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Nación, Estado, Ciudadanos y Fuerzas Armadas Instituciones políticas en la ecuación del Poder en la estructura de Defensa de la Nación. ImpactoCNA.- Por El Vicealmirante Mario Iván Carratú Molina.- 22 mayo 2011.- http://impactocna.com/2011/05/22/vicealmirante-carratu-nacion-estado- ciudadanos-y-fuerzas-armadas/

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Nación, Estado, Ciudadanos y Fuerzas Armadas

Instituciones políticas en la ecuación del Poder en la estructura de Defensa de la

Nación.ImpactoCNA.-

Por El Vicealmirante Mario Iván Carratú Molina.-

22 mayo 2011.-

http://impactocna.com/2011/05/22/vicealmirante-carratu-nacion-estado-ciudadanos-y-fuerzas-armadas/

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La situación política que actualmente sobrelleva Venezuela ha puesto en evidencia, entre otras insuficiencias, la existencia de una “crisis institucional” que podría calificarse como recesiva en el sistema político nacional (lo político como estructura, proceso y resultado) desde comienzos del siglo XX. Situación esta que muestra la debilidad y fragilidad que existe en la estructura institucional del Estado, específicamente en lo que respecta a la seguridad de los ciudadanos.

El ciudadano, pieza clave y fundamental para conformar una Nación, constituir un Estado y darse una forma de gobierno para su bienestar común, demanda a sus funcionarios instituidos, como mínimo, cuatro grupos de instituciones políticas: a) Instituciones que articulen las decisiones políticas vinculando los intereses comunes con el bien colectivo, b) Instituciones que apliquen las decisiones políticas, c) Instituciones que regulen y normen la aplicación de las decisiones políticas, y d) Instituciones para refuerzo y cumplimiento de las decisiones políticas.

El interés colectivo no es otro que el de disponer de un entramado institucional compuesto e integrado por funcionarios (jueces, operadores de servicios públicos, funcionarios civiles, cuerpos armados militares y, de seguridad) que sean elegidos o seleccionados tomando primariamente sus valores éticos, morales, poseedores de reconocida capacidad profesional para ejercer la función pública del Estado a todos los niveles, que a su vez, conciban y ejecuten funciones de gobierno con virtud ciudadana.

Las instituciones, desde la perspectiva del poder político y del gobierno que lo ejerce constitucionalmente, se constituyen en la esfera pública desde el cual los ciudadanos, organizados como nación libre, canalizan, regulan y orientan su actividad política para satisfacer sus intereses comunes y colectivos. Uno de ellos, sin parangón, lo constituye la necesidad de sentirse y estar seguros. Tarea esta que corresponde a quien gobierna en su nombre y bajo juramento constitucional, al mismo tiempo como, Presidente de la Republica, Jefe del Poder Ejecutivo, y por si fuera poca cosa, Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas

Son, también las instituciones, patrones formales, informales, temporales o permanentes que cumplen funciones de regulación social entre los diferentes actores sociales, individuales o colectivos; ellas preexisten para reducir la imprevisibilidad e incertidumbre que pueda surgir en la comunidad política derivada de las diferentes categorías de intereses, desigualdades y ambiciones de Poder entre individuos, en una Nación, y otros conflictos que en ella coexistan.

Las “reglas del juego”, para que las instituciones funcionen armónica y equilibradamente, son creadas en la “Constitución Política” de la Nación; ellas imprimen y delimitan la amplitud y profundidad de las relaciones

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recíprocas entre los funcionarios del Estado y los ciudadanos, también, son consecuencia de la dinámica histórica y del arraigo político, cultural, social que consiente y sustenta la conciencia colectiva.

Mucho se ha escrito, especulado, opinado y debatido sobre las decisiones políticas (leyes orgánicas, sectoriales o por decretos) todas anticonstitucionales, en lo concerniente a la seguridad de los venezolanos, concretamente las referidas a los cambalaches totalitarios, que bajo una Nueva Doctrina y Pensamiento Militar, se han venido aceptando como decisiones políticas ilegales e ilegítimas que hacen cada vez menos segura a la Nación y por consiguiente a sus ciudadanos.

Sorprende la poca visión que sobre el aspecto seguridad de quienes generan una matriz política y de importante impacto público, cuya argumentación podría ser interesada o estar equivocada, (no entraremos disquisición alguna para evaluar su intencionalidad en este artículo) pero definitivamente desfasadas conceptualmente de lo que en un mundo globalizado podrían significar las amenazas multifactoriales y multidimensionales orientadas hacia la: a) penetración ideológica, b) conversión religiosa, c) transformación social, d) desmonte productivo, e) retroceso tecnológico, d) depredación de la salud colectiva, y penetración militar.

Estos aspectos son solo ejemplos de factores de seguridad a tener en cuenta, tanto o más que el de exclusividad militar, que nos obliga, necesariamente, a una ruptura de los paradigmas militaristas o antimilitaristas que son proyectados comunicacionalmente (interesados la mayoría) pero que atávicamente se expresan divergidos de una fehaciente realidad, así mismo, dejan de focalizar la verdadera amenaza que se cierne sobre los venezolanos, y los objetivos ya consolidados o próximos a ser alcanzados, (sin ser utópico) que nos aproxima a alguna forma de despotismo y dominación social, religiosa, económica o militar.

El Estado, el Ciudadano y las Fuerzas Armadas son instituciones políticas vinculadas entre sí por la necesidad de “Seguridad y Defensa” de la Nación, que además, han vigorizado la estructura institucional en Venezuela facilitando la transición democrática, que luego de algunos contratiempos, funcionó hasta el 3 y 4 de febrero de 1992. A partir de allí, la ecuación política se desequilibra al romperse el acuerdo colectivo que cohesionaba socialmente a los ciudadanos.

Se profanaron las reglas del juego, sectariamente señalado y sostenido en la actualidad como un error político de exclusividad militar.

El ejemplo más ostensible de esta vinculación en Venezuela se verifica en la segunda mitad del siglo XX, (1958-1992) cuando por vez primera el

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Estado venezolano utilizó la herramienta instituida para su Seguridad y Defensa; ejerce legal y legítimamente su capacidad coactiva (fuerza, poder y autoridad) para anular la conspiración que el Partido Comunista Venezolano (PCV) había iniciado desde 1952; se reagrupan posteriormente, en 1958, con otros grupos conspirativos de izquierda, a partir de entonces, por la vía de la violencia armada, fijan a Venezuela como objetivo militar. Era igualmente Venezuela un objetivo político y energético de la Unión Soviética una vez convertida Cuba en la cabeza de playa comunista en América.

En 1992 se rompe el equilibrio institucional, no como casi todo el mundo afirma, causado por los cuartelazos militares de febrero y noviembre; mal podrían considerarse estos, por si solos, como los factores que (rebeldes infiltrados en combinación con golpistas civiles militaristas) trasladaron a las corrientes radicales de izquierda al Poder de la mano Hugo Chávez Frías, recordemos que la rebelión militar fue derrotada por los factores democráticos de entonces, no así, el complot cívico-militar que continuó operando amparado y apoyado por importantes figuras (auto denominados notables y los progresistas radicales de toda la vida democrática nacional) del ámbito político, económico, empresarial, medios, académico y militar de la Nación.

Esta denegada experiencia, desgajó el equilibrio y el vínculo institucional que precariamente existía en Venezuela, hoy es evidente que preexistía, como objetivo primario, la dislocación institucional entre el Estado, el Ciudadano y las Fuerzas Armadas para acabar con la república. Hecho supremamente comprobado y sufrido.

En el presente político nacional debemos interpretar las decisiones que se han venido tomando y las que puedan continuarse, no son dirigidas a los militares per se, por el contrario, son arreglos muy bien concebidos para concretar ilegítimamente el dominio y control ciudadano y la desaparición de la institución militar, pensar de otra manera, sería residir en el extraño mundo de las fantasías.

Para todos los lectores, la exigencia perenne será la de trabajar, exigir y respetar las instituciones del Estado, pero más, mucho más, no aceptar bajo ninguna circunstancia a burócratas que en funciones de gobierno violen la constitución, que además, no sean capaces y por encima de todo, no consentir sean tomadas decisiones políticas que acrecienten nuestra inseguridad y en cambio favorezcan las amenazas de cualquier tipo, externas e internas, de hacerlo aceptamos negociar políticamente la libertad, la paz y la vida.

Mario Iván Carratú Molina