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Hombres complejos y seores simples

Hombres complejos y seores simples. Reflexiones en torno a los modelos de organizacin social desde la arqueologa del valle de Ambato (Catamarca).

Pablo Jos Cruz

Resumen

El llamado valle de Ambato (Cuenca de Los Puestos-Catamarca) fue pensado como el seno de un proceso de complejizacin social que condujo al surgimiento de un sistema del tipo jefatura, marcado por un incremento de la desigualdad social, que sera en este caso de carcter hereditaria (J. Prez Golln, 1992). En este trabajo se pondrn en cuestionamiento los modelos de organizacin social propuestos para Ambato a la luz de los nuevos datos arqueolgicos como caso ejemplar para reflexionar acerca de los modos de organizacin social y jefatura en sociedades prehispnicas del NOA. Desde nuestra perspectiva entendemos que tanto el valle de Ambato como las sociedades "Aguada" vecinas posean un modo de organizacin social caracterizado por la heterarqua.

1. Evolucin y complejidad social, preludio sobre un problema de fondo.

Ya alejados de los modelos unilineales de evolucin, en nuestros das pareciera ser que son los postulados neoevolucionistas los que cuentan con el mayor consenso de la comunidad arqueolgica. Sin embargo, aun cuando el principio mismo del concepto de evolucin multilineal contradice toda tentativa de generalizacin, en la prctica pareciera ser que las premisas del modelo unilineal se perpetan si tomamos en cuenta la frecuente articulacin realizada entre el grado tecnolgico alcanzado por una sociedad y los esquemas tipolgicos por los cuales se presentan secuencialmente los diferentes estadios "evolutivos" : bandas, tribus, jefaturas y estados. El pasado prehispnico del NOA se organiz siguiendo al pie de la letra esta secuencia evolutiva. Cabe sealar aqu las limitaciones del uso de la tipologa en la esquematizacin de la evolucin social, sealado por Plog (1974, 1977) y ms tarde por Nielsen (1995), la cual dara como resultado una imagen de la evolucin social esttica, sin continuidad y sobre todo predecible; no un proceso dinmico y diverso.

A diferencia de las sociedades ms o menos igualitarias, como las bandas y las tribus, entendemos que las jefaturas se caracterizan por una desigualdad pronunciada de las personas y de los grupos que componen la sociedad (E. Service 1971:145). Las jefaturas se presentan generalmente como un incremento de la complejidad de la organizacin social, tanto en la produccin como en la densidad de la poblacin. Las jefaturas poseen funciones jerrquicas institucionalizadas bajo la figura del Jefe o del Seor en nuestro caso, quien tiene un control sobre el resto de la sociedad y sus producciones. Como fue pronunciado por Fried (1960, 1967) en las jefaturas existiran menos cargos jerrquicos que individuos susceptibles de ocuparlos. El acceso a la jerarqua no depende nicamente de las capacidades personales, del sexo o de la edad, sino que pueden ser hereditarias. Por su parte, Sahlins (1958) sostuvo que la complejidad de la organizacin de las jefaturas polinsicas era el resultado de la productividad y de un sistema de redistribucin. Fried (1960, 1967) y Service (1962, 1975) propusieron por su lado que una economa basada en la redistribucin de bienes sera una condicin necesaria al surgimiento de una jefatura. Desde esta perspectiva, las jefaturas son sociedades de redistribucin con una entidad central de coordinacin que acta en funcin de preservar y reproducir la integracin de la sociedad (E. Service 1982 : 144). Dentro de este marco, Earle (1978) remarc ciertos problemas sobre el concepto de redistribucin como elemento econmico esencial de las jefaturas. Por un lado demostr que los gestos considerados como indicadores de redistribucin eran en ocasiones reacciones cooperativas frente a las fluctuaciones ambientales. Por otro lado, su trabajo con las jefaturas de Hawai pusieron en evidencia que la redistribucin no era siempre el modo de cambio econmico dominante, sobre todo en el caso de las comunidades ms alejadas del centro del poder. La crtica sobre la pertinencia de la redistribucin como condicin sine qua none al surgimiento de jefaturas fue igualmente sealada por Peebles y Kus (1977).

Desafiando la imagen universalizadora y tipolgica de las jefaturas, desde hace algunos aos impulsado en cierta manera por el auge de la teora de las redes- se viene desarrollando el concepto de heterarqua en la explicacin alternativa sobre los procesos de complejizacin social de distintas partes del mundo (M. Becker, 2004; E. Brumfiel, 1995; C. Crumley, 1995; J. Levy, 1995; D. OReilly, 2000; D. Saitta y R. McGuire, 1998; entre otros). Es dentro de esta perspectiva que analizaremos el caso de Ambato. Nuestro concepto de heterarqua no se resume en la ausencia de jerarqua ni al principio de organizacin estructural donde la jerarqua podra variar puntualmente segn la localizacin de las decisiones. Sino mas bien, surge de la aplicacin de dos conceptos que pueden parecer prximos, el modelo rizomtico y el de gobernance. Tomamos la figura enmaraada del concepto-metfora del rizoma en tanto que un conjunto de redes unidas por relaciones autorreguladas, cuyo principio sera la cooperacin (como estrategia de optimizacin), que estaran conformando la estructura, la base, del funcionamiento de la sociedad. Por otro lado, el concepto de gobernance o "buen gobierno" se refiere al conjunto de sistemas de regulacin intencionales generados por una organizacin social dada que mantiene su viabilidad interactuando con a) numerosas otras organizaciones sociales, b) instituciones y c) con el medio (B. Jessop, 1995, 1997, 1998). A su vez, siguiendo a Jessop, podemos ver que la heterarqua, comprende tanto las redes interpersonales que se auto organizan, la coordinacin negociada entre las instituciones y la direccin descentrada entre sistemas en la que media el contexto, todas estas conectadas estructuralmente, de manera rizomtica, a causa de su interdependencia recproca (B. Jessop, 1995). Finalmente, el modelo heterrquico no niega en todos los casos la existencia de relaciones de orden jerrquico ms o menos institucionalizadas, sino mas bien, la institucionalizacin de una jerarqua.

2. Y lo esencial puede ser invisible a los ojos.

Como lo habamos anunciado lneas atrs, la ocupacin Aguada del valle de Ambato fue considerada por los arquelogos como la culminacin de una sociedad estratificada del tipo jefatura (J. Prez Golln, 1992; A. Gonzlez, 1998). En acuerdo con los modelos ms conocidos para una jefatura, el control social y el poder poltico descansaran sobre una jerarqua de carcter hereditaria centralizada en la figura de un seor (J. Prez Golln, 1992). Ahora bien, teniendo este modelo como algo resuelto, la cuestin del proceso de complejizacin social se situ al centro de la mayora de los proyectos de investigacin sobre el fenmeno Aguada. En efecto, pareciera ser que el objetivo perseguido no fue ms tratar de poner en evidencia el "modo de organizacin social", sino mas bien el "proceso" que marcara el pasaje entre una sociedad poco estratificada a una jefatura. En la regin Valliserrana, el valle de Ambato y el Campo del Pucar se disputan el centro gensico de ese proceso (J. Prez Golln, 1992; A. Laguens y M. Bonnin, 1996; V. Nuez Regueiro, 1999). No obstante, los datos recogidos en el campo, as como la exgesis bibliogrfica y documentaria realizada en nuestra investigacin nos condujeron a resultados sensiblemente diferentes de los actuales modelos propuestos para Aguada. Estas diferencias no radican en el hecho si la regin fue ocupada por una sociedad compleja algo que nadie discutira-, sino en las particularidades de la organizacin social de sus antiguos habitantes.

Con el fin de estructurar mejor nuestras propuestas, en un primer paso expondremos algunos comentarios sobre los actuales modelos propuestos para Aguada resaltando nicamente los elementos relacionados con la problemtica de la organizacin social. Ms all de los puntos tericos especficos que sern tratados, nuestra crtica gravita principalmente en el recurso parcial de la deduccin como herramienta metodolgica a detrimento de una mayor atencin al dato de campo. El hecho de encuadrarse a toda costa a la resolucin de las hiptesis puede conducir a inevitables distorsiones en la lectura del registro, condicionando la cultura material a responder sus propias preguntas. En otras palabras, si nuestras investigaciones apuntan a encontrar los representantes locales de jefaturas universales, y ponemos a disposicin todos los medios metodolgicos y tericos, es muy probable que las encontremos. Por otro lado, podemos ver que la historia de la arqueologa argentina, sobre todo aquella concerniente al NOA, estuvo fuertemente condicionada por una multiplicidad de parmetros polticos, econmicos, sociales y tericos, as como por una cierta voluntad inconsciente de encontrar la monumentalidad -o la transcedentalidad simblica como variante- como soporte material en la construccin identitaria de la nacin (P. Cruz, 2004). Nos interrogamos entonces sobre la base fctica sobre la cual los investigadores se fundamentaron para inferir los modelos de organizacin social propuestos para Aguada y en particular para Ambato. Para ello, pondremos en examen ciertos criterios que figuran entre los ms claros indicadores de un sistema social estratificado del tipo jefatura tal cual se presenta en la literatura. Estos criterios son: (a) la centralizacin del poder poltico, (b) la centralizacin de la religin, (c) la diferencia estratificada en el tratamiento funerario, (d) la diferencia jerrquica en el hbitat, (e) el acceso diferenciado y desigual a los bienes, y (f) la centralizacin y maximizacin de la produccin.

3. Templos y Centros ceremoniales. La centralizacin de los poderes polticos y religiosos.

Uno de los indicadores materiales ms explcitos de un poder poltico o religioso centralizado es la presencia de construcciones destinadas a una funcin poltico-administrativa, una funcin ceremonial, una funcin religiosa, o las tres al mismo tiempo. Para estar de acuerdo con el principio de centralidad, estas construcciones deben constituir el centro de la vida social y en consecuencia estar rodeadas de una periferia y expresar una cierta "monumentalidad". No usamos aqu el trmino de monumentalidad como sinnimo de grandeza sino como expresin de rememoracin y de permanencia (B. Allsopp, 1977 : 7). En resumen, esta situacin se sintetiza en el juego de palabra de Panerai et al. (1999 : 16) Le centre est donc, le lieu exclusif de la centralit. Por principio, este tipo de construcciones serian concebidas para perdurar activamente en el tiempo y en la memoria de los hombres.

La construccin de centros ceremoniales en los Andes parece haber comenzado en los principios del Perodo Formativo, donde se destaca el sitio de Real Alto en Ecuador. Para el perodo Precermico Final peruano se destacan los sitios de La Aldas y El Paraso, seguidos cronolgicamente por sitios como Kotosh, Kunturhuasi y Sechn y ms tarde por el famoso Chavn de Huantar. Durante el Horizonte Medio se asiste a una multiplicacin de centros ceremoniales en todas las sociedades de los Andes Centrales y Centro Sud. Entre los ms conocidos figuran los numerosos templos Moche, los centros ceremoniales Wari en los Andes Centrales y Tiwanaku en la regin circumlacustre. En los perodos ms recientes, retenemos entre numerosos otros ejemplos las 11 ciudadelas dinsticas de Chan-Chan, el centro ceremonial y orculo de Pachacamac en la costa peruana y por supuesto, todos los centros administrativos y ceremoniales, locales y extra-locales, construidos por los Incas. Numerosos otros ejemplos podran completar esta lista, sin referirse a los centros ceremoniales mesoamericanos, cuyas extensiones y monumentalidad sobrepasan largamente los criterios de identificacin. En todos los casos citados, las caractersticas distribucionales y arquitectnicas sugieren que se trata de verdaderos centros, senos del poder poltico y religioso.

Regresemos ahora al valle de Ambato y a la regin Valliserrana donde la mayora de los arquelogos concernidos identificaron varios centros ceremoniales para perodos agro-alfareros. Los casos ms conocidos son los sitios Iglesia de los Indios y Bordo de los Indios en Ambato (J. Prez Golln, 1992), Choya 68 en el valle de Catamarca (A. Gonzlez, 1998), El Mollar en Tucumn (A. Gonzlez y Nuez Regueiro, 1960) y los sitios Alamito en el Campo del Pucar (V. Nuez Regueiro, 1970, 1971). La magnitud en la construccin intelectual de estos "centros ceremoniales" fue tan elevada que condujo, en muchos casos, a postularlos como el apogeo de la monumentalidad prehispnica en el NOA.

"El gran sitio ceremonial de La Rinconada, junto con El Mollar en Taf y el recientemente comenzado a excavar en Choya 68 (Capayn), creemos que son los ms importantes de toda la historia arqueolgica del N. O. Argentino" (A. Gonzlez, 1998: 40).

Mas all de la crtica al modelo difusionista defendido por Gonzlez, o, a la relatividad del concepto de monumentalidad, este tipo de interpretacin pone en evidencia la continuidad y la persistencia, desde los primeros trabajos de Lafone Quevedo , en buscar todos los caminos posibles a fn de integrar el fenmeno Aguada dentro de una indiferenciada cosmovisin y religin andina. Sin detenernos sobre algunas definiciones -muchas de ellas tautolgicas- sobre estos sitios, podemos constatar que ninguno de los mismos presentan las caractersticas distribucionales, arquitectnicas y estructurales que permitan presentarlos como centros ceremoniales, an dejando de lado la presencia de una cierta monumentalidad como parmetro categrico exclusivo. En efecto, parece evidente que en esta regin, el principio mismo de centralidad no se manifiesta.

En el caso del valle de Ambato, las ltimas prospecciones permitieron registrar nueve sitios "complejos", adems de los ya conocidos Iglesia de los Indios, Bordo de los Indios y Piedras Blancas (P. Cruz, 2003, 2004). Si bien no existe an una cronologa absoluta de todos estos sitios, tanto la tafonoma como la cultura material nos deja pensar en una relativa concomitancia de los mismos. Mas bien al contrario, de validarse la contemporaneidad de estos sitios, los mismos marcaran una clara descentralizacin, pero estamos aun lejos de corroborarlo. En otro orden de reflexin, podramos preguntarnos la validez de los criterios empleados (superficie, arquitectura, materiales) en la identificacin de la categora de "centro ceremonial". Cierto, un centro ceremonial no tiene que estar forzadamente asociado con la monumentalidad. No obstante, y probablemente a excepcin de los sitios Alamito, existe una certera jerarquizacin en el tamao de los sitios Aguada, en particular aquellos del valle de Ambato y Catamarca. En estas regiones, cohabitan toda una variedad de sitios, desde pequeas unidades domsticas que no superan los 100 m2 hasta sitios complejos de una superficie muy vasta, que como en el caso del sitio que registramos en 2002 sobre la rivera del Huaomil (111) supera las 9 hectreas. Lo que resulta interesante, es que esta jerarquizacin en el uso del espacio parece no ser anloga con la cultura material presente en los sitios. Las excavaciones llevadas a cabo en el valle de Ambato deja mas bien ver, a grandes rasgos, una cierta similitud de la cultura material hallada tanto en los "sitios complejos" como en las unidades residenciales de dimensiones acotadas (P. Cruz, 2004).

Hasta dnde la evidencia de Ambato nos permite pensar en centros ceremoniales, cuando comienzan a aparecer los sitios complejos, el primero, luego un segundo (y hasta aqu todava tenemos recursos interpretativos apelando a la nocin de dualidad andina) , y que pasa con el tercero, el cuarto, y as sucesivamente... Seguramente podemos otorgar el beneficio de la duda apoyndonos en los confusos problemas cronolgicos, en tanto componentes de una sucesin diacrnica, cabe la posibilidad que de a uno por vez o apareados hayan jugado el rol prefijado en las interpretaciones. Pero como explicar el bajo inters por afinar la resolucin de estas dificultades?

En cuanto a la centralizacin de la religin y ms all del desconocimiento de construcciones religiosas en la regin, pareciera que persiste una cierta confusin en los diferentes trabajos sobre Aguada al presentar, de manera concomitante, una religin centralizada con prcticas rituales descentralizadas como ser el chamanismo. Por otro lado, para algunos arquelogos que trabajan en Ambato (J. Prez Golln, 1992; Prez Golln y A. Laguens, 2001) los supuestos vnculos entre espacios religiosos y espacios de poder poltico se (con)funden dentro de una misma esfera ideolgica. Los centros ceremoniales se vuelven as templos donde una casta sacerdotal dictara las normas y las pautas de la existencia comn.

Un ltimo aspecto, en particular sobre los montculos de estos sitios ceremoniales, est dado por afirmaciones implcitas referentes a la monumentalidad. En un alusivo discurso en pos de la trascendentalidad, recordemos que parte de estos montculos fueron considerados por varios autores como "pirmides" (A. Gonzlez, 1998 ; Prez Golln, 1992 ; I. Gordillo, 1990, 1992). Ms all de lo objetable que pueda resultar el empleo del propio trmino "pirmide" en la designacin de este tipo de estructuras, que en el caso de la Iglesia de los Indios apenas supera los 2 m de altura, creemos que no han quedado perfectamente aclarados aspectos atinentes a cules seran las dimensiones mnimas que trazan la diferencia entre basureros, montculos y pirmides.

A la instancia de los casos precedentes, entendemos que hasta el presente ningn elemento material ni representacin iconogrfica parece dar cuenta de una religin centralizada o de la existencia de una casta sacerdotal. Contrariamente, numerosos son los elementos materiales de Ambato que sugieren prcticas rituales descentralizadas como las pipas cermicas, los silbatos en huesos de aves, la presencia de restos seos humanos o los objetos cargados de una iconografa invadida por lo simblico (P. Cruz, 2004). Es importante sealar que estos elementos fueron hallados de manera indistinta en la mayora de los sitios excavados en Ambato (cf. sitios Martnez II, Martnez IV, Piedras Blancas, Iglesia de los Indios) y en los sitios de habitacin de regiones vecinas (cf. Alamito, valle de Catamarca, Hualfn y Laguna Blanca, entre otros).

4. El poder en la religin y el imaginario trascendental.

Desde los comienzos de las investigaciones sobre Aguada la iconografa fue "la plataforma" predilecta en la construccin de una cierta trascendentalidad religiosa. Los anlisis de la iconografa Aguada fueron llevados a cabo indistintamente sobre todos sus soportes: la cermica, los metales, la escultura y las pinturas y grabados rupestres. Si en un comienzo la bsqueda de temticas "trascendentales" formaba parte de una visin romntica del pasado, con el tiempo se transform en una metodologa. Uno de los problemas presentes en el tratamiento de la iconografa Aguada surge cuando el nombre o denominacin dada a un tipo de representacin o personaje se confunde con el significado posible del mismo. Entre los casos problemticos se distinguen el tratamiento dado a las representaciones llamadas desde un principio como el sacrificador. Y es en este punto del tratamiento iconogrfico donde la ecuacin real, no real y mundo-otro se vuelve peligrosa ya que pone en juego tanto la fragilidad en la lectura del dato arqueolgico, como las intenciones, concientes o inconscientes, que se ocultan detrs y que condicionan la interpretacin. Es ms, el caso de las figuras antropomorfas deja expuesto la escalada categrica de la interpretacin donde se pasa linealmente de la figura del guerrero a la del chamn, del chamn a la del sacrificador y de este a la "divinidad", ltimo peldao del panten iconogrfico. Significativamente, estas transformaciones estn secuencialmente ligadas con la evolucin de los conocimientos sobre Aguada y las oscilaciones de los centros de inters en la pluma de los investigadores. En efecto, no resulta lo mismo estudiar una "cultura" que representan a sus guerreros o a sus chamanes, es decir a hombres, que una que representa a sus dioses.

Si en numerosas culturas centro-andinas y mesoamericanas, la presencia de prcticas sacrificiales; asegurada por especialistas rituales, fue comprobada, no existe hasta la actualidad ninguna prueba sustancial, ni siquiera ningn indicio que permita pensar en la existencia de tales prcticas en Aguada. El cuchillo del sacrificador o la iconografa explcita an no han sido hallados. Por ms tajante que resulte esta afirmacin, no queremos negar con ella la posible existencia de prcticas sacrificiales en sociedades Aguada, sino nicamente sealar que hasta el momento estamos muy lejos de poder corroborarlo, incluso de pensar, en la existencia de las mismas a travs del registro arqueolgico. Creemos que la obstinada bsqueda de estos ritos se inscriben dentro de una misma lgica interpretativa que condiciona la lectura del registro arqueolgico al encuentro de la centralizacin, limitando la identificacin de otras posibles prcticas rituales y otros posibles personajes. Recordemos, que lo que se ve en la iconografa cermica son solo motivos antropomorfos, representaciones inspiradas de la realidad o de un espacio mtico, que pueden poseer instrumentos como hachas y lanzaderas, o representaciones de cabezas suspendidas. Entonces se podra igualmente pensar en personajes y prcticas ms relacionadas con los atributos de las propias representaciones, por ejemplo, si armas (hachas y lanzaderas) entonces guerreros, si hombres con cabezas suspendidas entonces cabezas trofeos. Cabra preguntarnos entonces, si la marcada negacin de este tipo de prcticas en las interpretaciones de la iconografa Aguada, que de hecho muestran muy regularmente hombres sosteniendo cabezas humanas, no est en relacin con el hecho de que, la mayor parte del corpus etnogrfico atinente a tales prcticas es referido a sociedades tribales o que poseen una estructura social no muy jerarquizada, lo que evidentemente se opondra a los modelos sociales propuestos para Aguada.

Otro de los ejemplos ms notorios de una lectura orientada y condicionada se muestra en el tratamiento dado a las placas metlicas, objetos que por una recurrente presencia de felinos son asociados con una narrativa Aguada (A. Gonzlez, 1992; J. Prez Golln, 1986). Considerados por los arquelogos como uno de los atributos ms emblemticos del poder seorial, recordemos que estas placas aparecieron en diversos puntos geogrficos del sud andino, como el NOA, el Beni (Bolivia) o el mismo Cuzco (Per), lo que condujo a ver en ellos la prueba material de la expansin de una ideologa panandina durante el Periodo Medio. Uno de los problemas que presentan estas interpretaciones es que, casi la totalidad de las placas o pectorales conocidos fueron hallados fuera de un contexto cultural y cronolgico certero, a excepcin de la placa rectangular del Cuzco hallado en contexto Inca. Sin embargo, el problema de fondo no reside en la imposibilidad de poder afiliar estos materiales con algn perodo o cultura determinada sino en las interpretaciones que desencadenaron los mismos. Por ejemplo, el trabajo de Prez Golln (1986) sobre religiosidad andina, basado en la analoga existente entre la descripcin del Coricancha hecha por Garcilazo de la Vega y las figuras que expone el disco Lafone Quevedo, le sirvi para postular que el panten religioso Aguada estaba centralizado en el culto al Punchao -el sol de la maana- como durante el incario. Es decir, como base para la argumentacin de la existencia de un panten panandino en el Periodo Medio, se parti de la descripcin histrica realizada por un cronista sobre un templo Inca, para interpretar un objeto proveniente de una regin alejada y desprovista de informacin contextual, pero pensado como mucho ms antiguo.

Por otro lado, habamos visto al principio que para muchos arquelogos, Aguada se integrara dentro de una ideologa andina aportando bienes de prestigio como los metales y simblicos o rituales como el cebil. De este modo se construy idealmente el escenario de caravanas transportando este producto "sagrado" desde los yungas meridionales hacia los altos centros culturales, en particular San Pedro de Atacama, por medio de una sugestiva "ruta de los dioses". Sin embargo, recordemos aqu que el cebil, vilca o jtax, una de las variedades de Anadenathera sp., es una planta cuyo hbitat acompaa las selvas de altura, desde Colombia hasta la regin Valliserrana. A diferencia de los metales, se trata de un recurso a ms que abundante, accesible y de imposible control de acceso. En efecto, un solo un rbol de cebil producira suficiente cantidad de sustancia narctica como para abastecer el consumo para una importante cantidad de personas. Siendo el cebil una especie invasora en los ecotonos mesotermales de la regin Valliserrana, rboles de esta especie se pueden ver hoy en da incluso en los valles de Catamarca, Pacln y Ambato. Con esto queremos decir, que a nuestro ente nder este narctico no debi constituir en el pasado un recurso escaso y menos an pasible de control por grupo alguno, y por ende, difcilmente pudo llegar a constituirse en un medio de integracin ideolgica regional o macro-regional.

5. El poder despus de la muerte.

Siguiendo esta lista de criterios de identificacin de una jefatura, encontramos la diferenciacin jerrquica en el tratamiento funerario. Recordemos que las prcticas funerarias son consideradas por los arquelogos como marcadores privilegiados de la jerarqua social de los difuntos o de su posicin idealizada- as como de la estructura social (W. Goodenough, 1965; A. Saxe, 1970; J. Brown, 1971; L. Binford, 1972 ; J. Tainter 1978 ; R. Chapman y K. Randsborg, 1981; J. OShea, 1984, entre otros). En un sistema de jefatura, hereditaria o no, deberamos esperar a que el lugar del Seor o del Jefe se encuentre materialmente expuesto en su tratamiento funerario. En efecto, tal como lo seala McGuire (1983) existira una relacin entre la existencia de tumbas jerarquizadas y una sociedad caracterizada por una dbil heterogeneidad y gran desigualdad social. En Amrica andina, son probablemente las fabulosas tumbas mochica (C. Donnan y C. Mackey, 1979; C. Donnan y J. Castillo, 1994), entre ellas la clebre tumba del Seor de Sipn (W. Alva, 1990) que exponen de la mejor manera una sociedad desigualmente estratificada. Aparte los casos citados, tumbas de personajes jerarquizados se encontraron en toda la regin andina. Sin embargo, hasta nuestros das, ninguna tumba seorial ni sepultura muy jerarquizada fue hallada sobre el territorio ocupado por grupos Aguada, an a pesar de los numerosos investigadores que consagraron sus vidas a su bsqueda. Por supuesto, es todava posible que esta notoria ausencia sea fruto del azar. Pero considerando las miles de sepulturas Aguada excavadas desde el comienzo de las investigaciones, como las necrpolis trabajadas por V. Weisser, as como la prctica histrica del saqueo de sitios en la regin, es poco probable que este tipo de estructura, donde podramos sospechar una cierta monumentalidad, sea todava desconocida. Pero por otro lado, ms all de la existencia o no de tumbas seoriales, cuestin que no sabramos responder, tanto las necrpolis como las tumbas aisladas que fueron excavadas exponen una cierta homogeneidad en el tratamiento funerario recibido y en los objetos depositados en las mismas.

6. Ricos y famosos o la desigualdad en la posesin de bienes.

A esta lista de criterios se suma las desigualdades en el acceso y posesin de bienes materiales. En efecto, la posibilidad de acceder a bienes materiales de prestigio o de lujo figuran entre los atributos ms caractersticos de las clases dominantes (K. Marx, 1906). En una jefatura clsica, debera existir una diferenciacin clara ente los objetos pertenecientes a la lite y aquellos pertenecientes a estratos sociales inferiores. Sin embargo, contrariando este modelo, podemos observar que no existen prcticamente diferencias entre los objetos originarios de los diferentes sitios excavados en Ambato. Por otra parte, la cultura material de Ambato se caracteriza particularmente por la riqueza narrativa de su iconografa cermica que presenta toda una serie de personajes antropomorfos, los cuales en algunos casos fueron interpretados como la imagen de personajes jerarquizados. Sin embargo, es necesario aclarar, en la ausencia de escritura o de fuentes etnohistricas, nuestros lmites en la interpretacin de esos personajes y la imposibilidad de descifrar si se trata de representaciones del mundo real, o bien de representaciones ideales sin correspondencia con un personaje particular. Solamente podemos sealar, en el caso de los sitios Aguada de Ambato, que no existe una relacin entre un cierto tipo de sitio o de espacio y una iconografa particular.

Las construcciones arquitectnicas forman parte sin duda de la cultura material y se integran en un sistema de comunicacin no verbal donde el espacio fsico comunica atributos de rango y poder, as como otros aspectos de la identidad social (R. Blanton 1995 : 8). Los edificios son en funcin de sus caractersticas estructurales y arquitectnicas (tamao y visibilidad de las construcciones) especialmente adecuados para la expresin del poder poniendo en evidencia el capital econmico, cultural o simblico de aquellos que lo poseen o que lo utilizan (B. Trigger, 1990; A. Nielsen, 1995: 55). El capital simblico (prestigio, honor, notoriedad) es utilizado por el reconocimiento social de la jerarqua y constituye una de las ms importantes formas de acumulacin de las sociedades estratificadas (P. Bourdieu, 1977: 179). A. Nielsen (1995) propuso a partir del estudio del hbitat una lista de atributos necesarios para la puesta en evidencia de una relacin de poder asimtrica en la sociedad. Estos atributos son, la capacidad, la accesibilidad, las propiedades visuales, la segmentacin, la diferenciacin funcional, la localizacin y concentracin y la resistencia. Los sitios de habitacin registrados en Ambato exponen netas diferencias entre ellos tanto en su capacidad como en su accesibilidad y segmentacin. Igualmente, algunos sitios complejos se destacan levemente en el paisaje "hoy en da" por la presencia de estructuras monticulares. Contrariamente, los criterios de localizacin y concentracin parecen estar ausentes del registro arqueolgico de Ambato. Por un lado, ningn sitio de habitacin de Ambato presenta un emplazamiento notorio, ni central ni perifrico. Por otro lado, el modo de establecimiento de los sitios de habitacin refleja un patrn disperso, sin presencia de conglomerados constructivos caractersticos de perodos ms recientes. Como lo seala Nielsen (1995 : 59), una poblacin dispersa, no circunscripta a un espacio limitado, presenta importantes dificultades de control.

7. La centralizacin de la produccin.

Finalizando esta lista llegamos al modo de organizacin de la produccin. En una jefatura clsica, la produccin est normalmente emplazada bajo el control de la jerarqua que asegura el almacenamiento, la distribucin y el intercambio. La necesidad de generar excedentes productivos, eje en la legitimacin del poder, marca una tendencia hacia la maximizacin de la produccin agrcola. Esta se manifiesta en una mayor homogeneidad de la produccin y por el desarrollo tecnolgico, sobre todo en lo que respecta a los sistemas de irrigacin. Desde esta perspectiva, la agricultura a temporal o a secano, poco rentable, es mejorada por la irrigacin. La maestra del sistema hidrulico se convierte de esta manera en un punto estratgico en el control de la produccin de lo cual se deduce que la planificacin y construccin de canales y las prcticas de distribucin en una jefatura estaran normalmente en las manos de la lite poltica.

Nuestras investigaciones en Ambato nos permitieron observar que la agricultura articul superficies a secano con superficies agrcolas irrigadas dentro de un sistema regido por un principio de rentabilidad dentro de una lgica "campesina" de minimizacin del riesgo por la diversidad tecnolgica (P. Cruz, 2003, 2004). Por otro lado, la diversidad de superficies agrcolas, sin contar los espacios reservados a la recoleccin, evoca una alta heterogeneidad de la produccin contraria a los efectos de la maximizacin. En fin, ningn elemento deja pensar en una decisin centralizada en la construccin de los canales de irrigacin. La morfologa de los canales registrados en Ambato deja ver la poca inversin en fuerza de trabajo en su construccin y la localizacin de los mismos parece estar en relacin con la localizacin de las fuentes de agua y relieve ms que con una intencin productiva. Siguiendo a Criado Boado, (1993), el modo de ocupacin y produccin del valle de Ambato reflejara una relacin de baja dominacin con el medio. Este tipo de relacin sera caracterstica de las sociedades agrcolas que no poseen una estructura social muy estratificada como por ejemplo las sociedades neolticas europeas.

En resumen, hemos visto que un gran nmero de criterios necesarios en la puesta en evidencia de las jefaturas estn ausentes en la arqueologa de Ambato y, de manera general de los territorios Aguada. Sin embargo, muchos son los elementos que denotan que los antiguos habitantes del valle posean una compleja organizacin social. Esta se materializa en el importante aumento demogrfico que condujo en un momento de su historia a una multiplicacin de los sitios de habitacin, en el desarrollo de la produccin agrcola, en una cierta estandardizacin de la produccin cermica y en el surgimiento de nuevas modalidades discursivas en la iconografa. No obstante, este amplio proceso de complejizacin no es necesariamente un proceso que condujo hacia una intensificacin de las desigualdades sociales. Cierto, el estado embrionario de las investigaciones deja una puerta abierta a cambios radicales en el futuro prximo. Sin embargo, es posible que la respuesta a este dilema se encuentre en una incomprensin del concepto de complejidad. En efecto, si nos alejamos un momento de los marcos tipolgicos clsicos y universales, donde un sistema social poco complejo, tribal o de rango, se continua obligatoriamente de un crecimiento de la desigualdad social (M. Shalins, 1958; M. Fried, 1960; K. Flannery, 1972;E. Service, 1982), podemos proyectarnos hacia otros posibles modelos explicativos.

La cultura material de Ambato parece dar cuenta de una alta heterogeneidad de la sociedad. Los sitios de hbitat simples cohabitan con los sitios complejos sin presentar por lo tanto diferencias jerrquicas en la cultura material. Ninguna diferenciacin fue puesta en evidencia en la distribucin de los objetos incluso de aquellos que iconogrficamente pueden estar asociados con las esferas superestructurales de la sociedad. Se suma a estos criterios una fuerte diversificacin de la produccin con un fuerte potencial de autarqua. En resumen, todos los elementos parecen indicar una gran heterogeneidad de la cultura material as como una baja desigualdad en su acceso. En otros trminos, el registro arqueolgico de Ambato no da cuenta de una reparticin muy estratificada del poder.

8. El otro lado del espejo. Comentarios sobre la arqueologa del valle de Ambato.

Las investigaciones realizadas muestran que el llamado valle de Ambato acogi una importante ocupacin durante el llamado Perodo de Integracin Regional. Esta se manifiesta en la fuerte presencia de sitios de habitacin, recintos y estructuras agrcolas presentes en toda la cuenca del ro Los Puestos. Tanto la cultura material, la morfologa, la arquitectura que los procesos tafonmicos puestos en evidencia sugieren una relativa concomitancia de los sitios registrados. Esta ocupacin est marcada en Ambato por el desarrollo y florecimiento de las tradiciones Aguada. De manera significativa, la presencia de vestigios asociados a perodos anteriores est muy escasamente representada. En cuanto al Perodo de Integracin Regional, si las prospecciones nos permitieron encontrar algunas lgicas sobre la ocupacin de la cuenca, queda todava a elucidar la secuencia cronolgica de esta ocupacin, an si todo parece indicar una relativa concomitancia de los sitios de habitacin. Sin embargo, es posible afirmar que la ocupacin Aguada del valle de Ambato se manifiesta de manera abrupta, ella se pone en evidencia como un fenmeno ya formatizado, sin exponer una transicin significativa con las ocupaciones precedentes. No obstante, estamos lejos an de poder afirmar si se trata de un proceso interno o el resultado de un aporte externo.

En cuanto a la interpretacin social del modo de ocupacin, entre los datos ms significativos, se destaca el registro de nueve nuevos sitios complejos que conducen a reformular la categora de centro ceremonial propuesta para sitios como la Iglesia de los Indios y Bordo de los Indios. En efecto, el modo de establecimiento de la cuenca de Los Puestos no refleja una centralidad poltica o religiosa. Es por otro lado interesante sealar que las evidentes diferencias existentes entre las unidades residenciales simples y los sitios complejos no se traducen al resto de la cultura material. Las excavaciones, sondeos y recolecciones superficiales realizadas hasta la fecha, sugieren una sorprendente homogeneidad de la cultura material, en particular la cermica. Las diferencias entre las unidades residenciales simples y sitios complejos no estaran forzadamente dando cuenta de diferencias de orden jerrquico sino que probablemente nos estn indicando funciones diferentes o, porque no, momentos diferentes.

En otra escala del anlisis, las excavaciones realizadas al interior de los sitios de habitacin muestran bien la smosis existente entre los diferentes contextos (domstico, de produccin artesanal y ritual) presentes en la vida de sus antiguos habitantes. Las estructuras y materiales exhumados en el Recinto Alto del sitio Piedras Blancas muestran bien como un mismo espacio puede estar investido, de manera indiferenciada, por numerosas actividades, todas ellas atravesadas por el discurso ideolgico y asociadas con la reproduccin del grupo y del cosmos. Esta misma situacin se presenta en el tratamiento iconogrfico presente en la cultura material, en particular, en la cermica. En nuestros trabajos, pudimos observar que el discurso iconogrfico de Ambato puede ser descompuesto en varios estratos, cada uno cargado de significacin. Por un lado, la iconografa expone una imagen del mundo real o imaginario, invadida por un simbolismo que parece estar asociado siempre a las manifestaciones de poder, que estaran cristalizadas en las representaciones del jaguar. Los diferentes tipos de representaciones del jaguar, as como las representaciones antropomorfas felinizadas sugieren una doble naturaleza del poder: el poder en "si" y el poder "sobre" (P. Cruz, 2002, 2004). Por otro lado, la dialctica existente entre las representaciones del jaguar y aquellas llamadas "draconianas" parecen estar asociadas a un discurso identitario donde Ambato podra estar sealando su filiacin tanto con un universo andino como con las tierras bajas del Chaco. En otra escala de la reflexin, resulta muy significativo que el discurso iconogrfico invade todos los contextos al interior de los sitios, sugiriendo as su rol como soporte ideolgico de importancia.

Actualmente no existen suficientes elementos que permitan interpretar la religin de los antiguos habitantes de Ambato. Sin embargo, algunos de ellos, dejan pensar que la misma no estaba centralizada. Esta deduccin se basa tanto en la ausencia de construcciones religiosas jerarquizadas y evidentes, as como en una iconografa invadida de una multiplicidad de personajes, reales o imaginarios no lo sabemos an-, que no se presentan jerarquizados. Otros elementos, como las estructuras y objetos rituales hallados al interior de los sitios parecen privilegiar una prctica religiosa descentralizada, probablemente prxima en su forma al chamanismo conocido para las bajas tierras de Sudamrica.

La articulacin del conjunto de los datos recogidos nos permiti formular algunas hiptesis relativas al modo de organizacin social de los antiguos habitantes de la cuenca y ponerlas en perspectiva con los modelos actuales de cambio social para la regin Valliserana. Los vestigios arqueolgicos de Ambato rinden cuenta de una gran heterogeneidad de la sociedad donde unidades residenciales simples coexisten con sitios complejos sin poner en evidencia una centralizacin del poder poltico. La produccin cermica se destaca igualmente por su diversidad en formas y por la riqueza narrativa de su decoracin, y pone en manifiesto una cierta especializacin artesanal. Se suma a estos criterios una fuerte diversificacin de la produccin agrcola con un marcado potencial de autarqua. Todos los elementos parecen estar indicando entonces una gran heterogeneidad de la cultura material y en la explotacin de los recursos y una baja desigualdad en el acceso a los mismos. Desde nuestra perspectiva, nos parece ms adecuado caracterizar las sociedades que poblaron la regin Valliserrana como sociedades heterrquicas. Si bien a la hora actual de las investigaciones nos resulta difcil poder sumergirnos en las particularidades de la organizacin social de Ambato, tal como lo hemos tratado entendemos que el modelo heterrquico propuesto se adapta bien con el registro arqueolgico de Ambato. Sin embargo no queda muy claro la existencia concomitante de sitios de habitacin complejos y simples. Pero desde este enfoque, esta relativa concomitancia puede explicarse como un proceso en las cuales las "redes" sociales, cuyos lazos (parentesco, alianzas), an no podemos definirlos, se van materializando paulatinamente concentrndose dentro de un mismo espacio y conformando estos sitios complejos. Si bien podemos encontrar en estas organizaciones casi corporativas el origen de tensiones sociales, no significa por lo tanto que las mismas hayan desembocado en un momento, o en otro, en el establecimiento de una jerarqua. Tal como lo expresamos anteriormente, el conflicto permanente y la negociacin- puede ser vista como un mecanismo para evitar la emergencia de las nuevas lites. Por otro lado, el hecho que, como Ambato, los diferentes grupos Aguada de la regin ocuparon territorios mas bien limitados y manifestando una cierta autarqua nos podra estar indicando, adems de la inexistencia de programas expansivos, la escala reducida necesaria para el mantenimiento de este modelo. De acuerdo con el modelo planteado por Nielsen (2005), es posible que con el correr del tiempo, este modelo social haya desembocado en sociedades corporativas que ocuparon territorios considerablemente ms extensos, pero que sin embargo, se muestran alejadas igualmente de la figura del Seoro en su sentido clsico.

Esta lectura de la arqueologa del Ambato busca contribuir al debate actual, poniendo en evidencia un proceso de complejizacin social que desembocara, entre otros aspectos, en una relacin original entre los hombres, el medio y el cosmos, basado en una cierta interaccin, y no sobre la dominacin. Una de las explicaciones posibles de esta situacin radicara en la omnipresencia de un discurso iconogrfico cargado de simbolismo que invade todos los espacios del cotidiano. Sobrepasando la voluntad de los hombres, la ideologa se manifiesta de esta manera como un regulador social y til homeosttico.

Esta comunicacin no busca criticar el trabajo de los numerosos arquelogos que trabajaron sobre la problemtica Aguada, ni tampoco ponderar nuestras interpretaciones que estn de hecho sujetas al error como toda interpretacin. Buscamos ms bien sealar las fallas metodolgicas al tratar de aplicar teoras, en este caso al servicio de la puesta en evidencia de un sistema de organizacin social del tipo jefatura, en vez de utilizar las particularidades del caso para, precisamente, para pensar en modelos que contribuyan al debate de la arqueologa. Es posible que detrs de Aguada se encuentren todava otro y otros mundos diferentes al conocido

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Doctor en Arqueologa. Universidad de Paris I Panthon Sorbonne. ASUR Antroplogos del Surandino. HYPERLINK "mailto:[email protected]" [email protected]

Ante la ausencia de la mencin de otros sitios semejantes, cabe recordar que, aunque represente solo un detalle, significativamente los tres sitios fueron excavados por este mismo autor.

Tomemos por ejemplo la definicin vertida por Tartusi y Nuez Regueiro. "Entendemos como "estructura ceremonial" toda estructura, simple, como puede ser un montculo, o compleja, como pueden ser los "complejos de plataformas en forma de U" (Moseley, 1982) cuyas caractersticas y elementos asociados permitan inferir que su finalidad ha sido de carcter ceremonial. Por consiguiente consideramos como "estructuras ceremoniales" al montculo de El Mollar, a las plataformas y montculo mayor de los sitios de Alamito, y a las pirmides de "Bordo de los Indios" e "Iglesia de los Indios" del valle de Ambato." (M. Tartusi y V. Nez Regueiro, 1993 : 5. Este ejemplo representa claramente el grado de empantanamiento en el que se encuentra el problema, ya que se recurre al propio trmino ceremonial- que pretende ser definido, emplendolo como herramienta para introducir un salto explicativo con valor veritativo. Evidencia y argumento de la evidencia al mismo tiempo, para estos autores un centro ceremonial, sea simple o complejo, es ceremonial por el simple hecho que poseen testimonios de prcticas ceremoniales. Pero cules fueron esas prcticas y cules son sus testimonios materiales, los predicados de estas prcticas? Y ms an, en el caso de Alamito, dnde la estructura del asentamiento y la arquitectura de los sitios son tan homogneas (aqu el empleo del concepto de patrn en tanto regularizacin de las formas y diseos podra resultar categrico), permite pensar -como infieren los autores- que estos sitios, cuyo nmero se eleva a varias decenas, eran todos centros ceremoniales?

Sitio 111 Huaomil, 258, 256, 230, 140, 130, 126, 135 y 099.

"No hay dudas, que la Iglesia de los Indios, estudiada por Gonzlez (1983) y por Gordillo (1990), estuvo dedicada a complejas ceremonias religiosas. No solamente su estructura piramidal, sino tambin las otras construcciones que la acompaan, hacen que el conjunto se presente como imponente con relacin a los dems restos arquitectnicos del valle. Lo mismo podemos decir del Bordo de los Indios en la localidad de Los Talas que, pese al saqueo a que fue sometido, puede ser identificado como una edificacin especial. No sabemos si uno y otro templo estuvieron en funcionamiento al mismo tiempo o, si por el contrario, uno sucedi al otro; tampoco tenemos pruebas ni indicios de posibles jerarquas entre ellos o si su disposicin obedece a la existencia de mitades, organizacin tpica de los andes" (J. Prez Golln, 1992:160. El subrayado no consta en el original).

En el fondo del valle, y sobre la margen izquierda del ro, se construyeron dos complejos arquitectnicos de carcter ceremonial: uno, cercano a la localidad de Los Talas, se lo conoce con el nombre de Bordo de los Indios; el otro, situado 8 km. ms al sur del anterior, es la Iglesia de los Indios en el paraje de La Rinconada. No hay duda de que quienes planearon la construccin de estos complejos ceremoniales, buscaban darle al conjunto un aire de monumentalidad e imponencia para que fueran una marca indeleble en el paisaje (J. Prez Golln, 2000).

"Las actividades econmicas y rituales se desarrollaron tambin a escala comunal, marcndose una diferenciacin entre las esferas privadas y pblicas. En la esfera pblica, dicho montculo fue lugar de prcticas religiosas y sacrificios humanos, apoyado por su excelente acstica y avalado por los hallazgos de partes esquelatarias humanas descuartizadas y quemadas dentro del montculo piramidal. Estos sacrificios, junto con la prctica del cercenamiento de cabezas y su uso como trofeo, quedaron representados en la cermica negra incisa, probablemente una cermica de circulacin y uso restringido" (J. Prez Golln y A. Laguens, 2001).

En nuestro caso, y como lo hicimos en el pasado, la postura tomada, antes que lo puramente terico, se concreta en la posicin analtica de una obra que en estos momentos (1990) imprime el Instituto Alemn de Arqueologa sobre Las placas metlicas de los Andes del Sur Contribucin al estudio sobre las religiones precolombinas. All exponemos extensamente la necesidad de incorporar al quehacer del antroplogo el anlisis interpretativo del simbolismo iconogrfico de sus materiales: no intentar conocer el uso, funcin, gnesis y significado de nuestros especimenes arqueolgicos ms representativos, como el disco Lafone Quevedo y afines, es tan grave y deprimente como intentar una interpretacin basada en la fantasa. Por lo tanto, all proponemos antes que nada un mtodo que sirva a los fines que dicho estudio se propone, los resultados podrn ser juzgados cuando la obra aparezca. En cuanto a la teora antropolgica general, estamos preparando un extenso trabajo sobre el papel de los smbolos en los mecanismos que creemos nutren el proceso evolutivo de la cultura (A. Gonzlez, 1992: 106).

La procuracin y preservacin de crneos humanos es un fenmeno observado y documentado en innumerables sociedades de los 5 continentes. Los estudios etnogrficos realizados en pueblos con prcticas de cabezas trofeo -tanto en Amrica del Sur, frica o en Oceana- permitieron constatar que la bsqueda y conservacin de los crneos forman parte de numerosos tipos de prcticas: desde un culto a la reliquias de los ancestros, la toma de trofeos corporales a grupos exteriores o como vehculo identitario mediante la posesin de la identidad del "otro" (como el caso de las tsantsas de los shuares, achuares y aguarunas).

En cuanto al disco Lafone Quevedo, todo apunta a que el mismo sea originario de sitio Inca de Andalgal; remitimos a los lectores a consultar los cuadernos del propio Lafone Quevedo, donde el autor se refiere al modo de obtencin de dicho objeto.

"Poca duda cabe de que la imagen del uturuncu o jaguar estaba estrechamente vinculada con el Punchao y el espacio sagrado de la isla del Titicaca. Antes habamos afirmado que el jaguar en llamas era la metfora del sol, y ahora podemos situarlo en el amplio campo ideolgico del desarrollo de la desigualdad social hereditaria". (J. Prez Golln, 2000 : 240).

"El valle de Ambato se halla en el borde occidental de la zona natural de produccin del cebil, zona probablemente bajo su control o de un grupo aliado. El control de un recurso sagrado y altamente codiciado pudo haber contribuido al crecimiento poltico de Ambato y extendido su poder e influencia ideolgica ms all de sus fronteras en un amplio sector del Sur del NOA. All, las comunidades locales crearon su propia expresin del culto felnico-solar, reprodujeron formas de organizacin similares y entablaron relaciones econmicas y sociales asimtricas con Ambato" (J. Prez Golln y A. Laguens, 2001: 83). Lo subrayado no corresponde al autor).