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LIBROS UNI\'ERSlOAD DE MEXICO nos trabajo ver que pensar." Si a este e tímulo añadimos el emotivo, formamos el cuadro de incitaciones que sirve de inicio a los cuentos de Rulfo. La autenticidad en el escritor consiste eu ser fiel a su tempera- meuto, a sus posibilidades. De ahí el por qué ésta revista tantas mo- dalidades como tipos de escritor existau. En ¡uda mengua el abor persoual de la obra, en el caso de rreola, el que la literatura, la cnl- tura y la ciencia di"sparen sus agui- jones fecundándolo. Es tan lícita ('sta incitación como lo es aquélla que parte de la vida misma. Ahora que el nacionalisnn en el arte se ha estragado a goipe de de- magogia y de ineptos enfoques, con- fundiéndose muchas veces con el folklore y otras con una b:,ja pa- triotería, ha nacido una nu':va re- gia para enjuiciar los productos literarios. Una obra es buena -se juzga ante todo- no por el hecho de realizal- valores estéticos sino por ser eminentemente mexicana. Se ha trastocado la azotea con los cimientos. La mexicanidad como cualquier nacionalismo bien enten- dido no es una preocupación cons- ciente, una finalidad. sino una ma- nera de ser y de actuar en la vida. El escritor que en realidad lo es no se evade de su circunstancia, POl- el contrario al expresarse la expre- sa. Igualmente se puede ser mexi- cano por alusión que por omisión. y esto es lo que muchos lectores y críticos no se han dado cuenta al comentar a Arreola. Los pone fue- ra de pista que sus cuentos rara vez traten netos asuntos mexicanos. Su nacionalismo no reside en la anéc- dota sino en la manera de tratarla: es más un nacionalismo de reaccio- nes que de acciones. Los cuentos de Rul fa, en el sen- tido de la alusión, niegan también esta tesis estrecha. Aluden a lo nuestro no con ostentación farisai- ca, sí con la valiosa humildad que hace lo suyo sin importarle las aprobatorias miradas circundantes. Rulfo lo hace pO'r necesidad vital de expresión, por consonancia con su temperamento. Sin falsear la esencia de la realidad ni de los per- sonajes, logra ofrecer una acabada o-alería de caracteres, una atmósfe- inconfundible de mexicanidad. l.-na vez hecho el cxamen de las tendencias que observan ambos cuen- tistas, se ve que es imposible toda comparación cualitativa; se ve as[- mismo que los ataques cotidianos que lanzan a A rreola para sobre- estructurar a Rulfo son injustifica- dos. Ambos son, en sus respectivas posiciones, los mejores cuentistas del momento y tal vez de una su- cesión considerable de momentos. Sus obras antagónicas están ins- critas sin embargo, en un mismo el de la promoción lite- raria. El único recurso acertado que se puede esgrimir es el de la crítica impresionista. Sicndo el es- pectador copartícipe de toda crea- ción aprobará o rechazará cual- obra según se encuentre pró- ximo o lejano del creador. Estar con Arreola es parecérsele, lo mis- mo signi fica estar con Rulfo. Es- téticamente todo se aclara y justi- fica estando y apreciando a los dos. En este juego acierta no el que ob- tenga nones sino pares. *** Entremos ahora en la llana oro- gra fía del mundo de Rulfo. Digo su mundo porque al entrar en él olvidamos el propio, convirtiéndo- nos como quiere Ortega en provin- cianos transitorios. Esta táctica del autor consiste "en aislar -aí lector de su horizon te real y aprisionarlo en un pequeño horizonte hermético e imaginario, que es el ám 1 )ito in- terior" de la obra, En este pt-queño mundo pronto se olvidan los pre- juicios, se despoja el lector de su civilización y cultura para aJmtrar- se y confundirse cn el oscu r ') vivir de una humanidad distinta. Deja- mos la ciudad para vivir en el cam- 1:0. Y ya son otras las unidades de medida, los apetitos, la teleología de las acciones. La visión del campo que se des- prende d los cuentos de Rulfo, es- tando tan cercana, a muchos sor- prende. Les causa desazón el pri- mitivismo, la falta absoluta de se- guridad personal, las anilinas pesi- mistas que todo lo tiñen. Abogan para silenciar su conciencia por una vida rural a la que presida el pro- greso, la tranquilidad, el orden, lle- gando a acusar a Rulfo de parcial, de deleitarse en lo negativo, de no ofrecer el consabido final feliz que en nuestra literatura se llama es- camotear la realidad física para suplantarla con otra ideal mediante la adoctrinación ética o pedagógica. Rulfo como antes lo apunté rom- pe la tradición docente percatándose que la misión del escritor consiste cn mostrar y no en remediar que el escritor cumple con sus semejan- tes interesándose en ellos y que otros son los que tienen la obligación directa de corregir las deficiencias. Así como la vida influye cn la obra, muchos quieren que con igual intensidad la obra influya en la vida. En otros períodos cuando la literatura respondía a otras necesi- dades y fines este deseo se realiza- ba así: "Dickens contribuyó pode- rosamente en Inglaterra a la aboli- ción de la prisión por deudas, a la re- fornú de las escuelas primarias, a la protección de los niños desam- parados" con otras tantas de sus novelas. Hoy se pretende subordi- nar los valores no estéticos a los estéticos, deslindar perfectamente los campos, dándole a la literatura lo que estrictamente le corresponde. Lo que ilaman tesis negativa de Rulfo, válida en sí como cl:alqu:er otra,· viene a ser únicamecte un trasunto fiel de lo que y ani- ma: el campo mexica r ,. '. Lo nega- tivo no está en los ojos siw, en el ambiente que mueve el las c')sas. Otros, los que no acusan a Rulfo de pesimista, lo acusan de más grave, de que no sabe escrihi;-. Esto es falso. El lenguaje y m Cé,nstruc- ción sintáctica varían de acuerdo con la intención y el tema. fo no alcanzaría los e fectos que con otro léxico; éste responde al orga- nismo de sus personajes, a at- mósfera en que actúan. Mas escribir no consiste u11lca- mente en la selección y acomodo de los vocablos sino en la técnica ope- ¡·ante o inepta que se sigue. En El I!ano en llamas están ausentes las asperezas técnicas de expl-esión, los <t.nacronismos de que aún se valen DANIEL Cosía VILLEGAS.-POr- lirio Díaz en la revuelta de La Noria. Editorial Hermes, México, 1953. 309 pp. El maestro del Colegio Nacional, director del Seminario de Historia Moderna de México del Cdegio de México, sociólogo e historiador, Daniel Cosía Villegas, ha publica- do recientemente un imporí:l!lte en .. sayo histórico: Porfirio en 1<1 revuelta de Lo No!·ia.. El llbro, que es un estudio biográf[cr-fJ'1!ítico del general Díaz, nos 10 d au- tor como parte de una obra com- cuentistas de la hora, pre- srntes, en cambio, las teCl1lcas que han orientado la novela y el cuen- to actuales por nueva sendas. El monólogo interior, la simultaneidad de planos, la introspección, el paso lento, son usados por Rulfo con notables resultados. Hay cuentos que son un solo monólogo, por ejemplo NI acario, Es que S01ll0S 'IImy pobres, Talpa, Acuérdate. Otros que siendo monólogos admi- ten esporádicamente el diálogo, sos- ten:do por la misma persona que cuenta alternando con u memoria que reconstruye escenas y nes, CO:110 sucede n Luvilla, en Allacletd NI orones, en N os hall dado lo tiprra. Cuentos como El ha/lIbre, la madntgada, en que la acción, que discurre intencionalmente mo- rosa, está situada en dos planos di- ferentes pero s:multáneos. En toda la colección se observa el paso len- to, el triunfo de las figuras sobre la trama, las personas sobre los actos, del autor sobre el tiempo. y es imposible que un escritor que ha domado la técnica, que dispone del interés de los lectores a su antojo, confinándolo al hermético mundo de sus invenciones, no sepa escribir. Los temas de por no dan la calidad a la obra. Los pretextos que usa Rulfo son más o menos los mismos con que trabajan la mayo- ría de los escritores realistas. Y es b:en sabido que las producciones de éstos adolecen casi siempre de carencia de méritos estéticos. Si la bondad la diera el tema en vez de estar los jóvenes cuentistas en bancarrota estarían en plena bo- 1lanza. Rulfo precisamente porque sabe escribir se salva, porque sus cuentos son horadaciones que prac- tica en los puntos clave de la vida campesina. En El llano en l/amas se observa la tendencia a abusar de ciertos es- quemas sintácticos reiterativos, so- bre todo en los monólogos. El pai- saj e está descrito siguiendo la misma tónica y desde la misma perspectiva. Rulfo es un cuentista monocorde y espontáneo que al actuar sobre un mundo angosto e idéntico en todas sus partes forzosamente tiene que repetirse, supliendo la prisión a la que lo reduce el espacio con una profundidad sin barreras. ** * Ya en Varia invención -1949-. J uan José A rreola planteaba la pro- blemática a la que deberían ajustar- se, pasando el tiempo, todos sus cuentos; definía, asimismo, su posi- ción estética y su estilo. De este li- bro a COllfabu./ario -1952-, no se obsen-an bruscas rectificaciones si- no una depurada rati ficación de pleta: "Historia moderna de Méxi- co" que, en compañía de un grupo de jóvenes investigadores, prepara desde hace cinco años. Uno de los mayores atractivos de la obra completa es el "de ini- ciar el estudio de la historia moder- na de México en el año de 1867, y no en 1857, como algunos historia- dores proponen, ni menos todavia en 1877, como la mayor parte lo hace". "Si por alguna razón indivi- dual no ha acabado de entenderse bien el Porfiriato -dice el autor-, es, justamente, por iniciarse su es- tudio con el a00 de 1877", pues "¿ cómo puede cxplkarse que Por· 29 principios, una sal iduría cada vez más concisa al combinar los ele- mentos, un dominio absoluto sobre lenguaje. Los cuentos de Arreola aparentan seguir la imperturbable placidez de una línea horizontal. En ellos Jll11l- c<'. se aJt-era la voz o el tono. N uuca se condensa la ironía, el misterio o la sorpre a en lugar determinado. A rreola todo lo va difundiendo lentamente, sin tildes, cargando la acentuación n los pá- rra fas elegidos de una manera táci- ta er.bozando apenas. En contada oc'asiones la wrpresa por imprevista resulta sumamente eficaz; en otras con toda deliberación la elimina, r.orpreNliendo así de una manera neo·ativa. Este efecto lo va prepa- mediante un ambienl-e de mis- terio disparando despué' de un:! . de hechos creíbles, lo in- creible lo sorpresiva. A lo que po- llamar, como sugiere Bioy Casares, "la teudencia realista en la literatura fantástica." No hay una ruptura definitiva, por ejemplo, entre la .realidad la ficción. Los personajes transitan de una a otra sin las molestias que ocasionan las fronteras. A veces to- do es un sueño al que preside una lógica peculiar. Un. pacto ,el diablo atestio-ua 10 dIcho. La accJOn transcurre un cinematógra fa. Se establece un símil entre el protago- nista y el espectador que habla en el cuento en primera persona. Las vicisitudes por que atraviesa Brown en la pantalla, el pacto pn- mero los remordimientos después, van; repetirse en la realidad como estimulas que casi orillan al espec- tador a ceder su alma a cambio del bienestar económico. Los planos, el de la fantasía y el de la realidad dormida, se equiparan y confundel.1. El desenlace de la película, la pn- macía de la "limpia pobreza" sobre el pasado esplendor, impide que .se consume el pacto. El autor necesIta deslindar los planos. Así como el sueño los emparentó, el sueño al concluir debe desatarlos. La reall- dad recobra sus perfiles y la pesa- clilla se trueca en pantomima. La seriedad en el fondo es humor, iro- nía solapada. Los personajes sal- vando su coherencia salvan su ele- coro. Y la realidad es, de nuevo, fantasía. Lo posible y lo imposible ciega- mente entretejidos conviven en una misma madeja. El experimento del camello "ofrece dos probables re- sultados; el fracaso y el éxito". Lo que parece complejo y por ende absurdo no pasa de ser un procech- miento sencillo y de una solución uni vaca. A ún cuando el camello no rase por el ojo de la aguja como "hilo de araña", Niklaus realizará sus propósitos. "!\ada impedirá que (Po.m n la. pág. 32) firio, quien hasta 1867 cra un sim- ple militar (un 'mililarote', podría decirse para entender mejor el pro- blema), en 1877 sea un hombre ya enca1l1111ado a realizar la hazaña, sin par todada, cn nuestra historia independicnte, de gobernar al país durante [-rcinla y cllatro ai10s, f'ohernarlo, además, ell medio de IIn nrden \. una prosperidad material antes (Iesconncidos'" El profesor Casio Villegas recusa, desde luego. la "cxplicaci¡')Jl 111ilagrosa" a la que illcowcicnle o deliberadamente ha ido a dar la mayoría de los historia- dores, cxplicaci'·ln "r¡ue, por princi- pio, debe rechazar la Historia:' pues no es posible sustentar Cjue "S[ Por- firio fué ese gobernante excepcio- nal, se debió a su genio, a sus cllalidades también excepcionales, como esa intuición que 'perforaba los cráneos', según Nemesio Gar- cía Naranjo,"

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LIBROS

UNI\'ERSlOAD DE MEXICO

nos trabajo ver que pensar." Si aeste e tímulo añadimos el emotivo,formamos el cuadro de incitacionesque sirve de inicio a los cuentos deRulfo.

La autenticidad en el escritorconsiste eu ser fiel a su tempera­meuto, a sus posibilidades. De ahíel por qué ésta revista tantas mo­dalidades como tipos de escritorexistau. En ¡uda mengua el aborpersoual de la obra, en el caso de

rreola, el que la literatura, la cnl­tura y la ciencia di"sparen sus agui­jones fecundándolo. Es tan lícita('sta incitación como lo es aquéllaque parte de la vida misma.

Ahora que el nacionalisnn en elarte se ha estragado a goipe de de­magogia y de ineptos enfoques, con­fundiéndose muchas veces con elfolklore y otras con una b:,ja pa­triotería, ha nacido una nu':va re­gia para enjuiciar los productosliterarios. Una obra es buena -sejuzga ante todo- no por el hechode realizal- valores estéticos sinopor ser eminentemente mexicana.Se ha trastocado la azotea con loscimientos. La mexicanidad comocualquier nacionalismo bien enten­dido no es una preocupación cons­ciente, una finalidad. sino una ma­nera de ser y de actuar en la vida.El escritor que en realidad lo esno se evade de su circunstancia, POl­el contrario al expresarse la expre­sa. Igualmente se puede ser mexi­cano por alusión que por omisión.y esto es lo que muchos lectores ycríticos no se han dado cuenta alcomentar a Arreola. Los pone fue­ra de pista que sus cuentos rara veztraten netos asuntos mexicanos. Sunacionalismo no reside en la anéc­dota sino en la manera de tratarla:es más un nacionalismo de reaccio­nes que de acciones.

Los cuentos de Rul fa, en el sen­tido de la alusión, niegan tambiénesta tesis estrecha. Aluden a lonuestro no con ostentación farisai­ca, sí con la valiosa humildad quehace lo suyo sin importarle lasaprobatorias miradas circundantes.Rulfo lo hace pO'r necesidad vitalde expresión, por consonancia consu temperamento. Sin falsear laesencia de la realidad ni de los per­sonajes, logra ofrecer una acabadao-alería de caracteres, una atmósfe­~a inconfundible de mexicanidad.

l.-na vez hecho el cxamen de lastendencias que observan ambos cuen­tistas, se ve que es imposible todacomparación cualitativa; se ve as[­mismo que los ataques cotidianosque lanzan a A rreola para sobre­estructurar a Rulfo son injustifica­dos. Ambos son, en sus respectivasposiciones, los mejores cuentistasdel momento y tal vez de una su­cesión considerable de momentos.Sus obras antagónicas están ins­critas sin embargo, en un mismodiám~tro, el de la promoción lite­raria. El único recurso acertadoque se puede esgrimi r es el de lacrítica impresionista. Sicndo el es­pectador copartícipe de toda crea­ción aprobará o rechazará cual­quie~ obra según se encuentre pró­ximo o lejano del creador. Estarcon Arreola es parecérsele, lo mis­mo signi fica estar con Rulfo. Es­téticamente todo se aclara y justi­fica estando y apreciando a los dos.En este juego acierta no el que ob­tenga nones sino pares.

* * *Entremos ahora en la llana oro­

gra fía del mundo de Rulfo. Digosu mundo porque al entrar en élolvidamos el propio, convirtiéndo­nos como quiere Ortega en provin­cianos transitorios. Esta táctica delautor consiste "en aislar -aí lectorde su horizon te real y aprisionarloen un pequeño horizonte herméticoe imaginario, que es el ám1)ito in­terior" de la obra, En este pt-queño

mundo pronto se olvidan los pre­juicios, se despoja el lector de sucivilización y cultura para aJmtrar­se y confundirse cn el oscu r ') vivirde una humanidad distinta. Deja­mos la ciudad para vivir en el cam­1:0. Y ya son otras las unidades demedida, los apetitos, la teleologíade las acciones.

La visión del campo que se des­prende d los cuentos de Rulfo, es­tando tan cercana, a muchos sor­prende. Les causa desazón el pri­mitivismo, la falta absoluta de se­guridad personal, las anilinas pesi­mistas que todo lo tiñen. Aboganpara silenciar su conciencia por unavida rural a la que presida el pro­greso, la tranquilidad, el orden, lle­gando a acusar a Rulfo de parcial,de deleitarse en lo negativo, de noofrecer el consabido final feliz queen nuestra literatura se llama es­camotear la realidad física parasuplantarla con otra ideal mediantela adoctrinación ética o pedagógica.

Rulfo como antes lo apunté rom­pe la tradición docente percatándoseque la misión del escritor consistecn mostrar y no en remediar queel escritor cumple con sus semejan­tes interesándose en ellos y queotros son los que tienen la obligacióndirecta de corregir las deficiencias.Así como la vida influye cn laobra, muchos quieren que con igualintensidad la obra influya en lavida. En otros períodos cuando laliteratura respondía a otras necesi­dades y fines este deseo se realiza­ba así: "Dickens contribuyó pode­rosamente en Inglaterra a la aboli­ción de la prisión por deudas, a la re­fornú de las escuelas primarias, ala protección de los niños desam­parados" con otras tantas de susnovelas. Hoy se pretende subordi­nar los valores no estéticos a losestéticos, deslindar perfectamentelos campos, dándole a la literaturalo que estrictamente le corresponde.Lo que ilaman tesis negativa deRulfo, válida en sí como cl:alqu:erotra,· viene a ser únicamecte untrasunto fiel de lo que n:::r~·.l y ani­ma: el campo mexicar ,. '. Lo nega­tivo no está en los ojos siw, en elambiente que mueve el las c')sas.

Otros, los que no acusan a Rulfode pesimista, lo acusan de ,t!~o másgrave, de que no sabe escrihi;-. Estoes falso. El lenguaje y m Cé,nstruc­ción sintáctica varían de acuerdo conla intención y el tema. R,,~ fo noalcanzaría los e fectos que ;o~ra conotro léxico; éste responde al orga­nismo de sus personajes, a I~. at­mósfera en que actúan.

Mas escribir no consiste u11lca­mente en la selección y acomodo delos vocablos sino en la técnica ope­¡·ante o inepta que se sigue. En ElI!ano en llamas están ausentes lasasperezas técnicas de expl-esión, los<t.nacronismos de que aún se valen

DANIEL Cosía VILLEGAS.-POr­

lirio Díaz en la revuelta deLa Noria. Editorial Hermes,México, 1953. 309 pp.

El maestro del Colegio Nacional,director del Seminario de HistoriaModerna de México del Cdegio deMéxico, sociólogo e historiador,Daniel Cosía Vi llegas, ha publica­do recientemente un imporí:l!lte en ..sayo histórico: Porfirio Dia.~ en 1<1revuelta de Lo No!·ia.. El llbro, quees un estudio biográf[cr-fJ'1!ítico delgeneral Díaz, nos 10 !lr~senta d au­tor como parte de una obra com-

cuentistas de la hora, e~tando pre­srntes, en cambio, las teCl1lcas quehan orientado la novela y el cuen­to actuales por nueva sendas. Elmonólogo interior, la simultaneidadde planos, la introspección, el pasolento, son usados por Rulfo connotables resultados. Hay cuentosque son un solo monólogo, porejemplo NIacario, Es que S01ll0S

'IImy pobres, Talpa, Acuérdate.Otros que siendo monólogos admi­ten esporádicamente el diálogo, sos­ten:do por la misma persona quecuenta alternando con u memoriaque reconstruye escenas y ~ituacio­

nes, CO:110 sucede n Luvilla, enAllacletd NI orones, en N os hall dadolo tiprra. Cuentos como El ha/lIbre,I~n la madntgada, en que la acción,que discurre intencionalmente mo­rosa, está situada en dos planos di­ferentes pero s:multáneos. En todala colección se observa el paso len­to, el triunfo de las figuras sobrela trama, ~le las personas sobre losactos, del autor sobre el tiempo.y es imposible que un escritor queha domado la técnica, que disponedel interés de los lectores a suantojo, confinándolo al herméticomundo de sus invenciones, no sepaescribir.

Los temas de por sí no dan lacalidad a la obra. Los pretextos queusa Rulfo son más o menos losmismos con que trabajan la mayo­ría de los escritores realistas. Yes b:en sabido que las produccionesde éstos adolecen casi siempre decarencia de méritos estéticos. Sila bondad la diera el tema en vezde estar los jóvenes cuentistas enbancarrota estarían en plena bo­1lanza. Rulfo precisamente porquesabe escribir se salva, porque suscuentos son horadaciones que prac­tica en los puntos clave de la vidacampesina.

En El llano en l/amas se observala tendencia a abusar de ciertos es­quemas sintácticos reiterativos, so­bre todo en los monólogos. El pai­saj e está descri to siguiendo lamisma tónica y desde la mismaperspectiva.

Rulfo es un cuentista monocordey espontáneo que al actuar sobreun mundo angosto e idéntico entodas sus partes forzosamente tieneque repetirse, supliendo la prisióna la que lo reduce el espacio conuna profundidad sin barreras.

* * *Ya en Varia invención -1949-.

Juan José A rreola planteaba la pro­blemática a la que deberían ajustar­se, pasando el tiempo, todos suscuentos; definía, asimismo, su posi­ción estética y su estilo. De este li­bro a COllfabu./ario -1952-, no seobsen-an bruscas rectificaciones si­no una depurada rati ficación de

pleta: "Historia moderna de Méxi­co" que, en compañía de un grupode jóvenes investigadores, preparadesde hace cinco años.

Uno de los mayores atractivosde la obra completa es el "de ini­ciar el estudio de la historia moder­na de México en el año de 1867, yno en 1857, como algunos historia­dores proponen, ni menos todaviaen 1877, como la mayor parte lohace". "Si por alguna razón indivi­dual no ha acabado de entendersebien el Porfiriato -dice el autor-,es, justamente, por iniciarse su es­tudio con el a00 de 1877", pues"¿ cómo puede cxplkarse que Por·

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principios, una sal iduría cada vezmás concisa al combinar los ele­mentos, un dominio absoluto sobre,~I lenguaje.

Los cuentos de Arreola aparentanseguir la imperturbable placidez deuna línea horizontal. En ellos Jll11l­

c<'. se aJt-era la voz o el tono.N uuca se condensa la ironía, elmisterio o la sorpre a en lugardeterminado. A rreola todo lo vadifundiendo lentamente, sin tildes,cargando la acentuación n los pá­rra fas elegidos de una manera táci­ta er.bozando apenas. En contadaoc'asiones la wrpresa por imprevistaresulta sumamente eficaz; en otrascon toda deliberación la elimina,r.orpreNliendo así de una maneraneo·ativa. Este efecto lo va prepa­ral~<1o mediante un ambienl-e de mis­terio disparando despué' de un:!

. suce~ión de hechos creíbles, lo in­creible lo sorpresi va. A lo que po­dríam~s llamar, como sugiere BioyCasares, "la teudencia realista enla literatura fantástica."

No hay una ruptura definitiva,por ejemplo, entre la .realidad ~ laficción. Los personajes transitande una a otra sin las molestias queocasionan las fronteras. A veces to­do es un sueño al que preside unalógica peculiar. Un. pacto CO!~. ,eldiablo atestio-ua 10 dIcho. La accJOntranscurre e~ un cinematógra fa. Seestablece un símil entre el protago­nista y el espectador que habla enel cuento en primera persona. Lasvicisitudes por que atraviesa Dani~lBrown en la pantalla, el pacto pn­mero los remordimientos después,van; repetirse en la realidad comoestimulas que casi orillan al espec­tador a ceder su alma a cambio delbienestar económico. Los planos, elde la fantasía y el de la realidaddormida, se equiparan y confundel.1.El desenlace de la película, la pn­macía de la "limpia pobreza" sobreel pasado esplendor, impide que .seconsume el pacto. El autor necesItadeslindar los planos. Así como elsueño los emparentó, el sueño alconcluir debe desatarlos. La reall­dad recobra sus perfiles y la pesa­clilla se trueca en pantomima. Laseriedad en el fondo es humor, iro­nía solapada. Los personajes sal­vando su coherencia salvan su ele­coro. Y la realidad es, de nuevo,fantasía.

Lo posible y lo imposible ciega­mente entretejidos conviven en unamisma madeja. El experimento delcamello "ofrece dos probables re­sultados; el fracaso y el éxito".Lo que parece complejo y por endeabsurdo no pasa de ser un procech­miento sencillo y de una soluciónuni vaca. A ún cuando el camello norase por el ojo de la aguja como"hilo de araña", Niklaus realizarásus propósitos. "!\ada impedirá que

(Po.m n la. pág. 32)

firio, quien hasta 1867 cra un sim­ple militar (un 'mililarote', podríadecirse para entender mejor el pro­blema), en 1877 sea un hombre yaenca1l1111ado a realizar la hazaña,sin par todada, cn nuestra historiaindependicnte, de gobernar al paísdurante [-rcinla y cllatro ai10s, ~;

f'ohernarlo, además, ell medio de IInnrden \. una prosperidad materialantes (Iesconncidos'" El profesorCasio Villegas recusa, desde luego.la "cxplicaci¡')Jl 111ilagrosa" a la queillcowcicnle o deliberadamente haido a dar la mayoría de los historia­dores, cxplicaci'·ln "r¡ue, por princi­pio, debe rechazar la Historia:' puesno es posible sustentar Cjue "S[ Por­firio fué ese gobernante excepcio­nal, se debió a su genio, a suscllalidades también excepcionales,como esa intuición que 'perforabalos cráneos', según Nemesio Gar­cía Naranjo,"

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de An.drés HENESTROSA

PRETEXTOS

La familiaridad con las fue11 tes de la Literatura Mexicanarinde este jJrimer fmto: e'nterarnos de que está por escribirse su·historia; )1 de que permanecen en el olvido, justamente porquelos q1le hasta ahora se han encargado de ella, sólo han historiadoaquello de fácil acceso o que pudo llegar hasta Slt conocimiento'sin mayor investigación, por tradición oral, digamos. Así perma­necen desconocidos los escritos de literatos mexicanos que pOr ba­ber fmblicado en las hojas efímeras de los Periódicos y revistas,principalmente del siglo pasado, sus creaciones no trascendieronal libro asegurándose una vida 'más larga. Una tarea indispensablepara ir acull/.1tlan.do el material con q1le alguna vez esa histO'riababrá de escribirse, es recopilar esos escritos, publicándolos enjJequeños volúmenes por muy modestos que éstos pudieran ser.

Hace falta, por ejemplo, llevar a cabo la tarea que un díase propuso Francisco Zarco de reunir la obra de creación litera­ria dispersa en los periódicos del tiempo, de don Luis de la Rosa,que no habiéndose llevado a cabo por el famosísimo periodistade combate que fué Zarco, espera una mano piadosa que la rescatedel olvido. Otro ·t'olumen pudiera hacerse con los artículos delpropio Francisco Zarco que no fué solamente el polemista, elorador parlamentario, el extraordinario cronista del Congreso Cons­tituyente, sino al propio tiempo y de modo ilustre, un buen na­rrador y ensayista. Testigo, su estudio sobre Juan Bautista Mo­rales, autor todavía regateado como uno de los grandes escritoresmexicanos de mediados del siglo XIX.

Uno más, y es quien motiva estos Pretextos, es Hilarión Fríasy Soto, quien publicó en La Orquesta por los anos de 1868 enadela.nte un Album Fotográfico en el que retrataba personajes ypintaba situaciones de la vida de México de aquel tiempo. Estaserie de retratos, o de estampas, o de escenas de nuestra vida, hayqlte considerarlos como una conHnuidad de las que integran el'famoso libro Los mexicanos pintados por sí mismos, publicado hacecien míos y en el que aparecen algu1l0s rostros pintados por la manomaestra de Frías y Soto. En número de más de diez, bien pudie­ran constituir uno de esos jJequeños volúmenes de que he venidohablando. ~'No podria ser incluído este volumen en la preciosaColección de Escritores Mexicanos, que ¡'iene fntblicando -la Edi­torial Porl'lía?

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El aulor fundamenta su origiualinnovación cronológica cuando, des­pués de analizar cuidadosamente laactividad política del general Díaz­a parti r de la déc;\da del 60, dice:"Esta experiencia en la política, enla oposición y en el infortunio, ga­nada, además, por un hombre va­leroso, tenaz y singularmente dota­do para aprovecharla, explica cómoy por qué Díaz ha podido transfor­marse de un imple militar en ungobernante extraordinario."

Nosotros, sin embargo, cambia­ríamos en la pregunta anterior "or-

. den" por l'epresión, "prosperidad'"por miseria, y basta recordar, comobase de esta sustitución de términos.primero: la agresión del dictador alos trabajadores huelguistas del"Círculo de Obreros Libres" el día7 de enero de 1907 en el E tado deVeracruz, segundo: las miserables'condiciones de vida de los campesi­nos pobres oprimidos por los lati­fundistas, y tercero: la "prosperi­dad material" de la aristocraciaadicta a la tiranía. Esta "prosperi­dad" -que 110 fué mucha, como lodemuestra Bulnes- es sólo el pro­ducto lógico del desarrollo culturalde la civilización moderna aunadoa la explotación de las clases po­pulares. Tendríamos que preguntar­nos también, si dejó de ser un "mi­litarote" un Presidente de la Repú­blica que dió, en todos sentidos,muestras de militarismo.

Pese a que diferimos de opinión,como lo hemos hecho notar, en al­gunas de las aseveraciones que ha­ce eu la "Llamada" el autor sobrela personalidad del caudillo, esta­mos de acuerdo con aquél en que"Este episodio de la revuelta de LaNoria, además de tener su interéspropio, puede ilustrar v sostener laidea de que nuestra hiitoria moder­na ha de iniciarse en 1867, que laclave del Porfiriato está en la Re­pública Restaurada." Ese interéspropio consiste, para nosotros, pri­mero: en pintar lo más fidedig-na­mente posible la situación económi­ca, política y social del país en unperíodo determinado a la vez quedetermmante de nuestra HistoriaPatria; segundo: en exponer consingular justeza, la participación enlos hechos, por ejemplo, de los lu­gartel1lentes pI;ncipales de Díaz(Trevilío. Donato Guerra. Garcíade la Cadena, Pedro Martínez. Ne­grete y Miel' y Terán) o de losgenerales gobiernistas A latorre vRocha; y tercero: en que a travé'sde las páginas del libro -que sonpáginas verdaderamente de la His­toria-, se encuentra una espléndidaa la pat: que' útil lección de intrio-apolítica. "

Terminamos este comentaric sinaplausos ya que el profesor CasioVi llegas nos podría recorríar unavez más, como lo hace en ;u libroque Fustel de Coulanges tenia m;credo filosófico de lo Clue en el pro­fesor es, como él a firma, simpleanhelo: la Yeracidad histórica; ycomo Fustel de Coulanges. prohibeaplaudir al término de sus confe­rencias porque no siendo él quienhabla, resulta absurdo aplaudir a laHistori'l."

LVTs L1ZAUlE

PABLO GONZÁLEZ CASANOVA.­

El Problema de Método en laReforma de la El1selía11zaMedia. Separata del Boletínde la Asociación Nacional deUniversidades. 1953. 24 pp.

En este breve rero concentradoestudio, el profesor Gouzález Ca­sanova plantea la cuestión de nues­tro inconsistente sistema educativo.La indiscutible realidad de esta in­consistencia sirve para justificar elproyecto de una reforma de la en­señanza preparatoria. El doctor

González Casanova dice que estareforma debe planearse como si setratara de uua operación militar con

. un objetivo concreto, y da el ejem­plo del plan qne permitió a los alia­dos ocupar las playas de Norman­día. La diferencia estl'iba solamen­te, como dice el autOt' al final, enque para llevar a cabo la operaciónde la reforma preparatoria "no te­nemos enemigos", puesto que talreforma sólo traerá beneficios alprofesorado, a los estudiantes y conello a la sociedad en Clue vivimos.

Para iniciar su estudio, GonzálezCasanova considera dos elementos:la realidad educativa (o sea el es­tado actual de la enseñanza prepa­ratoria) y los valores de la educa­ción (o sea el ohjeto ideal de laenseñanza). Es fácil darse cuentade que el problema planteado ofre­ce para su solución un campo enor­me de trabajo, pnes la enseñanzapreparatoria está relacionada contoda la enseÍlanza y ésta con el am­hiente que nos circunda. Esta situa­ción podría permitirnos ver en todassus partes el problema, pero el au­tor advierte "que un en foque deesa naturaleza puede volverse des­proporcionado y estéril, si no po­nemos un límite al establecer nues­tras correlaciones." Para establecerese límite se propone reconocer loselementos externos e internos quefavorecen el plan de la reforma ylos que presentan resistencia a surealización, si es que los hay. Elestudio entonces se divide en trespartes: l' "Sociológica", en la quese miran las relaciones de la ense­ñanza preparatoria con la sociedad;2' "Pedagógica", donde se observanlos ideales de la educación, toman­do en cuenta el estado actual de la

enseñanza, y 3' Donde se estudiael modo de emprender la reforma.

Después' de examinar las evolu­ciones de las estructuras agraria,demográfica, industt'ial y cultural,González Casanova encnentra quetodos esos camb:os han contribuídoa aumentar el problema educativooriginando nuevas dificultades. Losproblemas de la selección de los es­tudiontes, el de la pl'oporción de es­cuelas de enselianza prevocacional3' enseñanza secllnda1'Ía. el de laadaptación, el de la difusiótl cultu­mi, etc., pueden ser solucionadosparcialmente por medio de una re­forma de la Preparatoria; una solu­,ión completa requeri ría una re­forma general de la enseñanza,pero esto no quiere deci r que no sepueda hacer nada dirigido a mejo­rar particularmente el método de lacn~eñanza preparatoria.

Todo el que haya sido obligado asoportar ese caótico sistema educa­tivo que rige en nuestras Universi­dades, ha de admitir fácilmente quelas modificaciones sugeridas en esteensayo por Pablo González Casa­nova están absolutamente justifica­das, pudiendo librar a la enseÍlanzapreparatoria de sus absurdos méto­dos educativos actuales y ser, in­<'luso, el primer paso para una re­forma de mayores proporciones quetendiera a aliviar los principalespadecimiento en todo el aparatoeducativo de nuestro medio.

E. L.

BERNABÉ N AVARRO B.-Manualde Traducción Latina. TextosUniversitarios. 1953. 3O3 pp.

Este Manual de Traducción La-tina está consti tuido por tres par-

UNIVERSIDAD bE MEXICO

tes: la primera es un Manual dela Lengua Latina formada' de diezlecciones, donde se explica el u ode las palabras y las locuciones gra­maticales de mayor importancia. Lasegunda, son unas Selecciones Clá­sicas Graduadas y la tercera es uuVocabulario Especí fico Latino-Cas­tellano. Esta pequeña obra es deW1a gran. utilidad para e tudiantey para profesores de latín, porqueayuda a dominar el estudio de estamateria que es, desde un principio,como dice Bernabé Navarro B., ar­dua y laboriosa. Debe manejarse,tras del análisis cuidadoso de la pri­mera parte, usando de manera si­multánea la segunda y la tercera.

Bernabé Navarro B., afirma:"Como contenido de doctrina, esteManual ofrece 10 esencial de la len­gua, es decir, lo más usual y co­mlU1, lo que en todo texto aparece,lo que es estrictamente necesariopara su comprensión en los diferen­tes aspectos que exige nuestra cul­tura. Y se presenta como un ins­trll1ne11.to útil para la labor inicialy fundamental del conocimiento delos clásicos; es sólo un instrumen­to, no una explicación gramaticalperfecta y completa de la lengua,sobre todo abstractamente .conside­rada".

E. G. R.

ALFONSO CAso.-EI Pueblo delSol. Figuras de Miguel Cova­rrubias. Fondo de CulturaEconómica. 1953. 125 pp,

En una edición verdaderamenteespléndida, el doctor ALfonso -Casonos ofrece un panorama del fabulo­so ambiente mágico de Jos aZtecas.La obra, corregida y aumentada,surge del pequeño libro "La reli­gión de los Aztecas" que AlfonsoCaso ha publicado varias veces enespañol y en inglés.

Los magníficos dibujos de Mi­guel Covarrubias, enriquecen-e ilus­tran las páginas del libro y son elcomentario plástico más adecuadopara advertir con exactitud el ca­rácter de la simbologia y del cere­monial aztecas.

Este pueblo del Sol, pueblo deTonatiub -su dios supremo-, vi­vía bajo una "teocracia militar",como dice Alfonso Caso; los másinsignificantes acontecimientos de lavida azteca se hallaban impregna­dos de religiosidad. Un hecho ex­traordinario, que comprueba el gra­do enorme del fanatismo de estepueblo, es el de la existencia de la"Guerra florida"; este tipo de cam­pañas bélicas no llevaba por miraimponer tributos a los pueblos do­minados ni. invadir territorios, sumisión era, exclusivamente, la dehacer prisioneros para alimentar lapiedra de los sacrificios, que eracomo la boca de sus sangrientasdeidades. Al [ansa Caso no ve pre­cisamente en esas inmolaciones lossignos de un singular primitivismoy dice: "El sacri ficio humano en­tre los aztecas, por mucho que re­pugne a nuestra sensibilidad, no essino una de tantas aberraciones quereviste el sentimien to rel igioso enla historia de la humanidad y que,partiendo de falsos supuestos puedeconducir, con toda lógica, a las másterribles consecuencias". Es conoci­do ya también que la costumbre deingerir trozos de carne humana obe­decía entre los aztecas al dictadode un rito emejante al de la co­munión.

La mitología azteca, como lagriega, dió lugar a un mundo re­ligioso profundamente poético. Losnombres de los dioses a los anima­les y símbolos que servían para re­presentarlos, tienen su origen siem­pre en una justificación metafó­rica: "Tezcatlipoca el nocturno"tenía por nallUal la forma del tigreporque la piel de este felino sem<¡-