir a una mejor comprensin y explica-cin de las pautas y modos de organizacin delos movimientos sociales actuales. La segundaparte incluir aquellas caractersticas mssignificativas de la estructura organizativa, delos modos de organizacin de estos actores co-lectivos, con especial atencin al movimientoecologista, feminista y de objecin de concien-cia, situados en un contexto especfico que dotade singularidad a ste y a otros rasgos de los mo-vimientos: La Comunidad Autnoma del PasVa s c o .

    1. Nuevos movimientossociales y pautas

    organizativas

    L os diferentes enfoques tericos han dadoun tratamiento desigual y no exento depolmica a los aspectos organizativos.

    Desde determinadas perspectivas se consideranun elemento bsico, un recurso fundamentalque influye en la aparicin, supervivencia e,incluso, en el xito de los movimientos. Laso rganizaciones, las i n d u s t r i a s, los s e c t o re sd emovimientos sociales se convierten as en unode los ejes centrales del anlisis a travs del cualse activan, articulan y movilizan sus preferen-cias de cambio. Desde otros planteamientos te-ricos, las pautas y modos de organizacin seconsideran un rasgo ms de diferenciacin entreviejos y nuevos movimientos sociales.Estos peculiares actores colectivos que hans u rgido en las sociedades pos postindustria-les, posmaterialistas, posmodernas o, incluso,ms all, t r a n s m o d e r n a s; representaran otropensar, otro actuar y otra manera de org a n i-zarse o de no organizarse. Sin embargo, no esobjetivo de este apartado realizar un recorridoexhaustivo por los diferentes enfoques y estu-dios relacionados con los aspectos org a n i z a t i-vos sino, fundamentalmente, exponer las clavesterico-analticas que pueden contribuir a unamejor comprensin de la dimensin org a n i z a-cional, algunas de las cuales ya han sido suge-ridas y desarrolladas por diversos investigado-res; teniendo siempre presente que los modosde organizacin, el entramado org a n i z a t i v oforman parte y se comprenden dentro del siste-ma de accin construido que suponen estosmovimientos, en el interior de ese v i a j eq u es u rge, se desarrolla, cobra sentido y singulari-dad en un p a i s a j e, esto es, en un contexto espa-cio-temporal determinado, en nuestro caso, elPas Vasco.

    El estudio de los aspectos organizativos par-te de una premisa que, aunque evidente, con-viene poner de manifiesto: un movimiento so-cial es siempre ms amplio que la org a n i z a c i ny organizaciones que actan dentro de l(Raschke, 1994: 126), y, por supuesto, que suspautas y modos de organizacin; precaucinque hay que hacer extensible a cualquier dimen-sin o rasgo discurso, identidad, formas deaccin, etc. de los movimientos si no se quie-re incurrir en la tentacin reduccionista. Noobstante, es cierto que el anlisis de la dimen-sin organizacional supone trasladar el centrode la reflexin, poner el acento en el meso-nivelde anlisis del proceso de formacin y repro-duccin de estos actores colectivos, diferen-ciable, analticamente, de los niveles micro ymacro aunque los tres mbitos se interpenetran

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  • y conjugan (Eder, 1991: 121-140). En el meso-nivel de anlisis los movimientos sociales sondelimitables por los colectivos y organizacio-nes, de diferente tipo, que crean, si bien con-viene recordar aqu las palabras de Webercuando afirma que determinadas formacionessociales, incluidas las organizaciones, no sonotra cosa que desarrollo y entrelazamiento deacciones especficas de personas individuales,solo stas pueden ser sujetos de una accinorientada por su sentido (Weber, 1979:12).Aunque, previamente, seala que para fines deconocimiento o por finalidades prcticas pue-de ser conveniente y hasta sencillamente ine-vitable tratar a determinadas formacionessociales (estado, cooperativas, compaa aut-noma, fundacin) como si fueran individuos(Weber, 1979: 12).

    Una vez que se ha establecido el punto departida del modelo, la cuestin inicial a diluci-dar consiste en determinar si podemos caracte-rizar a los movimientos sociales por la no-org a-nizacin. Resulta un lugar comn muy cuerdoafirmar que los movimientos sociales en nin-gn caso son caracterizables por la no-org a n i-zacin, es decir, no existen sin org a n i z a c i n(Raschke, 1994: 132). Por tanto, el problemaes, precisamente, determinar si podemos defi-nirlos por un modo de organizacin concreto.Planteado de otra forma, el interrogante tieneque ver con el tipo de organizacin y con losfactores que contribuyen a su configuracin yno si la organizacin existe o, incluso, si esn e c e s a r i a .

    Bajo el paraguas terico del denominadoenfoque de los nuevos movimientos sociales,en sus formulaciones ms extremas, se han des-crito una serie de rasgos organizativos que, ana-lizados con cierto detenimiento, representanuna replica al tipo ideal burocrtico descrito porWeber y a sus efectos perversos (desplaza-miento de fines, crculo vicioso burocrtico, leyde hierro de la oligarqua), disfunciones queencontraran su mxima expresin en los vie-jos movimientos como el movimiento obrero.Parece como si con esta novedosa frmulao rganizativa se pretendiera evitar que estosnuevos actores colectivos vieran transforma-da su accin comunitaria en una accinsocietaria racionalmente ordenada, utilizandolas palabras de Weber (We b e r, 1979: 740)1, conlas consiguientes disfunciones y consecuenciasno previstas que lleva aparejado el proceso. En

    primer lugar, se contrapone al tipo ideal buro-crtico otro tipo ideal organizacin comunita-ria, colectivista, laboratorio sociocultural,ncleos de vida, etc. describiendo un modo deo rganizacin que, como todo tipo ideal en elsentido weberiano, no se puede confundir con larealidad con lo que debe ser contrastado. Elresultado es presentarnos una foto fija que nosirve para comprender la realidad, en este caso,o rganizativa de un fenmeno dinmico pordefinicin como es ste y, menos an, cuando sepretende presentar como f o t o f i n i s. En segundol u g a r, se incurre en el error de convertir a losdenominados nuevos movimientos socialesen fenmenos unitarios, en personajes portado-res de esencias organizativas, ignorando supluralidad y diversidad.

    Aunque se pueden establecer tendencias ycaractersticas dominantes, Los movimientossociales no se pueden definir a travs de unaforma organizativa determinada. Incluso laextensin y el significado de la org a n i z a c i nvaran, del mismo modo que lo hace la eleccinde organizaciones formales especficas (aso-ciacin, grupo de inters, partido) (Raschke,1994: 126). En los movimientos sociales con-viven sectores estructurados y organizados ypartes ms fluidas, es decir, Los movimientossociales adoptan, pues, una posicin intermediaentre, por un lado, grupos dbilmente estructura-dos y, por el otro, grupos fuertemente estructu-rados, organizativamente compactos (Raschke,1994: 132). Esta cohabitacin, no exenta detensiones, ha sido descrita de diversas maneras:carcter semiestructurado, reticulacin deredes, etc. Sin embargo, convendra detener-nos en este punto y abrir un pequeo parntesisa cerca de lo que se entiende por org a n i z a c i nen algunos estudios sobre los movimientos so-ciales actuales.

    Diferentes investigaciones tienden a identifi-car organizacin y formalizacin, en el sentidode normas y procedimientos intencionados yexplcitos que regulan los procesos bsicospoder y toma de decisiones, comunicacin,diferenciacin de tareas y funciones, etc. delcomportamiento organizativo. El acento en laformalizacin para medir el grado de org a n i z a-cin interna de los movimientos se suele plan-tear en trminos dicotmicos, sin solucin decontinuidad, diferenciando movimientos y/osectores dentro de ellos org a n i z a d o s - f o r m a l i-zados y movimientos y/o sectores fluidos, no

    155Estructura organizativa de los nuevos movimientos

  • formalizados; en definitiva, se plantea una di-cotoma entre organizacin y accin colectiva.As, Gamson utiliza la combinacin de dos cri-terios para medir el nivel de organizacin al-canzado por un movimiento la coordinacin yla burocratizacin aunque el segundo se refie-re, bsicamente, a la formalizacin (Gamson,1990). Kriesi introduce expresamente el indi-cador de la formalizacin junto al grado de pro-fesionalizacin, de diferenciacin interna e in-tegracin de tareas y subunidades org a n i z a t i v a s(Kriesi, 1996). Ta r r o w, en su distincin de losdiferentes significados y aspectos que implicala organizacin del movimiento, se refiere alprimero de ellos en trminos de org a n i z a c i nformal, es decir, en el sentido de lo que Zald yMcCarthy denominan organizaciones de movi-mientos sociales (S.M.O), que, en ocasiones,compiten entre s y con actores no org a n i z a d o s( Ta r r o w, 1997: 236).

    En un interesante artculo titulado Les qua-tre dimensions de laction organise, Fried-b e rg sostiene que el criterio habitual de la for-malizacin no es ms que la parte visible deli c e b e rg de la regulacin de cualquier org a n i z a-cin (Friedberg, 1992: 537)2. Una org a n i z a-cin, su regulacin efectiva es producto de pres-cripciones formales e informales, es decir, elresultado de una regulacin mixta extensiblea otros mbitos de accin, aparentemente msf l u i d o s3, que tambin se encuentran reguladosde hecho por una combinacin de reglas, dispo-sitivos, mecanismos convencionales y contratosformales e informales, explcitos e implcitos( F r i e d b e rg, 1992: 537). Esto implica que debe-mos cambiar la concepcin dicotmica org a n i-zacin-formalizacin v e r s u saccin colectiva yentenderla como un c o n t i n u u m. Ms que antelmites claros y tajantes nos encontramos, portanto, ante una combinacin o regulacin mixtaque describe mejor la realidad organizativa delos movimientos sociales y nos permite com-prender de manera adecuada su org a n i z a c i ninterna. Expresndolo con mayor claridad, en elcaso de los movimientos sociales se podra apli-car una descripcin similar a la que Donati uti-liza para referirse al denominado Tercer Sector(Donati, 1997: 122-127): los movimientossociales actuales representaran tambin unnuevo m i xentre la G e m e i n s c h a f ty la G e l l s-c h a f t. Se situaran en un equilibrio dinmico yprocesual entre lo informal, lo fluido, basndo-se en una racionalidad orientada a valores, y lo

    formal, la eficiencia y la eficacia a la hora demovilizar los recursos para la consecucin delas metas y objetivos planteados: racionalidadinstrumental con arreglo a fines4. Los movi-mientos sociales se situaran en este c o n t i n u u m,en la construccin de la interseccin entre losdos polos, oscilando, en ocasiones, hacia unlado, escorndose, en otras, hacia el polo opues-to. Desde esta perspectiva, cobra pleno sentidola afirmacin de Raschke cuando seala queLo especial de los movimientos sociales estprecisamente en el efecto de cambio que se daentre los movimientos-organizaciones y las par-tes fluidas del movimiento (Raschke, 1994:132). La cuestin central a dilucidar consiste endescubrir aquellos factores externos e internosal movimiento que hacen oscilar en una u otradireccin sus pautas y modos de org a n i z a c i n .

    Por ltimo, el estudio de la dimensin org a-nizacional quedara incompleto si no se inclu-yen en el anlisis las interacciones y vnculosque los colectivos y organizaciones de los mo-vimientos establecen entre s y con el contextosocial, poltico e institucional. Las org a n i z a c i o-nes y colectivos de los nuevos movimientossociales se sitan en un entorno ms o menosprximo otros colectivos de la misma i n d u s-t r i a, de otras i n d u s t r i a s, otras org a n i z a c i o n e sque actan en la sociedad o el propio sistemasociopoltico e institucional, etc. con el queinteractan. Estas interacciones pueden basarseen el conflicto y en la competencia o en la cola-boracin y las alianzas, pueden ser amplias yestables o puntuales y espordicas. Como hasealado Klandermans, resulta ms instructivoestudiar estos vnculos que dejarlos de ladohaciendo de la segregacin o la marg i n a l i d a drasgos definitorios de las organizaciones de losnuevos movimientos sociales. Ubicando e iden-tificando a sus aliados, a sus oponentes y a losindiferentes, podemos mejorar las explicacio-nes sobre la capacidad de una org a n i z a c i nsocial para movilizar recursos, aprovecharoportunidades y ejercer influencia (Klander-mans, 1992: 173). McCarthy y Zald ya subra-yaron la importancia de las interacciones de laso rganizaciones de los movimientos por mediode los conceptos de industria y s e c t o rde movi-mientos que, junto a las org a n i z a c i o n e s(S.M.O), representan las estructuras sociales dela movilizacin y consecucin de sus preferen-cias de cambio (McCarthy y Zald, 1977). Losestudios del propio Klandermans, profundizan-

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  • do y ampliando el concepto de red o mbito plu-r i o rganizativo (m u l t i o rg a n i z a t i o n a l - f i e l d) deCurtis y Zurcher (1973), han puesto de relievela importancia del nivel interorg a n i z a c i o n a l5.Las organizaciones y colectivos de los movi-mientos sociales forman parte de un espaciom u l t i o rganizativo, establecen vnculos de opo-sicin, de apoyo, de indiferencia entre s y conotras entidades y organizaciones del sistema so-cio-poltico e institucional. Estos campos plu-r i o rganizativos se convierten as en uno de lossoportes estructurales en la construccin socialde la protesta (Klandermans, 1992, 1994). Peroel entorno tambin hay que considerarlo al nivelmacroscpico, transorganizacional, esto es, enforma de condiciones generales, coyunturalesy/o estructurales, de oportunidades que favore-cen u obstaculizan el surgimiento, manteni-miento e impacto de estos peculiares actorescolectivos. El grado de complejidad, estabilidaddel entorno, sus rasgos culturales oportunida-des culturales en expansin (McAdam,1994), sus condiciones poltico-instituciona-les, Estructura de la oportunidad poltica(Kriesi, 1992) contribuyen de manera signifi-cativa a la (re)construccin social de los movi-mientos, de sus discursos, estrategias, identida-des y, por supuesto, de sus pautas y modos deo rganizacin, tanto a nivel intra como interor-g a n i z a c i o n a l .

    Por tanto, una comprensin adecuada de ladimensin organizacional de los movimientos,pasados, presentes y futuros, conlleva tomaren consideracin dos mbitos analticamente,y solo analticamente, diferenciados:

    El primer nivel hace referencia a los co-lectivos y organizaciones que forman parte delos diferentes movimientos sociales, analizan-do, para los diferentes movimientos, su gradode estructuracin interna, su grado de frag-mentacin, la existencia o no de organizacio-nes y colectivos centrales as como la formaorganizativa que adoptan.

    El segundo nivel sita a las org a n i z a c i o n e sy colectivos de los movimientos sociales en uncampo pluriorganizativo formado por sectoresde apoyo, de oposicin o de indiferencia. Es elmbito de los vnculos y relaciones, de diferen-te tipo, que los colectivos encuadrados dentrode los diferentes movimientos establecen en sy con otras organizaciones sociales, polticas ycon las instituciones.

    Una vez que hemos acotado el campo de es-tudio, resulta fundamental subrayar la necesi-dad de adoptar, tambin aqu, una perspectivade anlisis c o n s t ru c t i v i s t a. Los estilos y formaso rganizativas, el entramado organizativo de losmovimientos son el resultado de un proceso que(re)construye en el curso de la accin colectivay es en el interior de este proceso donde se pue-den comprender y explicar adecuadamente.Esto implica, en primer lugar, que los patronesy modos de organizacin son tematizados porlos propios actores colectivos, pueden generartensiones y conflictos, se esgrimen, en ocasio-nes, como elementos de diferenciacin, puedenser considerados un fin en s (carcter autorre-ferencial) o tener una funcin instrumental6.As mismo, los rasgos organizativos estn rela-cionados con la definicin de los problemas ycuestiones planteadas (amplitud-focalizacin,grado de complejidad) por los actores colecti-vos, con la elaboracin de sus objetivos, lgicasde accin, estrategias y mbitos de actuacin7.En definitiva, la forma organizacional de estaaccin colectiva representa la manera en la cuallos movimientos sociales intentan dar unidad asus orientaciones relacionadas con los f i n e s,m e d i o sy relaciones con el a m b i e n t e( M e l u c c i ,19994:158). En segundo lugar, las pautas ymodos de organizacin, el entramado y estruc-tura organizativa de los movimientos socialesno son, siempre y en todo momento, resultadode una decisin consciente e intencionada delos propios actores. Existen factores e x t e r n o sque tienen que ver con rasgos estructurales y /ocoyunturales del contexto (grado de aperturadel sistema poltico, centralizacin-descentrali-zacin poltico-institucional, etc.) que tambincontribuyen a construir la realidad de estosactores colectivos, incluida su realidad org a n i-zativa. Estos factores son susceptibles de serevaluados, percibidos e integrados por los acto-res colectivos en la definicin de sus fines,estrategias, modos de organizacin, sistema derelaciones, etc.

    La conjuncin de estas variables e n d g e n a sy e x g e n a sproduce la realidad organizativa, enlos dos niveles de anlisis mencionados, de losmovimientos sociales contribuyendo a la confi-guracin de determinados rasgos org a n i z a c i o-nales y/o acotando el repertorio de pautas ymodos de organizacin y estructuracin dispo-nibles. El centro de la reflexin, se desplaza,por tanto, al meso-nivel de anlisis del proceso

    157Estructura organizativa de los nuevos movimientos

  • de formacin y reproduccin de estos actorescolectivos, es decir, a los colectivos y org a n i-zaciones de los movimientos y al sistema derelaciones que establecen entre s, con otroscolectivos de diferentes movimientos y con elentramado social, poltico e institucional. Ob-viamente, esto no supone olvidar la importan-cia de otra realidad ms microscpica: lared de pequeos grupos sumergidos en la vidacotidiana que exigen una implicacin personalen la creacin y experimentacin de los mode-los culturales (Melucci, 1994: 146). Simple-mente, pretendemos acentuar el otro momentode la accin colectiva por medio del cual la redde pequeos grupos emergen para enfrentarsea una autoridad poltica sobre determinadosasuntos (Melucci, 1994: 146-147), esto es, sufase de visibilidad.

    2 . La estructura organizativade los nuevos movimientos

    sociales en el Pas Va s c o

    E ste segundo apartado representa unaaproximacin al estudio de la dimen-sin organizacional de los movimien-

    tos ecologista, feminista8 y de objecin de con-ciencia en la Comunidad Autnoma del PasVa s c o9. El movimiento ecologista aparece re-presentado por los sectores ms significativosdel ecologismo poltico como son E g u z k i, E k iyla plataforma E rre k a, aunque tambin existe unavariedad de colectivos y grupos encuadradosdentro del mbito conservacionista o am-bientalista muy localizados espacial y temtica-mente. El movimiento feminista engloba di-ferentes tendencias e identidades: el feminismode los grupos de inters (Forum Mara deMaeztu, Agora Feminista) y el feminismo ide-olgico o de izquierda (Asamblea de Mujeres,L a n b ro a, Colectivo de lesbianas feministas yE g i z a n) 1 0. En el movimiento de objecin seincluye al M.O.C (KEM) y a K a k i t z a t( M i l i - K K ,en otras partes del Estado), partidarios de lainsumisin, y a la Asociacin de Objecin deConciencia (A.O.C). Existen dos colectivos,E g u z k ien el ecologismo y E g i z a nen el feminis-m o11, que se encuentran estrechamente vincula-dos al nacionalismo vasco radical, a M.L.N.V.Precisamente es esta doble vinculacin la que

    hay que tener presente para comprender de ma-nera adecuada sus discursos, fines, estrategias ysus caractersticas org a n i z a t i v a s .

    Un primer rasgo a destacar en la estructuraorganizativa de estos movimientos es su frag-mentacin, su atomizacin en colectivos ygrupos dbilmente interconectados, cuando noenfrentados, dificultando la identificacin deactores y procesos centrales. No existen colecti-vos y organizaciones unificadas y resulta aven-turado hablar de colectivos dominantes, foca-les en las diferentes i n d u s t r i a sde movimientoconsideradas. La aparicin de nuevos colecti-vos junto con las excisiones, ms o menos con-flictivas, de colectivos ya existentes ha sido unhecho frecuente. Los esfuerzos de coordina-cin, salvo excepciones1 2, no suelen ir mas allde coaliciones ad hocsobre temas, acciones ytcticas puntuales. Tales intentos se han solidoencontrar con resistencias y recelos, en ocasio-nes provocados por la experiencia de conflictosy divisiones internas, que han contribuido aidentificar coordinacin con asimilacin ocooptacin. Determinados movimientos co-mo el feminista no solo se encuentran instala-dos en la pluralidad y diversidad sino que, in-cluso, la consideran un rasgo de identidad1 3. Encuanto a las relaciones con el sistema poltico-institucional, se han primado los contactos pun-tuales, muchas veces por razones instrumentales(acceder a subvenciones), aunque tambinexisten relaciones ms estables a travs de laparticipacin en planes, programas u org a n i s-mos mixtos tanto al nivel local como provin-cial y autonmico. Asimismo, hay que tener encuenta la ausencia de relaciones o contactos e,incluso, la confrontacin abierta y sistemticade determinados colectivos, generalmente vin-culados al nacionalismo vasco radical, con lasinstituciones como parte de una estrategia msg e n e r a l .

    La interrelacin de factores internos y de ras-gos del contexto sociopoltico nos ayudan acomprender los rasgos ms significativos de laestructura organizativa de estos nuevos acto-res colectivos en la Comunidad Autnoma delPas Vasco que, como dira Melucci, se han he-cho visibles contribuyendo, as, a una mayorfragmentacin de reas, temas y grupos:

    Aunque determinados desarrollos tericosse empearon en dar una imagen unificada, atodos los niveles (discurso, estrategia, modos

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  • de organizacin), de los nuevos movimien-tos sociales, lo cierto es que la diversidad se haconvertido en una caracterstica cada vez msevidente. Esta fragmentacin es producto, encierta medida, de esta pluralidad de fines, estra-tegias, mbitos de actuacin que conviven, enocasiones, de forma tensionada en el seno deestos movimientos1 4. A esto hay que aadir elpropio funcionamiento interno de muchos deestos colectivos caracterizado por la ausenciade procedimientos y reglas para resolver dis-crepancias y conflictos ms all de la unanimi-dad y del consenso generalizado. Esta ausenciade mecanismos reguladores, explcitos o impl-citos, contribuye a que las discrepancias, sobretodo cuando son intensas y afectan a aspectosimportantes (estrategias, discursos, posiblesalianzas, acceso a canales institucionales), sesolucionen mediante excisiones. Este es el ca-so, por ejemplo, de las Asambleas de Mujeres,de las que surgieron gran parte de los colecti-vos feministas hoy existentes, y, en alguna me-dida, tambin contribuy a la ruptura del colec-tivo E g u z k ien dos: E g u z k iy E k i (las dossignifican Sol en euskera).

    Algunos de los colectivos analizados sur-gieron en los momentos lgidos de sus ciclos deprotesta. Como ha demostrado la teora de losciclos, los momentos expansivos suelen propi-ciar la proliferacin de grupos y colectivos enlos movimientos sociales, as como la radicali-zacin de algunos de ellos como mecanismo dediferenciacin y captacin de la atencin deaudiencias y de activistas (Ta r r o w, 1991: 70).

    La descentralizacin poltico-institucionalde la propia Comunidad Autnoma, donde lasprovincias o Territorios Histricos e, incluso,los propios ayuntamientos intervienen en mate-rias relacionadas con la problemtica planteadapor estos movimientos; ha multiplicado lospuntos de acceso favoreciendo la aparicin degrupos localizados espacialmente. El acceso alnivel formal se ha visto favorecido por otro fac-t o r, descrito por Kriesi (1992: 120-121), comoes la descoordinacin, falta de coherencia yprofesionalizacin de las diferentes administra-ciones autonmicas en determinados momen-tos ante los problemas y cuestiones planteadaspor los nuevos movimientos sociales. Lapropia configuracin interna descentralizadaterritorialmente de la mayora de los colectivosexistentes es, as mismo, una respuesta adapta-tiva a la descentralizacin poltico-institucional

    que, en determinados movimientos como elecologista, se ve reforzada por su estrategia depensar globalmente y actuar localmente. Estaconfiguracin suele plantear problemas inter-nos en los colectivos relacionados con la coor-dinacin de estrategias, discursos, etc.

    Sin embargo, a estos factores hay que aadirun rasgo singular de la sociedad vasca queincide, de manera significativa, en algunas ca-ractersticas centrales de los nuevos movi-mientos sociales en el Pas Vasco, incluida suestructura organizativa: la existencia de un ejecentral de conflicto, poltico y violento.

    El nacionalismo vasco radical dise y de-sarroll una lgica de accin que se refleja en ladenominada estrategia de acumulacin deluchas sectoriales. Esta estrategia consiste,bsicamente, en subordinar, situar todo elpotencial de protesta y los diversos conflictosexistentes en la misma direccin, bajo el mismomarco dominante (master protest frame): lalucha de liberacin del pueblo vasco. La contra-diccin principal Euskadi v e r s u sEstado espa-ol es la que concentra y da sentido al resto deluchas sectoriales cuya resolucin est indisolu-blemente ligada a la solucin de ese conten-cioso focal. Se pretende, en ltimo trmino,una superposicin, en el sentido expuesto porCoser y Dahrendorf, de los conflictos y de lossectores implicados en ellos de tal forma quecualquier lucha terminar siendo una lucha porel Todo: la liberacin del pueblo vasco. Elobjetivo es, por tanto, hacer coincidir los ejes ydivisorias existentes en la sociedad vasca con eleje divisorio central.

    La izquierda abertzale radical aplic estaestrategia a los nuevos movimientos socia-les intentando subordinar su potencial de pro-testa y disidencia al mismo marco dominantede protesta la lucha de liberacin del pueblovasco para, en ltima instancia, hacer coin-cidir la divisoria del sistema de alianzas y deconflictos de estos movimientos y de loscolectivos ms significativos integrados enellos con la divisin central M.L.N.V v e r s u slos Otros, siguiendo la lgica nosotroscontra ellos. All donde esta estrategia seencontr con obstculos y resistencias se pro-dujeron rupturas internas en colectivos yaexistentes o se crearon nuevos grupos quesubordinaron sus luchas sectoriales (ecologis-ta, feminista), agudizadas y radicalizadas, a

    159Estructura organizativa de los nuevos movimientos

  • la lucha o conflicto central, acumulando, endefinitiva, las fuerzas en aras a la consecucinde una Euskal Herria Independiente, Socialis-ta, Reunificada y Euskaldun1 5. Desde estalgica se comprende de manera adecuada laruptura en dos de E g u z k iE g u z k iy E k i den-tro del ecologismo, la creacin de E g i z a ne nel feminismo y de A s k a p e n a(liberacin) en elmbito de la solidaridad internacional, colec-tivo que se especializ en las luchas deliberacin de pases centroamericanos (Nica-ragua, El Salvador, Guatemala)p r e f e r e n t e-mente, aunque tambin de otras zonas (el pro-blema palestino etc.)1 6. Todos estos colectivosse integran, explcita o implcitamente, dentrodel autodenominado Movimiento de Libera-cin Nacional Vasco, entramado org a n i z a t i-vo que funciona como un sistema de alianzas,en el sentido dado por Klandermans (Klander-mans, 1992), estable y unificado que propor-ciona oportunidades y recursos diversos alconjunto y a las organizaciones y colectivosindividuales: recursos materiales (locales,recursos econmicos) y no materiales(redes de reclutamiento y socializacin polti-ca, experiencia organizativa, base ideolgicay estratgica). Las relaciones de E g u z k i, E g i-z a no A s k a p e n acon otros colectivos de susrespectivas i n d u s t r i a sde movimientos hansido, con frecuencia, de carcter competitivoy, en ocasiones, de abierta confrontacin alintentar convertirse en los puntos focales delos respectivos movimientos. Esta estrategiageneral del nacionalismo vasco radical contri-buy, por tanto, a una mayor fragmentacin yatomizacin de estos movimientos en el PasVasco y, en definitiva, el debilitamiento degrupos y colectivos existentes ya que han teni-do que dedicar gran parte de sus energas yrecursos a diferenciarse y deslindarse delmundo radical1 7. As mismo, estos grupos ycolectivos han tenido evidentes dificultadesen hacerse or en una sociedad donde eleje central del conflicto ha polarizado yabsorbido gran parte del potencial de movili-zacin de la sociedad vasca, al tiempo quecorre el riesgo de agotarlo1 8.

    Con relacin a las pautas y modos de org a-nizacin interna de los colectivos individualesde los movimientos sociales en la ComunidadAutnoma del Pas Vasco, hay que destacarlas diferencias entre aquellos que se encuen-tran vinculados, explcita o implcitamente, al

    M.L.N.V y el resto. Los primeros presentan unaestructura organizativa ms elaborada y estableque cumple una funcin instrumental, ade-cuada a un movimiento que, tanto a nivel delconjunto como de las organizaciones individua-les que lo forman, han hecho de la confronta-cin radical, de la perturbacin del sistemapoltico-institucional su estrategia bsica1 9p a r alo cual se necesita, siguiendo a S. Ta r r o w, unao rganizacin disciplinada (Ta r r o w, 1991:p. 71)y una vanguardia preparada en este tipo detcticas, tanto a nivel del conjunto como de laso rganizaciones individuales. En los demscolectivos, los modos de organizacin se carac-terizan por estructuras flexibles, dbiles, des-centralizadas formalmente, por una diferencia-cin de funciones difusa o inexistente, por laausencia, en la mayora de los casos, de profe-sionalizacin, en el sentido dado a este trminopor Kriesi, (Kriesi, 1996:172-173), y por sucarcter autorreferencial. Se podra resumir estarealidad organizativa afirmando que el difcilequilibrio entre la tica de la conviccin (nivelsociocultural) y la lgica de la eficacia (accinpoltica), en la que se debaten los movimientos( Touraine, 1984:291-193), junto con el reperto-rio de frmulas organizativas disponibles encada uno de los casos, se ha decantado, gene-ralmente, a favor de la segunda en el caso de loscolectivos prximos al M.L.N.V y a favor de laprimera en muchos de los colectivos restantes.La estructura de funcionamiento de estos lti-mos se ve favorecida por la disminucin de sucapacidad de movilizacin de masas, lo cual lesha conducido a una reconversin de sus formasde protesta que, al no requerir la participacinde nmeros importantes de participantes, hacenhasta cierto punto innecesaria una infraestruc-tura organizativa estable, elaborada y discipli-n a d a2 0. Una parte de estas formas de accin tie-nen que ver con el recurso de la comunicacinpersuasiva intentando lograr la atencin de losmedios de comunicacin convirtindose, encierta medida, en promotores informativos atravs de acciones llamativas, simblicas. Unejemplo significativo y exitoso de este tipo deacciones ha sido el llevado a cabo por el movi-miento de objecin de conciencia y, en concre-to, por el M.O.C. (KEM) a travs de actuacio-nes de desobediencia civil no violenta, msllamativas que masivas, provocando la noti-c i a2 1, y, tambin, por parte del movimientoecologista vasco2 2. Este tipo de acciones se ha

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  • solido combinar con denuncias judiciales quetambin reclaman la atencin de los mediosinformativos. A esto hay que aadir el predo-minio en colectivos significativos de los movi-mientos de estrategias centrpetas, de activi-dades hacia adentro (reflexiones, debates,concienciacin, formacin) propiciadas poruna fase de recomposicin y reelaboracin o, almenos, de reconsideracin de sus discursos,fines, estrategias, en definitiva, de sus respecti-vas seas de identidad. Todo esto redunda enunas estructuras de funcionamiento ms difu-sas, sumergidas, flexibles e informales.

    Por ltimo, quisiramos finalizar este traba-jo introduciendo algunas cuestiones que pue-den afectar a la realidad organizativa, aunqueno nicamente, de estos peculiares actorescolectivos en el Pas Vasco. En primer lugar, yaunque con desigual incidencia, en el PasVasco como en otros contextos, los problemastematizados por estos movimientos han ido ga-nando en amplitud y complejidad23. Esta es-tructura de problemas cada vez ms diferen-ciada y compleja hace necesario movilizartoda una serie de recursos en forma de infraes-tructura y conocimientos jurdicos, econmi-cos, tecnolgicos para poder ser abordados demanera adecuada. El simple hecho de recopi-lar y procesar la informacin necesaria requie-re un trabajo cada vez ms profesionalizado yespecializado. As mismo, muchos de estoscolectivos plantean alternativas, promueven yparticipan en programas diversos, recibenrecursos, ms o menos escasos, participan y/opromueven el desarrollo de estudios, instru-mentos jurdicos, legales etc. Tales tendenciasfavorecen la inclusin de criterios de viabili-dad y eficacia en los objetivos y estrategiasplanteadas, y de eficiencia y optimizacin derecursos (materiales, no materiales, mensura-bles o no); en definitiva, contribuyen al desa-rrollo de una mayor profesionalizacin24.Por tanto, un excesivo hincapi en una racio-nalidad sustantiva con arreglo a valores queimplica frmulas y culturas organizativas queacentan la identidad, el sentido de misintransformadora, en detrimento de otro tipo decriterios (eficacia, eficiencia); puede provocarque determinados sectores de los movimien-tos se conviertan en las clsicas vanguardiaspolticas y/o culturales, accesibles, nicamen-te, a los iniciados ideolgicamente y conserias dificultades para adecuar sus discursos

    y estrategias a un contexto cambiante y paraalinear y conectar sus marcos cognitivos conlos de las jvenes generaciones de activistasque se han socializado poltica y culturalmen-te en nuevos contextos. Por el contrario, unacento excesivo en una racionalidad instru-mental con arreglo a fines puede contribuir aldesarrollo de organizaciones profesionaliza-das25 liderazgo profesional, tcnico, frente alos empresarios polticos y/o intelectualesde los movimientos; personal liberado y remu-nerado, amplios recursos a su alcance, afilia-cin reducida o inexistente y, como seala Jen-kins, acciones que hablan en nombre de sininvolucrar o requerir la participacin del grupoen conflicto (Jenkins, 1994:15) que, a su vez,puede favorecer la cooptacin informalo lainclusin formalista(Kriesi, 1992:127-128) desectores significativos de estos movimientos.

    El problema consiste en dar una solucin es-table que conjugue ambas lgicas, consideradasfrecuentemente como contrapuestas, incompati-bles por los propios movimientos, al tiempo queaporte una respuesta organizativa a los diferen-tes modos de organizacin que ambas lgicas yracionalidades implican. Aunque las dos racio-nalidades, con sus consiguientes formulacioneso rganizacionales, son, como ya seal We b e r,casos lmite, de carcter esencialmente cons-tructivo (We b e r, 1979:21); las diferentes combi-naciones que se puedan establecer entre ellaspasan por la optimizacin org a n i z a t i v a, en elsentido dado a este trmino por Donati cuandose refiere al denominado Tercer Sector: encon-trar un punto de equilibrio dinmico y procesual,entre resultados y recursos humanos, teniendoen cuenta el hecho de que, por un lado, un exce-so de informalidad implica renunciar a una ade-cuada profesionalidad o carencia de la misma (obien de mentalidad profesional o tecnolgica) y,por otro, un exceso de formalismo acarrea lautilizacin de lgicas de rigidez y despersonali-zacin que producen en los miembros dficitmotivacional y falta de sentido (Donati, 1997:126-127). Lograr este punto de equilibrio, din-mico y procesual, contribuira a resolver el pro-blema que, como acertadamente expone Ta r r o w,tienen planteado los organizadores de los movi-mientos: crear modelos organizativos que seanlo suficientemente firmes como para resistir a susoponentes, pero lo bastante flexibles para cam-biar con arreglo a las circunstancias y nutrirsede la energa de su base (Ta r r o w, 1994: 237).

    161Estructura organizativa de los nuevos movimientos

  • En ltimo trmino, favorecer, siguiendo a Smel-s e r, la disponibilidad potencial de muchas cla-ses de organizaciones diferentes (asociaciones,grupos de inters y de presin, partidos polti-cos, redes informales) que, al mismo tiempo,facilita una variedad de estrategias y tcticasalternativas (Smelser, 1989:306).

    Para concluir este trabajo, quisiramos intro-ducir algunos apuntes sobre la evolucin deleje central de conflicto que atraviesa la socie-dad vasca y que ha condicionado y condicionalas viejas y nuevas disidencias y conflic-tos planteados por viejos y nuevos actorescolectivos en el Pas Va s c o .

    La tregua tctica de la organizacin terro-rista E.T.A. introdujo algunos cambios en laestrategia general del nacionalismo vasco radi-cal que haba conducido a su aislamiento atodos los niveles. Este cambio tctico, esto es,producto de las contingencias inmediatas deesta situacin de aislamiento, supuso, duranteel perodo que ha durado la tregua, pasar de unaestrategia basada en el conmigo o contra ma distinguir campos de identidad y relaciones(Hunt, Benford y Snow, 1994) en el conflicto:p rotagonistas (defensores del movimiento yposibles aliados), antagonistas, audiencias ypersonas y colectivos ajenos al movimiento. Anivel poltico, este cambio permiti estableceracuerdos con el nacionalismo democrtico( L i z a rra, Udalbiltza). A nivel sindical, el sindi-cato L.A.B., prximo al M.L.N.V., y el sindica-to nacionalista E.L.A. han venido establecien-do acuerdos estables de cara a la consecucinde un marco autnomo de relaciones laboralesque incluya Navarra. Asimismo, esta evolucinen la estrategia podra haber supuesto que vie-jas, nuevas o futuras disidencias planteadas pormovimientos sociales no se vieran sometidas aun intento de instrumentalizacin en lnea conla estrategia de su superposicin al conflictocentral. Sin embargo, la tregua de E.T.A. hasido un espejismo y el nacionalismo radicalmantiene, independientemente de alteracionestcticas, su estrategia general basada en elconmigo o contra m. El Pacto de Lizarra, laAsamblea de Municipios Vascos Udalbiltzahan quedado en suspenso o invalidados. Losgrupos y colectivos de los nuevos movi-mientos sociales prximos al M.L.N.V. hancumplido ya su funcin de acumular fuerzas,evidenciando su subordinacin, en ltimas oprimeras instancias, a la lucha central. To d o s

    los posibles conflictos y disidencias pasadas,actuales y futuras que, en diferentes mbitos, sepuedan plantear en la sociedad vasca sernsometidos a los intentos de subordinacin alpensamiento nico y a la estrategia nicade E.T.A. y del nacionalismo radical. Este pen-samiento y estrategia nicas, de tan trgicasconsecuencias, pone en evidencia, hoy ms quenunca si cabe, el profundo miedo de E.T.A. a lalibertad del OTRO (el otro nacionalista, el otrono nacionalista, los otros nuevos o viejosactores colectivos, etc.); a que ese OTRO sedefina y acte al margen y de manera radical-mente diferente a lo establecido por la org a n i-zacin terrorista y por el entramado de org a n i-zaciones, de diferente tipo y en diferentesmbitos de la sociedad, que apoyan y aportanrecursos materiales y no materiales a E.T. A .

    NOTAS

    * Una primera versin de este artculo se presentcomo ponencia en el grupo de trabajo 29 MovimientosSociales y accin colectiva del VI Congreso espaol deSociologa celebrado en A Corua los das 24 y 26 deseptiembre de 1998.

    1 Este transito descrito por M. Weber tiene evidentespuntos en comn con otros modelos el paso de laG e m e i n s c h a f ta la G e l l s c h a f tde Tnnies, de la solidari-dad mecnica a la solidaridad orgnica en Durkheim quecontribuyen a explicar la gnesis y desarrollo de la socie-dad moderna. Un paso ms, referido a las sociedades con-temporneas, es la presencia hegemnica de las Corpora-ciones (Giner y Prez Yruela, 1979) o la tesis de Perrowacerca de la absorcin de la sociedad por parte de lasgrandes burocracias (Perrow, 1992: 19-55). En las socie-dades p o s algunos han visto un punto de inflexin eneste proceso con el surgimiento de nuevos actorescolectivos que representaran el retorno del actor, perode un actor comunitario frente a las grandes corpora-ciones burocrticas de carcter cultural, poltico, sindical,pblicas y privadas.

    2 E. Friedberg propone cuatro dimensiones, cuatroc o n t i n u u mpara analizar la organizacin: el grado de for-mulacin y codificacin de la regulacin, el grado de tomade conciencia de la regulacin de su comportamiento porparte de los participantes y miembros, el grado de finalis-mo (resultado) de la regulacin y el grado de delegacinde la responsabilidad presente en los niveles org a n i z a c i o-nales (Friedberg, 1992: 540-542).

    3 No es infrecuente encontrar colectivos encuadradosen los N.M.S que presentan una estructura de funciona-miento aparentemente formalizada. Sin embargo, esta es-tructura es producto de su inscripcin en el registro deasociaciones por motivos instrumentales (acceder a sub-venciones etc.), y, en la prctica, resulta meramente de-corativa. Paralelamente, existen colectivos donde no seencuentran indicios de formalizacin pero existen reglas

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  • no explcitas, reguladoras de determinados procesos bsi-cos (toma de decisiones etc.) que funcionan como cdi-gos formales. As mismo, y aunque la mayora de estoscolectivos tienen una estructura de poder democrtica ydescentralizada, existen mecanismos no explcitos (desi-gual distribucin y control de recursos en los que se basael funcionamiento del colectivo, centralidad en la red decomunicaciones, etc.) que favorecen el surgimiento delites informales.

    4 Los dos extremos implican, por tanto, lgicas deaccin contrapuesta, percibidas, frecuentemente, comoincompatibles por los propios protagonistas, generandotensiones y conflictos. De aqu que los equilibrios alcan-zados suelen tener un carcter inestable.

    5 La importancia del entorno o ambiente pronto fuesubrayada por los estudiosos de las organizaciones y con-vendra tener presentes sus hallazgos, tanto a nivel teri-co como a nivel de tcnicas de investigacin. Perrowresume la evolucin en los estudios sobre el entorno org a-nizativo cuando afirma: El entorno era, inicialmente,todo lo que estuviera fuera y que interesara al investiga-d o r. Poco a poco hemos comenzado a catalogar las cosasque deberamos buscar fuera. El primer paso consisti enel estudio de dos o tres organizaciones en interaccin,denominndolo al principio anlisis interorg a n i z a c i o n a l ,poniendo el acento sobre el impacto de las dems org a n i-zaciones sobre la organizacin focal aquella en la queestabamos interesados. A continuacin, se introdujo enla literatura la idea de un conjunto de organizaciones ().De aqu pasamos a la idea de redes de org a n i z a c i o n e s(). (Perrow, 1990:233).

    6 Los propios actores toman decisiones y desarrollanlneas de accin (automarginacin econmica, forma-cin de militantes, restricciones en cuanto al nmero demiembros, etc.) con el fin de preservar y/o alterar susmodos de organizacin.

    7 Estas relaciones no tienen que ser entendidas entrminos de correlaciones directas, necesarias y unidi-reccionales ya que existe un repertorio de modos, formasde organizacin y estructuras organizativas disponiblesante objetivos, lgicas de accin y estrategias similares,y viceversa

    8 Un estudio ms amplio y especfico del movimientofeminista en la Comunidad Autnoma Vasca, aparece publi-cado bajo el ttulo Entramado organizativo del movimientofeminista en el Pas Vasco, R E I Sn. 80, pp. 183-201.

    9 Algunos de los rasgos organizativos descritos tam-bin se podrn aplicar al movimiento de solidaridadinternacional.

    10 Esta clasificacin sigue la tipologa de Gelb (Gelb,1992:193-217) y tiene evidentes puntos en comn conotras tipologas y clasificaciones como, por ejemplo, laestablecida por Melucci en su distincin entre movi-mientos de mujeres y movimiento feminista (Melucci,1989:94-95). Sin embargo, como toda clasificacin essimplificadora ya que, en ocasiones, las fronteras no sontan claras y evidentes.

    11 En el caso del movimiento de solidaridad interna-cional Askapenasera el colectivo ligado al M.L.N.V.

    12 En el movimiento ecologista vasco, por ejemplo, laplataforma Erreka que surgi en Bizkaia en 1992, repre-senta un intento estable y organizado de coordinacin.En esta plataforma se integran personas individuales y23 grupos ecologistas y ambientalistas, aproximadamen-

    te, a excepcin de Eguzki. Su labor de coordinacin serealiza a travs de la organizacin de los encuentros eco-logistas de Euskadi, de la recopilacin y distribucin deinformacin (editan un Boletn), de la formacin (Eko-eskola), del asesoramiento jurdico, etc.

    13 En el movimiento feminista parece primar la inclu-sin en redes y coaliciones que trascienden al mbitoautonmico. As, el colectivoLanbroa (feminismo de ladiferencia) se ha integrado en la Confederacin de Orga-nizaciones feministas (COFEM) que ha planteado unacandidatura a las elecciones europeas de junio del 99.Los colectivos Forum Mara de Maeztu, Agora Feminis-ta parecen decantarse hacia redes ms difusas y relacio-nes con el mbito institucional a travs, sobre todo, deEmakunde(Instituto Vasco de la Mujer) a cuya creacincontribuyeron de manera significativa.

    1 4 Las tensiones y conflictos que se produjeron en fr-mulas organizativas ms unificadas en los inicios degran parte de estos movimientos, pusieron de relieve ladificultad de dar cobertura organizativa unitaria y establea las diferentes identidades que conviven en su interior.

    1 5 La interpretacin de esta estrategia por parte delresto de colectivos se podra resumir en las palabras deuna persona destacada de los Comits Internacionalessobre la creacin de Askapena, grupo escindido de Co-mits, vinculado al M.L.N.V.: la excisin la valoramoscomo la necesidad de controlar claramente, es decir, quelo que se hiciera se atribuyera a mundo de HB (). Pero,aunque desde Madrid algunos peridicos podan decirque todo era HB, ellos se daban cuenta que todo no eraHB. Entonces quera tener una seccin internacionalista,su seccin ecologista, su seccin en el mundo de la mujer.Yo, vamos, yo creo que ellos lo tenan claro (), algunasveces nos decan necesitamos cerrar filas, necesitamossaber quienes estn con nosotros en todo.

    16 En el movimiento de objecin, la incursin delnacionalismo vasco radical se ha realizado a travs de laorganizacin juvenil Jarrai y, en algunos momentos, pormedio de intentos de acercamiento a colectivos exis-tentes como Kakitzat.

    1 7 A esto hay que aadir otra dificultad u obstculoque plantearon, en determinados momentos, algunas fuer-zas polticas y niveles institucionales al intentar introdu-cir todo lo que se mova, toda la capacidad de disidenciay protesta en el mismo saco el nacionalismo vascoradical para justificar estrategias de exclusin.

    18 Los grupos y colectivos de los movimientos socia-les vinculados al M.L.N.V han contribuido desde su cre-acin a una mayor radicalizacin de los temas y de lastcticas que, siguiendo la lgica planteada por Tarrow,tiene ventajas pero, tambin, desventajas ya que la radi-calizacin aumenta los costes del activismo y contribuyeal descenso de la participacin, es decir, tiene un efectodesmovilizador (Tarrow, 1991: 71), no solo para estoscolectivos sino para el conjunto de los movimientos.

    1 9 Un importante estudio sobre las estrategias y el en-tramado organizativo del nacionalismo vasco radical apa-rece en el libro de J. M. Mata (1993) titulado El naciona-lismo vasco radicaleditado por la U.P. V. (captulo 7).

    20 Los nicos que pueden mantener acciones destina-das a la movilizacin son los colectivos ligados alM.L.N.V ya que cuentan con una cobertura organizativaque les proporciona recursos materiales y no materialesfundamentales para este tipo de movilizacin.

    163Estructura organizativa de los nuevos movimientos

  • 21 Un estudio amplio es el realizado por Sampedro(1996) que describe el impacto como promotor de noti-cias del movimiento de objecin de conciencia. Sinembargo, tambin este impacto se ha visto mitigado enlos ltimos tiempos con una progresiva disminucin depresencia informativa por la prdida de atractivo noticio-so y por la ltima ley sobre el servicio militar (Sampe-dro, 1996:145-148).

    22 Quedan lejos las movilizaciones ecologistas. He-chos recientes como los escapes de la fbrica de Ronte-alde o los accidentes de la planta de lindane en construc-cin, ambos ocurridos en Barakaldo (Bizkaia), ponen derelieve que, a pesar de su gravedad, la participacin ciu-dadana ha sido exigua combinndose con acciones lla-mativas ms exitosas: ocupacin de la planta de linda-ne por un reducido grupo de personas junto con accionesy denuncias judiciales, etc.

    23 Este proceso quizs se ha visto ms mitigado en elcaso del movimiento de objecin de conciencia que,dadas las peculiaridades de nuestro Pas, ha focalizado suinters y esfuerzo en su oposicin al servicio militar.

    24 Esta profesionalizacin, que tiene repercusionestambin organizativas, se ve favorecida por la entrada deactivistas jvenes atrados ms por la curiosidad inte-lectual y/o cierto componente tico y no solo por cues-tiones polticas, salvo en el caso de los colectivos afinesal M.L.N.V. A igual que ha sucedido en el movimientode solidaridad internacional, es posible que tambin seest desarrollando una cultura organizativa donde losideales se dan por supuesto y se incide ms en criteriosde eficiencia, transparencia, etc. As mismo, esta tenden-cia puede llegar a desplazar a los intelectuales, a losempresarios polticos, que hasta ahora han tenido unimportante peso, explcito o implcito, en el discurso,estrategias etc. de estos movimientos, por profesiona-les que adems de ideales, valores, etc. incorporan otroscriterios (eficacia, eficiencia).

    25 En movimientos como el ecologista, el feminista,etc., han surgido colectivos en forma de consultoras,asesoras, colectivos asistenciales, institutos, impulsadospor personas provenientes de estos movimientos.

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  • Incursin etnogrficaen territorio forense

    Enrique Luque

    ( Traduccin: Evelyne To c u t )

    El mundo del derecho

    H ay un principio procesal que, enmis aos de estudiante de derecho,me produca especial desazn. Me

    refiero a ese que dice, ms o menos, que loque no est en las actas no est en el mundo.Como cualquier aprendiz de abogado sabe, talprincipio o mxima no significa otra cosa na-da ms, pero tambin nada menos que quie-nes juzgan o, en general, quienes intervienenen un proceso judicial deban dejar a un ladotanto opiniones y sentimientos personales co-mo el conocimiento directo que tengan de lapersona o del caso juzgados. Las pruebas, laevidencia como se dice en ingls, aceptadascomo tales en un juicio es lo nico que debecontar. Todo eso garantiza la proteccin de va-lores fundamentales y evita que el funciona-miento deseable del derecho se parezca a losprocesos polticos de un estado totalitario o alepisodio de los naipes de Corazones en Aliciaen el Pas de las Maravillas.

    No es que me entusiasmara entonces el de-recho sustantivo en definitiva, me he dedicadoa cosas que poco o nada tienen que ver con ly menos an el derecho procesal; pero esamxima me pareci entonces y durante muchosaos despus la ms depurada expresin delfoso que yo y, probablemente, muchos otroslamentbamos entre el ordenamiento jurdico ysus prcticas, de una parte y, de otra, el resto delmundo y de la vida. Como otros que conmigooptaron por dedicarse a las ciencias sociales,stas nos daban la oportunidad de abordar todolo que, precisamente, no estaba en las famosasactas. Con no poca ingenuidad, adems, equi-parbamos sociologa o antropologa con acer-camiento objetivo a la realidad y con la libertadde la que polticamente se nos haba privado. Y,en la misma medida, el derecho se nos antojabano slo alejado de los problemas reales, sinocomo aparato que serva para constreir esalibertad en muchos ms mbitos.

    Pues bien, de lo que voy a ocuparme aqu esde esa parcela de mundo que acota el derecho,aunque con un talante muy diferente al de misaos jvenes. El derecho quermoslo o no, losepamos o lo ignoramos constituye un mbi-to que nos afecta a todos. No es ya que un acci-dente de trfico, un robo, un atraco o cualquierotra accin violenta y excepcional nos puedan

    165Ttulo del artculo

    Enrique Luque, Departamento de Antropologa. Universidad Autnoma de Madrid.Poltica y Sociedad,35 (2000), Madrid (pp. 165-173)