5. Lema febrero Amor no soy nada, borrador

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1 Artículo nº 5. Febrero 2015 El mes pasado concluíamos afirmando que el Amar es el fin del pensar. Por este motivo a partir del mes de febrero abordaremos el análisis del Amor, de la Fortaleza para el Amor, pues es el fin último de toda persona y aún más para un cristiano. San Pablo en su primera carta a los Corintios lo expresa así: “Y si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; y si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría” (1 Corintios, 13, 3) AMOR, una palabra preciosa y frecuentemente utilizada pero ¿conoces cuál es su verdadero significado y dimensión? Con el presente artículo queremos ayudarte a que te asomes a este concepto. 1. ÉL nos amó primero. El verdadero amor ama el corazón del otro, su yo, la verdad de cada hombre. Por tanto, a la hora de hablar del AMOR hemos de partir de una premisa: sólo podemos amar porque el hombre ha sido amado primero. Nadie puede dar lo que no tiene, por eso, primero hay que ser amado para poder amar después. Dios nos ha creado y nos ha dado una identidad y quiere que seamos según la plenitud de esa identidad, de nuestro propio ser. Él nos amó primero. Y lo hizo con nuestra historia personal, de manera única porque así somos ante Dios y ante los demás, únicos e irrepetibles. Cuando una persona quiere para otra el bien infinito, sólo puede querer que la otra persona tenga a Dios en su vida, porque solo Dios es la plenitud objetiva del bien, sólo Dios es el bien absoluto y el valor más elevado de nuestra vida, por eso, solo Dios puede colmar de bien el corazón del hombre. El amor hacia otra persona es el que nos mueve a actuar correctamente, a crecer como personas que buscan ser felices a toda costa. La gran fuerza moral del verdadero amor reside precisamente en ese deseo de felicidad, del verdadero bien para otra persona. “No existe nadie que no ame; pero hay que preguntar qué es lo que ama. Por tanto, no se nos invita a no amar, sino a elegir lo que vamos a amar. Pero, ¿qué vamos a elegir, a no ser que antes seamos elegidos nosotros? De hecho, no amamos si antes no somos amados”. San Agustín, Sermón 34, 13. 2. Verificadores del amor. No todo es Amor Verdadero El amor es una virtud, un don de Dios. No se limita a la simpatía, no es una emoción o un sentimiento o mera sensualidad. No es el foco de nuestros afectos y sentimientos. El amor no es nunca una cosa hecha. Se va transformando fruto de la obra de la voluntad de las personas y de la Gracia de Dios. Por eso es importante ser educados en el amor para saber identificar correctamente aquello que nos conviene, que siempre habrá de ser algo elevado y rico. Aquello que nos construya como personas y nos aleje del vicio, de lo que no somos, de lo que nos hace mal y dice mal de nosotros mismos. Un perro ladra externamente porque internamente es un perro. La persona actúa externamente como tal porque internamente está atravesada por el amor de Dios y por el amor de los demás. Por eso, la educación en el amor implica una serie de actos, en su mayor parte interiores, aunque exteriormente expresables, que emanan de la persona. Necesita de la integración del amor en la persona y entre las personas. Porque el amor compromete tu libertad y tu voluntad. Y esto no lleva a una minoración o empobrecimiento del ser, sino al contrario, a un enriquecimiento y a una expansión de la existencia de la persona. Sólo nos hacemos más y mejores personas cuando entregamos la vida, cuando nos damos a los demás. Y ejemplo de ello lo tenemos en tantas acciones solidarias en las que participamos en el colegio que nos hacen más personas y nos descubren como mejores personas. El crecimiento del hombre como persona implica por esta razón, una andadura en el amor, su “ordo amoris”, la necesidad de establecer una jerarquía en el amor.

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Artículo  nº  5.  Febrero  2015  

El  mes  pasado  concluíamos  afirmando  que  el  Amar  es  el  fin  del  pensar.  Por  este  motivo  a  partir  del  mes  de  febrero  abordaremos  el  análisis  del  Amor,  de  la  Fortaleza  para  el  Amor,    pues  es  el  fin  último  de  toda  persona  y  aún  más  para  un  cristiano.  San  Pablo  en  su  primera  carta  a  los  Corintios  lo  expresa  así:  “Y  si  repartiera  todos  mis  bienes  entre  los  necesitados;  y  si  entregara  mi  cuerpo  a  las  llamas,  pero  no  tengo  amor,  de  nada  me  serviría”  (1  Corintios,  13,  3)  AMOR,   una  palabra  preciosa  y   frecuentemente  utilizada  pero  ¿conoces   cuál  es   su  verdadero   significado  y  dimensión?  Con  el  presente  artículo  queremos  ayudarte  a  que  te  asomes  a  este  concepto.    1. ÉL  nos  amó  primero.  

El  verdadero  amor  ama  el  corazón  del  otro,  su  yo,  la  verdad  de  cada  hombre.  

Por  tanto,  a  la  hora  de  hablar  del  AMOR  hemos  de  partir  de  una  premisa:  sólo  podemos  amar  porque  el  hombre  ha  sido  amado  primero.  Nadie  puede  dar  lo  que  no  tiene,  por  eso,  primero  hay  que  ser  amado  para  poder  amar  después.  

Dios  nos  ha  creado  y  nos  ha  dado  una  identidad  y  quiere  que  seamos  según  la  plenitud  de  esa  identidad,  de  nuestro  propio  ser.  Él   nos  amó  primero.   Y   lo  hizo   con  nuestra  historia  personal,   de  manera  única  porque  así   somos  ante  Dios   y   ante   los  demás,  únicos  e  irrepetibles.  

Cuando  una  persona  quiere  para  otra  el  bien  infinito,  sólo  puede  querer  que  la  otra  persona  tenga  a  Dios  en  su  vida,  porque  solo  Dios  es  la  plenitud  objetiva  del  bien,  sólo  Dios  es  el  bien  absoluto  y  el  valor  más  elevado  de  nuestra  vida,  por  eso,  solo  Dios  puede  colmar  de  bien  el  corazón  del  hombre.  El  amor  hacia  otra  persona  es  el  que  nos  mueve  a  actuar  correctamente,  a  crecer  como  personas  que  buscan  ser  felices  a  toda  costa.  La  gran  fuerza  moral  del  verdadero  amor  reside  precisamente  en  ese  deseo  de  felicidad,  del  verdadero  bien  para  otra  persona.    

“No  existe  nadie  que  no  ame;  pero  hay  que  preguntar  qué  es  lo  que  ama.  Por  tanto,  no  se  nos  invita  a  no  amar,  sino  a  elegir  lo  que  vamos  a  amar.  Pero,  ¿qué  vamos  a  elegir,  a  no  ser  que  antes  seamos  elegidos  nosotros?  De  hecho,  no  amamos  si  antes  no  somos  amados”.    San  Agustín,  Sermón  34,  1-­‐3.                                                                                                                                                                                            

2. Verificadores  del  amor.  No  todo  es  Amor  Verdadero  

El  amor  es  una  virtud,  un  don  de  Dios.  No  se  limita  a  la  simpatía,  no  es  una  emoción  o  un  sentimiento  o  mera  sensualidad.  No  es  el   foco  de  nuestros  afectos  y   sentimientos.  El  amor  no  es  nunca  una  cosa  hecha.  Se  va   transformando   fruto  de   la  obra  de   la  voluntad   de   las   personas   y   de   la   Gracia   de   Dios.   Por   eso   es   importante   ser   educados   en   el   amor   para   saber   identificar  correctamente   aquello   que   nos   conviene,   que   siempre   habrá   de   ser   algo   elevado   y   rico.   Aquello   que   nos   construya   como  personas  y  nos  aleje  del  vicio,  de  lo  que  no  somos,  de  lo  que  nos  hace  mal  y  dice  mal  de  nosotros  mismos.  

Un  perro  ladra  externamente  porque  internamente  es  un  perro.  La  persona  actúa  externamente  como  tal  porque  internamente  está  atravesada  por  el  amor  de  Dios  y  por  el  amor  de  los  demás.  Por  eso,  la  educación  en  el  amor  implica  una  serie  de  actos,  en  su  mayor  parte  interiores,  aunque  exteriormente  expresables,  que  emanan  de  la  persona.  Necesita  de  la  integración  del  amor  en  la  persona  y  entre  las  personas.  Porque  el  amor  compromete  tu  libertad  y  tu  voluntad.  Y  esto  no  lleva  a  una  minoración  o  empobrecimiento  del   ser,   sino  al   contrario,   a  un  enriquecimiento   y   a  una  expansión  de   la   existencia  de   la  persona.   Sólo  nos  hacemos  más  y  mejores  personas  cuando  entregamos  la  vida,  cuando  nos  damos  a  los  demás.  Y  ejemplo  de  ello  lo  tenemos  en  tantas  acciones   solidarias  en   las  que  participamos  en  el   colegio  que  nos  hacen  más  personas  y  nos  descubren  como  mejores  personas.    

El  crecimiento  del  hombre  como  persona  implica  por  esta  razón,    una  andadura  en  el  amor,  su  “ordo  amoris”,  la  necesidad  de  establecer  una  jerarquía  en  el  amor.  

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“El  amor  bien  ordenado  no  ama  lo  que  no  debe,  ni  deja  de  amar  lo  que  debe.  No  ama  más  lo  que  debe  amar  menos,  ni  ama  menos  lo  que  debe  amar  más”.  San  Agustín  ,  Doctrina  Cristiana  27.  Es  importante  por  ello  señalar  distintos  niveles  en  el  amor  con  el  fin  de  establecer  un  orden  y  no  llevarnos  a  confusión  cuando  utilizamos   la  palabra  amor  o  cuando  queremos  saber  si  estamos  en  presencia  del  Amor  Verdadero.  Hay  que  verificar  el  amor  antes  de  declararlo  a   la  persona  amada  y   sobre   todo  antes  de   reconocer  a  ese  amor  como  propia  vocación  y  de  comenzar  a  construir  una  vida  sobre  él.  

Podemos  distinguir  cuatro  niveles  en  las  relaciones  personales:  

Primer   nivel.   Relación   instrumental.   Es   el   tipo   de   relación  que   tiene   lugar   cuando   el   otro   nos   sirve   para   conseguir   un  objetivo.   Supone   un   trato   muy   superficial   con   las   otras  personas   y   generalmente   es   el   que   tenemos   con   personas  que   nos   son   desconocidas.   Por   ejemplo,   cuando   voy   a   la  panadería  a  por  pan.    En  principio  no  me  interesa  la  persona,  pues   lo   que   necesito   es   el   pan.   Aunque   he   de   valorar   y  respetar  a  la  otra  persona.  

Segundo   nivel.   Simpatía.   Consiste   en   una   actitud   positiva  pero  no  excesivamente  comprometida  con   las  personas   con    las   que   tenemos   un   trato   habitual   pero   sin   que   nos   liguen  relaciones  especialmente   fuertes.  Es  por  ejemplo,  el   tipo  de  relación   que   podemos   tener   con   nuestros   compañeros   de  trabajo,  de  clase    o  conocidos.  La  frecuencia  en  el  trato  es  la  que  inhibe  la  relación  instrumental.  

Tercer   nivel.   La   amistad.   Todos   necesitamos   tener   amigos,  personas   con   las   que   compartir   nuestra   vida   que   se  preocupan   por   nosotros   y   nos   quieran.   Podríamos   señalar  como  características  de  la  amistad:  

-­‐ En   la   amistad   la   comunicación   y   el   diálogo   son   fluidos.  Con   los   amigos   se   comparten   proyectos,   intereses,  sentimientos,  es  decir,  tu  vida.  

-­‐ Se   quiere   el   bien   del   otro,   no   porque   el   amigo   nos  proporcione  servicios,  compañía  o  cualquier  otro  tipo  de  utilidad,  sino  por  su  bien.  Esto  significa  que  la  amistad  es  un  bien  en  sí  mismo,  algo  que  vale  por  sí  y  que  no  debe  buscar   otro   fin   o   instrumentalizar.   Esta   actitud  supondría  degradarla  o  despreciarla.  

-­‐ Exige  reciprocidad.  Necesita  un  intercambio    con  la  otra  persona.  

Cuarto  nivel.  El  amor  verdadero.  El  amor  verdadero  es  aquel  supera  la  mera  amistad.  Es  el  tipo  de  amor  que  “deja  ser”  al  otro  que  no  busca  un  “ser  para  mí”.  No  es  acaparamiento,  ni  pretende  afirmarse  a  sí  mismo  sino  a  la  persona  amada.  Es  lo  contrario   al   egoísmo   y   al   utilitarismo,   por   ser   generoso   y  desprendido.  Es  aquel  que  busca  el  bien  del  amado  según  la  Verdad.  

Podemos  encontrar   un  buen  ejemplo  de   amor   verdadero   al  prójimo   en   la   parábola   del   buen   samaritano   y   es   el   propio  entre  padres  e  hijos  y  entre  hermanos.  (Lucas  10,  25-­‐37).  

Pero  cuando  ese  amor  se  dirige  de  manera  especialísima  y  en  exclusiva   a   una   sola   persona   tenemos   el   nivel  más   elevado  del   amor   ya   que   implica   el   don   de   sí   mismo   y     un  compromiso.  

Este   amor   que   implica   la   propia   donación   al   otro   solo   se  entiende  desde  dos  vías:  

a) El   celibato   y   la   virginidad.   Como   ocurre   con   los  sacerdotes,   religiosos,   religiosas  y   consagrados.  Ellos   se  entregan   en   exclusiva   a  Dios   como  hombres   y  mujeres  en  un  amor  esponsal.  

b) El  matrimonio.  Supone  un  acto  libre  de  la  voluntad  en  el  que   se   emite   un   consentimiento   por   el   que   se   unen  hombre   y   mujer.   De   modo   que   cada   uno   de   ellos   es  coposeedor  del  otro.  

Es   en   esa   exclusividad,   alejada   del   utilitarismo   y   teniendo  como   valor   la   otra   persona   amada   cuando   cabe   decirle   “te  amo,  es  decir,  pongo  tu  bien  por  delante  del  mío,  ordeno  lo  que   tengo  y   lo  que  soy,   lo  que  puedo   llegar  a  ser  y   tener,  a  procurarte  aquello  que  más  te  conviene.”  

Por  último,  yo  resumiría  el  amor  en  cuatro  grandes  indicadores  que  te  pueden  ayudar  a  reconocer  qué  amor  tienes  y  te  tienen  tus  padres  y  hermanos,  tus  amigos,  y  el  amor  que  podamos  tener  hacia  un  chico  o  una  chica  que  empieza  a  expresarse  en  los  enamoramientos  tempranos  de  la  adolescencia  y  que  va  madurando  poco  a  poco  hasta  llegar  a  nuestra  juventud,  y  el  amor  solidario  que  puedas  sentir  por  el  resto  de  la  humanidad.  

San  Pablo,  1  Corintios  13,  3-­‐8a.  

Y  si  repartiera  todos  mis  bienes  entre  los  necesitados;  y  si  entregara  mi  cuerpo  a  las  llamas,  pero  no  tengo  amor,  de  nada   me   serviría.   El   amor   es   paciente,   es   benigno;   el   amor   no   tiene   envidia,   no   presume,   no   se   engríe;   no   es  indecoroso  ni  egoísta;  no  se  irrita;  no  lleva  cuentas  del  mal;  no  se  alegra  de  la  injusticia,  sino  que  goza  con  la  verdad.  Todo  lo  excusa,  todo  lo  cree,  todo  lo  espera,  todo  lo  soporta.  El  amor  no  pasa  nunca.    

Preguntas  para  la  reflexión:  

1. ¿Has  pensado  alguna  vez  cómo  te  ama  Dios?  ¿Te  sientes  amado  por  Él?  ¿Cómo  experimentas  su  amor  en  tu  vida?  2. ¿Buscas  en  tus  relaciones  personales  el  amor  verdadero  o  te  conformas  con  otro  tipo  de  amor?  3. ¿De  qué  tipo  es  tu  amor  a)  en  el  trato  con  tus  amigos,  b)  con  tus  padres,…?  4. Señala  verificadores  del  amor  verdadero.  Justifica  tu  respuesta.  Pon  ejemplos  y  situaciones  de  amor  verdadero,  que  hayas  

vivido  Tú  o  que  te  gustaría  vivir.