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“5-4-5”
Escrito por: Jorge Iván González Félix
Todos los derechos reservados Código de registro: 1710134404924 Fecha de registro: 13-oct-2017 2:31 UTC
De parte de Iván González
“Para todas aquellas personas que
saben que son especiales y también
para las que sienten que lo son”
“Hombre espacial”
Algunas nubes grises comenzaron su habitual recorrido, las montañas se quedaron quietas
cual estatuas, el fuerte sonido del viento cesó, los árboles que llegaron a enterarse de la
noticia mantuvieron sus ganas de llorar y el baile encantador de las hojas secas recubrieron
gran parte de las solitarias calles.
Todo el planeta sabía que ese día era memorable y que los sobrevivientes deberían de dejar
en su corazón un hueco para este acontecimiento. Las miles de personas que vivían en la
tierra, en ese entonces, se quedaron pasmados y callados por lo que se avecinaba. Sin duda
deberían estar ansiosos y nerviosos al mismo tiempo.
Una gran señal de respeto se podía sentir desde el suelo hasta el cielo. Los pasos de
izquierda a derecha que daba ese hombre parecían mover las piedras en todo el mundo.
Nadie podía sentir pena, tristeza o compasión por su caminar. Ningún ser humano que lo
miraba desde su televisor o directamente en persona no podía sentir más que un orgullo
sincero.
El silencio entre cada minuto se hacía más y más tenebroso, nadie hablaba para no
interrumpir las pisadas de aquel hombre. Las calles estaban vacías y los automóviles
quedaron inmovibles. En la costa lo único que se escuchaba eran las olas, aquel encantador
sonido se escuchaba a kilómetros de distancia. Los principales lugares de entretenimiento
cerraron sus puertas, nadie reía, nadie gritaba de algarabía por haber ganado una apuesta ni
por apoyar a su equipo favorito. El silencio se extendía cada vez más por aquella sociedad
acabada y dirigida hacia la destrucción. Tanta calma se sintió ese día que daba mucho
miedo.
Algunas personas por inercia pusieron su mano en su pecho para sentir por última vez el
latido de su propio corazón. Otras personas volteaban a mirar en ese instante la tierna
mirada de sus pequeños niños pues querían dejar marcado en su mente aquella radiante y
bella sonrisa que los acompañaría por la eternidad.
Eran exactamente las 8:30 de la mañana cuando todos estaban a la expectativa. Ni una sola
alma quería perderse de tal suceso mundial. Ese hombre que daba sus pasos de izquierda a
derecha y que hacía tambalear la tierra no era otra persona más que yo.
Caminaba casi siguiendo el tono de una canción a piano entre miríadas de gente que me
observaban con sus frentes en alto. Me sentía completamente seguro de mi deber, como si
el día que nací alguien me hubiera descrito como la persona que soy ahora.
Mientras caminaba hacia una colosal construcción una encantadora niña de rizos color
marrón, una sonrisa enorme acompañada por pequeñas chispas oscuras en forma de pecas
se me acercó y me regaló una hermosa rosa de un color rojo intenso. Yo la tomé sin vacilar y
sin pena, porque sabía perfectamente que esa pequeña niña la cortó de su propio jardín a
punto de marchitarse solo con el objetivo de hacerme este regalo. Le agradecí y ella regresó
corriendo con su mamá que la abrazó a punto de llegar al llanto. Me detuve unos 40
segundos para mirar esa escena: Quise que me acompañara por toda la eternidad ese
abrazo y esas lágrimas. Reaccioné y regresé a mi camino rumbo a esa construcción que
mantenía aquella nave espacial. Imagino que ahora ya saben de qué trata todo este asunto
que les estoy relatando.
Estábamos viviendo en una era muy difícil, más difícil de lo que pueden imaginarse. Hubo
muchas personas que estuvieron años investigando una posible solución pero todo fracasó.
Lentamente la tierra perdía la magia de la vida. La humanidad no pasaba por un buen
momento. Todos perdieron la esperanza. Así que se pasó de la lógica, lo que todos
sabíamos, la ciencia se terminó y lo que llamábamos tecnología lentamente comenzó a
llamársele basura. Nada nos fue útil y toda la humanidad se caía en pedazos pequeños de
cristal.
Una persona sin nombre levantó la mano y dijo una palabra muy sencilla, corta y que
millones olvidaron. Fue esa palabra que cambiaron las cosas y que dio algo de respiro a
mucha gente. "Fe", fue la palabra que se escuchó a pesar de los incontables llantos, de los
ladridos y los gritos de desesperación. Nada, ningún ruido fue capaz de silenciar aquella
palabra que se escuchó por parte de ese hombre sin nombre. Llenos de amor por sus vidas
se ideó un plan tan lleno de "fe” que se calificó como un fracaso total. Los medios y muchas
personas desamparadas odiaron con mucha intensidad aquella idea. Tanto fue así que esta
nueva forma de salvaguardar a la humanidad tuvo que retrasarse 25 años. Sin embargo
gracias a esas trabas se les otorgó el tiempo suficiente para terminarlo como se deseaba.
Se inventó una nave singular que era llamada cariñosamente por sus creadores como "bala"
y un prodigio de nave conocido como "la pistola". Cuando escuché por primera vez el plan y
el nombre de sus dos más importantes elementos, imagino que también les sucederá a otras
personas, pensé que querían que la tierra misma se suicidara. Suena loco pero nada
parecido. La idea era que una valiente persona entrara en "la bala" y con ayuda de "la
pistola" fuera lanzado a una velocidad más allá de la velocidad de la luz. ¿Con qué finalidad?
Encontrar algo o a alguien para pedirle ayuda. Se tenía una gran fe ciega de que
posiblemente al final del universo se podría encontrar una solución.
¿Ahora ven por qué fue tan odiado este plan? Una velocidad así sería impensable. Además
de que para el cuerpo humano sería imposible soportarlo. Llámenme incrédulo pero hasta
ese momento en el que caminaba tras esas personas me seguía preguntando si lo
soportaría.
Un equipo de 52 personas confirmó que la bala lo resistiría y que el traje que llevaba estaba
listo para ser usado por primera vez ante aquella tremenda velocidad. Era un momento de
todo o nada. Esa colosal construcción detenía el movimiento de aquella aún más colosal
nave espacial. La gente que estaba reunida allí para darme mi despedida quedó
boquiabierta. Yo alcé la vista y miré también esa súper nave.
No supe si lo hacían en señal de respeto, si desconocían el resultado de este experimento, si
confiaban en mí o si estaban para ver mi caída. Debieron de sentir un cálido y al mismo
tiempo refrescante sabor a fe en sus entrañas. Porque algunos intentaron detener este
trabajo pero se logró terminar sin importar cuántos tenía en su contra. Supongo que la gente
comenzó a creer ya que no tenían otra alternativa. Mientras subía a mi nave especial tomé
un recipiente para ahí echar esa hermosa rosa roja que me regalaron y posiblemente sería
mi eterna compañera. La numeración final comenzaba a escucharse mientras el suspiro de
las personas se escuchó en ese instante, fue tanta presión que se me partía el corazón.
Cuando aquella persona terminó de contar esos números ya era demasiado tarde para
retractarme. La nave que me impulsaría salió de inmediato sin ningún error de cálculo. Tal
como se había pronosticado acontecía. Mientras subía intentaba mirar hacia atrás para ver
por última vez a mi querido planeta y a mi querida gente.
Intentando recordar algún suceso feliz en mi vida, mis ojos solo comenzaban a observar
atónito la oscuridad casi siniestra del universo. Llegamos a nuestro punto de disparo y solté
una lágrima. El momento de la verdad era ahora. Comencé a escuchar fuertes explosiones
de la misma nave, no era nada malo, ese era el funcionamiento de todos los mecanismos.
Estaba estallando lentamente porque estas explosiones serían las que me impulsarían a una
velocidad inimaginable y que jamás se volvería a repetir. Todo desde atrás comenzó a
explotar como era el plan. La pistola estaba siendo accionada. Y se disparó la bala.
Esa experiencia fue lo peor que viví. Ninguna otra persona soportaría el dolor que
experimenté. Mientras viajaba más allá de la velocidad de la luz, comencé a sentir cómo mi
piel estaba a punto de desprenderse de mí mismo, sentí como si mis ojos fueran filosos
puñales que querían atravesar mi cráneo. Mis pies se doblaban de un lado para el otro, la
velocidad me asfixiaba. Toda mi nave se movía sin sentido, con mucho dolor y frustración.
No quería cerrar los ojos, sentía que si hacía eso ya no los abriría nunca.
Lo único que miraba eran luces formadas de estrellas. Recordé muchas películas de ciencia
ficción. Cuando las miraba me reía algunas veces de las locuras que uno podía mirar. Eran
tan fantásticas y algunas malas. Pero lo que miré mientras viajaba fue espantoso. Algo que
no se lo deseo a nadie. El disparo duró 15 segundos pero me pareció que fueron horas,
incluso días. Como se calculó: Gracias al material de la bala, del campo creado por aire, de
mi traje y de mi preparación todo salió bien. Cuando por fin terminaron esos infernales 15
segundos cerré los ojos y me quedé dormido por un espacio de tiempo que olvidé.
Había sobrevivido y pude llorar amargamente por haberlo hecho. En ciertos momentos del
viaje me saltaban las lágrimas pues me sentí resucitado, como si hubiera muerto en aquel
instante pero que alguien recordó que no era mi momento. Pasar por todo ese dolor y ahora
vivir para contarlo parecía un cuento de ficción. Me encontraba en la bala viajando ya a
velocidad normal y mirando todo el hermoso espectáculo luminoso por todos mis
alrededores.
Lo único que me acompañaba en mi bala era un medidor de tiempo, un medidor de
kilómetros, un cable conectado directamente hacia mis venas que me alimentaba de algo
poco nutritivo pero que me mantendría vivo supuestamente por millones de años, una sonda,
unos pedales hechos para que cuando se terminara el combustible yo mismo siguiera
pedaleando hasta llegar al final de la oscuridad y aquellos números escritos en mi nave. "5-4-
5". Esos números estaban escritos en la nave y solamente era el único adorno. Según
escuché antes de aceptar este experimento, esos números eran un simbolismo muy
profundo que pocos entendían. Debió ser muy inteligente el que lo ideó porque yo tampoco lo
entendí.
El tiempo corría muy de prisa estando en el universo. Recuerdo que el indicador del tiempo
me marcaba que ya habían pasado 800 años en la tierra y a mí me parecía que solamente
ocurrieron unas 48 horas. Mi cuerpo no resentía todo ese tiempo. No supe si eso era normal
o si el aparato estaba averiado por tanto impulso recibido. Cuando miré por primera vez
cómo explotaba una estrella justo frente a mí me prometí que ya no miraría esos marcadores
del tiempo y de distancia porque me estaban volviendo loco preguntándome qué estaría
ocurriendo en la tierra o hasta cuándo encontraría el final. Algunas veces contaba chistes
para despejar un poco la mente. El vidrio limpio frente a mí sólo me mostraba el infinito
universo oscuro, llano y solitario. En algunas ocasiones admiraba las cometas y me
sorprendí al mirar lo raro que eran las famosas estrellas fugaces. Tenían una forma tan
extraña que me parecía imposible dibujarlas. Seguía observando con respeto la eternidad.
Algunas veces llegué a compararlo al gigantesco mar pero me reía pues sabía que si
naufragaba tenía una gran posibilidad de encontrarme con una isla y allí quedarme viviendo
comiendo pescado. También estuve contando todas las lunas que me encontraba. Hasta las
llegué a coleccionar en mi mente. La mayoría eran de colores extraños. Y se terminó el
combustible.
Comencé a pedalear lentamente y en muy contadas ocasiones ya que el alimento cada vez
era menos y me comenzó a doler un poco la aguja que estaba insertada en mis venas. No sé
cuánto tiempo faltó para que rompiera mi promesa y miré aquellos indicadores. El indicador
del tiempo tenía espacio para 15 números y lo único que se leía era: "999999999999999". Y
el indicador de distancia solo tenía espacio para 10 números y lo que se leía era:
"9999999999". ¿Habían llegado al final de su capacidad? O ¿Habían dejado de funcionar?
Alguna de esas suposiciones tendría que ser cierta. Entre mis pensamientos comencé mis
clases sobre la vida en la tierra. Porque me había olvidado de muchas cosas. Olvidé cómo
cepillarme los dientes, por más que lo intenté no recordaba ese programa en la televisión que
miraba por las noches, no sabía qué era un perro o un gato, había olvidado lo deliciosa que
era una sandía y hasta olvidé mi nombre. No quería que mi cabeza olvidara cosas
semejantes por eso desde ese momento me dispuse repetir en voz alta cualquier cosa
insignificante que me viniera a la mente igual como si estuviera en la escuela.
Cerraba los ojos para dormir cuando una lluvia de meteoros me despertó, no recuerdo
cuántas lluvias pasé en ese interminable viaje. Algunas 200 posiblemente. O tal vez más.
Pero esa fue significativa porque sentí que duró más de lo habitual. Ya no moví más la nave
y dejé que esa lluvia hiciera conmigo lo que quisiera. Nuevamente cerré los ojos como
cuando era niño e intentaba dormir aunque tuviera miedo y utilizaba la sábana blanca como
escudo protector. Escuché cómo se abría la puerta lentamente y con valor miré para ver de
quién se trataba y para mi sorpresa era ella. Mi única e invaluable mamá. Me dijo al oído que
no tuviera miedo, con su abrazo alivió mi ser y luego se metió conmigo a mi cama hasta estar
segura de que yo estaba en el mundo de los sueños. Para mi sorpresa lo único que escuché
fue el sonido del final de la lluvia de meteoros. Quería a mi mamá. Quería estar con ella.
Desde la ventana se miraba más y más oscuro. En un momento determinado, mientras mis
indicadores seguían marcando el espantoso nueve, llegué a pensar que estaba dando
vueltas en círculo pero era difícil saberlo sin ningún instrumento de medición.
Ya no tenía fuerzas para mover los pedales y no era por falta de comida, aunque era muy
escasa me mantenía con vida. No tenía fuerza de voluntad. Ya quería que todo parara
porque lo que miraba por la ventana cambió. En realidad era diferente. No era igual. Antes
miraba el universo lleno de luces amigables y ahora todo se convirtió de un color negro muy
pero muy intenso. Eso tiró todas mis esperanzas al suelo y me di cuenta que en realidad el
infinito no tenía final. Suena tonto, pero no por nada este experimento se llamaba “fe”.
No sabía qué hora era. No sabía a qué distancia me encontraba lejos de casa, ni cuánto
tiempo me la pasé vagando por el infinito universo, desconocía muchas cosas. Pero de algo
sí estaba seguro y mi corazón fue testigo de esto: Que era el tiempo para morir. Con las
pocas fuerzas que aún tenía me quité el cable que me alimentaba, no había visto mis manos
en años. Era casi un esqueleto viviente. Era horrible el estado en que se encontraba mi
cuerpo. Los vellos que aún tenía en mis brazos eran blancos como la nieve. Quería hablar
pero no salía palabra alguna de mi boca, me quedé encerrado en mis pensamientos. Y
recordé una anécdota que me pasó antes de iniciar el viaje: Cuando miré por primera vez
cómo era la estructura de la nave yo en broma dije que se parecía mucho a un ataúd. Ahora
llegó a ser eso mismo. Fue construido para mí y lo seguirá siendo por siempre.
No sé cuánto tiempo pasó pero comencé a sentir hambre y fracasé en mi intento de muerte.
Tomé nuevamente el cable y me lo puse de inmediato. Me sentí muy avergonzado de mí
mismo. Y hasta me dejé de hablar por varios días. Estaba molesto conmigo porque no había
nadie más que reclamara mi cobardía.
Aunque estaba enojado yo mismo me alivié. Pues ese coraje comenzó a convertirse en
mucho odio. ¿Por qué tenía que morir por esas personas que solas arruinaron aquel
hermoso hogar? ¿Por qué no fue otro ser humano el que eligió venir hasta aquí para nada?
¿Fui yo un hombre bueno? No lo recordaba. Y en la ventana que miraba la oscuridad pronto
comenzó a reproducirse una película, era la película de mi vida. Comencé a llorar porque
algunos dicen que cuando miras toda tu vida frente a ti es porque todo terminó. Recordé
cuando salvé a esa pequeña niña en un incendio provocado por un alcohólico que le dejaron
de vender licor. Recordé que en ese momento yo me prometí que el resto de mi vida lo
dedicaría a cambiar las cosas en el mundo. Qué equivocado estaba. ¿Cómo iba a intentar
cambiar algo si las personas que necesitan el cambio nunca quisieron cambiar? Era la única
verdad que pensé.
Después de un tiempo me di cuenta de que estaba ya muy viejo y que alimentar un odio así
tan aborrecible era muy innecesario. Intenté alzar las manos hacia el universo y di las gracias
a todo aquel que se lo merecía. Esta vez estaba yo preparado para morir y no había otra
alternativa. Dejé que mi nave divagara tanto que mi mente no recordaba quién era yo y qué
hacía allí. Había pasado tanto tiempo que hasta olvidé qué era el sueño y qué era la realidad.
Estaba a punto de cerrar mis ojos para mi sueño eterno hasta que nuevamente otra
turbulencia arruinó un final perfecto.
Todo comenzó a tambalearse otra vez. Y paulatinamente mi indicador del tiempo que tenía
15 espacios empezó a marcarme “000000000000000” y mi marcador de distancia que tenía
10 espacios comenzó a marcarme “0000000000”. Me alegré mucho ya que creí que la bala
estaba 100% descompuesta y muerta. Supongo que la bala no quiso verme fallecer y por eso
decidió caer ella primero. Yo asentí con mi cabeza y todo terminó. Cerré los ojos. Y una
nueva turbulencia hizo que los abriera nuevamente. Fue muy fastidioso pero necesario. No
me había dado cuenta pero estaba cayendo en picado. Como si algo me estuviera jalando,
como si algo me estuviera atrayendo, como si alguien se hubiera dado cuenta de mi agonía,
como si hubiera encontrado a alguien, como si hubiera llegado al final del infinito y lo que
quedaba era una tremenda energía de imán. Caía como un águila fallecida. Me impresionaba
lo que miraba, estaba cayendo hacia un planeta, algo me atraía como si fuera gravedad. Me
dejó impactado. Tanto que sería difícil de expresar.
Hasta cuando menos me di cuenta caí estampándome en algo que parecía ser suelo.
Caí y me quedé atascado en un cráter. Algunos seres parecidos a personas comenzaron a
auxiliarme. Eran tantos seres con manos que rápido destruyeron mi nave especial y yo
quedé tendido ante sus miradas. Recuerdo que estaba yo allí dentro recostado mientras la
parte de enfrente estaba destruida y rayos semejantes a los del sol me daban una calurosa
bienvenida. Yo moví mi mano hacia la derecha sintiendo vidrios. Eran cristales del frasco con
la rosa que me regaló una pequeña niña. Había una espesa nube de polvo por mi caída.
Esperé con ansias a que se disipara. Cuando lo hizo miré de qué se trataba todo esto. Lo
primero que alcancé a distinguir era una encantadora niña de rizos color marrón que tenía
dibujado en su rostro una sonrisa enorme acompañada por pequeñas chispas oscuras en
forma de pecas.
En ese momento le entregué la rosa y ella quedó en shock total. En ese segundo entendí
todo el asunto. Comprendí que todo aunque termine vuelve a comenzar nuevamente.
Entendí que todo aquello que llega a su final siempre tiende a comenzar. Aquello que se
acaba, comienza. Que aunque nos caigamos podemos levantarnos nuevamente. Que
aunque se pierdan las esperanzas nuevamente se pueden llegar a encontrar. Miré
nuevamente mi indicador de tiempo, apareció un nuevo apartado donde se leía un 6
acompañado por 400 ceros. Había llegado al final del universo y del tiempo y lo que seguía
era nuevamente el inicio del universo y del tiempo.
Al verme cómo entregué aquella rosa roja un llanto inconsolable empezó a oírse por toda la
tierra. Era la prueba del arrepentimiento y la redención. Solo porque el mundo esté
completamente perdido y en llamas ¿quiere decir que todo está listo para desaparecer sin
manera de que nuevamente renazca? ¿Y por qué no puede suceder lo contrario?
Realizar un viaje eterno de un 6 acompañado por 400 ceros, sencillamente para descubrir la
maravillosa verdad de que todo lo que termina siempre, siempre, siempre volverá a
comenzar... puedo decir que sí valió la pena.
Eso hermoso encerrado en esos números misteriosos “5-4-5”.
Escrito por: Jorge Iván González Félix
Todos los derechos reservados Código: 1509095130658 Fecha: 09-sep-2015 19:38 UTC
“Retorno” El cielo nuevamente comenzaba a tomar su estado normal. Las nubes con discreción se
marchaban para despejar totalmente el firmamento después de la intensa lluvia escuchada
aquella madrugada. Todavía se podía escuchar cómo algunas gotas en forma de rocío
jugaban encima de los árboles, al pasto húmedo le quedaba ese aroma matutino y las
familias se levantaban para agradecer el nuevo día.
Los padres felices se despertaron para ir al trabajo, las madres hacendosas ya estaban listas
para despedir a sus esposos y los niños alegres miraban por la ventana los restos que dejó
la intensa lluvia del día anterior. Dicen que después de la tempestad viene un periodo de
tranquilidad pero no ocurrió para un hombre que vivía en ese mismo vecindario.
Dentro de la calle menos popular de la ciudad había una serie de casas consideradas como
las más pobres. La mayoría evitaba pasar tarde por esos alrededores porque era muy
famosa por los robos. Incluso una vez la televisora más prestigiosa de la región realizó un
documental muy visto pues hablaba sobre el asesinato de una familia entera.
En una casa pequeña, sin nada especial que lo identificara, descuidada, desarreglada y
sucia se encontraba aquel hombre que después de la lluvia no encontró esa paz que todos
sintieron cuando el aire fresco entró hasta sus hogares. Era un hombre de 40 años vestido
con su pijama para dormir, tan agitado que pronto se le terminaría el aire en los pulmones,
cansado, sudando, sus ojos estaban empañados, su rostro no estaba limpio, en su cabello
todavía habían residuos de cenizas, con una mirada de terror que nadie podía negar y en su
mano derecha con todas sus fuerzas llevaba agarrado un bate de beisbol.
En la cocina la llave del fregadero continuaba partida a la mitad y litros de agua se
desperdiciaban sin que nadie se preocupara por el medio ambiente; los ollas estaban
esparcidas en diferentes puntos sin existir el orden, la estufa quedó volteada después de una
intensa pelea, el refrigerador continuaba abierto y pronto la comida dejaría de servir, aquella
mesa que una vez dio de comer a personas respetadas colapsaría en cualquier momento y
las paredes quedaron manchadas de un liquido rojo que nadie sabía qué era. En la sala los
muebles estaban rasgados, golpeados y mutilados, la mesa que utilizaban para coser la ropa
de los chicos fue rota de dos patas y yacía inútil en la esquina; los libros que jamás
terminaron de ser leídos quedaron inservibles y sus hojas cubrían todo el piso, los retratos de
la familia fueron rotos con mucho odio, era el lugar favorito para pasar la tarde con los
amigos y ahora solo quedaron migajas.
En el baño había una mezcla de lodo embarrada por todos lados, desde el piso hasta el
techo, el retrete estaba agujerado, el espejo cuarteado de un puñetazo, el lavabo pecaba de
sucio y de la regadera no dejaba de salir agua negra. En la habitación adjunta la pared
principal tenía un hoyo, las joyas falsas estaban pisoteadas, la ropa de gala rasgada con total
descaro, una lámpara comprada en otra ciudad también fue destruida, la fragancia más cara
quedó regada en el suelo como basura, todo lo que se encontraba ahí fue roto.
En la habitación de sus hijos la ropa de ellos estaba profanada, las camas tiradas en el suelo,
los vidrios de las ventanas rotas, la alfombra fue cortada con un cuchillo como si buscaran
algo de valor; los juguetes quedaron tristes y mancos. La recamara de los esposos también
recibió el mismo trato que toda la casa, las cortinas que la señora de la casa confeccionó con
sus propias manos fueron hechas trizas, el colchón fue rasgado con una navaja para ver si
encontraban dinero. La ropa de la mujer y la del hombre estaban juntas en medio de la
habitación con olor a gasolina con la clara intención de dejar un mensaje.
Si no entrabas con cuidado a esa casa era seguro que te harías daño por la cantidad de
vidrios esparcidos por todas partes. Y el hombre todavía continuaba agitado esa mañana:
Observó cómo quedó todo su hogar soltando el bate de beisbol afianzado en su mano para
después caer de rodillas y bajar su mirada directamente hacia el suelo lleno de cristales. Dio
tan solo un respiro para recobrar el ánimo levantándose con total poder y sin pena.
Tomó varios trapos junto con un bote lleno de agua. Dentro de la cocina empezó a limpiar
toda la pared hasta dejarla blanca como su memoria le recordaba que era. Levantó cada una
de las ollas esparcidas en el suelo acomodándolas lentamente en el estante de acuerdo a los
colores y también a las festividades. Arregló el fregadero justo como su papá el plomero le
enseñó, reutilizando el agua que quedó útil después del incidente. Limpió la estufa desde el
interior antes de acomodarla nuevamente en el lugar que siempre perteneció. Levantó
aquella mesa donde recibía a la gente importante del vecindario recordando alguno de los
platillos especiales de su esposa, las risas que escuchaba y el olor de la comida recién
hecha. Luego comenzó a seleccionar la comida dentro del refrigerador para no continuar
enfriando lo inservible. Como despedida utilizó el recetario familiar oculto debajo de un
apartado para cocinar aquel platillo que siempre lo enamoró; colocó la mesa como su
memoria se lo permitió. La cocina quedó justamente como su amada esposa lo dejó.
La sala a paso lento recobrara esa envidiable paz que siempre la identificó. El mueble
principal estaba siendo reparado nuevamente con gran maestría por el dueño de la casa, una
vez tuvo ese trabajo pero lo dejó al ser estafado. La mesa de en medio también fue vendada
como si de un brazo roto se tratara, demostrando que ese cariño por su hogar era verdadero.
En vez de tirar cada una de las hojas de los libros regados en el suelo: Los leía para
averiguar a qué libro pertenecía y así regresarlo a su estado natural. Reía cuando veía un
chiste gracioso, se emocionaba al encontrar una hoja llena de misterio, se sentía incómodo
cuando encontraba la descripción de una criatura horrenda y se tocaba el pecho al leer la
despedida de un chico a su madre. Su hija mayor amaba la paz que sentía al estar sola
dentro de esa pequeña sala junto con un mar de imaginación bien acomodado en un librero.
La sala quedó justamente como aquella niña lo dejó la última vez.
La ropa que llevaba puesta quedó totalmente oscura al igual que su rostro después de sacar
con mucho esfuerzo aquella horrenda capa de lodo esparcida por todo el baño. Utilizó los
mismos utensilios que en la cocina pero esta vez quedaron totalmente desgastados. A la
regadera le dio el mismo tratamiento que la llave y recordar aquellos momentos felices junto
con su padre el plomero fue una paga adicional. El espejo quedando inservible tuvo que
cambiarlo, poniendo uno más barato. El papel higiénico, dentífrico, jabones, el botiquín, todo
fue cambiado por nuevos pues quedaron manchados por aquella suciedad. El retrete fue
armado desde cero utilizando uno de los viejos trucos que su padre le enseñó con gran
esmero. Dentro de aquel pequeño baño, el hombre logró escuchar la voz orgullosa de su
padre haciendo eco en sus oídos oyendo “bien hecho”. El trabajo de reparación que realizó
aquel hombre fue exactamente como un viejo plomero lo haría.
Saliendo del baño era visible el mal estado de la habitación adjunta, pero eso no lo desanimó
en lo más mínimo. Limpiando sus ropas y cara levantó del suelo todas las pertenencias que
su hija menor creó con sus manos en el taller de manualidades. Aquellas hermosas joyas sin
ningún valor las volvió a colocar dentro del joyero que reparó después de la cuarteaduras. El
aroma del perfume de su mujer nuevamente lo enamoró locamente como antaño. La lámpara
que reparaba con mucho cuidado le recordó ese hermoso viaje realizado hacía tantos ayeres
pero que aún calaba hondo dentro de su corazón aquella semana inolvidable. La ropa la
regresó otra vez a los armarios correspondientes, reparó los hoyos como si fuera un
carpintero profesional y se ganaría un aplauso si lo viera su antiguo patrón. Dejó aquella
habitación adjunta tal como su hija menor la hubiera dejado, conocía el carácter de ella
dejándola perfectamente al igual que sus indicaciones.
Las tres camas en las habitaciones de sus hijos fueron arregladas con el fiel amor de un
padre, las cobijó con sábanas de colores vivos para olvidar aquella profanación. Sus
atuendos fueron cocidos otra vez para tener esa misma presencia. Y hasta le dio tiempo de
jugar con los juguetes regados por doquier logrando que aquellos recobraran el ánimo por
ser utilizados. Las fotografías de los pequeños regresaron al buró. Los cristales rotos también
los quitó con cuidado, colocó una nueva alfombra con una figura que inspiraba alegría y
comodidad. Estar dentro de aquellos cuartos únicamente traía felicidad.
En su propia habitación levantó su cama para repararla junto con el colchón desgarrado. Una
lástima que las cortinas no tuvieron solución, siendo cambiadas por unas con una tela más
corriente. La ropa la levantó para lavarla, dejarla con ese aroma familiar y regresarla a su
lugar correspondiente. Las fotografías de la boda también fueron rescatadas mientras
observaba hipnotizado el traje que utilizó aquel día maravilloso. El vestido blanco todavía
guardado no recibió ni un rasguño, el hombre se arrodilló frente a éste para rememorar el día
que pidió su mano. Nada lo hizo sentir mejor que hacer aquello.
El duro trabajo de aquel hombre de 40 años de edad debía ser recompensado, pero él
mismo no creyó que eso fuera oportuno. Regresó a su habitación tomando el uniforme de su
trabajo actual, se vistió, dio otro recorrido por su hogar y salió de la casa para sentarse en la
pequeña banqueta que tenía enfrente. Todo su esfuerzo se quedó sentado allí junto con él
durante horas y horas, los vecinos lo miraban derrotado sin embargo no hacían nada. El
calor tampoco lo hicieron desistir quedándose totalmente solo fuera de su hogar que ahora
estaba reluciente. Aunque tampoco fue una escena que nadie conociera: De hecho sus
vecinos sabían perfectamente por qué hacía todo aquello, incluso se enteraron cuando
cambió el número de su casa por un “545”. Muchos decían que era una creencia antigua
procedente de su familia y algunos otros solo decían que quería olvidar el pasado.
Dos policías recibieron la orden de llegar a aquella casa con el número 545. Pero tampoco
fue tomada con mucha alarma porque conocían al hombre que vivía en ella. Mientras
llegaban en su patrulla ambos conversaban sobre la situación del pasado. El que conducía
era un viejo policía que conocía bien aquella masacre. Contó aquel suceso al más joven que
lo acompañaba: Le dijo que aquel hombre de 40 años mientras trabajaba, una pandilla de
delincuentes entraron a su hogar asesinando a su amada esposa que cocinaba un platillo
especial, también le dieron el golpe final a su hija mayor mientras leía pacíficamente en la
sala los libros del librero, cómo su padre no logró hacer nada por estar arreglando un
desperfecto en el baño, la muerte de su hija menor que se estaba maquillando en la
habitación adjunta para parecer algo mayor y el terrible estado en el que encontraron a su
único hijo varón que dormía en su habitación. Nadie hizo ni dijo nada por miedo a las
represalias. Hasta que llegó el hombre y miró aquella escena envuelta en sangre.
El policía joven se aterró al escuchar el horrible asesinato de una familia entera. Sin embargo
no entendió el propósito de esa visita pues aquel suceso había ocurrido 20 años atrás. El
policía más viejo se molestó porque no había terminado su relato: Aquel hombre que ahora
tiene 40 años de edad todas las madrugadas realiza exactamente los mismos destrozos que
hicieron aquella pandilla dentro de su hogar. Quedó tan impactado por las escenas que miró
que las recordaba perfectamente y no lo era difícil copiarlas nuevamente. Al principio gritaba,
maldecía y hacía tanto ruido que todos sus vecinos se le acercaban para tranquilizarlo e
interminables llamadas de auxilio llegaban hasta la estación de policías. Después otra vez
limpia toda su casa y la deja justamente como su familia la tenía antes de sus muertes.
Llegaron a aquel vecindario estacionándose delante del número 545. Observaron a aquel
hombre sentado en la banqueta esperando algo extraordinario mientras el policía más joven
todavía tenía esa inquietud sobre por qué continuaba haciéndose daño aquel hombre. “¿Has
visto una cinta de video cuando corre de reversa? Cómo todo lo destruido otra vez comienza
a formarse, cómo una mesa tirada se levanta, una pared ensuciada es limpiada nuevamente,
cómo todo vuelve a ser como era antes. Justo eso es lo que intenta hacer ese hombre.
Quiere que su vida sea como una cinta de video que ahora corre hacia atrás. Al revés. Desea
tremendamente que el asesinato de su familia cambie por lo que estaban haciendo mientras
respiraban. Y él cree que recreando aquel suceso su esposa, padre e hijos también
aparecerán como si de una película se tratara. No lo culpo, también me gustaría que fuera
así de sencillo arreglar el pasado”. Fueron las palabras exactas del policía.
El hombre de 40 años se levantó de la banqueta al presenciar la noche. Volvió a la puerta de
su casa y la tocó con sus manos. Entró esperando que su plan haya funcionado y que su
familia regresara justamente como estaba antes del asesinato. Dio un último recorrido por
todo su hogar que ahora quedó exactamente como su familia la dejó, pero no recibió la
respuesta que tanto soñaba. Entonces entró a su habitación, se vistió con su ropa de dormir,
se recostó en su cama con los brazos en su pecho esperando que ahora la cinta de su vida
continuara y al despertar ver el retorno de su amada familia una vez más. Solo necesitaba
que fuera una única vez para no marcharse a trabajar como hace 20 años lo hiciera y morir
junto con ellos.
“Monstruo” — Ayer fue uno de los días más terroríficos que viví. — ¿Por eso estás todo sudado y agitado? Cuéntame por qué. — Por la tormenta. Relámpagos que seguían el tono de una canción alumbraron toda mi
habitación. El cielo estaba completamente azul marino y las nubes blancas. Me sentí muy asustado, pensé que la tormenta jamás acabaría. Vine a buscarte pero no respondías. Escuché pisadas en las escaleras mientras las ventanas me susurraban que saliera, ramas de árboles querían llevarse la luz eléctrica. La señora de la casa me escuchó hablando solo, por eso abrió la puerta y dijo que la acompañara al sótano para buscar velas. Me sentí tranquilo cuando ella me llevó de la mano.
— Sí te escuchaba pero se me impidió responderte. Recuerdo cuando cayó el primer trueno y te saliste de tu cama corriendo, te vi desamparado y tu mirada demostraba terror. Tus ojos mostraron ese mismo pánico como cuando te cambiaron de escuela.
— ¿Tan obvio sigo siendo? Pensé que ya lo había superado. — Me temo que las burlas y el desprecio de tus compañeros de clases son difíciles de
olvidar. Pero te sigo repitiendo que tú no tienes la culpa de los actos de tu padre al explotar esa bomba en aquella escuela, tu madre lo apoyara y matara a tanta gente.
— Que los otros niños me llamaran “monstruo” todo el tiempo me dolió mucho. Y no es que discrimine a los de tu especie. Pero que se la pasaran golpeándome y diciéndome así fue insoportable. Incluso los monstruos que dibujé no me pudieron ayudar, se la pasaron escondiéndose entre las sombras y los botes de basura.
— No me ofendes por no querer que te apoden así. Es que recordar cómo tu padre mató a tanta gente, que a los sobrevivientes los apuñalara a sangre fría mientras tu madre lo grababa todo fue espeluznante...
— Detente. Debes controlar tus malos impulsos. — Mi naturaleza me obliga a recordar sucesos catastróficos, pero te pido una disculpa.
Estoy intentando escapar, comportándome como todo un chico bueno. Si lo hago se me permitirá salir de tu armario y podremos conocernos.
— Eso es lo que más me encantaría. Por eso siempre tengo que recordártelo. Recuerda que no me queda mucho tiempo en esta casa. Escuché que los señores estaban discutiendo acerca de mí. Dicen que mi reputación les está dañando, no los culpo. ¿Quién va a aceptar a un niño como yo con mis antecedentes?
— No seas tan negativo. — No lo soy. Tampoco es algo que me quita el sueño, recuerdo todavía cuando ocurrió el
accidente y me refugié en mis dibujos. Aquellos monstruos horribles eran mis leales compañeros. Ese tambo de basura con manos y ojos, el espantapájaros de ramas me hacía sentir seguridad y el monstruo debajo de la cama... Ustedes fueron mi único apoyo luego de que la policía llegara a la casa. Ahora que también me echen de aquí estoy seguro que conoceré y dibujaré a más seres como tú para dejar de hablar solo.
— Mientras tú no nos olvides, nosotros tampoco lo haremos. Tienes que recordar ese alivio que sentiste cuando dibujaste a tu primer monstruo.
— Cuando vi la mano de papá queriéndome llevar junto con él y los policías me sentí destrozado. Yo me sentía como una mala persona, pero jamás lo he sido. Al sentirme
tan solo dentro de mi pequeña casa pude sentir la presencia de lo desconocido, pero ese miedo que debí sentir se convirtió en paz.
— Recuerdo esa historia. Desde allí tu imaginación estalló y comenzaste a realizar esos hermosos dibujos de tus amigos. Me alegro que el terror te diera tranquilidad.
— Muchas gracias. Y hablando sobre dibujos: Hoy la maestra me felicitó. Me dijo que mi proyecto es un éxito y debería dedicarme a ello.
— ¿Cuál fue tu proyecto? Discúlpame si lo olvidé. — La semana pasada visitamos un museo. La maestra nos dijo que podíamos dibujar
alguno de los recuadros más famosos del mundo pero desde nuestra perspectiva. Dejando nuestra opinión personal al reverso. ¿Conoces ese recuadro famoso sobre el niño sonriente de capucha que sostiene una manzana?
— El niño de la granja. — Exactamente. Ese recuadro. Bueno, yo dibujé la versión “mala”. El niño estaba triste, la
manzana podrida, el cabello rapado, el campo de cultivo con un toque gris y la granja se incendiaba junto con la tumba de sus padres.
— Decías que yo era el negativo. Sigo sin entender cómo le agradó eso a la profesora. — Por la explicación que le di: Le dije que siempre hay dos versiones de las cosas, una
buena y otra mala. Le mostré las dos imágenes y le pregunté: ¿Qué dibujo se parece más a la vida que usted está viviendo? Ella respondió que en donde el niño sonreía. Entonces le dije que disfrutara la vida que tenía o terminaría como el niño triste.
— Interesante explicación. No tengo idea de cómo se te ocurrió. — Mientras mis padres estaban en la cárcel a mí me mandaron a un psicólogo para
evaluarme y que no haya quedado traumado por aquel suceso. Un día dejó un periódico en la mesa y yo lo tomé. En la primera plana aparecía la fotografía de mi padre con un arma apuntándole a un pequeño niño, en letras pequeñas aparecía el nombre del infante y cómo su familia exigía justicia. Entonces tomé una hoja y un lápiz: Dibujé a papá en un parque columpiando a ese niño junto con mamá preparando los aperitivos. Así de fácil era cambiar esa imagen por la versión buena. Aunque mis padres eligieron escenificar la versión mala.
— Eso nunca me lo contaste. — Por eso pienso dedicarme a eso y luchar por un futuro: Pintaré la versión negativa de
los recuadros más famosos, de una fotografía de boda, fotos de los hermanos que se aman; o la versión positiva de las imágenes de niños sufriendo y la guerra. Para que la gente aprecie la vida que tiene porque si no lo hace entonces la versión negativa se hará una realidad.
— Un mensaje muy positivo. Te tengo mucha envidia por tener tan claro tu futuro. Aunque seas tan pequeño.
— No creas que soy un genio de la pintura pero debo confesarte que cuando miré al niño con la manzana sonriente y feliz me pregunté por qué yo no lo era, reconociendo que a mí me tocó vivir la versión mala. Pero únicamente somos nosotros los que podemos decidir en cuál de las dos imágenes queremos vivir. Me han cambiado de casa tantas veces que no pensé que tendría una vida, pero ahora las cosas van a ser distintas.
— Me llena de orgullo escucharte hablar así. Estoy completamente seguro que serás un dibujante reconocido a nivel mundial. Debes darle una lección a los seres humanos y apreciar la posición que les tocó vivir.
— Tú eres el único que me entiende. Espero que te den permiso pronto para salir de ese armario. Fuiste con el que más platiqué y antes de que me echen me gustaría conocer cómo eres. Creo que serás de piel roja, escamas y escupirás fuego.
— Solo estoy en una esquina con un poco de luz, por eso no me puedo mirar. Tampoco puedo ver hacia afuera y tengo deseos de ver cómo eres también.
— Yo soy un niño normal ¿No habías visto ninguno antes? — Por supuesto que no. Desde que llegaste eres con el único que he hablado. — ¿Y no tienes ningún recuerdo de cuando llegaste hasta mi habitación? — Nada más recuerdo estar yo solo abrazándome por el frio y esa poca luz. — ¿No te dan ganas de ir hacia esa luz? — Una vez lo intenté pero me dio mucho miedo y regresé hasta mis cadenas. — Yo también tenía mucho miedo cuando llegué. Los golpes de mis compañeros, incluso
los maestros me trataban muy mal, me decían monstruo y me encerraban en los baños. Pero gracias a ti y los demás tuve valor para continuar.
— Ambos nos ayudamos para no sentir temor. De algo sirvió conocernos. — Tenlo por seguro. Oye ¿Y si mientras hablamos abro las puertas del armario? No
podremos vernos aunque sea un poquito. — La puerta está muy lejos y no puedo moverme más para allá. Dudo que la luz sea
suficiente para vernos. Pero estás muy insistente en eso, ¿pasa algo? — Es que... — No tengas miedo. Todo estará bien. — Yo no quería decírtelo, pero cuando los señores peleaban sobre mí yo salí de mi
escondite para enfrentarlos. Les dije que no se preocuparan demasiado. — ¿Se molestaron contigo? — Me dijeron que no me querían ver. Entendí que pronto me devolverían. Así que me fui
de la casa, porque no quiero regresar a la escuela para ser maltratado. Pero pude meterme por la ventana hasta mi habitación porque tenía que despedirme de ti. Perdón por armar todo este espectáculo y no decirte la verdad desde el principio. Quería que supieras que ahora tengo un propósito en la vida que quiero cumplir.
— No sé si pueda salir de aquí. Pero estoy feliz que te hayas tomado la molestia de regresar para decirme esas palabras cálidas.
— Por supuesto, eres mi único amigo. — Dicen que los monstruos aparecen de las cloacas y de las sombras. Cuando se me
permita salir de aquí te iré a buscar. — Espero que cumplas tu promesa. — Y yo espero no asustarte cuando nos veamos. — La gente suele espantarse con lo desconocido y dice que los monstruos son horribles,
pero los seres humanos pueden ser peores que cualquier otra cosa. Le tengo más miedo a ellos que a ti. Será un gran reencuentro.
— Todos tenemos algo horrendo que queremos ocultar. Estoy de acuerdo. — Por lo pronto te dibujaré en mi cuaderno para tenerte presente hasta que puedas salir.
Y si no nos vemos en este ciclo de la vida, tengo confianza que nos veremos después de una eternidad.
— Aprendiste muy bien. No sé ni por qué tenía en mi mente eso sobre “el ciclo de la vida” o los números 5-4-5. Tal vez no siempre fui lo que soy ahora.
— No importa lo que seas: Siempre serás mi monstruo favorito. — Y tú eres mi monstruo favorito también.
“Sin amor” El cielo estaba tan rojizo aquella tarde por los rayos naranjas del espectacular sol. Dentro de
un hospital se escuchaban los gritos de una mujer, la tenue voz de un hombre preocupado, la
expectación de unas enfermeras primerizas y luego el llanto de un pequeño bebé dándole
una bienvenida infeliz al universo.
Pueden creer que estoy loco pero recuerdo cada momento vivido en este planeta. Las
sonrisas fingidas de mis tías, mientras me encontraba dentro de una cuna, el temible
“felicidades” de los pacientes que se acercaron a mis padres. Ver a todo ese cúmulo de
gente reunida alrededor de mí no me hacía sentir felicidad. Las personas sentían una
obligación invisible por estar presentes ante mi nacimiento. Cuando mis padres, los doctores
y gente desconocida se marcharon dejándome sin el muro de protección falso que crearon,
fue cuando me dieron mi primera cucharada de realidad.
Como una canción vieja todavía escucho la risa de la hermana de mi mamá: Su burla porque
sería igual que el fracasado de papá, era una gran posibilidad. La aplastante decepción de
los abuelos se sintió hasta en otro planeta, sin siquiera darme la oportunidad por demostrar
lo contrario. Las groserías dirigidas hacia mí por el mejor amigo de mamá, no fue mi culpa
que yo fuera la razón por la que ella no lo aceptó. Todavía me siento acongojado después de
recordar esa mirada penetrante de la abuela, sentía tristeza y al mismo tiempo resignación,
sus ojos de color claro me anunciaban un mal presagio. El inicio de la vida suele celebrarse
con emoción pero para mí, esto estaba pintando como un total desastre.
Mi llanto era el único que se escuchaba dentro de aquella sala con innumerables bebés. Los
sentimientos negativos me ahogaban con agua intoxicada. Y como bonito final la enfermera
encargada en esa noche solo me aventó un pañuelo, un truco para callarme. Ahora que lo
medito: Ese toque de realidad sirvió para formar lo que ahora soy.
Una mujer que pasó en prisión 40 años salió llena de fuerzas por seguir con su vida
jurándose intentar olvidar los horribles pasajes que vivió estando encerrada. Pero lo que más
añoraba de la libertad era probar un guisado que vendían en una lata, ella corrió a la tienda
para comprar una y así saciar su deseo. Tomó aquella lata cuidándola como si fuera un
tesoro, acarició el metal, lo pasó por su frente y lo apretó con tanta fuerza que dejó una
marca. Su sueño era una tontería, ella misma lo dijo, pero tenía tantos deseos por degustar
otra vez ese sabor que llegando a su casa olvidó cerrar la puerta y rápido se dirigió hacia la
cocina. Tomó el aparato para abrir la lata y luego de hacerlo se decepcionó terriblemente: La
lata estaba vacía, su deseo se esfumó con una pena incalculable.
¿Qué tiene que ver eso conmigo? Mi corazón es esa lata vacía. Puedo recordar mi niñez,
también cómo mi familia me llenaba de regalos, aquellas sonrisas falsas, las palabras tiernas
que le repetían a todos los niños, el esmero de mi padre por conseguir un trabajo, la fortaleza
de mamá por mantener su buen empleo. Yo era una persona atrapada que al nacer anhelaba
que mi corazón sintiera ese amor. Pero a pesar de que la hipocresía era muy bien actuada,
mi ser jamás sintió esa calidez que muchos dicen sentir al experimentar amor verdadero.
Mi padre nunca fue bueno haciendo nada. No había tarde que no llegara con el semblante
caído, derrotado, insatisfecho e infeliz. Se me acercaba exigiéndome ser mejor en mis
estudios, me imponía miles de reglas para convertirme en un hombre de provecho. Se
cansaba en repetirme cuánto me amaba. Pero si su padre le enseñó esas mismas palabras
¿por qué él no es un buen hombre? Siempre me hizo sentir que yo sería lo que él jamás
pudo ser. Me hacía sentirme atado a sus proyectos. Mi padre pensaba que era su propiedad
y tendría que hacer todo lo que me pidiera. Su amor fingido tenía que dármelo de esa forma
porque era la única que conocía, sin embargo con los años sus abrazos y besos perdían más
veracidad.
Nadie en su sano juicio dudaría del amor de una madre. Ellas son las únicas que pueden dar
vida. Un don así tan especial es duro de debatir. Mentiría si les dijera que tengo contabilizado
cuántas veces me dijo mi mamá que me amaba, fueron miles. Pero su compromiso con su
trabajo, al mismo tiempo mantenernos a nosotros dos, la responsabilidad de su puesto y el
miedo por la opinión ajena la sumieron en un hoyo tan profundo que era imposible sacarla.
¿Por qué repetir tantas veces que me quería si con sus acciones demostraba lo contrario?
Sus caricias solo me hacían sentir un vacío incluso más grande que aquel pozo. A la vista de
todos era una mujer trabajadora y ejemplar que se merecía mucho respeto, mi madre me
decía algunas veces que todo lo hacía por mí, su trabajo era para tener un futuro y que algún
día se lo agradecería. Pero ¿Eso no es lo que hacen todas las madres? No quería a una
exitosa empresaria, ni tampoco que se convirtiera en el centro de atención, solamente
necesitaba alguien que me demostrara esa calidez y me asegurara que sí existe. Si la vuelvo
a tener frente a mí dudo que le agradecería esas mañanas que se despertaba desesperada
por llegar a su trabajo, las veces que luchó para que me aceptaran en esa prestigiosa
escuela, tampoco esas lágrimas que derramó durante largas noches al no encontrar una
salida, las veces que calló al ver al fracasado de papá, la preocupación por no saber si comí.
Más bien le preguntaría: ¿No era más sencillo solo amarme?
Pueden creer que soy egoísta por no apreciar aquel esfuerzo de mis padres. Pero ese amor
era vacío, sus acciones me hacían sentir como un mueble más en la casa que necesitaba
reparaciones, nunca les pregunté si fui planeado para sus vidas, cuántas veces anhelaron
tenerme y no se atrevieron a decirme si al verme era a mí a quien esperaban. Incluso
recuerdo aquella noche que discutían sobre mí, alguno de ellos o algún familiar tenían que
hacerse cargo de mí después de la separación. ¿Dónde quedó ese amor que prometieron
sería eterno? Ese amor fingido fue ocasionado porque era su hijo, era su obligación amarme
y nada más. ¿Qué quiero ser de grande? ¿Cuáles son mis sueños? ¿Qué puedo hacer bien
y qué puedo hacer mal? ¿Saben cuán solo me siento luego de una reunión familiar?
¿Conocen el nombre de esa canción que suena todo el tiempo en mi habitación? ¿Saben si
soy feliz? ¿Quién rompió las fotos de su boda? ¿Todavía tengo fuerzas para continuar? Son
preguntas que ese amor de mis padres no puede responder.
Los padres aman a sus hijos porque deben amarlos. Una frase que se quedó arraigada muy
dentro de mi mente. Y si no lo hacen solo son considerados “malos padres”. Nada más pasa.
Y ¿Qué hay de los hijos? ¿Su sufrimiento no vale nada? El amor de la familia es tóxico.
Si ellos aman porque tienen la obligación de amar ¿Dónde encontrar ese amor verdadero?
Durante mi adolescencia esa pregunta tenía cientos de respuestas. Las revistas, la televisión
y la opinión popular aseguraban que uno sería feliz si encontraba esa parte necesaria para
que uno se sintiera completo.
Desde el asiento que se encontraba en la esquina del salón miraba a todos mis compañeros.
Tanta dicha se hallaba dentro de ellos cuando se paseaban en parejas. Sin ninguna
preocupación, sin sentir estrés por las tareas y tampoco sentir nerviosismo. Un día leí que
uno mismo tenía la culpa por quedarse solo. Aquella noche mi mente tomó una decisión y
tenía que ser más sociable para encontrar ese amor que tanto buscaba. Pero como
respuesta solo recibí el rechazo, no era un chico normal para cualquiera que se me acercara.
Hubiera preferido que me humillaran, que me maldijeran, me golpearan y mandarme al
hospital como vi con otros chicos. Sin embargo fue peor: Sencillamente me ignoraban porque
no era digno de ser acosado.
La indiferencia fue una de las sensaciones más dolorosas que pude experimentar. No
significar absolutamente nada solo podía terminar con las pocas esperanzas de un soñador.
¿Cómo podían unas personas lograr hacerme sentir tan mal? No eran necesarios para vivir,
ni tampoco me daban el aire que respiro, no me mantenían, tampoco eran los más
inteligentes, ni los más bonitos de la escuela. Sin embargo ese rechazo me desmoronaba
como una galleta en un puño.
Las relaciones rotas, las amistades hipócritas, el ardor de los chicos al ser expuestos, la
lástima que daban las chicas al terminar golpeadas y ese amor fingido concluyeron porque
ya nadie era de utilidad al terminar el año escolar. No me hizo sentirme mejor escuchar cómo
los corazones radiantes de mis compañeros se hacían añicos al ser lanzados desde la cima
del edificio más alto de la escuela. El amor en la amistad es tóxico.
Pude estar más tiempo con mis compañeros de clase pero estoy seguro que saldríamos más
lastimados que aquella señora que salió de la prisión. El verano llegó junto con la noticia de
una vecina nueva. Nuestros padres hicieron química en ese instante y querían que nosotros
dos también sintiéramos aquel sentimiento. Recuerdo su maravillosa sonrisa, sus ojos como
llamarada y su risa pegajosa. Sus historias interminables sobre aventuras en los diferentes
distritos que ha vivido, su entusiasmo por no quedarse sin hacer nada. Aquella valentía al no
tenerle miedo a los retos ni a ser libre. Sus rizos se podían mirar a kilómetros de distancia.
Escuchar su voz se hizo una costumbre, convirtiéndose en una bonita rutina. Sin embargo el
final del verano llegó más pronto de lo esperado y su energía no minó ni un poco ante su
despedida. Su vigor no podía contenerse casi al igual que mi tristeza. Las cosas no son para
siempre y ella lo demostró. Pudimos lograr muchas cosas estando juntos, ambos nos
sostendríamos para protegernos, cada noche le repetiría lo necesario que es para mi
existencia, trabajaría tan duro que no sería ni la sombra de mi padre, pudimos ser mejores
personas, bailar delante del mar en una boda en la playa, tener nuestra propia casa, soñar
juntos y hacer realidad nuestros sueños. Pero el amor no es eterno. ¿Por qué me empeñaba
en buscar ese amor si no se quedará conmigo? No le veía caso alguno. Ese amor intoxicó
otra vez mi negro corazón.
Un árbol viejo estaba en el patio trasero de la casa, tan firme como cualquier monumento
importante e imponía respeto. Algunos decían que tenía en nuestra familia cientos de años y
otros aseguraban que tenía milenios. Incluso de niño llegué a pensar que fue el primer árbol
que existió en el mundo. Pero en la actualidad fue uno de los sobrevivientes después del
incendio que terminó con la vida del bosque que rodeaba mi casa. El humo que causó el
fuego ocultó la montaña más alta del distrito y como consecuencia perdimos la casa junto
con el bosque después que alguien a propósito intentara dañarme.
El odio estaba tan presente en mi vida que tardé tanto en reconocerlo.
Me dirigí con valor a aquel árbol que sobrevivió y que tenía muchos años de vida. Coloqué
una soga en una de sus ramas y luego la puse sin pena en mi cuello. Ya no tenía nada que
perder y después del fallecimiento de mis padres nadie más me apoyó. El primer toque de
realidad que me dio el mundo cuando nací ahora cobraba factura: El amor falso intoxicó tanto
mi vida que no sobreviviría a esta infección.
Salté mientras en mi mente deseaba que alguien apareciera de la nada para detenerme,
esperaba que alguien me demostrara qué es el amor y salvara mi vida. Quería experimentar
por única vez la misericordia.
Forcejeaba con la cuerda, mis manos en automático tocaron mi cuello para intentar
sobrevivir, la respiración se hacía muy densa y quería gritar suplicando ayuda. Mis ojos
miraban todo mí alrededor pero nadie me rescataría. Quizá el odio era todo para mí.
Mis fuerzas se terminaron, mis brazos cayeron a mis costados y ni una palabra más salió
desde mi boca. Recuerdo que una última lágrima le dio la despedida al mundo.
Después de aquel acontecimiento recuerdo estar en una habitación completamente blanca
sin poder moverme. Alguien me tenía atado y no era posible ver mis extremidades. Me sentía
confundido. ¿Esto era una segunda oportunidad? No estaba seguro.
“Tú todavía no debes morir. Tú buscabas algo que no debiste hallar. El amor que tanto
esperabas no existe para ti. Tu única labor para la cual naciste es para amar, no para ser
amado. ¿Tan difícil era comprender tu propósito?” La voz de un anciano se escuchó.
¿Amar sin recibir nada a cambio? Era una tontería. Todos queremos recibir un beneficio por
nuestro tiempo, por gastar nuestra fuerza y era lo justo. Cómo alguien me dice que estaba
equivocado al esperar que alguien me amara por dar amor.
Mi familia nunca esperó nada de mí pero yo tampoco me esmeré por hacerlos cambiar de
opinión. Mis padres no esperaron que les pagara por todo el dinero que invirtieron en mí, sin
embargo yo no fui capaz de querer hacerlos sentir orgullosos. Tampoco mis compañeros
esperaban un mejor trato de mi parte, aunque ni siquiera intenté ser cortés. Pero ¿Qué
hubiera pasado si les demostraba a todos ellos amor? ¿Las cosas serían diferentes? ¿Mi
familia se hubiera fijado en mí, mis padres vivirían, tendría muchos amigos y una esposa?
Jamás me esforcé por amar a nadie. Siempre esperé ser amado. Y perder el tiempo
esperando fue mi error, quizá.
El árbol era tan viejo que se partió en dos partes y yo caí inconsciente hasta que un
guardabosque por casualidad me encontró. Ni eso pude hacer bien.
Regresé a ese sitio unos días después y un brote en el tronco indicaba que nuevamente ese
árbol renacería como uno nuevo. Nunca es tarde para empezar desde abajo.
Sin necesidad de que alguien fuera a rociarle un poco de agua ni que alguien se preocupara
por el árbol: Él solo nuevamente estaba dispuesto a darnos sombra y aire. Fue lo que una
sensación extraña me hizo ver al llegar hasta donde quise morir. Ahora tenía que cambiar,
debía dar ese amor que jamás pude tener. Miré el bosque desolado y todavía negro por las
cenizas de aquel incendio. Como una nueva persona dediqué mi vida entera en reforestar
nuevamente ese bosque hasta llegar al árbol número 545. Hasta la fecha fue el número que
logré plantar sin que yo pudiera darle una explicación.
Una vida sin amor es para aquellas personas especiales que nacieron solo para amar y no
para ser amados. Una frase deprimente pero que por lo menos a mí me hace sentir paz.
“Sueños imposibles” La noche estrellada estaba preparada para el gran suceso. Vestida de una larga prenda
elegante el cielo nocturno brillaba con su máximo esplendor y belleza. La luna no se perdería
tal evento mundial pues se encontraba más llena que en ningún otro año. Ni siquiera los
expertos podían dar una explicación clara ante el fenómeno natural que faltaban segundos
por suceder.
Los noticieros de todo el planeta se reunieron en el lugar más alto de sus ciudades para
llevar la nota del milenio a todos los hogares de los escépticos. Las voces en los diferentes
idiomas relataban con asombro el furor vivido ante tal suceso. Cámaras de distintas
resoluciones eran dirigidas hacia el cielo nocturno con total decisión.
Algunas personas llevaron la comida hasta el techo de sus casas para verificar que el
anuncio que duró días fuera verídico. Los negocios más importantes cerraron temprano para
que sus trabajadores estuvieran en sus hogares y ellos mismos tomaran la decisión sobre
qué hacer. Importantes monumentos cedieron ante la petición del público y sus luces fueron
apagadas por respeto a los espectadores. Unos más temerosos alegaban que el fenómeno
luminoso era una señal mala y se refugiaron en sus sótanos abrazando a sus hijos. El señor
rico guardaba su chequera en la caja fuerte junto con el efectivo que le sobró la noche
pasada. La señora más hacendosa dejó los platos ante el ruego de sus pequeños y salió al
patio aún con el mantel puesto. Incluso se escuchó el “te amo” de una chica tímida que se le
acercó a su compañero de años después de construir su telescopio profesional.
Las miradas penetrantes acosaban al cielo nocturno luminoso. La enorme expectación se
sintió por todos lados y un silencio estremecedor dio pie para que el gran acontecimiento
comenzara. Aunque se tardó 4 minutos más de lo esperado la gente en todo el mundo sería
testigo de ese fenómeno espacial que los científicos no explicaban por qué se vería con total
fuerza en cualquier lado que estuvieras, sin importar nacionalidad ni raza ni idioma. Un
suceso milagroso.
Primero fue una estrella fugaz a la que se le dio permiso de iniciar dicho espectáculo. Fue
una tan enorme que hasta gente muy creyente dijo que se movieron algunas piedras debajo
de sus pies. Luego miles de estrellas comenzaron a rodear el globo terráqueo al compás de
una guía misteriosa. Millones fueron pasando creando luces verdes y de algunos otros
colores. Las estrellas luminosas cubrieron por completo todo el cielo y lo único que podías
mirar eran estelas como de diamantes. Las cámaras grababan hipnotizadas aquel hermoso
regalo de la naturaleza. Luego fue tanta luz que el mundo entero comenzó a iluminarse. Si
mirabas tus manos podías presenciar cómo estaban totalmente blancas. Los árboles se
hicieron de nieve, los autos quedaron cubiertos de ceniza blanca y las personas estaban
cubiertas por un aura totalmente pura. Los gritos de miedo duraron solamente los 60
segundos que duró aquel aparatoso acontecimiento. Aquellas estrellas desaparecieron sin
despedirse ni anunciar otro espectáculo así por muchos años.
Tristemente cualquier grabación hecha por cualquier cámara solamente era una imagen
totalmente blanca con los gritos alucinados de la gente que los rodeaba. Un suceso de tal
magnitud únicamente quedaría grabado con total mérito en las mentes de los millones de
personas que vivían en ese entonces en la tierra. No sorprendió que después de aquellos 60
segundos el sonido de las ambulancias y policías fuera lo único que se escuchara a
kilómetros.
Ese mismo día pero varias horas antes del suceso de 60 segundos: Un pequeño niño de tan
solo 5 años de edad fue contagiado de la fiebre que se generó en torno del fenómeno
nocturno. Su padre lo llevó a comprar unos lentes oscuros y también una gorra gris luminosa
con la fecha del 16 de Agosto para todos los años conmemorar ese hermoso espectáculo
que unió a toda su familia en el techo de su hogar. Sin embargo nada resultó como se
planeó. El pequeño niño de 5 años salió feliz del establecimiento y miró un cártel pegado en
el vidrio, en él se hablaba sobre lo maravilloso que sería esa noche, pero en la esquina con
letra muy chica estaba escrito con un bolígrafo rojo una serie de números. Eran tres números
que cambiaron su vida. “5-4-5”. El niño sin ordenarle a su cuerpo puso la rodilla izquierda en
el suelo, después la derecha y todo su cuerpo cayó sin sentido estampándose contra la
banqueta. Su gorra y lentes cayeron mientras su padre le tocó la frente dándose cuenta que
aquella “fiebre de la cual se contagió” era de verdad. Con sus fuertes brazos lo cargó y el
vendedor le dio una bolsa para sus compras.
La mamá del pequeño niño sabía identificar perfectamente los síntomas que padeció su hijo
y no hizo un gran escándalo. Ordenó que lo recostaran en su cama dentro de su habitación
adornada con todo el sistema solar. Obligó al niño para que se tomase un medicamento, le
llevó un pequeño plato con comida caliente y un beso para que su muchachito se recuperara.
Después el niño sintió un tremendo cansancio junto con dolor de huesos, la mamá no se
sorprendió porque conocía muy bien lo que sucedía. Despidiéndose le dijo que descansara.
El cansancio del pequeño niño de 5 años duró hasta el día siguiente. Perdiéndose
completamente del suceso que añoraba. Sus padres alegres por su recuperación confesaron
que no se pudo grabar nada de lo ocurrido la noche anterior. Sentados en la mesa para
desayunar se sintieron tristes por no cumplir la promesa que se hizo días atrás de estar
juntos en el techo. El niño no se amargó, ni tampoco se puso a llorar, ni repeló como lo haría
cualquiera de su edad. Con una sonrisa les aseguró que estaba feliz porque despertó de su
largo sueño. La curiosidad entró en sus padres pero no pudieron platicar más pues a la
escuela tenía que llegar.
En los pasillos lo único que se escuchaba eran relatos asombrosos sobre el suceso de ayer.
Algunos contaban con arrogancia que no tuvieron miedo, las más grandes con entusiasmo
dijeron que abrazaron a sus novios y los maestros discutían sobre hipótesis de ese único
suceso, también otro grupo de jóvenes hablaron sobre el fin de la sociedad. El niño caminaba
con total orgullo observando a su alrededor los murmullos de todos sus compañeros,
anécdotas increíbles oyó sin embargo nunca se sorprendió.
La clase empezó con el profesor más crédulo que podía existir en esa institución. Llegando
preguntó a todos sus pequeños alumnos: “¿Quién no vio el extraño fenómeno de anoche?”
Una risa envidiable resonó por todo el salón, porque aquello fue tan grande que nadie debió
siquiera poder dormir ante lo ocurrido. Pero el pequeño niño de 5 años levantó feliz su
pequeña mano. “¿Por qué?” Sorprendido no dudó en preguntar. “Porque no soy como
ustedes. Yo soy especial. No nací para que esa luz me purificara. Haré grandes cosas en mi
vida porque fui el único que no miró aquel raro fenómeno, el universo me tiene preparado
algo más espectacular que aquello”. El profesor le dio la razón total y lo invitó a sentarse
nuevamente. Los demás niños no entendieron.
El pequeño niño de 5 años pronto se convirtió en un niño de 10 años de edad que organizó
en su escuela la primera batalla medieval para coronar a un rey. Su sueño quedó truncado
pues no ganó.
El niño de 10 años se convirtió en un instante en un adolescente de 15 años. Al no encontrar
ni sentirse “especial” entró a los más prestigiosos concursos que la academia le ofrecía.
Pasó por el examen de conocimiento de matemáticas, literatura, ciencias e historia. En cada
una de esas materias fracasó por un resultado que daba vergüenza. El adolescente supo que
allí no sería donde se encontraba enterrada su “especialidad”.
El adolescente de 15 años llegó sin poder detenerlo hasta sus preciados 20 años. Al no
poder entrar en ninguna universidad de su localidad en su corazón supo que en los estudios
no estaba su futuro. Sus padres rogaron casi llegando al llanto que continuara intentándolo,
que tenía el apoyo incondicional para seguir. El adulto joven de 20 años sintió por sus venas
que ese no era el destino que el universo le dictó al nacer. Aquel sentimiento especial lo hizo
desistir y tomar el camino difícil.
El joven adulto de 20 años de edad rápido entró a los 25 años. El sentimiento de soledad
apenas comenzaba a sentirse ligeramente por todo su cuerpo, que entendió cuál podía ser
una solución ante la petición que le hizo sentir aquel cielo estrellado: Hizo caso a una mujer 4
años mayor que él. Las promesas pronto comenzaron a escucharse como el eco dentro de
una pequeña cueva. La mujer estaba enamorada de la persona que ahora tenía enfrente. Él
únicamente pidió apoyo porque todo su cuerpo vibraba de emoción cuando se decía así
mismo lo “especial” que era.
El adulto de 25 años de edad no se percató cuando llegó hasta los 30 años. La mujer 4 años
mayor sintió un terrible vacío y desilusión cada vez que escuchaba decir a su esposo: “No
tardaré en encontrar la manera de demostrar lo especial de mi existencia”. Después del
divorcio no dudó en regresar nuevamente a aquella habitación que aún continuaba adornada
con el sistema solar. Ni siquiera la decepción de sus viejos padres caló hondo en el corazón
radiante y lleno de orgullo de su hijo que no paraba de repetir lo especial que es.
A los 31 años de edad conoció a un familiar lejano viviendo en una granja. Una franquicia
compró sus terrenos y el trabajo abundó como en ningún otro año. Con esa noticia supo que
ahora buscaría cómo demostrar al mundo que su existencia tenía un propósito especial. Su
primo, ahora un empresario millonario, le encargó cuidar sus ovejas pero todas murieron
cazadas por los lobos. Sus manos sucias entendieron que su destino no estaba allí.
Los 33 años se presentaron junto con un buen trabajo de electricista que su papá logró
conseguirle. El adulto que ahora tenía esa edad no cerró su mente y creyó fielmente que salir
de la comodidad sería una gran ventaja para encontrar aquello que sus vellos erizados le
anunciaban cada vez que espetaba lo especial que era. Un accidente en la planta eléctrica
demostró con la muerte de 14 hombres que tampoco cambiaría el mundo afianzado en los
cables de luz.
Durante los años posteriores y sin evitar llegar hasta los 36 años de edad escuchó una voz
casi divina asegurando que sería escritor. Envuelto en ánimo supo que esa sería la
respuesta. Su madre tenía tantas historias en su, cada vez más, canosa cabeza que lo apoyó
como nunca antes. Él consiguió un bolígrafo llenando cientos de hojas blancas con los
relatos tiernos de una anciana. No satisfecho con su labor inventó historias llenas de
esperanza para un público joven apasionados por la vida estelar. Nadie estuvo dispuesto a
escuchar lo que sus propias manos escribieron, ni siquiera los más allegados. Los relatos
fantásticos en un hospital lentamente se estaban olvidando, no hubo ningún medicamento
que lograra salvarlos y murieron junto con las expresiones mal utilizadas de un escritor
especial. Pero sabía que no era una derrota.
El escritor que no recibiría ningún reconocimiento de 36 años de edad entendió que ya tenía
40 años. Pero su gozo por ser alguien con un propósito original se mantenía más joven que
nunca. Mientras caminaba un anuncio llegó hasta sus ojos y dejar la correspondencia en
diferentes lugares pudo ser la respuesta que tanto esperaba. Era un trabajo de mucha
responsabilidad pero logró llevarlo a cabo porque ser especial te daba la fuerza para soportar
cualquier dificultad. Un virus informático afectó el sistema de entrega haciendo que muchas
cajas jamás llegaran a sus destinos, la molestia de cientos de clientes llegó a oídos del
dueño que no dudó en despedir en masa a sus empleados. Acontecimiento que hizo recordar
al señor de 40 años cuál era su meta.
Cuando uno llega a la edad de 45 años, como ahora es el de este hombre, era ridículo y
escandaloso asegurar la fantasía de ser especial y no parecerse a los demás. Sin embargo
para el hombre del que hablamos no había otra cosa que lo avivara más que asegurar ser
especial. Tampoco la muerte de su padre logró penetrar dentro de su cabeza y hacerlo
reaccionar de que posiblemente siempre estuvo equivocado. El llanto de su madre fue
silenciado cuando miró al producto de sus entrañas sin futuro y dirigido sin remedio a la
perdición. Ella tomó la herencia de su difunto esposo, vendió todas sus pertenencias junto
con la casa llena de recuerdos y las propiedades que con ilusión un día adquirió para darle
ese dinero a su hijo que ya no sabía si amaba. La voz ronca que emanaba angustia en
aquella anciana ordenó el momento para que él partiera y ella se quedaría para siempre en
un asilo para gente de su edad. Le repitió 35 veces marcharse, casarse e intentar ser feliz.
Las frías palabras de su anciana madre que escuchó aquel hombre de 45 años retumbaron
en sus tímpanos cada día hasta llegar a los 50 años de edad. No fueron suficientes para
callar la voz interna que le aseguraba que su existencia fue posible para cambiar el mundo.
Aquella noticia rumoreada durante varias semanas no llegó a oídos del hombre que ahora
contaba con 55 años de edad. Su madre murió pero dejó muy claro que jamás fuera
notificado a su único hijo. Algunos decían que por su edad ya no recordaba quién fue su hijo
pero otros más aventurados aseguraban que no lo quiso en su funeral por su odio. El hombre
de 55 años no se quedó quieto y alguien le dijo que tenía facha de carpintero. Hasta que se
cortó un dedo de su mano izquierda paró su labor.
¿Quién puede si quiera creer que llegaría a los 60 años aquel anciano loco que aseguraba
no haber mirado un suceso extraordinario de hace varias décadas porque el universo le
traería algo mejor? Para impacto de todos ese anciano existía y cada vez que respiraba, en
sus pulmones de acumulaba la pasión por demostrar “quién era en verdad”.
Un día antes de llegar a los 65 años, el loco anciano se sentó en un parque muy concurrido
hablándole a gente extraña para relatarles lo mismo que contaba a todo aquel que se le
acercara. Ese particular día la mayoría de los transeúntes ya sabían quién era y con sutileza
supieron cómo pasar sin ser detectados por aquel viejo. Sin sentir tristeza, se levantó todavía
erguido dirigiéndose hasta su pequeña casa. En el vecindario donde ese año vivía se
organizó una venta de artículos antiguos. Muchos eran fanáticos del pasado. El anciano que
estaba a punto de cumplir otro año sintió emoción al mirar a mucha gente pues aprovecharía
ese momento para lograr que lo reconocieran como el que cambiaría el mundo. Pero el
organizador al verlo tan decidido lo detuvo sin poder defenderse. El anciano no lucharía por
la artritis que padecía, dijo que echaría un vistazo a los artículos y la gente lo apoyó.
Una nota dentro de una botella de cristal se apoderó de la borrosa vista del anciano que
pronto cumpliría 65 años. Quedó tan atónito del artículo que ni siquiera entendió por qué
quedó tan asombrado, hasta perdió una buena oportunidad para alardear de su “utilidad”
para el planeta. Se acercó tan rápidamente como sus viejas piernas le permitieron, la fractura
en su espalda casi impedía continuar pero llegó hasta el mensaje que contenía aquella
botella de cristal. Quitó el corcho, observó cuidadosamente su interior, olió el papel que se
mantenía encerrado y sin piedad lo arrojó al suelo: Quebrándose totalmente. Él sabía que el
mensaje era importante.
“No sé ni siquiera cómo demostrarte que esto que estás leyendo fue escrito por ti mismo
hace milenios y milenios de años. Me siento estúpido al escribir este tonto mensaje que
seguramente se perderá dentro del gigantesco mar, se ahogará antes que alguien pueda
encontrarlo o la botella no resistirá el poder de las olas y este escrito no te llegará. Pero no
pienso perder la esperanza, eso ya es lo único que me queda en este momento. He recibido
la visita de unos seres extraños que aseguraron conocerme, estoy casi seguro que los
fuertes medicamentos que tomo no me están haciendo alucinar. Deposito mi entera
confianza en que estas palabras te ayudarán porque estás pasando por un momento terrible,
el dolor se volvió tan insoportable que ni siquiera te das cuenta del sufrimiento que causas a
las personas que verdaderamente te aman. Sin importar que escuches lo decepcionado que
esté tu familia jamás dejarás de importarles. Eres muy valioso. Yo sé que pensarás mal
sobre este mensaje, que fue escrito para una persona más pero no puedo pensar una idea
para demostrar que te equivocas. Al momento de tomar esta hoja te darás cuenta de lo
especial que eres, no lo negarás. No puedo dejar de llorar mientras escribo estas últimas
palabras. Me encantaría relatarte lo feliz que fuiste, las cosas que pudiste lograr, todo ese
éxito que te llevó hasta la cima y lo orgulloso que hiciste sentir a tus padres. Debo de confiar
que si sientes todo este amor que deambula sin control en todo mi corazón es porque sabes
perfectamente que estas palabras escritas son únicamente para ti”.
Las lágrimas no se hicieron esperar viajando por aquella piel arrugada en aquel anciano loco
que cumpliría sus 65 años de edad en el hospital de la ciudad. El mensaje lo pegó con gran
fuerza en su pecho haciendo que un paro respiratorio lo llevara hasta la camilla de una
habitación completamente blanca. Por extraño que suene ahí en ese hospital recibió un
regalo: La grave noticia de que tenía un cáncer muy avanzado. La misma fuerza que le
aseguró a aquel pequeño niño de 5 años de edad que era especial se encendió exactamente
como una llama rojiza dentro de su anciano cuerpo de 65 años. Después de leer el mensaje
sabía que el mundo lo recordaría: Sabía que él sería el primer hombre en curarse del cáncer
sin necesidad de ningún tratamiento.
Las ideas locas y los intentos fallidos por demostrar al mundo que su existencia era
necesaria duraron algunos años más hasta concluir con 72 años de su vida. Los doctores
aseguraron que con el nuevo tratamiento experimental posiblemente lo haría llegar hasta los
80 o 90 años de edad, pero aquel anciano confiaba en que por ser especial la muerte no
aplicaba en él.
El anciano cascarrabias vivió hasta los 72 años de vida y algunos meses más, sin embargo
el día domingo 16 de Agosto se presentó con un cartel en mano: Era su día final. El cáncer lo
destruyó completamente.
El anciano que nadie amó no quiso ir a ningún hospital pero con el dinero que le quedó logró
que su habitación fuera adornada con el sistema solar.
Y dentro de las cuatro terroríficas paredes de su cuarto una película de su vida comenzó a
reproducirse, esa que aseguran muchos sucede cuando todo está por terminar: Recordó esa
mano pequeña del niño de 5 años, los fracasos que sufrió el joven de 15 años, los 20 años
de decepciones que inundaron de lágrimas los ojos de sus esperanzados padres, al
fracasado escritor de 30 años cargando de un lado para el otro hojas en blanco y el pobre
hombre de 50 años que no fue aceptado ni siquiera en el funeral de su madre.
Una risa como lo escucharías de cualquier viejo comenzó a escucharse por todos lados. El
anciano de 72 años empezó a reírse y burlarse después de mirar toda aquella película.
Como si de una comedia se tratara. Luego aquella risa se juntó con las interminables
lágrimas, la baba que no se detenía de su boca ni el crujir de su incompleta dentadura. “¿Por
qué tardé toda una vida en darme cuenta de lo inútil que fue mi existencia? ¿Por qué fue la
muerte la encargada de demostrarme el perdedor que fui y la vida no se dignó a darme una
señal para tomar otro camino?”. El dibujo del sistema solar fue el único que escuchó sus
interrogantes.
“Perdón. Donde quiera que estén todos mis seres amados. Si ahora siento esta terrible
decepción de mí mismo no puedo ni imaginar lo triste que debí dejarlos”. Sus lamentaciones
comenzaban a tener forma y era desgarrador escuchar la triste voz de un anciano loco.
Cuando alguien desde la puerta de salida escuchó la palabra “perdón”, entendió que era
momento de hacer acto de presencia para terminar con su agonía.
Un hombre que daba sus pasos de izquierda a derecha y que hacía tambalear la tierra entró
sin permiso hasta la habitación del anciano loco. Llevaba un traje blanco como la nieve que
solo los astronautas con su experiencia podían portar sin ninguna clase de pena. “Pobre
anciano loco. No debes estar triste, porque nosotros hemos venido hasta aquí para
acompañarte hasta tu final”. Aquellas cálidas palabras ahogaron al pobre anciano
desconsolado. “¿Quién eres tú?”. No tardó en preguntar sin impactarse por ver a otras
personas entrar sin su autorización y postrarse a su alrededor causándole gran felicidad pues
no moriría solo.
“Tú eres la persona más importante y más especial que ninguno de nosotros llegó a conocer.
Que cambió al mundo entero con su gran pasión”. El anciano esperó toda su vida para que
alguien reconociera que su existencia estaba para un propósito que cambiaría a la
humanidad. Escuchar las suaves palabras de un desconocido dándole semejante título lo
hizo recobrar la alegría.
“Todos nosotros somos una extensión de ti, en otras palabras: Nosotros somos tú pero
hemos vivido en un ciclo de la vida diferente. Por esa razón no debes sentirte decepcionado
porque aunque en esta vida que viviste por nosotros no lograste ningún sueño que
anhelaste: Estamos aquí para asegurarte de todo corazón que alguna vez fuiste un
extraordinario dibujante ganador de muchos premios por decirle a la gente que apreciara la
vida que le tocó vivir, que encontraste la cura de muchas enfermedades gracias a años en
tus investigaciones, lograste tener una familia feliz hasta mirar a tus bisnietos, pudiste
colocarte en la cima de los más grandes escritores, soportaste con gran valentía las burlas
de tus compañeros de escuela, trajiste a la vida un bosque entero y la gente erigió un
monumento de cobre con tu imagen, el agua salada la convertiste en potable salvando un
país entero que se encontraba en sequía extrema y sobre todo viajaste una eternidad por
todo el infinito universo para cambiar los sentimientos de toda una generación. Los que
estamos presentes podemos asegurarte que tú fuiste todo lo que te mencioné. Aunque tú
eres el más especial de todos porque sin importar los obstáculos, el dolor, la tristeza, soledad
y amargura jamás perdiste la fe en lo especial que desde milenos atrás siempre has sido.
Todos los aquí presentes sentimos desconfianza y necesitamos ayuda para mantener
nuestra esperanza. Pero tú solo confiabas sin necesidad de ninguna prueba. Sencillamente
sabías que eras muy especial porque siempre lo fuiste”.
“Puedo decirles que no me sirve de nada conocer lo que fui, amargarme por arruinar mi vida
y sentirme fatal por desperdiciarla ya que en este ciclo de la vida nadie se dio cuenta de que
mi existencia tenía como propósito cambiar el mundo, pero después llegan ustedes para
decirme lo contrario y hacerme feliz porque siempre tuve razón, no me equivoqué con lo que
sentí y soy una persona diferente a los demás”. Una sonrisa fue lo último que sus fuerzas le
otorgaron realizar.
Cerraba los ojos mientras las personas a su alrededor le rendían el debido respeto, casi
llegaba a lo más profundo del sueño eterno, pues ahora tenía que esperar una eternidad
sabiendo que nuevamente tendría otra oportunidad para ser cualquier cosa que quisiera
mientras aquellos números eran recordados por última vez: “5-4-5”.