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Poema IX, Libro del Amor. Autor: Glauce Baldovin El amor supo cuánto debió esperar Cuando desaparecer. Sabe ahora nosotros también sabemos Cuál fue su equivocación: Nunca debió dejarnos Nunca debió pensar que alejarse era salvarnos. Jamás pedimos nuestra salvación sólo vivir y morir en el incendio. La casada Infiel Autor: Federico García Lorca Y que yo me la llevé al río creyendo que era mozuela, pero tenía marido. Fue la noche de Santiago y casi por compromiso. Se apagaron los faroles y se encendieron los grillos. En las últimas esquinas toqué sus pechos dormidos, y se me abrieron de pronto como ramos de jacintos. El almidón de su enagua me sonaba en el oído, como una pieza de seda rasgada por diez cuchillos. Sin luz de plata en sus copas los árboles han crecido y un horizonte de perros ladra muy lejos del río. * Pasadas las zarzamoras, los juncos y los espinos, bajo su mata de pelo hice un hoyo sobre el limo. Yo me quité la corbata. Ella se quitó el vestido. Yo el cinturón con revólver. Ella sus cuatro corpiños. Ni nardos ni caracolas tienen el cutis tan fino,

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Poema IX, Libro del Amor. Autor: Glauce Baldovin

El amor supo cuánto debió esperar

Cuando desaparecer.

Sabe ahora

nosotros también sabemos

Cuál fue su equivocación:

Nunca debió dejarnos

Nunca debió pensar que alejarse era salvarnos.

Jamás pedimos nuestra salvación

sólo vivir y morir en el incendio.

La casada Infiel Autor: Federico García Lorca

Y que yo me la llevé al ríocreyendo que era mozuela,pero tenía marido.Fue la noche de Santiagoy casi por compromiso.Se apagaron los farolesy se encendieron los grillos.En las últimas esquinastoqué sus pechos dormidos,y se me abrieron de prontocomo ramos de jacintos.El almidón de su enaguame sonaba en el oído,como una pieza de sedarasgada por diez cuchillos.Sin luz de plata en sus copaslos árboles han crecidoy un horizonte de perrosladra muy lejos del río.

*

Pasadas las zarzamoras,los juncos y los espinos,bajo su mata de pelohice un hoyo sobre el limo.Yo me quité la corbata.Ella se quitó el vestido.Yo el cinturón con revólver.Ella sus cuatro corpiños.Ni nardos ni caracolastienen el cutis tan fino,ni los cristales con lunarelumbran con ese brillo.Sus muslos se me escapabancomo peces sorprendidos,la mitad llenos de lumbre,la mitad llenos de frío.Aquella noche corríel mejor de los caminos,

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montado en potra de nácarsin bridas y sin estribos.No quiero decir, por hombre,las cosas que ella me dijo.La luz del entendimientome hace ser muy comedido.Sucia de besos y arenayo me la llevé del río.Con el aire se batíanlas espadas de los lirios.

Me porté como quién soy.Como un gitano legítimo.La regalé un costurerogrande, de raso pajizo,y no quise enamorarmeporque teniendo maridome dijo que era mozuelacuando la llevaba al río.

Soneto Autor: Williams Shakespeare

No admito que se pueda destruir

La unión fiel de dos almas,

No es amor el amor que no logra subsistir

O se amengua, al herirle el desamor.

El amor verdadero es tan constante

Que no hay nada que pueda reducirlo.

Es la estrella de toda barca errante

Cuya altura se mide, no su brillo.

No es juguete del tiempo

Aunque los labios y mejillas dobléguense a su suerte,

No alteran del tiempo los agravios

Pues su reino no acaba con la muerte

Y si eso es falso, y fuera en mí probado

Ni yo he amado jamás, ni nadie ha amado.

Soneto V Autor: Garcilaso de la Vega

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Escrito está en mi alma vuestro gesto,y cuanto yo escribir de vos deseo;vos sola lo escribisteis, yo lo leotan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto;que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,de tanto bien lo que no entiendo creo,tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;mi alma os ha cortado a su medida;por hábito del alma mismo os quiero.

Cuanto tengo confieso yo deberos;por vos nací, por vos tengo la vida,por vos he de morir, y por vos muero.

Hagamos un trato Autor: Mario Benedetti

Compañera usted sabe puede contar conmigo no hasta dos o hasta diez sino contar conmigo

si alguna vez advierte que la miro a los ojos y una veta de amor reconoce en los míos no alerte sus fusiles ni piense qué delirio a pesar de la veta o tal vez porque existe usted puede contar conmigo

si otras veces me encuentra huraño sin motivo no piense qué flojera igual puede contar conmigo

pero hagamos un trato yo quisiera contar con usted

es tan lindo saber que usted existe

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uno se siente vivo y cuando digo esto quiero decir contar aunque sea hasta dos aunque sea hasta cinco no ya para que acuda presurosa en mi auxilio sino para saber a ciencia cierta que usted sabe que puede contar conmigo.

Manantial Autor: Octavio Paz

Un día se pierdeEn el cielo hecho de prisaLa luz no deja huellas en la nieveUn día se pierdeAbrir y cerrar de puertasLa semilla del sol se abre sin ruidoUn día comienzaLa niebla asciende la colinaUn hombre baja por el ríoLos dos se encuentran en tus ojosY tú te pierdes en el díaCantando en el follaje de la luzTañen campanas allá lejosCada llamada es una olaCada ola sepulta para siempreUn gesto una palabra la luz contra la nubeTú ríes y te peinas distraídaUn día comienza a tus piesPelo mano blancura no son nombresPara este pelo esta mano esta blancuraLo visible y palpable que está afueraLo que está adentro y sin nombreA tientas se buscan en nosotrosSiguen la marcha del lenguajeCruzan el puente que les tiende esta imagenComo la luz entre los dedos se deslizanComo tú misma entre mis manosComo tu mano entre mis manos se entrelazanun día comienza en mis palabrasLuz que madura hasta ser cuerpoHasta ser sombra de tu cuerpo luz de tu sombraMalla de calor piel de tu luzUn día comienza en tu bocaEl día que se pierde en nuestros ojosEl día que se abre en nuestra noche

No hay Puertas - Autor: Olga Orozco

Con arenas ardientes que labran una cifra de fuego sobre el tiempo,        con una ley salvaje de animales que acechan el peligro desde su madriguera,       con el vértigo de mirar hacia arriba, con tu amor que se enciende de pronto como una lámpara en medio de la noche,       

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con pequeños fragmentos de un mundo consagrado para la idolatría, con la dulzura de dormir con toda tu piel cubriéndome el costado del miedo,        a la sombra del ocio que abría tiernamente un abanico de praderas celestes,        hiciste día a día la soledad que tengo. Mi soledad está hecha de ti.        Lleva tu nombre en su versión de piedra, en un silencio tenso donde pueden sonar todas las melodías del infierno;        camina junto a mí con tu paso vacío, y tiene, como tú, esa mirada de mirar que me voy más lejos cada vez,        hasta un fulgor de ayer que se disuelve en lágrimas, en nunca. La dejaste a mis puertas como quien abandona la heredera        de un reino del que nadie sale y al que jamás se vuelve. Y creció por sí sola,        alimentándose con esas hierbas que crecen en los bordes del recuerdo y que en las noches de tormenta producen espejismos misteriosos,        escenas con que las fiebres alimentan sus mejores hogueras. La he visto así poblar las alamedas con los enmascarados que inmolan al amor       -personajes de un mármol invencible, ciego y absorto como la distancia-,        o desplegar en medio de una sala esa lluvia que cae junto al mar, lejos, en otra parte,        donde estarás llenando el cuenco de unos años con un agua de olvido. Algunas veces sopla sobre mí con el viento del sur        un canto huracanado que se quiebra de pronto en un gemido en la garganta rota de la dicha,        o trata de borrar con un trozo de esperanza raída ese adiós que escribiste con sangre de mis sueños en todos los cristales        para que hiera todo cuanto miro. Mi soledad es todo cuanto tengo de ti.        Aúlla con tu voz en todos los rincones. Cuando la nombro con tu nombrecrece como una llaga en las tinieblas.        Y un atardecer levantó frente a mí esa copa del cielo que tenía un color de álamos mojados        y en la que hemos bebido el vino de la eternidad de cada día, y la rompió sin saber, para abrirse las venas,        para que tú nacieras como un dios de su espléndido duelo. Y no pudo morir        y su mirada era la de una loca. Entonces se abrió un muro y entraste en este cuarto con una habitación que no tiene salidas        y en la que estás sentado, contemplándome, en otra soledad semejante a mi vida.

No es que muera de amor - Autor: Jaime Sabines

No es que muera de amor, muero de ti. Muero de ti, amor, de amor de ti, de urgencia mía de mi piel de ti, de mi alma, de ti y de mi boca y del insoportable que yo soy sin ti.

Muero de ti y de mi, muero de ambos, de nosotros, de ese, desgarrado, partido, me muero, te muero, lo morimos.

Morimos en mi cuarto en que estoy solo, en mi cama en que faltas, en la calle donde mi brazo va vacío, en el cine y los parques, los tranvías, los lugares donde mi hombro

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acostumbra tu cabeza y mi mano tu mano y todo yo te sé como yo mismo.

Morimos en el sitio que le he prestado al aire para que estés fuera de mí, y en el lugar en que el aire se acaba cuando te echo mi piel encima y nos conocemos en nosotros, separados del mundo, dichosa, penetrada, y cierto , interminable.

Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos entre los dos, ahora, separados, del uno al otro, diariamente, cayéndonos en múltiples estatuas, en gestos que no vemos, en nuestras manos que nos necesitan.

Nos morimos, amor, muero en tu vientre que no muerdo ni beso, en tus muslos dulcísimos y vivos, en tu carne sin fin, muero de máscaras, de triángulos oscuros e incesantes. Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo, de nuestra muerte ,amor, muero, morimos. En el pozo de amor a todas horas, inconsolable, a gritos, dentro de mi, quiero decir, te llamo, te llaman los que nacen, los que vienen de atrás, de ti, los que a ti llegan. Nos morimos, amor, y nada hacemos sino morirnos más, hora tras hora, y escribirnos y hablarnos y morirnos.

Ansioso Todavía - Autor. Carlos Pellicer

Sí, pero no, porque entonces seríaagregarle al otoño una vidriera.Una intemperie más, la primavera,con el rocío de la algarabía.

Si hay en tus piernas la alegría entera,

si eres horizonte de alegría

que en tu mirada enorme se confía

y hace de la montaña una pradera;

caminar con el canto entre las manos,

soltándolo en palabras como granos

que al brotar dieran voces nunca oídas

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y descubrieran silvestre riqueza

para olvidar las costosas heridas

encendiendo un diamante en mi cabeza.

Lomas de Chapultepec, 29 de junio de 1975

Amor constante más allá de la muerte Autor: Francisco de Quevedo (1580-1645)

Cerrar podrá mis ojos la postrerasombra que me llevare el blanco día,y podrá desatar esta alma míahora a su afán ansioso lisonjera;

mas no, desotra parte, en la ribera, dejará la memoria, en donde ardía:nadar sabe mi llama la agua fría,y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,venas que humor a tanto fuego han dado, médulas que han gloriosamente ardido:

su cuerpo dejará no su cuidado;serán ceniza, mas tendrá sentido;polvo serán, mas polvo enamorado.

La Isla - Autor: Jorge Sanchez Aguilar

Aquí estamos en la isla donde abrimos nuestras manos y las dejamos vacíassin otra posesión que la palabra juntasol al mediodía en las orillas de los sueñosen la isla desplegaremos vientos que vigilen el crecimiento de la sed brotada en los desamparos de la madrugadaen la isla apostaremos los palmares amparo del puro asombro del agua contra la noche duraen la isla pondremos en libertad los pájaros incubados

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en la otra región del agua donde nacen los pies desnudos¡nuestra única obsesión: las hermosas palabras primeras fundamento del lenguaje para desnacer y nacer de nuevo!y no tenemos más soñamos con las nubes puras del soñar gritamos por causa de la isla¿cuándo crecerá verde el alba lúcida?

Y el amor nos consume "en el seno de las aguas misteriosas”

SONETO CXVI~ Por William Shakespeare ~

Déjame que en el enlace de dos almas fielesNo admita impedimentos; no es amor el amorQue cambia cuando una alteración encuentra,

O que se adapta con el distanciamiento a distanciarse.¡Oh, no!, es un faro imperturbable

que contempla las tempestades y no se estremece;es la estrella para los barcos sin rumbo,

cuya valía se desconoce, aun tomando su altura.No es amor bufón del Tiempo, aunque los rosados labios

Y mejillas corva guadaña siguen;El amor no se altera con sus breves horas y semanas,Sino que firme perdura hasta en el borde del abismo.

Si esto es erróneo y se me puede probar,Yo nunca nada escribí, ni nadie nunca amó.

Canto en el sur Autor. Elvio Romero. “Resoles áridos” (1948-1949)

Esta noche, en el sur me he mirado en tus ojos.  Soy como tú, de piel morena, oscura, oscura, con estrellas metidas por dentro y por fuera sudor, cáscara ruda.  Tengo la sangre hirviendo como un sinuoso trueno derramado,

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tengo las manos ásperas como herramientas duras y soleadas; tengo los ojos lúbricos como lúbricas raíces.  Esta noche, en el Sur, me he mirado en tus ojos.  Te vi ayer en el Norte; vi en el Norte lo mismo, el mismo y primario dolor sobre los cuerpos, el aguardiente galopando a sorbos y lo demás lo mismo: el mismo brazo sudando a contraluz sangrienta, el mayoral que brama entre los árboles, los mismos ojos sin calor, la misma temblorosa epilepsia del sudor, los mismos exprimidos, ¡los mismos coronados!  Esta noche, en el Sur, me he mirado en tus ojos.  Soy como tú, la misma turbulencia contra el mismo espejismo, idéntico remando bajo la misma noche.  Conservo el sortilegio de estas zonas arbóreas que me cercan; tengo la risa ronca y estas anchas tristezas.  De piel morena, oscura, pisando en el calor exasperado.

El fantasma - Autor Billy Collins

Soy el perro que sacrificaste,como a ti te gusta llamar a la aguja del olvido,regreso para decirte esto tan sencillo:nunca me gustaste -ni un ápice.

Cuando lamía tu cara,pensé en arrancarte la nariz de un mordisco.Cuando observaba cómo te secabas con la toallaquería saltar y amedrentarte a dentelladas.

Me ofendía la forma tuya de moverte,tu falta de elegancia animal,la manera en la que te sentabas a comer,la servilleta en tu pierna, el cuchillo en la mano.

Me habría escapado,pero estaba demasiado débil, un truco que me enseñastecuando estaba aprendiendo a sentarme y caminar pegado a tíy -el mayor de los insultos- estrechar manos sin mano.

Admito que la visión de la correa

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me ilusionarapero sólo porque estaba a puntode olisquear cosas que tú nunca habías tocado.

No quieres creerlopero no tengo motivos para mentir.Odiaba el coche, los juguetes de gomano me gustaban tus amigos y, menos aún, tus parientes.

El tintineo de mis chapas me sacaba de quicio.Siempre me rascabas en el sitio equivocado.Lo único que quería de tiera comida y agua fresca en mis cacharros de metal.

Mientras dormías, observaba tu respiracióna la vez que la luna se elevaba en el cielo.Necesite de toda mi fuerzapara no alzar la cabeza y aullar.

Ahora me he liberado del collar,la gabardina amarilla, el jersey con el nombre grabado,la estupidez de tu césped perfecto,y eso es todo lo que necesitas saber sobre este lugar

excepto lo que ya suponíasy estás satisfecho de que no ocurriera antes-que aquí todo el mundo sabe leer y escribir,los perros poesía, los gatos y el resto en prosa.

ANCLAO EN PARÍS Autor: Juan Gellman (“Gotan”,1962)

Al que extraño es al viejo león del zoo, siempre tomábamos café en el Bois de Boulogne, me contaba sus aventuras en Rhodesia del Sur pero mentía, era evidente que nunca se había movidodel Sahara.

De todos modos me encantaba su elegancia, su manera de encogerse de hombros ante las pequeñeces de la vida,miraba a los franceses por la ventana del café y decía "los idiotas hacen hijos".

Los dos o tres cazadores ingleses que se habíacomidole provocaban malos recuerdos y aun melancolía, "las cosas que uno hace para vivir" reflexionaba mirándose la melena en el espejo del café.

Sí, lo extraño mucho,nunca pagaba la consumición,pero indicaba la propina a dejary los mozos lo saludaban con especial deferencia.

Nos despedíamos a la orilla del crepúsculo, él regresaba a son bureau, como decía, no sin antes advertirme con una pata en mi

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hombro "ten cuidado, hijo mío, con el París nocturno".

Lo extraño mucho verdaderamente, sus ojos se llenaban a veces de desierto pero sabía callar como un hermano cuando emocionado, emocionado, yo le hablaba de Garlitos Gardel.

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