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421Eran varias decenas de gigantescos tambores, ocultos en alguna parte, cuyos mazos batían los parches sin cesar. Los prisioneros, por parejas, caminaban entre dos filas de nativos, que parecían estar en trance. Tenían los ojos muy abiertos y se comportaban mecánicamente, como estatuas animadas de un mínimo de vida.Se acercaron a la pirámide y vieron unas escaleras. Subieron lentamente. Había una especie de altar, sobre el que se veía un gran cuchillo de obsidiana. Al llegar a aquella plataforma, retrocedieron.En el centro había un enorme agujero, del que salían vapores constantemente. Al asomarse, vieron abajo, a enorme profundidad, un líquido rojo que hervía sin cesar, con sordos gorgoteos. Una especie de volcán domesticado…

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422—¿Qué ha sido eso? —exclamó Florence Mac Donnell.—Pues... unas carcajadas, ¿no? —apuntó Bottome.—¿De quién? ¿Ha quedado alguien en el teatro, Herbert?—No —negó el propietario—. Se han ido todos. Y desde luego no creo que...—¡JA, JA, JA, JAAAAJAAAA...! —Sonaron de nuevo las fortísimas carcajadas.—Evidentemente —dijo Spencer—, hay alguien en el teatro. Y parece que es un poco... bromista.—A mí no me lo parece —se estremeció George Clough—. Son unas carcajadas siniestras. Siniestras, sí.—Vamos, no diga tonterías —refunfuñó Tremaine—. Tiene que ser algún bromista estúpido, eso es todo. O algún chiflado que ha esperado a ver vacío el teatro para subir al escenario a sentirse actor. Ocurrió una cosa así hace un par de años, en Manchester.—Bueno —gruñó Kimball—, sea quien sea se las va a ver conmigo. En mi teatro no consiento estupideces, así que...—¡SALID TODOS, CERDOS! —Tronó ahora la voz—. ¡SALID, QUE LA FUNCIÓN VA A EMPEZAR! ¡JA, JA, JAAAAJAAAA, JA...!

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423Apenas éste hubo puesto sus manos sobre el uniforme oscuro del empleado del tren, sucedió lo demás.De nuevo un alarido ronco y angustiado brotó de alguna parte del vagón coincidiendo con el formidable centelleo de una chispa eléctrica que, sin duda, cayó sobre el propio convoy.Este tembló violentamente, mientras restallaba el trueno espantosamente, dentro del vagón, destrozándose los cristales de ventanillas y puertas, zarandeando a todos ellos con violencia, hasta golpear los asientos y paredes, en confuso montón, y extinguiéndose toda la luz del convoy, que quedó sumido en una oscuridad total, absoluta.Pero antes de extinguirse las luces, en el instante preciso en que el relámpago y el estallido del trueno coincidían en su impacto sobre el tren, sus ojos alucinados contemplaron la más espantosa e increíble visión que un ser humano en su sano juicio hubiese podido imaginar jamás.¡A la luz cárdena del relámpago y de la última claridad eléctrica existente en el vagón, estuvo totalmente seguro de haber visto el rostro anguloso del interventor, convertido en la descarnada faz de una calavera!

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424Lo más divertido era lo del aceite hirviendo.Bueno, había perversiones de toda clase, naturalmente, empezando por las sexuales, en las que le hacía sufrir de un modo en verdad atroz, y aquellas otras en que las torturas llegaban a límites insoportables, como por ejemplo, cuando le iba serrando los dedos de las manos uno a uno...Pero no.No.Lo que más la divertía era lo del aceite hirviendo. Tenía algo muy especial aquello del aceite, y, analizándolo, había llegado a la conclusión de que bien podía ser debido al olor.El olor a carne frita.¡Era maravilloso!

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425—¿Quiere decir que hay fantasmas? —rezongó Aldo, irónico.—No, no creo que haya fantasmas, pero sí unas fuerzas especiales, que confluyen o emanan de este lugar, ese extremo no está precisado. No me pregunte qué es exactamente lo que sucede porque han ocurrido muchos hechos a lo largo de la historia y no sé por qué, pero sí estoy convencido de que este lugar es mágico.—¿Y maligno? —preguntó ahora Laura Berner.—Bueno, se cuenta que han habido sucesos de sangre. Yo no quiero pensar en ello y ahora —miró a la paciente— la señora Ambross es una médium que gozó de justa fama, una médium sincera y no falsa, como tantas y tantas otras hay por el mundo que sólo tratan de sacar el dinero a los incautos.—Es una paciente —le atajó Laura.—Una paciente, sí, pero con extraordinarias condiciones de médium…

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426—¡Bebe!—No, no...—¡Bebe! —le exigió de nuevo.—No... No puedo... —jadeó ella.—Estabas loca por él, ¿no? —la increpó furiosamente— Sin él no podías vivir... Pues anda, bebe lo que ahora queda de él... Hazlo, aún está caliente, pasará fácilmente por tu garganta.—No, no... —y el espanto la agarrotaba de un modo despiadado.—Si te niegas —le advirtió— te mataré. Si quieres conservar la vida, has de obedecer... Esta es tu penitencia... Bebe esta sangre, hasta la última gota...—No, no... —gimió ella—. No puedo hacerlo...Agrandó los ojos, aterrorizada, despavorida, al ver que su padre cogía una horca. Al ver que la cogía con gesto furioso, iracundo. Hubiera querido gritar. No pudo.—Bebe o te mato... —le oyó amenazar por última vez.—¡No! ¡No! —gritó su madre.Su padre no se lo hizo repetir. La había advertido ya. Agarró fuerte la horca por su mango de madera y tras coger impulso incrustó sus púas en el desnudo cuerpo de la mujer…

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427«Os ruego hagáis inscribir este epitafio en mi tumba. Es el último favor que os pediré en esta vida.»El texto es éste:

»Rezad por Abigail. Rezad, malditos bastardos. Rezad por ella, si aún la recordáis. Rezad por ella, si nada hicisteis en su favor.»Rezad por ella, y que Dios no os lo premie ni os escuche.

»Gracias. Sé que haréis grabar esto en mi lápida. Es mi último deseo. Y, por favor, que nadie venga a visitar mi tumba. Que nadie rece por mí, si realmente me amó.«Después de todo, los que no podemos morir, siempre volvemos para vengarnos de aquellos que no nos amaron en vida.»

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428Van Sbräna sonrió.—Con eso no conseguirás nada —dijo, desdeñoso.—Ahora lo veremos —respondió Medora.Y apretó el gatillo. La detonación sonó como un latigazo. Los ojos de Van Sbräna expresaron una inmensa sorpresa. Medora sonreía.—Era una bala de plata —dijo.Entonces, las rodillas del hombre se doblaron. Mientras caía, su rostro se transformó en una horrible máscara demoníaca. Soltó el cigarro y alargó las manos, como garras de una bestia maligna, pero ya no tenía fuerzas. Los ojos se le cerraron, emitió un espantoso ronquido y se desplomó al suelo, girando mientras concluía la caída. Y ya no se movió más.—¿Policía? Acabo de matar a un hombre... Colgó el aparato y fue hasta un sillón, en donde se sentó para esperar la llegada de la policía.

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429Yo soy jefe del D.I.S. en Nueva York. Usted uno de los agentes. Y nos limitamos a obedecer. Lo demás no importa. Le he propuesto para una misión, Corey. Por considerarle el hombre más adecuado. Una misión un tanto... especial.—Todas las del D.I.S. lo son.—Correcto, aunque ésta... Oiga, Corey. ¿Usted cree en monstruos, vampiros y demás?William Corey interrumpió el iniciado ademán de llevarse el cigarrillo a los labios.Ahora sus ojos se posaron inquisitivos en Novak.—No estoy borracho, Corey —sonrió Andrew Novak, leyendo el pensamiento de su interlocutor—. Responda a la pregunta.—No creo en nada de eso.Novak sonrió más abiertamente.—Perfecto. Es sin duda el hombre adecuado. Al no creer en monstruos y vampiros dudo que les tenga miedo. Su misión va a ser ésa, Corey. Cazar a unos monstruos capitaneados por un vampiro…

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430La caja tocó fondo.La fosa era profunda, terriblemente profunda. Veía la abertura superior como un rectángulo pequeño y casi negro, un poco menos negro que las paredes que la rodeaban.El interior de la fosa se iluminó, arriba comenzaron a arder antorchas alrededor de la tumba. Era como si ya hubiera descendido a los mismos infiernos cuando algo difuso cayó desde lo alto. Como un enjambre de maléficos insectos, pero no, era algo aún más terrible... Era tierra, tierra que golpeó el cristal con un golpe seco y sordo.La tierra se esparció sobre ella, luego otra palada y otra, otra... El cristal comenzó a quedar cubierto.Los ojos despavoridos y terriblemente abiertos de la joven vieron como las llamas de las anteriores antorchas desaparecían. La negrura más siniestra la envolvió.—Dios mío, Dios mío, ayúdame, ayúdame...

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431—No seas ilusa —resonó de nuevo la voz estremeciéndola—. Sólo estás prolongando tu agonía. De un modo u otro, tienes que morir. Ven y deja que acabe contigo como hice con las otras. Tengo que hacerlo, ¿comprendes? ¿Acaso prefieres quedarte aquí abajo para siempre, y que él te devore? Yo te ofrezco algo mucho mejor: una muerte lo bastante rápida, y luego te llevaré arriba, y te dejaré en la carretera, para que te recojan... Vendrán a buscarte los tuyos, y te enterrarán en el bonito panteón familiar, o quizá te incineren y te tiren al mar... ¿No es mejor esto que ser comida viva?

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432El terror es algo etéreo, algo que nunca hemos llegado a palpar con la yema de los dedos. Algo que al sentirlo tan cerca y tan dentro de nosotros nos ha hecho estremecer, nos ha movido al impulso de sacudidas epilépticas, ha obligado a nuestras gargantas a proferir gritos, alaridos o aullidos infranaturales...Y de este terror vamos a hablar, si...Juntos tú y yo, cogidos de esa mano imaginaria que nos une, de esa mano que se llama letras, papel impreso, vamos a introducirnos en la vida y la mente de dos mujeres horriblemente torturadas..., de dos mujeres unidas por el espectral vínculo de la guillotina, de dos mujeres a las que han llamado brujas..., de dos mujeres que aman y odian al mismo tiempo, que quieren morir y dar muerte..., de dos mujeres cuya vida no ha sido más que una vorágine en la que, como un torbellino de rabia, se han sucedido escenas terribles, extrañas, diabólicas...De dos mujeres que... han jurado volver desde el más allá.

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433Era un árbol hermoso, de hojas pequeñas de un tono verderrojizo, ligeras, suaves, que se movían al menor vestigio de viento.¡Qué precioso era «Phillip»! Largas ramas, delgadas, como tiernas, que colgaban suavemente... sí, como largos tentáculos de un pulpo gigante. El amigo que se lo había traído de Filipinas le había dicho que tuviera cuidado con él, porque era de una especie que se comía a los indígenas...¡Lo que se habían reído con la broma!Porque... ¿qué otra cosa podía ser sino una broma? A decir verdad, «Phillip» ni siquiera quería comer moscas, mosquitos, cucarachas, gusanos y toda la variedad de insectos que ella tantas veces le ofrecía, pinchados en una de sus agujas de hacer punto. Parecía talmente que «Phillip» no comía nada. Es decir, que era un simple vegetal que vivía de la tierra, alimentándose con sus raíces. Pero ella quería creer que era carnívoro.Oh, tenía que ser carnívoro, porque era tan hermoso…

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434Se preguntó si había soñado aquella visita, el encargo del siniestro «Estudio en Negro» e incluso su opípara cena y sus numerosas jarras de cerveza en el pub. La resaca que le invadía y la presencia de un montón de billetes sobre la mesa, le confirmaron que no era así. No era un sueño. Alguien le había pagado cien libras por un cuadro donde tenía que verse al propio cliente dentro de un féretro, en una cámara ardiente. Una mujer hermosa, joven y aristocrática, deseaba un extraño encargo llamado «Estudio en Negro».Brian se incorporó, lavándose en agua fría para recuperarse e iniciar el trabajo en las mejores condiciones posibles. No le gustaba el encargo. Pero lo había aceptado y debía terminarlo…

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435Los golpes sonaban bajo la alfombra. Intrigado, levantó la alfombra por un pico. Entonces, inesperadamente, se alzó una trampilla y alguien apareció en la abertura. Había luz en aquel hueco, una luz entre rojiza y anaranjada, con vapores que se movían lentamente, formando volutas que se enroscaban continuamente sobre sí mismas. El hombre tenía un aspecto singular.Parecía relativamente joven y llevaba bigote y barbita en punta, y estaba desnudo, al menos, de la cintura para arriba. En la frente y a ambos lados, tenía unas pequeñas protuberancias puntiagudas y con la mano izquierda sujetaba un tridente de aguzadas puntas.«Debe de tratarse de un bromista, que se ha disfrazado de demonio», pensó.—Hola —sonrió—. ¿Puedo ayudarte en algo?—Sí —contestó el sujeto—. Mira a ver si encuentras al que ha organizado todo esto y dile que deje de hacer ruido. ¡Así no hay forma de trabajar!—¿Por qué no sales y lo solicitas tú mismo, Syphartix?—No puedo, Hugo.—¿Por qué?—No puedo, porque soy un demonio…

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436—La llave está muy bien escondida, para que el juego no acabe demasiado pronto y resulte mucho más interesante. Pero sé que uno de ustedes acabará dando con ella. Por sus propios medios, ¿eh? —¿No puede darnos ninguna pista, señor O’Brien?—Lo siento, señorita Desmond, pero no es posible. Al señor Jenner le hubiera encantado explicarles personalmente todo esto, pero hoy tiene un mal día y no ha podido levantarse de la cama. Espero que mañana se encuentre un poco mejor y pueda bajar a conocerles a todos. No saben cómo lo desea.—Nosotros también estamos deseando conocer al señor Jenner, para darle las gracias —aseguró Kevin Morris—. ¿No es cierto, muchachos?Lejos estaban todos ellos de sospechar que la búsqueda de la llave del cofrecillo, un juego aparentemente inocente y divertido, iba a resultar horriblemente trágico.Los seis herederos eran seis cadáveres en potencia.

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437Un fuerte olor a flores le produjo mareo cuando ya padecía los dolores periódicos del parto.—¿Dónde estoy? Esto no es la clínica... No me gusta este lugar. No me gustan aquellas velas, no me gusta tantas flores. ¡Aaaayy!Comenzó a sonar una música de órgano. Era fuerte y lúgubre al mismo tiempo y su volumen era tan alto que penetró hasta lo más hondo de su cerebro.Quiso protestar, pero la lengua comenzó a trabársele. Perdió el sentido y se sumergió en una pesadilla infernal. Los llantos de una criatura se tornaron alaridos espeluznantes arropados por carcajadas diabólicas, mientras una sombra que no era humana se debatía en medio de rojos y verdes oscuros.Agnes tenía la impresión de que se hundía, de que era devorada por una ciénaga de aguas fétidas e hirvientes que la quemaban mientras columnas de vapor hediondo la envolvían…

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438La más siniestra obra literaria de un ser viviente llegó a mi poder.Porque ese documento escalofriante lo formaban, ni más ni menos, que las memorias de un monstruo.Un monstruo como yo jamás había pensado que existiera en este mundo. Un ser que convirtió mi existencia en una pesadilla. Y que, aun ahora, transcurrido el tiempo, me hace evocar aquellos momentos con un estremecimiento de espanto infinito.Todo comenzó aquella tarde lúgubre, nubosa y con fuerte cierzo helado barriendo las calles nevadas de Londres, en cuyas aceras la nieve helada y sucia se apilaba, conviniendo el empedrado en una resbaladiza y peligrosa pista para los escasos transeúntes que por ella se aventuraban...Entonces el destino me hizo dar el primer paso hacia mi encuentro con el monstruo...

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439Así, pues, el corte incisivo del bisturí se limitó a eso, a hacer desaparecer ambos párpados. Alzando éstos con unas pinzas, la tarea resultó brevísima. Pero faltaba algo por hacer. Por lo que las enfermeras abrieron la boca del paciente y quedaron sujetándole la mandíbula para que no la cerrara.—Cuando quiera, doctor —dijo una de las enfermeras, la que llevaba más la iniciativa. El cirujano buscó entre el instrumental, eligiendo algo muy parecido a un garfio. Lo cogió, e instantes después había clavado el garfio en la lengua del paciente. Hecho esto, estiró con fuerza hacia fuera. La lengua quedó colgando.Entonces intervino de nuevo el bisturí, efectuando un corte rápido, total y absoluto. La lengua había quedado amputada.—Ya está —dijo el doctor. Y añadió—. Cuando vuelva en sí que se encuentre con los demás. No en la jaula —aclaró— con los otros...

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440Apostaron a que no podría aguantar toda una noche enterrado en un nicho del cementerio. Lo que no imaginaban era que el "enterrado" fabricaba una coartada para asesinar a su esposa…Pero si analiza todo este asunto, se verá que cada cual se llevará una pequeña lección bien merecida. Espero que, con ésta novela, aprendan todos que no es nada divertido jugar con espíritus, ni con muertos Francamente, se de muchos juegos más divertidos que los de cementerio…

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441—Tomen asiento, señores. Tengo buenas noticias para ustedes.Los viejos avanzaron con paso tembloroso y se sentaron en los amplios sofás del despacho.—El tónico ya está preparado. Esta noche iniciaremos una nueva etapa del tratamiento.—¿Cuánto durará esta vez?—Al menos cinco años o quizá diez.—La vez pasada usted dijo lo mismo y apenas duró diez meses.—Durante diez meses usted vivió como un joven de cuarenta años. Pudo disfrutar de las mujeres, hacer deportes, comer y beber cuanto quiso, salir de juerga con sus amigos. ¿Qué más quiere?—Hemos pagado diez millones de dólares —protestó otro de los ancianos.—¡Diez millones de dólares a cambio de recuperar la juventud! Ni todo el oro del mundo puede pagar lo que yo les he dado. Usted, Lorac, tiene ochenta y siete años. Dentro de un mes, cuando acabe el tratamiento será un hombre de treinta y ocho o cuarenta. Y todos ustedes igual.

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442Capitaneadas por el mismísimo Satanás que las convirtió en sus discípulas preferidas. Sembrando el terror en la comarca. Cuando el pueblo, acosado por tanto horror y muerte, logró exterminarlas las hizo decapitar. Ellas juraron que volverían y serían las dueñas de Woodsville. Los hombres buenos de Woodsville elevaron una súplica para que las fuerzas del Averno no salieran triunfantes y nadie rescatara jamás a las brujas. Conjuraron una maldición contra quien se atreviera a despertar el eterno sueño de las brujas de Woodsville.«El pueblo de Woodsville ha vencido a las brujas y al infernal Gran Maestre Rojo. Que jamás mano humana los rescate de las profundidades del mar. Que jamás sus cabezas salgan de las entrañas de la tierra.»

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443 —¡Waske! ¡Dathon Waske! Sal un momento, quiero hablar contigo...—¡Ven tú, diablos, quienquiera que seas! Hace una noche de perros y no tengo ganas de atrapar una pulmonía, conversando a la intemperie.De pronto, una forma confusa se movió en la oscuridad. Avanzaba lentamente y, en un par de segundos más, se hizo visible.Waske ahogó un grito de terror. Todos los presentes se sintieron espantados.De súbito, aquel ser bajó su mano derecha con terrible potencia. Se oyó un horrendo chasquido. Waske dio un tremendo salto hacia atrás y cayó de espaldas, con el cráneo abierto por el fenomenal puñetazo.Luego, el gigantesco individuo dio media vuelta y, lentamente, sin mostrar ninguna prisa, se perdió en las tinieblas, en medio del viento y de la lluvia que no cesaban un solo momento.—Dios, ¿será cierto que el gigante ha revivido?

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444La muchacha vio que en la puerta de hierro que cerraba aquel alto muro había un rótulo que decía:

BIENVENIDOS AL INFIERNO

Al mirar mejor se dio cuenta de que la puerta de hierro se hallaba entreabierta. Por allí debía haber salido Mason, unos instantes después de proferir aquellos horribles gritos.Por nada del mundo se hubiera atrevido a aventurarse a través de esa puerta. Ni por todo el oro del mundo. No pudo seguir pensando. La puerta de hierro de goznes oxidados se abrió.Se abrió chirriando, y se dejaron ver tres sujetos encapuchados.—Queremos que entres... Que entres y veas lo que hay tras el muro.

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445—¿Falta mucho? —inquirió.—Estamos acabando —respondió él.Transcurrieron algunos minutos. Desconectó la bomba. Luego quitó, sucesivamente, las dos agujas que estaban introducidas en las venas de ella. Desinfectó los pinchazos y los cubrió con unas tiras de cinta adhesiva estéril. La chica se incorporó sobre un codo.—Parece como si hubiera resucitado...Miró a la otra mujer, que yacía inmóvil sobre la mesa. —¿Cómo está ella?Él emitió una maldición en voz baja.—¿Qué has dicho? —insistió.—¿Cómo diablos quieres que esté, después de haberle sacado casi cuatro litros de sangre? —respondió malhumoradamente—. ¡Ha muerto!Ella soltó una carcajada de júbilo.—¡Pero yo estoy viva!

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446Era terrible y grotesco que pudiese sonreír sabiendo que horas antes habían tirado el cadáver de Leonard a un pantano, envuelto en una manta, con cuerdas, con lastre...—Diga —inquirió.—¿Y las flores? —preguntó una voz susurrante de hombre.—¿Qué? —se desconcertó Connie.—Las flores —insistió aquella voz lejanamente familiar—. Las flores, Connie... No olvidéis llevarme flores a mi tumba.Clic.Habían colgado.Connie no acertó a moverse. Todavía no podía dar crédito a sus oídos, pero, lentamente, mientras, Henry la contemplaba con inquieta expresión, la verdad fue penetrando en su cerebro: aquella voz que había oído era la de Leonard. Extraña, ahogada, como si llegase de ultratumba, pero... no tenía la menor duda de que era la voz de Leonard Cowan, de su primo, del hombre que ellos dos habían asesinado hacía unas horas…

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447El milagro se había realizado y la vida amorosa de Lewis Rollins se había convertido en lo que él siempre había soñado. A su lado se hallaba ella, joven, tentadora y hermosa como si los años no hubieran transcurrido.Pero ese milagro no era obra de Dios sino, din duda, del diablo. Del diablo tenía que ser puesto que exigía sangre humana para verse realizado.—Necesito más sangre —le recordó aquella noche, en medio de la penumbra del dormitorio, cuando sabía que él se hallaba en la mejor disposición para no negarle nada—. Recuerda que te lo dije... Debo tomar catorce baños... Exactamente catorce... De lo contrario la cura no habría sido debidamente practicada y las consecuencias resultarían nefastas.—Tendrás toda la sangre que necesites —le respondió Lewis Rollins, con el tono crispado.—Tendrás toda la sangre que necesites... —repitió.

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448En la puerta situada frente a la mía, alguien había dejado algo en el suelo, apoyado sobre la propia madera. Unos ojos vidriosos destellaron malignamente al recibir la luz de la linterna, y no pude evitar una sorda imprecación.Era una muñeca.Una extraña muñeca de pelo muy negro y redondos ojos de vidrio que parecían fijos en mí. Tenía una cara redonda, fea, y una especie de horrible sonrisa pintada en ella. Vestía sobre su cuerpo de cartón encerado o de cera, un desteñido vestidito azul pálido y unos zapatitos blancos. Daba la impresión de un viejo juguete abandonado por un niño caprichoso. Pero dudaba que, a tales horas de la madrugada, ningún niño deambulase con su muñeca por las oscuras escaleras de la casa…

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449—¿Sabe alguien que estás aquí? —preguntó.—No, señor.—Hiciste todo tal como te ordené.—Sí, señor.—Eres una buena muchacha. Voy a darte tu recompensa.—Gracias, señor.—Sígueme.La joven obedeció sin protestar. Él accionó el mecanismo que hacía girar la estantería de libros y luego penetró a través del pasadizo. Atravesaron la cámara circular. Ella le seguía de una forma absolutamente maquinal, ajena por completo a cuanto le rodeaba.La puerta de hierro se abrió y las llamas rugieron al otro lado. Él dio una orden:—¡Salta!Ella se arrojó a las llamas. Ni siquiera gritó.Cerró la puerta e hizo un gesto de pesar.—Lástima —dijo—. Era tan hermosa...

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450—La maldición debe ser pronunciada por el Hechicero Sagrado. Y la infortunada criatura que recibe la maldición se convierte en bestia. Durante las noches de las eternas sombras, todas las noches son sombras para Yatrakan, se convertirá en chacal. Con colmillos y garras de bestia despedazará a sus víctimas. Saciado en sangre y muerte, retornará a su estado normal…Y la pócima.—¿La pócima?—El bebedizo de la maldición. Un brebaje que sólo el Hechicero Sagrado puede preparar. Una poción infernal que cualquier siervo de Yatrakan llevará a la víctima. El bebedizo de la maldición es el más alucinante y horroroso de los sortilegios…