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    BIBLIOTECADERECURSOSELECTRNICOSDE

    HUMANIDADES

    para red de comunicaciones Internet

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    ESQUINES Y OTROS ORADORES

    ISBN - 978-84-9822-787-1

    Manuel PREZ LPEZ

    [email protected]

    THESAURUS: Esquines, Demstenes, Filipo, Alejandro, oratoria (judicial,

    deliberativa, epidctica), Iseo, Licurgo, Hiperides, Dinarco.

    OTROS ARTCULOS RELACIONADOS CON EL TEMA EN LICEUS: La

    oratoria en los siglos V y IV: Caractersticas generales. Iscrates. Lisias. Demstenes

    1965-200. Los estudios demostnicos en la 2 mitad del s. XX.

    RESUMEN O ESQUEMA DEL ARTCULO

    1. Esquines versus Demstenes o la sombra del destino.

    2. Vida de Esquines.

    3. Discursos de Esquines.

    3.1. I. Contra Timarco

    3.2 II. Sobre la embajada fraudulenta

    3.3 III. Contra Ctesifonte

    4. Otros oradores ticos.

    4.1. Iseo4.2 Licurgo

    4.3 Hiperides

    4.4 Dinarco

    5. Nota bibliogrfica.

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    1. Esquines versus Demstenes o la sombra del destino.

    Me he visto envuelto en la poltica con un hombre en exceso mago y malvado

    que ni sin querer dira verdad ninguna, Aesch. II, 153. Yo, Atenienses, tuve en mis

    manos no delinquir contra vosotros, pero el no verme envuelto en esta acusacin

    estaba en manos de la fortuna tche, que decidi que me tocara una suerte comn

    con un sicofanta y brbaro, Aesch. II, 183.

    Como puede verse por estos dos pasajes tomados de su discurso II Sobre la

    embajada fraudulenta, el propio Esquines era perfectamente consciente de que en su

    existencia y actividad pblica la suerte tche lo haba unido de forma inexorable e

    irritante a Demstenes, un contrincante y opositor que constituy su autntica sombra,

    su eterno rival personal y poltico. Su emparejamiento, constante e inevitable en su

    tiempo, ha continuado a lo largo de la historia y la tradicin, condicionando en este

    caso su figura a la comparacin con la impresionante talla de Demstenes. La

    profunda irritacin que se advierte ya en los insultos de estos pasajes y que son slo

    una pequea muestra de la catarata que salta una y otra vez en el resto de su obra y

    que se ven, ciertamente, correspondidos por los que le dedica su rival-, es una buena

    prueba de la impotencia que debi de sentir ante la fatalidad de su inevitable

    enfrentamiento con la poderosa fuerza retrica de Demstenes. Una y otra vez ese

    temor y convencimiento afloran en los adjetivos que le dedica, y que insisten en la

    indudable seduccin que ejercan sus palabras sobre su auditorio, como tendremos

    ms adelante ocasin de sealar.

    Esquines versus Demstenes, dos carreras polticas, dos modos de entender

    un momento crucial de su patria, dos modos de entender tambin la retrica. A este

    respecto, una ancdota transmitida en varias de sus Vidas refiere que, durante suestancia en Rodas, tras su fracaso en el proceso contra la coronacin de Demstenes,

    en una ocasin en que haba terminado de leer su discurso Contra Ctesifonte, alguien

    de su auditorio mostr su extraeza ante su falta de xito. No os extraarais, Rodios,

    respondi Esquines, si hubierais odo a Demstenes hablar en contra de esto. La

    ancdota, por ms que no merezca especial crdito, ben trovata, e ilustra bien la

    admiracin que Esquines senta ante la elocuencia de su rival. En dos testimonios, sin

    embargo, Escolio II 1R y Focio Bibl. 61, Esquines se refiri a Demstenes en esta

    ocasin como aquella fiera. Este trmino fieraqhrivon es usado con sentido claramenteofensivo por Esquines para referirse a Demstenes en su discurso II 34, 7, pero aqu

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    es tambin indicativo de esa ambigua mezcla entre admiracin y odio personal que

    debi de presidir la relacin entre ambos y que dej huella en la posteridad.

    Ante la imponente figura de Demstenes, Esquines ha llevado normalmente la

    peor parte (Lucas, 2002: 7). La crtica moderna ha intentado rehabilitar su figura, pero

    la desigualdad entre ambos a favor de Demstenes sigue siendo bastante unnime. Ni

    siquiera una cierta tendencia actual a valorar el llamado pragmatismo u oportunismo

    poltico, que saca partido de que los acontecimientos le dieron la razn a Esquines,

    pero que hace la trampa de aprovecharse de conocer el desenlace de la historia,

    puede desacreditar la postura demostnica y despejar toda duda sobre una poltica

    seguramente en exceso acomodaticia. La mayor clarividencia atribuida a Esquines

    respecto al nuevo rumbo que tomaba la poltica griega en la segunda mitad del s. IV a.

    de C. se compadece mal con los indudables vaivenes que se observan en su praxis

    poltica. Al menos esa clarividencia no le permiti tener xito en su propsito de

    convencer al pueblo ateniense de que haba perdido su papel hegemnico en el

    mundo griego, pese a su indudable maestra retrica. En su tiempo no era fcil prever

    que la solucin de los problemas de Grecia era abandonarse en las manos de Filipo,

    como demuestran tambin las vacilaciones de su contemporneo Iscrates. El punto

    de vista de Demstenes de que una cadena de errores y la accin de la divinidad o la

    fortuna precipitaron unos acontecimientos que no necesariamente tuvieron que ser los

    que fueron, esto es, la derrota final de Queronea (Dem. XVIII 303 ss.), no deja de

    hacernos pensar que los juicios histricos a posteriori son fciles de hacer, pero para

    sus protagonistas era imposible tener tal certeza y, por tanto, la eleccin de una u otra

    poltica tena que venir dada por intereses o ideales determinados.

    2. Vida de Esquines

    La Antigedad nos ha legado una cierta cantidad de biografas y noticias sobre

    la vida de Esquines, (entre ellas la que figura en las Vidas de los diez oradoresdel Ps.Plutarco) a las que ya hemos hecho alusin y que se remontan seguramente a una

    probable biografa de poca romana debida a Cecilio de Caleacte, crtico de la poca

    de Augusto. Los datos que nos proporcionan no son, sin embargo, de gran valor,

    porque se basan en buena medida en los que nos proporcionan el propio Esquines en

    sus discursos o Demstenes en sus ataques en los discursos XVIII y XIX de su

    catlogo. En cualquier caso, y aunque esta es una circunstancia afortunada dentro de

    la escasez de datos de que disponemos en general para las grandes figuras de la

    Antigedad, la informacin presenta a veces dificultades, dado que ambos autores secontradicen. El procedimiento judicial ateniense no prevea que el tribunal o los

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    magistrados que presidan los juicios efectuasen algn tipo de control sobre

    determinadas afirmaciones o pruebas. Con frecuencia los litigantes echaban mano

    seguramente de rumores, calumnias o mentiras. Todo ello hace que haya que someter

    a crtica tales afirmaciones para establecer quin de ellos se merece crdito (Harris,

    1995 : 8 ss.).

    La opinin ms extendida lo hace nacer en 390/389 basndose en una

    afirmacin del propio Esquines en I 49, donde afirma que tiene entonces (346/5) 45

    aos. Su familia no era, como en el caso de Demstenes, una familia que dispusiese

    de abundantes recursos econmicos, por ms que l nos la presente as, y de ah los

    ataques constantes de Demstenes intentando desprestigiarlo. Su padre, llamado

    Atrometo, con cuyo nombre hace burla en un cruel pasaje Demstenes (XVIII 129),

    parece que fue un maestro de primeras letras. Con l seguramente Esquines se

    familiariz con los poetas. Su madre, Glauctea, era sacerdotisa de algn rito que

    inclua prcticas iniciticas. Si bien la posicin econmica de la familia era

    relativamente desahogada, pues permiti que Esquines dispusiese de equipo de

    hoplita, el hecho de tener que trabajar para ganarse la vida, como su padre, hizo que

    su acceso al mundo de la poltica no pudiera ser temprano ni seguir el camino

    acostumbrado, como ser el caso de Demstenes. Su incorporacin es tarda y resulta

    muy condicionada por sus ocupaciones anteriores. Estas ocupaciones, sin embargo, le

    resultaron muy tiles para su tarea de orador poltico, al proporcionarle familiaridad

    con la poesa tradicional y la legislacin y tcnica legal y administrativa. No dispuso,

    sin embargo, de posibilidad de dedicar tiempo especfico al estudio y a la preparacin

    retrica, como Demstenes.

    Particip activamente en su juventud como hoplita en las actividades militares

    de Atenas, y alardea de ello como prueba de patriotismo (II 167-170), defendindose

    de las burlas de Demstenes (XIX 113). En realidad esa era la apelacin patritica que

    l poda presentar, ya que no dispona de una brillante hoja de servicios como

    contribuyente de liturgias. Por Demstenes sabemos tambin que desempeprimeramente puestos en la administracin, como el cargo de ayudante de secretario

    uJpogrammat euv (Demstenes XIX 237) y ms tarde secretario lector de documentos

    en el Consejo y la Asamblea (Demstenes XVIII 261). Tales cargos es indudable que

    le proporcionaran familiaridad con el manejo de la legislacin, factor que aprovecha

    concienzudamente y que explica el considerable peso que el anlisis de las leyes tiene

    en sus discursos, as como el que se diese a conocer en crculos polticos y trabase

    contacto con figuras influyentes como Eubulo. Tras esta etapa (la fuente principal es

    tambin Demstenes), Esquines fue actor de tragedias. Dispona de una excelentevoz, segn viene a reconocer el propio Demstenes: tengo entendido que est muy

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    orgulloso de ella, (XIX, 337-40), que se burla de que solamente lleg a desempear

    papeles de tercer actor t ritagwnist hv, ms bien torpemente (XVIII 180). Este oficio de

    actor no se olvide que tiene mucho que ver con la carrera de orador poltico. No slo

    se necesitaba una buena voz, sino el dominio de la declamacin y los gestos ante el

    auditorio, valiossimos para lograr la persuasin. Era precisamente lo que le faltaba a

    Iscrates y que tanto trabajo, si hemos de creer a la tradicin, le cost perfeccionar a

    Demstenes. Los actores tenan por ello una excelente reputacin y adems eran

    especialmente apreciados para formar parte de embajadas. Conocemos los nombres

    de Neoptlemo (muy apreciado por Filipo II) y Aristodemo, citado por Esquines II 15-19

    y para el que el propio Demstenes, siempre segn Esquines, pidi una corona como

    recompensa por sus servicios a la ciudad. No es extrao que Esquines fuese elegido

    para formar parte de las embajadas ante Filipo en 346 a.C., juntamente con

    Demstenes, adems de participar en embajadas en el Peloponeso y Delfos. En todo

    caso, hemos de ver en Esquines un hombre hecho a s mismo, de formacin

    autodidacta (no son crebles las noticias que leemos en el Pseudo-Plutarco 840b de

    que fue alumno de Iscrates y Platn). Es evidente que su familia, perteneciente a la

    clase media no poda permitrselo, como tampoco las costosas liturgias. Esa sera una

    de las razones de que Esquines no se prodigara en pleitos. Ante los jurados

    atenienses l no poda alegar en su favor esas contribuciones, encontrndose

    entonces en inferioridad de condiciones. Slo present su acusacin contra Timarco

    en 346, cuando ya era bien conocido en la Asamblea y haba participado en

    embajadas, y no volvi a presentar una acusacin hasta 336 cuando acus a

    Ctesifonte de proposicin ilegal. Esa misma explicacin tiene el que entrara en poltica

    de la mano de hombres de estado que, perteneciendo a la clase pudiente, como

    Focin y Eubulo, no disponan de la misma facilidad para hablar en pblico que l. Su

    excelente voz y su manejo del escenario lo convertan en el personaje ideal para este

    cometido (Harris: 33ss.; Lucas 58ss.). A la sombra de Eubulo, pues, y ya mayor (ms

    de cuarenta aos), entra en la escena poltica, ascendiendo rpidamente. Los avataresde su actividad pblica los tocaremos en el anlisis de sus discursos. Digamos ahora

    slo que, tras el fracaso en el ao 330 de su acusacin contra Ctesifonte, perdi sus

    derechos civiles al no conseguir un quinto de los votos. Acab as su carrera poltica. A

    partir de este momento slo disponemos de los datos de las biografas. Seguramente

    se exili. Los dems datos no son seguros. La tradicin dice que recal en Rodas,

    donde fund una escuela de retrica, ms arriba aludamos a una ancdota de esta

    poca. Como poda inferirse de ella, Esquines habra querido con su escuela

    perpetuar su rivalidad con Demstenes Posteriormente pas a Samos, donde muri ala edad de 75 aos.

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    3. Discursos de Esquines

    Nos han llegado de l tres discursos. Son, en orden cronolgico, Contra

    Timarco, pronunciado a fines de 346; Sobre la embajada fraudulenta, pronunciado en

    el ao 343, como defensa en el proceso que Demstenes inco contra l ese ao y

    replicando al discurso homnimo este ltimo y que figura como nmero XIX de sus

    discursos y, finalmente, el Contra Ctesifonte, un discurso presentado contra la

    propuesta de este poltico, compaero de Demstenes, de que se coronara a

    Demstenes, como premio a su servicios al pueblo de Atenas. Si bien el discurso es

    una acusacin por propuesta ilegal graphe paranmon, en realidad es un intento de

    atacar toda la poltica de Demstenes. La denuncia fue presentada el ao 336, pero su

    vista se aplaz hasta el 330. La respuesta de Demstenes fue su soberbio discursoSobre la Corona, el nmero XVIII de su coleccin.

    El Pseudo-Plutarco cita un cuarto discurso, el Delaco. Se tratara de una

    intervencin de Esquines ante el Consejo Anfictinico, con motivo de una reclamacin

    de la isla de Delos con relacin a determinados derechos relativos al santuario de

    Apolo. En realidad, aunque Esquines fue designado para ello, fue ms tarde sustituido

    por Hiperides. En cualquier caso, el discurso no se ha conservado y ya en la

    Antigedad era considerado espurio. No conservamos tampoco el discurso que

    Esquines pronunci en Delfos el ao 339, si bien sobre las circunstancias en las que lopronunci y el propio discurso tenemos cierto detalle en el Contra Ctesifonte 107ss.

    Cuando tratemos de este discurso tendremos ocasin se referirnos a los indicios que

    de estos datos pueden extraerse respecto a los mtodos retricos de Esquines y sus

    peligros. Nos consta tambin su inclinacin a escribir poesa. Una de las fuentes es la

    informacin que l mismo proporciona en Contra Timarco 135-136, donde habla de

    sus composiciones de tipo amoroso, pero no las conservamos. S un epigrama de

    cuatro versos, un exvoto al dios Asclepio de Epidauro AG VI 330, y cuya autora

    esqunea ha podido confirmarse por unos fragmentos sacados a la luz en las

    excavaciones de Epidauro, en el que agradece al dios la curacin de una lcera en la

    cabeza. Resulta irnico este detalle cuando se lee en sus discursos la acusacin que

    hace a Demstenes de haberse provocado l mismo unos cortes en la cabeza de los

    que acusaba a su primo Demmeles, cf. Sobre la embajada fraudulenta 93, y Contra

    Ctesifonte 51. Ha aparecido tambin una estela funeraria con cuatro hexmetros

    dactlicos, en honor de su to Cleobulo, en los que alaba su valor guerrero. La tradicin

    manuscrita nos ha legado tambin una coleccin de 12 cartas atribuidas a Esquines,

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    pero que son consideradas apcrifas. Se datan en el s. II d. C. Parece que se ha

    buscado aqu un paralelismo con la coleccin de Cartas atribuida a Demstenes.

    3.1. I. Contra Timarco

    Es el ms antiguo de los discursos conservados de Esquines. La paz de

    Filcrates haba tenido que ser finalmente aceptada por Atenas el ao 346 tras una

    serie de tres embajadas, en las dos primeras de las cuales Esquines y Demstenes

    haban formado parte, no as en la tercera. Filipo, con hbiles maniobras, haba

    retrasado la ratificacin del tratado hasta conseguir antes sus objetivos. Demstenes

    vio en aquellas dilaciones una traicin de Esquines. Este, juntamente con Filcrates,

    haba convencido a los atenienses de unas buenas intenciones de Filipo que nunca

    llegaron a realizarse. La paz tuvo que ser aceptada como mal menor para ganar

    tiempo ante la imposibilidad de conseguir un acuerdo entre las ciudades griegas para

    hacer frente a Filipo, que ya era dueo de las posesiones atenienses en la Calcdica,

    gran parte de Tracia, y, tras la rendicin de los focidios, de la Anfictiona dlfica, y las

    Termpilas, con el camino a la Grecia central expedito. Sin poder olvidar el

    comportamiento de Esquines en la segunda embajada, en la que l crey advertir

    claramente su traicin, present, secundado por su correligionario Timarco, una

    demanda contra Esquines en el tribunal de rendicin de cuentas a propsito de la

    segunda embajada. Esquines, que ya haba intentado, sin xito, que no se produjera

    tal rendicin de cuentas, intenta una nueva estrategia para evitar su proceso, o al

    menos, retrasarlo, consistente en una acusacin contra Timarco, el colaborador de

    Demstenes en el mismo. Su estrategia, ahora, tuvo xito. Consigui plenamente el

    primero de sus objetivos, eliminar a uno de sus acusadores, Timarco, y,

    temporalmente, el segundo, desacreditar a Demstenes por su asociacin con l.

    Efectivamente, Demstenes cometi el error de elegir para este cometido a un poltico

    que se prestaba a la acusacin que ide Esquines. Si bien Timarco se habadestacado desde haca tiempo por su poltica de oposicin a Filipo (Demstenes XIX

    286), su reputacin en lo tocante a su vida privada era psima. Esquines lo acusa

    basndose en una ley que prohiba tomar la palabra en la Asamblea a ciudadanos que

    se hubiesen prostituido y hubiesen malgastado su patrimonio familiar. Una acusacin

    como esta contra un poltico es rara, por ello el tratamiento de Esquines es muy

    interesante. El proceso tuvo lugar en el invierno de 346/5.

    Estructura del discurso: Exordio (1-8). Establecimiento de las bases legales de

    la accin (9-36). Narracin y demostracin de los delitos de Timarco (40-115).

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    Anticipacin de los argumentos de la defensa (117-169). Ataques a Demstenes (170-

    176). Peroracin (177-196).

    En el anlisis del discurso se observa que, si bien su estructura es regular, el

    exordio no queda bien definido, y el elogio de las leyes, que, en realidad, es una

    ampliacin del mismo, ocupa un lugar tradicionalmente destinado a la narracin.

    Esquines adopta una actitud muy moral frente a las acusaciones, lo cual se tena por

    un rasgo caracterstico de los polticos moderados del momento (De Romilly 1954).

    Insiste, efectivamente, en su moderacin (1, 3), buscando claramente un contraste

    con los rasgos libertinos de su oponente. Esta moderacin lo lleva a insistir en varias

    ocasiones a lo largo del discurso en que siente como una falta de pudor llamar por su

    nombre los delitos innombrables de Timarco (38, 52, 70, 71), sin embargo esas

    palabras salen a la luz: memisqarnhkovta...peporneumevno (52). Muy probablemente,

    Esquines quiso sacar partido ante su auditorio precisamente de la repugnancia que su

    acusacin inspiraba, y de ah ese juego. Este es un rasgo de la superficialidad de que

    hace gala Esquines en esta como en las dems causas en las que interviene

    (Kennedy: 238). Si algo resalta, por tanto, en el exordio es esa insistencia en

    presentarse como el campen de las leyes, arrebatando, como decamos antes,

    espacio normalmente destinado a la narracin. Aparecen ya las alusiones a las

    grandes figuras del pasado ateniense, Temstocles, Arstides (25), y, sobre todo,

    Soln, precisamente el gran legislador, cuya sobria figura, como poda contemplarse

    en la estatua erigida en Salamina, marc la pauta para los oradores moderados

    posteriores, justa anttesis de las extravagancias y groseras posturas de Timarco en la

    tribuna (26).

    La narracin insiste en el progresivo envilecimiento de los primeros aos de

    madurez de Timarco. Esquines utiliza un topos nuevo al sealar que su acusacin

    resulta facilitada porque su depravada vida es bien conocida por todos. Tal argumento

    tiene un valor anticipatorio del partido que Esquines le sacar ms adelante con su

    apelacin a la Fama como verdadero testigo que le ahorrar los testimonios detestigos concretos (44). En cuanto al estilo narrativo de Esquines sealemos que

    primero utiliza dos pequeos relatos (43 y 53) para resaltar un punto particular y

    relatos ms largos (53-65). En 58-59 se narra en imperfecto un pasaje de gran

    violencia, mientras que lo relativo a los intentos subsiguientes de reconciliacin y al

    carcter decididamente traicionero del acusado se narra en presente histrico. La

    intencin es mostrar con el imperfecto una complacencia en el desarrollo de la accin

    y con el presente insistir en los intereses subjetivos de los dos malhechores.

    Se esperara en esta parte del discurso la aportacin de pruebas y testimonios,pero no puede esperarse que se presenten testigos de actos como los del acusado,

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    pues eso supondra acusarse a s mismos. Por ello en 71-93 presenta una nueva

    forma de testimonio plenamente accesible: la que se deriva de la experiencia diaria.

    Las carcajadas en las que prorrumpa la Asamblea cada vez que una palabra poda

    ser interpretada en un doble sentido ertico y obsceno a propsito de Timarco, deben

    ser interpretadas como el testimonio marturivan prestado por el pueblo (80-85).

    Resulta superfluo pedir la presentacin de ms pruebas. En tal esquema, el papel del

    experto orador queda claramente limitado. El jurado deber atender ms a su

    conocimiento del acusado por lo que sabe de su pasado que a lo que se va a decir de

    l en su defensa. Naturalmente, Esquines advierte frente a los argumentos que

    Demstenes, maestro de retrica y astuto sofista, ha preparado para su defensa (94,

    117, 170), y que alegar que no hay nada ms injusto que la fama (125). Para

    Esquines, sin embargo, es algo sublime, se trata de una diosa muy importante,

    argumento que apoya con citas poticas (128-129). La diosa es presentada como

    testigo por Esquines. Ella es, precisamente, la que le ha dado a Demstenes el apodo

    de Btalo, como signo de afeminamiento y depravacin. Esquines es el primer orador

    que nos ha llegado que cita por extenso pasajes poticos, pasajes homricos a

    propsito de Aquiles y Patroclo y una cita de Eurpides (144-152). Tales ejemplos, que

    hacen pensar en su familiaridad dramtica y sus dotes de actor podran tener para

    algunos de sus oyentes ms valor que los discursos de los vivos.

    A medida que el final del discurso se aproxima, se hace ms desordenado. Se

    suceden argumentos de muy diverso tipo: las leyes no deben ser pervertidas por los

    sofistas (177-179), alabanza de la gerousivaespartana (180-181), de nuevo elogios de

    las leyes de los antepasados y sobre todo de Soln (182-184), y una breve descripcin

    de la condicin del acusado, hombre por su cuerpo, pero que ha cometido delitos de

    mujer (185). Tras una reflexin racional sobre el origen de los comportamientos

    humanos injustos, envuelta en un ropaje potico que vuelve a demostrar su

    familiaridad con Homero y la tragedia de forma brillante: No creis, Atenienses, que el

    origen de la injusticia est en los dioses, no, sino en la corrupcin humana; ni que a loscriminales, como en las tragedias, los persiguen y castigan las diosas de la venganza

    con antorchas encendidas, sino los placeres incontrolados del cuerpo y el no

    considerar nada suficiente, eso es lo que recluta las bandas de piratas, eso lo que los

    hace subir al bajel, eso es para cada uno su diosa de la venganza P oinhv (190-191),

    llega el final del discurso, apelando al tpico del valor ejemplar de la sentencia para la

    juventud, las leyes y el Estado.

    Esquines gan el pleito. Para Usher (1999: 284), debido seguramente a su

    buena actuacin ante el jurado. Buena parte de su argumentacin, sin embargo, comosealan V. Martin y Bud (1973: 18), queda en entredicho si tenemos en cuenta que

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    Manuel Prez Lpez Esquines y otros oradores

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    en el momento en que se pronuncia el discurso haca ya quince aos que Timarco se

    dedicaba a la poltica y hablaba desde la tribuna de oradores. El celo de Esquines por

    el cumplimiento de las leyes se revel un poco tardo, pues los hechos de que lo acusa

    se remontan a la primera juventud de Timarco. Ello resta sinceridad a la posicin de

    Esquines y no deja de ser usado por Demstenes (XIX 285-86). Por ello mismo es

    lcito pensar si Timarco era realmente tan infame como Esquines lo pinta. No podemos

    olvidar que este gnero de ataques y acusaciones eran piezas obligadas de la poltica

    del momento, como muestran los ataques de los cmicos. Lo cierto es, como seala

    Kennedy (1963: 238s.) que en su discurso Esquines ignora por completo el tema de

    fondo de su propia defensa contra las acusaciones que esperaba provenientes de

    Demstenes. No hay discusin de poltica o gobierno, todo se centra en los vicios de

    Timarco, descritos en tono sensacionalista, pero apenas probados, y en la majestad

    de la ley.

    3.2.II Sobre la embajada fraudulenta

    La condena de Timarco logr retrasar tres aos los planes de Demstenes de

    acusar a Esquines de corrupcin por su actuacin en la segunda embajada ante Filipo.

    El ao 343, sin embargo, y a raz seguramente del proceso contra Filcrates a cargo

    de Hiperides, que se sald con la condena a muerte del primero en rebelda,

    Demstenes consider que haba llegado el momento de hacer lo mismo con

    Esquines. Conservamos el discurso de acusacin de Demstenes, el XIX de su

    catlogo, y que es conocido con el mismo ttulo que el que pronunci Esquines en su

    defensa. Resulta inevitable, pues, la comparacin entre ambos, pero, en realidad no

    tienen muchos puntos de contacto. El de Esquines es probablemente su mejor

    discurso (Kennedy 1963: 239) y se muestra ampliamente convincente. En realidad su

    plan es ms simple que el de Demstenes. Su objetivo es desacreditar a su acusadorpor cualquier medio, como poltico y como persona, mostrndolo como inconsistente,

    deshonesto, traidor, antipatriota y pusilnime. Mientras el inters de Demstenes de

    mostrar que Esquines haba sido sobornado por Filipo requera el despliegue,

    elaborado minuciosamente, del argumento de probabilidad, Esquines poda limitarse a

    su medio favorito, la narracin. Los pasajes en los que narra el viaje a Macedonia y la

    entrevista con Filipo se cuentan entre las obras maestras del estilo narrativo. Esquines

    fue absuelto, pero por un nmero escaso de votos, treinta, sobre un total

    probablemente de quinientos. Tal desenlace resulta sorprendente a juicio de Harris(1995: 118) dada la debilidad de la acusacin de Demstenes y la solidez de la

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    Manuel Prez Lpez Esquines y otros oradores

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    defensa de Esquines. En todo caso, demuestra la polarizacin poltica de la Atenas del

    momento. La brillantez retrica de Demstenes, que poda aprovecharse tambin de la

    huida y condena de Filcrates, no logr imponerse del todo, quiz debido al apoyo que

    a Esquines prestaron sus poderosos amigos Eubulo, Focin y Nausicles, a los que cit

    al final de su discurso con el nimo seguramente de influir en sus jueces (Lucas 2002:

    284).

    Estructura del discurso: Exordio (1-11). Narracin de la primera embajada (12-

    55). Interrupcin dedicada a una revisin de los aos posteriores a la cada de

    Anfpolis y refutacin de interpretaciones (56-96). Narracin de la segunda embajada

    (97-118). Refutacin de interpretaciones (119-170). Peroracin (171-184).

    Demstenes, en su discurso, tiene buen cuidado en establecer que no acusa a

    Esquines ms que por los hechos producidos a raz de la segunda embajada. Las

    condiciones de la paz de Filcrates no estn, pues, en cuestin. De hecho, l haba

    sido uno de sus negociadores. Su objetivo es acusar a Esquines de la lentitud con que

    se llev a cabo la segunda embajada, de la que lo hace responsable, de su actitud en

    la corte de Pella y, finalmente, de atribuir al rey, en sus discursos ante el Consejo y la

    Asamblea, unas intenciones que nunca se cumplieron y que redundaran en beneficio

    de Grecia y Atenas, en los asuntos de la Fcide, Tebas y Tracia. Esos engaos

    tuvieron el efecto de adormecer al pueblo y permitieron a Filipo llevar a cabo sus

    planes. Tal conducta slo tiene, en opinin de Demstenes, una explicacin: la

    corrupcin. Esquines se ha dejado sobornar por el enemigo. Pero Demstenes no

    tiene ninguna prueba directa de sus acusaciones, como decamos, y tiene que recurrir

    al argumento de probabilidad. En su respuesta, Esquines refuta punto por punto las

    acusaciones tendenciosas de Demstenes. Su exposicin es mucho ms cuidadosa y

    metdica. Su objetivo con esta narracin minuciosa no es slo defender su

    comportamiento y hacerlo inteligible en su contexto, sino exponer tambin lo que l

    interpreta como hipocresa de Demstenes, que defendi en su momento la paz de

    Filcrates con el mismo vigor que despus trat de desacreditarla. Su plan le obliga ahacer un relato de las tres embajadas sucesivas, aunque slo la segunda estaba en

    cuestin. Si bien en determinados puntos, como la explicacin que da de su cambio de

    actitud frente a Macedonia entre la toma de Olinto y el comienzo de las negociaciones

    de paz, su justificacin resulta convincente (79), en lo dems se muestra

    singularmente dbil y se vuelve contra l (Martin-Bud I: 104, otra opinin en Harris:

    117). Si las esperanzas que dio al pueblo no se cumplieron, afirma, es que la fortuna

    no lo quiso as, y que l fue engaado (118-120, 130, 131, 136), ahora bien, eso es

    defender la excesiva credulidad, la ceguera o la incapacidad (Weil: 220, citado porMartin-Bud). Ms all de sus mritos en la diestra utilizacin de la narracin en su

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    Manuel Prez Lpez Esquines y otros oradores

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    intento de desacreditar a Demstenes, el discurso no revela ningn pensamiento

    poltico slido, ninguna doctrina. Podra pensarse en una poltica de acuerdo con

    Macedonia, como la que sostuvo Iscrates en su Filipo por entonces. Si Esquines

    estaba convencido de ella y pensaba que el enfrentamiento armado con Filipo era un

    error, poda haberla desarrollado y ello hubiera sido su mejor justificacin. A falta de

    ello, es inevitable que extraigamos la conclusin de que fue simplemente un poltico

    oportunista, bien dotado, eso s, del arte de la palabra y que poda aprovecharlo para

    influir en el pueblo ateniense. Es natural, pues, que el rey de Macedonia viese en l un

    instrumento de su poltica. Tanto si lo consigui por el soborno, como piensa

    Demstenes, como si fue una consecuencia de su vanidad, (Weil: 221), el resultado

    fue el mismo: Esquines favoreci los intereses de Macedonia, y su discurso no nos

    permite deducir que lo hiciera por convicciones polticas personales, simplemente fue

    el portavoz de un partido en el que se contaban polticos como Eubulo y Focin, sector

    que entenda las relaciones con Macedonia de modo muy diferente a Demstenes, al

    que esta poltica horrorizaba, de ah su decisin de atacar a Esquines como obstculo

    formidable para llevar a cabo la suya, la nica que l consideraba patritica (Corts

    Gabaudan 1997: 72). Dada la tensin del momento, una sola de las dos era viable, de

    ah la saa con la que se producen los ataques. Esquines se benefici de las dudas de

    la opinin del pueblo (no as otros), que vacilaba apoyando alternativamente a ambos

    partidos. Si Esquines se salv por poco en esta ocasin, el veredicto no le fue

    favorable trece aos ms tarde en el proceso Sobre la Corona, demostrando

    claramente la vacilacin de la Asamblea (Martin-Bud: 104s.).

    Como colofn al comentario que el discurso sugiere, detengmonos un

    momento en el apartado de los insultos y ataques personales dirigidos contra

    Demstenes. En este discurso figura el pasaje en el que Esquines refiere el fracaso

    oratorio sufrido por Demstenes en la primera embajada, cuando le lleg su turno de

    hablar ante Filipo (34-35): Cuando este y otros discursos se hubieron pronunciado, le

    lleg entonces a Demstenes su parte de la embajada y todos estaban atentos paraescuchar algunas muestras extraordinarias de fuerza oratoria, pues tanto al propio

    Filipo, segn se supo despus, como a sus acompaantes, se les haba anunciado el

    exceso de sus promesas. Y as, cuando todos se aprestaban a la escucha, pronuncia

    la fiera esa un sombro proemio y, muerto de acobardamiento, tras remontarse un

    tanto en los hechos, se qued mudo de repente y sufri un total desconcierto, para

    acabar desistiendo del uso de la palabra. Al ver Filipo la situacin en la que se hallaba,

    trataba de darle nimos y le deca que no creyera que, como en el teatro, por eso le

    haba pasado algo grave, sino que, con calma y poco a poco, tratase de recordar y

    hablar conforme a lo que haba preparado. Pero l, una vez que sufri la confusin y

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    Manuel Prez Lpez Esquines y otros oradores

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    se vio perdido con sus notas escritas, ya no fue capaz de recuperarse, sino que, de

    nuevo, tras un intento de hablar, le pas lo mismo. Como se produjo un silencio, el

    heraldo nos orden retirarnos.El pasaje es bien significativo del dominio de la tcnica

    narrativa de Esquines y rezuma una mordaz irona, pero hasta dnde podemos darle

    crdito? Es verdad que Demstenes no se defiende de ello en otros discursos, como

    hizo, por ejemplo, respecto a la burla de Esquines respecto a su mote Btalo

    (Esquines I 126, 131, 164; II 99), Demstenes XVIII 180), y, por otra parte, existan

    otros testigos, los compaeros de embajada. Sin embargo, no est fuera de sospecha

    que Esquines haya cargado las tintas de los efectos de un cierto miedo escnico de

    Demstenes en esta ocasin, aprovechndose as para vengarse del ridculo en que

    Demstenes pona su fracaso como actor. En todo caso, la irona pona el dedo en la

    llaga, pues todos podan tener presentes las dificultades naturales de expresin con

    las que Demstenes tuvo que luchar denodadamente (Plutarco Dem.4ss.) Sobre la

    historicidad de la ancdota cf. Lucas: 321s.

    En el apartado de los argumentos personales utilizados por los oradores

    antiguos, ciertamente sorprende al lector moderno la dureza y crueldad de tales

    ataques, que encuentran blanco favorito en temas como la ridiculizacin de la familia,

    Demstenes, por ejemplo, es brbaro, hijo de una madre escita (78), o los defectos

    fsicos y morales, sin detenerse ante mentiras o calumnias. Esquines, en efecto, tacha

    a Demstenes de cobarde y afeminado (79, 139, 148, 151), mentiroso y perverso (11,

    21, 124, 147, 153). En 40 le dedica tres refinados insultos (que Usher: 285, interpreta

    como palabras peculiares del propio Demstenes), de difcil interpretacin (Lucas:

    325s.) kervkwy hombre-mono, truhn, paipavl hma harina fina, escurridizo, pal ivnbol on

    voluble. Destaca, sin embargo, la insistencia en un dato que se repetir de manera

    an ms obsesiva en el Contra Ctesifonte, a saber, la pretensin de que Demstenes

    es el portador de una mancha o culpa ritual, religiosa. Esquines no se detiene tampoco

    ante la utilizacin de este argumento que entronca con los ms siniestros miedos

    religiosos de la poca arcaica y la llamada cultura de la culpa (Dodds). La insistenciade Esquines demuestra que tales escrpulos continuaban vivos en Atenas en pleno

    siglo IV y el orador no duda en aprovecharlos como arma de descrdito personal y

    poltico. El portador de la mancha prostrovpaion(158) no debe vivir en la ciudad, pues

    atraera sobre ella el castigo divino. Sera un contrasentido que se practicase el rito de

    purificacin de la Asamblea o se invocase a los dioses en los preliminares de la

    redaccin de los decretos, y se hiciese con la mediacin de un impuro. Aprovecha

    Esquines para citar unos versos de Hesodo: Trabajos 240s. que repetir en Contra

    Ctesifonte 135:A menudo toda una ciudad a un malvado sufre/que peca y locuras deorgullo maquina.

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    3. III Contra Ctesifonte

    La derrota de Queronea en 338 derrumb definitivamente el prestigio de

    Atenas, que tantas veces haba utilizado para solicitar la hegemona en el mundo

    griego. Demstenes tiene que situarse a la defensiva, logrando salir absuelto de

    mltiples procesos incoados contra l. Ni siquiera Esquines aparece en primera lnea.

    Es la hora de polticos como Dmades. Podra pensarse que la hora de Esquines

    haba llegado para intentar su desquite contra Demstenes, pero se mantuvo a la

    expectativa. En 336, sin embargo, cuando Ctesifonte present una propuesta de

    decreto para honrar a Demstenes con una corona de oro en las Grandes Dionisias

    como recompensa a toda su carrera poltica, crey llegado el momento. En efecto, la

    propuesta de Esquines tcnicamente era una graphparanmn o acusacin contra

    Ctesifonte por haber hecho propuestas ilegales. Alegaba que la ley impeda hacer tal

    proposicin de coronacin de un magistrado antes de la rendicin de cuentas

    (Demstenes estaba en el desempeo de un cargo pblico para la restauracin de las

    murallas de Atenas) y por pedir que la proclama se hiciese en el teatro de Dioniso. El

    objetivo fundamental de Esquines era, sin embargo, atacar la trayectoria poltica de

    Demstenes. Contra la afirmacin expresa del decreto de Ctesifonte, Esquines afirma

    que Demstenes en absoluto pas su vida haciendo, tanto de palabra como de obra,

    lo mejor para el pueblo (49-50). La vista del proceso no tuvo lugar, sin embargo, hasta

    330. Si bien las noticias que llegaban a Atenas sobre las victorias de Alejandro en Asia

    pudieron hacer concebir esperanzas a Esquines de que la balanza se inclinara

    definitivamente a su favor y se reconocera de una vez el fracaso de la visin poltica

    de Demstenes, de forma sorprendente los jueces prefirieron apoyarlo y dar la espalda

    a Esquines. Es evidente que los atenienses -que ya hemos comentado que se

    mostraron vacilantes en todos estos aos-, se mostraron ms sensibles a la brillantez

    retrica de Demstenes, que pronunci en defensa de su carrera una magistral pieza

    oratoria (Lpez Eire 1980: 367). La eleccin estaba entre la realidad presente y elprestigio pasado (Lucas: 434). Renunciar a este no era fcil, seguramente, para los

    atenienses, que siempre podan pensar, como Demstenes, que todo era fruto de una

    cadena de errores y del juego de la fortuna (XVIII 197ss.). La acusacin de Esquines

    no obtuvo la quinta parte de los votos y supuso el fin de su carrera poltica y

    seguramente, su exilio.

    Estructura del discurso: Exordio (1-8). Narracin (9-167). Ilegalidad de

    propuesta de coronacin antes de la rendicin de cuentas (9-31). Ilegalidad de la

    proclama en el teatro de Dioniso (32-48). Crtica de la carrera poltica de Demstenes,dividida en cuatro etapas: Prembulo (49-57). Primera etapa: paz de Filcrates (58-

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    78). Segunda etapa: asunto de Eubea (79-105). Tercera etapa: asunto de Anfisa,

    alianza con Tebas, Queronea (106-158). Cuarta etapa: de Queronea a la fecha del

    proceso (159-167). Refutaciones y respuestas a posibles crticas y ataques

    demostnicos (168-254). Eplogo (255-260).

    Dado que el objetivo fundamental del discurso es desacreditar la carrera

    poltica de Demstenes, Esquines trata de enfocar toda su carrera poltica desde un

    punto de vista que excite la sensibilidad popular y poltica del auditorio, presentando a

    su adversario movido no precisamente por patriotismo, sino por sentimientos hostiles a

    la democracia, por el egosmo, la codicia y la impiedad. Ha llevado al Estado a la ruina

    no por incapacidad, sino deliberadamente, buscando el lucro personal, es egosta,

    inconstante, vago, cobarde, interesado, impo y portador de una mancha o culpa

    religiosa que lo hace peligroso. Sera fatal para Atenas solidarizarse con un hombre al

    que acompaa la maldicin divina que podra arrastrar a la ciudad entera. Si bien el

    resto de las acusaciones pudieran calificarse de ms tpicas, es esta insistencia en los

    aspectos religiosos, que enlaza con la misma tendencia de discursos anteriores, la que

    llama poderosamente la atencin. La utilizacin, ciertamente irresponsable, de este

    argumento, provoc ni ms ni menos que el estallido de la cuarta guerra sagrada (107-

    131). El relato que el propio Esquines nos hace de su discurso en Delfos en 339,

    tericamente en defensa de Atenas, es una buena muestra de sus mtodos y sus

    peligros (Kennedy: 240). En lugar de defender a Atenas de la acusacin de los

    tebanos de haber insultado a su ciudad por la dedicacin en Delfos de los escudos

    tomados a Medos y Tebanos en las guerras Mdicas, eligi un camino muy distinto y

    con un vibrante discurso que sealaba la llanura, visible desde Delfos, que ocupaban

    ilegalmente los Anfisios, llam a la guerra contra ellos para expulsarlos de all (117-

    121). El resultado fue un intento de linchamiento de los Anfictiones y ms tarde el

    estallido de la guerra y un fcil pretexto para la intervencin de Filipo y el

    desencadenamiento de los acontecimientos que desembocaron en Queronea

    (Demstenes XVIII: 143ss.). Esquines describe aos despus el suceso sin reconocersu irresponsabilidad, sino simplemente mostrndose orgulloso de su xito retrico y

    culpando a Demstenes, por su oposicin al envo de tropas, de que Atenas no

    pudiese llevar adelante una actuacin piadosa, debido a su soborno por los Anfisios

    (125). Esquines se defiende alegando que entonces Filipo no se encontraba en

    Macedonia, sino luchando contra los escitas, y por ello no tiene sentido aludir a que

    estaba en connivencia con l, y aunque modernamente tambin se ha atendido a este

    hecho (cf. Lucas: 524, n. 295), es evidente la irresponsabilidad de Esquines e

    innegable que de su actuacin se deriv, nuevamente, una ventaja para los planes deFilipo. Justamente en el relato de su discurso contra los Anfisios Esquines hace

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    patente esta utilizacin del argumento religioso. En medio de su discurso, que basa su

    argumentacin en el sacrilegio de los Anfisios, uno de los presentes lo interrumpe

    (117): un hombre de lo ms grosero y, a mi parecer, sin educacin ninguna, y quiz

    tambin empujado a su desvaro por algn demonio. Es verdad que utiliza un cauto

    quiz (Dodds: 51, n.74), pero estamos aqu ni ms ni menos que ante la creencia

    arcaica en la tentacin divina. Como seala Dodds: Esquines saba que viva una

    poca extraa revolucionariay eso le hace ver la mano de Dios en todas partes,

    como Herdoto. As describe los cambios de su poca, en un impresionante pasaje de

    su discurso (132s.): Pues, efectivamente, qu acontecimiento imprevisto e

    inesperado no ha sucedido en nuestro tiempo? Porque nosotros no hemos vivido una

    vida humana, sino que hemos nacido para asombro de nuestros descendientes. No

    es cierto que el rey de los Persas, el que perfor el Atos, el que unci el Helesponto, el

    que pidi tierra y agua a los griegos, el que osa escribir en sus cartas que es el amo

    de todos los hombres de la salida a la puesta del sol, ahora est luchando no por ser

    dueo de otros, sino en este momento por la salvacin de su vida?... Y Tebas, Tebas,

    ciudad vecina nuestra, en un solo da ha sido borrada del medio de Grecia, aunque

    justamente, por no tomar la decisin adecuada acerca de la situacin global, sino por

    haberse adueado de la locura que los dioses envan y la insensatez, y ello no por

    obra humana, sino divina th;n qeoblavbeian kai; th;n ajf rosuvnhn oujk ajnqrwpivnw ajl la ;

    daimonivw kthsavmenoi . En las dos ocasiones echa mano Esquines de la mismaexplicacin. Dodds citaba a Herdoto, y nosotros podemos aadir que es la misma

    explicacin que ve Esquilo en el engao de Jerjes en Salamina, apareciendo un genio

    vengador o mal demonio de algn sitiof anei;ajl avstwr hj;kako;daivmwn poqevn, Persas

    354. Y esa curiosa visin es la que ofrece de Demstenes. Este es el rasgo que

    resulta ms llamativo. Todos los dems ataques e insultos, como decamos, entran en

    al mbito convencional: adulador (77), mal padre (78), corrupto (105, 156), mago y

    encantador (137) aludiendo aqu, sin duda, a su hechizo retrico, cobarde (163),

    enemigo del pueblo (168), hijo de brbara (171), sofista embaucador (16, 202), sin

    instruccin! ajpaivdeuto, como el grosero Anfisio (130). Pero sobre todos destaca el

    ser portador de mancha. Lo mismo que en el asunto de Anfisa, todo el nfasis de

    Esquines est puesto tambin ahora en el motivo religioso, sin entrar en el fondo

    poltico de la acusacin de Demstenes, a saber, que fue Esquines el que lanz a

    Filipo contra Grecia. Demstenes es un impo y un sacrlego que, entre otras muchas

    muestras de impiedad, se atrevi a enviar a los soldados a morir en Queronea pese a

    los presagios desfavorables (131). Otro de los pasajes ms logrados del discurso, laevocacin pattica de la suerte de Tebas, destruida por Alejandro, la culmina

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    Esquines precisamente con la alusin al carcter maldito de Demstenes (157): Pero

    ya que no asististeis en persona, con todo, contemplad con vuestra imaginacin sus

    desgracias, haceos a la idea de que veis una ciudad tomada, el derrumbe de sus

    muros, los incendios de las casas, mujeres y nios camino de la esclavitud, ancianos,

    ancianas que bien tarde desaprenden met amanqavnont a la libertad, llorando,

    suplicndoos, irritndose no contra los que los castigan, sino contra los culpables de

    ello, recomendndoos con ahnco que en modo alguno coronis a la plaga aliterion de

    Grecia, sino que os guardis del demonio y de la suerte que acompaan

    permanentemente a ese hombre. El trmino aliterionque traducimos porplaga es un

    trmino religioso de significado complejo: designa al hombre que ha ofendido a los

    dioses y pesa sobre l una maldicin que transmite por contagio a todo individuo con

    el que trata (Lpez Eire, 1980: 454, n.200). Demstenes se lo devuelve a Esquines

    (XVIII 159), pero las diferencias son evidentes. En Demstenes parece haber slo

    intencin poltica, en Esquines el contexto inmediato y el tono general del discurso,

    como vemos, no ofrece dudas sobre su intencionalidad religiosa.

    Participaba Esquines realmente de esos escrpulos religiosos, o se trata de

    una argucia retrica con objeto de excitar los nimos populares contra Demstenes en

    un momento tan difcil para Atenas? Dada la dedicacin de su madre a la iniciacin en

    algn tipo de misterios religiosos, pudiramos pensar en cierta sinceridad queretrotraera a Esquines a esquemas mentales que pareceran anticuados en su poca.

    En todo caso, su fracaso en el proceso hace pensar en una prueba ms de su

    superficialidad y oportunismo en el uso de sus facultades retricas. El discurso hace

    gala del legalismo y la dispersin y superficialidad caractersticas de Esquines. Su

    visin poltica (Kennedy 244s.), recuerda el punto de vista retrico que encontramos

    en Iscrates, a saber, que la expresin en el discurso debe estar determinada

    solamente por las exigencias de la ocasin. Probablemente Demstenes le reprocha

    con razn este tipo de concepcin retrica (XVIII 280). Decide hablar con vistas almomento concreto, sin reparar demasiado en su responsabilidad histrica y se pierde

    en la exuberancia de su propia verbosidad, como demuestra su discurso en Delfos.

    Quiz le llev a ello su xito de self-made man y la crudeza de su enemistad personal

    con Demstenes. Jebb, citado por Kennedy, expres un duro juicio sobre l: No es la

    tosquedad de su estilo, que aflora de vez en cuando, sino la vulgaridad de su alma lo

    que contrarresta el esplndido don de su elocuencia. Pese a la dureza de la crtica,

    que comparte con Blass, reconoce Jebb sus indudables mritos retricos, entre los

    que destacan sus magnficas narrationes, seguramente su principal contribucin a laoratoria griega.

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    4. Otros oradores ticos

    4. 1. Iseo

    Natural de Calcis, segn otros de Atenas, Iseo fue discpulo de Iscrates y se

    dedic a la logografa, como Lisias (de ah que se le compare frecuentemente con l),

    y a la enseanza de la retrica, siendo maestro de Demstenes, por lo que es ms

    conocido. La tradicin le atribuye sesenta y cuatro discursos, de los que nos han

    llegado slo once y algunos fragmentos, el ms extenso de los cuales se considera el

    duodcimo. Once de ellos versan sobre causas de testamentos, lo cual parece que

    era su especialidad, y uno, transmitido por Dionisio de Halicarnaso, es un litigio por

    prdida de ciudadana. Quiz esta especializacin tenga que ver con su condicin de

    meteco. Sus discursos se fechan entre el ao 390 y el 344 a. C.

    La oratoria de Iseo es considerada el triunfo de la tcnica. Su arte estaba tan

    especializado que no se arredraba ante cualquier caso hereditario por complicado que

    pareciese. Como buen loggrafo, sus propias opiniones no son nunca evidentes.

    Tampoco le interesa la moralidad del caso, nicamente la resolucin retrica o legal.

    Aprovecha, como los dems oradores, el hecho de que su discurso sera pronunciado

    una sola vez ante un jurado compuesto por ciudadanos en buena parte

    desconocedores de las, a menudo, grandes complejidades legales de las causas por

    testamentos. Era natural que los litigantes necesitasen los servicios de un loggrafo y

    de ah la autoridad que ofreca la especializacin de Iseo. Todo lo que se necesitaba

    era dar la impresin de una argumentacin impecable y lgica y claridad. De ah que la

    principal novedad de sus discursos radique en el especial relieve y originalidad que

    otorga precisamente a la argumentacin. Aunque no faltan, naturalmente, las dems

    partes del discurso, quedan subordinadas a esta (Jimnez Lpez: 15). Un buen

    ejemplo de su osada y refinada tcnica argumentativa se puede ver en su primerdiscurso Sobre la herencia de Clenimo. Este individuo, muerto sin descendencia, ha

    dejado un testamento en el que hace beneficiarios de su herencia a unos parientes

    que no son los ms prximos. Otros parientes ms allegados reclaman la herencia

    basndose en la preeminencia de la relacin sangunea sobre el testamento. La tarea

    de Iseo es defender a estos parientes e invalidar el testamento, que es totalmente

    legal, est bien documentado y que, incluso, ha sido depositado ante un magistrado.

    El mtodo general de Iseo consiste en demostrar que la relacin de Clenimo con los

    dos grupos de parientes cambi tras la redaccin del testamento, de modo que con eltiempo se hizo ms favorable a los parientes ms prximos. El problema es que,

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    aunque tal cambio hubiera tenido lugar, el testamento segua siendo vlido. Iseo

    mantiene, sin embargo, que no haber podido cambiarlo, dado el cambio de las

    circunstancias, sera algo irracional. Por lo tanto, o bien Clenimo intent cambiar su

    testamento y se vio impedido por los beneficiarios, en cuyo caso la justicia exige su

    anulacin, o si no, precisamente el haber querido modificarlo sin tener necesidad

    alguna, sera una prueba de que no estaba en sus cabales, en cuyo caso, el

    testamento resultara invlido. En medio de tal sutileza de argumentacin sofstica, es

    natural que recurra constantemente al argumento de lo eiks, symphron o dkaion, lo

    probable, conveniente o justo por encima de lo verdadero (Jimnez Lpez: 16).

    Veamos un pequeo ejemplo del discurso en cuestin. Siendo as que en absoluto se

    ha puesto hasta el momento en duda la autenticidad del testamento, con absoluta

    franqueza, en apoyo de su argumentacin a favor de la preeminencia de los lazos de

    sangre, que es lo que considera incuestionable, Iseo se atreve a sugerir que el

    testamento es una falsificacin (41s.): Porque la relacin de parentesco la conocis

    todos, y en esto no hay posibilidad de engao; en cambio, son muchos los que han

    presentado testamentos falsos: unos, testamentos inexistentes, otros, concebidos sin

    razn. En esta ocasin, nuestro parentesco e intimidad con Clenimo armas con las

    que luchamos-, los conocis todos vosotros; pero el testamento en el que se basan

    estos individuos para calumniarnos, ninguno de vosotros sabe si es vlido.

    (Traduccin de D. Jimnez Lpez).

    Tal artificiosidad no es, por cierto, extraordinaria, representa la tendencia

    general de Iseo. Parecidos ataques a la validez de los testamentos aparecen en los

    discursos cuarto, noveno y dcimo.

    Iseo, a quien se ha comparado frecuentemente con Lisias, no pudo o no quiso

    imitar su tcnica de la etopeya. Todos sus litigantes hacen gala de la misma intensa

    seriedad. Es el mejor medio de hacer efectiva su complicada argumentacin. No falta

    algn intento de provocar la emocin de los jueces. En el segundo discurso Sobre la

    herencia de Menecles insiste repetidamente en los horrores de la falta de hijos y en elhecho de que su oponente intente privarlo de uno (1, 7, 10, 11, 12, etc.), pero, como

    hemos visto, es en la argumentacin lgica en la que se desenvuelve con mayor

    soltura.

    4.2. Licurgo

    Perteneca a la aristocrtica familia de los Eteobtadas. Fue algo mayor que

    Demstenes y comparti su poltica de oposicin a las ambiciones de Filipo II. Tras la

    derrota de Queronea asumi la responsabilidad de las finanzas de Atenas durantedoce aos (338-326), ganndose una reputacin de honestidad que le dio amplios

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    poderes legislativos. Defensor a ultranza de las tradiciones de la patria, se preocup

    mucho de lograr mejoras en el arte teatral, haciendo que se fijara un ejemplar oficial

    del texto de los tres grandes trgicos. De los quince discursos que se le conocan en la

    Antigedad slo conservamos completo Contra Lecrates. Este prspero herrero

    ateniense se dej llevar por el pnico al conocer la derrota de Queronea y abandon

    Atenas con su familia y posesiones, yndose a establecer a Rodas, donde, segn

    Licurgo, propag falsas noticias sobre la derrota ateniense. Pas despus a Mgara,

    donde se dedic ilegalmente al comercio de grano. Posteriormente regres a Atenas,

    siendo acusado de traicin por Licurgo, que carga contra l con todo su patriotismo.

    Sin embargo su problema retrico es que no parece que existiera en el momento una

    ley que prohibiera su huida, y, por otro lado, el tiempo transcurrido, ya que el proceso

    tuvo lugar en el ao 330, haca dudar de que su decisin hubiese perjudicado de ese

    modo a la ciudad. La votacin arroj un empate, por lo que el acusado, como Orestes,

    fue absuelto. En el exordio (1-15) la fijacin de una base legal para la acusacin es

    sustituida por la hiprbole: el crimen es de tal calibre que no podra hallarse acusacin

    o castigo merecido (8). Este rasgo, la amplificacin auxesis, junto con la indignacin

    denosis caracterizan todo el discurso. Este sobresale tambin por su brillante

    narracin, no exenta de emocin, cuando relata la situacin de la ciudad a la llegada

    de la noticia de la derrota, para resaltar la traicin de Lecrates, donde podemos

    observar nuevamente muestras de su hiprbole (38-41): A tal punto lleg de traicin

    que, conforme a su decisin, los templos de los dioses se habran quedado desiertos,

    desiertos los puestos de guardia de las murallas, la ciudad y el pas habran quedado

    abandonados. Y, sin embargo, en aquellos das, quin no se habra apiadado de la

    ciudad, no ya un ciudadano, sino incluso un forastero que hubiese vivido en ella

    tiempo atrs? quin hubo entonces que odiase tanto al pueblo y a los atenienses que

    hubiese soportado verse a s mismo sin enrolarse en el ejrcito?... Las lneas que

    siguen, describiendo la consternacin de la poblacin, mujeres y ancianos, fueronimitadas por historiadores como Livio 22.7.7, y Salustio Cat. 31. Licurgo emplea

    tambin tpicos propios de la retrica epidctica, como cuando alaba a los cados en

    Queronea (46-51), as como de los ejemplos de los antepasados, como la severidad

    de Dracn (65). La grandiosidad de los antepasados, dentro de un estilo amplificado,

    ocupa el lugar de la argumentacin basada en las pruebas. Licurgo aade, adems, el

    recurso de las extensas citas de fragmentos poticos, en la estela de Esquines. La

    autoridad del poeta como gua moral se une aqu a su poder persuasorio: 55 versos

    del Erecteo de Eurpides, y fragmentos ms breves de Homero, Il. 15, 494-9, Tirteo y

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    Simnides. En resumen, una rica mezcla de oratoria epidctica y judicial, que deja un

    tanto que desear en lo que toca a unidad estructural.

    4. 3. Hiperides

    Nacido en Atenas hacia 389, es unos seis aos mayor que Demstenes. Milit

    con l la mayor parte de su vida en el partido antimacednico. En el ao 343 fue el

    acusador de Filcrates, el artfice de la paz del mismo nombre. Sorprendentemente,

    sin embargo, ambos se enfrentaron al final e Hiperides fue uno de los diez acusadores

    de Demstenes el ao 324 en el asunto de corrupcin por el dinero del tesorero de

    Alejandro, Hrpalo. Significativamente, sin embargo, tras la muerte de Alejandro,

    muri, como Demstenes, a manos de Antpatro, unos meses despus. Ninguno de

    los 52 discursos que conocan de l los antiguos ha llegado hasta nosotros por la va

    de la tradicin manuscrita, siendo Hiperides el nico de los diez oradores ticos que

    sufri esta fatalidad. Afortunadamente los papiros egipcios nos han proporcionado

    fragmentos de seis de ellos, uno casi completo, En defensa de Euxenipo. Uno solo

    pertenece al gnero epidctico, la Oracin fnebre, que pronunci el ao 323 en honor

    de los cados en la guerra Lamaca, ltimo intento ateniense de resistencia ante las

    tropas de Antpatro, tras la muerte de Alejandro, bajo el mando del estratego

    Lestenes. Compuso una docena de discursos deliberativos, que no hemos

    conservado. Todos los dems parecen haber sido discursos judiciales, algunos

    relacionados con la poltica contempornea, como el Contra Demstenes, y que

    atestiguan la dedicacin de Hiperides como loggrafo. Entre ellos se encuentran los

    que poseemos en fragmentos: En defensa de Licofrn, Contra Filpides (336), Contra

    Atengenes yEn defensa de Euxenipo.

    Los discursos de Hiperides son de alta calidad literaria. El autor del tratado De

    lo sublime (34.1)afirma que iguala a Demstenes en todas sus buenas cualidades,

    salvo en la disposicin de las palabras synthseos, siendo capaz por igual de suscitar

    la compasin y de narrar temas mitolgicos. Estaramos as ante uno de los oradores

    ticos ms literarios, cuyos discursos fueron ms ampliamente ledos que los de

    Antifonte y Andcides o incluso Iseo, como atestiguan los papiros egipcios. Sus

    discursos nos proporcionan tambin una interesante visin de la vida poltica de su

    tiempo y de los aspectos cotidianos de una poca especialmente agitada. Como

    loggrafo llama la atencin su falta de escrpulos al aceptar los casos o implicarse l

    mismo en el pleito. Hiperides personalmente acus o escribi discursos para la

    acusacin de cualquiera, incluidos sus antiguos amigos, con todo tipo de acusaciones.

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    Un buen ejemplo es el discurso Contra Demstenes, y los dos que escribi contra

    Aristgora, una de sus amantes, y que pudo pronunciar l mismo. Su ms famoso

    caso fue la defensa de la cortesana Frin por una acusacin de impiedad. Al final del

    mismo, ante el riesgo de condena, segn la tradicin, Hiperides apel a una prueba

    irregular, y descubri ante el jurado el pecho de su cliente. Al contemplar los jueces su

    belleza, fue absuelta (Ps. Plutarco Vidas de los diez oradores 849e). Para Kennedy

    (254s.), el inters principal de Hiperides era el retrico, no el legal. Esperaba publicar

    sus discursos y buscaba sin dudarlo ocasiones de lucimiento retrico, lo cual da idea

    de la evolucin a que la retrica haba llegado y la aceptacin de la misma por el

    pblico. El estado fragmentario en que poseemos sus discursos nos dificulta un juicio

    sobre l, pero parece haber dispuesto de una sorprendente naturalidad que aprovecha

    la ocasin para crear un efecto de improvisacin. Dos discursos, En defensa de

    Euxenipo y Contra Demstenes, comienzan con la poco convencional frmula: Pues

    bien, jueces, como yo le deca hace un momento a los que estaban sentados a mi

    lado, me sorprendoLa acusacin contra Demstenes es superior a la de Dinarco,

    pero no es especialmente brillante. Hiperides habl seguramente en tercer lugar y se

    centr ampliamente en la acusacin de corrupcin en el asunto del dinero de Hrpalo,

    aunque haciendo vagas alusiones a los consabidos sobornos anteriores (Col. XVII).

    No disponemos de la defensa de Demstenes, y el discurso de Hiperides est en

    estado fragmentario. Todo el asunto es muy confuso e Hiperides no aporta pruebas,

    dado que la incriminacin por el Arepago ya era considerada una prueba de

    culpabilidad, (Demstenes, imprudentemente, haba declarado que aceptara la pena

    de muerte si era hallado culpable de haber aceptado soborno en el informe previo del

    Arepago, como desgraciadamente ocurri). La cuestin era, pues, la pena. La

    acusacin de Hiperides puede responder simplemente a un intento de

    aprovechamiento de las dificultades polticas por las que atravesaba Demstenes.

    Este fue condenado a una fuerte multa de cincuenta talentos y encarcelado, pero no

    tard en fugarse de la crcel, aunque no tardara en caer en las manos de Antpatro.Inevitable el recuerdo y el contraste con la actitud de Scrates.

    4. 4. Dinarco

    Meteco de origen corintio, nacido ca. 361, Dinarco, de quien se dice que

    haba estudiado con Teofrasto y Demetrio de Falero, desarroll en Atenas una carrera

    de loggrafo. Los tres discursos que nos han llegado de l, Contra Demstenes,

    Contra Aristogitn, Contra Filocles, fueron escritos para clientes en el caso deapropiacin del dinero de Hrpalo, el ao 324. En los aos siguientes parece que fue

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    un loggrafo de xito (los antiguos le atribuan ms de 160 discursos, segn Dionisio

    de Halicarnaso).

    Dinarco ha sido, sin duda, el peor considerado de los oradores ticos, desde

    Dionisio de Halicarnaso: algunos decan que era Demstenes rstico ajvgroikovn t ine

    Dhmosqhvnhn ejvf asan ei jnai,Din. 8, hasta Kennedy (256), para quien carece en absoluto

    de originalidad, limitndose a ser un mero tcnico que acert a serles til a polticos y

    litigantes. De los tres discursos el ms importante es, sin duda, Contra Demstenes,

    escrito para un acusador desconocido que actu junto a Hiperides y otros ocho ms.

    Al tratarse de una deuterologa, carece de argumentacin y narracin, que se supone

    desarrollada por el primer orador. El segundo discurso no tiene ms funcin que

    insistir en la auxesisy el pthospara provocar la clera de los jueces y garantizar el

    veredicto. Dinarco saca el mximo partido de la poco afortunada propuesta antesaludida del propio Demstenes. Aunque se trataba, por tanto, de insistir en la pena, el

    discurso se extiende largamente en lo tocante a la plausibilidad del soborno de

    Demstenes, con lo que Dinarco no tiene empacho en retomar las acusaciones y

    argumentos de Esquines, bsicamente la identificacin de la mala fortuna de Atenas

    con la poltica de Demstenes. La cada y destruccin de Tebas es directa

    responsabilidad suya (18-27), as como la desastrosa poltica frente a Macedonia

    (28ss., 103s.). Adems de utilizar tpicos comunes a la retrica antigua: oposicin

    entre la conducta de Demstenes y otros grandes hombres del pasado: Arstides,

    Temstocles, o ms recientes, Conn, Ifcrates, o Timoteo, Dinarco no duda en utilizar

    pasajes de Iscrates, de Esquines, naturalmente, (vase, p.e. cmo agita de nuevo en

    77, despus de insistir machaconamente en el tema del soborno, el fantasma de

    Demstenes como laplaga de Grecia to;n th` JEllavdoajlithvrion), y, lo que resulta

    ms paradjico, del propio Demstenes. En 96 repite, casi palabra por palabra, crticas

    de Demstenes a Esquines en XVIII 311 y XIX 282. En cualquier caso, el discurso

    causa una fuerte impresin de desorganizacin, confirmando su carcter de

    deuterologa, un amasijo desestructurado de proclamas morales que, al tratarse de un

    discurso escrito por encargo, hace desconfiar al lector de la sinceridad patritica del

    autor, cosa que no ocurra en el caso de Esquines o Hiperides (Kennedy 256). En todo

    caso, s es un nuevo testimonio de la exacerbacin de los nimos polticos y los

    cambios de opinin del pueblo ateniense en medio de las trgicas circunstancias que a

    la ciudad le tocaba vivir.

    Los dos discursos restantes parecen estar incompletos y son

    considerablemente ms breves, si bien muestran la misma insistencia en el tono

    moral, sin entrar en el terreno de la argumentacin y la narracin. Los personajes

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    acusados son muy dispares, representando Aristogitn el tipo mismo de odiado

    sicofanta (haba acusado hasta nueve veces a Demstenes) y Filocles un hombre

    respetable del que Dinarco tiene que citar sus repetidos servicios al Estado como

    hiparco y estratego.

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    NOTA BIBLIOGRFICA

    Hacemos una breve relacin de las ediciones en las que se basan las traducciones

    dadas, que son nuestras, salvo que se haga constar lo contrario, y las obras a las que

    se hace referencia en el texto, as como los estudios accesibles en espaol.

    Ediciones:

    DINARCO: Discours. Texte tabli et annot par M. NOUHAUD, et traduit par L. DORS-

    MARY. Paris. Socit ddition Les Belles Lettres. 1990.

    AESCHINES: Orationes. Edidit M.R. DILTS. Stutgardiae et Lipsiae MCMXCVII.

    ESCHINE: Discours. I-II. Texte tabli et traduit par VICTOR MARTIN ET GUY DE

    BUD. Paris. Socit ddition Les Belles Lettres. 1973-1991.

    ESQUINES: Discursos. Cartas. Introduccin, traduccin y notas de JOS MIGUEL

    GARCA RUIZ. Ediciones Clsicas. Madrid. 2000.

    ESQUINES: Discursos. Testimonios y cartas. Introducciones, traduccin y notas de

    JOS MARA LUCAS DE DIOS. Ed. Gredos. Madrid. 2002.

    HIPRIDES: Discursos. Traduccin, Introduccin y notas de J.B. TORRES RUIZ.

    Instituto de Historia del Derecho. Universidad de Granada. 1973.

    HYPRIDE: Discours. Texte tabli et publi par GASTON COLIN. Paris. Socit

    ddition Les Belles Lettres. 2003.

    ISE. Discours. Texte tabli et traduit par P. ROUSSEL. Paris. Socit ddition Les

    Belles Lettres, 1960.

    ISEO: Discursos. Introduccin, traduccin y notas de M DOLORES JIMNEZ LPEZ.

    Biblioteca Clsica Gredos. Madrid, 1996.

    LYCURGUE: Contre Locrate. Fragments. Texte tabli et traduit par F. DURRBACH.

    Paris. Socit ddition Les Belles Lettres.

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    CORTS GABAUDAN, F.: La retrica en la asamblea ateniense, en F. Corts

    Gabaudan, G. Hinojo Andrs y A. Lpez Eire (Eds.): Actas del II Congreso

    Internacional. Salamanca. 1997, pp. 61-73.

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    GARCIA RUIZ, J. M.: Recursos de estilo en el orador Esquines, Tesis Doctoral,

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