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TEMA 1. LA LUCHA CONTRA LA POBREZA EN EL ORIGEN DEL TRABAJO SOCIAL. PRIMERA PARTE. LA LUCHA CONTRA LA POBREZA EN EL ORIGEN DEL TRABAJO SOCIAL. INTRODUCCIÓN La pregunta sobre qué es el Trabajo Social no solo nos remite a las respuestas que se han dado en los últimos sesenta años, sino también a la historia de los hechos, procesos, ideas, etc., que nos ayudan a entender tanto el pasado como el presente. No solo es necesario conocer los orígenes y el desarrollo del Trabajo Social, sino también rastrear los problemas y situaciones susceptibles de ayuda o atención, los tipos de intervención desde iniciativas diversas, los mecanismos de respuesta social e institucional, etc., que hablan de cambios y continuidades. Las monografías sobre el funcionamiento, organización, asistentes y asistidos en instituciones asilares como inclusas, misericordias, cárceles u hospitales nos permiten reconstruir la evolución de una acción individual o social sobre determinados colectivos o grupos sociales. También se cuenta con publicaciones sobre diferentes servicios y programas sociales en etapas previas a la configuración del Estado de Bienestar, aunque su orientación sea más sociológica o político-económica que histórica. La producción bibliográfica sobre estos temas comenzó a proliferar a partir de la segunda mitad de la década de los 80 en el S. XX, cuando ya se contaba con un diseño más o menos claro del Estado del Bienestar en España y cuando la historia social encuentra espacio en el mundo académico español. Una historia social que incorpora la historia de la pobreza, de las instituciones hospitalarias, punitivas y benéficas, de la legislación social, laboral y socio - sanitaria y la progresiva presencia e intervención de las autoridades político administrativas en las vidas privadas, a unas líneas de investigación centradas en la organización social y movimiento obrero. Resulta difícil concretar el momento en el que aparece la profesión asistente social/ trabajador social, su trayectoria ha girado en torno a la intervención como respuesta a las necesidades sociales, intentando servir a cada persona y a la sociedad y promocionando el cambio o la mejora humana a través de diversos mecanismos, entre los que se encuentra la cooperación y la ayuda mutua. La intervención del Trabajo Social se dirigió a reparar las fracturas sociales, sin 1

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TEMA 1. LA LUCHA CONTRA LA POBREZA EN EL ORIGEN DEL TRABAJO SOCIAL.

PRIMERA PARTE. LA LUCHA CONTRA LA POBREZA EN EL ORIGEN DEL TRABAJO SOCIAL.

INTRODUCCIÓN La pregunta sobre qué es el Trabajo Social no solo nos remite a las respuestas que se han dado en los últimos sesenta años, sino también a la historia de los hechos, procesos, ideas, etc., que nos ayudan a entender tanto el pasado como el presente.

No solo es necesario conocer los orígenes y el desarrollo del Trabajo Social, sino también rastrear los problemas y situaciones susceptibles de ayuda o atención, los tipos de intervención desde iniciativas diversas, los mecanismos de respuesta social e institucional, etc., que hablan de cambios y continuidades.

Las monografías sobre el funcionamiento, organización, asistentes y asistidos en instituciones asilares como inclusas, misericordias, cárceles u hospitales nos permiten reconstruir la evolución de una acción individual o social sobre determinados colectivos o grupos sociales. También se cuenta con publicaciones sobre diferentes servicios y programas sociales en etapas previas a la configuración del Estado de Bienestar, aunque su orientación sea más sociológica o político-económica que histórica.

La producción bibliográfica sobre estos temas comenzó a proliferar a partir de la segunda mitad de la década de los 80 en el S. XX, cuando ya se contaba con un diseño más o menos claro del Estado del Bienestar en España y cuando la historia social encuentra espacio en el mundo académico español. Una historia social que incorpora la historia de la pobreza, de las instituciones hospitalarias, punitivas y benéficas, de la legislación social, laboral y socio - sanitaria y la progresiva presencia e intervención de las autoridades político administrativas en las vidas privadas, a unas líneas de investigación centradas en la organización social y movimiento obrero.

Resulta difícil concretar el momento en el que aparece la profesión asistente social/ trabajador social, su trayectoria ha girado en torno a la intervención como respuesta a las necesidades sociales, intentando servir a cada persona y a la sociedad y promocionando el cambio o la mejora humana a través de diversos mecanismos, entre los que se encuentra la cooperación y la ayuda mutua. La intervención del Trabajo Social se dirigió a reparar las fracturas sociales, sin alterar sus factores casuales ni los modelos político- económicos imperantes.

De todo ello se desprende que el trabajo social nació en tierra de nadie, en el denominado espacio social, que no es ni política ni economía. En el origen de toda intervención social está la pobreza y el carácter paliativo, temporal, exiguo e intermitente de toda acción social sin límites bien definidos.

1-DISCURSOS DE LUCHA CONTRA LA POBREZA

En el origen y desarrollo de lo que hoy definimos como Trabajo Social se encuentra la preocupación por la pobreza, ésta ira variando a lo largo de la historia siguiendo el devenir político, económico y cultural del marco geopolítico en el que se desarrolla. El interés por la pobreza, por sus causas, manifestaciones, efectos y dimensiones se presenta como un continuo en la documentación política, religiosa, económica, médica, urbanística y académica.

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S. XVI han de mencionarse las figuras de J. L. Vives, D. de Soto, J. de Medina, M. de Giginta o C. Pérez Herrera representantes del humanismo y de la doctrina católica.

S. XVII sobresalieron los discursos de los arbitristas que expusieron soluciones a corto, medio o largo plazo a las autoridades: González de Cellorigo, Martínez de Mata, Álvarez Osorio, Sancho de Moncada y Fernández Naverrete, su posicionamiento se centró en el análisis económico y financiero.

S. XVIII seguimos encontrando figuras como Campomanes, Floridablanca o Jovellanos Otro paso importante fue el desarrollo de las Sociedades Económicas de Amigos del País, en ella se agruparon arbitristas e ilustrados con la intención de hacer propuestas conjuntas a los gobernantes y de movilizar las conciencias en torno a la pobreza.

S. XIX responden a una larga tradición de humanistas, arbitristas y tratadistas de gran talla. Los profundos cambios que se vivieron abrieron debates en torno a cuestiones como: - La responsabilidad de las administraciones públicas en materia laboral de asistencia social y de higiene pública - La definición de pobreza, miseria y pauperismo - Las enfermedades evitables, las enfermedades sociales y las desigualdades ante la muerte

S. XX, la producción literaria al respecto ha ido en aumento al suscitar análisis desde nuevos enfoques, trabajos de relevancia política como los de los médicos: P. I. Monlau, A. Pulido, M. Tolosa y F. Rubio, o los de C. Arenal

En los S. XIX y XX higienistas, reformistas, médicos, tratadistas, filósofos, primeros economistas y sociólogos analizan las formas que va a ir adquiriendo la pobreza, sus esfuerzos se dirigen a controlar e incluso erradicarla. Para ello pusieron en marcha políticas intervencionistas y reformistas en lo social, centradas en las situaciones más urgentes y en mejorar la vida de las clases más vulnerables. Estas políticas, contaron con el respaldo de los grupos de poder económico, social y religioso, ya que entendían que estaban encaminadas a lograr la paz social rota por el proceso industrializador.

1.1-Voces con impacto: de Malthus a Simmel

Pensadores como R. Malthus, A. Smith o D. Ricardo en el S. XVIII y como A. de Tocqueville, H. Spencer o K. Mary en el S. XIX comparten la idea de que la ayuda a la población pobre era inútil. Por cuanto la pobreza resultaba inevitable e incluso conveniente.

Según R. Malthus, las leyes de la naturaleza exigían no ayudar a quienes no tenían posibilidad de salir de su pobreza, por la escasez de los recursos disponibles. A.Smith o D. Ricardo, entre otros formularon argumentos bastante sólidos como la conocida “ley de bronce del salario”, según la cual los salarios tienden de forma natural, hacia un nivel mínimo capaz de cubrir solo las necesidades más básicas de subsistencia.

Casi un siglo más tarde, encontramos el discurso de H. Spencer. Para él la pobreza se produce por una menor capacidad inherente de cada individuo y una limitada adaptación por parte de ciertos sujetos. Es decir la responsabilidad de la pobreza es del individuo y las posibilidades de supervivencia se concentran en los mejores, no en la totalidad de la sociedad.

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La filosofía de los derechos naturales convivirá durante décadas con el liberalismo del S. XIX, si bien se irán distanciando sus postulados. Una de las figuras centrales en ese proceso de transición fue J. Bentham.

La apuesta por la individualidad del pensamiento liberal trasladaba la culpabilidad de la situación vivida a cada individuo. J. Stuart Mill introducirá la idea de que la conciencia de la sociedad y el sentido de la conducta individual, están en cierto sentido socializadas. K. Marx propondrá como alternativa construir una nueva sociedad sin pobres, sin clases, tras la supresión de las estructuras liberal-capitalistas que estaban conduciendo la sociedad hacia su progresiva pauperización. K. Marx consideraba inevitable la pobreza dentro del orden social establecido, pero rechazaba que fuera el orden natural de la sociedad. Marx plantea la revolución social que destierre definitivamente las raíces de la explotación y la desigualdad social, al socializar la producción e identificar al hombre con el ciudadano.

El pauperismo ocupará un lugar central en la obra de K. Marx una de sus aportaciones se centra en la reflexión sobre las causas de la pobreza, diferenciando entre el pobre tradicional o sin trabajo, y el pobre industrial o pobre emergente de la revolución industrial, que teniendo trabajo vive en una situación de pobreza (salario de mera subsistencia).

El trabajo titulado “Memoria sobre el Pauperismo” de A. de Tocqueville (1835) puede considerarse un primer intento de formulación de la cuestión social que plantea la pobreza. Profundizo en la noción de la necesidad concluyendo que las necesidades variarán en función del momento histórico y de cada sociedad.

Percibe que en las primeras décadas del S. XIX se desarrollan de forma simultánea la riqueza y la pobreza. La distancia entre ambas hablará del nivel de desarrollo de esa sociedad. Identifica a los pobres con aquellas personas que reciben asistencia, apoyo de sus semejantes, e incluso viven a sus expensas, porque no tienen trabajo, ni ingreso ni pueden recibir ayuda de su entorno. Esta nueva forma de pobreza identificada por Tocqueville se identifica con el estatus social de asistido.

Encontramos más desarrolladas estas ideas en la obra de G. Simmel, casi un siglo más tarde. Para Simmel lo más terrible de la pobreza es ser pobre y nada más que pobre. A partir del momento en el que la colectividad se hace cargo del pobre, éste solo podrá alcanzar el estatus social de asistido, puesto que la asistencia llega a alterar la identidad de la persona asistida y le confiere un estigma que marcará todas sus relaciones con el resto de miembros de la sociedad. El Estado asume la obligación de auxiliar a los pobres, pero ello no se traduce en un derecho para los pobres. Para compensar los fallos en la protección social de la solidaridad familiar, el Estado se hace social. La pobreza pasa a ser de esta forma un asunto familiar y una cuestión de Estado. Se traspasa la atención de la pobreza desde el ámbito privado familia y asistencia privada al Estado que establece leyes sociales y determinados modos de intervención social.

1.2-De la pobreza a la exclusión social

A lo largo del S. XX han sido numerosos los estudios que han tratado el tema de la pobreza y sus implicaciones. El francés S. Paugan, tomando la propuesta de G. Simmel concluye que se pueden establecer tres formas elementales de pobreza atendiendo a una configuración social concreta: integrada, marginal y descalificadora.

La pobreza integrada nos sitúa ante un problema generalizado en una sociedad (no muy industrializada), por lo que resulta más reproducible de generación en generación y se muestra

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más persistente. Pero esta pobreza no implica exclusión social por la importante presencia de la solidaridad familiar, así como por la inserción en la economía sumergida/informal y en las redes de asistencia social.

La pobreza marginal está diferenciada del resto de grupos sociales y es bastante minoritaria. Suelen considerarse personas inadaptadas a las nuevas realidades socioeconómicas, por lo que están estigmatizadas. A pesar de su carácter residual, recibe mucha atención de las instituciones asistenciales, interesadas en que lo sigan siendo.

En cuanto a la pobreza descalificadora se refiere a un proceso que puede afectar a capas de la población integradas en el mercado de trabajo hasta un determinado momento. Su salida de la actividad laboral lleva a estas personas a la precariedad en ingresos, condiciones de la vivienda, salud y participación social. La pobreza se corresponde con una acumulación de desventajas, a las que se ha ido dando respuestas desde los servicios de acción social con soluciones de inserción y acompañamiento social, cada vez más generalizada entre quienes están en situación de pobreza descalificadora y quienes son susceptibles de estarlo.

Otra de las principales aportaciones de S. Paugam se centra en analizar la experiencia de la pobreza. Una experiencia que se presenta en relación al nivel de desarrollo económico, a la importancia que adquieren los vínculos sociales, y en tercer lugar, a los modos de intervención social y el desarrollo de los sistemas de protección social. Sobre este último punto delimita tres tipos de relación de asistencia en correspondencia con tres fases diferentes del proceso de descalificación social, concepto que hace referencia a la pobreza como proceso y no como estado. Los tres tipos de relación son: fragilidad, dependencia y ruptura.

La fragilidad corresponde a la primera fase en la que la persona, tras un fracaso profesional o ante la dificultad para acceder a un puesto de trabajo adquiere conciencia de la distancia que la separa de la mayoría de la población.

La fragilidad puede llevar a la dependencia de los servicios sociales que pasan a hacerse cargo, de forma habitual, de las dificultades de estas personas.

Puede suceder que las ayudas cesen y se debiliten más las redes de apoyo informales. Se pasaría de la dependencia a la ruptura de relaciones con los servicios sociales y otros modos de intervención social. Es entonces cuando se detecta una acumulación de fracasos que conducen a la marginación. Al no tener esperanzas reales de salir de su situación, sienten que han perdido el sentido de su vida y optan por vías que ahondan más su fracaso (alcohol y drogas sobre todo).

Será en la década de los 80 cuando la Comisión Europea (1989) comienza a emplear el término exclusión en sustitución del de pobreza. Este cambio conceptual va a suponer también un cambio de perspectiva: se ha de dar el salto definitivo de una concepción estática de la pobreza a una dinámica, de proceso. No se ha logrado establecer una definición compartida del concepto de exclusión social, aunque se comparten como aspectos claves de la exclusión social: - tiene un origen estructural, - un carácter multidimensional y - una naturaleza procesual.

El transito del concepto de pobreza al de exclusión social no significa que se haya descartado el concepto de pobreza. Cuando se habla de pobreza, se ha generalizado la referencia a la carencia de recursos para satisfacer necesidades consideradas básicas, que influyen en la

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calidad de vida de las personas. Sus connotaciones son, sobre todo, económicas al aludir a los medios y participar con normalidad en la sociedad. Pero también conlleva una categorización social. La línea de pobreza se ubica de forma diferente según la persona o institución.

En cambio, la exclusión social, no solo se define en términos puramente económicos, sino desde un tipo más amplio de participación en la sociedad. Es decir, hace referencia a un proceso de pérdida de integración o participación del individuo en la sociedad en uno o varios ámbitos (económico, político, social-relacional), siempre en términos relativos a su situación con respecto al conjunto de la población. Tres aspectos clave:

- En cuanto a la exclusión como fenómeno estructural, se entiende que las transformaciones producidas desde los años 70 en el mercado laboral, en las formas de convivencia y la institución familiar, así como en la acción del Estado del bienestar, han sido las causas de la exclusión de individuos, hogares, comunidades, grupos sociales, etc. Frente a las propuestas que culpan a ceda individuo de su propia situación de exclusión, se pone énfasis en los factores estructurales. - El carácter multidimensional incluye dificultades y barreras en aspectos como la participación económica (empleo, ingresos, bienes y servicios), social, política y en los sistemas de protección social (vivienda, educación y salud). - La concepción procesual de la exclusión permite diferenciar distintas situaciones e intensidades, como son el espacio de integración, la situación de vulnerabilidad y la situación de fragilidad/exclusión social.

Desde esta perspectiva la exclusión social facilita definir la situación de pobreza permanente de una minoría de hogares, que además, acumulan otras problemáticas graves en materia educativa, laboral, relacional o de salud y cuenta con escasas posibilidades de salir de esta situación sin ayudas.

Al entender la exclusión social como un proceso de alejamiento progresivo de una situación de integración social en el marco del Estado de bienestar, se pueden distinguir diversos estadios en función de la intensidad: desde la precariedad o vulnerabilidad, hasta las situaciones de exclusión más graves. No todas las situaciones de exclusión comportan situaciones de pobreza y viceversa.

J. Subirats, entiende la exclusión social desde una perspectiva integral lo que se traduce en que es una situación resultante de un proceso de acumulación, superposición y/o combinación de diversos factores de desventaja o vulnerabilidad social.

1.3-De la teoría a la investigación sociológica aplicada: la Fundación FOESSA

Caritas asume la responsabilidad de completar su acción social con la investigación empírica, contando desde ese primer momento con una importante implicación de las asistentes sociales, más tarde, trabajadoras sociales. Su andadura comienza en 1941 dentro de la Acción Católica del régimen franquista. De esta forma, se convertía en la organización oficial de las actividades externas de la caridad en la Iglesia y en el órgano de la beneficencia pública y la asistencia social. Su estrecha colaboración con el Estado no le impidió desplegar actividades con cierta independencia.

En 1951 comienza a llegar la Ayuda Social Americana (ASA) que debía gestionarse desde una institución sin ánimo de lucro, de una religión y con carácter benéfico. Esta fue Cáritas. Desde ese momento se vio en la obligación de ser rigurosa, organizada, con cierto método de trabajo y abierta a la colaboración con otras entidades.

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En 1957 surge la Sección Social de Cáritas, tenía como objetivos orientar, investigar y planificar la acción social. Para esta tarea se crea el Centro de Estudios de Sociológica Aplicada (CESA) que capacitará al personal profesional, fomentará obras y servicios sociales e iniciará estudios sobre la sociedad española para poder planificar actuaciones dirigidas a los sectores más desfavorecidos y vulnerables. Todo ello se concretará en el llamado Plan de Beneficencia o Plan CCB (Comunicación Cristiana de Bienes).

Al desaparecer el ASA, activarse el Plan de Estabilización e iniciarse los fuertes flujos migratorios (éxodo rural y emigración internacional), se hacía necesario contar con información precisa sobre el alcance de la pobreza en España y con nuevas fuentes de financiación. En 1965 comienza su andadura la Fundación FOESSA (Fomento de Estudios Sociales y Sociología Aplicada) como institución benéfico-docente de carácter privado con el impulso de Caritas Española, pero siendo la vertiente secular del Plan CCB.

Para la tarea de divulgación se creó la revista Documentación Social que ha llegado a nuestros días. Su finalidad será realizar estudios de planificación y orientación de la acción social. FOESSA publicó varios estudios sociológicos y 5 informes sobre la situación y el cambio social experimentado (1967, 1970, 1975, 1980-83 y 1994). A partir del 2005 la Fundación FOESA centrará sus publicaciones e informes en tres ejes: - Estructura social, Desigualdad y Pobreza-exclusión - Relaciones sociales y - Cooperación internacional

La Encuesta FOESSA 2007 abordó a nivel estatal, por primera vez, un análisis multidimensional de la exclusión social. Se elaboró un diagnóstico de situación de los sectores afectados por los distintos procesos de exclusión social.

2-CUANDO LOS DEBATES EN TORNO A LA POBREZA SE HACEN REALIDAD

La pobreza ha sido y es parte integrante de la realidad social. Como tal ha sido objeto de reflexión e intervención. En cada etapa histórica la mirada se ha dirigido con especial interés hacia aquellas manifestaciones consideradas más preocupantes por motivos políticos, morales, económicos o sanitarios. Estados de pobreza, permanentes o temporales, que han afectado de forma desigual por regiones o localidades, por variables como el sexo, la edad el estado civil, la etnia, el nivel cultural o de ingresos, así como por condiciones ligadas a la trayectorias vitales.

La acción social, en un sentido amplio del término, se ha orientado a mitigar, más que ha suprimir, aquellas manifestaciones más visibles, porque son estas las que hacen aflorar problemáticas y tensiones que pueden llegar a cuestionar el modelo de sociedad y gobierno. Concepción Arenal sintetiza lo más novedoso de la creciente sensibilidad social hacia la pobreza cuando afirma que lo que hay de nuevo en el asunto es que se estudia.

Los cambios político-económicos fueron por delante de una sociedad que seguía arraigada en el pasado, en los valores preindustriales y tradicionales. Es cierto que desde mediados del S.XIX el progreso científico, tecnológico y material estrechará lazos cada vez más fuertes con el ideario liberal de libertad política, tolerancia religiosa y orden y paz, de tal manera que liberalismo y progreso terminarán por confundirse.

Los discursos y debates en torno a las diversas formas que va adquiriendo la pobreza podrán materializarse a medida que se detecten y diagnostiquen los problemas más acuciantes en cada momento.

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Al interés por explicar la nueva realidad social e identificar los principales problemas sociales, se unió la elaboración de propuestas de resolución, adoptando nuevos planteamientos científicos y herramientas estadísticas. Se entendía que la mejora de las condiciones de vida de sectores amplios de la población pasaba por la instrucción, la salud pública y los servicios asistenciales.

Resultará cada vez más visible la referencia a los grupos más afectados por la pobreza, la ignorancia, la exclusión, la enfermedad y la muerte en los discursos médicos, políticos, filantrópicos, miembros de la iglesia, maestros. Estos grupos, heterogéneos en sí mismos, eran el de las mujeres, los niños/as, las personas mayores y las enfermas. Cada uno presentaba diferentes formas de marginalidad que requerían un tratamiento diferenciado y desde un nuevo modelo de atención que se definirá como bio-pedagógico. En él las administraciones públicas asumían una labor de coordinación, orientación y reglamentación destinada a una efectiva “profilaxis social”. Desde ahí se preveía atajar la pobreza, el desempleo, la violencia, la ignorancia, los abusos en la familia, el trabajo, los alquileres, y los desequilibrios socio-económicos.

En ese esfuerzo contra la vulnerabilidad individual y social van perdiendo relevancia los factores de riesgo endógenos (herencia y condiciones fisiológicas de cada individuo) a favor de los exógenos. La formación profesional y moral resultaban ser, por tanto, piezas claves en la lucha contra la pobreza. La responsabilidad de prevenir el empobrecimiento pasa a ser tanto individual como social.La asistencia va a ser una acción que va dirigida más a mitigar las consecuencias de las situaciones más graves de desigualdad que a buscar o lograr la igualdad y la cohesión social.

Las actuaciones desplegadas aparecerán en relación al doble sentimiento que genera la pobreza: compasión y miedo. Las situaciones de pobreza se confundirán, en muchas ocasiones, con comportamientos considerados desviados de la normalidad social.

Desde el S. XVI y hasta la contemporaneidad, la persecución de la mendicidad, el vagabundeo y la ociosidad ha sido una constante por ser formas de vida no ejemplarizantes. Para quienes se quedaban fuera de tal orden se abrieron hospitales, correccionales, inclusas, misericordias, manicomios, cárceles, asilos y otros establecimientos a los que podía acudir para recibir, sobre todo, cobijo, protección y formación. No tardaron en aparecer otros instrumentos dirigidos a los espacios privados, como la visita o ayuda domiciliaria.

La asistencia ha estado organizada para mantener la disciplina y la moral. Ha evitado revueltas y ha facilitado la subordinación a un orden social, político y económico preestablecido. En otras palabras, el control social ejercido por las diferentes formas de ayuda institucionalizadas ha contribuido a la legitimación de un orden y unas estructuras de poder. Pero para alcanzar los objetivos marcados ha sido preciso contar con unos grupos de personas dispuestas a entablar relaciones personales con quienes se hallaban en situación de pobreza, para asistirlos, establecer sus verdaderas necesidades y asegurarse que las ayudas recibidas estaban teniendo efectos sobre sus hábitos, sus formas de pensar y sus intenciones. Esta figura mediadora entre el donante o benefactor y el asistido o beneficiario ha respondido a diversos perfiles, desde miembros del clero y personas altruistas, ligadas o no a la iglesia, a visitadores con formación sanitaria y asistentes sociales, hoy trabajadores sociales.

Moralizar y disciplinar, utilizando la opción de una ayuda selectiva y discriminatoria, son dos rasgos que se incorporan al trabajo social desde su origen y que, todavía hoy, le acompañan. Esta constatación supone entender que en el curso de la historia moderna y contemporánea han variado los métodos e instrumentos adoptados para asistir a los pobres, pero no lo ha

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hecho su finalidad última: educar, moralizar y disciplinar a quienes se encuentran en situación de pobreza o exclusión social. La población pobre o en riesgo de estarlo no ha sido pasiva. La violencia, la transgresión de las normas o el apoyo a revueltas, ideologías o utopías salvadoras han sido algunas de sus reacciones ante las actuaciones de los grupos de poder.

3-AGENTES PROTAGONISTAS DE LA INTERVENCIÓN SOCIAL

Las dificultades para acotar los contornos que definen la pobreza en las diversas etapas históricas se traslada a los agentes que protagonizan toda intervención en materia socioasistencial. En primera instancia podrían quedar acotados a la Iglesia y al Estado con todas sus ramificaciones (instituciones, personalidades, establecimientos, etc.) Esta afirmación resulta reduccionista, aunque muy útil desde el punto de vista analítico. Más ajustado a la realidad seria afirmar que el principal agente de toda intervención social es la familia, en cualquiera de sus modalidades.

En este sentido no siempre ha sido sencillo establecer agentes concretos que actúan sobre las diversas formas de pobrezas. El protagonismo ha recaído en actores múltiples que han compartido la función de suministrar ayuda al “otro” individual o colectivo. Tales actores se agrupan, básicamente, en tres: asistido, donante y mediador.

La persona asistida es aquella nombrada como vagabunda, pordiosera, pobre, maleante, mendiga, loca, enferma, transeúnte, marginada, delincuente o prostituta. Queda reconocida desde el momento en que se la nombra, pero quedan situaciones que carecen de un nombre, de una concreción, que facilita la detección y posterior satisfacción de necesidades. En todos los casos, se espera que la persona o grupo asistido sea sumiso y muestre subordinación hacia los otros dos actores, en particular hacia quien ejerce de mediador.

La figura mediadora ha de dar cuenta de sus actuaciones a quienes ejercen de donantes como a las personas asistidas que esperan ver cubiertas sus necesidades. A partir del S. XX la profesionalización se irá convirtiendo en la seña de identidad de esta tarea de intermediación.

El tercer actor, el donante, establece la cuantía y modalidad de las acciones de ayuda, los sujetos perceptores de las mismas y la finalidad y objetivos que justifican su decisión. Al igual que los actores anteriores, busca obtener algún tipo de compensación, provecho, personal o social. Puede esperar desde el perdón de sus faltas, el reconocimiento personal o social, mayor control sobre los beneficiarios de su donación hasta orden y paz social.

La interacción y la interdependencia de los tres actores colaborará en la configuración de unos sistemas de protección social que pasarán por diferentes etapas hasta quedar bastante definidos con el Estado de Bienestar. La interacción entre donantes, asistidos y mediadores ha de ser, necesariamente dinámica e inestable por estar sujeta a contextos políticos y socioeconómicos que trascienden su propia interdependencia.

Los actores de la intervención social conducen nuestra mirada a los tres sectores que han canalizado las diversas actuaciones sociales: las administraciones públicas, la iglesia y otras iniciativas privadas. A estos sectores se ha sumado en las últimas décadas la iniciativa social o Tercer Sector, reagrupándose así la iniciativa privada dentro del segundo sector.

Hacia el S. XX, los principales agentes que se fueron perfilando en el tratamiento de diversas situaciones carenciales pueden quedar reducidos a tres en España: Estado, Ayuntamientos e Iglesia. Su creciente protagonismo convivió con formas se solidaridad familiar, comunitaria o

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de grupo no organizadas, pero de importante impacto para el desarrollo tanto individual como social.

La caridad particular representa la principal manifestación de la actuación social feudal. Las limitaciones del Estado en materia asistencial quedaron patentes en el S. XVIII cuando afloran propuestas de abrir espacios más allá de lo privado, hacia unos poderes locales y estatales que superen la realidad social de un entramado dependiente de la Iglesia, de una élite administrativa y de una monarquía personalista.

Se produjeron algunos avances en la diversificación y, a la vez, concreción de los agentes centrales de la intervención social. Uno de ellos fue la introducción de principios y valores como el trabajo, la producción, la vecindad y la utilidad. Un segundo avance se centró en la lucha contra la dispersión de la asistencia en hospitales, cofradías, obras pías o gremios, entre otros, y que llevó a que corregidores y párrocos “ilustrados” asumieran la gestión de los recursos asistenciales por medio, de las Juntas de Caridad. Es así como se inicia, la transferencia del encargo asistencial de la Iglesia a los ayuntamientos.

En el S. XIX la Iglesia seguirá controlando el espacio religioso y el benéfico-asistencial. La crisis profunda en la que entraron instituciones centrales como los hospitales, hospicios o misericordias como consecuencia de las guerras civiles, las epidemias, las crisis de subsistencia y la inestabilidad política, facilitó la política municipal de los socorros a domicilio. La Ley de Beneficencia de 1849 intentó impulsar las diputaciones provinciales con la finalidad de ir conformando un sistema asistencial menos privado, mejor organizado y menos religioso. En la práctica, la beneficencia municipal seguirá siendo coprotagonista de segundo orden en materia asistencial.

La estructura de poder desplegada durante la Restauración, reinando Alfonso XII y Alfonso XIII, necesitaba de la Iglesia. Igualmente, ésta necesitaba del Estado para alcanzar la recatolización de una España que parecía haber perdido hacia tiempo el centralismo alcanzado en Trento. Se sirvió para ello del despliegue de sus funciones pastorales, educativas y asistenciales. El catolicismo social llegó con retraso a España por las reticencias que levantaba entre diversos sectores liberales y entre los ultraconservadores, pero en la década de los 80 encontrará respaldo con la publicación de la encíclica De Rerum Novarum y el despertar de una sociedad civil que se organizará en asociaciones confesionales antiliberales. Se va a reproducir esa estrecha relación entre Estado e Iglesia durante el gobierno de Franco.

Durante las primeras décadas del S. XX se gesta el inicio de la enseñanza formal del trabajo social y la formación teórico-práctica de quienes aspiran a ser sus profesionales. En España, la iniciativa de la asistencia social y de su profesionalización la han llevado, con retraso respecto a otros países europeos y norteamericanos, el catolicismo social y ciertos profesionales como los médicos. En suma, el origen del trabajo social se halla en los orígenes de unas políticas sociales contemporáneas que han intentado lograr la estabilidad política y, con ella, la económica, el aumento de la fuerza de trabajo y una socialización que reproduzca los valores y los rasgos distintivos de la burguesía.

SEGUNDA PARTE

LA POBREZA, EL POBRE Y LA CARIDAD EN EL MUNDO MEDIEVAL Y MODERNO

1-LA POBREZA COMO OBJETO DE ATENCIÓN: DEFINICIÓN, FACTORES Y MECANISMOS DESENCADENANTES, CUANTIFICACIÓN

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1.1-En torno al concepto de pobreza

La pobreza como fenómeno humano ha estado siempre presente en la historia, se ha mantenido de diversas maneras a lo largo de los siglos, con características y matices cambiantes según los tiempos y las culturas, de modo que intentar definirla objetivamente, de una forma unívoca y generalizable, ha resultado ser una cuestión compleja.

Una posible definición generalista en torno a la cual suele haber un cierto grado de consenso es la de entender la pobreza como una “carencia relativa de los medios o recursos que determinan la calidad de vida de las personas (alimentación, abrigo, alojamiento, salud, educación, etc.) Al decir es una “carencia relativa”, se quiere subrayar, por una parte, que el indicador del umbral es variable, es decir, que está en función del nivel de vida del resto de los miembros de la sociedad y de la cultura que estamos considerando en el análisis, y al mismo tiempo, se querría señalar que una “carencia relativa” hace referencia sobre todo a un acceso restringido a los medios y recursos, más que a la inexistencia o a la desposesión absoluta y perpetua de los mismos. La expresión “calidad de vida”, supone también un conjunto complejo de variables, con escalas móviles de posibles valores para cada una de ellas, que si facilitan los análisis y su categorización, restringen su aplicación a niveles locales y temporales muy concretos, que limitan su generalización.

El término “pobreza” ha mantenido prácticamente siempre al menos dos propiedades básicas: - La primera es la privación, ausencia o carencia de bienes y elementos materiales para la propia subsistencia de un individuo o de su familia y - La segunda, una inferioridad social, una subordinación, falta de poder y consideración sociales, de dignidad personal y formación, con el añadido, muchas veces, de una incapacidad física (sea de discapacidad o de salud)

1.2-Factores y mecanismos generadores de pobreza

Una aproximación clásica al fenómeno de la pobreza en las sociedades modernas consiste en distinguir los llamados pobres “estructurales”, que son los que se identifican con la mayoría de las categorías tradicionales de “pauperes” (ancianos, niños, huérfanos, viudas, mujeres con niños), y los llamados pobres “coyunturales”, aquellos que por fluctuaciones económicas y crisis de subsistencias habían atravesado el umbral de la pobreza.

1.2.1- Factores coyunturales: los ejemplos de la inflación y las crisis de subsistencias

La evolución de la economía y en concreto del mercado de trabajo ha sido siempre un condicionante importante del nivel de pauperización de las masas. En realidad, las variaciones y aumentos significativos de la cantidad de pobres solían depender de las oscilaciones de la “coyuntura” económica. Durante los siglos modernos se vive en el mundo rural y en el urbano una transformación de las estructuras de producciones agrarias y artesanales hacia las formas de producción y comercialización capitalistas, que van a provocar un importante coste social de pobreza entre los pequeños campesinos y los asalariados tanto del campo como de la urbe. El S. XVI padeció desde sus primeras décadas una serie de factores “coyunturales”, que articulados en estrecha relación con las transformaciones económicas de fondo, provocaron repetidas oleadas de nuevos “pauperes”.

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En primer lugar, se produce una inflación de los precios que repercutiría negativamente en el poder adquisitivo de los grupos populares, empobreciéndolos Y en segundo lugar, se registra la repetida presencia de fuertes crisis cíclicas de subsistencias.

Así la centuria del 1500 vivió la llamada “revolución de los precios”. El alza aunque fue general, afectó de manera particular a los precios de los cereales y al resto de los productos agrícolas alimenticios, siendo un poco más moderado el incremento que sufrieron los productos agrícolas y alimenticios, siendo un poco más moderado el incremento que sufrieron los productos artesanales e industriales. A esta tendencia alcista de los precios no le siguió un aumento idéntico del valor “real” de los salarios, aunque estos también aumentaran notablemente a nivel “nominal”. El poder adquisitivo real mantuvo una tendencia casi constante a la baja desde 1520 a 1600. De modo que en España, al final de la centuria, el poder adquisitivo de un asalariado urbano de carácter medio había disminuido al menos entre un 25 y 30 por ciento con respecto al comienzo del siglo.

Los precios se cuadriplicaron en el S. XVI. Las Cortes Castellanas fueron a lo largo de toda la centuria un verdadero registro de quejumbres, denuncias y descontentos sobre la cuestión, sin que las diversas medidas legales que se ensayaron dieran resultado alguno. Para agravar la coyuntura habría que añadir el peso de los impuestos, que aumentaron sin cesar durante todo el siglo, en un intento por parte de la corona española de compensar el progresivo endeudamiento del Estado.

En medio de este movimiento constante del alza de precios, de inflación como factor de depauperización, se encuentran las “crisis de subsistencia”. Son crisis de hambre. Todo parece indicar que las causas de estas crisis se solían generar por crisis agrícolas. La reducida diversidad de cultivos, el limitado volumen de las reservas de alimentos, las dificultades de la comunicación y del transporte de la época para llevar a cabo eficazmente las tareas de rehabituallamiento, se conjugaban para convertir unas malas cosechas, en situaciones de escasez, que provocaban el alza de los precios de los productos agrícolas, y que según su duración o la escasez de los alimentos, podían tener numerosas consecuencias negativas a nivel social y demográfico. España conoció en el S. XVI diferentes crisis de subsistencias que fueron acompañadas en algunas ocasiones por epidemias. Estas crisis afectaban especialmente a las clases más populares y originaban la aparición llamativa de nuevos grupos de desocupados y mendigos, que acudían de forma masiva a los núcleos urbanos en busca de trabajo y ayudas.

La escasez conducía a las clases económicamente más débiles a consumir menos cantidad de alimentos o de más baja calidad, reduciendo sus defensas biológicas y capacidad de supervivencia. Las propias crisis agrícolas podían generar por sí mismas brotes de epidemias y enfermedades contagiosas (habitualmente infecciones por hongos y parásitos), fruto de las modificaciones de los ritmos biológicos causadas por las mismas alteraciones climatológicas, generando al mismo tiempo plagas que incidían negativamente a su vez sobre cosechas. Estas situaciones provocaron un aumento de las migraciones en busca de asistencia, alimentos y trabajo, con toda la serie de consecuencias sociales y demográficas negativas que solían acompañarlos.

Este éxodo migratorio de campesinos y jornaleros, de familias enteras empobrecidas, era una de las más graves secuelas de las crisis. Su importancia se revela en el aumento del número de asistidos en esos periodos por algunas instituciones caritativas. Las crisis de subsistencias, especialmente las más severas, como lo fueron la de 1522 en Europa, las de 1539-42 y de 1575-79 en España y la de la última década del S. XVI, en una espiral de hambre y peste que afectó a toda Europa, con la cúspide de la inclemencia en los

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años 1597-1600, suponían tales manifestaciones de pauperismo y de sus consecuencias de vagabundeo y mendicidad, invariablemente escoltadas además por el aumento de todas las formas de marginación y de desviación social, que ponían a prueba en muchos centros urbanos la limitada capacidad de las instituciones asistenciales existentes, desbordando sus recursos, disminuidos ya por la propia crisis, y revelando la ineficacia de numerosas medidas de control social que establecían los consejos o ayuntamientos urbanos ante la realidad de la pobreza. Estas crisis, ante la incapacidad de las medidas que se aplicaban, eran los detonantes que generaban la aparición de nuevos proyectos de asistencia y que provocaban las reformas de las políticas sociales a nivel institucional y legal. En este sentido, hay una correlación casi perfecta entre las graves crisis y el surgimiento de nuevos modelos y planes de intervención.

1.2.2- Factores estructurales: el ciclo de la vida individual y familiar

Algunas de las categorías permanentes (infancia, mujeres con niños y ancianos) de la “pobreza tradicional” solían responder a factores estructurales, que eran factores inherentes, en este caso, a la “estructura” misma del ciclo de la vida humana.

Hay etapas de la vida individual y familiar, que, por sí mismas, suelen ser más vulnerables a la pobreza, y que permanecían como un “factor estructural” depauperizador inalterable, presentes siempre en los ciclos de vida, y que definía, algunos de los constantes tipos y rasgos tradicionales que había asumido la imagen de la pobreza. A lo largo del S. XX, los “Estados del Bienestar” han ido estableciendo políticas de distribución social de rentas y beneficios que han intentado suavizar los niveles de pobreza e inseguridad económica (subsidios de desempleo, pensiones de vejez, seguridad social, políticas familiares, atención y educación a la infancia, etc.). pero en las sociedades modernas, anteriores a los “Estados Sociales”, los individuos y familias que sólo dependían de su trabajo, podían en diferentes etapas de su ciclo de vida no ganar lo suficiente para poder subsistir. Estas fases de pobreza estructural se concretaban habitualmente en tres periodos del ciclo de la vida: - En la infancia y adolescencia - En el momento del aumento de cargas y responsabilidades familiares - Y en la vejez.

La infancia por su dependencia e insuficiencia económica para cubrir sus necesidades, suponía una etapa especial de fragilidad ante la pobreza, además de que los hijos, en algunos casos, podían representar una carga económica que podía desequilibrar la precaria capacidad de subsistencia de la familia. Todas las políticas sociales de los siglos modernos, prestaran una atención especial a la reeducación infantil, considerada como uno de los medios preventivos más adecuados y oportunos para luchar contra la marginación y la desviación social adultas. Junto a estas medidas asistenciales y educativas, las estrategias familiares de supervivencia fueron la colocación de los hijos, tan pronto como estos tenían edad, en contratos de arrendamientos de servicios que suponían el abandono del hogar y representaban un alivio económico para el resto de la familia.

La posibilidad de escapar de los umbrales de la pobreza y superar los niveles de subsistencia llegaba con la juventud y la incorporación plena al mundo laboral, que posibilitaba la independencia económica y la manutención propia. Solían ser también los años de matrimonio. Con la fundación de un hogar y el progresivo nacimiento de los hijos, el nivel de vida individual y familiar podía entrar en una nueva fase de pobreza por la insuficiencia de los ingresos para cubrir los crecientes gastos familiares, hasta que los hijos se independizaban por el trabajo y dejaban a su vez el hogar. En esta etapa era habitual encontrar también en las listas de los pobres la existencia de numerosas mujeres, muchas de ellas viudas, solas o con ancianos y niños a su cargo. Una realidad social que unida a las dificultades de acceso de la

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mujer al mundo laboral y a los salarios más bajos que recibían, provocaba el fenómeno tradicional de la “feminización” de la pobreza.

La tercera etapa de pobreza y dificultad para subvenir a las propias necesidades llegaba con la vejez y la progresiva incapacidad para el trabajo, que obligaba a numerosos ancianos a depender de modo permanente de las redes de ayuda mutua, de las ayudas caritativas institucionales o de la mendicidad.

1.2.3- Factores accidentales

Si los factores coyunturales y los factores estructurales se consideran mecanismos de empobrecimiento colectivo, por las dimensiones de la población que resultaba afectada, existían otros factores considerados por la historiografía como accidentales, porque eran factores, que en principio, afectaban a nivel individual o familiar, no pudiéndose considerar procesos colectivos ni generales.

Este es el caso de la enfermedad, que era vista por los contemporáneos como una causa directa de la pobreza. La presencia de la enfermedad en una familia, originaba una disminución o ausencia de ingresos e incluso, en los casos de convalecencias largas, podía ocasionar el endeudamiento y el empeño de los enseres y bienes materiales de la familia. Y también en cierto modo, a nivel colectivo la enfermedad generaba procesos de depauperización. De modo especial, las enfermedades infecciosas típicas de los siglos modernos, que desarrollaban epidemias de diversa extensión e intensidad y tenían una mayor frecuencia de aparición en las grandes urbes. Era una constatación de la época que los brotes se iniciaban en los barrios más pobres y marginados, que eran también los que sufrían la mayor incidencia de la enfermedad y presentaban los mayores índices de mortalidad.

Era inevitable la predisposición de los humildes a la enfermedad a causa de sus dietas inadecuadas, sus condiciones higiénicas insuficientes y su precaria condición de abrigo en ropa y vivienda, que repercutían en un bajo nivel de resistencia a la enfermedad, y esto tanto a nivel colectivo de grupo social desfavorecido, como a nivel individual, por lo que el resultado de estos procesos depauperizadores repercutía con mucha más crudeza en los grupos social y económicamente más débiles.

Y junto a la enfermedad, la incapacidad laboral por accidentes y por deficiencias físicas, a la que se sumaban no pocos soldados licenciados (y mutilados) que habían quedado inútiles para el trabajo. También las guerras y campañas militares eran una causa accidental de aumento del pauperismo.

1.3- La cuantificación de la pobreza

No es posible ofrecer datos cuantitativos fiables que nos den una idea real del incremento del pauperismo. La cuestión se complica porque, en primer lugar supone cuantificar un conjunto social que en buena medida es incuantificable, por la imprecisión misma del concepto de pobreza y sus límites cambiantes, y porque el número de pobres varia no solo de acuerdo con la evolución económica a corto y larga plazo, sino también en función de las pulsiones momentáneas de la coyuntura. Toda la franja social inferior de la población es susceptible de traspasar los límites de la pobreza y la indigencia en momentos de crisis, tras los cuales es también posible, aunque no siempre tan fácil, que una parte de esa población pueda volver a salir de esa situación por lo que para su adecuada cuantificación sería necesario poder disponer de series de datos para amplios periodos históricos, de las que apenas disponemos.

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En segundo lugar, el tema no es simple por las dificultades que suponen las fuentes que ofrecen datos, ya que suelen usar criterios diferentes para conceptualizar la pobreza, por lo que hacen referencia a realidades distintas o a perspectivas parciales de la realidad social de los pobres.

Una de las fuentes usadas han sido los “censos”, los estudios existentes son de desigual valor y hacen referencia, a listas de origen municipal cuya finalidad solía ser fiscal. Se trata de “padrones” para el repartimiento de cargas e impuestos. La población era clasificada en función de sus posesiones o patrimonio.

Por otra parte el uso que se hace del término “pobre” es relativo, se refiere al que no tiene o apenas tiene patrimonio y al que no puede, o apenas puede, pagar impuestos porque no tiene de qué. Se asimila no sólo al pobre en sus categorías tradicionales, sino al trabajador manual, al jornalero, incluso, en ocasiones, al labrador pequeño propietario. “Pobre” es el “trabajador” cuyo diario esfuerzo no llega siempre a mitigar sus necesidades.

Hay que tener en cuenta también a la hora de contabilizar el “número” de pobres, que el término “vecino” era la unidad fiscal contable de la época, al convertirlo en número de habitantes podría resultar inadecuado para el caso de “vecinos pobres”, provocando una sobrevaloración demográfica del pauperismo, ya que, por una parte, muchos de estos vecinos pobres no eran unidades familiares “normalizadas”, sino personas solas, especialmente mujeres viudas.

Un modelo complementario a los “censos”, utilizado para intentar acercarse al número de pobres en un momento dado o para aproximarse a su nivel de vida, ha sido el método de los llamados “índices de subsistencia”, que consiste en una comparación entre los ingresos que percibe un trabajador durante un periodo de tiempo y el coste de la vida a nivel de subsistencia en ese mismo periodo y lugar, de modo que quede reflejada la realidad económica,, adquisitiva, capacidad de supervivencia, de ahorro, etc., del trabajador. Pero también estas contabilizaciones hechas a partir de los “índices de subsistencia”, establecidos en función de los salarios laborales y los precios de los alimentos, se basan en algunas conjeturas que pueden exagerar el nivel de pobreza, pues con frecuencia solo se conocen los salarios de varón adulto que está al frente de la unidad familiar sin considerar otras formas de salario en especies o compensaciones alternativas y complementarias que reciben muchos trabajadores.

Otro enfoque metodológico de cuantificación de la pobreza, que se ha venido usando en algunos trabajos, ha consistido en el uso de los registros parroquiales de defunción, que solían ser también registros contables por los costes e ingresos que suponía el funeral, de los que los pobres solían quedar exentos, además de que los párrocos podían anotar entre los datos personales del difunto referencias a su situación material, por lo que era posible relacionar el número de difuntos pobres con el total de las defunciones.

Los resultados eran en muchos caos parciales ya que no recogían el total de la mortalidad. Quizás la aproximación más aceptable al número de pobres que representaba el “grupo social significativo” para la aplicación de medidas asistenciales, y al que iban encaminadas la mayor parte de intervenciones legales de política social y las reformas de la beneficencia, sean las “listas de pobres” merecedores de asistencia, que confeccionaban algunas ciudades en momentos de crisis, o bien las mismas “listas” a nivel parroquial, que ya no eran siempre fruto de la crisis, sino el registro ordinario de las ayudas caritativas que se daban en la demarcación de la parroquia.

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Hay que tener presente que los datos que se aportan sobre la pobreza no suelen recoger la pobreza no avecindada pero presente en las ciudades, como los vagabundos y mendigos desarraigados, sin rostro ni domicilio fijo, muchos de ellos pobres fingidos que desbordan el campo de la pobretería y se introducían en el submundo de la marginación y de la desviación social.

2-EL POBRE COMO SUJETO RECEPTOR: TIPOLOGÍA, ACTITUDES Y DISCURSOS PÚBLICOS, LEGISLACIÓN

2.1-Los pobres: su tipología Se diferencia entre dos clases fundamentales de pobres: los legítimos o verdaderos y los ilegítimos o falsos, también llamados fingidos. Y se solía hacer en función de su capacidad para el trabajo. Los incapacitados para el mismo eran los pobres legítimos, dignos de asistencia. Aquí entraban todas las categorías tradicionales de la pobreza: por una parte, los lisiados, contrahechos, tullidos y baldados, los ciegos, los deficientes y los enfermos, y por otra el grupo de pobres tradicionales que hemos llamado estructurales (infancia, mujeres con o sin niños, viudas y ancianos). A estas categorías tradicionales (accidentales y estructurales) de “pauperes” legítimos se unían los pobres coyunturales (trabajadores en paro y emigrantes, con sus familias). Dentro de estas clases de pobres verdaderos o legítimos, se encontraba también el grupo de los llamados “pobres vergonzantes”. A estos se les procuraba asistir de modo discreto y sin publicidad alguna.

Estos grupos y tipos de pobres verdaderos eran los lógicos candidatos a ser asistidos por las instituciones de caridad y asociaciones de asistencia. Además existía una amplia red informal de ayudas particulares o privadas (familia y redes de parentesco, redes de amistad y compañerismo, relaciones con otras familias de vecindario y comunidad local), cuya asistencia se está revelando como una acción social mutua, de gran eficacia a la hora de subvenir las necesidades básicas de los afectados, estos tipos de asistencia solían fundamentarse sobre relaciones de conocimiento y confianza mutua, que se daban cuando las familias o individuos estaban avecindados, llevaban cierto tiempo residiendo en la comunidad y existía una convivencia cotidiana con sus convecinos. En este sentido, los pobres forasteros recién llegados con sus familias, los jornaleros en paro, los mozos sin amo, que emigraban todos ellos en busca de trabajos estacionales, caían dentro de la categoría de “desconocidos”, y en consecuencia su participación o incluso en estos modelos y redes quedaba dificultada. El “desconocido” generaba desconfianza y prevención.

A pesar de la asistencia “organizada” y de las redes informales, la mendicidad constituyó siempre una estrategia de supervivencia fundamental para los necesitados, y como tal ha permanecido inalterable a lo largo de los siglos, habiendo conocido en su larga historia recurrentes intentos de supuesta prohibición y abolición absoluta, de aceptación y libre ejercicio, u otros de regulación y control moderados por parte de las autoridades públicas. A esta actividad de mendigar, como método fácil de “hacer bolsa”, es a la que se alistaban los pobres ilegítimos, falsos o fingidos. Gentes que siendo útiles para el trabajo, optaban por la mendicidad como medio de vida, convirtiéndose, convirtiéndose en vagabundos holgazanes, en gente errática sin vínculos ni lazos sociales, violentos y promiscuos, en pícaros, truhanes, prostitutas y maleantes, gente dañina para si mismos, para los pueblos y para el Estado. Son principalmente estos mendigos fingidos los que van a desarrollar todo un repertorio de prácticas fraudulentas e inhumanas para despertar la compasión y obtener beneficios con su oficio.

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2.2- Actitudes y discursos públicos sobre la pobreza

A modo de síntesis muy simplificadora se suele aceptar que en la historia de la cultura occidental entre los siglos medievales y modernos se ha dado un cambio en los modelos de pensamientos y en las actitudes sociales ante los pauperes. De modo que en el medievo se consideraba a la pobreza como una condición de vida material simbólicamente dignificada por connotaciones religiosas, siendo vista como un valor moral cuando era aceptada dentro de un orden natural providencialista. La riqueza y la pobreza resultaban ser a la postre polos complementarios, y así mientras lo pobres necesitaban la ayuda y la misericordia de los ricos, estos a su vez necesitaban la ayuda y la misericordia de los ricos, estos a su vez necesitaban a los pauperes para justificar moral y socialmente su propio poder y riquezas a través de las obras de misericordia y justicia, de modo que la limosna, en todas sus variantes, se convirtió no sólo en un precepto moral y religioso general para todos, y de modo especial para los poderosos, sino que, a su vez, estos cumplían una obligada función social de redistribución de bienes, de protección de los débiles y ayuda a los necesitados, como parte de una exigencia religiosa, pero también de justicia natural y económico-moral que en cierto modo los justificaba en su estatus ante Dios y ante los hombres dentro de esa cosmovisión medieval.

La Iglesia desde sus comienzos ejerció el reparto de ayudas y limosnas a los necesitados, generó fondos comunes benéficos y creó instituciones asistenciales y hospitalarias. La Iglesia se convierte en representante cualificada de los intereses de los menesterosos, y en calidad de tal, en receptora de limosna y donaciones para su adecuada distribución entre los pobres. Podría decirse para los siglos medievales que la práctica totalidad de la acción asistencial organizada se realizaba a través de las diferentes instancias eclesiásticas.

En el S. XIV y en el XV, van surgiendo en las ciudades nuevas respuestas sociales y de control al problema de los pobres, mendigos y vagabundos, cada vez más numerosos. Son respuestas “arcaicas” y “noveles”, que se mueven entre la continuidad y la renovación de los modelos asistenciales anteriores, pero en las que las autoridades municipales asumen responsabilidades mayores junto a los eclesiásticos, además de advertir un incremento de la presencia de laicos en la gestión y organización de las acciones sociales.

No hubo una brusca transformación entre un supuesto “modo medieval” y un supuesto “modo moderno” de abordar la pobreza, y aunque en la sensibilidad de las elites hay una creciente actitud hostil hacia los mendicantes y pordioseros, las costumbres populares siguieron manifestando actitudes solidarias con los mendigos. El marco intelectual con el que venimos concibiendo la pobreza hasta nuestros días se fundamento a finales del S. XV y en XVI.

Tal vez la nota característica de S. XVI respecto al pauperismo y a la marginación sea la toma de conciencia de su dimensión como problema social. Hay una preocupación generalizada por el tema en las ciudades, en las Cortes de los estados, en los grupos intelectuales de los humanistas y en los teólogos y eclesiásticos, tanto católicos como protestantes. Y va a ser una centuria decisiva para plantear el problema a nivel político y hacer de él una cuestión central de las controversias ideológicas y sociales de la época.

Es en los comienzos del S. XVI cuando se da un aumento de los testimonios de rechazo y de repulsa del “pobre”. Tal vez las sucesivas crisis coyunturales de subsistencias que viviría el Siglo ayudaron a acentuar esa imagen negativa de los grupos de pobres, especialmente en las urbes, donde el numero de menesterosos y la diferencia entre la miseria y la ostentación de la riqueza serian más notables que en los ambientes rurales. Lo cierto es que se constata una “representación” diferente de la pobreza: el pobre, el mendigo, especialmente el urbano, pierde su carácter familiar y consentido, para convertirse en un ser anónimo y peligroso,

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generador potencial de epidemias, de revueltas y vicios, y que nada tiene ya que ver con el valor religioso y moral de la pobreza. Todo en esta “nueva” imagen predispone y parece exigir la intervención de los poderes públicos.

Puede resultar poco adecuado a la realidad histórica, hablar de “cambios” o de “periodos” cuando nos referimos a ala historia de las mentalidades, porque en el ámbito de las actitudes mentales colectivas, los “cambios” pueden ser difíciles de temporalizar y, por lo tanto, de explicar su origen, su desarrollo, y el alcance social y espacial del supuesto “cambio”. Aun cuando las grandes estructuras culturales y sus crisis pueden ser puntos de referencia para estudiar las variaciones de las actitudes colectivas, también es cierto que esos momentos críticos no provocan necesariamente un cambio inmediato en la sensibilidad de una época ni en los modos de valoración existentes. Incluso es posible que diferentes sistemas de valores puedan coexistir simultáneamente en la sociedad.

Quizás, este sea el caso concreto del supuesto cambio de la mentalidad colectiva moderna frente a la pobreza. A pesar de que es común en el Medievo considerar la pobreza como un valor moral, y presentar al pobre integrado en su mundo, también lo son los numerosos testimonios que muestran que tal vez siempre existió una clara distinción conceptual y social sobre la pobreza voluntaria exaltada como camino de perfección moral y la indigencia material, y que era necesario hacer una distinción entre pobres “verdaderos “ y “fingidos” merecedores estos de castigo.

En la sociedad medieval el concepto de pobre pasa de ser un “predilecto de Dios” a ser “un sucio holgazán y delincuente potencial”, parece evidente que en este periodo histórico coexistían diversas actitudes y doctrinas en materia de pobreza y que la apología de la pobreza hacía referencia, al mundo espiritual, mientras que la indigencia material se consideraba como una condición sin dignidad, fuente de marginación social y moral.

2.3-La legislación sobre los pobres

2.3.1-Los estatutos municipales de reforma de la asistencia y el edicto imperial de 1531

A nivel europeo, el éxodo rural continuo y en progresivo ascenso de jornaleros y familias que emigraban hacia las ciudades, se vinieron a sumar en las primeras décadas del S. XVI repetidas crisis de malas cosechas, que al provocar la consabida oleada de nuevos vagabundos y mendigos, obligaba a adoptar soluciones de acuerdo con los modelos tradicionales de caridad y control social. Sin embargo estas medidas resultaban ya ineficaces para hacer frente a un problema que las nuevas condiciones demográficas y económicas habían amplificado. La fuerte crisis agrícola de 1521 y 1522 que revistió dimensiones europeas fue posiblemente el detonante del inicio de las reformas en las ciudades de las políticas pobres. Las reformas se caracterizan por ser un intento de organización racional de la asistencia en busca de efectividad, muy acorde con la nueva mentalidad moderna, y cuyas notas esenciales son:

En primer lugar, la centralización de todos los recursos ciudadanos de asistencia en una bolsa común y/o un hospital o institución general, donde confluyen todos los donativos y limosnas voluntarias, por una parte y las rentas de todas las instituciones benéficas sean privadas o eclesiásticas. En segundo lugar, la secularización de la administración, distribución y control de fondos y de las instituciones benéficas, que queda en mano de las autoridades municipales y de un consejo formado fundamentalmente por laicos, si bien normalmente, con participación eclesiástica.

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Estas dos primeras características (centralización y secularización) suponían no solo una importante reducción y limitación de las actividades caritativas que tradicionalmente había desempeñado la Iglesia, especialmente las ordenes medicantes, sino también una pérdida importante de ingresos (limosnas, donaciones y rentas de instituciones benéficas), que quedaban bajo el control del concejo municipal.

En tercer lugar, se realizaba una clasificación de los pobres para designar a los que debían recibir asistencia de la bolsa común o en el hospital general y los que podían trabajar y ganarse el pan, y como consecuencia se prohibía totalmente la mendicidad. Aquí radicaba la cuarta nota típica: el trabajo, como método terapéutico por excelencia. Los vagabundos forasteros eran enviados a sus lugares de origen y se limitaba a una noche normalmente la estancia de peregrinos en la ciudad. Se organizaba la educación o reeducación de los menores abandonados y de los hijos de padres indigentes, y se convertía a las parroquias en centros de información sobre las necesidades de las familias pobres de su demarcación, invitando, además, a los párrocos a propagar y defender la reforma asistencial desde el pulpito y el confesionario.

Aunque todas estas reformas tenían un carácter fundamentalmente urbano y eran llevadas a cabo por los poderes municipales, la nueva “política social” fue apoyada inmediatamente por el poder estatal o real con la promulgación de diferentes edictos que favorecieron la difusión y la ejecución del programa reformista. La Iglesia no sólo facilitó sino que patrocinó en muchos casos la aplicación de las reformas. Aunque lógicamente también se levantaron voces contrarias de religiosos y laicos (en general, los que fueron apartados de la administración de los fondos) en ambos bandos. El poder estatal o real se sumó a las iniciativas ciudadanas en el ensayo de la nueva política social. Especial importancia tuvo el edicto imperial de Carlos V para los Países Bajos en octubre de 1531

2.3.2-La legislación reformista en España: Ley Tavera de 1540

España, en especial Castilla, vivía inmersa en el contexto económico y demográfico que caracteriza a la Europa del momento, y conoció casi las mismas crisis cíclicas de subsistencias que, con carácter general o regional, afectaban de un modo global o alternamente a todas las zonas del continente. Y también aquí se constata la amplificación social de la imagen negativa de la pobreza en los ambientes urbanos.

Las peticiones de los procuradores de las ciudades en las cortes del reino para que se tomaran nuevas medidas en el tema de los pobres era una cuestión recurrente desde 1523, y en esta atmósfera de insistente demanda de nuevas medidas de control social, llegada en 1538 y 1539 una nueva crisis de subsistencias que se alargaría hasta los primeros años de la década de 1540, llegando a ser la situación verdaderamente preocupante en diversas ciudades.

El cardenal Tavera regente de Castilla, contando con la aprobación imperial de Carlos V, promulgo en 1540 una nueva ley sobre la asistencia y el control de la pobreza en las ciudades. Lo que se estipulaba era un control más riguroso de la mendicidad (aparentemente no se prohibía), de forma que sólo pidiesen los pobres verdaderos y en los pueblos de donde eran naturales. Para ello tenían que pasar un examen de pobreza y de “vida” para obtener una licencia (de un año de validez) que les permitiese mendigar, dada por el cura de su parroquia y aprobada por la justicia del lugar.

El artículo sexto, prohibía la mendicidad infantil, no permitiendo que los mendigos llevaran consigo a sus hijos u otros niños mayores de 5 años, encargando a las autoridades eclesiásticas

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y municipales de cada lugar el establecer medidas para el cuidado de estos menores y colocarlos en aprendizaje o servicio doméstico.

La clave de la ley de 1540 en el artículo décimo segundo, que proponía todo lo contrario del resto de los artículos, rompiendo la uniformidad de la ley y ofreciendo aparentemente dos mensajes legales distintos y contrapuestos. Frente a todo un artículo anterior que proponía permitir la mendicidad con un mayor control y rigor, sin apenas reformar el modelo asistencial existente, el artículo 12 sugería, por el contrario, que prohibir la mendicidad era un bien, y que era alcanzable con solo la recta administración de las limosnas y de los hospitales e instituciones de asistencia que ya existían. Y que esto era lo que tenían que hacer las autoridades municipales y eclesiásticas, y que sólo cuando no fuera posible hacerlo, se aplicase lo estipulado, esto es, el permitir mendigar con licencias y mayor control. La ley resultó, en su texto ambigua, pero al dejar la aplicación de las medidas en manos de las autoridades eclesiásticas de cada diócesis y en los concejos municipales, se dejaba también la puerta abierta para llevar adelante las reformas allí donde hubiera posibilidades y suficiente capacidad de iniciativa.

2.3.3- La evolución y las nuevas orientaciones legislativas sobre los pobres. Trento, la nueva pragmática de 1565 y la legislación sobre vagabundos.

La legislación de pobres promulgaba por Carlos V se había inspirado en las reformas de la asistencia benéfica que habían sido realizadas en las ciudades alemanas y especialmente flamencas en la segunda década del S. XVI.

La política legislativa de Felipe II en materia de pobres fue el continuismo con la ley de 1540. Una ley reformista, potencialmente secularizadora y municipalista. El Concilio de Trento no abordó directamente el tema de la pobreza y de los mendigos, pero decretó la necesaria actualización y reforma de las instituciones caritativas y hospitalarias cuando y donde fuera necesario, introduciendo medidas rigurosas de control administrativo y funcional.

La aplicación de las disposiciones conciliares en España por parte de Felipe II fue inmediata. Existía una contradicción interna entre las vigentes leyes reformistas de 1540 y las nuevas prescripciones canónicas. Esta sería el motivo de la promulgación de la nueva pragmática de 1565 con el título de “Nueva Orden para el recogimiento de los pobres, y socorro de los verdaderos”, en cuya breve introducción se reconoce la ya clásica falta de eficacia de las leyes anteriores y el aumento de vagabundos y holgazanes que se ha producido.

Las penas de vagabundos habían ido en aumento a lo largo de la época pasando por el breve destierro temporal y los azotes al duro servicio de galeras. Las nuevas penas de los vagabundos y su destino a las galeras de la armada, que habían quedado establecidas en la pragmática dada por Carlos V en 1552, siendo ratificadas por Felipe II en 1560 y serian objeto de una nueva pragmática en 1566, con la finalidad de clarificar el concepto de vagabundo.

Se consideraban vagabundos: los gitanos (egipcianos), los caldereros extranjeros y los pobres mendigos sanos. Así que aunque la mendicidad lícita no estaba prohibida, el mendigo que se comprobara que era “pobre fingido”, y lo era todo aquel que fuese útil para trabajar, se convertiría en galeote forzado. La ordenanza estipulaba que la edad mínima para servir en las galeras se aplicase lo dispuesto para los ladrones y rufianes, es decir a los 20 años.

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La gran amplitud de la tipología de individuos que podían ser condenados a galeras, como la misma pena en sí, muestra hasta qué punto la justicia penal durante los siglos modernos (del XVI al XVIII) estuvo al servicio de los intereses y las necesidades del Estado. El servicio de galeote, la pena más temida por los delincuentes, se mantuvo hasta el siglo XVIII inclusive. Fue suprimido en 1748 por Fernando VI al renunciar al uso militar de la vieja escuadra de galeras, y restablecido por Carlos III en 1784 al volverla a poner en uso por las necesidades del corso contra los argelinos, siendo abolida definitivamente por real orden de 30 de noviembre de 1803.

3-DE LA CARIDAD A LA REPRESIÓN (TRABAJO, DISCIPLINA, CORRECCIÓN Y ENCIERRO): LA GESTIÓN DE LA POBREZA

En general la coyuntura económica de los siglos XVI y XVII, tanto en España como en gran parte de los estados europeos, sugiere la imagen global de una sociedad expansiva y en desarrollo durante casi los dos primeros tercios del S. XVI, pero que sufre un estancamiento, primero, y un progresivo proceso de declive, después, que alcanza su punto de flexión definitiva en torno al cambio de siglo (1585-1600), para entrar en una clara curva descendente a lo largo del S. XVII.

A la decadencia económica se vinieron a unir los efectos negativos del endeudamiento del Estado y sus repetidas quiebras financieras. La Corona influyó de modo notable en todo el proceso económico hispano de la época. A partir de la década de 1570 aproximadamente, las malas añadas vienen a reincidir sobre una sociedad que muestra síntomas de astenia y de debilitamiento y que va a ofrecer ya las primeras muestras de un abatimiento económico y social. Uno de los más claros testimonios “sociales” de la recesión podría ser el número de indigentes y vagabundos que a partir de esas fechas se revela de nuevo como más elevado, especialmente en las ciudades. Y en correspondencia con este incremento será cuando verán la luz los proyectos de Miguel de Giginta (1576) y de Cristóbal Pérez de Herrera (1595), los dos planes institucionales más ambiciosos que se idearon para “remedios de pobres” en la España de los Austrias. Con ellos especialmente con Giginta, se iniciaba en nuestra península las políticas de “recogimiento”, el llamado en otros países el gran “encierro” de pobres. El “encierro” fue un movimiento que se dio en Europa desde la segunda mitad del S. XVI hasta finales del S. XVIII.

El recogimiento, como respuesta social a la pobreza y marginación, estaba muy relacionado con las reformas asistenciales que vivieron las ciudades europeas a partir de 1520. La reclusión fue la lógica evolución de las medidas urbanas de control y prohibición de la mendicidad ante un problema que, lejos de ser solucionado por aquellas reformas, continuaba agravándose a medida que avanzaba el S. XVI al compás de la evolución económica y de las crisis.

Ante la magnitud del fenómeno del deterioro social y la insuficiencia de las medidas anteriores, el “recogimiento” se presentaba como una solución verdaderamente adecuada. Por una parte, ofrecía una respuesta inmediata a las necesidades básicas de techo y comida de los desheredados, un refugio físico donde podían acogerse evitando la mendicidad y el vagabundeo. Era además, una solución que, al recogerlos, los apartaba del resto de la población, evitando así los presuntos riesgos de contagio de las enfermedades de las que se les suponía portadores, por lo que se convertía en una medida sanitaria.

Por otra parte, el encierro daba una posible respuesta también al problema de la corrección moral y de adquisición de hábitos sociales, ya que el espacio cerrado favorecía un orden que regulara su supuesta vida libertina e inmoral, generando los hábitos necesarios de disciplina social. Un lugar en el que recibirían las enseñanzas religiosas y prácticas laborales. Y, sobre

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todo, el encierro se convertiría en la mejor corrección contra su vida ociosa al obligar a trabajar a todos los que fueran útiles para ello. El trabajo, aunque se justificaba por razones económicas, ya que con él se mantendrían a sí mismos y a la institución, se defendía fundamentalmente por razones educadoras y éticas.

A todas estas ventajas sociales y reeducadoras de la reclusión y del trabajo se le añadirían en el S. XVII los beneficios que veían en estas instituciones los teóricos del mercantilismo, ya que se convertirían en útiles para sí mismos y especialmente para el Estado todos los mendigos y pobres ociosos, obteniendo con su trabajo en los talleres y fábricas de las casas de reclusión un incremento de la producción que equilibraría las importaciones, mejoraría la economía nacional, abarataría los productos y aumentaría la población activa, causa en los esquemas económicos de la época de la riqueza de una nación. Todo este conjunto de tesis económicas tuvieron un importante papel en el desarrollo y expansión de las instituciones de reclusión a finales del S. XVII y durante el S. XVIII.

Con todo, tanto el apartamiento como la reclusión temporal de los pobres y mendigos no deberían verse solamente como una evolución propia de las primeras reformas benéficas del S. XVI, acentuadas y recomendadas más tarde por los autores economicistas, sino que habría que situarlas al mismo tiempo en la perspectiva del amplio movimiento de disciplinamiento social que caracterizó a la consolidación de los estados modernos en Europa, tanto en las zonas protestantes como en las católicas, y que se puso de manifiesto en una intensificación de la reforma de las costumbres y de moralización de la vida social a lo largo del S. XVI y XVII.

El proceso de expansión del modelo del encierro de pobres en los siglos modernos tendrá desde sus comienzos puntos en común con otros movimientos, a veces simultáneos y paralelos, de instituciones de recogimiento y corrección (prostitutas, infancia abandonada, delincuencia, etc.), todos ellos con su propia historia particular, pero gestados todos en el substrato común de la atmósfera de la reforma moral y social de los primeros siglos modernos. Entre esos modelos paralelos de instituciones de recogimiento y corrección, aparecen los dedicados exclusivamente a las mujeres perdidas, que por su desorden moral y experiencias carnales no podían ingresar en las instituciones de pobres y mendigos, para evitar la promiscuidad y el contagio inmoral que suponían. Pérez de Herrera proponía en su plan general de Amparo de Pobres (1595), la creación de unas Casas de Trabajo y Labor, erigidas en las ciudades más pobladas, donde se encerrarían a las vagabundas ociosas, hechiceras, ladronas, etc., con penas de 1 a 10 años, o de por vida según el delito.

El plan se haría realidad con la creación en Madrid de la “galera” en 1604 propuestas por la madre Magdalena de San Jerónimo. Su propuesta completa consistía en la puesta en práctica de dos tipos de medidas: - Una preventiva, era la fundación de casas de huérfanas y abandonadas y otra - Represiva y correctora, era la fundación de Galeras

En primer lugar, se trataba de que en las ciudades que fuera conveniente se crearan unas casas o colegios para niñas huérfanas y abandonadas, donde serian reeducadas y preservadas, preparándolas para colocarlas en el servicio domestico a su tiempo, de modo que obtuvieran una pequeña dote y pudieran contraer matrimonio. Y en segundo lugar, para cuando prevenir es ya tarde, era necesaria una medida represiva y reeducadora que se cumpliera en las “galeras” cuya forma y traza bosquejaría la madre Magdalena para que cumpliera con sus fines correctivos y rehabilitadores. En 1846 quedaron centralizadas a cargo de la Dirección General de Presidios, pasando a llamarse “Casas de Corrección de mujeres”.

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Con anterioridad a las “Galeras” femeninas, surgió también, desde el primer tercio del S. XVI, una revitalización de toda una red de “casas” para refugio y asilo de mujeres que se encontraban en circunstancias morales y sociales difíciles o eran de vida aireada. Fueron las llamadas casas de “arrepentidas” de “recogidas”, de “penitencia”, reclusorios, refugios, casas de perseverancia o de probación, etc. Los objetivos eran recoger, corregir, reeducar e intentar reinsertar en la vida social, y los modelos institucionales y reglas de vida interna acentuaban el trabajo y la formación moral y religiosa.

4-LOS ACTORES DE LA CARIDAD: LOS ESTAMENTOS, EL ESTADO Y LA AUTOPROTECCIÓN POPULAR

Los actores o agencias principales de donde emanan los modelos asistenciales “organizados” son, en primer momento, las instituciones religiosas, es decir, en los siglos medievales el agente protagonista de la acción social es la propia Iglesia, que se convierte en receptora de limosnas y donativos y en distribuidora de los mismos entre los necesitados. Junto a la acción de la Iglesia, como institución, está la acción individual de los fieles de cualquier estamento y grupo social, que se manifiesta en el ejercicio de la caridad particular, directamente a los pauperes o bien a través de las instancias eclesiásticas. Con el crecimiento urbano a partir del S. XVII, ese protagonismo de las instituciones religiosas en las actividades asistenciales oficiales pasa a ser cada vez más compartido con las autoridades municipales y las asociaciones laicas (cofradías, corporaciones gremiales, fundaciones privadas…), si bien, la presencia directa de los eclesiásticos en los concejos urbanos y su papel director o inspirador en las actividades asistenciales laicas siendo clave y significativo.

En los siglos modernos, especialmente a partir del S. XVI, con la conversión del pauperismo en un problema social de “orden público”, las respuestas sociales al problema son concebidas cada vez más como un deber de Gobierno, responsabilidad del Estado moderno y de sus instancias de poder (municipales y estatales), por lo que se puede hablar de una progresiva asunción de las funciones y actividades asistenciales por parte de las autoridades seculares (control y Administración de la asistencia social oficial). Representa el llamado proceso de secularización de la asistencia, esto es, la emergencia del Estado como benefactor oficial, junto a la Iglesia.

Un campo de estudio especifico, dentro de la historia de la asistencia y del trabajo social, es el tema de las estrategias de autoayuda de los pobres frente a la ayuda “organizada” oficial o privada. Aunque algunos trabajos recientes sugieren que su eficacia como respuesta social a los problemas de pobreza era realmente importante.

Las redes informales de ayuda (familia y redes de parentesco, relaciones de amistad y compañerismo, laborales, relaciones de patronazgo (patrón, amo, empresario-trabajador), relaciones con otras familias del vecindario y con círculos de la comunidad local, etc.) ofrecían una asistencia capilar próxima (puerta a puerta) y discrecional, que era una acción social mutua, no sistemática, pero de gran eficacia a la hora de subvenir las necesidades. Las ayudas mutuas entre las familias de trabajadores y jornaleros pobres en tiempo de escasez, paro, enfermedad, muerte y en los nacimientos de los hijos, eran habituales y suponían el recurso normal para hacer frente a las necesidades, y sólo en un segundo nivel, que podía ser complementario con el sistemas de ayudas mutuas, recurrían cuando había posibilidad o se consideraba oportuno a las instituciones caritativas y asistenciales. Lo mismo parece que puede decirse del recurso a la mendicidad por parte de los verdaderos necesitados.

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En concreto, las redes familiares y de parentesco parecen revelarse como eficaces factores de ayuda mutua en los movimientos migratorios, que no solían ser necesariamente flujos sin rumbo, sino que estaban orientados la mayoría de las veces por contactos con parientes, a pesar de las dificultades de comunicación existentes y del ocasional desconocimiento de localización de familiares que también se ha constatado. Estas redes podían tener una influencia sustantiva en los periodos de provisionalidad (facilitando alojamiento y mantenimiento, principalmente) de los recién llegados. También las redes de parentesco, en unión con las de amistad y compañerismo, solían ser muy útiles a la hora de buscar nuevos trabajos temporeros o más estables, tanto en el mundo rural como en el urbano, funcionando como contactos previos facilitadores del empleo. Y de modo especial, las relaciones con el vecindario más próximo parece manifestarse como la fuente más inmediata de ayuda económica social. Todo parece sugerir que, para los humildes trabajadores pobres, los vecinos, que podían encontrarse en situaciones similares de dificultad, eran la fuente de ayuda más importante, mucho más que las ayudas de familiares en muchos casos.

Al margen o en relación con estas redes de relaciones, estaban también las posibles asociaciones profesionales de autoayuda (de origen gremial), que funcionaban como incipientes mutualidades, y la pertenencia voluntaria o cofradías o hermandades parroquiales o de ámbito local, entre cuyas actividades figuraban también los socorros y asistencia a sus miembros en determinadas circunstancias de necesidad.

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TEMA 2. DE LA CARIDAD A LA BENEFICIENCIA DEL ESTADO LIBERAL

PRIMERA PARTE: DE LA CARIDAD A LA BENEFICIENCIA.

INTRODUCCIÓN

Los tres pasos más importantes en el proceso de transformación de la acción social en la historia son:La inicial reforma efectuada por los ilustrados que supera por primera vez la caridad tardofeudal de naturaleza religiosa y se basa en los conceptos utilitarios y racionalistas del trabajo y la colaboración social. La intervención de la burguesía liberal que acomoda los viejos recursos caritativos para fortalecer su modelo social, mediante la creación de una estructura de ayudas a la familia, el trabajo, la propiedad y el orden.La intervención de los reformistas sociales de principios del S. XX, para abandonar la vieja cultura de la protección a la pobreza por parte de la iniciativa particular o de clase social, y entrar por la senda de la previsión social, que pretende hacer imposible la pobreza en la sociedad mediante un sistema de seguros y servicios sociales ofrecidos por el Estado a todos los ciudadanos/as.

1. DE LA CULTURA DE LA PROTECCIÓN A LA CULTURA DE LA PREVISIÓN: CARIDAD, BENEFICENCIA, ASISTENCIA, ACCIÓN SOCIAL Y ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN SOCIAL.

1.1. La herencia de la concepción de la pobreza en el S. XVIII: trabajo, disciplina, corrección y encierro.

El reformismo ilustrado retoma la herencia renacentista, supera la exaltación de la pobreza y la mendicidad y descubre algunos espacios públicos en la asistencia. Es una etapa reformista que no llega a ser revolucionaria porque no supera el viejo marco sacralizado. Crean instituciones que concentran mejor la asistencia, se consigue debilitar la asistencia eclesiástica e incluye a élites civiles que apunten hacia una dirección menos sacralizada, pero aún estamos lejos de convertir la asistencia en un espacio propiamente civil y público.La organización asistencial se puso en manos de parroquias y corregidores con las unidades básicas de las Juntas de Caridad.

Tampoco la reforma del sistema fiscal consiguió introducir la asistencia en la esfera de la hacienda pública. No logró obtener fiscalmente recursos de los privilegiados y redirigirlos asistencialmente a los necesitados del Estado.

La reforma ilustrada significa un anticipo del planteamiento liberal del XIX, en el sentido de referir la pobreza y la asistencia a factores más económicos y sociales que religiosos, y al asignar la dirección y la gestión de la asistencia a las administraciones locales.

1.1.1. Los principios nuevos de utilitarismo o racionalidad.

Los principios de esta reforma recuperan cierta inspiración del humanismo de los reformadores del S. XVI, pero sobre todo recogen el principio del racionalismo francés. Los hombres de las luces situaron al hombre y su razón en el centro de interpretación de la pobreza y la asistencia. La pobreza es vista ahora como un fracaso humano.Cambian las prioridades: no hay que preservar la imagen sacralizada de la pobreza, sino potenciar la idea secularizada del progreso y la riqueza.

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La pobreza producía graves amenazas sociales porque alejaba al hombre del hábito y de la valoración del trabajo y le apartaba de la vida útil para la comunidad. La limosna particular y la caridad indiscriminadas habían actuado de elementos disuasorios para incorporarse a la actividad laboral (incentivaban la mendicidad y ociosidad). La verdadera pobreza se entiende como la falta o el desapego al trabajo.

Tales conceptos de racionalidad y utilidad aplicados a la pobreza llevan a la conclusión de que la pobreza no hay que protegerla, sino erradicarla. Los pobres se consideran elementos ociosos e inútiles que han de ser encerrados y tratados con terapias que los habitúen al trabajo y sentirse miembros útiles de la sociedad. La nueva burguesía será quien lidere la asistencia.

Sin embargo no se desligó la pobreza del viejo modelo de vida cristiana ni de contemplar la asistencia desligada de la virtud de caridad. Los ilustrados no fueron secularizadores sino que impregnaron sus reformas sociales de una fuerte vinculación eclesiástica.

El otro objetivo de la reforma fue eliminar la movilidad y el nomadismo. Fijar esta población en un territorio fu el objeto de su lucha contra la vagancia. El concentrar recursos asistenciales pretendía luchar contra la desintegración indiscriminada de instituciones y los circuitos de limosna y socorros particulares, buscaron una reforma racional de distribución de recursos más concentrada y de políticas sociales más centralizadas. Los vagos eran recluidos en hospicios y en levas militares, eran clasificados de mendigos peligrosos por lo que la pobreza se asocia de nuevo al delito y la asistencia a la condena.

1.1.2. Las medidas legislativas de las luces

La legislación social ilustrada del S. XVIII español se dirigió fundamentalmente a la represión de la mendicidad y la vagancia mediante encerramientos y levas. Redujeron y concentraron fundaciones propias de los mayorazgos y parroquias, lo que permitió acumular recursos con que dotar las nuevas fundaciones de los asilos y hospicios de reclusión.

En la justificación de estas acciones legislativas predominaba el discurso legitimador de la protección del trabajo y la utilidad social, de la promoción de la educación como medio de erradicar la pobreza, de la terapia laboral como recurso para integrar a los pobres en la sociedad y de la reclusión de vagos y mendigos en instituciones cerradas y represoras.

Felipe V inició la creación de hospicios permanentes sostenidos con arbitrios oficiales y una organización hospitalaria al crear una Comisión de Hospitales del Consejo.Felipe VI ordenó la recogida o expulsión de pobres en la Corte de 1749 y organizó la Beneficencia Domiciliaria por primera vez en Madrid en 1756.Carlos III diseñó una organización general político – económica de gran envergadura. Ordenó un plan general de reducción de cofradías y obras pías entre 1771 y 1783. Extendió la creación de hospicios y estableció con carácter general una serie de recursos económicos para sostener estos establecimientos: concentró fondos de los hospitalarios de San Antón y de los jesuitas para sostener los hospicios y obtuvo del papa el Fondo Pío Beneficial. Se organizaron Diputaciones de Barrio en Madrid en 1778 y se articuló un organigrama piramidal mediante el cual la asistencia quedaba jerarquizada por las tres instancias sucesivas de junta parroquial, junta diocesana y junta general de caridad. Además prosiguió con la dura política represiva de vagos, con los que organizó levas desde 1775.Carlos IV estableció la primera medida desamortizadora de instituciones asistenciales entre 1798 y 1808: enajenación de bienes a hospitales, hospicios, cofradías y obras pías.

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1.1.3. Las instituciones: hospicios y casas de expósitos.

Institucionalmente los núcleos de actuación centrales fueron los hospicios (centros de reclusión de mendigos o vagos) y las casas de expósitos o inclusas (en cuyos tornos eran depositados los niños/as abandonados/as). Estas casas se conciben con una triple función: represora y punitiva de encerrar y castigar a los vagos y mendigos; la asistencial de recoger a desamparados y a pobres inválidos, y la laboral como centros artesanales que educaran en la afición al trabajo y en la necesidad de ser útiles para el Estado. Se fundaron también instituciones disciplinarias y correctivas como las Casas Galera y otros centros carcelarios.

Todas estas instituciones se basaban en los principios de la vida encerrada, reglada, dedicada al trabajo y a la educación (junto a la enseñanza profesional los hospicios tenían también escuelas de primeras letras). Instituyeron también los alguaciles de pobres (precedente de los guardias municipales) para inspeccionar y encerrar a los mendigos, y las juntas de caridad para controlar y visitar a las familias más necesitadas.

1.2. El significado de la pobreza y la beneficencia en el liberalismo burgués.

1.2.1. El itinerario de los conceptos: caridad, filantropía, beneficencia, asistencia social y bienestar.

Las respuestas al problema de la pobreza han pasado de la caridad como respuesta moral y religiosa, a la filantropía como solución ética y racional, a la beneficencia como defensa de un modelo de vida burgués, a la asistencia social como primera toma de posición del Estado Providencia, al bienestar como red de servicios sociales que el Estado tiene la obligación de prestar y los ciudadanos el derecho a recibir.

Los mayores avances en este proceso han consistido en separar el problema de la pobreza del mundo clerical (sacralización de la vida material, familiar y laboral), siendo la atención a los problemas sociales canalizada a través de fundaciones particulares legadas por nobles y clérigos. Los primeros pasos de la desacralización los llevaron a cabo las propuestas preliberales del reformismo ilustrado y de la beneficencia liberal del S. XIX. Ambos contribuyeron a sacar la marginación del ámbito de lo religioso y a introducirla en la dimensión social i económica de la vida de los individuos y de las sociedades.

1.2.2. La teoría social de las capacidades y la plutocracia determina la visión de la pobreza y la beneficencia burguesa.

Frente a los valores colectivos estamentales sacralizados, se impondrán ahora los valores individuales: acaparar y acumular riqueza (frente a los intereses sociales que impelerán a repartirla equilibradamente). La natural desigualdad en la que cree el liberalismo es la que conduce a la competitividad y al desarrollo de las capacidades individuales como motores de dinamismo social. El individualismo liberal justifica y legitima que sean tan necesarios los ricos como los pobres, sin desigualdad no habría ascenso ni dinamismo social.

La pobreza se concibe como un fracaso personal, que no hay que erradicar ni se puede prevenir, y que está relacionada con las habilidades del individuo y estatus y con la capacidad de trabajo y ascenso social. Los programas liberales sólo pretendían controlar la pobreza por encima de un mínimo necesario para que pueda darse el enriquecimiento de las élites, y por debajo de un máximo peligroso que pudiera atentar contra el sistema.

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La superioridad moral de la riqueza conduce al reconocimiento de inferioridad de la pobreza. El liberalismo consagra como valor supremo la plutocracia (superioridad de los más ricos) y la pobreza como estigma. Ambas están interrelacionadas para formar el dinamismo y la estructura social. La jerarquización social entre riqueza y pobreza: el rico tiene mayor condición moral y superior capacidad intelectual, mientras que el pobre posee una catadura moral sospechosa y una dotación de menor capacidad para aportar algo a la sociedad.

1.3. Los valores liberales como transfondo del concepto de pobreza:

La beneficencia del liberalismo y la relación que este establece entre marginación y poder, se trata de proteger otra serie de valores burgueses, principios que son imprescindibles para la supervivencia del sistema y que resultan agredidos por los pobres:

1.3.1. La nueva cultura de la propiedad y su relación con la pobreza.

Los pobres tenían una cultura ajena a la propiedad por lo que tendían a no valorarla e incluso agredirla. La propiedad era uno de los principales valores burgueses y resultaba, por tanto, directamente amenazado por la marginación. De ahí que la legislación liberal se dedicara a rodearla de protecciones jurídicas y la acción de la beneficencia estaba pensada para impedir las posibles agresiones contra ella de las clases peligrosas.

1.3.2. El nuevo papel del trabajo en relación con la pobreza.

El trabajo era un valor ajeno para las clases populares más pobres, sin embargo el capitalismo burgués presentaba el trabajo como un factor económico decisivo: el trabajador se transformó en una pieza clave de la relación entre poder y marginación, porque resultó ser el principal factor de enriquecimiento y de pauperización. Por esta razón la función asistencial se basó en el trabajo. Los ayuntamientos basarán la beneficencia municipal en la oferta laboral como instrumento coercitivo y educador al mismo tiempo.

Se toman medidas para inculcar los valores del trabajo: aplican a los mendigos y vagos recogidos en los hospicios una vinculación al trabajo regular y remunerado, crean talleres dentro de los centros, los obligan a cumplir contratos con artesanos, los envían a estancias a casa de campesinos, los ocupan en trabajos de obras públicas… y medidas de protección indirecta como ayudar a los trabajadores más necesitados, creación de hospitales y guarderías, control de los mendigos inmigrantes…

1.3.3. El valor de la vecindad y el domicilio como base de la beneficencia.

El valor de la vecindad estaba despreciado por los pobres, debido a aspectos relacionados con la mendicidad como vivir en la calle o el nomadismo. En todas las ordenanzas se exigía la domiciliación para acceder a todos los servicios de la beneficencia municipal, la domiciliación y el registro nacen de la necesidad de asistir controladamente a las clases peligrosas. En el S. XVI esta función la llevaron a cabo los albergues de Herrera, en el S. XVIII los hospicios y en el S. XIX los ayuntamientos, que disponían de un servicio de transeúntes para seleccionar y filtrar a los inmigrantes y elaborar un padrón de pobres.

1.3.4. El valor de la educación inserto en el sistema benéfico.

La burguesía asoció a los hospicios, además de talleres y escuelas de oficios, las escuelas de primeras letras. Los inicios de la enseñanza primaria municipal están relacionados con la beneficencia, la organización educativa en España nació dirigida a las clases menesterosas.

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1.3.5. El orden público, la autoridad local y la policía de pobres.

El origen de la policía urbana está en relación con la recogida y expulsión de mendigos y vagos. Los alguaciles iban vestidos de uniforme y col los símbolos de policías de pobres dependientes de los hospicios. En el S. XIX la realidad político – administrativa de la autoridad local se consolida y construye muchas funciones y servicios municipales a partir de la beneficencia como el servicio de abastecimiento urbano: reparto de alimentos, control de precios de productos de primera necesidad…

1.3.6. El valor de la sanidad y la higiene consolidado desde la beneficencia.

La burguesía protegió también la higiene pública y sanidad urbana que también se veía amenazada por las clases populares más empobrecidas. La primera asistencia sanitaria pública fue dirigida solamente a necesitados y marginados transmisores de enfermedades, es un método preventivo para el resto de la sociedad en vez de curativo. En el S. XIX se organizará dentro de la beneficencia las primeras redes sanitarias urbanas, dividiendo la ciudad en distritos dependientes de cada hospital y creando un sistema de juntas de beneficencia que gestionan el cuidado sanitario de la ciudad.

1.3.7. La previsión, el ahorro y la moralidad de costumbres.

Los ilustrados y liberales detectaron riesgos en comportamientos ociosos de los pobres, orientando la concepción de la pobreza y la eficacia de la asistencia a eliminar dichos excesos y a acostumbrar a los marginados a moderarse, a habituarse al trabajo, al ahorro… Importaba mucho a la burguesía controlar los comportamientos y actitudes de las clases peligrosas, interesaba más erradicar el vicio que la pobreza. Unas veces utilizaban formas directas como la represión de conductas inapropiadas y otras veces indirectas como la educación preventiva. Nacen las cajas de ahorro para retirar el dinero sobrante y evitar el gasto inadecuado. Moralizan a las clases populares mediante el ahorro como virtud, ejemplo de que el poder persigue la autoafirmación de sus valores (vida ordenada, previsora y productiva).

1.4. Las actitudes burguesas como trasfondo de la práctica de la beneficencia.

La pobreza amenazaba valores y la beneficencia debía protegerlos, se planteó así como una escuela de valores.

1.4.1. Una válvula de seguridad para hacer sostenible el sistema socioeconómico.

El sistema benéfico liberal se orientó a garantizar la defensa de unos umbrales mínimos de seguridad, evitando la agresión al sistema por parte de los pobres; y controlar también los riesgos sociales de la excesiva concentración de la riqueza. Para esto las válvulas de seguridad serían los donativos, fundaciones y sobre todo las instituciones de la beneficencia liberal. La beneficencia municipal liberal tiene un claro objetivo pacificador, previsor de conflictos, rehabilitador de la fuerza del trabajo, creador de ciudadanos colaboradores y contribuyentes… mediante una actitud paternalista y mediante la imagen de la generosidad social.

1.4.2. Un recurso de control social para los dirigentes sociales.

La beneficencia burguesa establece también acciones de control social. Crea instituciones integradas en los niveles local y provincial de la administración del Estado, y se sirve así de la autoridad municipal y provincial como garantía de control. Los grupos dirigentes o élites

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urbanas locales sienten la necesidad de controlar los riesgos procedentes de la inmigración marginada y sus efectos en el mercado laboral.

Surge así la beneficencia domiciliaria, la municipal y la provincial para dar respuesta a los riesgos por la falta de trabajo y que gestarán lo servicios urbanos. Los liberales introdujeron el concepto de pobreza y de asistencia en las instituciones civiles que afectaban al gobierno de las ciudades: clasificar la pobreza y practicar la asistencia eran tarea de las burguesías locales de las ciudades.

1.4.3. Una cautela segregadora y un refuerzo ornamental del urbanismo burgués.

La burguesía pretendió también inculcar el valor urbano del orden y de la costumbre de cuidar la limpieza y la higiene de la ciudad, dichos valores se mezclaron con la beneficencia con gestos culturales y normas morales sobre comportamiento ordenado urbano. Los burgueses aplicaron un nuevo esquema de segregación espacial horizontal de la ciudad, expulsando a la periferia de la ciudad (ensanches) a los barrios de jornaleros e inmigrantes.

1.4.4. Un medio para crear espacios de control en la calle y en la vida social.

La burguesía concreta una serie de espacios para modificar los hábitos de los pobres: controlar el espacio urbano y dotarlo de códigos de conductas que lo diferencien del rural; orientar las instituciones y acciones a cambiar el hábito popular de la sociabilidad cotidiana en la calle; “limpiar” la calle prohibiendo la mendicidad, expulsando o clasificando a los inmigrantes que buscan trabajo y dignificando los espacios burgueses. Además se concentran en crear un nuevo espacio integrador, el laboral, como ámbito de trabajo y de arraigo, contribuyendo a fijar hábitos de dependencia y vinculaciones con un territorio determinado. Controlarán además el espacio vecinal y doméstico, mediante la canalización de ayudas por la beneficencia domiciliaria.

1.4.5. Un medio para proteger la familia y el ciclo vital burgués.

El nuevo papel de la familia, la mujer y el matrimonio.

Los burgueses concebían la familia bien estructurada en torno a la pareja y a los hijos. Los pobres podían agredir contra esta concepción de la familia y atentar contra el fundamento de la sociedad burguesa. Por eso la familia y el matrimonio serán un instrumento imprescindible en la beneficencia, basándose en asegurar el matrimonio y el domicilio como unidades asistenciales. La asistencia burguesa va destinada a cohesionar la primaria cédula matrimonial como fundamento de la sociedad, coloca a la mujer en un puesto central de recuperación de la familia, transmisión de valores y de la economía del cuidado.

La protección de la fecundidad y la maternidad.

Otro valor de los más necesitados estaba relacionado con la fecundidad y la procreación. Se achacó a los pobres una natalidad desmedida y descontrolada que podría superar al crecimiento de los recursos. Se crean instituciones protectoras de la maternidad heterodoxa erradicando prácticas marginales como las casas de maternidad y las casas cuna.

La protección a la infancia.

La burguesía entiende que la falta de valoración de la infancia por parte de los pobres es un peligro para la sociedad. La asistencia tratará de defender socialmente la descendencia del

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matrimonio y generará centros docentes como las escuelas gratuitas para los hijos de los pobres, asilos de párvulos, roperos y dispensarios, casas cuna y “gotas de leche”. Además en las ordenanzas municipales se penaliza a las familias de marginados que no lleven a sus hijos a la escuela, se persigue la mendicidad infantil y se hace un esfuerzo educativo para que los hijos no sigan los pasos de sus padres.

El desamparo de la ancianidad.

También nacieron instituciones específicas para paliar los riesgos que presentaba la edad adulta en sus diversas manifestaciones de marginalidad, y la última y menos atendida fue la ancianidad, que tardará en disponer de asilos específicos para ancianos y de casas de desamparados. Las viudas solo fueron atendidas cuando encabezaban una familia.

1.4.6. El nacimiento de los servicios municipales desde la beneficencia.

El embrión de los servicios municipales

Por medio de este proceso administrativo todo el aparato asistencial (de origen eclesiástico) pasa a disposición de los ayuntamientos, especialmente urbanos. Las primeras redes hospitalarias y la asistencia pública domiciliaria partieron de la beneficencia municipal, también os primeros médicos municipales, las iniciales medidas de protección sanitaria, el primer reparto de medicinas y ayudas de socorro… Los hospicios ilustrados significaron un control de la inmigración y la búsqueda del orden público con la erradicación de la mendicidad. La beneficencia domiciliaria, la enseñanza benéfica municipal, los policías de pobres, los censos de pobres, el control alimentario y de precios, los refugios municipales y las juntas municipales de barrio fueron elementos de control.

El nacimiento de unos servicios provinciales para los ayuntamientos rurales. Las diputaciones provinciales tratan de concentrar servicios asistenciales de destino provincial (hospitales, hospicios…) e instituciones de gestión de la beneficencia con este mismo carácter (juntas provinciales de beneficencia). Tensión entre los intereses urbanos (ayuntamientos) y los intereses rurales (municipios del resto de la provincia). La provincialización fue una reacción de defensa ante la municipalización, para reorientar los recursos hacia el ámbito rural.

2. EVOLUCIÓN LEGISATIVA E INSTITUCIONAL DE LA ACCIÓN SOCIAL DEL ESTADO LIBERAL.

2.1. Evolución legislativa de la beneficencia liberal

2.1.1. La propuesta de Cádiz hace un difuso encargo al ayuntamiento.

El artículo 321 de la Constitución de 1812 asigna a los ayuntamientos cuidar de los hospitales, hospicios y otros centros benéficos y prevé igualmente la tutela de las diputaciones provinciales sobre estos establecimientos. Se inicia la dialéctica entre la municipalización urbana y la provincialización rural de la beneficencia.

2.1.2. La ofensiva municipalizadota y anticlerical de los radicales de 1822

Los moderados y sus leyes provinciales pondrán el mayor énfasis en la centralización y la provincialización de los recursos y la gestión de la beneficencia; y los progresistas y sus leyes

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municipales insistirán en el mayor respeto a la descentralización local, incluso un agresivo afán municipalizador. La primera ley de beneficencia se produce en el trienio liberal, ley general de 1822 de los radicales municipalistas. Se denomina pública la beneficencia municipal y privada la beneficencia eclesiástica y se opta por una municipalización de los recursos de esta última. Se crean juntas municipales de beneficencia como encargadas del ministerio para controlar la gestión de la asistencia benéfica. La ley prevé maternidades, asilos, hospitales y el socorro domiciliario. Los liberales acceden al poder en 1833 y vuelven a poder en manos de los intendentes y jefes políticos el control de la beneficencia, mediante una importante tarea de investigación y recuperación de sus bienes, para frenar el deterioro del conjunto asistencial eclesiástico. Los liberales intentaron sustituir la Corona por el Estado de beneficencia.

2.1.3. La contraofensiva moderada de 1849 privatiza y centraliza la beneficencia.

Los moderados tratarán de paliar la abrasión radical anterior. Dio mayor entrada a la actividad benéfica de los privilegiados: monarquía e iglesia. Insistirá en la organización provincial, más centralizadora y rural. La ley general de beneficencia de 1849 y su reglamento de 1852 expresan este modelo asistencial moderado. Insistieron en limitar la intromisión de los ayuntamientos de las capitales de provincia y dio entrada a las diputaciones provinciales. Así distingue entre beneficencia municipal para las ciudades y beneficencia provincial para núcleos rurales. Consolida un sistema jerarquizado en tres etapas: juntas municipales, provinciales y generales de beneficencia.

2.1.4. La desamortización de 1855 y el laicismo del Sexenio democrático.

La ley general de desamortización de 1855 afecto específicamente a los bienes de beneficencia y sirvió de instrumento real para que las burguesías urbanas controlaran y gestionaran los recursos. La legislación democrática y republicana apoyó a l a beneficencia pública y recortó la titularidad de las instituciones de la iglesia.

2.1.5. La legislación conservadora de la restauración.

La legislación conservadora de la primera Restauración devolvió el control a los ayuntamientos y la recuperación de la iglesia. Estas leyes consiguen minimizar el carácter público de la política social, reducir el ámbito estatal, provincial y municipal e incrementar el espacio familiar y eclesiástico de la beneficencia.El decreto de 1875, la instrucción de beneficencia de 1885 y la de 1899 limitaron el carácter público de la beneficencia. La instrucción de 1888 y el decreto de 1908 potenciaron la beneficencia particular. Se multiplican las órdenes religiosas como personal asistente al frente de instituciones de beneficencia. La evolución de la práctica de la beneficencia sufre un claro retroceso en el proceso de convertirse en un servicio público del Estado.

2.2. la naturaleza y evolución de las instituciones benéficas y de los sujetos asistentes

2.2.1. las instituciones de beneficencia liberal

La burguesía liberal se adueña de los viejos recursos benéficos y los organiza según su esquema administrativo en defensa del modelo de sociedad y ciudad liderada por la burguesía. Las principales instituciones de beneficencia, sostenidas con fondos provenientes de la desamortización de la iglesia, se ponen bajo gestión municipal y abarcan un amplio abanico de

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establecimientos y servicios: red de hospitales, asilos, casas de beneficencia, refugios, casas de socorro…

2.2.2. Quienes son y cómo evolucionan los sujetos asistentes.

Los sujetos asistentes más importantes no fueron estado, nobleza o iglesia; sino la familia, iniciativas espontáneas de solidaridad, y los movimientos sociales. La familia aportó el sustento imprescindible para que fueran sostenibles los propios sistemas en su conjunto. Se ha hecho cargo históricamente de todas las personas dependientes que no podían ser atendidos por las instituciones públicas, eclesiásticas o particulares. La beneficencia domiciliaria liberal del S XIX reconoció que la familia cumplía ese nivel subsidiario básico y llegó a oficializarlo de alguna manera con el sistema de beneficencia pública domiciliaria.

El Estado como sujeto público fue muy reducido, destacando otros niveles como el local, provincial y regional como verdaderos actores de lo público. Después de la familia fue el municipal el capítulo más activo en el S. XIX, cumplió un rol social muy importante, contribuyó a diseñar la ciudad, articuló un importante porcentaje de sus funciones, servicios y morfología. El papel de lo público fue creciendo lentamente a lo largo de los siglos XVIII, XIX y XX. Hasta la implantación del estado de Bienestar no se puede decir que el Estado fuese el principal actor de la asistencia en España. El retraso público, el protagonismo de la familia y la persistencia de la iglesia son las tres características más relevantes de la historia social española.

La iglesia es otro actor asistencial que cubría la escasez pública y aliviaba el peso a la familia. Sin embargo al contrario que el Estado, la participación de la iglesia fue decreciendo. Otro de los rasgos del sistema asistencial español fue la escasa secularización, de la sociedad civil, que impidio la desacralización de la asistencia vinculada a la caridad y a la moral católica hasta hace exactamente curato de siglo.

El otro agente asistencial fue el capítulo espontáneo de la solidaridad desde abajo, nacido de la iniciativa popular y colectiva. Este actor actúa basado en estrategias económicas de subsistencia y refleja un mecanismo casi automático de sostenibilidad. Esta solidaridad desde abajo fue generada por grupos populares, artesanales o incluso de orden religioso (no eclesiástico): pasaron por socorros mutuos, gremios, cofradías, obras pías, a asociaciones y posteriormente a sindicatos, cooperativas, voluntariado y ONG.

3. EVOLUCIÓN DE LOS SUJETOS RECEPTORES DE ATENCIÓN/PROTECCIÓN SOCIAL: POBRES, MARGINADOS, EXCLUÍDOS Y TRABAJADORES

3.1. Las diferentes definiciones y mediciones del pauperismo contemporáneo.

3.1.1. Una perspectiva colectiva del pauperismo desde los sistemas económicos.

Se pasa de una asistencia a un pauperismo centrado en características individuales, a una asistencia centrada no tanto en las necesidades individuales como en las necesidades del propio Estado, los asistentes pasan a ser colectivos que buscan sus propios intereses. El tratamiento de la pobreza y la asistencia se ha deslizado hacia lo colectivo, de lo personal hacia lo estatal.

3.1.2. De la cuantificación de los pobres a la comprensión de la pobreza como una amenaza cambiante para la mayor parte de la sociedad urbana.

Se distinguen tres áreas de influencia de la pobreza en la sociedad:

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Población pauperizable (60%): Los amenazados por caer en la pobreza real, incapaces de afrontar los gastos mínimos de habitación, alimento y vestido, expuestos a recurrir a ayudas externas en cualquier momento del año por cualquier mala coyuntura laboral, sanitaria o familiar que les afectara.Población pauperizada (20% del 60%): Están atrapados por la pobreza. Padecen una severa incapacidad de subsistir de manera estable, necesitan ser socorridos y figuran en los padrones de pobres que confeccionan coyunturalmente los ayuntamientos. Población asistida (4% del 60%): ciudadanos ralamente atendidos por las instituciones asistenciales de la iglesia, ayuntamientos o diputaciones.

3.2. Los factores de depauperización

La edad, el género y la salida del trabajo eran los factores de depauperización más comunes.

La edad era la primera causa de pobreza, tanto la infancia como la ancianidad. La infancia fue atendida en la cultura burguesa del S. XIX mientras que los ancianos tuvieron que esperar hasta las sociedades postindustriales actuales.La salida del trabajo significaba entrar en los padrones de pobres. La enfermedad o el accidente laboral también eran circunstancias depauperizadoras.El género era oto factor de depauperización, la mayoría de mujeres solteras o viudas tenían como destino obligado recurrir a la beneficencia.

3.2.1. La familia como neutralizador del impacto de la pobreza más que factor de depauperización.

La ruptura de la célula familiar significaba muchas veces caer en la pobreza, pero era más frecuente que la estructura familiar salvara de la pobreza a muchos pauperizables. El papel de la familia tenía un efecto benefactor y reparador, que se constituyó como primera unidad asistencial reconocible y en las que se proyectaron programas asistenciales basados en la reproducción de las funciones primarias de la familia. La situación laboral y salarial de las familias pobres es precaria, temporal, irregular y estacional.

SEGUNDA PARTE. LA CUESTIÓN SOCIAL Y EL NACIMIENTO DE LA PREVISIÓN SOCIAL.

1. LAS NUEVAS FORMAS DE PRODUCCIÓN Y LA SOCIEDAD DE MASAS. DEL POBRE AL TRABAJADOR. LOS REFORMISTAS SOCIALES SUPERAN LA CULTURA DE LA PROTECCIÓN CON LA CULTURA DE LA PREVISIÓN.

1.1. De la cultura individualista liberal a la cultura social reformista.

Pasamos del imaginario moderno basado en las relaciones sociales individualistas propias del Antiguo Régimen, a la sensibilidad societaria de la contemporaneidad, propia de la sociedad de masas y de los movimientos sociales. El paso de la cultura individualista a la cultura social arranca desde la tímida cuestión social en la Restauración que conducirá al tibio reformismo social liberal, luego al intervencionismo estatal más radical, hasta terminar en la socialización del Estado de los proletarios. La función social del Estado pasó del individualismo hacia la socialización, desde la intervención individual hasta el intervencionismo estatal. El Estado llega a decidir que los derechos sociales están por encima de los derechos individuales, llega a la previsión social.

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1.2. El reformismo social conquista un papel social para el Estado (1883.1936)

Cuatro procesos harán que cambie la manera de entender el rol del estado en las necesidades sociales: planteamiento de la cuestión social, el nacimiento del reformismo social que promueve el intervencionismo estatal, la implantación de la cultura de previsión y la extensión de los movimiento obreros. El objetivo común que persiguen es corregir el excesivo individualismo de que estaba inculcada la legislación y el propio cuerpo social español del XIX. Para cuya superación se abren varias vías: el asociacionismo, la admisión de la intervención del Estado en la reforma social y la apuesta por un sistema de prevención y servicios sociales.

1.3. el carácter revolucionario y la naturaleza pública de la previsión social.

El significado que la previsión introdujo en la cultura social a principios del S. XX es totalmente revolucionario. El imaginario social reformista plantea la pobreza como un defecto social a erradicar y las necesidades sociales como un fracaso a evitar mediante los servicios públicos contributivos.La primera condición para hablar de un servicio público de asistencia, o de beneficencia pública, o de un Estado de bienestar, es la titularidad estatal capaz de generar unos derechos en los ciudadanos y unos deberes en los gobernantes. El segundo requisito es entender la pobreza o necesidad como una privación de derechos individuales capaz de generar una responsabilidad estatal por erradicarla. El tercer requisito exigible a un sistema público de previsión social y se servicios sociales e que el origen de los recursos proceda de un sistema fiscal estatal, que obtenga los medios por la vía contributiva. El cuarto requisito es la generalización de la asistencia: un derecho exigible y obligatorio para todos los ciudadanos/as.

2. DE O PRIVADO A O PÚBLICO: LA CUESTIÓN SOCIAL EN EL NACIMIENTO DE LA PREVISIÓN Y EL REFORMISMO SOCIAL.

2.1. La cuestión social durante la restauración:

En los años ochenta comienza a plantearse hasta donde ha de llegar el individualismo frente a la intervención del estado a la hora de solucionar los problemas de la sociedad. La respuesta liberal dejaba esta relación a la libre concurrencia particular y entraba en contradicción con las nuevas doctrinas de los emergentes movimientos sociales del proletariado que pedían la intervención del Estado. Se han tipificado al menos tres respuestas importantes a esta cuestión, la de la cultura conservadora, la de la liberal radical y la del movimiento obrero.La primera estaba alimentada por la práctica de la Iglesia, la segunda de la cultura liberal y la tercera nacida del proletariado mismo, en trono a una dialéctica revolucionaria, bien socialista de la lucha de clases o bien anarquista de erradicación de todo poder institucional. 2.1.1. La solución católica pensaba que la beneficencia era más rentable que la previsión.

La iglesia española insistía en el recurso benéfico como solución a la cuestión social, los eclesiásticos no admitían la intervención del Estado en las relaciones sociales porque consideraba que podía perder la hegemonía de sus relaciones con la sociedad.

2.1.2. La solución conservadora, ante la cuestión social, prefiere curar que prevenir.

La percepción conservadora siguió insistiendo en la recatolización de la sociedad como instrumento de superación de la cuestión social. Participaban en dos culturas antipreventivas, el individualismo liberal y la cultura religiosa de la beneficencia. Veían la solución correcta en la

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beneficencia particular más armonizadora y menos conflictiva, gracias a la práctica de la religión y el paternalismo social.

2.1.3. La solución de los liberales y krausistas se acerca a la previsión.

La solución liberal se inspiraba en la concepción antropológica de la sociedad, que se comporta como lo haría un individuo, basado en el principio de capacidad, desigualdad y libre competencia. De ahí deducía que toda acción colectiva u oficial que interfiriera en esas reglas debía ser rechazada. Solo las propuestas más radicales asumieron el intervencionismo reformista del Estado como un cauce para solucionar el conflicto entre capital y trabajo. El movimiento Krausista se mostró dispuesto a introducir correcciones al liberalismo por medio de sociedades interpuestas y el Estado.

2.1.4. La solución del sindicalismo socialista.

Sus grandes objetivos eran el asociacionismo, la previsión y el intervencionismo estatal. Su meta era alcanzar la revolución a través de la lucha de clases. Con la ley de asociaciones de 1887 los obreros entraron en las instituciones encargadas de preparar leyes sociales. Canalejas promovió algún proyecto de ley social para sentar el principio liberal de la necesidad de la intervención del Estado en la regulación de las relaciones laborales y de los contratos de trabajo. Los socialistas impulsaron el avance estatal en las políticas sociales

2.2. Los destinatarios de la cuestión social y la previsión

Las calases trabajadoras están amenazadas por la necesidad, no hay que socorrer a los pobres, hay que generar servicios sociales que previnieran las grandes necesidades de enseñanza, sanidad, seguridad, trabajo y medios de subsistencia de los trabajadores. 2.2.1. Los factores de la pauperización giran en torno al trabajo.

La cuestión social oficial de la Restauración asoció trabajadores y pobres, sin embargo los movimientos obreros se negaron a ser incluidos en la categoría común y despectiva de indigentes. Rechazaron la caridad burguesa y eclesiástica y reclamaron mejoras sociales en términos de derecho y no como concesión de las clases acomodadas. Los trabajadores y la previsión marcaron el rumbo de la política social.

2.2.2. La nueva pobreza coincide con la vida cotidiana de un jornalero.

Desde el principio de la Restauración hasta el comienzo del S. XX los precios y los salarios no sufrieron grandes alteraciones, de forma que la capacidad adquisitiva de las clases populares no experimento modificaciones. Pero desde la Primera Guerra Mundial los salarios se estancaron y los precios ascendieron de forma importante, lo que provocó situaciones de necesidad.

2.2.3. Los empleados y obreros reclaman seguridad y previsión.

Una de las carencias de la vida de los trabajadores fue la seguridad y la previsión. Depender directamente del jornal hacía que en situaciones de enfermedad, paro o invalidez la subsistencia de la familia se viera comprometida. Además al cobrar solamente los días trabajados retribuía solo el periodo activo del trabajador y no el inactivo (vejez).

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3. EVOLUCIÓN LEGISLATIVA E INSTITUCIONAL DEL REFORMISMO SOCIAL.

Los conservadores renovadores comenzaron a apuntar hacia el reformismo social (E. Silvela, Manifiesto de la Unión Conservadora), pero será E. Dato el primer legislador de la previsión. Suelen distinguirse dos etapas en su evolución legislativa, con un punto de inflexión en 1900. en la primera hubo una rotura de la herencia reformista del sexenio democrático y en la segunda etapa iniciaron la creación de instituciones y políticas del reformismo social.

Medidas contra el trabajo infantil (1873 y 1884, ley Benot) Comisión de Reformas Sociales (1883)Ley de compensación de los trabajadores (1900)Instituto de Reformas Sociales (1903)Instituto Nacional de Previsión (1908)Retiro obrero obligatorio (1919)Jornada de 8 horas (1918)

Fueron los socialistas quienes impulsaron la intervención del Estado en la política social, permanente y propia de su función. Se encaminaron hacia la intervención del Estado en las conquistas sociales de previsión, en las relaciones laborales, condiciones de trabajo, regulación de la huelga y sindicación.

Sin embrago las dictaduras de Primo de Rivera y Franco retrocedieron volviendo a las políticas sociales tradicionales con un espíritu cooperativo y un afán monopolista del Estado que puso la política social al servicio de la ideología del régimen.

3.1. Evolución institucional durante la restauración

En la primera etapa, antes de 1900, la base de la política social de la restauración era la vieja red de beneficencia eclesiástica. Sin embargo los primeros liberales comenzaron a abrirse a algunas exploraciones que renovaran este aparato asistencial. La primera iniciativa pretendió informarse de la situación social de los obreros, propiciar un marco legal que controlara el asociacionismo, y legislar medidas para armonizar las relaciones laborales. Fueron estas medidas los antecedentes del reformismo social, intervencionismo estatal y de la cultura de la previsión

3.1.1. La Comisión de Reformas Sociales (CRS); informando pero inoperante ante la cruda realidad obrera.

Por Real Decreto de 5 de diciembre de 1883, en el que se crea una comisión para el estudio de las cuestiones que directamente interesan a la mayoría y al bienestar de las clases obreras tanto industriales como agrícolas y que afectan a las relaciones entre el capital y el trabajo.

Se crean comisiones locales y provinciales para recoger estadísticas y opiniones sobre los problemas y necesidades de la clase obrera. Se elabora un cuestionario para recoger datos sobre la cuestión social, que fue dirigido a corporaciones públicas, sindicatos, cámaras, de comercio, patronales, etc. Con estos datos, la Comisión debería presentar sus proyectos de ley para su presentación y aprobación en las Cortes.

Por Real Decreto del 13 de marzo de 1890, se reforma la Comisión consolidando su papel interventor en la vida social. Art. 6: Será objeto de la Comisión: 1. Preparar proyectos de ley que mejoren el estado de la clase obrera; 2. Informar de los puntos que el Gobierno les someta especialmente;

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3. Someter al Gobierno todos los proyectos de decreto o ley que sean conducentes a los siguientes puntos:Mejora de la habitación de las clases obreras.Policía, higiene y salubridad de los talleres.Represión del fraude en la adulteración y peso de las sustancias de primera necesidad.Medidas para facilitar la asociación, ahorro y socorro mutuo.

La finalidad de la Comisión será servir de instrumento a una legislación más profunda a las necesidades de los colectivos a quienes se destina y que cuente, al mismo tiempo, con un mayor grado de aceptación. Por primera vez en la legislación española se empela la expresión “trabajo social”, aunque con un sentido, muy diferente al actual, de análisis y consulta de los afectados como tarea previa a las decisiones legales.La importancia de la Comisión radica en su propia existencia y en la presidencia de dicha Comisión de Canovas del Castillo, líder del partido en la oposición. La cuestión social se convierte en un problema de Estado. Lo que significa que el Estado de la Restauración reconocía que no podía quedar al margen de los nuevos problemas sociales. A ello hay que añadir el impulso dado por la Comisión al debate público y la información sobre la cuestión social.

La propia naturaleza de la Comisión expresa la convicción de afrontar la cuestión social desde una perspectiva global y mínimamente sistematizadaPero los principales efectos pueden medirse considerando su propia obra: Proyectos de Ley, debates, dictámenes sobre aspectos básicos de la situación social en España fueron resultado de su intensa tarea. Cuestiones propias de la acción social y de los servicios sociales cuentan con una gran reflexión colectiva gracias a la labor de la Comisión, que será punto de partida de legislación social decisiva.Conclusión: la Comisión de Reformas Sociales no se agotará con su propia existencia. Fue el núcleo desde el que surgió un órgano básico de nuestra historia: el Instituto de Reformas Sociales.

3.1.2. La ley de asociaciones de 1887. la eclosión de obreros y frailes.

Se reconocieron jurídicamente las asociaciones, entendidas como fundamentales para regular las relaciones laborales y resolver la cuestión social. Hacía referencia específica a gremios y ni siquiera obligaron al empresariado a contar con dichas asociaciones a la hora de regular las relaciones laborales.

3.1.3. Los jurados mixtos.

Órganos jurisdiccionales para resolver conflictos individuales en las relaciones de trabajo, la CRS les concedió en 1891 las funciones de inaccionar el cumplimiento de la ley, de conciliar situaciones de conflicto e incluso de sancionar jurisdiccionalmente su resolución.

3.1.4. El Instituto de Reformas Sociales (IRS)

El IRS nació en 1903 como medio para la institucionalización pública de las relaciones entre obreros y empresarios. Fue la primera institución que reconoció el intervencionismo social del Estado. Tuvo la misión de de incentivar la participación de obreros y patronos, promover el diálogo, la negociación, la mediación y la búsqueda de consenso. Tubo funciones de estudio de la situación social de las clases obreras y de las relaciones entre capital y trabajo. Se le encargó preparar la legislación de trabajo, asesorar y apoyar las tareas legislativas y de Gobierno. También actuó de mediador para prevenir y conciliar conflictos.

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Hasta la creación del Ministerio de Trabajo en 1920, analizó los problemas sociales y laborales, medió en los conflictos y elaboró proyectos legislativos. Sus boletines, monografías e informes fueron un referente con rigor científico y estudio documentado.Exigieron al poder público respuestas legislativas a los problemas sociales, más allá de medidas puntuales y paternalistas, e hicieron numerosas propuestas de reforma social.

3.2. Evolución legislativa del reformismo social

A partir de los años ochenta se camina hacia la regulación de unas condiciones mínimas (CRS e IRS), al régimen de libertad subsidiaria (INP) y los seguros sociales obligatorios dependientes del Ministerio de Trabajo. Sin embargo el retiro obrero sigue siendo el único seguro obligatorio vigente en España cuando arranca la II República.

Por RD de 5 de diciembre de 1887 obtiene luz verde la Comisión de Reformas Sociales, en cuanto “Comisión para el estudio de las cuestiones que interesan a la mejora o bienestar de las clases obreras, tanto agrícolas como industriales, y que afectan a las relaciones entre el capital y el trabajo”. Entre sus antecedentes se encuentran artículos sobre la “cuestión obrera” o las directrices proclives a reformas morales, educativas y jurídicas aprobadas en el Congreso Sociológico de Valencia.

La creación de la CRS institucionaliza la opción favorable al papel moderador del Estado en el conflicto social, cuyos principales avalistas están ligados al grupo krausopositivista y a la Institución de Libre enseñanza. La Comisión, que no es parlamentaria, sino un órgano dependiente de la Gobernación, recibe como objetivo prioritario el estudio e información a nivel nacional, provincial y local, del estado material de las clases trabajadoras.

El agravamiento de la cuestión social hace que por RD del 13 de mayo de 1890 se acometa una reestructuración de la CRS confiándole “preparar proyectos de ley, que tiendan al mejoramiento del estado de las clases obreras o de sus relaciones económicas con las clases productoras. Este impulso viene precedido por la creación del PSOE y UGT (ley de asociaciones de 1887) la celebración del 1º de Mayo, y de hechos internacionales como la II Internacional o el Congreso Obrero de Berlín.

La Encíclica Rerum Novarum de León XIII (1891) muestra la preocupación por los problemas sociales de la iglesia. Su repercusión se ve en 6 congresos Católicos, asociacionismo (Círculos Católicos Obreros) y desde principios del s. XX del sindicalismo obrero católico.

El proceso de institucionalización de la política social se ratifica con la creación en el año 1900 de las Juntas Provinciales y Locales de Reformas Sociales y las incipientes leyes reguladoras del trabajo femenino e infantil. El siguiente paso fue la creación por RD del 23 de abril de 1903 del IRS, que será un centro de elaboración jurídica laboral. Se consolida el intervencionismo del Estado en las relaciones laborales.

Ambos organismos (CRS e IRS) se proponen abarcar todo el espacio comprendido por las relaciones de producción y trabajo. La amplitud teórica choca con la restringida aplicación de la legislación laboral (Ej. Ley Dato de protección del trabajo de mujeres y niños (1900) que sólo afectaba a las fábricas)

El fin de la CRS (1903) se resume con la parte positiva que conlleva su propia aparición, ya que supone el arranque oficial de la acción social del Estado y la parte negativa centrada en el desinterés de los patronos y los trabajadores que con su rechazo al proyecto consiguen su neutralización.

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La creación del Instituto Nacional de Previsión (INP) el 27 de febrero de 1905 supone el paso de los seguros sociales voluntarios al régimen de libertad subsidiaria, un escalón hacia la protección social. Entre las responsabilidades del INP se encuentra la administración de las pensiones de retiro a favor de los asalariados y su contribución al ejercicio de dicha práctica.

El retiro obrero es el primer seguro social obligatorio implantado en España, su afianzamiento correrá a cargo del INP, gestor de las pensiones de vejez desde su regulación inicial en régimen de libertad subsidiaria. Tras la restructuración de este organismo en 1919 (RD del 20 de noviembre) pasa a depender del Ministerio de Trabajo ley Dato del 8 de mayo de 1920).

El afianzamiento de los seguros sociales obligatorios presenta la sucesión de tres principales modelos:

El armonicista de la Restauración. El corporativista de la Dictadura de Primo de Rivera. La pluralidad más dinámica y comprometida de la II República.

4. EL MOVIMIENTO OBRERO Y LAS NUEVAS FORMAS DE SOLIDARIDAD HORIZONTAL.

El reconocimiento jurídico del asociacionismo vino dado por la lucha de las clases trabajadoras por la obtención de unos derechos mínimos. El liberalismo por ejemplo, persistió en frenar la participación popular en la vida pública a través del sufragio censitario, y por obstaculizar todo factor de vertebración autóctona y solidaridad entre las clases populares (derechos de reunión y asociación).

El punto de partida es la Real Orden del 28 de febrero de 1839, mediante la cual se autoriza la constitución de asociaciones de manera muy restringida, bajo la modalidad exclusiva de socorros mutuos sujetos a la inspección de autoridades civiles.

Entre este arranque liberal y la Ley de Asociaciones de 1887, se perciben tres fases en el tratamiento legal asociativo: las restricciones de la España Isabelina; la incipiente constitucionalización del Sexenio Democrático; y los silencios calculados de la Restauración hasta la apertura de los años ochenta con Sagasta. Observamos un tratamiento tendente a reprimir toda conducta sospechosa de contestación, mientras que se toleran modalidades consideradas inofensivas (socorros mutuos, recreo, beneficencia, cultura, instrucción).

Harán falta once años (1876-1887) para definir con una normativa expresa el alcance y condiciones del derecho de asociación. La ley del 30 de junio de 1887 detalla las normas relativas a la fundación y desenvolvimiento ordinario de las sociedades, las cuestiones económicas y los problemas organizativos; a la vez se fija el calendario y mecanismos de supervisión reservados a los Gobiernos civiles. Una oportunidad histórica que aprovecharon PSOE y UGT en verano de 1888. Sin embargo también apunta disposiciones que recomiendan el sometimiento de las entidades obreras a la estricta vigilancia de la autoridad civil, militar y judicial.

Los socorros mutuos reflejan la manifestación solidaria de sociabilidad horizontal, que ante la dejación de los poderes públicos, intenta regular desde abajo un seguro rudimentario contra la enfermedad y la falta de trabajo. Actúan como plataforma de lucha y contribuye al rodaje obrero en la resistencia política y sindical.

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Aparece el mutualismo como un elemento atenuador de conflictos y un elemento reforzador del orden público y transmisor de pautas burguesas de comportamiento (moralidad, ahorro y previsión).

En conclusión desde los albores liberales del primer tercio del s. XX la práctica mutualista en España muestra una capacidad de supervivencia por encima de trabas legales y bandazos ideológicos. Frente a la debilidad del movimiento obrero organizado y otras vertientes de la realidad societaria, su crónica presencia es síntoma de problemas sin resolver y de viejos desajustes.

La clave de éxito de esta fórmula previsora radica en su sintonía con el deterioro del poder adquisitivo de los trabajadores, a quienes mediante simbólicas cuotas garantiza una atención (asistencia médica y farmacéutica, asignación económica…) en momentos difíciles, generalmente situaciones de “no trabajo” por enfermedad.

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TEMA 3. EL ESTADO SOCIAL Y LA PROFESIONALIZACIÓN DEL TRABAJO SOCIAL

PARTE PRIMERA. EL ESTADO SOCIAL

INTRODUCCIÓN

El Estado Social es una de las formas del Estado, que es una forma política, y cuyos principios son la soberanía (concentración del poder) y la neutralidad (imparcialidad del estado frente a los poderes indirectos o facciones y grupos sociales, caracterizados por un interés individual). Se consolidó en el siglo XIX y fue la institución reformadora que limitó la consecuencia de la cuestión social (vista como problemática), impidiendo una guerra civil social de dimensiones Europeas.

El Estado Social tuvo sus primeros antecedentes en lo que la tradición hacendística alemana llamó ya, antes del movimiento ilustrado, Estado de Bienestar Social (Wholfahrssraat). El S. XIX añadirá al Estado Social dos elementos de gran importancia: la idea de una reforma de la sociedad capitaneada por una monarquía de naturaleza social y el desarrollo de los seguros sociales como la vía más adecuada para resolver los conflictos de la sociedad industrial. A la combinación de estos dos elementos se denomina “prusianismo socialista”.

1. LA INTERPRETACIÓN LEGISLATIVA DEL ESTADO. LA FAMILIA OBRERA COMO OBJETO DE LA ACTUACIÓN SOCIAL. LA ADMINISTRACIÓN SOCIAL, PREVISIÓN SOCIAL Y LOS RECURSOS SOCIALES.

El Estado se hizo impulsor del comercio y la industria, en virtud de razón de estado, convirtiéndose e un elemento fundamental para el desarrollo de la economía capitalista. Por otro lado la rivalidad del Estado y la iglesia conllevó la secularización que tuvo como consecuencia el primado del Estado sobre todas las relaciones sociales que estuvieron sometidas a un fuerte proceso de racionalización y centralización.

La Ley de Le Chapelier (1791) disolvió todos los gremios y prohibió cualquier tipo de asociación profesional puesto que acusaba a estos “cuerpos intermedios” de interponer su voluntad entre los individuos y Estado.

Durante la Revolución Industrial existe una contraposición, de gran efecto sobre la opinión pública, entre los derechos formales, los derechos materiales y los derechos sociales. La aventajada situación de los patronos hace necesaria la intervención del Estado para equilibrar la relación de fuerzas, naciendo así la cuestión obrera o cuestión industrial. La pobreza se transforma en pauperismo industrial y se presenta de forma radicalmente nueva a lo largo del S. XIX.

El trabajo profesional permanece ajeno a la vida personal. La profesionalización del trabajo tendrá como consecuencia la mayor dependencia de los individuos del sistema industrial, transformando el ocio como algo residual. La rebelión de las masas permite a Forsthoff distinguir el estado vital dominante y el estado social efectivo. El primero esta colocado debajo del individuo por lo que este puede considerarse dueño de dicho espacio, el espacio vital efectivo es el espacio en el que fácticamente se desarrolla la existencia de cada uno. Este espacio se estrecha con motivo del éxodo rural.

La dependencia de un contrato de trabajo, de los servicios benéficos municipales, permite hablar de una cierta “menesterosidad social”, cuya consecuencia más importante es la proletarización. La más dependiente y necesitada de todas las instituciones sociales es la

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familia obrera, se la puede presentar así como objeto de la acción social. La razón de ser de la Administración social contemporánea era hacerse cargo de la procura asistencial o asistencia vital de los ciudadanos. Esta nueva asistencia, característica de la sociedad industrial presenta tres aspectos fundamentales: la garantía del derecho al trabajo y un salario adecuado y justo; la regulación de la demanda, la producción y el consumo; las prestaciones necesarias para el mantenimiento de la vida en una sociedad masificada (asistencias vitales: sanidad, previsión para la vejez, invalidez, enfermedad y paro).

Entre las medidas de previsión social del estado destaca el ahorro familiar, la fórmula que aconsejan los poderes públicos es la previsión individual y social que desembocará en el Instituto Nacional de Previsión que desarrollara legislativamente las leyes de seguros sociales. La política social por tanto fue concebida como política laboral y legislación obrera. La administración laboral aspiraba a proteger directamente la salud del trabajador, reduciendo la jornada laboral entre otras cosas.

2. EL CATOLOCISMO SOCIAL. LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA CATÓLICA. PROLETARIADO Y SINDICATOS CATÓLICOS. INSTITUCIONES BENÉFICAS. LA FORMACIÓN MORAL

Se denomina catolicismo social al conjunto de esfuerzos que han realizado los católicos para percibir el problema obrero en su especificad dentro de la sociedad industrial y para responder a el. Un punto de partida de esta doctrina social fue la Encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII (1891). La primera etapa del catolicismo social en España de 1880 a 1912 y se basa en los “círculos obreros” del Padre Vicent, con objetivos de formación religiosa, instrucción, ayuda económica y actividades recreativas. La orientación corporativa se manifestó en el carácter mixto (patronos y obreros) de las organizaciones, frente a la propuesta de los católicos de organizaciones puras (sin presencia patronal). Esta división política se manifestó en los Congresos Nacionales de Católicos y en las Semanas Sociales que se interrumpen en 1912.La segunda etapa va desde 1912 a 1936 y en ella aparecen organismos para las obras sociales y a Confederación nacional de Sindicatos católicos y Sindicatos libres. También hay mayor estudio de la problemática social y mayor divulgación de la doctrina social, por esto se crea en Madrid la Asociación Nacional Católica de propagandistas y el Grupo de democracia cristiana en 1919.Un aspecto de relevancia en el catolicismo social es la misión de redención del proletariado, expresada por Pío XI en la Quadragesimo Anno. Se aproximan así a las figuras del proletariado y los sindicatos católicos, optando por la agremiación de tipo mixto.

3. DE LA BENEFICENCIA GENERALISTA A LA INTERVENCIÓN ESPECIALIZADA. MUJERES, INFANCIA, ANCIANOS. NORMALIDAD Y “DESVIACIÓN SOCIAL” (LOCOS, LISIADOS, PROSTITUTAS, HUÉRFANOS, TRASEÚNTES, ETC.)

La beneficencia es una forma de intervención social que impregna una época, la que precede al enganche al carro del Estado del socorro a los necesitados, pero también coetánea y posterior a ese compromiso de la Administración. La protección social, en concreto la protección legal obrera, será la parte más visible de la política social, cuando la legislación sobre el trabajo llegue a constituir el sector más extenso de la legislación social.

Entre los cometidos de la beneficencia pública están las casas baratas o higiénicas, las provisiones de alimentación de emergencia, el socorro o asistencia a enfermos tanto domiciliaria como en establecimientos internos (hospitales, instituciones de acogimiento para contagiados, locos), el socorro a las embarazadas, la protección a la maternidad, la educación infantil.

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La beneficencia pública, sea o no graciable para su beneficiarios, es obligatoria para el provisor (Estado), aunque de hecho quede condicionada en extensión e intensidad a las disponibilidades del momento.

Esta primera etapa será progresivamente sustituida, por las formas de garantía de derechos individuales que en su momento se llamará bienestar social, el paso de la beneficencia generalista a la intervención especializada. Obsérvese que al hablar de “intervención” se está reconociendo la profesionalización de la beneficencia tradicional. Así pues mujeres, infancia y ancianos merecerán un tratamiento diferenciado.

Por otro lado, el proceso de especialización resulta imposible de separar de las crecientes municipalización y centralización estatal de los servicios asistenciales y de bienestar. Se encuentra aquí la razón de la distinción entre la normalidad y le desviación social. Desde este punto de vista científico y positivista se justifican las nuevas formas de tratamiento de las personas cuya conducta no es la conducta típica (locos, lisiados, huérfanos, transeúntes, etc.)

Cuando la legislación sobre riesgos asegurables se desarrolle (vejez, retiro obrero, accidentes de trabajo, maternidad) las provisiones sociales (individuales, profesionales) continuarán supliendo las limitaciones y deficiencias de la provisión estatal. En muchos lugares concurren iniciativas provinciales de beneficencia con recursos privados, sobre todo católicos, puestos al servicio de la beneficencia pública. El mutualismo asistencial ofrece ejemplos de asistencia médica y farmacéutica gratuita, pensiones temporales en metálico para los inhabilitados para el trabajo por accidente.

En el imaginario social europeo del s. XIX tuvo una presencia viva el sufrimiento infligido a su “beneficiarios”. Los mismos hospitales eran temidos por su elevada mortalidad, retrasando todo lo posible la entrada en ellos y haciéndolo ya en el extremo: era un círculo vicioso. Los hospicios presentaban condiciones de acogida muy duras.

4. EL MOVIMIENTO DE LA REFORMA SOCIAL. EL HIGIENISMO. EL SOCIALISMO JURÍDICO. COOPERATIVISMO. AMPLIACIÓN DEL OBJETIVO DE LA ACCIÓN SOCIAL: CIUDADANÍA SOCIAL. SERVICIOS DE EDUCACIÓN Y SALUD: HACIA EL BIENESTAR SOCIAL.

Desde una perspectiva global, el reformismo social fue la compleja respuesta de una sociedad en cambio al impacto que sobre Europa tuvo la Revolución industrial. Esta produjo cambios extraordinarios en todos los aspectos de la vida social, comenzando por la demografía y continuando por la política, la economía, la ciencia, etc. Se inicia entonces lo que ahora llamamos globalización y cuya lanza a sido precisamente Europa.

Junto a las ventajas de la revolución industrial y el progreso técnico, movimiento que alimenta y se alimenta de aquella, se ha tenido también la certeza del coste del progreso económico: deterioro del medio ambiente, degradación de las ciudades, pauperismo, proletarización de la vida, materialismo, etc. Contra estos males de la sociedad contemporánea se dirigió precisamente lo que con vago término se denomina “Reformismo social”.

El reformismo social no puede definirse como un movimiento de ideas unívoco, por eso convendría hacer una distinción básica entre los distintos reformismos, según su naturaleza política, económica, religiosa, científica o intelectual. En el reformismo político militan los hombres de partido, ya sean conservadores, liberales, socialdemócratas, socialistas, comunistas o fascistas. En el reformismo económico concurren, por su parte, los cultivadores de la ciencia económica, bien desde una perspectiva liberal, que basa sus remedios en la libre

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iniciativa de los individuos, bien desde una visión colectivista, apoyada en la planificación. Gran interés tiene aquí el sindicalismo, mediación entre el mundo político y el económico. Hay también un reformismo social de inspiración religiosa, no siempre determinado por la autoridad eclesiástica. Es el caso del pensamiento tradicionalista, que aparece en Europa como reacción ante las nefastas consecuencias del ciclo de la Revolución francesa.

Se puede considerar a P. Frank el padre del higienismo y la medicina social, movimiento médico que tuvo gran auge durante el siglo XIX y cuyos postulados esenciales eran la lucha contra las insalubres condiciones de vida y de trabajo de las clases obreras. El movimiento higienista tuvo también eco y representantes en España, el médico Francisco Méndez Álvaro, autor de numerosos estudios de su especialidad entre los que destaca “Consideraciones sobre la Higiene pública y mejoras que reclama en España la higiene municipal, 1853”.

El progreso de las ciencias médicas y de la estadística permitió descubrir la “mortalidad diferencial”, es decir, la desigualdad social ante las enfermedades; los procesos patológicos endémicos (propio y exclusivo de ciertas regiones) y epidemiológicos; los aspectos morales (conductas depravadas (viciosas), promiscuidad) y ambientales (degradación urbana, viviendas insalubres) de la enfermedad, etc. Para todo ello debía encontrarse una respuesta, no solamente política y médica, sino también moral y educativa, pues muchas de las enfermedades que debilitaban los organismos de los obreros y sus familias tenían que ver con la ignorancia, los malos hábitos y ciertas costumbres desordenadas.

Los objetivos prioritarios de la lucha contra la miseria moral y física, estigma de ciertas enfermedades, fueron la prostitución y alcoholismos. Una ramificación del higienismo es el eugenismo o preocupación por las condiciones físicas de los progenitores ante la eventualidad de transmitir al que iba a nacer algún tipo de tara física o mental. Otra es el desarrollo de la medicina infantil, a partir de experiencias como la obra de la “Gota de leche”, impulsada en Francia desde finales del s. XIX para ofrecer alimento a los niños pobre que no podían ser amamantados por sus madres.

Otro aspecto muy interesante del movimiento del reformismo social, el que a veces no se suele reparar, es el llamado socialismo jurídico, cuyo precurso fue el austriaco Anton Menger, que partía del análisis del derecho civil (síntesis del estatuto político, económico, social y familiar de la persona) como una variable de la economía. El Derecho privado venía a ser, así, la expresión perfecta de la sociedad burguesa. Frente a la disyuntiva entre la revolución y esa especie de social de Bismarck, Menger proponía una reforma sistemática del Derecho privado para salvaguardar los intereses populares. La doctrina del socialismo jurídico no podía limitarse a efectos económico, sino que tenía que tener trascendencia social y política. Con ello apareció el nuevo tipo de contrato, desligado ya de los Códigos civiles, y que se conoce como los “contrato de trabajo”, cuya esencia es la protección que aporta el Estado a la parte más débil de los contratos: el trabajador. Garantía que se hace efectiva a través de unos tribunales especializados: la jurisdicción social.

El cooperativismo es otra de las más interesantes aportaciones del genio político del siglo XIX a la reforma social. En un sentido amplio puede considerarse como un “hecho” fundado en la naturaleza social del ser humano.

Junto a las cooperativas de consumo, cuya finalidad es la eliminación del lucro mercantil y la obtención de productos y servicios a precios menores a los ofrecidos por el mercado, y las de producción, cuyo objetivo sería, en la terminología marxista, la apropiación de la plusvalía por los trabajadores. Existía también dos tipos de cooperativos: el de vivienda y el de crédito. Mientras que las cooperativas de vivienda ponen a disposición de los cooperativistas un bien

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esencial como la habitación a un precio inferior al del mercado, las de crédito ofrecen un dinero barato o a interés protegido.

En términos generales, el cooperativismo como alternativa a las relaciones económicas de dependencia que se desarrollan en el sistema capitalista, puede sintetizarse en cuatro grandes principios: el de la adhesión libre y voluntaria de sus miembros (frente al encuadramiento obligatorio en el sistema de seguros sociales estatales); el del precio justo de los servicios ofrecidos; el de la exigibilidad jurídica de las prestaciones y beneficios previstos; y el de la participación democrática, aspiración que transforma la integración personal en la asociación en una convivencia activa.

Según el sociólogo inglés Thomas h. Marshall, en su estudio “Ciudadanía y clase social”, indica que el presupuesto de la ciudadanía social es la creencia en la plena igualdad de los individuos en razón de su pertenencia a una determinada comunidad. Marshall se preguntaba si esa igualdad sustancial podía ser compatible con otro tipo de desigualdades y estatutos diferenciados. A su juicio, buna parte de las desigualdades se derivan, como una consecuencia lógica, de la “ciudadanía”. Para él había tres tipos de ciudadanía.

La ciudadanía “civil”, integrada por las libertades de expresión, de pensamiento, de conciencia y religión, por el derecho de la propiedad y la autonomía de la voluntad (principio que fundamenta todo el Derecho privado). Las instituciones que garantizan esos derechos y facultades individuales son los tribunales de justicia.

La ciudadanía “política”, cuyo presupuesto esencial es “el derecho a participar en el ejercicio del poder político como miembro de un cuerpo investido de autoridad política, o como elector de sus miembros”. En este caso, la institución que asegura su vigencia es el parlamento.

La ciudadanía “social”, que abarca “desde el derecho a la seguridad y a un mínimo de bienestar económico al derecho a compartir plenamente la herencia social y vivir la vida de un ser civilizado conforme a los estándares predominantes en la sociedad”. Puede decirse que su desarrollo y potenciación son misión básica de las instituciones educativas y los servicios sociales.

La preocupación por la educación y la cultura constituye una de las piezas claves de todo el Reformismo social. Se empezó por una lucha contra el analfabetismo, las escuelas gratuitas nocturnas para los trabajadores y sus hijos, en los Círculos de obreros. La necesidad latente, consiste en que poco se puede avanzar hacia una educación igualitaria y no discriminatoria cuando tan grandes son las carencias familiares de todo tipo (vivienda, trabajo, salud, etc.) que afectan sin duda a la asistencia y al rendimiento escolar. La intervención en este tipo de carencias afecta directamente al hogar e indirectamente al niño, constituyendo un campo para el profesional del trabajo social. Y sin embargo la presencia profesional en el área escolar es más bien simbólica, por no decir inexistente: el campo lo llenan psicólogos y pedagogos.

Otras iniciativas en España a comienzo del s. XX, merece señalar la obra de Leopoldo Palacios: Las Universidades populares. En ella se informa sobre los antecedentes europeos y las iniciativas españolas de la Extensión Universitaria. En 1908 la universidad de Birmingham fue la primera universidad inglesa en conferir la condición de estudiantes a los aspirantes a trabajadores sociales.. La respuesta que dieron los Asentamientos sociales para las familias sumidas en la pobreza ya tenía lazos con la Universidad a través del Comité de Asentamientos. Cuando en 1908 el gobierno liberal empieza a organizar estructuras administrativas para la provisión de bienestar.

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Los orígenes y preocupaciones también llegaron a los servicios de salud. En esa asistencia intervinieron siempre, con mayor o menor capacitación técnica, el personal voluntario o comprometido laboralmente, para la atención a enfermos e impedidos.

El Preámbulo de la Ley General de Sanidad, de 25 de abril de 1986.Los art. 43 y 49 de la Constitución de 1978 formulaban el derecho de todos los

ciudadanos a la protección de la salud y la institucionalización, conforme a las previsiones del título VIII de la anterior, de la progresiva transferencia a las Comunidades Autónomas de las competencias en materia de Sanidad.

SEGUNDA PARTE

HACIA LA PROFESIONALIZACIÓN DEL TRABAJO SOCIAL. UNA PROFESIÓN CON ROSTRO DE MUJER.

1. EL TRABAJO SOCIAL TIENE NOMBRE DE MUJER: SUS PIONERAS

El Trabajo Social nace en Estado Unidos y lo ponen en pie figuras solitarias de su época que se comprometen y trabajan con la posibilidad de lograr la transformación social.

Las pioneras del Trabajo Social participan con plenitud de estas circunstancias, vislumbraron el momento y los signos temporales que lo acompañaban. Las circunstancias apócales hicieron que las mujeres abrieran una brecha profunda y fundamental en la intervención política, a través de esta novedosa forma de profesional que se perfila como Trabajo Social. Trabajan para crear autonomía, para que cuantos usuarios comparten su trabajo tengan poder sobre sus vidas.

El partido de las mujeres por la paz (WPP) defendió en Estados Unidos la idea de una comunidad femenina contra la guerra, proponiendo con Jane Addams una educación pacifista a los niños como una nueva tarea a trabajar desde el trabajo social. Empezamos a ver que las mujeres se sentían capaces de impulsar reformas legales y políticas sociales con el respaldo de los nuevos sindicatos, fundamentalmente en la lucha por el respeto al trabajo femenino en situaciones de embarazo.

Las reformadoras sociales inglesas y norteamericanas están en el inicio de la creación del Estado del Bienestar (Beatriz P. Webbs) Los programas de la seguridad social discriminarán a las mujeres por su escasa representación en el mercado de trabajo y diferencias salariales, las primeras trabajadoras sociales centrarán su atención en las necesidades femeninas y su específica situación ligada al entorno que les rodea (niños, jóvenes y mayores), personas en las que recae todo el peso de la pobreza y el abandono social. A estas realidades se refieren continuamente en sus temáticas Octavia Hill, Jane Addams y Mary Richmond, entre otras.

1.1 Octavia Hill (1938-1912)

Fue la artífice de lo local, del difícil trabajo disciplinado y riguroso, de “trabajar con los sueños” cuando la realidad no dejaba vislumbrar el problema. Fue una vigilante crítica y constante de la C.O.S. (Charity Organization Societies/Organización de Sociedades de la Caridad), organización que le debe su potente inspiración cristiana anglicana.

En 1838 nació Octavia Hill. Su padre fue comerciante, banquero y promotor de un periódico difusor de las ideas socialistas de R. Owen, y su segunda esposa C.S. Smith, fue nieta de un pionero de la reforma sanitaria inglesa. De esta forma, pudo ser instruida en el método

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Pestalozzi, que incluía la posibilidad de educación para adultos. A los catorces años ayudó a su madre en una cooperativa humanitaria y de inspiración socialista cristiana. Aunque trabajó como aprendiz de carpintería, estaba más interesada en escuchar a los pensadores sociales del momento. Comenzó así a frecuentar la capilla anglicana del predicador D. Maurice, teólogo, innovador social y de enorme integridad moral. Él le inculcó el interés por los jóvenes y sus circunstancias, por el papel de las mujeres en esa sociedad que se empezaba a perfilar ya muy diferente.

Precisamente el conocimiento exigente de la vida doméstica concretó su modalidad de intervención social a escala local. Compra las primeras propiedades e inicia un plan de vivienda para familias obreras, casas con jardines y servicio con alquileres bajos. La reforma social que ella inicia entonces, es un ejemplo paradigmático del Trabajo Social. Se mantuvo atenta a la necesidad más importante de la industrialización, la vivienda. En ella el grupo social salía beneficiado, procuraba paz a la vuelta del trabajo, desarrolló a las mujeres y dio seguridad a hijos y ancianos.

Su participación en los Settlements y el descubrimiento de la COS fue fundamental para O. Hill. Ella llegó a ser el alma de esta organización, e impulsó legislación como la Ley de Pobres de 1905. Fue propuesta para sentarse en la Comisión Real para la Vivienda, y participó durante años como miembro de la Comisión de la Mujer de la Soución de Blackfriars.

Desconfiaba del Estado social en tanto que interventor en exceso que anula la iniciativa y la responsabilidad individuales. De igual forma, se rebeló contra cualquier dependencia desde un espíritu crítico, empezando por la COS: “Los pobres deben ser ayudados a ayudarse a sí mismo”. Esa era su premisa metodológica básica. Desde ahí fomentó la perfectibilidad y la autorrealización como principios básicos en Trabajo Social.

1.2. May Ellen Richmond

Mary E. Richmond fue la figura central de la COS. Nace en 1861, al quedar huérfana, vivirá con su abuela y sus tías. Cursa sus estudios secundarios en Baltimore. A pesar de no tener una formación académica superior, era una mujer culta, de clase media y de ética protestante. Fue reformista, pero también feminista.

Reflexiona sobre las necesidades individuales y ambientales de los sujetos. Para paliar la situación propone un conocimiento exhaustivo de los individuos y trabajar metodológicamente desde los valores morales de la COS. Esta fue un intento fructífero desde la asistencia privada como encauzar y sistematizar todos los movimientos de ayuda dispersos geográficamente, aunando lo que se fue descubriendo como metodología básica de intervención. Llegó a ser secretaria general y tesorera de la COS (1891), siendo la primera mujer norteamericana que ejercía una gerencia en una sociedad asociativa. Paralelamente, formará parte de los “visitadores amistosos”.

No le preocupa tanto el trabajo social como disciplina, cuanto su transformación posible en una profesión bien fundamentada. El Trabajo Social es, por tanto, una profesión educativa y curativa que interviene, según ella, desde el conocimiento de la psicología humana y resulta cercana a la religión por su carácter vocacional y respetuoso con la dignidad de los seres humanos. Desde este posicionamiento pudo formular la primera declaración de los principios que debían informar la práctica microsocial en Trabajo Social.

La carencia de medios didácticos para los voluntarios visitadores le lleva a interesarse por la sociología y la filosofía. Utilizó materiales, sobre todo, de la Escuela de Chicago a la que se

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refiere expresamente en sus escritos, estando también agradecida de cuanto aprendió de J. Addams y O. Hill. En ese proceso de formación, la Russel Sage Foundation decidió subvencionar la creación de las primeras escuelas de Trabajo Social en 1917.

Ese mismo año Mary E. Richmond publicó: El diagnóstico social. En él concreta no sólo las actitudes y aptitudes del Trabajo Social sino que sistematiza, por primera vez, los métodos y técnicas del mismo. Pocos años más tarde aparece su segundo libro: El caso social individual (1922). Expone un tipo de metodología en la relación social de ayuda desde el Trabajo Social que se convertirá en la gran aportación del Trabajo Social a las Ciencias Sociales. Ese mismo año 1922, el Smith College le concede el doctorado honoris causa por “haber establecido las bases científicas de una nueva profesión”.

Desde su perspectiva, el Trabajo Social era, conocer pormenorizadamente qué es la ayuda, cómo hay que abordarla, desde dónde y de qué manera hacernos cargo de ella para que su aplicación genere autodeterminación, promoción humana e independencia social. Sin embargo, apuntará que la burocracia era el principal peligro del Trabajo Social. Otro peligro que indica es el trabajo con recursos materiales, por no tener la dedicación, el tiempo y la formación académica para descubrir al propio profesional como recurso de ayuda.

La Escuela de Filantropía Aplicada no es sino una concreción del tipo de profesionales que quería formar en Nueva York. Sus intervenciones se dirigen a los individuos (venta al por menor) dice, y las reformas sociales exigidas por la sociedad (venta al por mayor) las llama, porque como en alguna ocasión comenta, el Trabajo Social tiene siempre un desarrollo en espiral.

1.3. Laura Jane Addams

Nace en una pequeña ciudad de Illinois, en 1860, en una acomodada familia. Su madre murió cuando ella tenía tres años. Su padre fue senador del Estado de Illinois y amigo personal de Abraham Lincoln. Fue tenida por “santa” entre sus compatriotas, y así declarada por el clamor popular, tanto por su coherencia y sentido de la realidad, como por su compromiso con ella. En 1931 recibió el Premio Nobel de la Paz.

J. Addams puede definirse el pilar fundamental de lo que podríamos llamar el Trabajo Social, tanto en su desarrollo metodológico microsocial como macrosocial. Sus intervenciones siempre estuvieron ligadas, a los sujetos individuales y a las reformas sociales, logrando que su conocimiento e intervención grupal y las políticas sociales respondieran a esa realidad para transformarla.

Sus principales líneas de pensamiento y de intervención pueden resumirse en cuatro. En primer lugar, el trabajo con jóvenes delincuentes, en que fue decisiva la metodología grupal de los Settlements. En segundo lugar, la intervención desde el Trabajo Social en los movimientos sociales, fundamentalmente en el pacifismo como expresión de resistencia. En tercer lugar, el trabajo con mujeres, en especial mujeres de color, en cuya primera asociación intervino En cuarto lugar, la intervención en el campo de la inmigración y los desajustes resultantes de la revolución industrial. Este último campo la conduce a una nueva categoría de interculturalidad que traslada a las políticas sociales y al trabajo individual.

Después de viajar al Reino Unido y conocer al matrimonio Barnett y su actividad en los suburbios londinenses, pone en marcha con H.G. Starr, Hull House (1899). Un centro de investigación e intervención social, un verdadero “laboratorio social”. El éxito de esta iniciativa

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quedará asociado al nombre de Jane Addams y a los orígenes del Trabajo Social. La Hull House era, en un sus primeros momentos, una institución educativa con atención expresa a los mayores, a la diversidad y a los problemas de género. Asimismo, con atención práctica diurna y nocturna, según los colectivos y según las necesidades. Era un centro donde se trabajaba desde el respeto a la individualidad y al autodesarrollo personal. Desde el conocimiento de la excelencia, se formaba a obreros y a estudiantes, para sacarlos de la ignorancia. Era una “Universidad alternativa”.

J. Addams creía verdaderamente en la unidad del conocimiento, en que es igual saber y hacer. El aprendizaje proviene de la actividad grupal, relacionada con la vida y, por tanto, es una actividad social.

Toda su vida es un amplio desarrollo del despliegue personal de alguien que aspiró a que fueran posibles los tres principios básicos del Trabajo Social: intervención concreta tras un diagnóstico, reformas legales y políticas sociales desde la investigación rigurosa de la realidad social. Por tanto, un compromiso fundamental desde el conocimiento, el rigor, el acompañamiento personal y grupal, identificados con el lugar y los hechos históricos.

1.4. Dorotea Lynde Dix

Norteamericana nacida en Nueva Inglaterra en 1802 y precursora fundamental de la española Concepción Arenal, empezó enseñando como maestra en un Escuela dominical de Boston a mujeres encarceladas. Las condiciones de vida de estas mujeres hicieron que D. Lynde Dix trabajase durante cuarenta años para conseguir mejoras socio-sanitarias como hospitales adecuados para ellas a través de reformas legales.

La atención a los enfermos mentales y las reformas del sistema penitenciario tienen una deuda incalculable con esta mujer que, con grupos de voluntarios formados y organizados, desarrolla un sentimiento de camaradería entre ellas y una decidida toma de postura a favor de cumplir una tarea con dedicación y entrega.

1.5. Concepción Arenal

Las raíces del pensamiento y obra de C. Arenal, se hunden igualmente, en las pioneras anglosajonas, sobre todo en D.L. Dix, Howard, E. Fry y T. Friedner. Todos ellos compartieron el interés por el analizar e intervenir en la realidad penitenciaria.

Nacida en 1820 en el Ferrol, se quedó huérfana pronto tras la muerte de su padre en la cárcel por su oposición al absolutismo de Fernando VII. Es la primera mujer que entra en la Universidad (1842), aunque tuvo que hacerlo como oyente disfrazada de hombre, cursando derecho, como su compañero Fernando García Carrasco con quién se casó.

En 1860 escribe La Beneficencia, La Filantropía y la Caridad, obra premiada por la Real Academia de las Ciencias Morales y Políticas. Aunque el texto trata sobre la beneficencia y la legislación en España desde los romanos hasta el siglo XIX, su aportación pionera se centra en la importancia que concede a la educación del cuerpo social, la liberación de culpas morales de los pobres y la descripción de los diferentes medios y disposiciones para salir de la pobreza.

La defensa moral, la solidaridad social y la investigación de la justicia social es la unidad bajo la cual están todos sus escritos. Su preocupación por los presos y las reformas penitenciarias expresadas en varios textos le valieron el nombramiento de Visitadora de prisiones de

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mujeres, honor que aprovecha para implicar a las señoras coruñesas en la enseñanza a las presas al tiempo que realiza 400 entrevistas cualitativas a las mismas, proporcionando un estudio muy completo de ellas y su entorno delictivo. En Cartas a los delincuentes hace una excelente exposición de la psicología humana en situación de pérdida de libertad. Crítica con la administración, censura en 1869 las leyes que permitían la construcción de la cárcel Modelo de Madrid sin distinguir lo correccional de lo preventivo.

Durante la Tercera Guerra Carlista organizó la sociedad de la Cruz Roja, interviniendo en los servicios sanitarios. Sus inquietudes la llevaron, igualmente, a tomar la iniciativa de “La Constructora Benéfica” de viviendas para obreros que les posibilitaba, a la larga, a hacerse propietarios de ellas.

C. Arenal es la única española que se suma por su estilo reformista, su preocupación por el entorno sociopolítico, su insistencia en la formación académica y su Trabajo Social sensibilizador, al elenco (conjunto de personas destacadas que trabajan en una misma tarea) mundial de pioneras de la profesión. Imbuida su vida y su obra de las ideas de modernidad que propiciaron el nacimiento del Trabajo Social como profesión y disciplina, comprometida con las necesidades sociales, las respuestas individuales y grupales, toda intervención social en ella vuelve a enlazar con los principios fundamentales de los Settlements ingleses.

1.6. Josephine Shaw Lowell

Nacida en 1843 y educada en Europa, fue la introductora en los EE.UU. de los Settlements ingleses. Orientó sus esfuerzos reformistas a las mujeres, poniendo en marcha el primer asilo custodiado para mujeres en EE.UU. (Hogar Refugio para la mujer), La Liga Municipal de la Mujer y la Asociación del Servicio Civil. Fue la primera mujer encargada del Departamento de la Comisión de la Caridad en Nueva York, escribiendo, en la década de los setenta, numerosos textos sobre la ayuda pública y la caridad privada en Trabajo Social.

Se opuso a la guerra contra Filipinas, fundando la Asociación a favor de la independencia, y condenando el comercio del opio por potenciar la explotación comercial y el sistema esclavista. En sus últimos años de vida ejerció como Vicepresidenta de la Liga Antiimperialista de Nueva York.

1.7. Beatrice Potter Webb

La influencia de esta reformadora social se alarga hasta nuestros días por las huellas que deja en el sistema económico social que generó el Estado del Bienestar, como compromiso de los Estados modernos europeos con las protecciones básicas consideradas derechos básicos de los ciudadanos. Este proceso encontró entonces su máxima expresión en el informe Breridge, que recoge su contribución a la Ley de pobres, calificándola como “la principal contribución al pensamiento social”. Miembro de la Sociedad Fabiana, esta mujer destacó por su modernidad a la hora de privilegiar su trabajo y por su presencia en la esfera políticosocial inglesa del momento.

1.8. Alice Salomón

Alice Salomón nace en Berlín en 1872, en una familia acomodada. Fue educada como, la mayoría de las alemanas de clase media, en los aprendizajes típicos femeninos.

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Estudió economía con Simmel y Weber. Se graduó sin dificultad y presentó la tesis: Las razones de la desigualdad salarial por el trabajo de los hombres y de las mujeres, que fue rechazada la primera vez por el hecho de ser mujer. Como doctora, empezó a trabajar activamente en el movimiento feminista burgués, defendiendo a mujeres agredidas en situaciones de injusticia y constatando que por el hecho de serlo presentaban carencias sociales mayores.

Propuso legislaciones protectoras no solo para las mujeres sino para niños que trabajaban en edades tempranas. En 1899 pone en marcha en Alemania la Formación para el Servicio Social, se dedicó varios años a trabajar en los peores barrios de Berlín con la población más vulnerable.

Desde el principio estuvo preocupada por los marcos teóricos, y el aprendizaje práctico dentro de su defensa por los derechos de las mujeres y el papel de las mismas en la construcción de la Paz. En 1925 formó la Academia Alemana del Trabajo Social y la Enseñanza Femenina, proponiendo un Centro de investigación enfocado a la familia y sus necesidades sociales. En 1930 se intentó que presidiera el Consejo Internacional de Mujeres, pero las feministas alemanas la vetaron por se judía.

Fue despreciada, insultada y confinada, pero no quiso salir de su país. Recibió presiones de los nazis para dimitir de sus cargos, pero al hacerlo todos los países la volvían a nombrar. Su fama internacional evitó su envío a un campo de concentración, como hicieran con su familia. A los 65 años marchó a EE.UU.

1.10. Edith Abbott

Nacida en Nebraska en 1876. De sus padres aprendió a apreciar la belleza de su tierra y la vida de hombres y mujeres acostumbrados a cruzar fronteras. Economista por la Universidad de Chicago y la Escuela de Economía de Londres. Organizó los departamentos de investigación social. Su labor fue fundamental para incorporar la experiencia del trabajo social de campo en una profesión que encontró en ella cabida dentro del ámbito académico la educación del trabajo social fue considerada disparatada en aquellos momentos. Fue la primera mujer decana de la Escuela de Ciencias Políticas y Filantropías de la Universidad de Chicago.

1.11. Grace Abbott

Hermana y colaboradora de E. Abbott también destacó en los orígenes norteamericanos del Trabajo Social. Presidenta de la Confederación Nacional de Trabajo Social y organizadora de la Primera Conferencia sobre Trabajo Social (París, 1928), trabajó en la Comisión de Menores, consiguiendo las primeras ayudas federales en materia de salud mental y del menor, trabajó activamente en los movimientos pacifistas y de los derechos de la mujer.

1.12. Jessie Taft

Nació en Iowa en 1882. A partir de 1905 estudió en la Universidad de Chicago, consiguiendo diplomarse en Filosofía y abordó en su investigación asuntos relacionados con los comportamientos femeninos y sus ocupaciones. Se enfrentó, junto a su pareja, a algunas normas convencionales de la familia tradicional y vivió abiertamente su relación con Virginia Robinson, con quien trabajo en el campo de los menores al liderar un importante movimiento sobre la adopción.

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Toda su vida girará en torno a las mujeres. Sus problemas estarán muy presentes en sus estudios sobre la vida de las mujeres, su mundo laboral y sus conflictos de adaptación a los valores sociales del momento, tanto por parte de las mujeres como de la propia sociedad.

Llegó a ser directora de la Escuela de Trabajo Social de Pensilvania. Ella puso los pilares del “plan de estudio” de Trabajo Social puesto que detectó la necesidad de saber, para construir una profesión universitaria sólida y alejada de la miopía antiacadémica de “hablar de nosotros entre nosotros”. Su formación y sus prácticas la convirtieron pronto en una prestigiosa trabajadora social.

1.13. Virginia Robinson

V. Robinson nació en 1883, fue profesora de la Escuela Universitaria de Trabajo Social de Pensilvania. Escribió algunos textos que recogen la historia del Trabajo Social desde sus orígenes hasta 1930. Destacó, por su labor docente e investigadora universitaria, pero sus principales aportaciones estarán en el campo de la supervisión, la sistematización y los procesos de la misma en la educación y formación del Trabajo Social.

1.14. Florence Hollis

Es muy de agradecer su contribución al sistema de clasificación de técnicas usadas por los trabajadores sociales en sus intervenciones de casos. Editó el periódico Servicio Social, publicó Case Work : a Psychosocial Therapy y su tesis doctoral Women in marital Conflict.

1.15. Saul Alisky

El sentido de la democracia vinculado a la autodeterminación de las comunidades fue el eje que inspiró a S. Alisky, de origen judío ruso, a desarrollar el Trabajo Social comunitario. Cambiar el statu quo y las relaciones de poder en beneficio de los más desfavorecidos suponía para él conocer los sentimientos para movilizarlos.

La única vía en el Trabajo Social comunitario es la participación activa en procesos políticos. Intervino como “mediador social” en conflictos laborales y políticos en varias sociedades como experto en dinámicas de grupos sociales por su formación (sociólogo y criminólogo). Se aliaba con quien fuera necesario para luchar contra la injusticia laboral y consideraba fundamental fomentar la autoestima, uniendo a los afectados por la exclusión social. En Reglas para radicales, insistía en el desarrollo de su “método”: poder-programa-conflicto-negociación, teniendo en cuenta la diversidad de cada situación y la importancia de la autogestión.

Su labor ha inspirado toda la actividad de Barack Obama en su etapa de organizador comunitario de Chicago y en su formación política.

2. EL TRABAJO SOCIAL COMO PROFESIÓN FEMENINA

La gestación y los primeros pasos del Estado Social en España, los profundos cambios sociales y económicos experimentados, el impulso de nuevas corrientes ideológicas como el socialismo,

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anarquismo o socialdemocracia, exigirán, desde el último tercio del s. XIX, un permanente y renovado compromiso de la sociedad hacia quienes mostraban algún tipo de carencia, deficiencia o necesidad. En este proceso de cambio de orientación político-social se impulsó la acción benéfico-asistencial con titularidad provincial y municipal, así como mejorar la formación y cualificación de quienes atendían y asistían a tales colectivos: personas enfermas, prostitutas, mayores, niños/as, madres, etc.

Hasta la constitución de la Comisión de Reformas Sociales de 1883 no aparece vislumbrarse el paso de una “política de pobres” hacia una política que abre su intervención al creciente colectivo de trabajadores urbanos que se encuentran en situación de riesgo de empobrecimiento, incorporado medidas de prevención y previsión. La prioridad de la actuación pública descansará, sobre la voluntad política y la capacidad financiera de su frágil red benéfico-asistencial amplios sectores de población afectados por la extensión del hecho de la pobreza. Se constata rápidamente el importante retraso con el que se desarrollan tales propuestas de intervención en el caso español con respecto a otros países europeos o el norte de América.

La desasistencia de la población y la ineficacia que mostraron muchas de las actuaciones públicas en su doble vertiente de establecimientos benéficos (hospital manicomio, inclusa, etc.) y atención domiciliaria, permitió que se mantuvieran formas de ayuda mutua y estratégicas de supervivencia al margen de las incipientes políticas sociales. En este terreno adquirieron protagonismo tareas asignadas a las mujeres o apropiadas por ellas. Estas tareas seguirán tendiendo como objetivos la atención, acompañamiento y cuidados directos de miembros de la familia extensa o de otras personas con las que pudiera existir algún nexo, como el religioso.

Podemos establecer así tres escenarios en los que será muy visible la presencia femenina: familia, domicilio privado y establecimientos o instituciones públicas y privadas. Parecía lógico entonces que las mujeres debían realizar una intensa actividad como cuidadoras dentro de la familia, quedando justificado por la capacidad inherente a la condición femenina de desplegar atenciones de todo tipo. El domicilio se transformará de la mano de la mujer en un hogar, donde se encuentre alimentación, higiene de la vivienda y de los cuerpos, orden, consuelo, descanso y amparo. Esta labor se realiza desde la resignación, desde la impotencia o desde la convicción. Se ha cumplido con la responsabilidad de atender y cuidar a descendientes, ascendientes, maridos y otros familiares.

Desde la experiencia cotidiana y el respaldo de la medicina social y la higiene pública y privada, se inició la formación no reglada de las mujeres de las clases medias en higiene personal, maternología, puericultura y economía doméstica a través de conferencias, folletos o publicaciones breves, y reuniones. Su labor se definía como clave para alcanzar un buen estado de salud física y mental por parte de cualquier miembro de la familia. Para alcanzar estos fines era imprescindible salir de la familia y del domicilio propio, transmitir a otras mujeres los saberes aprendidos, aplicarlos allá donde se perciba su incumplimiento y potenciar la aparición de redes de intervención sobre las diferentes problemáticas sociales y sanitarias detectadas.

La confluencia en las mujeres de clases medias y aristocráticas de los discursos moralizadores y confesionales con los médicos, reformistas y regeneracionistas propiciará el desarrollo de las actividades de atención y cuidados directos desde los miembros de la familia hacia los “otros” en nuevos espacios privados y públicos. Es ese “salir hacia fuera” hallaremos a religiosas que van a representar la respuesta caritativa y asistencial de la Iglesia a la complejidad de la problemática social femenina.

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Por otro, determinadas damas o señoras, desde un sentimiento caritativo y cristiano o desde la filantropía, dedicaron parte de su tiempo a visitar a las familias más menesterosas, a los enfermos, a mujeres “descarriadas”, etc. También las encontramos financiando o colaborando con congregaciones religiosas dedicadas a la educación de mujeres jóvenes para el desempeño de tareas domésticas. Asimismo, concederán becas de estudio, patrocinarán y colaborarán en comedores benéficos, entregarán dotes para poder acceder al matrimonio, etc.

Desde el voluntariado, la presencia femenina fue aumentando al ritmo de su adaptación a los contextos sociales, hasta encontrar a estas mujeres como visitadoras domiciliarias y enfermeras visitadoras. Lo mismo ocurrirá con su actividad, al ir pasando de actuaciones más generalistas e indefinidas a instancias y servicios más especializados en la protección de ciertos colectivos como el infantil (Junta Provincial de Protección de Menores), las prostitutas (Junta de Trata de Blancas) o las personas mayores (Homenaje a la Vejez).

En el siglo XIX y primeras décadas del siglo XX se prodigaron las órdenes femeninas y las asociaciones católicas de mujeres por el respaldo decidido de las propias autoridades eclesiásticas y por un contexto socio-económico difícil.

Desde mediados del siglo XVIII y, sobre todo, con la irrupción del Estado Liberal se impulsó una red de asistencia social y sanitaria en los tres niveles administrativos: estatal, provincial y municipal. Solo adquirió verdadero protagonismo la red provincial. La propia complejidad del contexto político y económico condujo a que los beneficiarios de las redes benéfico-asistenciales no fueran, únicamente, los pobres. Tomaron entidad otros colectivos concretos como la infancia, las mujeres, las personas mayores, los delincuentes y personas que no podían trabajar. Cada uno presenta una especificidad y, por lo tanto, requiere un tipo de respuesta concreta.

La irrupción de la mujer en un escenario socio-sanitario tan complejo posibilitará la puesta en marcha de esas respuestas, si bien serán cada vez más conscientes de la necesidad de mejorar su formación para paliar los efectos de la nueva sociedad urbana e industrial. Desde el anonimato casi siempre y sorteando numerosos obstáculos, fueron convirtiéndose en profesionales auxiliares de la medicina (practicantes, visitadoras y enfermeras), visitadoras domiciliarias y asistentes sociales, más tarde trabajadoras sociales.

2.1. Continuidad de las manifestaciones de ayuda mujer-mujer

La práctica de la beneficencia se había ido estructurando en tres modalidades de actuaciones. La asistencia proporcionada por establecimientos, en particular en régimen cerrado (misericordias, inclusas, hospitales, orfanatos, asilos, etc.), será la modalidad más extendida y consolidada. Una segunda opción fue la beneficencia domiciliaria desplegada por “mujeres privilegiadas” en el entorno de la persona atendida. Por último, la modalidad informal de asistencia persona-persona cuenta con una larga trayectoria por estar relacionada con la solidaridad interpersonal e intergrupal que nace del contacto directo, más o menos estable.

Las dos primeras modalidades han estado vinculadas, de forma directa en España con parroquias, conventos, hermandades, cofradías de auxilios mutuos y todo un elenco de asociaciones de signo caritativo. Será a partir de la segunda mitad del s. XVIII cuando se comience a ser visible la presencia de las autoridades públicas, en particular de las administraciones locales, pero a una importante distancia de la labor de la Iglesia.

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Infancia, mujer y personas incapacitadas para trabajar y ganarse un sustento dignamente por edad, enfermedad o problemas físicos y psíquicos, componen el rostro de la pobreza. No tardaron en perfilarse propuestas dirigidas a su redefinición, hacia la activación de nuevos medios, instituciones y procedimientos dirigidos a la atención de la pobreza, la incultura, el abandono, la violencia y la enfermedad. Las estrategias desplegadas van a centrarse, en la educación (alfabetización, urbanidad, higiene, etc.) y en servicios públicos o privados con trasfondos moralizantes y religiosos.

Dentro del heterogéneo colectivo femenino la mirada se centrará, por un lado, en las mujeres de la aristocracia y burguesía como canalizadoras y agentes activos de la intervención social y, por otro, en la mujer marginada o en riesgo como objetivo de atención. Tanto unas como otras tendrán el calificativo de componente fundamental de la sociedad en su condición de madre, esposa y trabajadora. Ante una problemática compleja, pero específica, de las mujeres, surge un modelo de respuestas feminizada integrada dentro del modelo benéfico-asistencial liderado por la Iglesia, Las Siervas de María, Las Siervas de Jesús o las Hermanas de la Compañía de la Cruz se dedicaron a la atención de personas enfermas en su domicilio, en tanto que las Hermanas Hospitalarias de San Juan de Dios lo harán a las mujeres dementes. Las Hermanas de los Pobres y las Hermanas de los ancianos desamparados abarcarán la atención asilar de personas mayores pobres y abandonadas en su conjunto, etc.

Aparecieron progresivamente asociaciones de mujeres de la aristocracia y burguesía a instancia de la iniciativa eclesial o por iniciativa propia, como la Asociación de Caridad de Señoras de Corte y Villa. Detrás de estas asociaciones encontramos nombres como los de C. Arenal, la condesa de Espoz y Mina, y otras muchas “mujeres bienhechoras”. Su labor estuvo muy ligada al buen hacer de sus miembros, pero ello no limitó sus exigencias a las autoridades civiles: reclamaron mayor implicación de las administraciones públicas para lograr asilo, protección e instrucción de las mujeres de cualquier edad. No tuvieron el éxito esperado y/o flexibilidad funcional.

La especialización en el sujeto receptor de la asistencia estaba abriendo un nuevo modelo de actuación que requería mayor formación técnica y mayor solidez moral si se quería lograr una integración de las clases trabajadoras urbanas que condujeran a la paz y el orden social sin el cual era inviable el progreso. Pero también será el referente de una intervención renovada por su proximidad emocional a las mujeres receptoras.

3. DE LA VISITADORA DOMICILIARIA A LA ASISTENTE SOCIAL

La política liberal decimonónica potenció y delimitó la familia como ámbito de realización femenina y el hogar como unidad asistencial y de actividad para la mujer. En ella tendrán cabida instituciones como las maternidades, roperos, gotas de leche, asilos de párvulos, casas cunas, socorros para parturientas, sobre todo. Se asentarán valores y hábitos que, entraban en colisión con los existentes, como el ahorro, la previsión, el trabajo, la mesura, privacidad, la limpieza, el orden o la fidelidad. La educación en estos valores en la escuela y en la familia pondría fin a la pobreza, la mendicidad, la enfermedad, los vicios y el desorden, en especial.

La figura que podía encargarse de esta doble intervención, asistencia material y educación en valores, era la del visitador de pobres. Las visitas llevadas a cabo en el domicilio por iniciativa pública, además de subsanar las carencias materiales más urgentes, debían acompañarse de un discurso reformador que abogaba por una nueva sociedad. Pero la inactividad del Estado y las limitaciones de los establecimientos públicos favorecieron las iniciativas privadas de

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asistencia y beneficencia, en particular de las juntas parroquiales y las Conferencias de San Vicente de Paúl, especializadas en el socorro a domicilio de los pobres y enfermos.

La filiación religiosa de la mayoría de las actuaciones domiciliarias irá unida al carácter sectorial de la acción social, en detrimento de rasgos como la universalidad o la univocidad de los siglos anteriores.

Destacaremos en la modalidad de asistencia domiciliaria a la Sociedad de San Vicente de Paúl. Su principal objetivo era santificar a los socios por medio de ejercicio de la caridad, materializada en la visita domiciliaria a las familias pobres. Mediante el reparto domiciliario de “bonos” canjeables por alimentos y vestidos se pretendía solo mitigar la situación de necesidad. Se entendía que era necesario socorrer y asistir a quienes se encontraban en situación dramática. Para ejercer esa labor había que superar las reticencias de la familia pobre a entrar en su vivienda o habitación. Los bonos ayudaban a conseguirlo, iniciándose la tarea de cristianización que requería de tiempo y preparación para ajustar el discurso a cada familia, sin olvidar la detección de las necesidades materiales urgentes.

Nos encontramos ante una etapa pre-profesional de la intervención social. Las Conferencias de San Vicente de Paúl son un buen ejemplo de la interrelación de la asistencia social activa con las funciones moralizadoras y cristianizadoras. De ahí que tanto la persona que visita como la visitada reciban un beneficio: santificación y respetabilidad social la primera, recursos de supervivencia y amparo, la segunda.

El fracaso del intento de desarrollar un sistema oficial de beneficencia domiciliaria a finales del siglo XVIII, propició la atomización de respuestas desde parroquias y asociaciones diversas que tan solo lograron aliviar aquellas necesidades más urgentes.

La mayoría de quienes realizaban las visitas domiciliarias eran mujeres. Era la forma más extendida de ejercicio de la beneficencia particular. Son mujeres acomodadas, en su mayoría, movidas por un espíritu caritativo o filantrópico y con cierto nivel de formación que tomaron como referencia a las visitadoras médicas que acompañaban a los médicos de la beneficencia municipal, la atención era individualizada y había una clara intención moralizadora.

En los discursos sociopolíticos que se van a ir definiendo a lo largo del s. XIX, es posible encontrar una bipolaridad cada vez mejor definida entre quienes son perceptores de la asistencia y quienes son proveedores de la misma.

A medida que se fueron introduciendo criterios preventivos en materia de salud pública e higiene personal, la intervención en el terreno de lo social también incorporó estos nuevos criterios. La visita domiciliaria los incorporará para ajustar mejor sus actuaciones a un m omento concreto de necesidad o etapa vulnerable, a un escenario delimitado (vivienda) y a unas demandas relacionadas con la supervivencia.

4. LOS CENTROS DE FORMACIÓN REGLADA DE PROFESIONALES: DE LA COS A LAS ESCUELAS DE ASISTENTES SOCIALES EN ESPAÑA

Es indudable la relación entre unos contextos sociopolíticos cambiantes y las respuestas dadas a las principales problemáticas detectadas. Entre tales respuestas se encuentra la profesionalización de la atención social, para lo cual será imprescindible la apertura de centros especializados de formación. En España este paso se dará tardíamente.

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En el Reino Unido es posible encontrar sociedades laicas y religiosas desde mediados del s. XVIII. Organizadas para la asistencia de personas pobres con voluntarios. Las formas benéfico-asistenciales públicas y de las obrar privadas encauzaron la atención social de la pobreza y el desempleo hacia las mujeres de las clases medias y altas o hacia las órdenes religiosas femeninas.

Conforme avanzaba el siglo y el conocimiento de la envergadura que estaba alcanzando la pobreza, la delincuencia, la prostitución, las enfermedades venéreas, la incultura y el desempleo, se iba haciendo urgente arbitrar recursos económicos, humanos y sanitarios que mitigaran las problemáticas sociolaborales que se vivían.

En este contexto de expansión del reformismo social, el higienismo y los movimientos sindicales y feministas, se fundó en Londres (1869) la “Charity Organization Society” (COS) y las múltiples sociedades caritativas se agruparon en torno a una Federación nacional, comenzando una labor encaminada al perfeccionamiento técnico de la asistencia. Además de la asistencia de los casos asignados, las asociaciones (locales) tendrán por misión propagar el sentido de la responsabilidad colectiva, combatir las causas profundas de la miseria, así como favorecer la colaboración entre servicios públicos, obras de caridad e iniciativa individual.

El protagonismo de la COS en materia de intervención social irá en aumento. Esta asociación privada, y sostenida con fondos privados, estuvo inicialmente integrada por universitarios de Oxford y Cambridge, ampliando posteriormente su base social. Un gran número eran mujeres voluntarias de las clases medias y altas que podían dedicar tiempo y recursos a las personas con más necesidad. Su principal objetivo fue reducir la pobreza mediante la aplicación de una administración más racional de los recursos disponibles y promoviendo, por encima de todo, la autoayuda. Sus miembros fueron personas muy preocupadas por el rigor de sus actuaciones y por adoptar métodos y técnicas científicas para mejorar las condiciones de vida de los más pobres.

La COS optó por sustituir los múltiples donativos concedidos de forma indiscriminada por una concentración y posterior reparto más racionalizado de los mismos. Los medios obtenidos facilitaron la puesta en marcha de una forma de trabajo más centrada en la investigación de cada caso y en la elaboración de un plan de autoayuda en colaboración con la persona solicitante. Para ello elaboraron cuidadosos archivos con toda la documentación hasta la resolución de cada caso. Su metodología de trabajo se centraba en la relación personal entre la persona con una problemática y la voluntaria. La COS se convierte, así, en la pionera del trabajo social con casos.

No sólo estuvo presente en Europa, en EE.UU. La Asociación se fundó con el nombre de “Charity Organization Movement” en 1877, por iniciativa de J. Shaw Lowell. Si bien se mantuvieron las vinculaciones religiosas, la evolución de este Movimiento será la que conduzca a la profesionalización del Trabajo Social.

Las condiciones políticas y socioeconómicas propiciaron la aparición, en 1863, de los primeros movimientos para la mejora del funcionamiento de los establecimientos públicos benéfico-asistenciales (hospitales, manicomios, orfanatos o reformatorios). Sus esfuerzos se dirigieron a mejorar la asistencia y a racionalizar la red de centros existentes. Sus objetivos eran la educación y desarrollo cultural de los pobres, el contacto directo de los estudiantes universitarios y otros residentes de la casa o centro con la pobreza urbana y las condiciones de vida de los trabajadores, y potenciar el interés general por los problemas socio-sanitarios y la legislación social. Su enfoque más global, pero “desde dentro” de los barrios, ha convertido a este movimiento en referente del trabajo social con grupos y el trabajo social comunitario. Su

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interés se resumía en ayudar a las personas que se hallaban en los barrios más empobrecidos y, sobre todo, transformar el entorno, el vecindario, crear una nueva ciudad y una nueva sociedad. Por ello hizo especial hincapié en la explicación y la predicción del método científico, logrando así eficiencia a través de la investigación, la reforma y la resistencia.

En 1890 gran parte de intervenciones sociales con personas en situación de pobreza era realizada por personal asalariado y experto, algunos habiendo comenzado como voluntarios. Una nueva crisis económica en EE.UU. (1893) animó a mejorar la formación, los objetivos y métodos de trabajo, así como los salarios de estos primeros profesionales. La principal función de los profesionales era la rehabilitación, no tan solo el “trabajo de caridad”.

Con el cambio de siglo la miseria había alcanzado niveles inimaginables y el trabajo social con casos, válido para la intervención social, no alcazaba a explicar esa nueva realidad. El trabajo social nace a partir de la caridad y la filantropía, en unos contextos en los que las asociaciones de inspiración religiosa gestionan la mayor parte de la asistencia domiciliaria y comunitaria. Su labor y unas realidades socioeconómicas cambiantes propiciarán su reagrupamiento y la racionalización de sus métodos de intervención, lo cual va a exigir la formación de nuevos profesionales al mismo tiempo que un paulatino alejamiento de su nexo con las iglesias cristianas. De esta manera, adquiere una dimensión ideológico-política, que se traduce en una doble finalidad. Por un lado, la práctica de intervención se dirige a ayudar a personas, familias, grupos y colectivos que se hallan en situación de conflicto o necesidad. Por otro, como una actividad política, tiene la pretensión de modificar las condiciones de vida de los más desfavorecidos de la sociedad.

El recorrido seguido por EE.UU. o el Reino Unido en sus grandes trazos se reproducirá en España casi medio siglo más tarde. Un retraso explicable por el atraso y polarización geográfica de los procesos de industrialización y urbanización, y el protagonismo de la iglesia católica en la atención domiciliaria e institucional frente a la debilidad de las administraciones públicas. Las fracturas sociales, consecuentes a un contexto general inestable como el que se vivió en España del siglo XIX y gran parte del XX, encontraron eco en los nacientes partidos políticos demócratas, entre profesionales de la medicina, pedagogía, sociología o economía, como también en el reformismo católico finisecular(perteneciente o relativo a un siglo determinado). De forma paralela, se llevaron a cabo esfuerzos por educar a las clases obreras, higienizar sus viviendas y lugares de trabajo y ocio, proteger su salud de las enfermedades infecciosas, potenciar medidas de prevención y previsión, así como atender a quienes se mostraban más vulnerables por medio de establecimientos que dan cobijo (temporales o permanentes). La figura del visitador/a domiciliario se convertirá en uno de los principales agentes de intervención social junto con médicos, enfermeras y docentes.

La profesión nacerá como parte integrante de una reforma social iniciada desde arriba para paliar graves problemas socio-laborales y “con la finalidad de aumentar la eficiencia de la fuerza de trabajo y contribuir a la estabilidad mediante la moralización de las clases subalternas”. La primera escuela de Asistencia Social para Mujeres comienza en Barcelona en 1932 y en 1939 se abrirá en Madrid la Escuela de Formación Familiar y Social. En este incipiente e irregular proceso de profesionalización adquirirá especial protagonismo la iglesia, ya que las escuelas de asistentes sociales que abran sus puertas desde los cincuenta del siglo XX estarán bajo su patronato.

La mayor parte de las Escuelas de Asistentes Sociales/Trabajo Social inician su actividad en el quinquenio de 1958-1963, se crean un total de 42 Escuelas de Trabajo Social en 1968. Esta intensa actividad de institucionalización formativa no fue la paralela a su reconocimiento académico. Parece haber estado más ligada a una demanda social y laboral. El Estado tardó en

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dar oficialidad a los estudios de trabajo social y, cuando lo hizo (30 de abril de 1964), quedan reconocidos con un nivel menor al otorgado en el resto del mundo (estudios superiores o universitarios). En España, los profesionales de las Escuelas de Trabajo Social serán técnicos de grado medio. Habrá que esperar dos décadas para que los estudios de trabajo social adquieran la categoría universitaria.

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ORIGENES Y DESARROLLO DEL TRABAJO SOCIAL

TEMA 4

EL TRABAJO SOCIAL EN ESPAÑA

PRIMERA PARTE

ANTECEDENTES, INICIO Y EVOLUCIÓN DEL TRABAJO SOCIAL EN ESPAÑA (FINALES DEL SIGLO XIX- 1975)

1. CONFIGURANDO EL MARCO DE ACCIÓN Y LA PRESIÓN (FINALES DEL SIGLO XIX-1931)

Si miramos a la España de estos años vemos una sociedad muy dual. Hay un sector de población con un gran atraso económico y social, y otro sector que concentra gran parte de la riqueza; especula con ella.

En todo este tiempo las necesidades sociales son atendidas fundamentalmente por la Iglesia católica, que realiza una tarea asistencial, de caridad. Según avanzan los años se van haciendo más visibles las problemáticas, a lo que no es ajeno la emergencia de la clase obrera y la organización del campesinado; se van haciendo oír voces que reclaman la racionalización de la ayuda y la asunción por parte del Estado de sus responsabilidades ante la situación de capas importantes de la población.

Se suelen señalar como hitos legislativos la Ley de Beneficencia Social de 1849, en la que se establecen las competencias de las distintas administraciones en la beneficencia, y la creación de la Comisión de Reformas Sociales (1883), que marcaría el camino de políticas sociales posteriores.

Una de las organizaciones públicas el Instituto Nacional de Previsión, creado en 1908, es considerado uno de los principales protagonistas en la racionalización y modernización de la beneficencia en España, por su labor en la protección de la vejez y de la invalidez. También la Iglesia plasma sus preocupaciones sociales en la Encíclica Rerum Novarum de León XIII. Desde la mitad del siglo XIX el movimiento obrero va adquiriendo mayor presencia y fuerza, se organiza, plantea reivindicaciones, se moviliza con huelgas y varias protestas.

En España los planteamientos señalados tuvieron influencia en las políticas sociales, al igual que figuras como Concepción Arenal (1820-1893) o Francisco Giner de los Ríos (1839-1915)que aportaron ideas que fueron tenidas en cuenta por el legislador, al igual que las “visitadoras de pobres” o los “círculos obreros”, teniéndolos en cuenta al estudiar los antecedentes del Trabajo Social, en el momento en el que los poderes públicos empiezan a formular respuestas a las problemáticas sociales.

El hecho real es que en los inicios del siglo XX las necesidades sociales siguen sin resolverse en nuestro país, sin obtener las respuestas adecuadas. La situación de desprotección y de marginalidad es evidente, incrementándose la conflictividad social, haciéndose necesaria respuestas que alivien la situación. Se crean instituciones, se promulgan normas que fundamentalmente atienden la cobertura de problemas asociados al trabajo, se crean organizaciones obreras católicas, ser profundiza en la denominada “medicina social” (gota de leche)

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El panorama no detuvo a una sociedad que veía cómo la estructura se mantenía con una dualidad cada día más visible, así en 1931 (14 de abril) se proclama la IIª República, iniciándose una etapa en la que se intentaron introducir modificaciones profundas.

La primera Escuela de Trabajo Social se gestó en el Comité Femenino de Mejoras Sociales, en Barcelona, (tratando de trabajar por la dignidad de la mujer y la promoción de quienes se ocupaban de obras asistenciales. Estos datos pueden servirnos de indicadores para afirmar que el Trabajo Social en España, está marcado desde sus orígenes por ser una de las respuestas de una sociedad con problemas sociales cada vez más urgente, porque los sectores que los sufren reivindican cambios.

2. PRIMER INTENTO DE INSTITUCIONALIZACION Y RUPTURA DE LA POSIBLE EVOLUCIÓN (1931-1939).

Recordemos que la grave crisis de los años 30, la situación de atraso económico y social y la escasez de libertades (Dictadura de Primo de Rivera) hicieron que el descontento fuese cada vez mayor, lo que llevó a la proclamación de la IIª República (el 14 de abril de 1931).

La tarea para tratar de resolver la llamada “cuestión social” era ingente y se desarrolló una tarea legislativa dirigida a cambiar la estructura social profundamente injusta de España. La previsión del movimiento obrero y de las organizaciones progresistas fue cada vez mayor, lo que supuso que no sólo se promulgaran normas relacionadas con el mundo del trabajo, sino también otras que abarcaban la salud, la educación, etc.

En 1932 se crea la primera Escuela de Trabajo Social en Barcelona “Escuela de asistencia social para la mujer” y en su Plan de Estudios se ofreciesen dos especialidades: “Asistencia Social de Industrias” y “Asistencia Social Sanitaria”. Se trataba de formar a aquellas personas que hasta ahora venían prestando la ayuda, atendiendo especialmente a la clase trabajadora y en un área que era especialmente sensible para las preocupaciones de la medicina social. Se reconoce la necesidad específica para dar respuesta a as necesidades sociales. Otro de sus rasgos fue su orientación católica, recogiendo la tradición de Bélgica en 1920 donde se creó la “Escuela Católica de Servicios Sociales”.

La Escuela de Barcelona no era una escuela oficial, su primera promoción salió dos años después, pero hasta 1935 la Generalitat constituye el “Patronato para la Formación Técnica de los Asistentes Sociales de Cataluña”.

El proceso se rompe con el golpe militar del 1936, se cerró la escuela, abortando cualquier avance. En San Sebastián, en 1937, cuando las tropas sublevadas habían derrotado a las republicanas, se funda la “Escuela de Formación Social y Familiar”. Al término de la guerra civil, ambas escuelas se refundaron, trasladándose la de San Sebastián a Madrid.

Prácticamente desde el campo de las Ciencias Humanas y Sociales se hicieron propuestas y España fue pionera en algunas medidas. Algunas de las figuras que plasmaron en política las variadas ideas y que tuvieron gran impacto fueron Victoria Kent, que asumió la reforma del mundo penitenciario; la otra, es Clara Campoamor, que fue la gran defensora del reconocimiento del voto femenino y con ello permitió hacer visible, elevar a la categoría de ciudadanas, a una gran parte de la población que había sido ignorada y tratada como eterna menor de edad.

Todos los avances se detuvieron durante la guerra civil. La sociedad se vio obligada a centrarse en la atención a las grandes catástrofes que provocó la contienda, creando el Auxilio Social

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(zona de los sublevados, llamada” nacional” y el Socorro Rojo (zona republicana). Ambos constituyeron las respuestas institucionales a los desastres de la guerra. Al final de la guerra sólo se mantuvo y prosperó el Auxilio Social.

Al final de la etapa el Trabajo Social se encuentra nuevamente en una zona de penumbra con el final de la república y una nueva sublevación militar.

3. BUSCANDO EL RECONOCIMIENTO SOCIAL (1939-1959)

La instauración de la dictadura franquista implicó la derogación de todos los avances políticos y sociales conseguidos durante la II República. La represión empobreció a España que se vio sumergida en unos tiempos difíciles marcados por la imposición y la sumisión a la ideología de los vencedores (nacional-catolicismo, con un estado confesional) y la negación y represión de toda idea que no se ajustase a ella. Los primeros años se caracterizan por la represión, la miseria, el aislamiento internacional y el retroceso en todos los niveles. Numerosos sectores de la población se ven sumidos en la pobreza y la marginalidad, siendo atendidos con criterios asistenciales-paternalistas, bajo el mandato del catolicismo más conservador y la ideología fascista.

El Auxilio Social crece y se consolida de manera clara durante los primeros años. De esta manera vemos que encarna la respuesta del Estado. Junto al Auxilio Social hay que destacar a Cáritas, fundada en 1942, que es la respuesta de la Iglesia Católica. Tanto el Auxilio Social como Cáritas son las claras representantes de las respuestas que se articulan durante estos años. Se trataba de aliviar situaciones de gran necesidad, desde la perspectiva del asistencialismo, de la caridad, desde el paternalismo, nunca considerando los derechos o a las personas como ciudadanos. En la época franquista las intervenciones tratan de aliviar problemáticas manteniendo la situación y potenciando la dependencia y la sumisión, fortaleciendo así la estructura social. Se prima la protección ligada al sistema productivo, sin que ello quiera decir que se olviden totalmente otros ámbitos, como sanidad o educación, sobre los que también se legisla.

En este panorama “reaparecen” las Escuelas de Barcelona y de Madrid (heredera de la de San Sebastián”, pero en ambos casos ya con rasgos confesionales marcados.

Nos encontramos en los primeros años con un nuevo intento de racionalizar la ayuda a través, entre otras medidas, del reconocimiento, la institucionalización del Trabajo Social. La Iglesia católica juega un papel fundamental, con una actividad esencial en la creación de escuelas y en la orientación de la intervención. Nuevamente la respuesta que se realiza está dirigida, casi exclusivamente, a mujeres El objetivo es que se preparen adecuadamente para que articulen más eficaz y eficientemente la caridad.

La evolución del Trabajo Social se verá condicionada por los rasgos que están presenten desde su momento de gestación, al analizar las dificultades, la “crisis”, se señalan las siguientes hipótesis explicativas:

1. La influencia notable, sobre la problemática de la profesión, del carácter casi exclusivamente femenino de su reclutamiento.2. La influencia asimismo determinante del contexto ideológico de tipo religioso en que se desarrolló la profesión en sus orígenes”.

Podemos concluir que en los años comprendidos entre el final de la guerra civil (1939) y la aprobación del Plan de Estabilización (1959) no podemos hablar de Trabajo Social en sentido estricto, aunque sí que van estableciendo los cimientos para que sea posible.

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4. INSTITUCIONALIZACIÓN DEL TRABAJO SOCIAL: DIFICULTADES Y LOGROS (1959-1975).

Los años que pasamos ahora a estudiar configuran un periodo de profundas transformaciones. La España rural va evolucionando hacia una sociedad en la que la industria tiene cada vez mayor peso, las ciudades crecen y se intenta formar a la población para cubrir las necesidades del sistema productivo. La pobreza y la marginación siguen presentes pero adquieren tonos y caras diferentes.

Se estableció una nueva correlación de fuerzas, con el progresivo debilitamiento de la Falange (ya desde 1945). Se trataba de que los nuevos gobiernos fuesen capaces de hacer las reformas necesarias para mejorar la situación, ello se va logrando gracias a los acuerdos con el Vaticano y con Estados Unidos en 1953, y con el ingreso en la ONU en 1955.

En 1959 se aprobó el Plan de Estabilización y posteriormente los sucesivos Planes de Desarrollo que intentaban impulsar avances económicos y sociales creando zonas industriales (Polos de Desarrollo) que debían convertirse en los motores de España. Se produjeron profundas transformaciones sociales entre las que es necesario destacar los movimientos migratorios interiores. La diferencia entre el mundo rural y urbano se acentuó, al igual que se percibía más la diferencia entre una España pobre, atrasada y rural y una España rica, moderna e industrial.

En las ciudades se crean grandes focos de marginalidad. El crecimiento desmesurado y desorganizado de zonas suburbiales crea graves problemas sociales. Aparecen, los fenómenos crecientes de la especulación del suelo y del urbanismo deshumanizado con viviendas de escasísima calidad en zonas sin ningún equipamiento, barrios dormitorios que no posibilita ni facilita la relación con los demás. La emigración hacia países europeos democráticos y el turismo facilitaron, además, la importación de ideas, modas y costumbres que influyeron en la sociedad.

La apertura al exterior y los cambios sociales debilitan el control de la dictadura sobre la sociedad). Poco a poco, y a pesar de una legislación claramente represiva, se van creando y/o recreando clandestinamente organizaciones de obreros, estudiantes, vecinales, etc. y los partidos políticos. Incluso en la Iglesia católica se observan movimientos de desafección (mala voluntad) al régimen y así nos encontramos con la figura del “cura obrero” como ejemplo de parte de la Iglesia que se compromete con los más necesitados, en una realidad que se considera injusta y debe cambiarse. El franquismo crea una cárcel especial en Zamora para los curas católicos que manifestaban su oposición a la ideología franquista o simplemente se comprometían con las reivindicaciones de sus fieles.

Según pasan los años se van produciendo movilizaciones. El gobierno lejos de atender las demandas, castiga a quien osa poner de manifiesto el descontento, generándose una dinámica social llena de conflictos que estallan periódicamente.

En este marco no es extraño que el propio régimen tratase de dar respuestas y de encauzar las reivindicaciones. Introduce los cambios imprescindibles para que las estructuras se mantengan inalterables. Por medio de diferentes normas se van articulando medidas de protección a la clase obrera o “productiva”, a la que se pretende controlar con los sindicatos verticales (obreros y patronos juntos en una misma organización). También se aprueban una serie de leyes con un carácter más general y que son respuestas a las necesidades sociales, siempre en un medio de falta de libertades y de control de la población.

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El dinamismo de la Iglesia en la creación de escuelas posibilita que en 1959 se crease la Federación Española de Escuelas de la Iglesia de Servicios Social (FEISS) que jugará un gran papel en la formación profesional, en las reivindicaciones, haciendo visible en el mundo al Trabajo Social español. Aunque durante los primeros años de esta etapa los estudios eran no oficiales, eso no impidió que se realizasen actividades que nos muestran la preocupación por la mejora de la intervención.

La Revista de Treball Social, nacida en Barcelona, se configuró como un eje esencial para la creación de la comunidad científica y profesional del Trabajo Social. Fue un medio de comunicación por medio del cual profesionales de toda España sintieron que formaban parte de un colectivo, que podían y debían compartir sus conocimientos e intervenciones; en definitiva que podían y debían compartir sus conocimientos e intervenciones; en definitiva que podían contribuir a enriquecer al Trabajo Social. Toda la bibliografía de la revista era importada; por tanto gracias a la Revista de Treball Social se pudo empezar a construir y difundir el Trabajo Social español.

Es en 1964 cuando el gobierno reconoce los estudios de “asistencia social”. Se acepta así la necesidad de profesionalizar la ayuda con un/a técnico/a que dé las respuestas adecuadas a las necesidades/ problemáticas sociales. Antes la preparación estaba en una zona de penumbra. Se trata, por tanto, de hacer más eficaz y eficiente la ayuda por medio de unos estudios regulados oficialmente que establecen quienes van a ser los/as profesionales que la hagan efectiva.

Con el reconocimiento de los estudios de asistencia social (1964) se abre una nueva etapa para el Trabajo Social español. A partir de este momento será necesario poseer el título que se ha creado para poder hacer determinadas actuaciones. El legislador establece el título de asistencia social y con ello indica la diferencia entre una intervención técnica, titulada y el voluntarismo. Sin embargo el análisis del Plan de Estudios nos muestra una formación marcada por opciones religiosas y políticas claras, había como asignaturas obligatorias Religión Católica y la Formación del Espíritu Nacional (asignatura que recogía los principios ideológicos de Falange). Este plan de estudio estará vigente hasta 1975.

En 1967 se crea la Escuela Oficial de Asistentes Sociales de Madrid, el primer centro público de España encargado de validar los títulos por medio de una prueba específica. Hasta el momento todas las existentes eran privadas con la primacía de la Iglesia Católica y de la Falange en ellas. También en 1967 se funda la Federación Española de Asistencia Sociales (FEDASS), que jugará un papel crucial en la historia del Trabajo Social en España. Sus actuaciones y reivindicaciones formarán los cimientos sobre los que construir el edificio del Trabajo Social.

En una sociedad carente de libertades existieron asociaciones de asistentes sociales, se permitieron porque se buscaron múltiples formas para eludir la prohibición. La mayoría de ellas sobrevivieron bajo el paraguas de “asociaciones culturales” o denominaciones similares.

En 1968 se celebra en Barcelona el Primer Congreso Estatal de Asistentes Sociales, este Congreso viene a suponer el éxito de muchos esfuerzos anteriores y, sin duda, es un hito para la historia del Trabajo Social. Estos encuentros profesionales tendrán lugar cada cuatro años, en ellos se refleja el momento que se está viviendo, lo que preocupa, los avances, los retrocesos y los retos.

A pesar de los esfuerzos y avances realizados, la Ley General de Educación de 1970, se olvida de los estudios de asistencia social, dejándolo al margen de la universidad y situándolo, en una

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zona incierta e insegura. A pesar de esto, el colectivo académico y profesional se mantiene activo, realizando numerosas actividades formativas y manteniendo sus peticiones.

Durante los últimos años de este periodo se produce un fenómeno que refleja las inquietudes, el descontento de algunos/as asistentes sociales, que no por ser minoritarios/as dejaron de ser importantes. El movimiento de reconceptualización llegó de Iberoamérica aportando ideas para hacer del Trabajo Social una disciplina científica y comprometida con la sociedad. (Natalio Kisnerman y Ezequiel Ander-Egg) Una persona a la que necesariamente hay que hacer referencia en el Trabajo Social español es Montserrat Colomer, que nos acercó y nos hizo profundizar sobre el “Método Básico”. Esta autora centró la reflexión en la metodología, poniendo en evidencia la necesidad de rigor en las actuaciones, destacando que la división clásica de caso, grupo y comunidad estaba superada. Había una unidad metodológica y niveles distintos. El camino que inició fue seguido por muchas personas pero no por las suficientes como para evitar los errores que marcaron los años posteriores.

Al final de la etapa vemos que el Trabajo Social en España se ha institucionalizado, ha crecido y madurado pero su status social no es lo suficientemente sólido.

SEGUNDA PARTE

EL TRABAJO SOCIAL EN ESPAÑA. UNA PROFESIÓN PARA LA DEMOCRÁCIA 1975-2009.

1. EL TRABAJO SOCIAL EN CRISIS. BUSCANDO ALTERNATIVAS (1975-1081)

El 20 de noviembre de 1975 murió Franco, comenzando el principio del fin de la dictadura y el inicio de la transición.

Los primeros años están marcados por grandes problemas económicos, políticos y sociales pero también por el deseo mayoritario de superarlos. Se impone la búsqueda de soluciones compartidas y los frutos fueron, entre otros, los Pactos de la Moncloa (1977) y la Constitución Española (1978). Los primeros supusieron un gran impulso en la inversión pública, con una clara mejora de los equipamientos sociales. Con la segunda nos dotamos del marco jurídico que hacía que pudiésemos considerarnos una sociedad democrática, pasando a ser ciudadanos con derechos. La situación era inestable, produciéndose acontecimientos que pusieron a prueba la fortaleza de la sociedad española, como el golpe de estado de 23 de Febrero de 1981.

Durante gran parte de los seis años de esta etapa la tarea legislativa está orientada de manera prioritaria a establecer y desarrollar el marco general de actuación y a derogar unas normas y promulgar otras que se ajusten al Estado Social y de Derecho que se proclama. Por ello tenemos que esperar a los años siguientes para ver cómo el dinamismo de los gobiernos autónomos se plasma en Leyes de Servicios Sociales, ya que desde la administración central no se asume esta tarea legislativa.

Para el Trabajo Social son años con muchos matices y con una actividad muy importante de los/as profesionales fundamentalmente a través de sus organizaciones. Los/as asistentes sociales, así siguen denominándose, participan en los cambios que se producen en la sociedad. Sus asociaciones tratan de superar la losa de la invisibilidad de la etapa anterior y participan en

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todas las modificaciones sociales. De importancia fue el papel de FEDASS para que la palabra beneficencia no apareciese en la Constitución.

Se vive una situación profesional con la que no está de acuerdo. Cada vez son más las voces que se alzan para denunciar una formación inadecuada que lleva a intervenciones insatisfactorias. No es de extrañar que se hable de época de crisis de la profesión, de las debilidades del colectivo profesional, de sus intervenciones y la contradicción que implica que desde esta realidad se aspire a un reconocimiento social mayor, y la fortaleza de parte del colectivo que quiere introducir los cambios necesarios en el Trabajo Social para superar la “crisis”.

A pesar de la regulación oficial de los estudios existen graves problemas en la formación que se mantienen durante todos los años de esta etapa. No se reconoce la formación como universitaria y la mayoría de las escuelas siguen dependiendo de la Iglesia católica y de la Falange. La crisis se manifiesta en un progresivo cierre de las primeras y la desaparición de las segundas.

La Federación España de Asistentes Sociales (FEDASS) es especialmente activa durante este periodo, tomando un gran número de iniciativas de diferente calado y que abordan los variados aspectos de la realidad que se está viviendo. En algunos casos se centraron los esfuerzos en tratar de conseguir el reconocimiento universitario, en otros en mejorar la intervención, en hacer avanzar a la disciplina, y también se trabajó por crear un marco adecuado para que se pudiese habar en España del Estado de Bienestar.

En el III Congreso Profesional (1976), celebrado en Sevilla, se acepta el cambio de denominación de asistente social por el de trabajador/as social.

Las Jornadas de Pamplona, celebradas en 1977, tuvieron una influencia grande entre los/as asistente sociales ya que en ella se trató de centrar la profesión considerando las funciones y matizando la importancia de la ideología. En estas Jornadas se afirma por parte del Comité Organizador que en la base de toda actuación profesional, ya sea a nivel individualizado, de grupo o comunitario, encontramos un denominador común que se concreta en la siguiente relación: NECESIDADES-RECURSOS al que podemos considerar como objetivación del campo donde opera el Asistente Social.

En 1977 se crea el Cuerpo Nacional Especial de Asistentes Sociales.En 1980 se celebra en Valladolid el IV congreso internacional bajo el título “por unos servicios sociales para todos”

Entre 1975 y 1981 sigue siendo una constante la pobreza bibliográfica. La única revista que sigue existiendo es Treball Social y se mantiene el Grupo de Investigación y Trabajo Social (GITS) que desaparecerá antes de que finalice la década.

Patrocinio de la Heras y Elvira Cortajarena escribieron en 1979 Introducción al Bienestar Social, que se configuró como un libro de casi obligada lectura para estudiantes y profesionales, trascendiendo el marco del Trabajo Social. En esta obra se trata de nuevo el binomio necesidades – recursos sociales como objetivo de la intervención del Trabajo Social.

En definitiva, estos años fueron difíciles, complicados o, si se prefiere, de crisis pero también de riqueza. Se había adquirido la suficiente madurez como para reflexionar sobre la propia realidad, de manera que se generó una situación de insatisfacción porque desde el Trabajo

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Social no se respondía a las demandas de una sociedad en la que se producían transformaciones profundas.

Todos los esfuerzos tuvieron como reconocimiento la promulgación del Real Decreto 1850/1981 de 20 de agosto en el que los estudios de asistente social se incorporaron a la universidad como Diplomatura de Trabajo Social. Iniciándose con ello una nueva etapa de reivindicaciones para llegar a ser Licenciatura y de crecimiento disciplinar.

En febrero de 1981 se produce el golpe de estado que secuestra al Parlamento y hace que los/as españoles/as recuerden tiempos que creían ya superados y situaciones que no querían volver a vivir. Finalmente el golpe no tiene éxito y la sociedad reacciona, de manera casi unánime, rechazándolo. Poco después se celebran elecciones que son ganadas por el POSE, comenzando una andadura cualitativamente distinta.

2. CRECIMEINTO Y CONSOLIDACIÓN (1991-1990)

El año 1981 es señalado por muchos historiadores como el último de la transición. A partir de esa fecha se consolida la democracia, se organiza definitivamente el Estado en Comunidades Autónomas y empezamos a participar plenamente en Europa.

Durante estos años se realiza una tarea legislativa notable para el desarrollo de los derechos sociales. Las Comunidades Autónomas asumen el liderazgo de la organización de los Servicios Sociales, promulgando las pertinentes leyes. Se partía de unos niveles de cobertura de las necesidades sociales tan bajo que hubiese sido necesario un esfuerzo mucho mayor para incrementar el gasto social. A ello hay que añadir que se consolidó una política de subvenciones que lastró las inversiones públicas y que, en materia de Servicios Sociales se delegó en las administraciones locales, sin la dotación económica suficiente. En muchos casos se legislaba proclamando grandes principios y objetivos que no se dotaban de las partidas económicas acordes con lo que se decía querer conseguir.

Fueron las Comunidades Autónomas las que asumieron el liderazgo de la creación del sistema público de Servicios Sociales promulgando las oportunas leyes que los instauraban. En la mayoría de los casos se estableció una especial responsabilidad de las administraciones locales que se vieron obligadas a crear, desarrollar y mantener unos servicios de manera precaria.

La escasez de personal, la inestabilidad del mismo, etc., pusieron en evidencia las debilidades del sistema. Todo ello generó un descontento progresivo que fue escuchado y atendido desde la administración central, que en 1988 pone en funcionamiento el Plan Concertado de Prestaciones Básicas en Corporaciones Locales. Con él se trata de establecer la coordinación de las tres administraciones (central, autonómica y local), dotando al sistema de una cierta homogeneidad en las prestaciones y de una mínima estabilidad presupuestaria.

El nuevo sistema público de Servicios Sociales supuso un gran avance en la protección social de los/as ciudadanos/as, pero nació débil, sin una estructura coordinada e integrada con la ya existente y sin las dotaciones que asegurasen su estabilidad.

Características similares podemos ver en Trabajo Social, tanto si miramos al mundo académico como al profesional. Desde 1981 a 1990, se producen grandes logros pero los cimientos son poco sólidos. En 1981 se reconocen los estudios como universitarios, pero el Trabajo Social sigue siendo secundario si lo comparamos con el resto de las asignaturas. La falta de interés de las autoridades hace que no sea hasta 1990 cuando se cree el Área de Conocimiento de Trabajo Social y Servicios Sociales.

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La confusión, entre Trabajo Social y Servicios Sociales será una constante durante este periodo y sólo será denunciada sin ambigüedad al final de la década por sectores cada vez más amplios. En un principio se consideró esencial volcar los esfuerzos en la creación, desarrollo y consolidación de un nuevo sistema que se mostraba como el marco organizativo principal del Trabajo Social. El efecto no deseado fue la confusión entre la disciplina y la profesión con la organización. Esto trajo como consecuencia el empobrecimiento de la profesión y la disciplina y la pérdida de ámbitos y funciones.

La importancia del ámbito universitario en la evolución del Trabajo Social español fue cada vez mayor. Nace la revista “Cuadernos de Trabajo Social” de la Universidad Complutense. Con esta revista se enriquecen las publicaciones específicas y, por tanto, se contribuye al desarrollo del Trabajo Social.

Se crean numerosos puestos de trabajo, siendo especialmente dinámica la administración local, pero en las convocatorias de empleo no se clarifican mucho cual es el perfil concreto de los/as trabajadores/as sociales, apenas se especifican funciones y actividades. Este es el reto que tuvieron que asumir muchos/as profesionales a los que se situaba en una indefinición que podían vivir con inseguridad o como posibilidad de recuperar ámbitos, funciones y sectores.

En 1982 se crean los Colegios Oficiales y el Consejo General de Colegios Oficiales de Diplomados en Trabajo Social y Asistentes Sociales. Se articula una nueva estructura organizativa profesional que recoge todo lo trabajado con anterioridad por las Asociaciones y su Federación, produciéndose un traspaso de asegura una buena evolución. Los Colegios y el Consejo mantendrán la tradición reivindicativa y formativa. Un hito importante es la edición, por parte del consejo, de la Revista de Servicios Sociales y Política Social (1984).

El dinamismo y la fortaleza del colectivo profesional se muestran en la aparición de la Asociación de Trabajo Social y Salud en 1986. En el VI congreso profesional (Oviedo 1988) se plasma también el giro en las reflexiones, de manera que se centran más en el trabajo social, alzándose voces de los errores cometidos y la necesidad de superarlos.

Si comparamos esta etapa con las anteriores vemos que en la segunda mitad se produce una verdadera eclosión de publicaciones de Trabajo Social. El número de revistas crece, sobre todo las que publican colegios profesionales. Es necesario realzar lo relevante que fue la publicación en 1990 de “La Entrevista en Trabajo Social” de Teresa Rossell. Esta obra pone en relieve la importancia de la entrevista en los procesos de ayuda, resalta la dimensión terapéutica del Trabajo Social. El libro tuvo un impacto importante, convirtiéndose en un manual casi de obligada lectura tanto para estudiantes como para profesionales.

Los años comprendidos entre 1981 y 1990 son cruciales para el Trabajo Social español. Durante ellos se institucionaliza definitivamente, se le reconoce académica y profesionalmente y se hace visible a nivel social.

En el caso del Trabajo Social español ya hemos visto cómo el legislador regula la formación de los/as futuros/as profesionales y también lo que se considera necesario para acceder al empleo público de manera que hemos considerado este periodo como definitivo para su reconocimiento social.

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A lo largo de 1981-1990, el Trabajo Social se encuentra más presente que en años anteriores sobre todo en normativas autonómicas. Es la etapa cuando las Comunidades Autónomas promulgan las Leyes de Servicios Sociales (la primera es la del País Vasco en 1982).

Al final de estos años para el Trabajo Social se presenta un balance positivo, pero lleno de retos. Se ha alcanzado la madurez suficiente como para analizar el camino recorrido, identificar errores y tratar de subsanarlos. Algunos de estos errores están aún presentes y lastran al Trabajo Social español.

3. LA CRISIS DE LA MADUREZ (1990-2005)

En estos años se producen cambios en el gobierno porque son distintos los partidos que ganan las elecciones. Los socialistas (PSOE) permanecen en el gobierno hasta 1996. En los últimos años de su mandato se produce un progresivo deterioro de la situación económica, política y social del país. Seguimos en los últimos puestos de los países europeos en lo que al gasto social se refiere y en prácticamente todos los indicadores de protección del Estado de Bienestar.

Se considera que los poderes públicos hacen dejación de su responsabilidad dejando en manos privadas la atención de necesidades sociales. Se dota de medios públicos a organizaciones privadas en vez de asumir la respuesta como obligación directa del Estado.

El descontento social se plasma en 1996, las elecciones de este año posibilitan la formación del gobierno por parte del Partido Popular (PP), que se mantendrá durante dos legislaturas.

Durante los primeros años del gobierno del Partido Popular, sin mayoría absoluta, las políticas no presentan grandes cambios, manteniéndose las líneas generales del gobierno anterior pero con control y racionalización del gasto.

Es en la segunda legislatura, ya con mayoría absoluta, cuando se acentúan las políticas privatizadoras; además el gobierno decide la participación de España en la guerra de Irak, produciéndose un fractura social que culmina la formación del gobierno al Partido Socialista Obrero Español, iniciándose una nueva etapa que se caracterizará por el avance en el reconocimiento de derechos sociales (Ley de Igualdad, etc.).

En los primeros años de la década de los noventa se ponen cada vez más de relieve las limitaciones del sistema de Servicios Sociales. En un principio, de forma generalizada, coexisten los Servicios Sociales especializados (dependientes de la administración central), con el nuevo sistema de Servicios Sociales (dependientes fundamentalmente de las administraciones locales), en los que se contemplaban los “básicos”, dirigidos a toda la población, y los sectores (en realidad específicos o especializados aunque se les denomine de otra forma).

Según avanzan los años la situación se mantiene, aunque se produzcan las transferencias. Se consolida el sistema de Servicios Sociales que depende de la administración local, fundamentalmente los “básicos”, mientras que los específicos transferidos pasan a depender de las administraciones autonómicas, que suelen crear una nueva estructura organizativa para acogerlos.

A pesar del esfuerzo realizado en el Plan Concertado, los Servicios Sociales del nuevo sistema siguen sin financiación estable, como reflejo de las dificultades y limitaciones de la financiación de las administraciones locales.

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Los Servicios Sociales se ven en la curiosa tesitura de tener que buscar financiación a través de programas que, en el mejor de los casos, se han diseñado por la Comunidad Autónoma; y en muchas ocasiones dependen de instancias europeas que ligan la financiación a determinadas actuaciones. Se produce así un alejamiento de las peculiaridades y necesidades de una determinada población para conseguir financiación por la realización de unas actuaciones marcadas desde fuera.

J.M. Barbero (2002) indica que los Servicios Sociales en el medio rural, un elevado porcentaje de servicios sociales rurales se están limitando a las funciones de información, orientación y gestión, con un alto contenido de trabajo burocrático…se produce un oferta “Standard” de prestaciones y recursos, que no tiene en cuenta las necesidades y características peculiares de cada comunidad. A ello se añade la escasa o nula coordinación con los otros sistemas sociales.

Este panorama indica por qué se inicia u proceso de revisión de las Leyes de Servicios sociales por parte de las diferentes Comunidades Autónomas, manteniéndose la carencia de una Ley General de mínimos que armonizase la situación a nivel del Estado español. Sin embargo permanecemos en los puestos de cola en lo que respecta al porcentaje destinado a gasto social.

Se es consciente de que las estructuras organizativas y las políticas sociales son importantes, pero no totalmente determinantes para el Trabajo Social. Si se quiere avanzar es preciso madurar disciplinalmente y para ello hay que hacer realidad la retroalimentación entre los procesos deductivos-inductivos, entre la teoría y la práctica del Trabajo Social.

En 1996 se celebra en Valencia el Primer Congreso de Escuelas de Trabajo Social. Este Congreso marcará el comienzo de una serie de encuentros periódicos de la comunidad universitaria (fundamentalmente profesores y estudiantes) en torno al Trabajo Social.

La construcción del Espacio Europeo de Educación Superior, sumió a todas las universidades españolas en un proceso de revisión de las titulaciones al que no fue ajeno el Trabajo Social. La Conferencia de Directores/as de Centros y Departamentos de Trabajo Social, en la que participaron todas las Escuelas, Diplomaturas y Departamentos de España, para el reconocimiento de los títulos de Grado en Trabajo Social. Todas las discusiones, reflexiones y esfuerzos se plasmaron en un documento, que sirvió de guía, de orientación para la elaboración de los Planes de Estudio.

Hay que destacar la labor realizada por el Consejo General de Colegios de publicación con editoriales comerciales, comenzando a abrir colecciones de Trabajo Social o permiten que se publique sobre él bajo denominaciones generales diversas. Aparecen nuevas revistas publicadas tanto de los colegios profesionales, como las universidades españolas, aportando una gran riqueza a los discursos. Igualmente gran profusión de cursos, encuentros, seminarios, jornadas, congresos, etc., como algo habitual.

El empleo de los/as trabajadores/as sociales entre 1990 y 2005, otros indicador fundamental, se estanca en las administraciones públicas y, aunque las ONGs y algunas empresas crean puestos de trabajo, no lo hacen en cantidad suficiente como para absorber el número de titulados/as que cada año salen de nuestras Facultades y Escuelas.

Como conclusión indicar que en el X Congreso Profesional, celebrado en el 2004 en Las Palmas de Gran Canarias, resalta la necesidad de mejorar la intervención profesional recuperando la vertiente educativa, comunitaria y ecológica, también se considera que el Trabajo Social debe realizar un esfuerzo para sistematizar su saber y ampliar su producción científica.

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4. AFRONTANDO TIEMPOS DIFÍCILES (2005-2009)

Esta última etapa tiene una fecha de finalización artificial, su elección está marcada por la necesidad de acabar el capítulo. En mayo de 2010 corrobora esta afirmación porque se produce un importante giro en la política económica y social del gobierno; pasando de afrontar la crisis con inversión pública y preservando los derechos sociales a plantear, como medida estrella, reducir drásticamente el gasto público, rebajando el sueldo a los funcionarios (algo inédito en la historia de la España democrática), congelando las pensiones y limitando las prestaciones económicas de los posibles beneficiarios de la “Ley de Dependencia”. Las consecuencias de esta nueva política están por ver, al igual que las transformaciones de la sociedad una vez superada la crisis. Algunas voces señalaron que asistíamos a un ataque definitivo al Estado de Bienestar, tratando de reducir la presencia pública al mínimo y quebrando el sistema de protección europeo.

Durante los primeros años se continúa con una política de reconocimiento de derechos sociales. El años 2006 marca un hito en la respuesta a las necesidades de sectores vulnerables de la población con a Ley 36/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía y Atención a Personas en situación de Dependencia. La Ley se valoró como un gran paso adelante en la consolidación del Estado de Bienestar, acercándonos a los países más avanzados.

La importancia que se concedió a las Comunidades Autónomas en la implantación de la Ley generó un ritmo muy desigual. Los/as ciudadanos/as de España, según sea su lugar de residencia, tienen acceso o no a prestaciones y servicios, de forma que parece haber categorías distintas de ciudadanos. Además, otra vez han sido las administraciones locales las responsables de la aplicación de la Ley, asumiéndola fundamentalmente los Servicios Sociales básicos, que se han vistos desbordados y a los que, en el mejor de los casos, se ha reforzado generalmente de manera temporal.

La situación ha generado muchas quejas de todos los sectores implicados: profesionales, beneficiarios, etc. Nuevamente nos encontramos con grandes declaraciones de principios que no ven acompañadas de las medidas reales, de los recursos suficientes para hacerlas realidad. Se crean grandes expectativas y se encomienda hacerlas realidad a otras administraciones sin dotarlas de medidas suficientes.

Las Comunidades Autónomas han proseguido con la revisión de la Leyes de Servicios Sociales, de forma que se promulgan nuevas o están en proceso de revisión. En las nuevas Leyes se observa el deseo de clarificar prestaciones y servicios, establecer derechos y deberes, etc., se avanza en aspectos importantes pero siguen sin establecerse un sistema único, coordinado y cohesionado de Servicios Sociales, aunque se proclame lo contrario.

La no asunción por parte del gobierno central de la responsabilidad de una Ley de Servicios Sociales para toda España que organizase y garantizase una estructura mínima para todo el país ha generado que cada Comunidad Autónoma haga su propia ley, su propia estructura incorporando las transferencias como ha considerado más adecuado. Desde la promulgación de las primeras leyes se ha detectado problemas de funcionamiento, pero parece que no han dirigido la mirada a la propia estructura del sistema.

La situación actual es una red de Servicios Sociales básicos ya consolidada, aunque con sus limitaciones y problemas, y unos Servicios Sociales específicos donde se producen duplicidades, con una coordinación débil y una fuerte privatización, situando a la red pública en una situación de languidez y con la sensación de estar en una situación muy endeble.

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La realidad es que seguimos sin un sistema, sin una estructura común a todo el Estado español y que tenemos un sistema de Servicios Sociales que en muchas Comunidades Autónomas está lejos de ser una estructura coherente.

La crisis que se produce en todo el mundo y que se genera en el extranjero sitúa a España en una situación realmente complicada. En nuestro país el sistema productivo es especialmente vulnerable y la crisis tiene dimensiones distintas, alcanzando niveles mayores de problemáticas sociales que se generan en torno al desempleo, que golpea especialmente a los sectores más débiles de la población (inmigrantes, jóvenes, etc.)

La situación grave del paro hace que desde el principio las políticas sociales atiendan preferentemente a este problema, dedicándole los recursos económicos de manera prioritaria a atender esta contingencia y a estimular la economía, la inversión, el consumo, quedando todo lo demás relegado a un segundo plano. Esta orientación sufre un giro de 180 grados en Mayo de 2010, fecha en la que se prima el ahorro y la contención del gasto porque el objetivo prioritario es reducir el déficit público.

Para la Ley de Dependencia los/as trabajadores son esenciales en la información, valoración y acceso a las prestaciones y también lo son en la elaboración del informe social y en el Programa Individual de Atención, pero no está tan claro su papel en las intervenciones concretas, por ejemplo con familias. La demanda específica que se les hace es que, en el menor tiempo posible, gestionen la petición de ayuda.

La administración local se vio obligada a ampliar/reforzar sus plantillas de Servicios Sociales básicos ante la gran demanda que generó la nueva normativa. Este incremento no fue uniforme, como tampoco lo fue la estabilidad en el empleo ni la aplicación de la Ley. Cada Comunidad Autónoma afrontó sus obligaciones como creyó conveniente, planteando casi todas dificultades presupuestarias y delegando la actuación concreta en las administraciones locales.

La situación que se describe nos genera la impresión de estar viviendo algo ya vivido con la implantación del sistema público de Servicios Sociales. Es cierto que en este caso se parte de una legislación que se genera desde la administración central, pero la normativa que se aprueba viene sin los recursos económicos para que las otras administraciones la desarrollen, de forma que la aplicación es muy irregular. Tampoco establece una estructura clara de coordinación entre lo nuevo y lo ya existente.

El Trabajo Social, otra vez, corre un grave riesgo de empobrecerse; se burocratiza la intervención y con ello se empobrecen las reflexiones, las actuaciones y la disciplina.

La última etapa presenta rasgos de diferente signo. Estamos nuevamente ante una situación de reconocimiento de derechos sociales que genera posibilidades para el Trabajo Social, pero los riesgos de la hipertrofia de las funciones de gestión son evidentes. A ello hay que añadir una grave crisis económica que pone en peligro o al menos estanca los progresos de los sistemas de protección social.

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TEMA 5-APLICACIÓN DE VALORES EN EL TRABAJO SOCIAL Y EL TRABAJO SOCIAL Y LOS RELATOS CONTEMPORÁNEOS.

PRIMERA PARTE

APLICACIÓN DE VALORES EN EL TRABAJO SOCIAL

1-LOS VALORES Y SU APLICACIÓN EN EL TRABAJO SOCIAL COMUNITARIO

No es fácil precisar lo que son o constituyen los valores y sus límites. La filosofía clásica nos habló de valores absolutos: valores ideales, irreales, de entidades objetivas. Otra forma de entender los valores es aquella que realizan los seres humanos y que dependerá de los sujetos. Los valores serán entonces, valores relativos, valores que dependen de ser o no ser deseados según posean o no determinadas características.

El Trabajo Social Comunitario no va a apuntar aúna teoría de los valores, sino a preferencias estimativas; a valores sociales comunitarios.

Desde un punto de vista sociológico Williams indica una de las acepciones más comúnmente usadas de valor, como la de concepción de todo deseable que influye en el comportamiento selectivo. Lo deseable sería lo que se debe desear, mientras que en la práctica lo deseado, puede llegar a ser bien diferente por muchas circunstancias. Gonzáles Anelo propone la definición de valor como preferencias colectivas que aparecen en un contexto institucional y al mismo tiempo lo regulan.

Max Weber relaciona sus posturas de lo que es la razón con lo que considera valor: unos criterios últimos básicos que condicionan el resto de las opciones-conductas de las personas. En esta línea los valores se han definido como pautas o modelos de conducta, que se basan en la existencia de criterios últimos obligatorios de absoluta validez, se contrapone a la concepción de que define el valor por los intereses y gustos de los sujetos o grupos.

Scheler distingue entre valores ideales, con objetividad propia y que son independientes de cualquier postura o actividad humana, es decir, libres de subjetivismo, y por otra parte los valores sensibles, que los jerarquiza en sensibles, vitales, espirituales y religiosos.

Emile Durkheim hace la distinción entre juicios de realidad y juicios de valor. Los juicios de existencia o de realidad se limitan a explicar determinados hechos. Existen otros juicios que tiene por objeto enunciar lo que valen las cosas en relación al sujeto consciente (no lo que son), a esto es a lo que llama juicios de valor que son objetivos porque derivan de la naturaleza de las cosas mismas. Durkheim nos indica que cuando hablamos de valores en realidad estamos describiendo opciones estimativas propias de un “tipo medio” estadístico que en sí mismo no es existente, los valores son distintos en jerarquía y contenido, incluso en su existencia, por lo cual varían de unas sociedades a otras.´El estudio de valores es una aproximación, puesto que en Durkheim lo que estudiamos no son fenómenos sociales como institucionalizados, en tanto que sistemas de valores, pero no podríamos decir que logramos captar el valor de tipo absoluto u ontológico.

Hall distingue un mundo interno, básicamente compuesto de fantasías imágenes e incluso contenidos, inconscientes, más relacionados con los sujetos concretos, de un mundo externo, constituido por instituciones de todo tipo, medios de comunicación, etc. Hace una importante distinción entre dos tipos de valores: valores-meta, los más estables y a largo plazo que reflejan el cómo gustaría actuar, y los valores-medio, más cortos, cambiables y en cierta

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medida los que dirigen la acción más directa. Ambos tipos de valores se relacionan, pudiendo entonces determinarse una especie de “centro” de valores. Identifica 125 valores y lo agrupa en una constelación de 50 valores aprox. todo ello desarrollado en 7 ciclos de desarrollo de las personas o de las instituciones, en 4 fases y en varios estados casa uno. Así a través de una serie de test pueden medirse y hacer un diagnóstico para elaborar un mapa de valores.

En la aplicación de los valores al Trabajo Social Comunitario, no nos estamos refiriendo a valores en sentido absoluto, sino más bien a valores relativos, a la captación de prioridades que la mayoría de las veces describimos utilizando más los métodos cuantitativos que cualitativos para medirlas. Se suelen medir los valores sin utilizar la dimensión ideativa-afectiva (deseos o gustos) o la dimensión de consecución o logro. No se suelen utilizar índices combinados para estas tres dimensiones en las mediciones. La aplicación de los valores al Trabajo Social Comunitario tendrá que ver con un análisis de las opciones o sistemas de opciones preferenciales que manifiestan los usuarios.

2-LA SOLIDARIDAD DEL PLAN CCB. TRABAJO SOCIAL Y SERVICIOS SOCIALES COMUNITARIOS PARA POBRES (AÑOS 60).

En España es el Plan CCB (Plan Comunidad Cristiana de Bienes 1961-1964) quien señala con más empeño la necesidad de la acción comunitaria y los Servicios Sociales y responde al encargo de la Comisión Episcopal de Caridad y Asistencia Social de la Iglesia (1961) hace a Cáritas para realizar el primer estudio sociológico sobre España. Allí se refleja la necesidad de la acción social comunitaria que ha de superar el asistencialismo practicado con ocasión de la Ayuda Social Americana. Se critican los planes de los planes de desarrollo y el crecimiento no integrado, porque ignoran los aspectos sociales. El Plan CCB intenta superar la cásica orientación de caridad – beneficencia.

España partía hacia el desarrollo industrial con un Plan de Estabilización Económica (1959) y más tarde con unos planes de desarrollo (1964)

El conjunto de Servicios Sociales / Trabajo Social comunitario que se cita para el desarrollo comunitario tienen que ver con los valores materiales valores instrumentales para tratar de sobrevivir (casas de infancia, cantinas populares, etc.) y valores finales como la solidaridad, la generosidad y la caridad, considerados menos materiales e instrumentales que propician la acción dirigida a conseguir la comunidad cristiana de bienes.

Valores prestaciones y equipamientos de los Servicios Sociales en los años 60 en España:

VALORES PRESTACIONES EQUIPAMIENTOSSolidaridadGenerosidadCaridad

Guarderías, cooperativas de consumo, cooperativas de crédito, servicios de ahorro popular, colonias de vacaciones, comedores o cantinas populares, escuelas de hogar nocturnas, cursillos, residencias de obreros…

Centros sociales para canalizar una acción social en las zonas económicamente débiles.

Las prestaciones muestran un nivel básico al que podían acceder las clases populares más desfavorecidas sustentado por valores que poco tienen que ver con el desarrollo de un Estado de Bienestar. Los valores sobre los que pivotan los Servicios Sociales ideados por el Plan CCB destinados a los más necesitados son la solidaridad, la caridad cristiana y la generosidad. La financiación es privada (Cáritas) y no pública. A partir de 1960 la normativa supera la

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beneficencia y apoya la asistencia social a través de diversos fondos Nacionales, en 1963 la Ley de Bases de la Seguridad Social.

Así es como aparecen por primera vez los Servicios Sociales como un sistema propio, distinto de la Asistencia social y dentro de la Seguridad Social: beneficencia del sistema de seguridad social y no para todos. Valores como la rebeldía, la independencia y el presentismo tienen que ver con los tiempos que corren (mayo de 68, etc.), no se acepta la autoridad y la tradición y tiene lugar una revolución cultural, familia, enseñanza… que cambiaron profundamente.

Valores clásicos y postmodernos en España

HERENCIA CLÁSICA (1960) HERENCIA POSTMODERNA (1999) LAS VIRTUDES “DE SIEMPRE”Rebeldía Consumismo Espíritu de trabajoIndependencia Tolerancia LealtadPresentismo Egoísmo MadurezSolidaridad Poco sentido del deberGenerosidad Poco sentido del sacrificio

3-VALORES TRADICIONALES DEL TRABAJO SOCIAL/SERVICIOS SOCIALES DEL PLAN CONCERTADO (AÑO 1988).

Con la restauración de la democracia se intenta aclarar la concepción de los Servicios Sociales: que características han de tener, si han de ser o no universales, si se entienden únicamente como prestaciones, si se identifican con bienestar social… Los Servicios Sociales de 1974 eran prestaciones técnicas, no económicas, y reglamentadas en las áreas de higiene y seguridad del trabajo, medicina preventiva, reeducación y rehabilitación de minusválidos, acción formativa… también se contaba con los servicios sociales de empresa y los especializados: obra de protección de menores, patronato de protección de la mujer, patronato de igualdad de oportunidades.

Han pasado casi treinta años para poder hablar de un sistema público de Servicios Sociales/Trabajo Social comunitarios para todos. Se trata del Plan Concertado cuyo propósito consistía en ofrecer unos Servicios Sociales comunitarios con el fin de elevar el bienestar de los ciudadanos. Plan Concertado que a partir de 1988 hace posible una red pública de Servicios Comunitarios cuyas prestaciones sociales han de adecuarse a los cambios sociales, económicos, así como al desarrollo de los nuevos sistemas de producción.

Los Servicios Sociales/Trabajo Social se hacen extensivos a toda la población con el objetivo de lograr el desarrollo personal y colectivo o popular, y de modo participativo. Sus principios básicos serán la universalización, normalización (evitando Servicios Sociales especiales o diferenciados), racionalidad, descentralización y participación. Los valores ponen de relieve cambios que tiene que ver con las prestaciones, equipamientos (valores instrumentales) y valores en los que se sustentan (valores finales)

VALORES PRESTACIONES EQUIPAMIENTOSUniversalidad Información y orientación Centros de Servicios SocialesCalidad Ayuda a domicilio Centros de acogidaCooperación/solidaridad Alojamiento alternativo AlberguesProximidad Prevención e inserción

Fomento de la cooperación

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Ayudas económicasLos Servicios Sociales/Trabajo Social que propugna el Plan Concertado no son ahora para pobres sino para todos, se trata de Servicios Sociales de calidad y adecuados a las necesidad; por esto el valor de la proximidad para acercarse a las exigencias de los ciudadanos. Además de la universalidad, calidad y proximidad como valores sustentadores se hace mención de la cooperación/solidaridad, sobre todo con las Corporaciones Locales, entre lo público y lo privado así como entidades y movimientos sociales que fomentan el desarrollo, autonomía y bienestar de los ciudadanos.

Los equipamientos son centros de Servicios Sociales, de carácter comunitario, dotados de equipamientos técnicos, incluidas las Unidades de Trabajo Social (UTS), y de los medios necesarios que dan soporte a las Prestaciones Básicas; Centros de acogida no permanentes que acogen con carácter de urgencia a personas con problemas y Albergues de carácter temporal para transeúntes sin medios económicos y otras personas marginadas.

Los valores sociales y estilos de vida que sustentaban los jóvenes en el año 1989 eran los que aparecen en el siguiente cuadro y que se consideran una proyección de la sociedad española:

1. Igualitarismos. Solidaridad. Cooperación.2. Individualismo. Autonomía. Afirmación personal.3. Racionalismo. Prudencia.4. Sentido de lucha5. Modernización. Disciplina. Estabilidad. Tradición.6. Reformismo. 7. Motivación de logro.8. Disciplina. Aplazamiento de las gratificaciones.9. Equilibrio y desarrollo personal. Esencialismo. El ser como más importante que el tener. 10. Sentido de aventura.

La participación igual y efectiva es inseparable de la comunidad y del Trabajo Social /Servicios Sociales Comunitarios, tanto desde el punto de vista democrático como ético. Los valores del Plan Concertado apuestan por la modernidad, en contraste con los valores posmodernos del Plan CCB; sin embargo el contexto social en los comercios del Plan Concertado ya denota una clara apertura a la posmodernidad.

4-VALORES POSTMATERIALISTAS A DOCE AÑOS DEL PLAN CONCERTADO (AÑO 2000)

Finalizado el año 2000 se cumplen más de diez años desde el inicio del Plan Concertado y se han producido cambios en las aportaciones económicas de los Entes Locales, CCAA y Ministerios. Disminuye la aportación del Estado, aumenta el esfuerzo de las CCAA y sobre todo de los Entes Locales. También aumentan las prestaciones y los equipamientos.

Se adivinan valores posmaterialistas (información y orientación, entrar en contacto con otras personas) claramente vinculados a valores materialistas (ayuda a domicilio).

Valores prestaciones y equipamientos de los Servicios Sociales Comunitarios del Plan Concertado en el año 2000 en España.

VALORES PRESTACIONES EQUIPAMIENTOSUniversalidad Información y orientación Centros de Servicios SocialesCalidad Ayuda a Domicilio Centros de Acogida

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Cooperación/solidaridad Alojamiento alternativo AlberguesFlexibilidad Prevención e inserción ComedoresProximidad Fomentos de la cooperación Pisos tutelados

Ayudas económicas MiniresidenciasServicios de informaciónCentros de estancia diurno

Se mantienen los mismos valores finalistas habiéndose añadido la flexibilidad. La razón es sencilla porque ya en 1995, según el acuerdo de flexibilización de las prestaciones básicas, algunos equipamientos complementarios a los Centros de Servicios Sociales en 1999 se tenía previsto que fueran: 2 comedores sociales en Andalucía, 9 Pisos Tutelados, 10 Miniresidencias, 57 Oficinas o Servicios de Información, 157 Centros de Estancia Diurna.

Se combinan prestaciones claramente materialistas como la ayuda a domicilio con aquellas otras más postmaterialistas como la información y orientación. Tan necesarios son para las familias unos como otros, incluso la ayuda a domicilio o la teleasistencia tienen un valor añadido dado el contacto que se establece con otras personas.

El cambio de valores:

VALORES DE LA MODERNIDAD VALORES DE LA POSTMODERNIDADLo holístico Lo fragmentarioLo absoluto Lo relativoLa unidad La diversidadEl gran relato EL pequeño relatoLo universal Lo particularEl Estado, el país La ciudad, la regiónLo objetivo Lo subjetivoEl esfuerzo El placerLo fuerte Lo LightEl pasado/el futuro El presenteLa razón La emociónLa ética La estéticaLa certeza La dudaResponsabilidad La responsabilidad diferidaSecularización versus religión Espiritualidad versus religiónEl día La nocheEl trabajo La fiestaLa utopía La quimeraLa construcción La reconstrucciónLa familia versus la comuna La familia versus la parejaLo masculino Lo femeninoLo leído/hablado Lo visto

En España se comprueba desde 1980 a 1999 la clara descendencia de los valores materialistas y el ascenso de los postmaterialistas, mientras aumentan los mixtos Ya en el año 2000 respecto a los Servicios Sociales Comunitarios del Plan Concertado, la necesidad de aumentar la complejidad de los equipos, actualizar los mapas de las necesidades y satisfacer la demanda real de servicios y la satisfacción de quienes los usan.

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Tras once años del inicio del Plan Concertado, se producen escasos cambios en los valores finales e instrumentales que se publican oficialmente. Sin embrago aparecen valores postmateriales y al mismo instrumentales que apuntan a Servicios Sociales capaces de aunar la materialidad del servicio con el suficiente valor añadido que suelen proporcionar las “virtudes de siempre” , así como escucha, dedicación y afecto humano, más propios del pasado.

5-CAMBIO DE RUMBO EN LOS VALORES DEL TRABAJO SOCIAL COMUNITARIO: VALORES DE CAMBIO. PERMANENTES Y EMERGENTES.

Iniciado el S.XXI asistimos a un claro cambio de valores en el Trabajo Social/Servicios Sociales Comunitarios, a una intensificación de las prestaciones (aplicación de la Ley de la Dependencia) y una mayor complejidad en la formación de los equipamientos y flexibilidad en su organización de cara a los usuarios.

Valores de cambio en los Servicios Sociales Comunitarios del año 2008

VALORES PRESTACIONES EQUIPAMIENTOSUniversalidad Información y orientación Centros de Servicios SocialesCalidad Ayuda a Domicilio Centros de AcogidaCooperación/solidaridad Alojamiento alternativo AlberguesFlexibilidad Prevención e inserción ComedoresUn derecho Fomento de la cooperación Pisos tuteladosCompetitividad Ayudas económicas MiniresidenciasPúblico/mercado Apoyo a Unidad Convivencial Servicios de información

Centros de estancia diurno

Sigue siendo indiscutible la universalidad como valor finalista, cada vez más usuarios de diferentes estatus acceden a los Servicios Sociales Comunitarios, la tendencia apunta a que determinados Servicios Sociales constituyan un derecho de los ciudadanos. La financiación constituye un serio problema si tenemos en cuenta que son las Corporaciones locales las que más contribuyen al mantenimiento de los Servicios Sociales del Plan Concertados.

La competitividad y la oferta pública frente a la oferta del mercado son nuevos valores finalistas que han aparecido con fuerza. El Estado no alcanza a gestionarlos directamente y concierta con diversas entidades (fundaciones, entidades sin ánimo de lucro, etc.) la prestación de los Servicios Sociales. Valores finalistas tales como la calidad, la competitividad y lo público/mercado cobran fuerza en nuestros días.

Los valores instrumentales se enfrentan a la capacidad de financiación. El aumento de las personas mayores de 65 años y la existencia de usuarios inmigrantes y la diversidad de formas de convivencia familiar demandan más servicios y más complejos. Según los trabajadores sociales es excesivo el volumen de burocracia/tramitación administrativa exigido, no existiendo suficiente coordinación entre las tres administraciones.

Mayores y familia son los más demandantes, mientras que las prestaciones que requieren son información y orientación, apoyo a la unidad convivencial y ayuda a domicilio. Sin embargo debido a la insuficiente oferta pública, obliga a los usuarios y familias tengan que acudir al mercado, a la familia, a los abuelos para encontrar solución a sus necesidades.

Los Servicios Sociales en el mercado son bienes de consumo y se accede a ellos en función de

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la calidad y el poder adquisitivo. El bienestar global de la familia, la primacía de los hijos y el fuerte ritmo de la vida, entre otras variables, provocan un claro consumo de Servicios Sociales. Sobre valores de cambio, valores permanentes y valores emergentes para el Servicios Sociales Comunitarios.

VALORES DE CAMBIO VALORES PERMANENTES VALORES EMERGENTESFlexibilidad Universalidad Público/mercadoUn derecho Calidad Competitividad

Cooperación/SolidaridadFormación permanenteParticipación/coordinación

Proximidad/seguimiento Precisión/rapidezEspecializaciónComplejidad de equipos

Los Servicios Sociales Comunitarios han ido cambiando al mismo tiempo que han conservado ciertos valores. Los nuevos valores de cambio como la formación permanente y la participación/coordinación son valores instrumentales que son imprescindibles para adecuarse a los tiempos actuales y futuros.

Entre los valores permanentes es relevante el seguimiento, que es una característica de la proximidad, es uno de los valores finalistas que deben cuidarse en la actualidad para poder captar los cambios sociales que tiene lugar en la sociedad española. A través del seguimiento podemos comprobar la validez final de la externalización de los Servicios Sociales.

Entre los valores emergentes figuran la precisión, la rapidez y la especialización y complejidad de los equipos profesionales. Son valores instrumentales y han surgido por el crecimiento constante de usuarios que atender diariamente en los Servicios Sociales Comunitarios.

Los Servicios Sociales/Trabajo Social Comunitario en España están carentes de la suficiente identidad: falta de claridad legal y conceptual en el conjunto de las CCAA. Como falta de identidad se entiende también las dificultades que tienen los ayuntamientos para financiar los Servicios Sociales. Es importante plantear una Ley Estatal de Garantía de Derechos y Servicios Sociales en donde se ponga de manifiesto la claridad legal y conceptual que se requiere en la actualidad. Lo deseable es que el Estado, CCAA, mercado y Tercer Sector propiciaran un nuevo Plan Concertado que concluyera en una Ley de Servicios Sociales para toda España.

SEGUNDA PARTE

EL TRABAJO SOCIAL Y LOS RELATOS CONTEMPORÁNEOS.

INTRODUCCIÓN

La solidaridad concierne a la esencia de la cultura y de lo social. En tal sentido nos unimos a quienes quieren reducir la pretensión científica de objetividad a una forma de solidaridad. Esta ha de ser múltiple, flexible, abierta. Es cuestión de educación y de evolución de la sensibilidad y del sentimiento antes que de razonamiento y de teoría. Los derechos soy necesitan más que fundamento, propagación.

En el Trabajo Social se comprueba cómo se va más allá de la realidad, añadiendo ese plus de comprensión que siempre le ha caracterizado y que se resume en solidaridad-conocimiento –ironía. Los valores actuales como referencia de la vida actual no están lejos de aquellos que

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nos muestra la novela contemporánea española: Espido Freire, David Trueba, Lucía Etxevarría, Ángeles Caso (Contra el Viento) o Herta Müller. Nos referimos a valores tales cimo el presentismo, lo figurativo que atrae a la realidad, a la familia, los amigos y el amor, las drogas, las falta de compromiso social, la primacía de los sentidos, el consumo, etc.

En la vida diaria, en el mercadillo, nos encontramos con relatos reales que indican el compromiso diario de los que nos ocurre y preocupa para seguir orientándonos. Los relatos de las novelas reflejan semejantes y los estudios cualitativos-cuantitativos también inciden en lo que le pesa al ser humano. El fragor de lo cotidiano es el espectro de la lucha y combate en el que nos movemos actualmente los seres humanos, con los que se encuentran los trabajadores sociales en los servicios sociales municipales.

1-OBJETIVIDAD CIENTÍFICA, SOLIDARIDAD E IGUALDAD SOCIAL.

Todo progreso científico es consecuencia de la cooperación, del entendimiento entre los científicos, de una forma de solidaridad además de promover una mayor igualdad social. El Trabajo Social como disciplina avanza científicamente como el resto de las ciencias sociales: por consenso, en cooperación con la comunidad de quienes aplican determinados métodos, reflexionan sobre los problemas sociales que atienden y acuerdan o se solidarizan en los modos de intervenir en el contexto de las políticas sociales.

El Trabajo Social confía en el futuro y en la posibilidad de mejorar la sociedad, disminuyendo el sufrimiento, sacando lo mejor del ser humano y desarrollando la comunicación, la conversación y la escucha con los seres humanos que atiende. El Trabajo Social aboga por la auto-transcendencia más que por meras soluciones tecnológicas o burocráticas que en ocasiones se aplican a personas con dificultades de autonomía y carencias materiales sin escucharles apenas.

La objetividad científica y la solidaridad se trata de utilizar aquellos medios de éxito en la anualidad que pueden llegar a sensibilizar a los ciudadanos más rápidamente y eficazmente.

Herta Müller en “La bestia del corazón” nos hace entender mejor a usuarios de los servicios sociales municipales, provenientes de los países del Este, más concretamente de Rumania. El pasado de Rumania hace que los rumanos que acceden a los servicios sociales municipales y lo hagan sin olvidar los esquemas culturales de su país. El trabajador social tiene que comprender mejor a los usuarios, sin poner en tela de juicio del derecho de todos los ciudadanos a utilizar servicios sociales públicos.

Ángeles Caso en su novela “Contra el viento”, Premio Planeta 2009 pone de manifiesto el miedo a denunciar, la necesidad de ser escuchado, y la imprescindible solidaridad vecinal para atender al niño cuando hay que trabajar.

El Trabajo Social comunitario y a través de las asociaciones de inmigrantes, puede llegar a ofrecer servicios de ayuda a domicilio con carácter de urgencia además de plazas de guardería o servicios de infancia. También una atención especial de apoyo psicológico para situaciones como las descritas en la novela de Ángeles Caso. En el caso de los malos tratos y las violaciones, se pone de manifiesto el requerimiento del trabajo social coordinado y continuado con otros profesionales para adaptarse a las múltiples y complejas situaciones reales de la vida diaria.

La promoción de una mayor igualdad social es el núcleo de la atención que realizan los

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trabajadores sociales y lo que los legitima ante sus asistidos o usuarios.

Con la instauración de la democracia en el Trabajo Social comunitario de convertiría en dependiente y colaborador de la clase política social, mientras el movimiento vecinal quedaba transitoriamente descabezado. En la actualidad el trabajo social para la promoción de una mayor igualdad social tiene abiertos diferentes frentes: la débil identidad de los servicios sociales municipales, el exceso de burocracia que han de asumir los trabajadores sociales públicos y la reducida colegiación de los profesionales del trabajo social.

2-TRABAJO SOCIAL, LITERATURA Y SOCIEDAD.

Los nuevos relatos describen la capacidad /incapacidad de apertura e integración a nuevos miembros de la comunidad, además la novela actual tiene un interés para el trabajo social, porque encierra un conjunto de valores “representativo” de la sociedad en la que vivimos y atienden los trabajadores del Trabajo Social.

En la relación entre Trabajo Social, literatura y sociedad, tenemos un gran interés y curiosidad por lo que mueve a los personajes de ficción, lo que encierran sus palabras, sus diálogos. En el trabajo social y en los servicios sociales municipales es habitual atender a las familias por muy diversos motivos. La familia es el tercer sector más atendido, tras os mayores e inmigrantes, en el conjunto de los Servicios Sociales municipales en España. También la familia suele ser una categoría central y la ocasión para tejer la estructura del relato en la novela (Espido Freire: “Irlanda” y “melocotones helados”)

Se produce una estrecha relación entre la novela que escriben un buen número de novelistas y la estructura del medio social en cuyo interior se ha desarrollado y que definimos por el consumo, el individualismo y otros tantos valores/tendencias.

3-ONTOLOGÍA DEL MERCADILLO: SOCIOLOGÍA DE LA VIDA DIARIA

La ontología del mercadillo (sociología de la vida diaria) plantea una serie de relatos que indican el compromiso diario de lo que ocurre y preocupa a la gente para seguir orientándose. Como en el mercadillo uno tiene que ser artista para saber dar forma a lo que uno pretende ser, claro que no hay que obviar que la fuerza del contexto que nos rodea trata que seamos resultado del mismo.

Siempre se produce la combinación entre las condiciones externas y el designio de sus protagonistas. En el mercadillo la proximidad, la comprobación del esfuerzo ajeno, anima y reconforta, Sin embargo, fuera del mismo, en la vida diaria, a la gente se le pide que funcione como en un autoservicio, que asuma su responsabilidad. Nadie deja de ir al mercadillo porque es la única manera de comprobar y experimentar oportunidades, ofertas, ocasiones que no deben dejarse escapar, como también en la vida esperamos un golpe de suerte.

No se trata sólo de consumir, de hacer la compra todos los días. También buscamos el saludo, el reconocimiento de los vecinos, aunque las cosas no vayan como quisiéramos, En el mercadillo hemos hablado de tener cierto arte para saber comprar, y en el contexto/fragor en el que nos movemos es un arte saber vivir e interpretar lo que está por vivir.

La realidad empírica a la que se hace alusión es todo aquello que le preocupa a la gente: el trabajo, la salud, los amigos… Es de lo que habla, lo que comenta la gente en el mercadillo. Este común transformable, revisable, es lo “ontológico del mercadillo”, donde cada uno de los seres humanos busca diariamente cómo seguir adelante. No se trata únicamente de consumir,

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sino de relacionarnos, de ser reconocidos, de sentir que somos los protagonistas de la acción y no esclavos del consumo. En el mercadillo tratamos de encontrar lo común de las variadas autotranscendencias individuales, lo común-renovable, la búsqueda de solución a cada uno de los problemas semejantes, allí donde la gente, habla, gesticula; allí donde las personas expresan lo que sienten; donde el ser humano manifiesta su comportamiento. No es que sea el único espacio existente de entre aquellos que circundan y hasta definen nuestras vidas; pero se utiliza la figura mercadillo como figura-espacio existente en cualquier parte del mundo y diferenciado del espacio privado.

4-CURIOSIDAD POR OTROS RELATOS Y OTROS ESFUERZOS

El modo en que la gente trata de salir adelante, de solucionar los problemas por los que atraviesan (autotranscendencia), lleva implícita la curiosidad por otros relatos, la libertad de actuar de otras maneras. Nos interesa saber, comprobar, si otros personajes en otros contextos, con sus correspondientes historias buscan lo mismo o padecen experiencias interpretadas por sus actores del mismo o parecido modo que nosotros.

Precisamente en la literatura, en las novelas, se pueden rastrear en los pasajes valores, a través de expresiones que manifiestan explícitamente o que implícitamente denotan ontología social, la ontología del mercadillo. Pero no hay ninguna posibilidad de autotranscendencia sin relatos.

Estaríamos construyendo el universal social capaz de prevenirnos, por la experiencia y reflexión, de aquellos fallos cometidos una y otra vez. Los proyectos individuales han de ser “sumatorios”, vividos individualmente y puestos a disposición de un relato común que aglutine coincidencias y provoque el salto ontológico que se traduce en una manera diferente de vivir.

Al mismo tiempo el rechazo a la jerarquía de valores establecida parece haberse consumado y ahora nos planteamos “nuevos” valores sin saber todavía con seguridad la jerarquía de los mismos. Se trata de educar a hombres y mujeres desde niños, en aquellos valores comunes como la democracia, dignidad, libertad, derechos humanos, tolerancia, igualdad, tolerancia…

5-EL TRABAJO SOCIAL EN EL CONTEXTO ACTUAL: EN EL FRAGOR DE LO COTIDIANO

La actual crisis económica, altos niveles de paro, reformas en los sistemas del Estado de Bienestar vienen provocando en los ciudadanos tensión, alarma social, inseguridad, dificultades referenciales para encontrar soluciones a los problemas cotidianos. Claro que también podemos contabilizar los éxitos alcanzados en sanidad, educación, infraestructuras públicas, servicios sociales…

El fragor de lo cotidiano es el espectro de tensión, lucha y combate en el que nos movemos actualmente los seres humanos. En definitiva lo que escuchan en parte los trabajadores sociales en los servicios sociales municipales y lo que se rumorea en el mercadillo. El estrés es la respuesta al contexto social, al fragor de lo cotidiano en el que nos movemos entre la familia, el trabajo y la vida social. La vida personal se ha convertido en algo bélico y saturado de tensión como la plaza del mercado. Las recepciones sociales reducen la sociabilidad a un combate.

El fragor de lo cotidiano se plantea como contexto, es por esto que desde el trabajo social se puede ayudar a los usuarios a trabajar no sólo los estresares, sino también a comprender

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mejor los espacios de trabajo/paro, vida familiar y social en los que se desenvuelven los usuarios. Se trata de ajustar objetivos y expectativas de los usuarios que viven en determinadas situaciones, asesorándoles convenientemente.

El asesoramiento que propician los profesionales del trabajo social a los usuarios decimos que tiene que ver con el ajuste entre objetivos y expectativas. Poner en práctica la mesura, buscar el término medio entre lo que domésticamente somos y aquello que pretendemos ser.

Los tres grupos del trabajo social/servicios sociales municipales son los inmigrantes, mayores así como las familias. Tres grupos que representan a la actualidad, precisamente, los cambios que se requiere la adaptación a las nuevas condiciones de vida. La heterogeneidad de las fórmulas de convivencia tiene que ver con la cohabitación o parejas de hecho, matrimonio dictado por embarazo, soltería voluntaria, matrimonio de convivencia…

La mayoría de la gente no es capaz de autoorganizarse y tomar las riendas de su vida. Vivir sin hábitos del corazón, en el fragor de la vida diaria, el situarse fuera del tiempo, sin comprometerse.

RESUMEN

La relación en el Trabajo Social y los nuevos relatos de la literatura (novela) contemporánea posibilita mediante esta última acceder a los pormenores de los problemas humanos. Algo parecido sucede en los espacios de los mercadillos, en donde se palpa lo que se preocupa a la gente junto al esfuerzo que hacen por encontrar salidas. La combinación de relatos ficticios reales recruce el contexto actual en el que vivimos: el fragor de lo cotidiano como expresión de la tensión diaria a la que nos vemos sometidos en la sociedad actual.

El trabajo social de nuestros días puede utilizar fuentes con el objeto de analizar aquellas alternativas, que, o bien reflejan la realidad, o van más allá de la misma. Ese plus de realidad es el que provoca nuestra curiosidad y perdura en nuestras mentes de forma activa. Así es como nos servimos de un lenguaje, el de la novela actual, capaz de difundir el lema que justifica al trabajo social ante los usuarios: lograr una mayor justicia social.

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