5 Luz Machado Precursora de La Poesía Urbana
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UNIVERSIDAD DE CARABOBO ÁREA DE ESTUDIOS DE POSTGRADO
MAESTRÍA DE LITERATURA VENEZOLANA
LUZ MACHADO: PRECURSORA DE LA POESÍA URBANA (UNA LECTURA DEL POEMARIO
“LA CIUDAD INSTANTÁNEA”)
Autora: Marbelly Yélamo
Tutor: Mg Sc. Nelson Suárez
Valencia, marzo 2007
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UNIVERSIDAD DE CARABOBO
ÁREA DE ESTUDIOS DE POSTGRADO MAESTRÍA DE LITERATURA VENEZOLANA
LUZ MACHADO: PRECURSORA DE LA POESÍA URBANA (UNA LECTURA DEL POEMARIO
“LA CIUDAD INSTANTÁNEA”)
Autora: Marbelly Yélamo
Trabajo presentado ante el área de Estudios de Postgrado de la Universidad de Carabobo para optar al título de Magister en Literatura Venezolana.
Valencia, marzo 2007
iii
ÍNDICE
CAPÍTULO PÁGINA
Dedicatoria ....................................................................................................IV
Agradecimiento .............................................................................................. V
Resumen........................................................................................................VI
Introducción ....................................................................................................7
I Ciudad, literatura y poesía urbana ......................................................... 12
II La luz que ilumino a Caracas ................................................................ 52
III Pasos, miradas y cavilaciones sobre La Ciudad Instantánea .................. 74
IV Luz Machado: Precursora en el planteamiento de lo urbano en la
poesía venezolana ........................................................................... 105
Conclusiones ............................................................................................... 119
Bibliografía ................................................................................................. 126
iv
DEDICATORIA
A mis hijos: génesis de todas mis metas.
A mi esposo: por estar cuando más lo necesito.
v
AGRADECIMIENTO
A todos aquellos seres, visibles o no, que me
han brindado su ayuda.
Un especial reconocimiento al Mg Sc. Nelson
Suarez por su dedicación, y al Dr. José
Napoleón Oropeza por revelarme la Luz que
dio vida a esta tesis.
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UNIVERSIDAD DE CARABOBO ÁREA DE ESTUDIOS DE POSTGRADO
MAESTRÍA DE LITERATURA VENEZOLANA
Autora: Marbelly Yélamo Tutor: Mg Sc. Nelson Suárez
RESUMEN
El presente trabajo de grado está orientado a determinar, mediante el análisis detallado del poemario de Luz Machado, La ciudad instantánea, los elementos característicos de la poesía urbana, como anticipación de la renovación poética de la década de los 80, sustentándose en la línea de investigación del análisis de la poesía venezolana del siglo XX. Para establecer dichos elementos se tomarán en cuenta los distintos aportes, que al tema ciudad y literatura, proponen Arturo Almandoz, Rafael Arráiz Lucca y Javier Lasarte en sus obras: Ciudad y Literatura en la Primera Industrialización (1993) y La Ciudad en el Imaginario Venezolano (2002); Tráfico, Guaire y Otros Ensayos (1995); y Trayecto de la poesía venezolana de los ochenta: de la noche a la calle y vuelta a la noche (s.f.), respectivamente. Estos elementos permitirán constatar la recurrencia de la temática de lo urbano representado por los individuos, su cotidianidad y todos aquellos objetos que ambientan la ciudad. El cariz sociológico de la misma también será delimitado dentro del estudio. Con respecto a la influencia de la obra de Luz Machado, sobre los representantes de los grupos Tráfico y Guaire, será determinante a partir de las citas y referencias que efectúan estos, en relación con la creación poética de la autora, así como la semejanza de estilo discursivo y temático, entre algunos poemas de esta escritora y los primeros libros; Balizaje (1983) y Terrenos (1985) de Arráiz Lucca. La ciudad instantánea marcó un hito en lo que a poesía urbana se refiere, pues hasta ese momento, no se había dedicado de manera tan sentida y por completo, un poemario a la capital venezolana. La autora, con un discurso pleno de metáforas y símiles, aforismos y paradojas, inserta al lector en el intrincado ambiente capitalino, en las circunstancias que rodean a la ciudad de Caracas para ese momento, al igual que lo hacen, años más tarde, los muchachos de los Grupos Tráfico y Guaire.
Palabras Clave: ciudad, instantánea, poesía, venezolana, Luz Machado, Venezuela
UNIVERSIDAD DE CARABOBO ÁREA DE ESTUDIOS DE POSTGRADO
MAESTRÍA DE LITERATURA VENEZOLANA
Autora: Marbelly Yélamo Tutor: Mg Sc. Nelson Suárez
RESUMEN
This work is focused to determine the characteristic elements of the urban poetry, as an anticipation to the poetic renovation of the 80´s, holding its investigation line in the analysis of the XX century Venezuelan poetry, through a detailed analysis of Luz Machado´s poem book, La ciudad instantánea. In settling such elements it will be taken into account the different contributions to the topic city and literature, proposed by Arturo Almandoz, Rafael Arráiz Lucca and Javier Lasarte in their works: Ciudad y Literatura en la Primera Industrialización (1993) and La Ciudad en el Imaginario Venezolano (2002); Tráfico, Guaire y Otros Ensayos (1995); and Trayecto de la poesía venezolana de los ochenta: de la noche a la calle y vuelta a la noche (s.f.), respectively. These elements will allow to verify the recurrence of the urban thematic represented by the individuals, their day-to-dayness and all those objects that set the city. Its sociological look will also be defined inside the study. With regard to the influence of Luz Machado's work, on the representatives of Tráfico and Guaire groups, it will be decisive based on the quotes and references they make, in connection with the author's poetic creation, as well as the likeness of discursive and thematic style, between this writer's poems and the first Arráiz Lucca´s books; Balizaje (1983) and Terrenos (1985). La ciudad instantánea made a landmark in urban poetry, because never before a poem book had been devoted in a so felt and complete way to the Venezuelan capital. The author, with a full speech of metaphors and similes, aphorisms and paradoxes, inserts the reader in the intricate atmosphere of the capital, in the circumstances that surround to the city of Caracas for that moment, the same as they make it, years later, the boys from Tráfico and Guaire groups.
Keywords: city, instantaneous, poetry, venezuelan, Luz Machado, Venezuela
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INTRODUCCIÓN
Luz Machado está considerada como una de las figuras más
importantes de la poesía contemporánea venezolana. Su labor poética,
reconocida por la crítica de nuestro país y la extranjera, evidencia la
excelencia de esta escritora.
La riqueza de su obra, que abarca más de 20 poemarios, ha sido
motivo de análisis por parte de algunos estudiosos de la poesía y
abordada desde distintas perspectivas. Igualmente, el estilo de sus textos
se ha convertido en un paradigma para muchos escritores que han
examinado su creación poética.
En este sentido, el siguiente trabajo de grado, que se presenta bajo
el título de Luz Machado: Precursora de la Poesía Urbana (Una
Lectura del poemario La ciudad instantánea), está orientado a
determinar, primordialmente, a través del análisis de algunos poemas del
libro ya mencionado, los elementos característicos de la poesía urbana;
como anticipación poética de los grupos Tráfico y Guaire, surgidos
durante la década de los años ochenta.
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La ciudad instantánea presenta una crónica del ambiente que
detentaba la ciudad de Caracas durante la década de los años sesenta y de
las transformaciones que se iban suscitando dentro de ella. La metáfora,
el símil, así como los aforismos y paradojas, son recursos de los que se
vale la autora para describirnos todos estos sucesos.
La estructura de la investigación se desarrolla en cuatro capítulos,
los cuales irán enlazándose hasta afirmar el enfoque del mismo. El
primer capítulo, titulado “Ciudad, literatura y poesía urbana”, está
enmarcado dentro del aspecto teórico. El mismo, guarda relación con los
diferentes aportes, que al tema de la ciudad en el contexto literario, han
hecho autores de la talla de Arturo Almandoz, Rafael Arráiz Lucca y
Javier Lasarte.
En el capítulo II: “La Luz que iluminó a Caracas”, se indaga acerca
de la formación intelectual y literaria de Luz Machado, así como la
recensión, que han hecho algunos críticos, de su obra. Igualmente se
desarrollará un anuario de su producción poética y de los grupos
literarios vigentes, para el momento de la aparición de esta escritora en el
ámbito nacional.
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El capítulo III, denominado “Pasos, miradas y cavilaciones sobre
La ciudad instantánea” corresponde al análisis de algunos poemas de este
libro, el cual se apoya en la línea de investigación del análisis de la
poesía venezolana del siglo XX. A través de este estudio se puso de
manifiesto la recurrencia de lo urbano, como temática y se menciona los
elementos que la caracterizan.
Por otra parte, se evidencia, mediante algunas pautas, la analogía
entre los poemas aparecidos y estudiados en este capítulo con los
aspectos sociológicos de la ciudad, donde por ende, se revelan el
conocimiento y el interés que tenía la poetisa, y particularmente, la
mujer, por los problemas que entrañan las urbes en desarrollo.
Por último, en el capítulo cuatro que se titula “Luz Machado:
Precursora en el planteamiento de lo urbano en la poesía venezolana” se
determinó la influencia que tuvo esta autora sobre los poetas de la década
de los años ochenta, conformado por los grupos Tráfico y Guaire,
evidenciada en las citas que sobre la misma, hacen representantes de
ambos grupos: Yolanda Pantín y Rafael Arráiz Lucca.
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Asimismo, se establece una relación entre los elementos de la
poesía urbana, referencializados por algunos poetas de los grupos
mencionados, con los hallados en los poemas del libro en estudio.
Circunstancia que es pertinente para exponer una aproximación entre
poemas elaborados por Luz Machado y algunos otros de Arráiz Lucca,
escritos varias décadas después, que sustentan el propósito del capítulo.
El estudio y el análisis respectivo, dedicados a la obra de esta
poetisa, permiten corroborar, lo que tan certeramente han enunciado los
investigadores, mencionados al inicio de este escrito.
Concluida la investigación, se espera pueda significar un modesto
aporte, una referencia o texto de consulta, para aquellos que tengan como
objetivo indagar acerca de esta materia.
CAPITULO I
CIUDAD, LITERATURA Y POESÍA URBANA
... Los discursos convierten las ciudades en
“objetos”, naturalmente espaciales, y ayudan a
estructurar el pensamiento de un tiempo y de un
lugar.
Noé Jitrik
En el fragor de los años ´80, en la ciudad de Caracas, en pleno
ambiente donde se aglutinaban problemas de tipo político y
socioeconómicos, surgen dos grupos literarios que van a forjar su poesía
con todos aquellos elementos concomitantes e inmersos en la realidad, ya
no de la ciudad, sino de toda la nación venezolana.
Ambos grupos se manifiestan opuestos al estilo literario de algunos
poetas de los años sesenta y setenta. Consideraban que la poesía de estos
se caracterizaba por la excesiva narrativa testimonial y los formalismos
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copiados de autores extranjeros, que en nada se relacionaban con la
realidad circundante del hombre dentro de los muros de la ciudad.
Bajo la premisa, y en consonancia con ella, de “venimos de la
noche y hacia la calle vamos”, el grupo Tráfico, conformado por:
Armando Rojas Guardia, Yolanda Pantín, Miguel Márquez, Igor Barreto,
Rafael Castillo Zapata y Alberto Márquez, inician su manifiesto y a la
vez una búsqueda de todos aquellos elementos significativos que se
encuentran dentro de la capital venezolana.
El grupo Guaire estaba integrado por: Rafael Arráiz Lucca, Luis
Pérez Oramas, Nelson Rivera Prato, Leonardo Padrón, Armando Coll
Martínez y Javier Lasarte. Eran jóvenes nacidos en Caracas, que
buscaban un lenguaje que interpretara la realidad urbana.
Tráfico y Guaire, representantes de la poesía urbana, con un estilo
diferente, emprenden su propio camino. Es así como ya no se le da
importancia a la forma como se estructuran las palabras, sino al fondo, a
la profundidad de la voz con que acompañan sus discursos; los mismos
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que persiguen hallar eco en la cotidianidad de los hombres y mujeres
nacidos en estas tierras.
La poesía urbana de los años 80 tuvo como uno de sus antecedentes
y motivo de inspiración, la labor poética de Luz Machado. Esta poetisa,
tal vez sin proponérselo, trabajó en profundidad muchos de sus versos
con todos los elementos que encontraba a su paso.
Luz Machado, con esa intuición natural que le permitía percibir la
esencia de los individuos y objetos que se movían en su entorno, puso su
palabra al servicio de la poesía urbana. La poeta supo verbalizar con
acuciosidad las diferentes circunstancias que se presentaron a lo largo de
su quehacer poético; pero es en su poemario La ciudad instantánea
donde toma como motivo de inspiración a la Caracas de los años 60,
razón por la cual se puede considerar a esta escritora como una
precursora de la poesía que produjeron los grupos ya señalados en la
década de los años 80.
Dos épocas y una misma ciudad, a la que cada uno de aquellos
poetas supo interpretar, con la profundidad y el convencimiento de saber
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que se enfrentaban al caleidoscopio de un cielo diferente a los otros
firmamentos del mundo. Arturo Almandoz, en sus libros La ciudad en el
imaginario venezolano (2002), y Ciudad y literatura en la primera
industrialización (1993), aporta su propia versión acerca de la ciudad y
sus incidencias, así como también lo hacen Rafael Arráiz Lucca en su
obra ensayística: Tráfico, Guaire y otros ensayos (1995) y Javier
Lasarte Valcárcel en Trayecto de la poesía venezolana de los ochenta:
de la noche a la calle y vuelta a la noche (s.f.), obras en las cuales se
sustenta la tesis que comienza con este capítulo.
Desde siempre, cuando el hombre empezó a relacionarse con su
medio ambiente, se estableció entre ambos una suerte de dependencia;
esta circunstancia llevó a algunos privilegiados de la palabra a enaltecer
los acontecimientos que la ciudad, bóveda protectora de este entorno, le
presentaba frecuentemente.
En La ciudad en el imaginario venezolano (Almandoz, 2.002), el
autor vincula el desarrollo de la urbe con la literatura y así se descubre
cómo las distintas épocas, desde comienzos hasta mediados del siglo XX,
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y los eventos que allí acontecen, son fundamentos que los escritores
venezolanos toman para sus historias.
En la obra literaria Almandoz ha advertido la influencia española en la construcción del pueblo y la ciudad, pero también ha señalado la influencia francesa que se le imprimió a Caracas a partir del guzmanato, y no pasa por alto la creciente influencia norteamericana que cunde a partir de la explotación petrolera masiva en 1.922. (por Arráiz Lucca, p. XIII-XIV)
Es interesante destacar que la ciudad es vista desde dos ópticas
diferentes: la que es percibida desde el pueblo cuyos habitantes buscan
desplazarse hacia ella, y la visión del que estando en la ciudad evoca a
otra, como por ejemplo París. En ambos casos la urbe es el centro de un
conflicto, de una insatisfacción, de una incomodidad. Toda una gama de
sentimientos se manifiesta en la relación del hombre con la ciudad, tanto
en el aspecto político como el personal.
En consecuencia, la ciudad es considerada como sitio de
confrontación para acceder al poder, ya sea en el término individual o el
colectivo.
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En este sentido se debe acotar los distintos paisajes, naturales y
culturales, que existían en la Caracas de La Bella Época, por la imitación
que hacían sus habitantes de la vida parisina, la cual se le tenía como
muy avanzada con respecto a las ciudades de nuestro continente.
En la Venezuela de Maricastaña, la ciudad que podía presumir de una cierta modernidad era la Caracas de La Bella Época (...) reconocida como el “París de Suramérica” (...) Más allá de la Plaza Bolívar, la capital antañona contaba con otros espacios públicos que insinuaban cierta sofisticación burguesa de la ciudad (...) En el distrito central había nuevos lugares de urbanizada sociabilidad, tales como los foyers de los teatros municipal y nacional (...) (Ibidem P. 33-34).
En esa época, la vida social del caraqueño acomodado, se centraba
en la Plaza Bolívar y sus alrededores; lugar donde se daban cita y se
concentraban individuos, definitivamente, influenciados por el brillo y el
colorido de la ciudad:
Esa plaza era el centro de la capital de Los días de Cipriano Castro, en la cual se combinaban de manera peculiar las modas francesas con el pintoresco andalucismo que venía de la herencia española (...) decorada con la ecléctica arquitectura de Chataing y Malaussena y con las “aigrettes” de los invitados de doña Zoila a las gardenes parties ofrecidas en la nueva quinta de los Castor en El Paraíso (...),
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la cual sólo fue posible a partir de la afrancesada herencia guzmancista (Ibidem, P. 35).
Debido a esta nueva arquitectura, que enmarcó La Bella Época,
Caracas comienza a conocerse en diferentes rincones del mundo, como
“la ciudad de los techos rojos”. Sin embargo, después de la Primera
Guerra Mundial, esta ciudad, o dicho de manera cabal, sus pobladores,
diversifican su nivel cultural, basado en la influencia de los Estados
Unidos, que se haría presente a partir de la Venezuela petrolera.
Paradójicamente a esta cultura, los acontecimientos políticos, dan
fundamento a la literatura; la cual se sustentó en los diversos desmanes
cometidos durante la dictadura de Juan Vicente Gómez. Es así como José
Rafael Pocaterra, en su libro Memorias de un venezolano de la
decadencia (1927), describe las arbitrariedades que se cometían en ese
entonces.
Al lado del imaginario evocador del crepúsculo de La Bella Época, la literatura fue usada por la joven generación política venezolana con intenciones de criticar y renovar el sistema, tarea a la que contribuyó el retrato frecuente de aspectos grotescos de la realidad urbana gomecista... Memorias de un venezolano de la decadencia... son vivido manifiesto contra la represión dictatorial, en las que el autor
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ubicó el comienzo del autoritarismo gomecista en 1.909, cuando el novelista Blanco Fombona hubo sido encarcelado por sus (...) críticas (...) al régimen. (Almandoz, 2.002, p.101)
Digno de destacar en este aspecto, es el poeta y novelista Antonio
Arráiz, cuya vivencia en las cárceles venezolanas del tirano, le permiten
escribir Puros hombres (1938), la cual narra los abusos sufridos por él y
por otros; en donde el bien y el mal llegan a confundirse en sus
atribuladas almas.
... los “carreterazos” eran deseados y temidos a la vez por los reclusos como único medio de salir de los hacinados calabozos de la rotunda. En esas celdas tenebrosas y putrefactas transcurrían (...) el tiempo comprimido y brutal (...) que se contraponía al tiempo demorado (...) pero urbano al fin, de la Caracas de Gómez (...) (Ibidem, P. 103).
En el imaginario de estos autores venezolanos, la ciudad es
asumida según el punto de vista de sus vivencias caóticas y lúgubres,
para el que se encuentra privado de la libertad de manera real; pero que
fantasea con la dinámica propia de la urbe: risas y pasos apresurados, el
raudo paso de los autos, niños que juegan en las calles. Mientras que,
para los más afortunados, es la ciudad, el emporio potencial que busca
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consolidarse a través de la explotación y producción petrolera; aunque
sin dejar de lado, la situación política que vive el país en ese momento.
Por otro lado, se debe resaltar la descripción del paisaje de la
capital venezolana, con todos esos elementos propios, conocidos para
mediados del siglo XX: el éxodo que hacían los habitantes del interior de
Venezuela hacia esta metrópolis y la pensión como lugar de hospedaje
para estos emigrantes; motivos que son tratados por Alejandro García
Maldonado en su obra El rastro de los dioses (1960) “en esa pensión
tan frecuente en la Caracas de los años 1.920 (sic) coincidieron un
estudiante incendiario como Primitivo (...) con un funcionario
conservador como don Críspulo (...)”. (p. 105).
Continuando con el texto La ciudad en el imaginario venezolano,
el autor cita a Mariano Picón Salas, quien en su libro Regreso de Tres
Mundos (1959), nos presenta el lado sórdido de la Caracas de entonces,
de manera exagerada, pintoresca “…mas que capital de la República
parecía del desengaño venezolano.” (Almandoz, 2002, p. 107).
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Sin embargo, Almandoz, en el libro ya mencionado, considera que
es Rómulo Gallegos, quien describe, con mayor ilustración, en su novela
Reinaldo Solar (1921); el ambiente sombrío de la ciudad capital, durante
la dictadura de Juan Vicente Gómez:
Garitos y mancebías, albergues nocturnos de vicios y mendicidad, humildes viviendas, sórdidas barracas, (...) la mesa del garito rodeada de tahúres (...) todas aquellas luces volcaban sobre la negrura de la noche pedazos de vida laceradas, así como los albañiles vomitaban sus inmundicias sobre el cauce de la quebrada [Gallegos (1921), citado por Almandoz, 2.002; p. 107]
En la Caracas de los años 20 se evidencia un desencanto entre sus
habitantes, debido al olvido, tal vez al desprecio, que sentía Juan Vicente
Gómez por esta ciudad; el cual se revelaba en la falta de programas y
proyectos que brindaran a los pobladores un mejor sistema de vida, y en
la carencia de una cultura expansiva accesible a toda la comunidad, y no
a un grupo elitesco.
Sin embargo, a finales de los años 20 y comienzo de los 30 se
manifiesta una transformación en la política del gobierno, que da inicio a
la masificación de la ciudad, con la creación de varias urbanizaciones,
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tanto del este, como del oeste de Caracas; situación que es aprovechada
por los habitantes del interior de la República, que ven la posibilidad de
progresar y que los lleva a emigrar a esta urbe. Bajo este esquema escribe
Manuel Díaz Rodríguez su novela Peregrina; o el pozo encantado
(1922), adelantándose un poco a los cambios por venir:
Fue en una de esas haciendas que por entonces comenzaban a urbanizarse, donde Amaro, gañán que todavía se sentía hermano del Ávila, se prendó de Peregrina (...). Si Peregrina es la protagonista de la novela criollista, Bruno termina siendo el de trama suburbana (...) forma parte de los numerosos peones (...) que hacían incursiones frecuentes en la ciudad (...) so pretextos de haber hallado trabajo hacia el este del valle, en paraje donde algunos ricos de la ciudad empezaban a levantar casas (...). (Almandoz, 2.002, p.127-128).
Pero si antes Díaz Rodríguez nos bosqueja una imagen de lo que
sería la masificación de la ciudad de Caracas, es Miguel Otero Silva a
través de su novela Fiebre (1939), quien logra plasmar con nitidez la
manera como se desarrolla esta masificación:
... Doña Concepción y su hija Cecilia, la novia de Vidal Rojas, van con frecuencia a ver aventuras de Cowboys y películas protagonizadas por John Barrimore, en cines cada vez más atestados. En medio del creciente bullicio de los automóviles en el Centro, los apresurados obreros, que llegan
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tarde a la cita clandestina, endilgan la culpa de su retraso al obsoleto tranvía: “Para hacer de Caracas una ciudad correcta... hay que comenzar por incendiar los tranvías”... reclama uno de ellos con fiebre revolucionaria que parece querer inflamar todo el cambio urbano. (Ibidem, P. 132).
Las actividades deportivas del momento, también llegan a ser
motivo para la estructura literaria; así, bajo esa premisa, se inspira
Guillermo Meneses, y escribe Campeones (1939), novela que describe el
mundo del béisbol y el boxeo con toda la problemática social y
económica planteadas con innegable realismo:
La manifestación más ostensible (...) tiene lugar en los estadios de La Guaira y Caracas, adonde el zambo Teodoro, orgulloso de su rápido triunfo quiere llevar a su hermana Pura bien vestida (...) La quimera deportiva también atrae hacia Caracas al indio Ramón Camacho, quien encuentra rápida fama en el boxeo, otro deporte de las bullentes multitudes. Ambos Campeones abandonan las barriadas de Maiquetía y La Guaira donde habían nacido y correteado (...) (Almandoz, 2.002, P. 132-133)
A pesar de la masificación manifiesta, de la ciudad de Caracas,
hasta mediados del siglo XX la capital venezolana presentaba un aspecto,
como lo definiera Enrique Bernardo Núñez (La ciudad de los Techos
rojos, 1947, 1949), conventual.
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La ciudad suscita en el visitante, sentimientos diferentes: el
pueblerino venido del interior, ve con admiración y es deslumbrado, por
la dinámica que ésta presenta; contrariamente al sentir del hombre de
mundo, que arribando de otros países, expresa su desengaño por el atraso
notorio que le revela la vida citadina caraqueña. Ambos, y esto hay que
decirlo, van a influir, como energía vital que son, en la transformación de
la metrópoli; y se van a ver afectados por sus emanaciones.
Almandoz en Ciudad y Literatura en la Primera
Industrialización (1993), sintetiza la dependencia ciudad – literatura y
va más allá al considerar que:
Con Hassan, somos de la creencia literaria existente sobre una ciudad, construida en términos de imágenes, personajes, escenarios, deseos y sueños asociados a esa ciudad, es algo tan determinante e informante de nuestro entendimiento sobre ella como puede serlo su misma estructura física; en este sentido, acaso puede hablarse de una aproximación fenomenológico - literaria a la ciudad, que paradójica y maravillosamente, puede incluso ocurrir a distancia (p. 20)
Almandoz (1.993), también, le da visos de ficcionalidad a este
vínculo, cuando dice:
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Y es por todo ello que también podemos afirmar que las ciudades devienen míticas sólo en la medida en que existe una literatura sobre ellos, literatura que (así como lo han hecho posteriormente el cine o la televisión) se encarga de mitologizar sus calles y plazas, sus habitantes y costumbres... (p. 20)
Ciertamente, a través del desarrollo de la historia de los géneros
literarios, del cine y la TV, se ha podido constatar cómo algunos íconos
llegan a ser referencias emblemáticas de sus respectivos lugares de
origen; sirvan de ejemplo: La Casa Blanca y el Congreso en EE.UU., La
Plaza Roja de Moscú, Rusia; La Torre Eiffel en Francia, y como
representación nuestra El Puente Rafael Urdaneta o del Lago de
Maracaibo, en el Edo. Zulia, El Obelisco y los crepúsculos Larenses, El
Monumento al Campo de Carabobo, entre otros. Los mismos, tienen en
común el haber sido motivo de inspiración para novelistas, ensayistas,
poetas, dramaturgos y cineastas en la realización de sus obras; no sólo en
lo que respecta a los sitios, también la lengua, los gustos y costumbres de
sus habitantes.
Sin embargo, durante la primera parte de la modernidad, el deseo
por conocer la esencia de la ciudad en relación al hombre, es sustituido
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por la actividad política, la cual fue violentada en el período de la
conformación de los estados modernos.
En el momento en que la ciudad es reconocida como tal, Schorske,
partiendo de los textos El Mundano y El Siglo de Luis XIV (1987), le
confiere al siglo XVIII la visión de la ciudad como “virtud”; dicha
aseveración se justifica si se toma en cuenta que Schorske se apoya,
principalmente, en la filosofía del ilusionismo, así como en las alabanzas
hechas por Voltaire a Londres y París, al poder económico del gran
mercado urbano estudiado por Adam Smith en La Riqueza de las
Naciones (1776) y de las cualidades cívicas de las comunidades
medievales recomendadas por Fichte en Discurso a la Nación Alemana
(1808).
Durante el siglo XVIII inglés se evidencia a través de la narrativa
de Daniel Defoe y Henry Fielding, así como de la poesía de Alexander
Pope la fuerte oposición a la ciudad de Londres, y, por consiguiente, a la
Inglaterra posterior.
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El discurso literario de la ciudad se ha ido constituyendo desde los
mismos orígenes urbanos; así desde el momento de cristalización de la
ciudad (como nos dice Mumford, citado por Almandoz, 1992), se plantea
una brecha entre los cambios que impone la formación de la polis y las
costumbres del aldeanismo griego, lucha que es representada en las obras
teatrales. El teatro, en el ámbito literario, es el género que sirve para
evidenciar el conflicto que supone la aceptación por parte del hombre, de
las transformaciones que genera el suceso urbano en la naciente ciudad
griega.
En su obra, Ciudad y literatura en la primera industrialización,
Almandoz señala que a mediados del siglo XIX, hay una nueva visión de
ciudad, la cual va a reconciliar las corrientes francesas y europeas,
opuestas durante la primera parte del siglo; hecho que coincide con una
visión mas actualizada de los distintos ámbitos artísticos.
Debido a esta nueva visión, la ciudad pasa a ser contemplada desde
una posición más libre y acorde al momento, donde comienzan a
manejarse términos tales como: negociaciones, despersonalización,
individualización y masificación, que posteriormente, a comienzos del
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siglo XX, la sociología urbana buscará aclarar con argumentos más
especializados.
Con respecto a la concepción alemana sobre el tema urbano, se
puede indicar que mantuvo una posición ambivalente, sin mayores
debates sobre la materia, contradicción que originó actitudes tanto
positivas como perjudiciales que se equilibraban por lo menos antes de
1.890.
La puesta en marcha de una nueva forma de percibir la ciudad,
parece incidir en la poesía, y específicamente, sobre la representación
decadente de finales del siglo XIX, que surge en oposición al
romanticismo y que no va a enaltecer los procesos económicos, sociales
y territoriales que involucra el tema de la industrialización, pero que si va
a interesarse por las posibles consecuencias negativas que esa
urbanización pueda tener sobre el morador citadino.
En consecuencia, se puede afirmar que la caída de lo alegórico
significó la incorporación de la fealdad y la sordidez, manifestaciones
propias de la ciudad, que van a encontrar eco en la poética Baudeleriana.
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Con Baudelaire, y su estética decadente, se aprecia que surge una
desmitificación de los objetos, ubicándolos ahora, en el nuevo contexto
de finales de siglo, interpretando en ellos la belleza, que hasta el
momento había sido obviada por el resto de los poetas. De ahí la
importancia que le confiere Lefebre:
...Baudelaire expone el conjunto de oposiciones que caracterizan lo urbano (el agua y la piedra, lo inmóvil y lo móvil, la muchedumbre y la soledad, etc.). Hay que añadir que la gran ciudad, París, donde la oposición a la naturaleza es tan fuerte, entra ya en su período de explosión. Baudelaire asiste a la transformación de París llevada a cabo por el urbanismo de Haussmann, como Rimbaud en la comuna, revolución urbana. Ya la ideología y la utopía se mezclan en el relato, en la descripción alimentada de temas míticos... (cit. por Almandoz 1993, P. 52)
Baudelaire; en sus obras Las Flores del Mal (1857) y El Spleen
de París (1864), resalta una serie de objetos y personajes: el perro, la
gente, la prostituta y otros, que hasta entonces representaban el fracaso,
la miseria, la soledad. Se crea una ficción de la calle, reconocida e
impulsada por la literatura urbana; la cual deviene en un sentimiento de
desarraigo e incredulidad, que primero se manifiesta en Baudelaire y
finalmente en la lírica contemporánea.
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De acuerdo a lo anterior, se puede señalar que el simbolismo
francés puede ser visto, con respecto a su sentido urbano, en armonía con
la llamada “poesía de la gran ciudad” de ascendencia naturalista y que
alcanzó en Alemania más importancia que la narrativa naturalista. Entre
algunos autores como Arno Holz, los Hart y Kart Henkell, su figura más
destacada es Rainer María Rilke, quien particularmente en El libro de
las horas (1906), explora un sentido de pobreza urbana con acento
Baudeleriano.
Evidentemente, por todo lo dicho hasta aquí, el hombre siempre ha
asumido la ciudad como parte integral de su desarrollo personal y
artístico, ha devenido en consonancia con ésta. Así se observa como las
posturas filosóficas y literarias europeas trascienden las fronteras:
La desprejuiciada visión decadentista de la ciudad es una de las que primero cruza el atlántico y ayuda a acercar los discursos literarios europeos y norteamericano. Tal confluencia puede ya predicarse a propósito de la significativa figura de Walt Whitman, quien representa el primer gran quiebre de la supuesta tradición antiurbana norteamericana... Whitman va a articular una poética abierta a captar las manifestaciones más novedosas de la experiencia urbana secular... de los Estados Unidos... (Almandoz, p. 53).
31
La ciudad de Nueva York viene a ser para Whitman motivo de
inspiración para escribir los poemas “Un pichón de Broadway”, “Canto
del Camino Público”, “La Barca que Cruza Brooklyn”, así como algunos
discursos de su siguiente obra llamada Vistas Democráticas (1860). Esto
tiene su explicación en el contexto de las múltiples facetas que le
presenta esta urbe, en cuanto a la riqueza de ideas y el comportamiento
urbano de sus habitantes.
Según Almandoz, en su libro ya mencionado, Whitman percibe la
ciudad, opuesta a la forma en que la concibe Baudelaire; pues aunque el
primero sustenta la imagen de la ciudad con toda su decadencia, todavía
es capaz de verla como posibilidad de cambio para una mejor calidad de
vida; no así el segundo, que sólo logra ver el aspecto sórdido de la
ciudad.
No obstante el cambio de la visión norteamericana de la ciudad,
evidenciada en los argumentos ensayísticos y narrativos, la crítica a la
ciudad norteamericana no cesa. Ahora, el motivo que expresan algunos
escritores es la desventaja de la ciudad norteamericana con respecto a los
verdaderos valores civilizatorios.
32
En este sentido, es pertinente destacar los ensayos de Henry
Adams, Historia de los Estados Unidos durante las administraciones
de Jefferson y Madison (1890), junto a los fuertes comentarios contra
Nueva York aparecidos en La educación de Henry Adams (1918),
donde manifiesta un gran desprecio por las urbes norteamericanas.
Así mismo, Henry James, va a desarrollar su obra literaria, a través
de la comparación entre los ambientes urbanos norteamericanos y
europeos, donde, si bien es cierto que saldrán perdiendo las grandes
ciudades norteamericanas, los planteamientos no están hechos con la
misma saña que evidencian los escritos de Henry Adams.
La crítica a Boston y Nueva York, por ser grandes ciudades emergentes del capitalismo industrial norteamericano, va a seguir planteada en la obra de William Deam Howells, sobre todo a través de sus primeras novelas, aunque muchas enmendadas por las debilidades urbanas de sus personajes y por la misma condición urbanita del autor, en una actitud que ha sido catalogada como ambivalente; lo que quiere decir que en ellas se desarrolla un tipo de realismo literario prosociológico, por su objetividad y basamento.(Almandoz, p. 58.)
A pesar de esta postura, el pensamiento progresista de Howells, se
transforma, notablemente, en anti urbano en la segunda parte de su obra,
33
en la cual se palpa un gran pesimismo por la nueva vida urbana que se
desarrolla en la Norteamérica industrial, específicamente en Nueva York.
A través de sus novelas Mc Teague (1899), y El Pulpo, una
historia de California (1901), Frank Norris, incorpora a la ciudad de
San Francisco en la mitología de las ciudades literarias, poniendo de
relevancia el tema del dinamismo y la sordidez de las urbes que recién
comenzaban a emerger, localizadas en el centro y oeste de los Estados
Unidos, que se convertirá en ficción dentro de la literatura urbana
nacional. Mas tarde, enfocará su interés urbano para atacar firmemente a
la ciudad de Nueva York, por ser ésta solo centro de distribución
literaria.
El tema de la pobreza, la enfermedad y el fracaso en las ciudades,
desarrollado una vez mas en Nueva York, es motivo central en las
novelas de Stephen Crane; Maggi: Una muchacha de las calles (1893),
y La madre de George (1895). Sin embargo, nuevamente y a propósito
de Crane, así como de Howells, Norris, Dreiser y muchos otros
posteriores, hay que recalcar que es poco creíble que sus afanes realistas
34
y naturalistas por reproducir la complejidad urbana en toda su dureza,
deban ser entendidos necesariamente como una posición anti urbana.
A pesar de que su crudo naturalismo haya sido interpretado por momentos como anti urbano, Dreiser es por encima de ello el gran espectador excitado de la vida metropolitana en la Norteamérica finisecular, y es por excelencia la bullente y a la vez demoledora Chicago de los años 1.880 y 1.890 la que va a deslumbrar por siempre su excitación urbana... (Almandoz, P. 60).
Es evidente que Dreiser no concebía la ciudad de manera fabulada,
por el contrario, reproducía en sus escritos la realidad de cuanto
acontecía en una ciudad que ya para esos años resultaba sumamente
convulsa, debido, tal vez, a que era una de las más habitadas, lo cual
tenía un efecto devastador en cuanto a su desarrollo socioeconómico.
Más tarde Dreiser va a concentrar su atención sobre Nueva York.
Primeramente a través de la comparación con Chicago, que ya se
encuentra en Sister Carrie (1900), en la que reconoce la superioridad de
oportunidades de la metrópoli neoyorkina. Pero posteriormente, también
a través de un sentimiento de profundo desengaño, consecuencia de una
35
gran atracción inicial hacia la urbe, atracción que se ve frustrada por la
“ciudad amurallada” dificilísima de penetrar socialmente.
En el ámbito latinoamericano se encuentran autores de la talla de
Jorge Luis Borges, y en general con la poesía de José Emilio Pacheco;
Juan Gustavo Cobo Borda; Antonio Cisneros; Heberto Padilla; y otros
hispanoamericanos, con clara tendencia hacia la poesía urbana, y que
tuvieron gran influencia en algunos poetas venezolanos, sobre todo los
que formaron los grupos “Tráfico y Guaire”.
El caso venezolano merece tratamiento aparte, ya que la génesis de
la creación, en los años ´80, de estos grupos, obedeció a causas diferentes
a las detentadas por los escritores de otros países. Con respecto a
Tráfico, como señala Arráiz Lucca, en su obra Tráfico, Guaire y otros
ensayos (1996); se observa que:
... Les exasperaba la facilidad de cierto telurismo magicista, les molestaba la frialdad de ciertas construcciones abstractas y geométricas, no comulgaban con la poesía experimental que olvidaba la carnalidad y al alma. Se oponían a los discursos poéticos sin densidad, sin complejidad. Apostaban por un discurrir que atendiendo a la realidad urbana y al habla común, trascendiera y llegara más allá del círculo de los
36
iniciados sin sacrificar nada: ni de su profundidad, ni de su lujo verbal, (p. 3).
Es innegable la pasión que manifestaron estos poetas, al asumir tan
especial estilo. Se percibe una búsqueda, un tránsito para hallar
respuestas a tanta inquietud; la misma que se circunscribe a la situación
política y social que vivía la nación venezolana. Sin embargo no era este
el caso de Guaire, como bien lo indica Arráiz L. en la misma obra:
El caso Guaire es distinto… no encontrábamos en Venezuela una poesía que moliera la ciudad. Todos los poetas venían de pueblos del interior a conquistar Caracas, nosotros nacimos en la capital. Nunca entendimos la animadversión de nuestros mayores por la ciudad y sentíamos que estábamos llamados a trabajar esta experiencia desde otra perspectiva. Caracas no tenia porque ser el “espacio hostil”… también podía ser nuestro sitio, nuestro único sitio (p.5).
Es evidente que para los muchachos de Guaire se trataba de una
cuestión de honor, de defensa y amor hacia la ciudad donde nacieran los
representantes del grupo. Pretendían interpretarla, no como lugar
adverso, carente de posibilidades y cerrado a un mejor nivel de vida; por
el contrario, se erigieron en baluartes de cada punto y paisaje que
adornaban a la Caracas de entonces, así como de los hombres y mujeres
que transitaban sus calles; con una poesía sencilla y directa.
37
Efectivamente, la historia de Tráfico y Guaire ocurre en
escenarios distintos, pero para ambos el telón de fondo es el mismo: la
poesía venezolana de los años setenta, sus antecedentes, su tradición. Los
que formaron a Tráfico asistían a la mesa redonda de Antonia Palacios
que llevaba el nombre de su casa: Calicanto. Los de Guaire estudiaban
en la Universidad Católica Andrés Bello.
Tráfico inicia su labor literaria redactando, primero que nada, un
manifiesto donde critica la poesía entendida y desarrollada hasta ese
momento, por los poetas venezolanos de los últimos años. Se proponen
un programa de trabajo poético distinto donde se oyeran muchas voces y
se hiciera tangible la cotidianidad urbana.
El manifiesto y proyecto de Tráfico, introduce una controversia
dentro de la crítica literaria, que no ve con simpatía que este grupo ponga
en tela de juicio el estilo poético, comprobadamente excepcional, de un
Vicente Gerbasi, (Mi padre el inmigrante, 1945), Juan Sánchez Peláez,
(Elena y los elementos, 1951) o un Rafael Cadenas, (Los cuadernos del
destierro, 1960). Todos tenían una trayectoria ganada por el peso de sus
38
obras, y una influencia reconocida entre los seguidores de la poesía
venezolana contemporánea.
A pesar de las razones antes expuestas, Tráfico sigue su recorrido,
en el convencimiento de saber que a ese otro discurso, le falta la voz del
ciudadano común, la ironía y el sentimiento del latinoamericano, todo
esto sumado a los acontecimientos que se gestaban y desarrollaban tanto
a nivel nacional como internacionalmente, que iban afectando el espíritu
urbano de los integrantes del grupo.
Falta la voz de la calle, la voz del ciudadano común, falta la ironía,
el humor y la sentimentalidad del latinoamericano. Quizás, la formación
en Nicaragua de Rojas Guardia al lado de Ernesto Cardenal leyendo a
Thomas Merton le indicó sendas al proyecto. No se puede olvidar que el
período de gestación de Tráfico ocurre a finales de los años setenta.
Faltaban diez años para el fin del socialismo real y para la caída del muro
de Berlín.
Al mismo tiempo, pero con menos pasión que la demostrada por
Tráfico, surgía el grupo Guaire: Luis Pérez Oramas, Nelson Rivera,
39
Leonardo Padrón y Rafael Arráiz Lucca estudiaban juntos en la UCAB y
empezaron a reunirse, también, con algunos alumnos que estudiaban en
la U.C.V.: Armando Coll, Alberto Barrera Tyszka y Javier Lasarte, según
la dinámica propia de los talleres literarios que se instauraron en
Venezuela a mediados de los años setenta.
En postura opuesta a Tráfico, Guaire no construye un manifiesto,
según Arráiz Lucca, debido a que:
En verdad, no blandíamos la claridad ideológica que asistía a
nuestros compañeros de Tráfico.
Nuestra formación política era menor o menos tributaria de
acontecimientos del pasado inmediato.
Escapábamos más del mito de la revolución de lo que hacían
nuestros compañeros.
Albergábamos en nosotros la semilla de la inseguridad...que
felizmente, nos protegió del error de cometer un manifiesto...
(p. 6).
Ciertamente, el proyecto de Guaire, se basó más en la ciudad de
Caracas, en los sentimientos y emociones que, el entorno capitalino
despertaba en ellos. En consecuencia, desarrollaron la poesía de lo
40
urbano más profunda y crítica que los poetas de Tráfico. Tal vez esta
diferencia se debió a dos circunstancias: habían nacido en una ciudad,
para ese momento, cosmopolita y en un país con un gobierno
democrático. Estos dos eventos los identificaban, aunque se sumaban
otros: soñaban con ser escritores comprometidos profesionalmente, ya
que se negaban a terminar como otros poetas, abstraídos de la realidad e
inservibles para otro oficio que no fuera el de poeta.
Les atraía más el prototipo Thomas Stearns Eliot, Wallace Stevens,
Saint John Perse; que aún siendo poetas se aprestaron, además, en
carreras u oficios académicos-gerenciales. Sin embargo, los Guaireños
estaban conscientes de que ningún modelo garantizaba el logro del
poema, y aún cuando no siguieron los esquemas poéticos establecidos,
tampoco crearon otros nuevos. Se limitaron a desarrollar un estilo plural
con composiciones libres, donde se manifestaban las distintas ópticas que
sobre la ciudad, tenían los integrantes del grupo.
El aporte más importante que Tráfico y Guaire ofrecieron a la
poesía venezolana, es haber introducido un estilo discursivo, que rompía
con los modelos establecidos por los mayores. Estos jóvenes defendieron
41
sus ideas y su oportunidad de ocupar un lugar dentro de la literatura
venezolana. El país y sus circunstancias, se convierten en el motor que da
impulso al tránsito poético de estos grupos, durante la década de los años
80.
La naturaleza del proyecto Tráfico-Guaire se convirtió en río
donde confluyeron otras voces que los sucedieron como bien lo afirma
Arráiz Lucca:
... hoy en día, catamos un abuso cercano a la retórica de los usos poéticos de Tráfico y Guaire. El discurso directo, conversacional, de metáforas limpias, irónico, confesional, sentimental, humorístico, alejado de la gravedad posada de cierto ontologismo, alejado del magicismo casi mecánico o del aforismo sin norte o de la gratitud más fría y desalmada; este discurso ya a nadie extraña y convive con otras cosmovisiones del mundo con legitimidad. Antes de estos grupos a casi nadie le parecía válido inundar el poema de materias espúreas y hasta fecales. Con haber introducido esta variante ya sería suficiente el esfuerzo de los años 81 al 84 para sentir que algo se había movido un poco... (p.7).
De esta manera se puede inferir que, la poesía de los años noventa
y hasta la actualidad está salpicada de todos estos principios que
legitimaron los poetas de los años ochenta.
42
Luego del surgimiento del grupo, le siguen los años en que fueron
publicados los libros escritos bajo la influencia grupal. Posteriormente,
sus integrantes desarrollarán su obra, basada en pormenores personales;
unos, con mas éxito que otros; todos, con la convicción de haber allanado
el camino, con su estilo, a nuevas generaciones literarias.
La cronología de poemarios de Guaire nace en el año 82 con la
publicación de una breve antología de tres miembros del grupo: Rivera,
Coll y Rafael Arráiz Lucca; los dos primeros por única vez. Después se
fueron por derroteros diferentes al poema, sin menoscabo a lo ya
publicado por ellos.
Por otra parte, y en relación al mismo tema Javier Lasarte en su
monografía Trayecto de la poesía venezolana de los ochenta; de la
noche a la calle y vuelta a la noche (s.f.), hace su propia interpretación
acerca del estilo poético de aquellos años:
El aliento: irreverente, polémico y alternativo respecto de la idea de poeta y de poesía que entonces predominaba, la voluntad de vincular de alguna manera el trabajo poético con la vida del país y con un lector potencial más amplio que el usual, lo conectaban con la progenie de las irrupciones.
43
... Las tempranas disensiones y mea culpas internas, permiten leer ahora esa inicial manifestación más como impulso renovador y de apertura... que como una ruptura propiamente dicha (p.3)
El punto de vista de Lasarte intenta clarificar lo que es la historia
de los grupos urbanos de los años 80. Se refiere a los motivos que
originaron su formación; y va más allá, al atenuar el impacto entre los
críticos, de lo que significó la extinción de la experiencia grupal. Señala
al final algo muy tangible: Tráfico y Guaire marcaron una época de
renovación en el estilo acostumbrado hasta ese momento en la poesía
venezolana contemporánea, aparte de que tal separación permitió una
mayor diversidad de la palabra en la producción poética de sus ex-
integrantes.
Pero más allá del verdadero calibre y tenor de la irrupción durante
casi toda la década de los ochenta, las proposiciones y el trabajo de estos
grupos y sus alrededores supuso una importante modificación del tipo de
ejercicio poético predominante en la década anterior, una apertura a otras
voces líricas, temas, registros y búsquedas formales y estilísticas.
44
Con y sin distancias, lo cierto es que, si bien este grupo de poetas emergentes no hacen suyo del todo los planteamientos públicos expresados inicialmente, y si a la luz de la trayectoria ultima de muchos de ellos resultaría más ajustado a realidad hablar de una reformulación de la tradición inmediata que de ruptura... Cuando menos habría que señalar para esa década la apertura, coexistencia o pluralidad de poéticas (Ibidem, p. 5)
Dicha apertura, según Lasarte, se haría visible en dos rasgos
centrales de los poéticos emergentes, provenientes o no de las prácticas
grupales. De un lado, hacia o desde fuera del poema, la implícita o
manifiesta actitud dialogal, orientada tanto a reforzar la comunicación
con el lector o escucha potencial, como lenguajes culturales: el cine, la
canción popular, la prensa.
De otro, complementario, al interior de los textos, la consecuente
concepción del poema a partir de una situación inmediata o determinante,
con independencia del lugar o tiempo que diseñaran, el asedio al poema,
cifrado en una simulación de la experiencia, con frecuencia asumida
como cotidianidad.
Esta situación representada en el texto incidiría, por ejemplo, en
hechos tan relevantes como la recuperación de la referencialidad,
45
estrechamente unida a menudo a la experiencia urbana, frente a una
marcada tendencia al despojamiento o la abstracción situacional de la
poesía precedente; o la conversión del mismo yo poético no sólo en voz
del texto sino en personaje.
Ambos rasgos mayores serían acompañados por una serie de otras
aperturas, a saber: la incorporación de la oralidad; de modos narrativos,
descriptivos o escénicos; la ampliación de formatos, el recurso al
epigrama, el poema narrativo, la presencia de otros tonos, la ironía, el
humor, la irreverencia, distintas formas de la emocionalidad y otros
temas: la ciudad, la domesticidad, los viajes, la historia, la experiencia de
la mujer, el amor, el deseo, el cuerpo... la reflexión, casi siempre paródica
respecto de la presente en los setenta, sobre la poesía y el poeta.
No obstante el fin de los años ochenta aportaría una nueva modificación del panorama poético venezolano, al menos para los poetas que empezaron a publicar en esa década, que paradójicamente supondría un acercamiento a los poéticos de los sesenta, demostradas en los primeros tiempos. Una suerte de “vuelta a la noche” por decirlo de algún modo (Ibidem, p. 7)
46
Una vez disueltos los grupos Tráfico y Guaire, se acepta, se
reconoce, el aporte que habían dado al estilo poético de aquellos años así
como el significado que tuvo como idea renovadora en esta década. Sin
embargo, la misma no fue imitada por los poetas posteriores que, por el
contrario, se identificaron y desarrollaron su poesía dentro de los cánones
del hacer poético de los setenta. Debido a tal situación es por lo que
Lasarte considera que hay una “vuelta a la noche”; es decir al mismo
punto de inicio del viaje urbano.
Si bien es cierto que estas tendencias eran posibles de ser leídos
entre líneas desde los mismos años de la emergencia de Tráfico, Guaire
y algunos otros poetas jóvenes desde finales de los ochenta ganan un
terreno indiscutible. A partir de entonces, en discursos del tipo de las
entrevistas, las reseñas, artículos o ponencias, son otras definiciones de
estos grupos poéticos. Así, en 1.991, Yolanda Pantín, revelaría que desde
La canción fría empezaría la “historia de querer escribir,
voluntariamente, desde la muerte con un lenguaje que fuera expresión de
la frialdad, la distancia, la rabia helada de un asesino” (Pantín 1993, p.
46) (cit. por Lasarte (s.f.), p. 8).
47
En una entrevista relativamente reciente Rafael Arráiz Lucca,
declararía que la “poesía recoge las voces de la pesadumbre, de la
fatalidad” (Rodríguez Núñez 1993:5), para a continuación afirmar que,
en vez de los años sesenta, prefiere “estos tiempos en que la utopía y el
neo-romanticismo no prosperan. Me gusta mi tiempo escéptico,
desnudo”. Sobre el considerado principal ideólogo del grupo Tráfico,
Armando Rojas Guardia, Miguel Márquez, en una revisión de su obra,
advierte la derivación de una poética centrada en la experiencia cristiana
y solidaria; contagiada de alguna manera por la idea del “hombre nuevo”,
el acercamiento a los desheredados y el comunitarismo de la teología de
la liberación; expresada en versos que no rehuyen el trabajo sobre ritmos
y medidas de resonancia tradicional.
La claridad que tienen los grupos Tráfico y Guaire, acerca de las
motivaciones que concretan su irrupción, van a ser exacerbadas por los
acontecimientos que se manifiestan en el país, aunados a la actitud del
habitante citadino; la irreverencia, el humor, el deseo de conectarse con
un lector real, receptivo, convierte el discurso en posibilidad de reflexión
48
acerca de la ciudad, lo cual se puede constatar en la poesía que decantan
ambos grupos durante esa década.
Para Lasarte, el estilo poético de Rafael Arráiz Lucca mantuvo una
constante con respecto al tema urbano, simbolizado en la codicia, la
corrupción, la alienación, que se manifestaba, para ese entonces, en el
morador de nuestra ciudad capital. Arráiz Lucca supo verbalizar en sus
primeras obras todos estos sucesos; motivando en él un desencanto, que
conduce al viaje y al deseo de que sean otras ciudades, otras culturas y
distintas realidades, las que se expresen en su poesía.
Por el contrario, Yolanda Pantin, una de las más acérrimas
opositoras a la poesía precedente a los años 80, va a experimentar un
retorno o vuelta a la noche, luego de digerir el suceso urbano. Muchas de
sus obras atisban, sobre la poética practicada en los años 70, hecho que
ha sido reconocido por la misma autora. Sin embargo, no es este el único
caso, pues anteriormente se especificó, en qué derivó el discurso poético
de Armando Rojas Guardia. No obstante la deserción, es innegable el
valor estilístico, que ambos grupos otorgaron a la poesía venezolana, y
reconocerles, que a través de ellos, fueron escuchadas muchas voces: la
49
de los objetos que adornan la ciudad, y la del ciudadano de a pie, por
largo tiempo silenciados.
En relación, con lo hasta aquí descrito; es pertinente señalar que,
esta tendencia, ha sido la dominante, hasta ahora, de los poetas que
emergieron durante la década de los años 80, especialmente entre los que
han ocupado una mayor presencia pública. Esta tendencia supone de
alguna forma la síntesis de dos poéticas que parecieron y fueron opuestas
y polémicas inicialmente, y que, ahora, exhibe la fusión en su doble
rostro.
De los años de la emergencia permanece la vocación por
concebir el poema como simulacro de situacionalidad, como
historia o relación, aunque ahora distanciada y
enmascarada; la irreverencia, la disposición al diálogo con el
lector y a la parodia de la tradición poética, han derivado
hacia la forma del homenaje, de una ironía centrada en el
entrañamiento o de la formulación reflexiva (Lasarte; s.f. p.
11)
El autor en su obra Trayecto de la poesía venezolana de los
ochenta: de la noche a la calle y vuelta a la noche, expresa su visión al
50
comparar la salida a la noche y la vuelta a ella, experimentada por los
poetas de los ochenta, y pone de manifiesto el cambio que se da en el
estilo poético de éstos. En un primer instante se abocaron a plantear en
sus poemas la problemática, la vida política y social de los habitantes de
Caracas, y en general de todos los que hacían vida pública allí, para
luego, al regresar, basar su obra en ese cúmulo de sensaciones,
pensamientos, meditaciones, en fin, de todo aquello que simbolizara su
mundo interior, tal cual como ocurría en la década de los setenta, y por
que no decirlo, en las décadas que precedieron a ésta.
Muchas veces se ha dicho que la ciudad es una dama muy
cambiante: no se sabe cómo va a reaccionar, ni en qué momento lo va a
hacer. ¡Qué acertado y pertinente es el comentario para el tema tratado!
A través de la elaboración de este capítulo se recorren las diferentes
posturas que tuvieron algunos escritores con respecto a la ciudad; y de
cómo ésta les iba marcando de forma efectiva o nociva, de acuerdo a la
interpretación que cada uno hacía acerca de ella.
Ya no se trata de que el literato salga a buscar en la ciudad, de
manera consciente o inconsciente, motivos para crear su obra; si no que
51
en su tránsito por ella; los hechos que consigue a su paso van activando
su sensibilidad, por lo que no logra abstraerse de ella, Ciudad y Literatura
van firmemente unidas, se compenetran, se necesitan y se concertan para
concretar un discurso sobre ella; y en este caso específico, para darle vida
a la poesía urbana.
CAPITULO II
LA LUZ QUE ILUMINO A CARACAS
...”Una mujer está llena de mareas, y las
mareas arrastran humores distintos (...) tienes
que intuir sus repliegues, sus hondonadas y la
batida de sus mareas para no fracasar en el
intento de proximidad; igual es Caracas”.
Leonardo Padrón.
Referirnos a la poesía femenina resulta invocar inmediatamente a
Luz Machado. Poetisa; no se sabe si por elección divina o propia; acaso
por haber nacido a orillas del Orinoco, río emblemático para nuestro país,
por hermoso, caudaloso y mítico. Lo que si es cierto, es que esta mujer
tuvo tal sensibilidad para captar las imágenes que la rodeaban, que no
hubo detalle que se perdiera, entre tantas frases por ella expresadas.
Luz Machado, nacida en 1916, fue poetisa, ensayista, articulista.
Estudió primaria en la Escuela Federal Graduada “Zea” (Ciudad
Bolívar), allí recibió la sabia orientación de la escritora Anita Ramírez,
53
directora de la revista literaria Alondras. El bachillerato lo cursó en los
liceos “Lisandro Alvarado” y “José Vicente Unda” de Barquisimeto y
Guanare, respectivamente. Luego, comenzó la carrera de Derecho y
Filosofía y Letras en la Universidad Central de Venezuela.
En 1.936 comienza a escribir para El Universal y en 1.943 para El
Nacional; labor que realizó a lo largo de su trayectoria como escritora.
Luz Machado, considerada como una de las voces cimeras de la poesía
americana, fue premiada en su patria, con el Premio Municipal de Poesía
en 1.946 y Premio Nacional de Literatura en 1.987. Convivió con los
intelectuales chilenos durante cuatro años en misión de cultura y
acercamiento intelectual entre ambos países. Allí participó en el Grupo
Fuego de Poesía, que le publica su poemario “Sonetos nobles y
sentimentales”. Regresa a Caracas en 1.956, luego de cumplir con
aciertos y éxito no común, su misión cultural.
Colaboró en numerosas publicaciones periódicas: Alondras
(Ciudad Bolívar 1929), Valores Intelectuales (Barquisimeto 1935) El
Universal (Caracas), F.E.V. (Barquisimeto 1938), Poesía de Venezuela
(Caracas 1963), Universidad de Antioquia (Medellín 1947), Repertorio
54
Americano (San José de Costa Rica 1948), Atenea (Santiago de Chile
1943), Cultura Universitaria (Caracas 1951), El Nacional, Revista
Shell de Venezuela, Revista Nacional de Cultura. Dirigió la página
literaria del diario Ahora y la página femenina del periódico Rojo y
Negro. Hasta 1961 publica bajo el nombre de Luz Machado de Arnao,
año en que se divorció.
Participó en varias instituciones destinadas a la defensa de los
derechos femeninos. Integró al Comité Pro Sufragio Femenino, que
obtuvo el derecho al voto para la mujer venezolana. Ocupó el cargo de
Vicepresidenta de la Asociación de Escritores Venezolanos y se
desempeñó como Asesora Literaria de la Radio Nacional de Venezuela.
Su vasta experiencia en el ámbito literario, y su incorporación,
nacional e internacionalmente, a ese difícil medio, nos da una diáfana
idea de su valía como escritora; y es que Luz Machado, con esa vitalidad,
que le venía de muy adentro, sabía afrontar con amor y mucha
responsabilidad, todo aquello que se le encomendaba o asumía por
iniciativa propia.
55
El río de su verbo comienza el recorrido, allá frente al más raudo,
en 1.941, con Ronda, poemario que recoge indagaciones originales sobre
el tema de la intensidad del amor, pero también la tristeza, la soledad y el
desencanto de una mujer, para luego plasmar el cariño de madre y de
hija. Dicho, todo, con mucha sencillez y espontaneidad:
Hoy mi tristeza se vistió de silencio
de convencida agonía de sueños
y anda rondando los muros de mi vida
asolada como un perro famélico a la
ciudad donde se desgranó un cataclismo. (p. 9)
Ya en tus brazos no cabe mi esponjada
cintura bajo la reciedumbre de esta
carga madura el paso se me vuelve
lento y torpe.
Parece
que hiciera plenilunio en mi
noche de angustias por la gracia de
nueve lunas consecutivas. (p. 35).
Yo no quiero que te mueras,
madre dulzona y sencilla,
56
madre que tienes el alma,
como una rosa silvestre
que se da a los cuatro vientos
y se guarda las espinas,
aunque haya cardos crecidos
alrededor de su sombra. (p. 49).
Luego vendrá Variaciones en tono de amor (1.943), que marcaría
el inicio de un estilo diferente del decir, donde la metáfora pretende, sin
apenas conseguirlo, esconder algunos destellos de sensualidad.
Me quedé entre la lluvia y tu
ausencia pensándote.
La lluvia suena sobre el piso
monótonamente.
A ratos una ráfaga sacude el
cuerpo cristalino y hay un
espasmo húmedo. Y luego,
lentamente, vuelva la nota
única a caer sobre el mundo...
Que curva húmeda, olorosa y
dolida estará describiendo sus
tallos bajo los dedos rígidos del
agua... Si pudiéramos... (p.15).
57
Vaso de resplandor, publicado en 1.945, recibe, en 1.946, el
Premio Municipal de Poesía. El extraordinario discurso que da vida a
este libro, es como el destello del cristal, y, al fondo, el cantarino
tintinear de dos copas que chocan al brindar, con unos labios al contacto
del ofrecido vaso:
Forjó el silencio en ti su arquitectura.
En ti la soledad alzó su almena.
Guante de aroma que la brisa estrena.
Sueño con breve dimensión de altura
(p. 24).
En La espiga amarga (1.950), la poetisa decanta un lenguaje
maduro; donde maneja con pericia los contrastes, se manifiesta un
discurrir entre los elementos de lucha, se aprecia un vaivén entre lo dicho
y lo soterrado:
Y al dejarlas, pensar de ella
lo que piensan los hombres
de las mujeres bellas amada
una vez en la nostalgia y
58
olvidando su nombre al
despedirse hay que enterrarlas
vivas o perderlas que es el
modo de hacerlas vivas
(p. 47).
Canto al Orinoco (1.953), constituye un homenaje al río amado,
con un claro tono panteísta, con versos que buscan bifurcarse hacia otras
instancias del universo:
El número y el nombre, fugitivos de azar, están rendidos.
Todas las noches Dios recuerda el caos y gime por el hombre
en cada estrella,
y las criaturas por nacer despiertan en el breve delirio,
y bajo aire el río lame la ciudad. Y nace el canto.
(p. 34).
Los recuerdos, la nostalgia y la melancolía, de lo vivido hasta ese
momento, se reflejan en Sonetos Nobles y Sentimentales (1.956) y en
Cartas al Señor Tiempo (1.959). Estos poemarios se diferencian de los
aparecidos con anterioridad, por la rima que la escritora plasma en sus
versos.
59
Hubo de ser así: Varón y Uno
para que tu belleza fuera eterna.
Eres, dentro del marco, la cisterna
donde el agua no copia rostro alguno.
(p. 105).
La exaltación de los enseres domésticos, por no dejar objeto sin
elogiar, se hace presente en La casa por dentro (1.961), aquí el discurso
es vital, elegante, directo; que lo convertirá en uno de sus mejores
poemarios.
La pequeña máquina muerde las hojas
con un solo diente ancho.
Las junta hasta la altura de un pistilo
y atravesada como firma de neurótico
declara el matrimonio de la escritura y papel (p. 134).
Tiempo después, publicaría Sonetos a la sombra de Sor Juana
Inés de la Cruz (1.962) y Poemas sueltos (1.965) hasta publicar, en
1.969, La ciudad instantánea, dedicado, este último, íntegramente, a la
ciudad de Caracas, donde plantearía las múltiples transformaciones que
iban dándose en la capital:
60
El único juego de dominó que no termina
que no acuesta las piedras de los jugadores
es este de las altas construcciones contra
el viento y el sol sobre las mesas del valle.
(p. 21).
Con los años, su vasta obra seguiría desarrollándose, obteniendo el
mismo éxito, con cada uno de estos poemarios. Entre los que se pueden
mencionar se encuentran: Palabra de honor (1.970), Retrato y
tormentos y Soneterío, publicado ambos en 1.972. En Luz Machado, se
encuentra esa excepcional vena artística, que pocos poseen; que radica en
ser consecuentes con su arte, y mantenerse en el tiempo, hasta lograr la
trascendencia de su creación poética; la cual se puede disfrutar y estudiar,
aún después de su muerte, acaecida en agosto de 1.999.
Sobre Luz Machado y su poesía se han escrito variados discursos,
que la ubican como una de las poetisas más completa y fructífera de la
lírica venezolana de todos los tiempos.
Entre los críticos que se han ocupado de su obra, se pueden
mencionar:
61
Asociación de Escritores Venezolanos, (1.941) expresa en el
prólogo del poemario Ronda, lo siguiente:
Hoy nos llega la voz pequeña, espontánea, casi íntima de Luz
Machado en esos poemas que van a formar su primer libro de
versos. Hondo motivo sentimental de un profundo espíritu de
mujer que parece haberse sentido sola. (p. 3).
El autor, quien en la nota de presentación, la escribió pero no la
firmó, nos dice que, desde los inicios de tan destacada poetisa, donde ya
se ponía de manifiesto el caudal inagotable de su verso, la escritora con
voz sencilla, pero apasionada volcaba en cada una de sus líneas la
profundidad de su espíritu de mujer sensible y apasionada en medio de
una inmensa soledad.
Editorial Nacimiento (1.953) prologando Canto al Orinoco señala
que:
“Sigo la corriente de Whitman, de Neruda, y de la Mistral”,
declara ella misma con injusta modestia, pues su voz poética
no sigue corrientes sino que planta en suelo venezolano la
misma estaca añosa de la eterna poesía, obteniendo de ella
nuevas floraciones. (p. 4).
62
En la cita, que no fue firmada por el autor, se observa como en una
primera instancia, alude a un comentario que hiciera la poetisa acerca de
esa figura emblemática de la poesía estadounidense y con los grandes de
Chile, representantes de este género en la literatura latinoamericana.
Luego disiente de ella, catalogando su obra como única, inédita y
enraizada con la naturaleza de nuestro suelo venezolano.
Carlos Correa, (1.956), en sus palabras iníciales del libro Sonetos
Nobles y Sentimentales de esta autora, comenta:
Luz Machado (...) una de las voces más altas y puras de la
poesía americana y consagrada en Venezuela (...) con el
Premio Municipal de Poesía (...)
De esa lucha interior, del amor y de la tristeza, del equilibrio
humano que suele truncarse, (...) han nacido estos Sonetos
Nobles y Sentimentales (...). (p. 3).
Aquí el crítico, nos habla acerca de la trascendencia del verbo
poético de esta gran autora; trascendencia que llegó a alcanzar los
honores que le proporcionaron reconocimientos en toda la América, así
como el Premio Municipal de Poesía dentro de nuestra nación. Además
63
nos describe todo ese cúmulo de sentimientos y hechos que inspiraron la
composición de los poemas de este libro.
Monte Ávila Editores (1.980) en el prólogo de la Antología que
hace de la obra poética de esta autora nos refiere:
La poesía de Luz Machado encierra un amplio espectro de
“tipos” diferentes de elaboración formal y de estados
subjetivos. Desde el lirismo casi épico de Canto al Orinoco
hasta el mínimo alfilerazo de ternura de Sonetos Nobles y
Sentimentales; desde la elevación armónica de Vaso de
Resplandor hasta la meditación entrañable de La Casa por
Dentro en la cual la cotidianidad aparentemente más
prosaica se transfigura en revelación milagrosa de la belleza.
(p. 3).
El prologuista en esta cita, la cual no firmó, evidencia que Luz
Machado fue una de esas artistas, que desarrollaba diversas formas de
estructurar su poesía, aparte de poner todo su mundo interior, sus
vivencias, sus emociones y su versatilidad en cada una de las líneas de
sus versos, dando, esto, como resultado una lírica hermosa, cantarina, con
64
un calor humano de mujer sensible, conectada mágicamente con su
entorno.
José R. Medina, (1.990), en el preámbulo de A sol y a sombra
reseña:
Este libro que ahora publicamos es un encuentro con una
obra lírica vibrante, recia y actual, pero aún más que eso: la
confirmación globalizadora de un quehacer poético en el
tiempo venezolano de este tiempo y la presencia singular de
una mujer que adelantó sus pasos iluminados de la década de
los cuarenta. (p. 4).
Una vez más la crítica alude a esa diversidad de emociones y cosas
que concentra la poesía de Luz Machado, pero también expresa esa
atmósfera, esa trascendencia permanente de esa visión contemporánea
que tiene el lector cuando se relaciona con su extraordinaria y profusa
obra poética.
La Revista Sidor (1.993) también se ocupa de la obra de esta
escritora y dice: “(...) es una de las voces más sólidas de nuestra poética
65
y ensayística (...) ha cultivado igualmente la prosa con estilo y elevado
tono (...)” (Literal Nº 3).
El autor de la cita, no firmada por él, hace una clara referencia a la
preeminencia que como escritora tenía esta gran mujer; la cual no sólo la
demostró a lo largo de toda su poesía, sino que también elevó el género
del ensayo, siempre dándole ese halo de inteligencia y diáfana
naturalidad.
Juan Liscano, (1.995) nos da su opinión en el libro Panorama de
la Literatura Venezolana Actual acerca de la poetisa:
(...) la obra de Luz Machado expresa un destino de mujer,
inscrito en símbolos y mitos o bien lentamente despojado de
toda representación, vuelto despojamiento existencial (...)
(p.161).
Liscano reconoce en la obra de Luz Machado uno de los elementos
más utilizados por él en su poesía: el mito, y percibe en los versos de ella,
ese caos vivencial, a veces de arquetipos o sin ellos, con que
generalmente desarrollaba su obra, lo que nos lleva a pensar que se sentía
plenamente identificado con la poesía de esta autora, que al igual que él,
66
escribía desde la reflexión que hacía de cada cosa, cada sensación y cada
latido.
Roberto Lovera de Sola, (1.996), en Taller Crítico, Luz
Machado, establece su perspectiva acerca de la escritora: “(...) es una de
las principales aedas de la Venezuela contemporánea quien inicio la
publicación de su obra (...) a los trece años (...) esto nos indica cual ha
sido su fidelidad a la expresión literaria (...)”.
Nos refiere el autor la importancia que como autora de poesía, tiene
Luz Machado en la literatura venezolana, así como también, nos habla de
la dedicación permanente que tuvo para con su arte, su vocación y su
verso, a través del desarrollo de su vastedad poética.
Rafael Arráiz Lucca, (1.997) en su Antología de la Poesía
Venezolana sostiene que: “Yolanda Pantín (...) así ponderó la poesía de
Luz Machado: Impúdicamente echó a la cara del lector un descarado
discurso que daba cuenta de todo cuanto sucede dentro de una casa... la
voluntad de hablar por ella misma tomando para sí una voz y una
circunstancia”. (pp. 423-24).
67
Evidentemente Yolanda Pantín, citada por Arráiz Lucca, se está
refiriendo a uno de los libros más ponderados de Luz Machado: La casa
por dentro, donde no sólo se magnifican los enseres del hogar, sino que
también se revelan los sentimientos más íntimos de una mujer.
Pantín, con una visión muy femenina, le da una calificación de
insolente a la forma de decir y describir los versos de este poemario;
apreciación no descabellada, si se toma en cuenta que en 1.965 (fecha de
su publicación), la mujer venezolana aún mantenía un rol sumiso y
tímido con respecto a su entorno, especialmente en relación al hombre.
Más adelante y en otro sentido; Arráiz Lucca, (1999) en su artículo:
Luz Machado publicado a raíz de la muerte de ésta, expresa lo siguiente:
(...) reparo ahora, mínimamente la tristeza que me siembra su
despedida (...). Después de todo, el mayor homenaje que
puede recibir un escritor es haber hallado lectores para sus
páginas, y esto lo alcanzó esta mujer (...)
La muerte de Luz Machado significó para el autor, se puede
evidenciar, motivo de hondo pesar, el mismo que fue compartido por los
68
que conocieron a la mujer y a la artista. Nos cuenta igualmente, el éxito,
que cómo escritora, alcanzó esta insigne poetisa.
José Napoleón Oropeza, (2002) en su artículo de prensa La casa
junto al mar, manifiesta que:
Sabemos, desde hace mil años, que los nombres propios
resumen la esencia de un ser, y nada más apropiado que el
nombre de la Luz para iluminar, de manera eterna, aquellos
espacios que sus poemas construyeron y construyen en los
libros que legó para la eternidad”.
Con frases bellamente escogidas, Oropeza establece una relación
entre el nombre de tan cimera autora, con la luminosidad esplendorosa
que poseen los poemas de esta mujer; pertinente a uno de sus tantos
poemarios La casa por dentro, donde la luz mágica de sus palabras se
derrama sobre cada objeto que habita su casa. Claridad de la cual no
carece el resto de su creación, la cual es percibida y transformada en la
tranquilidad y sosiego que se anidan en el alma del que los lee.
El Diccionario enciclopédico de las letras de América Latina
(s.f.), también exalta los versos de este poemario y así señala: “La
69
escritura se convierte en desahogo en “La casa por dentro” Luz
Machado se atreve a exteriorizar los pormenores del vivir y el morir
cotidiano; convoca en su discurso poético a los objetos domésticos (...)”.
(p. 2829).
En esta cita, la cual no fue firmada por su autor, nuevamente, se
alude a este exitoso libro de Luz Machado, que resalta lo ya dicho; y es
que ella supo dar ese toque de hada a cada mueble, utensilio y adorno que
había en esa casa hecha de luz. Es fácil deducir el porqué de la
trascendencia de la obra de Luz Machado en la literatura latinoamericana
en cuanto al alcance de la misma. Pero es en el ámbito venezolano, que
ahora nos ocupa, donde la autora tuvo una influencia determinante en la
generación que la sucedió.
Ubicar la poesía de Luz Machado, dentro de las tendencias
literarias que estaban vigentes al inicio de su obra, sería temerario, pues
no se posee ningún elemento fiable, que así lo confirme. Sin embargo, se
puede afirmar, dada su actividad y trayectoria en el ámbito literario; que
sí se conoce, que esta excelente poetisa supo de la existencia de algunos
de estos movimientos.
70
En consecuencia, debe decirse que en el año en que publica su
primer poemario (Ronda, 1941), está en boga el grupo Viernes. Debido
a sus puntos de vista, bastantes irreverentes, creó mucha controversia
entre sus seguidores. No obstante, Viernes, contribuyó a elevar los
niveles intelectuales de nuestra literatura, y en especial la poesía,
utilizando planteamientos universales de diferentes orígenes.
Este grupo logró nutrirse de varias corrientes: el Romanticismo
metafísico alemán, el Laxismo Inglés y el Surrealismo. Viernes fue un
grupo renovador que permitió que se conocieran poetas de la talla de
Rilke, Holderlin, Novalis, Rimbaud, Valéry, Eliot, entre otros; en esta
parte del mundo, así como su causa como grupo, que se traduce en un
escencialismo estético y una devoción universalista.
Viernes estuvo integrado por: Pablo Rojas Guardia, Rafael
Olivares, Vicente Gerbasi, Pascual Vanegas Filardo, Luís Fernando
Álvarez, José Ramón Heredia, Oscar Rojas Jiménez, Fernando Cabrices,
Ángel Miguel Queremel y Otto De Sola.
71
Contrapunto fue un grupo conformado por escritores, pensadores
y artistas plásticos; aparecido entre los años 1.946 y 1.949. Su interés
primordial, fue promover y difundir nuevas expresiones de la literatura
contemporánea, tales como el existencialismo. Fundaron una revista con
el mismo nombre, y admitieron colaboraciones de personas de diferentes
generaciones, pero, preferentemente, escribían jóvenes de una misma
edad o promoción literaria.
A este grupo perteneció Luz Machado. Esta poseía, en ese
entonces, una extensa trayectoria poética; la cual, incluso había sido
premiada en el contexto nacional. La Revista Contrapunto fue fundada
por Andrés Mariño Palacios y Héctor Mujica. Aparte de la poetisa ya
mencionada es pertinente mencionar a otros escritores integrantes del
grupo: José Ramón Medina, Eddie Morales Crespo, Pedro Díaz Seijas,
Antonio Márquez Salas, Alí Lameda, Ernesto Maíz Vallenilla y José
Melich Orsini…
Otra agrupación que conoció Luz Machado, lo representó
Cantaclaro. Este surge en el año 1950, con un manifiesto de tres puntos
básicos, que tratan de la estructura y espíritu del grupo, de la concepción
72
del Arte y del artista y de la ubicación y proyección del intelectual
americano, los cuales pueden resumirse de la siguiente manera:
1. Cantaclaro es un grupo de intelectuales revolucionarios, progresistas e integrales.
2. Cantaclaro cree en un Arte del hombre y para el hombre.
3. Cantaclaro cree en la personalidad cultural de América.
Mas tarde, 1.958, aparece Sardio. Este nace a la par de la caída de
la dictadura de Marcos Pérez Jiménez; razón por la cual basarán su
discurso en relación con esta coyuntura, que vivía la nación venezolana.
El grupo, que estaba integrado por: Adriano González León, Luís
García, Guillermo Sucre, Gonzalo Castellanos, Elisa Lerner, Salvador
Garmendia, Héctor Malave Mata, Antonio Pascualí y otros; formó parte
de una generación cuya afinidad de ideas e intereses intelectuales,
propició un espacio cultural insistentemente polémico y cuestionador.
Estos planteamientos siguen vigentes, ya que en ellos permanece
una actitud, que hoy más que nunca, se reivindica desde todas las
posiciones intelectuales del país: el distanciamiento discreto con el
73
pasado, el compromiso político y la vocación universal con respecto a la
literatura.
En medio de tan versátiles grupos literarios venezolanos, desarrolla
su poesía Luz Machado. Tiempo después, empezará a relacionarse con
algunos escritores extranjeros, especialmente los poetas chilenos por
quienes siente una gran admiración. Entre estos poetas se cuenta a:
Gabriela Mistral y Pablo Neruda. La poetisa mientras realizaba funciones
como embajadora cultural, en algunas naciones latinoamericanas, llegó a
reunirse con poetas que, recién comenzaban a escribir, y también con
aquellos ya consagrados; donde tanto uno, como otro, llegaron a nutrirse
de su original estilo poético.
Aún cuando la critica literaria, ubica a Luz Machado dentro del
grupo Contrapunto, su magnífica obra poética no debe ser enmarcada
dentro de un estilo determinado puesto que siendo tan heterogéneo su
discurso, fácilmente se puede concluir que su poesía tiene tendencias con
visos propios, muy de ella y llenos con su Luz.
74
CAPITULO III
PASOS, MIRADAS Y CAVILACIONES SOBRE LA CIUDAD
INSTANTÁNEA
“Hay que dejar en las ciudades algo.
Para que vamos hacia ellas si cuando nos
marchamos
no sentimos en el pecho una pequeña piedra
oscura, golpeándonos?”
Luz Machado
La ciudad instantánea es un libro, cuyos versos están dedicados
en su totalidad a la ciudad de Caracas. Este poemario fue publicado por
primera vez en el año 1.969, por la Dirección de Cultura de la U.C.V. El
texto consta de cuarenta y seis composiciones poéticas, de las cuales se
analizarán los siguientes poemas: III, V, VII, XII, XVIII, XIX, XXV,
XXVII, XXVIII y XXXIX; por poseer éstos, un contenido
perfectamente acorde con el tema de lo urbano.
Es usual encontrar en el acervo poético de Luz Machado algunos
rasgos de los elementos urbanos. Sin embargo, es en el libro La ciudad
75
instantánea, donde se manifiesta ampliamente lo urbano como temática;
que obliga a pensar en un sentimiento de total conexión con los diversos
aconteceres, que se desarrollaban, para aquel momento, en la ciudad de
Caracas.
Siendo las cosas así, resulta claro inferir que dicha poetisa, en una
primera instancia, posaba su mirada sobre todo aquello que surgiera ante
sus ojos, para luego hacer una reflexión; y que más tarde se convertirá en
radiante verbo. En consecuencia, Luz Machado, también era una
socióloga a tiempo completo.
Se hace evidente que la poesía de Luz Machado, especialmente en
este poemario, busca interiorizar tanto en la masa urbana como en el
paisaje que acompaña al hombre dentro de los muros de la ciudad capital.
Por esto, a medida que se analizan sus poemas, se irá resaltando la
temática de lo urbano.
Cabe considerar, por otra parte, que tanto la selección de la
temática, así como el poemario en cuestión, obedece al hecho de que la
obra poética de esta autora ha sido abordada desde muchas perspectivas:
76
femenina, amorosa, mítica, etc., mas no en la urbana y como antecedente
de la poesía de autores noveles que surgieron en la década de los años 80.
Conforme se indicó anteriormente, Luz Machado tomó todo lo que
encontraba a su paso en la ciudad de Caracas, como motivo para su
poesía. La colina, que a sus ojos, brindaba la posibilidad del paisaje,
desde su ventana, fue vertedero de su locuacidad poética. Se establece un
vínculo entre la poetisa y la naturaleza, representada esta última en sus
cuatro elementos: tierra (seno, rostro, mantel, opulenta heredad, migaja
pan) fuego (aridez, acritud, erosionada, hombre y verano) agua (vino,
hontanar) y viento (la sensación volátil, lo que se llevó):
Imprecan las colinas:
¿Quién, donde estará el que nos avasalló el seno de juveniles
permanencias?
¿Quién nos tatuó de aridez,
nos empavesó un rostro de acritud
77
para ésta soltería erosionada? (p. 13)1
En esta primera parte del poema, se percibe la personificación
como recurso literario, que lleva a la colina a preguntar. Habla la
naturaleza y su demanda viene a ser el clamor por lo que ya no es. Hay
una evocación por el verdor, por esa fuente que otrora se deslizara por
entre lo que ahora son surcos.
Pero en segundo lugar, se distingue y es clara la intervención, que
hace la poetisa, dando respuesta a la montaña:
Hombre y verano, juntos,
ebrios un día,
talaron el mantel donde el vino
y el pan alguna vez servirían la heredad.
Se secó la opulenta migaja.
El hontanar
1 Las citas de los poemas de La Ciudad Instantánea se harán de la edición citada en la
bibliografía, aquí se señalará sólo la página
78
se convirtió es vasta avidez. (p. 13)
Asimismo, hay que resaltar, que esta mujer de preclara visión,
también abordó la problemática de las vaguadas e inundaciones
padecidas en estos últimos tiempos por algunos habitantes de nuestro
país; cuando en otro poema plantea esta grave situación:
Esta es apenas la memoria de un río,
con el lecho impuesto y curso de mentira.
La ciudad creciendo, comenzó a negarle
la plenitud de la floresta.
Y ya sin el amparo raigal de las colinas
sin la afluencia húmeda,
sin compañía genésica,
se fue agostando como amor solitario,
como un pequeño dios al que natura
después de engendrarlo le negara
los maternales signos de la sobrevivencia.
Mas sobreviene alguna vez.
Sacude su cabeza remota de humus y aguaceros
se esponja en la estación
como una zaranda de pájaros y flores.
en el rito del agua
resbalan en los estratos
79
milenarios, corre su vacación de lluvias
por sementera y pueblo
sobre sonrisa y
llanto… (p. 17)
Es por ello, que leerlo es evocar el sinnúmero de veces, en que
grandes ciudades, y en este caso nuestra capital, se ha visto acontecidas
por la llegada a sus puertas, a veces transponiéndola, del río reclamando
su cauce original; lo cual es representado aquí, por la poetisa, de forma
tan extraordinariamente metafórica, que consigue atemperar aquellos
versos que se sabe nefastos.
La dinámica social, que para aquel entonces, empezaba a
manifestarse en la ciudad de Caracas, también fue motivo de reflexión y
estudio para la gran autora, quien en claro verso libre, como era su
costumbre, y personificación de las incipientes edificaciones, proclama:
El único juego de dominó que no termina,
que no acuesta las piedras
de los jugadores
es éste de las altas construcciones
contra el viento y el sol
80
sobre las mesas del valle.
Desde la colina las miro.
Azules, rojos, blancos, grises.
Colores de las
piedras del dominó de la Ciudad (p. 21).
Y, primorosamente, en un juego de palabras, compara los edificios,
que recién comienzan a construirse en la capital, con piezas de dominó;
el hombre, como único ejecutante de ambos hechos, juego y obra, asoma,
de manera intangible, dentro del poema.
Si anteriormente, la autora aborda el tema de las edificaciones, que
empezaban a masificarse en la Caracas de entonces. Más adelante se
identifica plenamente con el ruido que inicia con el alba, y en trilogía
metafórica compara los sonidos del tren, la fábrica y el llanto de un niño:
Suenan sus sirenas el tren y la fábrica
y es el único instante en el que el tiempo
se parece a un niño. (p. 31)
81
Mas, en oposición a este discurso, la poetisa también se ocupa y
hace hincapié, en el silencio que construye su propia morada en un lugar
recóndito de la ciudad; que así se expresa en el mismo poema:
... y el silencio se retira a las colinas
a tocar su mágica flauta (p. 31)
Para terminar el poema con profundidad aforística;
... la extraña melodía que palpita
en las lámparas votivas,
sobre el ara de los altares
más puros y solos. (p. 31)
Mientras se avanza en el análisis de algunos poemas del libro en
cuestión, se verifica que aún cuando la autora tomará para su inspiración
cualquier elemento urbano; la construcción de sus versos no se perciben
improvisados. Por el contrario, cada uno, evidentemente, se sometía a su
consideración; como se capta en este caso:
En esta ciudad la materia riega astros opacos
y sordos,
forja retablos públicos,
82
pero hay un Quijote por cada quicio de miseria
y Sancho se entretiene poseyendo
en los avisos luminosos
su cielo tangible... (p. 45)
Se nota, y es relevante, un juego de palabras, ejecutadas con
exquisito estilo, utilizando el recurso, una vez más de lo contradictorio.
Donde lo paradójico se da por partida doble; el Quijote que en el cuento
de Cervantes simboliza los más altos ideales, aquí representa la miseria;
mientras, por otro lado, se tiene a Sancho, “emblema de la estupidez”,
aquí, es relacionado con la opulencia. Pero que, bien mirado, ambos
estados se avienen perfectamente al ritmo mental y social, de muchos de
los habitantes de la ciudad y de otras ciudades del mundo; y su lado
esencial, que ya desde el principio emerge con versos opuestos: astros,
que siendo de naturaleza luminosos, aquí son opacos y sordos para hacer
más resaltante, la denuncia del escrito.
Por otra parte, se observa como al final del poema, la poetisa
manifiesta la desesperanza y la resignación del hombre o mujer con
respecto a su ciudad, cuando necesariamente se hace uno con ella; pero
83
siempre con posibilidades de ser salvada por el mismo hombre, por ser
ésta, la ciudad, bóveda única de sus altibajos:
En esta ciudad
todo gira en el mismo vértigo que hace sonar
las otras ciudades del mundo,
pero todavía hoy, están, son
cosas distintas a las otras
los que vienen a decirnos que estamos en ella,
solamente en ella,
habitantes de su sola esperanza,
suma de cuanto la conmueve. (p. 45)
Incluso el juego de los niños es abordado por Luz Machado,
simbolizando con elementos efímeros, la etapa infantil, que en su
evolución, se encamina hacia destinos diferentes, que si al fijarse bien, es
la gran preocupación de la poetisa; quien con brevedad poética, logra
expresarla:
Vestidos, desnudos, con andrajos
los niños juegan
y son color que atraviesan los parques
como haces de luz
84
las ventanas del aire.
Aerolitos, vitrales, reflejos
a donde van? (p. 47)
Es importante resaltar que la autora, en el poema, se apoya en el
recurso del espejeo, con tres palabras escogidas magistralmente:
aerolitos, vitrales, reflejos; y que por analogía, en este caso, se relacionan
con la transitoriedad de la niñez, al finalizar con la pregunta “a donde
van?”. Así como con el brillo, la luz que pudieran verse opacados por la
plaga de la marginalidad.
En los años sesenta el problema de los “niños marginales”,
llamados más tarde “niños de la calle”, representaban un conflicto social,
sin los agravantes generados en la actualidad, pero que habla del grado de
conciencia de algunos padres y de la decadencia moral de la familia
venezolana; situación que no fue atacada a tiempo, la cual ha redundado
en la proliferación de estos muchachos en todos los rincones del país.
Este conflicto ha sido tomado por algunos escritores para dar vida a
sus obras desarrolladas en distintos géneros literarios. En el cuento De
cómo Panchito Mandefuá cenó con el Niño Jesús (de Cuentos
85
Grotescos, 1955), se ve como José Rafael Pocaterra narra un trabajo
completo acerca de las vicisitudes que acontecen en la vida de estos
niños. En los últimos veinte años, también las telenovelas han centrado
parte de su drama en la problemática de los muchachos de la calle, que
muchas veces no refleja la tragedia real que viven estos pequeños, al
deambular, durante todo el día, año tras año, por las principales ciudades
venezolanas.
En esta perspectiva se puede inferir, el lado maternal de Luz
Machado, existiendo la posibilidad de que viera en estos niños a los
propios. Sin embargo, más adelante, en uno de los poemas de temática
más urbana de este poemario, ya no pregunta; por el contrario, aquí el
niño ya convertido en hombre, conoce su camino. La poetisa así lo
asevera “En la ciudad todos saben a donde van”. Inmediatamente,
establece un vínculo, una sujeción del hombre a los designios de otros:
...Sin embargo – dice el gobernante – hay que dirigir
los pasos de los hombres.
y pespuntean el orden.
Estiran continuas columnas de vértebras,
riegan pentagramas
86
para la armonía transeúnte... (p. 59)
Y con calidoscópicas imágenes sensoriales, va describiendo, por su
forma, a las señales de tránsito, propias de las urbes:
... acuestan flechas como picos de alcatraces de cal,
como lirios de un solo pétalo índice,
como cúpulas góticas que derrumbara el ruido,
anzuelos para pescar destinados,
grandes uñas de la gran garra de la rutina,
pie de la geometría –
y rectas, rectas cuidando
la incompatibilidad de las paralelas. (p. 59)
Señales que regulan el tránsito y, a la vez, sistematizan, el
comportamiento urbano del habitante citadino. En este poema coexisten,
una serie de alertas, hechas por el hombre para el hombre; que tienen
como objetivo principal, promover en él la idea de no transgredir las
normas de tránsito.
Sin olvidar, en toda su retórica, la comparación y la metáfora; que
en este caso, junto con las imágenes, se convierten en sustitución
87
metafóricas; que llegan a ser sinónimas por su semejanza; y haciendo uso
de la maestría que tenía, para manejar estos recursos, establece una
relación entre señales de tránsito – ciudad – hombre, demarcando la
influencia, que cada uno tiene sobre el otro:
...Sin embargo, todos saben a donde van.
Pocos en verdad que quieren...
para esos que miran pasar la vida solamente
o pasan en ella
como en un automóvil
sobre mudas señales de transito. (p. 59)
Para cerrar, el poema, con una sentencia breve pero contundente,
que habla, una vez más, de la desesperanza, de la alienación del hombre
en la ciudad:
Para ellos, pocas veces la luz
les anuncia abierto el futuro. (p. 59)
La ciudad, una vez más, es vista con incertidumbre por la poetisa.
Capaz de anular en el hombre, su confianza en un mejor porvenir. Por
otra parte plantea, la poca disposición que tiene el individuo para el
88
cambio y la falta de perseverancia para ser mejores ciudadanos. Hombre
y ciudad se determinan mutuamente.
La preocupación del hombre por el hombre, en el espacio citadino,
ha sido recurrente, a través de los tiempos. Situación que, se hace
evidente, en una de las obras de Arturo Almandoz, estudiada en el primer
capítulo de esta tesis.
… A finales del siglo XIX… la llamada estética decadente tampoco va a celebrar los procesos económicos, sociales y territoriales implicados por la industrialización y la urbanización, si va a interesarse por los efectos perversos que esa urbanización ejerce sobre todos los habitantes citadinos… (Ciudad y literatura en la primera industrialización; 1993 p. 50 - 51)
Al mismo tiempo que realiza sus reflexivos paseos citadinos, la
poetisa, va adentrándose e involucrándose más, con todos los elementos
que va encontrando. Así se topa con las antiguas casas coloniales que aún
se mantienen en pie; que a pesar de su exiguo número todavía tiene
mucho que decir.
Percibe en ellas la fortaleza por sobrevivir y la experiencia
absorbida, adosada en sus rendijas:
89
En las casas solariegas
la antigüedad resiste.
Se esconden en el corazón
de las maderas. (p. 63)
Para luego, como es habitual, en su estilo de producir, hacer una
personificación de éstas casas, dignas de una imaginación con un alto
grado de sensibilidad.
Ve aplastarse sus senos y su vientre.
...Y encima de sus muslos y sobre sus rodillas.
...Delante de su rostro,
por sobre su frente...
sobre su cabeza... (p. 63)
La gradación es clara: la casa es la madre que pare y cría a los
hijos, que al convertirse en hombre, va alejándose poco a poco, hasta que
un día ya no vuelven porque buscaron otros caminos, otros destinos.
En este sentido, es evidente que la casa, como referente y por
analogía, es la mujer en presencia y en esencia; la dama que reclama
atención y resiente el olvido al que es sometida por los habitantes de la
90
Ciudad; luchando por su permanencia, a través de algunos, de esos que
todavía son capaces de interpretarla como una obra excepcional.
... Entre ellas
el tiempo ocurre en gestión
inaplazable,
mientras ven aplazar sucesivamente
su muerte,
por todo el amor de los amantes
que aman su inmortalidad. (p. 63)
Debe señalarse que, Luz Machado, en sus diferentes poemarios, ha
tocado obsesivamente todo lo relativo a la casa y sus espacios. En su oda
a la misma, ha intentado, con mucho éxito, crear un mundo mágico a
través de sus versos; misión que solo unos cuantos privilegiados han
logrado, y que ella, de forma muy modesta, explicó en el prólogo de uno
de sus libros mas famosos: “Quise la posesión integra de una realidad
trasmutada y trasmutable hasta obtener el derecho a entregarla en manos
de la belleza” (La casa por dentro, 1965).
91
Mas en este poema, la poetisa, convenientemente, da vida con su
verbo a la fachada de la casa, lo cual coincide con la esencia y la temática
del libro y el trabajo que nos ocupa.
Porque nada le era ajeno, Luz Machado prestó atención y dedicó
sus versos a las grandes construcciones que ya transformaban a la
Ciudad. Dinámica y precisa es la forma como empieza el siguiente
poema de tan urbano libro:
En el duodécimo piso de un andamio
contra el sol de la tarde,
las siluetas de los albañiles. (p. 85)
Es evidente el dinamismo sintáctico en frases como “Uno a otro se
pasan ladrillos” o “Parecen saludarse con suaves genuflexiones”. El
mismo que se observa a lo largo de este poema, en diversas palabras
“inclinados, ballet, pasándose”.
Sin embargo hay un verso, dentro de éste poema que es relevante,
debido a que se evidencia el yo lírico de la poetisa:
Los veo, como al fondo de sus perfiles
92
veo las nubes,... (p. 85)
En los anteriores poemas analizados, ya se percibía,
subrepticiamente, su yo lírico; casi podía palparse su presencia, al punto,
que por momentos se sentía aprehendido en un verso y casi,
simultáneamente, perdido en el otro: “aerolitos, vitrales, reflejos a donde
van”. Profundizando en éstas frases se nota que aflora el yo lírico de la
autora, para, luego, más adelante, en el primer verso del poema XXV,
generalizar hasta diluirse en el mismo, sentenciar con frases “En la
ciudad todos saben a donde van”.
La forma verbal “veo” sugiere protagonismo. La autora no conoce
por inducción o recuerdo. Su conocimiento es con la vista y el quehacer
mismo, el yo viene a ser un instrumento de captación de la realidad
citadina, representada, en este caso, por el hombre (albañil) y el objeto
inanimado (nubes), simbolizando, ambas, la cotidianidad urbana.
Dentro de esta perspectiva, hay que indicar que la ciudad de
Caracas, para aquel entonces comenzaba a masificarse; a desarrollarse
como un gran emporio en relación a las otras ciudades venezolanas,
93
situación que captó la atención de la escritora guayanesa que así lo
evidencia:
Las gentes se apretujan
en las ciudades, en los edificios.
...la universidad, el concierto, el autobús,
el mercado, el trabajo,
la tienda, el templo, el cine... (p. 87)
Aquella mujer, venida de tan lejos, de un lugar tan diferente al que
pisaba; miraba, analizaba y reflexionaba acerca del conglomerado
humano y de cómo se desenvolvía en su entorno:
... Se juntan en obligada fuerza.
Si supieran hacer miel
como las abejas.
Pero hacen días como vinagres.
y las comunicaciones tienen sorpresas.
De nuevo los versos son enlazados con símiles y contrastes:
“miel/como abejas / días / como vinagres...”
94
Con un lenguaje tan profundo que se percibe a la Ciudad como un
lugar inhóspito, construido por el hombre, quien con su comportamiento,
actúa como elemento disociador con respecto a la misma; y las casas:
... abiertas, rodeadas
de terrenos, de jardines,
parecen desafiar la cometida
resistiéndose. (p. 87)
Vuelven a ser, en su descripción, la posibilidad de hacer de la
ciudad, un sitio más cordial y agradable.
Dicha descripción alude, y hay que señalarlo, a una dimensión
telúrica. La casa se erige como territorio donde el hombre es capaz de
encontrar el solaz y redescubrirse como ser humano. La casa es la tierra;
más que espacio, es origen, materia y destino; vivir en ella es ser de ella y
para ella, y en mayor profundidad ser ella.
A lo largo de la lectura de este poema, así como en otros
pertenecientes a este libro, se evidencia un dinamismo que guarda
relación con la temática del trabajo. El ir y venir del habitante de la urbe,
así como los recursos y procedimientos de los cuales se vale la poetisa
95
para dar intensidad a la obra. Así, por ejemplo, se interpreta en el verso
que encierra el poema XXXIX “Qué soledad en tanta compañía”
El referente soledad es connotativo de ese sentimiento ya familiar
para ésta mujer; sabia bien lo que la frase significaba. Desde su muy
particular referencia conocía la experiencia de estar rodeada por mucha
gente, externamente, y sentir, internamente, el abandono, la alienación, el
desarraigo, la incomprensión de todas estas personas. Sentimientos que
se pueden percibir, en cada una de sus obras, desde que comenzara en
1.941, su labor poética con el poemario Ronda.
Luz Machado, en este poemario, no sólo desarrollaba sus dotes
como poetisa sino exponía sus habilidades como socióloga. Tomando
como apoyo el concepto que, sobre sociología, manifiesta J.E.
Goldthorpe (1990), en su obra Introducción a la Sociología: “es el
análisis científico del comportamiento social humano” (p. 17). Sin
embargo, profundizando en lo que de significativo tiene la misma, para
apuntarla todo lo relativo a la poesía urbana hay que tomar en cuenta el
método que utiliza la sociología en relación con la literatura.
96
Es evidente que, para un estudio global de la sociedad humana, son
necesarios tanto el método científico, por ser la Sociología una disciplina
científica, como un sistema de aproximación semejante al de las
disciplinas humanísticas. Se observa que al estudiar aspectos de la vida
humana, como la cultura, el conflicto y el cambio, los sociólogos
examinan con el mismo tipo de temas que los estudiosos de las letras.
El sociólogo es un ser social, que actúa en relación con otros seres
sociales, incluso cuando somete a observación a estos últimos. En esta
perspectiva resulta patente el desarrollo que dio Luz Machado a su obra
La ciudad instantánea. En ella se puso de manifiesto esa mirada
inquisitiva que hacía del hombre, y de todos los elementos que
involucraban su vida citadina. En la década de los 60, era la sorpresa de
ver como se iba transformando la ciudad de Caracas; palpar la
instantaneidad del cambio social, cultural y económico que estaba
experimentando “La ciudad de los techos rojos”, como tradicionalmente
era llamada la capital de Venezuela.
Si se mira la ciudad desde una óptica social, se puede concluir que
es el más grande invento del hombre, en cuanto favorece el desarrollo
97
económico al crear economías externas, generar altos ingresos, facilitar la
movilidad social y otros. Pero en su propio proceso de crecimiento se han
generado problemas de marginalidad, segregación social, hacinamiento,
congestión, etc.; que introducen en el hábitat del hombre moderno
problemas de degradación ambiental; problemática que fue abordada por
Luz Machado en uno de los poemas de la obra en estudio.
A la montaña, el incendio y el hombre
juntos un día, le abrieron un entredos de mandarina.
Se lo cosieron con aguja estéril,
con hilo de sequía irremediable. (p. 11)
De esta manera el suelo urbano se ofrece como motivo de una
ocupación impropia y de un uso irracional en cuanto a la orientación de
su funcionamiento armónico.
Las secuelas de este mal manejo de la ciudad, se constatan con la
desaparición de grandes superficies de vegetación, rellenos de cauces y
disminución de caudales de cursos de agua, ocasionando, con el tiempo,
catástrofes naturales, que la poetisa supo muy bien desglosar en el poema
V de esta misma obra, ya analizado previamente.
98
En cuanto al crecimiento de las ciudades, la revista Maraven en un
trabajo que lleva por título La Ciudad en Venezuela (s.f.), firmado por
Marisela Salvatierra, expresa lo siguiente:
En primer lugar puede decirse que el número de habitantes de
las ciudades se ha incrementado rápidamente en detrimento
de la población rural. La población urbana del país pasó de 3
millones 900 mil habitantes a 6 millones 300 mil habitantes
en 1960… En otras palabras, Venezuela desde mediados del
siglo dejó de ser una nación rural para convertirse en un país
urbano (p. 33)
Para el año 1.960, Caracas era la única ciudad de Venezuela que
poseía un poco más de un millón de habitantes. Esto, debido a los
movimientos migratorios que se dieron a partir de 1.950 a consecuencia
del crecimiento urbano e industrial que se evidenciaba para ese momento
en la capital. El crecimiento industrial ofrece empleo y oportunidades
comerciales para la gente rural, que se veían obligados a desplazarse
hasta ésta ciudad, a causa del abandono y empobrecimiento de la tierra.
99
En cuanto al crecimiento urbano, el mismo rebasó las expectativas
habitacionales que para ese momento existían, lo que trajo como
consecuencia la construcción de edificios con el fin de dar solución a la
masiva afluencia de personas que veían la posibilidad de cambiar su
estatus socioeconómico, circunstancia que es aquí abordada:
... las construcciones no se mueven,
... a la orilla de las calles,
de las plazas,
de las avenidas
en la ciudad donde aparecen:
invitados de altísimas y
complicadas jerarquías. (p. 67)
El uso comercial del suelo presenta diferentes tipos de
establecimiento que se relacionan con los diversos niveles de ingreso de
la población. Comprenden desde el espacio ocupado por el comercio
ambulante hasta los modernos centros comerciales, financieros,
educativos, culturales, depósitos y almacenajes, con predominio de las
pequeñas casas de comercio y ponderado por la autora en el poema
XXXIX, de su obra ya mencionada.
100
Visto de esta forma, se puede seguir ahondando y examinando en
el libro La ciudad instantánea, y sería relevante el contenido social que
tiene cada uno de sus poemas; la denuncia implícita y la preocupación
que como individuo tenía esta mujer, acerca de todos esos factores que
pudiera afectar a los habitantes de la ciudad de Caracas.
El hombre, la mujer, la tierra, la casa, el río, el cielo, el ruído, las
edificaciones, etc.; son elementos recurrentes a lo largo de este poemario.
El morador y su entorno citadino son, en fin, motivos de inspiración que
determinan el desarrollo o cuerpo del mismo.
Con un discurso altamente metafórico, comparativo y aforístico,
además de las imágenes claramente manifiestas en sus poemas, Luz
Machado nos entrega una crónica de los acontecimientos
socioeconómicos que se expresaban en Caracas en los años 60. La
misma, evidencia el grado de interiorización que hacía de todo lo que
significa su entorno. Nada le era indiferente; tenía la sensibilidad de
algunos privilegiados, para captar la esencia de las cosas.
101
Con su paso lento, su mirada acuciosa, penetrante y su pensamiento
veloz, pero certero, va separando y uniendo cada detalle que la Ciudad le
va presentando; lo cual impide que la poetisa se desvincule de la mujer,
del habitante, promotor y receptor de las transformaciones que allí se
operaban.
Esta optimista mujer, si bien supo ver e interpretar a la ciudad, en
su destrucción, vicios, muerte, etc., plasmados a lo largo de este extenso
poemario; nunca dejó de lado, asimismo, la esperanza, la fe, la confianza,
representada en estos poemas por los niños, la naturaleza y el amor:
... por sobre toda esa realidad
que palpita pisada con un cochecito de niño
puesto encima de todo,
como única esperanza. (p. 41)
Así como los siguientes versos:
... de pronto en todo esto
algún parque,..., algún puente y el río,
nidos, amor, la brisa... (p. 37)
102
Es cierto que la ciudad de Caracas, antes y después de La ciudad
instantánea, ha sido motivo de estudio. Ha inspirado a muchos escritores
nacidos dentro y fuera de ella; sin embargo hay que acotar que esta obra
narra con un lenguaje prístino y vanguardista las grandes
transformaciones, que a nivel general, se daba en la capital. Es un canto
al paisaje natural que se extingue y al cultural que nace como posibilidad
de progreso para el hombre.
Sin embargo, contrario a esos cambios operados, nos queda su
cielo. Único e irrepetible. Es Caracas: la eterna. Poseedora de gran
fortaleza, la que resiste los vapores del hombre y su mano; la que se
resiste a pasar, a dejar de ser el abrigo de todo y todos los que allí
concurren. Palabras que se extenderían y nunca terminarían de explicar la
magia que ejerce sobre los que la transitan. Pero que tal vez, en
profundas cavilaciones, asome la luz, entre las rendijas de algunos versos
de otro de los poemas del libro:
... Por aquí como los vientos
pasaremos.
pasarán como los vientos
103
los que vienen.
Sucesivos los caminos no se pierden.
Son los pasos de los hombres
los que mueren.
... De regreso y despedidas
están hechos
hoy, mañana, ayer
y siempre. (p. 55).
Este hermoso poema refuerza lo dicho anteriormente, La poetisa y
la mujer se sentían pasajeras, entre otros tantos pasajeros. Sabían que la
ciudad es parcela de oportunidades, a veces de fracasos; siempre de
tránsito. De ida y vuelta, como rueda que gira, incapaz de detener el paso
de la gente. Se percibe en el la fuerza del pasado, el presente y el futuro,
de ineludibles acontecimientos. Precisamente a su paso por la ciudad de
Caracas, abordó el mundo de su cotidianidad, dándole significado a todos
aquellos elementos que a diario se mostraban ante sus ojos.
Bajo su acuciosidad todas las partes: gente, plazas, calles, ríos, y
otros; imbricadas en la ciudad, pasaron a ser extraordinarias y realzadas,
por la exquisita palabra de esta excepcional escritora.
104
Circunstancia, que nos hace evocar lo que con anterioridad
manifestara Arturo Almandoz en las obras analizadas en el primer
capítulo de esta tesis. El autor nos enfrenta con algo que es innegable: la
ciudad nos presenta múltiples facetas que llevan a los escritores a
desarrollar una literatura de ficción, en relación con ella.
A través del atisbo y la reflexión, que hizo esta mujer de la ciudad,
se tiene la posibilidad de interpretar a Caracas como un sitio real, que
sobrevive a la violencia y la ineptitud de algunos de sus habitantes. Pero
que también es capaz de generar sensibilidad y amor entre los que saben
mirar más allá de lo evidente.
CAPITULO IV
LUZ MACHADO: PRECURSORA EN EL PLANTEAMIENTO DE
LO URBANO EN LA POESÍA VENEZOLANA
“La función del poeta es la de describir
aquellas ocultas aristas donde brilla,
inalterable, la verdad.”
Yolanda Pantín.
Durante los últimos 50 años la poesía ha sido el género literario
más abordado por todos aquellos que sienten el impulso de decir algo,
con un cierto estilo artístico. No en vano se ha dicho que Venezuela es
“el país de más poetas que kilómetros cuadrados...” (Javier Lasarte,
2001).
Sin ánimos de caer en exageraciones en este punto, haciéndole el
juego al profesor y poeta Lasarte, hay que reconocer, que los bardos
106
superan en números a los novelistas y cuentistas, así como a dramaturgos
y ensayistas; en nuestro país.
No obstante esta circunstancia, es evidente la no trascendencia de
muchos de estos poetas, y aquí habría que estudiar a fondo las posibles
causas de este hecho, si ese fuera el motivo o nuez de este capítulo. Mas,
no siéndolo, y sí el de ahondar en la influencia que tuvo Luz Machado en
los poetas que la sucedieron; trataremos de acercarnos a las fuentes que
hicieron de la obra de esta mujer, un paradigma para muchos, y en
consecuencia que la misma llegara a ser precursora dentro del panorama
de la poesía venezolana.
En la creación poética de Luz Machado convergen un sinnúmero
de destellos estilísticos y estéticos que caracterizan a los grandes poetas:
la sencillez del tema transformado alquimísticamente en la palabra:
elegancia verbal, juego de imágenes engarzadas con originales metáforas.
Pero, sobre todo, por esa mirada que hacía de las cosas del mundo y de
los hombres, la cual devenía en versos que hablaban de la cotidianidad,
del diario vivir; que años más tarde se le reconocería como poesía de lo
urbano o poesía urbana.
107
Indagando en la poesía urbana, se encuentran algunos elementos
que caracterizan este movimiento: la poesía a partir de realidades
concretas y el poeta como testigo alerta de su tiempo y en la calle. Una
poesía que se comunica con el lector con un lenguaje directo, que
interpreta la realidad urbana, ruptura con el esencialismo practicado en la
poesía de anteriores décadas; la cotidianidad como símbolo poético.
En 1.981 la Revista Zona Franca, publicó el manifiesto del grupo
Tráfico, que hace alusión a algunos de los elementos ya mencionados “...
Salimos también del esencialismo y, ... nos reconocemos en la historia”.
Con anterioridad al manifiesto, Yolanda Pantín (1.980) publicó en
hojas de Calicanto Nº 10 un ensayo titulado La poesía en Casa, donde
entre otras afirmaciones, decía“... una poesía que asumiera nuestra
característica de ser físico y alienado, inmerso en una ciudad (...)
monstruosa o amable pero real”. (p. 50)
Asimismo, Javier Lasarte (s/f) en su trabajo Trayecto de la Poesía
Venezolana de los Ochenta: de la Noche a la Calle y Vuelta a la
Noche; publicado años más tarde, definiría la propuesta de los jóvenes
108
poetas de los ochenta como: “... La voluntad de vincular de alguna
manera el trabajo poético con la vida del país y con un lector potencial
más amplio que el usual”. (p.3)
Evidenciados los elementos de la poesía urbana, cabe considerar,
entonces, que luz Machado, sin proponérselo, ya había recorrido este tipo
de discurso en muchos de sus poemarios. En efecto, en una primera
instancia se debe especificar cuáles eran los leiv motiv que
fundamentaban su obra, que no eran otras que el hombre, la mujer, un
río, un árbol, una plaza, los pájaros, una ventana, zapatos, sartenes; como
se ven elementos muy concretos, tangibles, tomados de su entorno y
cotidianidad.
En el primer texto de Machado, Ronda (1.941), ya se hacen
presente estos motivos:
Mujer
estás meciendo sueños al borde de tu vanidad.
Estás entre dos abismos que no miras
Porque eres incapaz de reprimir el vértigo
mirándote,
así,
109
... pienso en un árbol de canela florido,
en la mazorca apretada de granos... (p. 13)
En su Soneto Frívolo, del libro Sonetos nobles y sentimentales
(1.956), con un tono intimista, también hace un despliegue de algunos
elementos inequívocamente urbanos:
Vengo de la pulsera y la sombrilla,
del encaje y su íntima escultura,
con un trébol de aroma y de aventura
bajo el tacón de cada zapatilla (P.13)
Años más tarde, en el de temática más urbana, de todos sus
poemarios, La ciudad instantánea, se convierte en catalizadora verbal
de estos componentes:
Se soltaron las jaurías del metal,
las hechuras del hombre;
las máquinas.
En la Ciudad aturden por las calles
y adentro de las casas.
Todas a su servicio.
son la repetición pretenciosa
110
de lo que hizo Dios,
Movimiento y sonido repetido
en bestia, en flor, en metales
del dominio del hombre,
cuyo castigo ha sido
no dominar los ruidos engendrados (p.75).
Por otra parte, hay que destacar la visión o punto de vista desde el
cual eran analizados estos elementos: de forma directa, taxativamente
humana y ejecutada por la misma poetisa. Al hacer un ejercicio mental,
se puede imaginar a Luz Machado paseando por la capital venezolana,
mientras lo observaba todo, con ojo crítico o mirando desde la ventana, el
paisaje que se ofrecía a su vista; como testigo cuidadoso e involucrado,
con los acontecimientos que se desarrollaban en la ciudad:
La ciudad enreda hilos de gritos,
cose con agujas de velocidad,
ampara volúmenes enloquecedores.
Provoca a los pacíficos,
crea ritmos de prisa y nada,
de ahora o nunca,
de esto por esto (p. 36)
111
Pero jamás olvida la nocturnidad de su cielo, que a sus ojos se
presenta transfigurado en majestuosas imágenes fáunicas en clara
relación con la temática del bestiario:
El mejor zoo de la ciudad
lo tiene este cielo
grandes osos polares inmóviles,
garzas detenidas en jagüey azul
de los estratos,
colas de pavos reales
abanicando el furor crepuscular,
saurios que devoran las primeras estrellas
en el estuario donde desemboca... (p.27)
La profundización del aspecto visual, en relación con las realidades
concretas del entorno de la autora, como elemento, también se
desencadena en el aspecto familiar, cuando en un acto de amor maternal
resulta capaz de soterrar su naturaleza de mujer. Así lo se observa en
“Diálogo con el Hijo al Regreso” del poemario Vaso de resplandor
(1.946)
Aquí estoy. No llores más.
112
no vuelvo a querer nada, nada.
Nada más que lo que quieres tú.
Yo te haré un cuento hermoso.
Aquí tienes otro cordero preso
y este nuevo paisaje de escombros en tus manos.
Los dos son tristes. Pero, no importa.
Juega con ellos, hijo. (p. 19)
La recurrencia de los elementos citadinos, se constatan a lo largo
de la obra poética de Luz Machado. Aún cuando su verbo, con el correr
de los años, deviene en un discurso más extenso, la ciudad siempre
tendrá un momento, para ser abordada por la poetisa. En Canto al
Orinoco (1953) se puede confirmar la veracidad de lo antes dicho, en
varios de sus poemas:
Después, en la ciudad febril y áspera
la paz era la misma sentada a la mesa,
sumisa a las campanas llamadoras del sueño,
entre la lluvia abriendo su puerto de balandras,
bajo el sol en la noche
y esos mediodías desolados y acres
Inmersa en una ola de aluminio y de zinc. (p. 27)
113
Me acerco a ti, vengo a la ciudad atormentada,
llena de ruido y voces,
donde los caminos tienen nombre
y toda flor ya ha olvidado su origen (p. 50)
... ciudad mía
y de piedra.
Yo nací en ella. El sol cayó ese día
entre las sombras, preso
con sus raudas doncellas amarillas... (p. 18)
Es clara la referencia que hace a la ciudad que la vio nacer; por el
cariño, la compenetración y el conocimiento que por ella siente y tiene
Machado; manifestados en los poemas antes citados. El mismo que se
puede inferir en la obra poética de Rafael Arráiz Lucca.
Este autor en sus dos primeros libros: Balizaje (1.983) y Terrenos
(1.985) se encuentra con todos aquellos elementos habituales, propios de
su infancia y adolescencia, tales como : la familia, la casa, la ciudad. Esta
última, vista desde la panorámica de su hogar. La síntesis de este
argumento la hace Edgardo Mondolfi, en el prólogo de la Antología
Poética (1.999) de Arráiz Lucca: “... la casa no representa, en la poesía
114
de Arráiz Lucca, el centro para el regodeo mullido del alma, sino al
vehículo para dialogar con los objetos cotidianos... O en último caso, el
lugar desde donde la infancia de Arráiz Lucca se asoma a conquistar la
calle”. (p. IX).
El homenaje que hace Luz Machado, a la ciudad de Caracas, con el
libro La ciudad instantánea, es el compromiso, que años después,
asume Arráiz Lucca con esta capital. Siendo integrante del grupo
Guaire, profundiza su poesía en los rudimentos citadinos, propiciada esta
profundización, por la influencia que dicha poetisa, había tenido en los
“Guaireños”, y que el propio Arráiz, en El Nacional, del viernes 20 de
agosto de 1.999; así lo confirma:
Leímos su obra con la única disposición con que puede leerse, con ánimos de comprender: amorosamente, afectivamente. Luz nos enseñó a respirar la flor del poema en los recodos más íntimos, y en las gavetas mas domésticas...sus versos fueron hallando el eco de las mejores canciones a medida que la cadencia musical de sus palabras caía sobre nosotros, como la bendición de unas aguas bautismales. (p. 1)
De allí pues, se puede colegir, el marcado ascendiente, que tuvo
Luz Machado, en los inicios poéticos de Arráiz Lucca. Interiorizar en la
115
poesía de esta mujer, significó el estallido luminoso, que despertó las
simientes enraizadas en la memoria y el alma del poeta. En su obra, ya
mencionada, Balizaje, deja aflorar sus más bellos y guardados
sentimientos hacia el hogar natal, especialmente en el poema “Mi Casa”:
En ella era posible
el Quijote / recitado como un cuento
... Bolívar y su gente
se me hacían familiares...
En sus paredes hablaba una historia
que yo reconocía con paciencia...
había libros para hacer mundos
de noche (p. 1 - 2).
Con precisión y armonía, Arráiz va hilando amorosamente su
historia, de la misma forma peculiar con la que Luz contaba la suya
amparada en los enseres del hogar. En La Casa por Dentro, en uno de
sus poemas mas domésticos, “A la poesía”, así lo expresa:
La casa necesita mis dos manos...
Deben dolerme las cortinas y sus gaviotas...
Conmoverme el jardín y...
el ladrillo... acusado
116
de no haber alcanzado los espejos...
Debo quererla entera, salida de mis manos...
(p. 111)
Más tarde, ya saldada la deuda con sus raigambres, perfila su
poesía hacia los grandes exteriores. La ciudad, para Arráiz Lucca, es su
sitio, el lugar al que debe dedicar muchas miradas. Pero también, el punto
de partida para conocer otras, en el justo reconocimiento que hace de sus
sentimientos con respecto a Caracas, nos revela con el poema Casa de
Ciudad, lo siguiente:
Al fin termino por entender
que yo amo esta ciudad hasta la rabia:
es tierra y abono para la nostalgia. (p. 20).
El pilar, que significó Luz Machado para la labor poética de Arráiz
Lucca, también fue el mismo del cual se aferraron muchos poetas de su
época. Como sería el caso de Yolanda Pantín, Leonardo Padrón,
Armando Rojas Guardia. Pantín en un ensayo titulado “Una lectura de la
casa por dentro” efectúa un análisis formal de esta obra destacada de Luz
Machado, donde se deja seducir por la palabra de la autora, que resume
117
en una frase: “si en algo se caracteriza este libro... es por su vinculación
con la retórica trascendentalista”. (p.10).
En cuanto a Leonardo Padrón, poeta, ensayista y guionista, posee
una extensa obra que habla por si sola. Desde sus inicios y hasta la
actualidad, ha dedicado sus escritos, por completo, a la ciudad de
Caracas, abordando siempre los mismos elementos urbanos, que antes
había tomado para su obra la poetisa en estudio.
Incluso, en los años noventa, escritores como Teresa Coraspe,
confiesa sentirse influenciada por la poesía de Luz Machado:”¿ Cómo no
escribir lo que ella me transmitió?” (Revista “Actual;” 1997, P.1); por lo
que consideró que su obra no ha perdido vigencia.
Aún se puede descubrir en ella, la vocación y la fidelidad, el
respeto y la libertad con la que escribía; logrando captar y mantener el
interés de quienes se asoman a su espacio verbal.
Atendiendo el análisis precedente, y, adecuándonos a la poesía
contemporánea venezolana, cabe preguntarse: ¿Es Luz Machado la mejor
representante de éste género literario? Conociendo la carencia de
118
escalafones dentro de la poesía, es irrelevante decirlo. Mas, si habiendo
una jerarquía, debemos adelantarnos, una vez más, a exaltar su
importancia.
La obra poética de esta autora ha sido y es importante para las
generaciones que surgieron, en el ámbito literario de estos últimos treinta
años. Mujer sencilla venida de lugar y origen similar, supo a través de su
verbo, darnos una nueva manera de mirar la realidad, que enriqueció y
aumentó para nosotros el mundo. Logró con esto otorgar significado a las
cosas, lugares y personas que acudían a su universo poético. Es lo más a
que puede aspirar un creador, un escritor, si lo es verdaderamente y desde
su raíz.
CONCLUSIONES
Los grupos Tráfico y Guaire, surgen a principios de los años 80,
con un discurso que marcaba un nuevo estilo, o bien, una manera
diferente de decir las cosas.
Estas agrupaciones desarrollaron sus poesías a partir de la
cotidianidad citadina. La esencia de sus versos quedó resuelta en una
frase que marcaba el inicio del manifiesto de Tráfico: “venimos de la
noche y hacia la calle vamos”.
A partir de ese momento, los elementos que van a sustentar su
disertación poética son: la ciudad con todas sus realidades; y el hombre
dentro de la misma, como protagonista - transformador de su entorno.
Esta peculiaridad discursiva fue llamada poesía urbana, y por ende, sus
representantes, fueron catalogados como poetas urbanos.
Luz Machado, años antes, había construido su obra bajo los
fundamentos de la poesía urbana. Sin proponérselo, tal vez, verbalizó la
naturaleza de los individuos y los objetos que la rodeaban. La ciudad de
120
Caracas, no escapó a la acuciosidad de su mirada y así llega a dedicarle
por completo el poemario La ciudad instantánea, narrando los
acontecimientos que se desarrollaban en los años 60 en la capital
venezolana; por lo que se puede afirmar que la poetisa, fue precursora de
la poesía impulsada por los grupos ya mencionados.
En La ciudad instantánea es reiterativo el uso de los elementos
urbanos: árboles, plazas, calles, valles, ríos y otros. El hombre viene a
ser, dentro del poemario, el eje transformador de estos componentes
capitalinos; lo cual convierte a la poetisa en una enérgica defensora de la
naturaleza, a la vez que se manifiesta su espíritu sociologizante.
Apoyada en algunos recursos expresivos, como la metáfora y el
símil, así como términos aforísticos y paradójicos, Luz nos va
introduciendo, sensibilizándonos, en el mercado del ambiente capitalino;
dejando traslucir, en muchas ocasiones, su visión más íntima de lo que
allí acontecía, lo cual se evidencia en casi todos los poemas de esta obra.
La ciudad instantánea, al igual que otros poemarios de Luz
Machado, marcó un hito en lo que a poesía urbana se refiere, pues nadie,
121
hasta este momento, había dedicado de manera tan sentida y por
completo, un poemario a la capital venezolana, circunstancia que
supieron aprovechar muy bien, años más tarde los integrantes de Tráfico
y Guaire.
La autora empezó desde muy joven su labor poética, y aunque la
autenticidad de su estilo nos impide enmarcarla dentro de algún
movimiento literario, es preciso reconocer algún acercamiento, en cuanto
al discurso, con poetas de la talla de Neruda y Gabriela Mistral, por los
que Machado sentía una especial admiración.
Tráfico y Guaire sustentan su poesía en la cotidianidad, hallada
dentro de los muros de la ciudad de Caracas. Ambos grupos, como ya se
dijo, comenzaron su labor poética bajo la influencia de la obra de Luz
Machado, la cual ha sido reconocida reiteradamente, por varios de sus
integrantes.
La poesía, a partir de realidades concretas, un lenguaje directo para
comunicarse con el lector, interpretación de la realidad urbana, ruptura
con el esencialismo practicado anteriormente, son algunos de los
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elementos característicos de la poesía urbana; en especial La ciudad
instantánea.
En esta obra, la poetisa se convierte en catalizadora de las
circunstancias que rodean a la ciudad de Caracas para ese momento, al
igual que lo hicieron, años más tarde, los muchachos de Tráfico y
Guaire.
La manera tan peculiar, que es abordada y verbalizada la ciudad, y
los eventos que allí se manifiestan, permite pensar, que más que un
poemario, La ciudad instantánea es una crónica que cuenta las
transformaciones generales, que experimentó la capital durante los años
60.
Contrariamente, eran otros los pormenores que se suscitaban en
Caracas, hacia la década de los años 80. Por esto que la propuesta de los
poetas urbanos, aparte de criticar el olvido de la cotidianidad, el
encerramiento, el esencialismo y la poca incidencia social de la poesía de
los años anteriores. También persigue materializar la denuncia, los
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aconteceres políticos y socioeconómicos vigentes para el momento de su
irrupción.
En la perspectiva aquí adoptada y resaltando la influencia que tuvo
Luz Machado sobre los poetas de los años 80, resulta pertinente también
destacar los aportes que hizo a la poesía venezolana. La calidad artística
de esta mujer descolló desde un primer momento, debido a sus
extraordinarias creaciones poéticas, a la manera en que percibía los
objetos que la rodeaban, para, luego, iluminarlos con el brillo de su
verbo.
Gracias a la vocación y fidelidad que tenía por su labor literaria, se
puede aún disfrutar de la misma. Este trabajo se encuentra concentrado
en el legado de sus más de veinte poemarios, escritos uno tras otro, y en
sus más atinados, controvertidos, a veces, ensayos publicados a lo largo
de su vida.
Asimismo se debe exaltar la contribución que hace, al redactar el
manifiesto pro-defensa de la mujer por su derecho al voto, junto con otras
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ciudadanas venezolanas, que destacaban para ese momento en el
acontecer nacional.
Aunque han pasado más de cuarenta años desde que Luz Machado
nos regalara, por primera vez, el don de su poesía, es innegable la
vigencia de la misma, especialmente entre las poetisas de los 90. Para
estas mujeres, la obra poética de esta escritora representa una referencia
para la construcción de sus textos poéticos.
Los temas trabajados por Luz, y la forma como eran enfocados por
ella en su poesía, al leerlos nos confronta con una realidad, que no
termina de diluirse en el tiempo. Es un vaivén que se manifiesta
eventualmente, y que nos hace detenernos para reflexionar y
preguntarnos, en qué especie de estado de gracia, se hallaba la poetisa
para interconectarse con los hechos, los objetos, la gente; y hacer que
brotara la esencia de los mismos. Al leerlos, se siente que se trata de
nosotros, tal vez, porque al escribirlo se trató de ella hasta lo más
profundo.
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En la literatura venezolana, su labor poética, que fue premiada con
los máximos galardones otorgados en nuestro país en estas artes: Premio
Municipal de Poesía (1946) y el Premio Nacional de Literatura (1987), se
ha destacado porque siempre se encuentra ese estremecimiento
conservado en sus versos y la autenticidad que solo poseen los que han
nacido para ser poetas.
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