300 años de traje formal masculino

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GREGORIO MARTÍNEZ SIERRA: 300 AÑOS DE TRAJE FORMAL MASCULINO por PABLO PENA MODELO DEL MES MARZO DE 2005

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GREGORIO MARTÍNEZ SIERRA:

300 AÑOS DE TRAJE FORMAL MASCULINO

por PABLO PENA

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Gregorio Martínez Sierra EN SU TRIÁNGULO ARTÍSTICO Y AMOROSO

2 Esposa: MARÍA DE LA O LEJÁRRAGA (1874-1974).

María se casó con Gregorio en 1900, cuando contaba 26 años, siete más que él. Los unía una intensa pasión juvenil y una afición que los haría célebres: el teatro. Además de las obras que se le atribuyen tanto a ella como a su marido, hemos de mencionar Granada, que inspiró a su amigo Manuel de Falla la composición de Noche en los jardines de La Alambra, e incluso La dama y el vagabundo, archiconocida en la versión de Disney. El advenimiento de la II República dio una gran felicidad a María. Enrolada en las filas del PSOE, fundó la Asociación Femenina de Educación Cívica y sirvió a su partido como comisionada en el extranjero. El estallido de la Guerra Civil la animó a quedarse en Francia, donde vivió hasta su muerte, acaecida cien años después de su nacimiento. Nunca otorgó el divorcio a su marido, pero concedió a la hija adulterina de éste y la Bárcena los derechos de la obra de su padre (¿o suya?) dentro de España.

3 Amante: CATALINA BÁRCENA (1896-1978). En 1931 encontramos a Gregorio Martínez Sierra en Hollywood, dirigiendo la sección española de los estudios de la Fox. Le acompaña la estrella de sus películas y la mujer de su alcoba, la eximia Catalina Bárcena. Fueron presentados en 1908 cuando ella trabajaba en la compañía de

María Guerrero. Ignoramos cuándo se inició su relación, pero ya en cartas de 1906, María de la O expresa a su gran amigo, el músico Falla, su fastidio por esta causa. Catalina Bárcena es recordada como una de las más grandes actrices españolas y en 1972 recibió el Premio Nacional del Teatro.

El ajuar de la Bárcena. Sus herederos legaron al Museo Nacional del Teatro en Almagro 155 prendas de Catalina, entre ellas magníficos ejemplos de Poiret y Lanvin. Una extracto de esa colección

1 GREGORIO MARTÍNEZ SIERRA (1881-1947) nació y murió en Madrid después de cincuenta años de éxitos profesionales. Cultivó los tres géneros literarios y una amplia variedad de técnicas de escenificación, desde el teatro hasta el cine. No obstante, en las últimas décadas, su biografía está comenzando a perder brillo a favor de la de su esposa, María de la O Lejárraga, a quien su principal biógrafa, Antonina Rodrigo, atribuye lo más apreciable de la obra de su marido, como la novela y después filme Canción de cuna (cinco veces llevada al cine por directores españoles; la última versión la firmó José Luis Garci), y el libreto de la zarzuela del maestro Usandizaga, Las golondrinas. Nadie le niega, empero, su función como renovador de la escena desde su cargo de director del Teatro Eslava de Madrid, el primero que abrió sus puertas a las obras minoritarias de García Lorca, Ibsen o Bernard Shaw, mérito que comparte con Margarita Xirgú.

Selección de obras de Martínez Sierra (y/o) María de la O Lejárraga Dramas: La sombra del padre (1909), Canción de cuna (1911), Primavera en otoño (1911), Mamá (1913), El reino de Dios (1916), Don Juan de España (1921). Libretos para zarzuela, ópera y ballet: La Tirana (música de Vicente Lleó, 1910), Margot (música de Joaquín Turina, 1914), Las golondrinas (música de José María Usandizaga), El amor brujo (música de Manuel de Falla, 1915), El sombrero de tres picos (según obra de Alarcón; música de Falla, 1917). Director y guionista de cine: Los hombres las prefieren viudas (1943), Tú eres la paz (adaptación de su novela homónima, 1942), Canción de cuna (1941). Guionista también de Dama de compañía (1940) y La novia de la marina (1948).

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EL TRAJE FORMAL DE CABALLERO

razón de su uniformidad EL UNIFORME CIVIL. Los uniformes refuerzan el sentimiento de integración grupal porque al eludir las diferencias socioeconómicas visibles, no despierta envidias ni recelos entre sus usuarios. Son igualmente útiles para colegios con niños de diversa procedencia económica, como para soldados y hombres de negocios. El uniforme nace a finales del siglo XVII, se extiende a lo largo del siglo XVIII (el primer gran siglo de la diplomacia, del ejército moderno y del comercio internacional) y se consolida en el XIX con el predominio político y económico de la burguesía. Por fin, en el siglo XX, atenta a la emancipación femenina, Chanel lo metió en los armarios de sus clientas: el traje chaqueta femenino. En suma, el uniforme nació para satisfacer una nueva función social: facilitar las relaciones inteclasistas. El uniforme es la manera que tiene el traje de expresar la igualdad democrática.

LA RENUNCIA A LA BELLEZA. Desde finales del siglo XVIII los hombres han renunciado a todas las formas de ornamentación más brillante, haciendo de la sastrería un arte austero y casi ascético. El hombre abandonó la pretensión de ser considerado hermoso. Esta represión contra natura del carácter seductor de que hacen gala los machos de cada especie animal y que vienen sufriendo los varones contemporáneos, ocupa el grueso de los libros de sicología del vestir. Se conoce como la gran renuncia masculina a la decoración.

Ideal democrático de fraternidad. Contra el vestido jerarquizante del Antiguo Régimen, preservado por la aristocracia con leyes suntuarias, se impuso, de acuerdo a los nuevos ideales de democracia surgidos a partir de la Revolución Francesa, un traje que no desentonara con la doctrina de la fraternidad humana, incompatible con los ajuares que destacan el rango sobre otras cualidades. El problema se resolvió mediante una mayor uniformidad en el vestido masculino.

Nueva valoración del trabajo: El trabajo gana enteros porque la burguesía dice que la dignifica. El traje sastre masculino significa: “yo trabajo, no soy un aristócrata ocioso”.

Inhibiciones psíquicas contra la decoración. A partir de entonces y para paliar el sacrificio de la elegancia, el hombre destacó en su traje más que su belleza su rectitud, su propiedad, su limpieza, etcétera, convirtiéndose en cuestión de ropa más severo y rígido que la mujer y, lamentablemente, prejuicioso y represor. En nuestros días los varones estamos recuperando el placer de vestir bellamente, aunque esta apertura al decorativismo no se está produciendo en el traje formal, significativamente, sino en la ropa sport, la ropa de ocio y fin de semana.

TRAJE SASTRE, que perteneció a Gregorio Martínez Sierra Museo Nacional del Teatro, Almagro (inventario MNT-MT04). Depositado temporalmente en El Museo del Traje Traje de algodón. Chaqueta a doble fila, cuatro botones y bolsillos de parche en la cadera. Solapas de cran agudo y puntas horadadas por ojales. Pantalón de pinzas con vueltas en los bajos yrayas planchadas en las perneras. VITRINA38

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su alteza la chaqueta de caballero

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Ilustración: Bernard ROETZEL, 1999, El caballero. Manual de moda masculina clásica. Colonia: Könemann.

EL CABALLO DE BATALLA DE LA SASTRERÍA. Exceptuando las grandes creaciones de la Alta Costura, no existe prenda más laboriosa que la chaqueta de caballero, de ahí que las sastrerías compitan por su calidad y las empleen como tarjetas de presentación. Su complejidad se explica por la prolijidad de cortes y piezas que la componen, que implica un montaje minucioso, y porque reúne al menos tres tipos de materiales: tejido exterior, entretelas (crin para las solapas, almohadillas para las hombreras) y forro.

1 Cuello El motivo decorativo cuello-solapa caracteriza a la americana mejor que ningún otro elemento. En rigor, procede del traje militar del siglo XVIII, pues en aquel tiempo las chaquetas civiles carecían de cuellos.

2 Solapa Es en realidad una parte del delantero que se vuelve hacia afuera generando el escote de la chaqueta. La solapa se plancha lentamente para que el tejido se dilate y se pliegue con plasticidad. La línea oblicua del pliegue se denomina “quiebre” y determina la holgura del escote.

3 Cran Es el ángulo que se forma entre la punta de la solapa y la punta del cuello. En la foto se distingue un cran abierto; las chaquetas más formales suelen tenerlo cerrado.

4 Pinza y costadillo Pinza de pecho y costura de costadillo reducen el tejido sobrante cuando el caballero goza de vientre plano. Imprescindibles en la confección a medida.

5 Cruce Se denomina así al cruce de los delanteros, que puede ser sencillo o “a una fila”, como el de la foto, o cruce a doble fila.

6 Bolsillo de tapeta Las buenas chaquetas suelen incorporar una tapeta extraíble en los bolsillos de cintura.

L BUEN TRAJE La meca de los trajes a medida se encuentra en Londres: la célebre calle Savile Row pastión occidental de la moda tradicional de caballero. Allí todavía se distingue entre patronista-cortastre-confeccionista (taylor), y sirve de ejemplo a sastrerías de alta calidad de todo el mundo como la

ópez, Herbón y Cía., donde se dan cita clientes tan eximios como Plácido Domingo, Óscar de la Reon Juan Carlos. El parroquiano que visite estos templos del vestir no debe acudir apresurado, porque tomarse con esmero, y también será conveniente que elija un tejido que agrade a su tacto y a su visrenda final se mantendrá inalterada durante décadas sin pasar de moda, ya que no pasa de moda lo oda.

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1 ESPIGA Así denominado por su dibujo que recuerda a las espigas y a las espinas de los peces. Se emplea para vestir y sport, en trajes y abrigos.

2 PATA DE GALLO / HARRIS El tejido crea un dibujo de estrella de cuatro puntas a dos colores. El Harris produce el mismo efecto, pero debe combinar tres colores.

3 PRÍNCIPE DE GALES O tejido de cuadros galés. El efecto del tejido pata de gallo se produce en bandas entrecruzadas ortogonalmente.

4 FRANELA El tejido de lana básico de los trajes, elaborado en todo tipo de colores, gruesos y calidades. Efecto liso.

5 RAYAS DIPLOMÁTICAS También llamado tenis. Rayas muy finas y siempre verticales para sastrería de hombre y de mujer. Tejido característico de las películas de gángster.

6 OJO DE PERDIZ Efecto óptico como de pequeños ojos, elaborado frecuentemente mediante la combinación de hijos negros y blancos.

7 TWEED Tejido grueso, generalmente con fibras de diversos colores, característico de las chaquetas sport de invierno y de los trajes sastre de Chanel.

los tejidos de la confección clásica

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Ilustraciones: F. Boucher, 1989, 20.000 years of costume. New York: Abrams.

CHUPA Y PELUCA. El traje formal de caballero nace en la Francia de Luis XIV como reunión indeliberada de un sistema indumentario que se sostendrá durante más de 300 años: camisa blanca, corbata, chaqueta, chaleco y pantalón. Ya en estos momentos se exige que la camisa sea blanca y luzca pulcra, haciendo honor a quien la viste. La chaqueta de amplios faldones se denomina en Francia justaucorps y en España casaca; al chaleco, todavía tan largo y ornamentado como la casaca, los españoles le dicen “chupa”. Los calzones perviven desde los primeros días del Renacimiento y aguantarán hasta la Revolución. El tocado era una peluca leonina. Dibujo de Bonnart, hacia 1674

SOMBRERO DE TRES PICOS. Durante el siglo XVIII el chaleco se mantiene largo como la casaca, pero ambas piezas, aunque todavía puedan lucirse en terciopelo y tejidos preciosos, han perdido ornamentos y brillantez. Tal es el camino que seguirá el traje masculino contemporáneo: sobriedad. La gran peluca ha cedido puesto a una más pequeña y empolvada. Todavía pende la espada, símbolo viril y nobiliario de la otrora beligerante aristocracia. La corbata es una lazada y el sombrero de tres picos. Dibujo de Gravelot, 1730

antiguo régimen

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FRAC, CUELLO-SOLAPA Y SOMBRERO DE

COPA. La Revolución francesa enaltece a los sans-culottes (sin calzones), es decir, las gentes comunes que en vez de vestir calzones y medias de seda, como los nobles, visten pantalones. El calzón queda, así, estigmatizado como estandarte del pensamiento conservador y antidemocrático, un peso que terminará por sumirlo en el abandono hacia 1820. Se viste con prudencia porque corren tiempos revolucionarios... Desde Inglaterra, el “hermoso Brummel”, el dandi que inspiró a varias generaciones de caballeros discretos, promociona un vestido similar al del petimetre del figurín ilustrado. La espada comienza a verse relegada por el bastón, enseña burguesa frente a la aristocrática espada. El sombrero de copa será el must del siglo XIX. Dibujo de La Mésangère, 1808

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Ilustraciones: F. Bouch

CHAQUETA Y CORBATA. Concluido el Segundo Imperio (1870), se impone por doquiera el traje de caballero con chaqueta de levita corta o levitilla, es decir, la chaqueta corta como nuestra americana o blazer. Por las mismas fechas, los aparatosos lazos de cuello que habían estrangulado los gaznates de los dandies románticos se ven suplantados por un breve pañuelo en el que ya se vislumbra la forma de la corbata moderna. Sólo le falta el nudo Windsor. El sombrero de copa se alterna con el hongo o bombín. Los pantalones también han ganado holgura, pues en la décadas del Romanticismo se habían cortado estrechos como guantes y ahora se despegan de las piernas proporcionando confort. Restringido a colores oscuros y un traje uniforme, el caballero se aburre mortalmente con la ropa y desplaza su atención hacia los carruajes (más adelante, hacia los coches) y los deportes. En diversos países se celebran reuniones para estudiar una revolución estética del vestir masculino, pero no hay manera... Revista de modas francesa, 1875

“¡HASTA LAS MUJERES!”, seguro que exclamó más de uno. En el cambio hacia el siglo XX se había estabilizado entre las mujeres el uso de un traje de falda y chaqueta confeccionados con la misma tela que llamaban “traje sastre” por su inspiración masculina. Se empleaba sobre todo para trabajar, pues complacía a las mujeres que comenzaban a desempeñar profesiones liberales como secretarias o institutrices, y necesitaban una imagen sobria. Por su parte, las damas adineradas vestían traje sastre para salir por la mañana a misa y para viajar. La última revolución del traje femenino llegó con el pantalón. Queda todavía una última revolución a la historia de la moda: que los hombres nos tomemos la revancha con la falda, ya que ellas nos han desvalijado nuestro guardarropa por completo.

Yves Saint-Laurent, 1967

era democrática

RAYA, VUELTA Y

CANOTIÉ. Amenazaba Guillermo II a las potencias cuando se publicó este figurín veraniego henchido de optimismo. En la primera década de 1900 se consolidan dos detalles que van a caracterizar a los pantalones del traje masculino durante medio siglo: las vueltas en los bajos, invención inglesa para evitar la suciedad y la humedad, y la raya de plancha a media pernera. El conjunto se remata con el característico sombrero de paja, el canotié, icono de Harold Lloyd. Figurín de la revista La moda elegante, 1915

er, 1989, 20.000 years of costume. New York: Abrams.

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BIBLIOGRAFÍA (Indumentaria: teoría e historia de la moda)

Farid CHENOUNE, 1993, A history of men’s fashion. París: Flammarion.

Yvonne DESLANDRES, 1988, El traje, imagen del hombre. Barcelona: Tusquets.

Martin ELLEHAUGE, 1952, “L’uniforme militaire et le costume civil”, en Actes du Ier Congrès International d’Histoire du Costume. Venecia: Centro Internazionale delle Arti del Costume.

Rene KÖNIG, 1968, Sociología del vestido. Buenos Aires: Carlos Lohlé.

John Carl FLÜGEL, 1964, Psicología del vestir. Buenos Aires: Paidós.

FAVARDIN, Patrick y BOUËXIÈRE, Laurent, Le dandysme, Lyon: La Manufacture, 1988.

José de MANJARRÉS, 1878, Primeras necesidades del hombre: El vestido. Barcelona: Librería de Juan y Antonio Bastinos Editores.

Paul MARTIN, 1963, European military uniforms, London: Spring Books.

Bernard ROETZEL, 1999, El caballero. Manual de moda masculina clásica. Colonia: Könemann.

Carlos SOLDEVILLA, 1950, La moda ochocentista. Barcelona: Argos.

BIBLIOGRAFÍA (Sastrería: libros antiguos)

Monsieur VANDAEL, 1836, Manual teórico y práctico del sastre o tratado completo y simplificado de este arte, que contiene el modo de trazar, cortar y hacer toda clase de vestidos. Madrid: Imprenta de Hijos de Doña Catalina Piñuela.

ARNAU Y CORBERA, Ramón, Prontuario teórico-práctico de sastrería basado en reglas fijas, Barcelona: Imprenta de José Tauló, 1849.

ARNAU Y CORBERA, Ramón, Suplemento al prontuario de sastrería. Método para enseñar y aprender con más facilidad y con todo orden la fabricación de las piezas más necesarias del arte de sastrería, Barcelona: Imprenta de José Tauló, 1850.

Arte de ponerse la corbata de mil y una maneras, o distintos modos de llevar el pañuelo en el cuello, demostrado y enseñado en dieciocho lecciones, 1832, Madrid: Méndez y Molina editores, Ediciones Almabane, facsímil.

Charles COMPAIGN, 1878, Le manuel du tailleur, Paris: Typographie de Morris pére et fils.

G.-H. DARTMANN, 1837, Manuel du tailleur, París: Chez Hautecoeur librairie.

Ambrosio MURILLO, 1854, Recopilación de reglas para la guía del sastre, Zaragoza: Imprenta Roque Califa.

BIBLIOGRAFÍA (Martínez Sierra)

Juan ARNAU Y Carlos María GÓMEZ, 1979, Historia de la zarzuela. Madrid: Zacosa.

Antonina RODRIGO, 1994, María Lejárraga, una mujer en la sombra. Madrid: Vosa.

Laura Ann INÉS, 2004, Llevaré tu nombre. Madrid: Zócalo.

Francisco RUIZ RAMÓN, 1989, Historia del teatro español, Siglo XX. Madrid: Cátedra.

[email protected] PABLO PENA Fernández de los Ríos, 32 28015-Madrid 914460968