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febrero 201228

Anecdotario29

Anecdotario

Viaje con nosotros...Dicen que en los viajes uno sabe cuán-do sale pero no cuándo llega. Tampo-co conocemos de antemano las pe-ripecias que nos tocará correr por el camino. Con tanto viaje, más de una anécdota le ha tocado vivir al Fuenla, de esas que cabrean cuando se sufren, pero que se celebran con regocijo cuan-do se cuentan. He aquí algunos de los episodios más rocambolescos que ha vivido el Baloncesto Fuenlabrada en sus incontables desplazamientos.

Yo a Manresa y tú a DublínSituémonos. Estamos en el 1 de mar-zo de 2008, sábado para más señas. Nuestro equipo anda peleando por escapar de los puestos bajos de la cla-sificación cuando ya se encara la rec-ta final del curso. Toca viaje a Manre-sa en avión, vía aeropuerto de El Prat.

Todo marcha dentro de la nor-malidad hasta que llega el momen-to de recoger el material en la sala de equipajes del aeropuerto de Barcelo-na. Una bolsa, luego otra, maletas por aquí, maletas por allá, pero hay siete bultos de nuestra expedición que no aparecen de ningún modo. El tiem-po apremia porque el bus espera a las

puertas de la sala para partir rumbo a Manresa donde el equipo debe ha-cer la última sesión de entrenamien-to antes del partido que se juega al día siguiente.

Entre las bolsas desaparecidas se encuentran las de algún jugador así como la de Luis Casimi-ro, pero aún más importante, tampoco apa-recen tres bol-sones con las equipaciones de juego y de entrenamien-to del equipo al completo. Solos ya ante la cinta que da vueltas sin escupir male-ta alguna des-de hace un rato, la expedición decide partir hacia Man-resa mientras uno de los responsa-bles trata de averiguar adónde carajo han enviado nuestro material.

Ventanilla de reclamaciones. Consultas, caras de “y a mi qué me cuenta”, hasta que el sistema informá-tico de la compañía da con la respues-

ta... ¡Dublín! La ropa del Fuenla vue-la camino de Dublín mientras que el equipo está a punto de entrenar en el Nou Congost de Manresa.

Toca movilización general. Las oportunas gestiones y la amabili-dad de los manresanos acaban con

nuestro equipo entre-nando con la ropa

del Ricoh Man-resa. Mientras, a unos 600 ki-lómetros, en Fuenlabrada hay trasiego.

Quien esto es-cribe acude al domicilio de Casimiro para prepa-rar un atuen-do suplente, traje, zapatos,

corbata y camisa incluidos. Al mismo tiempo Óscar Mota, uno de los utilleros, organi-za a todo correr un nuevo juego de camisetas y pantalones para que el equipo dispute el partido al día si-guiente.

Bien entrada la noche del sába-do y con los bolsones a cuestas, lle-

tancias cualquiera se fiaba de las compañías aéreas! Alqui-ler de furgoneta mediante, el material llega felizmente a ma-nos de los jugadores y del señor entrenador unas horas antes de co-menzar a jugar. Trabajo en equipo y misión cumplida. Lo que ocurrió en el partido es harina de otro costal.

¡¡¡Taaaaaxiiiiiii!!!La campaña 2007/2008 fue prolija en desventura viajeras. Y para que no se nos enfaden los de las compañías aéreas, reconozcamos que otros en-granajes del mecanismo también fa-llaron, aunque sin mala fe por su par-te, faltaría más.

Ahí va la historia. Matinal del viernes. El Fuenlabrada debe poner

gamos a casa de José Javier Jiménez, director general del club, al que le toca madrugar junto al vicepresi-dente Fernando Polaina para llevar en coche el material hasta Manre-sa el mismo día del partido. ¡En esas circuns-

rumbo a Barajas para tomar un vuelo y jugar un partido al día si-guiente. El equipo se reúne poco a poco, y como en cualquier fami-lia hay quien llega con tiempo para tomar un café antes de iniciar el camino y hay quien apu-ra porque se le han pe-gado las sábanas. Con lo que no se cuenta es con el retraso del a u t o b ú s

que nos debe llevar al aero-puerto. Juan Mora, delega-do y a la sazón organizador de los viajes, llama repe-tidamente a la empresa, cuyo nombre amable-mente omitiremos.

“¿Un autobús de Fuen-labrada a Barajas?”, escucha

Juan al otro lado del teléfono. “Sí, sí”, dice él nervioso.“Espere que lo compruebo...” Y

tras unos segundos de tensión: “Sí claro, para mañana a las diez”.

“¡¡¿¿Para mañana??!!”Alguien ha anotado mal la fe-

cha y no tenemos autobús. Casimiro echa humo. Media oficina del club se pone manos a la obra a solicitar un servicio urgente de bus. Imposible. Todas las empresas de nuestra zona tienen sus vehículos ocupados con servicios escolares. El tiempo apre-mia, como siempre, la hora del vuelo se acerca y no hay manera de conse-

guir un bus. Solución alternativa. Se

cierra la agenda por la página “A” de autobús y se abre por

la “T” de taxi. “Oiga, necesitamos urgente-

mente seis o siete taxis en la puerta del Fernando Martín”

“¿Tantos?”“Sí, somos muchos y muy gran-

des. Además, llevamos unos bolso-nes que no vea usted”

Y ahí va nuestra expedición de taxis camino del aeropuerto para no perder el avión. Sobre la campana, pero tomamos el vuelo.

El día que Scott palidecióHoy tiene más de 40 años y segura-mente habrá aparcado muchas de las vivencias experimentadas en el baloncesto español. Pero lo mal que lo pasó el 21 de octubre de 2002 es muy probable que aún lo tenga pre-sente. Hablamos del ex jugador es-tadounidense Richard Scott.

Enfrascado en la disputa de la recién estrenada Uleb Cup, al Balon-

cesto Fuenlabrada le cayó en suerte enfrentar-

se al Ural Great ruso. ¿Y eso dón-de queda? Lo primero era saber que tal equipo pertenecía a la ciudad de Perm. Repetimos cuestión: ¿que dónde queda? Pues ni más ni me-nos que a 1443 kilómetros al este de Moscú. Lejos, lejos.

Petate al hombro, nuestros chi-cos pusieron rumbo a Perm a prime-ra hora de la mañana de aquel 21 de octubre. Tras las largas horas de vue-lo a Moscú tocó una tediosa espera hasta tomar el segundo avión que les conduciría desde la capital rusa hasta el punto de destino.

Llegada la hora y con la noche ya encima unos operarios del ae-ropuerto guiaron a los expedicio-narios fuenlabreños por las pistas del mismo hasta que les señalaron cuál era el aparato que les trans-portaría hasta Perm. Boquiabiertos unos y temerosos otros, los nues-tros se miraron atónitos. Ante ellos se levantaba una especie de Tupo-lev ruso, movido por hélices al que había que acceder por la panza de la nave.

Una vez dentro, la angostura del habitáculo no auguraba comodi-dad alguna para nuestros jugadores, aunque sin duda, el elemento estre-

lla de la aeronave eran las cor-tinillas que tapaban

las ventanas a modo de

visillos

de cocina. Quienes allí estuvie-

ron cuentan aún hoy que el ruido de las hélices hacía impo-sible descabezar el sueño, por no ha-

blar de las sacudidas que sufría el aparato

con vaivenes constantes a causa de su pequeño tamaño y de las tormentas que tocó atrave-sar. Quien peor lo pasó a tenor de sus sudores y de su mala cara fue el que encabeza este relato. Scott tar-dó días en recuperar el color.

AVE que vuelaEs posible que alguna vez te haya ocurrido a ti que lees estas líneas. Vas en el tren y de repente se de-tiene. Y pasan cinco minutos. Y otros cinco. Y se acumula el retra-so y se acerca el límite que tienes para no llegar tarde a una cita, o al trabajo, o a clase, o para tomar otro tren.

Esto último le ocurrió no hace mucho al Baloncesto Fuenlabra-da. Nuestro equipo hace uso del habitual buen servicio del Cer-canías para llegar a Atocha y allí tomar un AVE cuando nos toca jugar en Málaga, Valencia, Barce-lona, Zaragoza o Sevilla.

Siempre precavido, el Fuenla via-ja con tiempo de sobra, pero a veces ni eso basta. Así ocurrió en el día que nos ocupa. El Cercanías se detuvo con la expedición a bordo y se retrasó cerca de 40 minutos. A contrarreloj, jugado-res, entrenadores, directivos y demás personal corrieron por los andenes y los pasillos nada más llegar a Atocha, pero no bastó. El AVE ya había volado.

Jorge Sanz