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El príncipe y los pepinos
Escrito por JOHN STRATFORD
Había una vez un príncipe llamado Pedro, de mal carácter.
Siempre estaba de mal humor, porque prefería comer pepinos antes que otras comidas.
Al príncipe le encantaba el sabor agrio, y por eso quizá tenia el temperamento también agrio.
Comía tarros y tarros de pepinos enteros y en pedazos y hamburguesas de pepinos y jugo de pepino. La sopa de pepinos deleitaba su paladar. Le encantaba degustar “pirulines” de pepinos.
Todos, en el reino, odiaban los pepinos. Y odiaban todavía más la orden real que decía: “Yo, Pedro, adoro los pepinos. Y quiero que todos ustedes los adoren también. Uds. Deben comer lo que yo como, por decreto real”.
Ay! Se quejaban los súbditos. Y añadían: “desdichados de nosotros”.
La situación se puso alarmante, y de pronto todos comenzaron a morir de hambre, por que hasta los chicos rechazaban los pepinos.
Los escolares tampoco querían pepinos en sus meriendas.
Y más aun… en el día de su cumpleaños el príncipe sirvió helado de pepinos, como copete de la torta puso un pepino. Y todos los habitantes del reino sufrieron entonces de dolor de estómago.
Y el cocinero del rey pensó entonces: “tengo que inventar un plato nuevo antes de que mueran todos”.
Así, como un día venturoso en lugar de servir pepinos ofreció a Pedro, en bandeja platos amargos.
Sirvió al monarca café amargo, y guisantes amargos y rebanadas de queso amargo. Además toda la colección de frutillas amargas. Pero Pedro odiaba el sabor amargo. Y ordeno:”por decreto real aparten de mi las cosas amargas”!
De modo, que al otro día, el cocinero, en lugar de servir platos amargos para Pedro “el agrio”, sirvió comidas saladas. Maníes salados, jamón salado y pierna de cordero curada con sal.
Y al probar café salado y carne asada bien salada. Pedro exploto de rabia. “El gusto salado es feo. Tráiganme pepinos. ¡Inmediatamente!”. -“Es ésta otra orden y decreto real!”.
Pero el desdichado cocinero, que estaba a punto de perder su cabeza, llevó al Príncipe manjares dulces. Llevó: helado de crema recubierto con caramelo y otros dulces y chocolates muy azucarados.
“Está bien exclamó Pedro. Probare un buen bocado de esto antes de ordenar dar muerte a todos”.
Pero Pedro dio un mordisco al dulce helado de crema…
De inmediato se puso contento y sus ojos brillaron “Lo dulce me hace sonreír de gusto”.
“El dulce me pone de buen humor. Cocinero: Ud. está ascendido, traedme solamente manjares dulces.”
Y desde ese día en más, el Príncipe fue tan dulce como los dulces majares que le encantaban comer.
La enseñanza del cuento es que no hay que obligar a los demás a ser
como uno quiere.
Realizado por los alumnos: Joaquín Junco y Candela Bedolla.
Fecha: 05/12/13Curso: 4to D Turno: Turno TardeInstituto Juan Manuel De Rosas