4.Jordan- Un Viaje Por La Teoría

9

Click here to load reader

Transcript of 4.Jordan- Un Viaje Por La Teoría

Page 1: 4.Jordan- Un Viaje Por La Teoría

7/24/2019 4.Jordan- Un Viaje Por La Teoría

http://slidepdf.com/reader/full/4jordan-un-viaje-por-la-teoria 1/9

UN VIAJE POR LA TEORÍA LITERARIA.

por BARRY JORDAN

 Revista Quimera, nº 51, Primavera 1986: 55-61.

 Tradicionalmente, de una forma u otra, la interpretació

n ha constituido la actividadcentral de nuestra experiencia de la literatura, ya sea como profesores o como

estudiantes. La interpretación se ha basado en ciertos elementos supuestamente estables

como el autor o el texto, elementos que han servido para legitimar los sentidos

derivados de la actividad interpretativa. En este ensayo, quisiera sugerir que, como

consecuencia del desarrollo de la teorí a literaria y los problemas e interrogantes que ha

planteado, no podemos ya dar por sentada la centralidad de la interpretación ni la

autoridad otorgada al autor o al texto como soportes de nuestras prácticas de lectura.

Pero ¿por qué? ¿qué es lo que lla teorí a más reciente ha puesto en entredicho?

En el mundo académico angloamericano, lo que se podrí a llamar el “consenso

crí tico tradicional” ha reivindicado como base o eje de la actividad interpretativa el

contacto directo entre texto y lector. La tarea del lector (sea profesor, estudiante, crí tico,

etc.) consiste en leer tout court , sin que le distraigan asuntos ajenos al acto de la lectura.

También, según esta postura ortodoxa, la literatura es considerada como algo que trata

de la vida, algo escrito desde la experiencia personal. Es valiosa y, por tanto, vale la

pena leerla porque descubre verdades sobre el perí odo en que se produjo, porque en

términos más amplios revela verdades sobre el hombre, la naturaleza humana; en fin,

habla de nosotros mismos. En suma, la literatura es entendida como un comentario,

privilegiado y complejo, sobre la experiencia humana, comentario considerado

frecuentemente como derivado de las percepciones o intuiciones del autor. También,

dentro de esta misma postura, la literatura es considerada como un artefacto autónomo,cuyo valor y autenticidad residen no sólo en las verdades que descubre, sino en su

unidad estructural, su coherencia temática, correspondiéndole al lector reconstruir esas

coherencias y continuidades en un todo unificado.

Ahora bien, frente a la teorí a contemporánea (estructuralismo…, etc.), la postura

tradicionalista se ha resquebrajado: los centros o puntos de referencia tradicionalmente

estables –el autor y el texto– han perdido su autoridad, han sido desestabilizados,

descentrados; la propia incertidumbre del consenso crí tico ha sido acrecentada por las

recientes investigaciones sobre el lector y las prácticas de lectura. Para entender este

proceso y para ofrecer una perspectiva accesible aunque esquemática de las distintasescuelas de esta reciente empresa teórica, nos podrí a servir como punto de partida la

metáfora de una excursión dominical en automóvil, en la que el coche equivale al

TEXTO, el conductor al AUTOR, y los pasajeros al LECTOR o CRÍTICO.

1. Empezando por el enfoque tradicional (representado en Gran Bretaña por F. R.

Leavis y en España quizá   por la escuela pidaliana), los pasajeros miran por las

ventanillas del vehí culo y contemplan los caminos, los árboles, las montañas, etc., o sea,

el paisaje por el que circula el coche. Esto es sólo un medio para practicar el

excursionismo, para llegar a los monumentos del turismo (literario). Al concluir el viaje

los pasajeros agradecen al conductor un itinerario tan placentero e incluso le piden su

opinión al respecto.

Page 2: 4.Jordan- Un Viaje Por La Teoría

7/24/2019 4.Jordan- Un Viaje Por La Teoría

http://slidepdf.com/reader/full/4jordan-un-viaje-por-la-teoria 2/9

 

2. Siguiendo esta vez las pautas del New Criticism angloamericano (que quizá tiene su

equivalente en español en la Estilí stica de Dámaso Alonso y Carlos Bousoño), los

pasajeros hacen ahora que se detenga el automóvil. Empiezan entonces a comentar el

interior del vehí culo, la disposición de sus elementos, el confort de los asientos, loespacioso del maletero, la calidad de la tapicerí a, el atractivo del color de la carrocerí a,

etc. Hablan entre sí  y al parecer ignoran al conductor; en cualquier caso, no les interesa

tampoco el paisaje exterior y el viaje.

3. Los pasajeros formalistas (incluidos aquí  los estructuralistas… y demás tecnólogos

literarios) también hacen parar el coche. Sin embargo, ahora bajan del vehí culo,

levantan la tapa del motor, se meten debajo para ver el chasis. Les interesa sobre todo

saber cómo funciona en tanto máquina que es, cuáles son sus componentes y cómo se

relacionan entre sí  en éste y en otros automóviles; asimismo les interesa el modelo, el

diseño y el sistema tecnológico de los que el auto es una realización concreta. Ignoranolí mpicamente al conductor, a quien hicieron bajar unos cuantos kilómetros antes.

4. Para los pasajeros deconstruccionistas, el viaje es lo de menos: pero, ya que están a

bordo, paran el coche, se ponen el mono, cogen la caja de herramientas y se ponen a

desmantelar el vehí culo, empezando por las bují as y el carburador. Se lo pasan bomba

desparramando las piezas del automóvil por la carretera y dan un nuevo sentido —

¿literal?— a la expresión «este coche no anda ni con ruedas». Empeñados en demostrar

que el automóvil no funciona —y cuando lo consigue, lo hace mal—, insisten en que el

conductor tampoco sabe a dónde va, ni qué hace. En fin, nada tiene sentido ni origen.

5. A los pasajeros marxistas, en cambio, les interesa la Historia del automóvil y buscan

afanosamente documentación que le concierna, el permiso de circulación, etc. Quieren

saber en qué f ábrica fue construido el automóvil, cómo, por qué y en qué año: además,

les interesa saber cómo la fabricación de automóviles se relaciona con otros procesos

industriales y los refleja. Asimismo, algunos pasajeros, con la gu í a foucaltiana en la

mano, intentan establecer la posición del coche en relación con la red de carreteras en la

que se encuentran y señalan cómo, por muy grandes que sean los esfuerzos del

conductor, no puede salirse de esta red viaria.

6. Los pasajeros psicoanalistas se pasan el viaje observando el coche y su trayectoria en

relación con el comportamiento del conductor. Anotan la manera cómo el conductor

agarra —¿acaricia?— el volante, cómo mira por el retrovisor, cómo coge —¿suave,

violentamente? el cambio de marchas. Tras parar el automóvil, invitan al conductor a

tumbarse en el asiento trasero y le interrogan sobre su familia, su infancia, y acaban

descubriendo que sus costumbres y fallos de conducción tienen raí ces inconscientes,

sexuales. Proclaman que el coche no es más que una proyección f álica de temores no

asumidos, de deseos insatisfechos, una manera de superar un complejo de castración —

surgido quizá cuando papá se negó a dejarle el Seat 600 para llevar a mamá a la playa

—.

7. Los pasajeros siendo en este caso todos ellos miembros del movimiento pro-pasajero,se empeñan en importunar al conductor dándole consejos. Sentados detrás y delante,

Page 3: 4.Jordan- Un Viaje Por La Teoría

7/24/2019 4.Jordan- Un Viaje Por La Teoría

http://slidepdf.com/reader/full/4jordan-un-viaje-por-la-teoria 3/9

reclaman su derecho a conducir el coche. Algunos, los moderados, están dispuestos a

negociar con el conductor la ruta, las paradas, etc. Otros, los más militantes, obligan a

bajar al conductor y, tras sustituir algunas piezas y cambiar de dirección, se apoderan

del coche y lo llevan a donde les parece más conveniente, guiados por su intuición y

fervor de pasajeros.

8. Serí a improcedente terminar esta relación sin mencionar a los pasajeros feministas,

que llevan años reclamando su derecho a subir y a conducir el coche. Conscientes de su

larga exclusión del transporte automovilí stico autorizado, y del dominio masculino en

las carreteras, suelen adoptar dos posturas: o redescubren modelos de automóvil y redes

de carreteras hasta ahora ignorados, reivindicando una identidad distinta de dominiante,

o suben al coche previlegiado y se quejan del sexo del conductor —masculino—, del

modelo del coche —falocéntrico— y del itinerario del viaje —planificado por una

consciencia patriarcal—. Hartas de permanecer subordinadas y marginadas en los

asientos traseros, echan al conductor, se apoderan del coche, cortan el tráfico y, como

sí mbolo de su rechazo de la opresión machista, rocí an de gasolina el automóvil y leprenden fuego.

Habiendo considerado los intereses de las principales corrientes y escuelas

crí ticas—aunque, por falta de espacio, no pretendo ahora discutirlas todas—quisiera

examinar, de modo muy esquemático la manera en que se ha desarrollado en los últimos

treinta o cuarenta años el trí ptico básico de la actividad crí tica: AUTOR, TEXTO y

LECTOR. Me interesa en especial señalar en qué modo este trí ptico ha sido puesto en

 juego para fijar y legitimar el sentido del texto literario y también como cada elemento

ha sido progresivamente desestabilizado o desautorizado por el desarrollo de la teor í a

literaria. En el fondo, todo este proceso dinámico puede considerarse como una serie derespuestas, complejas y contradictorias, a la pregunta ¿Dónde está el sentido textual?

AUTOR

Hasta hoy mismo, las indicaciones, documentos, informaciones, etc., sobre el autor han

ocupado un papel fundamental en la determinación del sentido textual. La postura más

tí pica y extendida es la intencionalista, que supone que las afirmaciones que hacemos

nosotros sobre el sentido del texto corresponden o equivalen a lo que se propuso decir el

autor, consciente o inconscientemente. Y aquí  el concepto del autor se refiere no ya a

una función interna textual, sino a la figura real e histórica. En al postura intencionalista

más extrema encontramos la idea de que sólo existe una  interpretación correcta  del

texto que afirma verdades sobre el mundo, sobre la naturaleza humana, por lo cual

hemos de considerar al autor como personalmente partidario de estas verdades, o por lo

menos comprometido con ellas.

En términos históricos, la intencionalidad quizá sea la primera categorí a crí tica

puesta en entredicho. Fueron los llamados “new critics” norteamericanos (Wimsatt, etc.)

en los años 40, quienes empezaron el proceso mediante el concepto de “falacia

intencional”, con el que se pretendí a poner en guardia respecto al error de interpretar un

texto remitiéndose a la supuesta intención original del autor. Pero, como ha señalado

M.H.Abrams (en A Glossary of Literary Terms, Holt, Reinhart & Winston, New York,

1981, pp. 83-84), esto no impidió el abandono del autor; de hecho, los “new critics”

Page 4: 4.Jordan- Un Viaje Por La Teoría

7/24/2019 4.Jordan- Un Viaje Por La Teoría

http://slidepdf.com/reader/full/4jordan-un-viaje-por-la-teoria 4/9

admití an que el sentido textual era el que habí a propuesto el autor; lo que censuraban

pues, era que se interpretara el texto según indicaciones de la intención del autor

externas a la formulación de esa intención en el lenguaje del texto. Si, como afirmó

Roland Barthes, el  New Criticism  norteamericano hizo poco más que consolidar la

posición del autor, fueron el estructuralismo y el propio Barthes quienes pusieron en

entredicho mucho más seriamente la figura del autor.

Puede caracterizarse al estructuralismo diciendo que fue la expresión de una

desilusión y el rechazo de la interpretación literaria tradicional—vista ahora como

fortuita, arbitraria e inclasificable—y todaví a basada en la figura del autor como fuente

y garantí a del sentido textual. Durante los años 60, a fin de superar la aparente

arbitrariedad subjetividad y psicologismo del  New Criticism, y para dar al análisis

literario una mayor firmeza, objetividad y rigor cientí fico, el estructuralismo dio un gran

paso hacia lo que podrí amos llamar la tecnologí a del texto. Según la nueva corriente, el

texto ya no es un vehí culo o recipiente de sentidos, derivados—en última instancia—de

la intención del autor trascendental, sino una máquina  que genera sentidos, cuyofuncionamiento está   regido por reglas estructurales subyacentes mecanismos

inmanentes. Con este cambio de énfasis hacia el funcionamiento textual, a la vez

manifestación singular de un sistema más amplio e impersonal, el autor llega a ser

superfluo y “una vez eliminado”—dice Barthes—“la pretensión de descifrar un texto se

vuelve inútil” (R. Barthes. “La mort de l’auteur” (1968), recogido ahora en  Le

bruissement de la langue, Parí s, 1984, pp.61-67)

Mucho menos radicales que Barthes, algunos teóricos de la lectura han

abandonado al autor histórico por el autor implí cito, una función textual elaborada por

el lector. Pero siendo una función textual, esta figura no puede convertirse en el centroprivilegiado sobre el que se autoriza el sentido textual. A este respecto, Michel Foucault

propuso el concepto de función autorial, es decir la construcción del autor realizada por

la práctica crí tica, históricamente variable, que funciona como una “proyección”

psicológica de las operaciones que los lectores aplican al texto. El autor se convierte en

el principio que regula y controla el juego de sentidos textuales, que establece los rasgos

considerados como relevantes y las continuidades y exclusiones practicadas. (Michel

Foucault. Qu est-ce qu un auteaur? Bulletin de la Societé  Francaise de Philosophie.

LXIV (1969), pp.73-104).

Si es cierto que la figura del autor se ha vuelto problemática, esto no implica que

los autores no tengan intenciones o no quieran producir ciertos efectos en el lector. El

problema es que la lengua tiene funciones y efectos de los que los autores no siempre

son conscientes. Y una vez separado del autor y puesto en circulación, el texto literario

puede entrar en contextos lingüí sticos y contextos de lectura que pueden desbordar,

ignorar o anular la intención del autor. También deberí amos preguntarnos qué comporta

reivindicar la autoridad del autor como fundamento para la interpretación. ¿Qué

intereses están en juego? Podrí amos alegar que no es en absoluto indiferente sino

ideológico considerar la intención del autor como la estructura que determina cualquier

enunciado textual. Pero todaví a hay crí ticos que sostienen que debemos adoptar esta

opción “’ética” acerca del sentido y no otra (veáse, por ejemplo, E.D.Hirsch. Validity in

 Interpretation, New Heaven. Connecticut, 1976). ¿Qué es lo que temen? Temen perder,quizá, su control y su poder sobre el texto y sobre las verdades que supuestamente

Page 5: 4.Jordan- Un Viaje Por La Teoría

7/24/2019 4.Jordan- Un Viaje Por La Teoría

http://slidepdf.com/reader/full/4jordan-un-viaje-por-la-teoria 5/9

emanan de la figura sacralizada del autor: temen perder la legitimación de una práctica

casi teológica, que depende para su funcionamiento de una voz o presencia

trascendente, que precede al texto y garantiza su sentido. Como dice Foucault, “el autor 

 permite una limitación a la proliferación, cancerosa y peligrosa, de significados (…) es

un cierto principio funcional por el que se limita, excluye y elige (…) el autor 

constituye la figura ideológica mediante la cuál se indica el grado de temor a la proliferación de sentidos” (Foucault, art.cit.).

TEXTO

Puesta en entredicho la noción de autor, la crí tica acude entonces al texto en busca de un

fundamento para autorizar el sentido. Es el “texto en s í  mismo”, “la palabra sobre el

papel”, lo que, de una u otra forma, se convierte ahora en objeto de debate. En el que,

para empezar, se pueden señalar dos posturas básicas: por una parte, la del  New

Criticism; por otra, lo que podrí a llamar postura formalista-estructuralista.

Según el New Criticism, para superar la especulación y las engañosas conjeturas

asociadas con el intencionalismo, el texto ha de considerarse como un artefacto

autónomo: ha de juzgarse según criterios internos, no externos, es decir por sí  mismo. El

texto (habitualmente, un poema) se considera entonces como la organización, en forma

verbal, de una serie de experiencias refinadas y complejas; corresponde al crí tico

explicar esa complejidad. Asimismo, el sentido textual se encuentra sobre el papel,

presente y accesible en los intersticios del texto. Valorado como recipiente o depósito de

sentidos, el texto los mantiene intactos a través del tiempo, fuera del alcance de fuerzas

externas como la biograf í a del autor o la Historia. En la práctica, la terminologí a del

 New Criticism  (p.ej., ambigüedad, ambivalencia, parodia, ironí a, tensión, etc.) yaformaba parte del consenso crí tico tradicional anglo-americano, y tales términos se

suelen combinar para establecer el orden, la unidad y la coherencia del texto. Más que

una teorí a de la lectura que demuestra como hay que llegar a la unidad, coherencia, etc.,

el  New Criticism postula un “humanismo común”, una práctica de lectura asequible a

todo lector “inteligente” y una idea de la literatura entendida como una forma de

conocimiento especí fico. Finalmente, con su rechazo de la necesidad de métodos o

sistemas, el New Criticism ve la lectura como un encuentro directo y sin constricciones

entre un lector imparcial y un texto aislado y autosuficiente.

Pasando a la postura formalista-estructuralista (y con las debidas disculpas por laesquematización de toda una serie de tendencias), lo que importa aquí   es el

 funcionamiento  del texto, las maneras como genera sentidos; las diferencias entre el

formalismo y el estructuralismo se encuentran principalmente en el nivel de análisis.

Resumiendo, puede afirmarse que, por ejemplo, el formalismo ruso se interesa por los

procedimientos lingüí sticos que dan lugar a efectos estéticos; en cambio, el

estructuralismo se concentra más en el sistema, en la red de códigos y convenciones que

subyacen en el texto y que hacen posible la significación. Aquí   se advierte el paso

decisivo hacia el anti-humanismo: el territorio básico de la significación ya no es el

hombre sino los sistemas impersonales de signos, como el lenguaje; el sujeto humano

resulta entonces fragmentado, como consecuencia del juego desestabilizador del

lenguaje; por su parte, el texto es entendido como un nexo entre discursos sin origen.

Una vez puesto el énfasis en el cómo significa un texto en lugar de en qué  significa, la

Page 6: 4.Jordan- Un Viaje Por La Teoría

7/24/2019 4.Jordan- Un Viaje Por La Teoría

http://slidepdf.com/reader/full/4jordan-un-viaje-por-la-teoria 6/9

literatura se define ya no por su valor moral o universal, sino por la naturaleza de la

articulación de sus componentes y procedimientos formales. Si el formalismo ruso se

concentra en la función del procedimiento lingüí stico, que violenta o “desfamiliariza” el

lenguaje corriente y pone de relieve su carácter de artificio o construcción (de ahí  su

definición de “literariedad ”: véase, por ejemplo, el ensayo V de Sklovskij “L’art

comme procedé” (1917), recopilado en T.Todorrov (ed.) Thé orie de la lit é rature. Seuil.Parí s 1965, pp.76-97), el estructuralismo busca la estructura profunda, el sistema de

reglas y códigos que determinan la manifestación textual “superficial” y los modos

como significa. Usando los términos de Saussure, podrí a decirse que el estructuralismo

busca la langue (la norma reguladora) de la que el texto literario constituye la  parole

(una realización singular).

En los años 50, la ortodoxia angloamericana fue criticada por el incipiente

estructuralismo francés y en especial por Roland Barthes, personaje fundamental en el

desarrollo de la nueva corriente. Como ya hemos visto, el desaf í o estructuralista

consistí a en poner autor y texto entre paréntesis, para buscar así  el sistema. Esta posturaera claramente contraria a la postura romántica expresiva tradicional, la cual

consideraba al autor como origen creador del texto. En cambio, para el estructuralismo

la escritura no tiene origen: recurre al inmenso almacé n de lo ya escrito (por analogí a

con la lingüí stica, que presupone que cada realización individual ha sido precedida por

el lenguaje); es decir, cada texto (o  parole) se aprovecha de textos anteriores, de todo lo

escrito. Habiendo puesto este énfasis en la prexistencia del lenguaje, el sentido ya no se

encuentra en el escritor del texto, sino en las operaciones (las oposiciones y diferencias)

que gobierna el funcionamiento del lenguaje: describir esas operaciones con objetividad

es precisamente la pretensión cientí fica del estructuralismo.

El estructuralismo criticó al New Criticism no solo por su humanismo y falta de

método o rigor cientí fico, sino también por su concepto respecto a la confrontación

supuestamente inocente entre texto y lector. Para Barthes, eso era una ficción, ya que

con ello se ignoraba la compleja red de mediaciones (polí ticas, sociales, culturales) que

se interponen entre el lector y el texto. Tampoco existí a, según Barthes, un texto

objetivo, conteniendo a un sentido prefabricado. De este modo se subraya la auto-

referencialidad de la literatura, la idea de que no hay sentidos pre-determinados, puesto

que medio y mensaje son inseparables. Finalmente, para el estructuralismo la escritura y

la lectura no eran procesos “naturales”, tal como lo habí a propuesto el New Critcism:

muy por el contrario, cada postura crí tica, como cada lectura, está cargada de valores e

intereses ideológicos, y por lo tanto el ideal de la neutralidad crí tica era—y es—otra

ficción, una falacia.

Curiosamente, a pesar de sus radicales diferencias (especialmente, el contraste

entre la aversión por el método propia del New Criticism y la aspiración cientí fica del

estructuralismo), ambas corrientes coincidí an en otorgar al texto un elevado grado de

autonomí a respecto a los condicionamientos histórico-sociales. Coincidí an asimismo en

considerar su objeto de análisis como algo ya dado, presente en el texto, aunque a

distintos niveles: para el  New Criticism, lo importante eran los rasgos formales, los

procedimientos concretos que rompí an con el sentido referencial; para el

estructuralismo, el sentido era producto de los códigos inmanentes del texto, sistemas designificación que habí a que extraer para llegar a la “gramática” del texto.

Page 7: 4.Jordan- Un Viaje Por La Teoría

7/24/2019 4.Jordan- Un Viaje Por La Teoría

http://slidepdf.com/reader/full/4jordan-un-viaje-por-la-teoria 7/9

Si el New Criticism era vulnerable al ataque estructuralista, esta última corriente

tampoco se libraba de crí ticas. Por ejemplo, si bien el estructuralismo funcionaba por

analogí a con la lingüí stica, aún a sabiendas de que las unidades literarias no son

idénticas a las lingüí sticas, en la práctica, la idea de analogí a se confundí a con la

identidad y por ello se tendí a al reduccionismo: el análisis de la literatura se reducí a alanálisis lingüí stico. Lo cual, obviamente, comportaba el olvido o la negación de la

especificidad de las formas culturales. El estructuralismo también solí a considerar la

estructura no como un concepto analí tico útil, sino como una cosa, una entidad real, con

vida propia: por lo que la estructura se convierte a su vez en un nuevo centro, en sujeto

de sus propios procesos y funcionamientos. Al mismo tiempo, con su búsqueda de

reglas constitutivas del texto, el crí tico estructuralista lega a considerar el texto como

idéntico a la estructura que supuestamente contiene: el texto se ve reducido, por tanto, a

ser mera variante de una serie de reglas inmanentes, como si fuera una sombra

proyectada por una esencia externa, trascendental. Finalmente, al poner énfasis en el

nivel sincrónico del estudio textual, el Estructuralismo llega casi a suprimir la Historia,siendo incapaz de explicar cómo aparecen nuevas formas culturales ni porqué ni como

cambian. Como mucho, sólo puede proporcionar una tipologí a de estas formas, pero ya

desvinculadas de las circunstancias sociales e históricas de su producción y consumo.

Postulando que su objeto de análisis estaba presente en el texto literario, ninguna

de estas posturas querí a reconocer las maneras en que este mismo objeto era construido

por sus respectivos discursos y prácticas. Su pretendida objetividad sólo era posible si se

suprimí a el status provisional de sus discursos crí ticos. Esto debe recordar que ningún

discurso, ninguna tecnologí a del texto puede escapar a su propia naturaleza lingüí stica,

su textualidad, su retórica, su inevitable participaci

ón en el juego figurativo dellenguaje. Una vez problematizado el texto, llegamos ahora al tercer elemento de nuestro

trí ptico: el lector.

EL LECTOR

Eliminando el autor, siendo el texto incapaz de funcionar por sí  mismo (ya que requiere

un agente con el que operar) es al lector a quién corresponde ahora el turno en la

realización del sentido. Ya no es un consumidor pasivo inerte, de un sentido

previamente formulado: nuevamente el lector es postulado como agente activo en la

producción del sentido. Y el estudio de su papel ha dado pie a una corriente teórica

conocida como “poder del lector”. La mayorí a de los teóricos de la lectura coinciden en

que el sentido textual es un producto o una creación del lector individual. Sin embargo,

discrepan en sus explicaciones acera de cómo o donde se forman o se determinan las

respuestas del lector, donde trazar la lí nea divisoria entre lo objetivamente dado en el

texto y las respuestas producidas subjetivamente. Es decir, discrepan en el grado de

importancia concedida al objeto o al sujeto, a las determinaciones textuales o a las

estrategias del lector; se preguntan hasta qué punto el texto establece una posición o una

serie de posiciones que el lector ha de adoptar, así  como el grado en que la competencia

cultural del lector puede ser movilizada para transgredir estos lí mites.

En este campo, el trabajo de Wolfgang Iser es quizá   la explicación másinteresante, dentro de la tradición textualista, de lo que hace el lector cuando lee.

Page 8: 4.Jordan- Un Viaje Por La Teoría

7/24/2019 4.Jordan- Un Viaje Por La Teoría

http://slidepdf.com/reader/full/4jordan-un-viaje-por-la-teoria 8/9

(Wolfgang Iser. The Act of Readig. Routledge Keegan, London, 1978). El lema de Iser

podrí a ser perfectamente: “el autor propone el lector dispone”. Iser hace hincapié en el

poder del texto para guiar  al lector ya que el texto inicia “realizaciones de sentido”

( performances of meaning) mediante unas “estructuras que invitan a una respuesta”

(response-inviting structures); entonces, en vez de significar, el texto hace. Pero ¿con

quién? ¿Qué tipo de lector propone Iser? Iser habla del “lector imp í cito”, una figuraconstruida por las estructuras mismas del texto, una figura plenamente acabada y

perfecta que permite al texto obrar sus efectos puesto que, según Iser, dependen de él en

buena parte. Así , el margen de maniobra del lector es limitado por el texto, as í  como,

siempre según Iser, por la intención previa del autor; este último controla parcialmente

las respuestas posibles, aunque también deja huecos, lagunas, que el lector llena

mediante su participación creativa. Resumiendo, para Iser, el texto establece las

condiciones y lí mites de la lectura; per la producción del sentido no está totalmente

determinada, a causa de los huecos o lagunas textuales llenados por el lector, ni es

totalmente subjetiva, porque el texto—y detrás de él, el autor—construye ua posición

para el lector.

Otro teórico de la lectura es Stanley Fish, quien (en  Is there a text in this class?

Harvarg U.O, Cambridge, Massachussetts, 1980) también se interroga por lo que el

texto hace. Pero, para Fish, no es propiamente el texto lo que determina la respuesta del

lector, sino lo que llama la “comunidad interpretativa” a la que pertenece el lector y que

orienta la estrategia de lectura. Por tanto, el acuerdo o desacuerdo en la lectura

dependerá   de la existencia de diferentes comunidades interpretativas y de sus

posibilidades para vigilar o controlar a producción de sentidos.

Mientras las teorí as mencionadas han hecho mucho para liberar el texto de lasmanos del autor y para explicar ciertos tipos de lectura, también dan lugar a ciertas

dificultades. Por ejemplo Iser, cuando considera que el texto es el lugar donde se

producen primariamente las respuestas del lector, semejante énfasis acaba quizá  por

minimizar el modo en que los textos y sus efectos dependen de procesos de

descodificación de sentidos operados por el lector. Unos procesos que pueden

aprenderse y que por lo tanto se relacionan con prácticas de lectura socialmente

construidas y distribuidas. Lo discutible de la propuesta de Iser es que su “lector

implí cito” es, más que nada, una función textual abstracta e idealizada, que apenas tiene

en cuenta cómo funcionan los “lectores”, en plural, reales y vivos. Además, si la

participación del lector de Iser consiste en rellenar los huecos del texto, cabrí a

preguntarse si estos huecos se mantienen estables o cambian con cada lectura. Su

modelo parece implicar un texto relativamente estable, activado por una pluralidad de

lectores: esto quizá resta importancia a la dimensión social de las relaciones de lectura,

dimensión en la que no sólo el lector sino también el texto son móviles. Respecto a esta

dimensión, la noción de Fish de “comunidad interpretativa” es útil, porque reconoce

que la lectura tiene lugar en cierto espacio social, espacio que impone unos

condicionamientos previos al acto de leer. Desgraciadamente, Fish apenas aporta nada

concreto sobre la formación, funcionamiento y las posibilidades de regulación que las

relaciones de lectura, dentro o entre comunidades  (que quedan sin definir) implican

relaciones de poder, por las que el “derecho a leer” es concedido quizás desigualmente a

comunidades  rivales; es decir, algunas lecturas serí an más aceptables que otras.

Page 9: 4.Jordan- Un Viaje Por La Teoría

7/24/2019 4.Jordan- Un Viaje Por La Teoría

http://slidepdf.com/reader/full/4jordan-un-viaje-por-la-teoria 9/9

Además, Fish no logra situar su concepto en un marco material, social o institucional

concreto, con lo que pierde algo de su utilidad.

Resumiendo, lo que la mayorí a de los teóricos de la lectura deja fuera de su

análisis es el reconocimiento de que el encuentro entre el lector y el texto no es un

intercambio libre e inocente, a salvo de interferencias; más bien, tal encuentro se sometea ciertos discursos, crí ticas y valores ideológicos, y está situado en un marco histórico e

institucional determinado por ciertas series especí ficas de relaciones materiales. Así 

pues, si vamos a hablar del lector, de su experiencia, de su competencia cultural y

literaria, es inevitable formular preguntas como: ¿de dónde surge la experiencia del

lector? ¿Cómo se organiza, como se distribuye y se reproduce? ¿según qué  criterios

ideológicos, qué relaciones sociales? En otras palabras, hay que intentar situar  al lector.

Si no, la investigación sobre el “poder del lector” se puede reducir f ácilmente a la

invención de una cadena de modelos abstractos o, lo que es aún más grave, a una

confianza ingenua en la intuición del lector como una nueva fuente de legitimación del

sentido textual.

Si nos preguntamos ¿dónde está el sentido?, salta a la vista que, conforme al

análisis que hemos efectuado, el sentido no se encuentra plenamente en ninguno de los

elementos que forman el trí ptico básico de la interpretación. Y, aunque parezca una

perogrullada, el hecho es que el sentido no existe como algo fijo, puro, inocente, sino

que tiene que  producirse, ser construido.  Podrí amos afirmar que la producción del

sentido sólo es posible mediante un sistema de significación de cierto modo de ver o

pensar el mundo, es decir a través de uno o varios discursos. Entonces, el sentido se

podrí a entender como lo que se produce cuando el lector, por ejemplo, aporta sus

propios discursos (sus conocimientos, competencia cultural, etcétera) al momento de lalectura, relacionándolos con otros discursos, los del texto. La lectura se convierte

entonces en una relación, un proceso de negociación, en el que el lector da sentido a los

discursos del texto de acuerdo con los suyos propios. Ahora bien, este proceso, esta

interacción o intercambio, no pueden entenderse plenamente si no se tiene en cuenta

donde tienen lugar; es decir, el campo de relaciones y fuerzas que determinan los

contextos y espacios disponibles para la negociación del sentido. Y con esto me refiero,

por supuesto, a la institución académica, concretamente a la enseñanza superior, y los

modos en que determina y vigila la producción de sentidos. Para acabar, convendrí a

plantear las múltiples conexiones entre la actividad interpretativa y las relaciones de

poder institucionales, por las que tanto el texto como el lector están situados y

producidos.