3 Zoad Humar Transdisciplinariedad
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ATRAVESANDO DISCIPLINAS
Este trabajo pretende ser una reflexión crítica sobre la práctica de los estudios culturales y
la relación que esta tiene con otras disciplinas. Particularmente se enfocará en el tema de la
transdisciplinariedad como una opción ético-política que le permite a los estudios culturales
pensar y actuar en la época contemporánea. En otras palabras, es sólo en tanto opción ética
y política que se justifica la invitación que los estudios culturales hacen a las disciplinas y a
las instituciones productoras de saber para que éstas se construyan a sí mismas a partir de la
trasgresión permanente de sus propias fronteras y del diálogo entre saberes.
Para tal fin el artículo se desarrollará de la siguiente forma. Primero se hará una breve
reflexión sobre el concepto de transdisciplinariedad y su relación con los estudios
culturales. Segundo se hará un estudio del modo en que la transdisciplinariedad ha sido
aplicada y discutida en Colombia con relación a los estudios culturales, tomando el ejemplo
de la Universidad Javeriana. Y finalmente se darán unas breves conclusiones.
1. Transdisciplinariedad y Estudios Culturales ¿Qué significa la transdisciplinariedad?
Los términos transdisciplinariedad, pluridisciplinariedad e interdisciplinariedad comienzan
a aparecer después de la segunda guerra mundial, teniendo como contexto una serie de
procesos históricos que determinaron las relaciones económicas, políticas y cognitivas de
las naciones hacia la segunda mitad del siglo XX. Por una parte, nos referimos al ascenso
de Estados Unidos como primera potencia del mundo, lo cual significó establecer la
ciencia, la tecnología, la democracia y la educación norteamericanas como los topes más
altos que, en términos del discurso desarrollista, deberían alcanzar todas las naciones.
Segundo hacemos referencia a la constitución del bloque socialista. Aunque la revolución
de octubre tiene como año conmemorativo 1917, es durante la segunda guerra mundial que
surgen en Europa y posteriormente en otros continentes países gobernados bajo los ideales
de la filosofía marxista-leninista, lo que simbólicamente significó un conjunto de naciones
que encabezados por Unión Soviética se convertían en una alternativa al capitalismo
occidental. En tercer lugar, y como consecuencia de esto, empieza la carrera armamentista
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entre las dos potencias en conflicto que mostraban su poderío y el nivel de su ciencia
gracias a la producción de armamentos sofisticados y de nuevas tecnologías. Finalmente,
durante esta época se produce lo que Arturo Escobar llama la “invención del tercer
mundo”, convertido en espacio en disputa por las dos grandes potencias. Estados Unidos,
como representante del primer mundo, construyó al tercero como “tecnológicamente
atrasado” y la Unión Soviética, como cabeza del segundo, se preocupó por hacer énfasis en
la pobreza de Asia, África y América Latina.
En este contexto político las disciplinas comienzan a hiperespecializarse. La
especialización fue impulsada en los campos de la alta tecnología y acompañada de
fenómenos tales como la llegada de los primeros cohetes a la luna, la construcción de la
bomba nuclear, la producción de computadores, etc. El desarrollo, en disputa, fue medido
por los avances científicos y tecnológicos de cada país, lo cual hizo que las naciones
empezaran a invertir gran parte del presupuesto en investigaciones principalmente de
ciencias naturales y de nuevas tecnologías. Esta fomentó una separación aguda entre las
humanidades, las artes, las ciencias sociales y las naturales. La relación entre la
hiperespecialización con la ilusión de la objetividad científica cortó la posibilidad de
comprender el conocimiento como producto de contextos económicos, políticos,
ideológicos e históricos determinados.
Sin embargo, y también naciendo de un interés político, comienzan a aparecer hacia finales
de los años 60 las primeras críticas a la especialización del conocimiento a partir del
movimiento estudiantil francés y su rechazo de una educación orientada hacia el
fortalecimiento de la industria armamentista. El Informe de la Comisión Gulbenkian señala
que por aquella misma época, los estudios regionales fueron uno de los eslabones que
condujeron a pensar los términos de pluridisciplinariedad e interdisciplinariedad como
sinónimos útiles para nombrar la producción de conocimientos más abarcadores.
Los años 70 representan el recrudecimiento de la guerra fría hasta que a finales de los 80 y
la década de los 90, concluye la confrontación de las primeras potencias como producto de
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la caída del bloque socialista, tanto por cuestiones económicas como por conflictos
ideológicos al interior del sistema. El desplome del socialismo equivale a una poderosa
perdida de fe en los grandes relatos políticos que se habían mantenido latentes durante la
guerra. En este nuevo acontecer surgen una serie de discursos que ponen en duda la
racionalidad del proyecto de la modernidad, la objetividad de la ciencia, la bondad de las
teorías desarrollistas entre otros tantos ejemplos.
La noción de desarrollo, por otra parte, atraía estudiantes de los países del “tercer mundo”
no sólo por razones económicas sino también ideológicas. La migración de profesionales a
Europa y Estados Unidos que luego retornaran a sus países de origen cambia las relaciones
de saber, ya que establecen rupturas con los discursos hegemónicos que manejaban las
universidades más prestigiosas del mundo. Intelectuales como Hoggart, Said, Hall, y
Foucault empiezan a construir cuerpos teóricos que visibilizan las relaciones entre el
conocimiento y las luchas políticas de clase, género, raza, etnia y orientación sexual, lo cual
representa el reconocimiento por parte de las universidades de sectores sociales hasta ese
momento “excluidos”.
A nivel teórico - practico y como parte de un proceso de este proceso, las ciencias naturales
empiezan a incorporar las críticas que desde principios de siglo XX habían tenido en vilo la
adjudicación de la categoría de ciencia a las ciencias sociales. Ideas tales como la
relatividad, la incertidumbre y la indeterminación del conocimiento, fueron retomadas en
los 60 y 70 por los investigadores de las áreas de las ciencias naturales para salir de la
encrucijada newtoniana, que aunque seguía produciendo modelos explicativos apropiados
para dar cuenta de ciertos sistemas naturales, no ofrecía respuestas a fenómenos
considerados como complejos, inestables e irreversibles. En otras palabras, la física
newtoniana, que había permitido explicar todos los elementos de los sistemas mecánicos,
no podían dar cuenta de el comportamiento de los sistemas complejos. Los sistemas
complejos no son resultado de la ley de causa y el efecto, sino son parte de procesos que
están en movimiento y que sólo pueden ser predecibles en tanto probabilidad. El concepto
de complejidad es fundamental porque de él se origina la noción de transdisciplinariedad.
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La idea de complejidad quiere decir que los sistemas están configurados por subsistemas
que interactúan entre ellos, cada uno generando sus propias formas de organización. La
interacción, por lo tanto, depende de la dinámica particular de los subsistemas; y un
cambio en éstos puede transformar el tipo de consecuencias esperadas, lo cual dificulta la
posibilidad de predecir hacia dónde van a evolucionar los hechos o los fenómenos. Por
consiguiente, la manera de calcular el futuro es por medio de la probabilidad. El
descubrimiento de la incertidumbre viene de la mano con la idea de caos en tanto los
sistemas en equilibrio y regulares son mínimos con respecto a aquellos en los que es
imposible dar cuenta, con certeza sus evoluciones.
La transdisciplinariedad basa sus reflexiones en el “descubrimiento” de la complejidad
como punto de partida para comprender la realidad social contemporánea. Para tal fin, la
primera gran frontera que pretende superar la transdisciplinariedad es aquella que separa el
conocimiento en disciplinas autocontenidas, que cuentan con métodos, objetos de estudios,
problemas de investigación, preguntas fundamentales y marcos teóricos que cambian o
evolucionan sólo a partir de ellos mismas y dentro de las construcciones históricas que han
establecido los límites de cada una de las disciplinas. En ese sentido, la transdiciplinariedad
busca que los investigadores transciendan los límites de sus propias disciplinas entablando
vínculos con otros conocimientos. La idea de trascender las disciplinas se impone, de esa
forma, como un imperativo necesario para comprender las realidades complejas del mundo
contemporáneo.
La apuesta por la transdisciplinariedad visibiliza otro gran problema contemporáneo que es
la separación entre las llamadas “tres culturas”. Por tal motivo, la Carta de la
Transdisciplinariedad, (1994) se opone profundamente a la separación de las tres culturas,
ya que solamente a través de los diálogos entre saberes y más allá de ellos pueden
transformarse las mentalidades.
Para algunos representantes del pensamiento complejo la transdisciplinariedad, busca que
su producción intelectual trascienda las disciplinas, no en cuanto a método u objeto, sino
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ante todo como interpretaciones y significados construidos a partir del intercambio y la
negociación entre diversas formas de concebir la realidad. Como bien lo afirma Nicolescu:
“La transdisciplinariedad por su parte concierne, como lo indica el prefijo "trans", a lo que simultáneamente es entre las disciplinas a través de las diferentes disciplinas y más allá de toda disciplina. Su finalidad es la comprensión del mundo presente” (Nicolescu, 2002: 1).
La apuesta transdisciplinar es ante todo una posición ética, y es en ese sentido que nos
parece importante retomarla, ya que favorece la comprensión de los estudios culturales. La
Carta de la transdisciplinariedad arguye que una mirada coherente del mundo
contemporáneo requiere contemplar al ser humano en sus dimensiones sociales,
geopolíticas, económicas, psicológicas, biológicas, históricas, artísticas e ideológicas; a las
sociedades desde una visión planetaria y global; y a los saberes no desde la lógica de la
eficacia sino desde su importancia en la construcción material y espiritual de la especie
humana. De este modo, la transdisciplinariedad podría contribuir a que la ciencia
occidental relativice su propio lugar de enunciación y abandone el modelo epistémico que
el filósofo Santiago Castro Gómez ha denominado “La hybris del punto cero”:
Me refiero a una forma de conocimiento humano que eleva pretensiones de objetividad y cientificidad partiendo del presupuesto de que el observador no forma parte de lo observado. Esta pretensión puede ser comparada con el pecado de la hybris, del cual hablaban los griegos, cuando los hombres querían, con arrogancia, elevarse al estatuto de dioses. Ubicarse en el punto cero equivale a tener el poder de un Deus absconditus que puede ver sin ser visto, es decir que puede observar el mundo sin tener que dar cuenta a nadie, ni siquiera a sí mismo, de la legitimidad de tal observación. Equivale, por tanto, a instituir una visión del mundo reconocida como válida, universal, legítima y avalada por el Estado. Por ello, el punto cero es el del comienzo epistemológico absoluto, pero también el del control económico y social sobre el mundo […]. Desde la perspectiva del punto cero, todos los conocimientos humanos quedan ordenados en una escala epistemológica que va desde lo tradicional hasta lo moderno. Estamos frente a una estrategia epistémica de dominio que, como sabemos, todavía continúa vigente (Castro-Gómez, 2005a: 63).
Según el Reporte de la Comisión Gulbenkian, los estudios culturales son un buen ejemplo
del modo en que los saberes académicos pueden empezar a “descender del punto cero”, ya
que han atravesando las fronteras entre las distintas disciplinas de las ciencias sociales y
entre éstas y las humanidades. Pero podríamos agregarle al informe Gulbenkian que los
estudios culturales replantean además la separación entre economía y cultura y entre poder
y conocimiento, en la medida que la producción de conocimiento es para los estudios
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culturales un mecanismo de intervención en la forma como se significa y se construyen las
realidades sociales. En efecto, desde que los estudios culturales aparecen por primera vez
con ese nombre empiezan a configurarse como un campo de unión de diversos proyectos
de interpretación ligados y conectados por el ánimo de intervenir de forma crítica y política
en la cultura, entendida ésta como un “campo de batalla”.
Los estudios culturales se nombran como un campo postdisciplinar, transdisciplinar y hasta
contradisciplinar ya que critican el papel legitimador de las disciplinas, revisan la política
de las prácticas académicas e intentan generar un espacio autocrítico y autoreflexivo.
Según Stuart Hall, los estudios culturales están destinados a refundarse constantemente, ya
que cada región en la cuál se han institucionalizado ha contribuido a construir un origen
múltiple tanto temporal como discursivo que se ha alimentado de los contextos sociales,
históricos y culturales propios de cada una de las geografías. Sí desbordamos el sentido
inmediato de esta posición podemos pensar la refundación de los estudios culturales como
una fuente inagotable de nuevas preguntas alrededor de las relaciones de poder, de los
actos de resistencia, de las ideologías dominantes y de la construcción de significados
sociales..
Los estudios culturales se entienden a sí mismos como practica, es decir como “un modo
de hacer o una forma de actuar, una estrategia de intervención teórico discursiva que
selecciona sus instrumentos críticos en función de la coyuntura de signos que se propone
analizar y desmontar” (Richard, 1998: 118). Lo cual significa que no se limitan a un marco
teórico determinado o a una metodología y objeto de estudio definidos para elaborar sus
investigaciones, sino que por el contrario intentan apropiarse de diferentes campos
discursivos para dar respuestas a sus propios campos de indagación y a su interés de
intervenir en la realidad. Para los estudios culturales, “intervenir” significa realizar un
trabajo crítico a partir del cual se intenta desmontar y rearticular los discursos hegemónicos
para darles nuevos sentidos. Por consiguiente, la trasdisciplinariedad de los estudios
culturales estimula la conexión de diferentes mundos teóricos y la vinculación ético-
política entre estos y los saberes sometidos.
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2. La Javeriana y los Estudios Culturales. En esta parte, intentaremos mostrar cómo se ha
dado la institucionalización de los estudios culturales en Colombia, tomando como ejemplo
la creación del primer programa académico de estudios culturales en el país, apoyado por
la facultad de Ciencias Sociales y el Instituto Pensar de la Universidad Javeriana. Para ello
intentaremos relatar algunos aspectos que le dieron cuerpo ético y político a la práctica de
los estudios culturales de la Javeriana, teniendo en cuenta que este campo de intervención
no es un modelo que se repite en el mundo sino que encuentra su especificidad según las
prácticas académicas e intelectuales de las distintas regiones del planeta.
Los estudios culturales llegan a Colombia apenas hacia finales de los años 90 (Castro-
Gómez, 2005c). En esa década, una serie de autores latinoamericanos comienzan a ser
tenidos en cuenta por distintas instituciones académicas y estatales del país para pensar la
cultura en Colombia. Coincide este interés por los estudios culturales con la apertura del
Ministerio de Cultura durante la presidencia de Ernesto Samper. Con ese contexto político,
el recién creado Ministerio de Cultura, se reúne con otras instituciones para organizar
varios eventos sobre estudios culturales, del cual resultaron una serie de publicaciones en
torno a los temas de la cultura nacional, en la cual se miraba la relación entre economía y
cultura.
Los estudios culturales, por lo tanto, irrumpen en Colombia interviniendo directamente
desde discursos teóricos en las reflexiones políticas que se dan en torno a la cultura de un
país declarado desde la constitución de 1990 como pluriétnico y multicultural. Lo que
significa que los estudios culturales llegaron a Colombia en contextos institucionales que
permitían desvanecer la tajante línea entre conocimiento académico y estrategias políticas;
con lo cual consiguen salir de los recintos universitarios pero sin renunciar a los discursos
teóricos formulados por la academia. Es así como los aportes de los intelectuales
latinoamericanos giraron en esos encuentros alrededor de temas como las identidades
culturales en épocas de globalización, la relación entre economía y cultura y la ampliación
misma del significado del término cultura, ya que este dejó de pensarse sólo desde la
antropología y las humanidades, para convertirse en un eje fundamental para reflexionar
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las sociedades capitalistas contemporáneas. Los estudios culturales consideran que el
capitalismo actual se constituye y reproduce a partir de ofertas culturales; traducidas como
consumo y creación de formas simbólicas e imaginarios que determinan las relaciones
humanas, políticas, económicas y científicas.
Paralelo a este proceso de irrupción de los estudios culturales en Colombia, la Universidad
Javeriana reinaugura en 1998 el Instituto de Estudios Sociales y Culturales “Pensar”, que
cumple funciones diferentes a las de las facultades y departamentos, ya que su naturaleza
es definida a partir de la resolución e investigación de problemas que requieren un
tratamiento interdisciplinario, o sea en el que confluyen distintas disciplinas. El instituto
Pensar comienza sus nuevas funciones estando de rector el padre Gerardo Remolina
Vargas, quien aparte de reafirmar su carácter interdisciplinar y transdisciplinar, le confiere
a Pensar el compromiso de crear una red nacional e internacional de investigadores que fue
consolidándose rápidamente en los años posteriores a la fundación del Instituto.
El Instituto Pensar se formó inicialmente con investigadores provenientes de distintas
disciplinas de las ciencias sociales. Los miembros de este equipo multidisciplinario habían
realizado sus maestrías y doctorados en el exterior bajo el clima de los debates
posestructuralistas franceses de la década de los 90, lo que propició que los estudios
culturales, y específicamente los estudios poscoloniales, adquirieran una relevancia
fundamental en las reflexiones iniciales del Instituto (Castro-Gómez, 2005c: 7). Las
reflexiones de Pensar orientadas desde las teorías poscoloniales dieron como resultado
inicial la publicación de un libro titulado Pensar (en) los intersticios. Teoría y práctica de
la crítica poscolonial (1999), así como la organización del evento internacional La
reestructuración de las ciencias en los países andinos, llevado a cabo en octubre del
mismo año.
Tanto la publicación como el encuentro se hicieron con el objetivo de reflexionar sobre la
misión de las ciencias sociales latinoamericanas en un contexto marcado por la
globalización y la crisis de los paradigmas modernos. Este tema ha sido recurrente dentro
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del instituto e indudablemente fue muy importante para la academia colombiana, que para
esa época ya empezaba a reflexionar sobre sus propias prácticas intelectuales y la relación
de estas con la crisis de los estados nacionales (Gnecco, 1999 y 1998).
Dentro de las ponencias producidas en dicho encuentro y escritas para el libro La
reestructuración de las ciencias en América Latina retornaron las discusiones entre ética,
conocimiento y política que habían sido despojadas de su importancia por algunas
disciplinas académicas de Colombia en aras de producir la ilusión de objetividad y
cientificidad del conocimiento. Durante los años 60 y 70 el discurso de la objetividad y
ciencia había funcionado como argumento en contra de la intelectualidad militante de corte
marxista (Hoyos Vásquez, 2000). El ejercicio de empezar a concebir la relación entre
política, ética y conocimiento más allá de las confrontaciones clásicas del capitalismo
contra el comunismo, imprimió otra de las marcas con las cuales puede pensarse la
introducción de los estudios culturales en el ámbito académico colombiano. Como parte de
la memoria de este encuentro aparece también el paradigma de la transdiciplinariedad,
liberando, inicialmente, a las ciencias sociales de la condena en la cuál se le prohibía
discutir temas relacionados con la economía. En este sentido el capitalismo y la
globalización contemporánea aparecieron siendo hablados desde la cultura, como motor
fundamental para establecer los ejercicios de intercambio, consumo, producción y valor
tanto de objetos materiales como simbólicos (Barbero, 2005).
En el año 2001, la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Javeriana y el Instituto
Pensar organizan el Diplomado Estudios culturales latinoamericanos. El evento tiene una
acogida muy buena en el medio académico nacional. Los temas giraron en torno a cómo
pensar la cultura políticamente y a repensar la identidad en América Latina cuando ésta es
atravesada por productos como las telenovelas, por luchas como las de los movimientos
sociales y por procesos globales en los que se imponen formas económicas y jurídicas
hegemónicas. El éxito del diplomado, sumado al reconocimiento del grupo de
investigación “Estudios Culturales” como grupo de excelencia por Colciencias, sirvieron
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de preámbulo para proponer la creación de un programa de posgrado en estudios
culturales, como estrategia para divulgar, este campo emergente en el país.
La propuesta de un posgrado en estudios culturales comienza en el año 2000 con una serie
de debates y reuniones. En esas reuniones empieza a estructurarse ya el tipo de estudios
culturales que se pretende enseñar en la Universidad Javeriana. Los estudios culturales son
vistos como una red teórica flexible, abierta y a la espera de nuevos enlaces, que no tienen
un modelo curricular que sea exportable. Por esta razón, el énfasis y el programa que se
comenzó a desarrollar para el posgrado obedecieron a un interés particular creado a partir
de lectura sobre las necesidades y carencias mismas de la manera como la academia
colombiana piensa la sociedad en la que se haya inmersa. Los estudios culturales, por lo
tanto, y tal como lo sugieren los protocolos de dichos encuentros, son pensados como una
estrategia para ir llenando los vacíos epistémicos de la universidad.
Dentro de las discusiones que propiciaron la creación del posgrado en estudios culturales
se propuso una nueva forma de pensar la cultura que resultaría fundamental para todo el
proyecto. Esta definición se aleja de la visión humanística, o científica. La definición de
cultura que se propone desde el Instituto Pensar y desde los estudios culturales ingleses es
aquella que rompe con estas restricciones e incluye cuestiones tales como el consumo
cultural, las políticas culturales y los imaginarios difundidos por los medios de
comunicación. La cultura vista desde está vertiente responde al paradigma en el cual toda
construcción teórica es al mismo tiempo cultural, o sea produce formas de construcción y
ejecución de la realidad. Con este giro en el significado y agenciamiento cultural se
propuso un programa que estableciera vínculos entre la política, la ética y la cultura y en el
que se tuviera en cuenta el tipo de conocimientos producidos por los grupos subalternos.
Esto con el fin de crear nuevas formas de significación que fracturen las maneras en que
han sido representados estos grupos y las relaciones de poder que se han estructurado en
torno a ellos.
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La transdisciplinariedad, en consecuencia, se vuelve una propuesta central de los estudios
culturales en la Javeriana porque invita a comprender de forma compleja la realidad y a
abrir las puertas de las disciplinas para empezar a construir redes y alianzas entre ellas.
Finalmente, y retomando los temas abiertos por las teorías poscoloniales, el posgrado en
estudios culturales se propone como una reflexión sobre América Latina a partir de la
comprensión de los procesos de globalización que se hacen evidentes en la inserción de
programas televisivos, del avance apresurado de las nuevas tecnologías y el internet, de la
constitución de aparatos jurídicos y económicos globales y de la reducción de poder de los
estados nacionales. Las teorías poscoloniales explican cómo las construcciones de la
“otredad” (como el orientalismo y el latinoamericanismo) conducen a fortalecer las
relaciones asimétricas de poder en la sociedad mundial contemporánea. La colonización
actual ya no solo equivale al dominio de un territorio y al exterminio de una población
indígena sino, sobre todo, a la generación de imaginarios universalistas en los cuales las
personas se piensan a sí mismas como necesitadas de consumo, de bienestar y de progreso.
Es el capitalismo mismo el que ha colonizado tanto a los antiguos países colonizadores
como a los colonizados (Castro-Gómez, Guardiola, Millán de Benavides, 1999: I-III).
Fue el decano de la facultad de ciencias sociales quien recogió todas estas inquietudes y
tomó la iniciativa para montar una especialización en estudios culturales ofrecida como
posgrado de la facultad. Es así como en agosto del 2002 y bajo la dirección de Santiago
Castro se abre la especialización con un programa en el cual se incluían asignaturas como
transdisciplinariedad, introducción a los estudios culturales, nuevas tecnologías; procesos
de subjetivación, fronteras lingüísticas, raciales y sexuales, movimientos sociales;
economía y cultura, entre otras. La rápida acogida de la especialización por parte de
profesionales de distintas áreas de las ciencias sociales, las humanidades y las artes ha sido
una garantía para que el programa busque convertirse en maestría. Los estudios culturales
en la Universidad Javeriana han dado luces sobre la necesidad y posibilidad de abrir
programas de teorías contemporáneas en ciencias sociales con una tendencia claramente
transdisciplinaria.
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3. Consideraciones finales. A pesar de todos los logros anteriormente señalados, la
institucionalización de los estudios culturales en Colombia, tal como se ha venido dando
hasta el momento, revela numerosos problemas: 1) La insuficiencia de los diálogos entre
disciplinas, especialmente con las ciencias exactas y la económica. 2) La insuficiencia de
los n diálogos entre saberes. 3) Los estudios culturales hablan mucho de la importancia de
las nuevas tecnologías en la creación de los imaginarios globales, pero en la práctica
siguen aferrados a la hegemonía del libro y de la letra establecida por la modernidad.
Finalmente el acto ético y político al que nos hemos referido al comienzo de este texto
invita a atravesar las fronteras disciplinares y culturales, pero no para negarlas sino para
construir formas diferentes de significar la realidad, a partir de la elaboración de un
pensamiento complejo que muestre las relaciones e interacciones que nos hacen miembros
de múltiples comunidades y de la comunidad planetaria.
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Bibliografía
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